The Dark Night {N.C.

Llegué pasada la medianoche a la mansión y allí en la entrada Kurt ya se hallaba en mi espera. Odiaba profundamente cuando se ponía en el plan protector. Entiendo que se preocupará por mí pero sé cuidarme sola. Tengo mas de 2000 años de edad y es tiempo de que me dejé tomar mis propias decisiones para hacer lo que quisiese.

—¿Otra vez?¿de verdad? —mascullé molesta.

—Son más de las doce, Lyon. ¡Dijiste que volverías a las once! —replicó elevando la voz, cosa que me producía mucha furia. Nunca dejaba que nadie me gritará.

—¡Déjame en paz! Me retrase una hora pero le avisé a Ellie que lo haría. —respondí tratando de controlar mis impulsos. En cualquier momento olvidaría que fuimos pareja por más de un siglo y lo atacaría sin importarme nada. ¿Quién se cree para controlarme cuando hacía treinta años que terminamos?.

Me alejé de él y me dirigí a mi alcoba ignorando sus llamados a mi espalda. Necesitaba descansar mi mente. Sin saber porqué, mi mirada se perdió en el brillo y resplandor de la luna. Los recuerdos que intenté reprimir hacía mucho tiempo comenzaron a nublar mis pensamientos. Recordé a mis hermanos, mi madre y mi padre. Perdí todo por un maldito al que creía amar. Siempre había estado al tanto de que escondía algo pero nunca pensé que fuera un vampiro. Contaba con tan sólo veinte años, ¿qué se suponía que debía pensar? Muchas veces Elijah me previno de su verdadera condición pero al estar enamorada de él o tomarlo como broma, nunca fui capaz de creerlo. Si me preguntan hoy en día si me arrepiento de algo, hay muchas cosas que me gustaría revertir. Antes era alguien enamoradiza e inocente, creyendo que todos los seres que habitaban la tierra eran buenos pero después de lo sucedido con Elijah, ya no confiaba en nadie. Al ser mordida tuve que abandonar a mi familia, huyendo de casa y dejándoles como explicación una breve nota que cada vez que rememoró, produce que la herida de mi corazón sangré más y más, sin importar que tantos años hayan sucedido desde tal.

Dos golpes en la puerta me regresaron al hoy provocando que mis recuerdos regresen a su lugar; el rincón más profundo de mi mente donde los mantenía a salvo de todo y todos, únicamente estando presentes para mí, cuando deseaba recordar como fue mi vida en un pasado.

—Kurt si eres tú, te pediré que te vayas. No tengo ánimos para pelear. —murmuré suavemente. En estos momentos, no deseaba tener nuevamente una disputa con él por ningún motivo.

—Soy Ellie. Debemos hablar sobre algo muy importante. —se oyó la voz de una mujer adulta.

Me coloqué de pie y abrí la puerta. Dejé un espacio para permitirle el paso y ella ingresó a la habitación. Su rostro se veía serio y se lo notaba tenso.

—¿Qué sucede? —pregunté confusa. Por algún motivo desconocido, mi estómago comenzó a revolverse.

Ella me miró velozmente y luego negó con la cabeza como debatiéndose internamente entre hablar o no hacerlo.

—Debes hacer algo muy importante por el bien de nuestra especie.. —anunció y comenzó a relatarme lo que deseaba que hiciera.


Miraba mi reflejo en el espejo. Aún continuaba muy visible el rasguño en mi mejilla derecha. Observé mis manos, ambas se hallaban callosas y ásperas. ¡Dios! Esto de salir por las noches a alimentarme era realmente agotador.

—Harry. —oí como me llamaba mi hermano mayor mientras golpeaba animadamente la puerta del tocador.

—¡Ya salgo! Deja de molestar Timmy.. —respondí al instante.

Suspire y quité el cerrojo de está. No tenía sentido que continuará encerrado allí si al fin y al cabo, la herida sanaría pronto. Acomode con una de mis manos mis cabellos castaños despeinados, atravesándolos con mis dedos para brindarles un mejor aspecto. Sin más abandoné el cuarto y rápidamente fue ocupado por Sam, uno de mis hermanos menores, que aprovechando un descuido por parte de Timmy, se le adelantó e ingresó a la habitación de baño.

—¡Eres un perro, Harry! —gruñó éste. — Era mi turno de entrar, te esperé por más de dos horas.

—Te haz distraído. —respondí encogiendome de hombros.— Deberías estar más atento. —reí abiertamente dejando expuestos mis oyuelos. Mi hermano sólo me miro de mala forma y pasó junto a mí, chocando fuertemente su hombro con el mío. Muchas veces, él parecía ser menor por la manera de expresarse o actuar.

Descendí a la planta baja de la casa. Clyde se hallaba situado en su silla mientras que Misty lo hacía a un costado izquierdo de él. Todavía no habían tocado su desayuno debido a que siempre esperaban a que todos nos encontremos en la mesa para comenzar a degustar la deliciosa comida que día tras día era preparada por Sunshine, hija de Clyde y Misty.

—¿A qué hora volviste? —intentó averiguar la mujer cuando tomé asiento en mi respectivo lugar.

—He vuelto con Kyle. No debes preocuparte. —respondí brevemente. No era mi madre por lo cuál no me sentía en la obligación de darle ningún tipo de explicación.

—Sólo me preocupó por ti. Eres como mi hijo, Harry.

—Como es la palabra que lo define. Tengo la edad suficiente como para cuidar de mí mismo. Preocupate por Sam y Leonard. Son jóvenes aún y necesitan un guía que les diga como actuar y les expliqué los límites entre nuestra tierra y la de nuestros vecinos —comenté.

—¿Qué quieres decir? —habló por primera vez Clyde mirandome inquisitivamente.

—Anoche casi cruzan al territorio prohíbido.

—¿Cómo? ¡No debes permitir que eso suceda nuevamente! Los del otro lado están esperando que pongamos un pie en sus tierras para acabar con nosotros, uno por uno. —gritó el hombre.

—No te confundas, yo no soy su niñera. Tú debes guiarlos como haz hecho con cada uno de nosotros. No los cuidaré ni veré por ellos. —señalé mi rostro.— Esto fue por prevenir a los idiotas, pero anoche fue la primera y última vez que lo haré. —finalicé ignorando la manera en qué me miraba.

En eso la puerta principal fue azotada y Seth ingresó por ésta. Se veía cansado y triste. Desde la muerte de Lisbeth hace un año, la actitud del moreno es rara. No se comunica con nadie y solamente se la pasa aislado de todos. Es muy distinto al Seth que una vez fue.

—¿Dónde estuviste? —se apresuró a preguntar Sunshine preocupada. Era más que obvio que la chica estaba enamorada de él.

—Chace ha muerto. Fue asesinado hace dos noches. —susurró ignorando la pregunta anterior que le había sido hecha.

Chace muerto. ¡Demonios! No puede ser cierto. Todo estaba mal. Hemos perdido ya a tres hermanos. Primero Logan, luego Michael y ahora mi mejor amigo. Un sentimiento de venganza recorrió mi cuerpo mientras la sangre que corría por mis venas, hervía fervientemente. ¡Malditos fueran los vampiros! Una por una pagarían todas las que nos han hecho. Vengaríamos a los hermanos que nos fueron arrebatados bajo las garras de estos pálidos seres sedientos de sangre.

Mi mirada llena de rencor se posó en Clyde. Yo sabía que era hora hora de actuar pero esperaba que me confirmarán cuando hacerlo. Éste me asintió con la cabeza, concediendome su permiso. Una de pie, caminé en dirección al perchero y tomé entre mis manos una chaqueta de cuero que me coloqué al igual que unas gafas oscuras que protegían mis ojos del sol. Le eché un último vistazo al que fue mi hogar los pasados ocho años y al cuál no podría retornar hasta haber finalizado mi misión. Caminé alejándome de allí. Recordé mientras continuaba mi caminata, la noche anterior cuando Clyde habló conmigo haciéndome saber quién era mi objetivo y dónde se hallaba en estos momentos. Era una vampiresa y mi misión era asesinarla. Sé que será difícil pero no me daré por vencido. Cumpliré con lo que me han encomendado. No me importa el porqué debo hacerlo, ¿acaso debería intentar averiguar el motivo de esto cuando los de su raza, acaban con mi familia? No, claro que no.

—Te encontraré y acabaré contigo, Lyon Thegrance. —juré en voz alta con la mirada en dirección al cielo, haciendo a su vez una promesa internamente de también vengar con su muerte a los míos. 

No se equivoquen, no soy un hombre-lobo, soy sólo un lobo con sed de venganza.