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Sólo un impulso [Joe y tu] TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 1 de 11. • 1, 2, 3 ... 9, 10, 11
Sólo un impulso [Joe y tu] TERMINADA
Nombre: Sólo un impulso.
Autor: Lori Borrill
Adaptación: Si.
Genero: Romántica y Hot.
Advertencias: Tiene algunas partes un poco Hot
Otras paginas: Creo que no.
Hola chicas, mi nombre es Daiana y esta es la primer adaptacion que subo. Espero que les guste!
Sinopsis:
Siguiendo un impulso, el sexy magnate Joseph Jonas se embarca en un viaje por carretera desde Memphis a Nueva York, pero una avería lo deja atrapado en un pequeño pueblo de Tennesse. Por suerte, Joe encuentra una forma de pasar el tiempo de la mejor manera posible gracias a la seductora reportera local ____ Bristol.
¿La sigo?
Autor: Lori Borrill
Adaptación: Si.
Genero: Romántica y Hot.
Advertencias: Tiene algunas partes un poco Hot
Otras paginas: Creo que no.
Hola chicas, mi nombre es Daiana y esta es la primer adaptacion que subo. Espero que les guste!
Sinopsis:
Siguiendo un impulso, el sexy magnate Joseph Jonas se embarca en un viaje por carretera desde Memphis a Nueva York, pero una avería lo deja atrapado en un pequeño pueblo de Tennesse. Por suerte, Joe encuentra una forma de pasar el tiempo de la mejor manera posible gracias a la seductora reportera local ____ Bristol.
¿La sigo?
Última edición por Daai.Jonas.McGinty ~ el Miér 14 Mar 2012, 11:48 am, editado 1 vez
Daai.Jonas.Lovato
Re: Sólo un impulso [Joe y tu] TERMINADA
Bienvenida! :D
Capitulo 1:
En opinión de Joseph Jonas, sólo había tres cosas en la vida que había que saborear lentamente: el suculento sabor de unas buenas costillas de Kentucky, el suave ardor de un buen baso de whisky escocés y la piel suave de una mujer hermosa. Todo lo demás, pensó mientras pisaba el acelerador de su nuevo Lamborghini Murciélago, era mejor disfrutarlo a gran velocidad.
Cerró las manos alrededor del suave volante de piel, el pulso se le aceleró a la vez que el motor al meter la sexta marcha. Para cualquier conductor que se dirigiese al este por la I-40, aquel deportivo negro podría parecer un espejismo, una sombra que se desvanecería antes incluso de que el conductor se diera cuenta de que Joe había pasado por allí. Le encantaban aquellos tramos de carretera como el que iba de Memphis a Nashville, en los que el tráfico era escaso y las colinas y curvas suponían un desafío para el conductor. Al fin y al cabo, cualquier podía poner el coche a ciento cuarenta por las llanuras de Utah. Sólo la gente como Joe, con los nervios capaces de soportar la velocidad y el dinero necesario para comprarla, podía hacerlo también en el valle de Tennesse.
En sus labios apareció una sonrisa al girar el volante en una pronunciada curva, su nuevo juguete estaba cumpliendo todas las promesas que le había hecho el vendedor; claro que más le valía después de haberle costado más de un cuarto de millón de dólares. No era el primer Lamborghini que tenía, pero sí el más nuevo. Estaba tan bien equipado que Drake había preferido que no se lo llevaran a Nueva York y trasladarlo él mismo desde Memphis. Le parecía un crimen meter en un lento camión una máquina hecha para la velocidad. Además, como propietario y editor jefe de Alta velocidad, una revista dedicada a todas las cosas rápidas de la vida, no le iría mal hacer personalmente un estudio de mercado.
Ésa era al menos la excusa que había dado en la oficina. La verdadera razón era que necesitaba hacer aquel viaje.
Joe no sabía decir exactamente cuándo había ocurrido, pero en algún momento durante los últimos seis meses, su motor había empezado a resoplar. Lo había invadido una extraña inquietud, la sensación de que algo no iba bien, que tenía que haber algo más ahí fuera, aunque no sabía qué era ni dónde encontrarlo.
Ya le había ocurrido una vez y lo que había hecho entonces había sido seguir su instinto, había agarrado el dinero que le correspondía del rancho que su familia tenía en Austin, Texas, y se había marchado a Nueva York, donde había puesto en marcha Alta velocidad. Lo había hecho impulsado por el instinto y la necesidad, aun sin comprenderlo muy bien. Y había acabado millonario, además de inmensamente feliz.
Desde entonces, Joe siempre hacía caso a su instinto y esa vez le había dicho que fuera a buscar el Lamborghini y pasara algún tiempo en la carretera. Así pues, se había subido a su coche y había pisado el acelerador, dispuesto a aceptar todo lo que le deparara la carretera.
Acababa de pasar Nashville cuando le llamó la atención un cartel que anunciaba el circuito de carreras de Dahlia. El nombre le hizo recordar un viejo lugar venido a menos que acababan de renovar. Podría ser un buen artículo para la revista. Si no era así, al menos podría parar en el pueblo para comer algo.
Comprobó la velocidad a la que iba y tardó demasiado en decidirse a aminorarla un poco o esperar a la siguiente salida. Tomó el desvío demasiado rápido y prácticamente voló.
Tomó aire y frenó, el metal raspó contra el asfalto. Joe soltó un improperio mientras luchaba con el volante para no salirse de la carretera, que parecía moverse bajo las ruedas. El chirrido de los neumáticos y el humo lo envolvió; había perdido el control. Cada vez que conseguía dar una curva, aparecía otra que tenía que tomar, aferrándose al volante y con la adrenalina disparada.
Pero era demasiado tarde, la carretera había desaparecido.
Capitulo 1:
En opinión de Joseph Jonas, sólo había tres cosas en la vida que había que saborear lentamente: el suculento sabor de unas buenas costillas de Kentucky, el suave ardor de un buen baso de whisky escocés y la piel suave de una mujer hermosa. Todo lo demás, pensó mientras pisaba el acelerador de su nuevo Lamborghini Murciélago, era mejor disfrutarlo a gran velocidad.
Cerró las manos alrededor del suave volante de piel, el pulso se le aceleró a la vez que el motor al meter la sexta marcha. Para cualquier conductor que se dirigiese al este por la I-40, aquel deportivo negro podría parecer un espejismo, una sombra que se desvanecería antes incluso de que el conductor se diera cuenta de que Joe había pasado por allí. Le encantaban aquellos tramos de carretera como el que iba de Memphis a Nashville, en los que el tráfico era escaso y las colinas y curvas suponían un desafío para el conductor. Al fin y al cabo, cualquier podía poner el coche a ciento cuarenta por las llanuras de Utah. Sólo la gente como Joe, con los nervios capaces de soportar la velocidad y el dinero necesario para comprarla, podía hacerlo también en el valle de Tennesse.
En sus labios apareció una sonrisa al girar el volante en una pronunciada curva, su nuevo juguete estaba cumpliendo todas las promesas que le había hecho el vendedor; claro que más le valía después de haberle costado más de un cuarto de millón de dólares. No era el primer Lamborghini que tenía, pero sí el más nuevo. Estaba tan bien equipado que Drake había preferido que no se lo llevaran a Nueva York y trasladarlo él mismo desde Memphis. Le parecía un crimen meter en un lento camión una máquina hecha para la velocidad. Además, como propietario y editor jefe de Alta velocidad, una revista dedicada a todas las cosas rápidas de la vida, no le iría mal hacer personalmente un estudio de mercado.
Ésa era al menos la excusa que había dado en la oficina. La verdadera razón era que necesitaba hacer aquel viaje.
Joe no sabía decir exactamente cuándo había ocurrido, pero en algún momento durante los últimos seis meses, su motor había empezado a resoplar. Lo había invadido una extraña inquietud, la sensación de que algo no iba bien, que tenía que haber algo más ahí fuera, aunque no sabía qué era ni dónde encontrarlo.
Ya le había ocurrido una vez y lo que había hecho entonces había sido seguir su instinto, había agarrado el dinero que le correspondía del rancho que su familia tenía en Austin, Texas, y se había marchado a Nueva York, donde había puesto en marcha Alta velocidad. Lo había hecho impulsado por el instinto y la necesidad, aun sin comprenderlo muy bien. Y había acabado millonario, además de inmensamente feliz.
Desde entonces, Joe siempre hacía caso a su instinto y esa vez le había dicho que fuera a buscar el Lamborghini y pasara algún tiempo en la carretera. Así pues, se había subido a su coche y había pisado el acelerador, dispuesto a aceptar todo lo que le deparara la carretera.
Acababa de pasar Nashville cuando le llamó la atención un cartel que anunciaba el circuito de carreras de Dahlia. El nombre le hizo recordar un viejo lugar venido a menos que acababan de renovar. Podría ser un buen artículo para la revista. Si no era así, al menos podría parar en el pueblo para comer algo.
Comprobó la velocidad a la que iba y tardó demasiado en decidirse a aminorarla un poco o esperar a la siguiente salida. Tomó el desvío demasiado rápido y prácticamente voló.
Tomó aire y frenó, el metal raspó contra el asfalto. Joe soltó un improperio mientras luchaba con el volante para no salirse de la carretera, que parecía moverse bajo las ruedas. El chirrido de los neumáticos y el humo lo envolvió; había perdido el control. Cada vez que conseguía dar una curva, aparecía otra que tenía que tomar, aferrándose al volante y con la adrenalina disparada.
Pero era demasiado tarde, la carretera había desaparecido.
Daai.Jonas.Lovato
Re: Sólo un impulso [Joe y tu] TERMINADA
Jazz_princess_jonas escribió:nueva lectora
me encanta
seguila!!!:D
Bienvenida! :D
Daai.Jonas.Lovato
Re: Sólo un impulso [Joe y tu] TERMINADA
andreita escribió:nueva lectora
esta suepr
siguela
Bienvenida!
Más tarde el segundo cap! (:
Daai.Jonas.Lovato
Re: Sólo un impulso [Joe y tu] TERMINADA
CAPITULO 2:
Un trago de Jack Daniels y una noche de sexo apasionado con un hombre guapo y viril. _____ Bristol había llegado a la conclusión de que sólo esas dos cosas podrían hacer desaparecer su tristeza.
Pero no tenía a mano ninguna de las dos.
Probablemente era bueno. El alcohol sólo haría que al día siguiente estuviera mareada y más deprimida. ¿Y el hombre? En un pueblo como Dahlia no había mucho donde elegir.
Ésa era la razón número 437 por la que no había tenido previsto seguir allí a los veinticinco años de edad.
Se suponía que la universidad la alejaría de Dahlia. Saldría de allí con una licenciatura de periodismo bajo el brazo y se iría a conocer el país. Quizá incluso el mundo. Sin embargo, lo único que había conocido había sido aquel viejo tramo de autopista entre Nashville y su casa, menos de cincuenta kilómetros de un paisaje que conocía tan bien que podría pintarlo con precisión fotográfica.
Apretó hasta el fondo el acelerador de la vieja camioneta de su padre para alcanzar un mínimo de velocidad y así poder adelantar a un camión cisterna que se dirigía al este por la I-40. Aquel invierno se le había estropeado la transmisión de su Firebird y, como no tenía dinero para arreglarlo, ahora se veía obligada a utilizar el único vehículo en funcionamiento del que disponían su madre y ella, la enorme ranchera roja de su padre, una vieja reliquia que apenas alcanzaba los cien kilómetros por hora cuesta abajo. ____ no se quejaba. No tenía ninguna prisa por llegar a casa y dar la noticia de que su último intento por salvar el hogar de la familia había fracasado.
Al señor Mayfield, un inversor que había dicho tener cierto interés en convertirse en socio del pequeño hotel Bristol House, no le había gustado el informe económico de _____. Aquélla era la última alternativa, por lo que ya no les quedaba nada excepto desesperación.
Una desesperación que habría aguantado mucho mejor con un buen trago de Jack Daniels.
O con un hombre. Dios, ____ ya ni siquiera recordaba cuándo había tenido un orgasmo con alguien que no fuera ella misma.
Dejó que su mente siguiera divagando mientras abandonaba la I-40 y se dirigía hacia el pueblo. Unas manos cálidas que acariciaran sus pechos, unos labios húmedos en sus muslos, músculos firmes en sus manos. Daría cualquier cosa por sentir esa excitación, ese dulce dolor entre las piernas, el olor a sexo en sus sábanas.
Estaba tan inmersa en aquellos pensamientos que ni siquiera vio las marcas de frenazos en el asfalto hasta que estuvo encima, un derrape hacia la izquierda y luego otro aún más brusco a la derecha. Bajó la velocidad instintivamente y siguió las marcas con la mirada hasta que la condujeron al arcén; había cuatro surcos sobre la hierba húmeda.
Pisó el freno y paró la camioneta en el arcén para examinar el terreno a pie. Los surcos la llevaron hasta un coche que, gracias a un verdadero milagro, había acabado encajado entre dos enormes robles.
Detrás del vehículo había un hombre alto y viril, parecido al de su fantasía.
Parecía más enfadado que herido. _____ le gritó y, al acercarse, vio dos ardientes ojos avellana que se alegraron de verla.
Quizá hubiera encontrado su hombre guapo y viril. ¿Y el trago de Jack Daniels? Seguramente a aquel atractivo desconocido también le iría bien.
Nos leemos mañana chicas! :hi:
Un trago de Jack Daniels y una noche de sexo apasionado con un hombre guapo y viril. _____ Bristol había llegado a la conclusión de que sólo esas dos cosas podrían hacer desaparecer su tristeza.
Pero no tenía a mano ninguna de las dos.
Probablemente era bueno. El alcohol sólo haría que al día siguiente estuviera mareada y más deprimida. ¿Y el hombre? En un pueblo como Dahlia no había mucho donde elegir.
Ésa era la razón número 437 por la que no había tenido previsto seguir allí a los veinticinco años de edad.
Se suponía que la universidad la alejaría de Dahlia. Saldría de allí con una licenciatura de periodismo bajo el brazo y se iría a conocer el país. Quizá incluso el mundo. Sin embargo, lo único que había conocido había sido aquel viejo tramo de autopista entre Nashville y su casa, menos de cincuenta kilómetros de un paisaje que conocía tan bien que podría pintarlo con precisión fotográfica.
Apretó hasta el fondo el acelerador de la vieja camioneta de su padre para alcanzar un mínimo de velocidad y así poder adelantar a un camión cisterna que se dirigía al este por la I-40. Aquel invierno se le había estropeado la transmisión de su Firebird y, como no tenía dinero para arreglarlo, ahora se veía obligada a utilizar el único vehículo en funcionamiento del que disponían su madre y ella, la enorme ranchera roja de su padre, una vieja reliquia que apenas alcanzaba los cien kilómetros por hora cuesta abajo. ____ no se quejaba. No tenía ninguna prisa por llegar a casa y dar la noticia de que su último intento por salvar el hogar de la familia había fracasado.
Al señor Mayfield, un inversor que había dicho tener cierto interés en convertirse en socio del pequeño hotel Bristol House, no le había gustado el informe económico de _____. Aquélla era la última alternativa, por lo que ya no les quedaba nada excepto desesperación.
Una desesperación que habría aguantado mucho mejor con un buen trago de Jack Daniels.
O con un hombre. Dios, ____ ya ni siquiera recordaba cuándo había tenido un orgasmo con alguien que no fuera ella misma.
Dejó que su mente siguiera divagando mientras abandonaba la I-40 y se dirigía hacia el pueblo. Unas manos cálidas que acariciaran sus pechos, unos labios húmedos en sus muslos, músculos firmes en sus manos. Daría cualquier cosa por sentir esa excitación, ese dulce dolor entre las piernas, el olor a sexo en sus sábanas.
Estaba tan inmersa en aquellos pensamientos que ni siquiera vio las marcas de frenazos en el asfalto hasta que estuvo encima, un derrape hacia la izquierda y luego otro aún más brusco a la derecha. Bajó la velocidad instintivamente y siguió las marcas con la mirada hasta que la condujeron al arcén; había cuatro surcos sobre la hierba húmeda.
Pisó el freno y paró la camioneta en el arcén para examinar el terreno a pie. Los surcos la llevaron hasta un coche que, gracias a un verdadero milagro, había acabado encajado entre dos enormes robles.
Detrás del vehículo había un hombre alto y viril, parecido al de su fantasía.
Parecía más enfadado que herido. _____ le gritó y, al acercarse, vio dos ardientes ojos avellana que se alegraron de verla.
Quizá hubiera encontrado su hombre guapo y viril. ¿Y el trago de Jack Daniels? Seguramente a aquel atractivo desconocido también le iría bien.
Nos leemos mañana chicas! :hi:
Daai.Jonas.Lovato
Re: Sólo un impulso [Joe y tu] TERMINADA
Gracias pitirri16 por comentar! Acá les dejo el cap de hoy :)
CAPITULO 3:
Joe estaba allí de pie, confundido y sorprendido de no estar muerto. Fue entonces cuando oyó aquella voz sureña y, al levantar la vista, se encontró con una seductora belleza que se dirigía hacia él.
Quizá sí estaba muerto y aquello era el cielo. Si era así, le iba a costar mucho llorar su propia muerte. Ningún hombre podría quejarse de ir a pasar la eternidad con alguien que tenía ese aspecto.
Casi sin esfuerzo, la mujer bajó la pendiente como si no llevara una falda estrechísima y tacones altos. Tenía el pelo rojizo y recogido, pero se le habían soltado varios mechones que brillaban con el sol como lazos de seda cobriza. Tenía la piel clara y unos profundos ojos verdes que le daban una imagen muy sexy, exactamente como le gustaban a Joe las mujeres. Mientras observaba su figura, vio unas cuantas cosas más que le gustaron.
Sí, señor, si aquello era el cielo, iba a disfrutar mucho del comité de bienvenida.
–¿Hay alguien herido? –le preguntó ella, ya cerca de él.
Joe parpadeó, había olvidado que hubiera algún motivo por el que hacer aquella pregunta. Entonces recordó el accidente y el juguete nuevo que había dejado estrujado entre dos árboles.
–No, no.
Ella observó el coche.
–Diez centímetros más a la derecha y no estaría ahí de pie. Esos Lamborghinis son muy rápidos, pero no tan seguros –se puso las manos en las caderas y valoró la situación–. ¿Hay alguien más en el coche?
Joe negó con la cabeza, aquella impresionante mujer lo había dejado sin habla con su resuelta actitud. Aunque iba vestida de punta en blanco no parecía preocuparle tener los tacones hundidos en el barro. Tampoco parecía sorprendida por la presencia de Joe, la situación, ni el deportivo de doscientos cincuenta mil dólares encajado entre los dos árboles.
Y luego estaba esa belleza a la que Joe aún no se había acostumbrado. Al principio le había parecido que tenía los ojos verdes, pero ahora veía que tenía unos reflejos azules y que el color cambiaba con la luz como en una piedra preciosa. Tenía un lunar en el pómulo que le daba un aspecto exótico, pero el acento con el que hablaba hacía pensar que había crecido muy cerca de allí.
La encontraba tan fascinante que podría haberse quedado horas mirándola, pero entonces ella le tendió una mano y dijo:
–_____ Bristol.
Él parpadeó dos veces antes de ofrecerle la suya.
–Joseph Jonas. Eh… gracias por parar.
“Muy bien”.
Ella lo miró con curiosidad durante un breve instante.
–Sígame. Lo llevaré a Dahlia y de camino, llamaremos a Tater para que envíe una grúa a recoger su coche.
Joe enarcó una ceja.
–¿Tater?
Ella sonrió, lo que la hizo aún más hermosa.
–En realidad se llama Winston, pero llámele Tater si quiere seguir teniendo esa nariz tan bonita.
Aquel cumplido le arrancó una sonrisa e hizo que echara mano de su encanto texano.
–De acuerdo –dijo, llevándose la mano a un imaginario sombrero de vaquero que hacía años que no se ponía.
Ella se echó a reír y comenzó a subir la pendiente.
–¿A qué velocidad exactamente intentaba tomar esas curvas? A juzgar por la marca de los neumáticos, calculo que a más de ciento veinte. Es demasiado incluso para un Lamborghini.
La última vez que había mirado la velocidad, era de ciento veinticinco, pensó Joe, sorprendido de que supiera tanto de coches. De pronto se dio cuenta.
–____ Bristol –dijo–. ¿Tiene algo que ver con Jimmy?
La sonrisa desapareció de su rostro.
–Era mi padre.
Joe recordó al famoso corredor de carreras que había tenido la reputación de conducir casi tan deprisa como vivía. Había muerto hacía unos años, aunque había vivido más de lo que muchos habían esperado. Jimmy Bristol no había tenido miedo a nada ni a nadie y gracias a eso había batido varios récords de velocidad.
Claro que también se había roto unos cuantos huesos.
Pero no parecía que ____ tuviera demasiadas ganas de hablar de su padre. La vio apretar los labios y darse la vuelta para subir la pendiente que conducía a la carretera con la misma tranquilidad y elegancia con la que la había bajado.
Mientras la seguía, Joe se preguntó si el día seguiría haciéndose más y más interesante.
CAPITULO 3:
Joe estaba allí de pie, confundido y sorprendido de no estar muerto. Fue entonces cuando oyó aquella voz sureña y, al levantar la vista, se encontró con una seductora belleza que se dirigía hacia él.
Quizá sí estaba muerto y aquello era el cielo. Si era así, le iba a costar mucho llorar su propia muerte. Ningún hombre podría quejarse de ir a pasar la eternidad con alguien que tenía ese aspecto.
Casi sin esfuerzo, la mujer bajó la pendiente como si no llevara una falda estrechísima y tacones altos. Tenía el pelo rojizo y recogido, pero se le habían soltado varios mechones que brillaban con el sol como lazos de seda cobriza. Tenía la piel clara y unos profundos ojos verdes que le daban una imagen muy sexy, exactamente como le gustaban a Joe las mujeres. Mientras observaba su figura, vio unas cuantas cosas más que le gustaron.
Sí, señor, si aquello era el cielo, iba a disfrutar mucho del comité de bienvenida.
–¿Hay alguien herido? –le preguntó ella, ya cerca de él.
Joe parpadeó, había olvidado que hubiera algún motivo por el que hacer aquella pregunta. Entonces recordó el accidente y el juguete nuevo que había dejado estrujado entre dos árboles.
–No, no.
Ella observó el coche.
–Diez centímetros más a la derecha y no estaría ahí de pie. Esos Lamborghinis son muy rápidos, pero no tan seguros –se puso las manos en las caderas y valoró la situación–. ¿Hay alguien más en el coche?
Joe negó con la cabeza, aquella impresionante mujer lo había dejado sin habla con su resuelta actitud. Aunque iba vestida de punta en blanco no parecía preocuparle tener los tacones hundidos en el barro. Tampoco parecía sorprendida por la presencia de Joe, la situación, ni el deportivo de doscientos cincuenta mil dólares encajado entre los dos árboles.
Y luego estaba esa belleza a la que Joe aún no se había acostumbrado. Al principio le había parecido que tenía los ojos verdes, pero ahora veía que tenía unos reflejos azules y que el color cambiaba con la luz como en una piedra preciosa. Tenía un lunar en el pómulo que le daba un aspecto exótico, pero el acento con el que hablaba hacía pensar que había crecido muy cerca de allí.
La encontraba tan fascinante que podría haberse quedado horas mirándola, pero entonces ella le tendió una mano y dijo:
–_____ Bristol.
Él parpadeó dos veces antes de ofrecerle la suya.
–Joseph Jonas. Eh… gracias por parar.
“Muy bien”.
Ella lo miró con curiosidad durante un breve instante.
–Sígame. Lo llevaré a Dahlia y de camino, llamaremos a Tater para que envíe una grúa a recoger su coche.
Joe enarcó una ceja.
–¿Tater?
Ella sonrió, lo que la hizo aún más hermosa.
–En realidad se llama Winston, pero llámele Tater si quiere seguir teniendo esa nariz tan bonita.
Aquel cumplido le arrancó una sonrisa e hizo que echara mano de su encanto texano.
–De acuerdo –dijo, llevándose la mano a un imaginario sombrero de vaquero que hacía años que no se ponía.
Ella se echó a reír y comenzó a subir la pendiente.
–¿A qué velocidad exactamente intentaba tomar esas curvas? A juzgar por la marca de los neumáticos, calculo que a más de ciento veinte. Es demasiado incluso para un Lamborghini.
La última vez que había mirado la velocidad, era de ciento veinticinco, pensó Joe, sorprendido de que supiera tanto de coches. De pronto se dio cuenta.
–____ Bristol –dijo–. ¿Tiene algo que ver con Jimmy?
La sonrisa desapareció de su rostro.
–Era mi padre.
Joe recordó al famoso corredor de carreras que había tenido la reputación de conducir casi tan deprisa como vivía. Había muerto hacía unos años, aunque había vivido más de lo que muchos habían esperado. Jimmy Bristol no había tenido miedo a nada ni a nadie y gracias a eso había batido varios récords de velocidad.
Claro que también se había roto unos cuantos huesos.
Pero no parecía que ____ tuviera demasiadas ganas de hablar de su padre. La vio apretar los labios y darse la vuelta para subir la pendiente que conducía a la carretera con la misma tranquilidad y elegancia con la que la había bajado.
Mientras la seguía, Joe se preguntó si el día seguiría haciéndose más y más interesante.
Última edición por Daai.Jonas.McGinty ~ el Jue 16 Feb 2012, 3:26 pm, editado 1 vez
Daai.Jonas.Lovato
Re: Sólo un impulso [Joe y tu] TERMINADA
Gracias chicas por comentar. Acá el cap de hoy! (:
CAPITULO 4:
–Usted es el dueño de la revista Alta velocidad.
_____ sintió cierto alivio cuando por fin consiguió identificar el nombre y recordar dónde había visto antes a Joe. Llevaba dándole vueltas desde que se había presentado y ahora se sentía un poco tonta de no haberse dado cuenta antes.
Todas las mujeres del mundo de las carreras habían oído hablar de Joseph Jonas. Por el amor de Dios, si incluso la revista People lo había elegido el hombre más sexy del mundo en la categoría de empresario más sexy.
“Y estaba mirándote como si fuera a devorarte”.
_____ se mordió el labio para no sonreír. El ajustado traje que había elegido aquella mañana no había impresionado al señor Mayfield, pero sí que había llamado la atención de un guapísimo millonario.
Quizá el día no resultara ser tan malo.
–¿Conoce la revista? –preguntó Joe.
–Soy la hija de Jimmy Bristol y crecí en Dahlia, ¿usted qué cree?
Él soltó una risa profunda y sincera. Y a ____ le gusto.
–¿Iba a Dahlia por trabajo? –le preguntó ella.
–Quizá.
Mientras ____ conducía hacia el pueblo, él le contó sus planes, que consistían en no tener planes, y los acontecimientos que lo habían llevado hasta donde lo había encontrado ella.
–Supongo que me quedaré en el pueblo mientras decido qué hacer con él coche y cómo volver a casa –dijo y entonces se llevó la mano al bolsillo con gesto ausente–. Maldita sea, no me di cuenta de buscar el móvil. Seguramente se me cayera en el coche.
_____ sacó el suyo y se lo ofreció.
–Puede utilizar el mío.
–No se preocupe. Lo recuperaré en cuanto su amigo con nombre de variedad de patata remolque el coche hasta el pueblo.
Él le guiñó un ojo y sonrió de tal modo que la hizo reír. Dios, ¿cuánto tiempo hacía que no se reía de verdad? No había vuelto a hacerlo desde la muerte de Jimmy, cuando su madre y ella habían descubierto cómo habían podido permitirse vivir con tanto lujo.
En cualquier caso, sentaba bien reírse, aunque sólo fuera un poco… igual que sentaba bien desear a aquel guapo vaquero.
Antes de encontrarse con Joe, había estado imaginando un apasionado encuentro con un hombre guapo y sexy, pero Joseph Jonas sobrepasaba cualquier fantasía. Al pensar en cómo acariciaría el cuerpo de su supuesto amante, no había imaginado un cuerpo tan delicioso y excitante como el que ahora estaba sentado junto a ella en el coche. Se reprendió mentalmente por no haber puesto el listón más alto. Se suponía que los hombres de verdad no estaban a la altura de las fantasías de una mujer excitada, pero aquel guapísimo desconocido con su sensual acento texano lo había conseguido.
Y ella estaría encantada de cambiar la fantasía por la realidad si era con él.
–¿Está seguro? –le preguntó, aún con el teléfono en la mano–. ¿No tiene que avisar a su esposa o a su novia para que no se preocupe?
De acuerdo, había sido tan sutil como un buque de guerra, pero no le importaba. Tal y como le iba la vida, no pensaba fingir que era una muchachita tímida.
–No tengo ninguna de las dos cosas –dijo él con una mirada que hacía pensar que se alegraba de que ella hubiera sacado el tema.
Esbozó una sonrisa que hizo aparecer en sus mejillas dos hoyuelos que a ____ le encantaría acariciar con la lengua.
–¿Y usted? –preguntó él.
–No, yo tampoco tengo esposa ni novia.
Él soltó una sonora carcajada.
–¿Y el equivalente en hombre? –corrigió.
–No, ahora mismo no hay nada de eso.
Después de eso se hizo un largo silencio durante el que el aire se cargó de chispas. Él no se había movido y, sin embargo, ____ tenía la sensación de tenerlo más cerca; sus muslos estaban a sólo unos centímetros de ella y eso le hizo sentir un calor que se extendió entre sus piernas. Entonces él apoyó un tobillo sobre la rodilla contraria y extendió el brazo sobre el respaldo del asiento central. Ahora tenía la mano tan cerca de ella que podría acariciarle el hombro. _____ tuvo que hacer un esfuerzo para no inclinar la cara hasta rozarle los dedos con la mejilla.
O para no parar allí mismo y hacerlo suyo en el arcén de la carretera.
Dios, había estado excitada antes incluso de encontrarse con él y ahora el ambiente estaba cargado de feromonas y su cuerpo echaba humo.
–Interesante –murmuró él, como si hubiera estado pensando lo mismo que ella–. Supongo que tendré que buscar un lugar donde pasar la noche. Me imagino que habrá algún hotel en el pueblo, ¿no?
______ agarró el volante con fuerza y trató de parecer relajada.
–Puedo ofrecerle algo mejor que eso.
CAPITULO 4:
–Usted es el dueño de la revista Alta velocidad.
_____ sintió cierto alivio cuando por fin consiguió identificar el nombre y recordar dónde había visto antes a Joe. Llevaba dándole vueltas desde que se había presentado y ahora se sentía un poco tonta de no haberse dado cuenta antes.
Todas las mujeres del mundo de las carreras habían oído hablar de Joseph Jonas. Por el amor de Dios, si incluso la revista People lo había elegido el hombre más sexy del mundo en la categoría de empresario más sexy.
“Y estaba mirándote como si fuera a devorarte”.
_____ se mordió el labio para no sonreír. El ajustado traje que había elegido aquella mañana no había impresionado al señor Mayfield, pero sí que había llamado la atención de un guapísimo millonario.
Quizá el día no resultara ser tan malo.
–¿Conoce la revista? –preguntó Joe.
–Soy la hija de Jimmy Bristol y crecí en Dahlia, ¿usted qué cree?
Él soltó una risa profunda y sincera. Y a ____ le gusto.
–¿Iba a Dahlia por trabajo? –le preguntó ella.
–Quizá.
Mientras ____ conducía hacia el pueblo, él le contó sus planes, que consistían en no tener planes, y los acontecimientos que lo habían llevado hasta donde lo había encontrado ella.
–Supongo que me quedaré en el pueblo mientras decido qué hacer con él coche y cómo volver a casa –dijo y entonces se llevó la mano al bolsillo con gesto ausente–. Maldita sea, no me di cuenta de buscar el móvil. Seguramente se me cayera en el coche.
_____ sacó el suyo y se lo ofreció.
–Puede utilizar el mío.
–No se preocupe. Lo recuperaré en cuanto su amigo con nombre de variedad de patata remolque el coche hasta el pueblo.
Él le guiñó un ojo y sonrió de tal modo que la hizo reír. Dios, ¿cuánto tiempo hacía que no se reía de verdad? No había vuelto a hacerlo desde la muerte de Jimmy, cuando su madre y ella habían descubierto cómo habían podido permitirse vivir con tanto lujo.
En cualquier caso, sentaba bien reírse, aunque sólo fuera un poco… igual que sentaba bien desear a aquel guapo vaquero.
Antes de encontrarse con Joe, había estado imaginando un apasionado encuentro con un hombre guapo y sexy, pero Joseph Jonas sobrepasaba cualquier fantasía. Al pensar en cómo acariciaría el cuerpo de su supuesto amante, no había imaginado un cuerpo tan delicioso y excitante como el que ahora estaba sentado junto a ella en el coche. Se reprendió mentalmente por no haber puesto el listón más alto. Se suponía que los hombres de verdad no estaban a la altura de las fantasías de una mujer excitada, pero aquel guapísimo desconocido con su sensual acento texano lo había conseguido.
Y ella estaría encantada de cambiar la fantasía por la realidad si era con él.
–¿Está seguro? –le preguntó, aún con el teléfono en la mano–. ¿No tiene que avisar a su esposa o a su novia para que no se preocupe?
De acuerdo, había sido tan sutil como un buque de guerra, pero no le importaba. Tal y como le iba la vida, no pensaba fingir que era una muchachita tímida.
–No tengo ninguna de las dos cosas –dijo él con una mirada que hacía pensar que se alegraba de que ella hubiera sacado el tema.
Esbozó una sonrisa que hizo aparecer en sus mejillas dos hoyuelos que a ____ le encantaría acariciar con la lengua.
–¿Y usted? –preguntó él.
–No, yo tampoco tengo esposa ni novia.
Él soltó una sonora carcajada.
–¿Y el equivalente en hombre? –corrigió.
–No, ahora mismo no hay nada de eso.
Después de eso se hizo un largo silencio durante el que el aire se cargó de chispas. Él no se había movido y, sin embargo, ____ tenía la sensación de tenerlo más cerca; sus muslos estaban a sólo unos centímetros de ella y eso le hizo sentir un calor que se extendió entre sus piernas. Entonces él apoyó un tobillo sobre la rodilla contraria y extendió el brazo sobre el respaldo del asiento central. Ahora tenía la mano tan cerca de ella que podría acariciarle el hombro. _____ tuvo que hacer un esfuerzo para no inclinar la cara hasta rozarle los dedos con la mejilla.
O para no parar allí mismo y hacerlo suyo en el arcén de la carretera.
Dios, había estado excitada antes incluso de encontrarse con él y ahora el ambiente estaba cargado de feromonas y su cuerpo echaba humo.
–Interesante –murmuró él, como si hubiera estado pensando lo mismo que ella–. Supongo que tendré que buscar un lugar donde pasar la noche. Me imagino que habrá algún hotel en el pueblo, ¿no?
______ agarró el volante con fuerza y trató de parecer relajada.
–Puedo ofrecerle algo mejor que eso.
Daai.Jonas.Lovato
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