Primordials.

Capítulo 008

Su respiración sonaba jadeante, bajaba las escaleras sin centrar su mirada, la cual se perdía entre los escalones. Sus pisadas dejaban manchas débiles de sangre debidas a los cuerpos que había dejado más arriba, los cuales habían desangrado formando un charco de sangre que saliera de sus cuerpos.

Al salir por la puerta dando al pasillo me encontré con Colette y Marisa paradas. Mierda, ¿que demonios esperaban, que llegaran? Corrimos un par de metros, lo que apenas nos dio tiempo hasta que un guarda salió en llamas. Adelanté por la derecha a Marisa y me escabullí entre una de las columnas. Donde más sombra se encontraba tratando de recuperar en la oscuridad mis fuerzas, sin embargo los moratones en mi piel me indicaban que no era nada bueno.

Tenía los ojos cerrados cuando los refuerzos habían llegado, dejé que la oscuridad me atrapara para fundirme con ella. Dos de los guardias cayeron a tierra, el de la izquierda disparó contra mis compañeras, casi dándole a Marisa, no duró mucho ya que su propia sombra le proporcionó que se apuntara la pistola en su boca y apretara el gatillo. Adiós capullo.

Fue la maldita explosión lo que me desconcentró, podía sentir como si una hondonada de aire me llegara llena de miedo. Todos habíamos sido acorralados.

Entonces una corriente eléctrica me recorrió el cuerpo, dejándome desconcertada, apoyé mi cuerpo contra la pared.

La nube gris se hacía paso a través de mis ojos, entre toda ella los escombros y el sonido de las alarmas se acercaban. Algo ahogaba mi garganta, y una nieve gris caía del cielo.

Cuando pude centrar la imagen ya había sido acorralada con una pistola apuntándome.

—¿Quién es el cabecilla de todo esto? —decía el general.

No obtuvo respuesta de nadie. A Colette la tenían cogida, y mierda, a Marisa le habían pegado una paliza. No fue más que cuando sonó su voz mis huesos quebraron, el miedo me recorrió de nuevo el cuerpo y no me abandonó.

—Yo—dijo ella segura de si misma y su respuesta.

Ella estaba dando su vida, por la causa, por salvarnos. Si quiera podía creerlo, mi mente no lo centraba. Sabía bien que nunca podría haber dado yo ese paso. Sin duda una respuesta suicida.

Fueron las últimas palabras que oí, y la última vez que las vi a ambas por mucho tiempo, o al menos, eso creí durante algún tiempo.


Las personas que debían tener contacto conmigo tenían cierto temor, eso en cierto modo, me divertía. Podía notar como cuando me clavaban una jeringa o iban a torturarme de la manera que les diera la gana su pulso temblaba. Era una milésima de segundo, pero la disfrutaba, me hacía sentir algo poderosa. Y por eso, en parte entendía a Longaster . Sabía perfectamente lo que nosotros significábamos para él, le hacíamos sentirse poderoso. Solo había que pararse a pensar un poco. Unos niños con dones excepcionales, aparentemente normales pero casi inmortales, podíamos ser la mejor amenaza contra el ser humano por que seríamos el ser más peligroso y él podría controlarnos. Tener ese control, podía significar una nueva campaña para si mismo como dictador, rey del mundo. Producto de laboratorio, eso es lo que éramos, los hijos del mal.

No es que no crea que ese general con aires de rey es bueno, o esté a favor de su campaña. Soy algo suicida, pero no tanto. Es un maldito hombre con aires de nazi, que paga con nosotros sus frustraciones sadomasónicas y sexuales para poder aliviarse, un sádico gilipollas con la cabeza tocada. Y es una de las tres personas que más odiaré en este mundo.

—Pero si se ha despertado la princesa —dijo él al entrar a la sala y acercarse a la silla al lado de mi camilla— ¿Se está bien en el paraíso de los sueños?

Le escupí. Y acerté justo en su maldito ojo cicatrizado.

—Zorra, deberías aprender un poco de modales. Parece mentira con las lecciones que te hemos dado.

—Yo tengo modales, soy toda una dama —le respondí con una sonrisa apretada— ¿A caso no has recibido mis presentes, o es que no te han gustado?

Rió, fue algo que no me esperé. Pero obviamente no le importaba más que su propia vida y nuestros poderes secretos para poder controlarlos.

—Has conseguido que tenga seis bajas y una media.

—Vaya, juraba que eran siete—chuleé— La próxima vez.

Hizo unas señas, uno de los doctores se acercó y encendió la luz cegándome por completo. Longaster cogió mi cabeza apretándola contra la camilla, una cinta fue pasada por mi mente haciendo que mi mirada solo se pudiera dirigir a la lámpara. Mis ojos lloraban debido a la luz. Un aparato fue colocado en mi cabeza, supe que era metálico debido a lo frio que estaba, entonces unos hierros hicieron presión en mi sien. Era como si hubieran cogido una taladradora y lentamente me taladraran el cerebro. Paró, y yo suspiré.

—Es hora de que aprendas la lección, no sabes la pena que me da Jules. Eres de mis  favoritas sin duda. Fría como el hielo, dura, una completa asesina, si tan solo me brindaras la oportunidad de ayudarte te daría todo y cuanto pidieras. —sus palabras se hacían paso mientras sus manos empezaron a pasarse por mi cara acariciándola, sencillamente repugnante— Solo por que tu no quieres.

Un sonido seco se me clavó en la mente.

Sus labios se acercaron a mi boca, mientras sus manos iban más allá de sus propósitos. La impotencia de no hacer nada me hería cada vez más. Ahí estaba , con los brazos colgados por unas esposas con cadenas en una especie de baño oscuro, como si estuviera crucificada. Me besó de nuevo y yo respondí modiéndole, la sangre empezó a salir. Se apartó de mi y limpió su boca.

—Estúpida judía.

Sabía que venía después de eso, se suponía que debía arrepentirme. No iba a dejar mi cuerpo tan fácilmente, aun que al final acabó siendo así.

No fue hasta que fue más allá, cuando mis ojos no podían ocultar las lágrimas, pero él no lo detiene. Me tocaba con brutalidad, como si fuera un perro montando a una cabra montesa. Yo solo rezaba a dios por que se fuera pronto, por que nos interrumpieran o simplemente se acabara todo en la oscuridad y pudiera ver por fin a mi ángel de la muerte esperándome.

—Le mordí— Lo siento, no acostumbro a obedecer a cerdos como tú.

Agarró mi cara por la mandíbula y puso algo en mi boca para que no pudiera abrirla.

—Has hecho tanto mal, me da pena, pero es la única manera de que entiendas que no puedes hacer lo que te venga en gana niña —dijo con una risa, que por primera vez me erizaba la piel— Adiós.

Entonces toda esa luz blanca fue impregnada por una mancha negra, parecido a cuando limpias un pincel en el agua. Y la oscuridad me llenó por completó.

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Capítulo 008

La nube gris se hacía paso a través de mis ojos, entre toda ella los escombros y el sonido de las alarmas se acercaban. Algo ahogaba mi garganta, y una nieve gris caía del cielo.

En el pelo y mi párpado esos copos descansaban. Se deshacían, pero no era agua, sino polvo. Mi respiración sonaba pesada, me costaba respirar, pero no era a causa del humo. Seguí mirando al redeor. La gente corría de un lado a otro. Todo parecía tan rápido y a la vez tan lento, no lograba encontrar un punto focal. Una persona me golpeó y caí al suelo y las piedras se clavaron en mis rodillas. Traté de levantarme pero un temblor hizo que volviera a caer, después intenté ponerme en pie y unas manos me ayudaron cogiéndome por los brazos.

—¿Jules? —Era Steven. Me ayudó a levantarme y trató de hacer que mi mirada volviera en si pero seguía mirando a mi alrededor— ¿Qué ha pasado?

—No, no lo se. Yo estaba aquí…—traté de explicarme pero las palabras no me salían— Hubo un sonido fuerte, pasó un avión y luego —tragué saliva antes de responder.

—Hey, tranquilizaté —me dijo cogiéndome la cara con ambas manos— vamos, probablemente Ben y tus padres te estén buscando.

Avanzamos por nuestra calle mayor, para llegar al edificio donde residía. Entonces un estruendo sonó, y una explosión hizo que la mitad del lugar estallara en mil pedazos, me deshice de Steven y corrí hacia donde hacía un instante estaba mi casa. Traté de mover como pude los trozos de muebles o paredes tratando de hallar a alguien pero no veía ningún cuerpo, vi una mano bajo lo que quedaba de un armario, pedí a Steven que me ayudara y quitamos el mueble. Era el señor Claus, a ironía por su nombre no solía ser demasiado simpático, más bien solía ser un cascarrabias, pero a veces en sus buenos días me había regalado caramelos de miel y limón. Ahora solo quedaba su cuerpo y sus ojos mirando a la nada.

Fue la única persona que encontramos, me senté en el suelo. Estaba completamente perdida, sola ante semejante catástrofe. Pero si mis padres no estaban aquí —o tal vez no las había encontrado bajo los escombros— donde estaban?

Steven se sentó a mi lado —Tranquila, les encontraremos —me dijo cogiéndome de la mano. Después acudimos a la pequeña plaza para ayudar a recoger los heridos y los cuerpos dividiéndolos. Cogimos a los heridos gravemente para tratar de llevarlos a el local de la juventud, sin embargo al llegar un guardia nos prohibió la entrada. Una mujer trato de explicarle pero sin embargo su respuesta siguió siendo un no rotundo. En aquél momento un camión paró en ante nosotros y de este empezaron a salir soldados alemanes que alzaron sus armas contra nosotros. Lentamente se fueron acercando, una sensación de miedo me empezó a evadir, Steven me cogió de la cintura y me llevó detrás del todo “cuando yo te diga corres”. Cuando a penas estaban a un metro él me dio la señal, retrocedí más atrás y ellos dieron una señal para después disparar sin cesar a lo que tenían delante. Me precipité al callejón estrecho para tratar de huir del lugar, uno de los soldados me divisó y se apresuró a cogerme. Un silencio llevó después a un dolor insoportable en mi pierna derecha, me había disparado, por ello perdí el ritmo no podía seguir corriendo. Me escondí en un callejón sin salida, entre unas escaleras y un cartón abandonado. Dejé que el suelo mojado me empapara vi la sombra del soldado, sabía que estaba perdida, probablemente había perdido sangre por el camino y él había seguido la pista.

—Soldado, le estábamos buscando—dijo otro hombre delante de él— Se requieren sus servicios.


Desperté, o al menos eso se suponía, sin embargo mi vista era completamente opaca. De nuevo trataba de alzarme pero no podía, estaba completamente confusa. Por la textura parecía mi cama y por lo tanto mi habitación. Me puse en pie, chocando con varias cosas, no reconocía los objetos. Sentí como la impotencia y la rabia me llenaban, no sabía que cogía con las manos pero con todas mis fuerzas lo fui lanzando.

—¡Malditos hijos de puta! —grité.

La puerta se abrió y alguien me rodeó, cogiéndome de las manos y evitando que me hiciera daño y con lo que yo le apoquiné unas patadas hasta que me acorraló en la pared.

—¡Jules, para. Joder para de una vez!
—¿Liam? —dijo a penas en un susurro.
—Si, si soy yo —respondió él. Su voz, le recordaba a la de Steven— ¿Qué ha pasado?
—Nos atraparon, fue una misión suicida y fuimos la cabeza del cabo. Liam, maté a mucho hombres y no me arrepiento. Pero sin embargo me han quitado lo único que amaba. —él no respondió, así que decidí aclararlo— Me han dejado ciega, no veo, nada.

Me habían quitado la vista. Lo único que le encontraba sentido en esta vida, lo que apreciaba, lo que me daba la capacidad de sentirme poderosa. No era nada, solo una chica indefensa. Parecía que la historia volvía a repetirse, sin embargo sabía una cosa; si de verdad se estaba repitiendo acabaría mejor que la otra vez. Pagarían por haberme hecho sufrir toda mi eternidad aun que fuera lo último que hiciera.




Una particularidad de los bosques es su color, esa maravillosa gama de verdes que respira paz y aire fresco.
Había vivido lo suficiente en la ciudad como para saber que la gente era lo suficientemente estúpida como para no saber apreciar nada más que el dinero, pues así el aire del lugar es irrespirable y la falsedad reina en el ambiente.

Llevaba media hora buscando a Katrina. ¿Dónde demonios se había metido? Pensé. Katrina, una joven morena , de tez blanca y lo suficientemente alocada como para dejarse llevar por esa loca mente que tiene. También es conocida por ser mi hermana.

La encontré en lo alto de una rama con los prismáticos mirando más allá del horizonte, después cogió la cámara y hizo varias fotos antes de bajar.

—y bien Sherlock, ¿Qué has descubierto?
—Haha, no tiene gracia Emmet —me dijo molesta mientras me adelantaba entre los arbustos—Tal vez para ti no sea serio, pero para mi si, trato de hacer un gran descubrimiento.
—Si, si estoy esperando que nos envíen la confirmación de la patente y todo —le fulminó con la mirada y él rió— Venga, no te pongas así. Es divertido hacerte rabiar aun que solo sea por un momento. Somos un equipo, como batman y robin, así que venga dime.
—En realidad no soy tanto de dc, creo que somos más como el capitán america y bucky. Claramente yo como el gran capitán america, magnifico estratega y superhombre —le respondió.
—¿Entonces yo soy Barnes por mi belleza espectacular?
—Más bien por ser un cascarrabias.

El paseo acabó siendo más agradable que de un principio iniciamos. Llegamos a la cabaña de madera y descargamos nuestras mochilas. Yo me dediqué básicamente a coger una cerveza de la cocina y ella se adentró en la habitación a la que suele llamar con el sobrenombre de “nuestro cuartel” donde guarda toda clase de papel o fotografía con respecto a nuestra conspiración —la cual empezó ella por casualidad— y que seguíamos tratando de averiguar.

Hacía dos años que vivíamos oficialmente allí, desde entonces cosas extrañas habían pasado. Y todas tenían que ver con  un humo y unas instalaciones que se ocultaban más allá del bosque.

La noche fue bastante tranquila, dormía plácidamente en mi cama con la ventana abierta para que entrara el aire fresco.

—¡Emmet, Emmet, Emmet!
—¿Qué pasa? —pregunté yo malhumorado por el hecho de que me hubiera despertado.
—¡Las luces se han apagado!

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