totally spies.

AYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY, está precioso, divino, me encantó, hay esta chica rebelde, que cosa. Bueno, ya nos vamos a la secundaria oh yeah. Bbys, en esta semana y la otra publico mi capítulo.

Era la quinta vez en la semana en que papá me llamaba a su oficina.

Aburrido.

Paré mi entrenamiento exhaustivo del día. Tomé mi celular y los audífonos. Corrí por los pasillos mientras el personal me saludaba como siempre, cohibidos. Siempre son así, sospecho que cavilan sobre el día en que una altanera, y malhumorada, Ludmila aparezca y los mande a volar a todos. Todo porque papá es el director de TSC, hay veces en que quiero hacerlo, pero la risa me gana y sólo hago el ridículo.

Juro que lo intenté algunas veces (hasta empujé a un empleado para que parezca más real), pero simplemente me causa gracia las caras de miedo y estallo en carcajadas mientras los guardias me persiguen. Al llegar a mi habitación, me quito la ropa y llego la bañera de mi cuarto y paso una relajante media hora de baño. Las duchas me calmaban y me daban sueño, porque, cuando yo solía intentar realizar mis travesuras la emoción se plantaba en mi cuerpo y es como cafeína, me quedo caminando por las paredes hasta altas horas en la noche.

Entré a la habitación dónde papá me miraba, serio, como siempre.

—Hola Travis. —Lo saludé. Sí, no pienso decirle “Hola papá”.

—Annie.

Bueno, con mi papá no solemos tener muy buena relación. Y menos en situaciones que nos miran terceros, sí, Mauro Smith, el técnico de informática y mi mejor amigo estaba sentado en unos de los sillones color negro del office. Nadie en el mundo puede saber si tenemos una relación compañera con mi padre, frente a los demás necesito tratarlo con formalismos y respecto. Patético. Absurdo. Estúpido. Banal. Bueno, ya entendieron.

— ¿Sucede algo por lo que amerite tener a Mauro, acá? —me senté en otro de los sillones saludándolo con la mirada mientras que mi amigo tenía cara de miedo. Pero Travis negó con la cabeza y sin decir más lo despachó, luego me miró acusatoriamente.

—Sales con él.

Abrí mis ojos al tope.

¿Qué? ¿¡QUÉ!? ¿Enserio? ¿Mauro? ¡Papáaaaaa!

Estaba por protestar pero abrieron la puerta y me senté enojada. Era Briana y Celeste entrando juntas con caras de asustadas, parecían perros con sus colas entre sus patas. Siempre es así cuando se trata de papá.

Aclaré mi garganta y puse los pies en el apoyabrazos del cuerpo negro. Las saludé con la cabeza, ¿por qué había tanta tensión? Ah sí, salgo con Mauro. He aquí el director más famoso de empresas de espías siendo un completo estúpido como padre.

—John Jeremy Travis Sandler Royce, creo que puedes comenzar a hablar con las chicas y… —Frankie entró por la puerta con una mirada de disculpa.

—Lo siento director.

Le estaba por decirle a la rubia que no se preocupara, que estaba bien. No había que tenerle tanto respeto a mi papá, porque vamos, era él.

Me pregunto qué pasaría si lo digo en voz alta...

Pero por desgracia Abby entró a la sala y bueno, tuve que callarme, demasiadas personas y me molestaban. No es que mis amigas me molesten sólo es que puedo ceñirme segura para hacer o decir cosas como esas, pero con menos... presencia.

El problema de que a pesar de estar las seis, faltaba, bueno Danielle. Papá odia que ella falte, ya sabes, la líder. Así que opté por hostigarle con preguntas de mucha concentración mientras alguna de mis amigas llamaba a Dani, pobre bastarda, me debes una.


Para cuando nuestra hermosa líder, sarcasmo, llegó y soberbió a mi padre (lo cual y reí), el hombrecito que me dio la vida nos contó sobre lo que haríamos, tendríamos una misión juntas, todas. Sería genial. Iríamos a Abbott Hills, o algo así, sólo espero poder desarrollar mis facultades en paz, es decir, tener notal sobresalientes en cada materia.

¿Soy presumida? No, sólo me gusta refregarle en la cara al flamante director del TSC que su hija tiene notas excepcionales.
Como decía, esta secundaria en la que estaremos nos haremos pasar por alumnas y eso, tendríamos actividades extracurriculares y cosas así. Espero no conseguir una amiga nueva, eso sería muy malo para el negocio.

En fin, teníamos que volver a nuestros cuartos porque mañana teníamos que hacer todo y la verdad era que había una parte de mí que no se quería ir, acá podía jugar con los empleados, entrenar y nadie me miraba intimidadoramente. Pero afuera era una persona más, normal, común, corriente y sin esencia. Bueno, pero ese era el papel perfecto y a veces me gusta sentirme como en las obras de Shakespeare, al estilo Hamlet.

Cuando me levanté en la mañana suspiré y rodeé en la cama, no pretendía levantarme. No podía irme, no, no, no. Pero la estúpida alarma de los mil demonios me obligó a sacar mi cuerpecito de mi colchón y la verdad es que mis huesos dolían y sentía que podían romperse si los estiraba. Se notaba a kilómetros, dormí peor de lo que planeaba.

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