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Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 5 de 22. • Comparte
Página 5 de 22. • 1, 2, 3, 4, 5, 6 ... 13 ... 22
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
InsaneLadyBlack escribió:snape es tan......es tan.... snape en fin siguelaaa may! ME ENCANTTA
PD: nunca respondiste mi mensaje , yo quiero saber por donde vasss :d
¿Cual? D: entre xq me decia q tenia uno pero solo me salia lo q yo te habia escrito D:
voy x la pagina diez :oops: si lo se, mi lectura es muuuuuy lenta u.u es q casi no tengo tiempo :S
Pero espero adelantarme un poco mas :D jaja
Ahora voy a ver si puedo editarte la foto, es q mi internet no andaba muy bien y no podia descargar las fotos D:
pero en fin, espero tenerla para mañana!
Gracias x comentaar! Bess!!
TheGirlImpossible
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
susie kamiya escribió:hola!!!
estuvo jenial el cap!
me ah encantado!!
el profesor snape es una molestia aunque tambien le quiero
porfavor siguela pronto!
besitos!!
¡Holaaa! :D que geniaal q te hayas pasado! :'D
¡Gracias!
Yo tambien quiero a Snape, pero al bueno, al q esconde tras su fria cara D: jaja
Bess!!
TheGirlImpossible
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
Sandy 99 escribió:Me encanto el cap :)
Estubo muy bueno :D
Siguela pronto
Ya me tengo que ir pero luego te coemtare
SIGUELA ! :)
ATTE: Sandy :face:
Awwww que bueno q te gusto Sandy!! :D
Gracias x comentar!
Bess!!
TheGirlImpossible
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
Gracias chicas por comentar la nove :D Perdon la tardanza aca les dejo el capi!
Que lo disfruten!! ñ___ñ
— No hay por qué preocuparse —dijo con tranquilidad el profesor Lupin cuando algunos de los alumnos se echaron hacia atrás, alarmados—. Hay un boggart ahí dentro.
Casi todos pensaban que un boggart era algo preocupante. Neville dirigió al profesor Lupin una mirada de terror y Seamus Finnigan vio con aprensión moverse el pomo de la puerta.
Era más que claro que Luna, sabía que era Boggart y que posiblemente lo había enfrentado muchas veces. El resto por lo tanto, observaba detenidamente al Profesor.
— A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerrados —prosiguió el profesor Lupin—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario de debajo del fregadero... En una ocasión vi a uno que se había metido en un reloj de pared. Se vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al director si se le podía dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas. La primera pregunta que debemos contestar es: ¿qué es un boggart?
Hermione levantó la mano.
— Es un ser que cambia de forma —dijo—. Puede tomar la forma de aquello que más miedo nos da.
— Yo no lo podría haber explicado mejor —admitió el profesor Lupin, y Hermione se puso radiante de felicidad—. El boggart que está ahí dentro, sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos salir; se convertirá de inmediato en lo que más temamos. Esto significa —prosiguió el profesor Lupin, optando por no hacer caso de los balbuceos de terror de Neville— que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Sabes por qué, Harry?
Era difícil responder a una pregunta con Hermione al lado, que no dejaba de ponerse de puntillas, con la mano levantada. Pero Harry hizo un intento:
— ¿Porque somos muchos y no sabe por qué forma decidirse?
— Exacto —dijo el profesor Lupin. Y Hermione bajó la mano algo decepcionada—. Siempre es mejor estar acompañado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despista. ¿En qué se debería convertir; en un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un boggart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy imbécil se convirtió en media babosa. No daba ni gota de miedo. El hechizo para vencer a un boggart es sencillo, pero requiere fuerza mental. ¿Alguien lo sabe?
— Yo. –alzo la mano su hija.
— Dime. –le sonrió emocionado de que ella participara de la clase.
— Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. –respondió.
— ¡Exacto! Lo que tienen que hacer es obligarle a que adopte una forma que ustedes encuentren cómica. Practicaremos el hechizo primero sin la varita. Repitan conmigo: ¡Riddíkulo!
— ¡Riddíkulo! —dijeron todos a la vez.
— Bien —dijo el profesor Lupin—. Muy bien. Pero me temo que esto es lo más fácil. Como ven, la palabra sola no basta. Y aquí es donde entras tú, Neville.
El armario volvió a temblar. Aunque no tanto como Neville, que avanzaba como si se dirigiera a la horca.
— Bien, Neville —prosiguió el profesor Lupin—. Empecemos por el principio: ¿qué es lo que más te asusta en el mundo? —Neville movió los labios, pero no dijo nada—. Perdona, Neville, pero no he entendido lo que has dicho —dijo el profesor Lupin, sin enfadarse.
Neville miró a su alrededor; con ojos despavoridos, como implorando ayuda.
Luego dijo en un susurro:
— El profesor Snape.
Casi todos se rieron. Incluso Neville se sonrió a modo de disculpa. El profesor Lupin, sin embargo, parecía pensativo.
— El profesor Snape... mm... Neville, creo que vives con tu abuela, ¿es verdad?
— Sí —respondió Neville, nervioso—. Pero no quisiera tampoco que el boggart se convirtiera en ella.
— No, no. No me has comprendido —dijo el profesor Lupin, sonriendo—. Lo que quiero saber es si podrías explicarnos cómo va vestida tu abuela normalmente.
Neville estaba asustado, pero dijo:
— Bueno, lleva siempre el mismo sombrero: alto, con un buitre disecado encima; y un vestido largo... normalmente verde; y a veces, una bufanda de piel de zorro.
— ¿Y bolso? —le ayudó el profesor Lupin.
— Sí, un bolso grande y rojo —confirmó Neville.
— Bueno, entonces —dijo el profesor Lupin—, ¿puedes recordar claramente ese atuendo, Neville? ¿Eres capaz de verlo mentalmente?
— Sí —dijo Neville, con inseguridad, preguntándose qué pasaría a continuación.
— Cuando el boggart salga de repente de este armario y te vea, Neville, adoptará la forma del profesor Snape —dijo Lupin—. Entonces alzarás la varita, así, y dirás en voz alta:¡Riddíkulo!, concentrándote en el atuendo de tu abuela. Si todo va bien, el boggart-profesor Snape tendrá que ponerse el sombrero, el vestido verde y el bolso grande y rojo.
Hubo una carcajada general. El armario tembló más violentamente.
— Si a Neville le sale bien —añadió el profesor Lupin—, es probable que el boggart vuelva su atención hacia cada uno de nosotros, por turno. Quiero que ahora todos dediquen un momento a pensar en lo que más miedo les da y en cómo podrían convertirlo en algo cómico...
La sala se quedó en silencio. Harry meditó... ¿qué era lo que más le aterrorizaba en el mundo?
Lo primero que le vino a la mente fue lord Voldemort, un Voldemort que hubiera recuperado su antigua fuerza. Pero antes de haber empezado a planear un posible contraataque contra un boggart-Voldemort, se le apareció una imagen horrible: una mano viscosa, corrompida, que se escondía bajo una capa negra..., una respiración prolongada y ruidosa que salía de una boca oculta... luego un frío tan penetrante que le ahogaba...
Harry se estremeció. Miró a su alrededor, deseando que nadie lo hubiera notado. La mayoría de sus compañeros tenía los ojos fuertemente cerrados. Ron murmuraba para sí:
— Arrancarle las patas. Arrancarle las patas…
Harry adivinó de qué se trataba. Lo que más miedo le daba a Ron eran las arañas.
Miro a su izquierda y vio que Nina al igual que él no estaba pensativa, de hecho observaba al resto de la clase serenamente, como si no pretendiera hacer nada en el resto de la clase.
— ¿Todos preparados? —preguntó el profesor Lupin.
Harry se horrorizó. Él no estaba preparado. Pero no quiso pedir más tiempo. Todos los demás asentían con la cabeza y se arremangaban.
— Nos vamos a echar todos hacia atrás, Neville —dijo el profesor Lupin—, para dejarte el campo despejado. ¿De acuerdo? Después de ti llamaré al siguiente, para que pase hacia delante... Ahora todos hacia atrás, así Neville podrá tener sitio para enfrentarse a él.
Todos se retiraron, arrimándose a las paredes, y dejaron a Neville solo, frente al armario. Estaba pálido y asustado, pero se había arremangado la túnica y tenía la varita preparada.
— A la de tres, Neville —dijo el profesor Lupin, que apuntaba con la varita al pomo de la puerta del armario—. A la una... a las dos... a las tres... ¡ya!
Un haz de chispas salió de la varita del profesor Lupin y dio en el pomo de la puerta. El armario se abrió de golpe y el profesor Snape salió de él, con su nariz ganchuda y gesto amenazador. Fulminó a Neville con la mirada. Neville se echó hacia atrás, con la varita en alto, moviendo la boca sin pronunciar palabra. Snape se le acercaba, ya estaba a punto de cogerlo por la túnica...
— ¡Ri... Riddíkulo! —dijo Neville.
Se oyó un chasquido como de látigo. Snape tropezó: llevaba un vestido largo ribeteado de encaje y un sombrero alto rematado por un buitre apolillado. De su mano pendía un enorme bolso rojo. Hubo una carcajada general. El boggart se detuvo, confuso, y el profesor Lupin gritó:
— ¡Parvati! ¡Adelante!
Parvati avanzó, con el rostro tenso. Snape se volvió hacia ella. Se oyó otro chasquido y en el lugar en que había estado Snape apareció una momia cubierta de vendas y con manchas de sangre; había vuelto hacia Parvati su rostro sin ojos, y comenzó a caminar hacia ella, muy despacio, arrastrando los pies y alzando sus brazos rígidos...
— ¡Riddíkulo! —gritó Parvati.
Se soltó una de las vendas y la momia se enredó en ella, cayó de bruces y la cabeza salió rodando.
— ¡Seamus! —gritó el profesor Lupin.
Seamus pasó junto a Parvati como una flecha.
¡Crac! Donde había estado la momia se encontraba ahora una mujer de pelo negro tan largo que le llegaba al suelo, con un rostro huesudo de color verde: una banshee.
Abrió la boca completamente y un sonido sobrenatural llenó la sala: un prolongado aullido que le puso a Harry los pelos de punta.
— ¡Riddíkulo! —gritó Seamus.
La banshee emitió un sonido ronco y se llevó la mano al cuello. Se había quedado afónica.
¡Crac! La banshee se convirtió en una rata que intentaba morderse la cola, dando vueltas en círculo; a continuación... ¡crac!, se convirtió en una serpiente de cascabel que se deslizaba retorciéndose, y luego... ¡crac!, en un ojo inyectado en sangre.
— ¡Está despistado! —gritó Lupin—. ¡Lo estamos logrando! ¡Dean!
Dean se adelantó.
¡Crac! El ojo se convirtió en una mano amputada que se dio la vuelta y comenzó a arrastrarse por el suelo como un cangrejo.
— ¡Riddíkulo! —gritó Dean.
Se oyó un chasquido y la mano quedó atrapada en una ratonera.
— ¡Excelente! ¡Ron, te toca!
Ron se dirigió hacia delante.
¡Crac!
Algunos gritaron. Una araña gigante, de dos metros de altura y cubierta de pelo, se dirigía hacia Ron chascando las pinzas amenazadoramente. Por un momento, Harry pensó que Ron se había quedado petrificado. Pero entonces...
— ¡Riddíkulo! —gritó Ron.
Las patas de la araña desaparecieron y el cuerpo empezó a rodar. Lavender Brown dio un grito y se apartó de su camino a toda prisa. El cuerpo de la araña fue a detenerse a los pies de Harry. Alzó la varita, pero...
— ¡Aquí! —gritó el profesor Lupin de pronto, avanzando rápido hacia la araña.
¡Crac!
La araña sin patas había desaparecido. Durante un segundo todos miraron a su alrededor con los ojos bien abiertos, buscándola. Entonces vieron una esfera de un blanco plateado que flotaba en el aire, delante de Lupin, Nina tenía la preocupación grabada en su rostro mientras se alejaba lo más que podía de aquel Boggart. Lupin junto fuerzas como pudo y dijo: ¡Riddíkulo! casi con desgana. ¡Crac!
— ¡Adelante, Neville, y termina con él! —dijo Lupin cuando el boggart cayó al suelo en forma de cucaracha. ¡Crac! Allí estaba de nuevo Snape. Esta vez, Neville avanzó con decisión.
— ¡Riddíkulo! —gritó, y durante una fracción de segundo vislumbraron a Snape vestido de abuela, antes de que Neville emitiera una sonora carcajada y el boggart estallara en mil volutas de humo y desapareciera.
— ¡Muy bien! —gritó el profesor Lupin mientras la clase prorrumpía en aplausos—. Muy bien, Neville. Todos lo habéis hecho muy bien. Veamos... cinco puntos para Gryffindor por cada uno de los que se han enfrentado al boggart... Diez por Neville, porque lo hizo dos veces. Y cinco por Hermione, Nina y otros cinco por Harry.
— Pero yo no he intervenido —dijo Harry.
— Tú, Nina y Hermione contestaron correctamente a mis preguntas al comienzo de la clase —dijo Lupin sin darle importancia—. Muy bien todo el mundo. Ha sido una clase estupenda. Como deberes, van a tener que leer la lección sobre los boggart y hacerme un resumen. Me lo entregaran el lunes. Eso es todo.
Los alumnos abandonaron entusiasmados la sala de profesores. Harry, sin embargo, no estaba contento. El profesor Lupin le había impedido deliberadamente que se enfrentara al boggart. ¿Por qué? ¿Era porque había visto a Harry desmayarse en el tren y pensó que no sería capaz? ¿Había pensado que Harry se volvería a desmayar?
Pero nadie más se había dado cuenta.
— ¿Han visto cómo he podido con la banshee? —decía Seamus.
— ¿Y la mano? —dijo Dean, imitándola con la suya.
— ¿Y Snape con el sombrero?
— ¿Y mi momia?
— Me pregunto por qué al profesor Lupin le dan miedo las bolas de cristal —preguntó Lavender.
Nina que venía detrás de ellos bajo la cabeza temblorosa, como queriendo llorar aunque solo Harry lo había notado él se preguntaba lo mismo ¿Por qué le temería a las bolas de cristal?
— Ha sido la mejor clase de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido. ¿No es verdad? —dijo Ron, emocionado, mientras regresaban al aula para coger las mochilas.
— ¡Sabía que les gustaría su clase! –hablo Nina volviendo la vista hacia ellos.
— Parece un profesor muy bueno —dijo Hermione sonriéndole—. Pero me habría gustado haberme enfrentado al boggart yo también.
— ¿En qué se habría convertido el boggart? —le preguntó Ron, burlándose—, ¿en un trabajo de clase en el que sólo te pusieran un nueve?
Fin del Capitulo. :study:
Mi edicion para el cumple de Bonnie Wright
Que lo disfruten!! ñ___ñ
11
El boggart. 2/2
El boggart. 2/2
— No hay por qué preocuparse —dijo con tranquilidad el profesor Lupin cuando algunos de los alumnos se echaron hacia atrás, alarmados—. Hay un boggart ahí dentro.
Casi todos pensaban que un boggart era algo preocupante. Neville dirigió al profesor Lupin una mirada de terror y Seamus Finnigan vio con aprensión moverse el pomo de la puerta.
Era más que claro que Luna, sabía que era Boggart y que posiblemente lo había enfrentado muchas veces. El resto por lo tanto, observaba detenidamente al Profesor.
— A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerrados —prosiguió el profesor Lupin—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario de debajo del fregadero... En una ocasión vi a uno que se había metido en un reloj de pared. Se vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al director si se le podía dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas. La primera pregunta que debemos contestar es: ¿qué es un boggart?
Hermione levantó la mano.
— Es un ser que cambia de forma —dijo—. Puede tomar la forma de aquello que más miedo nos da.
— Yo no lo podría haber explicado mejor —admitió el profesor Lupin, y Hermione se puso radiante de felicidad—. El boggart que está ahí dentro, sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos salir; se convertirá de inmediato en lo que más temamos. Esto significa —prosiguió el profesor Lupin, optando por no hacer caso de los balbuceos de terror de Neville— que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Sabes por qué, Harry?
Era difícil responder a una pregunta con Hermione al lado, que no dejaba de ponerse de puntillas, con la mano levantada. Pero Harry hizo un intento:
— ¿Porque somos muchos y no sabe por qué forma decidirse?
— Exacto —dijo el profesor Lupin. Y Hermione bajó la mano algo decepcionada—. Siempre es mejor estar acompañado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despista. ¿En qué se debería convertir; en un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un boggart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy imbécil se convirtió en media babosa. No daba ni gota de miedo. El hechizo para vencer a un boggart es sencillo, pero requiere fuerza mental. ¿Alguien lo sabe?
— Yo. –alzo la mano su hija.
— Dime. –le sonrió emocionado de que ella participara de la clase.
— Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. –respondió.
— ¡Exacto! Lo que tienen que hacer es obligarle a que adopte una forma que ustedes encuentren cómica. Practicaremos el hechizo primero sin la varita. Repitan conmigo: ¡Riddíkulo!
— ¡Riddíkulo! —dijeron todos a la vez.
— Bien —dijo el profesor Lupin—. Muy bien. Pero me temo que esto es lo más fácil. Como ven, la palabra sola no basta. Y aquí es donde entras tú, Neville.
El armario volvió a temblar. Aunque no tanto como Neville, que avanzaba como si se dirigiera a la horca.
— Bien, Neville —prosiguió el profesor Lupin—. Empecemos por el principio: ¿qué es lo que más te asusta en el mundo? —Neville movió los labios, pero no dijo nada—. Perdona, Neville, pero no he entendido lo que has dicho —dijo el profesor Lupin, sin enfadarse.
Neville miró a su alrededor; con ojos despavoridos, como implorando ayuda.
Luego dijo en un susurro:
— El profesor Snape.
Casi todos se rieron. Incluso Neville se sonrió a modo de disculpa. El profesor Lupin, sin embargo, parecía pensativo.
— El profesor Snape... mm... Neville, creo que vives con tu abuela, ¿es verdad?
— Sí —respondió Neville, nervioso—. Pero no quisiera tampoco que el boggart se convirtiera en ella.
— No, no. No me has comprendido —dijo el profesor Lupin, sonriendo—. Lo que quiero saber es si podrías explicarnos cómo va vestida tu abuela normalmente.
Neville estaba asustado, pero dijo:
— Bueno, lleva siempre el mismo sombrero: alto, con un buitre disecado encima; y un vestido largo... normalmente verde; y a veces, una bufanda de piel de zorro.
— ¿Y bolso? —le ayudó el profesor Lupin.
— Sí, un bolso grande y rojo —confirmó Neville.
— Bueno, entonces —dijo el profesor Lupin—, ¿puedes recordar claramente ese atuendo, Neville? ¿Eres capaz de verlo mentalmente?
— Sí —dijo Neville, con inseguridad, preguntándose qué pasaría a continuación.
— Cuando el boggart salga de repente de este armario y te vea, Neville, adoptará la forma del profesor Snape —dijo Lupin—. Entonces alzarás la varita, así, y dirás en voz alta:¡Riddíkulo!, concentrándote en el atuendo de tu abuela. Si todo va bien, el boggart-profesor Snape tendrá que ponerse el sombrero, el vestido verde y el bolso grande y rojo.
Hubo una carcajada general. El armario tembló más violentamente.
— Si a Neville le sale bien —añadió el profesor Lupin—, es probable que el boggart vuelva su atención hacia cada uno de nosotros, por turno. Quiero que ahora todos dediquen un momento a pensar en lo que más miedo les da y en cómo podrían convertirlo en algo cómico...
La sala se quedó en silencio. Harry meditó... ¿qué era lo que más le aterrorizaba en el mundo?
Lo primero que le vino a la mente fue lord Voldemort, un Voldemort que hubiera recuperado su antigua fuerza. Pero antes de haber empezado a planear un posible contraataque contra un boggart-Voldemort, se le apareció una imagen horrible: una mano viscosa, corrompida, que se escondía bajo una capa negra..., una respiración prolongada y ruidosa que salía de una boca oculta... luego un frío tan penetrante que le ahogaba...
Harry se estremeció. Miró a su alrededor, deseando que nadie lo hubiera notado. La mayoría de sus compañeros tenía los ojos fuertemente cerrados. Ron murmuraba para sí:
— Arrancarle las patas. Arrancarle las patas…
Harry adivinó de qué se trataba. Lo que más miedo le daba a Ron eran las arañas.
Miro a su izquierda y vio que Nina al igual que él no estaba pensativa, de hecho observaba al resto de la clase serenamente, como si no pretendiera hacer nada en el resto de la clase.
— ¿Todos preparados? —preguntó el profesor Lupin.
Harry se horrorizó. Él no estaba preparado. Pero no quiso pedir más tiempo. Todos los demás asentían con la cabeza y se arremangaban.
— Nos vamos a echar todos hacia atrás, Neville —dijo el profesor Lupin—, para dejarte el campo despejado. ¿De acuerdo? Después de ti llamaré al siguiente, para que pase hacia delante... Ahora todos hacia atrás, así Neville podrá tener sitio para enfrentarse a él.
Todos se retiraron, arrimándose a las paredes, y dejaron a Neville solo, frente al armario. Estaba pálido y asustado, pero se había arremangado la túnica y tenía la varita preparada.
— A la de tres, Neville —dijo el profesor Lupin, que apuntaba con la varita al pomo de la puerta del armario—. A la una... a las dos... a las tres... ¡ya!
Un haz de chispas salió de la varita del profesor Lupin y dio en el pomo de la puerta. El armario se abrió de golpe y el profesor Snape salió de él, con su nariz ganchuda y gesto amenazador. Fulminó a Neville con la mirada. Neville se echó hacia atrás, con la varita en alto, moviendo la boca sin pronunciar palabra. Snape se le acercaba, ya estaba a punto de cogerlo por la túnica...
— ¡Ri... Riddíkulo! —dijo Neville.
Se oyó un chasquido como de látigo. Snape tropezó: llevaba un vestido largo ribeteado de encaje y un sombrero alto rematado por un buitre apolillado. De su mano pendía un enorme bolso rojo. Hubo una carcajada general. El boggart se detuvo, confuso, y el profesor Lupin gritó:
— ¡Parvati! ¡Adelante!
Parvati avanzó, con el rostro tenso. Snape se volvió hacia ella. Se oyó otro chasquido y en el lugar en que había estado Snape apareció una momia cubierta de vendas y con manchas de sangre; había vuelto hacia Parvati su rostro sin ojos, y comenzó a caminar hacia ella, muy despacio, arrastrando los pies y alzando sus brazos rígidos...
— ¡Riddíkulo! —gritó Parvati.
Se soltó una de las vendas y la momia se enredó en ella, cayó de bruces y la cabeza salió rodando.
— ¡Seamus! —gritó el profesor Lupin.
Seamus pasó junto a Parvati como una flecha.
¡Crac! Donde había estado la momia se encontraba ahora una mujer de pelo negro tan largo que le llegaba al suelo, con un rostro huesudo de color verde: una banshee.
Abrió la boca completamente y un sonido sobrenatural llenó la sala: un prolongado aullido que le puso a Harry los pelos de punta.
— ¡Riddíkulo! —gritó Seamus.
La banshee emitió un sonido ronco y se llevó la mano al cuello. Se había quedado afónica.
¡Crac! La banshee se convirtió en una rata que intentaba morderse la cola, dando vueltas en círculo; a continuación... ¡crac!, se convirtió en una serpiente de cascabel que se deslizaba retorciéndose, y luego... ¡crac!, en un ojo inyectado en sangre.
— ¡Está despistado! —gritó Lupin—. ¡Lo estamos logrando! ¡Dean!
Dean se adelantó.
¡Crac! El ojo se convirtió en una mano amputada que se dio la vuelta y comenzó a arrastrarse por el suelo como un cangrejo.
— ¡Riddíkulo! —gritó Dean.
Se oyó un chasquido y la mano quedó atrapada en una ratonera.
— ¡Excelente! ¡Ron, te toca!
Ron se dirigió hacia delante.
¡Crac!
Algunos gritaron. Una araña gigante, de dos metros de altura y cubierta de pelo, se dirigía hacia Ron chascando las pinzas amenazadoramente. Por un momento, Harry pensó que Ron se había quedado petrificado. Pero entonces...
— ¡Riddíkulo! —gritó Ron.
Las patas de la araña desaparecieron y el cuerpo empezó a rodar. Lavender Brown dio un grito y se apartó de su camino a toda prisa. El cuerpo de la araña fue a detenerse a los pies de Harry. Alzó la varita, pero...
— ¡Aquí! —gritó el profesor Lupin de pronto, avanzando rápido hacia la araña.
¡Crac!
La araña sin patas había desaparecido. Durante un segundo todos miraron a su alrededor con los ojos bien abiertos, buscándola. Entonces vieron una esfera de un blanco plateado que flotaba en el aire, delante de Lupin, Nina tenía la preocupación grabada en su rostro mientras se alejaba lo más que podía de aquel Boggart. Lupin junto fuerzas como pudo y dijo: ¡Riddíkulo! casi con desgana. ¡Crac!
— ¡Adelante, Neville, y termina con él! —dijo Lupin cuando el boggart cayó al suelo en forma de cucaracha. ¡Crac! Allí estaba de nuevo Snape. Esta vez, Neville avanzó con decisión.
— ¡Riddíkulo! —gritó, y durante una fracción de segundo vislumbraron a Snape vestido de abuela, antes de que Neville emitiera una sonora carcajada y el boggart estallara en mil volutas de humo y desapareciera.
— ¡Muy bien! —gritó el profesor Lupin mientras la clase prorrumpía en aplausos—. Muy bien, Neville. Todos lo habéis hecho muy bien. Veamos... cinco puntos para Gryffindor por cada uno de los que se han enfrentado al boggart... Diez por Neville, porque lo hizo dos veces. Y cinco por Hermione, Nina y otros cinco por Harry.
— Pero yo no he intervenido —dijo Harry.
— Tú, Nina y Hermione contestaron correctamente a mis preguntas al comienzo de la clase —dijo Lupin sin darle importancia—. Muy bien todo el mundo. Ha sido una clase estupenda. Como deberes, van a tener que leer la lección sobre los boggart y hacerme un resumen. Me lo entregaran el lunes. Eso es todo.
Los alumnos abandonaron entusiasmados la sala de profesores. Harry, sin embargo, no estaba contento. El profesor Lupin le había impedido deliberadamente que se enfrentara al boggart. ¿Por qué? ¿Era porque había visto a Harry desmayarse en el tren y pensó que no sería capaz? ¿Había pensado que Harry se volvería a desmayar?
Pero nadie más se había dado cuenta.
— ¿Han visto cómo he podido con la banshee? —decía Seamus.
— ¿Y la mano? —dijo Dean, imitándola con la suya.
— ¿Y Snape con el sombrero?
— ¿Y mi momia?
— Me pregunto por qué al profesor Lupin le dan miedo las bolas de cristal —preguntó Lavender.
Nina que venía detrás de ellos bajo la cabeza temblorosa, como queriendo llorar aunque solo Harry lo había notado él se preguntaba lo mismo ¿Por qué le temería a las bolas de cristal?
— Ha sido la mejor clase de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido. ¿No es verdad? —dijo Ron, emocionado, mientras regresaban al aula para coger las mochilas.
— ¡Sabía que les gustaría su clase! –hablo Nina volviendo la vista hacia ellos.
— Parece un profesor muy bueno —dijo Hermione sonriéndole—. Pero me habría gustado haberme enfrentado al boggart yo también.
— ¿En qué se habría convertido el boggart? —le preguntó Ron, burlándose—, ¿en un trabajo de clase en el que sólo te pusieran un nueve?
Fin del Capitulo. :study:
Mi edicion para el cumple de Bonnie Wright
Última edición por I'm May·Grint~ el Mar 25 Sep 2012, 1:48 am, editado 1 vez
TheGirlImpossible
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
hola!!!
estuvo jenial el cap!
por que el profesor lupin le tiene miedo a las bolas de cristal ?
a mi me dan miedo las arañas
por favor siguela pronto!
besitos!!!
estuvo jenial el cap!
por que el profesor lupin le tiene miedo a las bolas de cristal ?
a mi me dan miedo las arañas
por favor siguela pronto!
besitos!!!
~Susie ∞Wallflower∞
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
me encantoo siguela pronto
fefi weasley
Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
BUeno chicas, GRACIAS x comentar! :D
Pero quisiera saber si les aburrio la nove y si es asi, la cancelo (sin problemas :D)
sean sinceras! es q si creo q aburre y no me importa si tengo q cancelarla ya q ya esta terminada
y yo la habia escrito mas q nada para mi, xq queria hacer una adaptacion :P un suelo cumplido! xD
Y tengo otra novela (tambien ya terminada) pero esta es JAMES & LILY :D
de cuando ellos iban a Hogwarts, y Harry sin quererlo viaja el pasado y los conoce! :D
Pero... se da cuenta de q nada es cmo parecia serlo, y mucho menos sus padres!
Se llama "Conociendo a mis padres" nose ustedes, yo la voy a subir cuando esten dispuestas a leerla :P
o quizas cuando terminemi nove James Sirius & Tu :D en fin, me dejo de testamentos .__.
aca les dejo el capitulo!
En muy poco tiempo, la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría. Sólo Draco Malfoy y su banda de Slytherin criticaban al profesor Lupin:
— Miren cómo lleva la túnica —solía decir Malfoy murmurando alto cuando pasaba el profesor—. Viste como nuestro antiguo elfo doméstico.
— ¡Eres un…!
— ¡No Nina! –la detuvieron sus amigos antes de que ella se lanzara sobre Malfoy.
— No vale la pena Ni a nadie le importa lo que Malfoy diga. –le hablo Ginny quien era una gran amiga para Nina.
— Vale… -susurro ignorando a Malfoy, aunque Harry sabia lo mucho que a ella le afectaba el que insultaran a su padre.
Sus siguientes clases fueron tan interesantes como la primera.
Después de los boggarts estudiaron a los gorros rojos, de los gorros rojos pasaron a los kappas, unos repugnantes moradores del agua que parecían monos con escamas y con dedos palmeados, y que disfrutaban estrangulando a los que ignorantes que cruzaban sus estanques.
Harry habría querido que sus otras clases fueran igual de entretenidas. La peor de todas era Pociones. Snape estaba aquellos días especialmente propenso a la revancha y todos sabían por qué. La historia del boggart que había adoptado la forma de Snape y el modo en que lo había dejado Neville, con el atuendo de su abuela, se había extendido por todo el colegio. Snape no lo encontraba divertido. A la primera mención del profesor Lupin, aparecía en sus ojos una expresión amenazadora. A Neville lo acosaba más que nunca.
Harry también aborrecía las horas que pasaba en la agobiante sala de la torre norte de la profesora Trelawney, descifrando símbolos y formas confusas, procurando olvidar que los ojos de la profesora Trelawney se llenaban de lágrimas cada vez que lo miraba.
Mientras que a nadie a excepción de Nina que siempre quedaba maravillada con cada clase, le gustaba realmente la asignatura sobre Cuidado de Criaturas Mágicas, que después de la primera clase tan movida se había convertido en algo extremadamente aburrido. Hagrid había perdido la confianza. Ahora pasaban lección tras lección aprendiendo a cuidar a los gusarajos, que tenían que contarse entre las más aburridas criaturas del universo.
— ¿Por qué alguien se preocuparía de cuidarlos? —preguntó Ron tras pasar otra hora embutiendo las viscosas gargantas de los gusarajos con lechuga cortada en tiras.
— Solo sigue en tus cosas y ya, ni se te ocurra criticar una clase más Weasley. –gruño Nina, quien decía que Hagrid era uno de sus profesores favoritos.
A comienzos de octubre, sin embargo, hubo otra cosa que mantuvo ocupado a Harry, algo tan divertido que compensaba la insatisfacción de algunas clases. Se aproximaba la temporada de quidditch y Oliver Wood, capitán del equipo de Gryffindor; convocó una reunión un jueves por la tarde para discutir las tácticas de la nueva temporada.
— Es nuestra última oportunidad..., mi última oportunidad... de ganar la copa de quidditch —les dijo, paseándose con paso firme delante de ellos—. Me marcharé al final de este curso, no volveré a tener otra oportunidad. Gryffindor no ha ganado ni una vez en los últimos siete años. De acuerdo, hemos tenido una suerte horrible: heridos..., cancelación del torneo el curso pasado... —Wood tragó saliva, como si el recuerdo aún le pusiera un nudo en la garganta—. Pero también sabemos que contamos con el mejor... equipo... de este... colegio —añadió, golpeándose la palma de una mano con el puño de la otra y con el conocido brillo frenético en los ojos—. Contamos con tres cazadoras estupendas. —Wood señaló a Alicia Spinnet, Angelina Johnson y Katie Bell—. Tenemos dos golpeadores invencibles.
— Déjalo ya, Oliver; nos estás sacando los colores —dijeron Fred y George a la vez, haciendo como que se sonrojaban.
— ¡Y tenemos un buscador que nos ha hecho ganar todos los partidos! —dijo Wood, con voz retumbante y mirando a Harry con orgullo incontenible—. Y estoy yo —añadió.
— Nosotros creemos que tú también eres muy bueno —dijo George.
— Un guardián muy increíble—confirmó Fred.
— La cuestión es —continuó Wood, reanudando los paseos— que la copa de quidditch debiera de haber llevado nuestro nombre estos tres últimos años. Desde que Harry se unió al equipo, he pensado que la cosa estaba chupada. Pero no lo hemos conseguido y este curso es la última oportunidad que tendremos para ver nuestro nombre grabado en ella...
Wood hablaba con tal desaliento que incluso a Fred y a George les dio pena.
— Oliver, éste será nuestro año —aseguró Fred.
— Lo conseguiremos, Oliver —dijo Angelina.
— Por supuesto —corroboró Harry.
Con la moral alta, el equipo comenzó las sesiones de entrenamiento, tres tardes a la semana. El tiempo se enfriaba y se hacía más húmedo, las noches más oscuras, pero no había barro, viento ni lluvia que pudieran empañar la ilusión de ganar por fin la enorme copa de plata.
Una tarde, después del entrenamiento, Harry regresó a la sala común de Gryffindor con frío y entumecido, pero contento por la manera en que se había desarrollado el entrenamiento, y encontró la sala muy animada.
— ¿Qué ha pasado? —preguntó a Ron y Hermione, que estaban sentados al lado del fuego, en dos de las mejores sillas, terminando unos mapas del cielo para la clase de Astronomía.
— Primer fin de semana en Hogsmeade —le dijo Ron, señalando una nota que había aparecido en el viejo tablón de anuncios—. Finales de octubre. Halloween.
— Estupendo —dijo Fred, que había seguido a Harry por el agujero del retrato—. Tengo que ir a la tienda de Zonko: casi no me quedan bombas fétidas.
Harry se dejó caer en una silla, al lado de Ron, observo a Nina y a Ginny que platicaban cerca de ellos animadamente y supuso que hablarían de la salida a Hogsmeade, y la alegría lo abandonó. Hermione comprendió lo que le pasaba.
— Harry, estoy segura de que podrás ir la próxima vez —le consoló—. Van a atrapar a Black enseguida. Ya lo han visto una vez.
— Black no está tan loco como para intentar nada en Hogsmeade. Pregúntale a McGonagall si puedes ir ahora, Harry. Pueden pasar años hasta la próxima ocasión.
— ¡Ron! —dijo Hermione—. Harry tiene que permanecer en el colegio...
— No puede ser el único de cuarto que no vaya. Vamos, Harry, pregúntale a McGonagall...
— Sí, lo haré —dijo Harry, decidiéndose.
Hermione abrió la boca para sostener la opinión contraria, pero en ese momento
Crookshanks saltó con presteza a su regazo. Una araña muerta y grande le colgaba de la boca.
— ¿Tiene que comerse eso aquí delante? —preguntó Ron frunciendo el entrecejo.
— Bravo, Crookshanks, ¿la has atrapado tú solito? —dijo Hermione.
Crookshanks masticó y tragó despacio la araña, con los ojos insolentemente fijos en Ron.
— No lo sueltes —pidió Ron irritado, volviendo a su mapa del cielo—. Scabbers está durmiendo en mi mochila.
Harry bostezó. Le apetecía acostarse, pero antes tenía que terminar su mapa. Cogió la mochila, sacó pergamino, pluma y tinta, y empezó a trabajar. Nina y Ginny se habían acercado a ellos y estaban sentadas frente a Harry.
— Si quieres, puedes copiar el mío Harry —le dijo Nina sonriendo, mientras tomaba un libro donde tenía el pedazo de pergamino y acercándole el mapa a Harry.
— Gracias. –le susurro el con la mano temblorosa.
Hermione, que no veía con buenos ojos que se copiara, apretó los labios, pero no dijo nada. Crookshanks seguía mirando a Ron sin pestañear; sacudiendo el extremo de su peluda cola. Luego, sin previo aviso, dio un salto.
— ¡EH! —gritó Ron, apoderándose de la mochila, al mismo tiempo que Crookshanks clavaba profundamente en ella sus garras y comenzaba a rasgarla con fiereza—. ¡SUELTA, ESTÚPIDO ANIMAAL!
Ron intentó arrebatar la mochila a Crookshanks, pero el gato siguió aferrándola con sus garras, bufando y rasgándola.
— ¡No le hagas daño, Ron! —gritó Hermione. Todos los miraban. Ron dio vueltas a la mochila, con Crookshanks agarrado todavía a ella, y Scabbers salió dando un salto...
— ¡SUJETA A ESE GATO! —gritó Ron en el momento en que Crookshanks soltaba los restos de la mochila, saltaba sobre la mesa y perseguía a la aterrorizada Scabbers.
George Weasley se lanzó sobre Crookshanks, pero no lo atrapó; Scabbers pasó como un rayo entre veinte pares de piernas y se fue a ocultar bajo una vieja cómoda.
Crookshanks patinó y frenó, se agachó y se puso a dar zarpazos con una pata delantera.
Ron y Hermione se apresuraron a echarse sobre él. Hermione cogió a Crookshanks por el lomo y lo levantó. Ron se tendió en el suelo y sacó a Scabbers con alguna dificultad, tirando de la cola.
— ¡Mírala! —le dijo a Hermione hecho una furia, poniéndole a Scabbers delante de los ojos—. ¡Está en los huesos! Mantén a ese gato lejos de ella.
— ¡Crookshanks no sabe lo que hace! —dijo la joven con voz temblorosa—. ¡Todos los gatos persiguen a las ratas, Ron!
— ¡Hay algo extraño en ese animal! —dijo Ron, que intentaba persuadir a la frenética Scabbers de que volviera a meterse en su bolsillo—. Me oyó decir que Scabbers estaba en la mochila.
— Vaya, qué tontería —dijo Hermione, hartándose—. Lo que pasa es que Crookshanks la olió. ¿Cómo si no crees que...?
— ¡Ese gato la ha tomado con Scabbers! —dijo Ron, sin reparar en cuantos había a su alrededor; que empezaban a reírse—. Y Scabbers estaba aquí primero. Y está enferma.
— ¿Esto es normal? –pregunto Nina a Ginny y a Harry.
— A veces. –suspiro la pelirroja.
— ¡Te acostumbraras… creo! –respondió Harry observándolos.
Aquella noche, Ron se marchó enfadado, subiendo por las escaleras hacia los dormitorios de los chicos.
. . .
Al día siguiente, Ron seguía enfadado con Hermione. Apenas habló con ella durante la clase de Herbología, aunque Harry, Nina, Hermione y él trabajaban juntos con la misma Vainilla de viento.
— ¿Cómo está Scabbers? —le preguntó Hermione acobardada, mientras arrancaban a la planta unas vainas gruesas y rosáceas, y vaciaban las brillantes habas en un balde de madera.
— Está escondida debajo de mi cama, sin dejar de temblar —dijo Ron malhumorado, errando la puntería y derramando las habas por el suelo del invernadero.
— ¡Ron! –chillo Nina.
— ¡Cuidado, Weasley, cuidado! —gritó la profesora Sprout, al ver que las habas retoñaban ante sus ojos.
Luego tuvieron Transformaciones. Harry, que estaba resuelto a pedirle después de clase a la profesora McGonagall que le dejara ir a Hogsmeade con los demás, se puso en la cola que había en la puerta, pensando en cómo convencerla. Lo distrajo un alboroto producido al principio de la hilera. Lavender Brown estaba llorando. Parvati la rodeaba con el brazo y explicaba algo a Seamus Finnigan y a Dean Thomas, que escuchaban muy serios.
— ¿Qué ocurre, Lavender? —preguntó preocupada Hermione, cuando ella, Nina, Harry y Ron se acercaron al grupo.
— Esta mañana ha recibido una carta de casa —susurró Parvati—. Se trata de su conejo Binky. Un zorro lo ha matado.
— ¡Oh! —dijo Nina—. Lo siento, Lavender.
— ¡Tendría que habérmelo imaginado! —dijo Lavender en tono trágico—. ¿Saben qué día es hoy?
— Eh...
— ¡16 de octubre! ¡«Eso que temes ocurrirá el viernes 16 de octubre»! ¿Se acuerdan? ¡Tenía razón!
Toda la clase se acababa de reunir alrededor de Lavender. Seamus cabeceó con pesadumbre. Hermione titubeó. Luego dijo:
— Tú, tú... ¿temías que un zorro matara a Binky?
— Bueno, no necesariamente un zorro —dijo Lavender; alzando la mirada hacia Hermione y con los ojos llenos de lágrimas—. Pero tenía miedo de que muriera.
— Vaya —dijo Hermione. Volvió a guardar silencio. Luego preguntó—: ¿Era viejo?
— No... —dijo Lavender sollozando—. ¡So... sólo era una cría!
Parvati le estrechó los hombros con más fuerza.
— Pero entonces, ¿por qué temías que muriera? —preguntó Hermione. Parvati la fulminó con la mirada—. Bueno, míralo lógicamente —añadió Hermione hacia el resto del grupo—. Lo que quiero decir es que..., bueno, Binky ni siquiera ha muerto hoy. Hoy es cuando Lavender ha recibido la noticia... —Lavender gimió—. Y no puede haberlo temido, porque la ha pillado completamente por sorpresa.
— No le hagas caso, Lavender —dijo Ron—. Las mascotas de los demás no le importan en absoluto.
La profesora McGonagall abrió en ese momento la puerta del aula, lo que tal vez fue una suerte. Hermione y Ron se lanzaban ya miradas asesinas, y al entrar en el aula se sentaron uno a cada lado de Harry y no se dirigieron la palabra en toda la hora. Harry no había pensado aún qué le iba a decir a la profesora McGonagall cuando sonara el timbre al final de la clase, pero fue ella la primera en sacar el tema de Hogsmeade.
— ¡Un momento, por favor! —dijo en voz alta, cuando los alumnos empezaban a salir—. Dado que son todos de Gryffindor; como yo, deberían entregarme sus autorizaciones antes de Halloween. Sin autorización no hay visita al pueblo, así que no se les olvide.
Neville levantó la mano.
— Perdone, profesora. Yo... creo que he perdido...
— Tu abuela me la envió directamente, Longbottom —dijo la profesora McGonagall—. Pensó que era más seguro. Bueno, eso es todo, pueden salir.
— Pregúntaselo ahora —susurró Ron a Harry
— Ah, pero... —fue a decir Hermione.
— Adelante, Harry —le incitó Ron con testarudez.
— Ven Hermione, -le susurro Nina enfadada por la actitud de Ron.
Harry aguardó a que saliera el resto de la clase y se acercó nervioso a la mesa de la profesora McGonagall.
— ¿Sí, Potter?
Harry tomó aire.
— Profesora, mis tíos... olvidaron... firmarme la autorización —dijo.
La profesora McGonagall lo miró por encima de sus gafas cuadradas, pero no dijo nada.
— Y por eso... eh... ¿piensa que podría... esto... ir a Hogsmeade?
La profesora McGonagall bajó la vista y comenzó a revolver los papeles de su escritorio.
— Me temo que no, Potter. Ya has oído lo que dije. Sin autorización no hay visita al pueblo. Es la norma.
— Pero... mis tíos... ¿sabe?, son muggles. No entienden nada de... de las cosas de Hogwarts —explicó Harry, mientras Ron le hacía señas de ánimo—. Si usted me diera permiso...
— Pero no te lo doy —dijo la profesora McGonagall poniéndose en pie y guardando ordenadamente sus papeles en un cajón—. El impreso de autorización dice claramente que el padre o tutor debe dar permiso. —Se volvió para mirarlo, con una extraña expresión en el rostro. ¿Era de pena?—. Lo siento, Potter; pero es mi última palabra. Lo mejor será que te des prisa o llegarás tarde a la próxima clase.
No había nada que hacer. Ron llamó de todo a la profesora McGonagall y eso le pareció muy mal a Hermione. Hermione puso cara de «mejor así», lo cual consiguió enfadar a Ron aún más, y Harry tuvo que aguantar que todos sus compañeros de clase comentaran en voz alta y muy contentos lo que harían al llegar a Hogsmeade. Pero lo que ah Harry le extrañaba era que Nina fuera la única que no hablara con entusiasmo sobre Hogsmeade, de hecho, a ella no parecía importarle mucho y eso que su padre estaba bajo el mismo techo que ella para poder firmarle el permiso.
— Animo Harry. –le sonrió ella.
— Vele el lado positivo. –prosiguió Hermione.
— Por lo menos te queda el banquete. Ya sabes, el banquete de la noche de Halloween.
— Sí —aceptó Harry con tristeza—. Genial.
El banquete de Halloween era siempre bueno, pero sabría mucho mejor si acudía a él después de haber pasado el día en Hogsmeade con todos los demás. Nada de lo que le dijeran le hacía resignarse. Dean Thomas, que era bueno con la pluma, se había ofrecido a falsificar la firma de tío Vernon, pero como Harry ya le había dicho a la profesora McGonagall que no se la habían firmado, no era posible probar aquello. Ron sugirió no muy convencido la capa invisible, pero Hermione rechazó de plano la posibilidad recordándole a Ron lo que les había dicho Dumbledore sobre que los dementores podían ver a través de ellas.
Percy pronunció las palabras que probablemente le ayudaron menos a resignarse:
— Arman mucho revuelo con Hogsmeade, pero te puedo asegurar que no es para tanto —le dijo muy serio—. Bueno, es verdad que la tienda de golosinas es bastante buena, pero la tienda de artículos de broma de Zonko es francamente peligrosa. Y la Casa de los Gritos merece la visita, pero aparte de eso no te pierdes nada.
. . .
La mañana del día de Halloween, Harry se despertó al mismo tiempo que los demás y bajó a desayunar muy triste, pero tratando de disimularlo. Esa mañana no había visto a Nina lo cual le pareció raro pero seguro estaría con su padre, como era fin de semana.
— Te traeremos un montón de golosinas de Honeydukes —le dijo Hermione, compadeciéndose de él.
— Sí, montones —dijo Ron. Por fin habían hecho las paces él y Hermione.
— No se preocupen por mí —dijo Harry con una voz que procuró que le saliera despreocupada—. Ya nos veremos en el banquete. Diviértanse.
Los acompañó hasta el vestíbulo, donde Filch, el conserje, de pie en el lado interior de la puerta, señalaba los nombres en una lista, examinando detenida y recelosamente cada rostro y asegurándose de que nadie salía sin permiso.
— ¿Te quedas aquí, Potter? —gritó Malfoy, que estaba en la cola, junto a Crabbe y a Goyle—. ¿No te atreves a cruzarte con los dementores?
Harry no le hizo caso y volvió solo por las escaleras de mármol y los pasillos vacíos, y llegó a la torre de Gryffindor.
— ¿Contraseña? —dijo la señora gorda despertándose sobresaltada.
— «Fortuna maior» —contestó Harry con desgana.
El retrato le dejó paso y entró en la sala común. Estaba repleta de chavales de primero y de segundo, todos hablando, y de unos cuantos alumnos mayores que obviamente habían visitado Hogsmeade tantas veces que ya no les interesaba.
— ¡Harry! ¡Harry! ¡Hola, Harry! —Era Colin Creevey, un estudiante de segundo que sentía veneración por Harry y nunca perdía la oportunidad de hablar con él—. ¿No vas a Hogsmeade, Harry? ¿Por qué no? ¡Eh! —Colin miró a sus amigos con interés—, ¡si quieres puedes venir a sentarte con nosotros!
— No, gracias, Colin —dijo Harry, que no estaba de humor para ponerse delante de gente deseosa de contemplarle la cicatriz de la frente—.Yo... he de ir a la biblioteca. Tengo trabajo.
Después de aquello no tenía más remedio que dar media vuelta y salir por el agujero del retrato.
— ¿Con qué motivo me has despertado? —refunfuñó la señora gorda cuando pasó por allí.
Harry anduvo sin entusiasmo hacia la biblioteca, pero a mitad de camino cambió de idea; no le apetecía trabajar. Dio media vuelta y se topó de cara con Filch, que acababa de despedir al último de los visitantes de Hogsmeade.
— ¿Qué haces? —le gruñó Filch, suspicaz.
— Nada —respondió Harry con franqueza.
— ¿Nada? —le soltó Filch, con las mandíbulas temblando—. ¡No me digas! Husmeando por ahí tú solo. ¿Por qué no estás en Hogsmeade, comprando bombas fétidas, polvos para eructar y gusanos silbantes, como el resto de tus desagradables amiguitos?
Harry se encogió de hombros.
— Bueno, regresa a la sala común de tu colegio —dijo Filch, que siguió mirándolo fijamente hasta que Harry se perdió de vista.
Pero Harry no regresó a la sala común; subió una escalera, pensando en que tal vez podía ir a la pajarera de las lechuzas, e iba por otro pasillo cuando dijo una voz que salía del interior de un aula:
— ¿Harry? —Harry retrocedió para ver quién lo llamaba y se encontró al profesor Lupin, que lo miraba desde la puerta de su despacho.
Continuara... :study:
Pero quisiera saber si les aburrio la nove y si es asi, la cancelo (sin problemas :D)
sean sinceras! es q si creo q aburre y no me importa si tengo q cancelarla ya q ya esta terminada
y yo la habia escrito mas q nada para mi, xq queria hacer una adaptacion :P un suelo cumplido! xD
Y tengo otra novela (tambien ya terminada) pero esta es JAMES & LILY :D
de cuando ellos iban a Hogwarts, y Harry sin quererlo viaja el pasado y los conoce! :D
Pero... se da cuenta de q nada es cmo parecia serlo, y mucho menos sus padres!
Se llama "Conociendo a mis padres" nose ustedes, yo la voy a subir cuando esten dispuestas a leerla :P
o quizas cuando terminemi nove James Sirius & Tu :D en fin, me dejo de testamentos .__.
aca les dejo el capitulo!
12
Halloween. 1/2
Halloween. 1/2
En muy poco tiempo, la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría. Sólo Draco Malfoy y su banda de Slytherin criticaban al profesor Lupin:
— Miren cómo lleva la túnica —solía decir Malfoy murmurando alto cuando pasaba el profesor—. Viste como nuestro antiguo elfo doméstico.
— ¡Eres un…!
— ¡No Nina! –la detuvieron sus amigos antes de que ella se lanzara sobre Malfoy.
— No vale la pena Ni a nadie le importa lo que Malfoy diga. –le hablo Ginny quien era una gran amiga para Nina.
— Vale… -susurro ignorando a Malfoy, aunque Harry sabia lo mucho que a ella le afectaba el que insultaran a su padre.
Sus siguientes clases fueron tan interesantes como la primera.
Después de los boggarts estudiaron a los gorros rojos, de los gorros rojos pasaron a los kappas, unos repugnantes moradores del agua que parecían monos con escamas y con dedos palmeados, y que disfrutaban estrangulando a los que ignorantes que cruzaban sus estanques.
Harry habría querido que sus otras clases fueran igual de entretenidas. La peor de todas era Pociones. Snape estaba aquellos días especialmente propenso a la revancha y todos sabían por qué. La historia del boggart que había adoptado la forma de Snape y el modo en que lo había dejado Neville, con el atuendo de su abuela, se había extendido por todo el colegio. Snape no lo encontraba divertido. A la primera mención del profesor Lupin, aparecía en sus ojos una expresión amenazadora. A Neville lo acosaba más que nunca.
Harry también aborrecía las horas que pasaba en la agobiante sala de la torre norte de la profesora Trelawney, descifrando símbolos y formas confusas, procurando olvidar que los ojos de la profesora Trelawney se llenaban de lágrimas cada vez que lo miraba.
Mientras que a nadie a excepción de Nina que siempre quedaba maravillada con cada clase, le gustaba realmente la asignatura sobre Cuidado de Criaturas Mágicas, que después de la primera clase tan movida se había convertido en algo extremadamente aburrido. Hagrid había perdido la confianza. Ahora pasaban lección tras lección aprendiendo a cuidar a los gusarajos, que tenían que contarse entre las más aburridas criaturas del universo.
— ¿Por qué alguien se preocuparía de cuidarlos? —preguntó Ron tras pasar otra hora embutiendo las viscosas gargantas de los gusarajos con lechuga cortada en tiras.
— Solo sigue en tus cosas y ya, ni se te ocurra criticar una clase más Weasley. –gruño Nina, quien decía que Hagrid era uno de sus profesores favoritos.
A comienzos de octubre, sin embargo, hubo otra cosa que mantuvo ocupado a Harry, algo tan divertido que compensaba la insatisfacción de algunas clases. Se aproximaba la temporada de quidditch y Oliver Wood, capitán del equipo de Gryffindor; convocó una reunión un jueves por la tarde para discutir las tácticas de la nueva temporada.
— Es nuestra última oportunidad..., mi última oportunidad... de ganar la copa de quidditch —les dijo, paseándose con paso firme delante de ellos—. Me marcharé al final de este curso, no volveré a tener otra oportunidad. Gryffindor no ha ganado ni una vez en los últimos siete años. De acuerdo, hemos tenido una suerte horrible: heridos..., cancelación del torneo el curso pasado... —Wood tragó saliva, como si el recuerdo aún le pusiera un nudo en la garganta—. Pero también sabemos que contamos con el mejor... equipo... de este... colegio —añadió, golpeándose la palma de una mano con el puño de la otra y con el conocido brillo frenético en los ojos—. Contamos con tres cazadoras estupendas. —Wood señaló a Alicia Spinnet, Angelina Johnson y Katie Bell—. Tenemos dos golpeadores invencibles.
— Déjalo ya, Oliver; nos estás sacando los colores —dijeron Fred y George a la vez, haciendo como que se sonrojaban.
— ¡Y tenemos un buscador que nos ha hecho ganar todos los partidos! —dijo Wood, con voz retumbante y mirando a Harry con orgullo incontenible—. Y estoy yo —añadió.
— Nosotros creemos que tú también eres muy bueno —dijo George.
— Un guardián muy increíble—confirmó Fred.
— La cuestión es —continuó Wood, reanudando los paseos— que la copa de quidditch debiera de haber llevado nuestro nombre estos tres últimos años. Desde que Harry se unió al equipo, he pensado que la cosa estaba chupada. Pero no lo hemos conseguido y este curso es la última oportunidad que tendremos para ver nuestro nombre grabado en ella...
Wood hablaba con tal desaliento que incluso a Fred y a George les dio pena.
— Oliver, éste será nuestro año —aseguró Fred.
— Lo conseguiremos, Oliver —dijo Angelina.
— Por supuesto —corroboró Harry.
Con la moral alta, el equipo comenzó las sesiones de entrenamiento, tres tardes a la semana. El tiempo se enfriaba y se hacía más húmedo, las noches más oscuras, pero no había barro, viento ni lluvia que pudieran empañar la ilusión de ganar por fin la enorme copa de plata.
Una tarde, después del entrenamiento, Harry regresó a la sala común de Gryffindor con frío y entumecido, pero contento por la manera en que se había desarrollado el entrenamiento, y encontró la sala muy animada.
— ¿Qué ha pasado? —preguntó a Ron y Hermione, que estaban sentados al lado del fuego, en dos de las mejores sillas, terminando unos mapas del cielo para la clase de Astronomía.
— Primer fin de semana en Hogsmeade —le dijo Ron, señalando una nota que había aparecido en el viejo tablón de anuncios—. Finales de octubre. Halloween.
— Estupendo —dijo Fred, que había seguido a Harry por el agujero del retrato—. Tengo que ir a la tienda de Zonko: casi no me quedan bombas fétidas.
Harry se dejó caer en una silla, al lado de Ron, observo a Nina y a Ginny que platicaban cerca de ellos animadamente y supuso que hablarían de la salida a Hogsmeade, y la alegría lo abandonó. Hermione comprendió lo que le pasaba.
— Harry, estoy segura de que podrás ir la próxima vez —le consoló—. Van a atrapar a Black enseguida. Ya lo han visto una vez.
— Black no está tan loco como para intentar nada en Hogsmeade. Pregúntale a McGonagall si puedes ir ahora, Harry. Pueden pasar años hasta la próxima ocasión.
— ¡Ron! —dijo Hermione—. Harry tiene que permanecer en el colegio...
— No puede ser el único de cuarto que no vaya. Vamos, Harry, pregúntale a McGonagall...
— Sí, lo haré —dijo Harry, decidiéndose.
Hermione abrió la boca para sostener la opinión contraria, pero en ese momento
Crookshanks saltó con presteza a su regazo. Una araña muerta y grande le colgaba de la boca.
— ¿Tiene que comerse eso aquí delante? —preguntó Ron frunciendo el entrecejo.
— Bravo, Crookshanks, ¿la has atrapado tú solito? —dijo Hermione.
Crookshanks masticó y tragó despacio la araña, con los ojos insolentemente fijos en Ron.
— No lo sueltes —pidió Ron irritado, volviendo a su mapa del cielo—. Scabbers está durmiendo en mi mochila.
Harry bostezó. Le apetecía acostarse, pero antes tenía que terminar su mapa. Cogió la mochila, sacó pergamino, pluma y tinta, y empezó a trabajar. Nina y Ginny se habían acercado a ellos y estaban sentadas frente a Harry.
— Si quieres, puedes copiar el mío Harry —le dijo Nina sonriendo, mientras tomaba un libro donde tenía el pedazo de pergamino y acercándole el mapa a Harry.
— Gracias. –le susurro el con la mano temblorosa.
Hermione, que no veía con buenos ojos que se copiara, apretó los labios, pero no dijo nada. Crookshanks seguía mirando a Ron sin pestañear; sacudiendo el extremo de su peluda cola. Luego, sin previo aviso, dio un salto.
— ¡EH! —gritó Ron, apoderándose de la mochila, al mismo tiempo que Crookshanks clavaba profundamente en ella sus garras y comenzaba a rasgarla con fiereza—. ¡SUELTA, ESTÚPIDO ANIMAAL!
Ron intentó arrebatar la mochila a Crookshanks, pero el gato siguió aferrándola con sus garras, bufando y rasgándola.
— ¡No le hagas daño, Ron! —gritó Hermione. Todos los miraban. Ron dio vueltas a la mochila, con Crookshanks agarrado todavía a ella, y Scabbers salió dando un salto...
— ¡SUJETA A ESE GATO! —gritó Ron en el momento en que Crookshanks soltaba los restos de la mochila, saltaba sobre la mesa y perseguía a la aterrorizada Scabbers.
George Weasley se lanzó sobre Crookshanks, pero no lo atrapó; Scabbers pasó como un rayo entre veinte pares de piernas y se fue a ocultar bajo una vieja cómoda.
Crookshanks patinó y frenó, se agachó y se puso a dar zarpazos con una pata delantera.
Ron y Hermione se apresuraron a echarse sobre él. Hermione cogió a Crookshanks por el lomo y lo levantó. Ron se tendió en el suelo y sacó a Scabbers con alguna dificultad, tirando de la cola.
— ¡Mírala! —le dijo a Hermione hecho una furia, poniéndole a Scabbers delante de los ojos—. ¡Está en los huesos! Mantén a ese gato lejos de ella.
— ¡Crookshanks no sabe lo que hace! —dijo la joven con voz temblorosa—. ¡Todos los gatos persiguen a las ratas, Ron!
— ¡Hay algo extraño en ese animal! —dijo Ron, que intentaba persuadir a la frenética Scabbers de que volviera a meterse en su bolsillo—. Me oyó decir que Scabbers estaba en la mochila.
— Vaya, qué tontería —dijo Hermione, hartándose—. Lo que pasa es que Crookshanks la olió. ¿Cómo si no crees que...?
— ¡Ese gato la ha tomado con Scabbers! —dijo Ron, sin reparar en cuantos había a su alrededor; que empezaban a reírse—. Y Scabbers estaba aquí primero. Y está enferma.
— ¿Esto es normal? –pregunto Nina a Ginny y a Harry.
— A veces. –suspiro la pelirroja.
— ¡Te acostumbraras… creo! –respondió Harry observándolos.
Aquella noche, Ron se marchó enfadado, subiendo por las escaleras hacia los dormitorios de los chicos.
. . .
Al día siguiente, Ron seguía enfadado con Hermione. Apenas habló con ella durante la clase de Herbología, aunque Harry, Nina, Hermione y él trabajaban juntos con la misma Vainilla de viento.
— ¿Cómo está Scabbers? —le preguntó Hermione acobardada, mientras arrancaban a la planta unas vainas gruesas y rosáceas, y vaciaban las brillantes habas en un balde de madera.
— Está escondida debajo de mi cama, sin dejar de temblar —dijo Ron malhumorado, errando la puntería y derramando las habas por el suelo del invernadero.
— ¡Ron! –chillo Nina.
— ¡Cuidado, Weasley, cuidado! —gritó la profesora Sprout, al ver que las habas retoñaban ante sus ojos.
Luego tuvieron Transformaciones. Harry, que estaba resuelto a pedirle después de clase a la profesora McGonagall que le dejara ir a Hogsmeade con los demás, se puso en la cola que había en la puerta, pensando en cómo convencerla. Lo distrajo un alboroto producido al principio de la hilera. Lavender Brown estaba llorando. Parvati la rodeaba con el brazo y explicaba algo a Seamus Finnigan y a Dean Thomas, que escuchaban muy serios.
— ¿Qué ocurre, Lavender? —preguntó preocupada Hermione, cuando ella, Nina, Harry y Ron se acercaron al grupo.
— Esta mañana ha recibido una carta de casa —susurró Parvati—. Se trata de su conejo Binky. Un zorro lo ha matado.
— ¡Oh! —dijo Nina—. Lo siento, Lavender.
— ¡Tendría que habérmelo imaginado! —dijo Lavender en tono trágico—. ¿Saben qué día es hoy?
— Eh...
— ¡16 de octubre! ¡«Eso que temes ocurrirá el viernes 16 de octubre»! ¿Se acuerdan? ¡Tenía razón!
Toda la clase se acababa de reunir alrededor de Lavender. Seamus cabeceó con pesadumbre. Hermione titubeó. Luego dijo:
— Tú, tú... ¿temías que un zorro matara a Binky?
— Bueno, no necesariamente un zorro —dijo Lavender; alzando la mirada hacia Hermione y con los ojos llenos de lágrimas—. Pero tenía miedo de que muriera.
— Vaya —dijo Hermione. Volvió a guardar silencio. Luego preguntó—: ¿Era viejo?
— No... —dijo Lavender sollozando—. ¡So... sólo era una cría!
Parvati le estrechó los hombros con más fuerza.
— Pero entonces, ¿por qué temías que muriera? —preguntó Hermione. Parvati la fulminó con la mirada—. Bueno, míralo lógicamente —añadió Hermione hacia el resto del grupo—. Lo que quiero decir es que..., bueno, Binky ni siquiera ha muerto hoy. Hoy es cuando Lavender ha recibido la noticia... —Lavender gimió—. Y no puede haberlo temido, porque la ha pillado completamente por sorpresa.
— No le hagas caso, Lavender —dijo Ron—. Las mascotas de los demás no le importan en absoluto.
La profesora McGonagall abrió en ese momento la puerta del aula, lo que tal vez fue una suerte. Hermione y Ron se lanzaban ya miradas asesinas, y al entrar en el aula se sentaron uno a cada lado de Harry y no se dirigieron la palabra en toda la hora. Harry no había pensado aún qué le iba a decir a la profesora McGonagall cuando sonara el timbre al final de la clase, pero fue ella la primera en sacar el tema de Hogsmeade.
— ¡Un momento, por favor! —dijo en voz alta, cuando los alumnos empezaban a salir—. Dado que son todos de Gryffindor; como yo, deberían entregarme sus autorizaciones antes de Halloween. Sin autorización no hay visita al pueblo, así que no se les olvide.
Neville levantó la mano.
— Perdone, profesora. Yo... creo que he perdido...
— Tu abuela me la envió directamente, Longbottom —dijo la profesora McGonagall—. Pensó que era más seguro. Bueno, eso es todo, pueden salir.
— Pregúntaselo ahora —susurró Ron a Harry
— Ah, pero... —fue a decir Hermione.
— Adelante, Harry —le incitó Ron con testarudez.
— Ven Hermione, -le susurro Nina enfadada por la actitud de Ron.
Harry aguardó a que saliera el resto de la clase y se acercó nervioso a la mesa de la profesora McGonagall.
— ¿Sí, Potter?
Harry tomó aire.
— Profesora, mis tíos... olvidaron... firmarme la autorización —dijo.
La profesora McGonagall lo miró por encima de sus gafas cuadradas, pero no dijo nada.
— Y por eso... eh... ¿piensa que podría... esto... ir a Hogsmeade?
La profesora McGonagall bajó la vista y comenzó a revolver los papeles de su escritorio.
— Me temo que no, Potter. Ya has oído lo que dije. Sin autorización no hay visita al pueblo. Es la norma.
— Pero... mis tíos... ¿sabe?, son muggles. No entienden nada de... de las cosas de Hogwarts —explicó Harry, mientras Ron le hacía señas de ánimo—. Si usted me diera permiso...
— Pero no te lo doy —dijo la profesora McGonagall poniéndose en pie y guardando ordenadamente sus papeles en un cajón—. El impreso de autorización dice claramente que el padre o tutor debe dar permiso. —Se volvió para mirarlo, con una extraña expresión en el rostro. ¿Era de pena?—. Lo siento, Potter; pero es mi última palabra. Lo mejor será que te des prisa o llegarás tarde a la próxima clase.
No había nada que hacer. Ron llamó de todo a la profesora McGonagall y eso le pareció muy mal a Hermione. Hermione puso cara de «mejor así», lo cual consiguió enfadar a Ron aún más, y Harry tuvo que aguantar que todos sus compañeros de clase comentaran en voz alta y muy contentos lo que harían al llegar a Hogsmeade. Pero lo que ah Harry le extrañaba era que Nina fuera la única que no hablara con entusiasmo sobre Hogsmeade, de hecho, a ella no parecía importarle mucho y eso que su padre estaba bajo el mismo techo que ella para poder firmarle el permiso.
— Animo Harry. –le sonrió ella.
— Vele el lado positivo. –prosiguió Hermione.
— Por lo menos te queda el banquete. Ya sabes, el banquete de la noche de Halloween.
— Sí —aceptó Harry con tristeza—. Genial.
El banquete de Halloween era siempre bueno, pero sabría mucho mejor si acudía a él después de haber pasado el día en Hogsmeade con todos los demás. Nada de lo que le dijeran le hacía resignarse. Dean Thomas, que era bueno con la pluma, se había ofrecido a falsificar la firma de tío Vernon, pero como Harry ya le había dicho a la profesora McGonagall que no se la habían firmado, no era posible probar aquello. Ron sugirió no muy convencido la capa invisible, pero Hermione rechazó de plano la posibilidad recordándole a Ron lo que les había dicho Dumbledore sobre que los dementores podían ver a través de ellas.
Percy pronunció las palabras que probablemente le ayudaron menos a resignarse:
— Arman mucho revuelo con Hogsmeade, pero te puedo asegurar que no es para tanto —le dijo muy serio—. Bueno, es verdad que la tienda de golosinas es bastante buena, pero la tienda de artículos de broma de Zonko es francamente peligrosa. Y la Casa de los Gritos merece la visita, pero aparte de eso no te pierdes nada.
. . .
La mañana del día de Halloween, Harry se despertó al mismo tiempo que los demás y bajó a desayunar muy triste, pero tratando de disimularlo. Esa mañana no había visto a Nina lo cual le pareció raro pero seguro estaría con su padre, como era fin de semana.
— Te traeremos un montón de golosinas de Honeydukes —le dijo Hermione, compadeciéndose de él.
— Sí, montones —dijo Ron. Por fin habían hecho las paces él y Hermione.
— No se preocupen por mí —dijo Harry con una voz que procuró que le saliera despreocupada—. Ya nos veremos en el banquete. Diviértanse.
Los acompañó hasta el vestíbulo, donde Filch, el conserje, de pie en el lado interior de la puerta, señalaba los nombres en una lista, examinando detenida y recelosamente cada rostro y asegurándose de que nadie salía sin permiso.
— ¿Te quedas aquí, Potter? —gritó Malfoy, que estaba en la cola, junto a Crabbe y a Goyle—. ¿No te atreves a cruzarte con los dementores?
Harry no le hizo caso y volvió solo por las escaleras de mármol y los pasillos vacíos, y llegó a la torre de Gryffindor.
— ¿Contraseña? —dijo la señora gorda despertándose sobresaltada.
— «Fortuna maior» —contestó Harry con desgana.
El retrato le dejó paso y entró en la sala común. Estaba repleta de chavales de primero y de segundo, todos hablando, y de unos cuantos alumnos mayores que obviamente habían visitado Hogsmeade tantas veces que ya no les interesaba.
— ¡Harry! ¡Harry! ¡Hola, Harry! —Era Colin Creevey, un estudiante de segundo que sentía veneración por Harry y nunca perdía la oportunidad de hablar con él—. ¿No vas a Hogsmeade, Harry? ¿Por qué no? ¡Eh! —Colin miró a sus amigos con interés—, ¡si quieres puedes venir a sentarte con nosotros!
— No, gracias, Colin —dijo Harry, que no estaba de humor para ponerse delante de gente deseosa de contemplarle la cicatriz de la frente—.Yo... he de ir a la biblioteca. Tengo trabajo.
Después de aquello no tenía más remedio que dar media vuelta y salir por el agujero del retrato.
— ¿Con qué motivo me has despertado? —refunfuñó la señora gorda cuando pasó por allí.
Harry anduvo sin entusiasmo hacia la biblioteca, pero a mitad de camino cambió de idea; no le apetecía trabajar. Dio media vuelta y se topó de cara con Filch, que acababa de despedir al último de los visitantes de Hogsmeade.
— ¿Qué haces? —le gruñó Filch, suspicaz.
— Nada —respondió Harry con franqueza.
— ¿Nada? —le soltó Filch, con las mandíbulas temblando—. ¡No me digas! Husmeando por ahí tú solo. ¿Por qué no estás en Hogsmeade, comprando bombas fétidas, polvos para eructar y gusanos silbantes, como el resto de tus desagradables amiguitos?
Harry se encogió de hombros.
— Bueno, regresa a la sala común de tu colegio —dijo Filch, que siguió mirándolo fijamente hasta que Harry se perdió de vista.
Pero Harry no regresó a la sala común; subió una escalera, pensando en que tal vez podía ir a la pajarera de las lechuzas, e iba por otro pasillo cuando dijo una voz que salía del interior de un aula:
— ¿Harry? —Harry retrocedió para ver quién lo llamaba y se encontró al profesor Lupin, que lo miraba desde la puerta de su despacho.
Continuara... :study:
TheGirlImpossible
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
¡Nueva lectora!
Me encanta la nove
& me agrada la idea leer otra de tus novelas :D
¡SIGUELA!
Me encanta la nove
& me agrada la idea leer otra de tus novelas :D
¡SIGUELA!
Kardashian♡.
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
Me gusto mucho el capitulo ;)
Perdon por no comentar antes, pero estaba un poco ocupada....
Siguela pronto, ya quiero leer mas :D
Paso rapido pero lego te comento :)
Bueno, me voy
ATTE: Sandy
PD: Yo no creo que tu novela sea aburrida ;)
Perdon por no comentar antes, pero estaba un poco ocupada....
Siguela pronto, ya quiero leer mas :D
Paso rapido pero lego te comento :)
Bueno, me voy
ATTE: Sandy
PD: Yo no creo que tu novela sea aburrida ;)
Sandy 99
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
Gloria' Jonas escribió:¡Nueva lectora!
Me encanta la nove
& me agrada la idea leer otra de tus novelas :D
¡SIGUELA!
OMG una nueva lectora!!*-*
awww muchisiimas gracias x leerla de verdad!! :')
¿Te llamas Gloria? :D A mi podes decirme May! ñ___ñ
Graciias x comentar, bess!!
TheGirlImpossible
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
Sandy 99 escribió:Me gusto mucho el capitulo ;)
Perdon por no comentar antes, pero estaba un poco ocupada....
Siguela pronto, ya quiero leer mas :D
Paso rapido pero lego te comento :)
Bueno, me voy
ATTE: Sandy
PD: Yo no creo que tu novela sea aburrida ;)
awww Sandy no te preocupes, con saber q no les aburre la nove me super emociono!:')
Gracias x haber comentado!!
Bess!!
TheGirlImpossible
Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
¡Gracias x comentar chicas! Les subo otro capi xq estoy feliz de tener unanueva lectora*-*
¡Gracias, gracias, gracias! :D
PD: Digan NO a la ley SOPA -.-'
Bess!! :P
— ¿Harry? —Harry retrocedió para ver quién lo llamaba y se encontró al profesor Lupin, que lo miraba desde la puerta de su despacho—. ¿Qué haces? —le preguntó Lupin en un tono muy diferente al de Filch—. ¿Dónde están Ron y Hermione?
— En Hogsmeade —respondió Harry; con voz que fingía no dar importancia a lo que decía.
— Ah —dijo Lupin. Observó a Harry un momento—. ¿Por qué no pasas? Acabo de recibir un grindylow para nuestra próxima clase.
— ¿Un qué? —preguntó Harry.
Entró en el despacho siguiendo a Lupin. En un rincón había un enorme depósito de agua. Una criatura de un color verde asqueroso, con pequeños cuernos afilados, pegaba la cara contra el cristal, haciendo muecas y doblando sus dedos largos y delgados.
— Es un demonio de agua —dijo Lupin, observando el grindylow ensimismado—. No debería darnos muchas dificultades, sobre todo después de los kappas. El truco es deshacerse de su tenaza. ¿Te das cuenta de la extraordinaria longitud de sus dedos? Fuertes, pero muy quebradizos.
El grindylow enseñó sus dientes verdes y se metió en una espesura de algas que había en un rincón.
— ¿Una taza de té? —le preguntó Lupin, buscando la tetera—. Iba a prepararlo.
— Bueno —dijo Harry, algo embarazado.
Lupin dio a la tetera un golpecito con la varita y por el pitorro salió un chorro de vapor.
— Siéntate —dijo Lupin, destapando una caja polvorienta—. Lo lamento, pero sólo tengo té en bolsitas. Aunque me imagino que estarás harto del té suelto.
Harry lo miró. A Lupin le brillaban los ojos.
— ¿Cómo lo sabe? —preguntó Harry
— Me lo ha dicho la profesora McGonagall —explicó Lupin, pasándole a Harry una taza descascarillada—. No te preocupa, ¿verdad?
— No —respondió Harry
Pensó por un momento en contarle a Lupin lo del perro que había visto en la calle Magnolia, pero se contuvo. No quería que Lupin creyera que era un cobarde y menos desde que el profesor parecía suponer que no podía enfrentarse a un boggart. Algo de los pensamientos de Harry debió de reflejarse en su cara, porque Lupin dijo:
— ¿Estás preocupado por algo, Harry?
— No —mintió Harry. Sorbió un poco de té y vio que el grindylow lo amenazaba con el puño—. Sí —dijo de repente, dejando el té en el escritorio de Lupin—. ¿Recuerda el día que nos enfrentamos al boggart?
— Sí —respondió Lupin.
— ¿Por qué no me dejó enfrentarme a él? —le preguntó.
Lupin alzó las cejas.
— Creí que estaba claro —dijo sorprendido.
Harry, que había imaginado que Lupin lo negaría, se quedó atónito.
— ¿Por qué? —volvió a preguntar.
— Bueno —respondió Lupin frunciendo un poco el entrecejo—, pensé que si el boggart se enfrentaba contigo adoptaría la forma de lord Voldemort.
Harry se le quedó mirando, impresionado. No sólo era aquélla la respuesta que menos esperaba, sino que además Lupin había pronunciado el nombre de Voldemort. La única persona a la que había oído pronunciar ese nombre (aparte de él mismo) era el profesor Dumbledore.
— Es evidente que estaba en un error —añadió Lupin, frunciendo el entrecejo—. Pero no creí que fuera buena idea que Voldemort se materializase en la sala de profesores. Pensé que se aterrorizarían.
— El primero en quien pensé fue Voldemort —dijo Harry con sinceridad—. Pero luego recordé a los dementores.
— Ya veo —dijo Lupin pensativamente—. Bien, bien..., estoy impresionado. —Sonrió ligeramente ante la cara de sorpresa que ponía Harry—. Eso sugiere que lo que más miedo te da es... el miedo. Muy sensato, Harry.
Harry no supo qué contestar; de forma que dio otro sorbo al té.
— ¿Así que pensabas que no te creía capaz de enfrentarte a un boggart? —dijo Lupin astutamente.
— Bueno..., sí —dijo Harry. Estaba mucho más contento.
— ¡Papa a que no sabes quien vien…! –se detuvo al ver a Harry.- Oh, ¡hola Harry!
— Hola. –Harry se había incorporado en su silla nerviosamente mientras se apresuraba a levantar la mano en señal de saludo.
— ¿Qué pasa hija? –pregunto Lupin observando la rara reacción de Harry al verla, con una sonrisa en los labios.
— Ah sí, ¡Snape! Viene hacia acá. –frunció el entrecejo.
— ¿Snape…? –Harry no termino su frase, le interrumpieron unos golpes en la puerta.
— Adelante —dijo Lupin.
Se abrió la puerta y entró Snape. Llevaba una copa de la que salía un poco de humo y se detuvo al ver a Harry. Entornó sus ojos negros.
— ¡Ah, Severus! —dijo Lupin sonriendo—. Muchas gracias. ¿Podrías dejarlo aquí, en el escritorio? —Snape posó la copa humeante. Sus ojos pasaban de Harry a Lupin—. Estaba enseñando a Harry mi grindylow —dijo Lupin con cordialidad, señalando el depósito.
— Fascinante —comentó Snape, sin mirar a la criatura—. Deberías tomártelo ya, Lupin.
— Sí, sí, enseguida —dijo Lupin.
— He hecho un caldero entero. Si necesitas más...
— Seguramente mañana tomaré otro poco. Muchas gracias, Severus.
— De nada —respondió Snape. Pero había en sus ojos una expresión que a Harry no le gustó. Salió del despacho retrocediendo, sin sonreír y receloso.
Harry miró la copa con curiosidad. Lupin sonrió. Y Nina miraba impaciente a su padre y a Harry, si el supiera… si el llegara a sospechar… ella temía mucho que la gente dejara de apreciarlo si sabían su secreto, ella sabía que su padre era de buen corazón aunque no todos pudieran verlo.
— El profesor Snape, muy amablemente, me ha preparado esta poción —dijo—. Nunca se me ha dado muy bien lo de preparar pociones y ésta es especialmente difícil. —Cogió la copa y la olió—. Es una pena que no admita azúcar —añadió, tomando un sorbito y torciendo la boca.
— ¿Por qué...? —comenzó Harry.
Lupin lo miró y respondió a la pregunta que Harry no había acabado de formular:
— No me he encontrado muy bien —dijo—. Esta opción es lo único que me sana. Es una suerte tener de compañero al profesor Snape; no hay muchos magos capaces de prepararla.
— Pero yo lo are papa ya te lo dije. –se opuso Nina.- No es necesario concurrir a él yo puedo practicar y…
— Ya hemos discutido esto Nina –le sonrió.- Y ya te he dicho que no hace falta.
El profesor Lupin bebió otro sorbo y Harry tuvo el impulso de quitarle la copa de las manos.
Nina que estaba enojada por no conseguir el permiso de su padre había desviado la mirada al grindylow.
— El profesor Snape está muy interesado por las Artes Oscuras —barbotó Harry.
— ¿De verdad? —preguntó Lupin, sin mucho interés, bebiendo otro trago de la poción.
— Hay quien piensa... —Harry dudó, pero se atrevió a seguir hablando—, hay quien piensa que sería capaz de cualquier cosa para conseguir el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Lupin vació la copa e hizo un gesto de desagrado.
— Asqueroso —dijo—. Bien, Harry. Tengo que seguir trabajando. Nos veremos en el banquete.
— De acuerdo —dijo Harry, dejando su taza de té. La copa, ya vacía, seguía echando humo.
— Te acompaño –dijo Nina.- No tengo nada que hacer aquí.
Ambos salieron de la oficina de Lupin y se encaminaron por los pasillos.
— No me agrada que el prepare la poción ¿sabes? –hablo enojada.- ¡Yo podría hacerlo no importa que sea difícil!
— Eh… seguro que sí. –sonrió sin saber que decirle.
— Ese Snape me da mala espina, se nota a millas que odia a mi padre y claramente me odia a mí. ¿recuerdas Harry? En clase de pociones fui la primera en terminar perfectamente la poción y sin embargo me quito puntos.
— Snape es injusto con todos.
— Si pero más contigo y conmigo ¿a qué si?
— Bien si es cierto. –suspiro.- Pero no le des el gusto de verte mal Ni.
— ¿Ni? –le sonrió con un brillo en los ojos, que hizo que Harry se sonrojara.
— Y-yo…
— ¡Solo Ginny me llama Ni!
— Ah, yo lo ciento no…
— ¡No! –le interrumpió.- No creerás que me molesta ¿o sí? Es lindo de hecho.
Harry se sintió bien al oírla decir eso, aún seguía luchando con sentimientos que desconocía e intentando no ruborizarse cada vez que le miraba a los ojos. Nina por su parte, parecía relajada y segura de sí misma. Harry en ese momento se preguntaba, porque no había ido a Hogsmeade.
— ¿Nina?
— Dime.
— Eh… ¿P-por qué no fuiste a Hogsmeade?
— Bueno quería convencer a papa de que me dejara hacer la poción –explico.- Cuando está el colegio repleto de gente se me hace difícil acercarme, así que aproveche ahora y además eh ido a Hogsmeade varias veces antes. –sonrió.
— ¡Ah!
— Y… -se quedó pensativa en si decirle o no.
— ¿Qué? –pregunto interesado.
— Y me quede porque quería estar contigo. –confeso sonriente mientras Harry sentía que el corazón le latía más fuerte y las orejas se le enrojecían.- ¿vamos al patio?
Harry y Nina habían pasado toda la tarde juntos, para él era increíble que aquella chica le hiciera olvidar rápidamente toda preocupación y siempre le sacara una sonrisa.
Nina le platicaba de diversas cosas y Harry sentía que podía confiar plenamente en su amistad, aquel día ellos se conocieron más y de alguna forma u otra, se hicieron más unidos.
Ya pasadas las horas, se encontraban en la sala común cuando Ron y Hermione llegaron.
— Aquí tienes —dijo Ron—. Hemos traído todos los que pudimos.
— Gracias —dijo Harry, cogiendo un paquete de pequeños y negros diablillos de pimienta—. ¿Cómo es Hogsmeade? ¿Dónde han ido?
— A todos los sitios. A Dervish y Banges, la tienda de artículos de brujería, a la tienda de artículos de broma de Zonko, a Las Tres Escobas, para tomarse unas cervezas de mantequilla caliente con espuma, y a otros muchos sitios...
— ¡La oficina de correos, Harry! ¡Unas doscientas lechuzas, todas descansando en anaqueles, todas con claves de colores que indican la velocidad de cada una! Honeydukes tiene un nuevo caramelo: daban muestras gratis. Aquí tienes un poco, mira.
— Nos ha parecido ver un ogro. En Las Tres Escobas hay todo tipo de gente...
— Ojalá te hubiéramos traído cerveza de mantequilla. Realmente te reconforta.
— ¿Y Ginny? –pregunto Nina, que hasta ahora se encontraba comiendo uno de los dulces.
— Está en el vestíbulo ¿Por qué no fuiste Nina?
— Tenía que hablar con papa –respondió sonriente.- Iré a ver a Ginny los veo abajo.
— Bien. –respondieron, mientras Harry la veía marcharse.
— ¿Y tú que has hecho? —le preguntó Hermione—. ¿Has trabajado?
— No —respondió Harry—. Lupin me invitó a un té en su despacho. Y entró Snape...
Les contó lo de la copa. Ron se quedó con la boca abierta.
— ¿Y Lupin se la bebió? —exclamó—. ¿Está loco?
Hermione miró la hora.
— Será mejor que vayamos bajando El banquete empezará dentro de cinco minutos
Pasaron por el retrato entre la multitud, todavía hablando de Snape.
— Pero si él..., ya sabes... —Hermione bajó la voz, mirando a su alrededor con cautela—. Si intentara envenenar a Lupin, no lo haría delante de ti Harry y de su hija. A demás Nina dijo que quería hacer esa pócima, ella debe saber cuál es.
— Sí, quizá tengas razón —dijo Harry mientras llegaban al vestíbulo y lo cruzaban para entrar en el Gran Comedor. Lo habían decorado con cientos de calabazas con velas dentro, una bandada de murciélagos vivos que revoloteaban y muchas serpentinas de color naranja brillante que caían del techo como culebras de río.
La comida fue deliciosa. Incluso Hermione y Ron, que estaban que reventaban de los dulces que habían comido en Honeydukes, repitieron. Harry no paraba de mirar a la mesa de los profesores. El profesor Lupin parecía alegre y más sano que nunca. Hablaba animadamente con el pequeñísimo profesor Flitwick, que impartía Encantamientos.
Harry recorrió la mesa con la mirada hasta el lugar en que se sentaba Snape. ¿Se lo estaba imaginando o Snape miraba a Lupin y parpadeaba más de lo normal? Harry tampoco había podido despegar los ojos de Nina, quien platicaba alegremente con Ginny y los gemelos Weasley.
El banquete terminó con una actuación de los fantasmas de Hogwarts. Saltaron de los muros y de las mesas para llevar a cabo un pequeño vuelo en formación. Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor; cosechó un gran éxito con una representación de su propia desastrosa decapitación.
Fue una noche tan estupenda que Malfoy no pudo enturbiar el buen humor de Harry al gritarle por entre la multitud, cuando salían del Gran Comedor:
— ¡Los dementores te envían recuerdos, Potter!
— ¡Piérdete Malfoy! –gruño Nina.
Ella, Harry, Ron y Hermione siguieron al resto de los de su casa por el camino de la torre de Gryffindor, pero cuando llegaron al corredor al final del cual estaba el retrato de la señora gorda, lo encontraron atestado de alumnos.
— ¿Por qué no entran? —preguntó Ron intrigado.
Harry miró delante de él, por encima de las cabezas. El retrato estaba cerrado.
— Déjenme pasar; por favor —dijo la voz de Percy. Se esforzaba por abrirse paso a través de la multitud, dándose importancia—. ¿Qué es lo que ocurre? No es posible que nadie se acuerde de la contraseña. Déjenme pasar, soy el Premio Anual.
La multitud guardó silencio entonces, empezando por los de delante. Fue como si un aire frío se extendiera por el corredor. Oyeron que Percy decía con una voz repentinamente aguda:
— Que alguien vaya a buscar al profesor Dumbledore, rápido.
Las cabezas se volvieron. Los de atrás se ponían de puntillas.
— ¿Qué sucede? —preguntó Ginny, que acababa de llegar. Al cabo de un instante hizo su aparición el profesor Dumbledore, dirigiéndose velozmente hacia el retrato. Los alumnos de Gryffindor se apretujaban para dejarle paso, y Harry; Ron, Nina y Hermione se acercaron un poco para ver qué sucedía.
— ¡Anda, mi madr...! —exclamó Hermione, cogiéndose al brazo de Harry.
La señora gorda había desaparecido del retrato, que había sido rajado tan ferozmente que algunas tiras del lienzo habían caído al suelo. Faltaban varios trozos grandes.
Dumbledore dirigió una rápida mirada al retrato estropeado y se volvió. Con ojos entristecidos vio a los profesores McGonagall, Lupin y Snape, que se acercaban a toda prisa.
— Hay que encontrarla —dijo Dumbledore—. Por favor; profesora McGonagall, dígale enseguida al señor Filch que busque a la señora gorda por todos los cuadros del castillo.
— ¡Apañados van! —dijo una voz socarrona.
Era Peeves, que revoloteaba por encima de la multitud y estaba encantado, como cada vez que veía a los demás preocupados por algún problema.
— ¿Qué quieres decir, Peeves? —le preguntó Dumbledore tranquilamente. La sonrisa de Peeves desapareció. No se atrevía a burlarse de Dumbledore. Adoptó una voz empalagosa que no era mejor que su risa.
— Le da vergüenza, señor director. No quiere que la vean. Es un desastre de mujer. La vi correr por el paisaje, hacia el cuarto piso, señor; esquivando los árboles y gritando algo terrible —dijo con alegría—. Pobrecita —añadió sin convicción.
— ¿Dijo quién lo ha hecho? —preguntó Dumbledore en voz baja.
— Sí, señor director —dijo Peeves, con pinta de estar meciendo una bomba en sus brazos—. Se enfadó con ella porque no le permitió entrar, ¿sabe? —Peeves dio una vuelta de campana y dirigió a Dumbledore una sonrisa por entre sus propias piernas—. Ese Sirius Black tiene un genio insoportable.
Fin del Capitulo. :study:
¡Gracias, gracias, gracias! :D
PD: Digan NO a la ley SOPA -.-'
Bess!! :P
13
Halloween. 2/2
Halloween. 2/2
— ¿Harry? —Harry retrocedió para ver quién lo llamaba y se encontró al profesor Lupin, que lo miraba desde la puerta de su despacho—. ¿Qué haces? —le preguntó Lupin en un tono muy diferente al de Filch—. ¿Dónde están Ron y Hermione?
— En Hogsmeade —respondió Harry; con voz que fingía no dar importancia a lo que decía.
— Ah —dijo Lupin. Observó a Harry un momento—. ¿Por qué no pasas? Acabo de recibir un grindylow para nuestra próxima clase.
— ¿Un qué? —preguntó Harry.
Entró en el despacho siguiendo a Lupin. En un rincón había un enorme depósito de agua. Una criatura de un color verde asqueroso, con pequeños cuernos afilados, pegaba la cara contra el cristal, haciendo muecas y doblando sus dedos largos y delgados.
— Es un demonio de agua —dijo Lupin, observando el grindylow ensimismado—. No debería darnos muchas dificultades, sobre todo después de los kappas. El truco es deshacerse de su tenaza. ¿Te das cuenta de la extraordinaria longitud de sus dedos? Fuertes, pero muy quebradizos.
El grindylow enseñó sus dientes verdes y se metió en una espesura de algas que había en un rincón.
— ¿Una taza de té? —le preguntó Lupin, buscando la tetera—. Iba a prepararlo.
— Bueno —dijo Harry, algo embarazado.
Lupin dio a la tetera un golpecito con la varita y por el pitorro salió un chorro de vapor.
— Siéntate —dijo Lupin, destapando una caja polvorienta—. Lo lamento, pero sólo tengo té en bolsitas. Aunque me imagino que estarás harto del té suelto.
Harry lo miró. A Lupin le brillaban los ojos.
— ¿Cómo lo sabe? —preguntó Harry
— Me lo ha dicho la profesora McGonagall —explicó Lupin, pasándole a Harry una taza descascarillada—. No te preocupa, ¿verdad?
— No —respondió Harry
Pensó por un momento en contarle a Lupin lo del perro que había visto en la calle Magnolia, pero se contuvo. No quería que Lupin creyera que era un cobarde y menos desde que el profesor parecía suponer que no podía enfrentarse a un boggart. Algo de los pensamientos de Harry debió de reflejarse en su cara, porque Lupin dijo:
— ¿Estás preocupado por algo, Harry?
— No —mintió Harry. Sorbió un poco de té y vio que el grindylow lo amenazaba con el puño—. Sí —dijo de repente, dejando el té en el escritorio de Lupin—. ¿Recuerda el día que nos enfrentamos al boggart?
— Sí —respondió Lupin.
— ¿Por qué no me dejó enfrentarme a él? —le preguntó.
Lupin alzó las cejas.
— Creí que estaba claro —dijo sorprendido.
Harry, que había imaginado que Lupin lo negaría, se quedó atónito.
— ¿Por qué? —volvió a preguntar.
— Bueno —respondió Lupin frunciendo un poco el entrecejo—, pensé que si el boggart se enfrentaba contigo adoptaría la forma de lord Voldemort.
Harry se le quedó mirando, impresionado. No sólo era aquélla la respuesta que menos esperaba, sino que además Lupin había pronunciado el nombre de Voldemort. La única persona a la que había oído pronunciar ese nombre (aparte de él mismo) era el profesor Dumbledore.
— Es evidente que estaba en un error —añadió Lupin, frunciendo el entrecejo—. Pero no creí que fuera buena idea que Voldemort se materializase en la sala de profesores. Pensé que se aterrorizarían.
— El primero en quien pensé fue Voldemort —dijo Harry con sinceridad—. Pero luego recordé a los dementores.
— Ya veo —dijo Lupin pensativamente—. Bien, bien..., estoy impresionado. —Sonrió ligeramente ante la cara de sorpresa que ponía Harry—. Eso sugiere que lo que más miedo te da es... el miedo. Muy sensato, Harry.
Harry no supo qué contestar; de forma que dio otro sorbo al té.
— ¿Así que pensabas que no te creía capaz de enfrentarte a un boggart? —dijo Lupin astutamente.
— Bueno..., sí —dijo Harry. Estaba mucho más contento.
— ¡Papa a que no sabes quien vien…! –se detuvo al ver a Harry.- Oh, ¡hola Harry!
— Hola. –Harry se había incorporado en su silla nerviosamente mientras se apresuraba a levantar la mano en señal de saludo.
— ¿Qué pasa hija? –pregunto Lupin observando la rara reacción de Harry al verla, con una sonrisa en los labios.
— Ah sí, ¡Snape! Viene hacia acá. –frunció el entrecejo.
— ¿Snape…? –Harry no termino su frase, le interrumpieron unos golpes en la puerta.
— Adelante —dijo Lupin.
Se abrió la puerta y entró Snape. Llevaba una copa de la que salía un poco de humo y se detuvo al ver a Harry. Entornó sus ojos negros.
— ¡Ah, Severus! —dijo Lupin sonriendo—. Muchas gracias. ¿Podrías dejarlo aquí, en el escritorio? —Snape posó la copa humeante. Sus ojos pasaban de Harry a Lupin—. Estaba enseñando a Harry mi grindylow —dijo Lupin con cordialidad, señalando el depósito.
— Fascinante —comentó Snape, sin mirar a la criatura—. Deberías tomártelo ya, Lupin.
— Sí, sí, enseguida —dijo Lupin.
— He hecho un caldero entero. Si necesitas más...
— Seguramente mañana tomaré otro poco. Muchas gracias, Severus.
— De nada —respondió Snape. Pero había en sus ojos una expresión que a Harry no le gustó. Salió del despacho retrocediendo, sin sonreír y receloso.
Harry miró la copa con curiosidad. Lupin sonrió. Y Nina miraba impaciente a su padre y a Harry, si el supiera… si el llegara a sospechar… ella temía mucho que la gente dejara de apreciarlo si sabían su secreto, ella sabía que su padre era de buen corazón aunque no todos pudieran verlo.
— El profesor Snape, muy amablemente, me ha preparado esta poción —dijo—. Nunca se me ha dado muy bien lo de preparar pociones y ésta es especialmente difícil. —Cogió la copa y la olió—. Es una pena que no admita azúcar —añadió, tomando un sorbito y torciendo la boca.
— ¿Por qué...? —comenzó Harry.
Lupin lo miró y respondió a la pregunta que Harry no había acabado de formular:
— No me he encontrado muy bien —dijo—. Esta opción es lo único que me sana. Es una suerte tener de compañero al profesor Snape; no hay muchos magos capaces de prepararla.
— Pero yo lo are papa ya te lo dije. –se opuso Nina.- No es necesario concurrir a él yo puedo practicar y…
— Ya hemos discutido esto Nina –le sonrió.- Y ya te he dicho que no hace falta.
El profesor Lupin bebió otro sorbo y Harry tuvo el impulso de quitarle la copa de las manos.
Nina que estaba enojada por no conseguir el permiso de su padre había desviado la mirada al grindylow.
— El profesor Snape está muy interesado por las Artes Oscuras —barbotó Harry.
— ¿De verdad? —preguntó Lupin, sin mucho interés, bebiendo otro trago de la poción.
— Hay quien piensa... —Harry dudó, pero se atrevió a seguir hablando—, hay quien piensa que sería capaz de cualquier cosa para conseguir el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Lupin vació la copa e hizo un gesto de desagrado.
— Asqueroso —dijo—. Bien, Harry. Tengo que seguir trabajando. Nos veremos en el banquete.
— De acuerdo —dijo Harry, dejando su taza de té. La copa, ya vacía, seguía echando humo.
— Te acompaño –dijo Nina.- No tengo nada que hacer aquí.
Ambos salieron de la oficina de Lupin y se encaminaron por los pasillos.
— No me agrada que el prepare la poción ¿sabes? –hablo enojada.- ¡Yo podría hacerlo no importa que sea difícil!
— Eh… seguro que sí. –sonrió sin saber que decirle.
— Ese Snape me da mala espina, se nota a millas que odia a mi padre y claramente me odia a mí. ¿recuerdas Harry? En clase de pociones fui la primera en terminar perfectamente la poción y sin embargo me quito puntos.
— Snape es injusto con todos.
— Si pero más contigo y conmigo ¿a qué si?
— Bien si es cierto. –suspiro.- Pero no le des el gusto de verte mal Ni.
— ¿Ni? –le sonrió con un brillo en los ojos, que hizo que Harry se sonrojara.
— Y-yo…
— ¡Solo Ginny me llama Ni!
— Ah, yo lo ciento no…
— ¡No! –le interrumpió.- No creerás que me molesta ¿o sí? Es lindo de hecho.
Harry se sintió bien al oírla decir eso, aún seguía luchando con sentimientos que desconocía e intentando no ruborizarse cada vez que le miraba a los ojos. Nina por su parte, parecía relajada y segura de sí misma. Harry en ese momento se preguntaba, porque no había ido a Hogsmeade.
— ¿Nina?
— Dime.
— Eh… ¿P-por qué no fuiste a Hogsmeade?
— Bueno quería convencer a papa de que me dejara hacer la poción –explico.- Cuando está el colegio repleto de gente se me hace difícil acercarme, así que aproveche ahora y además eh ido a Hogsmeade varias veces antes. –sonrió.
— ¡Ah!
— Y… -se quedó pensativa en si decirle o no.
— ¿Qué? –pregunto interesado.
— Y me quede porque quería estar contigo. –confeso sonriente mientras Harry sentía que el corazón le latía más fuerte y las orejas se le enrojecían.- ¿vamos al patio?
Harry y Nina habían pasado toda la tarde juntos, para él era increíble que aquella chica le hiciera olvidar rápidamente toda preocupación y siempre le sacara una sonrisa.
Nina le platicaba de diversas cosas y Harry sentía que podía confiar plenamente en su amistad, aquel día ellos se conocieron más y de alguna forma u otra, se hicieron más unidos.
Ya pasadas las horas, se encontraban en la sala común cuando Ron y Hermione llegaron.
— Aquí tienes —dijo Ron—. Hemos traído todos los que pudimos.
— Gracias —dijo Harry, cogiendo un paquete de pequeños y negros diablillos de pimienta—. ¿Cómo es Hogsmeade? ¿Dónde han ido?
— A todos los sitios. A Dervish y Banges, la tienda de artículos de brujería, a la tienda de artículos de broma de Zonko, a Las Tres Escobas, para tomarse unas cervezas de mantequilla caliente con espuma, y a otros muchos sitios...
— ¡La oficina de correos, Harry! ¡Unas doscientas lechuzas, todas descansando en anaqueles, todas con claves de colores que indican la velocidad de cada una! Honeydukes tiene un nuevo caramelo: daban muestras gratis. Aquí tienes un poco, mira.
— Nos ha parecido ver un ogro. En Las Tres Escobas hay todo tipo de gente...
— Ojalá te hubiéramos traído cerveza de mantequilla. Realmente te reconforta.
— ¿Y Ginny? –pregunto Nina, que hasta ahora se encontraba comiendo uno de los dulces.
— Está en el vestíbulo ¿Por qué no fuiste Nina?
— Tenía que hablar con papa –respondió sonriente.- Iré a ver a Ginny los veo abajo.
— Bien. –respondieron, mientras Harry la veía marcharse.
— ¿Y tú que has hecho? —le preguntó Hermione—. ¿Has trabajado?
— No —respondió Harry—. Lupin me invitó a un té en su despacho. Y entró Snape...
Les contó lo de la copa. Ron se quedó con la boca abierta.
— ¿Y Lupin se la bebió? —exclamó—. ¿Está loco?
Hermione miró la hora.
— Será mejor que vayamos bajando El banquete empezará dentro de cinco minutos
Pasaron por el retrato entre la multitud, todavía hablando de Snape.
— Pero si él..., ya sabes... —Hermione bajó la voz, mirando a su alrededor con cautela—. Si intentara envenenar a Lupin, no lo haría delante de ti Harry y de su hija. A demás Nina dijo que quería hacer esa pócima, ella debe saber cuál es.
— Sí, quizá tengas razón —dijo Harry mientras llegaban al vestíbulo y lo cruzaban para entrar en el Gran Comedor. Lo habían decorado con cientos de calabazas con velas dentro, una bandada de murciélagos vivos que revoloteaban y muchas serpentinas de color naranja brillante que caían del techo como culebras de río.
La comida fue deliciosa. Incluso Hermione y Ron, que estaban que reventaban de los dulces que habían comido en Honeydukes, repitieron. Harry no paraba de mirar a la mesa de los profesores. El profesor Lupin parecía alegre y más sano que nunca. Hablaba animadamente con el pequeñísimo profesor Flitwick, que impartía Encantamientos.
Harry recorrió la mesa con la mirada hasta el lugar en que se sentaba Snape. ¿Se lo estaba imaginando o Snape miraba a Lupin y parpadeaba más de lo normal? Harry tampoco había podido despegar los ojos de Nina, quien platicaba alegremente con Ginny y los gemelos Weasley.
El banquete terminó con una actuación de los fantasmas de Hogwarts. Saltaron de los muros y de las mesas para llevar a cabo un pequeño vuelo en formación. Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor; cosechó un gran éxito con una representación de su propia desastrosa decapitación.
Fue una noche tan estupenda que Malfoy no pudo enturbiar el buen humor de Harry al gritarle por entre la multitud, cuando salían del Gran Comedor:
— ¡Los dementores te envían recuerdos, Potter!
— ¡Piérdete Malfoy! –gruño Nina.
Ella, Harry, Ron y Hermione siguieron al resto de los de su casa por el camino de la torre de Gryffindor, pero cuando llegaron al corredor al final del cual estaba el retrato de la señora gorda, lo encontraron atestado de alumnos.
— ¿Por qué no entran? —preguntó Ron intrigado.
Harry miró delante de él, por encima de las cabezas. El retrato estaba cerrado.
— Déjenme pasar; por favor —dijo la voz de Percy. Se esforzaba por abrirse paso a través de la multitud, dándose importancia—. ¿Qué es lo que ocurre? No es posible que nadie se acuerde de la contraseña. Déjenme pasar, soy el Premio Anual.
La multitud guardó silencio entonces, empezando por los de delante. Fue como si un aire frío se extendiera por el corredor. Oyeron que Percy decía con una voz repentinamente aguda:
— Que alguien vaya a buscar al profesor Dumbledore, rápido.
Las cabezas se volvieron. Los de atrás se ponían de puntillas.
— ¿Qué sucede? —preguntó Ginny, que acababa de llegar. Al cabo de un instante hizo su aparición el profesor Dumbledore, dirigiéndose velozmente hacia el retrato. Los alumnos de Gryffindor se apretujaban para dejarle paso, y Harry; Ron, Nina y Hermione se acercaron un poco para ver qué sucedía.
— ¡Anda, mi madr...! —exclamó Hermione, cogiéndose al brazo de Harry.
La señora gorda había desaparecido del retrato, que había sido rajado tan ferozmente que algunas tiras del lienzo habían caído al suelo. Faltaban varios trozos grandes.
Dumbledore dirigió una rápida mirada al retrato estropeado y se volvió. Con ojos entristecidos vio a los profesores McGonagall, Lupin y Snape, que se acercaban a toda prisa.
— Hay que encontrarla —dijo Dumbledore—. Por favor; profesora McGonagall, dígale enseguida al señor Filch que busque a la señora gorda por todos los cuadros del castillo.
— ¡Apañados van! —dijo una voz socarrona.
Era Peeves, que revoloteaba por encima de la multitud y estaba encantado, como cada vez que veía a los demás preocupados por algún problema.
— ¿Qué quieres decir, Peeves? —le preguntó Dumbledore tranquilamente. La sonrisa de Peeves desapareció. No se atrevía a burlarse de Dumbledore. Adoptó una voz empalagosa que no era mejor que su risa.
— Le da vergüenza, señor director. No quiere que la vean. Es un desastre de mujer. La vi correr por el paisaje, hacia el cuarto piso, señor; esquivando los árboles y gritando algo terrible —dijo con alegría—. Pobrecita —añadió sin convicción.
— ¿Dijo quién lo ha hecho? —preguntó Dumbledore en voz baja.
— Sí, señor director —dijo Peeves, con pinta de estar meciendo una bomba en sus brazos—. Se enfadó con ella porque no le permitió entrar, ¿sabe? —Peeves dio una vuelta de campana y dirigió a Dumbledore una sonrisa por entre sus propias piernas—. Ese Sirius Black tiene un genio insoportable.
Fin del Capitulo. :study:
TheGirlImpossible
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
ahh! me encantaron los capítulos y claro que la tienes que seguir!
me encanta tu nove y me gusta la idea de que hagas otra nove, sin duda la leeré :study:
:), síguela
besos y abrazos :hug:
me encanta tu nove y me gusta la idea de que hagas otra nove, sin duda la leeré :study:
:), síguela
besos y abrazos :hug:
fefi weasley
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
hola!!!!
estuvieron geniales los caps!!
porfavor no la canceles me encanta
porfavor siguela cuando puedas
besitos!!
estuvieron geniales los caps!!
porfavor no la canceles me encanta
porfavor siguela cuando puedas
besitos!!
~Susie ∞Wallflower∞
Re: Harry Potter y El Prisionero de Azkaban [Adaptacion] Harry&Tu
Ahhh! :D
El cap estubo increibloso (←la palabra si existe; en mi mundo xd)
Aww, es lindo saber que subiste cap porque mi comentario te puso feliz :3
& si, me llamo Gloria; es un gusto May :)
¡SIGUELA!
El cap estubo increibloso (←la palabra si existe; en mi mundo xd)
Aww, es lindo saber que subiste cap porque mi comentario te puso feliz :3
& si, me llamo Gloria; es un gusto May :)
¡SIGUELA!
Kardashian♡.
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