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La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
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Capítulo 5
Los parientes de los Tomlinson fueron prudentes y no hicieron ningún comentario sobre lo felices y relajados que parecían cuando finalmente salieron del dormitorio, justo antes de la hora de comer. El hermano de Louis, Scott, llegó aquella tarde con su esposa Tammy y su hijo Quinn. Junto con el padre de Julia, Tom, y su novia Diane, todos se sentaron a la mesa temprano para cenar juntos. Diane Stewart era una atractiva mujer afroamericana con una piel perfecta, grandes ojos oscuros y un pelo rizado que le llegaba hasta los hombros. Tenía cuarenta años, diez menos que su novio. Hacía mucho tiempo que se conocían, ya que ella había vivido toda la vida en Selinsgrove.
Al ver que el postre no llegaba, Diane fue a la cocina y se encontró a los Tomlinson bailando. Louis había hecho instalar un sistema de sonido centralizado y las notas de una suave melodía de jazz flotaban en el aire. Los recién casados estaban abrazados, moviéndose poco a poco, al ritmo de l a música. Louis susurró algo al oído de Julia. Ella apartó la cara, aparentemente avergonzada, pero él se echó a reír, la abrazó con más fuerza y la besó. Diane trató de retirarse de manera discreta, pero las viejas tablas de madera del suelo crujieron bajo sus pies. Los Tomlinson se detuvieron y se volvieron hacia donde procedía el ruido. Ella se echó a reír.
—Hay algo en el horno. Y no es el pastel de manzana. -Louis se rió con ganas. Su risa, fuerte y franca, hizo sonreír a Julia, que apoyó la frente contra su pecho. Diane asintió con aprobación.—Tardaban tanto en preparar el café que pensaba que se les había olvidado cómo se hacía. -Louis se pasó las manos por el pelo, que tenía alborotado por las atenciones de su esposa.
—¿Querida?
—El café está listo y las tartas se están enfriando. En seguida vamos. —Julia se separó de su marido a regañadientes. Él le dio una disimulada palmadita en el culo.
En ese momento, Rachel y Tammy se unieron al grupo. Tammy había sido la última en
incorporarse a la familia al casarse con Scott el mes anterior. Era una mujer alta, de metro ochenta de estatura y con muchas curvas. Tenía el pelo rubio cobrizo y los ojos de un azul muy pálido.
—¿A qué viene el retraso? —preguntó Rachel, y miró a su hermano con desconfianza, como si la culpa sólo pudiera ser suya.
—Estábamos preparando el café —respondió Julia sin levantar la vista de las tazas que llenaba para disimular la vergüenza.
—¿Ahora se llama así? —bromeó Tammy, y guiñó un ojo.
—No, a mí me parece que lo que hacían no es eso. —Diane se sumó a la fiesta, negando con la cabeza y reprendiéndolos en broma con un dedo.
—Bueno, señoras, las dejaré solas para que critiquen a gusto. —Louis le dio un casto beso en la mejilla a Julia antes de escaparse al salón. Rachel comprobó la temperatura de las tartas de manzana con el dedo.
—Jules, pásame un cuchillo. Vamos a probar cómo han quedado.
—Así se habla. —Diane rechazó el café que le ofrecía Julia y se sentó en uno de los taburetes altos.
—¿Y bien? —insistió Rachel—. ¿Qué estaba pasando aquí? Y, por favor, dime que no estaban usando la encimera —añadió, mientras miraba de reojo las superficies de granito que Louis había insistido en comprar.
—No. Es demasiado fría. —Julia se tapó la boca con la mano, pero ya era demasiado tarde. Las demás se echaron a reír a carcajadas y empezaron a burlarse de ella sin piedad.
—¿Hace calor aquí o es cosa mía? —bromeó Diane, abanicándose con una servilleta de papel—. Voy a bautizar esta casa como La Casa del Amor.
—Mis padres también eran así. —Rachel miró a su alrededor—. No lo hacían sobre la encimera, que yo sepa, pero eran muy cariñosos. Debe de haber algo en esta cocina.
Julia pensó que era muy posible. Había algo reconfortante, no sólo en la cocina, sino en toda la casa, que empujaba a ser cariñoso. A Louis y a ella les costaba no estar todo el día tocándose, excepto cuando ella trabajaba.
—Entonces, ¿mi hermano te ha compensado por lo de ayer? —preguntó Rachel. Julia se ruborizó un poco.
—Sí.
—Bien. De todos modos, hablaré con él. Se supone que después de una discusión tendría que comprarte flores. O diamantes. -Julia bajó la vista hacia su anillo de compromiso, adornado con un gran diamante central, rodeado por otros más pequeños.
—Ya me ha comprado bastantes.
—Es un anillo precioso, cielo. —Diane se volvió hacia Tammy y bajó la vista hacia su mano
izquierda—. El tuyo también, cielo. ¿Cómo te va la vida de casada? -La joven observó cómo la luz de las lámparas halógenas se reflejaba en las piedras de su anillo de compromiso.
—Nunca creí que me casaría de verdad.
—¿Por qué no? —preguntó Rachel con la boca llena. Tammy miró de reojo hacia la puerta.
—¿No deberíamos servirles el postre?
Rachel tragó antes de responder:
—Todos tienen piernas. Si quieren tarta, pueden venir a buscarla. -Riendo, Tammy cogió la taza de café con las dos manos.
—Antes de empezar a salir con Scott, vivía con otra persona, mi novio de la facultad de Derecho. Habíamos hecho planes: nos casaríamos y nos compraríamos una casa con su jardín y su verja blanca. No faltaría de nada. Pero entonces me quedé embarazada. -Julia se removió inquieta en el taburete, con la vista fija en el suelo. La mirada de Tammy se volvió melancólica. —Scott me contó que, cuando él nació, también fue una sorpresa para sus padres, pero se alegraron mucho de su llegada. Ojalá hubiera podido conocer a Grace. Tuvo que ser una mujer maravillosa.
—Lo era —dijo Rachel—. Louis tampoco estaba en sus planes. Mis padres lo acogieron cuando su madre murió y más tarde lo adoptaron. Los planes son sólo eso, planes. Pero la vida no siempre les hace caso. -Tammy asintió.
—Habíamos hablado de tener hijos. Los dos queríamos tenerlos. Pero de repente, Eric decidió que no estaba preparado. Pensó que me había quedado embarazada a propósito para cazarlo.
—Como si te hubieras quedado embarazada tú sola... —comentó Diane, moviendo el tenedor en el aire. Julia no dijo nada. Se avergonzaba de comprender a Eric, aunque no estaba de acuerdo con sus actos. Ella tampoco se sentía preparada.
—Eric me dio un ultimátum: el bebé o él. Al ver que dudaba, se marchó.
—Menudo mamón —murmuró Rachel.
—Estaba destrozada. Sabía que el embarazo no era sólo responsabilidad mía, pero tenía la sensación de que debería haber ido con más cuidado. Llegué a plantearme abortar, pero Eric ya me había dejado. Además, en el fondo, me apetecía ser madre. -Julia volvió a removerse en el asiento, conmovida por la sinceridad de Tammy. —No podía pagar el alquiler yo sola, así que volví a casa de mis padres. Sentía que había fracasado. Soltera, embarazada, viviendo de nuevo con mis padres. Cada noche lloraba hasta quedarme dormida, y pensaba que ningún hombre me querría.
—Lo siento mucho —dijo Julia, con los ojos llenos de lágrimas. Tammy se acercó a ella y le dio un abrazo.
—Las cosas mejoraron con el tiempo, pero nunca le perdonaré a Eric que renunciara a sus
derechos como padre. Ahora Quinn nunca lo conocerá.
—Los donantes de esperma no son padres —la interrumpió Rachel—. Richard no contribuyó genéticamente a crear a Louis, pero es su padre.
—No sé quién aportaría el material genético de tu hermano, pero tuvo que ser un hombre guapo, porque ese chico está muy bien —comentó Diane, señalando hacia el salón con la cabeza—. No tan bien como mi hombre, claro, porque eso es imposible. -Julia soltó una risita incómoda. No estaba acostumbrada a que otras mujeres pensaran que su padre «estaba muy bien». Tammy siguió hablando.
—Por suerte, tenía empleo. Trabajaba en la oficina del fiscal del distrito con Scott. Salimos un par de veces durante el embarazo. Sólo éramos amigos, pero siempre era tan amable conmigo... Suponía que tras tener al niño no volvería a saber nada de él, pero unas semanas después de que Quinn naciera vino a verme y me invitó a salir. En ese momento, me enamoré definitivamente.
—Él ya estaba enamorado de ti antes —recordó Rachel, entre risas—. Hasta las trancas. -Tammy jugueteó con el anillo de compromiso, haciéndolo girar sobre el dedo.
—Por aquella época, le estaba dando el pecho al niño, así que tenía que sacarme leche antes de que viniera a buscarme, y la dejaba en la nevera para que se la dieran mis padres. Pero Scott nunca me hizo sentir incómoda. Me veía como a una persona, una mujer, no como a una madre. Creo que ya se había fijado en mí cuando salía con Eric. —Con una sonrisa, añadió—: Antes de conocerlos, tenía mucho miedo. No sabía qué pensarían de mí. Pero todos me dieron la bienvenida. —Mirando a Julia, añadió—: A Louis lo conocí más tarde, pero él también fue muy amable. Incluso cuando Quinn le manchó el traje.
—Deberías haberlo visto antes de que conociera a Julia. —Rachel hizo una mueca—. Le habría pasado a Quinn la factura de la tintorería. -Julia estaba a punto de protestar en nombre de Louis, pero Tammy volvió a hablar:
—No, no creo lo hiciera. Siempre se muestra encantador con Quinn. Scott es increíble. La
paternidad tiene un efecto maravilloso sobre los hombres. Sobre los hombres buenos —especificó—. Scott es amable y juguetón cuando está con Quinn. Se tira al suelo y juega a revolcarse con él. Nunca lo había visto así. Los hombres que no tienen hijos se lo pierden. -Julia se quedó pensando en qué tipo de padre sería Louis. —Tengo muchas ganas de tener una niña —añadió Tammy, sonriendo—. Sé que Scott la tratará como a una princesa.
—¿Quieres más hijos? —preguntó Rachel, alzando las cejas.
—Sí, creo que con dos tendríamos suficiente, pero si viniera otro niño, me gustaría que fuéramos a buscar la niña.
En ese momento, Scott entró en la cocina con el pequeño Quinn, de veintiún meses, medio
dormido en brazos. Saludó a las reunidas con una inclinación de cabeza antes de acercarse a Tammy.
—Creo que es hora de ir a la cama. -Julia sonrió ante el contraste entre Scott, con su metro noventa, y el menudo ángel rubio que llevaba en brazos. Parecía un gigante protector.
—Te ayudaré. -Tammy se levantó y cruzó la cocina hasta donde estaba su marido. Tras darle un beso, subieron juntos al dormitorio. Rachel miró las tartas y los platos de postre.
—Creo que será mejor que les lleve el postre a los hombres. —Cortó dos trozos de tarta, los puso en el plato y se los llevó al salón. Diane miró a Julia sin dejar de juguetear con la taza.
—¿Podemos hablar un momento, cielo?
—Claro. —Julia cambió de postura en el taburete para mirar de frente a Diane.
—No sé cómo decir esto, así que voy a soltarlo sin más. Últimamente paso mucho tiempo con tu padre. -Ella sonrió para tranquilizarla.
—Me parece estupendo.
—Ya conoce a mi madre y al resto de mi familia. Incluso ha empezado a venir conmigo a la
iglesia los domingos para oírme cantar en el coro. -Julia trató de ocultar la sorpresa que le causaba imaginarse a su padre en una iglesia.
—Cuando mi padre me preguntó si podía invitarte a mi boda, supuse que la cosa iba en serio.
—Lo quiero. -Julia abrió mucho los ojos.
—Wow, ¿lo sabe él?
—Por supuesto. Él también me quiere. —Diane sonrió con timidez—. Hemos estado hablando sobre el futuro... Haciendo planes...
—Es fantástico.
—¿De verdad lo piensas? —Diane la estaba mirando fijamente.
—Me alegro mucho de que esté con alguien que lo quiere. No me apetece mucho sacar el tema de Deb, pero estoy segura de que ya sabes que estuvieron un tiempo juntos. La verdad es que no acababa de verlos como pareja. Aquello acabó en nada. -Diane guardó silencio. Parecía absorta en sus pensamientos.
—Tu padre y yo hemos hablado sobre dar el paso para hacer más permanente nuestra relación. Quería que supieras que, cuando lo hagamos, no trataré de ocupar el lugar de tu madre.
—Sharon no era mi madre. -Diane le apoyó una mano en el brazo.
—Lo siento.
—No sé qué te habrá contado papá sobre ella, pero me imagino que no gran cosa.
—No lo he forzado a contarme nada. En el momento que quiera explicármelo, lo escucharé.
Julia bebió el café en silencio. No le gustaba hablar de su madre; ni siquiera pensar en ella. Había muerto cuando ella estaba en el último curso del instituto. Sharon era alcohólica. Durante casi todo el tiempo se mostraba indiferente a los problemas de Julia. Y en las ocasiones que no era así, la trataba de un modo abusivo, y se burlaba de ella.
—Grace se portó como una madre conmigo. Me sentía mucho más cercana a Grace que a Sharon.
—Grace era una buena mujer. -Al mirar a Diane a los ojos, Julia vio en ellos esperanza, pero también una cierta ansiedad.
—No me preocupa en absoluto que te conviertas en mi madrastra. Si papá y tú deciden casarse, yo estaré allí, apoyándolos.
—Harás mucho más que eso, cielo. Serás una de mis damas de honor. —Diane la abrazó con fuerza. Cuando al final se apartó, se enjugó las lágrimas—. Siempre quise tener una familia. Quería un marido y una casa propia. Y parece que, a los cuarenta años, mis sueños se van a hacer realidad. Tenía miedo de lo que pudieras pensar. Deseaba que supieras que quiero a tu padre, que no estoy con él por su dinero. -Julia la miró sin comprender, hasta que vio la chispa traviesa en los ojos de Diane y ambas mujeres se echaron a reír.
—Vale, me tomas el pelo. Papá no tiene dinero.
—Es un buen hombre, tiene trabajo y me hace feliz. Si una mujer encuentra a alguien así, que encima está requetebién, sería una idiota si no lo agarrara. El dinero es secundario. -Antes de que Julia pudiera decir nada más, Tom apareció en la puerta. Al ver que Diane tenía los ojos llorosos, se acercó a ella.
—¿Qué te pasa? —preguntó, al tiempo que le secaba las lágrimas con los dedos.
—Diane me estaba contando lo mucho que te quiere —respondió Julia, con una sonrisa de
aprobación.
—¿Ah, sí? —La voz de Tom sonó más ronca.
—Ya sé que no me la has pedido, pero cuentas con mi bendición. -Los ojos oscuros de su padre buscaron los suyos.
—¿Ah, sí? —repitió, emocionado. Tom las abrazó, a cada una con un brazo, y les dio un beso en la coronilla. —Mis chicas —susurró.
Poco después, Julia se despidió de su padre y de Diane. Pensaba que estaban viviendo juntos, al menos parte del tiempo, pero ésta la sorprendió al decirle que seguía con su madre y que, por respeto a ella, no se quedaba a dormir en casa de Tom. Julia entendió entonces por qué tenía tanta prisa por casarse y tener su propia casa.
Después de que le sirvieran el postre, Richard Clark se sentó en el porche a beberse un whisky y a fumarse un puro. El aire era fresco y todo estaba en calma. Si cerraba los ojos, podía imaginarse a su esposa, Grace, saliendo de la cocina y sentándose en la silla Adirondack que tenía al lado. La melancolía se apoderó de su corazón. Grace nunca volvería a sentarse con él.
—¿Cómo estás?
Al abrir los ojos, vio a su nuera, Julia, sentada a su lado. Se estaba abrazando las rodillas,
arrebujada en una de las viejas chaquetas de cachemira de Louis. Richard se cambió el puro de mano y movió el cenicero para no molestarla.
—Estoy bien, ¿y tú?
—Muy bien.
—La cena estaba muy buena. Francamente excepcional.
—He intentado copiar algunos de los platos que tomamos en Italia. Me alegro de que te hayan gustado. —Apoyó la cabeza en el respaldo de la silla y levantó la vista hacia el cielo oscuro. Richard bebió un trago en silencio. Notaba que algo la preocupaba, pero no quería presionarla. —¿Richard? -Él se echó a reír.
—Pensaba que habíamos quedado en que me llamarías papá.
—Sí, claro, papá, lo siento. —Ella pasó una uña por el reposabrazos, marcando la madera.
—No lo sientas. Somos familia, Julia. Siempre que me necesites, aquí estaré.
—Gracias. —Ella recorrió con el dedo la marca que había dejado en la madera—. ¿Te molesta que hayamos cambiado cosas... de la casa? -Richard dudó unos momentos antes de responder.
—Al baño le hacía falta una reforma. Y me parece muy práctico que hayan puesto un baño en la planta baja y otro en el dormitorio principal. Y a Grace le habría encantado lo que han hecho con la cocina. Llevaba años queriendo poner encimeras de granito. -A Julia se le encogió el corazón.
—Hemos dejado muchas cosas como estaban.
—No te preocupes, de verdad. A Grace le habría encantado redecorar la casa contigo si hubiera estado aquí —la tranquilizó Richard.
—¿Estás a gusto en la habitación de invitados? ¿No has cambiado de idea?
—Eres muy amable por preocuparte, pero te aseguro que estas cosas no me importan lo más mínimo. Lo único que me importa es que Grace se ha marchado y no volverá. Y me temo que eso no tiene remedio. -Richard bajó la vista hacia su anillo de boda, un sencillo aro de oro. —En esta casa —dijo él—, a veces me parece oír su voz, oler su perfume. En Filadelfia no me pasa. Mi apartamento no tiene recuerdos de ella. —Le dirigió una sonrisa melancólica—. La separación no duele tanto cuando estoy aquí.
—¿Es muy duro?
—Mucho.
Julia permaneció en silencio unos instantes, como si se estuviera planteando cómo sería la vida sin Louis. Se quedaría destrozada, sin duda. La duración de una vida humana era incierta. Cualquiera podía contraer una enfermedad grave o tener un accidente y de repente una familia quedaba rota. Desde alguna parte de su interior, una vocecita le susurró: «Si tuvieras un hijo con Louis, siempre tendrías una parte de él». Más que el pensamiento en sí, fue la voz lo que hizo que se estremeciera. Al notar su reacción, Richard se levantó y le rodeó los hombros con una manta.
—Gracias —murmuró ella—. ¿Te gusta vivir en Filadelfia?
—Mi puesto de investigador no es lo que esperaba. La verdad es que me he planteado retirarme. —Echó la ceniza en el cenicero—. Me trasladé allí para estar más cerca de Rachel y de Scott, pero los veo poco. Están muy ocupados. Todos mis amigos, incluido tu padre, están aquí.
—Pues vuelve.
—¿Cómo? —Richard se volvió hacia ella.
—Vuelve a Selinsgrove. Instálate aquí.
—Pero ahora ésta es su casa.
—Sólo durante las vacaciones. Podrías ocupar la habitación principal inmediatamente y luego mandar a buscar tus cosas. -Richard se llevó el puro a los labios.
—Es un ofrecimiento muy generoso, pero ya tomé la decisión. Hace más de un año que le vendí la casa a Louis.
—Él se sentiría más feliz sabiendo que estás en el lugar que te corresponde. -Richard negó con la cabeza.
—No, no volveré atrás. -Julia se estrujó el cerebro pensando en una táctica más convincente.
—Para nosotros sería como una buena obra, un mitzvah. Necesitamos que Dios nos bendiga. -Richard se echó a reír.
—Eso era lo que yo le decía a Louis cuando se ponía tozudo. ¿Por qué necesitan que Dios los bendiga? -La expresión de Julia se ensombreció.
—Le he pedido algo y no me ha respondido. -Al ver que no decía nada más, Richard aspiró y soltó el humo del puro.
—Creo que todas las oraciones reciben respuesta tarde o temprano, aunque a veces la respuesta es un «no». Rezaré para que recibas la tuya lo antes posible. No te digo que la idea no me resulte tentadora. Pero han gastado tiempo y energías en hacer de esta casa su hogar. Han cambiado los muebles de la planta baja, han pintado las paredes...
—Hipotecaste esta casa para pagar las deudas que Louis había contraído por culpa de las drogas. -Richard la miró sorprendido.
—¿Te lo contó?
—Sí.
—Fue hace mucho tiempo. Ya nos devolvió el dinero.
—¿No te parece normal que quiera devolverte también tu casa después de todo lo que hiciste por él?
—Un padre hace lo que haga falta por su hijo —replicó Richard con expresión solemne—. El dinero me importaba tan poco entonces como ahora. Sólo quería salvarle la vida.
—Lo hiciste. Grace y tú lo hicieron. —Julia miró a su alrededor—. Mientras la casa permanezca en la familia y podamos reunirnos en Acción de Gracias y Navidad, no importa quién sea el dueño ni quién viva en ella. -Julia se cubrió con la manta cuando una brisa recorrió el porche y le acarició la cara. —Sin embargo —continuó—, Louis nunca se desprendería del huerto. Ha contratado unos jardineros para que recuperen los árboles. Y ha mandado plantar algunos nuevos.
—Esos manzanos hace años que no dan una buena cosecha. Me temo que es demasiado optimista. -Julia miró hacia el huerto entre las sombras.
—El optimismo es bueno. A él le hacía falta. —Y volviéndose hacia Richard, añadió—: Si
vivieras aquí, podrías cuidar del huerto. Creo que Louis se sentiría más tranquilo si supiera que está en buenas manos. Nos estarías haciendo un favor. -Richard permaneció en silencio lo que pareció una eternidad.
—Gracias —dijo finalmente, con la voz ronca. Julia le apretó la mano antes de dejarlo a solas con su puro y sus pensamientos. Al cerrar los ojos, un sentimiento de esperanza descendió sobre él.
Cuando los invitados se fueron a dormir, Julia se sentó en el borde de la nueva bañera con
hidromasaje para comprobar la temperatura del agua. Necesitaba relajarse un poco. Sabía que debería estar trabajando en la conferencia, pero las emociones del día la habían
agotado. Se preguntó si debería llamar a su terapeuta de Boston. Seguro que la doctora Walters le daría buenos consejos para afrontar la ansiedad, los conflictos matrimoniales y el nuevo interés de Louis por ampliar la familia. Querer tener un bebé no era nada malo. Julia comparó el entusiasmo y la ternura de su marido con la fría indiferencia que Eric le había mostrado a Tammy. Por supuesto, no había duda de cuál de las dos actitudes prefería. Pero tenía que mantenerse firme para que la pasión de Louis no anulara su
personalidad ni sus sueños.
Su pelea del día anterior demostraba que todavía tenían mucho que hacer para funcionar como pareja. Tenían que aprender esas lecciones antes de traer un niño al mundo.
Mientras esperaba a que el nivel del agua ascendiera, sintió que se le erizaban los pelillos de la nuca. Al volver la cabeza, vio a Louis junto al tocador. Se había desabrochado los tres botones superiores de la camisa. Por encima de la camiseta blanca le asomaba un poco de vello.
—Nunca me canso de mirarte —dijo él, y le dio un beso en la nuca antes de quitarle la toalla en la que se había envuelto—. Debería pintarte —añadió, acariciándole la espalda con los dedos.
—Ya me pintaste la otra noche, Caravaggio. Manchamos de pintura todo el suelo.
—Ah, sí. Qué lástima tener que limpiarlo. Había pensado que podíamos añadir más pintura otro día.
—Tendrás que esperar a otra ocasión, cuando no haya invitados. —Lo miró con picardía—. ¿Quieres acompañarme?
—Prefiero mirarte.
—En ese caso, me aseguraré de darte un buen espectáculo. -Se levantó la melena con las dos manos y arqueó la espalda adoptando la pose de una pin-up de los años cincuenta.
Louis gruñó y se acercó más a ella. Julia lo detuvo alzando una mano. —Me dejé el gel de burbujas en el otro baño anoche. ¿Podrías ir a buscarlo?
—Por supuesto, diosa. —Le dio un beso en los labios antes de irse.
Louis tardó unos minutos en localizar el jabón, porque a alguien se le había caído al suelo y la botella había ido rodando hasta la papelera. Se agachó para recogerlo, y vio algo que había quedado entre la papelera y la pared.
Era una caja pequeña, rectangular. Leyó la etiqueta: Test de embarazo. Pero la caja estaba vacía. Cuando se hubo recuperado de la sorpresa, y tras volver a leer la etiqueta para asegurarse de que la había leído correctamente, dejó la caja donde la había encontrado y regresó a la habitación.
Sin una palabra, le dio la botella a Julia, que echó el gel con aroma de sándalo y mandarina
satsuma antes de entrar en la bañera. Se colocó en lo que le pareció que sería una pose provocativa, pero Louis estaba perdido en sus pensamientos.
—¿Qué pasa? —le preguntó, cambiando de postura para verle mejor la cara. Él se pasó una mano por la barbilla y la boca.
—¿Está embarazada Rachel?
—Que yo sepa no, aunque me dijo que lo estaban intentando. ¿Por qué?
—He encontrado un test de embarazo en el baño de invitados. Bueno, sólo la caja vacía. Parecía que habían tratado de esconderla.
—Probablemente sea suyo.
—Ojalá fuera tuyo. —Louis la estaba observando con tanta intensidad que Julia sintió el calor de su mirada en la piel.
—¿Incluso después de lo de ayer?
—Por supuesto. Las parejas discuten. Los maridos siempre tenemos la culpa, porque somos unos idiotas. Un poco de sexo salvaje y sudoroso para reconciliarnos y todo está olvidado. -Julia bajó la vista hacia el agua.
—Preferiría disfrutar del sexo salvaje y sudoroso sin discutir antes.
—Pero entonces la reconciliación perdería todo el sentido, ¿no crees? —susurró él, con voz ronca. Respirando hondo, Julia levantó la cara y lo miró fijamente.
—No estoy preparada para formar una familia.
—Ya llegará el momento. —Louis le tomó la mano y le besó los dedos llenos de espuma—. Créeme, no quiero volver a discutir contigo esta noche. No quiero crearte más estrés. -Ella sonrió débilmente.
—Supongo que también podría ser de Tammy.
—Tammy ya tiene un hijo.
—Quinn cumplirá dos años en septiembre. Y sé que quiere tener más hijos con Scott. -Louis ajustó la intensidad de la luz, dejándola más tenue, antes de desaparecer en el dormitorio.
Cuando volvió, la voz de Astrud Gilberto sonaba por el altavoz que había hecho instalar en el techo del cuarto de baño. Julia miró a su marido con admiración.
—Sea de quien sea, tal vez haya descubierto que no está embarazada. Pero si lo está, serás tío. Otra vez. El tío Louis.
Sin hacer caso de sus palabras, él se desabrochó la camisa. Se la quitó, seguida de la camiseta, dejando a la vista el tatuaje y el vello que cubría su pecho musculoso. Julia lo observó mientras colgaba la camisa en un gancho y sus manos se acercaban al cinturón.
Una vez allí, Louis se quedó quieto, provocándola. Ella puso los ojos en blanco.
-Cuando acabes, el agua ya estará fría.
—Lo dudo. Y te aseguro que cuando acabe, no estaré aquí fuera.
—¿Por qué no?
—Porque pienso acabar dentro de ti.
Con una media sonrisa, colgó los pantalones antes de quitarse los bóxers. Julia conocía bien el cuerpo de su marido, pero igualmente, verlo la dejaba siempre sin aliento. Tenía los hombros anchos y su torso se iba estrechando hasta llegar a la cintura, estrecha, al igual que las caderas, donde empezaban unos muslos musculosos. Los brazos estaban bien definidos, igual que los abdominales superiores y los inferiores, que acababan formando una uve que descendía vertiginosamente hasta su prominente sexo.
—Me matas cuando me observas así —confesó él.
—¿Por qué? —Julia le devolvió la mirada con descaro, moviéndose en la bañera para dejarle sitio.
—Porque parece que quieras lamerme... todo el cuerpo.
—Así es. -Louis se metió en la bañera rápidamente. Se sentó tras ella y la rodeó con sus largas piernas.
—Este aroma me resulta familiar.
—Compré el gel porque me recordó al aceite de masaje que usaste en Florencia. Me hiciste un masaje en la espalda con él, ¿te acuerdas?
—En mi recuerdo, te froté algo más que la espalda. —Louis le acarició la oreja con la nariz—. Ni te imaginas el efecto que este aroma tiene sobre mí.
—Oh, sí. Me hago una idea —replicó Julia, moviéndose y notando su miembro rígido.
—Antes de que nos dediquemos a... otras actividades, me gustaría que habláramos un poco.
—¿Sobre qué? —Julia se tensó. Louis le puso las manos sobre los hombros y empezó a masajearle el cuello.
—Relájate, no soy tu enemigo. Sólo estoy tratando de persuadirte para que confíes en mí. Sé que sueles tomar baños de espuma cuando estás estresada. Y últimamente te das un baño todos los días.
—No es nada. Es que tengo muchas cosas en la cabeza.
—Cuéntamelas. -Ella movió la mano adelante y atrás, empujando la espuma.
—Tengo miedo de no poder acabar los estudios. Y me preocupa mucho la conferencia. -Él pasó a masajearle los hombros.
—Ya hemos hablado de la conferencia y te he dado mi opinión sincera. Es buena. Y no vas a dejar los estudios a medias. Sólo tienes que ocuparte de ir superando los semestres uno a uno. Tampoco hace falta que estés pendiente de la familia toda la semana. Mañana les diremos que pasarás el día trabajando. Durante el día se entretendrán solos y por la noche yo prepararé filetes en la barbacoa. Seguro que Rachel y Tammy estarán encantadas de echarme una mano. -Los músculos de Julia empezaron a destensarse un poco.
—Eso me ayudaría, gracias.
—Haría cualquier cosa por ti —susurró Louis, con los labios pegados a su cuello—. Lo sabes, ¿no?
—Lo sé. -Cuando se separaron, ella sonrió. —Tu cumpleaños nos pillará en Italia. ¿Cómo querrás celebrarlo?
—Contigo. En la cama. Durante dos días. —Louis le rodeó la cintura con los brazos y le
acarició la piel de alrededor del ombligo.
—¿Quieres que invitemos a alguien a Umbría? Podrían venir a visitar la exposición de Florencia con nosotros.
—No, te quiero para mí solo esos días. Podemos invitarlos a celebrar tu cumpleaños en
Cambridge. -Julia apoyó la mano sobre la de él para que dejara de acariciarla.
—No me gusta hacer nada especial por mi cumpleaños. -Louis se echó hacia atrás, reclinándose en la bañera.
—Pensaba que ya lo habías superado.
—Es en septiembre. Estaremos muy ocupados.
—No se cumplen veinticinco años todos los días. Es un hito importante y hay que festejarlo.
—Lo mismo digo. Los treinta y cinco son igual de importantes.
—Mis años sólo son importantes porque tú estás en mi vida. Sin ti, mis días estarían vacíos. -Julia apoyó la cabeza en su pecho.
—¿Por qué tienes que ser tan dulce?
—Porque ya he tenido bastantes amarguras en mi vida —respondió él, resiguiéndole la línea del cuello y el hombro con los labios. —En ese caso, supongo que daremos una fiesta en septiembre. Podríamos hacerla coincidir con el Día del Trabajo para alargar el fin de semana. —Julia le besó los pectorales antes de volver a tumbarse de espaldas sobre su pecho—. Antes estabas hablando con Richard. ¿Qué te ha dicho?
—Que le gustaría volver a vivir aquí, pero que no quiere recomprar la casa.
-Supongo que contaba con el dinero de la venta para su jubilación.
—Puede vivir aquí sin comprar la casa. No te importaría, ¿no?
—No, claro que no. Al contrario, me gustaría que lo hiciera.
-Pero no quiere abusar, sobre todo después de las reformas que hemos hecho.
—Pues mejor, así las disfruta.
-El único problema que veo son los muebles. No nos caben en Cambridge.
—Podríamos dárselos a tu padre. Los de Tom ya están muy viejos. —El estirado Profesor había vuelto a aparecer en escena.
—¿Lo dices en serio?
—No quiero mentirte, Julianne. Tu padre no es mi persona favorita de este mundo, pero como tú sí lo eres... —Dejó la frase en el aire para besarla. —Richard no quiere desprenderse de ciertos muebles que compartió con Grace. Unos cuantos se los llevó, pero otros están en el guardamuebles. Tendremos que quitar los nuevos para hacer espacio para los viejos. Si lo prefieres, podemos ofrecérselos a Rachel.
—Muy buena idea. Diane y él están pensando en casarse. -Louis la abrazó con más fuerza.
—¿Y a ti qué te parece?
—Ella siempre se ha portado muy bien con él y conmigo. Me gusta la idea de que tenga a alguien a su lado para cuando se haga viejo.
—Siento ser yo quien te diga esto, querida, pero tu padre ya se está haciendo viejo. Todos nos hacemos viejos.
—Ya sabes a lo que me refiero. -Louis la hizo volverse hasta quedar de cara a él, con las piernas alrededor de su cintura.
—Por suerte para ti, yo aún no soy demasiado viejo para mantenerte despierta toda la noche. Creo que esta habitación no la hemos bautizado... todavía.
Al ver que el postre no llegaba, Diane fue a la cocina y se encontró a los Tomlinson bailando. Louis había hecho instalar un sistema de sonido centralizado y las notas de una suave melodía de jazz flotaban en el aire. Los recién casados estaban abrazados, moviéndose poco a poco, al ritmo de l a música. Louis susurró algo al oído de Julia. Ella apartó la cara, aparentemente avergonzada, pero él se echó a reír, la abrazó con más fuerza y la besó. Diane trató de retirarse de manera discreta, pero las viejas tablas de madera del suelo crujieron bajo sus pies. Los Tomlinson se detuvieron y se volvieron hacia donde procedía el ruido. Ella se echó a reír.
—Hay algo en el horno. Y no es el pastel de manzana. -Louis se rió con ganas. Su risa, fuerte y franca, hizo sonreír a Julia, que apoyó la frente contra su pecho. Diane asintió con aprobación.—Tardaban tanto en preparar el café que pensaba que se les había olvidado cómo se hacía. -Louis se pasó las manos por el pelo, que tenía alborotado por las atenciones de su esposa.
—¿Querida?
—El café está listo y las tartas se están enfriando. En seguida vamos. —Julia se separó de su marido a regañadientes. Él le dio una disimulada palmadita en el culo.
En ese momento, Rachel y Tammy se unieron al grupo. Tammy había sido la última en
incorporarse a la familia al casarse con Scott el mes anterior. Era una mujer alta, de metro ochenta de estatura y con muchas curvas. Tenía el pelo rubio cobrizo y los ojos de un azul muy pálido.
—¿A qué viene el retraso? —preguntó Rachel, y miró a su hermano con desconfianza, como si la culpa sólo pudiera ser suya.
—Estábamos preparando el café —respondió Julia sin levantar la vista de las tazas que llenaba para disimular la vergüenza.
—¿Ahora se llama así? —bromeó Tammy, y guiñó un ojo.
—No, a mí me parece que lo que hacían no es eso. —Diane se sumó a la fiesta, negando con la cabeza y reprendiéndolos en broma con un dedo.
—Bueno, señoras, las dejaré solas para que critiquen a gusto. —Louis le dio un casto beso en la mejilla a Julia antes de escaparse al salón. Rachel comprobó la temperatura de las tartas de manzana con el dedo.
—Jules, pásame un cuchillo. Vamos a probar cómo han quedado.
—Así se habla. —Diane rechazó el café que le ofrecía Julia y se sentó en uno de los taburetes altos.
—¿Y bien? —insistió Rachel—. ¿Qué estaba pasando aquí? Y, por favor, dime que no estaban usando la encimera —añadió, mientras miraba de reojo las superficies de granito que Louis había insistido en comprar.
—No. Es demasiado fría. —Julia se tapó la boca con la mano, pero ya era demasiado tarde. Las demás se echaron a reír a carcajadas y empezaron a burlarse de ella sin piedad.
—¿Hace calor aquí o es cosa mía? —bromeó Diane, abanicándose con una servilleta de papel—. Voy a bautizar esta casa como La Casa del Amor.
—Mis padres también eran así. —Rachel miró a su alrededor—. No lo hacían sobre la encimera, que yo sepa, pero eran muy cariñosos. Debe de haber algo en esta cocina.
Julia pensó que era muy posible. Había algo reconfortante, no sólo en la cocina, sino en toda la casa, que empujaba a ser cariñoso. A Louis y a ella les costaba no estar todo el día tocándose, excepto cuando ella trabajaba.
—Entonces, ¿mi hermano te ha compensado por lo de ayer? —preguntó Rachel. Julia se ruborizó un poco.
—Sí.
—Bien. De todos modos, hablaré con él. Se supone que después de una discusión tendría que comprarte flores. O diamantes. -Julia bajó la vista hacia su anillo de compromiso, adornado con un gran diamante central, rodeado por otros más pequeños.
—Ya me ha comprado bastantes.
—Es un anillo precioso, cielo. —Diane se volvió hacia Tammy y bajó la vista hacia su mano
izquierda—. El tuyo también, cielo. ¿Cómo te va la vida de casada? -La joven observó cómo la luz de las lámparas halógenas se reflejaba en las piedras de su anillo de compromiso.
—Nunca creí que me casaría de verdad.
—¿Por qué no? —preguntó Rachel con la boca llena. Tammy miró de reojo hacia la puerta.
—¿No deberíamos servirles el postre?
Rachel tragó antes de responder:
—Todos tienen piernas. Si quieren tarta, pueden venir a buscarla. -Riendo, Tammy cogió la taza de café con las dos manos.
—Antes de empezar a salir con Scott, vivía con otra persona, mi novio de la facultad de Derecho. Habíamos hecho planes: nos casaríamos y nos compraríamos una casa con su jardín y su verja blanca. No faltaría de nada. Pero entonces me quedé embarazada. -Julia se removió inquieta en el taburete, con la vista fija en el suelo. La mirada de Tammy se volvió melancólica. —Scott me contó que, cuando él nació, también fue una sorpresa para sus padres, pero se alegraron mucho de su llegada. Ojalá hubiera podido conocer a Grace. Tuvo que ser una mujer maravillosa.
—Lo era —dijo Rachel—. Louis tampoco estaba en sus planes. Mis padres lo acogieron cuando su madre murió y más tarde lo adoptaron. Los planes son sólo eso, planes. Pero la vida no siempre les hace caso. -Tammy asintió.
—Habíamos hablado de tener hijos. Los dos queríamos tenerlos. Pero de repente, Eric decidió que no estaba preparado. Pensó que me había quedado embarazada a propósito para cazarlo.
—Como si te hubieras quedado embarazada tú sola... —comentó Diane, moviendo el tenedor en el aire. Julia no dijo nada. Se avergonzaba de comprender a Eric, aunque no estaba de acuerdo con sus actos. Ella tampoco se sentía preparada.
—Eric me dio un ultimátum: el bebé o él. Al ver que dudaba, se marchó.
—Menudo mamón —murmuró Rachel.
—Estaba destrozada. Sabía que el embarazo no era sólo responsabilidad mía, pero tenía la sensación de que debería haber ido con más cuidado. Llegué a plantearme abortar, pero Eric ya me había dejado. Además, en el fondo, me apetecía ser madre. -Julia volvió a removerse en el asiento, conmovida por la sinceridad de Tammy. —No podía pagar el alquiler yo sola, así que volví a casa de mis padres. Sentía que había fracasado. Soltera, embarazada, viviendo de nuevo con mis padres. Cada noche lloraba hasta quedarme dormida, y pensaba que ningún hombre me querría.
—Lo siento mucho —dijo Julia, con los ojos llenos de lágrimas. Tammy se acercó a ella y le dio un abrazo.
—Las cosas mejoraron con el tiempo, pero nunca le perdonaré a Eric que renunciara a sus
derechos como padre. Ahora Quinn nunca lo conocerá.
—Los donantes de esperma no son padres —la interrumpió Rachel—. Richard no contribuyó genéticamente a crear a Louis, pero es su padre.
—No sé quién aportaría el material genético de tu hermano, pero tuvo que ser un hombre guapo, porque ese chico está muy bien —comentó Diane, señalando hacia el salón con la cabeza—. No tan bien como mi hombre, claro, porque eso es imposible. -Julia soltó una risita incómoda. No estaba acostumbrada a que otras mujeres pensaran que su padre «estaba muy bien». Tammy siguió hablando.
—Por suerte, tenía empleo. Trabajaba en la oficina del fiscal del distrito con Scott. Salimos un par de veces durante el embarazo. Sólo éramos amigos, pero siempre era tan amable conmigo... Suponía que tras tener al niño no volvería a saber nada de él, pero unas semanas después de que Quinn naciera vino a verme y me invitó a salir. En ese momento, me enamoré definitivamente.
—Él ya estaba enamorado de ti antes —recordó Rachel, entre risas—. Hasta las trancas. -Tammy jugueteó con el anillo de compromiso, haciéndolo girar sobre el dedo.
—Por aquella época, le estaba dando el pecho al niño, así que tenía que sacarme leche antes de que viniera a buscarme, y la dejaba en la nevera para que se la dieran mis padres. Pero Scott nunca me hizo sentir incómoda. Me veía como a una persona, una mujer, no como a una madre. Creo que ya se había fijado en mí cuando salía con Eric. —Con una sonrisa, añadió—: Antes de conocerlos, tenía mucho miedo. No sabía qué pensarían de mí. Pero todos me dieron la bienvenida. —Mirando a Julia, añadió—: A Louis lo conocí más tarde, pero él también fue muy amable. Incluso cuando Quinn le manchó el traje.
—Deberías haberlo visto antes de que conociera a Julia. —Rachel hizo una mueca—. Le habría pasado a Quinn la factura de la tintorería. -Julia estaba a punto de protestar en nombre de Louis, pero Tammy volvió a hablar:
—No, no creo lo hiciera. Siempre se muestra encantador con Quinn. Scott es increíble. La
paternidad tiene un efecto maravilloso sobre los hombres. Sobre los hombres buenos —especificó—. Scott es amable y juguetón cuando está con Quinn. Se tira al suelo y juega a revolcarse con él. Nunca lo había visto así. Los hombres que no tienen hijos se lo pierden. -Julia se quedó pensando en qué tipo de padre sería Louis. —Tengo muchas ganas de tener una niña —añadió Tammy, sonriendo—. Sé que Scott la tratará como a una princesa.
—¿Quieres más hijos? —preguntó Rachel, alzando las cejas.
—Sí, creo que con dos tendríamos suficiente, pero si viniera otro niño, me gustaría que fuéramos a buscar la niña.
En ese momento, Scott entró en la cocina con el pequeño Quinn, de veintiún meses, medio
dormido en brazos. Saludó a las reunidas con una inclinación de cabeza antes de acercarse a Tammy.
—Creo que es hora de ir a la cama. -Julia sonrió ante el contraste entre Scott, con su metro noventa, y el menudo ángel rubio que llevaba en brazos. Parecía un gigante protector.
—Te ayudaré. -Tammy se levantó y cruzó la cocina hasta donde estaba su marido. Tras darle un beso, subieron juntos al dormitorio. Rachel miró las tartas y los platos de postre.
—Creo que será mejor que les lleve el postre a los hombres. —Cortó dos trozos de tarta, los puso en el plato y se los llevó al salón. Diane miró a Julia sin dejar de juguetear con la taza.
—¿Podemos hablar un momento, cielo?
—Claro. —Julia cambió de postura en el taburete para mirar de frente a Diane.
—No sé cómo decir esto, así que voy a soltarlo sin más. Últimamente paso mucho tiempo con tu padre. -Ella sonrió para tranquilizarla.
—Me parece estupendo.
—Ya conoce a mi madre y al resto de mi familia. Incluso ha empezado a venir conmigo a la
iglesia los domingos para oírme cantar en el coro. -Julia trató de ocultar la sorpresa que le causaba imaginarse a su padre en una iglesia.
—Cuando mi padre me preguntó si podía invitarte a mi boda, supuse que la cosa iba en serio.
—Lo quiero. -Julia abrió mucho los ojos.
—Wow, ¿lo sabe él?
—Por supuesto. Él también me quiere. —Diane sonrió con timidez—. Hemos estado hablando sobre el futuro... Haciendo planes...
—Es fantástico.
—¿De verdad lo piensas? —Diane la estaba mirando fijamente.
—Me alegro mucho de que esté con alguien que lo quiere. No me apetece mucho sacar el tema de Deb, pero estoy segura de que ya sabes que estuvieron un tiempo juntos. La verdad es que no acababa de verlos como pareja. Aquello acabó en nada. -Diane guardó silencio. Parecía absorta en sus pensamientos.
—Tu padre y yo hemos hablado sobre dar el paso para hacer más permanente nuestra relación. Quería que supieras que, cuando lo hagamos, no trataré de ocupar el lugar de tu madre.
—Sharon no era mi madre. -Diane le apoyó una mano en el brazo.
—Lo siento.
—No sé qué te habrá contado papá sobre ella, pero me imagino que no gran cosa.
—No lo he forzado a contarme nada. En el momento que quiera explicármelo, lo escucharé.
Julia bebió el café en silencio. No le gustaba hablar de su madre; ni siquiera pensar en ella. Había muerto cuando ella estaba en el último curso del instituto. Sharon era alcohólica. Durante casi todo el tiempo se mostraba indiferente a los problemas de Julia. Y en las ocasiones que no era así, la trataba de un modo abusivo, y se burlaba de ella.
—Grace se portó como una madre conmigo. Me sentía mucho más cercana a Grace que a Sharon.
—Grace era una buena mujer. -Al mirar a Diane a los ojos, Julia vio en ellos esperanza, pero también una cierta ansiedad.
—No me preocupa en absoluto que te conviertas en mi madrastra. Si papá y tú deciden casarse, yo estaré allí, apoyándolos.
—Harás mucho más que eso, cielo. Serás una de mis damas de honor. —Diane la abrazó con fuerza. Cuando al final se apartó, se enjugó las lágrimas—. Siempre quise tener una familia. Quería un marido y una casa propia. Y parece que, a los cuarenta años, mis sueños se van a hacer realidad. Tenía miedo de lo que pudieras pensar. Deseaba que supieras que quiero a tu padre, que no estoy con él por su dinero. -Julia la miró sin comprender, hasta que vio la chispa traviesa en los ojos de Diane y ambas mujeres se echaron a reír.
—Vale, me tomas el pelo. Papá no tiene dinero.
—Es un buen hombre, tiene trabajo y me hace feliz. Si una mujer encuentra a alguien así, que encima está requetebién, sería una idiota si no lo agarrara. El dinero es secundario. -Antes de que Julia pudiera decir nada más, Tom apareció en la puerta. Al ver que Diane tenía los ojos llorosos, se acercó a ella.
—¿Qué te pasa? —preguntó, al tiempo que le secaba las lágrimas con los dedos.
—Diane me estaba contando lo mucho que te quiere —respondió Julia, con una sonrisa de
aprobación.
—¿Ah, sí? —La voz de Tom sonó más ronca.
—Ya sé que no me la has pedido, pero cuentas con mi bendición. -Los ojos oscuros de su padre buscaron los suyos.
—¿Ah, sí? —repitió, emocionado. Tom las abrazó, a cada una con un brazo, y les dio un beso en la coronilla. —Mis chicas —susurró.
Poco después, Julia se despidió de su padre y de Diane. Pensaba que estaban viviendo juntos, al menos parte del tiempo, pero ésta la sorprendió al decirle que seguía con su madre y que, por respeto a ella, no se quedaba a dormir en casa de Tom. Julia entendió entonces por qué tenía tanta prisa por casarse y tener su propia casa.
Después de que le sirvieran el postre, Richard Clark se sentó en el porche a beberse un whisky y a fumarse un puro. El aire era fresco y todo estaba en calma. Si cerraba los ojos, podía imaginarse a su esposa, Grace, saliendo de la cocina y sentándose en la silla Adirondack que tenía al lado. La melancolía se apoderó de su corazón. Grace nunca volvería a sentarse con él.
—¿Cómo estás?
Al abrir los ojos, vio a su nuera, Julia, sentada a su lado. Se estaba abrazando las rodillas,
arrebujada en una de las viejas chaquetas de cachemira de Louis. Richard se cambió el puro de mano y movió el cenicero para no molestarla.
—Estoy bien, ¿y tú?
—Muy bien.
—La cena estaba muy buena. Francamente excepcional.
—He intentado copiar algunos de los platos que tomamos en Italia. Me alegro de que te hayan gustado. —Apoyó la cabeza en el respaldo de la silla y levantó la vista hacia el cielo oscuro. Richard bebió un trago en silencio. Notaba que algo la preocupaba, pero no quería presionarla. —¿Richard? -Él se echó a reír.
—Pensaba que habíamos quedado en que me llamarías papá.
—Sí, claro, papá, lo siento. —Ella pasó una uña por el reposabrazos, marcando la madera.
—No lo sientas. Somos familia, Julia. Siempre que me necesites, aquí estaré.
—Gracias. —Ella recorrió con el dedo la marca que había dejado en la madera—. ¿Te molesta que hayamos cambiado cosas... de la casa? -Richard dudó unos momentos antes de responder.
—Al baño le hacía falta una reforma. Y me parece muy práctico que hayan puesto un baño en la planta baja y otro en el dormitorio principal. Y a Grace le habría encantado lo que han hecho con la cocina. Llevaba años queriendo poner encimeras de granito. -A Julia se le encogió el corazón.
—Hemos dejado muchas cosas como estaban.
—No te preocupes, de verdad. A Grace le habría encantado redecorar la casa contigo si hubiera estado aquí —la tranquilizó Richard.
—¿Estás a gusto en la habitación de invitados? ¿No has cambiado de idea?
—Eres muy amable por preocuparte, pero te aseguro que estas cosas no me importan lo más mínimo. Lo único que me importa es que Grace se ha marchado y no volverá. Y me temo que eso no tiene remedio. -Richard bajó la vista hacia su anillo de boda, un sencillo aro de oro. —En esta casa —dijo él—, a veces me parece oír su voz, oler su perfume. En Filadelfia no me pasa. Mi apartamento no tiene recuerdos de ella. —Le dirigió una sonrisa melancólica—. La separación no duele tanto cuando estoy aquí.
—¿Es muy duro?
—Mucho.
Julia permaneció en silencio unos instantes, como si se estuviera planteando cómo sería la vida sin Louis. Se quedaría destrozada, sin duda. La duración de una vida humana era incierta. Cualquiera podía contraer una enfermedad grave o tener un accidente y de repente una familia quedaba rota. Desde alguna parte de su interior, una vocecita le susurró: «Si tuvieras un hijo con Louis, siempre tendrías una parte de él». Más que el pensamiento en sí, fue la voz lo que hizo que se estremeciera. Al notar su reacción, Richard se levantó y le rodeó los hombros con una manta.
—Gracias —murmuró ella—. ¿Te gusta vivir en Filadelfia?
—Mi puesto de investigador no es lo que esperaba. La verdad es que me he planteado retirarme. —Echó la ceniza en el cenicero—. Me trasladé allí para estar más cerca de Rachel y de Scott, pero los veo poco. Están muy ocupados. Todos mis amigos, incluido tu padre, están aquí.
—Pues vuelve.
—¿Cómo? —Richard se volvió hacia ella.
—Vuelve a Selinsgrove. Instálate aquí.
—Pero ahora ésta es su casa.
—Sólo durante las vacaciones. Podrías ocupar la habitación principal inmediatamente y luego mandar a buscar tus cosas. -Richard se llevó el puro a los labios.
—Es un ofrecimiento muy generoso, pero ya tomé la decisión. Hace más de un año que le vendí la casa a Louis.
—Él se sentiría más feliz sabiendo que estás en el lugar que te corresponde. -Richard negó con la cabeza.
—No, no volveré atrás. -Julia se estrujó el cerebro pensando en una táctica más convincente.
—Para nosotros sería como una buena obra, un mitzvah. Necesitamos que Dios nos bendiga. -Richard se echó a reír.
—Eso era lo que yo le decía a Louis cuando se ponía tozudo. ¿Por qué necesitan que Dios los bendiga? -La expresión de Julia se ensombreció.
—Le he pedido algo y no me ha respondido. -Al ver que no decía nada más, Richard aspiró y soltó el humo del puro.
—Creo que todas las oraciones reciben respuesta tarde o temprano, aunque a veces la respuesta es un «no». Rezaré para que recibas la tuya lo antes posible. No te digo que la idea no me resulte tentadora. Pero han gastado tiempo y energías en hacer de esta casa su hogar. Han cambiado los muebles de la planta baja, han pintado las paredes...
—Hipotecaste esta casa para pagar las deudas que Louis había contraído por culpa de las drogas. -Richard la miró sorprendido.
—¿Te lo contó?
—Sí.
—Fue hace mucho tiempo. Ya nos devolvió el dinero.
—¿No te parece normal que quiera devolverte también tu casa después de todo lo que hiciste por él?
—Un padre hace lo que haga falta por su hijo —replicó Richard con expresión solemne—. El dinero me importaba tan poco entonces como ahora. Sólo quería salvarle la vida.
—Lo hiciste. Grace y tú lo hicieron. —Julia miró a su alrededor—. Mientras la casa permanezca en la familia y podamos reunirnos en Acción de Gracias y Navidad, no importa quién sea el dueño ni quién viva en ella. -Julia se cubrió con la manta cuando una brisa recorrió el porche y le acarició la cara. —Sin embargo —continuó—, Louis nunca se desprendería del huerto. Ha contratado unos jardineros para que recuperen los árboles. Y ha mandado plantar algunos nuevos.
—Esos manzanos hace años que no dan una buena cosecha. Me temo que es demasiado optimista. -Julia miró hacia el huerto entre las sombras.
—El optimismo es bueno. A él le hacía falta. —Y volviéndose hacia Richard, añadió—: Si
vivieras aquí, podrías cuidar del huerto. Creo que Louis se sentiría más tranquilo si supiera que está en buenas manos. Nos estarías haciendo un favor. -Richard permaneció en silencio lo que pareció una eternidad.
—Gracias —dijo finalmente, con la voz ronca. Julia le apretó la mano antes de dejarlo a solas con su puro y sus pensamientos. Al cerrar los ojos, un sentimiento de esperanza descendió sobre él.
Cuando los invitados se fueron a dormir, Julia se sentó en el borde de la nueva bañera con
hidromasaje para comprobar la temperatura del agua. Necesitaba relajarse un poco. Sabía que debería estar trabajando en la conferencia, pero las emociones del día la habían
agotado. Se preguntó si debería llamar a su terapeuta de Boston. Seguro que la doctora Walters le daría buenos consejos para afrontar la ansiedad, los conflictos matrimoniales y el nuevo interés de Louis por ampliar la familia. Querer tener un bebé no era nada malo. Julia comparó el entusiasmo y la ternura de su marido con la fría indiferencia que Eric le había mostrado a Tammy. Por supuesto, no había duda de cuál de las dos actitudes prefería. Pero tenía que mantenerse firme para que la pasión de Louis no anulara su
personalidad ni sus sueños.
Su pelea del día anterior demostraba que todavía tenían mucho que hacer para funcionar como pareja. Tenían que aprender esas lecciones antes de traer un niño al mundo.
Mientras esperaba a que el nivel del agua ascendiera, sintió que se le erizaban los pelillos de la nuca. Al volver la cabeza, vio a Louis junto al tocador. Se había desabrochado los tres botones superiores de la camisa. Por encima de la camiseta blanca le asomaba un poco de vello.
—Nunca me canso de mirarte —dijo él, y le dio un beso en la nuca antes de quitarle la toalla en la que se había envuelto—. Debería pintarte —añadió, acariciándole la espalda con los dedos.
—Ya me pintaste la otra noche, Caravaggio. Manchamos de pintura todo el suelo.
—Ah, sí. Qué lástima tener que limpiarlo. Había pensado que podíamos añadir más pintura otro día.
—Tendrás que esperar a otra ocasión, cuando no haya invitados. —Lo miró con picardía—. ¿Quieres acompañarme?
—Prefiero mirarte.
—En ese caso, me aseguraré de darte un buen espectáculo. -Se levantó la melena con las dos manos y arqueó la espalda adoptando la pose de una pin-up de los años cincuenta.
Louis gruñó y se acercó más a ella. Julia lo detuvo alzando una mano. —Me dejé el gel de burbujas en el otro baño anoche. ¿Podrías ir a buscarlo?
—Por supuesto, diosa. —Le dio un beso en los labios antes de irse.
Louis tardó unos minutos en localizar el jabón, porque a alguien se le había caído al suelo y la botella había ido rodando hasta la papelera. Se agachó para recogerlo, y vio algo que había quedado entre la papelera y la pared.
Era una caja pequeña, rectangular. Leyó la etiqueta: Test de embarazo. Pero la caja estaba vacía. Cuando se hubo recuperado de la sorpresa, y tras volver a leer la etiqueta para asegurarse de que la había leído correctamente, dejó la caja donde la había encontrado y regresó a la habitación.
Sin una palabra, le dio la botella a Julia, que echó el gel con aroma de sándalo y mandarina
satsuma antes de entrar en la bañera. Se colocó en lo que le pareció que sería una pose provocativa, pero Louis estaba perdido en sus pensamientos.
—¿Qué pasa? —le preguntó, cambiando de postura para verle mejor la cara. Él se pasó una mano por la barbilla y la boca.
—¿Está embarazada Rachel?
—Que yo sepa no, aunque me dijo que lo estaban intentando. ¿Por qué?
—He encontrado un test de embarazo en el baño de invitados. Bueno, sólo la caja vacía. Parecía que habían tratado de esconderla.
—Probablemente sea suyo.
—Ojalá fuera tuyo. —Louis la estaba observando con tanta intensidad que Julia sintió el calor de su mirada en la piel.
—¿Incluso después de lo de ayer?
—Por supuesto. Las parejas discuten. Los maridos siempre tenemos la culpa, porque somos unos idiotas. Un poco de sexo salvaje y sudoroso para reconciliarnos y todo está olvidado. -Julia bajó la vista hacia el agua.
—Preferiría disfrutar del sexo salvaje y sudoroso sin discutir antes.
—Pero entonces la reconciliación perdería todo el sentido, ¿no crees? —susurró él, con voz ronca. Respirando hondo, Julia levantó la cara y lo miró fijamente.
—No estoy preparada para formar una familia.
—Ya llegará el momento. —Louis le tomó la mano y le besó los dedos llenos de espuma—. Créeme, no quiero volver a discutir contigo esta noche. No quiero crearte más estrés. -Ella sonrió débilmente.
—Supongo que también podría ser de Tammy.
—Tammy ya tiene un hijo.
—Quinn cumplirá dos años en septiembre. Y sé que quiere tener más hijos con Scott. -Louis ajustó la intensidad de la luz, dejándola más tenue, antes de desaparecer en el dormitorio.
Cuando volvió, la voz de Astrud Gilberto sonaba por el altavoz que había hecho instalar en el techo del cuarto de baño. Julia miró a su marido con admiración.
—Sea de quien sea, tal vez haya descubierto que no está embarazada. Pero si lo está, serás tío. Otra vez. El tío Louis.
Sin hacer caso de sus palabras, él se desabrochó la camisa. Se la quitó, seguida de la camiseta, dejando a la vista el tatuaje y el vello que cubría su pecho musculoso. Julia lo observó mientras colgaba la camisa en un gancho y sus manos se acercaban al cinturón.
Una vez allí, Louis se quedó quieto, provocándola. Ella puso los ojos en blanco.
-Cuando acabes, el agua ya estará fría.
—Lo dudo. Y te aseguro que cuando acabe, no estaré aquí fuera.
—¿Por qué no?
—Porque pienso acabar dentro de ti.
Con una media sonrisa, colgó los pantalones antes de quitarse los bóxers. Julia conocía bien el cuerpo de su marido, pero igualmente, verlo la dejaba siempre sin aliento. Tenía los hombros anchos y su torso se iba estrechando hasta llegar a la cintura, estrecha, al igual que las caderas, donde empezaban unos muslos musculosos. Los brazos estaban bien definidos, igual que los abdominales superiores y los inferiores, que acababan formando una uve que descendía vertiginosamente hasta su prominente sexo.
—Me matas cuando me observas así —confesó él.
—¿Por qué? —Julia le devolvió la mirada con descaro, moviéndose en la bañera para dejarle sitio.
—Porque parece que quieras lamerme... todo el cuerpo.
—Así es. -Louis se metió en la bañera rápidamente. Se sentó tras ella y la rodeó con sus largas piernas.
—Este aroma me resulta familiar.
—Compré el gel porque me recordó al aceite de masaje que usaste en Florencia. Me hiciste un masaje en la espalda con él, ¿te acuerdas?
—En mi recuerdo, te froté algo más que la espalda. —Louis le acarició la oreja con la nariz—. Ni te imaginas el efecto que este aroma tiene sobre mí.
—Oh, sí. Me hago una idea —replicó Julia, moviéndose y notando su miembro rígido.
—Antes de que nos dediquemos a... otras actividades, me gustaría que habláramos un poco.
—¿Sobre qué? —Julia se tensó. Louis le puso las manos sobre los hombros y empezó a masajearle el cuello.
—Relájate, no soy tu enemigo. Sólo estoy tratando de persuadirte para que confíes en mí. Sé que sueles tomar baños de espuma cuando estás estresada. Y últimamente te das un baño todos los días.
—No es nada. Es que tengo muchas cosas en la cabeza.
—Cuéntamelas. -Ella movió la mano adelante y atrás, empujando la espuma.
—Tengo miedo de no poder acabar los estudios. Y me preocupa mucho la conferencia. -Él pasó a masajearle los hombros.
—Ya hemos hablado de la conferencia y te he dado mi opinión sincera. Es buena. Y no vas a dejar los estudios a medias. Sólo tienes que ocuparte de ir superando los semestres uno a uno. Tampoco hace falta que estés pendiente de la familia toda la semana. Mañana les diremos que pasarás el día trabajando. Durante el día se entretendrán solos y por la noche yo prepararé filetes en la barbacoa. Seguro que Rachel y Tammy estarán encantadas de echarme una mano. -Los músculos de Julia empezaron a destensarse un poco.
—Eso me ayudaría, gracias.
—Haría cualquier cosa por ti —susurró Louis, con los labios pegados a su cuello—. Lo sabes, ¿no?
—Lo sé. -Cuando se separaron, ella sonrió. —Tu cumpleaños nos pillará en Italia. ¿Cómo querrás celebrarlo?
—Contigo. En la cama. Durante dos días. —Louis le rodeó la cintura con los brazos y le
acarició la piel de alrededor del ombligo.
—¿Quieres que invitemos a alguien a Umbría? Podrían venir a visitar la exposición de Florencia con nosotros.
—No, te quiero para mí solo esos días. Podemos invitarlos a celebrar tu cumpleaños en
Cambridge. -Julia apoyó la mano sobre la de él para que dejara de acariciarla.
—No me gusta hacer nada especial por mi cumpleaños. -Louis se echó hacia atrás, reclinándose en la bañera.
—Pensaba que ya lo habías superado.
—Es en septiembre. Estaremos muy ocupados.
—No se cumplen veinticinco años todos los días. Es un hito importante y hay que festejarlo.
—Lo mismo digo. Los treinta y cinco son igual de importantes.
—Mis años sólo son importantes porque tú estás en mi vida. Sin ti, mis días estarían vacíos. -Julia apoyó la cabeza en su pecho.
—¿Por qué tienes que ser tan dulce?
—Porque ya he tenido bastantes amarguras en mi vida —respondió él, resiguiéndole la línea del cuello y el hombro con los labios. —En ese caso, supongo que daremos una fiesta en septiembre. Podríamos hacerla coincidir con el Día del Trabajo para alargar el fin de semana. —Julia le besó los pectorales antes de volver a tumbarse de espaldas sobre su pecho—. Antes estabas hablando con Richard. ¿Qué te ha dicho?
—Que le gustaría volver a vivir aquí, pero que no quiere recomprar la casa.
-Supongo que contaba con el dinero de la venta para su jubilación.
—Puede vivir aquí sin comprar la casa. No te importaría, ¿no?
—No, claro que no. Al contrario, me gustaría que lo hiciera.
-Pero no quiere abusar, sobre todo después de las reformas que hemos hecho.
—Pues mejor, así las disfruta.
-El único problema que veo son los muebles. No nos caben en Cambridge.
—Podríamos dárselos a tu padre. Los de Tom ya están muy viejos. —El estirado Profesor había vuelto a aparecer en escena.
—¿Lo dices en serio?
—No quiero mentirte, Julianne. Tu padre no es mi persona favorita de este mundo, pero como tú sí lo eres... —Dejó la frase en el aire para besarla. —Richard no quiere desprenderse de ciertos muebles que compartió con Grace. Unos cuantos se los llevó, pero otros están en el guardamuebles. Tendremos que quitar los nuevos para hacer espacio para los viejos. Si lo prefieres, podemos ofrecérselos a Rachel.
—Muy buena idea. Diane y él están pensando en casarse. -Louis la abrazó con más fuerza.
—¿Y a ti qué te parece?
—Ella siempre se ha portado muy bien con él y conmigo. Me gusta la idea de que tenga a alguien a su lado para cuando se haga viejo.
—Siento ser yo quien te diga esto, querida, pero tu padre ya se está haciendo viejo. Todos nos hacemos viejos.
—Ya sabes a lo que me refiero. -Louis la hizo volverse hasta quedar de cara a él, con las piernas alrededor de su cintura.
—Por suerte para ti, yo aún no soy demasiado viejo para mantenerte despierta toda la noche. Creo que esta habitación no la hemos bautizado... todavía.
Última edición por karencita__mb el Lun 22 Jun 2015, 12:50 am, editado 1 vez
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
¿Qué les daba Grace de comer a los hombretones de su familia que están hechos unos amores? En serio, yo quiero a un hombre como ellos, por favor son tan adorables que me dan ganas de achucharlos.
Siguela pronto porfaaa
Siguela pronto porfaaa
Anna.
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Adoro los hombres de este familia. Ojalá Grace hubiese fabricado uno para mí también...
¿Quién será la embarazada? ¿O quién creerá estar embarazada?
Por favor, ¡síguela pronto! ¡Te lo suplico!
¡Un beso!
¿Quién será la embarazada? ¿O quién creerá estar embarazada?
Por favor, ¡síguela pronto! ¡Te lo suplico!
¡Un beso!
Rachel116
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
.
Capítulo 6
Pasada la medianoche, Richard notó que el colchón se hundía y que alguien se metía en la cama a su lado. Se volvió y abrazó el cuerpo de su esposa. Era un cuerpo suave y muy familiar. Al presionarlo contra el suyo, suspiró hondo. Ella también suspiró de satisfacción, como hacía siempre que se acurrucaba contra él.
—Te he echado de menos —dijo Richard, acariciándole el pelo y besándoselo. No se extrañó al notar que volvía a tenerlo largo y liso, como antes de la quimioterapia.
—Yo también te he echado de menos, querido. —Grace buscó su mano y entrelazó los dedos con los suyos. Richard notó que el anillo de boda y el de compromiso de ella chocaban con el suyo. Se alegró de no habérselos quitado.
—Sueño contigo.
—Lo sé —admitió Grace, besando el lugar donde sus anillos se unían.
—Éramos tan jóvenes... Teníamos toda la vida por delante, queríamos hacer tantas cosas... —La voz de Richard se rompió en la última palabra.
—Te echo mucho de menos —siguió al cabo de unos momentos—. Añoro abrazarte en la oscuridad. Oír tu voz. Aún no me creo que te haya perdido. -Grace le cogió la mano y se la llevó al pecho.
Richard se preparó para notar los huecos que había en el lugar donde habían estado sus pechos. Aunque sus cicatrices lo entristecían, no le resultaba desagradable mirarla ni tocarla. Pero ella no se lo permitía. Grace pensaba someterse a cirugía reconstructiva, pero cuando el cáncer regresó, eso pasó a un segundo plano. Para él, siempre había sido hermosa, arrebatadora, incluso al final.
Su mano entró en contacto con los senos de Grace, y los notó redondeados y prietos. Tras unos instantes de vacilación, le cubrió un pecho con la mano. Ella apoyó la suya sobre la de él y apretó.
—Estoy curada —susurró—. Fue una experiencia maravillosa. No me dolió nada. -Richard sintió el cosquilleo de las lágrimas.
—¿Curada?
—No existe el dolor. Ni las lágrimas. Y es tan... tan hermoso.
—Siento no haber sido consciente de que estabas enferma —se excusó él, con la voz ronca de emoción—. Debería haber prestado más atención. Debería haberme dado cuenta.
—Era mi hora. —Grace se llevó la mano de Richard a la boca y la besó—. Hay tantas cosas que quiero mostrarte. Pero aún no. Descansa, mi amor.
Al despertarse a la mañana siguiente, la cama de Richard estaba vacía, pero sabía que había recibido un don muy especial. Se sentía más ligero, más en paz consigo mismo y con el mundo de lo que lo había estado en mucho tiempo. Tras desayunar con la familia, empezó a preparar las cosas para dejar el puesto de investigador en Filadelfia.
Durante la semana siguiente, puso su apartamento a la venta y contrató un servicio de mudanzas para llevar sus cosas de vuelta a la casa que había comprado con su esposa muchos años atrás.
Louis insistió en recoger también las cosas que habían dejado en el guardamuebles. Cuando los camiones empezaron a llegar, Louis les indicó a los transportistas el camino hacia el dormitorio principal, para que se llevaran sus muebles antes de montar los de su padre.
—No —dijo Richard, apoyando una mano en el hombro de su hijo—. La habitación de invitados es ahora mi habitación. -Louis pidió a los transportistas que los dejaran un momento a solas y se volvió hacia su padre
con el cejo fruncido.
—¿Por qué no quieres volver a tu habitación?
—Ésa es su habitación ahora. Julia la ha pintado y decorado a su gusto y no pienso tocar nada. -Louis empezó a protestar, pero Richard lo interrumpió levantando una mano. —Grace estará conmigo duerma donde duerma. Me encontrará también en la habitación de invitados. —Con un último apretón en el hombro de Louis, les indicó a los transportistas el camino de su nuevo cuarto.
A él no le apetecía discutir con su padre, especialmente cuando éste tenía un aspecto tan satisfecho. Si sus palabras le resultaron extrañas, no lo demostró. (La verdad es que no le resultaron extrañas.)
Esa noche, cuando la casa volvió a quedarse vacía y en calma, Richard se imaginó que Grace se metía en la cama con él. Se volvió de lado y se durmió, tranquilo, antes de reunirse con ella en sueños.
—Te he echado de menos —dijo Richard, acariciándole el pelo y besándoselo. No se extrañó al notar que volvía a tenerlo largo y liso, como antes de la quimioterapia.
—Yo también te he echado de menos, querido. —Grace buscó su mano y entrelazó los dedos con los suyos. Richard notó que el anillo de boda y el de compromiso de ella chocaban con el suyo. Se alegró de no habérselos quitado.
—Sueño contigo.
—Lo sé —admitió Grace, besando el lugar donde sus anillos se unían.
—Éramos tan jóvenes... Teníamos toda la vida por delante, queríamos hacer tantas cosas... —La voz de Richard se rompió en la última palabra.
—Te echo mucho de menos —siguió al cabo de unos momentos—. Añoro abrazarte en la oscuridad. Oír tu voz. Aún no me creo que te haya perdido. -Grace le cogió la mano y se la llevó al pecho.
Richard se preparó para notar los huecos que había en el lugar donde habían estado sus pechos. Aunque sus cicatrices lo entristecían, no le resultaba desagradable mirarla ni tocarla. Pero ella no se lo permitía. Grace pensaba someterse a cirugía reconstructiva, pero cuando el cáncer regresó, eso pasó a un segundo plano. Para él, siempre había sido hermosa, arrebatadora, incluso al final.
Su mano entró en contacto con los senos de Grace, y los notó redondeados y prietos. Tras unos instantes de vacilación, le cubrió un pecho con la mano. Ella apoyó la suya sobre la de él y apretó.
—Estoy curada —susurró—. Fue una experiencia maravillosa. No me dolió nada. -Richard sintió el cosquilleo de las lágrimas.
—¿Curada?
—No existe el dolor. Ni las lágrimas. Y es tan... tan hermoso.
—Siento no haber sido consciente de que estabas enferma —se excusó él, con la voz ronca de emoción—. Debería haber prestado más atención. Debería haberme dado cuenta.
—Era mi hora. —Grace se llevó la mano de Richard a la boca y la besó—. Hay tantas cosas que quiero mostrarte. Pero aún no. Descansa, mi amor.
Al despertarse a la mañana siguiente, la cama de Richard estaba vacía, pero sabía que había recibido un don muy especial. Se sentía más ligero, más en paz consigo mismo y con el mundo de lo que lo había estado en mucho tiempo. Tras desayunar con la familia, empezó a preparar las cosas para dejar el puesto de investigador en Filadelfia.
Durante la semana siguiente, puso su apartamento a la venta y contrató un servicio de mudanzas para llevar sus cosas de vuelta a la casa que había comprado con su esposa muchos años atrás.
Louis insistió en recoger también las cosas que habían dejado en el guardamuebles. Cuando los camiones empezaron a llegar, Louis les indicó a los transportistas el camino hacia el dormitorio principal, para que se llevaran sus muebles antes de montar los de su padre.
—No —dijo Richard, apoyando una mano en el hombro de su hijo—. La habitación de invitados es ahora mi habitación. -Louis pidió a los transportistas que los dejaran un momento a solas y se volvió hacia su padre
con el cejo fruncido.
—¿Por qué no quieres volver a tu habitación?
—Ésa es su habitación ahora. Julia la ha pintado y decorado a su gusto y no pienso tocar nada. -Louis empezó a protestar, pero Richard lo interrumpió levantando una mano. —Grace estará conmigo duerma donde duerma. Me encontrará también en la habitación de invitados. —Con un último apretón en el hombro de Louis, les indicó a los transportistas el camino de su nuevo cuarto.
A él no le apetecía discutir con su padre, especialmente cuando éste tenía un aspecto tan satisfecho. Si sus palabras le resultaron extrañas, no lo demostró. (La verdad es que no le resultaron extrañas.)
Esa noche, cuando la casa volvió a quedarse vacía y en calma, Richard se imaginó que Grace se metía en la cama con él. Se volvió de lado y se durmió, tranquilo, antes de reunirse con ella en sueños.
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Este capítulo se ha escrito expresamente para sacar el lado emocional del lector y provocarle unas inmensas ganas de llorar; ha sido un capítulo muy cruel. Quiero que Grace vuelva a estar viva y vuelva con su marido, aunque ya sé que eso es imposible...
Sigue pronto la novela, ¿vale?
¡Un beso!
Sigue pronto la novela, ¿vale?
¡Un beso!
Rachel116
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Este tipo de capitulos hacen que tenga unas ganas increíbles de llorar. El de ellos si que fue amor verdadero. Ojalá yo algun dia llegue a vivir un amor así
Anna.
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Rachel116 escribió: Este capítulo se ha escrito expresamente para sacar el lado emocional del lector y provocarle unas inmensas ganas de llorar; ha sido un capítulo muy cruel. Quiero que Grace vuelva a estar viva y vuelva con su marido, aunque ya sé que eso es imposible...
Sigue pronto la novela, ¿vale?
¡Un beso!
Un capítulo muy emotivo, es cierto.
La sigo ahora Rachel
Besos, gracias por leer
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Anna. escribió:Este tipo de capitulos hacen que tenga unas ganas increíbles de llorar. El de ellos si que fue amor verdadero. Ojalá yo algun dia llegue a vivir un amor así
Muy emotivo, lo sé...
Espero que lo encuentres y vivas muchos momentos felices con esa persona :)
Gracias por comenta Anna
Besos
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
.
Capítulo 7
Julio de 2011.
Oxford, Inglaterra
El profesor Louis W. Tomlinson miró despectivamente la modesta habitación de invitados en la escalera número 5 de los claustros del Magdalen College. Sus ojos se clavaron en el par de camas individuales situadas junto a la pared. Señalándolas, preguntó:
—¿Qué demonios es eso? -Julia siguió la dirección de su dedo acusador.
—Creo que son camas.
—Ya lo veo. Nos vamos. -Cogió las maletas y se acercó a la puerta, pero Julia lo detuvo.
—Es tarde, Louis, y estoy cansada.
—Exacto. ¿Dónde demonios pretenden que durmamos?
—¿Dónde suelen dormir los alumnos? ¿En el suelo? -Él la fulminó con la mirada.
—No pienso volver a dormir en una abominable cama individual en mi vida. Nos vamos al
Randolph. -Julia se frotó los ojos con las dos manos.
—No tenemos reserva hasta dentro de dos noches. Además, me prometiste que dormiríamos aquí.
—Nigel me aseguró que dormiríamos en una de las habitaciones de los catedráticos, con cama de matrimonio y baño en la habitación. —Volvió a mirar a su alrededor—. ¿Dónde está la cama de matrimonio? ¿Dónde está el baño? ¡Tendremos que compartirlo con vete tú a saber quién!
—No me importa compartir el baño con otras personas durante dos días. Pasaremos casi todo el tiempo en la sala de conferencias.
Sin hacer caso de las airadas protestas de su marido, Julia se acercó a la ventana, que daba al bonito claustro. Dirigió una mirada melancólica a las extrañas estatuas situadas sobre los arcos de la derecha.
—Me dijiste que C. S. Lewis se había inspirado en esas estatuas para escribir El león, la bruja y el ropero.
—Eso dicen —replicó Louis secamente. Ella apoyó la frente en el vidrio emplomado.
—¿Crees que su fantasma aún corre por aquí?
—Dudo mucho que se dignara a hacerlo en una habitación como ésta —respondió él
despectivamente—. Seguro que estará en el pub.
Julia cerró los ojos. Había sido un día muy largo. Habían salido del hotel de Londres esa mañana, habían ido a Oxford en tren y acababan de llegar a la habitación. Estaba muy cansada y quería quedarse allí. Louis la observó desde el otro extremo de la estancia y se dio cuenta de su estado de ánimo.
—Los fantasmas no existen, Julianne. Ya lo sabes —le dijo con suavidad.
—¿Acaso no viste a Grace y a Maia?
—Eso fue distinto. -Ella echó un último vistazo a las estatuas antes de reunirse con él junto a la puerta, con expresión derrotada. —¿Te molestaría mucho que nos fuéramos al hotel? —le planteó Louis, mirándola a los ojos—. Tendríamos más intimidad. -Julia apartó la mirada.
—La tendríamos, es cierto. -Él volvió a mirar las camas individuales.
—Es casi imposible practicar sexo en esas dichosas camas. No hay sitio para moverse. -Ella sonrió con picardía.
—No es así como yo lo recuerdo. -Una sonrisa lenta y provocativa se abrió camino en la cara de Louis. Se acercó a Julia hasta que sus labios se rozaron y le preguntó:
—¿Me estás desafiando, señora Tomlinson?
Ella lo observó unos instantes antes de sacudirse la fatiga del viaje y enrollar la mano en la
corbata de seda de Louis para acabar de unir sus bocas. Soltando las maletas, él la besó apasionadamente y se olvidó de su enfado. Sin decir nada más, cerró la puerta de una patada.
Oxford, Inglaterra
El profesor Louis W. Tomlinson miró despectivamente la modesta habitación de invitados en la escalera número 5 de los claustros del Magdalen College. Sus ojos se clavaron en el par de camas individuales situadas junto a la pared. Señalándolas, preguntó:
—¿Qué demonios es eso? -Julia siguió la dirección de su dedo acusador.
—Creo que son camas.
—Ya lo veo. Nos vamos. -Cogió las maletas y se acercó a la puerta, pero Julia lo detuvo.
—Es tarde, Louis, y estoy cansada.
—Exacto. ¿Dónde demonios pretenden que durmamos?
—¿Dónde suelen dormir los alumnos? ¿En el suelo? -Él la fulminó con la mirada.
—No pienso volver a dormir en una abominable cama individual en mi vida. Nos vamos al
Randolph. -Julia se frotó los ojos con las dos manos.
—No tenemos reserva hasta dentro de dos noches. Además, me prometiste que dormiríamos aquí.
—Nigel me aseguró que dormiríamos en una de las habitaciones de los catedráticos, con cama de matrimonio y baño en la habitación. —Volvió a mirar a su alrededor—. ¿Dónde está la cama de matrimonio? ¿Dónde está el baño? ¡Tendremos que compartirlo con vete tú a saber quién!
—No me importa compartir el baño con otras personas durante dos días. Pasaremos casi todo el tiempo en la sala de conferencias.
Sin hacer caso de las airadas protestas de su marido, Julia se acercó a la ventana, que daba al bonito claustro. Dirigió una mirada melancólica a las extrañas estatuas situadas sobre los arcos de la derecha.
—Me dijiste que C. S. Lewis se había inspirado en esas estatuas para escribir El león, la bruja y el ropero.
—Eso dicen —replicó Louis secamente. Ella apoyó la frente en el vidrio emplomado.
—¿Crees que su fantasma aún corre por aquí?
—Dudo mucho que se dignara a hacerlo en una habitación como ésta —respondió él
despectivamente—. Seguro que estará en el pub.
Julia cerró los ojos. Había sido un día muy largo. Habían salido del hotel de Londres esa mañana, habían ido a Oxford en tren y acababan de llegar a la habitación. Estaba muy cansada y quería quedarse allí. Louis la observó desde el otro extremo de la estancia y se dio cuenta de su estado de ánimo.
—Los fantasmas no existen, Julianne. Ya lo sabes —le dijo con suavidad.
—¿Acaso no viste a Grace y a Maia?
—Eso fue distinto. -Ella echó un último vistazo a las estatuas antes de reunirse con él junto a la puerta, con expresión derrotada. —¿Te molestaría mucho que nos fuéramos al hotel? —le planteó Louis, mirándola a los ojos—. Tendríamos más intimidad. -Julia apartó la mirada.
—La tendríamos, es cierto. -Él volvió a mirar las camas individuales.
—Es casi imposible practicar sexo en esas dichosas camas. No hay sitio para moverse. -Ella sonrió con picardía.
—No es así como yo lo recuerdo. -Una sonrisa lenta y provocativa se abrió camino en la cara de Louis. Se acercó a Julia hasta que sus labios se rozaron y le preguntó:
—¿Me estás desafiando, señora Tomlinson?
Ella lo observó unos instantes antes de sacudirse la fatiga del viaje y enrollar la mano en la
corbata de seda de Louis para acabar de unir sus bocas. Soltando las maletas, él la besó apasionadamente y se olvidó de su enfado. Sin decir nada más, cerró la puerta de una patada.
Última edición por karencita__mb el Lun 22 Jun 2015, 1:27 am, editado 1 vez
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
.
Capítulo 8
Más tarde, Louis estaba abrazado a su esposa en una de las estrechas camas. Ella susurró su nombre contra su pecho.
—No has perdido facultades. Esa última innovación me ha parecido muy... satisfactoria. -Él respiró profundamente, hinchando el pecho.
—Gracias. Es tarde. Vamos a dormir.
—No puedo. -Louis le levantó la barbilla.
—¿Estás nerviosa por la conferencia?
—Quiero que te sientas orgulloso de mí.
—Siempre estaré orgulloso de ti. Ya estoy orgulloso de ti —recalcó, atravesándola con sus ojos azules, que parecían dos láseres.
—¿Y la profesora Picton?
—No te habría invitado si no creyera que estás preparada.
—¿Y si alguien me hace una pregunta y no sé qué responderle?
—Le respondes lo mejor que puedas. Y si insisten, siempre puedes decir que te parece una
pregunta muy interesante y que pensarás en ello. -Julia volvió a apoyar la cabeza en el pecho de él, mientras le acariciaba juguetona los abdominales.
—¿Crees que si le pido a C. S. Lewis que interceda por mí ante los santos lo hará? -Louis se rió, soltando el aire por la nariz.
—Lewis era protestante, de Irlanda del Norte. No creía en esas cosas. Aunque pudiera oírte te ignoraría por una cuestión de principios. Pídeselo a Tolkien. Él sí que era católico.
—Podría pedirle a Dante que rezara por mí.
—Dante ya está rezando por ti — le susurró Louis, con la cara hundida en su pelo. Julia cerró los ojos y escuchó el latido del corazón de su marido. Su ritmo siempre le resultaba
reconfortante.
—¿Y si la gente nos pregunta por qué te fuiste de Toronto?
—Diremos lo de siempre, que tú ibas a estudiar en Harvard y quería estar contigo porque íbamos a casarnos.
—Christa Peterson va por ahí contando una historia distinta. -Él entornó los ojos.
—Olvídate de Christa. No tenemos ninguna necesidad de pensar en ella durante el simposio.
—Prométeme que no perderás los nervios si oyes algún comentario... desagradable.
—Confía un poco en mí —dijo Louis, exasperado—. Nos hemos enfrentado a los rumores y habladurías en la Universidad de Boston y en Harvard y no he perdido los nervios. De momento.
—Lo sé, tienes razón. —Julia le besó el pecho—. Pero los académicos se aburren y les gusta cotillear un poco. Y no hay nada más excitante que un escándalo sexual.
—No estoy de acuerdo, señora Tomlinson —replicó él, con los ojos brillantes.
—¿Ah, no?
—El sexo contigo es más excitante que cualquier escándalo. -Tumbándola de espaldas en la cama, empezó a besarle el cuello.
Antes de que el sol asomara por el horizonte, Julia regresó en silencio a la habitación. Un rayo de luz entraba por la ventana, iluminando parcialmente al hombre desnudo que dormía en su cama. Estaba tumbado boca abajo y tenía el pelo revuelto. La sábana se había deslizado un poco hacia abajo, dejando al descubierto la zona lumbar y la parte superior de las nalgas. Julia lo miró, y dio las gracias por su buena suerte. Le costó un poco más de la cuenta apartar la vista de su musculosa espalda y gluteus maximus. Era guapísimo, era sexy y era suyo. Se quitó los pantalones de yoga, la camiseta y la ropa interior y lo dejó todo sobre una silla. Desde que se casaron, casi siempre dormía desnuda. Le gustaba más hacerlo piel contra piel con su amado.
Al notar que el colchón se movía, Louis se volvió de lado. Levantó el brazo para acogerla
contra su pecho, pero tardó un poco en despertarse.
—¿Adónde has ido? —le preguntó, acariciándole el brazo.
—A ver las figuras de piedra del patio. -Él abrió los ojos.
—¿Por qué?
—Leí los libros de Narnia. Tienen un significado... especial para mí. -Louis le acarició la mejilla.
—¿Por eso insististe en dormir aquí? ¿Por Lewis?
—Y por ti. Sé que Paulina vivía aquí cuando tú... —Julia se detuvo, arrepentida por haber sacado un tema que ambos estaban tratando de olvidar.
—Fue antes de que estuviéramos juntos. En aquella época nos veíamos muy poco. —La abrazó con más fuerza—. No habría tratado de arrastrarte hasta el Randolph si hubiera conocido tus razones. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Tenía miedo de que te rieras de mí, que pensaras que soy inmadura por mi afición a los libros de Narnia.
—Nada que te guste puede ser inmaduro. —Louis reflexionó unos segundos antes de añadir—: Yo también los leí. En el piso de mi madre en Nueva York había un armario. Estaba convencido de que si me portaba bien, el armario se abriría y podría ir a Narnia. Evidentemente, no fui lo bastante bueno. -Había esperado hacerla reír, pero no lo consiguió.
—Sé lo que es estar dispuesto a cualquier cosa para lograr que una historia se convierta en realidad —susurró ella. Louis volvió a abrazarla.
—Si quieres ver dónde vivió Lewis, te llevaré a su casa, The Kilns. Luego podemos ir a The Bird and Baby, la taberna donde se reunía su grupo, los Inklings.
—Me encantaría. -Louis le besó la cabeza.
—Una vez te dije que no te consideraba mi igual, que eras mejor que yo. Al parecer, no me
creíste.
—Es verdad. A veces me cuesta creer que lo pienses de verdad. -Él hizo una mueca.
—Voy a tener que esforzarme más para demostrártelo —susurró—. Pero aún no sé cómo.
—No has perdido facultades. Esa última innovación me ha parecido muy... satisfactoria. -Él respiró profundamente, hinchando el pecho.
—Gracias. Es tarde. Vamos a dormir.
—No puedo. -Louis le levantó la barbilla.
—¿Estás nerviosa por la conferencia?
—Quiero que te sientas orgulloso de mí.
—Siempre estaré orgulloso de ti. Ya estoy orgulloso de ti —recalcó, atravesándola con sus ojos azules, que parecían dos láseres.
—¿Y la profesora Picton?
—No te habría invitado si no creyera que estás preparada.
—¿Y si alguien me hace una pregunta y no sé qué responderle?
—Le respondes lo mejor que puedas. Y si insisten, siempre puedes decir que te parece una
pregunta muy interesante y que pensarás en ello. -Julia volvió a apoyar la cabeza en el pecho de él, mientras le acariciaba juguetona los abdominales.
—¿Crees que si le pido a C. S. Lewis que interceda por mí ante los santos lo hará? -Louis se rió, soltando el aire por la nariz.
—Lewis era protestante, de Irlanda del Norte. No creía en esas cosas. Aunque pudiera oírte te ignoraría por una cuestión de principios. Pídeselo a Tolkien. Él sí que era católico.
—Podría pedirle a Dante que rezara por mí.
—Dante ya está rezando por ti — le susurró Louis, con la cara hundida en su pelo. Julia cerró los ojos y escuchó el latido del corazón de su marido. Su ritmo siempre le resultaba
reconfortante.
—¿Y si la gente nos pregunta por qué te fuiste de Toronto?
—Diremos lo de siempre, que tú ibas a estudiar en Harvard y quería estar contigo porque íbamos a casarnos.
—Christa Peterson va por ahí contando una historia distinta. -Él entornó los ojos.
—Olvídate de Christa. No tenemos ninguna necesidad de pensar en ella durante el simposio.
—Prométeme que no perderás los nervios si oyes algún comentario... desagradable.
—Confía un poco en mí —dijo Louis, exasperado—. Nos hemos enfrentado a los rumores y habladurías en la Universidad de Boston y en Harvard y no he perdido los nervios. De momento.
—Lo sé, tienes razón. —Julia le besó el pecho—. Pero los académicos se aburren y les gusta cotillear un poco. Y no hay nada más excitante que un escándalo sexual.
—No estoy de acuerdo, señora Tomlinson —replicó él, con los ojos brillantes.
—¿Ah, no?
—El sexo contigo es más excitante que cualquier escándalo. -Tumbándola de espaldas en la cama, empezó a besarle el cuello.
Antes de que el sol asomara por el horizonte, Julia regresó en silencio a la habitación. Un rayo de luz entraba por la ventana, iluminando parcialmente al hombre desnudo que dormía en su cama. Estaba tumbado boca abajo y tenía el pelo revuelto. La sábana se había deslizado un poco hacia abajo, dejando al descubierto la zona lumbar y la parte superior de las nalgas. Julia lo miró, y dio las gracias por su buena suerte. Le costó un poco más de la cuenta apartar la vista de su musculosa espalda y gluteus maximus. Era guapísimo, era sexy y era suyo. Se quitó los pantalones de yoga, la camiseta y la ropa interior y lo dejó todo sobre una silla. Desde que se casaron, casi siempre dormía desnuda. Le gustaba más hacerlo piel contra piel con su amado.
Al notar que el colchón se movía, Louis se volvió de lado. Levantó el brazo para acogerla
contra su pecho, pero tardó un poco en despertarse.
—¿Adónde has ido? —le preguntó, acariciándole el brazo.
—A ver las figuras de piedra del patio. -Él abrió los ojos.
—¿Por qué?
—Leí los libros de Narnia. Tienen un significado... especial para mí. -Louis le acarició la mejilla.
—¿Por eso insististe en dormir aquí? ¿Por Lewis?
—Y por ti. Sé que Paulina vivía aquí cuando tú... —Julia se detuvo, arrepentida por haber sacado un tema que ambos estaban tratando de olvidar.
—Fue antes de que estuviéramos juntos. En aquella época nos veíamos muy poco. —La abrazó con más fuerza—. No habría tratado de arrastrarte hasta el Randolph si hubiera conocido tus razones. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Tenía miedo de que te rieras de mí, que pensaras que soy inmadura por mi afición a los libros de Narnia.
—Nada que te guste puede ser inmaduro. —Louis reflexionó unos segundos antes de añadir—: Yo también los leí. En el piso de mi madre en Nueva York había un armario. Estaba convencido de que si me portaba bien, el armario se abriría y podría ir a Narnia. Evidentemente, no fui lo bastante bueno. -Había esperado hacerla reír, pero no lo consiguió.
—Sé lo que es estar dispuesto a cualquier cosa para lograr que una historia se convierta en realidad —susurró ella. Louis volvió a abrazarla.
—Si quieres ver dónde vivió Lewis, te llevaré a su casa, The Kilns. Luego podemos ir a The Bird and Baby, la taberna donde se reunía su grupo, los Inklings.
—Me encantaría. -Louis le besó la cabeza.
—Una vez te dije que no te consideraba mi igual, que eras mejor que yo. Al parecer, no me
creíste.
—Es verdad. A veces me cuesta creer que lo pienses de verdad. -Él hizo una mueca.
—Voy a tener que esforzarme más para demostrártelo —susurró—. Pero aún no sé cómo.
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Hi! tanto tiempo. :-) X fin me pude pasar y ponerme al día con vos y la novela. :-| Seguro q me extrañaste.Jajaja Se recreia la mina. Por mi cuenta si extrañe tu historia y comentarte para seguirte insentivandote a seguir. Como siempre estoy encantada / facinada con la historia. Gracias por tomarte el tiempo de adaptarla y darnos la oportunidad de leerla. Por mi parte TRATARE (xq todavia ando tarada por tiempos, supongo q es mi manera de somatizar la circunstancia q me agobia dia a dia) de seguirte como lo hacia desde la segunda temporada. No veo la hora de q vuelvas a subir unos supernegalargos capitulos como estos ultimos. Un saludo gigante dsd Argentina. Hasta el próximo capítulo quizás. ;-)
ivana diaz
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
He pasado unos dias horribles sin internet y cuando me conecto tengo dos capítulos, creo que ha merecido la pena sufrir por tantos días para que al llegar me pudiese encontrar con ellos.
Anna.
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
He tenido unos días muy ajetreados y muy duros emocionalmente, y ver que has subido dos capítulos me ha animado muchísimo. Me han encantado, de verdad, adoro el matrimonio Tomlinson. La verdad es que no tengo leídos los libros de Las crónicas de Narnia, aunque lo cierto es que tengo ganas de leerlas; ni siquiera tengo vistas las películas.
Sube pronto el siguiente capítulo, ¿vale?
Un beso.
Sube pronto el siguiente capítulo, ¿vale?
Un beso.
Rachel116
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
ivana diaz escribió:Hi! tanto tiempo. :-) X fin me pude pasar y ponerme al día con vos y la novela. :-| Seguro q me extrañaste.Jajaja Se recreia la mina. Por mi cuenta si extrañe tu historia y comentarte para seguirte insentivandote a seguir. Como siempre estoy encantada / facinada con la historia. Gracias por tomarte el tiempo de adaptarla y darnos la oportunidad de leerla. Por mi parte TRATARE (xq todavia ando tarada por tiempos, supongo q es mi manera de somatizar la circunstancia q me agobia dia a dia) de seguirte como lo hacia desde la segunda temporada. No veo la hora de q vuelvas a subir unos supernegalargos capitulos como estos ultimos. Un saludo gigante dsd Argentina. Hasta el próximo capítulo quizás. ;-)
Holaa! Obvio si te extrañe Iv
El que viene ahora si eta largo e interesante (drama)
Besooosss
Bye :)
karencita__mb
Re: La Redencion de Louis [3era Temporada] [erotica] [LouisTomlinson]
Anna. escribió:He pasado unos dias horribles sin internet y cuando me conecto tengo dos capítulos, creo que ha merecido la pena sufrir por tantos días para que al llegar me pudiese encontrar con ellos.
Fue tu recompensa
Gracias por comentar Anna :)
karencita__mb
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