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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Primordials.
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Re: Primordials.
Katherino se ha quedado sin paciencia, perra del infierno
Sin presiones
Sin presiones
indigo.
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Re: Primordials.
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Capítulo 09
Calíope Allete.| Jareth Winter. || penny lane.
En un principio, todo era gris, un tono neutro, un bien y un mal enmascarados en un solo color, en cuatro letras, gris. No había días negros o días blancos, había días en los que la oscuridad parecía ocupar cada minúscula porción de mi alma, pero solo eso, “parecía”. Inevitablemente muy dentro de mí una fuerza brillante y audaz crecía y retornaba a la oscuridad a su antiguo hogar, mi mente. Entonces, una caja invisible se cernió a la fuerza encerrando consigo todo mal: el pasado, el presente, la oscuridad, los recuerdos… Una caja de pandora que aún no había sido abierta por ningún humano, aún.
Estaba sola, sola en mi habitación, sola en los pasillos, en la base, y parecía que también en el mundo. Pero un día, no solo mi mirada se centró gris, porque alguien más se unió a la base. Al principio me alegró saber que no era yo sola la que sufría, la que anhelaba con cada sombra de su alma volver a ser libre; después, todo me dolió aún más, ¿Por qué? Porque esa persona estaba allí, por mi culpa. Esa fue la primera vez, entre muchas, que me arrepentí de mis decisiones.
Me dolió, me dolió ver sus ojos ocres asustadizos como los de un ciervo frente al cazador, sus brazos en algunas partes violáceos por los pinchazos de las agujas con las que seguramente lo sedaron, sus labios resecos y su piel con un tono amarillento enfermizo que denotaba el descuido con el que, seguramente por meses, lo trataron. Lo conocía, sabía quién era él, lo había salvado múltiples veces en la guerra cuando se paraba solo en el medio del campo, con los soldados a su alrededor luchando y él solo, solo y desamparado.
Le mentí. Le mentí y un nunca le dije quién era en realidad, quién había sido yo en la formación de la base de Primordials; por miedo a que me rechace, a que me odie. Lo engañé a mi parecer, lo utilicé para llenar cada espacio en mí, para ver sus ojos en cada lugar. Pero sin pensarlo, me engañé a mí, me utilicé a mí, me mentí a mí. Yo era la culpable de todo.
Pasaron meses en los que aprendí a amarlo, amarlo con todas sus inseguridades, con todo su pasado, con todo lo que él tenía. Y yo sé, muy dentro de mí, que él también me amó. Sufrimos juntos, nos dolieron las mismas cosas, anhelamos las mismas cosas.
Aunque como cada fraude, la verdad salió por fin a la luz, creando un final que arrasó con la poca humanidad que tenía, con los recuerdos de su voz diciendo “te quiero” o “todo estará bien Cali”, con sus ojos cálidos, con sus pocas sonrisas, acabó con todo, todo lo puro de mí, todo lo puro de él.
Comenzó a odiar, a odiarme a mí por lo que era, por lo que fui en su momento, por privarle la libertad por ser un “monstruo”. Y se odió a él, por creerme, por quererme, por ser como era, una criatura inhumana encerrada en una jaula.
El odio no mata, sin embargo, la indiferencia sí lo hace. Y yo había muerto muchas veces por culpa de Jareth.
Cada día me pesaba verlo indiferente ante mí, machacando mi corazón con cada mirada que no me regalaba, con cada palabra que no me decía, con cada imagen de sí que no me dejaba ver. Con el paso del tiempo los Primordials fueron aumentando en cantidad, y él se volvió más tosco, sin sonrisas, u ojos cálidos, sin palabras. Cubrió mi secreto, que cada vez amenazaba con abrir mi caja de pandora, liberar lo que en sí contenía y destruirme por fuera como lo hacía por dentro cada día que su peso aumentaba.
Teniéndolo ahí, a un lado de mí, no hacía más que acrecentar el hoyo que se había formado en mi interior de tantos años. Ni las voces de los presentes me hacían volver a la realidad, era cruel, tenerlo tan cerca con su piel chispeando allí donde se encontraba con la mía, y su alma tan lejos que ni kilómetros alcanzaban para describir el espacio que había entre nosotros.
Los ojos turbios de Alaska que me miraban fijamente me volvieron a la realidad, entre los libros de la biblioteca y a penumbras de la noche. En una reunión imprevista que organizamos minutos antes para aclarar la situación actual, todos miraban a Colette con dureza e indiferencia, pude notar que más de la mitad se encontraban reacios a la idea de escapar, por tercera vez, hacia un nuevo suicidio masivo.
- No será fácil, pero los intentos fallidos nos ayudarán a saber qué no tenemos que hacer en esta ocasión, yo propongo que…
- Ve tú, arriesgarse por nada es como ir directo a la tumba – La interrupción a mano de Liam sonó dura y cortante como una navaja –. Conmigo no cuentan esta vez ni ninguna otra.
Muchos asintieron con seriedad, supe que los pocos que faltaban estaban también de acuerdo con Liam, aún así sin estar para decirlo.
- Escuchen, nada ha sido fácil, nunca – Comencé atenta a los pares de ojos que sabía odiaban la idea –, yo creo que no es el momento de volver a intentarlo, las consecuencias pueden ser fatales para algunos – Dirigí mi mirada indirectamente a Mary y mis pensamientos a Jules.
- Yo no pienso pudrirme aquí dentro como una rata de laboratorio por el resto de mi vida – Acotó Alaska con voz irritada.
- Concuerdo con Fears – Su voz me estremeció – Pero tampoco creo que sea el momento, muchos no están en condiciones, no es que me interese, pero mientras seamos más será más fácil huir.
- Que gentil…
La mirada gélida de Jareth a Liam no pasó desapercibida entre ninguno de nosotros. Su voz sonaba áspera, dura, como si no hubiese pronunciado palabra alguna desde hacía días, semanas.
«Todo es tu culpa Calíope, todo»
Me ahogaba en un pantano de sueños añejos, de esperanzas, de amor, de "te quiero", de "todo estará bien Cali".
- Esto es inútil, me largo.
Habló. Levanté un brazo, después otro, resurgí entre burbujas de metano. Una de ellas llevaba su nombre grabado. Jareth. Se alejó. Estalló lejos de mí.
Recorrió el final de las estanterías a punto de irse, su cabello castaño relucía bajo la luz de la luna que se colaba por una de las pocas ventanas. Su espalda recta y tensa. Todos lo observaban irse a paso ligero entre los libros.
- La esperanza es lo único que nos queda, lo único que conservamos - Mi voz se elevó entre los susurros, acuerdos, desacuerdos.
El tiempo se detuvo, pude ver todo con más claridad, su perfil bañado en luz, indiferente a su alma oscura. En ese momento desee poder detener el tiempo toda la vida. Me conformé con hacerlo unos minutos, con tenerlo cerca de mí solo segundos.
- Habla por ti.
Se disolvió como una sombra en la sala, un silencio y luego, nada.
No me di cuenta hasta que Jareth se fue que Alaska me observaba atenta, no era tonta, no había pasado por alto las palabras, las mías, las suyas.
Recibí un codazo por parte de Mary, estaban esperando a que diga algo y así era, yo tomaba la decisión, yo me encargaba de sus futuros, de sus dolores y sufrimientos. Sin embargo, una voz en mi cabeza murmuraba sin parar, palabras incongruentes casi incapaces de distinguir.
- Esperaremos a una nueva oportunidad, por ahora, nos queda resistir.
Espera. Resiste.
Rita me había dejado solo hacía minutos y ya sentía la soledad en el ambiente. En los muebles cubiertos de polvo que nunca utilizaba, en la televisión apagada como un agujero negro, oscuro y vacío, en la cama desecha y arrugada con la forma de mi cuerpo aplastado en el colchón que hacía días no tocaba.
Sus palabras eran un eco profundo en mi mente, se habían acurrucado en un rincón, imposibilitándome a que las haga un bollo de papel y las olvide entre tantos recuerdos suyos, tan lejanos pero aún tan copiosos como la última vez. Así habían hecho todas las referencias a su nombre. Se escondían y vagaban, algunos días las recordaba, otros las trataba de olvidar, pretendía cerrar la puerta donde unas manos pesadas empujaban del otro lado, golpeaban, chillaban, recitaban sus frases armoniosas, me hacían recordar su voz, e inevitablemente retrocedía y las dejaba ir libres por mí. Recorrían sin impedimentos cada parte de mi cuerpo renovándome, llenándome de luz.
Pero había cosas a las que esa luz no llegaba, a los recuerdos de los años más horribles de mi vida. A veces me imaginaba que ella era la chica que me salvaba cada vez que trataba de quitarme la vida y caminaba por los campos de batalla. Oía, olía, sentía, el sonido de los cuerpos cayendo, los aullidos de dolor inhumanos, las bombas, el gas que hacía retroceder a todos menos a mí. Soñaba con que su cabello oscuro era el mismo que ondeaba a mi lado haciendo retroceder a todos los soldados que huían despavoridos al fuego que con sus manos creaba, que era ella la que velaba por mí sin saber siquiera quién era. Hasta que despertaba y los cabellos castaños se volvían tal vez una ilusión, y ella era quién era, una mentirosa, a quien odiaba, a quien mi destino le había pertenecido desde el momento en el que aceptó hacernos encerrar a todos y cada uno de nosotros.
Calíope era todo menos quien decía. Y yo le había creído en su momento, cuando muchísimos años atrás sus ojos eran para mí la esperanza de ser libre y sus palabras las mantas que me abrigaban cada noche. Y cuando la tortura llegaba para ambos, estábamos juntos y no había nada más que nosotros contra ellos, humanos contra monstruos que intercambian sus papeles sin darse cuenta.
La odiaba y me odiaba, a ella por hacerme quererla y a mí por quererla como la quería. Aunque eso ya había pasado, no había lugar en el mundo para un futuro de libertades, uno suyo y mío, por lo menos no para nosotros.
Unos pasos en el pasillo me hicieron recobrar el sentido, no era muy común caminar por los corredores a ese horario y Rita ya estaba durmiendo en la enfermería como todas las noches. Tres chasquidos en la puerta fueron todo lo que necesité para saber quién era.
Marysa, tan radiante como siempre, tan inocente que costaba creer que ella fuese una de los nuestros.
- Hola Jareth, quería saber cómo estabas - Torció su boca en una mueca al gesticular, aún le dolían los cortes aunque ya hablaba, por lo menos en susurros.
- Bien.
Así era yo, cortante, frío, manipulador, observador. Así por lo menos me habían creado, un día nublado, gris, de 1914, volví a nacer.
- Bueno tan solo venía a ver si te encontrabas bien, a muchos les intrigó tu manera de irte de la reunión – Sonrió levemente, o eso intentó hacer elevando una de las comisuras de sus labios.
- No les interesa lo que haga o deje de hacer – Hice una breve pausa para no irritarme – A nadie.
- ¿Sabes? – Al parecer ignoró mi mal humor en esos momentos y siguió hablando – He visto la tensión que tienen tu y Cali desde hace años y pensé que como nadie sabe por qué…
- Ya te lo dije Marysa, a nadie le tiene que importar cómo soy, si quieres respuestas ve y búscalas con ella – Suspiré al sentir como la puerta se iba haciendo flexible ante mi tacto por la manipulación empleada sin querer – Buenas noche Marysa.
Cerré la puerta bruscamente sin importarme si ella estaba muy cerca de la misma. Desde que Marysa salió de enfermería al retirarle los puntos de su rostro no hemos hablado y tampoco me había apetecido hacerlo, pero hay algo en ella, algo que me infunde confianza a pesar del odio que profunda e inconscientemente siento por cada uno de nosotros.
Había una cuerda aferrada a mis muñecas, tiraba de mí, me hacía retorcerme sobre mí mismo y gritar, gritar tan fuerte que se conviertía en silencio. Y por fuera un espectro, tan quieto, sin cuerdas, mudo.
Salí del cuarto como una ráfaga de viento y me deslicé entre las sombras para no ser visto. No quería explicaciones, interrogatorios o miradas. Las cuerdas en mis muñecas tiraban, me arrastraba. Recorrí los pasillos tan rápido como nunca antes, como una mancha borrosa en las esquinas, entre las paredes y el techo, yo estaba en todos lados. Atravesé puertas, cuartos, oficinas, cuerpos, risas, charlas tranquilas, ajenas a la sombra que se discurría como una serpiente sigilosa.
Segundos, minutos, no sé cuanto tardé en llegar. Entre las copas de los árboles y la luna en cuarto creciente, como una sonrisa que se extiende al cielo, seguí siendo una sombra entre sombras, con la brisa que me mecía en su tibio aliento.
No había cuerdas en mis muñecas, ya nada tiraba de mí, nada me aferraba al pasado. No gritaba, tampoco me retorcía y no había silencio. Por fuera era una sombra, por dentro una persona.
El silencio me hablaba, las hojas de los árboles danzaban al frío viento y yo las seguía, bailaba con ellas y me regocijaba de alegría, al menos unos segundos, hasta que deseaba bailar con ella.
Me quedé, no supe cuanto tiempo estuve, quizá solo fueron unos segundos, escondido entre los animales del bosque, observando la frontera invisible que nos mantenía a raya. Hacía años que una pared invisible se cernía, kilómetros y kilómetros de pura tentación para nosotros. Nosotros. Calíope. Yo.
En ese instante, un crujido apaciguó el silencio, voces, dos voces acompañadas por sombras, cuerpos que entraban en el bosque. Desde ese instante supe que no estábamos solos, por lo menos no tanto como creíamos.
Espera Jareth, resiste.
Estaba sola, sola en mi habitación, sola en los pasillos, en la base, y parecía que también en el mundo. Pero un día, no solo mi mirada se centró gris, porque alguien más se unió a la base. Al principio me alegró saber que no era yo sola la que sufría, la que anhelaba con cada sombra de su alma volver a ser libre; después, todo me dolió aún más, ¿Por qué? Porque esa persona estaba allí, por mi culpa. Esa fue la primera vez, entre muchas, que me arrepentí de mis decisiones.
Me dolió, me dolió ver sus ojos ocres asustadizos como los de un ciervo frente al cazador, sus brazos en algunas partes violáceos por los pinchazos de las agujas con las que seguramente lo sedaron, sus labios resecos y su piel con un tono amarillento enfermizo que denotaba el descuido con el que, seguramente por meses, lo trataron. Lo conocía, sabía quién era él, lo había salvado múltiples veces en la guerra cuando se paraba solo en el medio del campo, con los soldados a su alrededor luchando y él solo, solo y desamparado.
Le mentí. Le mentí y un nunca le dije quién era en realidad, quién había sido yo en la formación de la base de Primordials; por miedo a que me rechace, a que me odie. Lo engañé a mi parecer, lo utilicé para llenar cada espacio en mí, para ver sus ojos en cada lugar. Pero sin pensarlo, me engañé a mí, me utilicé a mí, me mentí a mí. Yo era la culpable de todo.
Pasaron meses en los que aprendí a amarlo, amarlo con todas sus inseguridades, con todo su pasado, con todo lo que él tenía. Y yo sé, muy dentro de mí, que él también me amó. Sufrimos juntos, nos dolieron las mismas cosas, anhelamos las mismas cosas.
Aunque como cada fraude, la verdad salió por fin a la luz, creando un final que arrasó con la poca humanidad que tenía, con los recuerdos de su voz diciendo “te quiero” o “todo estará bien Cali”, con sus ojos cálidos, con sus pocas sonrisas, acabó con todo, todo lo puro de mí, todo lo puro de él.
Comenzó a odiar, a odiarme a mí por lo que era, por lo que fui en su momento, por privarle la libertad por ser un “monstruo”. Y se odió a él, por creerme, por quererme, por ser como era, una criatura inhumana encerrada en una jaula.
El odio no mata, sin embargo, la indiferencia sí lo hace. Y yo había muerto muchas veces por culpa de Jareth.
Cada día me pesaba verlo indiferente ante mí, machacando mi corazón con cada mirada que no me regalaba, con cada palabra que no me decía, con cada imagen de sí que no me dejaba ver. Con el paso del tiempo los Primordials fueron aumentando en cantidad, y él se volvió más tosco, sin sonrisas, u ojos cálidos, sin palabras. Cubrió mi secreto, que cada vez amenazaba con abrir mi caja de pandora, liberar lo que en sí contenía y destruirme por fuera como lo hacía por dentro cada día que su peso aumentaba.
Teniéndolo ahí, a un lado de mí, no hacía más que acrecentar el hoyo que se había formado en mi interior de tantos años. Ni las voces de los presentes me hacían volver a la realidad, era cruel, tenerlo tan cerca con su piel chispeando allí donde se encontraba con la mía, y su alma tan lejos que ni kilómetros alcanzaban para describir el espacio que había entre nosotros.
Los ojos turbios de Alaska que me miraban fijamente me volvieron a la realidad, entre los libros de la biblioteca y a penumbras de la noche. En una reunión imprevista que organizamos minutos antes para aclarar la situación actual, todos miraban a Colette con dureza e indiferencia, pude notar que más de la mitad se encontraban reacios a la idea de escapar, por tercera vez, hacia un nuevo suicidio masivo.
- No será fácil, pero los intentos fallidos nos ayudarán a saber qué no tenemos que hacer en esta ocasión, yo propongo que…
- Ve tú, arriesgarse por nada es como ir directo a la tumba – La interrupción a mano de Liam sonó dura y cortante como una navaja –. Conmigo no cuentan esta vez ni ninguna otra.
Muchos asintieron con seriedad, supe que los pocos que faltaban estaban también de acuerdo con Liam, aún así sin estar para decirlo.
- Escuchen, nada ha sido fácil, nunca – Comencé atenta a los pares de ojos que sabía odiaban la idea –, yo creo que no es el momento de volver a intentarlo, las consecuencias pueden ser fatales para algunos – Dirigí mi mirada indirectamente a Mary y mis pensamientos a Jules.
- Yo no pienso pudrirme aquí dentro como una rata de laboratorio por el resto de mi vida – Acotó Alaska con voz irritada.
- Concuerdo con Fears – Su voz me estremeció – Pero tampoco creo que sea el momento, muchos no están en condiciones, no es que me interese, pero mientras seamos más será más fácil huir.
- Que gentil…
La mirada gélida de Jareth a Liam no pasó desapercibida entre ninguno de nosotros. Su voz sonaba áspera, dura, como si no hubiese pronunciado palabra alguna desde hacía días, semanas.
«Todo es tu culpa Calíope, todo»
Me ahogaba en un pantano de sueños añejos, de esperanzas, de amor, de "te quiero", de "todo estará bien Cali".
- Esto es inútil, me largo.
Habló. Levanté un brazo, después otro, resurgí entre burbujas de metano. Una de ellas llevaba su nombre grabado. Jareth. Se alejó. Estalló lejos de mí.
Recorrió el final de las estanterías a punto de irse, su cabello castaño relucía bajo la luz de la luna que se colaba por una de las pocas ventanas. Su espalda recta y tensa. Todos lo observaban irse a paso ligero entre los libros.
- La esperanza es lo único que nos queda, lo único que conservamos - Mi voz se elevó entre los susurros, acuerdos, desacuerdos.
El tiempo se detuvo, pude ver todo con más claridad, su perfil bañado en luz, indiferente a su alma oscura. En ese momento desee poder detener el tiempo toda la vida. Me conformé con hacerlo unos minutos, con tenerlo cerca de mí solo segundos.
- Habla por ti.
Se disolvió como una sombra en la sala, un silencio y luego, nada.
No me di cuenta hasta que Jareth se fue que Alaska me observaba atenta, no era tonta, no había pasado por alto las palabras, las mías, las suyas.
Recibí un codazo por parte de Mary, estaban esperando a que diga algo y así era, yo tomaba la decisión, yo me encargaba de sus futuros, de sus dolores y sufrimientos. Sin embargo, una voz en mi cabeza murmuraba sin parar, palabras incongruentes casi incapaces de distinguir.
- Esperaremos a una nueva oportunidad, por ahora, nos queda resistir.
Espera. Resiste.
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Rita me había dejado solo hacía minutos y ya sentía la soledad en el ambiente. En los muebles cubiertos de polvo que nunca utilizaba, en la televisión apagada como un agujero negro, oscuro y vacío, en la cama desecha y arrugada con la forma de mi cuerpo aplastado en el colchón que hacía días no tocaba.
Sus palabras eran un eco profundo en mi mente, se habían acurrucado en un rincón, imposibilitándome a que las haga un bollo de papel y las olvide entre tantos recuerdos suyos, tan lejanos pero aún tan copiosos como la última vez. Así habían hecho todas las referencias a su nombre. Se escondían y vagaban, algunos días las recordaba, otros las trataba de olvidar, pretendía cerrar la puerta donde unas manos pesadas empujaban del otro lado, golpeaban, chillaban, recitaban sus frases armoniosas, me hacían recordar su voz, e inevitablemente retrocedía y las dejaba ir libres por mí. Recorrían sin impedimentos cada parte de mi cuerpo renovándome, llenándome de luz.
Pero había cosas a las que esa luz no llegaba, a los recuerdos de los años más horribles de mi vida. A veces me imaginaba que ella era la chica que me salvaba cada vez que trataba de quitarme la vida y caminaba por los campos de batalla. Oía, olía, sentía, el sonido de los cuerpos cayendo, los aullidos de dolor inhumanos, las bombas, el gas que hacía retroceder a todos menos a mí. Soñaba con que su cabello oscuro era el mismo que ondeaba a mi lado haciendo retroceder a todos los soldados que huían despavoridos al fuego que con sus manos creaba, que era ella la que velaba por mí sin saber siquiera quién era. Hasta que despertaba y los cabellos castaños se volvían tal vez una ilusión, y ella era quién era, una mentirosa, a quien odiaba, a quien mi destino le había pertenecido desde el momento en el que aceptó hacernos encerrar a todos y cada uno de nosotros.
Calíope era todo menos quien decía. Y yo le había creído en su momento, cuando muchísimos años atrás sus ojos eran para mí la esperanza de ser libre y sus palabras las mantas que me abrigaban cada noche. Y cuando la tortura llegaba para ambos, estábamos juntos y no había nada más que nosotros contra ellos, humanos contra monstruos que intercambian sus papeles sin darse cuenta.
La odiaba y me odiaba, a ella por hacerme quererla y a mí por quererla como la quería. Aunque eso ya había pasado, no había lugar en el mundo para un futuro de libertades, uno suyo y mío, por lo menos no para nosotros.
Unos pasos en el pasillo me hicieron recobrar el sentido, no era muy común caminar por los corredores a ese horario y Rita ya estaba durmiendo en la enfermería como todas las noches. Tres chasquidos en la puerta fueron todo lo que necesité para saber quién era.
Marysa, tan radiante como siempre, tan inocente que costaba creer que ella fuese una de los nuestros.
- Hola Jareth, quería saber cómo estabas - Torció su boca en una mueca al gesticular, aún le dolían los cortes aunque ya hablaba, por lo menos en susurros.
- Bien.
Así era yo, cortante, frío, manipulador, observador. Así por lo menos me habían creado, un día nublado, gris, de 1914, volví a nacer.
- Bueno tan solo venía a ver si te encontrabas bien, a muchos les intrigó tu manera de irte de la reunión – Sonrió levemente, o eso intentó hacer elevando una de las comisuras de sus labios.
- No les interesa lo que haga o deje de hacer – Hice una breve pausa para no irritarme – A nadie.
- ¿Sabes? – Al parecer ignoró mi mal humor en esos momentos y siguió hablando – He visto la tensión que tienen tu y Cali desde hace años y pensé que como nadie sabe por qué…
- Ya te lo dije Marysa, a nadie le tiene que importar cómo soy, si quieres respuestas ve y búscalas con ella – Suspiré al sentir como la puerta se iba haciendo flexible ante mi tacto por la manipulación empleada sin querer – Buenas noche Marysa.
Cerré la puerta bruscamente sin importarme si ella estaba muy cerca de la misma. Desde que Marysa salió de enfermería al retirarle los puntos de su rostro no hemos hablado y tampoco me había apetecido hacerlo, pero hay algo en ella, algo que me infunde confianza a pesar del odio que profunda e inconscientemente siento por cada uno de nosotros.
Había una cuerda aferrada a mis muñecas, tiraba de mí, me hacía retorcerme sobre mí mismo y gritar, gritar tan fuerte que se conviertía en silencio. Y por fuera un espectro, tan quieto, sin cuerdas, mudo.
Salí del cuarto como una ráfaga de viento y me deslicé entre las sombras para no ser visto. No quería explicaciones, interrogatorios o miradas. Las cuerdas en mis muñecas tiraban, me arrastraba. Recorrí los pasillos tan rápido como nunca antes, como una mancha borrosa en las esquinas, entre las paredes y el techo, yo estaba en todos lados. Atravesé puertas, cuartos, oficinas, cuerpos, risas, charlas tranquilas, ajenas a la sombra que se discurría como una serpiente sigilosa.
Segundos, minutos, no sé cuanto tardé en llegar. Entre las copas de los árboles y la luna en cuarto creciente, como una sonrisa que se extiende al cielo, seguí siendo una sombra entre sombras, con la brisa que me mecía en su tibio aliento.
No había cuerdas en mis muñecas, ya nada tiraba de mí, nada me aferraba al pasado. No gritaba, tampoco me retorcía y no había silencio. Por fuera era una sombra, por dentro una persona.
El silencio me hablaba, las hojas de los árboles danzaban al frío viento y yo las seguía, bailaba con ellas y me regocijaba de alegría, al menos unos segundos, hasta que deseaba bailar con ella.
Me quedé, no supe cuanto tiempo estuve, quizá solo fueron unos segundos, escondido entre los animales del bosque, observando la frontera invisible que nos mantenía a raya. Hacía años que una pared invisible se cernía, kilómetros y kilómetros de pura tentación para nosotros. Nosotros. Calíope. Yo.
En ese instante, un crujido apaciguó el silencio, voces, dos voces acompañadas por sombras, cuerpos que entraban en el bosque. Desde ese instante supe que no estábamos solos, por lo menos no tanto como creíamos.
Espera Jareth, resiste.
Sigue: lovely rita (margarita)
katara.
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Re: Primordials.
oh POR DIOS
MILS
LO AMEEEEEEEEEEEEEEE
primero que nada, espero que te hayas mejorado
SEGUNDO, EN SERIO AME EL CAP, QUIERO MAS, PORQUE LA SITUACION ENTRE CALI Y JARETH ES MUCHO MAS COMPLICADA Y TENSA DE LO QUE PENSE Y OMG
comentare mas lindo despues, que hago tarea e.e pero lo AMEEEEEEEEEEEEEEEEE
MILS
LO AMEEEEEEEEEEEEEEE
primero que nada, espero que te hayas mejorado
SEGUNDO, EN SERIO AME EL CAP, QUIERO MAS, PORQUE LA SITUACION ENTRE CALI Y JARETH ES MUCHO MAS COMPLICADA Y TENSA DE LO QUE PENSE Y OMG
comentare mas lindo despues, que hago tarea e.e pero lo AMEEEEEEEEEEEEEEEEE
hange.
Re: Primordials.
- Zoe:
- Cada día me gusta más el poder de Jules, es como que oscuro pero muy útil. Ni yo entendí lo que dije, pero eso, que me encanta el poder. También me ha gustado muchísimo el principio del capítulo, te metes en la escena de cabeza con las dos primer líneas. En concreto, lo que más me ha gustado ha sido esto:Su respiración sonaba jadeante, bajaba las escaleras sin centrar su mirada, la cual se perdía entre los escalones. Sus pisadas dejaban manchas débiles de sangre debidas a los cuerpos que había dejado más arriba, los cuales habían desangrado formando un charco de sangre que saliera de sus cuerpos.
Es como el paralelo a correr por un campo de flores dejando huellas de barro en lugar de sangre *dejarme, soy tonta*. Como ya he dicho, me encanta su poder. Es que no sé, es genial que encuentre fuerza en las sombras :posoc: :posoc: Me encanta tu forma de narrar y las descripciones y metáforas que utilizas para narrar lo que experimenta Jules, no sé, es genialElla estaba dando su vida, por la causa, por salvarnos. Si quiera podía creerlo, mi mente no lo centraba. Sabía bien que nunca podría haber dado yo ese paso. Sin duda una respuesta suicida.
Probablemente y aunque pueda sonar mal, yo creo que me comportaría como Jules en esta situación. A lo mejor es por eso por lo que me gusta tanto el personaje, porque me identifico con ella *se identificaba con todos la chica*. Estando atrapado, creo que la mayor satisfacción que se puede experimentar es que te tengan miedo, aunque no sea el suficiente como para que te dejen libre xd.No es que no crea que ese general con aires de rey es bueno, o esté a favor de su campaña. Soy algo suicida, pero no tanto. Es un maldito hombre con aires de nazi, que paga con nosotros sus frustraciones sadomasónicas y sexuales para poder aliviarse, un sádico gilipollas con la cabeza tocada. Y es una de las tres personas que más odiaré en este mundo.
Voy a crear una escena en mi capítulo en la que aparezca Alaska aplaudiendo a Jules :lizzena: Y bueno el diálogo que montaste entre Jules y Longaster me ha encantado. Sobre todo la parte en la que dice "Yo tengo modales, soy toda una dama" quedó tipo El recuerdo de de Jules también me ha impactado, no me esperaba un pasado así. Me emociono, porque me encanta ésa parte de la historia
El recuerdo de la guerra, cuando pierde su casa y menciona al señor Claus, me he llegado dentro. Mira que el señor ni pincha ni corta en esta novela pero no sé. Después de esta escena, me gusta más Jules, antes como que no lograba congeniar del todo con ella pero ahora sí. No puedo esperar para saber más sobre esto.—Soldado, le estábamos buscando—dijo otro hombre delante de él— Se requieren sus servicios.
¡SE QUEDÓ CIEGA, JODER! ¡NO NO NO! ¿CÓMO QUE SE QUEDÓ CIEGA? Voy a tener que preguntarte si esto se soluciona porque tenía una escena entre Jules y Alaska en mi capítulo y ahora no sé si podré hacerla :sad:Una particularidad de los bosques es su color, esa maravillosa gama de verdes que respira paz y aire fresco.
Había vivido lo suficiente en la ciudad como para saber que la gente era lo suficientemente estúpida como para no saber apreciar nada más que el dinero, pues así el aire del lugar es irrespirable y la falsedad reina en el ambiente.
Vamos a aplaudir a Emmet también por esto Me cayó bien de inmediato No sabía que Emmet iba a tener hermana y el nombre de ella me encanta Y ella también me gusta. Me recordó un poco a Katniss, en una versión moderna y más guay, ahí encaramada a la rama de un árbol como si fuese un pájaro.—Si, si estoy esperando que nos envíen la confirmación de la patente y todo —le fulminó con la mirada y él rió— Venga, no te pongas así. Es divertido hacerte rabiar aun que solo sea por un momento. Somos un equipo, como batman y robin, así que venga dime.
—En realidad no soy tanto de dc, creo que somos más como el capitán america y bucky. Claramente yo como el gran capitán america, magnifico estratega y superhombre —le respondió.
—¿Entonces yo soy Barnes por mi belleza espectacular?
—Más bien por ser un cascarrabias.
Joder, esto fue precioso, en serio y divertido y apluso again
El final del capítulo ha sido fantástico me ha encantado, en serio. Y me los imagino viviendo en el bosque tratando de averiguar que es éso del bosque y me encanta Y bueno, ahora es cuando me disculpo por haber tardado meses en comentar tu capítulo Zoe, soy lo peor de este mundo (y lo más dramático también).
- Pelotuda/ MediaServilleta/ Milagroso/ Amapola:
- Che un comentario antes de empezar, ¿te diste cuenta de la de motes que te he puesto? jajajaja dentro de dos meses voy a tener unos quince más Ahora vamos con el comentario, chachi, de estos míos sin los que no podrías vivir ni aunque lo intentaras *se echaba flores*
Quiero empezar diciendo que Cali y Jareth son mis personajes preferidos de esta novela (YA ESTÁ, LO DIJE). Es decir, los otros me encantan, pero ellos tienen algo especial. No sé si es su historia o lo mal que lo pasan los dos, pero los amo así sin más *era toda intrépida la mina*En un principio, todo era gris, un tono neutro, un bien y un mal enmascarados en un solo color, en cuatro letras, gris. No había días negros o días blancos, había días en los que la oscuridad parecía ocupar cada minúscula porción de mi alma, pero solo eso, “parecía”. Inevitablemente muy dentro de mí una fuerza brillante y audaz crecía y retornaba a la oscuridad a su antiguo hogar, mi mente. Entonces, una caja invisible se cernió a la fuerza encerrando consigo todo mal: el pasado, el presente, la oscuridad, los recuerdos… Una caja de pandora que aún no había sido abierta por ningún humano, aún.
Te lo digo siempre, pero es que amo cómo empiezas tus capítulos pelotuda. No importa que no digan nada sobre lo que uno se encontrará en el capítulo, son tan bonitos tus primeros párrafos que empiezo a leer más deprisa para llegar al siguiente. Y lo de la caja de Pandora fue de lo más ingenioso *me acordé de Rick y eso me hizo recordar a Leo y lloro porque todavía no me quedó claro si muere o no*.
Cuando los otros personajes descubran qué es lo que ha hecho Cali, van a odiarla. Pero yo no puedo, es decir, entiendo a la pobre. Ha estado metida en situaciones en las que era una cosa o la otra. Es cierto que es ella la que los encierra ahí, pero lo hizo porque era eso o la muerte. No tendría que sentirse tan culpable.Le mentí. Le mentí y un nunca le dije quién era en realidad, quién había sido yo en la formación de la base de Primordials; por miedo a que me rechace, a que me odie. Lo engañé a mi parecer, lo utilicé para llenar cada espacio en mí, para ver sus ojos en cada lugar. Pero sin pensarlo, me engañé a mí, me utilicé a mí, me mentí a mí. Yo era la culpable de todo.
Esto me llegó al alma la primera vez que lo leí, ahora que lo leo por segunda vez,me la ha atravesado y ha dejado un agujero. Creo que este es el capítulo que más me gusta porque se centra en la historia de Cali y de Jareth y tú la haces tan dramática y bonita al mismo tiempo que no puedo
Por lo que entendí, Cali es el desencadenante de que Jareth sea un gilipollas insufrible la mayor parte del tiempo. Quizá, este sea el único motivo por el que llegue a odiarla en la novela. Ah no y porque engaña a mi pollo (aka Liam) xd.El odio no mata, sin embargo, la indiferencia sí lo hace. Y yo había muerto muchas veces por culpa de Jareth.
Como me decía mi abuelo cuando me quejaba de los chicos en su presencia: "Nieta, a veces, a las mujeres es necesario castigaros con el látigo de la indiferencia" Y sí, era groso mi abuelo, menos cuando decía éste tipo de cosas xd.-No será fácil, pero los intentos fallidos nos ayudarán a saber qué no tenemos que hacer en esta ocasión, yo propongo que…
-Ve tú, arriesgarse por nada es como ir directo a la tumba – La interrupción a mano de Liam sonó dura y cortante como una navaja –. Conmigo no cuentan esta vez ni ninguna otra.
Mi pollo se cansó de que le patearan el culo-Yo no pienso pudrirme aquí dentro como una rata de laboratorio por el resto de mi vida – Acotó Alaska con voz irritada.
-Concuerdo con Fears – Su voz me estremeció – Pero tampoco creo que sea el momento, muchos no están en condiciones, no es que me interese, pero mientras seamos más será más fácil huir.
-Que gentil…
NO QUISIERON MATARSE. NI SE CHILLARON. ¿CUÁNDO COMIENZA EL APOCALIPSIS? *si a mí me dan un premio algún día será a la segunda más dramática, siendo tú la primera*. Volviendo a ponerme seria, pobre Cali, debe de ser horrible estremecerse cada vez que el pelotudo (todos son pelotudos, ¿viste?) habla.- La esperanza es lo único que nos queda, lo único que conservamos - Mi voz se elevó entre los susurros, acuerdos, desacuerdos.
El tiempo se detuvo, pude ver todo con más claridad, su perfil bañado en luz, indiferente a su alma oscura. En ese momento desee poder detener el tiempo toda la vida. Me conformé con hacerlo unos minutos, con tenerlo cerca de mí solo segundos.
- Habla por ti.
LA HABLÓ,PAREN TODO, PAREN TODO :deos: :deos:
Ya es bien sabido que mis sentimientos por Jareth son raros. Un minuto estoy: "Amo al pibe" y al otro: "Quiero matar al pibe". Después de este capítulo sí que lo entiendo más.. Imagino como debe de ser aferrarse a alguien, pensando que la persona que más quieres es la única que no va a traicionarte nunca y PUM toma golpe de realidad. Además, que debe de ser todavía peor ver cómo los demás confían en ella sin saber nada de lo que pasa. Me sentiría como Jareth, aunque obveohh, yo soy más guapa *la persiguen con antorchas*.Rita me había dejado solo hacía minutos y ya sentía la soledad en el ambiente. En los muebles cubiertos de polvo que nunca utilizaba, en la televisión apagada como un agujero negro, oscuro y vacío, en la cama desecha y arrugada con la forma de mi cuerpo aplastado en el colchón que hacía días no tocaba.
Pues muévete entonces. Haz limpieza en la habitación, ve algo en la televisión y haz la cama. Seguro que no te mueres por limpiar un poco, que no te vas a morir (aquí es cuando lo odio). Pero vuelvo a amarlo cuando leo la manera en la que piensa en Cali y yo sé que sigue amándola.Calíope era todo menos quien decía. Y yo le había creído en su momento, cuando muchísimos años atrás sus ojos eran para mí la esperanza de ser libre y sus palabras las mantas que me abrigaban cada noche. Y cuando la tortura llegaba para ambos, estábamos juntos y no había nada más que nosotros contra ellos, humanos contra monstruos que intercambian sus papeles sin darse cuenta.
Voy a llorar. Los amo. Tienen un historia de amor tan trágica y bonita
Marysa es un cielo, mira que le chico es gilipollas pero ella aún así se preocupa por él y va a verlo y él... sigue siendo gilipollas. Ahí es cuando vuelvo a odiarlo. Pero bue, al menos confía en ella.
Me aburrí de seguir citando cosas. Ya sabes que los amo. Aunque odie a Jareth a veces. Amo la manera en la que has narrado su historia. Cómo has entrecruzado los dos finales y todo. Es perfecto, chau.Se despide, Amapola, la de los asesinatos oníricos
indigo.
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Re: Primordials.
TU COMENTARIO FUE HERMOSO KATE ME LLEGASTE Y ME ALEGRA SABER QUE TE GUSTO
- Spoiler:
- pues si lo jules se arregla lo iba a hacer más lento pero dados los acontecimientos lo haré de otra forma pero será después de que huyan so idk. ella tratará de no parecer ciega, por cabezota y no parecer débil
✦ ausente.✦
pixie.
Re: Primordials.
Aiss me alegra que te haya gustado
Mañana te hablo por wa y te cuendo bien lo que había planeado con ellos, a ver si al final puedo hacerlo
Mañana te hablo por wa y te cuendo bien lo que había planeado con ellos, a ver si al final puedo hacerlo
indigo.
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Re: Primordials.
AQUI ESTOYYY, perdón la tardanza en mi comentario u.u pero mejor tarde que nunca
mils escribió:En un principio, todo era gris, un tono neutro, un bien y un mal enmascarados en un solo color, en cuatro letras, gris.
Querida Mils, tienes unas formas de comenzar los capítulos que simplemente atrapan demasiado. Y no hablo de esa oración, hablo de todo el párrafo, de toda la primera parte del cap, porque es que sencillamente adoro como escribes
El relato de cómo vivía Cali, lo sola y triste que se sentía, sin ganas; y luego que vino 'alguien', el primer Primordial que atraparon 'por su culpa' y todo cambió. Realmente me dio en los feels, ¿sabes? porque me los imagino en un tiempo en el que no había odio ni rabia ni rencor y es tan hermoso que me dan ganas de ir a gritarles a ambos que dejen las torpezas y que se amen
mils escribió:Comenzó a odiar, a odiarme a mí por lo que era, por lo que fui en su momento, por privarle la libertad por ser un “monstruo”. Y se odió a él, por creerme, por quererme, por ser como era, una criatura inhumana encerrada en una jaula.
DETESTO QUE CALI PIENSE QUE HIZO ALGO MAL. OKey, tal vez alguien habría pensando en cualquier otra opción o no sé, pero para ella (y para mí, esta muy bien), la única solución fue esa a que cazaran y mataran a los primordials sin piedad. Y me molesta que Jareth no entienda eso y que se enfoque en el odio, cobarde, muy cobarde hijo de puta
Y ella lo ama tanto eso me llena de amor y me hace querer explotar, pero luego quiero explotar de la rabia porque Jareth no se da cuenta y prefiere seguir en la indiferencia sin dar oportunidades
mils escribió:- No será fácil, pero los intentos fallidos nos ayudarán a saber qué no tenemos que hacer en esta ocasión, yo propongo que…
- Ve tú, arriesgarse por nada es como ir directo a la tumba – La interrupción a mano de Liam sonó dura y cortante como una navaja –. Conmigo no cuentan esta vez ni ninguna otra.
Muchos asintieron con seriedad, supe que los pocos que faltaban estaban también de acuerdo con Liam, aún así sin estar para decirlo.
- Escuchen, nada ha sido fácil, nunca – Comencé atenta a los pares de ojos que sabía odiaban la idea –, yo creo que no es el momento de volver a intentarlo, las consecuencias pueden ser fatales para algunos – Dirigí mi mirada indirectamente a Mary y mis pensamientos a Jules.
NO PUEDEN RENDIRSE, ZOPENCOS SI SE RINDEN, MEJOR EXPLOTENSE JUNTO CON LA BASE RENDIRSE ES COMO DECIR 'SON DUEÑOS DE MI ALMA Y DE MI ORGANISMO, SON TODO SUYOS'
lo siento, me he alterado
Porque están perdiendo la esperanza y es entendible, después de todo lo que han pasado en los intentos fallidos por escapar, pero el que persevera triunfa y el que lucha por una buena causa sale vencedor
Y la tensión de Jareth y Cali es tan palpable en el aire, Dios; me dan ganas de encerrarlos en una habitación y cachetear a Jareth para que se de cuenta de que lo hizo para ptroteger y a Cali para que deje de creer que es su culpa que sean unos miserables.
Esta nc me deja sin sentimientos, me agota demasiado
mils escribió:La odiaba y me odiaba, a ella por hacerme quererla y a mí por quererla como la quería. Aunque eso ya había pasado, no había lugar en el mundo para un futuro de libertades, uno suyo y mío, por lo menos no para nosotros.
La mente de Jareth es tan complicada y llena de sentimientos tan...intensos y ugh, ese chico necesita desahogarse rápido antes de que se vuelva loco Y la manera en que habla de Cali, o piensa de ella, me hace pensar que él no la odia de verdad. Sino que, la odia porque todavía la ama, algo contradictorio pero totalmente entendible en su situación y AY DIOS, los quiero ver juntos YA
¿Ves lo que haces, Mils?
mils escribió:- Bueno tan solo venía a ver si te encontrabas bien, a muchos les intrigó tu manera de irte de la reunión – Sonrió levemente, o eso intentó hacer elevando una de las comisuras de sus labios.
- No les interesa lo que haga o deje de hacer – Hice una breve pausa para no irritarme – A nadie.
- ¿Sabes? – Al parecer ignoró mi mal humor en esos momentos y siguió hablando – He visto la tensión que tienen tu y Cali desde hace años y pensé que como nadie sabe por qué…
- Ya te lo dije Marysa, a nadie le tiene que importar cómo soy, si quieres respuestas ve y búscalas con ella – Suspiré al sentir como la puerta se iba haciendo flexible ante mi tacto por la manipulación empleada sin querer – Buenas noche Marysa.
Me encanta esa...amistad? no, relación? no, pacto? tampoco; lo que sea que haya entre Jareth y Marysa. Porque me da muchas ideas que no diré y es divertido ver como ella no flaquea incluso cuando él se pone de mal hablado y de rudo excepto pr eso último, el puto le cerro la puerta en la cara pensar en Cali lo pone tan mal, pobresito
Esa parte del final, ¡ME PUSO LOCA! es que lamanera en que Jareth piensa me intriga y me encanta demasiado. Además, es demasiado misterioso y todo eso que ha vivido y su forma de aislarse...lo que creo que está yendose de sus manos, porque una persona no puede pasar tanto tiempo suprimiéndose y no explotar en el proceso. Y si él explota, entonces creo que habrá un gran caos.
Yo solo digo
mils escribió:En ese instante, un crujido apaciguó el silencio, voces, dos voces acompañadas por sombras, cuerpos que entraban en el bosque. Desde ese instante supe que no estábamos solos, por lo menos no tanto como creíamos.
Espera Jareth, resiste.
Mils, qUÉ ES ESO?! QUÉ FUE ESO? QUIÉN?????
porque por un momento pensé que había sido Jareth y las cosas de la vida; ya saben, el mundo es raro. Pero eso de que 'no estábamos solos'....MILS NO ME HAGAS ESA CLASE DE COSAS
lo amé demasiado, demasiado
espero el de Kate
hange.
Re: Primordials.
- leeeeer:
- Bueno no tengo mucho que decir. Sólo que espero que os guste el capítulo y que estéis conformes con como he usado vuestros personajes. Besoooooos
Capítulo 010
Alaska fears || lovely rita.
Todo tiene un fallo. Nada funciona del todo bien en el mundo; ni los objetos, ni las personas. Se me daba bien descubrir fallos. Sólo se trataba de prestar atención. Porque es lo que más reluce de una persona, en especial en las que trataban de ocultarlo con capas de cualidades que ni siquiera poseían.
Sabía que el fallo de Longaster era su ego, que desembocaba en un desmesurado exceso de confianza. Creía que la vigilancia en la casa era suficiente para aplacarnos y que tres intentos fallidos de fuga era nuestro tope, que nos encontrábamos demasiado cansados y medrosos para contraatacar. Su exceso de confianza, lo había conducido a descuidar los límites de la base Primordial. La base se extendía en una hectárea de bosque que finalizaba en un campo de fuerza que nos envolvía por tierra y por aire, aislándonos en una cúpula. Los límites de la base nunca estaban vigilados, ni por guardias, ni por cámaras. Nadie se preocupaba si alguno de nosotros se internaba en el bosque.
¿Qué hacía yo allí, entonces? Buscaba el fallo en el campo de fuerza. La grieta magnética que nos permitiera escapar. Si de algo habían servido nuestros estrepitosos fracasos, era para comprender que una fuga silenciosa era nuestra única opción. Había decidido no hablar a nadie de mis excursiones al bosque. No hasta que no encontrara el fallo y la manera de traspasarlo sin llamar la atención. Otro atisbo de esperanza falso y no conseguiríamos que nadie nos respaldara en la huida.
Llevaba una hora dando vueltas a escasos centímetros del campo de fuerza, atenta por si escuchaba una vibración sospechosa. Mis instintos estaban tan alerta, que incluso noté como el viento se cortó a mi espalda por la presencia de alguien. Antes de darle tiempo a pronunciarse enarbolé sobre el eje de mi cuerpo con el puño alzado (no lo hice a propósito, pero como combatiente en la guerra, aprendí a golpear y después preguntar). No llegué a pegarle porque me agarró por la muñeca. Era Liam, con una expresión de regocijo pleno en su rostro.
―Hola, Fears ―saludó lleno de alegría.
«El que faltaba», pensé a su vez.
De un tirón me solté de su prisión. Sus dedos perduraron en mi muñeca como una marca rosada y un hormigueo molesto.
―¿Qué haces aquí? ―pregunté.
―Dímelo tú, ¿qué puede hacer alguien al lado de un campo de fuerza? ―Era un desafío claro, que ignoré.
Me encogí de hombros.
―Cocinar malvaviscos, por ejemplo.
Liam comenzó a dar vueltas alrededor de mi cuerpo. Con pasos largos, me lanzaba miradas disertas a cada uno de ellos. Tuve que reprimir el impulso de hacerle la zancadilla. Aguardé tranquila a que terminase de hacerse el interesante. El fallo de Liam era que se aburría fácil de todo, lo que le hacía perder el interés y lo volvía descuidado. Un segundo después, se detuvo de nuevo frente a mí, con las manos agarradas detrás de la espalda.
―¿Y son malvaviscos invisibles? Porque llevo días siguiéndote hasta aquí y sólo te dedicas a dar vueltas alrededor del perímetro, como si lo
examinaras. ―Mi cara de sorpresa me delató, porque una sonrisa de triunfo hizo aparecer los hoyuelos de Liam.
―Vaya, Liam. Voy a empezar a pensar que te gusto ―bromeé para tratar de desviar su atención―. Normalmente dejas que las chicas te sigan a ti.
Mi broma no fue acogida como esperaba. Creí que una carcajada escaparía de sus labios antes de terminar de hablar. Pero en lugar de eso, sus ojos verdes, más brillantes y peligrosos bajo el color bermellón del ocaso, trataron de fulminarme con la mirada, como si acabara de mencionar algo que le hacía enfadar mucho.
―No soy tonto, Alaska. Estás buscando algo y si no me lo dices convoco una reunión y le cuento a todo el mundo lo has estado haciendo, a ver si tienes ganas de seguir jugando ―amenazó. Frunció el ceño, pero lejos de mostrarse amenazador parecía un niño pequeño enfurruñado.
Acogí sus palabras con un trueno que partió el cielo de nuestras cabezas. Desde hacía un tiempo, la atmoquinesis se había mimetizado con mis emociones. Ya ni siquiera era necesaria la mención de la lluvia o el deseo de que apareciese. Si me enfadaba, bendecía a todos con una tormenta que perduraba días. Si me desesperaba, el cielo se encapotaba. Si Liam me sacaba de quicio, un rayo hacía amagos de electrocutarlo.
Liam alternó la vista entre el cielo y yo. Mientras yo, lo miraba cual perro rabioso, con la mandíbula apretada y el pelo de la espalda erizado. Estaba tan enfadada que me dio igual que hubiese descubierto uno de mis poderes. Él, en lugar de reprocharme nada, aguardó paciente a que empezase a hablar. Supe que no iba a marcharme de allí sin proporcionarle una respuesta verídica.
¿Se lo contaba? ¿No se lo contaba? ¿Le daba una patada en las pelotas y salía corriendo? Era como estar atada a una ruleta rusa: ¿Lanzaba el
cuchillo? ¿No lo lanzaba?
No podía arriesgarme a que me delatara frente a los otros Primordials. Ni si quiera había tenido el valor de comentárselo a Cali y Marysa. No estaba lista para que lo supieran. Pero tampoco sabía si podía fiarme de Liam. Era impredecible y temperamental. O bien guardaba el secreto o bien se lo decía a todos para que impidieran otro intento suicida. En la última reunión había dejado muy claro que no iba a jugarse el culo una vez más.
―Sé guardar un secreto, Alaska ―dijo como si me hubiera leído el pensamiento.
Liam bromeaba tanto que uno no sabía cuándo hablaba en serio. Sin embargo, su voz sonó tan clara que antes de arrepentirme le conté todo al ritmo que el sol se escondía tras las montañas y la luna tomaba el relevo. Cuando terminé, en lugar de reírse o decirme que estaba loca, dijo:
―Te ayudaré.
Parpadeé varias veces, incapaz de creerlo.
―¿Por qué tendría que creerte?
―Porque te doy mi palabra, soy un hombre de palabra ―arguyó, mirándome directamente a los ojos―. Además, las cosas están muy aburridas por aquí últimamente ―añadió de inmediato, como hacerme olvidar que podía ser una persona seria si se lo proponía.
Lo creyera o no, no me quedaban más opciones.
―De acuerdo, mañana después de la comida, quedamos aquí. Deja un margen de tiempo de veinte minutos antes de salir, para que no sospechen.
Pasé por su lado, rozándole el hombro sin querer, estaba demasiado oscuro. En vez de seguirme, Liam se quedó allí, tan rígido como uno de los pinos que nos custodiaban.
Durante la cena, Marysa y Cali intentaron hacerme hablar, otra vez. Habían comenzado a darse cuenta de mis desapariciones y yo comenzaba a quedarme sin excusas. Ninguna se creía mi excusa de que me había dado por correr todas las tardes. Intenté entablar conversación con Jules para que dejaran de interrogarme, pero ella no estaba para charlas triviales. Por fortuna, y sin que sirviera de precedente, Liam estaba cerca y las entretuvo hablando de una anécdota sobre Kayden.
Me marché del comedor antes que nadie. Caí redonda en la cama presa del cansancio. Ésa noche, mi pasado se hizo presente en mis sueños…
Uno no sabe lo que es estar encerrado hasta que pasa. Uno no sabe lo que es la muerte hasta que la ve; tan vívida y real.
Estoy encerrada en uno de los calabozos del laboratorio del ejército alemán. La guerra ha terminado y mi vida parece haberlo hecho con ella. Ya no les sirvo, me he convertido en un tanque, en una escopeta… un arma guardada en un cajón por si acaso. No sé cuántos días han pasado, pero el ruido de la celebración es menos potente cada vez. Supongo que ha transcurrido el tiempo suficiente, pues he dejado de notar el olor a moho y puedo ver casi a la perfección en la oscuridad perpetua de mi cubículo. No sé qué me aterra más, si que vengan o por mí o que se olviden de que estoy aquí encerrada.
…
Han pasado más días… muchos, pocos… ya no lo sé. Pero me cuesta respirar. Las bandejas de comida llegan con menos frecuencia, el hambre nunca se marcha. Se ha convertido en una conocida, en lo único que me saca de la somnolencia y me recuerda que sigo viva.
…
Creo que han pasado meses. Lo noto en la flacidez de mi piel, en los músculos que se han evaporado de mi cuerpo. Estoy empezando a tomar consciencia de lo que supone la eternidad. Es una agonía imposible de aplacar. Y ahora sé, que si no estuviese aquí encerrada la sensación sería la misma.
…
Han abierto la puerta, la luz que se filtra me quema las retinas. La silueta negra de dos personas aparece como dos espejismos frente a mí. Cargan con un bulto grande, antes siquiera de que me dé tiempo a averiguar qué es, lo lanzan dentro de la celda y cierran la puerta a sus espaldas. Sin hacerme el menor caso. Decido moverme de la esquina en la que paso los días encogida. Me arrastro por el suelo de piedra, notando como algunos trozos de piel se quedan con ella. Cuando llego al lado del muerto, me doy cuenta de que es una persona: un chico alto y desgarbado. No respira… está muerto… lo han traído aquí para que se pudra conmigo.
…
―Alaska, podemos hacerlo.
Dael dejó de ser un cadáver horas después de que lo lanzaran en mi celda. Porque nunca llegó a estar muerto. Se las había ingeniado para usar su poder contra los científicos que nos apresaban. Cada vez que alguien viene a dejarme comida sólo tiene que acostarse en la misma posición y hacerse el muerto. Nadie sospecha, el olor de dos cuerpos sin ducharse y de sus deposiciones son suficientes para emular el olor de la muerte.
Desde que Gael se pudre junto a mí, las cosas han mejorado. Matamos el tiempo hablando, recordando a nuestras familias y hablando de nuestra experiencia en la guerra. Sin embargo, para Dael sigue sin ser suficiente, quiere escapar. Espera que yo lo haga con él.
Hacerse el muerto no es uno de sus pasatiempos preferidos. La razón por la que lo hizo, es porque se ha enterado de que a los Primordials muertos los lanzan a un río para que se los lleve la corriente. No esperaba acabar conmigo en la celda. Quiere intentarlo otra vez. Piensa que hay más posibilidades si encuentran dos cadáveres.
Quiero escapar, gracias a Dael he recordado que aunque la eternidad se una agonía hay personas con las que merece la pena vivirla. Sólo que yo no sé usar mi poder.
―Desde luego, tú podrás, yo no lo tengo claro ―respondo.
Dael no replica, en lugar de ello, sonríe. Paciente, como siempre.
―Tienes el poder de ver el mundo tal y como es, sólo tienes que aprender a mirar ―respondió.
―¿Y eso de qué me sirve?
―Cuando aprendas a mirar, podrá manipular las moléculas de tu cuerpo. Llevar tu energía al mínimo.
―¿Y después? ―Otra de las cosas que me gustaban de Dael es que nunca me mandaba al carajo con mis respuestas.
―Después, se trata de mantener la ilusión el tiempo suficiente.
…
Pienso que voy a morir ahogada. Estoy muy cansada, mis energías se han agotado por la concentración de mantenerme medio muerta. Y parece que voy a estarlo de verdad, justo cuando más ganas tengo de vivir. Una mano me agarra por la axila y tira de mí hacia arriba. Antes de llegar a la superficie pierdo la consciencia.
Despierto más tarde. Lo primero que siento es el olor de la hierba y las cosquillas que generan sus briznas al rozar mi barbilla. A continuación, experimento lo más parecido a un renacer. La luz del sol me rodea y es más cálida que nunca. Los sonidos de la naturaleza se cuelan por mis oídos y llenan los huecos vacíos de mi débil memoria. Me llenan de vida, de toda la que me han arrebatado.
―Te dije que lo lograríamos .
Dael está a mi lado, con el rostro elevado hacia el sol. Sigue pálido, delgado y sucio, igual que yo. Pero somos libres.
…
Ha llegado el momento de despedirnos. Ya tenemos las fuerzas que nos faltaban. Hemos cogido peso y nuestros caminos se separan. Sabemos que es más seguro. Así no llamamos tanto la atención. Dael y yo nos miramos, con la certeza de que las probabilidades de encontrarnos en el futuro no son favorecedoras. Pero no importa, he encontrado un nuevo aliciente para sobrellevar la eternidad: Recordar los días que hemos pasado en compañía del otro. Cómo salvó mi vida, cuando no estaba en la obligación de hacerlo.
―Que nos volvamos a ver, Alaska.
Nos abrazamos. Después cada uno tomó una dirección distinta. No lo volví a ver.
Cuando desperté al día siguiente, no lo hice presa de los gritos. El pasado no me aterrorizó esa noche en sueños. Fue agradable recordar a Dael, la manera en la que había convertido la época más dolorosa de mi vida en algo que me daba fuerzas cuando pensaba que me hundiría. El sueño fue tan revitalizador como lo había sido el recuerdo de mi madre en la piscina en la que Longaster trató de congelarme.
La mañana la pasé tumbada en mi cama, sin pensar en nada. Tras la comida, aplacé mi encuentro con Liam hasta la tarde. Y pasé casi todo el día con Marysa, Cali y Jules. Después les dije que iba a tomar el aire y salí al jardín, para internarme en el bosque de inmediato.
Al llegar encontré a Liam agazapado detrás de un árbol. Cerca de donde me había descubierto el día anterior. Caminé con sigilo hacia él, intentando que mis pies destrozasen el menor número de hojas caídas.
―¿Por qué estás aquí escondido? ―dije al llegar a su lado.
Liam tiró de mí para que me escondiera detrás del árbol, quedando él a mi espalda y peligrosamente cerca de ella. Podía notar su respiración en mi cuello.
―Mira ―susurró en mi oído.
Seguí la trayectoria de su dedo. Tardé un rato en procesar lo que veía. Era Jareth, de pie sobre un manto de hojarasca. No estaba solo, al otro lado había dos personas; un chico y una chica.
―Está…
―Sí, y no nos ha dicho nada ―terminó Liam por mí.
¿Desde cuándo llevaba Jareth encontrándose con ellos? Y lo más importante, ¿quién demonios eran ésas personas y cómo habían encontrado la base? Mi odio por Jareth ascendió unos escalones. Si ya antes no me fiaba de él, eso fue la gota que colmó el vaso.
―¿Qué prefieres, Fears? ―preguntó Liam, con una voz insinuante―. ¿Fingimos que no hemos visto nada? ¿O aparecemos en escena al estilo Rambo?
Liam era gilipollas, pero me reí de sus propuestas, sin que tampoco sirviera de precedente.
―Al estilo Rambo ―sentencié.
Sin más dilación, caminamos hacia ellos. Antes de que alguno de ellos se diese cuenta de que estábamos allí, dije:
―Jareth.
Esperaba que al menos se sobresaltase. Se limitó a mirarme por encima del hombro.
―Alaska. Liam ―respondió, como si no estuviera haciendo nada sospechoso.
Quería enfurecerme, encontrar un motivo para discutir con Jareth y poder decirle que lo odiaba por tratar a Cali tan mal. Quería encontrar un motivo para que ella dejara de protegerlo. Pero la curiosidad me pudo, y caminé para reunirme a su lado, como estaba haciendo Liam.
El chico y la chica nos miraban en alerta. Ella era morena y las sombras brillaban sobre su piel blanquecina. Él era más alto, con el pelo castaño revuelto sobre la cabeza y una mirada felina que me puso nerviosa. Al igual que nosotros, no sabían qué esperar. Como Jareth no parecía dispuesto a explicar la situación, Liam tomó las riendas.
―¿Quiénes sois? ¿Por qué hablabais con Jareth?―preguntó.
―Somos Batman y Robin ―respondió la chica. A continuación, señaló a Jareth ―. No hacíamos nada, vuestro amigo se niega a hablar con nosotros.
―No sé qué te piensas que somos, pero desde luego no somos tan idiotas como para creernos que os llamáis así ―masculló Liam, cerrando los puños.
Al contrario que él, no me tomé a mal lo que dijo la chica. Su desconfianza en nosotros me hizo confiar en ella. Así que antes de pensarlo mucho, me dispuse a explicarle quiénes éramos. Lo peor que podía pasar era que nos tomasen por locos.
―Me llamo Alaska ―comencé a decir, apartando a Liam, para ponerme frente a la chica―. Esto es una base de retención, porque nosotros somos…
―Sois Primordials ―dijo el chico, como si nada.
Nuestras caras no debían de tener precio, incluso Jareth cambió su expresión de troglodita malhumorado por una de sorpresa y de terror. La chica morena parecía satisfecha con el efecto creado.
―¿Cómo… vosotros… cómo? ―Ver a Liam incapaz de formar una frase hizo que el chico me cayese mejor de inmediato.
Yo no podía hablar. Por primera vez sopesé la idea de que trabajaran para Longaster. Nada nos aseguraba que fuesen de fiar. Los seres humanos no conocían nuestra existencia. Por otro lado, mi instinto me decía a gritos que confiara. Y eran pocas las veces en las que mi instinto me mandaba señales confusas.
―Haremos una tregua ―dispuso la chica en tono conciliador―. Os explicaré lo que sabemos acerca de vosotros y lo que es esta base.
―¿Y qué queréis a cambio? ―Me sorprendió que la pregunta proviniera de Jareth.
―Respuestas ―pidió el chico.
Miré a Liam, que tensaba la mandíbula en dirección a ellos. También me miró a mí y asintió. No es que me importase mucho su opinión. Pero el día anterior nos convertimos en aliados y quería ver que estábamos de acuerdo.
―Está bien ―dijo al fin―. Os escucharemos.
Los chicos se miraron. Al verlos de perfil, vi rasgos semejantes en sus rostros. Me aventuré a pensar que eran hermanos.
―Vivimos en una cabaña no muy lejos de aquí ―empezó a relatar la muchacha―. Llevamos vigilando esta base desde hace dos años. En este bosque no hay nada a doscientos kilómetros en la redonda, imaginar nuestra sorpresa cuando encontramos esta mansión en sus infinidades y nos dimos cuenta de que está protegida por un campo de fuerza.
»Comenzamos a venir aquí cada noche, intentando encontrar respuestas. Pero nunca pasaba nada, a veces veíamos a militares en las alacenas… pero nada importante. Nadie salía y nadie entraba. Hasta hace un mes atrás ―nos miró a los tres con intención, haciendo una pausa dramática―, las luces se fueron de pronto. Escuchamos los disparos…
―Hasta ahora no habéis dicho nada interesante ―mencionó Liam, falto de paciencia. Le di un codazo para que se callara.
―Al día siguiente del apagón ―prosiguió el chico― nos acercamos al perímetro de la entrada. Vimos salir una furgoneta. En la puerta trasera vimos las siglas MEA. Bajamos al pueblo más cercano para buscar información en la red.
Nos tenían a los tres embelesados con su relato. Sus voces tenían el mismo efecto que el Flautista de Hamelín.
» Fue entonces cuando descubrimos que la MEA es una asociación científica que se remonta a principios de la Primera Guerra Mundial y que estaba aliada con el ejército alemán. Encontramos el nombre del fundador, Scott Longaster. Investigamos sobre él y descubrimos que había sido investigado porque había indicios de que realizó experimentado con humanos durante las guerras.
Mi energía se fundió con la de Jareth y Liam. Nosotros habíamos sido los conejillos de Indias de Scott Longaster y de sus generaciones futuras. Estaban relatando nuestras historias. La chica retomó el relato de su hermano.
―También encontramos testimonios de soldados que habían trabajado para ellos durante ésa época. Aseguraban que la MEA había sido capaz de crear una raza humana invencible mediante alteraciones moleculares… Soldados con habilidades inhumanas.
» Leímos uno en el que un soldado aseguraba que mientras a él le salían canas, estos seres guardaban el mismo aspecto que la primera vez que los vio. Los llamó Primordials. Pero nunca pudieron probar sus palabras, porque las personas que dieron estos testimonios murieron poco después.
Seguro que nuestro querido amigo Scott había tenido algo que ver con los asesinatos.
»Por último, leímos que la MEA se había disuelto en los años cincuenta, poco después de la muerte de Scott Longaster…
―… pero es obvio que siguen operando ―interrumpió el chico ―. Y que vosotros no sois leyendas de la guerra. Porque de ser así, ¿quién se
tomaría tantas molestias en mantener ocultos a un puñado de adolescentes?
Nadie dijo nada en un rato. Las palabras flotaban a nuestro alrededor como mordazas. A ninguno de los tres nos sentó bien recordar a Scott Longaster. Y si bien el relato nos había dejado mudos, a mí me sirvió para darle la razón a mi instinto. No eran enviados de Longaster, eran dos chicos que se habían topado con nosotros por casualidad y que se habían interesado lo suficiente para investigar, o al menos, era lo que quería creer.
―¿Qué respuestas buscáis? ―pregunté, acercándome más al campo de fuerza.
―Alaska… ―me advirtió Liam.
Jareth tenía la vista clavada en un punto por encima de las cabezas de los chicos. No sabría decir qué era lo que pasaba por su mente. Aunque en lo referente a Jareth, eran muchas las cosas que no sabía.
Decidí ignorar el aviso de Liam. Me posicioné frente a los chicos, que me miraban reticentes. Como si aguardaran a que me transformara en un monstruo, en el inhumano sobre el que habían leído.
―Ahora nos toca a cumplir con nuestra parte del trato ―convine. Sin alzar la voz más de lo normal. Un viento frío comenzó a soplar, acompañando mis emociones―. ¿Qué queréis saber?
Se miraron entre ambos, como si estuviesen aprobando un pacto silencioso o respirando por fin porque no me había transformado en nada a temer.
―Soy Katrina ―se presentó la chica. Señaló al chico―: este es mi hermano, Emmet.
Acogí la presentación como una ofrenda de paz.
―Cuando se fueron las luces y sonaron los disparos ―comenzó Emmet ―, ¿intentabais escapar?
Asentí, notando un escalofrío de pavor al recordar nuestro intento fallido… y todos los que siguieron a ése. La verdad era que esperaba respuestas de otro índole, como si éramos reales o se trataba de una broma.
―Queremos ayudaros ―habló Katrina, llena de determinación―. Queremos ayudaros a que escapéis.
―¿Por qué? ―Liam apareció a mi lado. Parecía que tenía ganas de retorcerles el cuello a los dos. Probablemente lo hubiese hecho de no ser por el campo de fuerza―. ¿Por qué deberíamos fiarnos de vosotros?
Me gustó ver que Katrina parecía divertida por el arranque de rabia de Liam.
―Porque os sacaron de vuestros hogares cuando no eráis mucho más pequeños que nosotros. ―Katrina tenía estilo, porque acababa de dejar a Liam Wollatt sin palabras, por segunda vez―. Y no contentos con ellos, os tienen aquí encerrados.
Jareth salió de su letargo al escuchar sus palabras.
―Nos encierran porque nos ven como una amenaza. Creen que suponemos un peligro, ¿estáis seguros de que os conviene ayudarnos? ―dijo, como si les estuviera echando un desafío.
«Jareth, te daría un puñetazo…», recé en silencio.
―Ven una amenaza que alguien los delate. Y de ser peligrosos, haría rato que estaríamos muertos ―respondió Emmet, muy elocuente.
Liam, que parecía más relajado y menos tenso, se interpuso entre Jareth y Emmet, como si un campo de fuerza no fuese suficiente impedimento.
―En el hipotético caso de que aceptemos vuestras ayuda, ¿cómo podríais ayudarnos dos humanos simplones como vosotros?
«Y a ti no te daría un puñetazo, te arrancaría la lengua de cuajo», recé de nuevo en silencio.
―Yo no llamaría simplones a las personas que pueden ofrecerte refugio cuando escapes. ―Era ya un hecho, Katrina me caía muy bien―. Conocemos el bosque como la palma de nuestras manos, ¿cuánto tiempo crees que duraríais sin que os capturaran sin ayuda? Esto es enorme y sólo si lo conoces bien, puedes hacer que nadie te encuentre.
Liam abrió su bocaza para replicar, pero me adelanté a él.
―Intentamos hallar un fallo en el campo de fuerza ―confesé―. Pretendemos abrir una grieta por la que escapar.
―Simple, pero efectivo, tienes estilo ―me piropeó Katrina realizando un gesto fluido con la cabeza, como si bailase al ritmo de una canción. Emulé una sonrisa.
―¿Qué estás haciendo qué? ―chilló Jareth a mi lado.
Hice un gesto con el dedo para que Katrina y Emmet aguardaran unos momentos. Me giré hacia Jareth en actitud resuelta.
―Me debes una por sacarte de ese tanque de agua antes de que te congelaras.
No precisé de más palabras. La vida de un Primordial se basaba en pactos entre nosotros. Sólo así habíamos logrado sobrevivir tanto tiempo. Jareth asintió, a regañadientes.
―Bien, hablemos de ese plan de fuga… ―dijo Emmet.
Dos horas más tarde, conseguimos armar un plan con pocas posibilidades de fracaso, teniendo en cuenta que consiguiésemos salir de la base. Katrina y Emmet nos dieron las coordenadas de la cordillera en la que pretendían que nos encontráramos con ellos tras escapar. Desde allí, ellos nos conducirían hasta su cabaña. Liam se las había ingeniado para poner pegas a casi todo, pero finalmente cedió. Jareth había estado callado, pero su expresión supe que estaba de acuerdo, aunque todavía no sabía si nos seguiría en la huida. Esperaba que lo hiciera, porque tenía el presentimiento de que Cali no se iría sin él y por ende, yo no me marcharía sin ella.
La fuga tendría lugar al anochecer del día siguiente.
Como teníamos poco margen de tiempo y todavía debíamos dar con el fallo en el campo de fuerza, una distracción para los soldados mientras escapábamos, y lo más difícil de todo; convencer a los demás para que nos siguieran, caminábamos bordeando el campo en el sentido contrario a las agujas del reloj, los tres en fila india. Atentos a cualquier ruido o cualquier visión nebulosa en el campo. Quedaba poco más de una hora para el atardecer. Y a pesar de que el tiempo jugaba en nuestra contra, no estaba dispuesta a irme a la cama esa noche sin haber abierto la grieta en el muro.
―Si no hubiésemos llegado nosotros, ¿qué habrías hecho con Katrina y Emmet? ―preguntó Liam a Jareth, quien precedía la marcha. Yo iba en el centro, como barrera humana para que no se sacaran los ojos entre ellos.
―Desde luego, no fiarme de ellos.
―Tienes un serio problema con la confianza, tío.
―No soy tu tío ―rebatió.
―Era una expresión, colega.
Puse los ojos en blanco. A lo mejor era yo quien les sacaba los ojos…
―Les vi hace unas semanas, vienen todas las noches al límite de la base. La chica tiene complejo de ardilla y se sube a los árboles para observar ―informó Jareth, igual al presentador de unos informativos.
―Te quejas de que no le hayamos contado a nadie lo que hacemos y tú llevas semanas callando la existencia de Emmet y Katrina ―lo acusó Liam.
―Como no os calléis…
Comencé a decir, pero mis palabras cesaron de inmediato. Me paré tan rápido que Liam chocó contra mi cuerpo y faltó poco para caernos de bruces. Jareth nos miraba con reticencia.
―¡Pero qué…! ―le tapé la boca para que no siguiera hablando.
Escuchaba una vibración, igual que el sonido molesto de un enjambre de avispas. Era lento y pausado. Provenía de un lugar a mis pies. Quité mi mano de la boca de Liam y me agaché, con la vista tan cerca del campo de fuerza que casi bizqueaba. Lo vi, tan pequeño como un balón, a la altura de mis rodillas. Un círculo de cincuenta centímetros de diámetro, borroso e inconsistente.
―Lo hemos encontrado ―susurró Liam, con cautela.
―Sí ―respondí.
―¿Ahora qué? ―preguntó Jareth, mirando el agujero con desconfianza.
Estaba tan pletórica que ni siquiera me importó el tono incongruente en su voz. Me giré hacia él.
―Vuelve dentro, convoca una reunión en la biblioteca. Nos vemos reuniremos a medianoche.
―Tú no me mandas ―replicó igual que un niño caprichoso.
―A ver si así te suena mejor ―intervino Liam―: o vas a la mansión y les dices a todos que nos reunimos a medianoche o te pateo el culo, tío.
Escuché el rechinar de los dientes de Jareth.
―Imbécil ―siseó dándose la vuelta para marcharse, evitando así una pelea épica.
―Gracias ―me obligué a decir.
Liam se encogió de hombros, mirando con impaciencia al fallo en el campo de fuerza.
―Somos un equipo hasta que logremos salir de aquí.
No sabía cómo tomarme sus palabras, pero el sol cada vez estaba más bajo y no teníamos tiempo para hablar de equipos.
―¿Cómo abrimos una grieta? ―preguntó Liam, poniéndose de cuchillas.
Si os soy sincera, no esperaba llegar tan lejos. Podía usar mi poder para abrir un grieta, pero sólo lo suficientemente grande para que cupiese una persona a la vez. Necesitábamos algo más grande, que nos permitiese salir a la vez. Que nos hiciese rápidos y no lentos. Debíamos abandonar la base en un margen de cinco minutos como mucho, que era el tiempo que tardarían lo soldados en llegar al perímetro en caso de que nos descubriesen. Mientras yo sopesaba la opción más eficiente para escapar, me fijé por primera vez en que el campo de fuerza proyectaba sombra. Era una línea fina de apenas dos centímetros de grosor, tan delicada como un hilo de lana.
Sombras… ¡Por supuesto que sí, sombras! La solución acudió a mi cabeza como el sonido de un disparo: ruidoso e instantáneo.
―¡Lo tengo! ―exclamé emocionada.
Liam entrecerró los ojos con desconfianza.
―Así que no tenías ni la más remota idea de cómo abrir una grieta… ―me reprochó levantándose.
Hice un gesto de desinterés con la mano.
―Voy a buscar a Jules, tú espérame aquí.
―¡No! ―chilló Liam con ímpetu, lo miré con extrañeza―quiero decir, que yo voy a buscarla.
Se marchó sin darme la posibilidad de preguntarle por qué sentía tanto interés por ir él. El tiempo que transcurrió hasta que divisé a Liam y Jules entre los árboles se me hizo eterno. Mi plan dependía del atardecer, una vez pasado éste, no serviría de nada. No pude esperar a que me alcanzaran y corrí hacia ellos.
―Jules ―dije demasiado alto ―. Antes de que preguntes…
―Liam me lo ha contado todo, no es necesario que me lo expliques, ¿para qué me necesitas?
No pude evitar fijarme en que llevaba puestas unas gafas de sol cuando era casi de noche y que no me miraba directamente a los ojos, sino a los pómulos. Liam caminaba pegado a ella, agarrándola por el codo. Al mirarlo para obtener una respuesta, se mostró oportunamente interesado por sus uñas. Ahora que lo pensaba, Jules se había mostrado bastante rara desde nuestro primer intento de huida. Como más… más torpe.
―Tengo una jaqueca terrible, la luz la acentúa ―me informó, para explicar la presencia de las gafas.
Por qué Jules estaba tan rara, no era importante, no en ese momento al menos. Teníamos que centrarnos en el plan.
―Vale ―concedí, como dándole a entender que no haría más preguntas―. Sé que puedes controlar las sombras. Vi lo que les hiciste a ésos soldados en el primer intento de fuga. Controlaste sus sombras para que se asesinaran a sí mismos.
A la vez que hablaba emprendí la marcha hacia donde me hallaba antes. Ellos me seguían de cerca, más lentos de lo habitual. Pero no le di más atención.
―El campo de fuerza tiene una sombra también, pero es muy pequeña, ¿veis? ―dije señalándola con el dedo.
―Sí ―respondieron al unísono.
―Me preguntaba si podrías usar tu poder para hacer desaparecer el campo de fuerza. Alzar la su propia sombra contra él para eliminarlo. ―El corazón me bombeaba a punto de explotar―. Pero sería necesario que dejaras anclada la sombra, como una réplica del campo, para que no puedan ver en los monitores que ya no hay campo.
―Lo intentaré, pero no puedo prometer nada. No es algo que haya hecho antes ―se sinceró, lo que agradecí.
―Sin presiones, Jules ―añadió Liam.
―Cállate ―dijimos las dos.
Jules caminó hacia el límite del campo. Escuché como llenaba sus pulmones de aire antes de alzar los brazos por delante de ella. Liam y yo nos alejamos un metro hacia atrás, para darle espacio para trabajar. Estaba tan concentrada mirándola que no me di cuenta de la raíz que descansaba en mis pies. No me rompí los dientes contra el suelo porque Liam tuvo los reflejos suficientes para sostenerme.
Noté un tirón en el estómago que me transportó al pasado, pero al contrario que la mayoría de las veces, no era mi pasado, sino el de Liam.
Caigo de bruces en el césped de un jardín. Escucho el arrullo de río en algún lugar entre los árboles. El sol brilla tanto que tengo que utilizar la mano a modo de visera improvisada. A mi izquierda hay un laberinto de zarzales y a mi derecha una pérgola de piedra decorada con unas sillas y una mesa. A mi espalda hay una bonita mansión colonial, con las ventanas azules. Frente a la puerta, hay dos personas. Que se abrazan. Distingo el perfil de Liam enterrado en el cuello de la chica, es unos años más joven que el que conozco. Lleva los rizos más cortos y peinados y sus ojos brillan con la ilusión con la que no lo hacen en nuestra época (todos hemos perdido ése brillo en los ojos). Va vestido con unos pantalones marrones que se agarran a su camisa de lino blanco por medio de unos tirantes.
Se separa de la chica, pero mantiene sus manos bien afirmadas. Ella es preciosa, lleva el pelo pelirrojo agarrado en una ensaimada sobre la cabeza. Viste un vestido de flores de media manga, que se ensancha en su vientre… está embarazada. Veo lágrimas que vuelven vidriosos sus ojos marrones. «Tienes que volver, Liam. Tienes que volver de la guerra», solloza. «Volveré, te lo prometo» responde y le acaricia el vientre, para después besarla a ella con todo el amor que puede contener una persona.
El escenario cambia. Aparezco en un cerco de tiendas de campaña, asentadas en un páramo arenoso, el olor a carne es insoportable y la ceniza hace que me escuezan los ojos. No puedo sentirlo de verdad, pero la sombra de ello es muy vívida, el campo de batalla es algo que no se olvida. El sonido de unas voces llama mi atención, unos metros más allá diviso la luz de una hoguera y distingo los cuerpos apelotonados en torno a ella. Antes de llegar me tropiezo con un chico tumbado a escasos metros de allí. De nuevo es Liam, se ha cortado los rizos y el pelo se le pega a la cabeza, sus ojos ya no brillan. Con una expresión de tristeza insoldable mira un trozo de papel. Me agacho a su lado para ver lo que es. Es una fotografía en blanco y negro, de un bebé pequeño, que duerme tranquilo. Al pie de la fotografía leo un nombre, «Teressa».
A partir de entonces todo se vuelve confuso. Sólo retengo retazos de ello. Liam vuelve a casa: y su mujer está allí, embarazada de nuevo, pero con otro hombre. Liam está sentado enfrente de una tumba, llorando en silencio. Desde su espalda leo el nombre, «Teressa Wollatt, Enero de 1915 - Diciembre de 1915».
Todo se vuelve negro.
Cuando la luz regresó, me encontraba otra vez en el presente, una décima de segundo más tarde a cuando me fui. Liam estaba de incorporarme. Me soltó, ajeno a que acababa de echar un vistazo a su pasado. A mí me iba el corazón a mil, todavía notaba la angustia que había sentido el Liam del pasado. El dolor que experimentó cuando vio a su mujer con otro hombre, cuando descubrió que su hija había muerto antes siquiera de poder conocerla.
Quería decirle algo, como que entendía por qué se había convertido en una persona insufrible que despertaba mis instintos más primarios por matar. Pero no lo hice. Probablemente me arrancaría la cabeza si se enteraba que había visto ésa época de su vida.
―¡Lo he conseguido! ―exclamó Jules a nuestro lado.
Corrimos hacia allí. Miré al frente, y en apariencia, el campo de fuerza seguía en su sitio. Con la pequeña diferencia de que el fallo ya no era visible.
―¿En serio? ―preguntó Liam, escéptico.
Alargué la mano hacia el campo de fuerza. En lugar de lanzarme por los aires, mi mano lo traspasó como si se tratase de una cortina de agua.
―En serio ―corroboré, moviendo la mano de lado a lado por el campo, para que lo viese con claridad.
―¿Cuál es el siguiente paso? ―quiso saber Jules.
»―Mantener la ilusión el tiempo suficiente ―respondí.
Me salté la cena de ésa noche. No tenía tiempo que perder. Debía encontrar una distracción eficiente para Longaster y su ejército de matones mientras nosotros escapábamos. Teniendo presente que llamar la atención había sido nuestro error en las ocasiones pasadas, redacté el plan en un hoja e hice fotocopias para todos. Quién iba a decirme que por fin podría utilizar la impresora. Borré el historial en el ordenador y llevé la impresora a su estado de fábrica, para no dejar huellas. Aprovechando que todos estaban en el comedor, me colé en la habitación de cada uno de ellos y abandoné una fotocopia en sus camas. No me preocupé por si alguien me vigilaba a través de las cámaras. Longaster y sus soldados se sentaban a cenar a la misma hora y nadie se quedaba guardando el fuerte.
Regresé a mi dormitorio, aproveché para darme la ducha más larga de toda mi vida. Bajo la tina de la ducha, la tumba de la hija de Liam se instaló en mi retina. Quise borrar el recuerdo enjabonándome la cara. No podía dejarme afectar por eso, no podía tratarlo mejor porque había perdido a su hija y su mujer lo había engañado con otro hombre. Todos teníamos un pasado. Liam seguía siendo insufrible. Y yo era Alaska Fears, la del propósito de pasar la eternidad sin implicarse con nada.
Salí hacia la biblioteca poco antes de medianoche. Esperaba tener unos minutos para sopesar la manera más acertada de presentarles el plan de fuga. Pero cuando llegué, todos se encontraban allí. Detrás de las estanterías alejadas del objetivo de las cámaras. Jareth y Liam se hallaban frente a ellos, como si los custodiaran. La luz de la luna que se colaba por la ventana, lo que me ayudaba a distinguir las figuras de los ojos brillantes que me observaban.
―¿Tú has convocado la reunión?
La pregunta provino de Colette, que nos guardaba a Marysa y a mí un rencor inmenso por haberla metido en todo eso. Decidí ignorarla. Me situé entre Liam y Jareth. Cali no dejaba de mirar a Jareth con sorpresa. Marysa me miraba a mí con inquina, como si ya supiera lo que estaba a punto de pasar y estuviese enfadada porque no se lo había contado antes. Kayden y Liam se miraban el uno al otro, comunicándose en silencio. Por último, Jules jugaba con sus dedos, puesto que era la única que estaba enterada de todo y aguardaba tranquila al siguiente paso.
―Creo que todos tenéis una idea de por qué hemos convocado esta reunión ―comencé a decir, mostrando toda la entereza de la que era posible―. Hemos encontrado una forma de escapar.
―¿De verdad esperas que te siga después de todo lo que ha pasado? ―preguntó Colette, por supuesto.
―Quiero que os quede una cosa bien clara a todos. ―Jareth se adelantó a mí y se posicionó frente a todos. No podía creer que hubiese tomado las riendas de la situación―. No os necesitamos a ninguno de vosotros para escapar. Hemos encontrado la salida, podríamos habernos ido hace unas horas y ninguno de vosotros se habría enterado. Os estamos haciendo un favor al incluiros. Así que antes de replicar, yo escucharía lo que Alaska tiene que deciros.
Cuando volvió a posicionarse a mi lado, me miró y entendí lo que acababa de hacer. Me había devuelto el favor, nuestro pacto había concluido.
―Yo estoy con vosotros ―anunció Marysa, levantándose y caminando a nuestro lado. Me dio un codazo en las costillas y después dijo entre dientes―: No puedo creerme que me hayas dejado fuera de esto.
―No te pongas celosa, tú sigues siendo mi Elizabeth Bennet.
―Más le vale, señor Darcy. ―Los motes nos los había puesto ella, porque era su libro preferido.
Cali caminó a nuestro lado, sin la necesidad de pronunciarse. Con las dos a mi lado, supe que todo iba a salir bien.
―Hablarnos del plan ―pidió Kayden. Sabía que él seguiría a Liam hasta el fin del mundo.
―Nuestro plan se basa en la discreción ―expliqué ―. Las otras veces hemos fallado porque hemos dado muestras desde el principio de cuáles eran nuestras intenciones. Ahora se trata de hacerles creer que nosotros no tenemos nada que ver con lo que va a pasar.
―¿Qué va a pasar? ―habló Jules por primera vez. Esta parte del plan de momento sólo la conocía yo.
―Os he dejado escondida en el cajón de vuestras cómodas una hoja donde os lo explico todo. Cuando la leáis deshaceros de ella. Mañana comportaros con normalidad, como si no pasara nada. Hasta que os dé la señal.
―¿Qué señal? ―preguntó Colette.
―Lee el papel y lo sabrás, pesada ―respondió Liam por mí.
Me guiñó el ojo. Todavía éramos un equipo.
―Todavía no me creo que nos dejaras fuera de esto ―se quejó Marysa, por cuarta vez.
―Ni yo tampoco ―la secundó Cali.
Estábamos las tres en mi habitación, habíamos decidido dormir juntas, como nuestra última fiesta de pijamas. Estaban las dos sentadas frente a mí, con las fotocopias del plan que habían pasado a recoger a sus dormitorios.
―No quería darle falsas esperanzas a nadie ―me defendí. No pudieron replicar ante eso.
Cali dejó descansado la hoja sobre su regazo.
―¿Estás segura que son de fiar? ―Se refería a Katrina y Emmet, acababa de contarles quiénes eran ellos. En la hoja del plan me había limitado a escribir las coordenadas del lugar en el que nos reuniríamos al amanecer, para no poner nervioso a nadie.
―Si te fías de mí, puedes fiarte de ellos ―respondí.
―Vale, antes de ponernos a conjeturar, leamos el plan ―interfirió Marysa.
Sin decir nada más las dos se pusieron manos a la obra. El plan era sencillo y todo se basaba en las ilusiones. Mañana, tras la cena, yo crearía una tormenta de rayos lo más fuerte posible y haría estallar uno cerca del poste que daba electricidad a la mansión. De manera que desde la sala de mando, pudiesen ver cómo se electrocutaba. En cuanto eso ocurriese, Colette dejaría la base desprovista de electricidad. Sólo teníamos que limitarnos a salir lo antes posible de allí. Y como me había dicho Dael; mantener la ilusión. Nos había dividido en grupos y cada uno de los grupos se dirigiría a un punto de la base distinto para traspasar el campo de fuerza, después tendríamos que correr en esa dirección hasta que despistáramos a los guardias que nos seguirían después de que se deshiciera la ilusión. Antes del amanecer, teníamos que estar todos en las coordenadas, donde nos esperarían Katrina y Emmet. Quien no llegase, se quedaba atrás, no podíamos arriesgarnos.
―¿Tú no estás en nuestro grupo? ―dijo Cali, releyendo de nuevo por si se había equivocado.
―No.
Ya sabía que esa era la única objeción que hallarían al plan. No nos habíamos separado desde hacía años, era algo que nos ponía nerviosas a todas. Sin embargo, sabía también que tenía que terminar esto con Liam y con Jareth, aunque fuesen las dos últimas personas con las que quería estar. Además, mi intención era encargarme de Jareth para que Cali se concentrara únicamente en escapar.
―Esto no me gusta, Alaska ―rebatió Mary, que se había mantenido extrañamente callada.
―Las dos estaréis juntas y nos reuniremos al amanecer ―traté de infundirles ánimo.
―Sí, nos reuniremos al amanecer ―reafirmó Cali que nos lanzó sendas miradas, como promesas, como pactos.
El día siguiente fue de locos. Todos tratábamos de mostrarnos serenos y mustios, como un día habitual en nuestra cárcel. Pero era imposible, a cada uno que miraba parecía más nervioso que el anterior. Parecíamos un puñado de adolescentes en la víspera de los exámenes finales. Sólo que nuestros examen, podía costarnos la vida, no el pase al siguiente curso.
Cerca de la hora de la cena, me marché a mi habitación para recoger mis pertenencias. El collar con el diente de cocodrilo que había pertenecido a mi hermano Tim. La fotografía de mi madre y de mi hermana pequeña y un trozo de cinta de color turquesa, de la época en la que me había hecho pasar por trapecista del circo Ruso. Me vestí con una sudadera ancha, unas mallas y unas zapatillas de deporte. Como si me marchase a hacer footing por el bosque.
Me crucé con Liam al salir de la habitación. Antes de que advirtiera mi presencia alcancé a ver cómo guardaba en el bolsillo trasero de su pantalón un trozo de papel arrugado. No sé por qué, pero imaginé que era la fotografía de su bebé muerta. De haber funcionado mi corazón correctamente, probablemente se me hubiese roto. Pero ignoré ese amago de humanidad y me recordé que no me importaba en lo absoluto. Llegué a su encuentro y sin mediar palabra caminamos hacia las escaleras que nos llevaban al comedor. Una vez llegamos a la puerta, nos separamos. Yo me senté con Jules, Marysa y Cali, las únicas personas a las que quería tener cerca en nuestra última cena en la base.
Comimos en silencio, sin mediar palabra. Al acercarse Rita para ofrecernos algo de postre caí en la cuenta por primera vez de que sería la última vez que la veríamos, y al parecer, las demás también lo hicieron. Le di las gracias en silencio por todas las veces que nos había salvado, por jugarse el cuello por nosotros… no sé, le di las gracias por vernos como humanos y no como experimentos.
La cena llegó a su fin y con ella nuestro plan se puso en marcha. Jules, Marysa y Cali permanecieron sentadas, ellas eran un grupo y debían estar allí hasta que diese comienzo la tormenta. Colette se acercó a Kayden para pedirle que la acompañase a la biblioteca para enseñarle un libro, ellos tenían que estar cerca de la puerta de entrada. Jareth y Liam se acercaron a mí preguntándome si nos íbamos ya a la cama.
Caminamos juntos, sin hacer ruido, casi sin respirar. Traspasamos a los guardias apostados en la puerta de entrada, que no nos hicieron caso. Ascendimos por los escalones.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco…
―¿A lo Rambo, Fears? ―susurró Liam en mi oído cuando los tres llegamos al quinto escalón.
―A lo Rambo, Wollatt ―lo secundé.
Y se desató la tormenta. Las gruesas gotas de lluvia chocaron contra el techo, se escuchó un trueno a la lejos. Cuando alcancé el séptimo escalón empleé todas mis fuerzas para dirigir mentalmente el rayo a la torre de electricidad. Escuchamos el sonido y Colette dejó la base a oscuras y en silencio. Salvo por el sonido de la lluvia y el reflejo de los truenos en las paredes.
―¡Que ninguno se mueva! ―chilló uno de los soldados.
Segundos después todos los que había en el primer piso pasaron a nuestro lado por las escaleras. Cuando pasaban cosas como estás tenían la orden de acudir todos al piso en el que se encontraba la sala de control. Cuando les vi desaparecer todos corrimos a la entrada.
―No lo olvidéis, antes del amanecer. Todos ―les dije antes de abrir la puerta. En seguida, la lluvia me azotó el cuerpo y mojó mi ropa.
Tuve tiempo de mirar a Cali y Marysa antes de que Liam me tirase del brazo y echáramos a correr. El sonido de la lluvia era espantoso, no se veía nada más allá de medio metro delante de nuestros pies. Casi íbamos a tientas, pero pude ver cómo los otros dos grupos se internaban en el bosque a la vez que nosotros.
Lo siguiente fue confuso. Corrimos entre los árboles, cegados por la lluvia y arrollados por su fuerza. El ruido de las ramas chocando las unas con las otras era espantoso. La ropa pesaba y los pies se me pegaban constantemente en el barro. Sólo cuando los rayos iluminaban el cielo podía guiarme un poco. El resto del tiempo era Liam el que lo hacía, no me había soltado desde que salimos de la mansión y seguía a Jareth tan de cerca como le era posible. Si nos separábamos, podía resultar fatal.
No me di cuenta de que habíamos traspasado el campo de fuerza hasta que la lluvia amainó un poco y me atreví a mirar hacia atrás. La mansión se arropaba en la cumbre en el centro mismo de bosque, como si fuese su corazón. Quise alegrarme, pero todavía no estábamos a salvo. Y yo sabía que no lo estaría hasta que volviese a ver a mis amigas.
―¡Alaska, no te pares! ―me gritó Liam sobre el estruendo de la lluvia.
Seguimos corriendo y corrimos. Hasta que sentí que iba a vomitar los pulmones. A medida que nos alejábamos hacia el norte, la lluvia se hacía menos densa. Se fue apagando, hasta que sólo quedó su frescor, su frío y el lodo de nuestros pies.
Debíamos de llevar horas corriendo. Nos detuvimos en un claro, completamente exhaustos. Yo no podía respirar sin sentir un ardor tremendo en el costado izquierdo. Jareth se apoyó contra un árbol, doblado sobre su cuerpo. Liam se dejó caer sobre un tocón, con la cara caída sobre el pecho.
Mi respiración se relajó deliberadamente. Pero yo seguía presa de la adrenalina. El descanso me dio tiempo para imaginar cientos de situaciones catastróficas en las que encontraban a los demás y los apresaban. Miré hacia el horizonte para intentar visualizar las luces de la mansión, pero nos habíamos alejado demasiado. Un trozo de plomo se asentó en mi estómago.
«Eres una superviviente. No dejas que tus lazos emocionales te afecten. Sigue adelante. No mires atrás».
―Vamos ―les dije a los chicos ―. Antes de que nos encuentren.
―Lle-llevamos horas corriendo…, de-deja que descansemos ―pidió Jareth entre resuello y resuello.
Iba a decirle que descansaríamos cuando estuviésemos del todo a salvo. Pero el crujido de una rama me puso en alerta. Estaba dispuesta a creerme que era algún animal… y entonces apareció, matando todas mis ilusiones.
―No os mováis u os vuelo los sesos.
Un soldado apareció por al otro lado del claro. Cargaba con un rifle, estaba embarrado y mojado como nosotros, pero desde luego, no mostraba síntomas de agotamiento. Podíamos intentar inmovilizarlo con nuestros poderes, sólo que los tres estábamos demasiado débiles.
Volver a internarnos entre los árboles sería peligroso, pero si corríamos cada uno en una dirección diferente podríamos aprovechar los segundos que se tomaría el soldado para ver a quién disparaba para escapar. Tenía que encontrar la manera de comunicarle a Liam y Jareth mis intenciones.
―¡Ahhhh!
El rostro del soldado se descompuso en una mueca de terror. El rifle se resbaló entre sus manos. El brazo izquierdo se le había quedado rígido, como si estuviese sufriendo un ataque al corazón. Sin perder el tiempo corrí hacia él para hacerme con el rifle. Fue cuestión de segundos, lo que tardé en parpadear: El soldado se había quedado petrificado, como si Medusa le hubiese echado un vistazo rápido. Me acerqué a él con cautela y una capa de escarcha que lo cubría por todas partes brillaba como polvo a la luz de la luna.
―Qué demonios… ―mencionó Liam llegando a mi lado.
―¿Se ha congelado? ―preguntó Jareth, pasando el dedo por su mejilla preso de la curiosidad.
Escuchamos el crujir de una nueva rama. Provenía del lado este. Cargué el rifle y posicioné la culata del arma en mi hombre derecho, lista para cargarme al siguiente soldado que se atreviera a amenazarnos. Ya encontraría la respuesta de lo que le había pasado al anterior cuando tuviese tiempo para pensar.
Una sombra se movió entre los arbustos. No iba armado y vi que tenía las manos alzadas a la altura de la cara, en un gesto de derrota.
―¡Sal y no hagas ninguna tontería! ―grité a la sombra.
A cada paso que daba hacia nosotros, mis pulsaciones aumentaban. Notaba los cuerpos de Jareth y Liam muy cerca de mí. El desconocido estaba ya en la linde del claro. Dio dos pasos más y pude verlo por completo.
Al principio pensé que estaba soñando. Después uní en mi mente lo que acababa de suceder con el soldado al nuevo inquilino. Era él, era…
―¿Quién narices eres? ―no sé cuál de los dos chicos a mi espalda lo preguntó.
Le puse el seguro al rifle y lo tiré a mi lado.
―Hola, Alaska ―me saludó, con una sonrisa de afecto. Bajando las manos.
―¡Dael!
Antes de que alguno pudiera detenerme salí corriendo hacia él. Dael abrió los brazos y me acogió entre ellos. Olvidé que yo era Alaska Fears, la impertérrita. Se trataba de Dael, la persona que me había devuelto las ganas de vivir en el calabozo de la MEA en 1945, el que había acudido a mi memoria cuando necesitaba rescatar a Jareth y el que acababa de salvarme la vida, por segunda vez.
Supe entonces que el pacto que habíamos formado tantos años atrás seguía siendo lícito.
Sabía que el fallo de Longaster era su ego, que desembocaba en un desmesurado exceso de confianza. Creía que la vigilancia en la casa era suficiente para aplacarnos y que tres intentos fallidos de fuga era nuestro tope, que nos encontrábamos demasiado cansados y medrosos para contraatacar. Su exceso de confianza, lo había conducido a descuidar los límites de la base Primordial. La base se extendía en una hectárea de bosque que finalizaba en un campo de fuerza que nos envolvía por tierra y por aire, aislándonos en una cúpula. Los límites de la base nunca estaban vigilados, ni por guardias, ni por cámaras. Nadie se preocupaba si alguno de nosotros se internaba en el bosque.
¿Qué hacía yo allí, entonces? Buscaba el fallo en el campo de fuerza. La grieta magnética que nos permitiera escapar. Si de algo habían servido nuestros estrepitosos fracasos, era para comprender que una fuga silenciosa era nuestra única opción. Había decidido no hablar a nadie de mis excursiones al bosque. No hasta que no encontrara el fallo y la manera de traspasarlo sin llamar la atención. Otro atisbo de esperanza falso y no conseguiríamos que nadie nos respaldara en la huida.
Llevaba una hora dando vueltas a escasos centímetros del campo de fuerza, atenta por si escuchaba una vibración sospechosa. Mis instintos estaban tan alerta, que incluso noté como el viento se cortó a mi espalda por la presencia de alguien. Antes de darle tiempo a pronunciarse enarbolé sobre el eje de mi cuerpo con el puño alzado (no lo hice a propósito, pero como combatiente en la guerra, aprendí a golpear y después preguntar). No llegué a pegarle porque me agarró por la muñeca. Era Liam, con una expresión de regocijo pleno en su rostro.
―Hola, Fears ―saludó lleno de alegría.
«El que faltaba», pensé a su vez.
De un tirón me solté de su prisión. Sus dedos perduraron en mi muñeca como una marca rosada y un hormigueo molesto.
―¿Qué haces aquí? ―pregunté.
―Dímelo tú, ¿qué puede hacer alguien al lado de un campo de fuerza? ―Era un desafío claro, que ignoré.
Me encogí de hombros.
―Cocinar malvaviscos, por ejemplo.
Liam comenzó a dar vueltas alrededor de mi cuerpo. Con pasos largos, me lanzaba miradas disertas a cada uno de ellos. Tuve que reprimir el impulso de hacerle la zancadilla. Aguardé tranquila a que terminase de hacerse el interesante. El fallo de Liam era que se aburría fácil de todo, lo que le hacía perder el interés y lo volvía descuidado. Un segundo después, se detuvo de nuevo frente a mí, con las manos agarradas detrás de la espalda.
―¿Y son malvaviscos invisibles? Porque llevo días siguiéndote hasta aquí y sólo te dedicas a dar vueltas alrededor del perímetro, como si lo
examinaras. ―Mi cara de sorpresa me delató, porque una sonrisa de triunfo hizo aparecer los hoyuelos de Liam.
―Vaya, Liam. Voy a empezar a pensar que te gusto ―bromeé para tratar de desviar su atención―. Normalmente dejas que las chicas te sigan a ti.
Mi broma no fue acogida como esperaba. Creí que una carcajada escaparía de sus labios antes de terminar de hablar. Pero en lugar de eso, sus ojos verdes, más brillantes y peligrosos bajo el color bermellón del ocaso, trataron de fulminarme con la mirada, como si acabara de mencionar algo que le hacía enfadar mucho.
―No soy tonto, Alaska. Estás buscando algo y si no me lo dices convoco una reunión y le cuento a todo el mundo lo has estado haciendo, a ver si tienes ganas de seguir jugando ―amenazó. Frunció el ceño, pero lejos de mostrarse amenazador parecía un niño pequeño enfurruñado.
Acogí sus palabras con un trueno que partió el cielo de nuestras cabezas. Desde hacía un tiempo, la atmoquinesis se había mimetizado con mis emociones. Ya ni siquiera era necesaria la mención de la lluvia o el deseo de que apareciese. Si me enfadaba, bendecía a todos con una tormenta que perduraba días. Si me desesperaba, el cielo se encapotaba. Si Liam me sacaba de quicio, un rayo hacía amagos de electrocutarlo.
Liam alternó la vista entre el cielo y yo. Mientras yo, lo miraba cual perro rabioso, con la mandíbula apretada y el pelo de la espalda erizado. Estaba tan enfadada que me dio igual que hubiese descubierto uno de mis poderes. Él, en lugar de reprocharme nada, aguardó paciente a que empezase a hablar. Supe que no iba a marcharme de allí sin proporcionarle una respuesta verídica.
¿Se lo contaba? ¿No se lo contaba? ¿Le daba una patada en las pelotas y salía corriendo? Era como estar atada a una ruleta rusa: ¿Lanzaba el
cuchillo? ¿No lo lanzaba?
No podía arriesgarme a que me delatara frente a los otros Primordials. Ni si quiera había tenido el valor de comentárselo a Cali y Marysa. No estaba lista para que lo supieran. Pero tampoco sabía si podía fiarme de Liam. Era impredecible y temperamental. O bien guardaba el secreto o bien se lo decía a todos para que impidieran otro intento suicida. En la última reunión había dejado muy claro que no iba a jugarse el culo una vez más.
―Sé guardar un secreto, Alaska ―dijo como si me hubiera leído el pensamiento.
Liam bromeaba tanto que uno no sabía cuándo hablaba en serio. Sin embargo, su voz sonó tan clara que antes de arrepentirme le conté todo al ritmo que el sol se escondía tras las montañas y la luna tomaba el relevo. Cuando terminé, en lugar de reírse o decirme que estaba loca, dijo:
―Te ayudaré.
Parpadeé varias veces, incapaz de creerlo.
―¿Por qué tendría que creerte?
―Porque te doy mi palabra, soy un hombre de palabra ―arguyó, mirándome directamente a los ojos―. Además, las cosas están muy aburridas por aquí últimamente ―añadió de inmediato, como hacerme olvidar que podía ser una persona seria si se lo proponía.
Lo creyera o no, no me quedaban más opciones.
―De acuerdo, mañana después de la comida, quedamos aquí. Deja un margen de tiempo de veinte minutos antes de salir, para que no sospechen.
Pasé por su lado, rozándole el hombro sin querer, estaba demasiado oscuro. En vez de seguirme, Liam se quedó allí, tan rígido como uno de los pinos que nos custodiaban.
Durante la cena, Marysa y Cali intentaron hacerme hablar, otra vez. Habían comenzado a darse cuenta de mis desapariciones y yo comenzaba a quedarme sin excusas. Ninguna se creía mi excusa de que me había dado por correr todas las tardes. Intenté entablar conversación con Jules para que dejaran de interrogarme, pero ella no estaba para charlas triviales. Por fortuna, y sin que sirviera de precedente, Liam estaba cerca y las entretuvo hablando de una anécdota sobre Kayden.
Me marché del comedor antes que nadie. Caí redonda en la cama presa del cansancio. Ésa noche, mi pasado se hizo presente en mis sueños…
Uno no sabe lo que es estar encerrado hasta que pasa. Uno no sabe lo que es la muerte hasta que la ve; tan vívida y real.
Estoy encerrada en uno de los calabozos del laboratorio del ejército alemán. La guerra ha terminado y mi vida parece haberlo hecho con ella. Ya no les sirvo, me he convertido en un tanque, en una escopeta… un arma guardada en un cajón por si acaso. No sé cuántos días han pasado, pero el ruido de la celebración es menos potente cada vez. Supongo que ha transcurrido el tiempo suficiente, pues he dejado de notar el olor a moho y puedo ver casi a la perfección en la oscuridad perpetua de mi cubículo. No sé qué me aterra más, si que vengan o por mí o que se olviden de que estoy aquí encerrada.
…
Han pasado más días… muchos, pocos… ya no lo sé. Pero me cuesta respirar. Las bandejas de comida llegan con menos frecuencia, el hambre nunca se marcha. Se ha convertido en una conocida, en lo único que me saca de la somnolencia y me recuerda que sigo viva.
…
Creo que han pasado meses. Lo noto en la flacidez de mi piel, en los músculos que se han evaporado de mi cuerpo. Estoy empezando a tomar consciencia de lo que supone la eternidad. Es una agonía imposible de aplacar. Y ahora sé, que si no estuviese aquí encerrada la sensación sería la misma.
…
Han abierto la puerta, la luz que se filtra me quema las retinas. La silueta negra de dos personas aparece como dos espejismos frente a mí. Cargan con un bulto grande, antes siquiera de que me dé tiempo a averiguar qué es, lo lanzan dentro de la celda y cierran la puerta a sus espaldas. Sin hacerme el menor caso. Decido moverme de la esquina en la que paso los días encogida. Me arrastro por el suelo de piedra, notando como algunos trozos de piel se quedan con ella. Cuando llego al lado del muerto, me doy cuenta de que es una persona: un chico alto y desgarbado. No respira… está muerto… lo han traído aquí para que se pudra conmigo.
…
―Alaska, podemos hacerlo.
Dael dejó de ser un cadáver horas después de que lo lanzaran en mi celda. Porque nunca llegó a estar muerto. Se las había ingeniado para usar su poder contra los científicos que nos apresaban. Cada vez que alguien viene a dejarme comida sólo tiene que acostarse en la misma posición y hacerse el muerto. Nadie sospecha, el olor de dos cuerpos sin ducharse y de sus deposiciones son suficientes para emular el olor de la muerte.
Desde que Gael se pudre junto a mí, las cosas han mejorado. Matamos el tiempo hablando, recordando a nuestras familias y hablando de nuestra experiencia en la guerra. Sin embargo, para Dael sigue sin ser suficiente, quiere escapar. Espera que yo lo haga con él.
Hacerse el muerto no es uno de sus pasatiempos preferidos. La razón por la que lo hizo, es porque se ha enterado de que a los Primordials muertos los lanzan a un río para que se los lleve la corriente. No esperaba acabar conmigo en la celda. Quiere intentarlo otra vez. Piensa que hay más posibilidades si encuentran dos cadáveres.
Quiero escapar, gracias a Dael he recordado que aunque la eternidad se una agonía hay personas con las que merece la pena vivirla. Sólo que yo no sé usar mi poder.
―Desde luego, tú podrás, yo no lo tengo claro ―respondo.
Dael no replica, en lugar de ello, sonríe. Paciente, como siempre.
―Tienes el poder de ver el mundo tal y como es, sólo tienes que aprender a mirar ―respondió.
―¿Y eso de qué me sirve?
―Cuando aprendas a mirar, podrá manipular las moléculas de tu cuerpo. Llevar tu energía al mínimo.
―¿Y después? ―Otra de las cosas que me gustaban de Dael es que nunca me mandaba al carajo con mis respuestas.
―Después, se trata de mantener la ilusión el tiempo suficiente.
…
Pienso que voy a morir ahogada. Estoy muy cansada, mis energías se han agotado por la concentración de mantenerme medio muerta. Y parece que voy a estarlo de verdad, justo cuando más ganas tengo de vivir. Una mano me agarra por la axila y tira de mí hacia arriba. Antes de llegar a la superficie pierdo la consciencia.
Despierto más tarde. Lo primero que siento es el olor de la hierba y las cosquillas que generan sus briznas al rozar mi barbilla. A continuación, experimento lo más parecido a un renacer. La luz del sol me rodea y es más cálida que nunca. Los sonidos de la naturaleza se cuelan por mis oídos y llenan los huecos vacíos de mi débil memoria. Me llenan de vida, de toda la que me han arrebatado.
―Te dije que lo lograríamos .
Dael está a mi lado, con el rostro elevado hacia el sol. Sigue pálido, delgado y sucio, igual que yo. Pero somos libres.
…
Ha llegado el momento de despedirnos. Ya tenemos las fuerzas que nos faltaban. Hemos cogido peso y nuestros caminos se separan. Sabemos que es más seguro. Así no llamamos tanto la atención. Dael y yo nos miramos, con la certeza de que las probabilidades de encontrarnos en el futuro no son favorecedoras. Pero no importa, he encontrado un nuevo aliciente para sobrellevar la eternidad: Recordar los días que hemos pasado en compañía del otro. Cómo salvó mi vida, cuando no estaba en la obligación de hacerlo.
―Que nos volvamos a ver, Alaska.
Nos abrazamos. Después cada uno tomó una dirección distinta. No lo volví a ver.
Cuando desperté al día siguiente, no lo hice presa de los gritos. El pasado no me aterrorizó esa noche en sueños. Fue agradable recordar a Dael, la manera en la que había convertido la época más dolorosa de mi vida en algo que me daba fuerzas cuando pensaba que me hundiría. El sueño fue tan revitalizador como lo había sido el recuerdo de mi madre en la piscina en la que Longaster trató de congelarme.
La mañana la pasé tumbada en mi cama, sin pensar en nada. Tras la comida, aplacé mi encuentro con Liam hasta la tarde. Y pasé casi todo el día con Marysa, Cali y Jules. Después les dije que iba a tomar el aire y salí al jardín, para internarme en el bosque de inmediato.
Al llegar encontré a Liam agazapado detrás de un árbol. Cerca de donde me había descubierto el día anterior. Caminé con sigilo hacia él, intentando que mis pies destrozasen el menor número de hojas caídas.
―¿Por qué estás aquí escondido? ―dije al llegar a su lado.
Liam tiró de mí para que me escondiera detrás del árbol, quedando él a mi espalda y peligrosamente cerca de ella. Podía notar su respiración en mi cuello.
―Mira ―susurró en mi oído.
Seguí la trayectoria de su dedo. Tardé un rato en procesar lo que veía. Era Jareth, de pie sobre un manto de hojarasca. No estaba solo, al otro lado había dos personas; un chico y una chica.
―Está…
―Sí, y no nos ha dicho nada ―terminó Liam por mí.
¿Desde cuándo llevaba Jareth encontrándose con ellos? Y lo más importante, ¿quién demonios eran ésas personas y cómo habían encontrado la base? Mi odio por Jareth ascendió unos escalones. Si ya antes no me fiaba de él, eso fue la gota que colmó el vaso.
―¿Qué prefieres, Fears? ―preguntó Liam, con una voz insinuante―. ¿Fingimos que no hemos visto nada? ¿O aparecemos en escena al estilo Rambo?
Liam era gilipollas, pero me reí de sus propuestas, sin que tampoco sirviera de precedente.
―Al estilo Rambo ―sentencié.
Sin más dilación, caminamos hacia ellos. Antes de que alguno de ellos se diese cuenta de que estábamos allí, dije:
―Jareth.
Esperaba que al menos se sobresaltase. Se limitó a mirarme por encima del hombro.
―Alaska. Liam ―respondió, como si no estuviera haciendo nada sospechoso.
Quería enfurecerme, encontrar un motivo para discutir con Jareth y poder decirle que lo odiaba por tratar a Cali tan mal. Quería encontrar un motivo para que ella dejara de protegerlo. Pero la curiosidad me pudo, y caminé para reunirme a su lado, como estaba haciendo Liam.
El chico y la chica nos miraban en alerta. Ella era morena y las sombras brillaban sobre su piel blanquecina. Él era más alto, con el pelo castaño revuelto sobre la cabeza y una mirada felina que me puso nerviosa. Al igual que nosotros, no sabían qué esperar. Como Jareth no parecía dispuesto a explicar la situación, Liam tomó las riendas.
―¿Quiénes sois? ¿Por qué hablabais con Jareth?―preguntó.
―Somos Batman y Robin ―respondió la chica. A continuación, señaló a Jareth ―. No hacíamos nada, vuestro amigo se niega a hablar con nosotros.
―No sé qué te piensas que somos, pero desde luego no somos tan idiotas como para creernos que os llamáis así ―masculló Liam, cerrando los puños.
Al contrario que él, no me tomé a mal lo que dijo la chica. Su desconfianza en nosotros me hizo confiar en ella. Así que antes de pensarlo mucho, me dispuse a explicarle quiénes éramos. Lo peor que podía pasar era que nos tomasen por locos.
―Me llamo Alaska ―comencé a decir, apartando a Liam, para ponerme frente a la chica―. Esto es una base de retención, porque nosotros somos…
―Sois Primordials ―dijo el chico, como si nada.
Nuestras caras no debían de tener precio, incluso Jareth cambió su expresión de troglodita malhumorado por una de sorpresa y de terror. La chica morena parecía satisfecha con el efecto creado.
―¿Cómo… vosotros… cómo? ―Ver a Liam incapaz de formar una frase hizo que el chico me cayese mejor de inmediato.
Yo no podía hablar. Por primera vez sopesé la idea de que trabajaran para Longaster. Nada nos aseguraba que fuesen de fiar. Los seres humanos no conocían nuestra existencia. Por otro lado, mi instinto me decía a gritos que confiara. Y eran pocas las veces en las que mi instinto me mandaba señales confusas.
―Haremos una tregua ―dispuso la chica en tono conciliador―. Os explicaré lo que sabemos acerca de vosotros y lo que es esta base.
―¿Y qué queréis a cambio? ―Me sorprendió que la pregunta proviniera de Jareth.
―Respuestas ―pidió el chico.
Miré a Liam, que tensaba la mandíbula en dirección a ellos. También me miró a mí y asintió. No es que me importase mucho su opinión. Pero el día anterior nos convertimos en aliados y quería ver que estábamos de acuerdo.
―Está bien ―dijo al fin―. Os escucharemos.
Los chicos se miraron. Al verlos de perfil, vi rasgos semejantes en sus rostros. Me aventuré a pensar que eran hermanos.
―Vivimos en una cabaña no muy lejos de aquí ―empezó a relatar la muchacha―. Llevamos vigilando esta base desde hace dos años. En este bosque no hay nada a doscientos kilómetros en la redonda, imaginar nuestra sorpresa cuando encontramos esta mansión en sus infinidades y nos dimos cuenta de que está protegida por un campo de fuerza.
»Comenzamos a venir aquí cada noche, intentando encontrar respuestas. Pero nunca pasaba nada, a veces veíamos a militares en las alacenas… pero nada importante. Nadie salía y nadie entraba. Hasta hace un mes atrás ―nos miró a los tres con intención, haciendo una pausa dramática―, las luces se fueron de pronto. Escuchamos los disparos…
―Hasta ahora no habéis dicho nada interesante ―mencionó Liam, falto de paciencia. Le di un codazo para que se callara.
―Al día siguiente del apagón ―prosiguió el chico― nos acercamos al perímetro de la entrada. Vimos salir una furgoneta. En la puerta trasera vimos las siglas MEA. Bajamos al pueblo más cercano para buscar información en la red.
Nos tenían a los tres embelesados con su relato. Sus voces tenían el mismo efecto que el Flautista de Hamelín.
» Fue entonces cuando descubrimos que la MEA es una asociación científica que se remonta a principios de la Primera Guerra Mundial y que estaba aliada con el ejército alemán. Encontramos el nombre del fundador, Scott Longaster. Investigamos sobre él y descubrimos que había sido investigado porque había indicios de que realizó experimentado con humanos durante las guerras.
Mi energía se fundió con la de Jareth y Liam. Nosotros habíamos sido los conejillos de Indias de Scott Longaster y de sus generaciones futuras. Estaban relatando nuestras historias. La chica retomó el relato de su hermano.
―También encontramos testimonios de soldados que habían trabajado para ellos durante ésa época. Aseguraban que la MEA había sido capaz de crear una raza humana invencible mediante alteraciones moleculares… Soldados con habilidades inhumanas.
» Leímos uno en el que un soldado aseguraba que mientras a él le salían canas, estos seres guardaban el mismo aspecto que la primera vez que los vio. Los llamó Primordials. Pero nunca pudieron probar sus palabras, porque las personas que dieron estos testimonios murieron poco después.
Seguro que nuestro querido amigo Scott había tenido algo que ver con los asesinatos.
»Por último, leímos que la MEA se había disuelto en los años cincuenta, poco después de la muerte de Scott Longaster…
―… pero es obvio que siguen operando ―interrumpió el chico ―. Y que vosotros no sois leyendas de la guerra. Porque de ser así, ¿quién se
tomaría tantas molestias en mantener ocultos a un puñado de adolescentes?
Nadie dijo nada en un rato. Las palabras flotaban a nuestro alrededor como mordazas. A ninguno de los tres nos sentó bien recordar a Scott Longaster. Y si bien el relato nos había dejado mudos, a mí me sirvió para darle la razón a mi instinto. No eran enviados de Longaster, eran dos chicos que se habían topado con nosotros por casualidad y que se habían interesado lo suficiente para investigar, o al menos, era lo que quería creer.
―¿Qué respuestas buscáis? ―pregunté, acercándome más al campo de fuerza.
―Alaska… ―me advirtió Liam.
Jareth tenía la vista clavada en un punto por encima de las cabezas de los chicos. No sabría decir qué era lo que pasaba por su mente. Aunque en lo referente a Jareth, eran muchas las cosas que no sabía.
Decidí ignorar el aviso de Liam. Me posicioné frente a los chicos, que me miraban reticentes. Como si aguardaran a que me transformara en un monstruo, en el inhumano sobre el que habían leído.
―Ahora nos toca a cumplir con nuestra parte del trato ―convine. Sin alzar la voz más de lo normal. Un viento frío comenzó a soplar, acompañando mis emociones―. ¿Qué queréis saber?
Se miraron entre ambos, como si estuviesen aprobando un pacto silencioso o respirando por fin porque no me había transformado en nada a temer.
―Soy Katrina ―se presentó la chica. Señaló al chico―: este es mi hermano, Emmet.
Acogí la presentación como una ofrenda de paz.
―Cuando se fueron las luces y sonaron los disparos ―comenzó Emmet ―, ¿intentabais escapar?
Asentí, notando un escalofrío de pavor al recordar nuestro intento fallido… y todos los que siguieron a ése. La verdad era que esperaba respuestas de otro índole, como si éramos reales o se trataba de una broma.
―Queremos ayudaros ―habló Katrina, llena de determinación―. Queremos ayudaros a que escapéis.
―¿Por qué? ―Liam apareció a mi lado. Parecía que tenía ganas de retorcerles el cuello a los dos. Probablemente lo hubiese hecho de no ser por el campo de fuerza―. ¿Por qué deberíamos fiarnos de vosotros?
Me gustó ver que Katrina parecía divertida por el arranque de rabia de Liam.
―Porque os sacaron de vuestros hogares cuando no eráis mucho más pequeños que nosotros. ―Katrina tenía estilo, porque acababa de dejar a Liam Wollatt sin palabras, por segunda vez―. Y no contentos con ellos, os tienen aquí encerrados.
Jareth salió de su letargo al escuchar sus palabras.
―Nos encierran porque nos ven como una amenaza. Creen que suponemos un peligro, ¿estáis seguros de que os conviene ayudarnos? ―dijo, como si les estuviera echando un desafío.
«Jareth, te daría un puñetazo…», recé en silencio.
―Ven una amenaza que alguien los delate. Y de ser peligrosos, haría rato que estaríamos muertos ―respondió Emmet, muy elocuente.
Liam, que parecía más relajado y menos tenso, se interpuso entre Jareth y Emmet, como si un campo de fuerza no fuese suficiente impedimento.
―En el hipotético caso de que aceptemos vuestras ayuda, ¿cómo podríais ayudarnos dos humanos simplones como vosotros?
«Y a ti no te daría un puñetazo, te arrancaría la lengua de cuajo», recé de nuevo en silencio.
―Yo no llamaría simplones a las personas que pueden ofrecerte refugio cuando escapes. ―Era ya un hecho, Katrina me caía muy bien―. Conocemos el bosque como la palma de nuestras manos, ¿cuánto tiempo crees que duraríais sin que os capturaran sin ayuda? Esto es enorme y sólo si lo conoces bien, puedes hacer que nadie te encuentre.
Liam abrió su bocaza para replicar, pero me adelanté a él.
―Intentamos hallar un fallo en el campo de fuerza ―confesé―. Pretendemos abrir una grieta por la que escapar.
―Simple, pero efectivo, tienes estilo ―me piropeó Katrina realizando un gesto fluido con la cabeza, como si bailase al ritmo de una canción. Emulé una sonrisa.
―¿Qué estás haciendo qué? ―chilló Jareth a mi lado.
Hice un gesto con el dedo para que Katrina y Emmet aguardaran unos momentos. Me giré hacia Jareth en actitud resuelta.
―Me debes una por sacarte de ese tanque de agua antes de que te congelaras.
No precisé de más palabras. La vida de un Primordial se basaba en pactos entre nosotros. Sólo así habíamos logrado sobrevivir tanto tiempo. Jareth asintió, a regañadientes.
―Bien, hablemos de ese plan de fuga… ―dijo Emmet.
Dos horas más tarde, conseguimos armar un plan con pocas posibilidades de fracaso, teniendo en cuenta que consiguiésemos salir de la base. Katrina y Emmet nos dieron las coordenadas de la cordillera en la que pretendían que nos encontráramos con ellos tras escapar. Desde allí, ellos nos conducirían hasta su cabaña. Liam se las había ingeniado para poner pegas a casi todo, pero finalmente cedió. Jareth había estado callado, pero su expresión supe que estaba de acuerdo, aunque todavía no sabía si nos seguiría en la huida. Esperaba que lo hiciera, porque tenía el presentimiento de que Cali no se iría sin él y por ende, yo no me marcharía sin ella.
La fuga tendría lugar al anochecer del día siguiente.
Como teníamos poco margen de tiempo y todavía debíamos dar con el fallo en el campo de fuerza, una distracción para los soldados mientras escapábamos, y lo más difícil de todo; convencer a los demás para que nos siguieran, caminábamos bordeando el campo en el sentido contrario a las agujas del reloj, los tres en fila india. Atentos a cualquier ruido o cualquier visión nebulosa en el campo. Quedaba poco más de una hora para el atardecer. Y a pesar de que el tiempo jugaba en nuestra contra, no estaba dispuesta a irme a la cama esa noche sin haber abierto la grieta en el muro.
―Si no hubiésemos llegado nosotros, ¿qué habrías hecho con Katrina y Emmet? ―preguntó Liam a Jareth, quien precedía la marcha. Yo iba en el centro, como barrera humana para que no se sacaran los ojos entre ellos.
―Desde luego, no fiarme de ellos.
―Tienes un serio problema con la confianza, tío.
―No soy tu tío ―rebatió.
―Era una expresión, colega.
Puse los ojos en blanco. A lo mejor era yo quien les sacaba los ojos…
―Les vi hace unas semanas, vienen todas las noches al límite de la base. La chica tiene complejo de ardilla y se sube a los árboles para observar ―informó Jareth, igual al presentador de unos informativos.
―Te quejas de que no le hayamos contado a nadie lo que hacemos y tú llevas semanas callando la existencia de Emmet y Katrina ―lo acusó Liam.
―Como no os calléis…
Comencé a decir, pero mis palabras cesaron de inmediato. Me paré tan rápido que Liam chocó contra mi cuerpo y faltó poco para caernos de bruces. Jareth nos miraba con reticencia.
―¡Pero qué…! ―le tapé la boca para que no siguiera hablando.
Escuchaba una vibración, igual que el sonido molesto de un enjambre de avispas. Era lento y pausado. Provenía de un lugar a mis pies. Quité mi mano de la boca de Liam y me agaché, con la vista tan cerca del campo de fuerza que casi bizqueaba. Lo vi, tan pequeño como un balón, a la altura de mis rodillas. Un círculo de cincuenta centímetros de diámetro, borroso e inconsistente.
―Lo hemos encontrado ―susurró Liam, con cautela.
―Sí ―respondí.
―¿Ahora qué? ―preguntó Jareth, mirando el agujero con desconfianza.
Estaba tan pletórica que ni siquiera me importó el tono incongruente en su voz. Me giré hacia él.
―Vuelve dentro, convoca una reunión en la biblioteca. Nos vemos reuniremos a medianoche.
―Tú no me mandas ―replicó igual que un niño caprichoso.
―A ver si así te suena mejor ―intervino Liam―: o vas a la mansión y les dices a todos que nos reunimos a medianoche o te pateo el culo, tío.
Escuché el rechinar de los dientes de Jareth.
―Imbécil ―siseó dándose la vuelta para marcharse, evitando así una pelea épica.
―Gracias ―me obligué a decir.
Liam se encogió de hombros, mirando con impaciencia al fallo en el campo de fuerza.
―Somos un equipo hasta que logremos salir de aquí.
No sabía cómo tomarme sus palabras, pero el sol cada vez estaba más bajo y no teníamos tiempo para hablar de equipos.
―¿Cómo abrimos una grieta? ―preguntó Liam, poniéndose de cuchillas.
Si os soy sincera, no esperaba llegar tan lejos. Podía usar mi poder para abrir un grieta, pero sólo lo suficientemente grande para que cupiese una persona a la vez. Necesitábamos algo más grande, que nos permitiese salir a la vez. Que nos hiciese rápidos y no lentos. Debíamos abandonar la base en un margen de cinco minutos como mucho, que era el tiempo que tardarían lo soldados en llegar al perímetro en caso de que nos descubriesen. Mientras yo sopesaba la opción más eficiente para escapar, me fijé por primera vez en que el campo de fuerza proyectaba sombra. Era una línea fina de apenas dos centímetros de grosor, tan delicada como un hilo de lana.
Sombras… ¡Por supuesto que sí, sombras! La solución acudió a mi cabeza como el sonido de un disparo: ruidoso e instantáneo.
―¡Lo tengo! ―exclamé emocionada.
Liam entrecerró los ojos con desconfianza.
―Así que no tenías ni la más remota idea de cómo abrir una grieta… ―me reprochó levantándose.
Hice un gesto de desinterés con la mano.
―Voy a buscar a Jules, tú espérame aquí.
―¡No! ―chilló Liam con ímpetu, lo miré con extrañeza―quiero decir, que yo voy a buscarla.
Se marchó sin darme la posibilidad de preguntarle por qué sentía tanto interés por ir él. El tiempo que transcurrió hasta que divisé a Liam y Jules entre los árboles se me hizo eterno. Mi plan dependía del atardecer, una vez pasado éste, no serviría de nada. No pude esperar a que me alcanzaran y corrí hacia ellos.
―Jules ―dije demasiado alto ―. Antes de que preguntes…
―Liam me lo ha contado todo, no es necesario que me lo expliques, ¿para qué me necesitas?
No pude evitar fijarme en que llevaba puestas unas gafas de sol cuando era casi de noche y que no me miraba directamente a los ojos, sino a los pómulos. Liam caminaba pegado a ella, agarrándola por el codo. Al mirarlo para obtener una respuesta, se mostró oportunamente interesado por sus uñas. Ahora que lo pensaba, Jules se había mostrado bastante rara desde nuestro primer intento de huida. Como más… más torpe.
―Tengo una jaqueca terrible, la luz la acentúa ―me informó, para explicar la presencia de las gafas.
Por qué Jules estaba tan rara, no era importante, no en ese momento al menos. Teníamos que centrarnos en el plan.
―Vale ―concedí, como dándole a entender que no haría más preguntas―. Sé que puedes controlar las sombras. Vi lo que les hiciste a ésos soldados en el primer intento de fuga. Controlaste sus sombras para que se asesinaran a sí mismos.
A la vez que hablaba emprendí la marcha hacia donde me hallaba antes. Ellos me seguían de cerca, más lentos de lo habitual. Pero no le di más atención.
―El campo de fuerza tiene una sombra también, pero es muy pequeña, ¿veis? ―dije señalándola con el dedo.
―Sí ―respondieron al unísono.
―Me preguntaba si podrías usar tu poder para hacer desaparecer el campo de fuerza. Alzar la su propia sombra contra él para eliminarlo. ―El corazón me bombeaba a punto de explotar―. Pero sería necesario que dejaras anclada la sombra, como una réplica del campo, para que no puedan ver en los monitores que ya no hay campo.
―Lo intentaré, pero no puedo prometer nada. No es algo que haya hecho antes ―se sinceró, lo que agradecí.
―Sin presiones, Jules ―añadió Liam.
―Cállate ―dijimos las dos.
Jules caminó hacia el límite del campo. Escuché como llenaba sus pulmones de aire antes de alzar los brazos por delante de ella. Liam y yo nos alejamos un metro hacia atrás, para darle espacio para trabajar. Estaba tan concentrada mirándola que no me di cuenta de la raíz que descansaba en mis pies. No me rompí los dientes contra el suelo porque Liam tuvo los reflejos suficientes para sostenerme.
Noté un tirón en el estómago que me transportó al pasado, pero al contrario que la mayoría de las veces, no era mi pasado, sino el de Liam.
Caigo de bruces en el césped de un jardín. Escucho el arrullo de río en algún lugar entre los árboles. El sol brilla tanto que tengo que utilizar la mano a modo de visera improvisada. A mi izquierda hay un laberinto de zarzales y a mi derecha una pérgola de piedra decorada con unas sillas y una mesa. A mi espalda hay una bonita mansión colonial, con las ventanas azules. Frente a la puerta, hay dos personas. Que se abrazan. Distingo el perfil de Liam enterrado en el cuello de la chica, es unos años más joven que el que conozco. Lleva los rizos más cortos y peinados y sus ojos brillan con la ilusión con la que no lo hacen en nuestra época (todos hemos perdido ése brillo en los ojos). Va vestido con unos pantalones marrones que se agarran a su camisa de lino blanco por medio de unos tirantes.
Se separa de la chica, pero mantiene sus manos bien afirmadas. Ella es preciosa, lleva el pelo pelirrojo agarrado en una ensaimada sobre la cabeza. Viste un vestido de flores de media manga, que se ensancha en su vientre… está embarazada. Veo lágrimas que vuelven vidriosos sus ojos marrones. «Tienes que volver, Liam. Tienes que volver de la guerra», solloza. «Volveré, te lo prometo» responde y le acaricia el vientre, para después besarla a ella con todo el amor que puede contener una persona.
El escenario cambia. Aparezco en un cerco de tiendas de campaña, asentadas en un páramo arenoso, el olor a carne es insoportable y la ceniza hace que me escuezan los ojos. No puedo sentirlo de verdad, pero la sombra de ello es muy vívida, el campo de batalla es algo que no se olvida. El sonido de unas voces llama mi atención, unos metros más allá diviso la luz de una hoguera y distingo los cuerpos apelotonados en torno a ella. Antes de llegar me tropiezo con un chico tumbado a escasos metros de allí. De nuevo es Liam, se ha cortado los rizos y el pelo se le pega a la cabeza, sus ojos ya no brillan. Con una expresión de tristeza insoldable mira un trozo de papel. Me agacho a su lado para ver lo que es. Es una fotografía en blanco y negro, de un bebé pequeño, que duerme tranquilo. Al pie de la fotografía leo un nombre, «Teressa».
A partir de entonces todo se vuelve confuso. Sólo retengo retazos de ello. Liam vuelve a casa: y su mujer está allí, embarazada de nuevo, pero con otro hombre. Liam está sentado enfrente de una tumba, llorando en silencio. Desde su espalda leo el nombre, «Teressa Wollatt, Enero de 1915 - Diciembre de 1915».
Todo se vuelve negro.
Cuando la luz regresó, me encontraba otra vez en el presente, una décima de segundo más tarde a cuando me fui. Liam estaba de incorporarme. Me soltó, ajeno a que acababa de echar un vistazo a su pasado. A mí me iba el corazón a mil, todavía notaba la angustia que había sentido el Liam del pasado. El dolor que experimentó cuando vio a su mujer con otro hombre, cuando descubrió que su hija había muerto antes siquiera de poder conocerla.
Quería decirle algo, como que entendía por qué se había convertido en una persona insufrible que despertaba mis instintos más primarios por matar. Pero no lo hice. Probablemente me arrancaría la cabeza si se enteraba que había visto ésa época de su vida.
―¡Lo he conseguido! ―exclamó Jules a nuestro lado.
Corrimos hacia allí. Miré al frente, y en apariencia, el campo de fuerza seguía en su sitio. Con la pequeña diferencia de que el fallo ya no era visible.
―¿En serio? ―preguntó Liam, escéptico.
Alargué la mano hacia el campo de fuerza. En lugar de lanzarme por los aires, mi mano lo traspasó como si se tratase de una cortina de agua.
―En serio ―corroboré, moviendo la mano de lado a lado por el campo, para que lo viese con claridad.
―¿Cuál es el siguiente paso? ―quiso saber Jules.
»―Mantener la ilusión el tiempo suficiente ―respondí.
Me salté la cena de ésa noche. No tenía tiempo que perder. Debía encontrar una distracción eficiente para Longaster y su ejército de matones mientras nosotros escapábamos. Teniendo presente que llamar la atención había sido nuestro error en las ocasiones pasadas, redacté el plan en un hoja e hice fotocopias para todos. Quién iba a decirme que por fin podría utilizar la impresora. Borré el historial en el ordenador y llevé la impresora a su estado de fábrica, para no dejar huellas. Aprovechando que todos estaban en el comedor, me colé en la habitación de cada uno de ellos y abandoné una fotocopia en sus camas. No me preocupé por si alguien me vigilaba a través de las cámaras. Longaster y sus soldados se sentaban a cenar a la misma hora y nadie se quedaba guardando el fuerte.
Regresé a mi dormitorio, aproveché para darme la ducha más larga de toda mi vida. Bajo la tina de la ducha, la tumba de la hija de Liam se instaló en mi retina. Quise borrar el recuerdo enjabonándome la cara. No podía dejarme afectar por eso, no podía tratarlo mejor porque había perdido a su hija y su mujer lo había engañado con otro hombre. Todos teníamos un pasado. Liam seguía siendo insufrible. Y yo era Alaska Fears, la del propósito de pasar la eternidad sin implicarse con nada.
Salí hacia la biblioteca poco antes de medianoche. Esperaba tener unos minutos para sopesar la manera más acertada de presentarles el plan de fuga. Pero cuando llegué, todos se encontraban allí. Detrás de las estanterías alejadas del objetivo de las cámaras. Jareth y Liam se hallaban frente a ellos, como si los custodiaran. La luz de la luna que se colaba por la ventana, lo que me ayudaba a distinguir las figuras de los ojos brillantes que me observaban.
―¿Tú has convocado la reunión?
La pregunta provino de Colette, que nos guardaba a Marysa y a mí un rencor inmenso por haberla metido en todo eso. Decidí ignorarla. Me situé entre Liam y Jareth. Cali no dejaba de mirar a Jareth con sorpresa. Marysa me miraba a mí con inquina, como si ya supiera lo que estaba a punto de pasar y estuviese enfadada porque no se lo había contado antes. Kayden y Liam se miraban el uno al otro, comunicándose en silencio. Por último, Jules jugaba con sus dedos, puesto que era la única que estaba enterada de todo y aguardaba tranquila al siguiente paso.
―Creo que todos tenéis una idea de por qué hemos convocado esta reunión ―comencé a decir, mostrando toda la entereza de la que era posible―. Hemos encontrado una forma de escapar.
―¿De verdad esperas que te siga después de todo lo que ha pasado? ―preguntó Colette, por supuesto.
―Quiero que os quede una cosa bien clara a todos. ―Jareth se adelantó a mí y se posicionó frente a todos. No podía creer que hubiese tomado las riendas de la situación―. No os necesitamos a ninguno de vosotros para escapar. Hemos encontrado la salida, podríamos habernos ido hace unas horas y ninguno de vosotros se habría enterado. Os estamos haciendo un favor al incluiros. Así que antes de replicar, yo escucharía lo que Alaska tiene que deciros.
Cuando volvió a posicionarse a mi lado, me miró y entendí lo que acababa de hacer. Me había devuelto el favor, nuestro pacto había concluido.
―Yo estoy con vosotros ―anunció Marysa, levantándose y caminando a nuestro lado. Me dio un codazo en las costillas y después dijo entre dientes―: No puedo creerme que me hayas dejado fuera de esto.
―No te pongas celosa, tú sigues siendo mi Elizabeth Bennet.
―Más le vale, señor Darcy. ―Los motes nos los había puesto ella, porque era su libro preferido.
Cali caminó a nuestro lado, sin la necesidad de pronunciarse. Con las dos a mi lado, supe que todo iba a salir bien.
―Hablarnos del plan ―pidió Kayden. Sabía que él seguiría a Liam hasta el fin del mundo.
―Nuestro plan se basa en la discreción ―expliqué ―. Las otras veces hemos fallado porque hemos dado muestras desde el principio de cuáles eran nuestras intenciones. Ahora se trata de hacerles creer que nosotros no tenemos nada que ver con lo que va a pasar.
―¿Qué va a pasar? ―habló Jules por primera vez. Esta parte del plan de momento sólo la conocía yo.
―Os he dejado escondida en el cajón de vuestras cómodas una hoja donde os lo explico todo. Cuando la leáis deshaceros de ella. Mañana comportaros con normalidad, como si no pasara nada. Hasta que os dé la señal.
―¿Qué señal? ―preguntó Colette.
―Lee el papel y lo sabrás, pesada ―respondió Liam por mí.
Me guiñó el ojo. Todavía éramos un equipo.
▽ ▽ ▽
―Todavía no me creo que nos dejaras fuera de esto ―se quejó Marysa, por cuarta vez.
―Ni yo tampoco ―la secundó Cali.
Estábamos las tres en mi habitación, habíamos decidido dormir juntas, como nuestra última fiesta de pijamas. Estaban las dos sentadas frente a mí, con las fotocopias del plan que habían pasado a recoger a sus dormitorios.
―No quería darle falsas esperanzas a nadie ―me defendí. No pudieron replicar ante eso.
Cali dejó descansado la hoja sobre su regazo.
―¿Estás segura que son de fiar? ―Se refería a Katrina y Emmet, acababa de contarles quiénes eran ellos. En la hoja del plan me había limitado a escribir las coordenadas del lugar en el que nos reuniríamos al amanecer, para no poner nervioso a nadie.
―Si te fías de mí, puedes fiarte de ellos ―respondí.
―Vale, antes de ponernos a conjeturar, leamos el plan ―interfirió Marysa.
Sin decir nada más las dos se pusieron manos a la obra. El plan era sencillo y todo se basaba en las ilusiones. Mañana, tras la cena, yo crearía una tormenta de rayos lo más fuerte posible y haría estallar uno cerca del poste que daba electricidad a la mansión. De manera que desde la sala de mando, pudiesen ver cómo se electrocutaba. En cuanto eso ocurriese, Colette dejaría la base desprovista de electricidad. Sólo teníamos que limitarnos a salir lo antes posible de allí. Y como me había dicho Dael; mantener la ilusión. Nos había dividido en grupos y cada uno de los grupos se dirigiría a un punto de la base distinto para traspasar el campo de fuerza, después tendríamos que correr en esa dirección hasta que despistáramos a los guardias que nos seguirían después de que se deshiciera la ilusión. Antes del amanecer, teníamos que estar todos en las coordenadas, donde nos esperarían Katrina y Emmet. Quien no llegase, se quedaba atrás, no podíamos arriesgarnos.
―¿Tú no estás en nuestro grupo? ―dijo Cali, releyendo de nuevo por si se había equivocado.
―No.
Ya sabía que esa era la única objeción que hallarían al plan. No nos habíamos separado desde hacía años, era algo que nos ponía nerviosas a todas. Sin embargo, sabía también que tenía que terminar esto con Liam y con Jareth, aunque fuesen las dos últimas personas con las que quería estar. Además, mi intención era encargarme de Jareth para que Cali se concentrara únicamente en escapar.
―Esto no me gusta, Alaska ―rebatió Mary, que se había mantenido extrañamente callada.
―Las dos estaréis juntas y nos reuniremos al amanecer ―traté de infundirles ánimo.
―Sí, nos reuniremos al amanecer ―reafirmó Cali que nos lanzó sendas miradas, como promesas, como pactos.
▽ ▽ ▽
El día siguiente fue de locos. Todos tratábamos de mostrarnos serenos y mustios, como un día habitual en nuestra cárcel. Pero era imposible, a cada uno que miraba parecía más nervioso que el anterior. Parecíamos un puñado de adolescentes en la víspera de los exámenes finales. Sólo que nuestros examen, podía costarnos la vida, no el pase al siguiente curso.
Cerca de la hora de la cena, me marché a mi habitación para recoger mis pertenencias. El collar con el diente de cocodrilo que había pertenecido a mi hermano Tim. La fotografía de mi madre y de mi hermana pequeña y un trozo de cinta de color turquesa, de la época en la que me había hecho pasar por trapecista del circo Ruso. Me vestí con una sudadera ancha, unas mallas y unas zapatillas de deporte. Como si me marchase a hacer footing por el bosque.
Me crucé con Liam al salir de la habitación. Antes de que advirtiera mi presencia alcancé a ver cómo guardaba en el bolsillo trasero de su pantalón un trozo de papel arrugado. No sé por qué, pero imaginé que era la fotografía de su bebé muerta. De haber funcionado mi corazón correctamente, probablemente se me hubiese roto. Pero ignoré ese amago de humanidad y me recordé que no me importaba en lo absoluto. Llegué a su encuentro y sin mediar palabra caminamos hacia las escaleras que nos llevaban al comedor. Una vez llegamos a la puerta, nos separamos. Yo me senté con Jules, Marysa y Cali, las únicas personas a las que quería tener cerca en nuestra última cena en la base.
Comimos en silencio, sin mediar palabra. Al acercarse Rita para ofrecernos algo de postre caí en la cuenta por primera vez de que sería la última vez que la veríamos, y al parecer, las demás también lo hicieron. Le di las gracias en silencio por todas las veces que nos había salvado, por jugarse el cuello por nosotros… no sé, le di las gracias por vernos como humanos y no como experimentos.
La cena llegó a su fin y con ella nuestro plan se puso en marcha. Jules, Marysa y Cali permanecieron sentadas, ellas eran un grupo y debían estar allí hasta que diese comienzo la tormenta. Colette se acercó a Kayden para pedirle que la acompañase a la biblioteca para enseñarle un libro, ellos tenían que estar cerca de la puerta de entrada. Jareth y Liam se acercaron a mí preguntándome si nos íbamos ya a la cama.
Caminamos juntos, sin hacer ruido, casi sin respirar. Traspasamos a los guardias apostados en la puerta de entrada, que no nos hicieron caso. Ascendimos por los escalones.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco…
―¿A lo Rambo, Fears? ―susurró Liam en mi oído cuando los tres llegamos al quinto escalón.
―A lo Rambo, Wollatt ―lo secundé.
Y se desató la tormenta. Las gruesas gotas de lluvia chocaron contra el techo, se escuchó un trueno a la lejos. Cuando alcancé el séptimo escalón empleé todas mis fuerzas para dirigir mentalmente el rayo a la torre de electricidad. Escuchamos el sonido y Colette dejó la base a oscuras y en silencio. Salvo por el sonido de la lluvia y el reflejo de los truenos en las paredes.
―¡Que ninguno se mueva! ―chilló uno de los soldados.
Segundos después todos los que había en el primer piso pasaron a nuestro lado por las escaleras. Cuando pasaban cosas como estás tenían la orden de acudir todos al piso en el que se encontraba la sala de control. Cuando les vi desaparecer todos corrimos a la entrada.
―No lo olvidéis, antes del amanecer. Todos ―les dije antes de abrir la puerta. En seguida, la lluvia me azotó el cuerpo y mojó mi ropa.
Tuve tiempo de mirar a Cali y Marysa antes de que Liam me tirase del brazo y echáramos a correr. El sonido de la lluvia era espantoso, no se veía nada más allá de medio metro delante de nuestros pies. Casi íbamos a tientas, pero pude ver cómo los otros dos grupos se internaban en el bosque a la vez que nosotros.
Lo siguiente fue confuso. Corrimos entre los árboles, cegados por la lluvia y arrollados por su fuerza. El ruido de las ramas chocando las unas con las otras era espantoso. La ropa pesaba y los pies se me pegaban constantemente en el barro. Sólo cuando los rayos iluminaban el cielo podía guiarme un poco. El resto del tiempo era Liam el que lo hacía, no me había soltado desde que salimos de la mansión y seguía a Jareth tan de cerca como le era posible. Si nos separábamos, podía resultar fatal.
No me di cuenta de que habíamos traspasado el campo de fuerza hasta que la lluvia amainó un poco y me atreví a mirar hacia atrás. La mansión se arropaba en la cumbre en el centro mismo de bosque, como si fuese su corazón. Quise alegrarme, pero todavía no estábamos a salvo. Y yo sabía que no lo estaría hasta que volviese a ver a mis amigas.
―¡Alaska, no te pares! ―me gritó Liam sobre el estruendo de la lluvia.
Seguimos corriendo y corrimos. Hasta que sentí que iba a vomitar los pulmones. A medida que nos alejábamos hacia el norte, la lluvia se hacía menos densa. Se fue apagando, hasta que sólo quedó su frescor, su frío y el lodo de nuestros pies.
Debíamos de llevar horas corriendo. Nos detuvimos en un claro, completamente exhaustos. Yo no podía respirar sin sentir un ardor tremendo en el costado izquierdo. Jareth se apoyó contra un árbol, doblado sobre su cuerpo. Liam se dejó caer sobre un tocón, con la cara caída sobre el pecho.
Mi respiración se relajó deliberadamente. Pero yo seguía presa de la adrenalina. El descanso me dio tiempo para imaginar cientos de situaciones catastróficas en las que encontraban a los demás y los apresaban. Miré hacia el horizonte para intentar visualizar las luces de la mansión, pero nos habíamos alejado demasiado. Un trozo de plomo se asentó en mi estómago.
«Eres una superviviente. No dejas que tus lazos emocionales te afecten. Sigue adelante. No mires atrás».
―Vamos ―les dije a los chicos ―. Antes de que nos encuentren.
―Lle-llevamos horas corriendo…, de-deja que descansemos ―pidió Jareth entre resuello y resuello.
Iba a decirle que descansaríamos cuando estuviésemos del todo a salvo. Pero el crujido de una rama me puso en alerta. Estaba dispuesta a creerme que era algún animal… y entonces apareció, matando todas mis ilusiones.
―No os mováis u os vuelo los sesos.
Un soldado apareció por al otro lado del claro. Cargaba con un rifle, estaba embarrado y mojado como nosotros, pero desde luego, no mostraba síntomas de agotamiento. Podíamos intentar inmovilizarlo con nuestros poderes, sólo que los tres estábamos demasiado débiles.
Volver a internarnos entre los árboles sería peligroso, pero si corríamos cada uno en una dirección diferente podríamos aprovechar los segundos que se tomaría el soldado para ver a quién disparaba para escapar. Tenía que encontrar la manera de comunicarle a Liam y Jareth mis intenciones.
―¡Ahhhh!
El rostro del soldado se descompuso en una mueca de terror. El rifle se resbaló entre sus manos. El brazo izquierdo se le había quedado rígido, como si estuviese sufriendo un ataque al corazón. Sin perder el tiempo corrí hacia él para hacerme con el rifle. Fue cuestión de segundos, lo que tardé en parpadear: El soldado se había quedado petrificado, como si Medusa le hubiese echado un vistazo rápido. Me acerqué a él con cautela y una capa de escarcha que lo cubría por todas partes brillaba como polvo a la luz de la luna.
―Qué demonios… ―mencionó Liam llegando a mi lado.
―¿Se ha congelado? ―preguntó Jareth, pasando el dedo por su mejilla preso de la curiosidad.
Escuchamos el crujir de una nueva rama. Provenía del lado este. Cargué el rifle y posicioné la culata del arma en mi hombre derecho, lista para cargarme al siguiente soldado que se atreviera a amenazarnos. Ya encontraría la respuesta de lo que le había pasado al anterior cuando tuviese tiempo para pensar.
Una sombra se movió entre los arbustos. No iba armado y vi que tenía las manos alzadas a la altura de la cara, en un gesto de derrota.
―¡Sal y no hagas ninguna tontería! ―grité a la sombra.
A cada paso que daba hacia nosotros, mis pulsaciones aumentaban. Notaba los cuerpos de Jareth y Liam muy cerca de mí. El desconocido estaba ya en la linde del claro. Dio dos pasos más y pude verlo por completo.
Al principio pensé que estaba soñando. Después uní en mi mente lo que acababa de suceder con el soldado al nuevo inquilino. Era él, era…
―¿Quién narices eres? ―no sé cuál de los dos chicos a mi espalda lo preguntó.
Le puse el seguro al rifle y lo tiré a mi lado.
―Hola, Alaska ―me saludó, con una sonrisa de afecto. Bajando las manos.
―¡Dael!
Antes de que alguno pudiera detenerme salí corriendo hacia él. Dael abrió los brazos y me acogió entre ellos. Olvidé que yo era Alaska Fears, la impertérrita. Se trataba de Dael, la persona que me había devuelto las ganas de vivir en el calabozo de la MEA en 1945, el que había acudido a mi memoria cuando necesitaba rescatar a Jareth y el que acababa de salvarme la vida, por segunda vez.
Supe entonces que el pacto que habíamos formado tantos años atrás seguía siendo lícito.
Sigue: Torstein (Ems)
indigo.
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Re: Primordials.
OMG OMG
KATE DIOS SANTO
NO
ESPERA
AMÉ EL CAP DEMASIADO Y EL PLAN Y ALASKA Y LIAM Y JARETH Y EMMET Y KATRINA Y
TODO ES DEMASIADO
Y LO AME
Y ASKFHSKFJ
Lo releí porque es que kate te pasaste
mi comentario digno vendrá más adelante, que tengo comentarios acumulados
KATE DIOS SANTO
NO
ESPERA
AMÉ EL CAP DEMASIADO Y EL PLAN Y ALASKA Y LIAM Y JARETH Y EMMET Y KATRINA Y
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Y LO AME
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Lo releí porque es que kate te pasaste
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hange.
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