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Mensaje por indigo. Dom 15 Feb 2015, 1:22 pm

Comentaré y subiré pronto boluda
Lo prometo Primordials. - Página 6 3373640616
indigo.
indigo.


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Primordials. - Página 6 Empty Re: Primordials.

Mensaje por hange. Dom 15 Feb 2015, 3:59 pm

jooo, ya sabes como se siente, Kate :posoc:
hange.
hange.


http://www.wattpad.com/user/EmsDepper
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Mensaje por katara. Dom 15 Feb 2015, 5:09 pm

jajajajajaja kate esta sufriendo  Primordials. - Página 6 4222964207
katara.
katara.


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Primordials. - Página 6 Empty Re: Primordials.

Mensaje por indigo. Mar 17 Feb 2015, 4:05 am

No te rías de mí boluda, que se pasa mal cuando se te juntan turnos.
YO TE MALDIGO A QUE TE SUCEDA Primordials. - Página 6 2372005390

Por cierto, hoy subo mi capítulo.
indigo.
indigo.


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Mensaje por indigo. Mar 17 Feb 2015, 8:00 am

leer:

Capítulo 006

Alaska fears & Liam Wollatt || lovely rita.


Muchos años atrás decidí que cuanta menos implicación emocional guardara con las personas de mi alrededor, tendría más probabilidades de salir ilesa de mi interminable vida. Si nadie tenía acceso a mí, no habría dolor. Era como ir al casino: visitarlo no implica riesgos reales, apostar amplia la posibilidad de perder todo el dinero. Y en ese momento, en medio de una misión suicida de rescate a la que había sido arrastrada, no podía estar más convencida de mi elección.

No entendía por qué Cali se mostraba tan interesada en rescatar a Jareth de una sesión de tortura, teniendo en cuenta que él la trataba como la última basura del mundo.

Estábamos paradas frente a la puerta de la sala en la que lo mantenían encerrado. Rita miraba frenética hacia todos lados, Cali se aferraba al pomo de dicha puerta como quien se aferra a la esperanza y Mary esperaba alerta cualquier movimiento. Yo por mi parte, estaba enfadada. Enfadada porque aquella excursión podía interferir en nuestros planes y porque me habían sacado de la cama a rastras.

De un momento a otro, el cuerpo de Calíope se puso rígido, como si todo se congelara dentro de ella. A continuación cayó al suelo inconsciente. Todas abandonamos nuestras posiciones para ver qué sucedía. Cali era la segunda persona en la tierra por la que me permitía albergar cariño, así que me preocupó bastante su repentino desvaído. Sobre todo porque su rostro, ya de por sí pálido, se había puesto blanco como el alabastro.

―¿Qué le ocurre? ―preguntó Mary, la imperturbable Mary, que nunca perdía la calma.

―No…, no lo sé―balbució Rita, que palpaba el cuello de nuestra amiga en busca su pulso.

―Genial, ¿y ahora qué? ―habló de nuevo Mary, mirándome directamente a los ojos.

En situaciones como ésas, yo era propensa a perder la calma. Las ganas de salir corriendo solían hacerse eco en mi interior y me incitaban a volver a mi habitación a esperar a que todo pasara. Pero como decía, Cali era de las pocas personas que me importaban, y aunque Jareth entraba dentro de mi interminable lista de personas indeseables, debía rescatarlo por ella.

―Llevar a Cali a la enfermería, yo me encargo―dije, poco convencida de mis palabras. Pero a esas alturas de mi vida ya era una actriz consagrada, así que ninguna de las dos notó mi duda.

Mary se incorporó, me agarró del brazo y me apartó unos pasos a la derecha, para evitar que Rita nos escuchara.

―No voy a dejarte aquí sola, ni siquiera sabemos con exactitud qué es lo que ocurre.

―Estamos en una misión suicida para rescatar a Jareth―la informé, con toda la normalidad del mundo. Como si las misiones suicidas formasen parte de nuestro itinerario diario.

―No le debes nada, no tienes por qué hacerlo.

A él no. A Cali, en cambio, le debía demasiadas cosas como para ni siquiera hacer el esfuerzo por salvarlo. Aunque desde luego ese capullo no se lo merecía.

―Veamos esto como un simulacro, si consigo sacarlo de la sala sin que me descubran, quiere decir que estoy preparada para ya sabes qué.

―Si te descubren, puede que ni siquiera lleguemos a hacer ya sabes qué―rebatió Mary, sin convencerse del todo.

―No es la primera vez que pasa esto, tú me has rescatado muchas veces de una sesión de tortura. Estas son cosas que no toman mucho en cuenta…

―Sabes lo que pasa cuando libramos a alguien de una de esas sesiones.

―Sí, que el que lo hace recibe lo mismo con mayor intensidad.

Reprimí el escalofrío que acompañaba a aquella frase. Si me descubrían, lo que le estuvieran haciendo a Jareth me lo harían a mí. Así funcionaban las cosas en la base; ten un poco de humanidad que nosotros te lo premiamos con crueldad.

―Alaska, piénsalo con detenimiento.

Puse los ojos en blanco. La Marysa preocupada no era una de las facetas que más me gustaban de ella.

―Pensar no es lo mío.

Mary negó con la cabeza. Finalmente regresó a donde se encontraban Rita y la desmayada Cali, lo cual significaba que confiaba en mí para esto. Me reuní con ellas enseguida. Ayudé a ambas a coger a Cali y después me apoyé contra la pared a causa del esfuerzo.

―La reunión diaria empieza en media hora, es todo el tiempo que tienes―me informó Rita resoplando debido al esfuerzo que le suponía sostener a Cali.

Asentí y las apremié con la mano para que se marcharan.

―Ten cuidado―me advirtió Marysa.

De nuevo asentí, pero esta vez le lancé un guiño tranquilizador.

Esperé paciente a que desparecieran por el pasillo. Me posicioné de cara a la puerta, frotando las palmas de mis manos la una con la otra. Bien, solo tenía que concentrarme, podía hacerlo. Llevaba días practicando la manipulación molecular. No había obtenido muchos resultados satisfactorios, pero me decidí a ignorar ese pequeño dato. «Querer es poder». Solo debía convencerme de que rescatar a Jareth era lo que más
ansiaba en el mundo.

Respiré hondo y cerré los ojos. Traté de imaginarme a mí misma atravesando la puerta como si estuviera hecha de la misma materia. Reproduje esa imagen varias veces para que agarrase consistencia real. Pero al hacerlo yo misma, en lugar de atravesarla, reboté contra la superficie de metal.

Suspiré frustrada, tanto que quería gritar por mi inutilidad.

Volví a cerrar los ojos y a concentrarme, esperando que la segunda vez obtuviera el resultado esperado. Sin embargo, me comí la puerta una segunda vez.

Lo repetí una tercera vez… tampoco.

«Así lo único que conseguirás será una conmoción cerebral».

Al no tener reloj no podía decir con exactitud el lapso de tiempo transcurrido, pero sabía que se me estaba acabando, debía conseguir algo cuanto antes sino quería que me pillaran allí. Conté hasta diez antes de volver a cerrar los ojos, para intentarlo una última vez. Me dije que si no lo lograba en aquella ocasión, me marcharía. Mi supervivencia era más importante que mis apegos emocionales o mi gratitud hacia Cali. Además, nadie podría acusarme de no haberlo intentado.

Al cerrar los ojos, una voz antigua, mejor dicho, una voz de mi pasado, me susurró las siguientes palabras; «Tienes el poder de ver el mundo tal y como es, solo tienes que aprender a mirar». Me aferré a dichas palabras, y me imaginé viendo el mundo a través de unos binoculares que me permitieran ver las moléculas. Cuando abrí los ojos de nuevo, todo era distinto. Podía ver las partículas que formaban las cosas con claridad, flotando en armonía. Tenía ganas de saltar a la pata coja por mi pequeño triunfo, sin embargo, no había tiempo, puesto que no sabía cuánto duraría mi pequeña victoria.

Estiré la mano hacia la puerta y como si de una cortina se tratara, aparté las moléculas de la puerta creando un agujero, por el que me introduje sin pensar. Una vez al otro lado, tras un par de parpadeos, todo volvió a la normalidad. El mundo volvía a ser un sitio compacto, que no vibraba. Lo único que perduró fue el agujero que mis propias manos habían hecho.

Al darme la vuelta, la visión de lo que se presentaba ante mí me dejó atontada unos segundos. En medio de la sala de torturas, habían instalado una pecera de dos metros de alto por tres de ancho. Estaba llena de agua con hielo, dentro de ella se encontraba Jareth, colgando de un arnés sujeto al techo. Todo su cuerpo estaba introducido en el agua helada, salvo la cabeza. Su rostro presentaba un aspecto translúcido y sus labios poseían un feo color morado. O le sacaba de ahí cuanto antes, o moriría congelado. Mi problema era que no sabía cómo hacerlo.
Estaba a punto de darle una fuerte patada a la pecera (con la estúpida esperanza de que mi pierna partiera el cristal), cuando una voz a mi espalda me petrificó en el sitio:

―Querida señorita Fears, no estaba en conocimiento de su empatía hacia este muchacho.

«Y así, queridos amigos, es como terminan las misiones suicidas».

Me di la vuelta sobre mis propios pasos para poder mirar a Longaster, para hacerlo conocedor, una vez más, de lo mucho que lo odiaba.

―Siento empatía por cualquiera al borde de la hipotermia―respondí desafiante, Longaster no me daba miedo, había convivido con demonios peores.

Él sonrió de lado, mostrando su repugnante hilera de dientes. Echó un vistazo rápido al agujero de la puerta arqueando sus pobladas cejas canosas.

―Estoy sorprendido―me dieron ganas de reír a carcajadas, sus palabras sonaron como un halago.

Los de la base no conocían nuestros poderes, no al menos en su totalidad. Cuando éstos se escapaban a nuestro control podían aventurarse a suponer cuáles eran, pero nada más. Ese era el motivo por el que nos torturaban, para que confesáramos su naturaleza. O si la primera opción no resultaba, perdiéramos el control a causa del dolor y nuestro poder se revelara por sí solo. Longaster pasaba los días recordándonos que nos tenían encerrados solo para salvaguardar la integridad de los humanos normales. Yo podía ser muchas cosas, pero de tonta no tenía un pelo. Algo en mi interior me decía que quería utilizar nuestros poderes para algo más.  

―¿Sorprendido de que sepa usar un mazo?―respondí alzando una ceja a la vez que me cruzaba de brazos. Una de las cosas que odiaba era que no se le temiera, que no le vieran como una persona superior.

Muestra de lo que decía fue constatar como su rostro se ensombrecía, contraído por la frustración que le producía que mi cuerpo no se echara a temblar con su sola presencia.

―¿Sabes cuáles son las consecuencias de lo que acabas de hacer, no es así?

Claro que lo sabía. En menos de lo que cantaba un gallo, sería yo la que colgaría del mismo arnés del que ahora pendía Jareth, dentro de una piscina de agua helada. Porque así funcionaban las cosas en mi mundo; los actos humanos se pagaban con la peor de las torturas. Y aquello también significaba otra cosa, que desde luego, no estaba preparada para ya sabéis qué.

▽ ▽ ▽

Siempre oponía resistencia, a pesar de saber que no serviría de nada, mis brazos y piernas seguían pataleando por el descontento, incapaces de resignarse sin luchar. Aquella ocasión no fue menos, creo que incluso opuse más resistencia que en las veces anteriores. Odiaba el agua. Cuando era niña, me caí en un pantano que había cerca de mi casa y cien años después todavía era capaz de recordar la sensación desoladora del agua inundando mis pulmones, de cómo mis manos trataban de agarrarse a su inconsistencia para salir a la superficie.

No iban a ahogarme, pero pretendían congelarme, así que supongo que la sensación es muy parecida a la de aquella vez. Ahogarse, y no ser capaz de hacer nada para evitarlo.

Estaba suspendida a cuatro centímetros sobre la pecera gigante, maldiciendo mis apegos personales cuando un soldado de poca monta del que no conocía el nombre, accionó el sistema de poleas para introducirme en el agua. Una hora, ese era el tiempo que había sido condenada a pasar allí dentro. Después me sacarían, aunque no dijeron si importaba mucho que fuera viva o muerta.

Al notar el primer contacto con el agua quise gritar. No lo hice. Cerré los ojos y empecé a dar respiraciones largas y profundas para tratar de sobrellevar el sumergimiento. Cuando el agua me alcanzó el cuello, el soldado detuvo el descenso y se marchó de la sala de torturas, dejándome sola.

La piel me quemaba, a la vez que notaba que se me congelaba la sangre. Los dientes me castañeaban frenéticamente y me dolían los pulmones al respirar. No podía soportarlo, no aguantaría una hora allí dentro, iba a morir en una pecera. ¡Por favor, iba a morir en una puta pecera!
Entonces, sin previo aviso, comenzó la retrocognición. Como siempre sucedía en las torturas, me transportaba al pasado para que el presente no doliera tanto.

Soy pequeña, y todo lo demás es grande. Soy pequeña y estoy a salvo, a salvo porque mi madre me mantiene pegada a sus faldas. Siempre que salimos lo hace, me sujeta fuertemente contra ella y no me suelta hasta que volvemos a casa. A mí me gusta, porque sé que no me va a pasar nada. También me gusta porque su ropa huele a canela, al igual que los panecillos que cocina los miércoles para la cena.

Hoy vamos al mercado de la ciudad, mamá va a intercambiar unas cestas de mimbre que ya no nos sirven por unos botes de compota de manzana. Mamá dice que vamos a necesitar alimentos que no se desgasten, porque piensa que dentro de algunos años, el mundo se va a poner malito por nuestra culpa. Yo no quiero que el mundo esté malito, a mí me gusta que el cielo sea azul, y que los árboles sean verdes, me gusta el olor a polvo de la tierra cuando camino sobre ella. También me gusta ir a la ciudad, siempre hay música en la calle. Todo el mundo está contento. Y hay una señora con muchas cuentas en el pelo, que viste ropa de muchos colores, que siempre me dice que tendré un futuro brillante. A mamá no le cae bien cuando habla de ella utiliza estas palabras; «bruja» y «embaucadora». El otro día le pregunté a Thommy qué significa la palabra futuro. Me dijo que es lo que está por venir, lo que me va a pasar más adelante. Quiero que llegue ya lo que va  pasar más adelante porque la señora de las cuentas dice que será brillante y a mí también me gustan las cosas brillantes.

Mamá se detiene, provocando que mis pies se enreden y casi tropiece. Menos mal que estoy agarrada a ella. Miro a donde miran sus ojos y me dan ganas de llorar. Hay mucha gente alrededor de lo que antes era una casa. Ahora es una masa negra, de donde sale humo. Hay un niño de mi edad dando vueltas alrededor, parece que juega al pilla pilla consigo mismo.  Luego hay gente grande, que da patadas a las piedras negras, buscando cosas.

Yo quiero salir corriendo, parece que un dragón ha quemado la casa. No me gustan los dragones, tengo un cuento que me lee Theo todas las
noches en el que un dragón malo se dedica a quemar las casas de la gente del pueblo. Theo dice que si no hago caso a lo que me ordenan, el dragón también vendrá a por mí.

Mamá tira de mí para que siga caminando. Un rato más tarde llegamos a la ciudad, donde todo es alegra y brilla. Pero yo ya no estoy contenta,
porque solo veo en mi cabeza a las personas de la casa quemada.

―Mami, ¿por qué esa gente no estaba muerta?―pregunto.

Ella se detiene de nuevo sin avisarme y vuelvo a tropezar. Mamá se agacha frente a mí y me mira con sus ojos. Sus ojos me gustan, son como un lago, muy azules y brillantes.

―Porque tuvieron suerte, no estaban en la casa cuando se quemó.

―Pero eso no es suerte mami, si nuestra casa se quema, yo quiero morirme, porque ya no tendríamos nada.

A mamá se le arruga el hueco entre las cejas, como si se formase una montaña en ese punto. Una montaña como en la que vive el dragón malo de mi cuento.

―Alaska, resistir es lo único que queda cuando ya no queda nada.


Recordar a mi madre me hacía daño, más daño que el hielo que rodeaba mi cuerpo en aquellos instantes. Mi familia fue lo primero que perdí cuando me arrebataron la humanidad. Por eso mi subconsciente siempre regresaba a los momentos vividos con ellos. Pero en aquella ocasión, al borde del congelamiento, esa visión me dio la fuerza que necesitaba para no perecer en esa pecera.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero comenzaba a tener sueño y no sentía el cuerpo. Ya no tenía frío, seguro que mi cuerpo estaba medio congelado. Y pronto se me congelaría la sangre y adiós muy buenas. Debía hacer algo para aguantar el tiempo que me quedaba.

«Piensa Alaska, piensa antes de que se te congele el cerebro».

Lo supe segundos después, sabía exactamente lo que debía hacer para no congelarme. Aunque no sabía si lo lograría. Volví a cerrar los ojos y deseé una vez más poder ver el mundo tal y como era. Creo que me quedé dormida un par de minutos, porque estaba más atontada todavía cuando abrí los ojos. Pero ahí estaba de nuevo; el mundo vibrante de las moléculas.

Me supuso un gran esfuerzo mover los dedos, de hecho, ni siquiera sabía si mi mano obedecía ya las órdenes de mi cerebro, pero eso no me impidió llevar acabo de mi plan. Imaginé que extraía las moléculas del hielo y que éstas se pegaban a mi cuerpo creando un traje protector, como una burbuja de aire que me protegía del frío. Al parecer funcionó, porque un rato después, volvía a sentir el cuerpo de cuello para abajo.

Seguía doliéndome todo, pero sabía que no moriría congelada. Me relajé enseguida y esperé paciente a que el tiempo transcurriera. Es verdad que me sentía cansada, pero suponía que se debía al esfuerzo de utilizar la manipulación molecular a una escala tan grande.

Mi madre tenía razón, resistir es lo único que queda cuando ya no queda nada. Y esa frase suya me estaba dando la fuerza para aguantar, para querer escapar de la base con más ganas que nunca. No la esperanza de la que hablaba Mary, sino resistir.


Cuando la puerta de la sala de torturas volvió a abrirse, yo estaba a punto de morir, pero de aburrimiento. Lo cual era un tipo de muerte que seguro no se esperaba el soldado que entró por la puerta, pues no supo ocultar su sorpresa al verme mirándolo desde dentro de la pecera. Se recompuso enseguida y caminó hacia el sistema de poleas para elevarme. Al salir del agua, el traje de moléculas calentito que me había confeccionado se esfumó, provocando un escalofrío en mi cuerpo. El soldado me depositó en el suelo y se acercó a mí para deshacerse del arnés que me mantenía sujeta, guardándose de no tocar ninguna parte de mi cuerpo. Yo no paré de mirarlo hasta que finalizó su tarea, con el único propósito de ponerlo nervioso. Sabía que los soldados de bajo rango como él nos tenían miedo, nos veían como demonios que se habían escapado del infierno. Y bueno, ya que no podía hacer nada para que cambiaran de opinión, pues trataba de comportarme como uno.

―Puedes marcharte, has cumplido tu castigo ―anunció con voz monótona.

Me estrujé la sudadera, acentuando más el charco de agua que se había formado a mis pies. Después, para regodearme un poco en mi triunfo, le regalé una reverencia de lo más exagerada antes de caminar hacia la puerta y marcharme. Estaba deseando encontrar a Mary para que me informase sobre el estado de Cali, y también del de Jareth.

«Más te vale estar vivo, capullo», pensé al pasar al lado de la sala Alfa. De la que en ese momento salía Longaster, quien tampoco pudo reprimir la sorpresa al verme caminando, en lugar de tumbaba dentro de una bolsa funeraria. Le guiñé un ojo y seguí andando.




Estaba tumbado en uno de los pufs de la biblioteca echando una cabezadita vespertina cuando noté como alguien me golpeaba el hombro. Al principio supuse que sería Kayden, el cual no se había separado de mí desde que nos habíamos reencontrado en la base. Después de todo, sí que era él sobre el que había oído hablar a Colette y Jules hacía unos días atrás. Ignoré el golpe, esperando que mi amigo comprendiera que quería que me dejase en paz.

Noté un nuevo golpe, esta vez un poco más fuerte.

Abrí un ojo, pero  no fue a Kayden al que me encontré, sino a Marysa. Que me observaba desde todo lo alta que era con gesto circunspecto.

―Necesito tu ayuda Wollatt, mueve el culo.

―Estoy dormido, lo siento―me negué acomodándome más en el puf.

Tras un suspiro de frustración de Marysa, noté una patada en mi espinilla, que me dolió, pero no iba a reconocerlo. Resignado, abrí los ojos incorporándome un poco.

―¿Puedes dejar de pegarme?

―Claro, en cuanto me prestes atención―Mary olvidó por un momento su aire preocupado y el fantasma de una sonrisa se hizo eco en su rostro.

―Está bien, dejaré la siesta para más tarde, ¿qué es tan importante?

Marysa, con el triunfo brillando en su rostro, se dejó caer en el suelo con la gracilidad de un gato y se sentó cruzando las piernas. Comenzó a contarme lo que había sucedido a lo largo del día, que habían sometido a Jareth (el tipo raro que se pasaba los días en su habitación) a una sesión de tortura y que ellas habían intentado rescatarlo. Después dijo que Cali se había desmayado (me prometí que iría a verla después) y que Alaska se había quedado sola para seguir con el plan de rescate. Que hacía poco unos soldados habían llevado a Jareth a la enfermería con una hipotermia de segundo grado y que Alaska aún no había regresado. Cuando finalizó con el “apasionante” relato, permaneció mirándome con intensidad, esperando que lo hubiese entendido.

―Sigo sin comprender para qué me necesitas―dije finalmente, seguía medio atontado por el sueño.

Mary se agarró el rostro entre las manos debido a la frustración.

―Es obvio, necesito que muevas tu culo y me ayudes a rescatar a Alaska.

Se me dilataron los ojos a causa de la impresión y tuve que reprimir una carcajada. Marysa se desconcertó por mi reacción.

―Valoro mucho mi vida como para arriesgarla por alguien como Alaska, búscate a otro.

Pero empezaba a conocer a esa chica y sabía que no desistiría de su empeño sin luchar.

―Por favor Liam, ella haría lo mismo por ti―se interrumpió torciendo el gesto―, bueno, no lo haría, pero puedes demostrarle que eres distinto.

Por supuesto que Alaska no arriesgaría su vida por mí, es más, estaba seguro de que incluso dudaría en arriesgar su vida por Marysa. Alaska Fears era una superviviente, al igual que yo, la amistad alcanzaba su límite si nuestra supervivencia entraba en riesgo.

―Mary, no puedes pedirle un acto de benevolencia a alguien que solo se preocupa de tener un vaso de Bourbon en la mesilla de noche―dijo una voz airada.

Marysa se dio la vuelta y se incorporó de un salto. Vi a una Alaska empapada frente a mí, que me dedicaba una de sus muchas sonrisas torcidas de condescendencia.

―¡Alaska! ―Mary salió corriendo a su encuentro y la abrazó, provocando que la susodicha se pusiera tiesa como un palo. Así y todo le devolvió el abrazo―. ¿Estás bien?. He visto como han dejado a Jareth, pensé…, pensé que tú…―. Balbució incoherente, buscando señales de sufrimiento en el cuerpo de Alaska.

―Estoy bien, luego te lo cuento todo.

Más tarde, cuando yo no estuviera presente. Me incorporé del puf y me uní a la pequeña reunión.

―Me alegra comprobar que no te has convertido en un congelado, Fears. ―La saludé, empezando así con mi programa de «sacar de quicio a Alaska».

―Me sorprende, teniendo en cuenta lo insensible que eres.

Levanté las manos sobre el cuerpo, como si me declarara culpable.

―No me juzgues, tú eres como yo.

―Puede, pero yo al menos lo reconozco―me dirigió una mirada desafiante.

―Hey, vosotros dos, ¿qué os parece si vamos a la enfermería a ver cómo van las cosas?―propuso Mary, que de una manera u otra, siempre acababa en medio de nuestra agradables discusiones.

Alaska salió de la habitación sin decir nada, aceptando la propuesta. Caminamos por todo el establecimiento en silencio hasta llegar a la enfermería. La sala en cuestión se encontraba en la planta subterránea y era tan amplia como todo el edificio. Lo primero que vi nada más entrar fue a Cali, tumbada en la camilla, pero consciente.

―¡Alaska! ―exclamó ella también al verla, sus ojos estaban inundados en lágrimas.

No entendía por qué se alegraban tanto de verla, tampoco es que la chica fuera todo un kit de sonrisas y buenas vibraciones como para que la falta de su presencia supusiera una desgracia.

―¿Cómo estás?―preguntó Alaska, que se posicionó en paralelo a la cama y le agarró la mano.

―Bien, bien…―la mirada de Cali viajó inconscientemente hacia el otro lado de la habitación.

No me había percatado de que Jareth se encontraba allí. Estaba metido en una especie de bolsa de plástico gris. Como ésas que se usan para guardar la comida congelada para que no se estropee desde el supermercado a la nevera.

―Se pondrá bien Cali, ha tenido suerte―habló Marysa, también caminando a su encuentro.

Caminé también hacia la cama de Calíope, contento de verla. Como ya había dicho, era la única persona a la que guardaba cierto cariño, sin contar a Kayden, claro. Le sonreí y ella me devolvió la sonrisa, un poco más débil.

―Gracias por salvarlo, Alaska.

―No lo he hecho por él, sino por ti. Y espero que sepa valorarlo como es debido ―respondió Alaska con rabia, mirando a Jareth con un odio profundo.

Quizá no nos pareciéramos tanto, quizá se preocupaba más por los demás de lo que le gustaba admitir. Y solo quizá, su supervivencia no fuera tan importante si estaba en riesgo la de sus seres queridos.

―¿Sabes?, me pregunto cómo es posible que Jareth parezca un muerto viviente y tu hayas vuelto como si te hubieras dado un chapuzón en la piscina con ropa―solté, conocía poco de los poderes de Alaska y tenía que ser uno bastante poderoso para haberla librado de la hipotermia.
Alaska se encogió de hombros, sin cambiar un ápice la expresión de su rostro.

―Otro misterio que añadir a la lista, es una suerte que tengas tiempo para desentrañarlo.

Sin siquiera esforzarse en mostrar sarcasmo, volvió a darme la espalda.

―Voy a ducharme y cambiarme de ropa, en un rato vuelvo para que hablemos―informó a sus amigas―. Tenemos que convocar una reunión cuanto antes, es hora de marcharse―. La última frase la pronunció en un susurro.

Al darse la vuelta para marchase, su codo rozó levemente mi antebrazo al pasar por mi lado. Se me puso rígido el cuerpo y sentí como si me catapultara por un vacío inacabable, hasta que volví a caer sobre mis pies. Estaba en una visión.

Hay un lago rodeado por altos pinos que tapan el bajo de la luna, escondiéndola. El frío llena mis pulmones de aire que se condensa en mis labios. Pero yo tengo calor, porque estoy besando a alguien. Pero es distinto a las otras veces, noto como se me contrae el estómago, me estremezco cuando la lengua de la chica que me besa lame la mía con ganas. Es cómo un círculo, uno que no quiero que termine. Entonces, cuando abro los ojos, a punto de quedarme sin oxígeno, encuentro a Alaska Fears jadeando frente a mí, con los labios rosados y los ojos oscuros por el deseo.

Al volver a la enfermería, siento como si me hubieran dado una patada en el estómago. Se me estaba atrofiando la premonición, porque en ningún futuro, ni presente, ni pasado, besaría a Alaska, ni mucho menos, desearía que lo hiciera. Así que ante la ridiculez de lo que acababa de ver, rompí a reír.

―¿Se puede saber qué te ocurre?―preguntó Marysa, que me miraba como si hubiera enloquecido.

―Nada, es que acabo de recordar un mal chiste.


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Mensaje por indigo. Lun 23 Feb 2015, 8:30 am

Soy lo peor Primordials. - Página 6 1054092304 Primordials. - Página 6 1054092304
Me acabo de acordar de que no comenté en tu capítulo boluda...
Por la noche lo hago, lo siento.
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Mensaje por khaleesi. Lun 23 Feb 2015, 6:34 pm

ay, dios, debo comentar acá. Primordials. - Página 6 1022085747 
khaleesi.
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Mensaje por hange. Jue 26 Feb 2015, 10:27 am

Sigo el fin de semana Primordials. - Página 6 1054092304
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Primordials. - Página 6 Empty cap. 7

Mensaje por hange. Dom 01 Mar 2015, 12:52 pm


Capítulo 007

Marysa Bekker || Depper



Estaba en la cocina, sirviéndome una enorme taza de café, luego de haber participado por la misión rescate-suicida por Cali, y después de pasar un susto grandísimo cuando Alaska se quedó en el cuartel en donde había estado el degenerado aquel. Fue relajación instantánea el saborear la cafeía. Poco me importaba que me dijeran adicta al café —era demasiado delicioso. ¿Cómo alguien podría odiarlo?

Estaba esperando por Alaska para volver hacia donde se encontraba Cali y así hablar sobre lo de la reunión. No iba a mentir, haber escuchado aquellas palabras salir de la boca de la chica me habían alegrado el día. ‘Es hora de marcharse.’ ¡Por fin!

Por otro lado, aunque quisiera, no podría calcular las ganas que tenía de preguntarle a Cali por qué, con detalles, estaba tan desesperada por salvar a Jareth. Se llevaban pésimo, peor que Alaska y Liam —lo cual, es bastante— y casi ni se dirigían la palabra. Entonces, ¿por qué?

¿Será que se conocen de antes?

Contemplé el techo desde el puff en el que se encontraba recostada, analizando la idea de que Caliope y Jareth hayan tenido un pasado en alguna base.

Si fue así, entonces ¿qué habrá pasado entre los dos para que ahora se desprecien tanto?

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La reunión fue pautada para dos días más en la Biblioteca, lejos de la puerta y a las once y media de la noche. Entre Alaska, Cali y yo nos encargaríamos de avisarles a los demás por separado, para evitar sospechas. Aposté contra Alaska, en el piedra, papel o tijeras y gané, por lo que refunfuñante se fue hacia la habitación de Liam a informarle sobre el asunto. Cali ya podía ser transferida a su habitación, cosa que hizo lo más rápido que pudo desde que Jareth dio indicios de despertarse. Al ver eso, tomé la desición de contarle todo yo. Además de que, ya sentía la curiosidad aumentando cada vez más acerca de aquellos dos.

Es decir, Cali había armado una misión solo para rescatarlo, con tal desesperación que podría atreverme a enlazar emociones bastante fuertes detrás de su razón misteriosa. Pero después, cuando comenzó a mover las manos y a ganar color, salió disparada de la enfermería a terminar de descansar sus poderes y ganar fuerzas en su habitación.

Todo aquello tenía poco sentido común, en mi opinión.

Caminé por los pasillos de la base hasta llegar a la enfermería y abrí la puerta, aliviada de encontrar el lugar solo. Probablemente los guardias de esta zona estén comiendo algo. Avancé hasta la puerta que llevaba a una de las habitaciones, la cual contaba con tres camillas cada una. Eran tan considerados que no construyeron habitaciones privadas.

Los ojos oscuros de Jareth se posaron en mí desde que irrumpí silenciosamente en el lugar. Se notaba que acababa de despertarse y tal vez, estaba un poco desorientado. Su cabello estaba alborotado y frunció el ceño cuando agité mi mano en forma de saludar.

—Te acabas de despertar, ¿no?

Asintió sin decir nada.

—Bueno, ¿tienes alguna idea de por qué estás aquí? ¿Qué recuerdas? —cuestioné, sentándome en una silla junto a la camilla.

Me ojeó por un momento antes de responder. Pensé que no lo haría y me dejaría hablando sola, como hacía cada vez que intentaba sacarle conversación.

—Estaba muriendo de frío. Más nada —respondió con voz ronca.
—Bueno —asentí con la cabeza— Por Cali fue que supimos que estabas siendo torturado y en dónde estabas —comencé a explicarle y no quité mis ojos de su rostro, quería ver su reacción— No me preguntes cómo lo supo porque no tengo idea, usó tanto sus poderes que se desmayó. Y Alaska entró a la habitación para sacarte de allí —lamentablemente, seguía utilizando una máscara de inexpresividad.

Silencio.

—¿No vas a agradecerles?
—No les pedí ayuda.
—Vaya, que idiota eres —rodé los ojos y me largué de allí.

Al siguiente día volví con su bandeja de desayuno en mis manos, ofreciéndome a hacerlo por Rita. Se sorprendió al verme entrar y dejó el libro que estaba leyendo de lado.

—Pensaste que no volvería, ¿verdad? —dije mientras le pasaba la bandeja.
—Creí que había quedado claro que no quiero compañía de nadie —se encongió de hombros.
—Pues se nota que no sabes nada de mí, chico —palmé tu hombro varias veces y me senté a su lado.

No me respondió y se dedicó a comer.

Jareth era alguien muy misterioso. Intentaba hacerle preguntas triviales y lo único que hacía era fulminarme con la mirada o pedirme que me largue. Sin embargo, iba a caer. No podía permanecer encerrado dentro de su propia miseria por tanto tiempo —eso solo hacía nuestra horrible estadía en la base mucho peor. No sé como lo aguantaba.

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Caminaba junto a Alaska con emoción contenida, hacia la Biblioteca. No iba a mentir, me tenía demasiado alegre el hecho de que todos estaban más que interesados en idea un escape lo más rápido posible, al costo que fuera. Esa era la actitud que debimos de haber tomado mucho tiempo atrás.

—Oye, Fears, me gusta tu actitud rebelde ¿sabes? —le doy un codazo amistoso.
—Deja de molestar con eso —rodó los ojos— Solo dije que ya es hora de irnos.
—¡Exacto! Antes estabas toda paranoica porque nadie querría ayudarnos, ahora mírate. No te ofendas, pero creo que rescatar a Jareth y tomar su lugar te sentó bien.

Le sonreí inocentemente cuando me disparo dagas con los ojos.

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—Podemos hacerlo hoy. Esta noche —dijo Alaska.
—Okey, ahora sí estás loca. ¿Cómo que hoy? No hemos planeado nada —contradije.
—Me extraña, ¿no eras tú la que decía que hay que improvisar? —opinó Liam, sonriendo cuando le dediqué una mirada fulminante.
—No discutan —nos sermoneó Cali— A ver, Alaska, ¿por qué dices que hoy?
—Piénsenlo de esta manera: tú y Jareth se supone que están heridos y recuperándose, ¿no? Aunque ya están mejor  —manotéo en el aire— No van a esperarse eso por hoy. Tendrán la guardia baja porque creen que nadie hará nada, no después de como salió él de allí —señaló a Jareth con el pulgar, el cual estaba sentado lejos de todos y sin hablar o moverse.
—Yo tengo una pregunta —habló Colette, la cual se había mantenido en silencio en todo este tiempo— ¿Cuándo se supone que entraré al sistema de seguridad, si hay cámaras en todos lados?
—Oh, de eso me encargo yo —sonreí.— Tengo como hacerlo sin que me vean.
—Además de intangible, ¿te vuelves invisible? —intervino Kayden.
—No, lo verás muy pronto —medio sonrió, disfrutando un poco de dejarlo en intriga.
—Pero se están olvidando de algo, ¿por dónde vamos a salir? —habló Jules.
—Estaba pensando que la forma más efectuosa de que salgamos y tengamos tiempo antes de que salgan detrás de nosotros, es hacerlo por la enfermería. Es el último lugar que revisarían. Puedo hacer un agujero y —se calló abruptamente cuando le tapé la boca.

Había escuchado pasos a unos metros de distancia, ya que había estado utilizando mis orejas de felino para tener mayor rango de audición. Uno nunca sabía cuando podía aparecer algún guardia, aunque fuese de madrugada y la mayoría estaba cabeceando por el sueño.

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Después de que el guardia, por suerte, pasara de largo por la biblioteca, hubo una votación y se decidió que se haría el escape aquella madrugada. Algo sumamente improvisado —eso, que yo era la máxima improvisadora— y que salió de la nada, pero todos estaban de acuerdo y dispuestos a lo que sea. Así que se estableció un grupo para subir a la sala Alfa y desactivar las cámaras junto con el sistema de seguridad. El resto se quedaría abajo, trabajando con la salida y pensando en cómo saldríamos.

Estos fueron: Colette, obviamente, Jules y yo. Yo me ocuparía de transformarme en ratón para morder los cables de las cámaras, Jules me subiría a las mismas mientras se ocultaba en las sombras. Y en ese tiempo, Colette desactivaría el sistema. Y tendríamos exactamente cuatro minutos para bajar a la enfermería y salir hacia nuestra libertad.

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Tratar de explicar cómo se sentía el ambiente en ese momento, con palabras coherentes, era casi imposible. Decir que la tensión y la adrenalina eran casi palpables, mucho más. Volví a mi figura humana y salí corriendo detrás de Jules y Colette —no teníamos tiempo. No había ruido más que aquel de nuestros pasos por el oscuro pasillo. Utilizaba mi instinto para poder tener visión nocturna y Jules controlaba las sombras, por lo que no tenía problemas. Colette se encontraba en el medio de ambas, así no se perdería.

Se podría decir que estuvimos ‘bien’ hasta que llegamos a los escalones. Subiendo a toda prisa se encontraban algunos guardias. Sus rostros dejaban ver que estaban más que desorientados y que aún no nos podían ver. Jules nos indicó que siguieramos adelante, por lo que tomé del brazo de Colette para hacerla intangible junto conmigo y bajé a toda prisa los escalones, atravesando a todos. Jules comenzó a controlar a todos por sus sombras, haciendo que se atacaran mutuamente y pronto el silencio fue sustituido por gritos, disparos y golpes. Vaya que era genial.

Cuando la vi bajando de reojo, dejé de mirar hacia atrás y seguí adelante junto con Colette. No sabíamos cuanto tiemo nos quedaba.

Supimos hacia donde ir al ver a un guardia salir corriendo de una habitación, con la espalda prendida en fuego. Cayó al suelo y aproveché para quitarle uno de esos palos que usaban.

—¡Apresúrate! —vociferó Colette.

Más pasos se escucharon detrás de nosotras, botas resonando contra el suelo, lo que nos indicó que ya se habían dado cuenta de lo que estaba pasando. Jules pasó por mi lado y se escabulló entre las sombras de una pared, esperando hasta que se acercaran. Yo decidí probar mi suerte y concentrarme para llenar el palo de energía. Colette comenzó a controlar todo aparato eléctrico que llegara a sentir cerca.

Todo pasaba muy rápido. Los militares llegaron y comenzaron a disparar. Una bala me rozó antes de que me volviese intangible. Atravesaba sus cuerpos y luego los golpeaba con el palo en la cabeza. Jules hacía lo suyo y Colette los electrocutaba. Me golpearon varias veces, porque perdía la concentración y volvía a ser intangible por unos segundos.

—¡Joder! —chilló una voz masculina, creo que era Kayden.

—Se nos va a acabar el tiempo...

Algo como una explosión sonó en el pasillo por el cual salió el tipo quemándose. Al parecer, los otros también estaban acorralados por los militares. Y de pronto, pasó lo que nos temíamos.

La energía volvió a la base, iluminando todo el lugar, haciéndonos cerrar los ojos por la claridad por unos segundos. Al volver a abrirlos, nos topamos con los cuerpos uniformados muertos en el suelo. Y con nadie más que Longaster y los que no habíamos matado, hechos un manojo de ira. Dos atraparon a Colette, con guantes de goma para protegerse de las descargas. Apuntaron a Jules con una escopeta. De un golpe en el estómago, me vi obligada a soltar el palo y volver a ser tangible.

—Corrección: el tiempo ya se acabó. Debo decir que me han sorprendido, no pensé que tuviesen la capacidad para llevar a cabo una misión suicida —se burló el general.

Escuché pasos a mi izquierda. Los demás estaban siendo traídos, por igual, hacia la sala en donde nos encontrábamos. Una vez que estuvimos todos allí, continuó hablando.

—¿Quién es el cabecilla de todo esto?

Silencio.

Observé a lo lejos a Cali moverse en su lugar. No obstante, reaccioné primero. Ella ya cargaba con suficientes responsabilidades.

—Yo —levanté la mirada y la fijé en Longaster.

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Cada cierto tiempo, los torturadores del demonio, hacían intentos de saber qué habilidades con detalles poseía cada uno de los primordial. Era algo rutinario, cada veinte días más o menos. Como decir, ir a un chequeo con el médico para ver como está tu salud o cuando era una persona libre y normal, e iba a la iglesia todos los domingos y a visitar a los más necesitados.

Y cada veinte días o mes que hacían eso, yo sufría ataques de pánico. Las torturas eran de las peores.

Ahora, con aquel intento fracasado de largarnos de aquí y con varios (por no decir muchos) guardias heridos y muertos por toda la base, estaba segurísima de que lo que me esperaba no era nada bueno.

No es que fuese la más fuerte, pero podía aguantar muchas cosas. Entre esas están: latigazos, choques eléctricos, imágenes traumantes, agresión física. Aunque gritara y pataleara, podía aguantar hasta cierto punto. Sin embargo, algo a lo que siempre le he tenido fobia —la mayor fobia del mundo, es a las agujas. Las jeringillas. Todo lo relacionado con instrumentos filosos. Son mi punto débil, física y psicológicamente, ya que me traen recuerdos de cuando fui obligada a recibir inyecciones de sustancias para modificar mi ADN. Mientras estaba conciente.

Caminaba delante de dos guardias hacia el salón correspondiente tratando de controlar mis emociones y de no dejar que el miedo o la ansiedad se me notase. Y de mantener la calma. Pero al abrir la puerta y observar a mi alrededor, supe que acabaría sedada en el área médica al salir de allí. Y que tendría pesadillas por un buen tiempo. Y tal vez, tendría que ir a robarme un poco de morfina del armario.

Te tienes tanta confianza, me dije, llena de sarcasmo

Longaster no se encontraba allí, pero sabía que estaba observando con esos ojos brillantes de la emoción y con una media sonrisa sádica en el rostro. Él era de esas personas que me provocaban ganas de usar mis poderes muy negativamente, solo para asegurarme del dolor en sus muertes. Oh, para ya, eso no te va a ayudar ahora mismo.

Los hombres me tomaron cada uno por un brazo, viendo que no avanzaría voluntarimente hacia la cámara de la tortura. Tal vez si imaginaba que estaba en una especie de ilusión muy real, dolería menos. Bah, ¿a quién quería engañar?

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Ya amarrada con correas de cuero en los brazos, piernas y torso —estuve a punto de soltarles si también me iban a amarrar el culo, porque no entendía para qué tantas correas—, Longaster entró a la habitación. Sus brazos estaban cruzados por detrás de su espalda y su semblante expresaba abiertamente ‘soy el dueño de todo y todos’.

—Creo que está de más decirte que mientras más rápido cooperas con nosotros, Bekker, menos vas a sufrir. ¿Cómo desactivaste el sistema de seguridad?
—Creo que está de más decirte que por más que quieras información, Longaster, no la vas a obtener de mí —repliqué con condescendencia— ¿No deberías estar en el funeral de tus soldados caídos? —alcé una ceja. Habíamos fallado, pero tampoco lo habíamos hecho patéticamente.

Su mueca sonriente decayó un poco y mi humor aumentó con consideración. Amaba tanto tomarle el pelo.

—Además —no pude detener el impulso de continuar— Ni entiendo para qué quieres saber con tanta desesperación el poder que tiene cada uno. ¿Es que sientes envidia por no ser tan genial como nosotros? ¿Y por eso nos quieres matar? —una idea se encendió en mi cabeza. Y el oscurecimiento en la cara de Longaster no me detuvo— Oh, sí, de seguro es por eso. Lo más probable es que tu ADN sea de mierda y no acepte nada de las inyecciones que el mío sí, y te sientas una basura y quieras acabar con nosotros por esa misma razón.

Me callé porque vi algo cambiar bruscamente en su rostro, algo mucho mas que enojo. Furia, la furia incontrolable que he sentido desde décadas y que me he visto obligada a suprimir. Los golpes que me habían dado los guardias me tenían un poco anestesiada, no iba a mentir. Aquel intento de escape fue agotador física y psicológicamente. Pero estaba segura, y hablaba por todos, cuando afirmaba que esto solo había sido el comienzo.

Longaster estuvo a punto de atacarme pero lo único que hizo fue rodear sus dedos en mi cuello y apretar. Lo miré sin miedo y esperé por lo que venía.

—Felicidades, Bekker —siseó— Acabas de ganarte un boleto a la peor sesión de tortura, en todo tu centerar de vida.

Y aunque no quería admitirlo, supe que tenía razón cuando me vendaron. Usarían mis peores miedos para torturarme.

—Ya que tienes la boca tan suelta y te gusta provocar con tus dichos, tendremos que corregir eso, ¿no crees?

Un grito quiso salir de mi garganta cuando sentí el filo de una navaja rozarme por la comisura del labio. Contrólate. Otra persona sujetó dos pinzas en mis hombros, y clavó agujas en mis antebrazos y muslos. Mordí mis labios para no gemir de dolor.

—Y tenemos un plan en caso de que te quieras hacer la lista y busques atravesarnos, fenómeno.

Cuando me transfirieron de bases, todo aquello estaba en mis documentos. Cómo evitar que me volviera intangible en medio de una tortura —ya que había evitado muchos dolores haciendo eso en la anterior. Habían llegado a la conclusión de provocarme tal dolor en el cuerpo que no pudiera concentrarme en cambiar mis moléculas e hacerlas intangibles. Una de esa maneras, la más efectiva, era através de choques eléctricos.

El filo de la navaja me hizo un corte a unos centímetros de mi labio superior, rápido y decidido.

—Y para que lo pienses dos veces antes de volverte una revolucionaria —continuó con el corte, pero ahora era de manera lenta y profunda. Mis ojos rodaron hacia detrás y sentí mi boca quemar, además de la sangre que se entraba en mi boca, ensuciaba mi rostro y bajaba por mi cuello. No pude evitar soltar un quejido de dolor, que sonó estrangulado. Justo cuando estuve a punto de usar mi habilidad, las cargas eléctricas me tomaron por sorpresa. Y ahí es cuando perdí todo tipo de control y conciencia sobre mí.

Sentí todo mis músculos temblar y doler como el demonio y las lágrimas correr por mi rostro. Mis gritos parecían de alguien ronco, graves, quedándose sin voz. Longaster movía el cuchillo por toda mi boca, haciendo cortes en medio del labio y bajando en diagonal hacia mi barbilla. Lo único que podía pensar era en para, para, para, para, maténme ya, para, para.

Hasta quedar inconsciente.

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Sentí una luz en mis parpados. Era muy molesta, por lo que apreté los ojos y traté de girar el rostro hacia un lado. Cuando lo intenté, mi cabeza dolió y cuando una mueca se formó en mis labios de manera inconsciente, me di cuenta de que no la sentía. Sabía que mi legua estaba allí, pero no podía abrir la boca y sacarla. Sentía un ardor y un sabor amargo en la garganta, por igual. Y me dolía todo el cuerpo.

Mis pensamientos se adormecieron abruptamente.

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La luz en mis parpados me estaba molestando de nuevo, pero esta vez era menos intensa. Así que lentamente abrí los ojos y miré a mi alrededor. Examiné la habitación en la cual me encontraba y no me tomó mucho tiempo para darme cuenta de que me encontraba en la enfermería. Además, Rita también se encontraba allí, mirándome con angustia.  

Desvié la mirada al techo y los sucesos que habían ocurrido antes de caer en la inconciencia pasaron por mi mente. Un escalofrío me cruzó toda la espina dorsal y mi pulso se aceleró al recordar el dolor de mi boca y de los choques. Casi temerosa, llevé una mano lentamente hacia mi boca. No sentía nada aún, lo más probable es que fuese anestecia.

Pasé las manos por los puntos, con cuidado y con dedos temblorosos. Conté cuatro cortes largos, sabrá Dios de cuántos puntos cada uno. No podía mover la boca aunque quisiera. Sentí como las lágrimas se acumularon en mis ojos y no sentía ganas ni fuerzas para detenerlas.  

Las manos de Rita acariciaron mi cabello al mismo tiempo que comencé a llorar en silencio.

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Según Rita, los demás se encontraban bien; no perfectamente, pero bien. Le pedí, por escrito, que no los dejara pasar. No quería que me vieran en ese estado. Ni siquiera yo misma tenía el valor para mirarme en el espejo del baño.

Me alimentaba a base de hidratación por el suero y de alguna que otra batida, con sorbete, porque al tratar de abrir la boca dolía como los mil demonios y a pesar de que mi organismo trabaja rápido con los puntos, aún no podían ser removidos. Una mañana (o eso creía, solo sé que acababa de despertar) Rita tardó en llegar. Y tenía un hambre enorme. Como prueba, mi estómago rugió tan alto que se escuchó como un gas.

Un silbido me exaltó. Abrí los ojos, en shock, al encontrar a nadie más que a Jareth de pie junto a la camilla con una bandeja en mano.

—Rita dijo que tendrías hambre, tenía razón —dijo más para sí mismo que para mí.

Tenía unas enormes ganas de preguntarles qué rayos hacía aquí y cómo había entrado, porque no escuché la perta abrirse. Pero no podía hablar —era tan frustrante.

—Te preguntas cómo entré y por qué estoy aquí, ¿verdad? —adivinó— Persuadí a Rita. Realmente la engañé, pero son detalles menores —se encogió de hombros— Pensé devolverte el favor.

Lo más probable es que mi cara esté expresando gran parte de mis pensamientos en el momento. Parpadeé y miré la batida que me estaba ofreciendo, para después tomarla, todavía sin saber cómo reaccionar ante todo esto. Me olvidé de tomar y continué mirándolo.

—Tomatela, la necesitas —la empujó hacia mis labios. Lo vi quedarse mirando los cortes por varios segundos y me alivió en extremo no ver aquella expresión de pena en su rostro. Odiaba que las personas sintieran lástima por mí.

Con el pulgar y el índice giró un poco mi rostro, para examinar el resto de los cortes.

—Eres muy fuerte, ¿sabes?

Le di un apretón de manos a forma de agradecimiento. Y en mi cabeza, confirmé aquello sobre Jareth: en verdad era un misterio. En ese momento escuché pasos acercarse velozmente hacia la habitación y escuché las voces de Rita y Alaska gritándose. La puerta se abrió y Cali entró junto con ellas, sonriendo al verme despierta. Pero no pasé por alto la extraña emoción que cruzó por su rostro al ver a Jareth allí, aunque se desvaneciera tan rápido como apareció.

—¡Dijiste que nadie tenía permitido entrar! —reclamó la rubia de Alaska, cruzándose de brazos.
—Porque así era —replicó la señora.
—Uy si, por eso está él aquí, ¿no? —señaló al pelimarrón.
—Vine sin permiso, rubia —rodó los ojos.
—Oh Dios, Mary, ¿cómo te sientes? —preguntó Cali, ignorando a ambos y acercándose a la camilla.

Dejé de tomar de la batida y tomé el cuaderno en el que escribía para comunicarme.

‘Mejor. Es frustrante no poder hablar, ugh. Pero estoy bien.’

Se rió y comenzó a comentar sobre lo mal que se sintió cuando tomé la carga de todo.

Tranquila, lo hice porque quise. Y no fue tan malo, porque pude descubrir algo’ escribí. Traté de sonreír, pero dolió, así que solo esperé que comprendiera la satisfacción en mi mirada.

No diría qué, puesto que estaba dispuesta a mantener mi otra habilidad como un secreto por mucho más tiempo. Sin embargo, comenzaba a darme cuenta de cómo había surgido. Podía trasmitir energía eléctrica a objetos. Y el día anterior, mientras me encontraba agonizando por las agujas perforando mi piel (añadieron dos por cada cierto tiempo), me dí cuenta de que eso me dolía más que las descargas. Las descargas me hacían temblar y no se sentía como dolor puro (como la navaja), sino dolor rebosante (como cuando te das una llenura de comida y no se puede más). Eso había comenzado a sentirlo ya cuando estaba perdiendo la conciencia. Y pensé que tal vez, solo tal vez, mi cuerpo se había adaptado para absorver energía además de trasmitirla. Era lógico, ¿de dónde iba a sacar la que ponía en las bolas de felpa, si no de mi propio organismo?

Debía agradecerle a Longaster por hacerme descubrir eso.


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Mensaje por indigo. Dom 01 Mar 2015, 5:30 pm

QUÉ CAPÍTULO EMS, QUÉ CAPÍTULO Primordials. - Página 6 2785603980
Lo he amado. Prometo dejar los comentarios que debo la semana que viene.
indigo.
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Mensaje por khaleesi. Jue 05 Mar 2015, 6:47 am

ME ESTÁS JODIENDO ACÁ TAMBIÉN. Primordials. - Página 6 2632422674 
Me hace acordar a mili cuando se queja de que se le juntan las colectivas. Primordials. - Página 6 1407456114 por suerte tengo algo. Primordials. - Página 6 1407456114 
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Mensaje por pixie. Jue 05 Mar 2015, 7:46 am

ay tengo que leer :dogefeels.
sorry

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Mensaje por indigo. Sáb 07 Mar 2015, 6:21 am

Penny Lane y Ems comento vuestros capítulos entre hoy y mañana. Lo prometo muack
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Mensaje por indigo. Mar 10 Mar 2015, 5:26 am

Aquí están los comentarios que os debía. Siento haber tardado, pero antes no tenía tiempo y cuando se me juntan varios aparece mi vagueria. Espero no tardar tanto tiempo la próxima vez en comentar vuestros hermosos capítulos Primordials. - Página 6 1477071114

penny lane:
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Mensaje por hange. Mar 10 Mar 2015, 2:02 pm

Que bella, que hermosa, Kate, muchísimas gracias muack yo estoy trabajando en sus comentarios, porque me pasó que se me juntaron como 4 de 4 colectivas Primordials. - Página 6 1313521601 pero en eso estoy :3

GRACIAS MUJER muack Primordials. - Página 6 4242539333
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