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La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Ay pero que amor es Louis. Es normal que quiera acabar los estudios pero el tener un hijo no va a impedírselo, tiene que pensar que él ya no es un chaval dentro de unos años sus bichitos ya no puedan fecundarla.
Siguela prontooo
Siguela prontooo
Anna.
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
.
Parte II
Capítulo 2
Parte II
Louis solía escuchar música mientras corría, pero esa mañana ya estaba bastante distraído. Era obvio que Julianne estaba agobiada. No acostumbraba a levantarse tan temprano y, por su aspecto, al parecer llevaba horas levantada. Probablemente no deberían haber invitado a la familia, pero ya que iban a pasar buena parte del verano en Italia, no volverían a tener la oportunidad de reunirse en unos meses.
Louis ya no se acordaba del esfuerzo que suponía tener visitas. Hasta ese momento, sólo había tenido en casa a uno o dos invitados como mucho. Y, por supuesto, siempre contando con la ayuda de personal de servicio y de una cuenta corriente desahogada que le permitía llevar a sus huéspedes a comer fuera. Pobre Julianne. Louis recordó sus años en Harvard. Las vacaciones nunca eran auténticas vacaciones, ya que siempre había trabajo por hacer: idiomas que perfeccionar, artículos que leer y exámenes que preparar. Era un alivio haber conseguido una plaza fija en la Universidad de Boston. No le cambiaría el sitio a Julia por nada del mundo. Sobre todo, teniendo en cuenta que él había logrado sobrellevar las presiones de la vida de estudiante gracias a la bebida, a la cocaína y a Paulina...
Tropezó con el bordillo de la acera y se precipitó hacia adelante, pero no llegó a caerse. Tras recobrar el equilibrio, se dijo que debía fijarse por dónde iba.
No le gustaba recordar sus años en Harvard. Había permitido que Paulina le facilitara las cosas, incluso sus adicciones. Desde su regreso a Cambridge, los recuerdos habían aumentado de intensidad. Algunos flashbacks eran tan reales que casi notaba cómo la cocaína le entraba por la nariz. En cualquier momento, conduciendo por una calle o entrando en un edificio del campus, sentía unas ansias de consumir tan intensas que llegaban a ser dolorosas.
Hasta entonces, gracias a Dios, había podido resistirse. Las reuniones semanales de Narcóticos Anónimos lo habían ayudado, igual que las visitas mensuales con el terapeuta.
Y luego, por supuesto, Julianne.
Louis había entrado en contacto con el poder superior en Asís, el año anterior, pero su auténtico ángel guardián era Julianne. Ella lo amaba, lo inspiraba, convertía su casa en un hogar. Pero no lograba quitarse de encima el miedo a que el cielo le hubiera sonreído sólo temporalmente y se la arrebatara en cualquier momento.
Louis había cambiado en mil aspectos desde que Julianne se apuntó a su seminario en Toronto. Pero si algo no había cambiado era su creencia de que no era merecedor de una felicidad duradera. Tal como su terapeuta le había advertido, su comportamiento tenía una preocupante tendencia al autosabotaje.
Su madre adoptiva, Grace, había fallecido de cáncer hacía casi dos años. Su inesperada muerte se había convertido en un símbolo de la brevedad y la incertidumbre de la vida. Si perdiera a Julianne...
«Si tuvieras un hijo con ella, nunca la perderías del todo», le decía una leve pero insidiosa voz al oído.
Louis aceleró el ritmo. La voz tenía razón, pero ésa no era la principal razón por la que quería tener un hijo con Julianne. Quería formar una familia con ella. Una familia completa, con hijos. Quería una vida llena de risas y saber que podría corregir los errores cometidos por sus padres.
No le había dicho nada de esto a su esposa. Ya bastante tenía ella con sus propias preocupaciones como para cargarla con sus adicciones y sus miedos. Julia ya había tenido que soportar demasiada angustia en su vida por su culpa.
Mientras Louis recorría el circuito de jogging por el que solía correr de soltero, se preguntó por qué estaría tan desanimada esa mañana. Habían pasado una increíble noche juntos, celebrando su amor en el huerto de manzanos y más tarde en la cama. Se devanó los sesos, tratando de encontrar alguna cosa que pudiera haberla molestado. Pero su noche de amor había sido, como de costumbre, tan apasionada como tierna.
Existía al menos otra posibilidad y Louis se maldijo por no haber pensado antes en ella.
Julianne siempre se alteraba cuando regresaba a Selinsgrove. Un año y medio atrás su ex novio, Simon, la había asaltado allí en la casa de su padre. Y luego la nueva novia de éste, Natalie, se le había encarado en un bar del pueblo, amenazando con publicar fotos obscenas de ella si no retiraba la denuncia por agresión contra él. Julianne había convencido a Natalie de que no le convenía publicar las fotos, ya que al hacerlo estaría implicando también a Simon. El padre de éste era senador y tenía previsto presentarse a
presidente. Natalie trabajaba para él. El escándalo podía acabar haciéndole más daño al senador que a Julia. Pero Louis no estaba en absoluto convencido de que Natalie fuera a quedarse quieta. Cuando alguien le encontraba el gusto al chantaje, solía tratar de explotar esa fuente hasta secarla.
Volvió a maldecir, acelerando el ritmo de la carrera hasta el límite de sus fuerzas. No había llegado a decirle a Julia lo que había hecho y no quería decírselo. Pero si estaba preocupada por Simon y Natalie, tal vez había llegado el momento de contarle la verdad...
Cuando Louis volvió de correr, Julia estaba durmiendo. Se echó a reír al ver sus pies desnudos asomando bajo las mantas. No le gustaba que se le calentaran los pies, por eso, aunque estuviera tapada con un montón de ropa de cama, siempre sacaba los pies fuera.
Inclinándose, se los tapó con la manta y fue a ducharse. Después de vestirse, se aseguró de que seguía durmiendo antes de ir a buscar la lista de la compra y salir de casa. Mientras ponía en marcha el Range Rover, pensó que con un poco de suerte podría hacer la compra y contratar a una asistenta antes de que ella se despertara.
A las once de la noche, cuando Julia bajó por fin a la planta baja, después de trabajar, encontró a Louis en el salón, leyendo. Estaba sentado en su sillón de cuero favorito, con los pies sobre el reposapiés y los ojos moviéndose tras las gafas al leer.
—Eh, hola —la saludó con una sonrisa, mientras cerraba el libro.
—¿Qué estás leyendo? -Él le mostró la cubierta. El título era The Way of a Pilgrim. —¿El camino del peregrino? ¿Es bueno?
—Mucho. ¿Has leído Franny y Zooey de J. D. Salinger?
—Hace tiempo. ¿Por qué?
—Franny lo lee y se inquieta. Fue entonces cuando oí hablar del libro por primera vez.
—¿De qué trata? —Lo cogió y le dio la vuelta para leer el texto de la contracubierta.
—De un ruso ortodoxo que intenta aprender qué significa rezar sin parar. -Julia alzó una ceja.
—¿Y?
—Y lo estoy leyendo para descubrir qué aprendió.
—¿Y tú? ¿Rezas por algo en concreto? -Él se frotó la barbilla.
—Rezo pidiendo muchas cosas.
—¿Por ejemplo?
—Le pido a Dios que me ayude a ser un buen hombre, un buen marido y, algún día, un buen
padre. -Con una sonrisa, Julia volvió a examinar el libro.
—Supongo que todos llevamos a cabo nuestro propio viaje espiritual.
—Aunque algunos van más adelantados que otros —replicó él con una sonrisa. Julia dejó el libro en una mesita cercana y se sentó en su regazo.
—Yo no lo veo así. Creo que todos perseguimos a Dios hasta que Él decide atraparnos. -Louis se echó a reír.
—¿Cómo si fuera el sabueso del cielo al que se refiere Francis Thompson en su famoso poema?
—Algo así.
—Una de las cosas que más me gustan de ti es tu compasión por las flaquezas humanas. -Ella lo besó suavemente.
—Tengo mis propios vicios, Louis, aunque trate de ocultarlos. -Mirando a su alrededor, Julia se fijó en las marcas que la aspiradora había dejado en la alfombra. Los muebles no tenían ni rastro de polvo y el aire olía a limón y a pino. —La casa tiene muy buen aspecto. Gracias por encontrar a alguien que se ocupe de la limpieza. Yo he avanzado un montón con el trabajo.
—Bien —dijo él, mirándola por encima de las gafas—. ¿Cómo te encuentras?
—Mucho mejor. Gracias por preparar la cena. —Le apoyó la cabeza en el hombro.
—Cuando te la he subido no tenías hambre —comentó él, acariciándole el pelo.
—Al final me lo he acabado todo. Me había atascado con un tema de la conferencia, y no quería parar para comer hasta haberlo resuelto.
—¿Es algo en lo que pueda ayudarte? —Louis se quitó las gafas y las dejó sobre el libro.
—No. No quiero que la gente piense que tú eres la mente pensante que se oculta detrás de mis trabajos.
—No era eso lo que te estaba ofreciendo —replicó él, ofendido.
—Necesito hacerlo sola. -Él sorbió por la nariz.
—Creo que te preocupa demasiado lo que los demás piensen de ti.
—Tengo que hacerlo —insistió ella secamente—. Si presento un trabajo que suene como los tuyos, la gente se dará cuenta. Christa Peterson ya ha empezado a hacer correr rumores sobre nosotros. Paul me lo contó. -Louis frunció el cejo.
—Christa es una zorra celosa. Va hacia atrás en vez de avanzar en su carrera. En Columbia la han obligado a apuntarse al programa de máster en italiano. No la han admitido en su programa de doctorado. Ya he hablado con la jefa de su departamento en Columbia. Si quiere ir contando bulos sobre nosotros, será peor para ella. —Se removió en el sillón—. ¿Y cuándo has hablado con Paul?
—Me escribió un email tras la conferencia a la que asistió en UCLA. Vio a Christa y le contaron que iba difundiendo rumores.
—Ni siquiera me has dejado que lea tu ponencia, aunque hemos hablado tanto sobre Guido que intuyo lo que dirás. -Julia se mordió una uña, pero no dijo nada. Él la abrazó con más fuerza. —¿Mi libro te ha sido útil?
—Sí, pero mi enfoque es distinto —respondió ella, vagamente.
—Eso puede ser un arma de doble filo, Julianne. La originalidad es admirable, pero a veces los métodos establecidos lo son por alguna razón.
—Te lo dejaré leer mañana, si tienes tiempo.
—Por supuesto que tendré tiempo. —Louis le acarició la espalda arriba y abajo—. Estoy deseándolo. No tengo ninguna intención de hacerte daño, sólo quiero ayudarte si es posible. Lo sabes, ¿no?
—Por supuesto. Y te lo agradezco. —Julia volvió a besarlo antes de acurrucarse entre sus brazos —. Pero me preocupa que no te guste mi trabajo. No puedo evitarlo.
—Te daré una opinión honesta, pero siempre estando de tu lado. Te lo prometo.
—No se puede pedir más. —Lo miró y sonrió—. Ahora necesito que me lleves a la cama y me animes. -Él entornó los ojos, pensativo.
—¿Y cómo puedo animarte?
—Haciendo que me olvide de mis problemas tentándome con tu cuerpo desnudo.
—¿Y si aún no me apetece acostarme?
—En ese caso, supongo que tendré que animarme por mis propios medios. —Julia se puso en pie y se estiró, mirándolo de reojo.
Levantándose de un salto, Louis la cogió en brazos y se dirigió corriendo a la escalera.
Louis ya no se acordaba del esfuerzo que suponía tener visitas. Hasta ese momento, sólo había tenido en casa a uno o dos invitados como mucho. Y, por supuesto, siempre contando con la ayuda de personal de servicio y de una cuenta corriente desahogada que le permitía llevar a sus huéspedes a comer fuera. Pobre Julianne. Louis recordó sus años en Harvard. Las vacaciones nunca eran auténticas vacaciones, ya que siempre había trabajo por hacer: idiomas que perfeccionar, artículos que leer y exámenes que preparar. Era un alivio haber conseguido una plaza fija en la Universidad de Boston. No le cambiaría el sitio a Julia por nada del mundo. Sobre todo, teniendo en cuenta que él había logrado sobrellevar las presiones de la vida de estudiante gracias a la bebida, a la cocaína y a Paulina...
Tropezó con el bordillo de la acera y se precipitó hacia adelante, pero no llegó a caerse. Tras recobrar el equilibrio, se dijo que debía fijarse por dónde iba.
No le gustaba recordar sus años en Harvard. Había permitido que Paulina le facilitara las cosas, incluso sus adicciones. Desde su regreso a Cambridge, los recuerdos habían aumentado de intensidad. Algunos flashbacks eran tan reales que casi notaba cómo la cocaína le entraba por la nariz. En cualquier momento, conduciendo por una calle o entrando en un edificio del campus, sentía unas ansias de consumir tan intensas que llegaban a ser dolorosas.
Hasta entonces, gracias a Dios, había podido resistirse. Las reuniones semanales de Narcóticos Anónimos lo habían ayudado, igual que las visitas mensuales con el terapeuta.
Y luego, por supuesto, Julianne.
Louis había entrado en contacto con el poder superior en Asís, el año anterior, pero su auténtico ángel guardián era Julianne. Ella lo amaba, lo inspiraba, convertía su casa en un hogar. Pero no lograba quitarse de encima el miedo a que el cielo le hubiera sonreído sólo temporalmente y se la arrebatara en cualquier momento.
Louis había cambiado en mil aspectos desde que Julianne se apuntó a su seminario en Toronto. Pero si algo no había cambiado era su creencia de que no era merecedor de una felicidad duradera. Tal como su terapeuta le había advertido, su comportamiento tenía una preocupante tendencia al autosabotaje.
Su madre adoptiva, Grace, había fallecido de cáncer hacía casi dos años. Su inesperada muerte se había convertido en un símbolo de la brevedad y la incertidumbre de la vida. Si perdiera a Julianne...
«Si tuvieras un hijo con ella, nunca la perderías del todo», le decía una leve pero insidiosa voz al oído.
Louis aceleró el ritmo. La voz tenía razón, pero ésa no era la principal razón por la que quería tener un hijo con Julianne. Quería formar una familia con ella. Una familia completa, con hijos. Quería una vida llena de risas y saber que podría corregir los errores cometidos por sus padres.
No le había dicho nada de esto a su esposa. Ya bastante tenía ella con sus propias preocupaciones como para cargarla con sus adicciones y sus miedos. Julia ya había tenido que soportar demasiada angustia en su vida por su culpa.
Mientras Louis recorría el circuito de jogging por el que solía correr de soltero, se preguntó por qué estaría tan desanimada esa mañana. Habían pasado una increíble noche juntos, celebrando su amor en el huerto de manzanos y más tarde en la cama. Se devanó los sesos, tratando de encontrar alguna cosa que pudiera haberla molestado. Pero su noche de amor había sido, como de costumbre, tan apasionada como tierna.
Existía al menos otra posibilidad y Louis se maldijo por no haber pensado antes en ella.
Julianne siempre se alteraba cuando regresaba a Selinsgrove. Un año y medio atrás su ex novio, Simon, la había asaltado allí en la casa de su padre. Y luego la nueva novia de éste, Natalie, se le había encarado en un bar del pueblo, amenazando con publicar fotos obscenas de ella si no retiraba la denuncia por agresión contra él. Julianne había convencido a Natalie de que no le convenía publicar las fotos, ya que al hacerlo estaría implicando también a Simon. El padre de éste era senador y tenía previsto presentarse a
presidente. Natalie trabajaba para él. El escándalo podía acabar haciéndole más daño al senador que a Julia. Pero Louis no estaba en absoluto convencido de que Natalie fuera a quedarse quieta. Cuando alguien le encontraba el gusto al chantaje, solía tratar de explotar esa fuente hasta secarla.
Volvió a maldecir, acelerando el ritmo de la carrera hasta el límite de sus fuerzas. No había llegado a decirle a Julia lo que había hecho y no quería decírselo. Pero si estaba preocupada por Simon y Natalie, tal vez había llegado el momento de contarle la verdad...
Cuando Louis volvió de correr, Julia estaba durmiendo. Se echó a reír al ver sus pies desnudos asomando bajo las mantas. No le gustaba que se le calentaran los pies, por eso, aunque estuviera tapada con un montón de ropa de cama, siempre sacaba los pies fuera.
Inclinándose, se los tapó con la manta y fue a ducharse. Después de vestirse, se aseguró de que seguía durmiendo antes de ir a buscar la lista de la compra y salir de casa. Mientras ponía en marcha el Range Rover, pensó que con un poco de suerte podría hacer la compra y contratar a una asistenta antes de que ella se despertara.
A las once de la noche, cuando Julia bajó por fin a la planta baja, después de trabajar, encontró a Louis en el salón, leyendo. Estaba sentado en su sillón de cuero favorito, con los pies sobre el reposapiés y los ojos moviéndose tras las gafas al leer.
—Eh, hola —la saludó con una sonrisa, mientras cerraba el libro.
—¿Qué estás leyendo? -Él le mostró la cubierta. El título era The Way of a Pilgrim. —¿El camino del peregrino? ¿Es bueno?
—Mucho. ¿Has leído Franny y Zooey de J. D. Salinger?
—Hace tiempo. ¿Por qué?
—Franny lo lee y se inquieta. Fue entonces cuando oí hablar del libro por primera vez.
—¿De qué trata? —Lo cogió y le dio la vuelta para leer el texto de la contracubierta.
—De un ruso ortodoxo que intenta aprender qué significa rezar sin parar. -Julia alzó una ceja.
—¿Y?
—Y lo estoy leyendo para descubrir qué aprendió.
—¿Y tú? ¿Rezas por algo en concreto? -Él se frotó la barbilla.
—Rezo pidiendo muchas cosas.
—¿Por ejemplo?
—Le pido a Dios que me ayude a ser un buen hombre, un buen marido y, algún día, un buen
padre. -Con una sonrisa, Julia volvió a examinar el libro.
—Supongo que todos llevamos a cabo nuestro propio viaje espiritual.
—Aunque algunos van más adelantados que otros —replicó él con una sonrisa. Julia dejó el libro en una mesita cercana y se sentó en su regazo.
—Yo no lo veo así. Creo que todos perseguimos a Dios hasta que Él decide atraparnos. -Louis se echó a reír.
—¿Cómo si fuera el sabueso del cielo al que se refiere Francis Thompson en su famoso poema?
—Algo así.
—Una de las cosas que más me gustan de ti es tu compasión por las flaquezas humanas. -Ella lo besó suavemente.
—Tengo mis propios vicios, Louis, aunque trate de ocultarlos. -Mirando a su alrededor, Julia se fijó en las marcas que la aspiradora había dejado en la alfombra. Los muebles no tenían ni rastro de polvo y el aire olía a limón y a pino. —La casa tiene muy buen aspecto. Gracias por encontrar a alguien que se ocupe de la limpieza. Yo he avanzado un montón con el trabajo.
—Bien —dijo él, mirándola por encima de las gafas—. ¿Cómo te encuentras?
—Mucho mejor. Gracias por preparar la cena. —Le apoyó la cabeza en el hombro.
—Cuando te la he subido no tenías hambre —comentó él, acariciándole el pelo.
—Al final me lo he acabado todo. Me había atascado con un tema de la conferencia, y no quería parar para comer hasta haberlo resuelto.
—¿Es algo en lo que pueda ayudarte? —Louis se quitó las gafas y las dejó sobre el libro.
—No. No quiero que la gente piense que tú eres la mente pensante que se oculta detrás de mis trabajos.
—No era eso lo que te estaba ofreciendo —replicó él, ofendido.
—Necesito hacerlo sola. -Él sorbió por la nariz.
—Creo que te preocupa demasiado lo que los demás piensen de ti.
—Tengo que hacerlo —insistió ella secamente—. Si presento un trabajo que suene como los tuyos, la gente se dará cuenta. Christa Peterson ya ha empezado a hacer correr rumores sobre nosotros. Paul me lo contó. -Louis frunció el cejo.
—Christa es una zorra celosa. Va hacia atrás en vez de avanzar en su carrera. En Columbia la han obligado a apuntarse al programa de máster en italiano. No la han admitido en su programa de doctorado. Ya he hablado con la jefa de su departamento en Columbia. Si quiere ir contando bulos sobre nosotros, será peor para ella. —Se removió en el sillón—. ¿Y cuándo has hablado con Paul?
—Me escribió un email tras la conferencia a la que asistió en UCLA. Vio a Christa y le contaron que iba difundiendo rumores.
—Ni siquiera me has dejado que lea tu ponencia, aunque hemos hablado tanto sobre Guido que intuyo lo que dirás. -Julia se mordió una uña, pero no dijo nada. Él la abrazó con más fuerza. —¿Mi libro te ha sido útil?
—Sí, pero mi enfoque es distinto —respondió ella, vagamente.
—Eso puede ser un arma de doble filo, Julianne. La originalidad es admirable, pero a veces los métodos establecidos lo son por alguna razón.
—Te lo dejaré leer mañana, si tienes tiempo.
—Por supuesto que tendré tiempo. —Louis le acarició la espalda arriba y abajo—. Estoy deseándolo. No tengo ninguna intención de hacerte daño, sólo quiero ayudarte si es posible. Lo sabes, ¿no?
—Por supuesto. Y te lo agradezco. —Julia volvió a besarlo antes de acurrucarse entre sus brazos —. Pero me preocupa que no te guste mi trabajo. No puedo evitarlo.
—Te daré una opinión honesta, pero siempre estando de tu lado. Te lo prometo.
—No se puede pedir más. —Lo miró y sonrió—. Ahora necesito que me lleves a la cama y me animes. -Él entornó los ojos, pensativo.
—¿Y cómo puedo animarte?
—Haciendo que me olvide de mis problemas tentándome con tu cuerpo desnudo.
—¿Y si aún no me apetece acostarme?
—En ese caso, supongo que tendré que animarme por mis propios medios. —Julia se puso en pie y se estiró, mirándolo de reojo.
Levantándose de un salto, Louis la cogió en brazos y se dirigió corriendo a la escalera.
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Eso es, así me gusta Louis, que animes a tu esposa tentándolo con tu cuerpo desnudo. Así se hace.
Me ha gustado muchísimo el capítulo, la parte en la que he leído los nombres de esas dos lagartas me ha puesto de los nervios y más aún cuando de pronto he leído que Christa Putarson (sí, soy muy consciente de cómo he escrito su apellido) está inventando rumores sobre Julianne. De verdad, porque son personajes literarios porque si no, no sé lo que llegaría a hacerles.
En fin, en cualquier caso, como de costumbre, me he quedado con las ganas de leer más, y por eso, te suplico que subas cuanto antes el siguiente capítulo, ¡por favor!
¡Un beso!
Me ha gustado muchísimo el capítulo, la parte en la que he leído los nombres de esas dos lagartas me ha puesto de los nervios y más aún cuando de pronto he leído que Christa Putarson (sí, soy muy consciente de cómo he escrito su apellido) está inventando rumores sobre Julianne. De verdad, porque son personajes literarios porque si no, no sé lo que llegaría a hacerles.
En fin, en cualquier caso, como de costumbre, me he quedado con las ganas de leer más, y por eso, te suplico que subas cuanto antes el siguiente capítulo, ¡por favor!
¡Un beso!
Rachel116
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Que facilón eres cariño mio, Julia levanta un dedo y allá vas tú detrás.
Me encanta que sea así, quiero y necesito un hombre tan atento como LouisGabriel para que me mime y me quiera mucho mucho mucho
Me encanta que sea así, quiero y necesito un hombre tan atento como Louis
Anna.
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Rachel116 escribió:Eso es, así me gusta Louis, que animes a tu esposa tentándolo con tu cuerpo desnudo. Así se hace.
Me ha gustado muchísimo el capítulo, la parte en la que he leído los nombres de esas dos lagartas me ha puesto de los nervios y más aún cuando de pronto he leído que Christa Putarson (sí, soy muy consciente de cómo he escrito su apellido) está inventando rumores sobre Julianne. De verdad, porque son personajes literarios porque si no, no sé lo que llegaría a hacerles.
En fin, en cualquier caso, como de costumbre, me he quedado con las ganas de leer más, y por eso, te suplico que subas cuanto antes el siguiente capítulo, ¡por favor!
¡Un beso!
Jajajaja muy acorde el nuevo apellido de Christa!!
Muchas gracias por siempre comentar
Ahora subo el sgte capítulo :)
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Anna. escribió:Que facilón eres cariño mio, Julia levanta un dedo y allá vas tú detrás.
Me encanta que sea así, quiero y necesito un hombre tan atento como LouisGabrielpara que me mime y me quiera mucho mucho mucho
Es lo que pasa cuando estas enamorado hasta las últimas :luuv:
Pronto llegara tu Louis/Gabriel querida Anna.
Besos :)
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
.
Capítulo 3
—No puedes presentar esto. —Louis entró en el estudio la tarde siguiente, con una copia de la ponencia de Julia en la mano. Ella levantó la vista de la pantalla del ordenador, horrorizada.
—¿Por qué no?
—Está equivocado. —Soltó las páginas para quitarse las gafas, que dejó encima de la mesa—. San Francisco va a buscar el alma de Guido da Montefeltro cuando éste muere. Ya lo discutimos y estabas de acuerdo conmigo. -Julia se cruzó los brazos, a la defensiva.
—He cambiado de idea.
—Pero ¡si es la única interpretación que tiene sentido! -Ella tragó saliva y negó con la cabeza. Louis empezó a pasear por delante del escritorio. —Lo hablamos en Belice. ¡Y te envié una ilustración de la escena mientras estuvimos separados, por el amor de Dios! ¿Piensas ponerte delante de una sala llena de gente y decir que no pasó?
—Si hubieras leído las notas al pie, sabrías que... -Él se detuvo en seco y se volvió hacia ella.
—He leído las notas al pie. Ninguna de tus fuentes llega hasta donde tú llegas. Sólo estás
especulando.
—¿Sólo? —Julia arrastró la silla hacia atrás—. He encontrado varias fuentes respetables que están de acuerdo con casi todo lo que digo. A la profesora Marinelli le ha gustado.
—Es demasiado indulgente contigo. -Ella se quedó con la boca abierta.
—¿Demasiado indulgente? ¿Y qué más? Ahora me dirás que la profesora Picton me invitó a dar la conferencia por caridad... -La expresión de Louis se suavizó.
—Por supuesto que no. Tiene una gran opinión de ti. Pero no quiero que te presentes delante de un montón de profesores experimentados y les ofrezcas una interpretación inocente. Si hubieras leído mi libro, sabrías...
—He leído tu libro, «profesor Tomlinson». El texto que analizo sólo lo mencionas de pasada. Y adoptas la versión oficial ingenuamente, sin pararte a reflexionar si es lo que deberías hacer. -Louis entornó los ojos.
—Me quedo con la interpretación que tiene más sentido —replicó en tono glacial—. Y nunca hago nada ingenuamente. -Julia se levantó resoplando de frustración.
—¿No quieres que tenga ideas propias? ¿Crees que debo repetir lo que dicen los demás porque soy una simple estudiante recién licenciada? -Él se ruborizó.
—Nunca he dicho eso. Yo también fui un estudiante recién graduado en su momento. Pero ya no lo soy. Podrías aprovecharte de mi experiencia.
—Ah, ya estamos. —Alzó los brazos, disgustada, y salió del estudio. Él la siguió.
—¿Qué quieres decir con «ya estamos»? -Ella no se dignó a mirarlo.
—Te molesta que te lleve la contraria en público.
—Bobadas.
—¿Bobadas? —Se volvió al instante hacia él—. Entonces, ¿por qué me dices que cambie mi conferencia para que diga lo mismo que tu libro? -Louis apoyó una mano en el brazo de Julia.
—No quiero que diga lo mismo que mi libro. Sólo trato de evitar que hagas el ridícu... —Se paró en seco.
—¿Cómo dices? —Julia le apartó la mano bruscamente.
—Nada. -Louis cerró los ojos e inspiró hondo. Cuando los volvió a abrir parecía más calmado. —Si empiezas inmediatamente, tienes tiempo de reescribirla. Puedo ayudarte.
—No quiero tu ayuda. Y no puedo cambiar toda la tesis. Ya han publicado la sinopsis en la web del simposio.
—Llamaré a Katherine —insistió él con una sonrisa de ánimo—. Lo entenderá.
—No, no lo harás. No voy a cambiar nada. -Louis apretó los labios.
—No es momento para ponerte tozuda.
—Oh, sí, sí lo es. Es mi ponencia.
—Julianne, escúchame...
—Te preocupa que haga el ridículo. Y que te avergüence delante de tus colegas.
—Yo no he dicho eso. -Ella le dirigió una mirada dolida, como si la hubiera traicionado.
—Acabas de decirlo. -Julia entró en el dormitorio y trató de cerrar la puerta, pero él levantó la mano para impedirlo.
—¿Qué haces?
—Trato de poner distancia entre nosotros.
—Julianne, espera. —Louis miró a su alrededor, sin saber qué hacer—. Podemos hablarlo tranquilamente.
—No, no podemos. —Le clavó un dedo en el pecho—. Ya no soy tu alumna. Tengo derecho a tener mis propias ideas.
—No te he dicho lo contrario. -Sin escucharlo, ella se dirigió al cuarto de baño. —¡Julianne, maldita sea, espera! —exclamó él desde la puerta. Ella se volvió.
—¡No me grites! -Louis levantó las manos en señal de rendición y respiró hondo.
—Lo siento. Sentémonos a hablar.
—Ahora no puedo. Diré cosas de las que luego me arrepentiré. Y es evidente que tú también necesitas calmarte.
—¿Adónde vas?
—Al baño. Voy a encerrarme y te voy a ignorar durante el resto del día. Si no me dejas en paz, me iré a casa de mi padre. -Louis hizo una mueca. Julia no había vuelto a casa de su padre desde antes de la boda.
—¿Cómo irías? -Ella puso los ojos en blanco.
—No te preocupes, no te dejaré sin coche. Llamaré un taxi y me largaré.
—Aquí no hay taxis. Tendrías que llamar a Sunbury. -Ella lo fulminó con la mirada.
—Lo sé, Louis. Antes vivía aquí, ¿te acuerdas? Realmente me consideras una idiota...
Entró en el baño y se encerró dando un portazo. Él oyó el ruido del pestillo al cerrarse. Esperó unos momentos antes de llamar a la puerta.
—Rachel, Aaron y Richard deben de estar a punto de llegar. ¿Qué les digo?
—Diles que soy una idiota, claro.
—Julianne, escúchame un momento, por favor. -Louis oyó que el agua empezaba a correr. —¡Perfecto! —gritó—. Ignórame. Nuestra primera discusión y la arreglas encerrándote en el maldito baño. —Golpeó la puerta con la palma de la mano.
El agua dejó de correr. Ella alzó la voz para hacerse oír:
—Mi primera conferencia y me dices que es una mierda. Y no porque lo sea, ¡sino porque no estoy de acuerdo contigo y con tu jodido libro!
Tras un largo baño caliente, Julia abrió la puerta. El dormitorio estaba vacío. Se vistió
rápidamente antes de salir al pasillo. Se acercó sigilosamente a la escalera y escuchó.
Tras comprobar que estaba sola, volvió al despacho y cerró la puerta. Eligió un poco de jazz ligero como música de fondo y volvió al trabajo.
—¿Dónde está Julia? —Rachel abrazó a su hermano antes de entrar con su maleta de ruedas y la de su marido, Aaron, al salón. Iba vestida con pantalones de color caqui y una camiseta blanca con cuello de pico. Alta y espigada, llevaba la larga melena rubia sujeta por unas grandes gafas de sol negras. Iba poco maquillada, pero estaba impecable. Parecía la modelo de un anuncio. Louis trató de disimular una mueca de disgusto.
—Está trabajando en la conferencia.
—¿Le has dicho que hemos llegado? —Acercándose a la escalera, Rachel la llamó—: Jules, mueve el culo y baja a vernos.
—Rachel, por favor —la reprendió su padre suavemente, antes de abrazar a Louis.
Richard era unos cinco centímetros más bajo que su hijo. Tenía el cabello claro y los ojos grises. Era un hombre callado y serio, y se ganaba el respeto de los demás con su inteligencia y su amabilidad. Al ver que nadie se movía en el piso de arriba, Rachel se volvió hacia Louis y entornó los ojos, que eran grises como los de su padre.
—¿Por qué se esconde? -Él saludó a Aaron estrechándole la mano.
—No se esconde. No te habrá oído. Tienen las habitaciones preparadas y hay toallas limpias en el baño de invitados. Papá, si quieres dormir en tu antiguo cuarto, no hay ningún problema.
—En la habitación de invitados estaré bien. —Richard cogió su maleta y empezó a subir la
escalera.
—¿Se han peleado? —insistió Rachel, mirando a su hermano con desconfianza. Él frunció los labios.
—Salúdala ahora cuando subas. Nos vemos luego en el porche trasero y tomamos algo. Estoy preparando costillas a la barbacoa para cenar.
—¿Costillas? ¡Fantástico! —Aaron le dio una agradecida palmada en la espalda a su cuñado—. Quería parar a comprar unas Corona antes de llegar, pero Rachel ha querido que viniéramos directamente. Vuelvo en seguida —dijo, mientras cogía las llaves del coche. Cuando estaba a punto de llegar a la puerta, su esposa lo detuvo y negó con la cabeza. A Louis le pareció un buen momento para desaparecer.
—Los espero en el patio —les indicó, dejándolos solos. Rachel miró a su marido mientras negaba con la cabeza.
—Han discutido. Yo hablaré con Jules, tú habla con Louis. Ya irás a buscar las Corona más tarde.
—¿Por qué habrán discutido? —se preguntó Aaron, pasándose las manos por el pelo, oscuro y rizado.
—¿Quién sabe? Tal vez Julia le ha ordenado la colección de pajaritas sin consultarle.
—¡Hola! —Rachel abrió la puerta del antiguo despacho de su padre. Julia saludó a su mejor amiga con una sonrisa radiante.
—¡Rach! ¡Hola! -Las dos mujeres se abrazaron y luego Rachel se sentó en una de las cómodas butacas que había junto a la ventana.
—¿Cómo va todo?
—Bien.
—Entonces, ¿qué te pasa con Louis?
—Nada.
—Mientes descaradamente. -Julia apartó la vista.
—¿Qué te hace pensar que estamos enfadados?
—Louis está abajo, mustio, y tú estás arriba, mustia. La tensión en la casa es palpable. No hace falta ser una médium para darse cuenta.
—No quiero hablar de ello.
—Los hombres son gilipollas.
—No te lo voy a discutir. —Julia se dejó caer en la otra butaca y colgó las piernas de uno de los reposabrazos.
—Aaron y yo discutimos a veces. Él se enfada y se marcha un par de horas, pero siempre vuelve.—Rachel buscó la mirada de su amiga—. ¿Quieres que le dé una paliza a Louis?
—No, pero tienes razón. Hemos discutido.
—¿Qué ha pasado?
—He cometido el error de dejarle leer la conferencia que estoy preparando. Me ha dicho que es horrible.
—¿Te ha dicho eso? —Rachel enderezó la espalda y alzó la voz.
—Bueno, con otras palabras.
—Pero ¿qué se ha creído? Yo le habría tirado algo a la cabeza. -Julia sonrió sin ganas.
—Lo he pensado, pero no me apetecía limpiar la sangre. -Rachel se echó a reír.
—¿Y por qué cree que tu conferencia es horrible?
—Dice que me equivoco. Y que sólo quiere ayudarme.
—Suena a que quiere controlar tu trabajo, igual que trata de controlar todo lo demás. Pensaba que estaba yendo a terapia para superarlo. -Julia guardó silencio unos instantes.
—No quiero que me mienta sólo para que no me disguste. Si tengo que cambiar algo de lo que he escrito, quiero saberlo.
—Pero debería saber cómo ayudarte sin decirte que la conferencia es horrible. -Julia soltó el aire, frustrada.
—Exacto. Dice que quiere formar una familia conmigo y al cabo de un rato se comporta como un idiota condescendiente. -Rachel levantó la mano, pidiéndole que hiciera una pausa.
—Un momento, ¿qué has dicho? ¿Louis quiere tener hijos? -Julia se revolvió en la butaca.
—Sí.
—¡Jules, es fantástico! Me alegro por ti. ¿Cuándo se van a poner a ello?
—De momento no. Decidimos esperar hasta que me gradúe.
—Eso es mucho tiempo —murmuró Rachel.
—Ya, pero hacer el doctorado y tener un bebé a la vez sería demasiado complicado. -Rachel asintió, jugueteando con el dobladillo de la camiseta.
—A nosotros nos gustaría tener un hijo. -Julia cambió de postura para mirar mejor a su amiga.
—¿Qué? ¿Ahora?
—Puede.
—¿Cómo supiste que estabas preparada? -Rachel se echó a reír.
—En realidad, todavía no lo sé. Siempre he querido tener hijos y a Aaron le pasa lo mismo.
Llevamos hablando del tema desde el instituto. Quiero a Aaron. No me importaría pasar el resto de la vida a su lado, los dos solos. Pero cuando pienso en el futuro, siempre veo niños a nuestro alrededor. Quiero tener a alguien que venga a casa en Navidad. Si algo me enseñó la muerte de mi madre es que en la vida nada es seguro. No quiero esperar y esperar para formar una familia y descubrir luego que es demasiado tarde. -Julia sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas, pero parpadeó para controlarlas.
—Te haces mamografías cada año, ¿no?
—Sí y me han hecho pruebas genéticas. No tengo el gen del cáncer de mama, pero creo que mi madre tampoco lo tenía. Y, bueno, aunque lo tuviera, cuando se dio cuenta era demasiado tarde para hacer nada.
—Lo siento mucho. -Rachel suspiró y miró por la ventana.
—No me gusta hablar de ello, pero reconozco que me preocupa. ¿Y si me encuentran cáncer después de tener hijos? Trato de no darle muchas vueltas al tema, pero siempre está ahí, agazapado. -Se volvió hacia su amiga y añadió al cabo de unos segundos: —Tener hijos sería una manera estupenda de librarte de la actitud condescendiente de Louis.
—¿Ah, sí?
—Claro. Si el bebé ensucia los pañales y le mancha la ropa, acudirá a ti, pidiendo ayuda a gritos. -Julia se echó a reír, pero en seguida recuperó la expresión sombría.
—Sólo quiero que considere que mis ideas son importantes. Tan importantes como las suyas.
—Por supuesto que lo son. Díselo.
—Lo haré, pero aún no. Ahora mismo, prefiero no hablar con él. -Rachel acarició el reposabrazos.
—Louis ha cambiado mucho. Verlo casado y pensando en tener hijos... es asombroso. Mamá me contó que cuando llegó a casa, escondía comida en la habitación. No importaba lo que le dijeran para tranquilizarlo, siempre se guardaba algo en el bolsillo.
—¿Pasaba hambre?
—Tenía miedo de pasar hambre. No se fiaba de que papá y mamá fueran a alimentarlo siempre, así que se iba guardando una reserva para cuando se olvidaran. Y tampoco deshizo la maleta hasta que lo adoptaron. Esperaba que lo devolvieran en cualquier momento.
—No lo sabía —admitió Julia, con el corazón en un puño. Rachel le dirigió una mirada comprensiva.
—Es mi hermano y lo quiero mucho, pero no piensa las cosas antes de decirlas. Seguramente, lo que pasa es que no escribes las cosas tal como él lo haría.
—Y no pienso empezar a hacerlo ahora. Tengo mis propias ideas.
—Te aconsejo que lo hables con él. De todos modos, tampoco le viene mal sufrir un poco antes. No le pasará nada por dormir en el sofá una noche.
—Por desgracia, probablemente seré yo l a que duerma en el sofá —replicó Julia, señalando el que había en el otro extremo del despacho.
Decir que el ambiente durante la cena fue tenso era quedarse corto.
Julia y Louis estaban sentados el uno al lado del otro. Incluso se dieron la mano mientras
bendecían la mesa. Pero su actitud fue distante y educada. No intercambiaron miradas ardientes, ni palabras cariñosas, ni caricias robadas bajo la mesa.
Louis estaba rígido y permaneció serio durante toda la cena. Julia estaba callada y abstraída, como si tuviera la mente en otro sitio.
Richard, Aaron y Rachel mantuvieron el peso de la conversación, mientras los Tomlinson apenas abrían la boca. Después de la cena, Julia se excusó y volvió al estudio a trabajar, sin tomar postre. Louis la siguió con la vista mientras se alejaba. A pesar de sus ojos tristes y de un tic nervioso en la mandíbula, no hizo nada para detenerla. Sólo la miró marcharse.
Cuando Rachel fue a la cocina a preparar el café, Aaron no pudo aguantar más y se inclinó hacia él.
—Tío, trágate el orgullo y dile que lo sientes. -Louis levantó las cejas.
—¿Por qué das por hecho que es culpa mía?
—Porque tú eres el que tiene poll... —Al ver la mirada de advertencia de su suegro, carraspeó—. Ejem, las estadísticas dicen que el ochenta por ciento de las peleas son culpa del hombre. Discúlpate y quítatelo de encima. No quiero tener que volver a pasar por una cena así. El ambiente es tan frío que voy a tener que salir a la calle a calentarme.
—Me temo que Aaron tiene razón, aunque ya sé que nadie ha pedido mi opinión —dijo Richard, sonriendo disimuladamente. Louis miró a los dos hombres indignado.
—Ya he intentado hablar con ella y ha sido peor. Hemos acabado discutiendo. Se ha encerrado en el baño y me ha mandado a la mierda. -Richard y Aaron intercambiaron una mirada cómplice y, tras un expresivo silbido de compasión, Aaron dijo:
—Chico, estás metido en un buen lío. Ya puedes ir a hablar con ella pronto o te veo durmiendo en el sofá. —Sacudiendo la cabeza, se levantó y fue a buscar a Rachel a la cocina. Richard golpeó el pie de la copa de vino, pensativo.
—¿También tú, Brutus? —preguntó Louis, frunciendo el cejo.
—No he dicho nada. —Richard miró a su hijo con afecto—. He tratado de mantenerme al
margen.
—Gracias.
—Pero cuando los viejos matrimonios aconsejan a los recién casados que no se vayan a dormir sin haber resuelto sus problemas, no es por capricho. Resolver los conflictos sin darles tiempo a crecer hará que tu vida sea más fácil.
—No puedo mantener una conversación con alguien que está encerrado en una habitación.
—Claro que puedes. La cortejaste una vez. Vuelve a hacerlo. -Louis lo miró con incredulidad.
—¿Me estás sugiriendo que corteje a mi esposa?
—Te estoy aconsejando que te olvides de tu ego, te disculpes y luego la escuches. No siempre fui el hombre que ves. Puedes aprender de mis errores.
—Mamá y tú tenían un matrimonio perfecto. -Richard se echó a reír.
—Nuestro matrimonio estaba muy lejos de ser perfecto. Pero hicimos un pacto: mantendríamos las imperfecciones fuera de la vista y el oído de nuestros hijos. Los niños se inquietan si ven que sus padres se pelean. Mi experiencia personal dice que las parejas discuten por dinero, por sexo, o bien por falta de atención o de respeto. -Louis fue a protestar, pero Richard lo interrumpió levantando una mano. —No te pregunto en qué categoría cae su discusión. Se lo dejo a ustedes. Pero es evidente que Julia está dolida. Se ha mostrado retraída durante toda la cena. Muchas veces estaba así antes de que empezaran a salir.
—No he sido yo el que ha cerrado la puerta a la comunicación racional —dijo Louis, con
arrogancia.
—¿Te estás oyendo? —lo reprendió su padre—. Julia no es irracional, está dolida. Cuando alguien te hace daño, retraerse es una reacción racional. Y en especial, con su historial. -Louis hizo una mueca.
—No pretendía hacerle daño.
—Estoy seguro. Pero también me temo que no juegas limpio. Aprender a discutir con tu pareja es un arte, no una ciencia. Tu madre y yo tardamos bastante tiempo en descubrirlo. Pero una vez lo comprendimos, ya casi no volvimos a discutir. Y cuando lo hacíamos ya no era desagradable ni doloroso. Si puedes discutir con Julia y convencerla al mismo tiempo de que la amas y de que es importante para ti, los conflictos serán mucho más llevaderos. -Richard apuró el vino y dejó la copa en la mesa. Al cabo de un momento, añadió: —Escucha el consejo de alguien que estuvo mucho tiempo casado y que crió a una hija. Cuando una mujer se retrae y se muestra fría, es porque se está protegiendo. Te aconsejo que seas amable y delicado con tu esposa y que la convenzas para que salga de su encierro. O ya puedes prepararte para pasar no una, sino muchas noches frías y solitarias en el sofá.
Julia apagó el portátil ya pasada la medianoche. Sabía que todos se habían ido a la cama. Los había oído pasar frente a su puerta.
Abrió una rendija y vio que salía luz por debajo de la puerta cerrada de la habitación de
matrimonio. Sin duda Louis estaba despierto, leyendo. Se planteó ir a verlo, pero la distancia hasta allí le pareció insalvable.
Cogió la botella de gel de baño que se había llevado del dormitorio después de cenar. Se daría un baño caliente en el cuarto de baño de invitados y trataría de olvidar los problemas.
Media hora más tarde, volvió a entrar en el estudio y cerró la puerta. Se había refrescado, pero no había logrado relajarse demasiado. Ya que Louis parecía decidido a guardar las distancias, pasaría la noche en el sofá del despacho.
Mientras se tapaba con la vieja manta de lana que habían compartido por primera vez tantos años atrás en el huerto de manzanos, pensó en su casa de Cambridge y en lo felices que habían sido sus primeros meses de matrimonio.
Quería especializarse en Dante. Sabía que el camino no sería fácil; que necesitaría grandes dosis de trabajo, sacrificio y humildad. No quería ser de esas personas que no aceptan las críticas y era consciente de que tenía que mejorar. Pero cuando Louis había dicho que iba a hacer el ridículo, el dolor fue terrible. Necesitaba que él la apoyara, que le diera ánimos. No necesitaba que la subestimara. Su confianza en sí misma ya era bastante precaria sin la ayuda de nadie.
«¿Por qué no se da cuenta de que necesito su apoyo?»
Cada vez más triste, se preguntó por qué no había ido a buscarla. Sin duda había pasado la noche con su familia, fumándose un puro en el porche y charlando sobre los viejos tiempos. Se preguntó qué explicación le habría dado a Rachel sobre su conflicto. Y se preguntó por qué estaba sola, a oscuras, a punto de llorar, y a él no parecía importarle lo más mínimo.
Justo en ese momento, oyó que se abría una puerta y los pasos de Louis, rápidos y decididos, que llegaban hasta su puerta.
Se sentó y contuvo la respiración. Una luz apagada se colaba por la rendija de la puerta.
«Oh, dioses de los recién casados que se pelean, por favor, que llame a la puerta.»
Oyó un suspiro apagado y lo que bien pudo ser una mano apoyándose en el picaporte. Luego vio una sombra que oscurecía la luz mientras los pasos se retiraban por donde habían venido.
Julia se hizo un ovillo, pero no lloró.
—¿Por qué no?
—Está equivocado. —Soltó las páginas para quitarse las gafas, que dejó encima de la mesa—. San Francisco va a buscar el alma de Guido da Montefeltro cuando éste muere. Ya lo discutimos y estabas de acuerdo conmigo. -Julia se cruzó los brazos, a la defensiva.
—He cambiado de idea.
—Pero ¡si es la única interpretación que tiene sentido! -Ella tragó saliva y negó con la cabeza. Louis empezó a pasear por delante del escritorio. —Lo hablamos en Belice. ¡Y te envié una ilustración de la escena mientras estuvimos separados, por el amor de Dios! ¿Piensas ponerte delante de una sala llena de gente y decir que no pasó?
—Si hubieras leído las notas al pie, sabrías que... -Él se detuvo en seco y se volvió hacia ella.
—He leído las notas al pie. Ninguna de tus fuentes llega hasta donde tú llegas. Sólo estás
especulando.
—¿Sólo? —Julia arrastró la silla hacia atrás—. He encontrado varias fuentes respetables que están de acuerdo con casi todo lo que digo. A la profesora Marinelli le ha gustado.
—Es demasiado indulgente contigo. -Ella se quedó con la boca abierta.
—¿Demasiado indulgente? ¿Y qué más? Ahora me dirás que la profesora Picton me invitó a dar la conferencia por caridad... -La expresión de Louis se suavizó.
—Por supuesto que no. Tiene una gran opinión de ti. Pero no quiero que te presentes delante de un montón de profesores experimentados y les ofrezcas una interpretación inocente. Si hubieras leído mi libro, sabrías...
—He leído tu libro, «profesor Tomlinson». El texto que analizo sólo lo mencionas de pasada. Y adoptas la versión oficial ingenuamente, sin pararte a reflexionar si es lo que deberías hacer. -Louis entornó los ojos.
—Me quedo con la interpretación que tiene más sentido —replicó en tono glacial—. Y nunca hago nada ingenuamente. -Julia se levantó resoplando de frustración.
—¿No quieres que tenga ideas propias? ¿Crees que debo repetir lo que dicen los demás porque soy una simple estudiante recién licenciada? -Él se ruborizó.
—Nunca he dicho eso. Yo también fui un estudiante recién graduado en su momento. Pero ya no lo soy. Podrías aprovecharte de mi experiencia.
—Ah, ya estamos. —Alzó los brazos, disgustada, y salió del estudio. Él la siguió.
—¿Qué quieres decir con «ya estamos»? -Ella no se dignó a mirarlo.
—Te molesta que te lleve la contraria en público.
—Bobadas.
—¿Bobadas? —Se volvió al instante hacia él—. Entonces, ¿por qué me dices que cambie mi conferencia para que diga lo mismo que tu libro? -Louis apoyó una mano en el brazo de Julia.
—No quiero que diga lo mismo que mi libro. Sólo trato de evitar que hagas el ridícu... —Se paró en seco.
—¿Cómo dices? —Julia le apartó la mano bruscamente.
—Nada. -Louis cerró los ojos e inspiró hondo. Cuando los volvió a abrir parecía más calmado. —Si empiezas inmediatamente, tienes tiempo de reescribirla. Puedo ayudarte.
—No quiero tu ayuda. Y no puedo cambiar toda la tesis. Ya han publicado la sinopsis en la web del simposio.
—Llamaré a Katherine —insistió él con una sonrisa de ánimo—. Lo entenderá.
—No, no lo harás. No voy a cambiar nada. -Louis apretó los labios.
—No es momento para ponerte tozuda.
—Oh, sí, sí lo es. Es mi ponencia.
—Julianne, escúchame...
—Te preocupa que haga el ridículo. Y que te avergüence delante de tus colegas.
—Yo no he dicho eso. -Ella le dirigió una mirada dolida, como si la hubiera traicionado.
—Acabas de decirlo. -Julia entró en el dormitorio y trató de cerrar la puerta, pero él levantó la mano para impedirlo.
—¿Qué haces?
—Trato de poner distancia entre nosotros.
—Julianne, espera. —Louis miró a su alrededor, sin saber qué hacer—. Podemos hablarlo tranquilamente.
—No, no podemos. —Le clavó un dedo en el pecho—. Ya no soy tu alumna. Tengo derecho a tener mis propias ideas.
—No te he dicho lo contrario. -Sin escucharlo, ella se dirigió al cuarto de baño. —¡Julianne, maldita sea, espera! —exclamó él desde la puerta. Ella se volvió.
—¡No me grites! -Louis levantó las manos en señal de rendición y respiró hondo.
—Lo siento. Sentémonos a hablar.
—Ahora no puedo. Diré cosas de las que luego me arrepentiré. Y es evidente que tú también necesitas calmarte.
—¿Adónde vas?
—Al baño. Voy a encerrarme y te voy a ignorar durante el resto del día. Si no me dejas en paz, me iré a casa de mi padre. -Louis hizo una mueca. Julia no había vuelto a casa de su padre desde antes de la boda.
—¿Cómo irías? -Ella puso los ojos en blanco.
—No te preocupes, no te dejaré sin coche. Llamaré un taxi y me largaré.
—Aquí no hay taxis. Tendrías que llamar a Sunbury. -Ella lo fulminó con la mirada.
—Lo sé, Louis. Antes vivía aquí, ¿te acuerdas? Realmente me consideras una idiota...
Entró en el baño y se encerró dando un portazo. Él oyó el ruido del pestillo al cerrarse. Esperó unos momentos antes de llamar a la puerta.
—Rachel, Aaron y Richard deben de estar a punto de llegar. ¿Qué les digo?
—Diles que soy una idiota, claro.
—Julianne, escúchame un momento, por favor. -Louis oyó que el agua empezaba a correr. —¡Perfecto! —gritó—. Ignórame. Nuestra primera discusión y la arreglas encerrándote en el maldito baño. —Golpeó la puerta con la palma de la mano.
El agua dejó de correr. Ella alzó la voz para hacerse oír:
—Mi primera conferencia y me dices que es una mierda. Y no porque lo sea, ¡sino porque no estoy de acuerdo contigo y con tu jodido libro!
Tras un largo baño caliente, Julia abrió la puerta. El dormitorio estaba vacío. Se vistió
rápidamente antes de salir al pasillo. Se acercó sigilosamente a la escalera y escuchó.
Tras comprobar que estaba sola, volvió al despacho y cerró la puerta. Eligió un poco de jazz ligero como música de fondo y volvió al trabajo.
—¿Dónde está Julia? —Rachel abrazó a su hermano antes de entrar con su maleta de ruedas y la de su marido, Aaron, al salón. Iba vestida con pantalones de color caqui y una camiseta blanca con cuello de pico. Alta y espigada, llevaba la larga melena rubia sujeta por unas grandes gafas de sol negras. Iba poco maquillada, pero estaba impecable. Parecía la modelo de un anuncio. Louis trató de disimular una mueca de disgusto.
—Está trabajando en la conferencia.
—¿Le has dicho que hemos llegado? —Acercándose a la escalera, Rachel la llamó—: Jules, mueve el culo y baja a vernos.
—Rachel, por favor —la reprendió su padre suavemente, antes de abrazar a Louis.
Richard era unos cinco centímetros más bajo que su hijo. Tenía el cabello claro y los ojos grises. Era un hombre callado y serio, y se ganaba el respeto de los demás con su inteligencia y su amabilidad. Al ver que nadie se movía en el piso de arriba, Rachel se volvió hacia Louis y entornó los ojos, que eran grises como los de su padre.
—¿Por qué se esconde? -Él saludó a Aaron estrechándole la mano.
—No se esconde. No te habrá oído. Tienen las habitaciones preparadas y hay toallas limpias en el baño de invitados. Papá, si quieres dormir en tu antiguo cuarto, no hay ningún problema.
—En la habitación de invitados estaré bien. —Richard cogió su maleta y empezó a subir la
escalera.
—¿Se han peleado? —insistió Rachel, mirando a su hermano con desconfianza. Él frunció los labios.
—Salúdala ahora cuando subas. Nos vemos luego en el porche trasero y tomamos algo. Estoy preparando costillas a la barbacoa para cenar.
—¿Costillas? ¡Fantástico! —Aaron le dio una agradecida palmada en la espalda a su cuñado—. Quería parar a comprar unas Corona antes de llegar, pero Rachel ha querido que viniéramos directamente. Vuelvo en seguida —dijo, mientras cogía las llaves del coche. Cuando estaba a punto de llegar a la puerta, su esposa lo detuvo y negó con la cabeza. A Louis le pareció un buen momento para desaparecer.
—Los espero en el patio —les indicó, dejándolos solos. Rachel miró a su marido mientras negaba con la cabeza.
—Han discutido. Yo hablaré con Jules, tú habla con Louis. Ya irás a buscar las Corona más tarde.
—¿Por qué habrán discutido? —se preguntó Aaron, pasándose las manos por el pelo, oscuro y rizado.
—¿Quién sabe? Tal vez Julia le ha ordenado la colección de pajaritas sin consultarle.
—¡Hola! —Rachel abrió la puerta del antiguo despacho de su padre. Julia saludó a su mejor amiga con una sonrisa radiante.
—¡Rach! ¡Hola! -Las dos mujeres se abrazaron y luego Rachel se sentó en una de las cómodas butacas que había junto a la ventana.
—¿Cómo va todo?
—Bien.
—Entonces, ¿qué te pasa con Louis?
—Nada.
—Mientes descaradamente. -Julia apartó la vista.
—¿Qué te hace pensar que estamos enfadados?
—Louis está abajo, mustio, y tú estás arriba, mustia. La tensión en la casa es palpable. No hace falta ser una médium para darse cuenta.
—No quiero hablar de ello.
—Los hombres son gilipollas.
—No te lo voy a discutir. —Julia se dejó caer en la otra butaca y colgó las piernas de uno de los reposabrazos.
—Aaron y yo discutimos a veces. Él se enfada y se marcha un par de horas, pero siempre vuelve.—Rachel buscó la mirada de su amiga—. ¿Quieres que le dé una paliza a Louis?
—No, pero tienes razón. Hemos discutido.
—¿Qué ha pasado?
—He cometido el error de dejarle leer la conferencia que estoy preparando. Me ha dicho que es horrible.
—¿Te ha dicho eso? —Rachel enderezó la espalda y alzó la voz.
—Bueno, con otras palabras.
—Pero ¿qué se ha creído? Yo le habría tirado algo a la cabeza. -Julia sonrió sin ganas.
—Lo he pensado, pero no me apetecía limpiar la sangre. -Rachel se echó a reír.
—¿Y por qué cree que tu conferencia es horrible?
—Dice que me equivoco. Y que sólo quiere ayudarme.
—Suena a que quiere controlar tu trabajo, igual que trata de controlar todo lo demás. Pensaba que estaba yendo a terapia para superarlo. -Julia guardó silencio unos instantes.
—No quiero que me mienta sólo para que no me disguste. Si tengo que cambiar algo de lo que he escrito, quiero saberlo.
—Pero debería saber cómo ayudarte sin decirte que la conferencia es horrible. -Julia soltó el aire, frustrada.
—Exacto. Dice que quiere formar una familia conmigo y al cabo de un rato se comporta como un idiota condescendiente. -Rachel levantó la mano, pidiéndole que hiciera una pausa.
—Un momento, ¿qué has dicho? ¿Louis quiere tener hijos? -Julia se revolvió en la butaca.
—Sí.
—¡Jules, es fantástico! Me alegro por ti. ¿Cuándo se van a poner a ello?
—De momento no. Decidimos esperar hasta que me gradúe.
—Eso es mucho tiempo —murmuró Rachel.
—Ya, pero hacer el doctorado y tener un bebé a la vez sería demasiado complicado. -Rachel asintió, jugueteando con el dobladillo de la camiseta.
—A nosotros nos gustaría tener un hijo. -Julia cambió de postura para mirar mejor a su amiga.
—¿Qué? ¿Ahora?
—Puede.
—¿Cómo supiste que estabas preparada? -Rachel se echó a reír.
—En realidad, todavía no lo sé. Siempre he querido tener hijos y a Aaron le pasa lo mismo.
Llevamos hablando del tema desde el instituto. Quiero a Aaron. No me importaría pasar el resto de la vida a su lado, los dos solos. Pero cuando pienso en el futuro, siempre veo niños a nuestro alrededor. Quiero tener a alguien que venga a casa en Navidad. Si algo me enseñó la muerte de mi madre es que en la vida nada es seguro. No quiero esperar y esperar para formar una familia y descubrir luego que es demasiado tarde. -Julia sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas, pero parpadeó para controlarlas.
—Te haces mamografías cada año, ¿no?
—Sí y me han hecho pruebas genéticas. No tengo el gen del cáncer de mama, pero creo que mi madre tampoco lo tenía. Y, bueno, aunque lo tuviera, cuando se dio cuenta era demasiado tarde para hacer nada.
—Lo siento mucho. -Rachel suspiró y miró por la ventana.
—No me gusta hablar de ello, pero reconozco que me preocupa. ¿Y si me encuentran cáncer después de tener hijos? Trato de no darle muchas vueltas al tema, pero siempre está ahí, agazapado. -Se volvió hacia su amiga y añadió al cabo de unos segundos: —Tener hijos sería una manera estupenda de librarte de la actitud condescendiente de Louis.
—¿Ah, sí?
—Claro. Si el bebé ensucia los pañales y le mancha la ropa, acudirá a ti, pidiendo ayuda a gritos. -Julia se echó a reír, pero en seguida recuperó la expresión sombría.
—Sólo quiero que considere que mis ideas son importantes. Tan importantes como las suyas.
—Por supuesto que lo son. Díselo.
—Lo haré, pero aún no. Ahora mismo, prefiero no hablar con él. -Rachel acarició el reposabrazos.
—Louis ha cambiado mucho. Verlo casado y pensando en tener hijos... es asombroso. Mamá me contó que cuando llegó a casa, escondía comida en la habitación. No importaba lo que le dijeran para tranquilizarlo, siempre se guardaba algo en el bolsillo.
—¿Pasaba hambre?
—Tenía miedo de pasar hambre. No se fiaba de que papá y mamá fueran a alimentarlo siempre, así que se iba guardando una reserva para cuando se olvidaran. Y tampoco deshizo la maleta hasta que lo adoptaron. Esperaba que lo devolvieran en cualquier momento.
—No lo sabía —admitió Julia, con el corazón en un puño. Rachel le dirigió una mirada comprensiva.
—Es mi hermano y lo quiero mucho, pero no piensa las cosas antes de decirlas. Seguramente, lo que pasa es que no escribes las cosas tal como él lo haría.
—Y no pienso empezar a hacerlo ahora. Tengo mis propias ideas.
—Te aconsejo que lo hables con él. De todos modos, tampoco le viene mal sufrir un poco antes. No le pasará nada por dormir en el sofá una noche.
—Por desgracia, probablemente seré yo l a que duerma en el sofá —replicó Julia, señalando el que había en el otro extremo del despacho.
Decir que el ambiente durante la cena fue tenso era quedarse corto.
Julia y Louis estaban sentados el uno al lado del otro. Incluso se dieron la mano mientras
bendecían la mesa. Pero su actitud fue distante y educada. No intercambiaron miradas ardientes, ni palabras cariñosas, ni caricias robadas bajo la mesa.
Louis estaba rígido y permaneció serio durante toda la cena. Julia estaba callada y abstraída, como si tuviera la mente en otro sitio.
Richard, Aaron y Rachel mantuvieron el peso de la conversación, mientras los Tomlinson apenas abrían la boca. Después de la cena, Julia se excusó y volvió al estudio a trabajar, sin tomar postre. Louis la siguió con la vista mientras se alejaba. A pesar de sus ojos tristes y de un tic nervioso en la mandíbula, no hizo nada para detenerla. Sólo la miró marcharse.
Cuando Rachel fue a la cocina a preparar el café, Aaron no pudo aguantar más y se inclinó hacia él.
—Tío, trágate el orgullo y dile que lo sientes. -Louis levantó las cejas.
—¿Por qué das por hecho que es culpa mía?
—Porque tú eres el que tiene poll... —Al ver la mirada de advertencia de su suegro, carraspeó—. Ejem, las estadísticas dicen que el ochenta por ciento de las peleas son culpa del hombre. Discúlpate y quítatelo de encima. No quiero tener que volver a pasar por una cena así. El ambiente es tan frío que voy a tener que salir a la calle a calentarme.
—Me temo que Aaron tiene razón, aunque ya sé que nadie ha pedido mi opinión —dijo Richard, sonriendo disimuladamente. Louis miró a los dos hombres indignado.
—Ya he intentado hablar con ella y ha sido peor. Hemos acabado discutiendo. Se ha encerrado en el baño y me ha mandado a la mierda. -Richard y Aaron intercambiaron una mirada cómplice y, tras un expresivo silbido de compasión, Aaron dijo:
—Chico, estás metido en un buen lío. Ya puedes ir a hablar con ella pronto o te veo durmiendo en el sofá. —Sacudiendo la cabeza, se levantó y fue a buscar a Rachel a la cocina. Richard golpeó el pie de la copa de vino, pensativo.
—¿También tú, Brutus? —preguntó Louis, frunciendo el cejo.
—No he dicho nada. —Richard miró a su hijo con afecto—. He tratado de mantenerme al
margen.
—Gracias.
—Pero cuando los viejos matrimonios aconsejan a los recién casados que no se vayan a dormir sin haber resuelto sus problemas, no es por capricho. Resolver los conflictos sin darles tiempo a crecer hará que tu vida sea más fácil.
—No puedo mantener una conversación con alguien que está encerrado en una habitación.
—Claro que puedes. La cortejaste una vez. Vuelve a hacerlo. -Louis lo miró con incredulidad.
—¿Me estás sugiriendo que corteje a mi esposa?
—Te estoy aconsejando que te olvides de tu ego, te disculpes y luego la escuches. No siempre fui el hombre que ves. Puedes aprender de mis errores.
—Mamá y tú tenían un matrimonio perfecto. -Richard se echó a reír.
—Nuestro matrimonio estaba muy lejos de ser perfecto. Pero hicimos un pacto: mantendríamos las imperfecciones fuera de la vista y el oído de nuestros hijos. Los niños se inquietan si ven que sus padres se pelean. Mi experiencia personal dice que las parejas discuten por dinero, por sexo, o bien por falta de atención o de respeto. -Louis fue a protestar, pero Richard lo interrumpió levantando una mano. —No te pregunto en qué categoría cae su discusión. Se lo dejo a ustedes. Pero es evidente que Julia está dolida. Se ha mostrado retraída durante toda la cena. Muchas veces estaba así antes de que empezaran a salir.
—No he sido yo el que ha cerrado la puerta a la comunicación racional —dijo Louis, con
arrogancia.
—¿Te estás oyendo? —lo reprendió su padre—. Julia no es irracional, está dolida. Cuando alguien te hace daño, retraerse es una reacción racional. Y en especial, con su historial. -Louis hizo una mueca.
—No pretendía hacerle daño.
—Estoy seguro. Pero también me temo que no juegas limpio. Aprender a discutir con tu pareja es un arte, no una ciencia. Tu madre y yo tardamos bastante tiempo en descubrirlo. Pero una vez lo comprendimos, ya casi no volvimos a discutir. Y cuando lo hacíamos ya no era desagradable ni doloroso. Si puedes discutir con Julia y convencerla al mismo tiempo de que la amas y de que es importante para ti, los conflictos serán mucho más llevaderos. -Richard apuró el vino y dejó la copa en la mesa. Al cabo de un momento, añadió: —Escucha el consejo de alguien que estuvo mucho tiempo casado y que crió a una hija. Cuando una mujer se retrae y se muestra fría, es porque se está protegiendo. Te aconsejo que seas amable y delicado con tu esposa y que la convenzas para que salga de su encierro. O ya puedes prepararte para pasar no una, sino muchas noches frías y solitarias en el sofá.
Julia apagó el portátil ya pasada la medianoche. Sabía que todos se habían ido a la cama. Los había oído pasar frente a su puerta.
Abrió una rendija y vio que salía luz por debajo de la puerta cerrada de la habitación de
matrimonio. Sin duda Louis estaba despierto, leyendo. Se planteó ir a verlo, pero la distancia hasta allí le pareció insalvable.
Cogió la botella de gel de baño que se había llevado del dormitorio después de cenar. Se daría un baño caliente en el cuarto de baño de invitados y trataría de olvidar los problemas.
Media hora más tarde, volvió a entrar en el estudio y cerró la puerta. Se había refrescado, pero no había logrado relajarse demasiado. Ya que Louis parecía decidido a guardar las distancias, pasaría la noche en el sofá del despacho.
Mientras se tapaba con la vieja manta de lana que habían compartido por primera vez tantos años atrás en el huerto de manzanos, pensó en su casa de Cambridge y en lo felices que habían sido sus primeros meses de matrimonio.
Quería especializarse en Dante. Sabía que el camino no sería fácil; que necesitaría grandes dosis de trabajo, sacrificio y humildad. No quería ser de esas personas que no aceptan las críticas y era consciente de que tenía que mejorar. Pero cuando Louis había dicho que iba a hacer el ridículo, el dolor fue terrible. Necesitaba que él la apoyara, que le diera ánimos. No necesitaba que la subestimara. Su confianza en sí misma ya era bastante precaria sin la ayuda de nadie.
«¿Por qué no se da cuenta de que necesito su apoyo?»
Cada vez más triste, se preguntó por qué no había ido a buscarla. Sin duda había pasado la noche con su familia, fumándose un puro en el porche y charlando sobre los viejos tiempos. Se preguntó qué explicación le habría dado a Rachel sobre su conflicto. Y se preguntó por qué estaba sola, a oscuras, a punto de llorar, y a él no parecía importarle lo más mínimo.
Justo en ese momento, oyó que se abría una puerta y los pasos de Louis, rápidos y decididos, que llegaban hasta su puerta.
Se sentó y contuvo la respiración. Una luz apagada se colaba por la rendija de la puerta.
«Oh, dioses de los recién casados que se pelean, por favor, que llame a la puerta.»
Oyó un suspiro apagado y lo que bien pudo ser una mano apoyándose en el picaporte. Luego vio una sombra que oscurecía la luz mientras los pasos se retiraban por donde habían venido.
Julia se hizo un ovillo, pero no lloró.
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
CAPÍTULO LARGO Y ¡PRIEMRA PELEA!
¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué opinan sobre la pelea? ¿Por qué Louis no entro a la habitación donde estaba Julia?
Bue, espero les haya gustado
Son las 2:30am aquí y tengo que despertarme a las 7 porque, si, tengo clases los sábados
Besos las quiero
¿Qué les pareció el capítulo? ¿Qué opinan sobre la pelea? ¿Por qué Louis no entro a la habitación donde estaba Julia?
Bue, espero les haya gustado
Son las 2:30am aquí y tengo que despertarme a las 7 porque, si, tengo clases los sábados
Besos las quiero
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
NO,NO,NO. No puedes dejarla justo en la mejor parte. Necesito reconciliación, La necesito realmente. QUiero que estos dos vuelvan a estar juntitos y tan enamorados como siempre. No me gusta que se peleen
Siguela pronto por favoooooor
Siguela pronto por favoooooor
Anna.
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
.
Capítulo 4
A la mañana siguiente, muy temprano, el móvil de Julia sonó. Se despertó sobresaltada, con el tono de Message in a Bottle de The Police resonando en la habitación. Miró el teléfono, que vibraba sobre el escritorio, pero no respondió. Poco después, el sonido de una campana le indicó que había recibido un mensaje de texto. Curiosa, se acercó a la mesa y cogió el teléfono. El mensaje era de Dante Alighieri, nada más y nada menos.
Mientras pensaba cómo responder, llegó un segundo mensaje.
Empezó a responder con otro mensaje, pero antes de acabar, oyó movimiento en el pasillo.
Alguien llamó a la puerta.
Julia leyó el nuevo mensaje antes de acercarse a la puerta y abrirla unos centímetros.
—Hola —la saludó Louis, con una sonrisa insegura.
Ella vio que tenía el pelo húmedo de la ducha, pero que no se había afeitado. Una atractiva
sombra de barba le cubría la cara. Se había puesto vaqueros y camiseta blanca, pero iba descalzo. Era, probablemente, lo más bonito que había visto en su vida.
—¿Hay alguna razón para que estés llamando a la puerta a las seis de la mañana? —preguntó, y la voz le salió más seria de lo que pretendía.
—Lo siento, Julianne —dijo, con expresión compungida. (Ciertamente, ayudaba ver que tenía los ojos rojos y la ropa arrugada, como si acabara de sacarla de una bolsa destinada al Ejército de Salvación.)
—Me hiciste daño —susurró Julia.
—Lo sé y lo siento. —Dio un paso adelante—. He vuelto a leer la conferencia. -Julia se apoyó una mano en la cadera.
—¿Me despiertas para decirme eso?
—Te he llamado, pero no has respondido. —Se echó a reír—. Me ha recordado a Toronto, cuando tuve que entrar por la ventana.
Ella se ruborizó al recordar a Louis llamando a la ventana de su habitación para llevarle la cena. Acababa de salir de la ducha y tuvo que abrirle tapada sólo con una toalla.
—Te olvidaste de algo. De algo importante. -Louis llevaba una ilustración en la mano. Era La disputa por el alma de Guido da Montefeltro. —La encontré anoche en el suelo del dormitorio. No sé si se me cayó a mí o a ti, pero fue a uno de los dos.
Sin hacer caso de la ilustración que él le había dejado en el casillero de la Universidad de
Toronto, Julia lo miró a la cara, tratando de interpretar su expresión. Parecía nervioso y también algo preocupado. Louis se pasó las manos por el pelo mojado.
—Sé que me dijiste que querías estar sola un tiempo, pero creo que ya llevamos demasiadas horas separados. ¿Puedo pasar? -Ella se echó hacia atrás. Él entró y cerró la puerta.
Julia volvió al sofá y se enroscó, tapándose con la vieja manta. Louis se dio cuenta de que se había hecho un ovillo, lo que indicaba que volvía a estar a la defensiva. Dejó la ilustración sobre el ordenador antes de meterse las manos en los bolsillos.
—He vuelto a leer tu trabajo y luego he releído el Infierno. —La miró fijamente—. Dije cosas que no debí haber dicho.
—Gracias —contestó ella, relajando un poco los hombros.
—Tengo algunas sugerencias que podrían mejorar el trabajo. —Louis se apoyó en el borde de la mesa—. Sé que para ti es importante hacerlo sola, pero si me necesitas, estaré encantado de ayudarte.
—No me importa que me des consejos, siempre y cuando no me digas lo que debo pensar.
—Nunca te diría lo que tienes que pensar. ¿Cómo iba a hacer eso? —Su expresión se suavizó—. Tus ideas son una de las cosas que más me gustan de ti. -Bajó la vista y se quedó mirando la ilustración. —Reaccioné mal. Lo siento. Pero es que el tema de la ponencia me toca de un modo muy especial, Julianne. La historia de san Francisco arriesgándose a entrar en el infierno para salvar el alma de Guido representa lo que yo traté de hacer cuando confesé ante el comité disciplinario en Toronto.
A Julia se le hizo un nudo en la garganta. No quería pensar en lo que había pasado el año anterior. El comité disciplinario y la separación que siguió después seguían siendo un asunto demasiado doloroso.
—Reconozco que no reaccioné sólo por las tesis que planteas. Pensé que estabas rechazando la historia. Nuestra historia.
—Nunca rechazaría algo tan importante para nosotros. Sé que lo arriesgaste todo para salvarme. Sé que bajaste a los infiernos por mí. —Con expresión decidida, añadió—: Si la situación hubiera sido al revés, yo también habría bajado al infierno a buscarte. -Los labios de Louis se curvaron en una sonrisa.
—Beatriz sabía que no podía acompañar a Dante al infierno, por eso envió a Virgilio en su lugar.
—El único Virgilio que conozco es Paul Norris. Y no creo que hubieras agradecido su visita. -Louis resopló.
—Paul no es un buen candidato a Virgilio.
—Para mí, sí. -Él frunció el cejo. Pensar en Paul consolando a Julia en su ausencia aún le dolía.
—Fui un cabrón entonces y lo sigo siendo. —Se apartó de la mesa y se sacó las manos de los bolsillos. Señaló el sofá con la cabeza—. ¿Puedo? -Ella asintió. Louis se sentó a su lado y alargó la mano. Julia se la cogió. —No quería hacerte daño.
—Lo sé —dijo ella—. Yo también lo siento. -Él la sentó sobre su regazo y enterró la cara en su pelo.
—No quiero que tengas que encerrarte en el baño para escapar de mí. -Tomándole la cara entre las manos, unió sus labios en un beso. Tras un instante, ella respondió.
Louis la besó con prudencia. Sus labios eran cálidos y acogedores, pero se limitaban a
mordisquearle la boca y pronto Julia no pudo más. Le rodeó el cuello con una mano para que se acercara. Él trazó el contorno de sus labios con la lengua. Cuando ella los separó, se coló en su interior suavemente y sus lenguas se unieron. No sabía mentir cuando besaba. Transmitía así sus sentimientos. Julia notó su arrepentimiento y su tristeza, pero también la inconfundible llama de su deseo. Le soltó la cara, la sujetó por las caderas y la levantó hasta que quedó montada sobre él, con una pierna a cada lado. Sus torsos se pegaron mientras seguían besándose y explorándose con pasión.
—¿Te vuelves a la cama conmigo? —le pidió él con la voz ronca, agarrándole el culo con fuerza para que notara la evidencia de su erección.
—Sí.
—Bien —le susurró al oído—. Aún tenemos tiempo de hacer las paces como Dios manda antes de que los invitados se despierten y quieran desayunar.
—No podemos hacer las paces como Dios manda con la casa llena de invitados.
—Oh, sí. Sí podemos. —Los ojos azules de Louis se iluminaron con un brillo peligroso—. Te lo demostraré.
—Ha sido una noche horrible. —Louis estaba tumbado en la cama, con un brazo debajo de la cabeza. No se había molestado en cubrirse con nada. En el dormitorio no hacía frío y su querida esposa estaba tumbada a su lado, boca abajo, tan desnuda como él. En momentos como ése, deseaba que pudieran pasar todo el tiempo en la cama, desnudos.
—Estoy de acuerdo. —Julia se incorporó apoyándose sobre los codos para mirarlo a los ojos—. ¿Por qué no viniste a hablar conmigo?
—Quería volver a leer el texto. Y pensé que necesitabas estar sola.
—No me gusta discutir contigo —reconoció ella. Al agachar la cabeza, el pelo le rozó el borde de los pechos—. Lo odio.
—A mí tampoco me gusta, lo que no deja de sorprenderme. Antes me encantaba discutir y
pelearme con la gente. —Hizo una mueca—. Me estás convirtiendo en un pacifista.
—Creo que nunca podrás ser un auténtico pacifista, Louis. Ser estudiante de doctorado ya es bastante duro. Necesito tu apoyo —admitió ella con voz temblorosa.
—Lo tienes —le aseguró Louis con firmeza.
—No era mi intención llevarte la contraria. Simplemente... me salió así.
—Ven aquí. -Julia se tumbó sobre él, que la abrazó.
—Tenemos que encontrar una manera de discutir sin llegar a los extremos de ayer. Mi corazón no lo soportaría.
—El mío tampoco —susurró ella.
—Prometo no ser un cabrón egoísta si tú me prometes no volver a encerrarte en el baño —propuso, mirándola fijamente.
—Y yo prometo no encerrarme en el baño si tú no me atosigas. Sólo trataba de alejarme de ti para que las cosas no llegaran demasiado lejos. No me dejabas en paz.
—Lo comprendo. Podemos separarnos para cortar una discusión, pero tenemos que prometer que luego lo hablaremos con calma. No a la mañana siguiente. No pienso dejar que vuelvas a dormir en el sofá. Ni pienso hacerlo yo.
—De acuerdo. El sofá es muy incómodo. Y solitario.
—No me expresé bien cuando hablamos sobre la conferencia. Te pido disculpas. No me preocupa que tu opinión no coincida con la mía. De hecho, creo que es bueno que te muestres en desacuerdo conmigo en público. Así todo el mundo se dará cuenta de que tienes ideas propias.
—No trato de llevarte la contraria. —Una arruga apareció entre sus delicadas cejas.
Louis trató de hacerla desaparecer con un beso. Sin éxito.
—Claro que no. Y aunque te parezca extraño, a veces me equivoco.
—¿El Profesor, equivocado? Increíble —bromeó ella, echándose a reír.
—Cuesta de creer, ¿verdad? Pero cuando acabé de leer la conferencia por segunda vez, me habías convencido de que la versión oficial está equivocada.
—¿Qué? —Julia no podía creer lo que estaba oyendo.
—Lo que has oído. Tu conferencia me ha hecho cambiar de opinión. Tengo alguna sugerencia para reforzar la última parte. Ésa no me convenció tanto.
—Agradeceré tus sugerencias. Te citaré en las notas al pie. -Louis la agarró por las nalgas.
—Será un honor aparecer en una de tus notas al pie. -Julia dudó por un momento.
—Entonces... ¿no crees que la conferencia sea horrible? ¿Ni que vaya a hacer el ridículo?
—No. En cuanto superé la sorpresa inicial y presté atención a tus argumentos, me di cuenta de que la profesora Marinelli tiene razón. Tu trabajo es muy bueno.
—Gracias. —Julia le apoyó la mejilla en el pecho—. No es fácil ser tu alumna. Siempre tengo la sensación de no estar a tu altura. -Louis le enredó los dedos en el pelo.
—Me esforzaré más en mostrarte mi apoyo para que no te sientas así. No somos competidores. De hecho, algún día me gustaría escribir un artículo contigo. -Ella levantó la cabeza.
—¿De verdad?
—Me encantaría que creáramos algo juntos, algo que saliera de nuestro amor compartido por Dante. Y estoy orgulloso de ti por tener el valor de defender tus convicciones. Cuando pronuncies esa conferencia en Oxford, estaré en primera fila pensando «¡Ésa es mi chica!».
—Oírte decir eso es un sueño hecho realidad.
—En ese caso, te lo diré más a menudo.
Lo siento.
Mientras pensaba cómo responder, llegó un segundo mensaje.
Perdóname.
Empezó a responder con otro mensaje, pero antes de acabar, oyó movimiento en el pasillo.
Alguien llamó a la puerta.
Por favor, déjame entrar.
Julia leyó el nuevo mensaje antes de acercarse a la puerta y abrirla unos centímetros.
—Hola —la saludó Louis, con una sonrisa insegura.
Ella vio que tenía el pelo húmedo de la ducha, pero que no se había afeitado. Una atractiva
sombra de barba le cubría la cara. Se había puesto vaqueros y camiseta blanca, pero iba descalzo. Era, probablemente, lo más bonito que había visto en su vida.
—¿Hay alguna razón para que estés llamando a la puerta a las seis de la mañana? —preguntó, y la voz le salió más seria de lo que pretendía.
—Lo siento, Julianne —dijo, con expresión compungida. (Ciertamente, ayudaba ver que tenía los ojos rojos y la ropa arrugada, como si acabara de sacarla de una bolsa destinada al Ejército de Salvación.)
—Me hiciste daño —susurró Julia.
—Lo sé y lo siento. —Dio un paso adelante—. He vuelto a leer la conferencia. -Julia se apoyó una mano en la cadera.
—¿Me despiertas para decirme eso?
—Te he llamado, pero no has respondido. —Se echó a reír—. Me ha recordado a Toronto, cuando tuve que entrar por la ventana.
Ella se ruborizó al recordar a Louis llamando a la ventana de su habitación para llevarle la cena. Acababa de salir de la ducha y tuvo que abrirle tapada sólo con una toalla.
—Te olvidaste de algo. De algo importante. -Louis llevaba una ilustración en la mano. Era La disputa por el alma de Guido da Montefeltro. —La encontré anoche en el suelo del dormitorio. No sé si se me cayó a mí o a ti, pero fue a uno de los dos.
Sin hacer caso de la ilustración que él le había dejado en el casillero de la Universidad de
Toronto, Julia lo miró a la cara, tratando de interpretar su expresión. Parecía nervioso y también algo preocupado. Louis se pasó las manos por el pelo mojado.
—Sé que me dijiste que querías estar sola un tiempo, pero creo que ya llevamos demasiadas horas separados. ¿Puedo pasar? -Ella se echó hacia atrás. Él entró y cerró la puerta.
Julia volvió al sofá y se enroscó, tapándose con la vieja manta. Louis se dio cuenta de que se había hecho un ovillo, lo que indicaba que volvía a estar a la defensiva. Dejó la ilustración sobre el ordenador antes de meterse las manos en los bolsillos.
—He vuelto a leer tu trabajo y luego he releído el Infierno. —La miró fijamente—. Dije cosas que no debí haber dicho.
—Gracias —contestó ella, relajando un poco los hombros.
—Tengo algunas sugerencias que podrían mejorar el trabajo. —Louis se apoyó en el borde de la mesa—. Sé que para ti es importante hacerlo sola, pero si me necesitas, estaré encantado de ayudarte.
—No me importa que me des consejos, siempre y cuando no me digas lo que debo pensar.
—Nunca te diría lo que tienes que pensar. ¿Cómo iba a hacer eso? —Su expresión se suavizó—. Tus ideas son una de las cosas que más me gustan de ti. -Bajó la vista y se quedó mirando la ilustración. —Reaccioné mal. Lo siento. Pero es que el tema de la ponencia me toca de un modo muy especial, Julianne. La historia de san Francisco arriesgándose a entrar en el infierno para salvar el alma de Guido representa lo que yo traté de hacer cuando confesé ante el comité disciplinario en Toronto.
A Julia se le hizo un nudo en la garganta. No quería pensar en lo que había pasado el año anterior. El comité disciplinario y la separación que siguió después seguían siendo un asunto demasiado doloroso.
—Reconozco que no reaccioné sólo por las tesis que planteas. Pensé que estabas rechazando la historia. Nuestra historia.
—Nunca rechazaría algo tan importante para nosotros. Sé que lo arriesgaste todo para salvarme. Sé que bajaste a los infiernos por mí. —Con expresión decidida, añadió—: Si la situación hubiera sido al revés, yo también habría bajado al infierno a buscarte. -Los labios de Louis se curvaron en una sonrisa.
—Beatriz sabía que no podía acompañar a Dante al infierno, por eso envió a Virgilio en su lugar.
—El único Virgilio que conozco es Paul Norris. Y no creo que hubieras agradecido su visita. -Louis resopló.
—Paul no es un buen candidato a Virgilio.
—Para mí, sí. -Él frunció el cejo. Pensar en Paul consolando a Julia en su ausencia aún le dolía.
—Fui un cabrón entonces y lo sigo siendo. —Se apartó de la mesa y se sacó las manos de los bolsillos. Señaló el sofá con la cabeza—. ¿Puedo? -Ella asintió. Louis se sentó a su lado y alargó la mano. Julia se la cogió. —No quería hacerte daño.
—Lo sé —dijo ella—. Yo también lo siento. -Él la sentó sobre su regazo y enterró la cara en su pelo.
—No quiero que tengas que encerrarte en el baño para escapar de mí. -Tomándole la cara entre las manos, unió sus labios en un beso. Tras un instante, ella respondió.
Louis la besó con prudencia. Sus labios eran cálidos y acogedores, pero se limitaban a
mordisquearle la boca y pronto Julia no pudo más. Le rodeó el cuello con una mano para que se acercara. Él trazó el contorno de sus labios con la lengua. Cuando ella los separó, se coló en su interior suavemente y sus lenguas se unieron. No sabía mentir cuando besaba. Transmitía así sus sentimientos. Julia notó su arrepentimiento y su tristeza, pero también la inconfundible llama de su deseo. Le soltó la cara, la sujetó por las caderas y la levantó hasta que quedó montada sobre él, con una pierna a cada lado. Sus torsos se pegaron mientras seguían besándose y explorándose con pasión.
—¿Te vuelves a la cama conmigo? —le pidió él con la voz ronca, agarrándole el culo con fuerza para que notara la evidencia de su erección.
—Sí.
—Bien —le susurró al oído—. Aún tenemos tiempo de hacer las paces como Dios manda antes de que los invitados se despierten y quieran desayunar.
—No podemos hacer las paces como Dios manda con la casa llena de invitados.
—Oh, sí. Sí podemos. —Los ojos azules de Louis se iluminaron con un brillo peligroso—. Te lo demostraré.
—Ha sido una noche horrible. —Louis estaba tumbado en la cama, con un brazo debajo de la cabeza. No se había molestado en cubrirse con nada. En el dormitorio no hacía frío y su querida esposa estaba tumbada a su lado, boca abajo, tan desnuda como él. En momentos como ése, deseaba que pudieran pasar todo el tiempo en la cama, desnudos.
—Estoy de acuerdo. —Julia se incorporó apoyándose sobre los codos para mirarlo a los ojos—. ¿Por qué no viniste a hablar conmigo?
—Quería volver a leer el texto. Y pensé que necesitabas estar sola.
—No me gusta discutir contigo —reconoció ella. Al agachar la cabeza, el pelo le rozó el borde de los pechos—. Lo odio.
—A mí tampoco me gusta, lo que no deja de sorprenderme. Antes me encantaba discutir y
pelearme con la gente. —Hizo una mueca—. Me estás convirtiendo en un pacifista.
—Creo que nunca podrás ser un auténtico pacifista, Louis. Ser estudiante de doctorado ya es bastante duro. Necesito tu apoyo —admitió ella con voz temblorosa.
—Lo tienes —le aseguró Louis con firmeza.
—No era mi intención llevarte la contraria. Simplemente... me salió así.
—Ven aquí. -Julia se tumbó sobre él, que la abrazó.
—Tenemos que encontrar una manera de discutir sin llegar a los extremos de ayer. Mi corazón no lo soportaría.
—El mío tampoco —susurró ella.
—Prometo no ser un cabrón egoísta si tú me prometes no volver a encerrarte en el baño —propuso, mirándola fijamente.
—Y yo prometo no encerrarme en el baño si tú no me atosigas. Sólo trataba de alejarme de ti para que las cosas no llegaran demasiado lejos. No me dejabas en paz.
—Lo comprendo. Podemos separarnos para cortar una discusión, pero tenemos que prometer que luego lo hablaremos con calma. No a la mañana siguiente. No pienso dejar que vuelvas a dormir en el sofá. Ni pienso hacerlo yo.
—De acuerdo. El sofá es muy incómodo. Y solitario.
—No me expresé bien cuando hablamos sobre la conferencia. Te pido disculpas. No me preocupa que tu opinión no coincida con la mía. De hecho, creo que es bueno que te muestres en desacuerdo conmigo en público. Así todo el mundo se dará cuenta de que tienes ideas propias.
—No trato de llevarte la contraria. —Una arruga apareció entre sus delicadas cejas.
Louis trató de hacerla desaparecer con un beso. Sin éxito.
—Claro que no. Y aunque te parezca extraño, a veces me equivoco.
—¿El Profesor, equivocado? Increíble —bromeó ella, echándose a reír.
—Cuesta de creer, ¿verdad? Pero cuando acabé de leer la conferencia por segunda vez, me habías convencido de que la versión oficial está equivocada.
—¿Qué? —Julia no podía creer lo que estaba oyendo.
—Lo que has oído. Tu conferencia me ha hecho cambiar de opinión. Tengo alguna sugerencia para reforzar la última parte. Ésa no me convenció tanto.
—Agradeceré tus sugerencias. Te citaré en las notas al pie. -Louis la agarró por las nalgas.
—Será un honor aparecer en una de tus notas al pie. -Julia dudó por un momento.
—Entonces... ¿no crees que la conferencia sea horrible? ¿Ni que vaya a hacer el ridículo?
—No. En cuanto superé la sorpresa inicial y presté atención a tus argumentos, me di cuenta de que la profesora Marinelli tiene razón. Tu trabajo es muy bueno.
—Gracias. —Julia le apoyó la mejilla en el pecho—. No es fácil ser tu alumna. Siempre tengo la sensación de no estar a tu altura. -Louis le enredó los dedos en el pelo.
—Me esforzaré más en mostrarte mi apoyo para que no te sientas así. No somos competidores. De hecho, algún día me gustaría escribir un artículo contigo. -Ella levantó la cabeza.
—¿De verdad?
—Me encantaría que creáramos algo juntos, algo que saliera de nuestro amor compartido por Dante. Y estoy orgulloso de ti por tener el valor de defender tus convicciones. Cuando pronuncies esa conferencia en Oxford, estaré en primera fila pensando «¡Ésa es mi chica!».
—Oírte decir eso es un sueño hecho realidad.
—En ese caso, te lo diré más a menudo.
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Anna. escribió:NO,NO,NO. No puedes dejarla justo en la mejor parte. Necesito reconciliación, La necesito realmente. QUiero que estos dos vuelvan a estar juntitos y tan enamorados como siempre. No me gusta que se peleen
Siguela pronto por favoooooor
Y ahí la tienes mi querida Anna
A mi tampoco me gusta que peleen pero nada es color de rosa so...
Besos, gracias por cometar
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Ay Dios mío, Karen lo siento mucho, no puedo creérmelo. Te juro que estaba convencida de que había comentado, no entiendo cómo he podido despistarme de tal manera... Lo siento mucho.
En cualquier caso te diré que ambos capítulos me han gustado, el anterior y este. Me alegra que se hayan arreglado, y que se reconcilien como Dios manda
Esperaré ansiosa a que subas el siguiente capítulo y te prometo ir con más cuidado y asegurarme de que comento. Te pido perdón una vez más por no haber comentado; lo siento mucho.
¡Un beso!
En cualquier caso te diré que ambos capítulos me han gustado, el anterior y este. Me alegra que se hayan arreglado, y que se reconcilien como Dios manda
Esperaré ansiosa a que subas el siguiente capítulo y te prometo ir con más cuidado y asegurarme de que comento. Te pido perdón una vez más por no haber comentado; lo siento mucho.
¡Un beso!
Rachel116
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Ais que bonito, me encantan las reconciliaciones. Por fin están juntitos y no revueltos.
Adoro a Louis aka Gabriel, quiero a uno como él/ellos para mi solita. Realmente este hombre es un amor.
Siguela pronto, me encanta.
Adoro a Louis aka Gabriel, quiero a uno como él/ellos para mi solita. Realmente este hombre es un amor.
Siguela pronto, me encanta.
Anna.
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Rachel116 escribió: Ay Dios mío, Karen lo siento mucho, no puedo creérmelo. Te juro que estaba convencida de que había comentado, no entiendo cómo he podido despistarme de tal manera... Lo siento mucho.
En cualquier caso te diré que ambos capítulos me han gustado, el anterior y este. Me alegra que se hayan arreglado, y que se reconcilien como Dios manda
Esperaré ansiosa a que subas el siguiente capítulo y te prometo ir con más cuidado y asegurarme de que comento. Te pido perdón una vez más por no haber comentado; lo siento mucho.
¡Un beso!
No te preocupes babe!!
Ahora mismo subooo
Nuevamente no te preocupes
BESOOS :)
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Anna. escribió:Ais que bonito, me encantan las reconciliaciones. Por fin están juntitos y no revueltos.
Adoro a Louis aka Gabriel, quiero a uno como él/ellos para mi solita. Realmente este hombre es un amor.
Siguela pronto, me encanta.
Son preciosos :luuv:
Somos dos créemeeeeee!
Ya la sigooo
Besos :)
karencita__mb
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