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La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Capítulo 6
CAPÍTULO 6
—Entonces, ¿cuántos amantes has tenido?—
—En el trayecto hasta aquí hemos hablado de nuestro matrimonio y de nuestra boda, pero no hemos hablado sobre nuestras aficiones —miró a Katherine con curiosidad—. ¿Qué sueles hacer en tu tiempo libre?
—¿Tiempo libre? — Katherine lo miró como si hubiera hablado en otro idioma.
Él sonrió, arrepentido.
—Recuérdame cuando volvamos que no te tenga tantas horas trabajando. Llevo demasiado tiempo haciéndote trabajar de sol a sol.
—No me importa —dijo Katherine, sinceramente—. Me gusta trabajar para ti… cuando haciéndolo aprendo algo sobre el negocio de la publicidad —se detuvieron al salir del establo—. Es cuando me ocupo de tus asuntos personales cuando tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo —se ruborizó ligeramente—. Preferiría aprender lo que sabes sobre publicidad que tener que ocuparme de enviar rosas a la última de tus amantes —el color de sus mejillas se intensificó, como si la palabra «amante» fuera más que un poco atrevida.
—Las mujeres a las que envío rosas no son siempre mis amantes, Katherine —protestó Harry—. A veces son asociadas profesionales, o amigas, o simplemente mujeres con las que salgo sin que necesariamente me acueste con ellas.
—Claro —replicó Katherine en tono irónico.
De repente, Harry sintió la imperiosa necesidad de que lo creyera.
—Tengo la impresión de que consideras que tengo la moral de un gato callejero, y eso no es cierto.
Katherine tenía el rostro más expresivo que había visto en su vida. Primero mostró incredulidad y, a continuación, inseguridad y timidez; y mientras Harry contemplaba el desfile de aquellos sentimientos, se fijó en que tenía los ojos castaños. No un castaño ordinario, sino un ámbar dorado que irradiaba una calidez que lo bañó como los rayos del sol.
Una especie de campanilla desafinada sonó a lo lejos, rompiendo la magia del momento. Miró hacia la casa y vio a Brody en el porche, haciendo sonar un gran triángulo metálico.
—Parece que ha llegado la hora de comer —dijo—. Y de volver a ponernos las máscaras de casados.
Mientras caminaban hacia la casa, Harry apartó a un lado aquella momentánea necesidad de convencer a Katherine de su sólida fibra moral. No le importaba lo que pensara de él. Era eficiente en su trabajo y había aceptado hacerse pasar por su esposa durante una semana. Eso era todo lo que le importaba.
La cena resultó muy agradable. Katherine y Harry fueron presentados a las otras dos parejas con las que iban a compartir aquella semana. Los primeros en llegar fueron Trent y Elena Richards, vecinos de los Robinson.
—Trent ha sido mi asesor ranchero desde que llegamos —explicó Brody—. Trabaja con su cuñado y son famosos en la zona por los pura sangre que crían.
Trent era un hombre corpulento y atractivo, y su esposa Elena era una belleza morena que lo miraba con auténtica adoración.
Harry no entendía qué hacían allí. Por su actitud, era evidente que se querían y se entendían muy bien. Llevaban casados dos años y tenían un bebé de dieciocho meses.
La otra pareja, Stan y Edie Watkins, contaron a los demás que llevaban diez años casados. Stan trabajaba como director general de la fábrica de galletas de Brody en Chicago y Eddie hacía sustituciones como maestra. No tenían hijos y, por la expresión de Eddie cuando lo dijo, aquel tema era doloroso.
Harry había tratado muy poco con gente casada. Dedicaba casi todo su tiempo al trabajo, a sus citas o a estar solo. Para él resultaba interesante ver a las otras parejas, comprobar la comodidad con que los maridos y sus mujeres se relacionaban.
A pesar de todo, siempre había creído que el matrimonio implicaba entregar partes de uno mismo que nunca se recuperaban. Y él no quería compartir ninguna parte de sí mismo con nadie. El matrimonio podía estar bien para otros, pero no para él.
Después de comer, las cuatro parejas fueron al cuarto de estar a beber algo. Como solía suceder habitualmente en todas las reuniones sociales, no pasó mucho tiempo antes de que las mujeres se reunieran en un grupo y los hombres en otro.
Mientras Stan hacía preguntas relacionadas con la vida en el rancho, Harry vio su atención dividida entre escuchar a los hombres y observar a las mujeres.
Katherine lo había sorprendido con su facilidad de palabra durante la cena. En la oficina solía ser siempre muy silenciosa, pero esa tarde no había sido así. Había participado en un animado debate sobre política, haciendo reír a los demás con sus ocurrencias en varias ocasiones.
Trató de imaginarse a Shelly en una situación similar, pero no pudo. Para Shelly, hablar de política significaba hablar del vestido que había llevado la primera dama en algún acontecimiento social.
Brody le puso una de sus enormes manos en un hombro.
—Te has casado con una mujer estupenda, amigo —dijo, sonriendo—. Siempre he sabido que eras un hombre de negocios hábil, pero debo confesar que tenía mis dudas respecto a tu vida privada. Al parecer, estaba equivocado —frunció el ceño pensativamente—. Lo que no entiendo es por qué en todos los artículos que he leído sobre ti no mencionan nunca a tu mujer.
—A Katherine no le gusta ser el foco de atención. Prefiere pasar desapercibida —contestó Harry.
—Es una chica brillante y muy agradable. Eres un hombre afortunado —el rostro de Brody se iluminó mientras miraba a su propia esposa—. Sé muy bien lo que es ser afortunado —volviéndose hacia los demás hombres, añadió—: Ninguno de vosotros será el mismo después de esta semana. Os enriqueceréis espiritualmente y os sentiréis más unidos que nunca a vuestras mujeres después de completar el encuentro de matrimonios organizado por mi esposa. Y ahora, ¿quién está listo para otra bebida? —preguntó.
—Puedes rellenar la mía —dijo Harry. Tenía la sensación de que iba a necesitarla. Miró a su secretaria. Sin duda, podría simular amarla durante aquellos siete días.
—¿Por qué no salimos al patio? —sugirió Barbara al grupo—. A esta hora hace una temperatura muy agradable afuera —dijo, abriendo las puertas correderas que daban al florido patio.
Mientras salían, la segregación por sexos terminó. Trent se sentó con su esposa junto a una de las mesas. Stan ocupó un pequeño sofá con Eddie y Harry se sentó junto a Katherine en una mecedora doble.
Barbara tenía razón. Fuera hacía una temperatura muy agradable. La conversación fue sencilla e intrascendente, centrada en el tiempo y en las costumbres de la vida en el rancho. Poco a poco, Harry sintió que empezaba a relajarse. Y mientras se relajaba se hizo consciente de sensaciones que no había notado antes.
Su pierna estaba apoyada contra la de Katherine, y podía sentir el calor que el cuerpo de esta irradiaba a través de los vaqueros, mientras su fresco y delicado perfume parecía envolverlo.
—¿Qué tal estás? —preguntó, en voz lo suficientemente baja como para que nadie pudiera oírlos.
—Bien —contestó Katherine, inclinándose un poco hacia él—. Estoy asombrada con mi capacidad para mentir. Nunca había imaginado que pudiera hacerlo tan bien.
—Sí, voy a tener que vigilarte más de cerca cuando volvamos a la oficina —bromeó Harry.
—Ya basta de secretitos al oído, tortolitos —dijo Brody, interrumpiendo su conversación—. Seguro que todos os estáis preguntando qué va a suceder exactamente esta semana. Si creéis que va consistir en disfrutar de la excelente carne de Montana y en pasear por el pintoresco pueblo de Mustang, tenéis razón. Pero va a ser mucho más que eso —pasó un brazo por los hombros de su mujer—. Supongo que este es un buen momento para que Barbara os haga saber lo que vais a hacer.
Barbara sonrió a todos.
—En primer lugar, os prometo que va a ser una experiencia maravillosa para todos. Llevéis casados diez años o diez días, este programa está diseñado para que profundicéis en vuestra relación y logréis que sea más feliz y completa.
—Creo que lo que más me ha gustado ha sido lo de la carne de Montana —dijo Stan. Los demás rieron mientras Eddie le daba un suave codazo en el costado.
Barbara se unió a las risas.
—Sé que puede pareceros un poco inquietante, pero os prometo que cuando acabe la semana seréis personas diferentes… mejores maridos y mejores esposas.
Harry sintió una punzada en el estómago a causa de la ansiedad. Él no quería convertirse en una persona diferente. Estaba satisfecho con cómo era en aquellos momentos. Y eso era precisamente lo que no le gustaba del matrimonio… Las mujeres esperaban que sus compañeros cambiaran.
—Empezaremos a las nueve de la mañana —continuó Barbara—. Trabajaremos en grupo hasta las doce. Después de comer trabajaré por separado con cada pareja durante una hora —sonrió a Harry y a Katherine—. Empezaré con vosotros a la una. Tras el trabajo individual, podréis hacer lo que queráis hasta las seis. Después de cenar tendremos otra sesión de grupo de ocho a nueve. Y ese será el programa diario durante toda la semana —mirando a su alrededor, añadió—: ¿Alguna pregunta?
—Más o menos un millón —contestó Stan—. Pero supongo que si espero a mañana la mayoría quedarán contestadas.
Harry quería preguntar si podía echarse atrás, si era demasiado tarde para volver a su casa.
Katherine rió.
—¿Os habéis fijado en que todas las mujeres estamos deseando empezar y los hombres tienen aspecto de querer salir corriendo?
Las parejas se miraron. Era cierto. Los tres hombres se habían movido al borde de sus asientos, como si estuvieran a punto de saltar. Todos rieron, aunque los hombres con un matiz de incomodidad.
Barbara asintió.
—No os preocupéis, amigos, es perfectamente natural. Los hombres siempre son más reacios al cambio. Por encima de todo, son criaturas de costumbres —sonrió afectuosamente a su marido—. Incluyendo al mío. Pero creo que Brody podrá aseguraros que el curso no es doloroso y que seréis más felices cuando haya acabado.
Brody asintió.
—Os elegí a vosotros para esta semana porque me gustáis. No os considero tan solo asociados profesionales, sino también amigos. Querría que todos disfrutarais de un matrimonio tan feliz como el mío con Barbara. Ella me enseñó a abrirme completamente, y os enseñará a vosotros lo mismo.
Barbara se levantó.
—Ahora voy a retirarme. Estáis en vuestra casa, así que sentíos libres para hacer lo que queráis. Nos veremos por la mañana.
—El desayuno es a las siete y media —dijo Brody, levantándose—. Buenas noches.
Un largo silencio siguió a la marcha de la pareja.
—No sé vosotros —dijo Stan, finalmente—, pero yo estoy aterrorizado.
Eddie rió.
—Actúas como si esperaras que Barbara fuera a hacerte una lobotomía.
—Y puede que así sea. Tal vez ese sea su secreto para mejorarnos —replicó Stan, haciendo reír de nuevo a los demás—. Supongo que si mañana vamos a tener un día tan ajetreado, más vale que nos retiremos.
Eddie asintió y se levantó.
Trent tocó el hombro de su mujer y ambos se levantaron.
—Creo que nosotros también vamos a acostarnos.
Un instante después, Harry y Katherine se quedaron solos en el patio.
—Yo no me siento nada cansada —dijo Katherine, y Harry creyó percibir en su voz un toque de ansiedad.
Supuso que se debía a que se acercaba el momento de compartir el dormitorio.
No sabía cómo aplacar su inquietud. Sin duda, Katherine ya debía suponer que no iba a intentar nada, pero la idea de pasar la noche en la misma habitación con él debía de ponerla nerviosa.
—Por mucho que lo retrasemos, acabaremos teniendo que subir al dormitorio —dijo, con suavidad.
—Lo sé —replicó Katherine, ligeramente a la defensiva—. Solo he comentado que no me sentía cansada.
—Me ha parecido que estabas un poco nerviosa. Comprendo que tiene que ser una situación un poco incómoda para ti, porque puede que no hayas pasado nunca la noche con un hombre.
A pesar de la oscuridad, Harry vio que Katherine se ruborizaba. Pero cuando lo miró no lo hizo avergonzada, sino enfadada.
—¿Y qué te hace pensar que nunca he pasado la noche con un hombre? ¿Qué te hace pensar que no he tenido un amante… o docenas de ellos? —preguntó, con un toque de arrogancia que Harry encontró bastante atractivo.
—Yo… había supuesto…
—¿Has supuesto que porque no soy espectacularmente atractiva no he tenido amantes? — interrumpió Katherine—. ¿Crees que como no soy rubia y no tengo los pechos grandes ningún hombre puede encontrarme deseable?
—No… no es eso —dijo Harry, sorprendido por su repentina furia—. No tiene nada que ver con tu aspecto —trató de buscar las palabras adecuadas para explicar sus pensamientos—. Yo… Te rodea un halo de inocencia que… he asumido que probablemente carecías de experiencia.
—Es más inteligente preguntar que asumir —dijo Katherine, rígidamente.
El dudó un momento, sabiendo que no debía preguntar, pero fue incapaz de contenerse.
—Entonces, ¿cuántos amantes has tenido?
Katherine lo miró a los ojos.
—Eso no es asunto tuyo, Harry Styles —se levantó—. Y ahora, creo que me voy a la cama —sin esperar a Harry, se volvió y entró en la casa.
Harry miró cómo se alejaba. Sin duda, había logrado contrariarla. Y ella había logrado ponerlo en su sitio, a la vez que había despertado su curiosidad. Tenía la sensación de que su secretaria ocultaba en su personalidad muchas más cosas de las que se veían a simple vista. Y sospechaba que aquella iba a ser una semana para recordar.
—¿Tiempo libre? — Katherine lo miró como si hubiera hablado en otro idioma.
Él sonrió, arrepentido.
—Recuérdame cuando volvamos que no te tenga tantas horas trabajando. Llevo demasiado tiempo haciéndote trabajar de sol a sol.
—No me importa —dijo Katherine, sinceramente—. Me gusta trabajar para ti… cuando haciéndolo aprendo algo sobre el negocio de la publicidad —se detuvieron al salir del establo—. Es cuando me ocupo de tus asuntos personales cuando tengo la sensación de estar perdiendo el tiempo —se ruborizó ligeramente—. Preferiría aprender lo que sabes sobre publicidad que tener que ocuparme de enviar rosas a la última de tus amantes —el color de sus mejillas se intensificó, como si la palabra «amante» fuera más que un poco atrevida.
—Las mujeres a las que envío rosas no son siempre mis amantes, Katherine —protestó Harry—. A veces son asociadas profesionales, o amigas, o simplemente mujeres con las que salgo sin que necesariamente me acueste con ellas.
—Claro —replicó Katherine en tono irónico.
De repente, Harry sintió la imperiosa necesidad de que lo creyera.
—Tengo la impresión de que consideras que tengo la moral de un gato callejero, y eso no es cierto.
Katherine tenía el rostro más expresivo que había visto en su vida. Primero mostró incredulidad y, a continuación, inseguridad y timidez; y mientras Harry contemplaba el desfile de aquellos sentimientos, se fijó en que tenía los ojos castaños. No un castaño ordinario, sino un ámbar dorado que irradiaba una calidez que lo bañó como los rayos del sol.
Una especie de campanilla desafinada sonó a lo lejos, rompiendo la magia del momento. Miró hacia la casa y vio a Brody en el porche, haciendo sonar un gran triángulo metálico.
—Parece que ha llegado la hora de comer —dijo—. Y de volver a ponernos las máscaras de casados.
Mientras caminaban hacia la casa, Harry apartó a un lado aquella momentánea necesidad de convencer a Katherine de su sólida fibra moral. No le importaba lo que pensara de él. Era eficiente en su trabajo y había aceptado hacerse pasar por su esposa durante una semana. Eso era todo lo que le importaba.
La cena resultó muy agradable. Katherine y Harry fueron presentados a las otras dos parejas con las que iban a compartir aquella semana. Los primeros en llegar fueron Trent y Elena Richards, vecinos de los Robinson.
—Trent ha sido mi asesor ranchero desde que llegamos —explicó Brody—. Trabaja con su cuñado y son famosos en la zona por los pura sangre que crían.
Trent era un hombre corpulento y atractivo, y su esposa Elena era una belleza morena que lo miraba con auténtica adoración.
Harry no entendía qué hacían allí. Por su actitud, era evidente que se querían y se entendían muy bien. Llevaban casados dos años y tenían un bebé de dieciocho meses.
La otra pareja, Stan y Edie Watkins, contaron a los demás que llevaban diez años casados. Stan trabajaba como director general de la fábrica de galletas de Brody en Chicago y Eddie hacía sustituciones como maestra. No tenían hijos y, por la expresión de Eddie cuando lo dijo, aquel tema era doloroso.
Harry había tratado muy poco con gente casada. Dedicaba casi todo su tiempo al trabajo, a sus citas o a estar solo. Para él resultaba interesante ver a las otras parejas, comprobar la comodidad con que los maridos y sus mujeres se relacionaban.
A pesar de todo, siempre había creído que el matrimonio implicaba entregar partes de uno mismo que nunca se recuperaban. Y él no quería compartir ninguna parte de sí mismo con nadie. El matrimonio podía estar bien para otros, pero no para él.
Después de comer, las cuatro parejas fueron al cuarto de estar a beber algo. Como solía suceder habitualmente en todas las reuniones sociales, no pasó mucho tiempo antes de que las mujeres se reunieran en un grupo y los hombres en otro.
Mientras Stan hacía preguntas relacionadas con la vida en el rancho, Harry vio su atención dividida entre escuchar a los hombres y observar a las mujeres.
Katherine lo había sorprendido con su facilidad de palabra durante la cena. En la oficina solía ser siempre muy silenciosa, pero esa tarde no había sido así. Había participado en un animado debate sobre política, haciendo reír a los demás con sus ocurrencias en varias ocasiones.
Trató de imaginarse a Shelly en una situación similar, pero no pudo. Para Shelly, hablar de política significaba hablar del vestido que había llevado la primera dama en algún acontecimiento social.
Brody le puso una de sus enormes manos en un hombro.
—Te has casado con una mujer estupenda, amigo —dijo, sonriendo—. Siempre he sabido que eras un hombre de negocios hábil, pero debo confesar que tenía mis dudas respecto a tu vida privada. Al parecer, estaba equivocado —frunció el ceño pensativamente—. Lo que no entiendo es por qué en todos los artículos que he leído sobre ti no mencionan nunca a tu mujer.
—A Katherine no le gusta ser el foco de atención. Prefiere pasar desapercibida —contestó Harry.
—Es una chica brillante y muy agradable. Eres un hombre afortunado —el rostro de Brody se iluminó mientras miraba a su propia esposa—. Sé muy bien lo que es ser afortunado —volviéndose hacia los demás hombres, añadió—: Ninguno de vosotros será el mismo después de esta semana. Os enriqueceréis espiritualmente y os sentiréis más unidos que nunca a vuestras mujeres después de completar el encuentro de matrimonios organizado por mi esposa. Y ahora, ¿quién está listo para otra bebida? —preguntó.
—Puedes rellenar la mía —dijo Harry. Tenía la sensación de que iba a necesitarla. Miró a su secretaria. Sin duda, podría simular amarla durante aquellos siete días.
—¿Por qué no salimos al patio? —sugirió Barbara al grupo—. A esta hora hace una temperatura muy agradable afuera —dijo, abriendo las puertas correderas que daban al florido patio.
Mientras salían, la segregación por sexos terminó. Trent se sentó con su esposa junto a una de las mesas. Stan ocupó un pequeño sofá con Eddie y Harry se sentó junto a Katherine en una mecedora doble.
Barbara tenía razón. Fuera hacía una temperatura muy agradable. La conversación fue sencilla e intrascendente, centrada en el tiempo y en las costumbres de la vida en el rancho. Poco a poco, Harry sintió que empezaba a relajarse. Y mientras se relajaba se hizo consciente de sensaciones que no había notado antes.
Su pierna estaba apoyada contra la de Katherine, y podía sentir el calor que el cuerpo de esta irradiaba a través de los vaqueros, mientras su fresco y delicado perfume parecía envolverlo.
—¿Qué tal estás? —preguntó, en voz lo suficientemente baja como para que nadie pudiera oírlos.
—Bien —contestó Katherine, inclinándose un poco hacia él—. Estoy asombrada con mi capacidad para mentir. Nunca había imaginado que pudiera hacerlo tan bien.
—Sí, voy a tener que vigilarte más de cerca cuando volvamos a la oficina —bromeó Harry.
—Ya basta de secretitos al oído, tortolitos —dijo Brody, interrumpiendo su conversación—. Seguro que todos os estáis preguntando qué va a suceder exactamente esta semana. Si creéis que va consistir en disfrutar de la excelente carne de Montana y en pasear por el pintoresco pueblo de Mustang, tenéis razón. Pero va a ser mucho más que eso —pasó un brazo por los hombros de su mujer—. Supongo que este es un buen momento para que Barbara os haga saber lo que vais a hacer.
Barbara sonrió a todos.
—En primer lugar, os prometo que va a ser una experiencia maravillosa para todos. Llevéis casados diez años o diez días, este programa está diseñado para que profundicéis en vuestra relación y logréis que sea más feliz y completa.
—Creo que lo que más me ha gustado ha sido lo de la carne de Montana —dijo Stan. Los demás rieron mientras Eddie le daba un suave codazo en el costado.
Barbara se unió a las risas.
—Sé que puede pareceros un poco inquietante, pero os prometo que cuando acabe la semana seréis personas diferentes… mejores maridos y mejores esposas.
Harry sintió una punzada en el estómago a causa de la ansiedad. Él no quería convertirse en una persona diferente. Estaba satisfecho con cómo era en aquellos momentos. Y eso era precisamente lo que no le gustaba del matrimonio… Las mujeres esperaban que sus compañeros cambiaran.
—Empezaremos a las nueve de la mañana —continuó Barbara—. Trabajaremos en grupo hasta las doce. Después de comer trabajaré por separado con cada pareja durante una hora —sonrió a Harry y a Katherine—. Empezaré con vosotros a la una. Tras el trabajo individual, podréis hacer lo que queráis hasta las seis. Después de cenar tendremos otra sesión de grupo de ocho a nueve. Y ese será el programa diario durante toda la semana —mirando a su alrededor, añadió—: ¿Alguna pregunta?
—Más o menos un millón —contestó Stan—. Pero supongo que si espero a mañana la mayoría quedarán contestadas.
Harry quería preguntar si podía echarse atrás, si era demasiado tarde para volver a su casa.
Katherine rió.
—¿Os habéis fijado en que todas las mujeres estamos deseando empezar y los hombres tienen aspecto de querer salir corriendo?
Las parejas se miraron. Era cierto. Los tres hombres se habían movido al borde de sus asientos, como si estuvieran a punto de saltar. Todos rieron, aunque los hombres con un matiz de incomodidad.
Barbara asintió.
—No os preocupéis, amigos, es perfectamente natural. Los hombres siempre son más reacios al cambio. Por encima de todo, son criaturas de costumbres —sonrió afectuosamente a su marido—. Incluyendo al mío. Pero creo que Brody podrá aseguraros que el curso no es doloroso y que seréis más felices cuando haya acabado.
Brody asintió.
—Os elegí a vosotros para esta semana porque me gustáis. No os considero tan solo asociados profesionales, sino también amigos. Querría que todos disfrutarais de un matrimonio tan feliz como el mío con Barbara. Ella me enseñó a abrirme completamente, y os enseñará a vosotros lo mismo.
Barbara se levantó.
—Ahora voy a retirarme. Estáis en vuestra casa, así que sentíos libres para hacer lo que queráis. Nos veremos por la mañana.
—El desayuno es a las siete y media —dijo Brody, levantándose—. Buenas noches.
Un largo silencio siguió a la marcha de la pareja.
—No sé vosotros —dijo Stan, finalmente—, pero yo estoy aterrorizado.
Eddie rió.
—Actúas como si esperaras que Barbara fuera a hacerte una lobotomía.
—Y puede que así sea. Tal vez ese sea su secreto para mejorarnos —replicó Stan, haciendo reír de nuevo a los demás—. Supongo que si mañana vamos a tener un día tan ajetreado, más vale que nos retiremos.
Eddie asintió y se levantó.
Trent tocó el hombro de su mujer y ambos se levantaron.
—Creo que nosotros también vamos a acostarnos.
Un instante después, Harry y Katherine se quedaron solos en el patio.
—Yo no me siento nada cansada —dijo Katherine, y Harry creyó percibir en su voz un toque de ansiedad.
Supuso que se debía a que se acercaba el momento de compartir el dormitorio.
No sabía cómo aplacar su inquietud. Sin duda, Katherine ya debía suponer que no iba a intentar nada, pero la idea de pasar la noche en la misma habitación con él debía de ponerla nerviosa.
—Por mucho que lo retrasemos, acabaremos teniendo que subir al dormitorio —dijo, con suavidad.
—Lo sé —replicó Katherine, ligeramente a la defensiva—. Solo he comentado que no me sentía cansada.
—Me ha parecido que estabas un poco nerviosa. Comprendo que tiene que ser una situación un poco incómoda para ti, porque puede que no hayas pasado nunca la noche con un hombre.
A pesar de la oscuridad, Harry vio que Katherine se ruborizaba. Pero cuando lo miró no lo hizo avergonzada, sino enfadada.
—¿Y qué te hace pensar que nunca he pasado la noche con un hombre? ¿Qué te hace pensar que no he tenido un amante… o docenas de ellos? —preguntó, con un toque de arrogancia que Harry encontró bastante atractivo.
—Yo… había supuesto…
—¿Has supuesto que porque no soy espectacularmente atractiva no he tenido amantes? — interrumpió Katherine—. ¿Crees que como no soy rubia y no tengo los pechos grandes ningún hombre puede encontrarme deseable?
—No… no es eso —dijo Harry, sorprendido por su repentina furia—. No tiene nada que ver con tu aspecto —trató de buscar las palabras adecuadas para explicar sus pensamientos—. Yo… Te rodea un halo de inocencia que… he asumido que probablemente carecías de experiencia.
—Es más inteligente preguntar que asumir —dijo Katherine, rígidamente.
El dudó un momento, sabiendo que no debía preguntar, pero fue incapaz de contenerse.
—Entonces, ¿cuántos amantes has tenido?
Katherine lo miró a los ojos.
—Eso no es asunto tuyo, Harry Styles —se levantó—. Y ahora, creo que me voy a la cama —sin esperar a Harry, se volvió y entró en la casa.
Harry miró cómo se alejaba. Sin duda, había logrado contrariarla. Y ella había logrado ponerlo en su sitio, a la vez que había despertado su curiosidad. Tenía la sensación de que su secretaria ocultaba en su personalidad muchas más cosas de las que se veían a simple vista. Y sospechaba que aquella iba a ser una semana para recordar.
Última edición por Kat. el Jue 02 Abr 2015, 9:56 pm, editado 1 vez
Invitado
Invitado
Re: La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
Listo lindas ahí está su capítulo, espero que lo lean y comenten c:
Invitado
Invitado
Re: La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
hola chica, espere mucho por el capítulo, esta genial, please sube pronto
yulieth98
Re: La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
Te informo que tu novela se encuentra en una sección incorrecta establecida en las reglas del foro. Publica la petición para que muevan tu tema en "Mover y borrar temas" en un plazo de 48 horas, o nos veremos en la obligación de eliminar el tema. Cualquier duda, queja, o sugerencia, contáctame por mp.
holiscrayolis
Re: La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
CAPÍTULO 7
—He dormido de maravilla. ¿Y tú?—
Mientras subía al dormitorio, Katherine se preguntó si para cuando acabara la semana se habría quedado sin trabajo.
Desde que Harry había ido a recogerla esa mañana, había alternado entre mostrarse descarada y a la defensiva, dos actitudes nada típicas en ella.
Pero había algo en Harry que la hacía reaccionar así, algo que la hacía sentirse más sensible de lo normal. Cuando la miraba se volvía consciente de sus defectos… o del hecho de que no era bonita ni sofisticada.
¿Y por qué había querido hacerle creer que usaba y desechaba amantes como si fueran camisetas?
Movió la cabeza, preguntándose si se habría vuelto loca. Cuando entró en el dormitorio trató de controlar la inquietud que le producía la idea de tener que pasar allí las siguientes seis noches.
Abrió uno de sus cajones de la cómoda y sacó un pijama y todo lo necesario para ducharse. Unos minutos después, mientras se hallaba bajo el agua, nuevos horrores pasaron por su mente.
¿Y si se ponía a roncar por la noche? ¿Y si rechinaban los dientes mientras dormía, o si, Dios no lo quisiera, babeaba? ¿Cómo iba a volver a mirarlo a la cara?
No debería haber aceptado aquello. Se cepilló el pelo casi con rabia, deseando poder volver atrás, al momento en que Harry, mirándola con sus picaros ojos verdes, le pidió que se hiciera pasar por su esposa. Fue en aquel momento cuando perdió la cabeza. Desde que Harry la miró con aquellos ojos y ella accedió a hacerse pasar por su esposa, perdió la cordura.
Terminó de ducharse rápidamente y, tras secarse, se puso su recatado pijama color azul pálido.
Abrió la puerta del baño y se asomó al dormitorio, comprobando con alivio que Harry aún no había subido. Apartó rápidamente la colcha y tiró de la sábana encimera. Si iba a dormir en el sofá, al menos iba a hacerlo con una sábana.
Afortunadamente, ella era bastante delgada, pero aquel diminuto sofá no estaba hecho para ser utilizado como cama, y las piernas le colgaban incómodamente de uno de los brazos.
Encontrando aquella posición imposible, se volvió de costado y acurrucó las piernas para encajar en el reducido espacio. Con un poco de suerte, se habría quedado dormida para cuando Harry llegara.
Acababa de pensar aquello cuando la puerta se abrió y Harry entró en el dormitorio. Katherine cerró de inmediato los ojos, simulando dormir.
Supo lo que hacía por los sonidos. Vació sus bolsillos y dejó las llaves y las monedas encima de la cómoda. Luego suspiró a la vez que se sentaba en la cama.
¡Plaf! Se quitó un zapato.
¡Plaf! Se quitó el otro.
A continuación fue al baño y abrió el grifo de la ducha.
Katherine abrió los ojos y cambió de posición, agradecida. Se le había dormido una pierna y tuvo que flexionarla varias veces para restaurar la circulación de la sangre.
Cambió de posición una vez tras otra, tratando de encontrar la más cómoda para dormir. Volvió a quedarse paralizada cuando oyó que el agua dejaba de correr.
Unos momentos después se abrió la puerta del baño y Harry volvió al dormitorio, llevando consigo un penetrante olor a jabón y piel fresca. Era el aroma más provocativo que Katherine había olido en su vida. Lamentó profundamente no tener un resfriado de nariz.
¿Cómo dormiría Harry? ¿Con pijama? ¿En calzoncillos? Esperaba que no se le ocurriera acostarse desnudo estando ella en la habitación. Cerró los ojos con fuerza, negándose a satisfacer su curiosidad.
—Puedes relajarte, Katherine—dijo Harry con suavidad—. Estoy visible y decente.
Katherine abrió los ojos y lo vio con unos pantalones cortos de deporte rojos. ¿Decente? Suponía que sí, aunque no podía decirse que su ancho pecho desnudo fuera precisamente decente. Como tampoco lo eran su liso abdomen, sus caderas estrechas y sus largas y musculosas piernas.
En la época en que tendría bajo los elegantes estaba colada por él, trató de imaginar innumerables veces el aspecto que trajes que siempre llevaba a la oficina. Pero ninguna de sus fantasías la había preparado para la realidad.
Harry se sentó en el borde de la cama.
— ¿Estás lista para que apague la luz?
—Sí — Katherine rogó desesperadamente que no hubiera notado que su voz había sonado una octava más alta de lo normal. Deseaba que apagara las luces más de lo que había deseado nada en su vida. No quería pasar un segundo más mirándolo.
Respiró más tranquila cuando Harry apagó la luz y el cuarto se sumió en la oscuridad.
Pero cuando su mirada se adaptó, comprobó que por la ventana entraba suficiente luz de la luna como para permitirle ver a Harry mientras se metía en la cama.
—Buenas noches, Katherine —dijo él, con una voz demasiado grave e íntima.
—Buenas noches —replicó ella, permaneciendo muy quieta.
Harry respiró profundamente, como si el colchón sobre el que se hallaba fuera enormemente cómodo. «El muy rata», pensó Katherine, irritada. Probablemente, el suelo sería más cómodo que aquel sofá.
Si iba a seguir adelante con aquella farsa durante toda una semana, necesitaba dormir bien por las noches, y eso no lo conseguiría ni en el sofá ni en el suelo.
Un ligero ronquido llegó desde la cama. Por supuesto, Harry se había quedado dormido de inmediato. Estaba disfrutando de su colchón. Lo miró, cada vez más irritada. Estaba tumbado de espaldas, con la boca ligeramente entreabierta. Incluso roncando resultaba atractivo.
Pero lo más atractivo en aquellos momentos para Katherine era la mitad libre de la cama. Había espacio suficiente para ella. Ambos eran adultos. Harry no se sentía atraído por ella, y ella ni siquiera estaba segura de que él le gustara mucho. ¿Por qué no podían compartir la cama?
Los doscientos cincuenta dólares extra que le había ofrecido Harry por dejarle la cama no eran suficientes. Sería una tontería pasarse la noche en aquel sofá estando la cama medio vacía.
Una vez tomada la decisión, se levantó y se cubrió con la sábana. De puntillas, sin hacer el más mínimo ruido, se acercó a la cama y se tumbó cuidadosamente junto a Harry.
Él se movió, volvió la cabeza y le dedicó una adormecida sonrisa.
—Vas a perder el derecho a parte de tu paga extra.
—Merece la pena —replicó Katherine mientras su cuerpo se adaptaba al cómodo colchón—. Ese sofá es en realidad un potro de tortura.
Harry rió. Su risa hizo que Katherine sintiera un cosquilleo en la boca del estómago.
—Buenas noches —dijo, y volvió a quedarse dormido de inmediato.
Katherine necesitó más tiempo para relajarse. Aunque había suficiente espacio entre ellos, podía sentir el calor del cuerpo de Harry. Su fresco y atractivo aroma la rodeaba.
Cerró los ojos y respiró profundamente varias veces seguidas. Unos minutos después estaba dormida.
Algo le cosquilleó en la nariz. Liam con una pluma, pensó. Su hermano siempre estaba de broma.
Frunció el ceño. Algo no encajaba. Mustang, Montana. Estaba en Mustang, Montana. ¿Qué hacía allí Liam?
Cuando el último vestigio de sueño se esfumó, abrió los ojos. Piel. Eso fue lo primero que vio. Piel tostada con algo de vello oscuro… vello que le estaba cosquilleando en la nariz.
El pecho de Harry. ¿Qué diablos hacía con la cara sobre el pecho de Harry? No se movió, asustada. Su respiración era muy regular, de manera que debía de estar dormido.
La tenía rodeada con uno de sus brazos y apoyaba la mano sobre la parte baja de su espalda. Las piernas de los dos estaban enlazadas, aunque Katherine no tenía idea de cómo habían llegado a adoptar aquella posición.
A pesar de todo, permaneció muy quieta, disfrutando de la naturalidad con que sus cuerpos se habían encontrado durante la noche. Podía sentir el latido del corazón de Harry bajo la mejilla, un delicado ritmo que resultaba provocadoramente íntimo.
Los primeros rayos de la mañana asomaban por la ventana, iluminando la habitación con una luz dorada e irreal. Irreal. La experiencia de estar entre los brazos de Harry resultaba irreal.
—Buenos días —el pecho de Harry vibró mientras hablaba.
Katherine estuvo a punto de caerse de la cama al apartarse de él.
—Creía que estabas dormido —dijo, sofocada.
—Llevo un rato despierto, pero parecías tan dormida que no he querido molestarte.
—Lo estaba. Muy dormida… total y profundamente — Katherine quería que supiera que no se había arrimado a él conscientemente. Qué situación tan embarazosa.
Harry sonrió y estiró los brazos por encima de la cabeza.
—He dormido de maravilla. ¿Y tú?
Katherine asintió, deseando salir de la cama, pero también cautivada por la situación. Estaba totalmente loca, decidió.
—Yo también, gracias a que decidí dejar el sofá.
Harry giró hasta ponerse de costado y se apoyó en un codo. Su mandíbula estaba ligeramente ensombrecida por la barba de la mañana. Tenía el pelo revuelto, con unos mechones asomando por aquí y por allá, y, sin embargo, Katherine no lo había visto nunca con un aspecto tan atractivo y masculino.
Permaneció sentada en la cama, sabiendo que tenía el pelo hecho un desastre y que no llevaba ni una gota de maquillaje tras el que ocultarse.
Se ruborizó bajo la intensidad de la mirada de Harry.
—Me estás mirando —dijo, insegura.
—Así es —asintió él. Alargó una mano y le acarició un mechón de cabello—. ¿Por qué lo llevas siempre sujeto atrás?
—Lo tengo demasiado rebelde.
—Es precioso —Harry dejó caer la mano y se incorporó en la cama. Con expresión ligeramente irritada, tomó su reloj de la mesilla de noche—. Será mejor que nos preparemos para bajar a desayunar. Son casi las siete.
—Puedes pasar primero al baño —ofreció Katherine.
—Bien.
Sin dudarlo, Harry salió de la cama, sacó del armario la ropa que se iba a poner y entró en el baño.
Katherine miró la puerta cerrada, preguntándose qué lo habría irritado. ¿Su pelo? Eso no tenía sentido. Había dicho que era precioso. El rubor le tiñó las mejillas al recordar aquella palabra.
Tal vez se había asustado al verla sin nada de maquillaje, o le había molestado que se hubiera echado sobre él mientras dormía. Qué embarazoso… Y eso que solo era la primera noche…
Aún le quedaban otras cinco por delante. Se estremeció al pensarlo, sin saber si el estremecimiento se debía al temor… o al placer.
La sesión de la mañana transcurrió sin problemas. Harry trabajó mentalmente en una de sus nuevas campañas de publicidad mientras Bárbara les daba una conferencia sobre la historia del matrimonio y los motivos por los que aquella institución era tan importante para la sociedad. A Harry no le preocupaba ni lo uno ni lo otro.
Katherine estaba sentada junto a él, escuchando atentamente. La miró disimuladamente. Como de costumbre, se había sujetado el pelo atrás. Pero sus oscuros cabellos castaños se negaban a ser sometidos, y se salían del pasador que intentaba sujetarlos.
Había sido extraño despertar con ella prácticamente encima. Su suave aliento le acariciaba el pecho y había sentido la presión de sus senos contra el costado. Al despertar, su primer impulso había sido el de apartarse a toda prisa. Pero no lo consiguió y, según pasaban los segundos, la sensación empezó a parecerle más y más agradable.
El cuerpo de Katherine encajaba perfectamente con el suyo. La sentía pequeña y vulnerable mientras dormía, pero también sexy y atractiva.
Al acariciarle el pelo, una ola de calor había recorrido todo su cuerpo. El deseo sexual que se apoderó de él lo tomó totalmente por sorpresa.
Valoraba demasiado las habilidades de Katherine como secretaria como para perderlas por mantener relaciones sexuales con ella. Porque serían relaciones sexuales, no hacer el amor. Y tenía la sensación de que Katherine querría más; querría que hicieran el amor, no tener relaciones meramente sexuales. Aunque sabía que no era asunto suyo, aún le intrigaba saber cuántos amantes había tenido.
—Ahora vamos a hacer un descanso para comer —dijo Bárbara, apartando la atención de Harry de la mujer que tenía a su lado.
Una hora después, Harry y Katherine se reunían con Bárbara en la biblioteca para su sesión individual.
Desde que Harry había ido a recogerla esa mañana, había alternado entre mostrarse descarada y a la defensiva, dos actitudes nada típicas en ella.
Pero había algo en Harry que la hacía reaccionar así, algo que la hacía sentirse más sensible de lo normal. Cuando la miraba se volvía consciente de sus defectos… o del hecho de que no era bonita ni sofisticada.
¿Y por qué había querido hacerle creer que usaba y desechaba amantes como si fueran camisetas?
Movió la cabeza, preguntándose si se habría vuelto loca. Cuando entró en el dormitorio trató de controlar la inquietud que le producía la idea de tener que pasar allí las siguientes seis noches.
Abrió uno de sus cajones de la cómoda y sacó un pijama y todo lo necesario para ducharse. Unos minutos después, mientras se hallaba bajo el agua, nuevos horrores pasaron por su mente.
¿Y si se ponía a roncar por la noche? ¿Y si rechinaban los dientes mientras dormía, o si, Dios no lo quisiera, babeaba? ¿Cómo iba a volver a mirarlo a la cara?
No debería haber aceptado aquello. Se cepilló el pelo casi con rabia, deseando poder volver atrás, al momento en que Harry, mirándola con sus picaros ojos verdes, le pidió que se hiciera pasar por su esposa. Fue en aquel momento cuando perdió la cabeza. Desde que Harry la miró con aquellos ojos y ella accedió a hacerse pasar por su esposa, perdió la cordura.
Terminó de ducharse rápidamente y, tras secarse, se puso su recatado pijama color azul pálido.
Abrió la puerta del baño y se asomó al dormitorio, comprobando con alivio que Harry aún no había subido. Apartó rápidamente la colcha y tiró de la sábana encimera. Si iba a dormir en el sofá, al menos iba a hacerlo con una sábana.
Afortunadamente, ella era bastante delgada, pero aquel diminuto sofá no estaba hecho para ser utilizado como cama, y las piernas le colgaban incómodamente de uno de los brazos.
Encontrando aquella posición imposible, se volvió de costado y acurrucó las piernas para encajar en el reducido espacio. Con un poco de suerte, se habría quedado dormida para cuando Harry llegara.
Acababa de pensar aquello cuando la puerta se abrió y Harry entró en el dormitorio. Katherine cerró de inmediato los ojos, simulando dormir.
Supo lo que hacía por los sonidos. Vació sus bolsillos y dejó las llaves y las monedas encima de la cómoda. Luego suspiró a la vez que se sentaba en la cama.
¡Plaf! Se quitó un zapato.
¡Plaf! Se quitó el otro.
A continuación fue al baño y abrió el grifo de la ducha.
Katherine abrió los ojos y cambió de posición, agradecida. Se le había dormido una pierna y tuvo que flexionarla varias veces para restaurar la circulación de la sangre.
Cambió de posición una vez tras otra, tratando de encontrar la más cómoda para dormir. Volvió a quedarse paralizada cuando oyó que el agua dejaba de correr.
Unos momentos después se abrió la puerta del baño y Harry volvió al dormitorio, llevando consigo un penetrante olor a jabón y piel fresca. Era el aroma más provocativo que Katherine había olido en su vida. Lamentó profundamente no tener un resfriado de nariz.
¿Cómo dormiría Harry? ¿Con pijama? ¿En calzoncillos? Esperaba que no se le ocurriera acostarse desnudo estando ella en la habitación. Cerró los ojos con fuerza, negándose a satisfacer su curiosidad.
—Puedes relajarte, Katherine—dijo Harry con suavidad—. Estoy visible y decente.
Katherine abrió los ojos y lo vio con unos pantalones cortos de deporte rojos. ¿Decente? Suponía que sí, aunque no podía decirse que su ancho pecho desnudo fuera precisamente decente. Como tampoco lo eran su liso abdomen, sus caderas estrechas y sus largas y musculosas piernas.
En la época en que tendría bajo los elegantes estaba colada por él, trató de imaginar innumerables veces el aspecto que trajes que siempre llevaba a la oficina. Pero ninguna de sus fantasías la había preparado para la realidad.
Harry se sentó en el borde de la cama.
— ¿Estás lista para que apague la luz?
—Sí — Katherine rogó desesperadamente que no hubiera notado que su voz había sonado una octava más alta de lo normal. Deseaba que apagara las luces más de lo que había deseado nada en su vida. No quería pasar un segundo más mirándolo.
Respiró más tranquila cuando Harry apagó la luz y el cuarto se sumió en la oscuridad.
Pero cuando su mirada se adaptó, comprobó que por la ventana entraba suficiente luz de la luna como para permitirle ver a Harry mientras se metía en la cama.
—Buenas noches, Katherine —dijo él, con una voz demasiado grave e íntima.
—Buenas noches —replicó ella, permaneciendo muy quieta.
Harry respiró profundamente, como si el colchón sobre el que se hallaba fuera enormemente cómodo. «El muy rata», pensó Katherine, irritada. Probablemente, el suelo sería más cómodo que aquel sofá.
Si iba a seguir adelante con aquella farsa durante toda una semana, necesitaba dormir bien por las noches, y eso no lo conseguiría ni en el sofá ni en el suelo.
Un ligero ronquido llegó desde la cama. Por supuesto, Harry se había quedado dormido de inmediato. Estaba disfrutando de su colchón. Lo miró, cada vez más irritada. Estaba tumbado de espaldas, con la boca ligeramente entreabierta. Incluso roncando resultaba atractivo.
Pero lo más atractivo en aquellos momentos para Katherine era la mitad libre de la cama. Había espacio suficiente para ella. Ambos eran adultos. Harry no se sentía atraído por ella, y ella ni siquiera estaba segura de que él le gustara mucho. ¿Por qué no podían compartir la cama?
Los doscientos cincuenta dólares extra que le había ofrecido Harry por dejarle la cama no eran suficientes. Sería una tontería pasarse la noche en aquel sofá estando la cama medio vacía.
Una vez tomada la decisión, se levantó y se cubrió con la sábana. De puntillas, sin hacer el más mínimo ruido, se acercó a la cama y se tumbó cuidadosamente junto a Harry.
Él se movió, volvió la cabeza y le dedicó una adormecida sonrisa.
—Vas a perder el derecho a parte de tu paga extra.
—Merece la pena —replicó Katherine mientras su cuerpo se adaptaba al cómodo colchón—. Ese sofá es en realidad un potro de tortura.
Harry rió. Su risa hizo que Katherine sintiera un cosquilleo en la boca del estómago.
—Buenas noches —dijo, y volvió a quedarse dormido de inmediato.
Katherine necesitó más tiempo para relajarse. Aunque había suficiente espacio entre ellos, podía sentir el calor del cuerpo de Harry. Su fresco y atractivo aroma la rodeaba.
Cerró los ojos y respiró profundamente varias veces seguidas. Unos minutos después estaba dormida.
Algo le cosquilleó en la nariz. Liam con una pluma, pensó. Su hermano siempre estaba de broma.
Frunció el ceño. Algo no encajaba. Mustang, Montana. Estaba en Mustang, Montana. ¿Qué hacía allí Liam?
Cuando el último vestigio de sueño se esfumó, abrió los ojos. Piel. Eso fue lo primero que vio. Piel tostada con algo de vello oscuro… vello que le estaba cosquilleando en la nariz.
El pecho de Harry. ¿Qué diablos hacía con la cara sobre el pecho de Harry? No se movió, asustada. Su respiración era muy regular, de manera que debía de estar dormido.
La tenía rodeada con uno de sus brazos y apoyaba la mano sobre la parte baja de su espalda. Las piernas de los dos estaban enlazadas, aunque Katherine no tenía idea de cómo habían llegado a adoptar aquella posición.
A pesar de todo, permaneció muy quieta, disfrutando de la naturalidad con que sus cuerpos se habían encontrado durante la noche. Podía sentir el latido del corazón de Harry bajo la mejilla, un delicado ritmo que resultaba provocadoramente íntimo.
Los primeros rayos de la mañana asomaban por la ventana, iluminando la habitación con una luz dorada e irreal. Irreal. La experiencia de estar entre los brazos de Harry resultaba irreal.
—Buenos días —el pecho de Harry vibró mientras hablaba.
Katherine estuvo a punto de caerse de la cama al apartarse de él.
—Creía que estabas dormido —dijo, sofocada.
—Llevo un rato despierto, pero parecías tan dormida que no he querido molestarte.
—Lo estaba. Muy dormida… total y profundamente — Katherine quería que supiera que no se había arrimado a él conscientemente. Qué situación tan embarazosa.
Harry sonrió y estiró los brazos por encima de la cabeza.
—He dormido de maravilla. ¿Y tú?
Katherine asintió, deseando salir de la cama, pero también cautivada por la situación. Estaba totalmente loca, decidió.
—Yo también, gracias a que decidí dejar el sofá.
Harry giró hasta ponerse de costado y se apoyó en un codo. Su mandíbula estaba ligeramente ensombrecida por la barba de la mañana. Tenía el pelo revuelto, con unos mechones asomando por aquí y por allá, y, sin embargo, Katherine no lo había visto nunca con un aspecto tan atractivo y masculino.
Permaneció sentada en la cama, sabiendo que tenía el pelo hecho un desastre y que no llevaba ni una gota de maquillaje tras el que ocultarse.
Se ruborizó bajo la intensidad de la mirada de Harry.
—Me estás mirando —dijo, insegura.
—Así es —asintió él. Alargó una mano y le acarició un mechón de cabello—. ¿Por qué lo llevas siempre sujeto atrás?
—Lo tengo demasiado rebelde.
—Es precioso —Harry dejó caer la mano y se incorporó en la cama. Con expresión ligeramente irritada, tomó su reloj de la mesilla de noche—. Será mejor que nos preparemos para bajar a desayunar. Son casi las siete.
—Puedes pasar primero al baño —ofreció Katherine.
—Bien.
Sin dudarlo, Harry salió de la cama, sacó del armario la ropa que se iba a poner y entró en el baño.
Katherine miró la puerta cerrada, preguntándose qué lo habría irritado. ¿Su pelo? Eso no tenía sentido. Había dicho que era precioso. El rubor le tiñó las mejillas al recordar aquella palabra.
Tal vez se había asustado al verla sin nada de maquillaje, o le había molestado que se hubiera echado sobre él mientras dormía. Qué embarazoso… Y eso que solo era la primera noche…
Aún le quedaban otras cinco por delante. Se estremeció al pensarlo, sin saber si el estremecimiento se debía al temor… o al placer.
La sesión de la mañana transcurrió sin problemas. Harry trabajó mentalmente en una de sus nuevas campañas de publicidad mientras Bárbara les daba una conferencia sobre la historia del matrimonio y los motivos por los que aquella institución era tan importante para la sociedad. A Harry no le preocupaba ni lo uno ni lo otro.
Katherine estaba sentada junto a él, escuchando atentamente. La miró disimuladamente. Como de costumbre, se había sujetado el pelo atrás. Pero sus oscuros cabellos castaños se negaban a ser sometidos, y se salían del pasador que intentaba sujetarlos.
Había sido extraño despertar con ella prácticamente encima. Su suave aliento le acariciaba el pecho y había sentido la presión de sus senos contra el costado. Al despertar, su primer impulso había sido el de apartarse a toda prisa. Pero no lo consiguió y, según pasaban los segundos, la sensación empezó a parecerle más y más agradable.
El cuerpo de Katherine encajaba perfectamente con el suyo. La sentía pequeña y vulnerable mientras dormía, pero también sexy y atractiva.
Al acariciarle el pelo, una ola de calor había recorrido todo su cuerpo. El deseo sexual que se apoderó de él lo tomó totalmente por sorpresa.
Valoraba demasiado las habilidades de Katherine como secretaria como para perderlas por mantener relaciones sexuales con ella. Porque serían relaciones sexuales, no hacer el amor. Y tenía la sensación de que Katherine querría más; querría que hicieran el amor, no tener relaciones meramente sexuales. Aunque sabía que no era asunto suyo, aún le intrigaba saber cuántos amantes había tenido.
—Ahora vamos a hacer un descanso para comer —dijo Bárbara, apartando la atención de Harry de la mujer que tenía a su lado.
Una hora después, Harry y Katherine se reunían con Bárbara en la biblioteca para su sesión individual.
Última edición por Kat. el Jue 02 Abr 2015, 9:58 pm, editado 1 vez
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Re: La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
yulieth98 escribió:hola chica, espere mucho por el capítulo, esta genial, please sube pronto
Lamento mucho la espera, pero es que no hay muchas lectoras u.u
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Re: La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
Aviso
Bueno lindas estuve pensando esto mucho y me he decidido. Voy a llevar la novela a Wattpad ya que no tengo muchas lectoras aquí. Desde ahora para subir capi necesitaré 3 comentarios y si veo que no progresa, la cancelo.
Besos xx.
Invitado
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Re: La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
Hola, nueva lectora.
Me gusta la historia y espero que no la canceles.
Si eso llega a suceder espero que nos puedas pasar el link para seguir leyendola en Wattpad.
Siguela pronto.
Besos.
Me gusta la historia y espero que no la canceles.
Si eso llega a suceder espero que nos puedas pasar el link para seguir leyendola en Wattpad.
Siguela pronto.
Besos.
Devon.
Re: La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
Devon. escribió:Hola, nueva lectora.
Me gusta la historia y espero que no la canceles.
Si eso llega a suceder espero que nos puedas pasar el link para seguir leyendola en Wattpad.
Siguela pronto.
Besos.
Muchas gracias, yo tampoco quiero cancelarla y claro que paso el link para que sigan leyendo c:
Kisses xx.
Invitado
Invitado
Re: La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
Hola mi niña, siento no haber comentado antes, pero si te contara como he estado con la Universidad, llorarias conmigo
Me avisas si la subes a wattpad, para asi agregarla a mi biblioteca
amo tu novela, por favor no la canceles
te acabo de enviar un inbox, revisalo
Me avisas si la subes a wattpad, para asi agregarla a mi biblioteca
amo tu novela, por favor no la canceles
te acabo de enviar un inbox, revisalo
yulieth98
Re: La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
yulieth98 escribió:Hola mi niña, siento no haber comentado antes, pero si te contara como he estado con la Universidad, llorarias conmigo
Me avisas si la subes a wattpad, para asi agregarla a mi biblioteca
amo tu novela, por favor no la canceles
te acabo de enviar un inbox, revisalo
La universidad también está dura conmigo :c
Claro yo te aviso linda c:
No la cancelaré si veo que hay más lectoras
Kisses xx.
Invitado
Invitado
Re: La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
Hey, nueva lectora.
Me ha encantado la historia.
Espero que la puedas seguir y que no la dejes, si lo haces no te olvides de dejarnos el link. Te seguiremos apoyando alli.
Espero que la sigas, si quieres.
Besos, little black star.
Me ha encantado la historia.
Espero que la puedas seguir y que no la dejes, si lo haces no te olvides de dejarnos el link. Te seguiremos apoyando alli.
Espero que la sigas, si quieres.
Besos, little black star.
.LBS.
Re: La Gran Mentira|H.S & Tú|Cap 8
.LBS. escribió:Hey, nueva lectora.
Me ha encantado la historia.
Espero que la puedas seguir y que no la dejes, si lo haces no te olvides de dejarnos el link. Te seguiremos apoyando alli.
Espero que la sigas, si quieres.
Besos, little black star.
Gracias me has salvado la vida c:
Claro, con gusto les dejo el link si la dejo
En un segundo la sigo
Kisses xx.
Invitado
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