pleasures

Capítulo cinco.

Muchacho cigarrillo.

Philipp despertó por un acosador olor a huevos que provenía de la cocina. Se levantó rascándose la nuca y echando un bostezo, que siguió en su boca para cuando Sinéad lo miró por primera vez en el día. 
— Buenos días. Estoy preparando un pequeño omelette como desayuno, ¿quieres? —sonrió la joven con una alegría que sólo la mañana fresca le otorgaba. 
— Claro, me gustan de queso. 
— Genial. 
Sentados en una pequeña mesa rectangular donde no entraban más de cuatro personas, desayunaron. En esos pequeños quince minutos, Philipp ya había descubierto tres manías de Sinéad a la hora de comer: al dar tres bocados, tomar una gran cantidad de agua; que la comida siempre permanezca en el medio del plato; no hablar y no parar de pensar. Había advertido que era una muchacha específicamente pensativa. 
— ¿Qué es lo que más te gusta de esta ciudad? —de repente soltó Sinéad, sin siquiera levantar la mirada hacia el chico, quien la miró algo confuso y sorprendido. 
— Pues, no lo sé. 
— ¿Por qué vives aquí entonces? 
— Oh, no me malinterpretes. Amo vivir aquí. 
— Entonces dime qué es lo que te hace permanecer. 
— Muchas razones. ¿Te refieres a materiales o sentimentales? 
— Cualquier cosa.
— Entonces, me agrada la gente, es individualista. También la textura del aire, la arquitectura. Pero lo que más me gusta es que estoy solo.
Y quedó satisfecha. 
Sinéad era una persona que buscaba el porqué de todas las cosas, y cuando se trataba de las personas, buscaba el porqué de sus manías, de sus gustos, de sus elecciones. Ella siempre fue maníaca, obsesiva, detallista, independiente, sus elecciones se hacían por una conclusión a la que llevaba luego de pensar y pensar. Era alguien lenta, que no dejaba nada a la ligera pues todo importa, todo valora. La última gran elección que había hecho era permitirle a aquel rubio permanecer en su casa, lo cual hizo ya que pudo observar que el muchacho llevaba un reloj de oro proveniente de Suiza en su muñeca, que le llevó a pensar que no iba a ser una persona que tenía la necesidad de robar algo. Se le hizo un prejuicio necesario. Pero más que nada, lo llevó a su casa porque le pareció alguien con quien podía jugar ajedrez. 
Por otro lado, el sol brillaba, el frío abrazaba, el viento danzaba y el cielo deslumbraba con su color celeste puro, sin ninguna nube interrumpiéndolo. Por la ventana del living/comedor del departamento se podía observar una pequeña plaza de color café y anaranjado, con las hojas acariciando el suelo y niños correteando por ahí. Los pájaros emitían un sonido melifluo en la mañana, parecía el toque final para la decoración. 
La castaña observó su departamento sonriendo, se levantó, miró por la ventana y suspiró. Fue tranquilamente hasta su habitación y tomó un cuaderno que cuando Philipp observó toda la casa pudo notar y despertó cierta curiosidad en él, pues tenía como portada la palabra más linda de todas, impresa, con una caligrafía perfecta y grandes letras: cosquillas. Entonces, Sinéad tomó un lápiz y comenzó a escribir, haciendo, para Philipp, un especial movimiento con las manos. Él pudo lograr ver lo escrito: 

Hoy siento la esencia de Gabriel García Márquez.

Observó que más arriba de aquello había un gran texto y arriba de eso, escribió que el 7 de Octubre sintió la esencia de Vivaldi. Philipp no pudo evitar sonreír pensando en que aquella chica era la cosa efímera más interesante de todas, y quería encontrar todavía más adjetivos para describirla. 
— ¿Qué escribes en ese cuaderno? —intrigó Philipp. 
— Me escribo a mí, me recuerdo lo que soy, lo que me gusta, lo que pensé en alguna hora de algún día de algún mes. Escribo cosas que debo recordar, que me llaman la atención. También hay algún que otro apunte, pero nada importante, sólo sobre algunos de los resúmenes de Freud o Testut. Ah, y algunos abecedarios en otros idiomas como chino mandarín, árabe, japonés… ya sabes, datos sobre otras culturas. Cosas —sonrió sin mostrar sus dientes y cerró el cuaderno con suavidad y lo llevó a su lugar original—. 
Por primera vez, Philipp se fijó en su atuendo. Sinéad llevaba un sweater de color crema, un pañuelo de un color rosa pálido, casi sin vida, unos jeans celestes y unas botas marrón claro. Le transmitía vibraciones otoñales, frías, suaves y cálidas. 
— Te presentaré a algunos seres —dijo ella, e incitó al chico a pararse, quien lo hizo y la siguió—. Éstos son Cronos, León y Narciso —fue señalando en orden unos lindos y verdes cactus de diferentes formas —, y éstas son Esquizofrenia, Libertad y Elena —esta vez señaló a unas vivas, perfectamente cuidadas, plantas —. 
— ¿Eres tú acaso esquizofrénica? —ironizó. 
— En realidad, creo que soy un poco más perteneciente a los neuróticos. Suelo hablarles, porque al menos viven. Seguramente lo hacen mejor que nosotros; es decir, ni siquiera sabes si ellos pueden decirte el origen del universo. Pueden tener miles de sentidos, de los cuales no sabemos su existencia, muy desarrollados, podrían responder todo, pero no, porque ni siquiera necesitan un sistema nervioso. O lo tienen todo o no tienen nada, a mí me parece que lo tienen todo. 
Philipp sólo se atrevió a mirarla intrigado. 
— ¿De qué les hablas? 
— De lo mismo de lo que le hablaría a un perro. De lo que me pasó en el día, y luego los miro con curiosidad y alucinación, es mi única manera de preguntarles cómo están y que ellos me cuenten su día. 
Lo extraño para él era que no le parecía para nada ilógico. 
— Bueno, muchacho cigarrillo, ¿quieres salir a disfrutar de ese maravilloso sol que nos sonríe, o te quieres quedar aquí?
— Si lo dices así —levemente rió Philipp.
El muchacho cigarrillo y Sinéad salieron a dar una caminata de pensamientos y comentarios extraños. Ambos eran personas llamativas, raras, que no se veían en cualquier lado, pero ella lo estaba superando. Y eso le encantaba. 

Spoiler:

Bueno leo creo que a estas alturas habrás notado que comentar no es lo mío, sin embargo he de decir que tu escritura siempre me arraiga placer. No se como decirlo con exactitud pero creo que tienes un estilo único y eso me encanta, describes muy detalladamente y con un toque extraño explícito. Desde que leí el primer capítulo me encantaron tus personajes, lo supe, y sin duda sinéad (cuyo nombre me encanta) ¡me resulta tan curiosamente interesante! Me siento como philipp  no me importa realmente que hable de semejante manera me parece más interesante que extraño jé. Por otra parte concuerdo con lau, el instante de la presentación de las plantas, pues tiene razón y son seres vivos y les puso nombre, no se me pareció muuuuuuy cúl :B Y bueno cuando él le pregunta “¿Eres tú acaso esquizofrénica? ” hay no se me reí y me gustó como lo finalizaste. No te preocupes por si fue corto pues fue hermoso

te esperaaaaaaaaamos lau

capítulo seis

generalmente, los sentimientos llevan a esa cosa irrevocable: la muerte.

El sol mañanero se coló por el hueco que la cortina no podía cubrir enteramente, era un sol cálido y agradable, parecía que estuviese dando un abrazo y diciendo que todo estaría bien, por más que las cosas fuesen una mierda, era casi tan agradable como sentir un ventarrón golpeando tu rostro en un día caluroso de verano, era el sol que a las personas les gustaba sentir tocar su piel porque realmente no quemaba, era el tipo de sol que Peter Townes amaba, en su completa totalidad.
La habitación donde Peter se encontraba inmerso era gigantesca, la suya probablemente sería la cuarta parte de la habitación donde él estaba, tenía colores monocromáticos, blanco y azules, de alguna manera sintió que estaba invadiendo un lugar en el cual él no encajaba, lo primero que llamó su atención del lugar, además de su extensión claro, fue un cuadro, él único que había allí, era una pintura, de muchos colores azules, desde el más claro que Peter podría haber visto, hasta uno oscuro que llegaba a lucir como el color negro; pero no lo era.
Peter se puso de pie con cuidado, y fue entonces cuando el frío se filtró en su torso, sus costillas dolieron, por supuesto, le había dado una paliza maravillosa el día anterior, caminó con cuidado hacía el cuadro y se percató en la firma "blue e" que era una cruce de líneas, perfectas y puntuales, era la caligrafía más bonita que había visto alguna vez. Peter arregló el lugar donde durmió y agarró las prendas de ropa que encima tenían una nota que marcaba su nombre, era justamente la misma caligrafía que la que había leído en el cuadro.
Sus manos temblaron cuando se puso las prendas que no sabían a quién pertenecían, que de hecho tenía sus misma talla y además de eso, era muy modernas. Con un suspiró dejo la habitación, y bajo cuidadosamente las escaleras de la gran casa ubicada en uno de los mejores lugares de Liverpool. Cuando dejo el último escalón, llegando al primer piso, un estruendo que provenía seguramente de la cocina llegó a sus oídos, acercó su mano a manija de la puerta, después una voz, ahora familiar, sonó dentro de su cabeza, suave y precisa, era agradable de oír, era ese tipo de voz que a él le hubiese gustado escuchar cuando tenía que dormir solo en su habitación, una voz que daba moral.

— ¿Te vas tan pronto?

Peter cerró los ojos con algo de indignación por haber sido pillado en el acto. Se dio media vuelta con el rostro sin expresión,  y miró a una jovencita vivaz, de cabellera roja zanahoria recogida en una trenza, un vestido blanco, y tanto sus manos como el vestido estaba cubiertos de pintura, pintura azul claro, amarilla blanquecina, piel y rojo, y no quería ser orgulloso y mucho menos egocéntrico, pero por varios segundos, pensó que lo estaba pintando a él.
Miró las facciones divertidas de Blue, lucía como una joven distinta a la del día anterior, no parecía molesta, solamente cansada, pero la sonrisa que mostraba era tan iluminadora y pacifica que a Peter le parecía estar viendo otra versión de ella.

— Lo lamento, no quería perturbar más tú tiempo ni el de la señora Minerva.

Antes de que Blue pudiera decir algo, intervino una voz desde la cocina.

— ¡Que no me llames señora!

Blue soltó una carcajada llena armonía, era mejor que escuchar cualquier sonata o cualquier barra dentro del estadio de Liverpool, era tan segura y llena de vida, que se sintió como en su hogar, cosa que él jamás había sentido, él iba perdido por las calles de Liverpool; intentado salir de ellas, pero siempre volviendo a las aludidas, era como si lo llamasen y no pudiese salir de ellas. Estaba atrapado la mayoría del tiempo. Totalmente atrapado.

— Toma el desayuno con nosotras, y luego podemos salir, si deseas, o te acompaño a casa.

Se dio media vuelta sin esperar respuesta y se adentró en la cocina con paso decidido, ahora a Peter le parecía aún más encantadora, y claramente, el agradaba mucho más ese buen humor de la muchacha, sin razonar un poco, la siguió a las profundidades de la cocina. En la barra se sentó junto a una alegre Blue y una pacífica Minnie.
En el desayuno Minerva preguntó por su edad, a qué se dedica, qué le gustaba hacer, pero jamás preguntó por su familia, mucho menos Blue lo hizo, eso le dio un pique de curiosidad al muchacho de cabello rubio blanquecino, las personas siempre preguntaban por su historia familiar y personal, más ellas jamás interfirieron o departieron el tema. Eso lo sorprendió de alguna manera, pero le agradó.

— Entonces… ¿te gustaba el futbol?

Peter asintió.

— Aún me gusta — Admitió con su asentimiento suave de cabeza, pero bajo el tono de su voz —, solo que no demasiado hoy en día, prefiero evitar cosas del futbol que no resultan ser tan saludables.

Blue estuvo a punto de decir algo pero se frenó abruptamente, metió una fresa en su boca y guardó silencio durante un segundo, pensando en que decir para remendar su anterior reacción.

— Yo odio el futbol.

Minerva río con cariño, y Peter supuso que era algo que ella solía decir cuando estaban juntos o por mera casualidad se encontraba un partido de futbol cuando veía televisión o escuchaba la radio, lució tan segura al decirlo que Peter no dudo por nada del mundo que en verdad no le gustaba.

— Me parece un buen deporte, pero no le encuentro sentido a un deporte que hace que sus seguidores se maten como si fuesen cualquier cosa, nadie en este mundo merece morir como los hinchas de esos equipos lo hacen. Considero que no logran entender todo el amor y pasión que transmite un partido, eso es arte, y sus hinchas lo destruyen como si fuese una basura, una corrida de toros, o la guerra. Es demasiado estúpido como alguien externo daña la buena imagen de un buen deporte, por eso odio el futbol.
El muchacho de ojos azules sintió como si alguien le hubiese golpeado millones de veces, se sintió dolorido pero conmovido a la misma vez, ella tenía demasiada razón, pero había ciertos extremos que el amor por el futbol hacía llegar a las personas, a veces no era un impulso y dejarse llevar, a veces eso simplemente nacía dentro de ellos y no podían evitar hacer daño a una persona de un equipo contrario, era casi tan inevitable como cuando se amaba a alguien o como cuando alguien moría, y sin pensarlo fue eso mismo lo que dijo.

— A veces ese tipo de reacciones, son casi tan irrevocables como la misma muerte.

Blue asintió, aceptando su comentario.

— Si, pero considero que una persona no tiene el derecho en tomar poder sobre la vida de otra persona y decidir si esta vive o no lo hace, bueno como sea, mi maestro de filosofía decía que al fin de cuentas los objetos no resultan ser los malos; son los sujetos quienes deciden hacer un objeto mortal o una salvación humana, en consecuencia, los sentimientos son siempre los que nos llevan al dolor y la muerte. No importa que tan felices y dolidos sean.

yep:

capítulo siete

you have a lion heart

Ga Eul corrió desesperadamente para tomar el autobús, su tiempo había sido reducido por las llamadas de sus padres descontroladas, haber tenido que terminar unos cuantos papeles del día anterior y con los gritos de su madre de todos los días: ¡Ese barrio es peligroso! ¡No quiero perder a mi hija! Gritos que ella, obviamente, ignoraba.

No era que no la quería, al contrario, Ga Eul agradecía todo el tiempo lo que su madre hacía por ella, pero en aquellos momentos estaba comenzando a molestarle aquella manía racista de sus padres. Su trabajo implicaba ayudar a todas aquellas personas que lo necesitaran y eso inculcaba Latinos, pakistanís, Africanos, Chinos, etcétera. Ga Eul se tomaba todo eso muy en serio y la raza le importaba poco cuando de ayudar se trataba.

Cuando por fin logro que el chofer del autobús parara, retiro un billete de su cartera y lo entrego para luego concurrir a sentarse en aquel molesto sillón de cuero de todos los días. Los días de invierno no se volvía tan molesto, mantenía el calor corporal más los abrigos que siempre utilizaba; pero los días de verano ¡Ay los malditos días de verano! Los odiaba, los aborrecía; El cuero de humedecía y te transpiraba toda la ropa. Los shorts de Jean se pegaban a tu piel y las remeras finas no te ayudaban de nada.

La joven tomo sus auriculares y los conecto al IPhone para luego reproducir la primera canción, Ice Cream Cake de Red Velvet hizo que sus sentidos de cansancio empezaran a recargarse. Se sentía como nueva después de haber pasado unas cuantas canciones, dando así por llegada al hospital del barrio sur, donde bajo con una sonrisa y un bolso lleno de papeleo para el día siguiente.

—Ga Eul, has llegado tarde—Susurro Emily, su mejor amiga—. El jefe aún no se ha enterado, gracias a Dios.
—Emily, han sido solo diez minutos, tranquila. No era mi intención, prometo que no volverá a pasar—Dijo mientras se ponía aquel saco blanco y acomodando su credencial.

Ese saco blanco había pasado toda su vida con alguna mancha, si no era de sangre, era de vomito o materia fecal. No era de pasar todo el día limpio y blanco como cuando lo encontraba; pero a ella  no le molestaba, daba a entender que estaba haciendo su trabajo.

— ¿Cómo esta Enrique? —Pregunto una vez terminado su trabajo de acomodarse.
—Anoche comió su comida, pero su estómago aún se resiste a digerir la comida; no sabemos muy bien cómo ayudarlo. Todo lo que le damos, él lo rechaza.
—No te preocupes, no hay que presionarlo—Suspiro con fuerza y prosiguió—. Hoy quiero que te ocupes de mimarlo todo el día, yo me encargare de las emergencias, no te hagas problema alguno—Le dio una sonrisa cálida, antes de desaparecer en el pasillo hacia la sala de emergencias.

Ga Eul tomo una taza de café y reviso su teléfono durante lo que eran tres horas, nada. Los niños eran atendidos por su médico correspondiente y muchos de ellos la saludaban con alegría y ella le devolvía con una mirada dulce. 

Muchas veces las emergencias se volvían aburridas y ella seguía forzando su amistad con el café, todos los días, una vez a la mañana y otra a la noche. El café parecía el único fiel en esa situación, ella lo tomaba y sentía su olor para imaginar una maravillosa experiencia a un lugar lleno de nieve, donde viviría con solo un animal y ella disfrutaría de las tardes despejadas y el poder ver las montañas.

Tomo su celular una vez más para empezar a jugar con él. No tenía la gran cosa dentro de él, solo música y algunos videos que le gustaba repetir de vez en cuando; eso sí, era una chica obsesionada con los Vines. Le gustaba ver vines de sus ídolos, o tendencias de ese momento; se le hacía una aplicación bastante divertida y le gustaba ver la originalidad de las personas.

Cuando estaba por abrir la aplicación, escucho que la alarma de emergencias había comenzado a sonar. Y había sonado cinco veces, algo que era irregular y también algo que le preocupaba; normalmente las alarmas que sonaban cinco veces significaba que alguien estaba en grave estado y era un reto.

Un reto que Ga Eul quería tomar.

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Ji Young había tomado la decisión, tenía que hacerlo. Su madre le había rogado que no lo hiciera, pero el solo la ignoraba, esto era por su bien y era momento de tomar una decisión una vez por todas. El chico tomo el auto-que no era nada de otro mundo, ya que, no se podían dar el lujo de comprarse un Mercedes- y contactó la llave para luego tomar rumbo hacia lo que era el barrio norte.

Estaba cansado de que su padre se metiera en problemas con los ricos, su único trabajo era cuidar los establos y eso tenía que hacer, pero siempre terminaba en problemas ya sea por mano propia o simplemente por haber ayudado a otro peón. Su hijo, realmente, ya estaba cansado de toda esa porquería, quería juntar el dinero suficiente de volverse a corea con sus hermanos menores y su madre, su padre le importaba poco ya, demasiados sentimientos juntos se le mezclaron en la cabeza.

— ¡Desgraciado hijo de puta! —Levanto la voz—.  Este 바보, ojala no hubiera tenido un padre tan 바보.

Ji Young comenzó a llorar, por primera vez en años, el chico empezó a llorar. De impotencia, de rabia, de enojo a sí mismo, Ji Young quería un futuro mejor para todos sus hermanos pequeños, tenía miedo de que todos ellos terminaran como el, temía lo peor y lo único que quería hacer era morir. Morir de una forma brutal, algo que le doliera mucho, algo que se mereciera.

Miro hacia los lados y allí, tan pacifica, se encontraba una botella de Whisky con la mitad de su contenido. Eso le sobraba, dos o tres tragos y la realidad lo dejaría, tal vez así conseguiría la fortaleza para hacerle frente a todos aquellos tarados que amenazaban a su familia con herirla, incluido su padre.

Tomo un trago, y ese trago se convirtieron en cinco más. Ji Young había empezado a olvidar como se utilizaban las  manos y de un momento a otro sus ojos se cerraron, durmiendo, en paz.

Soñaba con una familia feliz, una novia extraordinaria, sus hermanos pequeños con los estudios necesarios, una casa enorme y su padre cuidando de su madre, como así lo merecían. Pero sabía que eso era solo un sueño y en cualquier momento debía despertar.

Y eso se pondría en juego. Tal vez, el sueño que había comenzado se volvería eterno.
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Ga Eul diviso a una de las chicas que estaba corriendo hacia la sala, así que tomo esa oportunidad para encontrar un informante acerca de la situación.

— ¡Hey! —Corrió hacia la chica— ¿Cuál es la emergencia de hoy?
—Un choque automovilístico, uno de ellos murió, el otro está en estado grave—La chica que conoció como Grace, seguía corriendo sin parar—. El chico aparenta unos veintiocho años, tiene su cara cubierta de vidrios y su estómago ha sido perforado por un hierro que calo sobre él durante el choque.

Ahora ella tenía miedo, sabía que eso inculcaba el alcohol entre medio, pero nunca en su vida había visto un caso tan grave. No hacía mucho que había comenzado, pero ese era el primer reto en su vida desde que había empezado a trabajar. Esperaba hacerlo bien, no querría ser la persona que le dijera a una madre o a una esposa que su familiar había perdido la vida en sus manos.

Era lo que Ga Eul menos quería. 

Spoiler: