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"Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
BUENO CHICAS AQUI LES DEJO LA MARATON QUE LES HABIA PROMETIDO DESDE HACE MUCHO TIEMPO jijijiji
:D yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
Por cierto chicas en un cap de la maraton hay uno muuuy interesante :¬w¬: :twisted:
MARATON
1/8
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Capitulo 33
Entrenamientos
Entrenamientos
Nicole estaba desayunando en la cocina del Cuartel. Ninguna de las chicas estaba por ahí, y Lola estaba comprando cosas en el pueblo con Pancho. Demi se había ido a Dallas para ver algo sobre su titulación y sobre invitaciones para el gran baile. Kevin estaba atendiendo a los nuevos huéspedes, y sobre todo, a la rubia pechugona que acaba de llegar. Y ella, sola, en la cocina. Bien podría haber estado desayunado ese satisfactorio alimento que Joe había prometido, pero después de su pequeña discusión, se había cambiado, alistado y llegado al Cuartel en menos de media hora. Ni siquiera se molestó en ver si Joe estaba por ahí cuando había salido. Y el día no había mejorado.
Estaba furiosa, su camioneta se había negado a encender a la primera, la secadora que se había descompuesto, su cabello se había revelado ese día y encima, su pantalón favorito se le había roto el cierre, y…
Nicole suspiró. Dejó la cuchara aún lado de su plato. ¿A quien quería engañar? La secadora habría funcionado si no la hubiera estado prendiendo y pagando cada cinco segundos. Su pelo se había revelado porque se lo había cepillado con tanta fuerza que era un milagro que no se hubiese quedado calva. El cierre del pantalón se había roto porque ella lo había abierto con fuerza. Y su camioneta, bueno, ella sólo había conspirado con lo demás.
Había pensado que Joe la dejaría hablar, y en su lugar, le había gritado como si hubiera cometido un asesinato o algo por el estilo. Él le había pedido confianza, y aunque tenía muchas cosas escondidas, no quería mentirle más.
¿Y que se había ganado? Desayunar sola, en el cuartel, y una pelea con Joe.
No le había dicho nada a Kevin. Ella quería a Demi en esos momentos. Ella, siendo mujer, la comprendería mejor, pero había elegido ese justo momento para irse a Dallas. Aunque Kevin era una buena opción, la Barbie Malibú que había aparecido lo había encantado. Ese chico acabaría mal.
― ¿No te gustó el desayuno?
La voz de Kevin la trajo de vuelta a la realidad. Estaba recargado en el muro de la cocina, con un brazo alzado y el otro, a la cadera. ¿Por qué no se podía enamorar de él? ¿O de Alex? En vez de eso había acabado total y estúpidamente enamorada del cabezota, gruñón y antipático de Joe. Le dio una media sonrisa a Kevin.
― No es eso, sólo estaba pensando en cosas.
Kevin se acercó a su mesa, y se sentó a su lado.
― ¿Y que hizo Joe ahora?
Nicole tuvo que sonreír, aunque era una sonrisa de tristeza.
― ¿Tan obvio es?
Kevin puso una pose de sabio, imitando la pose de la escultura “El pensador”.
― Para alguien como yo que puede leer las expresiones mejor que nadie claro ― Extendió las manos, y le quitó un mechón de su cara ― O quizás porque tu cara es un espejo de emociones. Pensé que las cosas se habían aclarado ayer, pero al parecer ustedes dos son como perros y gatos, el día y la noche, el agua y el aceite, el hielo y…
Nicole hizo un mohín ante el sarcasmo de Kevin.
― Ya capté tu mensaje.
― Bueno, pero eso es lo que hace fantástico la relación. No has oído esa ley física que dice “polos opuestos se atraen”.
Nicole se lo quedó mirando atónita.
― ¿Quieres comparar mi vida emocional con una tonta ley científica? ― le dio un fuerte golpe en el brazo.
― No es tonta ― contestó Kevin mientras acariciaba su brazo golpeado ― Y es la verdad. Eso es lo que da ánimo a una relación. Claro que también deben de tener cosas en común, pero el tener diferencias es lo que mantiene viva la chispa de la relación.
Nicole lo miró seriamente.
― Sabes, no eres tan mala consejera. Le podrías quitar el puesto a Oprah.
― Graciosita. ― Pero por dentro Kevin se alegraba de que ella estuviera participando en las bromas ― ¿Y me vas a contar que pasó?
Hablar era algo que Nicole no estaba acostumbrada a hacer, pero al parecer había desarrollado esa costumbre de unas semanas a la fecha. Si no era Demi, pero era Kevin. Y en cierta forma, sabía que él entendería.
― Le conté a Joe sobre lo de Blackshadow.
Kevin levantó de un golpe, dejando caer el asiento y mirándola boquiabierto.
― ¿Qué hiciste que? ¡Estás loca! ― Se puso las manos en el cuello ―. Soy hombre muerto.
Nicole quería tomar uno de los sartenes que colgaban en la cocina, y darle en la cabeza a Kevin por haberla espantado, y después por decirle loca. Pero encontró una mejor manera. Volvió a tomar la cuchara y movió lentamente los cereales que ya estaban aguando.
― Técnicamente eres un hombre castrado ― Tuvo que morderse los labios por dentro al ver como Kevin se llevaba sus manos a cierta parte de su anatomía que estaba apunto de perder ― Por lo que puedo ver, eres un muy buen amigo de Joe, ya que lo conoces lo suficiente como para saber que castigo te impondría.
Kevin levantó la silla que había dejado caer, y se sentó en ella.
― ¿Y porque crees que no quería que se enterara?
― Ese es mi punto. No quería mentirle ― confesó Nicole mirando fijamente su plato, pero sin verlo realmente.
Dejó la cuchara a un lado del plato, y colocó los codos en la mesa para apoyar su cara en sus manos.
― Pero podríamos haber esperado un tiempo. Un par de años. Algo así. ― Kevin dejó salir un enorme suspiro. ― Y por tu cara, entenderé que no le hizo ninguna gracia. ― Nicole negó con la cabeza. Kevin decidió cambiar de tema. La pobre no lo estaba pasando nada bien ― Bueno, eso quiere decir que tendré cuidado por donde piso. Quizás ponga bombas en algún lugar, o cortará los frenos de mi camioneta, envenenará mi comida… ― Kevin observó el perfil de Nicole. No se reía de sus bromas. Por lo visto, las cosas en verdad habían ido mal ― Ánimo gatita, las cosas no son tan malas.
― Eso dilo por ti.
― ¿Tan mal fue? ― Kevin no podía explicar la razón, pero presentía que había más detrás del enfado de Nicole.
― No es sólo eso Kevin, ― Cambió de posición para recargarse en el respaldo de la silla, apoyando su cabeza en ella, y cerrando los ojos, su voz ahora cambio de sobresaltada a desolada ― Él no entendió el mensaje. Lo enfrenté diciendo que bien podría haber seguido con el plan que teníamos, y no haberle dicho nada, pero no quiero mentiras, ya no más. Él dijo que confiaba en mí, y yo quería devolver el mismo gesto.
― Puedes tomar mi hombro y llorar en él.
Nicole lo miró a los ojos. Por alguna razón, su visión estaba borrosa, pero ella no…
― No voy a llorar ― contestó firmemente, estaba harta de ello.
― Pues parece como si lo fueras a hacer.
Nicole desvió la mirada. Sólo ayer él le había dicho que confiaba en ella, y que prácticamente querían comenzar algo nuevo. Borrón y cuenta nueva.
― Es sólo que… Él me había pedido que fuera sincera. ― Nicole alzó las manos porque no podía estar quieta ― Y ahí voy yo, y le cuento, y mira como salí parada. No soy una tonta, como él piensa, y mucho menos que no valoro mi vida. Si tuviera la menor duda de que no podría con el caballo, no me acercaría y se lo dejaría a los demás. ― Volvió a mirar a Kevin ― Pero tú me has visto con Blackshadow, y yo misma sé que puedo. Encima, tú aceptaste ayudarme, y sé que lo haces, porque estas seguro de mí. Si tuvieras dudas, jamás habrías accedido a mi petición. ¿Verdad? Tú confías en mí, Y en cambio Joe…
Ahora las cosas se estaban esclareciendo para Kevin. Él le había dicho que confiaba en ella, pero con lo que había pasado, ella ahora sentía que sólo habían sido palabras. A la primera prueba, él la había defraudado.
Tomó las manos de Nicole, que revoloteaban por todos lados, y las descansó sobre la mesa.
― Joe confía en ti. Lo hace. Quizás se dejó llevar por el momento, y dijo algo que tú malinterpretaste. No lo tomes así.
― ¿Y cómo quieres que lo tome? ― arrancó sus manos de entre las de Kevin y se giró para enfrentarlo ― ¿Y sabes que es lo más tonto?
― ¿Qué?
― Que me habría gustado mucho que hubiese sido Joe quien hubiese entrenado conmigo. ― esa vez, habló desde el fondo de su corazón.
― Nikky… ― el sonido del timbre empezó a sonar. Alguien estaba en recepción ― Maldición, están llamando. ― Se levantó y le dio un beso en la frente a Nicole.
― Kevin ― Éste se dio la vuelta, y esperó ― ¿Te importa si espero en el establo? Quiero caminar un poco.
― Vale, pero no lo saques sin que yo esté.
― ¿De qué hablas? ― Nicole trató de animarse pero la broma había salido tan fingida.
― No te hagas. Lo pido por favor.
― Está bien.
Lavó los trastos de su desayuno, y se fue hacia el primer establo, donde estaba Blackshadow. Lo encontró en la misma posición de siempre, escondido entre las sombras. Y al igual que siempre, el debió notar su presencia porque se levantó para acercarse a ella.
― Hola guapo. ― El animal empezó a hacer relinches de alegría paseándose por la pequeña cuadra, Nicole sonrió. Al menos él estaba feliz de verla. ― Sí, estoy aquí. Ven, déjame saludarte. ― Blackshadow se fue acercando, y al contrario que otras veces que se pensaba en acercarse, esta vez caminó directamente hacia ella, pasa sacar su cabeza fuera de los barrotes.
Nicole se acercó y lo tocó primero, suavemente, deslizando su mano por su cabeza espesa, y después recorrió su crin, para apartar su fleco tipo Jared Leto. Al hacer la comparación, sonrió para sí misma. Richard se moriría de la indignación si supiera que había comparado a uno de sus ídolos con un caballo. Se acercó un poco más, pero un ligero olor se penetró en su nariz.
― Oye, te hace falta un baño. ― El caballo sacudió su cabeza lanzando un bufido, como si en verdad hubiera entendido el comentario de Nicole ― Perdón por no venirte a visitar tan seguido. Me gustaría decir que tu día ha sido mejor que el mío, pero lo dudo. ― Miró a su alrededor ― Encerrado entre estas paredes. Necesitas luz de sol. Si te portas bien, vas a poder salir conmigo.
Hizo una pausa para mirarlo con detenimiento. Si ya que estaba hablando con un caballo, que más daba seguir.
― ¿Y mi día? Bueno, he tenido mejores. Joe ha regresado a ser el gruñón de siempre. Y eso que ésta mañana todo había sido tan mágico, y después, la magia se acabó. El no entiende que los tres tenemos tantas cosas en común. ― Le había dicho a Kevin que no iba llorar, pero a veces, el sentimiento era más grande que ella. Dejó que la primera lágrima corriera por sus mejillas ― Escondidos en oscuridad, donde nadie nos nota, y nos hará daño, confiando sólo en nuestro instinto de supervivencia, sacados por diferentes circunstancias de nuestros hogares, ― con cada palabra un asalto de recuerdos llegaba a ella, empañando cada vez más su vista. Algunas veces recordar el pasado era tan doloroso, pensó. Blackshadow se empezó a lanzar mugidos, pero ella lo calmó susurrándole palabras y después siguió con su monólogo. ― Aunque él tiene personas en las cuales confiar, muchas, pero no sé da cuenta. Tiene a su padre, a sus hermanos, todos ellos, y a toda la gente de Angels Ranch, pero ¿y tú y yo? ¿A quienes tenemos? Tú, desde luego, me tienes a mí. Y yo, bueno, desde luego, tengo a Paul, ― Blackshadow restregó su hocico contra la cara de Nicole haciéndola reír entre sus sollozos ― Vale, te tengo a ti. Mmm... Tengo a las chicas, y…
― Me tienes a mí.
Nicole se quedó petrificada. Sintió un escalofrío recorrer su espina vertebral desde el cóccix hasta la base del cuello. No tenía siquiera las fuerzas para darse la vuelta y verlo.
No lo había oído acercarse, aunque eso parecía ser lo habitual entre ellos. Blackshadow había sentido su presencia, y por eso se había puesto impaciente, pero ella no le había prestado atención. Siguió acariciando al equino, sin decir nada.
Por su parte, Joe sabía que se había comportado exageradamente en la mañana, pero cuando había imaginado a Nicole encima del caballo, miles de cosas se le habían venido a la cabeza. Y ahora, la veía acariciando al animal, como si nada. Deseo poder tener las muletas en ese momento, y darse con ella un gran golpe. El silencio de Nicole no hacía sino ver que en verdad había cometido un gran error. Tenía que compensarla.
― Me tienes a mí. Antes que todos ellos, me tienes a mí. Sé que a veces soy un cabrón, y que te hago pasar malos momentos, pero me tienes a mí. ― avanzó un poco, esperando a que Nicole dijera algo, pero siguió manteniéndose callada. ― Sé que tienes a mi padre, a Ariana, a Elizabeth, a todos ellos, pero quiero que pienses que también me tienes a mí. Además, quiero que sepas que la razón por la que no me gusta para nada la idea de que te subas a él, es porque me pone los pelos de punta que te pase algo. Yo no sé que haría si te llegase a pasar algo. ― Caminó hasta quedar detrás de ella, pero Nicole no daba señales de vida. ― ¿Podrías por lo menos mirarme y decirme que soy un idiota?
La mano de Nicole dejó de acariciar la suavidad del crin de Blackshadow, sólo se podía ver los hombros caídos de ella, y todo lo demás, estaba escondido detrás de su mata pelirroja de cabello. El animal, al desprenderse de Nicole, se puso en alerta, relinchando, mostrando que no le gustaba para nada la presencia de Joe.
― Blackshadow, quieto… quieto, tranquilo.
Siguiendo las órdenes de Nicole, el animal se tranquilizó un poco, y se fue a la esquina de la cuadra, pero sin dejar de mirarlos.
Nicole se dio la vuelta para mirar a Joe, y alzando su rostro lentamente, él pudo contemplar un rostro cubierto de lágrimas.
Joe jamás se había sentido un ser despreciable como hasta ahora. ¿Por qué siempre la hacía sufrir? Acortó la distancia que había entre los dos, alzando ambas manos para tomar entre ellas su rostro, y con los pulgares, limpió el camino que esas lágrimas seguían.
― Odio verte llorar, pero odio más saber que yo soy el responsable de que estés así. Siento mucho lo de esta mañana.
Nicole negó con la cabeza. El muy tonto… ella no lloraba sobre eso. Iba a explicarle pero Joe tapó con dedo sus labios.
― Aún no acabo. Te escuché hablar con Kevin.
― ¿Es un hábito tuyo el escuchar las conversaciones ajenas? ― reprendió Nicole.
― Esta no era ajena, también me inmiscuye a mi. Y quiero aclarar un par de cosas. No te considero una tonta ni una boba, por querer subirte al caballo. Confío en ti, lo hago, aunque mi actuación de esta mañana demuestre lo contrario. Pero no eran sólo palabras. ― Con su mano izquierda tomó una mano de Nicole y la colocó sobre su corazón ― Yo soy el animal, por meter tanto la pata. Además, agradezco mucho que me hayas compartido tus planes maquiavélicos, que aún sabiendo que no serían de mi agrado, te enfrentaste a mí.
― No fue nada fácil.
― Querrás decir que yo no lo hice fácil.
― ¿Qué tanto oíste de la conversación con Kevin?
― Lo suficiente como para decirte que aunque no pueda montar un caballo en estos momentos, será un placer y honor ayudarte a entrenar. Pero antes… ¿Me perdonas?
Nicole sonrió. No una gran sonrisa deslumbrante, pero al menos salía desde el fondo de su corazón.
― Esto te saldrá muy caro.
Joe sonrió y descendió su rostro para poder besarla. Se alegraba tanto de poder tenerla entre sus brazos, de poder besarla.
― Contaba con ello. Creo que el que necesita entrenamiento soy yo. No sé nada de relaciones. Estoy un poco oxidado en estás cosas.
― Y yo que te hacía todo un casanova.
― Ese es Kevin. Los demás nos mantenemos al margen. Él sólo arrasa con todas las mujeres del planeta.
― ¿Yo que? ― la voz de Kevin resonó por todo el establo. Fue caminado hacia ellos sonrientemente. Acompañando a su atuendo normal de camisa de manga larga a cuadros, y vaqueros de mezclilla, llevaba su clásico Stetson combinado con su camisa. ¿Es que acaso tenía un armario lleno de puros sombreros? Siguió caminando ― Me alegra ver que las cosas se han arreg… ¿Te ha hecho llorar?— gritó Kevin al ver la cara roja de Nicole, para después mirar a Joe, y darle un reverendo golpe en la cabeza ― ¿Ves estúpido, lo que haces con tus ataques?
Joe se acarició donde Kevin lo había golpeado, porque había sido un golpe, no un roce leve.
― Tú no me provoques, que habías conspirado en esto. ― se defendió Joe.
Nicole por su parte, se limpió el camino de lágrimas que tenía, y se acomodó su blusa.
Tuvo que reír de los dos hombres peleando como chiquitos.
Kevin estaba con una mano en el cinturón.
― Pero yo la iba a hacer feliz, en cambio tú… ― caminó hacia ella, y la tomó de los hombros ― Ven gatita, que este bruto sólo te hace pasar malos ratos.
― Oye, déjala…
Kevin alzó la mano pidiendo silencio.
― Dado que Nicole no tiene un hombre que la defienda…
― Yo estoy para eso ― contestó indignado Joe.
― Déjame terminar. Iba a decir que dado que Nikky no tiene un hombre que la defienda de ti, ― dijo enfatizando la última palabra ― Me haré cargo de ello. Su virtud está en juego.
― No pensaba castrarte, pero ahora, estoy mas que tentado.
― No le hagas caso gatita, vamos a empezar.
Se dieron la vuelta para ir a una de las casillas donde estaba todo el material para trabar con caballos, riendas, cepillos, monturas, sogas de distintos tamaños, arneses, en fin. Una multitud de cosas. Mientras esperaban a que Joe los siguiera, Nicole le susurró a Kevin.
― ¿Estas disfrutando esto, verdad?
Kevin sonrió de oreja a oreja, deslumbrándola con su blanca sonrisa.
― Como no lo imaginas. ― Tomó una pieza de metal, que sabía era la que los caballos llevaban dentro del hocico unido a un tipo de collar de cuero, y unas riendas. ― Empezaremos con la brida, que comprende el bocado, el collar o cabezada y las riendas…
Joe se quedó mirándolo seriamente.
― ¿Pero estás loco o qué? ¿Cómo vas a empezar con eso? Eso es para un jinete experto. Tiene que empezar por lo básico ― Fue por una correaducho mas larga que la que tenía Kevin, y que sólo tenía un pequeño anillo ― Por el ronzal.
― ¿Seguro?
― Yo soy el que se mantiene en los establos. Claro que estoy seguro ― refutó colérico Joe. Kevin se estaba pasando.
― Yo nací en este lugar. ― Le devolvió Kevin.
― Pero yo soy el que ha dado estas clases millones de veces. Y se comienza por el ronzal. ― contestó alzando una vez más las cuerdas que tenía entre sus manos.
― Pues yo también he dado esta clase, y dado que Nicole ya tiene experiencia, podemos empezar por la brida. ― Y alzó ahora su pieza.
Nicole se paró entre ambos
― Y yo estoy harta de ustedes dos. Dame eso. ― Le quitó a Joe el ronzal y a Kevin la brida ― Y ahora, quítense del camino.
Kevin la detuvo, tomándola del brazo.
― Espera. Hay que sacar la montura ― y ya estaba caminado para tomar la silla de montar, pero el alarido de Joe lo detuvo.
― ¿Es que has perdido el juicio Kevin? Todavía no puede montar al caballo.
Kevin cruzó sus musculosos brazos sobre su ancho pecho, adoptando una pose de enfado e irritación.
― Bueno, pues si no te gusta como enseño, hazlo tú.
― Creo que eso haré. Si Nicole entrena contigo, no llegará viva a casa hoy. Anda vete a hacer papeleo.
― Si, si, si. Como quieras ― Kevin caminó hacia Nicole y se inclinó para darle un beso en la mejilla de despedida. Habló muy bajo, para que ella sólo pudiera oírlo ― Disfruta la lección gatita.
Kevin salió del establo, y nadie se percató de la sonrisa de satisfacción que iluminaba su cara, y así, se fue silbando hacia el cuartel.
Estaba furiosa, su camioneta se había negado a encender a la primera, la secadora que se había descompuesto, su cabello se había revelado ese día y encima, su pantalón favorito se le había roto el cierre, y…
Nicole suspiró. Dejó la cuchara aún lado de su plato. ¿A quien quería engañar? La secadora habría funcionado si no la hubiera estado prendiendo y pagando cada cinco segundos. Su pelo se había revelado porque se lo había cepillado con tanta fuerza que era un milagro que no se hubiese quedado calva. El cierre del pantalón se había roto porque ella lo había abierto con fuerza. Y su camioneta, bueno, ella sólo había conspirado con lo demás.
Había pensado que Joe la dejaría hablar, y en su lugar, le había gritado como si hubiera cometido un asesinato o algo por el estilo. Él le había pedido confianza, y aunque tenía muchas cosas escondidas, no quería mentirle más.
¿Y que se había ganado? Desayunar sola, en el cuartel, y una pelea con Joe.
No le había dicho nada a Kevin. Ella quería a Demi en esos momentos. Ella, siendo mujer, la comprendería mejor, pero había elegido ese justo momento para irse a Dallas. Aunque Kevin era una buena opción, la Barbie Malibú que había aparecido lo había encantado. Ese chico acabaría mal.
― ¿No te gustó el desayuno?
La voz de Kevin la trajo de vuelta a la realidad. Estaba recargado en el muro de la cocina, con un brazo alzado y el otro, a la cadera. ¿Por qué no se podía enamorar de él? ¿O de Alex? En vez de eso había acabado total y estúpidamente enamorada del cabezota, gruñón y antipático de Joe. Le dio una media sonrisa a Kevin.
― No es eso, sólo estaba pensando en cosas.
Kevin se acercó a su mesa, y se sentó a su lado.
― ¿Y que hizo Joe ahora?
Nicole tuvo que sonreír, aunque era una sonrisa de tristeza.
― ¿Tan obvio es?
Kevin puso una pose de sabio, imitando la pose de la escultura “El pensador”.
― Para alguien como yo que puede leer las expresiones mejor que nadie claro ― Extendió las manos, y le quitó un mechón de su cara ― O quizás porque tu cara es un espejo de emociones. Pensé que las cosas se habían aclarado ayer, pero al parecer ustedes dos son como perros y gatos, el día y la noche, el agua y el aceite, el hielo y…
Nicole hizo un mohín ante el sarcasmo de Kevin.
― Ya capté tu mensaje.
― Bueno, pero eso es lo que hace fantástico la relación. No has oído esa ley física que dice “polos opuestos se atraen”.
Nicole se lo quedó mirando atónita.
― ¿Quieres comparar mi vida emocional con una tonta ley científica? ― le dio un fuerte golpe en el brazo.
― No es tonta ― contestó Kevin mientras acariciaba su brazo golpeado ― Y es la verdad. Eso es lo que da ánimo a una relación. Claro que también deben de tener cosas en común, pero el tener diferencias es lo que mantiene viva la chispa de la relación.
Nicole lo miró seriamente.
― Sabes, no eres tan mala consejera. Le podrías quitar el puesto a Oprah.
― Graciosita. ― Pero por dentro Kevin se alegraba de que ella estuviera participando en las bromas ― ¿Y me vas a contar que pasó?
Hablar era algo que Nicole no estaba acostumbrada a hacer, pero al parecer había desarrollado esa costumbre de unas semanas a la fecha. Si no era Demi, pero era Kevin. Y en cierta forma, sabía que él entendería.
― Le conté a Joe sobre lo de Blackshadow.
Kevin levantó de un golpe, dejando caer el asiento y mirándola boquiabierto.
― ¿Qué hiciste que? ¡Estás loca! ― Se puso las manos en el cuello ―. Soy hombre muerto.
Nicole quería tomar uno de los sartenes que colgaban en la cocina, y darle en la cabeza a Kevin por haberla espantado, y después por decirle loca. Pero encontró una mejor manera. Volvió a tomar la cuchara y movió lentamente los cereales que ya estaban aguando.
― Técnicamente eres un hombre castrado ― Tuvo que morderse los labios por dentro al ver como Kevin se llevaba sus manos a cierta parte de su anatomía que estaba apunto de perder ― Por lo que puedo ver, eres un muy buen amigo de Joe, ya que lo conoces lo suficiente como para saber que castigo te impondría.
Kevin levantó la silla que había dejado caer, y se sentó en ella.
― ¿Y porque crees que no quería que se enterara?
― Ese es mi punto. No quería mentirle ― confesó Nicole mirando fijamente su plato, pero sin verlo realmente.
Dejó la cuchara a un lado del plato, y colocó los codos en la mesa para apoyar su cara en sus manos.
― Pero podríamos haber esperado un tiempo. Un par de años. Algo así. ― Kevin dejó salir un enorme suspiro. ― Y por tu cara, entenderé que no le hizo ninguna gracia. ― Nicole negó con la cabeza. Kevin decidió cambiar de tema. La pobre no lo estaba pasando nada bien ― Bueno, eso quiere decir que tendré cuidado por donde piso. Quizás ponga bombas en algún lugar, o cortará los frenos de mi camioneta, envenenará mi comida… ― Kevin observó el perfil de Nicole. No se reía de sus bromas. Por lo visto, las cosas en verdad habían ido mal ― Ánimo gatita, las cosas no son tan malas.
― Eso dilo por ti.
― ¿Tan mal fue? ― Kevin no podía explicar la razón, pero presentía que había más detrás del enfado de Nicole.
― No es sólo eso Kevin, ― Cambió de posición para recargarse en el respaldo de la silla, apoyando su cabeza en ella, y cerrando los ojos, su voz ahora cambio de sobresaltada a desolada ― Él no entendió el mensaje. Lo enfrenté diciendo que bien podría haber seguido con el plan que teníamos, y no haberle dicho nada, pero no quiero mentiras, ya no más. Él dijo que confiaba en mí, y yo quería devolver el mismo gesto.
― Puedes tomar mi hombro y llorar en él.
Nicole lo miró a los ojos. Por alguna razón, su visión estaba borrosa, pero ella no…
― No voy a llorar ― contestó firmemente, estaba harta de ello.
― Pues parece como si lo fueras a hacer.
Nicole desvió la mirada. Sólo ayer él le había dicho que confiaba en ella, y que prácticamente querían comenzar algo nuevo. Borrón y cuenta nueva.
― Es sólo que… Él me había pedido que fuera sincera. ― Nicole alzó las manos porque no podía estar quieta ― Y ahí voy yo, y le cuento, y mira como salí parada. No soy una tonta, como él piensa, y mucho menos que no valoro mi vida. Si tuviera la menor duda de que no podría con el caballo, no me acercaría y se lo dejaría a los demás. ― Volvió a mirar a Kevin ― Pero tú me has visto con Blackshadow, y yo misma sé que puedo. Encima, tú aceptaste ayudarme, y sé que lo haces, porque estas seguro de mí. Si tuvieras dudas, jamás habrías accedido a mi petición. ¿Verdad? Tú confías en mí, Y en cambio Joe…
Ahora las cosas se estaban esclareciendo para Kevin. Él le había dicho que confiaba en ella, pero con lo que había pasado, ella ahora sentía que sólo habían sido palabras. A la primera prueba, él la había defraudado.
Tomó las manos de Nicole, que revoloteaban por todos lados, y las descansó sobre la mesa.
― Joe confía en ti. Lo hace. Quizás se dejó llevar por el momento, y dijo algo que tú malinterpretaste. No lo tomes así.
― ¿Y cómo quieres que lo tome? ― arrancó sus manos de entre las de Kevin y se giró para enfrentarlo ― ¿Y sabes que es lo más tonto?
― ¿Qué?
― Que me habría gustado mucho que hubiese sido Joe quien hubiese entrenado conmigo. ― esa vez, habló desde el fondo de su corazón.
― Nikky… ― el sonido del timbre empezó a sonar. Alguien estaba en recepción ― Maldición, están llamando. ― Se levantó y le dio un beso en la frente a Nicole.
― Kevin ― Éste se dio la vuelta, y esperó ― ¿Te importa si espero en el establo? Quiero caminar un poco.
― Vale, pero no lo saques sin que yo esté.
― ¿De qué hablas? ― Nicole trató de animarse pero la broma había salido tan fingida.
― No te hagas. Lo pido por favor.
― Está bien.
Lavó los trastos de su desayuno, y se fue hacia el primer establo, donde estaba Blackshadow. Lo encontró en la misma posición de siempre, escondido entre las sombras. Y al igual que siempre, el debió notar su presencia porque se levantó para acercarse a ella.
― Hola guapo. ― El animal empezó a hacer relinches de alegría paseándose por la pequeña cuadra, Nicole sonrió. Al menos él estaba feliz de verla. ― Sí, estoy aquí. Ven, déjame saludarte. ― Blackshadow se fue acercando, y al contrario que otras veces que se pensaba en acercarse, esta vez caminó directamente hacia ella, pasa sacar su cabeza fuera de los barrotes.
Nicole se acercó y lo tocó primero, suavemente, deslizando su mano por su cabeza espesa, y después recorrió su crin, para apartar su fleco tipo Jared Leto. Al hacer la comparación, sonrió para sí misma. Richard se moriría de la indignación si supiera que había comparado a uno de sus ídolos con un caballo. Se acercó un poco más, pero un ligero olor se penetró en su nariz.
― Oye, te hace falta un baño. ― El caballo sacudió su cabeza lanzando un bufido, como si en verdad hubiera entendido el comentario de Nicole ― Perdón por no venirte a visitar tan seguido. Me gustaría decir que tu día ha sido mejor que el mío, pero lo dudo. ― Miró a su alrededor ― Encerrado entre estas paredes. Necesitas luz de sol. Si te portas bien, vas a poder salir conmigo.
Hizo una pausa para mirarlo con detenimiento. Si ya que estaba hablando con un caballo, que más daba seguir.
― ¿Y mi día? Bueno, he tenido mejores. Joe ha regresado a ser el gruñón de siempre. Y eso que ésta mañana todo había sido tan mágico, y después, la magia se acabó. El no entiende que los tres tenemos tantas cosas en común. ― Le había dicho a Kevin que no iba llorar, pero a veces, el sentimiento era más grande que ella. Dejó que la primera lágrima corriera por sus mejillas ― Escondidos en oscuridad, donde nadie nos nota, y nos hará daño, confiando sólo en nuestro instinto de supervivencia, sacados por diferentes circunstancias de nuestros hogares, ― con cada palabra un asalto de recuerdos llegaba a ella, empañando cada vez más su vista. Algunas veces recordar el pasado era tan doloroso, pensó. Blackshadow se empezó a lanzar mugidos, pero ella lo calmó susurrándole palabras y después siguió con su monólogo. ― Aunque él tiene personas en las cuales confiar, muchas, pero no sé da cuenta. Tiene a su padre, a sus hermanos, todos ellos, y a toda la gente de Angels Ranch, pero ¿y tú y yo? ¿A quienes tenemos? Tú, desde luego, me tienes a mí. Y yo, bueno, desde luego, tengo a Paul, ― Blackshadow restregó su hocico contra la cara de Nicole haciéndola reír entre sus sollozos ― Vale, te tengo a ti. Mmm... Tengo a las chicas, y…
― Me tienes a mí.
Nicole se quedó petrificada. Sintió un escalofrío recorrer su espina vertebral desde el cóccix hasta la base del cuello. No tenía siquiera las fuerzas para darse la vuelta y verlo.
No lo había oído acercarse, aunque eso parecía ser lo habitual entre ellos. Blackshadow había sentido su presencia, y por eso se había puesto impaciente, pero ella no le había prestado atención. Siguió acariciando al equino, sin decir nada.
Por su parte, Joe sabía que se había comportado exageradamente en la mañana, pero cuando había imaginado a Nicole encima del caballo, miles de cosas se le habían venido a la cabeza. Y ahora, la veía acariciando al animal, como si nada. Deseo poder tener las muletas en ese momento, y darse con ella un gran golpe. El silencio de Nicole no hacía sino ver que en verdad había cometido un gran error. Tenía que compensarla.
― Me tienes a mí. Antes que todos ellos, me tienes a mí. Sé que a veces soy un cabrón, y que te hago pasar malos momentos, pero me tienes a mí. ― avanzó un poco, esperando a que Nicole dijera algo, pero siguió manteniéndose callada. ― Sé que tienes a mi padre, a Ariana, a Elizabeth, a todos ellos, pero quiero que pienses que también me tienes a mí. Además, quiero que sepas que la razón por la que no me gusta para nada la idea de que te subas a él, es porque me pone los pelos de punta que te pase algo. Yo no sé que haría si te llegase a pasar algo. ― Caminó hasta quedar detrás de ella, pero Nicole no daba señales de vida. ― ¿Podrías por lo menos mirarme y decirme que soy un idiota?
La mano de Nicole dejó de acariciar la suavidad del crin de Blackshadow, sólo se podía ver los hombros caídos de ella, y todo lo demás, estaba escondido detrás de su mata pelirroja de cabello. El animal, al desprenderse de Nicole, se puso en alerta, relinchando, mostrando que no le gustaba para nada la presencia de Joe.
― Blackshadow, quieto… quieto, tranquilo.
Siguiendo las órdenes de Nicole, el animal se tranquilizó un poco, y se fue a la esquina de la cuadra, pero sin dejar de mirarlos.
Nicole se dio la vuelta para mirar a Joe, y alzando su rostro lentamente, él pudo contemplar un rostro cubierto de lágrimas.
Joe jamás se había sentido un ser despreciable como hasta ahora. ¿Por qué siempre la hacía sufrir? Acortó la distancia que había entre los dos, alzando ambas manos para tomar entre ellas su rostro, y con los pulgares, limpió el camino que esas lágrimas seguían.
― Odio verte llorar, pero odio más saber que yo soy el responsable de que estés así. Siento mucho lo de esta mañana.
Nicole negó con la cabeza. El muy tonto… ella no lloraba sobre eso. Iba a explicarle pero Joe tapó con dedo sus labios.
― Aún no acabo. Te escuché hablar con Kevin.
― ¿Es un hábito tuyo el escuchar las conversaciones ajenas? ― reprendió Nicole.
― Esta no era ajena, también me inmiscuye a mi. Y quiero aclarar un par de cosas. No te considero una tonta ni una boba, por querer subirte al caballo. Confío en ti, lo hago, aunque mi actuación de esta mañana demuestre lo contrario. Pero no eran sólo palabras. ― Con su mano izquierda tomó una mano de Nicole y la colocó sobre su corazón ― Yo soy el animal, por meter tanto la pata. Además, agradezco mucho que me hayas compartido tus planes maquiavélicos, que aún sabiendo que no serían de mi agrado, te enfrentaste a mí.
― No fue nada fácil.
― Querrás decir que yo no lo hice fácil.
― ¿Qué tanto oíste de la conversación con Kevin?
― Lo suficiente como para decirte que aunque no pueda montar un caballo en estos momentos, será un placer y honor ayudarte a entrenar. Pero antes… ¿Me perdonas?
Nicole sonrió. No una gran sonrisa deslumbrante, pero al menos salía desde el fondo de su corazón.
― Esto te saldrá muy caro.
Joe sonrió y descendió su rostro para poder besarla. Se alegraba tanto de poder tenerla entre sus brazos, de poder besarla.
― Contaba con ello. Creo que el que necesita entrenamiento soy yo. No sé nada de relaciones. Estoy un poco oxidado en estás cosas.
― Y yo que te hacía todo un casanova.
― Ese es Kevin. Los demás nos mantenemos al margen. Él sólo arrasa con todas las mujeres del planeta.
― ¿Yo que? ― la voz de Kevin resonó por todo el establo. Fue caminado hacia ellos sonrientemente. Acompañando a su atuendo normal de camisa de manga larga a cuadros, y vaqueros de mezclilla, llevaba su clásico Stetson combinado con su camisa. ¿Es que acaso tenía un armario lleno de puros sombreros? Siguió caminando ― Me alegra ver que las cosas se han arreg… ¿Te ha hecho llorar?— gritó Kevin al ver la cara roja de Nicole, para después mirar a Joe, y darle un reverendo golpe en la cabeza ― ¿Ves estúpido, lo que haces con tus ataques?
Joe se acarició donde Kevin lo había golpeado, porque había sido un golpe, no un roce leve.
― Tú no me provoques, que habías conspirado en esto. ― se defendió Joe.
Nicole por su parte, se limpió el camino de lágrimas que tenía, y se acomodó su blusa.
Tuvo que reír de los dos hombres peleando como chiquitos.
Kevin estaba con una mano en el cinturón.
― Pero yo la iba a hacer feliz, en cambio tú… ― caminó hacia ella, y la tomó de los hombros ― Ven gatita, que este bruto sólo te hace pasar malos ratos.
― Oye, déjala…
Kevin alzó la mano pidiendo silencio.
― Dado que Nicole no tiene un hombre que la defienda…
― Yo estoy para eso ― contestó indignado Joe.
― Déjame terminar. Iba a decir que dado que Nikky no tiene un hombre que la defienda de ti, ― dijo enfatizando la última palabra ― Me haré cargo de ello. Su virtud está en juego.
― No pensaba castrarte, pero ahora, estoy mas que tentado.
― No le hagas caso gatita, vamos a empezar.
Se dieron la vuelta para ir a una de las casillas donde estaba todo el material para trabar con caballos, riendas, cepillos, monturas, sogas de distintos tamaños, arneses, en fin. Una multitud de cosas. Mientras esperaban a que Joe los siguiera, Nicole le susurró a Kevin.
― ¿Estas disfrutando esto, verdad?
Kevin sonrió de oreja a oreja, deslumbrándola con su blanca sonrisa.
― Como no lo imaginas. ― Tomó una pieza de metal, que sabía era la que los caballos llevaban dentro del hocico unido a un tipo de collar de cuero, y unas riendas. ― Empezaremos con la brida, que comprende el bocado, el collar o cabezada y las riendas…
Joe se quedó mirándolo seriamente.
― ¿Pero estás loco o qué? ¿Cómo vas a empezar con eso? Eso es para un jinete experto. Tiene que empezar por lo básico ― Fue por una correaducho mas larga que la que tenía Kevin, y que sólo tenía un pequeño anillo ― Por el ronzal.
― ¿Seguro?
― Yo soy el que se mantiene en los establos. Claro que estoy seguro ― refutó colérico Joe. Kevin se estaba pasando.
― Yo nací en este lugar. ― Le devolvió Kevin.
― Pero yo soy el que ha dado estas clases millones de veces. Y se comienza por el ronzal. ― contestó alzando una vez más las cuerdas que tenía entre sus manos.
― Pues yo también he dado esta clase, y dado que Nicole ya tiene experiencia, podemos empezar por la brida. ― Y alzó ahora su pieza.
Nicole se paró entre ambos
― Y yo estoy harta de ustedes dos. Dame eso. ― Le quitó a Joe el ronzal y a Kevin la brida ― Y ahora, quítense del camino.
Kevin la detuvo, tomándola del brazo.
― Espera. Hay que sacar la montura ― y ya estaba caminado para tomar la silla de montar, pero el alarido de Joe lo detuvo.
― ¿Es que has perdido el juicio Kevin? Todavía no puede montar al caballo.
Kevin cruzó sus musculosos brazos sobre su ancho pecho, adoptando una pose de enfado e irritación.
― Bueno, pues si no te gusta como enseño, hazlo tú.
― Creo que eso haré. Si Nicole entrena contigo, no llegará viva a casa hoy. Anda vete a hacer papeleo.
― Si, si, si. Como quieras ― Kevin caminó hacia Nicole y se inclinó para darle un beso en la mejilla de despedida. Habló muy bajo, para que ella sólo pudiera oírlo ― Disfruta la lección gatita.
Kevin salió del establo, y nadie se percató de la sonrisa de satisfacción que iluminaba su cara, y así, se fue silbando hacia el cuartel.
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
MARATON
2/8
2/8
Capitulo 34
Reconciliaciones
Reconciliaciones
― Bien, yo seré tu maestro. ― El orgullo de Joe se marcaba en cada sílaba.
― No sé si eso sea algo bueno ― aunque interiormente, Nicole estaba extasiada.
¡Joe iba a entrenar con ella! Sonrió para sí misma. Estaba casi en un noventa y nueve por ciento segura de que Kevin había hecho todo apropósito para hacer enojar a Joe y que todo acabara como había hecho. Tendría que darle un gran beso a Kevin por eso.
― ¿Lista? ― preguntó impaciente Joe al verla perdida en sus pensamientos.
― Puedes apostarlo ― contestó Nicole con una sonrisa brillante, enseñando su perfecta hilera de dientes.
Blackshadow se mostró alegre al ver a Nicole, pero después al ver a Joe, su temperamento cambio, empezando a relinchar y bufar por todos lados.
― ¡Tranquilo chico! ¡Ooo...! ― Alzó las manos, tratando de buscar su atención, pero el caballo no le hacía caso alguno. Volteó a ver a la causa del revuelo ― Creo que tú y él tienen algo pendiente, ¿o me equivoco?
Joe pensó que Nicole tenía la razón. Si bien Blackshadow lo había dejado caer, había sido por culpa de su humor que había acabado así.
― Nicole, hazte a un lado. ― pidió seriamente.
Nicole lo miró sorprendida, y atemorizada.
― ¿Por qué?
― Porque me voy a acercar, y si se altera, no quiero que estés cerca de él. ― Al ver que Nicole entrecerraba los ojos, agregó sin mucha cortesía ― Por favor.
Nicole se hizo a un lado, dejando que Joe se acercara a Blackshadow. Al no llevar las muletas, se movía… no, se deslizaba lentamente. Pero sin apoyarse en ninguna superficie o pared. Nicole boqueó suavemente. Tendría que atarle las muletas a las manos para que así no las dejara olvidadas por donde quisiera. Observó como Joe se fue acercando a Blacky, quien iba de un lado al otro, expulsando grandes suspiros de aire por la nariz, hasta quedar frente a su corral y mirándose uno al otro, fijamente. Blacky se había quedado quieto, esperando el siguiente movimiento de Joe. Sus miradas estaban entrelazadas. Nicole solo veía al equino alzar su pata delantera negra. Entonces Joe se fue inclinando lentamente, como si estuviera mostrando respetos ante un rey o sultán. El movimiento fue hecho con suma delicadeza. Blackshadow se calmó por completo, dejando de soltar coces, y su crin negro dejó de bailar.
― ¿Eso es todo? ― gritó aturdida Nicole.
Joe solo se río y fue hacia ella. Era claramente visible que estaba decepcionada.
― ¿Qué querías? ¿Sangre? ― la nota de sarcasmo fue evidente en la voz de Joe.
― No necesariamente, pero es que… ― dejó la frase al aire. Nicole no sabía si era sangre lo que esperaba, pero desde luego, no pensó que una simple reverencia pudiese calmar al caballo. Lo miró a los ojos ― Ni pienses por un momento, que a mí me vas a contentar así.
Joe se río de la broma de Nicole.
― Jamás lo pensé. Además, sólo por ahora estamos en paz. Aunque le voy a dejar bien claro, que si te hace el mínimo rasguño, se considere pieza de colección disecada.
Al parecer, Blacky entendió a la perfección, y se volteó para darle una hermosa vista de gran cola. Ahora fue el turno de Nicole de reír.
― Creo que ahí tienes tu respuesta. ― le dijo sonriendo.
― Vamos. Hay que sacarlo.
― ¿Qué tengo que hacer?
― Primero toma el ronzal, deja la brida que te dio Kevin a un lado. ― Nicole siguió sus instrucciones al pie de la letra y sólo se quedó con la soga. ― Ahora, con ella, vas a hacer un collar alrededor del cuello de Blackshadow, y después, vas a pasar un lazo por dentro del anillo, y lo pasaras en la boca de él. Tiene que detrás de las orejas, y lo demás a media testuz.
Nicole asintió. Había visto eso hacía mucho tiempo. Fue hacia el corral, para deslizarlo y entrar. Joe la tomó de la mano.
― Si te hace algo, esto se acaba.
Nicole se limitó a asentir. Sabía que Joe estaba hablando muy seriamente de eso, pero también sabía que Blackshadow no le haría daño. Miró a su nuevo amigo, y le dio una de sus sonrisas.
― Vamos pequeño, tú quieres salir. Así que coopera un poco, ¿vale?
Caminando hacia Blacky, Nicole primero lo acarició por el cuello, para después pasar por su lomo. Cuando alzó la soga, Blackshadow retrocedió, encabritándose y agitándose. Joe gritó en signo de advertencia, pero Nicole no entendió a que se refería. Ni siquiera lo volteó, en vez de eso, alzó las manos y le susurró palabras para que se calmara, alentándolo con la promesa de salir al exterior y dejar ese frío y sobrio lugar. Para darle confianza al caballo, ella se ató la soga e hizo el nudo que Joe le había enseñado. Después lo desató y se lo amarró a Blackshadow. Al principio se molestó, se dejó llevar, hasta que finalmente, Nicole tuvo bien colocada el ronzal.
La victoria era suya.
Sonrió victoriosa, y después miró a Joe. Su mirada, desde luego, no mostraba alegría o entusiasmo.
― ¿Qué? ― preguntó enarcando las cejas.
El rostro impasible de Joe le decía que no estaba contento.
― Te dije que salieras inmediatamente.
― ¿Ah sí? ― Nicole se encogió de hombros, y acarició el crin de Blackshadow ― No oí.
― Creo que ya me he dado cuenta ― Aunque Joe la miraba sereno, por su voz, Nicole sabía que no estaba calmado. — ¿Qué no sabes que cuando estos animales se enfadan o se exaltan pierden el control por completo?
― Lo sé. ― Fue la respuesta de Nicole ― Vamos Blacky… ― recordando que el semental se había indignado hacía mucho de su abreviación, corrigió rápidamente ― Digo, Blackshadow. Dejemos a este tonto refunfuñar todo lo que quiera.
Salió con firmeza, del pequeño coral hacia el pasillo. Notó por la cuerda, que Blackshadow estaba tenso, y quería salir corriendo hacia la luz, pero ella mantenía con fuerza la soga, trasmitiéndole su seguridad. Concentrada en Blackshadow que no vio venir el agarre de Joe para fusionarla entre sus brazos y envolverla en ellos.
La besó con fuerza, con pasión, contornando su cuerpo al suyo. La tomó de la cintura, para acercarla a su cuerpo tanto. Nicole sentía que ya no podía respirar. Pero ese beso… Dejó que Joe profundizara la exploración entre sus labios. Y sintió como la fiereza de unos segundos había pasado a ternura y suavidad. Cuando la soltó, Nicole necesitó unos segundos para que su cerebro pudiera trabajar con normalidad. Ese hombre debía de tener un master… no, se corrigió, un doctorado. Sí, Joe tenía un doctorado en besos.
Inhalaba con profundidad, tratando de recuperar el aire que había disipado en el beso.
― ¿Y eso? ― Agitada, Nicole lo miró.
― Por poner tu cuello en riesgo. Creo que hoy perderé diez años de mi vida. Tú y ese caballo me mataran.
Nicole dibujó una sonrisa. Joe se preocupaba demasiado por ella. Y eso, le encantaba.
― Vamos Maestro, porque el día es largo. Por cierto, tú también estás en problemas.
― ¿Yo? ¿Y que hecho?
― ¿Dónde están las muletas?
― Ah, ― Joe maldijo para sus adentros. Esos palos le molestaban mucho ― No las necesito.
― Eres un cabezota. Así, jamás te recuperarás. Veo que no quieres recuperarte rápido. Es una lástima. ― Nicole lo estaba pinchando para hacerlo enojar. Le seducía hacerlo.
Era parte de esa relación.
Joe al parecer entendió el doble sentido de las palabras de Nicole y suspiró resignado.
Caminó hacia ella.
― Le pediré a alguien de los chicos que me los pase.
Nicole sonrió, y emprendieron la marcha hacia el claro. El agarre de la cuerda fue mas duro y firme, ya que Nicole presentía que en cualquier momento, Blackshadow saldría disparado a correr, y la llevaría consigo.
Cuando salieron por fin a plena luz del sol, Nicole admiró la belleza del día. En la mañana, tan enfrascada en la pelea había estado, que todo le había parecido gris y entristecido. Pero ahora, los colores llenaban sus pupilas en una explosión de matices increíbles, y de sensaciones inesperadas. El cielo azul, completamente despejado, salvo por una que otro nubarrón níveo, el sol irradiando con toda su potencia, la rica brisa que acompañaba el día, el fresco aire que sacudía su cabello. Lo que hacía el amor, después de todo, ella podía…
Nicole detuvo abruptamente sus pasos.
― ¿Sucede algo? ― le preguntó Joe.
Nicole trató de sonreír.
― No, nada. Es sólo que… me debería de haber traído un sombrero o algo. El sol está un poco fuerte hoy. ― Alzó la mano para hacer una visera y tapar sus ojos del sol.
― Cierto, Tienes razón. ― se quitó su sombrero y se lo colocó a ella. Le quedaba un poco grande, pero se lo dejó.
Nicole lo miró fijamente. A la luz del sol, Joe se veía como un Dios griego reluciente. No se había rasurado ese día, y el nacimiento de su barba lo hacia ver increíblemente sexy. Sus tejanos de mezclilla, ya clásicos, le daban un toque perfecto. Si con el pie enyesado, sus movimientos eran una danza erótica y sugestiva, cuando ya no tuviera el yeso sería un arma mortal en dos pies.
― Vamos, vaquerita, que tienes mucho que hacer.
Nicole sonrió y entró al rodeo. Joe se quedó apoyado en la cerca de madera. Blackshadow dejó que lo guiara, y Nicole siguió las órdenes de Joe al pie de la letra lo mejor que pudo. Algunas de ellas le sacaban de quicio.
― ¡Ten cuidado! ¡Espera!
Joe se preocupaba por ella demasiado.
Al final del día, Blackshadow había dado vueltas alrededor del cercado, corría muy feliz. Y aunque al principio le había costado hacer caso de las órdenes de Nicole, al final se habían llevado a la par de bien.
Comieron en el Cuartel, y Nicole solo pensaba en lo que sería al montar a Blackshadow.
― ¿Cuándo lo podré montar?
― Si por mi… ― se calló al ver la mirada de Nicole ― Todo depende de que tan rápido progreses con el. Podría ser un mes o más. No es un caballo fácil de domar.
― Eso ya lo sé.
― Solo te lo estoy aclarando, por si se te ha olvidado.
Nicole se ahorró la respuesta. En cuanto al tema de Blackshadow, ninguno de los dos ganaría. Era una guerra constante.
― ¿Entonces, un mes? ― preguntó tristemente Nicole.
― Es lo más probable ― contestó alegremente Joe.
― No sé si eso sea algo bueno ― aunque interiormente, Nicole estaba extasiada.
¡Joe iba a entrenar con ella! Sonrió para sí misma. Estaba casi en un noventa y nueve por ciento segura de que Kevin había hecho todo apropósito para hacer enojar a Joe y que todo acabara como había hecho. Tendría que darle un gran beso a Kevin por eso.
― ¿Lista? ― preguntó impaciente Joe al verla perdida en sus pensamientos.
― Puedes apostarlo ― contestó Nicole con una sonrisa brillante, enseñando su perfecta hilera de dientes.
Blackshadow se mostró alegre al ver a Nicole, pero después al ver a Joe, su temperamento cambio, empezando a relinchar y bufar por todos lados.
― ¡Tranquilo chico! ¡Ooo...! ― Alzó las manos, tratando de buscar su atención, pero el caballo no le hacía caso alguno. Volteó a ver a la causa del revuelo ― Creo que tú y él tienen algo pendiente, ¿o me equivoco?
Joe pensó que Nicole tenía la razón. Si bien Blackshadow lo había dejado caer, había sido por culpa de su humor que había acabado así.
― Nicole, hazte a un lado. ― pidió seriamente.
Nicole lo miró sorprendida, y atemorizada.
― ¿Por qué?
― Porque me voy a acercar, y si se altera, no quiero que estés cerca de él. ― Al ver que Nicole entrecerraba los ojos, agregó sin mucha cortesía ― Por favor.
Nicole se hizo a un lado, dejando que Joe se acercara a Blackshadow. Al no llevar las muletas, se movía… no, se deslizaba lentamente. Pero sin apoyarse en ninguna superficie o pared. Nicole boqueó suavemente. Tendría que atarle las muletas a las manos para que así no las dejara olvidadas por donde quisiera. Observó como Joe se fue acercando a Blacky, quien iba de un lado al otro, expulsando grandes suspiros de aire por la nariz, hasta quedar frente a su corral y mirándose uno al otro, fijamente. Blacky se había quedado quieto, esperando el siguiente movimiento de Joe. Sus miradas estaban entrelazadas. Nicole solo veía al equino alzar su pata delantera negra. Entonces Joe se fue inclinando lentamente, como si estuviera mostrando respetos ante un rey o sultán. El movimiento fue hecho con suma delicadeza. Blackshadow se calmó por completo, dejando de soltar coces, y su crin negro dejó de bailar.
― ¿Eso es todo? ― gritó aturdida Nicole.
Joe solo se río y fue hacia ella. Era claramente visible que estaba decepcionada.
― ¿Qué querías? ¿Sangre? ― la nota de sarcasmo fue evidente en la voz de Joe.
― No necesariamente, pero es que… ― dejó la frase al aire. Nicole no sabía si era sangre lo que esperaba, pero desde luego, no pensó que una simple reverencia pudiese calmar al caballo. Lo miró a los ojos ― Ni pienses por un momento, que a mí me vas a contentar así.
Joe se río de la broma de Nicole.
― Jamás lo pensé. Además, sólo por ahora estamos en paz. Aunque le voy a dejar bien claro, que si te hace el mínimo rasguño, se considere pieza de colección disecada.
Al parecer, Blacky entendió a la perfección, y se volteó para darle una hermosa vista de gran cola. Ahora fue el turno de Nicole de reír.
― Creo que ahí tienes tu respuesta. ― le dijo sonriendo.
― Vamos. Hay que sacarlo.
― ¿Qué tengo que hacer?
― Primero toma el ronzal, deja la brida que te dio Kevin a un lado. ― Nicole siguió sus instrucciones al pie de la letra y sólo se quedó con la soga. ― Ahora, con ella, vas a hacer un collar alrededor del cuello de Blackshadow, y después, vas a pasar un lazo por dentro del anillo, y lo pasaras en la boca de él. Tiene que detrás de las orejas, y lo demás a media testuz.
Nicole asintió. Había visto eso hacía mucho tiempo. Fue hacia el corral, para deslizarlo y entrar. Joe la tomó de la mano.
― Si te hace algo, esto se acaba.
Nicole se limitó a asentir. Sabía que Joe estaba hablando muy seriamente de eso, pero también sabía que Blackshadow no le haría daño. Miró a su nuevo amigo, y le dio una de sus sonrisas.
― Vamos pequeño, tú quieres salir. Así que coopera un poco, ¿vale?
Caminando hacia Blacky, Nicole primero lo acarició por el cuello, para después pasar por su lomo. Cuando alzó la soga, Blackshadow retrocedió, encabritándose y agitándose. Joe gritó en signo de advertencia, pero Nicole no entendió a que se refería. Ni siquiera lo volteó, en vez de eso, alzó las manos y le susurró palabras para que se calmara, alentándolo con la promesa de salir al exterior y dejar ese frío y sobrio lugar. Para darle confianza al caballo, ella se ató la soga e hizo el nudo que Joe le había enseñado. Después lo desató y se lo amarró a Blackshadow. Al principio se molestó, se dejó llevar, hasta que finalmente, Nicole tuvo bien colocada el ronzal.
La victoria era suya.
Sonrió victoriosa, y después miró a Joe. Su mirada, desde luego, no mostraba alegría o entusiasmo.
― ¿Qué? ― preguntó enarcando las cejas.
El rostro impasible de Joe le decía que no estaba contento.
― Te dije que salieras inmediatamente.
― ¿Ah sí? ― Nicole se encogió de hombros, y acarició el crin de Blackshadow ― No oí.
― Creo que ya me he dado cuenta ― Aunque Joe la miraba sereno, por su voz, Nicole sabía que no estaba calmado. — ¿Qué no sabes que cuando estos animales se enfadan o se exaltan pierden el control por completo?
― Lo sé. ― Fue la respuesta de Nicole ― Vamos Blacky… ― recordando que el semental se había indignado hacía mucho de su abreviación, corrigió rápidamente ― Digo, Blackshadow. Dejemos a este tonto refunfuñar todo lo que quiera.
Salió con firmeza, del pequeño coral hacia el pasillo. Notó por la cuerda, que Blackshadow estaba tenso, y quería salir corriendo hacia la luz, pero ella mantenía con fuerza la soga, trasmitiéndole su seguridad. Concentrada en Blackshadow que no vio venir el agarre de Joe para fusionarla entre sus brazos y envolverla en ellos.
La besó con fuerza, con pasión, contornando su cuerpo al suyo. La tomó de la cintura, para acercarla a su cuerpo tanto. Nicole sentía que ya no podía respirar. Pero ese beso… Dejó que Joe profundizara la exploración entre sus labios. Y sintió como la fiereza de unos segundos había pasado a ternura y suavidad. Cuando la soltó, Nicole necesitó unos segundos para que su cerebro pudiera trabajar con normalidad. Ese hombre debía de tener un master… no, se corrigió, un doctorado. Sí, Joe tenía un doctorado en besos.
Inhalaba con profundidad, tratando de recuperar el aire que había disipado en el beso.
― ¿Y eso? ― Agitada, Nicole lo miró.
― Por poner tu cuello en riesgo. Creo que hoy perderé diez años de mi vida. Tú y ese caballo me mataran.
Nicole dibujó una sonrisa. Joe se preocupaba demasiado por ella. Y eso, le encantaba.
― Vamos Maestro, porque el día es largo. Por cierto, tú también estás en problemas.
― ¿Yo? ¿Y que hecho?
― ¿Dónde están las muletas?
― Ah, ― Joe maldijo para sus adentros. Esos palos le molestaban mucho ― No las necesito.
― Eres un cabezota. Así, jamás te recuperarás. Veo que no quieres recuperarte rápido. Es una lástima. ― Nicole lo estaba pinchando para hacerlo enojar. Le seducía hacerlo.
Era parte de esa relación.
Joe al parecer entendió el doble sentido de las palabras de Nicole y suspiró resignado.
Caminó hacia ella.
― Le pediré a alguien de los chicos que me los pase.
Nicole sonrió, y emprendieron la marcha hacia el claro. El agarre de la cuerda fue mas duro y firme, ya que Nicole presentía que en cualquier momento, Blackshadow saldría disparado a correr, y la llevaría consigo.
Cuando salieron por fin a plena luz del sol, Nicole admiró la belleza del día. En la mañana, tan enfrascada en la pelea había estado, que todo le había parecido gris y entristecido. Pero ahora, los colores llenaban sus pupilas en una explosión de matices increíbles, y de sensaciones inesperadas. El cielo azul, completamente despejado, salvo por una que otro nubarrón níveo, el sol irradiando con toda su potencia, la rica brisa que acompañaba el día, el fresco aire que sacudía su cabello. Lo que hacía el amor, después de todo, ella podía…
Nicole detuvo abruptamente sus pasos.
― ¿Sucede algo? ― le preguntó Joe.
Nicole trató de sonreír.
― No, nada. Es sólo que… me debería de haber traído un sombrero o algo. El sol está un poco fuerte hoy. ― Alzó la mano para hacer una visera y tapar sus ojos del sol.
― Cierto, Tienes razón. ― se quitó su sombrero y se lo colocó a ella. Le quedaba un poco grande, pero se lo dejó.
Nicole lo miró fijamente. A la luz del sol, Joe se veía como un Dios griego reluciente. No se había rasurado ese día, y el nacimiento de su barba lo hacia ver increíblemente sexy. Sus tejanos de mezclilla, ya clásicos, le daban un toque perfecto. Si con el pie enyesado, sus movimientos eran una danza erótica y sugestiva, cuando ya no tuviera el yeso sería un arma mortal en dos pies.
― Vamos, vaquerita, que tienes mucho que hacer.
Nicole sonrió y entró al rodeo. Joe se quedó apoyado en la cerca de madera. Blackshadow dejó que lo guiara, y Nicole siguió las órdenes de Joe al pie de la letra lo mejor que pudo. Algunas de ellas le sacaban de quicio.
― ¡Ten cuidado! ¡Espera!
Joe se preocupaba por ella demasiado.
Al final del día, Blackshadow había dado vueltas alrededor del cercado, corría muy feliz. Y aunque al principio le había costado hacer caso de las órdenes de Nicole, al final se habían llevado a la par de bien.
Comieron en el Cuartel, y Nicole solo pensaba en lo que sería al montar a Blackshadow.
― ¿Cuándo lo podré montar?
― Si por mi… ― se calló al ver la mirada de Nicole ― Todo depende de que tan rápido progreses con el. Podría ser un mes o más. No es un caballo fácil de domar.
― Eso ya lo sé.
― Solo te lo estoy aclarando, por si se te ha olvidado.
Nicole se ahorró la respuesta. En cuanto al tema de Blackshadow, ninguno de los dos ganaría. Era una guerra constante.
― ¿Entonces, un mes? ― preguntó tristemente Nicole.
― Es lo más probable ― contestó alegremente Joe.
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Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
MARATON
3/8
3/8
Capitulo 35
Música Country
Música Country
Nicole estaba acomodando la montura sobre el lomo de Blackshadow. Joe, de muy mala gana había dado su aprobación para que ese día empezara a montar a Blakshadow. Él había esperado dos meses mínimos para que ella se subiera al caballo.
Pero no había contado con ese lazo entrañable que unía a Blackshadow y Nicole. Blacky por su parte, había cooperado maravillosamente con el entrenamiento. Y ahora, dos semanas después, estaba en el establo más cercano, conviviendo con otros caballos. Brissa era una de las yeguas que por decirlo de alguna manera, ya le había echado el ojo. Aníbal, por otro lado, no se había mostrado muy contento con el traslado. Aunque no sabían si Blacky ya había procreado, era más que obvio que era todo un semental. Y un castillo, sólo puede tener un rey.
Habían dejado el ronzal en tan sólo tres días. La brida había venido después, y pese a que al principio Blackshadow se había mostrado renuente a usarla, Nicole lo había convencido.
Nicole oyó en una ocasión que Kevin le dijo a Joe.
― ¿Ves? Te lo dije. Métodos femeninos.
Nunca entendió a que se refería, y no quiso preguntar. Acomodó la silla, y empezó a abrochar los cinturones, asegurándose de que estuvieran bien apretados. De cualquier modo, Joe lo haría otra vez, y aún más exhaustivamente que ella. Blackshadow lanzó un bufido, enseñando su desesperación de querer salir. Nicole le dio una palmadita en su lomo para calmarlo.
Era increíble, pero ahí estaban, dos semanas después. Incluso algunas veces tenían público, ya fuera Kevin o gente del rancho. Demi era la única que faltaba. Desde que se había ido del rancho, no había regresado. Y la extrañaba mucho. Todos los demás se quedaban asombrados al verla manejarlo tan sueltamente. El pobre de Joe, cuando habían visto que la brida ya la manejaban por completo, no lo podía creer. Ahora la gente se podía acercar, siempre y cuando no lo tocaran o quisieran montar. La única que por el momento lo podía hacer era Nicole, y nadie más. Pero al menos era avance. Eso era lo que le había permitido el traslado con otros animales. Así que Nicole para compensar que sólo ella podía mostrarle afecto, lo abrazaba y acariciaba constantemente. Nicole se carcajeó sola recordando el día en que Joe, pensando que estaba solo, se había peleado con Blackshadow por ella.
― No cabe duda de que eres macho.
El caballo le había respondido con relinchos y patadas.
― Sí, bueno, es mía, así que más te vale que lo aprendas.
Nicole se había tenido que tapar la boca para que sus carcajadas no hubieran delatado su presencia.
Sin embargo, había días en que Nicole tenía ganas de tomar un bozal y ponérselo a Joe durante el entreno. “No… Aún no… No te acerques mucho… Si te hace daño será la próxima figura disecada de mi casa… ¡¡¡CUIDADO!!! ” Cosas así habían puesto a Nicole con los pelos de punta. Sabía que Joe se preocupaba por ella, pero a ese paso, ella había intuido que jamás avanzarían. Así que de vez en cuando se había arriesgado un poco, acercándose cuando Blacky estaba molesto por algo, y a pesar de los gritos de Joe. Después venían las pequeñas discusiones acerca de que se había acabado la instrucción, que vendería al caballo, que la iba a matar… para inmediatamente comérsela literalmente a besos. A veces Nicole sólo lo hacía para recibir ese castigo.
Y por las tardes, todo era fantástico.
El pequeño balancín se había vuelto su lugar preferido de la casa. Se sentaba por horas a charlar ahí, o a dormir la siesta, o simplemente a contemplar en silencio la caída del sol. Cosas tan insignificantes estaban adquiriendo nuevas definiciones. Además, Joe la había introducido en la gran música country. Ella le había confesado que hacía mucho tiempo, había escuchado un canción que le había parecido tan tonta, que le había perdido el gusto. Cuando Joe le había preguntado el título, y ella le había dicho que era “The Fish song”, Joe se había muerto de la risa, pero no le dijo que había sido lo gracioso. Desde esa tarde Joe le ponía canciones diferentes, pasando por nuevos y grandes de la música country. Tim McGraw, Joe Turner, Keith Urban, Reba McEntire, George Jones, Kenny Rogers, Faith Hill, Dolly Parton y muchos más estaban presentes en su biblioteca musical. A veces se ponían a bailar en el porche, o en la sala. Un día, escuchando una de las estaciones de música, habían oído la canción de “Don’t”, y Josh inmediatamente la había tomado en brazos, para bailar, lo que el denominada su canción. Joe le iba diciendo las letras de las canciones. Algunas le daban risa, como la de “Whose bed have your boots been?”, otras eran tan nostálgicas como las de “Don’t Take that girl” o “Stay with me”, y unas más, tan románticas y sentimentales, que al escuchar con atención la letra de la música, las lagrimas afloraban en sus ojos.
Joe había insistido en varias ocasiones en llevarla (bueno, ella manejaría el auto, pero técnicamente, él ya llevaría) de paseo a Austin, Dallas City, o los lugares aledaños. Nicole le contestó que no cambiaría sus tardes por nada del mundo.
Los dos domingos familiares que habían pasado, había cabalgado con Arthur. Se había encariñado mucho con el pequeño, y el sentimiento parecía ser mutuo. Al segundo domingo ahí, el muy pillo había intentado robarle un beso, pero Joe había sido más rápido (sí, a pesar de tener una pierna escayolada, fue rápido), y le había dejado claro que ella era su chica, y que el único beso que obtendría sería en la frente. Kevin le había tomado el pelo desde ese domingo diciéndole que no sabía quien era el niño, ya que él no daba muestras de madurez al estar celoso de un niño de el por estar celoso de un pequeño. La respuesta de Joe había sido sacarle la lengua.
El día anterior, alrededor de la fogata que hicieron en el lago, bailaron temas que parecían ser escogidos a propósito. “I need you”, de Tim McGraw había comenzado la noche. Joe había susurrado la letra a su oído. La que había seguido, “Angry all the time”, del mismo cantante, Joe se la había auto dedicado. “She’s everything” de Brad Paisley, en los labios de Joe no volvería a ser lo mismo.
La sorpresa de la noche había sido saber que Kevin tocaba la guitarra y más aún, que cantaba. A petición de Lola, y la insistencia de Nicole (aunque estaba segura de que era más que nada para deslumbrar a la rubia pechugona que no le había quitado el ojo de encima), había accedido a cantar. La primera canción, que Nicole la reconoció rápidamente, ya que era una de las favoritas de Joe, empezó a sonar. “Making memories of us 2” de Keith Urban. Nicole se había quedado maravillada (junto con todas las mujeres del rancho) al ver la imagen que tenía de Jack en medio de la hoguera, con las chispas brotando de ella, sentado, tocando la guitarra, y su voz, era digna de admirar. Joe la había abrazado con fuerza, y Nicole tuvo que hacerle cosquillas para que se calmase. Había estado celoso, pero después de un beso que le había quemado todas sus neuronas, se había calmado. El repertorio de Jack había tenido canciones hermosas, otras alegres, y otras demasiado nostálgicas. Hubo especialmente una que no reconoció, pero que Jack deleitó a todos con ella. “Is the time” era el título.
“Is the time to say good bye,
To end what never should to begin.
Is the time to forgive,
Because is the time to say I’m sorry
And is the time to say,
From the bottom of my heart,
Deeply inside of me,
That is the time, to say I love you”
Ese párrafo lo había cantado constantemente una y otra vez todo el día. Tal vez era una señal de que era el momento de decirle “Te amo”.
Lo único que arruinaba su perfecta felicidad era la ausencia de Alex. Lo había tratado de localizar por todos los medios posibles, pero no había dado señales de vida en esas semanas. Linda le había comentado que había desaparecido días atrás para ver a una paciente. Y que después tenía un congreso de cardiólogos en Washington, así que no sabían cuando iba a regresar. Pero ya habían pasado semanas, y aún no daba con él.
― ¿Lista? ― Joe estaba parado a su lado. Blackshadow ya toleraba su cercanía pero no permitía que lo montase todavía.
A pesar de que lo veía todos los días, y la vestimenta era exactamente la misma que otros días, Nicole no podía resistirse a admirarlo. Ahora la escayola ya no llegaba a la rodilla sino más abajo, según él, un pedazo de ella se había caído de manera “misteriosa”, y andaba con un bastón de improvisto que se había hecho. Sus pantalones de mezclilla gastados junto con la camisa azul la tenían hechizada.
Nicole esbozó una gran sonrisa, revelando su hoyuelo en su mejilla. Un hoyuelo, que al parecer tenía fascinado a Joe y lo besaba cada vez que lo veía, como ahora. Cuando se despegó de ella, se tocó el ala del sombrero que Joe le había regalado, un Stetson color beige, y le respondió.
― Claro que sí.
Escuchó a Joe exhalar profundamente.
― Hubiera pagado porque dijeras lo contrario.
Nicole le dio una palmada en el hombro, para bajar la tensión. El pobre estaba muerto de miedo. Y bueno, en parte lo entendía. Miró de manera automática su pierna enyesada y después lo miró a los ojos.
― Oh, vamos. No me hará nada.
― Es que… tengo un pavor de que te llegue a pasar algo. Algo como esto ― dijo moviendo su pierna y después agregó ― O algo peor.
― No soy de cristal Joe.
― Pero si humana. ― Nicole no pudo refutar a esa afirmación. Joe la tomó de los hombres aunque suave, muy firmemente ― Es que no lo entiendes. En estos momentos, tú eres lo más importante de mi vida.
Nicole se quedó de piedra. Todavía le era raro escuchar tales confesiones de los labios de Joe. Sí, eran pareja, compartían besos, pasaban veladas juntos, compartían sus anhelos, platicaban… Todo eso. Pero era escasamente raro que alguno de los dos revelase sus preocupaciones y sentimientos. Si eso no era una declaración, entonces no tenía idea de que rayos era. Y lo peor era que no sabía como responderle. Decirle que lo amaba cuando él no le había dicho eso, era decir demasiado, pero quedarse callada tampoco era lo mejor.
Joe fue el que rompió con el silencio dándole un beso en la frente.
― Vete por el banquillo, para que te subas. Lo llevarás de aquí hacia el claro. Si no puedes con él, entonces se queda.
Nicole asintió. A pesar de su estatura, todavía no había practicado lo suficiente como para subirse al caballo sin necesidad de un apoyo. Brissa, la yegua que usaba era más baja, lo que le permitía montarla fácilmente, pero Blackshadow era harina de otro costal. Una vez que había colocado la gradilla a un lado de Blackshadow miró a Joe.
― Si no se deja, se acaba. Va en serio.
Nicole respiró hondamente, y miró a Blackshadow, y en vez de contestarle a Joe, habló con el caballo.
― Bueno chico, ahora veremos nuestros frutos. Más te vale que cooperes, porque si no, aquel gruñón nos separará, y te quiero mucho como separarme de ti.
Estiró la pierna y subió. Y no pasó nada.
Blackshadow estaba apacible, esperando las órdenes de Nicole. Ella tomó las riendas que Joe le dio, y se encaminó. Lentamente, Blackshadow fue avanzado hasta el corral, que tenía la puerta abierta y se encerraron en él. Comenzaron dando vueltas por el alrededor. Simples caminatas dieron paso a suaves trotes, haciendo que su sombrero se resbalase y quedara colgando sobre su espalda.
Joe observaba a Nicole, presa del frenesí y la adrenalina que la envolvía en esos momentos. Desearía poder tener una cámara y poder capturar ese momento. Algunas hebras de su cabellera rojiza se habían soltado, y el contraste que los rayos del sol hacían con su cabello le daba el aire de ser ella misma el luminoso astro. Gritarle que se detuviera y ralentizara su trote, sería algo egoísta. Ella le había demostrado todas esas semanas que el caballo y ella eran amigos, y que sus aptitudes como jinete eran excelentes. Había demostrado ser una alumna capaz, y confiable, aunque claro, de vez en cuando le provocaba unos ataques de rabia que le daban ganas de darle un par de tundas en ese trasero tan lindo. Joe suspiró sobrecogido. Su garganta lo estaba matando. Los baños de agua fría ya no le hacían efecto para nada, más que para enfermarlo, pensó mientras carraspeaba su garganta que ya estaba sufriendo las consecuencias de las duchas. Pero quizás el viernes que fueran a visitar a Walter a Dallas, tenía esperanzas de que le quitaría esa cosa inservible, y entonces…
Miró a Nicole, que seguía dando vueltas. Se moría por poseer su cuerpo, pero no tanto como poder poseer su corazón. Imaginarla desnuda, entre sus brazos, ya no para suficiente para él.
Ambos estaban tan entretenidos, que sólo salieron de su ensimismamiento, cuando una voz familiar los llamó.
Pero no había contado con ese lazo entrañable que unía a Blackshadow y Nicole. Blacky por su parte, había cooperado maravillosamente con el entrenamiento. Y ahora, dos semanas después, estaba en el establo más cercano, conviviendo con otros caballos. Brissa era una de las yeguas que por decirlo de alguna manera, ya le había echado el ojo. Aníbal, por otro lado, no se había mostrado muy contento con el traslado. Aunque no sabían si Blacky ya había procreado, era más que obvio que era todo un semental. Y un castillo, sólo puede tener un rey.
Habían dejado el ronzal en tan sólo tres días. La brida había venido después, y pese a que al principio Blackshadow se había mostrado renuente a usarla, Nicole lo había convencido.
Nicole oyó en una ocasión que Kevin le dijo a Joe.
― ¿Ves? Te lo dije. Métodos femeninos.
Nunca entendió a que se refería, y no quiso preguntar. Acomodó la silla, y empezó a abrochar los cinturones, asegurándose de que estuvieran bien apretados. De cualquier modo, Joe lo haría otra vez, y aún más exhaustivamente que ella. Blackshadow lanzó un bufido, enseñando su desesperación de querer salir. Nicole le dio una palmadita en su lomo para calmarlo.
Era increíble, pero ahí estaban, dos semanas después. Incluso algunas veces tenían público, ya fuera Kevin o gente del rancho. Demi era la única que faltaba. Desde que se había ido del rancho, no había regresado. Y la extrañaba mucho. Todos los demás se quedaban asombrados al verla manejarlo tan sueltamente. El pobre de Joe, cuando habían visto que la brida ya la manejaban por completo, no lo podía creer. Ahora la gente se podía acercar, siempre y cuando no lo tocaran o quisieran montar. La única que por el momento lo podía hacer era Nicole, y nadie más. Pero al menos era avance. Eso era lo que le había permitido el traslado con otros animales. Así que Nicole para compensar que sólo ella podía mostrarle afecto, lo abrazaba y acariciaba constantemente. Nicole se carcajeó sola recordando el día en que Joe, pensando que estaba solo, se había peleado con Blackshadow por ella.
― No cabe duda de que eres macho.
El caballo le había respondido con relinchos y patadas.
― Sí, bueno, es mía, así que más te vale que lo aprendas.
Nicole se había tenido que tapar la boca para que sus carcajadas no hubieran delatado su presencia.
Sin embargo, había días en que Nicole tenía ganas de tomar un bozal y ponérselo a Joe durante el entreno. “No… Aún no… No te acerques mucho… Si te hace daño será la próxima figura disecada de mi casa… ¡¡¡CUIDADO!!! ” Cosas así habían puesto a Nicole con los pelos de punta. Sabía que Joe se preocupaba por ella, pero a ese paso, ella había intuido que jamás avanzarían. Así que de vez en cuando se había arriesgado un poco, acercándose cuando Blacky estaba molesto por algo, y a pesar de los gritos de Joe. Después venían las pequeñas discusiones acerca de que se había acabado la instrucción, que vendería al caballo, que la iba a matar… para inmediatamente comérsela literalmente a besos. A veces Nicole sólo lo hacía para recibir ese castigo.
Y por las tardes, todo era fantástico.
El pequeño balancín se había vuelto su lugar preferido de la casa. Se sentaba por horas a charlar ahí, o a dormir la siesta, o simplemente a contemplar en silencio la caída del sol. Cosas tan insignificantes estaban adquiriendo nuevas definiciones. Además, Joe la había introducido en la gran música country. Ella le había confesado que hacía mucho tiempo, había escuchado un canción que le había parecido tan tonta, que le había perdido el gusto. Cuando Joe le había preguntado el título, y ella le había dicho que era “The Fish song”, Joe se había muerto de la risa, pero no le dijo que había sido lo gracioso. Desde esa tarde Joe le ponía canciones diferentes, pasando por nuevos y grandes de la música country. Tim McGraw, Joe Turner, Keith Urban, Reba McEntire, George Jones, Kenny Rogers, Faith Hill, Dolly Parton y muchos más estaban presentes en su biblioteca musical. A veces se ponían a bailar en el porche, o en la sala. Un día, escuchando una de las estaciones de música, habían oído la canción de “Don’t”, y Josh inmediatamente la había tomado en brazos, para bailar, lo que el denominada su canción. Joe le iba diciendo las letras de las canciones. Algunas le daban risa, como la de “Whose bed have your boots been?”, otras eran tan nostálgicas como las de “Don’t Take that girl” o “Stay with me”, y unas más, tan románticas y sentimentales, que al escuchar con atención la letra de la música, las lagrimas afloraban en sus ojos.
Joe había insistido en varias ocasiones en llevarla (bueno, ella manejaría el auto, pero técnicamente, él ya llevaría) de paseo a Austin, Dallas City, o los lugares aledaños. Nicole le contestó que no cambiaría sus tardes por nada del mundo.
Los dos domingos familiares que habían pasado, había cabalgado con Arthur. Se había encariñado mucho con el pequeño, y el sentimiento parecía ser mutuo. Al segundo domingo ahí, el muy pillo había intentado robarle un beso, pero Joe había sido más rápido (sí, a pesar de tener una pierna escayolada, fue rápido), y le había dejado claro que ella era su chica, y que el único beso que obtendría sería en la frente. Kevin le había tomado el pelo desde ese domingo diciéndole que no sabía quien era el niño, ya que él no daba muestras de madurez al estar celoso de un niño de el por estar celoso de un pequeño. La respuesta de Joe había sido sacarle la lengua.
El día anterior, alrededor de la fogata que hicieron en el lago, bailaron temas que parecían ser escogidos a propósito. “I need you”, de Tim McGraw había comenzado la noche. Joe había susurrado la letra a su oído. La que había seguido, “Angry all the time”, del mismo cantante, Joe se la había auto dedicado. “She’s everything” de Brad Paisley, en los labios de Joe no volvería a ser lo mismo.
La sorpresa de la noche había sido saber que Kevin tocaba la guitarra y más aún, que cantaba. A petición de Lola, y la insistencia de Nicole (aunque estaba segura de que era más que nada para deslumbrar a la rubia pechugona que no le había quitado el ojo de encima), había accedido a cantar. La primera canción, que Nicole la reconoció rápidamente, ya que era una de las favoritas de Joe, empezó a sonar. “Making memories of us 2” de Keith Urban. Nicole se había quedado maravillada (junto con todas las mujeres del rancho) al ver la imagen que tenía de Jack en medio de la hoguera, con las chispas brotando de ella, sentado, tocando la guitarra, y su voz, era digna de admirar. Joe la había abrazado con fuerza, y Nicole tuvo que hacerle cosquillas para que se calmase. Había estado celoso, pero después de un beso que le había quemado todas sus neuronas, se había calmado. El repertorio de Jack había tenido canciones hermosas, otras alegres, y otras demasiado nostálgicas. Hubo especialmente una que no reconoció, pero que Jack deleitó a todos con ella. “Is the time” era el título.
“Is the time to say good bye,
To end what never should to begin.
Is the time to forgive,
Because is the time to say I’m sorry
And is the time to say,
From the bottom of my heart,
Deeply inside of me,
That is the time, to say I love you”
Ese párrafo lo había cantado constantemente una y otra vez todo el día. Tal vez era una señal de que era el momento de decirle “Te amo”.
Lo único que arruinaba su perfecta felicidad era la ausencia de Alex. Lo había tratado de localizar por todos los medios posibles, pero no había dado señales de vida en esas semanas. Linda le había comentado que había desaparecido días atrás para ver a una paciente. Y que después tenía un congreso de cardiólogos en Washington, así que no sabían cuando iba a regresar. Pero ya habían pasado semanas, y aún no daba con él.
― ¿Lista? ― Joe estaba parado a su lado. Blackshadow ya toleraba su cercanía pero no permitía que lo montase todavía.
A pesar de que lo veía todos los días, y la vestimenta era exactamente la misma que otros días, Nicole no podía resistirse a admirarlo. Ahora la escayola ya no llegaba a la rodilla sino más abajo, según él, un pedazo de ella se había caído de manera “misteriosa”, y andaba con un bastón de improvisto que se había hecho. Sus pantalones de mezclilla gastados junto con la camisa azul la tenían hechizada.
Nicole esbozó una gran sonrisa, revelando su hoyuelo en su mejilla. Un hoyuelo, que al parecer tenía fascinado a Joe y lo besaba cada vez que lo veía, como ahora. Cuando se despegó de ella, se tocó el ala del sombrero que Joe le había regalado, un Stetson color beige, y le respondió.
― Claro que sí.
Escuchó a Joe exhalar profundamente.
― Hubiera pagado porque dijeras lo contrario.
Nicole le dio una palmada en el hombro, para bajar la tensión. El pobre estaba muerto de miedo. Y bueno, en parte lo entendía. Miró de manera automática su pierna enyesada y después lo miró a los ojos.
― Oh, vamos. No me hará nada.
― Es que… tengo un pavor de que te llegue a pasar algo. Algo como esto ― dijo moviendo su pierna y después agregó ― O algo peor.
― No soy de cristal Joe.
― Pero si humana. ― Nicole no pudo refutar a esa afirmación. Joe la tomó de los hombres aunque suave, muy firmemente ― Es que no lo entiendes. En estos momentos, tú eres lo más importante de mi vida.
Nicole se quedó de piedra. Todavía le era raro escuchar tales confesiones de los labios de Joe. Sí, eran pareja, compartían besos, pasaban veladas juntos, compartían sus anhelos, platicaban… Todo eso. Pero era escasamente raro que alguno de los dos revelase sus preocupaciones y sentimientos. Si eso no era una declaración, entonces no tenía idea de que rayos era. Y lo peor era que no sabía como responderle. Decirle que lo amaba cuando él no le había dicho eso, era decir demasiado, pero quedarse callada tampoco era lo mejor.
Joe fue el que rompió con el silencio dándole un beso en la frente.
― Vete por el banquillo, para que te subas. Lo llevarás de aquí hacia el claro. Si no puedes con él, entonces se queda.
Nicole asintió. A pesar de su estatura, todavía no había practicado lo suficiente como para subirse al caballo sin necesidad de un apoyo. Brissa, la yegua que usaba era más baja, lo que le permitía montarla fácilmente, pero Blackshadow era harina de otro costal. Una vez que había colocado la gradilla a un lado de Blackshadow miró a Joe.
― Si no se deja, se acaba. Va en serio.
Nicole respiró hondamente, y miró a Blackshadow, y en vez de contestarle a Joe, habló con el caballo.
― Bueno chico, ahora veremos nuestros frutos. Más te vale que cooperes, porque si no, aquel gruñón nos separará, y te quiero mucho como separarme de ti.
Estiró la pierna y subió. Y no pasó nada.
Blackshadow estaba apacible, esperando las órdenes de Nicole. Ella tomó las riendas que Joe le dio, y se encaminó. Lentamente, Blackshadow fue avanzado hasta el corral, que tenía la puerta abierta y se encerraron en él. Comenzaron dando vueltas por el alrededor. Simples caminatas dieron paso a suaves trotes, haciendo que su sombrero se resbalase y quedara colgando sobre su espalda.
Joe observaba a Nicole, presa del frenesí y la adrenalina que la envolvía en esos momentos. Desearía poder tener una cámara y poder capturar ese momento. Algunas hebras de su cabellera rojiza se habían soltado, y el contraste que los rayos del sol hacían con su cabello le daba el aire de ser ella misma el luminoso astro. Gritarle que se detuviera y ralentizara su trote, sería algo egoísta. Ella le había demostrado todas esas semanas que el caballo y ella eran amigos, y que sus aptitudes como jinete eran excelentes. Había demostrado ser una alumna capaz, y confiable, aunque claro, de vez en cuando le provocaba unos ataques de rabia que le daban ganas de darle un par de tundas en ese trasero tan lindo. Joe suspiró sobrecogido. Su garganta lo estaba matando. Los baños de agua fría ya no le hacían efecto para nada, más que para enfermarlo, pensó mientras carraspeaba su garganta que ya estaba sufriendo las consecuencias de las duchas. Pero quizás el viernes que fueran a visitar a Walter a Dallas, tenía esperanzas de que le quitaría esa cosa inservible, y entonces…
Miró a Nicole, que seguía dando vueltas. Se moría por poseer su cuerpo, pero no tanto como poder poseer su corazón. Imaginarla desnuda, entre sus brazos, ya no para suficiente para él.
Ambos estaban tan entretenidos, que sólo salieron de su ensimismamiento, cuando una voz familiar los llamó.
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
MARATON
4/8
4/8
Capitulo 36
Tiempo perdido
Tiempo perdido
― ¡Hola! Estoy de regreso.
Nicole obligó a Blackshadow a regresar y acercarse a donde estaba Joe. Demi se acercaba danzando felizmente. Tenía su castaña cabellera atada a una cola, y usaba una fina blusa verde tipo polo con sus pantalones jeans, acompañada de unos tenis. En vez de sombrero como Nicole, llevaba una gorra con el logotipo de los “Dallas Cowboy”. Era una fan de ese juego de bárbaros, pero ella lo defendía diciendo que era un juego de inteligencia e ingenio. Ambos estaban felices de volver a verla. Se juntaron y ella fue a darle un beso en la mejilla a Joe, y le mandó un beso volado a Nicole. Se quedó con un brazo atravesado en la espalda de Joe, encima de su cuello. Demi miraba complaciente a Nicole.
― Dios, Kevin me platicó de tus avances pero esto es mucho más de lo que esperaba. Y he de confesar, que no creí que él ― apretó el abrazo a Joe ― aceptaría tan fácil.
― Aun no lo acepta.
― Aún no lo acepto.
― Ya decía yo. ― comentó aliviada Demi ― Por un momento, pensé que estaba en La Dimensión Desconocida, o el Universo Paralelo. ― La risa no le permitió a Demi continuar.
Joe le dio un golpe en la visera de la gorra, y la alzó.
― Mira que chistosa saliste. ¿Y dónde has estado todo este tiempo, jovencita?
Demi puso los ojos en blanco, mirando al cielo, y miró a Nicole.
― A veces eso del plan paternal me desespera. Entre él y Kevin, me pregunto cuando podré conocer a un hombre.
― ¡Eres apenas una niña! ¡Tú carrera es lo primero! ― ambas mujeres quisieron reírse de esa súbita reacción de Joe ― Hombres, ja. Lo que me faltaba oír.
Nicole se congratuló con ella, pero también tuvo que preguntar.
― ¿Qué te tuvo atada tanto tiempo? Te extrañábamos.
Demi soltó a Joe y se recargó en las vigas, justando sus manos.
― Bueno, primero, la escuela. El último año es el más pesado. Pero adoro mi carrera.
En serio, no sabes lo difícil que es acomodar un lugar. ― comentó en tono de broma.
― Claro, mover un sillón de un lado para otro ha de ser algo que requiere muchas horas de quebradero de cabeza. ― la ironía de Joe estaba en cada palabra.
― A veces me pregunto por qué te quiero…
― ¿Por mi sutil encanto? ― sugirió diabólicamente Joe.
Demi y Nicole cruzaron sus miradas, y después lo miraron a él.
― Me ahorro la respuesta.
― Cobarde. ― susurró Joe hacia su lado izquierda, pero Demi tenía un excelente oído.
― Engreído. ― murmuró Demi para su lado derecho, devolviéndole la moneda a Josh.
― Gallina. ― le dijo Joe de frente a frente.
― Vanidoso. ― Demi no se dejó amedrentar.
Un par de brazos grandes, y una gran sombra se paró entre ambos, y los abrazó a cada uno.
― Par de niños chiquitos. Algunas veces pienso que Dios me está castigando por algo de mis vidas pasadas al tener que aguantar a este par. ― Kevin miró divertido a Nicole
― Para que hijos si con estos dos ya tengo más que suficiente. ― Kevin y Nicole se reían de su comentario, pero Demi y Joe no ― Bueno, veo que ya tenemos el veredicto de la apuesta.
― ¿Apuesta? ― preguntaron al mismo tiempo las mujeres.
Jack soltó a Joe y solo se quedó abrazando a Demi.
― Sí. Joe y yo hicimos una apuesta acerca de en cuanto tiempo te veríamos montada sobre el lomo de Blackshadow.
Joe ni siquiera miró a Nicole para saber que estaba molesta. En todo ese tiempo que habían pasado juntos, podía intuir perfectamente reacción. Y la de ese momento, era enfado. Si tan sólo supiera…
― ¿Así que apostate? ― preguntó Nicole ― ¿Y en cuanto tiempo esperabas que estuviera encima? ¿Dos meses?
Kevin vio que había metido la pata hasta el fondo, pero era ya tarde.
― Vamos gatita, no te enojes. En realidad yo…
― No quiero saber. ― Nicole le dio la orden y Blackshadow empezó el trote una vez más.
Kevin miró a Nicole alejarse de ellos y después miró a su hermano y a Joe. Y por la mirada que les dio, ambos sabían que tendrían que contarle todo.
La tarde caía y Nicole aún seguía con Blackshadow. Habían trabajado un par de horas más. Se había olvidado de Joe y los demás. Ni siquiera los había volteado a ver, y para cuando lo hizo se dio cuenta de que estaba sola. Se habían ido.
Mejor, pensó Nicole.
― ¿Tan poca fe tiene en mí? ― preguntó en voz alta Nicole.
Era más que obvio quien había ganado. Lo que no sabía es que había ganado Jack a final de cuenta. Pero no le interesaba. Al notar que la noche estaba cayendo muy deprisa, decidió dejar descansar a Blackshadow. Se bajó de él, y de la rienda lo llevó al establo. Lo llevó a su casilla, y le quitó la pesada montura, para después empezar su rito y cepillarlo, como lo había hecho esas semanas. Se detuvo al oír unas pisadas a su espalda, y al ver que Blackshadow avisaba la llegada de un intruso.
― Ustedes dos parecen ser cómo chispa y pólvora.
Nicole sonrió tristemente.
― Sí, Kevin me dio una idea bastante clara al respecto hace unos días.
― Pero creo que hacen bonita pareja.
Nicole tomó un poco de avena de un costal y extendió su mano a Blacky, para después mirar a Demi.
― Ojala todo fuera color rosa.
Demi se bufó de su respuesta.
― ¡Ja! ¿Y quién rayos quiere rosa? A mi no me gusta.
― Sabes a lo que me refiero.
― Sé a lo que te refieres, y también sé que tú sabes de lo que yo estoy hablando.
― Vaya trabalenguas.
― Soy una genio.
Nicole sonrió y salió de la casilla de Blacky, cerrando la puerta, y acercándose a Demi.
― Por tu cara, sé que hay algo que quieres contarme.
― Después. Pero primero quiero preguntar. ¿Y qué ha pasado con Joe?
― Todo iba bien… hasta hoy. Habíamos estado platicando acerca de nosotros, nuestros gustos, cosas así.
― ¿Y cómo va con eso?
Nicole frunció el ceño. ¿De que hablaba esta chica?
― ¿Qué quieres decir?
― Pues tú sabes, que si ya ha pasado “eso” ― alzó sus cejas seductoramente ― en lo que los involucra ustedes dos, solos y desnudos y una cama, o bueno, un lugar de apoyo. ― después agregó ― Digo, para no omitir paredes, dormilonas, sillas…
Nicole alzó la mano para detener su retahíla de opciones, y también para evitar su bochorno.
― Te han dicho que eres una pervertidora de… — Nicole se detuvo. Menores no era la palabra, ya que Demi era la menor ― Pues eres una pervertidora ― lo dejó en seco.
Demi sonrió, y empezaron a caminar hacia una de las salidas de la cuadra.
― Pues me lo han dicho, pero insisto, ¿qué pasó?
― Pues la verdad, es que no ha pasado nada de “eso”.
Demi detuvo sus pasos y miró espantada a Nicole.
― ¿Nada de nada? ¿Touchdown? ¿Field Goal? ¿Safety? ― la burda comparación de su vida íntima con el futbol americano casi hace reír a Nicole. Casi.
― No, Joe es un caballero ― respondió sonrojada Nicole. ― Hemos acordado un tiempo de espera.
― ¿Tiempo de qué? ¡No me jodas!
― ¡Demi! ― Nicole jamás la había oído maldecir.
― ¿Qué tienes en el cerebro mujer? ― Nicole no entendía la indignación que había en la voz de Demi. Sus alaridos resonaban por toda la cuadra ― Te das cuenta de que tienes a un hombre en toda la extensión de la palabra, en esa casa y bajo tu posesión y lo estas dejando escapar. ¿Tiempo de espera? Al diablo con eso. ― Tomó con fuerza a Nicole de los hombros. A pesar de ser cinco años más joven que ella, Demi era un poco más alta que ella ― Nikky, sólo se vive una vez. No tienes idea de lo que estas desperdiciando. Este tiempo que ha pasado, es tiempo perdido. No quiero decir que tenían que acostarse inmediatamente, pero Nikky ― los ojos de Demi estaban brillando ― Ustedes se quieren. Se ve a simple vista. Se aman. ¿Tienes idea de lo difícil que es encontrar a tu pareja? ¿De tener a esa persona que amas a tu lado, y más aún, que te corresponda? ― La voz de Demi se quebró, y mientras, Nicole vaciló acerca de si todavía estaban hablando de ella ― Joe es uno de los pocos hombres que respeto en mi vida. Y una de las personas más maravillosas que conozco. Pero creo que todo esto ya lo sabes. Y es ahí donde no entiendo. Que me aspen, si ustedes no están hechos el uno para el otro.
Demi soltó a Nicole, y dejó caer sus manos sin fuerza a sus costados, mientras bajaba se daba la vuelta, y bajaba su cabeza, para esconder la primera lágrima que salía de su cauce. Dio un par de pasos para separarse de Nicole. Se había dejado llevar por sus sentimientos.
― Por cierto, por si lo quieres saber, fue Kevin quien perdió la apuesta.
Nicole se quedó congelada al oír la última oración de Demi. No, otra vez no.
― ¿Qué?
― Joe le había dicho que lo lograrías en menos de tres semanas. Kevin por mucho que te quisiera, dijo que era imposible. Ninguno de ellos había montado un caballo en menos de un mes.
― Joe creyó en mí. ― susurró Nicole más para sí misma que para Demi.
― Creo que él siempre ha creído en ti. ― Demi siguió hablando de espaldas ― Lamento haber gritado. Y sólo te venía a avisar que los chicos están ocupados con el trabajo atrasado, y que Joe me mandó a avisar que puede que llegue tarde. Yo tengo algunos asuntos pendientes. Te veo mañana.
― ¡Demi, espera!
Pero Demi ya había salido corriendo por la otra entrada, y no se había molestado en voltear a mirar hacia atrás.
Nicole obligó a Blackshadow a regresar y acercarse a donde estaba Joe. Demi se acercaba danzando felizmente. Tenía su castaña cabellera atada a una cola, y usaba una fina blusa verde tipo polo con sus pantalones jeans, acompañada de unos tenis. En vez de sombrero como Nicole, llevaba una gorra con el logotipo de los “Dallas Cowboy”. Era una fan de ese juego de bárbaros, pero ella lo defendía diciendo que era un juego de inteligencia e ingenio. Ambos estaban felices de volver a verla. Se juntaron y ella fue a darle un beso en la mejilla a Joe, y le mandó un beso volado a Nicole. Se quedó con un brazo atravesado en la espalda de Joe, encima de su cuello. Demi miraba complaciente a Nicole.
― Dios, Kevin me platicó de tus avances pero esto es mucho más de lo que esperaba. Y he de confesar, que no creí que él ― apretó el abrazo a Joe ― aceptaría tan fácil.
― Aun no lo acepta.
― Aún no lo acepto.
― Ya decía yo. ― comentó aliviada Demi ― Por un momento, pensé que estaba en La Dimensión Desconocida, o el Universo Paralelo. ― La risa no le permitió a Demi continuar.
Joe le dio un golpe en la visera de la gorra, y la alzó.
― Mira que chistosa saliste. ¿Y dónde has estado todo este tiempo, jovencita?
Demi puso los ojos en blanco, mirando al cielo, y miró a Nicole.
― A veces eso del plan paternal me desespera. Entre él y Kevin, me pregunto cuando podré conocer a un hombre.
― ¡Eres apenas una niña! ¡Tú carrera es lo primero! ― ambas mujeres quisieron reírse de esa súbita reacción de Joe ― Hombres, ja. Lo que me faltaba oír.
Nicole se congratuló con ella, pero también tuvo que preguntar.
― ¿Qué te tuvo atada tanto tiempo? Te extrañábamos.
Demi soltó a Joe y se recargó en las vigas, justando sus manos.
― Bueno, primero, la escuela. El último año es el más pesado. Pero adoro mi carrera.
En serio, no sabes lo difícil que es acomodar un lugar. ― comentó en tono de broma.
― Claro, mover un sillón de un lado para otro ha de ser algo que requiere muchas horas de quebradero de cabeza. ― la ironía de Joe estaba en cada palabra.
― A veces me pregunto por qué te quiero…
― ¿Por mi sutil encanto? ― sugirió diabólicamente Joe.
Demi y Nicole cruzaron sus miradas, y después lo miraron a él.
― Me ahorro la respuesta.
― Cobarde. ― susurró Joe hacia su lado izquierda, pero Demi tenía un excelente oído.
― Engreído. ― murmuró Demi para su lado derecho, devolviéndole la moneda a Josh.
― Gallina. ― le dijo Joe de frente a frente.
― Vanidoso. ― Demi no se dejó amedrentar.
Un par de brazos grandes, y una gran sombra se paró entre ambos, y los abrazó a cada uno.
― Par de niños chiquitos. Algunas veces pienso que Dios me está castigando por algo de mis vidas pasadas al tener que aguantar a este par. ― Kevin miró divertido a Nicole
― Para que hijos si con estos dos ya tengo más que suficiente. ― Kevin y Nicole se reían de su comentario, pero Demi y Joe no ― Bueno, veo que ya tenemos el veredicto de la apuesta.
― ¿Apuesta? ― preguntaron al mismo tiempo las mujeres.
Jack soltó a Joe y solo se quedó abrazando a Demi.
― Sí. Joe y yo hicimos una apuesta acerca de en cuanto tiempo te veríamos montada sobre el lomo de Blackshadow.
Joe ni siquiera miró a Nicole para saber que estaba molesta. En todo ese tiempo que habían pasado juntos, podía intuir perfectamente reacción. Y la de ese momento, era enfado. Si tan sólo supiera…
― ¿Así que apostate? ― preguntó Nicole ― ¿Y en cuanto tiempo esperabas que estuviera encima? ¿Dos meses?
Kevin vio que había metido la pata hasta el fondo, pero era ya tarde.
― Vamos gatita, no te enojes. En realidad yo…
― No quiero saber. ― Nicole le dio la orden y Blackshadow empezó el trote una vez más.
Kevin miró a Nicole alejarse de ellos y después miró a su hermano y a Joe. Y por la mirada que les dio, ambos sabían que tendrían que contarle todo.
La tarde caía y Nicole aún seguía con Blackshadow. Habían trabajado un par de horas más. Se había olvidado de Joe y los demás. Ni siquiera los había volteado a ver, y para cuando lo hizo se dio cuenta de que estaba sola. Se habían ido.
Mejor, pensó Nicole.
― ¿Tan poca fe tiene en mí? ― preguntó en voz alta Nicole.
Era más que obvio quien había ganado. Lo que no sabía es que había ganado Jack a final de cuenta. Pero no le interesaba. Al notar que la noche estaba cayendo muy deprisa, decidió dejar descansar a Blackshadow. Se bajó de él, y de la rienda lo llevó al establo. Lo llevó a su casilla, y le quitó la pesada montura, para después empezar su rito y cepillarlo, como lo había hecho esas semanas. Se detuvo al oír unas pisadas a su espalda, y al ver que Blackshadow avisaba la llegada de un intruso.
― Ustedes dos parecen ser cómo chispa y pólvora.
Nicole sonrió tristemente.
― Sí, Kevin me dio una idea bastante clara al respecto hace unos días.
― Pero creo que hacen bonita pareja.
Nicole tomó un poco de avena de un costal y extendió su mano a Blacky, para después mirar a Demi.
― Ojala todo fuera color rosa.
Demi se bufó de su respuesta.
― ¡Ja! ¿Y quién rayos quiere rosa? A mi no me gusta.
― Sabes a lo que me refiero.
― Sé a lo que te refieres, y también sé que tú sabes de lo que yo estoy hablando.
― Vaya trabalenguas.
― Soy una genio.
Nicole sonrió y salió de la casilla de Blacky, cerrando la puerta, y acercándose a Demi.
― Por tu cara, sé que hay algo que quieres contarme.
― Después. Pero primero quiero preguntar. ¿Y qué ha pasado con Joe?
― Todo iba bien… hasta hoy. Habíamos estado platicando acerca de nosotros, nuestros gustos, cosas así.
― ¿Y cómo va con eso?
Nicole frunció el ceño. ¿De que hablaba esta chica?
― ¿Qué quieres decir?
― Pues tú sabes, que si ya ha pasado “eso” ― alzó sus cejas seductoramente ― en lo que los involucra ustedes dos, solos y desnudos y una cama, o bueno, un lugar de apoyo. ― después agregó ― Digo, para no omitir paredes, dormilonas, sillas…
Nicole alzó la mano para detener su retahíla de opciones, y también para evitar su bochorno.
― Te han dicho que eres una pervertidora de… — Nicole se detuvo. Menores no era la palabra, ya que Demi era la menor ― Pues eres una pervertidora ― lo dejó en seco.
Demi sonrió, y empezaron a caminar hacia una de las salidas de la cuadra.
― Pues me lo han dicho, pero insisto, ¿qué pasó?
― Pues la verdad, es que no ha pasado nada de “eso”.
Demi detuvo sus pasos y miró espantada a Nicole.
― ¿Nada de nada? ¿Touchdown? ¿Field Goal? ¿Safety? ― la burda comparación de su vida íntima con el futbol americano casi hace reír a Nicole. Casi.
― No, Joe es un caballero ― respondió sonrojada Nicole. ― Hemos acordado un tiempo de espera.
― ¿Tiempo de qué? ¡No me jodas!
― ¡Demi! ― Nicole jamás la había oído maldecir.
― ¿Qué tienes en el cerebro mujer? ― Nicole no entendía la indignación que había en la voz de Demi. Sus alaridos resonaban por toda la cuadra ― Te das cuenta de que tienes a un hombre en toda la extensión de la palabra, en esa casa y bajo tu posesión y lo estas dejando escapar. ¿Tiempo de espera? Al diablo con eso. ― Tomó con fuerza a Nicole de los hombros. A pesar de ser cinco años más joven que ella, Demi era un poco más alta que ella ― Nikky, sólo se vive una vez. No tienes idea de lo que estas desperdiciando. Este tiempo que ha pasado, es tiempo perdido. No quiero decir que tenían que acostarse inmediatamente, pero Nikky ― los ojos de Demi estaban brillando ― Ustedes se quieren. Se ve a simple vista. Se aman. ¿Tienes idea de lo difícil que es encontrar a tu pareja? ¿De tener a esa persona que amas a tu lado, y más aún, que te corresponda? ― La voz de Demi se quebró, y mientras, Nicole vaciló acerca de si todavía estaban hablando de ella ― Joe es uno de los pocos hombres que respeto en mi vida. Y una de las personas más maravillosas que conozco. Pero creo que todo esto ya lo sabes. Y es ahí donde no entiendo. Que me aspen, si ustedes no están hechos el uno para el otro.
Demi soltó a Nicole, y dejó caer sus manos sin fuerza a sus costados, mientras bajaba se daba la vuelta, y bajaba su cabeza, para esconder la primera lágrima que salía de su cauce. Dio un par de pasos para separarse de Nicole. Se había dejado llevar por sus sentimientos.
― Por cierto, por si lo quieres saber, fue Kevin quien perdió la apuesta.
Nicole se quedó congelada al oír la última oración de Demi. No, otra vez no.
― ¿Qué?
― Joe le había dicho que lo lograrías en menos de tres semanas. Kevin por mucho que te quisiera, dijo que era imposible. Ninguno de ellos había montado un caballo en menos de un mes.
― Joe creyó en mí. ― susurró Nicole más para sí misma que para Demi.
― Creo que él siempre ha creído en ti. ― Demi siguió hablando de espaldas ― Lamento haber gritado. Y sólo te venía a avisar que los chicos están ocupados con el trabajo atrasado, y que Joe me mandó a avisar que puede que llegue tarde. Yo tengo algunos asuntos pendientes. Te veo mañana.
― ¡Demi, espera!
Pero Demi ya había salido corriendo por la otra entrada, y no se había molestado en voltear a mirar hacia atrás.
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
MARATON
5/8
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Capitulo 37
Tormenta de recuerdos
Tormenta de recuerdos
Cerró la puerta tras de sí, y se recargó unos segundos en ella. Nicole ni siquiera se había molestado en ir al Cuartel. Una vez fuera de las caballerizas, había salido disparada a la casa. Había tomado su Blazer, y había manejado de manera autómata. Las palabras de Demi resoban constantemente en su cabeza. Fue directamente a su habitación y se desnudó para irse a la ducha y quitarse el olor a caballo. Pero más que nada, para refrescar su mente.
El agua recorrería todo su cuerpo, había preferido prender la regadera que llenar la tina. Posó sus manos sobre la pared de granito, alzó su rostro y dejó que los chorros de agua golpearan su rostro.
Nikky, sólo se vive una vez. No tienes idea de lo que estas desperdiciando.
Claro que sabía que estaba despreciando. Todas las noches, desde hacía dos semanas, al acostarse sola en su cama, se preguntaba si no era una estupidez dormir sola, cuando Joe estaba en la otra habitación, y sabía que él la deseaba.
Fue Kevin quien perdió la apuesta
― Tonta, tonta, tonta ― se daba literalmente golpes contra la pared.
Era como si esperara que en cualquier momento, el dejara de sentirse atraído por ella. Nicole aún no entendía que veía en ella, y su inseguridad estaba cobrando factura. Si siempre sería así, ¿Qué futuro les esperaba juntos?
¿Tienes idea de lo difícil que es encontrar a tu pareja? ¿De tener a esa persona que amas a tu lado, y más aún, que te corresponda?
Se apretó fuertemente el lazo de la bata. Sabía que Joe no la lastimaría. Podía apostar su vida en ellos. Pero aún recordaba aquella noche… en el asiento trasero de un auto. Desde la noche que había tenido relaciones sexuales (porque ella no lo definía como hacer el amor) con Scott, ningún hombre la había tocado íntimamente. Ni siquiera Alex. Y aunque la sangre le hervía cada vez que se imagina a Joe desnuda sobre ella. Ah, porque claro que se lo había imaginado, las pasadas dos semanas, lo había hecho. Pero entonces se le venía el recuerdo de Scott y todo el fuego que sentía se congelaba.
Ustedes se quieren. Se ve a simple vista. Se aman.
No se molestó en secarse el cabello y se acostó simplemente en la cama, tomando las almohadas que tenía a un lado entre sus brazos. Después se colocó una encima del rostro. Demi tenía toda la razón. Seguía siendo una cobarde. En ninguna otra vida, conocería a alguien como él. Sólo se vivía una vez.
Fue Kevin quien perdió la apuesta.
Tenía que pedirle disculpas a Joe. Otra vez. Una parte de ella deseaba parar y correr hacia el cuartel y rogarle perdón no solo por haberse enojado esa tarde, sino por todo lo demás. Pero por alguna extraña razón, estaba demasiado exhausta. Cansada hasta el límite. Su cuerpo le pesaba mil veces más de lo normal, y su visión se estaba volviendo nublada, pues su párpados se cerraban. Sin saber en que momento, cayó dormida profundamente.
Tan rápido, que no se dio cuenta de cómo un tono violeta teñía el cielo, y el anuncio una gran tormenta que estaba apunto de desatarse.
Joe oyó el reloj de la casa sonar justo cuando estaba cerrando la puerta de su casa. Medianoche. Había tratado tantas cosas con Kevin y Nick, que se habían pasado toda la tarde y parte de la noche en la oficina. Lola les había llevado bocadillos, pero no se había molestado en preguntar el porqué de esa tensión en el ambiente. Habían tomado un descanso hacia la hora de la comida, y Joe se había cambiado en el Cuartel, no quería ir a su casa. Supuso que Demi le había dado el recado a Nicole, pues no la vio en el resto del día.
Nick también se había dado cuenta de la tensión entre ellos, y lo había preguntado. Era increíble, que a pesar de tener una conferencia por teléfono, hubiera notado la tirantez entre ellos. Kevin se había disculpado y Joe había aceptado las disculpas, pero el daño estaba hecho. Nicole se había enojado, pero lo que más le molestaba a Joe era que no se había dejado explicar. Él se había pasado todo ese tiempo demostrable que sentía algo por ella, que confiaba en ella, que la admiraba por su valentía, y a la primera palabra, todo se derrumbaba.
Un trueno reverberó, y la deslumbrante luz del relámpago se coló por las ventanas de la casa. Kevin le había comentando que habían pronosticado una gran tormenta esos días, y que lo más probable era que una temporada el clima estaría cambiante. Otro descarga y un ronco sonido, y la lluvia se desató. Llovía a cantaros. Miró hacia las escaleras. Lo más seguro era que Nicole ya estuviera dormida.
Prendió la luz de la cocina y fue hacia la cafetera. No tenía mucho sueño, además, estaba intranquilo. Estaba esa tonta fiesta de Demi y su aniversario. Ninguno de los tres quería una fiesta, pero ninguno de los tres estaba dispuesto a romper las ilusiones de la pequeña de aquella extraña familia. Ni oponerse a las órdenes de la Generala Lola.
De pronto la luz se fue. Las bombillas de la cocina y la del porche se apagaron. ¡Maldición!, pensó Joe. No podrían comprobar la línea hasta mañana. Ni loco saldría con esa tormenta en su apogeo. Dio otro sorbo a su café, y puesto que no había nada que hacer en el piso de abajo, subió las escaleras y se dirigió a su cuarto. Estaba apunto de doblar a su pasillo, cuando un pequeño y leve sollozo lo detuvo en seco.
Era alguien llorando.
Nicole.
Salió corriendo tan rápido como pudo, y abrió la puerta sin siquiera tocarla. Nicole estaba tendida en su cama, retorciéndose de un lado a otro. Por el tono de su voz, pudo saber que estaba llorando, y que aun seguía dormida, presa de alguna pesadilla. Se colocó en la orilla de la cama, y trató de despertarla. No veía absolutamente nada, pero un rayo iluminó la estancia y pudo comprobar horrorizado que efectivamente estaba llorando. Sólo oía las palabras balbuceante que se desprendían de sus labios. “Ángel”, repetía una y otra vez. Los truenos fueron sonando cada vez más constantes, y conforme iba aumentando el sonido estruendoso, también lo hacían los gemidos de Nicole.
― Nicole, despierta. ― su voz ahora era firme, y su tono era más elevado. Sus manos estaban sobre sus hombros, moviéndola firmemente. ― Nikky…
― No… lo… siento… ángel… mi ángel…
Joe no tenía idea de acerca de que hablaba Nicole, pero el verla llorar le dolía en el alma. Lo malo era que tenía el sueño profundo, y si bien podría ser contraproducente, el sólo deseaba que ella despertara y lo viera.
― Nikky, despierta. ¡Ahora!
Nicole abrió los ojos y se levantó súbitamente, chocando contra él, y aferrando sus brazos alrededor de Joe, enganchándose a cada parte de él, cómo si fuera su balsa que la mantenía lúcida. Escondió su rostro en el hueco del cuello de Joe, mientras que él la abrazaba y la arrullaba como si fuera una bebé, en tanto tenía una mano en su cabeza, consolándola y la otra, alrededor de su cintura, acercándola.
Nicole siguió llorando, y Joe sólo la sostuvo contra si. No le pidió que dejara de llorar, o que le contase que le sucedía. Simplemente, la mantuvo contra su pecho, esperando a que se despertara por completo, y saliera de cualquiera que fuese esa pesadilla que la estaba atormentado.
En la oscuridad de la noche, sólo se oía como los sollozos de Nicole se iban calmando hasta convertirse en una rítmica respiración.
― ¿Estás mejor?
― Sí, lo siento. ― Nicole se separó y se desasió de su abrazo, pero Joe no la soltó por completo y sujetó sus manos, mientras que ella se limpiaba con el dorso de su mano su rostro, estaba tiritando ― Es sólo que las tormentas… no duermo en las tormentas. Tengo pesadillas. Pero hoy estaba tan cansada que no me di cuenta. ― Un relámpago volvió a iluminar el cuarto, y Nicole se encogió al oír el trueno, y Joe sintió que su corazón lo hacía también. Acarició su mano ― ¿Por qué está todo oscuro?
― Se fue la luz… ― Joe se calló hasta que el estruendo pasó ― hace unos minutos.
― Podrías… Hablar conmigo. ― Nicole necesitaba algo en que pensar cuando las tormentas comenzaban. Si no, su mente le haría recordar tantas cosas…
Joe, por su parte, no sabía de que platicar, su mente se había quedado en blanco.
Nicole tomó su silencio como enojo e hizo lo único que podía hacer. Rogar.
― Lo que sea, por favor. Por favor.
― Yo les tengo miedo a los payasos. ― a Nicole se le escapó una risilla, y Joe se calmó. Lo había hecho bien. ― En serio. Una vez, Richard, Ariana y yo vimos esa película de “It” de Stephen King, y los tres quedamos traumados. Creo que él ya lo superó, porque Mary Ann le encantan esas cosas. De Ariana no sé, pero sospecho que igual, por Allie. Por mi parte, paso. Me ponen de nervios.
― Es un libro ― acusó Nicole agradecida de la plática, y de ese tema que Joe había escogido.
Joe le acarició su mejilla, y limpió las lágrimas con su pulgar.
― Oye, tu le tienes miedo a las tormentas. Esas son fenómenos naturales. ― el tono de broma sirvió para amenizar el ambiente, por un momento. La luz de otro relámpago se coló por la habitación una vez más.
― Odio las tormentas. ― comentó Nicole, tratando de justificar de alguna manera su actuación de hacía unos minutos.
― Nikky, está bien, no tienes que explicarme nada.
Joe la volvió a tomar en brazos y Nicole se meció en ellos. Ambos odiaban ese sentimiento que tenían: uno por la impotencia de no poder sellar el dolor en el corazón de su amado, y otro, por mostrarse tan débil.
― Tranquila
― No les tengo miedo ― aclaró ella, acomodando su mejilla sobre su hombro ― Es sólo que las odio. Me hacen recordar. Y me hacen daño… las odios.
El silenció reinó por unos segundos. Pero no Nicole estaba dispuesta a agregar nada más. Joe suspiró, no quería presionarla.
― Te he dicho que mientras yo esté contigo, no tendrás nada que temer.
Nicole alzó su rostro y contempló a Joe, y su mirada se perdió en la de él. Sintió un nudo en la boca del estómago. Alzó una mano para poder acariciar la mejilla de Joe, y pensó en las palabras de Demi, y en las que él le acaba de decir sólo unos segundos antes. Sintió millones de sentimientos entremezclándose en su pecho, que estaba apunto de explotar. Cuan tonta y ciega había sido.
― Te… amo. Te amo. Te amo.
Tres veces fueron las que Nicole necesito para que la última sonara firme y segura. Sin titubeos. Si él no lo amaba aún, no importaba. Ella podía esperar. Pero necesitaba decírselo. Entonces fue consciente de que había vuelto a llorar, y que ahora sus lágrimas se reunían en su barbilla para caer sobre su regazo. Vio su silueta gracias a la luz de un relámpago, y esperó el ruido del trueno, pero no se encogió. Joe estaba con ella. Y nada podía salir mal.
Joe seguía sin decir nada. Sólo siguió el camino de sus lagrimones y la tomó de la mejilla para que su mirada no vagase a otro lado. Con una sonrisa triste habló.
― Lamento que amarme te haga llorar.
Nicole en vez de enfadarse, comenzó a llorar más, y empezó a reírse, pasando su mano libre para limpiarse el rostro. Después lo miró sonriendo.
― No seas tonto. ― Se levantó y se acomodó de tal manera que quedó sentada sobre sus propios pies. ― Es sólo que, de entre todas las cosas que he hecho en mi vida, no sé que he podido hacer para merecerte.
― Nikky…
Nicole se inclinó hacia él, y tomó su boca. Le pasó sus brazos alrededor del cuello, y se pegó a él, como si fuera su aire.
― Sí, así quiero que me llames de ahora en adelante. Nikky, sólo tuya.
Con movimientos diestros, se colocó encima del regazo de Joe, y lo tumbó sobre la cama. Nada importaba en ese momento, salvo recuperar todo el tiempo que había perdido por su obstinación y temor. Profundizó el beso, jugueteando con su lengua, incitándolo, ya que sintió que se resistía, pero no lo haría por mucho tiempo.
― Nikky, estás en shock. Quizás todavía estas soñando. No me pienso aprovechar de ti.
― Pero ni su voz ni su cuerpo apoyaban la frase.
Nicole apoyó ambas manos a los costados de Joe y lo miró. Joe se quedó callado.
Había algo en el calor de su mirada que le decía que no dijera una palabra. Observó como el cabello rojo de Nicole caía como una cortina de fuego, en volviéndolos. Pudo oler el aroma de su shampoo. Olía tan bien. Olía a ella. Cerró los ojos sólo por unos segundos, aspirando su exótico perfume.
― Jamás en toda mi vida lo he tenido todo tan claro. Te amo, y aunque tú quizás no me amas, sé que sientes algo por mí, y estoy dispuesta a vivir con ello.
― Oye… ― Joe estaba levantándose, pero Nicole lo tomó de los hombros y lo empujó enérgicamente contra el colchón.
― Eso del tiempo de espera, fue la cosa más absurda y estúpida que se nos pudo ocurrir. ¿Y si mañana sucede algo? ¿Y si uno de los dos muere? Lamentaríamos eso por el resto de nuestras vidas.
Joe hizo una mueca.
― Una de las pocas veces en vida que quiero mostrarme caballeroso, y la mujer que he elegido se ríe de mí. Y en mi cara.
Nicole sonrió, de ternura. No veía un día sin él. Movió su cabeza lentamente, mientras que sus manos se dirigían hacia los botones de su camisa. Sintió los músculos de su abdomen tensarse, y lo observó reteniendo el aire en sus pulmones. Excelente.
Nunca se había considerado a sí misma una mujer descarada, pero esa noche, podía hacer cosas inimaginables.
― No me estoy riendo. Sólo estoy aclarando los puntos. ― Siguió batallando con los botones. No era tan rápida como quisiera. ― Y ahora cállate. Quiero hacerte el amor.
Se inclinó para besarlo, pero el detuvo de los hombros, quedando a unos milímetros de su boca.
― Sólo una cosa más. ― Su voz era un susurro erótico. Nicole lo miró, y espero ― Jamás vuelvas a decir que no te amo. Porque eso sería la blasfemia más grande del mundo. Te amo, Nicole Marie Adams. Sólo estaba esperando el momento indicado para decírtelo.
Nicole sintió que su corazón oprimía contra su pecho, era casi como si quisiera salir de su cuerpo, para fundirse con el de Joe. La amaba. No necesitaba más.
― Creo que este es el momento indicado. ― Se inclinó una vez más pero Joe la volvió a detener. ― ¿Y ahora qué? ― preguntó exasperada.
Joe sonrió maquiavélicamente, y le dio la vuelta poniéndola ahora a ella, debajo de su cuerpo, colocándola estratégicamente para tener acceso a su cuerpo.
― Que yo, mi hermosa Nikky, seré el que te hará el amor.
Nicole se sentía tan llena de energía. Se estiró un poco, y mordió su labio.
― ¿Qué te parece si lo hacemos ambos?
― Hecho.
Y por fin se pudieron besar. Era como una competencia para ver quién hacía caer en el abismo del éxtasis al otro. Nicole por fin consiguió desabotonar la camisa, y con movimientos frenéticos, sin dejar de besarlo, le quitó la camisa. Gracias al cielo, Joe ponía todo su parte. Su bata se medio abrió por abajo, y el deslizó una mano sobre su pierna derecha, pero entonces se detuvo
― ¿Estás desnuda bajo esta cosa? ― preguntó sin aliento.
― Ajá. ― No fue una palabra, sino una leve contestación, apenas podía contestar algo coherente. Sentía sus labios calientes y gruesos por las caricias de Joe.
Joe se paró inmediatamente, y Nicole se hizo preguntar cómo rayos es que se movía tan rápido con ese bendito yeso.
― No te muevas ni un milímetro. ― ordenó Joe.
Nicole se quedó justo donde estaba y oyó cómo Joe se dirigía a su habitación, arrastrando apresuradamente su pierna. Diez segundos después, Joe apareció en el umbral de la puerta, sonriendo… y enseñando una caja de condones.
Se había olvidado por completo de protección.
― Buena chica. ― Le dijo Joe al ver que había cumplido su orden, entonces Nicole se recargó sobre sus codos, para poder mirarlo ― Creo que voy a morir esta noche… ― se acercó a ella, moviéndose como un felino acechando a su presa. Se inclinó hacia ella y la beso apasionadamente ― Pero lo haré como el hombre más feliz de la historia.
Nicole se rompió a reír, y Joe cayó sobre ella, devorándola a besos.
― Oh Dios.
Ninguno de los dos supo quien dijo eso primero, pero no les importaba, Tenían otras cosas en que pensar. Joe le bajo la manga de la bata de un hombro, y se deleitó con solo ese pedazo de piel. Cuando cambió su camino de besos hacia su cuello, Nicole empezó a gemir deliciosamente, y para cuando bajó hacia su clavícula, ella pedía que la tomara y que acabara con todo su sufrimiento.
― Tranquila mi pequeña Nikky, tenemos mucho tiempo por delante ― le había contestado.
Con dedos diestros desató su bata pero no la abrió sino la dejó donde estaba, ya que sintió la leve tensión en el cuerpo de ella. Decidió darle tiempo. Era una extraña comunicación telepática que habían desarrollado entre ellos. Cada uno sabía en que estaba pensando el otro, por sus movimientos, sus gestos, sus miradas, por todo. Y él, en ese momento, supo que Nicole estaba tensándose por que no se sentía segura con su cuerpo. Pero esa noche, él le demostraría que era la mujer más hermosa del mundo.
― Joe, yo… necesito.
― ¿Qué, pequeña? ¿Esto? ― y se agachó para besarle el cuello, y oyó como ella exhalaba un grito de ansia, después posó una mano sobre uno de sus pechos, y empezó a masajearlo a través de la tela de la bata ― ¿O esto? O quizás… ¿Esto? ― Y fue deslizando lentamente su otra mano sobre su pierna, hasta llegar a su cadera, y acarició su trasero suavemente.
― ¡Todo! Necesito todo.
Oír cómo Nicole estaba tan excitada como él, lo hizo descansar su frente contra la curva de su hombro. En esos momentos, parecía un adolescente en su primera vez, y no quería que las cosas fueran a prisa. Sintió los dedos de Nicole sobre la hebilla del cinturón, desabrochándolo.
― Quiero sentirte, por favor.
Joe se desabrochó los pantalones rápidamente y se deshizo de ellos en un abrir y cerrar de ojos, y se quedó sólo en bóxer. Nicole alzó sus manos para deshacerse de ellos, pero Joe la detuvo.
― No cariño, aún no.
Se tendió sobre ella, y muy delicadamente abrió la bata, y odio que no hubiera luz, para poder verla, pero ya habría otra ocasión. Muchas más, pensó con lujuria. Encima de ella, fue bajando de su sensitivo cuello, hacia sus senos. Y estaba en la gloria. Con su boca, se deleitó con uno de ellos, y el otro, demandando igual atención, fue acariciado con su mano. Los suaves montículos se ponían duros ante su contacto. Primero empezó depositando suaves besos, después lamidas y terminó bebiendo de ellos. Oír el gimoteo de Nicole solo servía para aumentar su deseo.
― Eres hermosa, Nicole.
Oyó solo un ruido de respuesta. Bajó hacia su abdomen, y se deleitó con él. Cuando iba bajando hacia su vientre bajo, depositando besos, notó que ella se tensaba, pero esta vez, fue diferente. Sólo un suave roce, y empezó a reír Tenía cosquillas ahí. La tomó de las caderas, para evitar que se moviera, y siguió maravillándose del cuerpo de su amada. Las risillas de Nicole se convirtieron en quejas. Ella deseaba más.
― Joe. Basta. ― Sólo dos palabras. No fue una oración, sino más bien, todo lo que su cerebro podía procesar.
― Sólo por ahora. ― fue lo único que dijo.
Joe volvió a subir, gateando a su cabeza. Nicole lo miró, perdiéndose en sus ojos, y volvió a besarlo. Adoraba sentir sus labios, y el calor de su mano contra su cuerpo. Y esa mano fue bajando hasta llegar a la parte que clamaba a gritos lo tocara, pero el sólo jugueteó, sin tocarla. Y ella estaba al borde del abismo.
― Joe…
El sólo la beso, respondiendo a su demandas, introdujo su mano en su entrepierna, y ella sólo dejó salir un grito de placer. Estaba húmeda y preparada para él, pero Joe tenía otras cosas en mente. Sus pezones se volvieron duros cual guijarros, mientras que Joe los chupaba primero con delicadeza y para después torturarla mordiendo la cumbre de aquellas colinas, entonces sintió las manos de Nicole sobre su cabeza, y como sus dedos desfilaban entre su negra cabellera, obligándolo a ir por más, y al fin sus dedos hicieron magia y su centro femenino ardió cuando Joe deslizó un dedo, La humedad de su entrepierna hacía que los dedos de él se deslizaran fácilmente, afligiéndola. Sus caderas tomaron vida propia y empezó a alzarlas, realizando una danza erótica contra aquel dedo medio que le provocaba placer.
― Oh Dios…
Nicole estaba segura de que ella había sido lo que había hablado, ya que Joe tenía la boca ocupada en otro lado. Su dedo cobró fuerza y fue acelerando el masaje contra su clítoris, y después sus pulmones se quedaron sin aire, echó la cabeza hacia atrás y gimió apretando sus labios, para no gritar.
Bien podría haber pasado horas, a Nicole no le importaba. ¡Había sido maravilloso! Y eso que Joe aún no la había tomado por completo. Sentía los latidos de su corazón en cada fibra de su cuerpo, sobre todo, en su feminidad, que con nada respiro, sentía un latido, y a pesar de haber disfrutado tanto, quería, no, necesitaba más.
Los labios de Joe tomaron el lóbulo de su oreja y lo mordisqueó. Nicole sentía su respiración tan cerca. Al momento de introducir un dedo dentro de su cavidad, Joe le susurró al oído.
― Aún no hemos acabado, cariño.
Ella contaba con eso. Joe le siguió dando masajes, calmando su orgasmo anterior, e incitándola para uno nuevo. Su dedo profanó su centro y se hundió y gritó. Había pasado tanto tiempo,...
Sintió la erección de Joe contra su muslo y se quedó quieta. No había luz, no lo podía ver, pero el sentido del tacto era a veces mejor que la vista, y en esos momentos, la erección de Joe tenía el premio a la mejor del mundo. Deseo poder tomarlo entre sus manos pero no se sentía tan atrevida para hacerlo. Joe se despejó de la ultima prenda que llevaba puesta, y quedaron piel contra piel, su fino vello que cubría su pecho friccionaba con cada parte de su cuerpo, a pesar de que ella tenía la bata todavía puesta, ésta estaba abierta de lado a lado. Él hizo un movimiento para buscar algo en la mesilla al lado de la cama.
El preservativo.
Se le había olvidado por completo. Presa de la pasión y del éxtasis del momento, había olvidado protección. Justo como la otra vez. Aunque no tan igual. El baúl de sus más profundos recuerdos se abrió, y un chorro de agua fría cayó sobre ella. Springfield parecía tan lejano ahora.
Joe no pasó por alto su tensión, y su sentido le informó que ella estaba cambiando de parecer. Detestó no poder tener luz para mirarla y saber que le pasaba.
― Nicole.
Ella oyó su nombre y lo miró, y en ese momento, un rayo cruzó e iluminó por una fracción de segundo la habitación. Ella veía a Joe. Sólo a Joe.
― A partir de aquí, te pregunto si estás segura, porque una vez que empiece, no podré detenerme.
Nicole sintió que su amor la ahogaba. Él le estaba dando todavía la oportunidad de echarse atrás. Había sentido su temor, su recelo y le estaba dando la posibilidad de terminar todo.
― Oh Joe… ― la miró y lo abrazó, besándolo ― Te amo.
Pero antes que el la poseyera por completo, necesitaba decirle solo una cosa más.
Porque sabía que para él era importante. Porque esa noche haría el amor con el hombre que amaba.
― Joe ― Tomó su cabeza entre sus manos y lo obligó a mirarla. Ella sonrió desde el fondo de su alma ― Jamás me acosté con Alex.
― ¿Qué?
― Lo que oíste. Y ahora, termina conmigo.
Joe no dijo nada, sólo se ubicó entre sus piernas, y fue preparándola. Maldijo el maldito yeso en su pierna, pero esa cosa no le iba a arruinar esa noche. Se colocó el preservativo y después volvió a recorrer un camino de besos por su abdomen y sus muslos. Estaba feliz, por alguna razón, saber a ciencia cierta que Alex jamás la había tocado de la forma en la que él la estaba tocando en esos momentos, que no había disfrutado de las maravillas de ese cuerpo curvilíneo que tenía entre sus manos, saber que no la había poseído le quitaba un peso de encima. Cuantas veces se había imaginado a Nicole compartiendo cada caricia con Alex. Tantas veces, que los fieros celos lo dominaban y se perdía en una nube de ellos.
Pero ahora, ella estaba con él, y nada de eso importaba.
Tanteó su miembro contra su dulce humedad, y con un movimiento lento y suave fue penetrándola. La sentía tan estrecha que tuvo que ir centímetro por centímetro para no hacerle daño. Sabía que ella no era virgen, pero era tan estrecha que le hacia pensar todo lo contrario. Detuvo su intromisión y esperó.
Nicole se sintió incómoda al sentir la intrusión del sexo de Joe contra su cueva, pero sentía también una primitiva necesidad de tenerlo completamente en su interior. Odiaba que él se hubiera detenido, Arqueó su espalda y alzó su pelvis para ir al encuentro de su grueso miembro.
― Nikky, no… Dios… Espera.
― No puedo esperar ― ordenó ella.
Y elevando su cadera al ángulo precioso logró al fin contener toda la esencia de Joe dentro de sí. Ambos se quedaron sin respirar unos segundos, disfrutando del perfecto acoplamiento de sus cuerpos. Joe dejó caer parte de su peso contra el cuerpo de ella, quedando suspendido sobre ella, y mucho antes de pensar en empujar o quedarse, Nicole tomó la decisión y lo obligó a moverse.
Joe siguió el ritmo que Nicole impuso, un ritmo inicialmente suave, pero que después se convirtió en demandante. La velocidad de las embestidas fue acelerando, bebía de su boca, en una lucha de pellizcos y dientes, mientras que una mano la pasó debajo de la cadera de Nicole para apoyarse.
El clímax en esa ocasión abatió a ambos como si un gran trueno los hubiera partido. Nicole gritó, sus músculos internos apretaron el miembro de Joe, y sus pulmones pedían aire, pero ella sólo quería disfrutar cada segundo de ese pedazo de cielo que acaba de conocer. Eso, pensó, era hacer el amor con alguien que amas.
Joe disfrutó al oír los profundos sonidos de éxtasis que salían de la garganta de Nicole. Esa fue la bomba que detonó su propio deseo, y se dejó ir dentro de ella en una última embestida, para después relajarse y dejarse caer sobre el cuerpo de ella.
Eran un solo cuerpo, una sola carne, un solo corazón y una sola alma.
El agua recorrería todo su cuerpo, había preferido prender la regadera que llenar la tina. Posó sus manos sobre la pared de granito, alzó su rostro y dejó que los chorros de agua golpearan su rostro.
Nikky, sólo se vive una vez. No tienes idea de lo que estas desperdiciando.
Claro que sabía que estaba despreciando. Todas las noches, desde hacía dos semanas, al acostarse sola en su cama, se preguntaba si no era una estupidez dormir sola, cuando Joe estaba en la otra habitación, y sabía que él la deseaba.
Fue Kevin quien perdió la apuesta
― Tonta, tonta, tonta ― se daba literalmente golpes contra la pared.
Era como si esperara que en cualquier momento, el dejara de sentirse atraído por ella. Nicole aún no entendía que veía en ella, y su inseguridad estaba cobrando factura. Si siempre sería así, ¿Qué futuro les esperaba juntos?
¿Tienes idea de lo difícil que es encontrar a tu pareja? ¿De tener a esa persona que amas a tu lado, y más aún, que te corresponda?
Se apretó fuertemente el lazo de la bata. Sabía que Joe no la lastimaría. Podía apostar su vida en ellos. Pero aún recordaba aquella noche… en el asiento trasero de un auto. Desde la noche que había tenido relaciones sexuales (porque ella no lo definía como hacer el amor) con Scott, ningún hombre la había tocado íntimamente. Ni siquiera Alex. Y aunque la sangre le hervía cada vez que se imagina a Joe desnuda sobre ella. Ah, porque claro que se lo había imaginado, las pasadas dos semanas, lo había hecho. Pero entonces se le venía el recuerdo de Scott y todo el fuego que sentía se congelaba.
Ustedes se quieren. Se ve a simple vista. Se aman.
No se molestó en secarse el cabello y se acostó simplemente en la cama, tomando las almohadas que tenía a un lado entre sus brazos. Después se colocó una encima del rostro. Demi tenía toda la razón. Seguía siendo una cobarde. En ninguna otra vida, conocería a alguien como él. Sólo se vivía una vez.
Fue Kevin quien perdió la apuesta.
Tenía que pedirle disculpas a Joe. Otra vez. Una parte de ella deseaba parar y correr hacia el cuartel y rogarle perdón no solo por haberse enojado esa tarde, sino por todo lo demás. Pero por alguna extraña razón, estaba demasiado exhausta. Cansada hasta el límite. Su cuerpo le pesaba mil veces más de lo normal, y su visión se estaba volviendo nublada, pues su párpados se cerraban. Sin saber en que momento, cayó dormida profundamente.
Tan rápido, que no se dio cuenta de cómo un tono violeta teñía el cielo, y el anuncio una gran tormenta que estaba apunto de desatarse.
Joe oyó el reloj de la casa sonar justo cuando estaba cerrando la puerta de su casa. Medianoche. Había tratado tantas cosas con Kevin y Nick, que se habían pasado toda la tarde y parte de la noche en la oficina. Lola les había llevado bocadillos, pero no se había molestado en preguntar el porqué de esa tensión en el ambiente. Habían tomado un descanso hacia la hora de la comida, y Joe se había cambiado en el Cuartel, no quería ir a su casa. Supuso que Demi le había dado el recado a Nicole, pues no la vio en el resto del día.
Nick también se había dado cuenta de la tensión entre ellos, y lo había preguntado. Era increíble, que a pesar de tener una conferencia por teléfono, hubiera notado la tirantez entre ellos. Kevin se había disculpado y Joe había aceptado las disculpas, pero el daño estaba hecho. Nicole se había enojado, pero lo que más le molestaba a Joe era que no se había dejado explicar. Él se había pasado todo ese tiempo demostrable que sentía algo por ella, que confiaba en ella, que la admiraba por su valentía, y a la primera palabra, todo se derrumbaba.
Un trueno reverberó, y la deslumbrante luz del relámpago se coló por las ventanas de la casa. Kevin le había comentando que habían pronosticado una gran tormenta esos días, y que lo más probable era que una temporada el clima estaría cambiante. Otro descarga y un ronco sonido, y la lluvia se desató. Llovía a cantaros. Miró hacia las escaleras. Lo más seguro era que Nicole ya estuviera dormida.
Prendió la luz de la cocina y fue hacia la cafetera. No tenía mucho sueño, además, estaba intranquilo. Estaba esa tonta fiesta de Demi y su aniversario. Ninguno de los tres quería una fiesta, pero ninguno de los tres estaba dispuesto a romper las ilusiones de la pequeña de aquella extraña familia. Ni oponerse a las órdenes de la Generala Lola.
De pronto la luz se fue. Las bombillas de la cocina y la del porche se apagaron. ¡Maldición!, pensó Joe. No podrían comprobar la línea hasta mañana. Ni loco saldría con esa tormenta en su apogeo. Dio otro sorbo a su café, y puesto que no había nada que hacer en el piso de abajo, subió las escaleras y se dirigió a su cuarto. Estaba apunto de doblar a su pasillo, cuando un pequeño y leve sollozo lo detuvo en seco.
Era alguien llorando.
Nicole.
Salió corriendo tan rápido como pudo, y abrió la puerta sin siquiera tocarla. Nicole estaba tendida en su cama, retorciéndose de un lado a otro. Por el tono de su voz, pudo saber que estaba llorando, y que aun seguía dormida, presa de alguna pesadilla. Se colocó en la orilla de la cama, y trató de despertarla. No veía absolutamente nada, pero un rayo iluminó la estancia y pudo comprobar horrorizado que efectivamente estaba llorando. Sólo oía las palabras balbuceante que se desprendían de sus labios. “Ángel”, repetía una y otra vez. Los truenos fueron sonando cada vez más constantes, y conforme iba aumentando el sonido estruendoso, también lo hacían los gemidos de Nicole.
― Nicole, despierta. ― su voz ahora era firme, y su tono era más elevado. Sus manos estaban sobre sus hombros, moviéndola firmemente. ― Nikky…
― No… lo… siento… ángel… mi ángel…
Joe no tenía idea de acerca de que hablaba Nicole, pero el verla llorar le dolía en el alma. Lo malo era que tenía el sueño profundo, y si bien podría ser contraproducente, el sólo deseaba que ella despertara y lo viera.
― Nikky, despierta. ¡Ahora!
Nicole abrió los ojos y se levantó súbitamente, chocando contra él, y aferrando sus brazos alrededor de Joe, enganchándose a cada parte de él, cómo si fuera su balsa que la mantenía lúcida. Escondió su rostro en el hueco del cuello de Joe, mientras que él la abrazaba y la arrullaba como si fuera una bebé, en tanto tenía una mano en su cabeza, consolándola y la otra, alrededor de su cintura, acercándola.
Nicole siguió llorando, y Joe sólo la sostuvo contra si. No le pidió que dejara de llorar, o que le contase que le sucedía. Simplemente, la mantuvo contra su pecho, esperando a que se despertara por completo, y saliera de cualquiera que fuese esa pesadilla que la estaba atormentado.
En la oscuridad de la noche, sólo se oía como los sollozos de Nicole se iban calmando hasta convertirse en una rítmica respiración.
― ¿Estás mejor?
― Sí, lo siento. ― Nicole se separó y se desasió de su abrazo, pero Joe no la soltó por completo y sujetó sus manos, mientras que ella se limpiaba con el dorso de su mano su rostro, estaba tiritando ― Es sólo que las tormentas… no duermo en las tormentas. Tengo pesadillas. Pero hoy estaba tan cansada que no me di cuenta. ― Un relámpago volvió a iluminar el cuarto, y Nicole se encogió al oír el trueno, y Joe sintió que su corazón lo hacía también. Acarició su mano ― ¿Por qué está todo oscuro?
― Se fue la luz… ― Joe se calló hasta que el estruendo pasó ― hace unos minutos.
― Podrías… Hablar conmigo. ― Nicole necesitaba algo en que pensar cuando las tormentas comenzaban. Si no, su mente le haría recordar tantas cosas…
Joe, por su parte, no sabía de que platicar, su mente se había quedado en blanco.
Nicole tomó su silencio como enojo e hizo lo único que podía hacer. Rogar.
― Lo que sea, por favor. Por favor.
― Yo les tengo miedo a los payasos. ― a Nicole se le escapó una risilla, y Joe se calmó. Lo había hecho bien. ― En serio. Una vez, Richard, Ariana y yo vimos esa película de “It” de Stephen King, y los tres quedamos traumados. Creo que él ya lo superó, porque Mary Ann le encantan esas cosas. De Ariana no sé, pero sospecho que igual, por Allie. Por mi parte, paso. Me ponen de nervios.
― Es un libro ― acusó Nicole agradecida de la plática, y de ese tema que Joe había escogido.
Joe le acarició su mejilla, y limpió las lágrimas con su pulgar.
― Oye, tu le tienes miedo a las tormentas. Esas son fenómenos naturales. ― el tono de broma sirvió para amenizar el ambiente, por un momento. La luz de otro relámpago se coló por la habitación una vez más.
― Odio las tormentas. ― comentó Nicole, tratando de justificar de alguna manera su actuación de hacía unos minutos.
― Nikky, está bien, no tienes que explicarme nada.
Joe la volvió a tomar en brazos y Nicole se meció en ellos. Ambos odiaban ese sentimiento que tenían: uno por la impotencia de no poder sellar el dolor en el corazón de su amado, y otro, por mostrarse tan débil.
― Tranquila
― No les tengo miedo ― aclaró ella, acomodando su mejilla sobre su hombro ― Es sólo que las odio. Me hacen recordar. Y me hacen daño… las odios.
El silenció reinó por unos segundos. Pero no Nicole estaba dispuesta a agregar nada más. Joe suspiró, no quería presionarla.
― Te he dicho que mientras yo esté contigo, no tendrás nada que temer.
Nicole alzó su rostro y contempló a Joe, y su mirada se perdió en la de él. Sintió un nudo en la boca del estómago. Alzó una mano para poder acariciar la mejilla de Joe, y pensó en las palabras de Demi, y en las que él le acaba de decir sólo unos segundos antes. Sintió millones de sentimientos entremezclándose en su pecho, que estaba apunto de explotar. Cuan tonta y ciega había sido.
― Te… amo. Te amo. Te amo.
Tres veces fueron las que Nicole necesito para que la última sonara firme y segura. Sin titubeos. Si él no lo amaba aún, no importaba. Ella podía esperar. Pero necesitaba decírselo. Entonces fue consciente de que había vuelto a llorar, y que ahora sus lágrimas se reunían en su barbilla para caer sobre su regazo. Vio su silueta gracias a la luz de un relámpago, y esperó el ruido del trueno, pero no se encogió. Joe estaba con ella. Y nada podía salir mal.
Joe seguía sin decir nada. Sólo siguió el camino de sus lagrimones y la tomó de la mejilla para que su mirada no vagase a otro lado. Con una sonrisa triste habló.
― Lamento que amarme te haga llorar.
Nicole en vez de enfadarse, comenzó a llorar más, y empezó a reírse, pasando su mano libre para limpiarse el rostro. Después lo miró sonriendo.
― No seas tonto. ― Se levantó y se acomodó de tal manera que quedó sentada sobre sus propios pies. ― Es sólo que, de entre todas las cosas que he hecho en mi vida, no sé que he podido hacer para merecerte.
― Nikky…
Nicole se inclinó hacia él, y tomó su boca. Le pasó sus brazos alrededor del cuello, y se pegó a él, como si fuera su aire.
― Sí, así quiero que me llames de ahora en adelante. Nikky, sólo tuya.
Con movimientos diestros, se colocó encima del regazo de Joe, y lo tumbó sobre la cama. Nada importaba en ese momento, salvo recuperar todo el tiempo que había perdido por su obstinación y temor. Profundizó el beso, jugueteando con su lengua, incitándolo, ya que sintió que se resistía, pero no lo haría por mucho tiempo.
― Nikky, estás en shock. Quizás todavía estas soñando. No me pienso aprovechar de ti.
― Pero ni su voz ni su cuerpo apoyaban la frase.
Nicole apoyó ambas manos a los costados de Joe y lo miró. Joe se quedó callado.
Había algo en el calor de su mirada que le decía que no dijera una palabra. Observó como el cabello rojo de Nicole caía como una cortina de fuego, en volviéndolos. Pudo oler el aroma de su shampoo. Olía tan bien. Olía a ella. Cerró los ojos sólo por unos segundos, aspirando su exótico perfume.
― Jamás en toda mi vida lo he tenido todo tan claro. Te amo, y aunque tú quizás no me amas, sé que sientes algo por mí, y estoy dispuesta a vivir con ello.
― Oye… ― Joe estaba levantándose, pero Nicole lo tomó de los hombros y lo empujó enérgicamente contra el colchón.
― Eso del tiempo de espera, fue la cosa más absurda y estúpida que se nos pudo ocurrir. ¿Y si mañana sucede algo? ¿Y si uno de los dos muere? Lamentaríamos eso por el resto de nuestras vidas.
Joe hizo una mueca.
― Una de las pocas veces en vida que quiero mostrarme caballeroso, y la mujer que he elegido se ríe de mí. Y en mi cara.
Nicole sonrió, de ternura. No veía un día sin él. Movió su cabeza lentamente, mientras que sus manos se dirigían hacia los botones de su camisa. Sintió los músculos de su abdomen tensarse, y lo observó reteniendo el aire en sus pulmones. Excelente.
Nunca se había considerado a sí misma una mujer descarada, pero esa noche, podía hacer cosas inimaginables.
― No me estoy riendo. Sólo estoy aclarando los puntos. ― Siguió batallando con los botones. No era tan rápida como quisiera. ― Y ahora cállate. Quiero hacerte el amor.
Se inclinó para besarlo, pero el detuvo de los hombros, quedando a unos milímetros de su boca.
― Sólo una cosa más. ― Su voz era un susurro erótico. Nicole lo miró, y espero ― Jamás vuelvas a decir que no te amo. Porque eso sería la blasfemia más grande del mundo. Te amo, Nicole Marie Adams. Sólo estaba esperando el momento indicado para decírtelo.
Nicole sintió que su corazón oprimía contra su pecho, era casi como si quisiera salir de su cuerpo, para fundirse con el de Joe. La amaba. No necesitaba más.
― Creo que este es el momento indicado. ― Se inclinó una vez más pero Joe la volvió a detener. ― ¿Y ahora qué? ― preguntó exasperada.
Joe sonrió maquiavélicamente, y le dio la vuelta poniéndola ahora a ella, debajo de su cuerpo, colocándola estratégicamente para tener acceso a su cuerpo.
― Que yo, mi hermosa Nikky, seré el que te hará el amor.
Nicole se sentía tan llena de energía. Se estiró un poco, y mordió su labio.
― ¿Qué te parece si lo hacemos ambos?
― Hecho.
Y por fin se pudieron besar. Era como una competencia para ver quién hacía caer en el abismo del éxtasis al otro. Nicole por fin consiguió desabotonar la camisa, y con movimientos frenéticos, sin dejar de besarlo, le quitó la camisa. Gracias al cielo, Joe ponía todo su parte. Su bata se medio abrió por abajo, y el deslizó una mano sobre su pierna derecha, pero entonces se detuvo
― ¿Estás desnuda bajo esta cosa? ― preguntó sin aliento.
― Ajá. ― No fue una palabra, sino una leve contestación, apenas podía contestar algo coherente. Sentía sus labios calientes y gruesos por las caricias de Joe.
Joe se paró inmediatamente, y Nicole se hizo preguntar cómo rayos es que se movía tan rápido con ese bendito yeso.
― No te muevas ni un milímetro. ― ordenó Joe.
Nicole se quedó justo donde estaba y oyó cómo Joe se dirigía a su habitación, arrastrando apresuradamente su pierna. Diez segundos después, Joe apareció en el umbral de la puerta, sonriendo… y enseñando una caja de condones.
Se había olvidado por completo de protección.
― Buena chica. ― Le dijo Joe al ver que había cumplido su orden, entonces Nicole se recargó sobre sus codos, para poder mirarlo ― Creo que voy a morir esta noche… ― se acercó a ella, moviéndose como un felino acechando a su presa. Se inclinó hacia ella y la beso apasionadamente ― Pero lo haré como el hombre más feliz de la historia.
Nicole se rompió a reír, y Joe cayó sobre ella, devorándola a besos.
― Oh Dios.
Ninguno de los dos supo quien dijo eso primero, pero no les importaba, Tenían otras cosas en que pensar. Joe le bajo la manga de la bata de un hombro, y se deleitó con solo ese pedazo de piel. Cuando cambió su camino de besos hacia su cuello, Nicole empezó a gemir deliciosamente, y para cuando bajó hacia su clavícula, ella pedía que la tomara y que acabara con todo su sufrimiento.
― Tranquila mi pequeña Nikky, tenemos mucho tiempo por delante ― le había contestado.
Con dedos diestros desató su bata pero no la abrió sino la dejó donde estaba, ya que sintió la leve tensión en el cuerpo de ella. Decidió darle tiempo. Era una extraña comunicación telepática que habían desarrollado entre ellos. Cada uno sabía en que estaba pensando el otro, por sus movimientos, sus gestos, sus miradas, por todo. Y él, en ese momento, supo que Nicole estaba tensándose por que no se sentía segura con su cuerpo. Pero esa noche, él le demostraría que era la mujer más hermosa del mundo.
― Joe, yo… necesito.
― ¿Qué, pequeña? ¿Esto? ― y se agachó para besarle el cuello, y oyó como ella exhalaba un grito de ansia, después posó una mano sobre uno de sus pechos, y empezó a masajearlo a través de la tela de la bata ― ¿O esto? O quizás… ¿Esto? ― Y fue deslizando lentamente su otra mano sobre su pierna, hasta llegar a su cadera, y acarició su trasero suavemente.
― ¡Todo! Necesito todo.
Oír cómo Nicole estaba tan excitada como él, lo hizo descansar su frente contra la curva de su hombro. En esos momentos, parecía un adolescente en su primera vez, y no quería que las cosas fueran a prisa. Sintió los dedos de Nicole sobre la hebilla del cinturón, desabrochándolo.
― Quiero sentirte, por favor.
Joe se desabrochó los pantalones rápidamente y se deshizo de ellos en un abrir y cerrar de ojos, y se quedó sólo en bóxer. Nicole alzó sus manos para deshacerse de ellos, pero Joe la detuvo.
― No cariño, aún no.
Se tendió sobre ella, y muy delicadamente abrió la bata, y odio que no hubiera luz, para poder verla, pero ya habría otra ocasión. Muchas más, pensó con lujuria. Encima de ella, fue bajando de su sensitivo cuello, hacia sus senos. Y estaba en la gloria. Con su boca, se deleitó con uno de ellos, y el otro, demandando igual atención, fue acariciado con su mano. Los suaves montículos se ponían duros ante su contacto. Primero empezó depositando suaves besos, después lamidas y terminó bebiendo de ellos. Oír el gimoteo de Nicole solo servía para aumentar su deseo.
― Eres hermosa, Nicole.
Oyó solo un ruido de respuesta. Bajó hacia su abdomen, y se deleitó con él. Cuando iba bajando hacia su vientre bajo, depositando besos, notó que ella se tensaba, pero esta vez, fue diferente. Sólo un suave roce, y empezó a reír Tenía cosquillas ahí. La tomó de las caderas, para evitar que se moviera, y siguió maravillándose del cuerpo de su amada. Las risillas de Nicole se convirtieron en quejas. Ella deseaba más.
― Joe. Basta. ― Sólo dos palabras. No fue una oración, sino más bien, todo lo que su cerebro podía procesar.
― Sólo por ahora. ― fue lo único que dijo.
Joe volvió a subir, gateando a su cabeza. Nicole lo miró, perdiéndose en sus ojos, y volvió a besarlo. Adoraba sentir sus labios, y el calor de su mano contra su cuerpo. Y esa mano fue bajando hasta llegar a la parte que clamaba a gritos lo tocara, pero el sólo jugueteó, sin tocarla. Y ella estaba al borde del abismo.
― Joe…
El sólo la beso, respondiendo a su demandas, introdujo su mano en su entrepierna, y ella sólo dejó salir un grito de placer. Estaba húmeda y preparada para él, pero Joe tenía otras cosas en mente. Sus pezones se volvieron duros cual guijarros, mientras que Joe los chupaba primero con delicadeza y para después torturarla mordiendo la cumbre de aquellas colinas, entonces sintió las manos de Nicole sobre su cabeza, y como sus dedos desfilaban entre su negra cabellera, obligándolo a ir por más, y al fin sus dedos hicieron magia y su centro femenino ardió cuando Joe deslizó un dedo, La humedad de su entrepierna hacía que los dedos de él se deslizaran fácilmente, afligiéndola. Sus caderas tomaron vida propia y empezó a alzarlas, realizando una danza erótica contra aquel dedo medio que le provocaba placer.
― Oh Dios…
Nicole estaba segura de que ella había sido lo que había hablado, ya que Joe tenía la boca ocupada en otro lado. Su dedo cobró fuerza y fue acelerando el masaje contra su clítoris, y después sus pulmones se quedaron sin aire, echó la cabeza hacia atrás y gimió apretando sus labios, para no gritar.
Bien podría haber pasado horas, a Nicole no le importaba. ¡Había sido maravilloso! Y eso que Joe aún no la había tomado por completo. Sentía los latidos de su corazón en cada fibra de su cuerpo, sobre todo, en su feminidad, que con nada respiro, sentía un latido, y a pesar de haber disfrutado tanto, quería, no, necesitaba más.
Los labios de Joe tomaron el lóbulo de su oreja y lo mordisqueó. Nicole sentía su respiración tan cerca. Al momento de introducir un dedo dentro de su cavidad, Joe le susurró al oído.
― Aún no hemos acabado, cariño.
Ella contaba con eso. Joe le siguió dando masajes, calmando su orgasmo anterior, e incitándola para uno nuevo. Su dedo profanó su centro y se hundió y gritó. Había pasado tanto tiempo,...
Sintió la erección de Joe contra su muslo y se quedó quieta. No había luz, no lo podía ver, pero el sentido del tacto era a veces mejor que la vista, y en esos momentos, la erección de Joe tenía el premio a la mejor del mundo. Deseo poder tomarlo entre sus manos pero no se sentía tan atrevida para hacerlo. Joe se despejó de la ultima prenda que llevaba puesta, y quedaron piel contra piel, su fino vello que cubría su pecho friccionaba con cada parte de su cuerpo, a pesar de que ella tenía la bata todavía puesta, ésta estaba abierta de lado a lado. Él hizo un movimiento para buscar algo en la mesilla al lado de la cama.
El preservativo.
Se le había olvidado por completo. Presa de la pasión y del éxtasis del momento, había olvidado protección. Justo como la otra vez. Aunque no tan igual. El baúl de sus más profundos recuerdos se abrió, y un chorro de agua fría cayó sobre ella. Springfield parecía tan lejano ahora.
Joe no pasó por alto su tensión, y su sentido le informó que ella estaba cambiando de parecer. Detestó no poder tener luz para mirarla y saber que le pasaba.
― Nicole.
Ella oyó su nombre y lo miró, y en ese momento, un rayo cruzó e iluminó por una fracción de segundo la habitación. Ella veía a Joe. Sólo a Joe.
― A partir de aquí, te pregunto si estás segura, porque una vez que empiece, no podré detenerme.
Nicole sintió que su amor la ahogaba. Él le estaba dando todavía la oportunidad de echarse atrás. Había sentido su temor, su recelo y le estaba dando la posibilidad de terminar todo.
― Oh Joe… ― la miró y lo abrazó, besándolo ― Te amo.
Pero antes que el la poseyera por completo, necesitaba decirle solo una cosa más.
Porque sabía que para él era importante. Porque esa noche haría el amor con el hombre que amaba.
― Joe ― Tomó su cabeza entre sus manos y lo obligó a mirarla. Ella sonrió desde el fondo de su alma ― Jamás me acosté con Alex.
― ¿Qué?
― Lo que oíste. Y ahora, termina conmigo.
Joe no dijo nada, sólo se ubicó entre sus piernas, y fue preparándola. Maldijo el maldito yeso en su pierna, pero esa cosa no le iba a arruinar esa noche. Se colocó el preservativo y después volvió a recorrer un camino de besos por su abdomen y sus muslos. Estaba feliz, por alguna razón, saber a ciencia cierta que Alex jamás la había tocado de la forma en la que él la estaba tocando en esos momentos, que no había disfrutado de las maravillas de ese cuerpo curvilíneo que tenía entre sus manos, saber que no la había poseído le quitaba un peso de encima. Cuantas veces se había imaginado a Nicole compartiendo cada caricia con Alex. Tantas veces, que los fieros celos lo dominaban y se perdía en una nube de ellos.
Pero ahora, ella estaba con él, y nada de eso importaba.
Tanteó su miembro contra su dulce humedad, y con un movimiento lento y suave fue penetrándola. La sentía tan estrecha que tuvo que ir centímetro por centímetro para no hacerle daño. Sabía que ella no era virgen, pero era tan estrecha que le hacia pensar todo lo contrario. Detuvo su intromisión y esperó.
Nicole se sintió incómoda al sentir la intrusión del sexo de Joe contra su cueva, pero sentía también una primitiva necesidad de tenerlo completamente en su interior. Odiaba que él se hubiera detenido, Arqueó su espalda y alzó su pelvis para ir al encuentro de su grueso miembro.
― Nikky, no… Dios… Espera.
― No puedo esperar ― ordenó ella.
Y elevando su cadera al ángulo precioso logró al fin contener toda la esencia de Joe dentro de sí. Ambos se quedaron sin respirar unos segundos, disfrutando del perfecto acoplamiento de sus cuerpos. Joe dejó caer parte de su peso contra el cuerpo de ella, quedando suspendido sobre ella, y mucho antes de pensar en empujar o quedarse, Nicole tomó la decisión y lo obligó a moverse.
Joe siguió el ritmo que Nicole impuso, un ritmo inicialmente suave, pero que después se convirtió en demandante. La velocidad de las embestidas fue acelerando, bebía de su boca, en una lucha de pellizcos y dientes, mientras que una mano la pasó debajo de la cadera de Nicole para apoyarse.
El clímax en esa ocasión abatió a ambos como si un gran trueno los hubiera partido. Nicole gritó, sus músculos internos apretaron el miembro de Joe, y sus pulmones pedían aire, pero ella sólo quería disfrutar cada segundo de ese pedazo de cielo que acaba de conocer. Eso, pensó, era hacer el amor con alguien que amas.
Joe disfrutó al oír los profundos sonidos de éxtasis que salían de la garganta de Nicole. Esa fue la bomba que detonó su propio deseo, y se dejó ir dentro de ella en una última embestida, para después relajarse y dejarse caer sobre el cuerpo de ella.
Eran un solo cuerpo, una sola carne, un solo corazón y una sola alma.
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
MARATON
6/8
6/8
Capitulo 38
“Good morning, beautiful”
“Good morning, beautiful”
Joe abrió los ojos y contempló el techo de su habitación por unos segundos. Se sentía completamente feliz por primera vez en muchos años. Había hecho el amor con Nicole toda la noche y toda la madrugada, y ella había respondido con la misma pasión, o quizás más, en cada encuentro. Como su pelo, era fuego que sólo necesitaba la chispa para prenderla y hacer una hoguera. Habían terminado completamente agotados y exhaustos, pero satisfechos y completos. Cada vez que había estado dentro del cuerpo de ella, había sido la gloria, no encontraba otra manera de definirlo.
No podía recordar haber pasado un maratón sexual de ese tipo. Y lo que hacía mejor su día, era que ella, durante toda la noche, le había dicho que lo amaba. ¡Dios, lo amaba! Eso, posiblemente, era lo que hacía que su corazón deseara estallar de felicidad.
Sonrió al sentir a Nicole moverse, pues estaba encima de él, como una manta, y su cabellera estaba esparcida sobre su pecho. Había notado con mucha satisfacción que buscaba su cuerpo, había entrelazado su pierna contra sus muslos, había pasado una mano sobre su pecho, y se había dormido. Y ahora, se despertaba en el mismo lugar. Lo malo es que sus pechos rozaban contra su costado, la pierna, cruzaba muy, muy cerca de su ingle, a pesar de estar tapada con una sábana, podía imaginársela, y bien sabía, tenía muy buena imaginación, y por increíble que fuese, la deseaba. Había pensado que después de una noche tan activa como la que habían tenido, su hambre de deseo por ella, se habría mitigado un poco, pero las pruebas demostraban todo lo contrario. Y ella no hacía mucho para evitarlo. Su pierna se estrujó contra su ingle, incitándolo. Una vez, dos veces… ¡un momento!
― ¡Bruja!
Nicole le empezó a hacer cosquillas a Joe, pero su plan se le revirtió, y Joe acabó encima de ella, ambos riendo. Se había despertado desde hacía varios minutos, pero le había encantado su posición que se había quedado quieta, hasta que la respiración de Joe había revelado que se había despierto, y un sexto sentido le había dicho que él tenía hambre de ella. Y ella la tenía de él.
Joe quedó colgando sobre ella, mirándola, maravillado de que esa mujer fuera suya. Porque por los cielos, que Nicole Adams, era suya. Se veía gloriosa. La luz de sol servía en esos momentos para poder ver su rostro perfectamente, sus mejillas estaban sonrojadas, contrastando contra su piel blanca, y su pelo, Dios, amaba su pelo, esparcido sobre las almohadas, y sus labios parecían haber comido fresas, por lo rojos que estaban. Si pudiera encontrar palabras para…
― ¿Cómo amaneciste? ― preguntó besándola. Tuvo que esperar su respuesta un momento, ya que beso, tardó más de lo esperado.
Cuando por fin pudo separarse de ella, Nicole contestó.
― Perfectamente bien. ¿Y tú? ― Levantó la mano para acariciar su mandíbula, y se ajustó la sábana que cubría su cuerpo.
― Júrame que no te vas a reír.
Nicole alzó una ceja. ¿Qué rayos iba a hacer Joe?
― ¿Por qué lo haría?
― Dios, creo que esto es lo más vergonzoso que he hecho en mi vida, pero por ti, vale la pena. ― metió profundamente aire en sus pulmones y exhaló ― Pero ahí voy…
Fijó su mirada en la de ella, y empezó a cantar una canción, que sólo en ese momento había aprendido el verdadero significado. No necesitaba buscar palabras, porque ya estaban escritas.
Good morning beautiful
how was your night?
Mine was wonderful
with you by my side
and when I open my eyes
and see your sweet face
it´s a good morning beautiful day
― Oh Joe, es… es hermosa.
― No tanto como tú.
― Podría acostumbrarme a despertar todos los días así. Contigo.
Joe bajó y le besó su aterciopelado cuello para seguir el camino por su hombro.
― Vale, pero quitemos lo de la canción. Eso será solo para ocasiones especiales.
Ahora fue Nicole quien se incorporó y quedó encima. Se pasó una parte de su pelo detrás de la oreja, y la otra cayendo sobre ellos.
― ¿Y ahora es una ocasión especial?
― Oh nena, claro que sí.
Joe dejó que ella fuese la que tomara el mando esa vez, la dejó tocar, besar, acariciar.
Sentía su sangre fluir por su cuerpo, un rugido ahogado en sus oídos, y los latidos de su corazón tan fuertes que los oía claramente.
― ¡Joe! ¡Nicole!
La voz de Kevin llegó hasta el piso de arriba. Y era probable que también hasta el próximo condado. Y los fuertes latidos de su corazón eran en realidad los golpes del puño de Jack contra la puerta principal.
Nicole detuvo su provocativa boca y manos, y en un gesto instintivo cubrió su cuerpo desnudo con las sábanas. Y Joe deseó matar al zopenco de su mejor amigo.
― Te juro que si no fuera por Demi, saco la pistola del desván y lo mato.
Nicole sonrió y le dio una palmada en el brazo. Hizo un movimiento para levantarse.
― Voy yo.
― Eso sí que no. ― Joe la tomó del brazo y la tiró a la cama.
― Yo bajo más rápido. Tú, tienes que cuidar esa pierna.
― No dijiste lo mismo anoche.
Nicole se sonrojó. Se había olvidado de ello. Entre la neblina de deseo y lujuria, su pierna en recuperación, no había tenido un pensamiento en su cerebro.
― Está bien. Anda a ver que quiere.
Joe de muy mala gana quitó la sábana y se paró a buscar ropa. Su instinto le dijo que Nicole estaba admirando su cuerpo y su pecho se hinchó de orgullo al sentir el calor de deseo de su mirada. Se abrochó los pantalones y la miró.
Nicole ya había tomado las almohadas y las había colocado para quedar abrazada a ellas. Se sintió estúpido, por tener celos de una almohada, pero quería que ella solo lo abrazara de esa manera así. Los golpes en la puerta y la voz ronca de Kevin lo devolvieron a la realidad.
― No te muevas.
― ¿Ni un milímetro? ― preguntó Nicole seductoramente.
― Ni uno solo.
Nicole sólo pudo reírse y dejó que Joe se fuera. Ella se acomodó buscando una posición a gusto con los cojines, esperando el retorno de Joe.
El buen humor con el que había salido de la habitación se esfumó al bajar las escaleras. Sintió que su pie estaba mejor, y pensó que si no fuera por la escayola, caminaría mejor, que andar arrastrándola. Kevin volvió a golpear, y Joe le gritó que ya iba. Abrió la puerta de un golpe y le dio una mirada asesina.
― ¿Que quieres?
Kevin hizo relucir su sonrisa blanquecina, y saludó con el ala de su sombrero. Llevaba puestas unas botas de hule, pues había andado por el rancho midiendo los resultados de la tormenta. En vez de la camisa simple, llevaba una cazadora oscura, y Joe tiritó. La temperatura había bajado, pero el, dentro de la habitación de Nicole no lo había notado. Cosa que lo enfuruñó aún más. Debería estar arriba, no viéndole la cara a Kevin.
― Vaya, buenos días para ti también. Sólo venía a ver como estaban. No hay teléfono, y no nos podíamos comunicar con ustedes. Lola me mandó a preguntar.
Joe quería a Lola como una segunda madre, pero a veces, era tan impertinente.
― Estamos bien. Gracias. ― gruñó Joe. Tomó la orilla del portón y se dispuso a cerrar
― Ahora saca tu trasero de mi propiedad.
Pero Kevin no tenía la menor intención de irse.
― Técnicamente, es mi propiedad.
― Kevin…
― Todavía no hemos hecho los arreglos para dividir estas partes del rancho. Nick tiene que ponerse en ello.
― Kevin…
Kevin se pasó la mano por la quijada, cómo si estuviera pensando en resolver una ecuación de balanceos químicos.
― Aunque Nick no puede. Es inversionista. Necesitamos un abogado. Quizás Ariana o David. Sí.
Joe apretó con fuerza la puerta, porque era eso, o golpear a Kevin.
― Kevin, en estos momentos, tengo algo mejor que hacer que escuchar tu cháchara. Estamos bien, y no creo que vayamos a aparecer en el cuartel por hoy. Nicole está indispuesta.
Kevin dejó las bromas a un lado y lo miró serio.
― ¿Está enferma?
― Digamos que pasará todo el día en la cama.
No tuvo que decir nada más. Kevin captó el mensaje fuerte y claro. Tuvo el maldito descaro de sonreír. Y esa risa no le gustó nada a Joe.
― Vaya… Bueno, ¿Qué te parece si me invitas a desayunar?
― Si das un paso dentro de la casa, te juro que te meteré una bala en la cabeza.
― Eres un mal tirador. ― tuvo la desfachatez de argumentar.
― Pero no a esta distancia. Ayudaré a Demi, cuando se quede sin hermano. Aunque creo que estará más feliz que nunca.
Kevin abrió la boca para responder pero la cerró al momento. Joe supo entonces a que se debía. La sintió, mucho antes de que hablara.
― Hola Kevin.
Joe se dio la vuelta de mala gana. Nicole se había puesto la bata de nuevo. ¿Estaría desnuda debajo de esa cosa? Y Kevin estaba ahí. No sabía que era un hombre celoso, pero primero una almohada y después Kevin. Y lo peor es que no sabía por cual sentirse más tonto.
― ¡Gatita! ¿Cómo estas? Tienes un aspecto asombroso. ― Nicole se acercó a él, y se acercó a saludarlo con un beso en la mejilla. Kevin sonrió y señaló a Joe con la cabeza ― Y este tonto que me dice que estás indispuesta.
― ¿Qué?
― Sí, señora. Y que ibas a pasar todo el día en la cama. ― Joe pensó con cuidado si el rifle estaría cargado. Lo iba a matar, y más, por poner a Nicole en evidencia. Se había puesto colorada en menos de dos segundos ― ¿Estás bien, gatita? Si quieres puedo ir Philip para que te atienda.
― Kevin… ― advirtió Joe.
― Dios sabe que este hombre es una mula cuidando personas. ― Kevin la tomó de los hombros ― O si quieres puedes irte a la casa, ahí te cuidaremos.
Sobre mi cadáver, pensó Joe.
― ¡Ya está! ¡Suficiente! ― gritó Joe sobresaltando a ambos.
Nicole se compuso y no le hizo el mínimo caso a Joe, y miró a Kevin.
― ¿Te gustaría quedarte a desayunar?
― ¡No! ― gritó Joe en un largo “no”. Kevin, sabiamente, se abstuvo de contestar.
― Perfecto, haré el desayuno.
Nicole se iba a dar la vuelta, pero Kevin la detuvo.
― Lo siento cariño, te tengo que dejar, a pesar de que adoro hacerle la vida imposible a Joe, amo mi vida. ― se despidió con un beso en la mejilla ― Te veo al rato. ― salió y caminó a su Ranger ― ¡Los veo al rato! ― gritó agitando la mano.
Joe cerró dando un portazo, y se giró para mirarla a los ojos.
― Te has movido. ― la acusó.
― ¿Cómo pudiste decirle a Kevin que iba a pasar todo el día en la cama? ― gritó indignada Joe. Claro que se había indignado, por las palabras, y contra ella. Al haber oído los planes de Joe, se había puesto caliente. ¡Que vergüenza!
Joe se acercó a ella lentamente, y Nicole instintivamente retrocedió.
― Es que lo vas a pasar cariño. ¿Por qué bajaste?
― Tengo hambre. ― Siguieron retrocediendo, hasta que ella tocó contra la pared ― Y quería saludar a Kevin.
― Pero te has movido. Y más de un milímetro.
Joe alzó los brazos para encerrarla entre ellos y su cuerpo. Su pecho desnudo era una maravilla para degustar la vista.
― ¿Me vas a castigar? ― alzó la ceja mostrándose desafiosa.
― Oh, claro que sí. Tengo el castigo perfecto. ― Se inclinó y la besó, reclamando la misma pasión. Nicole tuvo una sensación de deja vú. Hacía mucho, habían estado en la misma posición, besándose. Pero las circunstancias no eran idénticas.
Cuando Joe la dejó de besar, ella enfrascó su mirada con la suya.
― Te haré pagar por haberle dicho eso a Kevin. Sin embargo, creo que desayuno puede esperar.
Y aquél día se la pasaron en la cama, disfrutando de los placeres que podían obtener. Joe era un amante tierno y considerado, cuando sabía que Nicole lo necesitaba, pero también era exigente y apasionado, cuando Nicole lo pedía en silencio. Su acoplamiento fue perfecto, siguieron entrenado con Blackshadow, quien se mostró más solicito con Joe, como si hubiera entendido que él ya le había ganado la partida.
También la había hecho participe del futuro alumbramiento de Campana, que estaba más gorda que nunca. No le extraño a Joe que ella dejara que Nicole se acercara y la acariciara. Nadie, salvo él, se había podido acercar a ella, y de alguna manera, se sintió orgulloso de que su mujer pudiera hacerlo.
Nicole demostraba ser un jinete excelente, y obtuvo la admiración de todos en el rancho, incluso Lola le había dicho que sólo una mujer de gran valentía habría podido domar a semejante bestia. Joe no supo si esa vez seguían hablando del caballo o de él, pero no le importó. Todos en el rancho ya se daban por enterados de que Nicole y Joe estaban juntos, y nadie condenó la relación. Al contario, se mostraron felices de verlos juntos.
El pequeño balancín afuera de la casa, se había vuelto un punto de encuentro regular en sus tardes juntos. Se sentaban a platicar de cosas, de sus sueños, mientras las suaves notas de la música country les llegaba. Y cuando dormían juntos, Nicole sólo conciliaba el sueño abrazada a él, como si él fuera la cama y ella la manta que necesitaba tenderse sobre él. Algunas noches, las tormentas se desataban y Nicole se sentía presa de sus viejas pesadillas, pero cuando Joe estaba con ella, nada de eso le importaba. Simplemente se arrimaba a él, le pasaba una mano por el cuello, y cuando lo olía, sabía que estaba segura.
Nicole había esperado poder hablar con Alex en todo ese tiempo, pero no había dado señas. Al final, había dejado un mensaje de voz diciéndole todo, y aclaró que sabía que no era la forma más honorable de terminar las cosas, pero ella había puesto todo de su parte para contactarlo. En el mensaje le dijo que le haría llegar su anillo en cuanto pudiese.
Nicole había pasado a formar parte del comité organizador para la Gran Fiesta, con mayúsculas, como le decía Demi. Ya que Joe se estaba mejorando a pasos agigantados, y ella no tenía mucho que hacer, había aceptado el cargo, pero después de un día, se arrepintió. Ahora sabía a lo que Demi se refería con eso de mover muebles y acomodar un lugar cansaba. Tenía un dolor de cabeza horrible. Ordenar esto, pedir aquello, manteles de seda, blancos con cubre manteles color champagne, vajilla de porcelana, cristalería, barra libre, meseros… la lista seguía interminablemente. Nicole tuvo que admitir que Demi sería un día una estupenda mujer en su trabajo, y también como ama de casa.
Joe había encontrado la solución perfecta para su dolor de cabeza. El domingo familiar se lo habían saltado para pasear a Austin. Todo un fin de semana para ellos solos, aunque para disgusto de Joe, Nicole había conducido en su vieja camioneta. Se había negado a llevar a Chris de chofer, y de tomar la camioneta de él. Era eso, o no se movía de ahí. Tuvo que aceptar a regañadientes. Habían ido al cine, a cenar en un restaurante elegante, o simplemente a conocer la ciudad.
Ese día, a casi una semana de la fiesta, habían viajado a Dallas para la revisión y Walter le había confirmado con mucho placer que si no tenía ninguna prisa, ese día le podían quitar el yeso. Joe casi llora de la alegría. Casi.
Para celebrar la “muerte del yeso”, como decía Joe, decidieron hacer un picnic en uno de los arroyos alejados del rancho. Nicole había hecho la comida, aunque nada laboriosa, y lo habían metido dentro de una canastilla para montar en los caballos. Se había puesto un vestido sencillo, pero que le había encantado y se había comprado en Austin. Había tenido dudas sobre Joe al cabalgar, pero se alegró de ver que eran infundadas. Dado que ella llevaba a Blackshadow, que era su primer paseo fuera del corral, Joe había decido en llevar a una yegua, ya que no quería confrontaciones con el caballo. Brissa se había mostrado feliz de haber sido la elegida para el paseo. Joe se había sentido feliz de poder montar otra vez, aunque fuera Brissa y no su yegua, Campana. Le hacía tanta falta. Y claro, por fin, poder ponerse un par de zapatos. Los dos, y no uno, como debía ser.
Joe conocía aquella parte del rancho mejor que nadie. Estaba solitaria, como él quería que estuviera, y sabía que Nicole se maravillaría de la belleza del lugar. Habían comido en silencio, admirando el paisaje, aunque la tensión se palpaba en el ambiente. Sabían lo que estaba a punto de ocurrir, ambos lo deseaban, lo necesitaban.
Joe tendió la tendió sobre la manta, y empezó a besarla delicadamente, posando besos por su rostro, por su hombro, deslizando un tirante de su vestido, para saborear la tersa piel.
Nicole disfrutó las caricias de Joe por unos momentos, pero ella ya había tomado una decisión mucho antes de que él empezara su dulce seducción. Rodó sobre el cuerpo de él, y quedó sentada a horcajadas, sobre él.
― Nikky…
Ella posó un dedo sobre sus labios, indicándole que no hablara.
― Esto es para ti.
Siguió besándolo, y sin dejar de hacerlo, fue desabrochando su camisa, para abrirla y pasar sus manos y jugar con el fino vello de Joe se seguía en una línea que se perdía entre sus vaqueros. Ahora ella desabotonó los dos primeros botones de su vestido.
― ¿Sigo?
― Creo que moriré si no lo haces.
― Mejor tú ― Joe corrió a desabotonarle el vestido pero Nicole tomó sus manos entre las suyas ― Pero sólo eso.
Joe se sentó y dejó el vestido abierto hasta su cintura, bajando los tirantes, para que Nicole sacara sus brazos. La luz del atardecer le daba un aire encantado, casi mágico. Cómo una pequeña hada. Una hada del sexo. Sus pechos quedaron libres, justo a la altura de su boca, que se moría por tomarlos, pero había hecho una promesa. Nicole sonrió, entendiendo el camino de sus pensamientos, y se alzó más, acercó su cuerpo a su boca y él entendió la indirecta. Los besó y absorbió de ellos todo el calor que emanaban. Nicole por su parte, lo tenía abrazado contra sí, dejando que él fuera por más, mientras que con sus caderas, bailaba sobre el regazo de Joe, excitándolo de la misma manera que él lo hacía con ella.
Cuando sintió que estaba a punto de gritar de placer, decidió pararlo. Esa tarde era para él. Se hizo hacia atrás, y lo tumbó. Al principio notó la resistencia de Joe, pero terminó aceptando.
Ella bajó y empezó besando su frente, bajó por el perfil de su nariz, pasó por sus pómulos marcados, su mandíbula recta y llegar a su barbilla, siguió la curva que había en su cuello para dar un pequeño mordisco en el hueso, y besó su pecho, justo como él lo había estado haciendo con ella. Las manos de Joe estaban intranquilas y había subido por sus muslos para levantarle el vestido, pero ella las tomó entre las suyas y sin dejar de besarlo, colocó sus manos a un costado, cada una atrapada por las suyas. Llegó a su caja toráxica y lamió su perfecto pecho, adoraba sentir su tacto, su textura, y con mucho pesar, soltó las manos de Joe. Siguió seduciéndolo con sus caricias y con sus besos, mientras sus manos bajaban hasta el cinturón y con la práctica de esos días, logró deshacerse de él y deslizar con sumo cuidado el cierre de su pantalón.
Joe contenía la respiración dejando que ella hiciera con él lo que quisiera. Cuando sintió la mano de ella dentro de su bóxer, se quedó frito. La ayudó a bajarle los pantalones y la ropa interior, y esta quedó atorada en sus pies. Ahora mismo no tenía tiempo para banalidades como quitárselos por completo. Había despejado la zona necesaria. Fin del asunto. Concentró todos sus sentidos sólo en esa hada que estaba apunto de terminar con él.
Volviendo a subir a su pecho, Nicole lamió sus pezones, mientras que entre sus dedos tomaba toda la longitud de Joe. Era algo tan increíble, y tan contradictorio, sentir algo tan fuerte, como hierro, envuelto en una piel tan tersa y tan suave. Era lo contrario a Joe, que se escondía en su armadura de acero, pero que en el fondo, era un romántico empedernido.
― Te amo tanto… ― susurró Nicole contra su pecho y Joe sonrió. Jamás se cansaría de oír esas palabras.
Con dedos aún faltos de experiencia, más de la que había obtenido esos días pasados, frotó el miembro de Joe, tomando la cima y deslizando su pulgar contra la cumbre mientras aplicaba un masaje rítmico, de arriba a abajo, con firmeza, pero sin apretar demasiado. Sintió cómo su propio sexo se moría por tenerlo dentro, y que ya estaba preparado para su invasión, pero ella había dicho que esa tarde sería para él, y así sería.
Cuando empezó a bajar, siguiendo el camino de su vellosidad, justo al pasar por su vientre, sintió la renuencia de Joe, y sus manos trataron de detenerla.
― Nikky, no es nece… ― sus palabras se perdieron en un gemido cuando Nicole aplicó fuerza en su agarre.
― Creo que ya dejé claro las cosas. Ahora, si no es para decir que me amas, y que te gusta, no abras la boca.
― Te amo, Nicole.
Y volvió a bajar. No tenía nada en contra del sexo oral, excepto que no sabía nada. Pero había leído de ello, vaya, sabía de que iba la cosa, pensó Nicole. Pero, ¿Y si lo hacía mal? ¿Y si a Joe no le gustaba? Él la había llevado a la cumbre del placer con su lengua, y sus dedos. Y ella había amado cada metro de placer que la elevaba a los confines del universo. Quería hacer lo mismo por él.
Bajó y lo tomó en su boca, primero la punta, y la saboreó. Sabía a sexo, a caliente y a Joe en toda su esencia. Tal vez por ser su primera vez, no iría a más, sólo siguió lamiendo de él, y se congratuló al oír los sonidos de placer que Joe hacía. Se sintió femenina, y dueña de un gran poder. Entonces recordó una de esas escenas de pasión que había leído miles de veces de su libro favorito “Más allá de la pasión”, e hizo una succión hasta el fondo, intentó ir más allá de la punta, y siguió bebiéndolo mientras apretaba sus testículos con los dedos haciendo un tipo de red. Por el grito ― porque fue grito con G ― que Joe dejó salir, entendió que le había gustado.
― ¿De donde has aprendido eso? ― preguntó sin aire Joe.
― Soy una lectora muy diestra. Digamos que los libros dan muy buenos manuales. En especial los de Sandra Richardson.
― ¡Dios! No tengo ni idea de quien es esa mujer, pero mañana vamos a Dallas a comprar todos los libros de esa mujer.
― Me encanta ese espíritu.
― Y a mi me encantas tú.
Jugó con él, subiéndolo a las cumbres del placer, para después ralentizar su succión y hacerlo desear más, justo como él había hecho con ellas en muchas veces. Oh, venganza, dulce venganza, cuando de repente sintió las manos fuertes de Joe levantándola.
― No… ― protestó Nicole. Se sentía azorada y embriagada y su cuerpo estaba ardiendo por dentro. ― No qu… ― Joe posó un dedo sobre sus labios.
― Ahora me toca a mí. Este es el mejor regalo que me puedes haber dado por la muerte del yeso, pero cariño, o es contigo o sin ti. ― Nicole lo miró sin decir nada ― Y creo que tú también lo quieres igual que yo.
― Pero quería que fuera para ti.
― Nikky ― la besó en los labios, catando su propio sabor y después le acarició una mejilla ― mi dulce Nikky, cuando entenderás, que estando contigo, lo tengo todo. Y ahora, déjame que te quite esto. ― Le quitó las braguitas que aún llevaba puesta, y se quitó rápidamente sus pantalones y ropa y de su cartera sacó un condón y se lo dio a ella ― Listo, y ahora señorita Adams, por favor, muéstreme que tan buena amazona es.
Nicole pensó que podía tener un orgasmo sólo con oír esas palabras. Abrió el paquete metálico, y deslizó el plástico sobre toda su extensión e introduciéndolo dentro de sí, hizo exactamente lo que Joe le había pedido. Le enseñó lo excelente amazona que era.
Esa tarde, al regresar a casa, volvió a hablar con Linda, para preguntarle por el paradero de Alex, pero ella dijo que nadie sabía nada de él. Había pedido un permiso, después las amigas se habían puesto a charlar, y Linda, con su olfato de detective había notado que Nicole estaba feliz, y le preguntó directamente si el chico de Dallas tenía algo que ver.
― Sí, Linda, el chico de Dallas tiene todo que ver ― y no pudo evitar sonreír.
― Pues enhorabuena cariño. Bien sé que mereces ser feliz. Eres una grandiosa mujer, y espero que ese chico te merezca.
― Creo que sí.
― Te voy a extrañar.
― ¿Por qué?
― Pues te quedarás a vivir en Dallas, ¿no?
Nicole pensó en sus palabras, y no contestó. Joe jamás le había pedido un compromiso, sólo le decía que la amaba, pero no le había que se quedara, o matrimonio. Nada. Tuvo que ocultar el dolor en su voz cuando cambio el tema de conversación.
― ¿Y dime como es posible que tú y toda la planta de enfermeras no hayan saltado sobre Sandra Richardson, cuando estuvo en el hospital?
― ¿Qué? ¿Sandra Richardson estuvo aquí ¿Mi autora Sandra L. Richardson? ¿En el hospital? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?
Eso no era un buen cambio de tema, reflexionó Nicole. Además, había dado su palabra de no decir nada. Al menos, no diría todo.
― Es una amiga de Alex, y me la presentó la otra vez que estuve en el hospital.
― Cariño, creo que tus vacaciones se deben ampliar. Porque si Sandra L. Richardson estuviera poniendo un pie en este hospital, yo sería la primera en enterarme.
Nicole no pensó mucho en eso, Después de todo, ella le había dicho que le gustaba mantener su vida privada. Lo dejó y siguió con los preparativos de la fiesta que venía en camino.
No podía recordar haber pasado un maratón sexual de ese tipo. Y lo que hacía mejor su día, era que ella, durante toda la noche, le había dicho que lo amaba. ¡Dios, lo amaba! Eso, posiblemente, era lo que hacía que su corazón deseara estallar de felicidad.
Sonrió al sentir a Nicole moverse, pues estaba encima de él, como una manta, y su cabellera estaba esparcida sobre su pecho. Había notado con mucha satisfacción que buscaba su cuerpo, había entrelazado su pierna contra sus muslos, había pasado una mano sobre su pecho, y se había dormido. Y ahora, se despertaba en el mismo lugar. Lo malo es que sus pechos rozaban contra su costado, la pierna, cruzaba muy, muy cerca de su ingle, a pesar de estar tapada con una sábana, podía imaginársela, y bien sabía, tenía muy buena imaginación, y por increíble que fuese, la deseaba. Había pensado que después de una noche tan activa como la que habían tenido, su hambre de deseo por ella, se habría mitigado un poco, pero las pruebas demostraban todo lo contrario. Y ella no hacía mucho para evitarlo. Su pierna se estrujó contra su ingle, incitándolo. Una vez, dos veces… ¡un momento!
― ¡Bruja!
Nicole le empezó a hacer cosquillas a Joe, pero su plan se le revirtió, y Joe acabó encima de ella, ambos riendo. Se había despertado desde hacía varios minutos, pero le había encantado su posición que se había quedado quieta, hasta que la respiración de Joe había revelado que se había despierto, y un sexto sentido le había dicho que él tenía hambre de ella. Y ella la tenía de él.
Joe quedó colgando sobre ella, mirándola, maravillado de que esa mujer fuera suya. Porque por los cielos, que Nicole Adams, era suya. Se veía gloriosa. La luz de sol servía en esos momentos para poder ver su rostro perfectamente, sus mejillas estaban sonrojadas, contrastando contra su piel blanca, y su pelo, Dios, amaba su pelo, esparcido sobre las almohadas, y sus labios parecían haber comido fresas, por lo rojos que estaban. Si pudiera encontrar palabras para…
― ¿Cómo amaneciste? ― preguntó besándola. Tuvo que esperar su respuesta un momento, ya que beso, tardó más de lo esperado.
Cuando por fin pudo separarse de ella, Nicole contestó.
― Perfectamente bien. ¿Y tú? ― Levantó la mano para acariciar su mandíbula, y se ajustó la sábana que cubría su cuerpo.
― Júrame que no te vas a reír.
Nicole alzó una ceja. ¿Qué rayos iba a hacer Joe?
― ¿Por qué lo haría?
― Dios, creo que esto es lo más vergonzoso que he hecho en mi vida, pero por ti, vale la pena. ― metió profundamente aire en sus pulmones y exhaló ― Pero ahí voy…
Fijó su mirada en la de ella, y empezó a cantar una canción, que sólo en ese momento había aprendido el verdadero significado. No necesitaba buscar palabras, porque ya estaban escritas.
Good morning beautiful
how was your night?
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― Oh Joe, es… es hermosa.
― No tanto como tú.
― Podría acostumbrarme a despertar todos los días así. Contigo.
Joe bajó y le besó su aterciopelado cuello para seguir el camino por su hombro.
― Vale, pero quitemos lo de la canción. Eso será solo para ocasiones especiales.
Ahora fue Nicole quien se incorporó y quedó encima. Se pasó una parte de su pelo detrás de la oreja, y la otra cayendo sobre ellos.
― ¿Y ahora es una ocasión especial?
― Oh nena, claro que sí.
Joe dejó que ella fuese la que tomara el mando esa vez, la dejó tocar, besar, acariciar.
Sentía su sangre fluir por su cuerpo, un rugido ahogado en sus oídos, y los latidos de su corazón tan fuertes que los oía claramente.
― ¡Joe! ¡Nicole!
La voz de Kevin llegó hasta el piso de arriba. Y era probable que también hasta el próximo condado. Y los fuertes latidos de su corazón eran en realidad los golpes del puño de Jack contra la puerta principal.
Nicole detuvo su provocativa boca y manos, y en un gesto instintivo cubrió su cuerpo desnudo con las sábanas. Y Joe deseó matar al zopenco de su mejor amigo.
― Te juro que si no fuera por Demi, saco la pistola del desván y lo mato.
Nicole sonrió y le dio una palmada en el brazo. Hizo un movimiento para levantarse.
― Voy yo.
― Eso sí que no. ― Joe la tomó del brazo y la tiró a la cama.
― Yo bajo más rápido. Tú, tienes que cuidar esa pierna.
― No dijiste lo mismo anoche.
Nicole se sonrojó. Se había olvidado de ello. Entre la neblina de deseo y lujuria, su pierna en recuperación, no había tenido un pensamiento en su cerebro.
― Está bien. Anda a ver que quiere.
Joe de muy mala gana quitó la sábana y se paró a buscar ropa. Su instinto le dijo que Nicole estaba admirando su cuerpo y su pecho se hinchó de orgullo al sentir el calor de deseo de su mirada. Se abrochó los pantalones y la miró.
Nicole ya había tomado las almohadas y las había colocado para quedar abrazada a ellas. Se sintió estúpido, por tener celos de una almohada, pero quería que ella solo lo abrazara de esa manera así. Los golpes en la puerta y la voz ronca de Kevin lo devolvieron a la realidad.
― No te muevas.
― ¿Ni un milímetro? ― preguntó Nicole seductoramente.
― Ni uno solo.
Nicole sólo pudo reírse y dejó que Joe se fuera. Ella se acomodó buscando una posición a gusto con los cojines, esperando el retorno de Joe.
El buen humor con el que había salido de la habitación se esfumó al bajar las escaleras. Sintió que su pie estaba mejor, y pensó que si no fuera por la escayola, caminaría mejor, que andar arrastrándola. Kevin volvió a golpear, y Joe le gritó que ya iba. Abrió la puerta de un golpe y le dio una mirada asesina.
― ¿Que quieres?
Kevin hizo relucir su sonrisa blanquecina, y saludó con el ala de su sombrero. Llevaba puestas unas botas de hule, pues había andado por el rancho midiendo los resultados de la tormenta. En vez de la camisa simple, llevaba una cazadora oscura, y Joe tiritó. La temperatura había bajado, pero el, dentro de la habitación de Nicole no lo había notado. Cosa que lo enfuruñó aún más. Debería estar arriba, no viéndole la cara a Kevin.
― Vaya, buenos días para ti también. Sólo venía a ver como estaban. No hay teléfono, y no nos podíamos comunicar con ustedes. Lola me mandó a preguntar.
Joe quería a Lola como una segunda madre, pero a veces, era tan impertinente.
― Estamos bien. Gracias. ― gruñó Joe. Tomó la orilla del portón y se dispuso a cerrar
― Ahora saca tu trasero de mi propiedad.
Pero Kevin no tenía la menor intención de irse.
― Técnicamente, es mi propiedad.
― Kevin…
― Todavía no hemos hecho los arreglos para dividir estas partes del rancho. Nick tiene que ponerse en ello.
― Kevin…
Kevin se pasó la mano por la quijada, cómo si estuviera pensando en resolver una ecuación de balanceos químicos.
― Aunque Nick no puede. Es inversionista. Necesitamos un abogado. Quizás Ariana o David. Sí.
Joe apretó con fuerza la puerta, porque era eso, o golpear a Kevin.
― Kevin, en estos momentos, tengo algo mejor que hacer que escuchar tu cháchara. Estamos bien, y no creo que vayamos a aparecer en el cuartel por hoy. Nicole está indispuesta.
Kevin dejó las bromas a un lado y lo miró serio.
― ¿Está enferma?
― Digamos que pasará todo el día en la cama.
No tuvo que decir nada más. Kevin captó el mensaje fuerte y claro. Tuvo el maldito descaro de sonreír. Y esa risa no le gustó nada a Joe.
― Vaya… Bueno, ¿Qué te parece si me invitas a desayunar?
― Si das un paso dentro de la casa, te juro que te meteré una bala en la cabeza.
― Eres un mal tirador. ― tuvo la desfachatez de argumentar.
― Pero no a esta distancia. Ayudaré a Demi, cuando se quede sin hermano. Aunque creo que estará más feliz que nunca.
Kevin abrió la boca para responder pero la cerró al momento. Joe supo entonces a que se debía. La sintió, mucho antes de que hablara.
― Hola Kevin.
Joe se dio la vuelta de mala gana. Nicole se había puesto la bata de nuevo. ¿Estaría desnuda debajo de esa cosa? Y Kevin estaba ahí. No sabía que era un hombre celoso, pero primero una almohada y después Kevin. Y lo peor es que no sabía por cual sentirse más tonto.
― ¡Gatita! ¿Cómo estas? Tienes un aspecto asombroso. ― Nicole se acercó a él, y se acercó a saludarlo con un beso en la mejilla. Kevin sonrió y señaló a Joe con la cabeza ― Y este tonto que me dice que estás indispuesta.
― ¿Qué?
― Sí, señora. Y que ibas a pasar todo el día en la cama. ― Joe pensó con cuidado si el rifle estaría cargado. Lo iba a matar, y más, por poner a Nicole en evidencia. Se había puesto colorada en menos de dos segundos ― ¿Estás bien, gatita? Si quieres puedo ir Philip para que te atienda.
― Kevin… ― advirtió Joe.
― Dios sabe que este hombre es una mula cuidando personas. ― Kevin la tomó de los hombros ― O si quieres puedes irte a la casa, ahí te cuidaremos.
Sobre mi cadáver, pensó Joe.
― ¡Ya está! ¡Suficiente! ― gritó Joe sobresaltando a ambos.
Nicole se compuso y no le hizo el mínimo caso a Joe, y miró a Kevin.
― ¿Te gustaría quedarte a desayunar?
― ¡No! ― gritó Joe en un largo “no”. Kevin, sabiamente, se abstuvo de contestar.
― Perfecto, haré el desayuno.
Nicole se iba a dar la vuelta, pero Kevin la detuvo.
― Lo siento cariño, te tengo que dejar, a pesar de que adoro hacerle la vida imposible a Joe, amo mi vida. ― se despidió con un beso en la mejilla ― Te veo al rato. ― salió y caminó a su Ranger ― ¡Los veo al rato! ― gritó agitando la mano.
Joe cerró dando un portazo, y se giró para mirarla a los ojos.
― Te has movido. ― la acusó.
― ¿Cómo pudiste decirle a Kevin que iba a pasar todo el día en la cama? ― gritó indignada Joe. Claro que se había indignado, por las palabras, y contra ella. Al haber oído los planes de Joe, se había puesto caliente. ¡Que vergüenza!
Joe se acercó a ella lentamente, y Nicole instintivamente retrocedió.
― Es que lo vas a pasar cariño. ¿Por qué bajaste?
― Tengo hambre. ― Siguieron retrocediendo, hasta que ella tocó contra la pared ― Y quería saludar a Kevin.
― Pero te has movido. Y más de un milímetro.
Joe alzó los brazos para encerrarla entre ellos y su cuerpo. Su pecho desnudo era una maravilla para degustar la vista.
― ¿Me vas a castigar? ― alzó la ceja mostrándose desafiosa.
― Oh, claro que sí. Tengo el castigo perfecto. ― Se inclinó y la besó, reclamando la misma pasión. Nicole tuvo una sensación de deja vú. Hacía mucho, habían estado en la misma posición, besándose. Pero las circunstancias no eran idénticas.
Cuando Joe la dejó de besar, ella enfrascó su mirada con la suya.
― Te haré pagar por haberle dicho eso a Kevin. Sin embargo, creo que desayuno puede esperar.
Y aquél día se la pasaron en la cama, disfrutando de los placeres que podían obtener. Joe era un amante tierno y considerado, cuando sabía que Nicole lo necesitaba, pero también era exigente y apasionado, cuando Nicole lo pedía en silencio. Su acoplamiento fue perfecto, siguieron entrenado con Blackshadow, quien se mostró más solicito con Joe, como si hubiera entendido que él ya le había ganado la partida.
También la había hecho participe del futuro alumbramiento de Campana, que estaba más gorda que nunca. No le extraño a Joe que ella dejara que Nicole se acercara y la acariciara. Nadie, salvo él, se había podido acercar a ella, y de alguna manera, se sintió orgulloso de que su mujer pudiera hacerlo.
Nicole demostraba ser un jinete excelente, y obtuvo la admiración de todos en el rancho, incluso Lola le había dicho que sólo una mujer de gran valentía habría podido domar a semejante bestia. Joe no supo si esa vez seguían hablando del caballo o de él, pero no le importó. Todos en el rancho ya se daban por enterados de que Nicole y Joe estaban juntos, y nadie condenó la relación. Al contario, se mostraron felices de verlos juntos.
El pequeño balancín afuera de la casa, se había vuelto un punto de encuentro regular en sus tardes juntos. Se sentaban a platicar de cosas, de sus sueños, mientras las suaves notas de la música country les llegaba. Y cuando dormían juntos, Nicole sólo conciliaba el sueño abrazada a él, como si él fuera la cama y ella la manta que necesitaba tenderse sobre él. Algunas noches, las tormentas se desataban y Nicole se sentía presa de sus viejas pesadillas, pero cuando Joe estaba con ella, nada de eso le importaba. Simplemente se arrimaba a él, le pasaba una mano por el cuello, y cuando lo olía, sabía que estaba segura.
Nicole había esperado poder hablar con Alex en todo ese tiempo, pero no había dado señas. Al final, había dejado un mensaje de voz diciéndole todo, y aclaró que sabía que no era la forma más honorable de terminar las cosas, pero ella había puesto todo de su parte para contactarlo. En el mensaje le dijo que le haría llegar su anillo en cuanto pudiese.
Nicole había pasado a formar parte del comité organizador para la Gran Fiesta, con mayúsculas, como le decía Demi. Ya que Joe se estaba mejorando a pasos agigantados, y ella no tenía mucho que hacer, había aceptado el cargo, pero después de un día, se arrepintió. Ahora sabía a lo que Demi se refería con eso de mover muebles y acomodar un lugar cansaba. Tenía un dolor de cabeza horrible. Ordenar esto, pedir aquello, manteles de seda, blancos con cubre manteles color champagne, vajilla de porcelana, cristalería, barra libre, meseros… la lista seguía interminablemente. Nicole tuvo que admitir que Demi sería un día una estupenda mujer en su trabajo, y también como ama de casa.
Joe había encontrado la solución perfecta para su dolor de cabeza. El domingo familiar se lo habían saltado para pasear a Austin. Todo un fin de semana para ellos solos, aunque para disgusto de Joe, Nicole había conducido en su vieja camioneta. Se había negado a llevar a Chris de chofer, y de tomar la camioneta de él. Era eso, o no se movía de ahí. Tuvo que aceptar a regañadientes. Habían ido al cine, a cenar en un restaurante elegante, o simplemente a conocer la ciudad.
Ese día, a casi una semana de la fiesta, habían viajado a Dallas para la revisión y Walter le había confirmado con mucho placer que si no tenía ninguna prisa, ese día le podían quitar el yeso. Joe casi llora de la alegría. Casi.
Para celebrar la “muerte del yeso”, como decía Joe, decidieron hacer un picnic en uno de los arroyos alejados del rancho. Nicole había hecho la comida, aunque nada laboriosa, y lo habían metido dentro de una canastilla para montar en los caballos. Se había puesto un vestido sencillo, pero que le había encantado y se había comprado en Austin. Había tenido dudas sobre Joe al cabalgar, pero se alegró de ver que eran infundadas. Dado que ella llevaba a Blackshadow, que era su primer paseo fuera del corral, Joe había decido en llevar a una yegua, ya que no quería confrontaciones con el caballo. Brissa se había mostrado feliz de haber sido la elegida para el paseo. Joe se había sentido feliz de poder montar otra vez, aunque fuera Brissa y no su yegua, Campana. Le hacía tanta falta. Y claro, por fin, poder ponerse un par de zapatos. Los dos, y no uno, como debía ser.
Joe conocía aquella parte del rancho mejor que nadie. Estaba solitaria, como él quería que estuviera, y sabía que Nicole se maravillaría de la belleza del lugar. Habían comido en silencio, admirando el paisaje, aunque la tensión se palpaba en el ambiente. Sabían lo que estaba a punto de ocurrir, ambos lo deseaban, lo necesitaban.
Joe tendió la tendió sobre la manta, y empezó a besarla delicadamente, posando besos por su rostro, por su hombro, deslizando un tirante de su vestido, para saborear la tersa piel.
Nicole disfrutó las caricias de Joe por unos momentos, pero ella ya había tomado una decisión mucho antes de que él empezara su dulce seducción. Rodó sobre el cuerpo de él, y quedó sentada a horcajadas, sobre él.
― Nikky…
Ella posó un dedo sobre sus labios, indicándole que no hablara.
― Esto es para ti.
Siguió besándolo, y sin dejar de hacerlo, fue desabrochando su camisa, para abrirla y pasar sus manos y jugar con el fino vello de Joe se seguía en una línea que se perdía entre sus vaqueros. Ahora ella desabotonó los dos primeros botones de su vestido.
― ¿Sigo?
― Creo que moriré si no lo haces.
― Mejor tú ― Joe corrió a desabotonarle el vestido pero Nicole tomó sus manos entre las suyas ― Pero sólo eso.
Joe se sentó y dejó el vestido abierto hasta su cintura, bajando los tirantes, para que Nicole sacara sus brazos. La luz del atardecer le daba un aire encantado, casi mágico. Cómo una pequeña hada. Una hada del sexo. Sus pechos quedaron libres, justo a la altura de su boca, que se moría por tomarlos, pero había hecho una promesa. Nicole sonrió, entendiendo el camino de sus pensamientos, y se alzó más, acercó su cuerpo a su boca y él entendió la indirecta. Los besó y absorbió de ellos todo el calor que emanaban. Nicole por su parte, lo tenía abrazado contra sí, dejando que él fuera por más, mientras que con sus caderas, bailaba sobre el regazo de Joe, excitándolo de la misma manera que él lo hacía con ella.
Cuando sintió que estaba a punto de gritar de placer, decidió pararlo. Esa tarde era para él. Se hizo hacia atrás, y lo tumbó. Al principio notó la resistencia de Joe, pero terminó aceptando.
Ella bajó y empezó besando su frente, bajó por el perfil de su nariz, pasó por sus pómulos marcados, su mandíbula recta y llegar a su barbilla, siguió la curva que había en su cuello para dar un pequeño mordisco en el hueso, y besó su pecho, justo como él lo había estado haciendo con ella. Las manos de Joe estaban intranquilas y había subido por sus muslos para levantarle el vestido, pero ella las tomó entre las suyas y sin dejar de besarlo, colocó sus manos a un costado, cada una atrapada por las suyas. Llegó a su caja toráxica y lamió su perfecto pecho, adoraba sentir su tacto, su textura, y con mucho pesar, soltó las manos de Joe. Siguió seduciéndolo con sus caricias y con sus besos, mientras sus manos bajaban hasta el cinturón y con la práctica de esos días, logró deshacerse de él y deslizar con sumo cuidado el cierre de su pantalón.
Joe contenía la respiración dejando que ella hiciera con él lo que quisiera. Cuando sintió la mano de ella dentro de su bóxer, se quedó frito. La ayudó a bajarle los pantalones y la ropa interior, y esta quedó atorada en sus pies. Ahora mismo no tenía tiempo para banalidades como quitárselos por completo. Había despejado la zona necesaria. Fin del asunto. Concentró todos sus sentidos sólo en esa hada que estaba apunto de terminar con él.
Volviendo a subir a su pecho, Nicole lamió sus pezones, mientras que entre sus dedos tomaba toda la longitud de Joe. Era algo tan increíble, y tan contradictorio, sentir algo tan fuerte, como hierro, envuelto en una piel tan tersa y tan suave. Era lo contrario a Joe, que se escondía en su armadura de acero, pero que en el fondo, era un romántico empedernido.
― Te amo tanto… ― susurró Nicole contra su pecho y Joe sonrió. Jamás se cansaría de oír esas palabras.
Con dedos aún faltos de experiencia, más de la que había obtenido esos días pasados, frotó el miembro de Joe, tomando la cima y deslizando su pulgar contra la cumbre mientras aplicaba un masaje rítmico, de arriba a abajo, con firmeza, pero sin apretar demasiado. Sintió cómo su propio sexo se moría por tenerlo dentro, y que ya estaba preparado para su invasión, pero ella había dicho que esa tarde sería para él, y así sería.
Cuando empezó a bajar, siguiendo el camino de su vellosidad, justo al pasar por su vientre, sintió la renuencia de Joe, y sus manos trataron de detenerla.
― Nikky, no es nece… ― sus palabras se perdieron en un gemido cuando Nicole aplicó fuerza en su agarre.
― Creo que ya dejé claro las cosas. Ahora, si no es para decir que me amas, y que te gusta, no abras la boca.
― Te amo, Nicole.
Y volvió a bajar. No tenía nada en contra del sexo oral, excepto que no sabía nada. Pero había leído de ello, vaya, sabía de que iba la cosa, pensó Nicole. Pero, ¿Y si lo hacía mal? ¿Y si a Joe no le gustaba? Él la había llevado a la cumbre del placer con su lengua, y sus dedos. Y ella había amado cada metro de placer que la elevaba a los confines del universo. Quería hacer lo mismo por él.
Bajó y lo tomó en su boca, primero la punta, y la saboreó. Sabía a sexo, a caliente y a Joe en toda su esencia. Tal vez por ser su primera vez, no iría a más, sólo siguió lamiendo de él, y se congratuló al oír los sonidos de placer que Joe hacía. Se sintió femenina, y dueña de un gran poder. Entonces recordó una de esas escenas de pasión que había leído miles de veces de su libro favorito “Más allá de la pasión”, e hizo una succión hasta el fondo, intentó ir más allá de la punta, y siguió bebiéndolo mientras apretaba sus testículos con los dedos haciendo un tipo de red. Por el grito ― porque fue grito con G ― que Joe dejó salir, entendió que le había gustado.
― ¿De donde has aprendido eso? ― preguntó sin aire Joe.
― Soy una lectora muy diestra. Digamos que los libros dan muy buenos manuales. En especial los de Sandra Richardson.
― ¡Dios! No tengo ni idea de quien es esa mujer, pero mañana vamos a Dallas a comprar todos los libros de esa mujer.
― Me encanta ese espíritu.
― Y a mi me encantas tú.
Jugó con él, subiéndolo a las cumbres del placer, para después ralentizar su succión y hacerlo desear más, justo como él había hecho con ellas en muchas veces. Oh, venganza, dulce venganza, cuando de repente sintió las manos fuertes de Joe levantándola.
― No… ― protestó Nicole. Se sentía azorada y embriagada y su cuerpo estaba ardiendo por dentro. ― No qu… ― Joe posó un dedo sobre sus labios.
― Ahora me toca a mí. Este es el mejor regalo que me puedes haber dado por la muerte del yeso, pero cariño, o es contigo o sin ti. ― Nicole lo miró sin decir nada ― Y creo que tú también lo quieres igual que yo.
― Pero quería que fuera para ti.
― Nikky ― la besó en los labios, catando su propio sabor y después le acarició una mejilla ― mi dulce Nikky, cuando entenderás, que estando contigo, lo tengo todo. Y ahora, déjame que te quite esto. ― Le quitó las braguitas que aún llevaba puesta, y se quitó rápidamente sus pantalones y ropa y de su cartera sacó un condón y se lo dio a ella ― Listo, y ahora señorita Adams, por favor, muéstreme que tan buena amazona es.
Nicole pensó que podía tener un orgasmo sólo con oír esas palabras. Abrió el paquete metálico, y deslizó el plástico sobre toda su extensión e introduciéndolo dentro de sí, hizo exactamente lo que Joe le había pedido. Le enseñó lo excelente amazona que era.
Esa tarde, al regresar a casa, volvió a hablar con Linda, para preguntarle por el paradero de Alex, pero ella dijo que nadie sabía nada de él. Había pedido un permiso, después las amigas se habían puesto a charlar, y Linda, con su olfato de detective había notado que Nicole estaba feliz, y le preguntó directamente si el chico de Dallas tenía algo que ver.
― Sí, Linda, el chico de Dallas tiene todo que ver ― y no pudo evitar sonreír.
― Pues enhorabuena cariño. Bien sé que mereces ser feliz. Eres una grandiosa mujer, y espero que ese chico te merezca.
― Creo que sí.
― Te voy a extrañar.
― ¿Por qué?
― Pues te quedarás a vivir en Dallas, ¿no?
Nicole pensó en sus palabras, y no contestó. Joe jamás le había pedido un compromiso, sólo le decía que la amaba, pero no le había que se quedara, o matrimonio. Nada. Tuvo que ocultar el dolor en su voz cuando cambio el tema de conversación.
― ¿Y dime como es posible que tú y toda la planta de enfermeras no hayan saltado sobre Sandra Richardson, cuando estuvo en el hospital?
― ¿Qué? ¿Sandra Richardson estuvo aquí ¿Mi autora Sandra L. Richardson? ¿En el hospital? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué?
Eso no era un buen cambio de tema, reflexionó Nicole. Además, había dado su palabra de no decir nada. Al menos, no diría todo.
― Es una amiga de Alex, y me la presentó la otra vez que estuve en el hospital.
― Cariño, creo que tus vacaciones se deben ampliar. Porque si Sandra L. Richardson estuviera poniendo un pie en este hospital, yo sería la primera en enterarme.
Nicole no pensó mucho en eso, Después de todo, ella le había dicho que le gustaba mantener su vida privada. Lo dejó y siguió con los preparativos de la fiesta que venía en camino.
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
MARATON
7/8
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Capítulo 39
Preparativos
Preparativos
― Mary Ann, Allie, no se… ― el pequeño tsunami le cayó encima antes de que pudiese terminar su oración ― avienten.
Sus sobrinas sonrieron y Nicole con ellas. La familia había llegado dos días antes de la Gran Fiesta, como decía Demi, y aunque los adoraba, en esos momentos, Joe deseaba que todos estuvieran en cualquier lado del mundo menos en el rancho. Apenas le habían quitado el yeso, y había puesto en práctica todas sus dotes de seducción con Nicole como para que su familia llegara y lo arruinara todo. Pero por mucho que deseara, no podía correrlos.
Ariana, David y Allie estaban quedándose en su casa. Nicole ya los había invitado mucho antes de que él pudiera decir “no”. Elizabeth, Richard y Mary Ann estaban en casa de Nick, junto con su padre. Margot, que era la que faltaba, había avisado que llegaría ese mismo día, en la noche, y tenían una habitación en casa de Nick también. Todos se habían distribuido sin preguntarle nada a él, pensó resignado.
Por tonto que sonara, ninguno había reaccionado al saber que ellos eran pareja. Sólo les habían dado felicidades, enhorabuenas, y listo. Ambos se habían sentido raros, pues habían esperado preguntas, o algo, pero había sido como si siempre hubieran esperado eso.
Alzó la mirada y tapó el sol con una mano. El clima estaba en su favor, y el sol estaba brillando en todo su esplendor, el rico aire que los tocaba sutilmente, y el agua cálida del lago completaba el cuadro perfecto para ese momento. Miró suspirando a Nicole, que sonreía y le aventaba agua a las niñas. Las hijas de sus hermanos habían pedido ese día ir a nadar, y sus padres, prácticamente los habían empujado para que ellos fueran los que los canguros esa tarde. De la plataforma, Allie y Mary Ann brincaban alegres, aunque les había costado mucho hacer que las pequeñas se hubieran puesto sus chalecos salvavidas.
Joe suspiró y miró a Nicole.
― No sabes cuanto deseo que todo esto acabe y volvamos a tener la casa para nosotros solos.
Nicole sonrió y se acercó para rodearlo de la cintura. Tenía un short que era todo menos sexy, y sin embargo, a sus ojos, era el hombre más guapo que conocía.
― No seas así de malo. Sabes que te encanta tenerlas aquí, así que no finjas.
Miraron hacia donde estaban los pequeños diablillos.
― Las amo, pero honestamente, prefiero pasar mi tiempo contigo, en una cama, solos, desnudos, y…
― ¡Joe!
Poniendo una cara de contrariedad y exasperación, la miró.
― Y en vez de eso, estamos mojándonos, con dos niñas, al aire libre, haciéndolos de niñeras. Y aunque estás en traje de baño, eso no es tan bueno como tenerte desnuda. ― y le dio una suave nalgada en el trasero.
El tema del traje de baño también había sido un verdadero problema. Al igual que sus sobrinas pataleando por sus chalecos, ella lo había hecho, aunque de manera más sutil, sobre el traje. Demi había sacado como por arte de magia un traje entero y según ella, de su medida, aunque por la mirada que Nicole le había dado al traje, prefería ponerse una camiseta y algún short que encontrase. Pero Joe fue el que decidió por ella y la había tomado de la mano, llevándola al cuarto próximo. A base de caricias y besos y dedos expertos, había conseguido que ella aceptara. Y la verdad, estaba arrepentido. A pesar de ser de una sola pieza dejaba ver sus piernas largar y curvilíneas, mientras que en su espalda tenía un escote que provocaba infarto. El traje era de un tono variado de verde que combinaba con su cabellera y sus ojos. La guinda del pastel había sido un sombrero y un pareo que Demi había encontrado “por ahí”.
Todos los hombres con un mínimo de testosterona en todo el rancho la habían mirado de los pies a la cabeza, y la habían devorado con la mirada. Deseaba poder exceptuar a su cuñado y a su hermano, pero los muy desgraciados habían sido los primeros en gastarle bromas sobre todo lo que tenía guardado bajo esas ropas. Claro, Kevin y Chris ya no contaban. Ellos estaban ya en su lista negra desde hacía mucho.
― Eres la niñera mas sexy que conozco. ― dijo Nicole entre risas, abrazándolo más fuerte.
― Gracias cariño, lo mismo digo para ti.
― Oh vamos. Elizabeth necesitaba descansar. Y Ariana también. Y ella y David deberían de tener tiempo para ellos.
Joe abrió los ojos espantado.
― ¡Esta embarazada! ― gritó escandalizado.
― Técnicamente, las relaciones no afectan al bebé. Eso es un tabú. En realidad…
Joe alzó la mano, y se calló. En algunas ocasiones, Joe era tan mundano, pensó Nicole.
― Honestamente, Nikky, la idea de imaginar a mi hermana desnuda y… ― fingió un escalofríos y la abrazó ― Mejor cambiemos de tema.
Nicole se dio la vuelta para ver a las niñas jugar en el agua. Ellos estaban a la orilla de la tarima, parados, esperando por si las pequeñas se aventaban. Al verlas a salvo miró de nuevo a Joe, y sonrió.
― ¿Listo para esta noche?
Joe hizo una mueca de desagrado, y le dio un pellizco en la nalga.
― Sabes, a veces no eres de mucha ayuda.
Nicole apretó su abrazo y lo obligó a reírse.
― Será grandioso, ya lo verás. Demi y Lola han hecho que todo quede genial.
― Tú también ayudaste, así que debes de contarte.
Nicole se sonrojó, y Joe pudo verlo a pesar de que el sombrero hacia sombra. Nicole no era de esas personas que querían contar con la gratitud de las personas. Hacía las cosas, pero no esperaba nada a cambio. Una de las tantas cosas que él amaba de ella.
― Sólo fue un poco. No fue la gran cosa. Para lo único que contribuía era para dar dolores de cabeza.
― Tío Joe, mira. ― Ambos miraron hacia donde las niñas y vieron que estaban cerca de la orilla. Nicole lo soltó y se hizo a un lado, Joe en cambio se acercó. Esas dos niñas eran una bomba andando, y podían resbalarse o golpearse.
― Sí, nenas, pero con cuidado, que me van … ― una vez más, demasiado tarde. ― … a mojar.
Oyó las risas de las tres mujeres, mientras se limpiaba el agua. Nicole pasó las manos para limpiar gotas que aún quedaban. Ya las pequeñas diablillas se habían vuelto de nuevo a tierra para aventarse de nuevo.
― Te aman. ― le recordó Nicole.
― Tengo la ligera impresión de que las mujeres de esta familia tienen una forma muy extraña de demostrarme su amor.
Sobre las tres de la tarde, el Cuartel se volvió un caos. Todos estaban nerviosos para que todo saliera bien. Demi más que nada, quien a decir verdad, se mostraba más susceptible que cualquiera. Quería que todo saliera perfecto. Ariana y Elizabeth después de haber descansado habían ayudado en lo que se había podido. Los caballos habían sido bañados y alistados esa tarde, para tenerlos de muestras en las caballerizas por unas horas. Además de la gente del rancho, los huéspedes, las familias, y los amigos que los habían frecuentado en esos cinco años, habían invitado a compradores de caballos, y sementales. Incluso Blackshadow se estaba mostrado más sociable que nunca, como si supiera que esa era su noche estrella. Angels Ranch no era sólo un lugar para descansar. La fama de sus caballos y su crianza era nacional, así como sus reces y la buena tierra que poseían. Para las cinco, Nicole había podido respirar alegremente, más o menos satisfecha, y junto con ella, las demás mujeres pudieron descansar. Cada una se despidió para arreglarse para la gran noche.
Mientras se dirigía a la casa, recordó el suceso del día anterior, y no puedo evitar evocar una sonrisa. Demi, Ariana, Elizabeth y ella, habían ido a Dallas a comprar. Claro, a insistencias de todos y cada uno de los hombres, habían mandad a un chofer con ellas. Y dado que Chris era el único que no sabía de los placeres de estar casado o con pareja, había sido la oveja sacrificada. Kevin se había salvado alegando que tenía trabajo que hacer. Eso, y que era el jefe del rancho. Chris había regresado gritando a los cuatro vientos que si estar casado significaba pasar diez horas comprando ropa y zapatos y no sabía cuantas cosas más, entonces que jamás se casaría. Y después había recibido un golpe de su madre.
Llegó a la casa, y la encontró bulliciosa. David y Ariana trataban de contener a su hija, que no paraba de correr por la casa, porque no quería bañarse. Nicole sonrió, los saludó y subió a su habitación. La habitación de Joe. Nicole llevaba dos semanas durmiendo en la habitación de Joe, compartiendo su intimidad con él. Cuando Ariana y su familia habían llegado, se había sentido incómoda al principio, pero nadie comentó nada de ello. Ahora, le parecía tan tonto estar preocupada por ello.
Estaba en la bañera, tomando un merecido baño, relajándose. La fiesta no iba a empezar sino hasta las ocho y media. Tenía todavía tiempo. El leve crujido de la puerta le indicó que no estaba sola.
― ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas con Kevin, para recibir a Nick.
El famoso Nick, al que ninguna de las mujeres fuera de rancho conocía, llegaba esa tarde. Dado que su casa había sido habitada, con su aprobación, había pedido a Lola que le tuviera una habitación del cuartel lista para él, y por desgracia otra para la zorra de Delta. Nicole no le había contado a ninguna de sus amigas, de las palabras que había intercambiado con aquella mujer.
Joe empezó a quitarse la camisa, sacándosela por la cabeza.
― Kevin se puede hacer cargo de ello. Yo estoy donde debo estar.
― ¿Y eso donde es?
Fue el turno ahora de los pantalones que salieron junto con su ropa interior de un solo jalón. Nicole no se cansaba de admirar su cuerpo, que parecía haber sido cincelado con las manos de los viejos artistas.
― Contigo. Encima de ti, dentro de ti, como sea, pero siempre contigo.
Cuando metió un pie dentro de la tina, Nicole alzó la mano.
― Calma galán, que tengo que recuperar fuerzas para esta noche. Además tu hermana está aquí.
Joe se metió por completo dentro de la bañera, y se fue acercando a ella.
― Que me cuelguen si dejo que su presencia haga que no disfrute de ti.
― ¿El sexo como relajación?
― Claro. Verás que después me lo agradeces.
Y así lo hizo.
Mucho tiempo después, la había acomodado para tenerla abrazada, aún dentro de la bañera. Joe pudo comprobar, por la cara de satisfacción de Nicole, que había dado con la dosis perfecta. Le estaba contando a Nicole la “pequeña” pelea que habían librado contra Demi.
― ¿Te puedes creer que nos dijo Neandertales? Es la tercera vez en mi vida que me llaman así. Esa pequeña diablilla. ― la voz de Joe mostraba su indignación ― Nos gritó “¿Van a usar pantalones de mezclilla en la fiesta?” y Kevin le contestó “Es eso o nada” y ella le dijo a Kevin “Pues nada está mejor. ¿Cómo rayos pueden usar mezclilla en una fiesta así?” y nos apuntó a los tres como si hubiéramos matado o algo así. Ahí voy yo y le digo “Cariño, somos hombres de Texas”, y la pequeña demonio me señaló y me dijo cortantemente “Tú eres de Chicago”.
Nicole se partió de la risa al escuchar la crónica de Joe. Lo abrazó y le dijo que ya era hora de que se empezara a vestir. Él de muy mala la soltó y se paró para buscar una toalla y secarse. Le tendió la mano para ayudarla a salir de la bañera, pero ella negó.
― ¿No te vas a arreglar? ― preguntó.
Nicole sonrió y se estiró, alzando su tronco y revelando sus pechos. Joe sintió una punzada de deseo. Jamás tendría suficiente de ella. Nicole lo miró y negó.
― No hasta que estés afuera de esta habitación.
― ¿Qué? ― gritó iracundo.
― Lo que oíste.
― Pero…
― Pero nada, así que apresúrate a mudarte. No quiero llegar tarde.
Joe salió del baño y Nicole esperó hasta que oyó la puerta del cuarto cerrarse. Ya vería en cabezudo ese, que valdría la pena hacerla esperar.
Salió de bañera y se acercó al armario. Sacó el vestido, que estaba enfundado en un plástico negro. Cuando habían ido a comprar, no sabía bien que era lo que buscaba. Y entonces lo había visto. Vestía al maniquí, y casi se pudo ver ella en él. Era blanco, no tenía tirantes, sino más bien, la tela que cubría los senos llegaba hasta la espalda, creando un escote sensual pero discreto en forma de “V” delante y atrás. Tenía un corte sobre los pechos que los alzaba, y una pieza rectangular cubierta de pedrería que hacía como tipo fajín a esa altura. El resto de vestido le había encantado aún más. Caí suelto pero con vuelo, debajo de las rodillas. Pequeñas perlas y líneas costuradas, que empezaban debajo del fajín, como ramas que salían de un árbol, para acabar aglomerados como si fueran racimos de flores, adornando los pequeños picos y romboides con los que terminaba el vestido. Acompañando al vestido, llevaba un chal blanco, que sólo en las orillas de cada extremo tenía un bordado exquisito.
Se peinó su cabello, decidiendo dejárselo suelto. Ahora entendía que era un maravilloso rasgo que tenía que aprovechar. Incluso se maquillo, cosa que casi no le gustaba, pero esa noche, quería estar hermosa para Joe. Las zapatillas que había escogido eran plateadas.
Cuando por fin se dio la última mirada, comprobó que había logrado la imagen que quería proyectar. Una Nicole que sólo hasta ahora sabía existía. Entonces vio con tristeza que su cadena de oro no combinaba con su atuendo. Todo era blanco y plateado, y su cadena desentonaba. La acarició con dolor, y se la quitó. Era la primera vez, que se la quitaba desde que se la había puesto. La miró con nostalgia y jugó con ella. Quizás era tiempo de seguir adelante, pensó para sí. La dejó delicadamente en el tocador, como si fuera una pieza de cristal. Reparó entonces en un estuche negro de terciopelo negro rectangular, y en la tarjeta que suspendía de ella.
“Para mi hermosa Nikky. Sé que te combinaran esta noche.”
Abrió el envoltorio y ahogó un grito de admiración. Unos aretes exquisitos plateados, largos, en forma de pirámide alargada y planos estaban pegados a la caja, y seguía una gargantilla del mismo material que los aretes plateada, de un centímetro de grosor, plana. Tuvo que resistir las lágrimas de felicidad. Odiaría volver a tener que maquillarse. Se estaba colocando el último arete cuando tocaron a su puerta.
― ¿Nikky? ― Era Ariana. Nicole suspiró. Había estado apunto de correrla pensando que era Joe.
― Pasa, Ari.
Ariana entró en la habitación, abarcando casi todo el umbral de la puerta. Ella sabía muy bien como eran los vestidos de todas sus amigas, pero una cosa era verlos colgados sin vida, y una muy diferente era verlos moldeando el cuerpo de su dueña. Era un vestido straple negro estampado tipo hindú que marcaba sus seños llenos debido al embarazo. Y era todo lo justo que tenía. Lo demás caí como si fuera una de esos trajes que usaban en la Antigua Grecia. Al igual que ella, llevaba la cabellera negra suelta, pero con volumen. El negro de su pelo contrastaba con su tez blanca, un rasgo característico de los Jonas. Ariana fue la primera en hablar.
― Déjame ser la primera en decirte que te ves radiante.
Nicole sonrió apenada. No estaba acostumbrada a esa clase de atención.
― Tú no te quedas atrás.
Ariana acarició su vientre abultado y sonrió feliz.
― Parezco una ballena, lo sé. Pero estoy feliz de serlo. ― Sostuvo su enorme barriga, que contenía a su hijo y sonrió pícaramente ― ¿Bueno, preparada?
― Bajemos.
Joe estaba cansado de esperar. Se había arreglado rápidamente, y había terminado usando el baño del piso de abajo para peinarse. Mujeres, bufó. Nunca las entendería. Al menos esperaba que se hubiera fijado en su regalo. Aquél día en Austin, lo había visto en un escaparate, y había pensado en ella. Si no hubiese sido por los del hotel, jamás hubiera comprado el juego sin que ella lo notase. Era el primer regalo que le daba, y primitivamente, se sentía feliz de que ella llevara esa noche algo suyo. Que los demás vieran que le pertenecía. Cuando sintió que su pantalón era tirado, bajó la mirada para ver a su sobrina.
― Tío Yoei, ¿vamos? ― preguntó Allie con su infantil voz.
Joe se inclinó para cargar en sus brazos a su pequeña querubín. Su vestido vaporoso de colores pasteles lleno de cintas bailaba de un lado a otro, siguiendo el movimiento danzante de Allie. Sus grandes ojos azules lo miraban con admiración, porque a sus ojos, su tío Yoei era lo máximo. Le acarició su negra cabellera, herencia de su madre.
― Ya casi cariño, sólo estamos esperando a tu mamá y a Nikky.
― Quiero ver a Mary Ann. Y los ponys. ― pidió la niña.
― Deja en paz a tu tío, Allie. Ven. ― oyó la voz de su cuñado a su espalda y su sobrina estiró las manos para refugiarse en los brazos de su padre.
― ¡Papi!
Joe le devolvió a David su hija, y se alegró al ver que él tampoco Tampico iba de traje. Todos los hombres habían llegado a la conclusión de que ropa casual, informal, pero no tan elegante, era la opción indicada.
― ¿Siempre tardan mucho?
― Bienvenido a la vida de pareja. ― Oyeron unos pasos bajando y David sonrió. ― Ahí vienen.
Caminaron a la escalera, y Joe observó a Ariana bajar, y su esposo caminó hacia ella rápidamente, para tomarla de la mano, y darle un beso en la mano. Si él tenía esa mirada en la cara, cada vez que veía a Nicole, entonces ya sabía su futuro. Primero vio unos zapatillas de tiras plateadas, después unas piernas que él conocía a la perfección, unas piernas que horas antes, lo habían tenido abrazado mientras llevaba a la poseedora de dichas piernas a la cumbre del placer, Luego siguió el vestido, blanco con brillos, pero nada brilló más que cuando se deleitó con el rostro de Nicole. Se quedó sin aliento. Su hermosa Nicole estaba bellísima. El vestido que llevaba marcaba sus senos suculentos, y la caída del vestido rodeaban sus curvas. Su cabellera de fuego contrastaba con la blancura del vestido. Sin saber como, acabo a la orilla de las escaleras, y le tendió la mano. Ella lo tomó y terminó de bajar los peldaños que faltaban, sonriéndole extendió la mano por todo su cuerpo.
― Bueno, ¿valió la pena la espera?
Joe no podía hablar. Hizo algo mejor. La besó con pasión, la atrajo hacia sí, y se deleitó con sus labios. Al fin ella había visto lo que él constantemente veía en ella. La tenía entre sus brazos, y su cuerpo reaccionó como siempre lo hacia cuando ella estaba tan cerca. Estaba a punto de meterle mano cuando…
― Hmmm…. ― Unos discretos tosidos los detuvieron. Ariana sonría como si compartiera un secreto y David miraba al cielo, Allie los miraba atentamente, sin entender. Ariana tomó a David del brazo y se dio la vuelta. ― Creo que eso puede esperar, tortolitos, ahora tenemos que marcharnos.
Y se fueron hacia el rancho.
Sus sobrinas sonrieron y Nicole con ellas. La familia había llegado dos días antes de la Gran Fiesta, como decía Demi, y aunque los adoraba, en esos momentos, Joe deseaba que todos estuvieran en cualquier lado del mundo menos en el rancho. Apenas le habían quitado el yeso, y había puesto en práctica todas sus dotes de seducción con Nicole como para que su familia llegara y lo arruinara todo. Pero por mucho que deseara, no podía correrlos.
Ariana, David y Allie estaban quedándose en su casa. Nicole ya los había invitado mucho antes de que él pudiera decir “no”. Elizabeth, Richard y Mary Ann estaban en casa de Nick, junto con su padre. Margot, que era la que faltaba, había avisado que llegaría ese mismo día, en la noche, y tenían una habitación en casa de Nick también. Todos se habían distribuido sin preguntarle nada a él, pensó resignado.
Por tonto que sonara, ninguno había reaccionado al saber que ellos eran pareja. Sólo les habían dado felicidades, enhorabuenas, y listo. Ambos se habían sentido raros, pues habían esperado preguntas, o algo, pero había sido como si siempre hubieran esperado eso.
Alzó la mirada y tapó el sol con una mano. El clima estaba en su favor, y el sol estaba brillando en todo su esplendor, el rico aire que los tocaba sutilmente, y el agua cálida del lago completaba el cuadro perfecto para ese momento. Miró suspirando a Nicole, que sonreía y le aventaba agua a las niñas. Las hijas de sus hermanos habían pedido ese día ir a nadar, y sus padres, prácticamente los habían empujado para que ellos fueran los que los canguros esa tarde. De la plataforma, Allie y Mary Ann brincaban alegres, aunque les había costado mucho hacer que las pequeñas se hubieran puesto sus chalecos salvavidas.
Joe suspiró y miró a Nicole.
― No sabes cuanto deseo que todo esto acabe y volvamos a tener la casa para nosotros solos.
Nicole sonrió y se acercó para rodearlo de la cintura. Tenía un short que era todo menos sexy, y sin embargo, a sus ojos, era el hombre más guapo que conocía.
― No seas así de malo. Sabes que te encanta tenerlas aquí, así que no finjas.
Miraron hacia donde estaban los pequeños diablillos.
― Las amo, pero honestamente, prefiero pasar mi tiempo contigo, en una cama, solos, desnudos, y…
― ¡Joe!
Poniendo una cara de contrariedad y exasperación, la miró.
― Y en vez de eso, estamos mojándonos, con dos niñas, al aire libre, haciéndolos de niñeras. Y aunque estás en traje de baño, eso no es tan bueno como tenerte desnuda. ― y le dio una suave nalgada en el trasero.
El tema del traje de baño también había sido un verdadero problema. Al igual que sus sobrinas pataleando por sus chalecos, ella lo había hecho, aunque de manera más sutil, sobre el traje. Demi había sacado como por arte de magia un traje entero y según ella, de su medida, aunque por la mirada que Nicole le había dado al traje, prefería ponerse una camiseta y algún short que encontrase. Pero Joe fue el que decidió por ella y la había tomado de la mano, llevándola al cuarto próximo. A base de caricias y besos y dedos expertos, había conseguido que ella aceptara. Y la verdad, estaba arrepentido. A pesar de ser de una sola pieza dejaba ver sus piernas largar y curvilíneas, mientras que en su espalda tenía un escote que provocaba infarto. El traje era de un tono variado de verde que combinaba con su cabellera y sus ojos. La guinda del pastel había sido un sombrero y un pareo que Demi había encontrado “por ahí”.
Todos los hombres con un mínimo de testosterona en todo el rancho la habían mirado de los pies a la cabeza, y la habían devorado con la mirada. Deseaba poder exceptuar a su cuñado y a su hermano, pero los muy desgraciados habían sido los primeros en gastarle bromas sobre todo lo que tenía guardado bajo esas ropas. Claro, Kevin y Chris ya no contaban. Ellos estaban ya en su lista negra desde hacía mucho.
― Eres la niñera mas sexy que conozco. ― dijo Nicole entre risas, abrazándolo más fuerte.
― Gracias cariño, lo mismo digo para ti.
― Oh vamos. Elizabeth necesitaba descansar. Y Ariana también. Y ella y David deberían de tener tiempo para ellos.
Joe abrió los ojos espantado.
― ¡Esta embarazada! ― gritó escandalizado.
― Técnicamente, las relaciones no afectan al bebé. Eso es un tabú. En realidad…
Joe alzó la mano, y se calló. En algunas ocasiones, Joe era tan mundano, pensó Nicole.
― Honestamente, Nikky, la idea de imaginar a mi hermana desnuda y… ― fingió un escalofríos y la abrazó ― Mejor cambiemos de tema.
Nicole se dio la vuelta para ver a las niñas jugar en el agua. Ellos estaban a la orilla de la tarima, parados, esperando por si las pequeñas se aventaban. Al verlas a salvo miró de nuevo a Joe, y sonrió.
― ¿Listo para esta noche?
Joe hizo una mueca de desagrado, y le dio un pellizco en la nalga.
― Sabes, a veces no eres de mucha ayuda.
Nicole apretó su abrazo y lo obligó a reírse.
― Será grandioso, ya lo verás. Demi y Lola han hecho que todo quede genial.
― Tú también ayudaste, así que debes de contarte.
Nicole se sonrojó, y Joe pudo verlo a pesar de que el sombrero hacia sombra. Nicole no era de esas personas que querían contar con la gratitud de las personas. Hacía las cosas, pero no esperaba nada a cambio. Una de las tantas cosas que él amaba de ella.
― Sólo fue un poco. No fue la gran cosa. Para lo único que contribuía era para dar dolores de cabeza.
― Tío Joe, mira. ― Ambos miraron hacia donde las niñas y vieron que estaban cerca de la orilla. Nicole lo soltó y se hizo a un lado, Joe en cambio se acercó. Esas dos niñas eran una bomba andando, y podían resbalarse o golpearse.
― Sí, nenas, pero con cuidado, que me van … ― una vez más, demasiado tarde. ― … a mojar.
Oyó las risas de las tres mujeres, mientras se limpiaba el agua. Nicole pasó las manos para limpiar gotas que aún quedaban. Ya las pequeñas diablillas se habían vuelto de nuevo a tierra para aventarse de nuevo.
― Te aman. ― le recordó Nicole.
― Tengo la ligera impresión de que las mujeres de esta familia tienen una forma muy extraña de demostrarme su amor.
Sobre las tres de la tarde, el Cuartel se volvió un caos. Todos estaban nerviosos para que todo saliera bien. Demi más que nada, quien a decir verdad, se mostraba más susceptible que cualquiera. Quería que todo saliera perfecto. Ariana y Elizabeth después de haber descansado habían ayudado en lo que se había podido. Los caballos habían sido bañados y alistados esa tarde, para tenerlos de muestras en las caballerizas por unas horas. Además de la gente del rancho, los huéspedes, las familias, y los amigos que los habían frecuentado en esos cinco años, habían invitado a compradores de caballos, y sementales. Incluso Blackshadow se estaba mostrado más sociable que nunca, como si supiera que esa era su noche estrella. Angels Ranch no era sólo un lugar para descansar. La fama de sus caballos y su crianza era nacional, así como sus reces y la buena tierra que poseían. Para las cinco, Nicole había podido respirar alegremente, más o menos satisfecha, y junto con ella, las demás mujeres pudieron descansar. Cada una se despidió para arreglarse para la gran noche.
Mientras se dirigía a la casa, recordó el suceso del día anterior, y no puedo evitar evocar una sonrisa. Demi, Ariana, Elizabeth y ella, habían ido a Dallas a comprar. Claro, a insistencias de todos y cada uno de los hombres, habían mandad a un chofer con ellas. Y dado que Chris era el único que no sabía de los placeres de estar casado o con pareja, había sido la oveja sacrificada. Kevin se había salvado alegando que tenía trabajo que hacer. Eso, y que era el jefe del rancho. Chris había regresado gritando a los cuatro vientos que si estar casado significaba pasar diez horas comprando ropa y zapatos y no sabía cuantas cosas más, entonces que jamás se casaría. Y después había recibido un golpe de su madre.
Llegó a la casa, y la encontró bulliciosa. David y Ariana trataban de contener a su hija, que no paraba de correr por la casa, porque no quería bañarse. Nicole sonrió, los saludó y subió a su habitación. La habitación de Joe. Nicole llevaba dos semanas durmiendo en la habitación de Joe, compartiendo su intimidad con él. Cuando Ariana y su familia habían llegado, se había sentido incómoda al principio, pero nadie comentó nada de ello. Ahora, le parecía tan tonto estar preocupada por ello.
Estaba en la bañera, tomando un merecido baño, relajándose. La fiesta no iba a empezar sino hasta las ocho y media. Tenía todavía tiempo. El leve crujido de la puerta le indicó que no estaba sola.
― ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas con Kevin, para recibir a Nick.
El famoso Nick, al que ninguna de las mujeres fuera de rancho conocía, llegaba esa tarde. Dado que su casa había sido habitada, con su aprobación, había pedido a Lola que le tuviera una habitación del cuartel lista para él, y por desgracia otra para la zorra de Delta. Nicole no le había contado a ninguna de sus amigas, de las palabras que había intercambiado con aquella mujer.
Joe empezó a quitarse la camisa, sacándosela por la cabeza.
― Kevin se puede hacer cargo de ello. Yo estoy donde debo estar.
― ¿Y eso donde es?
Fue el turno ahora de los pantalones que salieron junto con su ropa interior de un solo jalón. Nicole no se cansaba de admirar su cuerpo, que parecía haber sido cincelado con las manos de los viejos artistas.
― Contigo. Encima de ti, dentro de ti, como sea, pero siempre contigo.
Cuando metió un pie dentro de la tina, Nicole alzó la mano.
― Calma galán, que tengo que recuperar fuerzas para esta noche. Además tu hermana está aquí.
Joe se metió por completo dentro de la bañera, y se fue acercando a ella.
― Que me cuelguen si dejo que su presencia haga que no disfrute de ti.
― ¿El sexo como relajación?
― Claro. Verás que después me lo agradeces.
Y así lo hizo.
Mucho tiempo después, la había acomodado para tenerla abrazada, aún dentro de la bañera. Joe pudo comprobar, por la cara de satisfacción de Nicole, que había dado con la dosis perfecta. Le estaba contando a Nicole la “pequeña” pelea que habían librado contra Demi.
― ¿Te puedes creer que nos dijo Neandertales? Es la tercera vez en mi vida que me llaman así. Esa pequeña diablilla. ― la voz de Joe mostraba su indignación ― Nos gritó “¿Van a usar pantalones de mezclilla en la fiesta?” y Kevin le contestó “Es eso o nada” y ella le dijo a Kevin “Pues nada está mejor. ¿Cómo rayos pueden usar mezclilla en una fiesta así?” y nos apuntó a los tres como si hubiéramos matado o algo así. Ahí voy yo y le digo “Cariño, somos hombres de Texas”, y la pequeña demonio me señaló y me dijo cortantemente “Tú eres de Chicago”.
Nicole se partió de la risa al escuchar la crónica de Joe. Lo abrazó y le dijo que ya era hora de que se empezara a vestir. Él de muy mala la soltó y se paró para buscar una toalla y secarse. Le tendió la mano para ayudarla a salir de la bañera, pero ella negó.
― ¿No te vas a arreglar? ― preguntó.
Nicole sonrió y se estiró, alzando su tronco y revelando sus pechos. Joe sintió una punzada de deseo. Jamás tendría suficiente de ella. Nicole lo miró y negó.
― No hasta que estés afuera de esta habitación.
― ¿Qué? ― gritó iracundo.
― Lo que oíste.
― Pero…
― Pero nada, así que apresúrate a mudarte. No quiero llegar tarde.
Joe salió del baño y Nicole esperó hasta que oyó la puerta del cuarto cerrarse. Ya vería en cabezudo ese, que valdría la pena hacerla esperar.
Salió de bañera y se acercó al armario. Sacó el vestido, que estaba enfundado en un plástico negro. Cuando habían ido a comprar, no sabía bien que era lo que buscaba. Y entonces lo había visto. Vestía al maniquí, y casi se pudo ver ella en él. Era blanco, no tenía tirantes, sino más bien, la tela que cubría los senos llegaba hasta la espalda, creando un escote sensual pero discreto en forma de “V” delante y atrás. Tenía un corte sobre los pechos que los alzaba, y una pieza rectangular cubierta de pedrería que hacía como tipo fajín a esa altura. El resto de vestido le había encantado aún más. Caí suelto pero con vuelo, debajo de las rodillas. Pequeñas perlas y líneas costuradas, que empezaban debajo del fajín, como ramas que salían de un árbol, para acabar aglomerados como si fueran racimos de flores, adornando los pequeños picos y romboides con los que terminaba el vestido. Acompañando al vestido, llevaba un chal blanco, que sólo en las orillas de cada extremo tenía un bordado exquisito.
Se peinó su cabello, decidiendo dejárselo suelto. Ahora entendía que era un maravilloso rasgo que tenía que aprovechar. Incluso se maquillo, cosa que casi no le gustaba, pero esa noche, quería estar hermosa para Joe. Las zapatillas que había escogido eran plateadas.
Cuando por fin se dio la última mirada, comprobó que había logrado la imagen que quería proyectar. Una Nicole que sólo hasta ahora sabía existía. Entonces vio con tristeza que su cadena de oro no combinaba con su atuendo. Todo era blanco y plateado, y su cadena desentonaba. La acarició con dolor, y se la quitó. Era la primera vez, que se la quitaba desde que se la había puesto. La miró con nostalgia y jugó con ella. Quizás era tiempo de seguir adelante, pensó para sí. La dejó delicadamente en el tocador, como si fuera una pieza de cristal. Reparó entonces en un estuche negro de terciopelo negro rectangular, y en la tarjeta que suspendía de ella.
“Para mi hermosa Nikky. Sé que te combinaran esta noche.”
Abrió el envoltorio y ahogó un grito de admiración. Unos aretes exquisitos plateados, largos, en forma de pirámide alargada y planos estaban pegados a la caja, y seguía una gargantilla del mismo material que los aretes plateada, de un centímetro de grosor, plana. Tuvo que resistir las lágrimas de felicidad. Odiaría volver a tener que maquillarse. Se estaba colocando el último arete cuando tocaron a su puerta.
― ¿Nikky? ― Era Ariana. Nicole suspiró. Había estado apunto de correrla pensando que era Joe.
― Pasa, Ari.
Ariana entró en la habitación, abarcando casi todo el umbral de la puerta. Ella sabía muy bien como eran los vestidos de todas sus amigas, pero una cosa era verlos colgados sin vida, y una muy diferente era verlos moldeando el cuerpo de su dueña. Era un vestido straple negro estampado tipo hindú que marcaba sus seños llenos debido al embarazo. Y era todo lo justo que tenía. Lo demás caí como si fuera una de esos trajes que usaban en la Antigua Grecia. Al igual que ella, llevaba la cabellera negra suelta, pero con volumen. El negro de su pelo contrastaba con su tez blanca, un rasgo característico de los Jonas. Ariana fue la primera en hablar.
― Déjame ser la primera en decirte que te ves radiante.
Nicole sonrió apenada. No estaba acostumbrada a esa clase de atención.
― Tú no te quedas atrás.
Ariana acarició su vientre abultado y sonrió feliz.
― Parezco una ballena, lo sé. Pero estoy feliz de serlo. ― Sostuvo su enorme barriga, que contenía a su hijo y sonrió pícaramente ― ¿Bueno, preparada?
― Bajemos.
Joe estaba cansado de esperar. Se había arreglado rápidamente, y había terminado usando el baño del piso de abajo para peinarse. Mujeres, bufó. Nunca las entendería. Al menos esperaba que se hubiera fijado en su regalo. Aquél día en Austin, lo había visto en un escaparate, y había pensado en ella. Si no hubiese sido por los del hotel, jamás hubiera comprado el juego sin que ella lo notase. Era el primer regalo que le daba, y primitivamente, se sentía feliz de que ella llevara esa noche algo suyo. Que los demás vieran que le pertenecía. Cuando sintió que su pantalón era tirado, bajó la mirada para ver a su sobrina.
― Tío Yoei, ¿vamos? ― preguntó Allie con su infantil voz.
Joe se inclinó para cargar en sus brazos a su pequeña querubín. Su vestido vaporoso de colores pasteles lleno de cintas bailaba de un lado a otro, siguiendo el movimiento danzante de Allie. Sus grandes ojos azules lo miraban con admiración, porque a sus ojos, su tío Yoei era lo máximo. Le acarició su negra cabellera, herencia de su madre.
― Ya casi cariño, sólo estamos esperando a tu mamá y a Nikky.
― Quiero ver a Mary Ann. Y los ponys. ― pidió la niña.
― Deja en paz a tu tío, Allie. Ven. ― oyó la voz de su cuñado a su espalda y su sobrina estiró las manos para refugiarse en los brazos de su padre.
― ¡Papi!
Joe le devolvió a David su hija, y se alegró al ver que él tampoco Tampico iba de traje. Todos los hombres habían llegado a la conclusión de que ropa casual, informal, pero no tan elegante, era la opción indicada.
― ¿Siempre tardan mucho?
― Bienvenido a la vida de pareja. ― Oyeron unos pasos bajando y David sonrió. ― Ahí vienen.
Caminaron a la escalera, y Joe observó a Ariana bajar, y su esposo caminó hacia ella rápidamente, para tomarla de la mano, y darle un beso en la mano. Si él tenía esa mirada en la cara, cada vez que veía a Nicole, entonces ya sabía su futuro. Primero vio unos zapatillas de tiras plateadas, después unas piernas que él conocía a la perfección, unas piernas que horas antes, lo habían tenido abrazado mientras llevaba a la poseedora de dichas piernas a la cumbre del placer, Luego siguió el vestido, blanco con brillos, pero nada brilló más que cuando se deleitó con el rostro de Nicole. Se quedó sin aliento. Su hermosa Nicole estaba bellísima. El vestido que llevaba marcaba sus senos suculentos, y la caída del vestido rodeaban sus curvas. Su cabellera de fuego contrastaba con la blancura del vestido. Sin saber como, acabo a la orilla de las escaleras, y le tendió la mano. Ella lo tomó y terminó de bajar los peldaños que faltaban, sonriéndole extendió la mano por todo su cuerpo.
― Bueno, ¿valió la pena la espera?
Joe no podía hablar. Hizo algo mejor. La besó con pasión, la atrajo hacia sí, y se deleitó con sus labios. Al fin ella había visto lo que él constantemente veía en ella. La tenía entre sus brazos, y su cuerpo reaccionó como siempre lo hacia cuando ella estaba tan cerca. Estaba a punto de meterle mano cuando…
― Hmmm…. ― Unos discretos tosidos los detuvieron. Ariana sonría como si compartiera un secreto y David miraba al cielo, Allie los miraba atentamente, sin entender. Ariana tomó a David del brazo y se dio la vuelta. ― Creo que eso puede esperar, tortolitos, ahora tenemos que marcharnos.
Y se fueron hacia el rancho.
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
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chelis
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
MARATON
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Capítulo 40
La Gran Fiesta
La Gran Fiesta
Al llegar al rancho, Nicole contempló con satisfacción el resultado de los esfuerzos de Demi. El camino principal resplandecía, había antorchas a ambos lados, guiando el camino, dándole un aspecto original y exótico. Los árboles y setos cercanos tenían luces adornándolos. Habían colocado la gran carpa enfrente del Cuartel. En el centro de ella, había una plataforma artificial de madera, donde se podría bailar. El piso artificial le había llevado a los trabajadores casi todo el día. Enfrente había una tarima, donde un conjunto musical estaba colocado. Y alrededor de ellos, mesas redondas adornadas elegantemente con forros de color perla. Cubertería fina, loza de porcelana, copas de cristal, y a pesar de toda esa ostentosidad, Demi había logrado darle un aire cálido, hogareño. Los postes que sostenían la lona tenían luces amarillas alrededor de ellos. Con las “Noches de Baile”, habían creado magia, pero ahora, era un cuento de hadas. Y ella, tenía a su príncipe azul a su lado. Cuando se hubieron reunido con los demás, la gente empezó a llegar. Trabajadores, huéspedes, amigos, invitados, todos estaban extasiados de poder participar en la celebración.
Lola estaba muy enojada por la orden de Demi y Kevin. Ella no trabajaría esa noche. Así que andaba con el ceño fruncido, enumerando los errores de los jóvenes meseros que venían con la compañía. “Le pedí agua hace horas”, “Mira, casi deja caer la bandeja”, “Jóvenes inexpertos”, y la letanía seguía. Todos sonreían, y Lola no iba a admitir que estaba feliz. Orgullosa de que sus chicos hubieran salido adelante.
― Vamos, vieja rabietas. Sonríe. ― le pidió Demi.
Y muy a su pesar, sonrió. Y todos con ella. Lola llevaba un conjunto discreto, de color azul, formal. Su hija Carmen lo había comprado esa tarde de compras, y por lo visto, le había pasado la mano, porque estaba hermosa, mientras que ella llevaba un vestido sencillo veraniego, de colores cálidos.
Nicole después miró a las Elizabeth y Demi. Estaban enfrascadas en una plática acerca de colores, y sillones. Elizabeth llevaba su vestido gris sin mangas. Elizabeth bien podría desbancar a una modelo esa noche: su altura se veía agraciada con unos tacones finos, su rubia cabellera alzada en un moño discreto, debajo de su nuca, realzando su cuello de cisne, sus ojos se enmarcaban con el color del vestido cobre metálico brillaba con cada movimiento que hacía, tenía un frunce que iba desde la unión de sus pechos hasta la entrepierna, moldeando su cuerpo delgado y esbelto. Era, sin lugar a dudas, pensó Nicole, una hermosa mujer.
Y su esposo Richard no estaba nada mal. Al igual que todos los hombres de esa noche, se había decidido por algo no tan formal, unos pantalones de vestir, una camisa manga larga, de botones, y cada uno de ellos llevaba un color distinto. Algunos de rayas, otros de cuadros, otros, camisas de un solo color, en fin… y encima, un saco, cada uno, llevaba algo así.
Demi en cambio, llevaba un vestido estraple que dejaba al descubierto sus hombros, de un color chocolate como su pelo, tenía una par de volantes, como tiras de tafetán, que rodeaba la parte superior del vestido. Plegado y cosido por la parte superior, y suelto por la inferior, volando en cada inclinación que hacia. Al llegar a su cintura, el vestido estaba adornado de un tipo de cinturón de argollas grandes, dándole realce a su postura, la falda tenía más holanes y caídas, los únicos accesorios que llevaba eran unos aretes dorados enormes y largos, eran varios círculos concéntricos, pero cada uno de ellos con movimiento propio, y en la muñeca, una gran pulsera dorada y un reloj de oro. Su cabellera la tenía atada en una media cola y un flequillo que le acentuaba sus rasgos. Para terminar con sus pies, engullidos dentro de unas botas negras vaqueras, de las que sólo se veía la mitad. Joe la había regañado, diciéndole que por que ella si vestía tan ligera, mientras que a ellos los había obligado a llevar trajes, y todas las mujeres se habían reído.
Miró alrededor con entusiasmo. Era claro diferenciar a las visitas de los verdaderos hombres de Texas, ganaderos y agrícolas en la fiesta. Todos portaban sus mejores Stetson como banderas izadas, algunos sus trajes tradicionales, con ese broche que llegaba al cuello en vez de corbata, cinturones con hebillas el doble de tamaño que su puño, y claro, el sonido de las botas acompañando sus movimientos.
Kevin y Chris eran unos de ellos, omitiendo claro, ese broche que a Nicole no le gustaba para nada. Kevin llevaba un traje más o menos igual al que había llevado la primera Noche de Baile que ella lo había visto. Chris se había esforzado, y se veía muy guapo.
Pero ningún hombre en toda la fiesta, podía llamar su atención como el que tenía a su lado, él cual la tenía abrazada de la cintura, y aunque trataba de poner atención en la plática, no podía evitar observarlo de reojo y admirarlo. Joe también llevaba su Steson negro, pantalones de mezclilla oscuros, una camisa blanca con finas rayas plateadas y perlas y un caso negro, con sus botas negras. Los dos combinaban. Parecían casi como si se hubieran puesto de acuerdo. De su cabello negro como ala de cuervo sólo podía ver el final que se unía con su cuello. Su mirada estaba por todas partes. Puede que la fiesta hubiera sido cosa de Demi, pero todos estaban pendientes de que fuera un éxito.
Miró hacia los establos donde estaban las exhibiciones de equinos. Hasta el momento, no había un grito, lo que quería decir que Blacky se estaba comportando. Nicole le había pedido a Joe que la llevara a visitar a Blackshadow, antes de que se lo llevaran a la demostración. Él la había complacido, y ella le había dado palabras de ánimo a su caballo. Y una amenaza de que tenía que portarse bien, si quería salir de nuevo con ella. Él había relinchado, como si hubiera entendido.
―… lástima que tuvimos que dejarlo. ― comentó Kevin.
Nicole entonces se dio cuenta de que no tenía idea de que estaban hablando, y sintió un ligero remordimiento por ello.
― ¿De qué hablan?
Joe la atrajo más hacia sí, y él fue el que le explicó.
― Cuando iniciamos este proyecto, unas de las cosas que quisimos echar a andar fue un programa especial de terapia equina. Los niños autistas sienten un tipo de empatía con los caballos.
Nicole asintió. Ella había oído algo del asunto durante su estancia en el hospital, en Chicago. Algunos lo consideraban algo tonto, no médico, pero los resultados demostraban lo contrario.
― ¿Por qué lo dejaron?
Kevin fue el que contestó, masajeando su quijada.
― Se necesita alguien completamente dedicado a ello. Los tres estamos ocupados con otras cosas, y por mucho que quisiéramos, no podíamos atenderlo. ― tomó un sorbo de su copa ― Buscamos a alguien con experiencia, pero, nadie se animó. Tuvimos que dejarlo.
Demi miró a Nicole con un interés renovado.
― Nikky, tú trabajaste en pediatría ¿no? Sería genial.
Nicole abrió los ojos sorprendida. Ahora entendía por qué el interés de Demi. Los demás la miraron con curiosidad. Toda la familia sabía que ella efectivamente había trabajado con niños.
― Pero yo no sé nada de eso... No.
Paul se acercó y le tomó de la mano.
― Nikky, lo único que necesitas es corazón para hacerlo. Y tú tienes un gran corazón.
Nicole miró a Joe, para ver que tenía el que decir, pero él se mantuvo distante. Ella sintió su corazón encogerse por unos segundos. Su cerebro trabajo velozmente. Él aún no le había pedido un compromiso fijo, no le había pedido que se quedara con él, y ahora que su pie estaba mejor, ella ya no tenía razón para quedarse en el rancho. Ahí le estaban dando la oportunidad que necesitaba, pero no era lo mismo. Ella se quedaría pero sólo si él se lo pidiera, y bajo otros términos. La entrada de Margot le evitó la pena de contestar.
― Familia, llegó por quien lloraban.
Margot Jonas, siempre feliz, hizo una entrada triunfal. Se acercó y besó en la mejilla a todo mundo. Margot era la única hermana de la difunta madre de Joe y sus hermanos, y su difunto marido, Steven había sido primo Paul. Margot ya estaba en sus cincuenta años, pero se conservaba muy bien: su tez pálida, sus pómulos definidos, sus ojos marrones, su pelo azabache y el mentón firme que le daban el aire de sabiduría adquirido por los años. Y además, estaba su lengua, a la que todos le tenían miedo. Decía lo que pensaba sin pelos, sin disfraces. Esa era una gran cualidad de ella, además, de su gran sentido de humor. Había escrito varios libros de superación personal y era una de las psicólogas más reconocidas del país. Avanzó a ellos, pulcramente vestida con un traje sastre de color amarillo pálido.
Al lado de ella, Archer White, el jefe de Ariana, se mantenía al margen, saludando a todos con leve asentimiento de cabeza. Era increíble que dos personas con caracteres tan distintos se acoplaran tan bien. Archer, a quién en los círculos de abogados lo conocían como “Diablo”, se parecía más a un actor de cine de blanco y negro que a un gran legista.
Margot llegó ante Nicole y Joe y abrazó a la primera y le dio un beso en ambas mejillas.
Sin soltarla de las manos, las alzó para admirarla.
― Nikky, estás preciosa.
― Gracias Margot.
― Cariño, me alegro mucho de que estés mejor. Veo que te recuperaste rápidamente.
Me pregunto a que se habrá debido.
― Vamos mamá, déjalos en paz. ― Margot había desempeñado el papel de madre para Ariana, quien la llamaba “mamá” y ahora a nadie le molestaba ese hecho.
Margot se hizo la desentendida y alzó la mano.
― Pero si yo no he dicho nada. Ven acá muchacho y dale un beso a tu hermosa tía ― Tomó a Joe de los hombros y cuando estuvo cerca para darle el beso en la mejilla le susurró ― Después de todo, tienes cerebro.
Joe y ella se quedaron mirando intercambiando palabras en silencio, y después sonrieron. Después, Kevin y Joe se tuvieron que despedir para empezar a hacer negocios. Nicole lo despidió deseándole suerte. Pasaron unos minutos, y Nicole estaba platicando con las chicas, cuando sintió una mano sobe su hombro. Pero no fue su mano la que la había dejado helada, sino, por como la había llamado.
― ¿Angelina? Pero que haces… ― la mano obligó a Nicole a girarse, y se quedaron callados. ― Oh, lo siento, me confundí. Lo siento mucho.
Todas se habían quedado calladas, más por la reacción de Nicole que por otra cosa. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza para reponerse y sonreírle.
― Está bien. No soy Angelina, me llamo Nicole Adams.
― ¿Así que tú eres la pelirroja que ha hechizado a Joe?
Nicole entrecerró sus ojos y estuvo a punto de preguntarle quien era, pero Joe se le adelantó.
― ¡Nick! ¡Has llegado!
Nicole lo miró de nueva cuenta. El tercer integrante del dinámico trío hacia su aparición.
― ¿Tú eres Nick? ― Su pregunta, que era más para sí que para él, la hizo en voz alta.
― ¿De que fábrica salen estos hombres? ― oyó Nicole que Elizabeth preguntaba.
― Creo de una donde hacen puros bombones. ― contestó Ariana con picardía.
― Te oí. ― ese fue David, que estaba envolviéndola en sus brazos a su esposa, y dándole un beso en su cabellera.
Joe llegó a ellos, y saludó a Mark dándose la mano, y después golpeándose la espalda. Sin soltarlo miró a los demás.
― Familia, les presentó a Nick Ridgway.
Todos saludaron y fueron haciendo las presentaciones. Entonces Nick se volvió a enfocar en Nicole.
― Lamento la confusión, es sólo que se parece tanto a una persona que conozco.
Paul y ella intercambiaron miradas y ella le hizo una señal de que estaba bien. Miró a Nick y sonrió.
― No se preocupe. No hay problema.
― ¿Qué pasó? ― preguntó Joe, curioso.
Nicole se apresuró a contestar.
― Nada. No fue nada.
La llegada de la persona a la que Nicole menos deseaba ver pospuso la curiosidad de Joe. Alta, imponente y con un brillo de frivolidad apareció Delta al lado de Nick. Llevaba un vestido azul eléctrico, demasiado formal, de top apretado en sus senos, drapeado, y largo hasta el piso, y la tela era tan delgada que se movía con cada brisa de aire que llegaba. Un tirante cruzaba desde su pecho derecho hacia su hombro izquierdo. Su cabellera rubia platina iba suelta y llena de ondas manejables. La sonrisa era tan fingida, que Nicole sintió unas ganas de vomitar.
Esa mujer era una farsa, pensó.
Nick la tomó de los hombros y la acercó al circulo.
― Permítame presentarles a una vieja amiga, Delta Goodrem.
Ella saludó a todo mundo suavemente, y se detuvo para mirar a Nicole. Abrió los ojos y sonrió sofísticamente, estudiándola con detalle de los pies a la cabeza, pero siendo muy discreta en el acto.
― Nicole, encantada de verte de nuevo. Estás muy mona. Felicidades por ti y por Joe.
Joe se paró al lado de ella, viendo el escrutinio de la atención de Delta sobre Nicole. A nadie le agradaba Delta, pero solo la aceptaban por Nick.
― Gracias. ― contestaron ambos.
Nick pasó a hablar un poco. Era un hombre agradable, pero Nicole contempló que habían sombras en sus ojos. Como en los que ella veía cuando recordaba su pasado. Quizás estaba alucinando. Después miró como la zorra de Delta se pegaba y hacia todo lo posible para estar cerca de él, pero éste parecía no notarlo, o si lo hacía, trataba de mostrarse indiferente. Concluyó entonces, que para él, ella era una amiga, mientras que para ella, deseaba que fueran algo más. Se retiraron para ir a la barra por bebidas, y Joe se fue con ellos, para llevar a Nick a hablar con los McKenzie.
― Esa mujer no me agrada nada. ― fue Elizabeth la primera en hablar y mirar con mesura hacia la rubia oxidada. Ella también era rubia, pero natural, mientras que Delta parecía tratar su cabello con tintes.
― Ni a mí. ― contestó Ariana.
― A nadie. ― afirmó Demi. ― No sé como Mark la soporta. Si fuera yo, le habría dado una patada en el trasero y nunca la vería más. Pero ¡Ey!, esa soy yo.
― Soy muy poco de los prejuicios ― comentó Margot y alzó su mano como buscando algo ― pero hay algo en ella que se ve tan… tan…
― Falsa ― Elizabeth habló primero otra vez.
― Hipócrita ― siguió Ariana.
― ¿Zorra? ― Fue el turno de Nicole para responder, ya que se había quedado callada.
Era muy raro que todas ellas criticaran a alguien, pero esa mujer no le daba buena espina, y por lo visto, a ninguna de ellas.
Margot sonrió con satisfacción, como si hubiera encontrado la respuesta.
― Las tres juntas.
Los hombres se habían mantenido al lado, sin comentar nada, pero cuando oyeron la respuesta de Margot, se partieron a la risa.
― Dios nos ampara de estas mujeres. ― contestó Richard y abrazó a Elizabeth para depositar un tierno beso en su cabellera.
― Cierto, pero no podemos vivir sin ellas. ― Fue David ahora quien rodeó lo que pudo del cuerpo redondo de su esposa.
― Amén a eso. ― Archer tomó la mano de Margot y le dio un beso en su mano suavemente.
Estuvieron así un buen rato. Llegó el momento de la cena, y todos fueron a sus mesas. Sirvieron la cena y estuvieron platicando. Se oían cientos de conversaciones fluir por todos lados. La música dulcificaba el ambiente, la comida fue excelente y el ambiente favorecedor. Al cabo de una hora, Demi subió a la pequeña tarima, seguida de Kevin, Joe y Nick, quienes era visible que no les hacia gracia pero igual subieron, y tomó el micrófono y le dio a cada uno una copa.
― Angels Ranch les da la bienvenida y abre sus puertas para que celebremos juntos su quinto aniversario. Lo que en un principio comenzó como una simple idea, el juego de tres amigos, ha llegado hoy a convertirse en lo que es ahora. Un centro de retiro de fama nacional, y un rancho próspero. Que estos cinco años se conviertan en muchos más. Esperamos poder contar con su visita más a menudo, y sólo nos resta decir, que esperamos, disfruten el resto de la noche.
Y la música cambió a baladas. Demi tomó a Kevin de la mano y empezaron a bailar. Joe caminó y fue hacia Nicole y la llevó a la pista, y Nick fue por Delta. Las demás parejas los empezaron a seguir. Los negocios tendrían que esperar, porque ahora era el momento de disfrutar la noche. Cuando estuvo en los brazos de Paul se relajó, porque tenían la oportunidad de hablar. Él fue el primero en hacerlo.
― ¿Estás bien?
― ¿Tú crees que lo sepa?
― No lo creo. Por lo visto, te has de parecer mucho a ella, si es que te confundió.
Nicole negó con tristeza. Ella y Angelina eran totalmente opuestas. Sí, ambas eran pelirrojas y ambas con piel lechosa, pero ahí acababa el parecido. Recordarla le dolía mucho.
― No puedo hablar de ello. No ahora. ― Estaba tan feliz que no quería entorpecer esa noche.
― ¿Se lo has dicho a Joe?
Nicole había pensado en hablar con él y contarle todo su pasado. Pero siempre ponía trabas. Quizás era por miedo a que el dejara de amarla después de que le contase todo. Pero no podía retrasar ese momento. Miró a Paul, quien sabía absolutamente todo de ella, y aún así, la quería como a una hija más.
― No. Pero lo haré. No quiero más secretos.
― Sé que él lo entenderá.
― Eso espero. ― susurró Nicole. Porque si él no lo hacía, entonces, no sabía que iba a hacer de ella.
Cambiaron de pareja y el ritmo de la música fue ambientado la fiesta. Baladas suaves, otras más movidas, y unas, aún más. Ariana se había sentado a la cuarta pieza, diciendo que sus pies estaban hinchados.
Pasaron los minutos y la gente se empezó a dispersar. Unos bailaban, otros tomaban, otros comían y algunos más platicaban, pero era evidente que todos estaban pasándola bien.
Nicole estaba platicando con los padres de Arthur, quien se había perdido y estaba jugando con sus nuevas amigas, sus sobrinas y los ponys. Estaban platicando acerca del avance de Art y su amor por los caballos. Ya montaba solo, le comentaba la madre del pequeño. La plática fue interrumpida cuando una voz gruesa proveniente de su espalda habló.
― ¿Me permite esta pieza, señorita?
Nicole se quedó paralizada por la sorpresa. Se dio la vuelta mecánicamente, y sonrió de felicidad.
― Alex.
El hombre sonrió y tomando su mano, le dio un beso en la mano. Su cabello rubio estaba peinado hacia atrás, formando olas de espesa mata, y sus ojos grises la miraban con arrebato. Al menos estaba vivo. Linda no le había dado razón de él, y se había empezado a preocupar. Pero ahí estaba, mortalmente arrebatador con su traje de Armani y esa colonia que ella ya sabía identificar. Y sin embargo, verlo sólo le producía felicidad, pero no sentía temblar los cimientos, como le pasaba cuando estaba cerca de Joe. El beso en su mano fue cálido, pero no encendió en ella ninguna flama de pasión.
― ¿Bailamos? ― preguntó sin soltarle la mano.
― Nos vemos después, Nicole. ― se despidieron los Mackenzie de ella rápidamente, quedándose sola con Alex. Se dio la vuelta y sonrió. Tenía mucho que hablar con él.
― Claro. ― Caminaron hacia la pista donde habían varias parejas bailando. La música era suave, lenta y deliciosa. El acomodó una mano sobre su cintura y con la otra, acomodó su mano en su pecho. Nicole sintió la mirada de varias mujeres sobre ellos. Alex no pasaba desapercibido jamás. Era un dios griego, rubio, bronceado, y hermoso. Y por primera vez, Nicole lo vio como un hombre más. Era guapo, pero no era su Joe. Suspirando y resignándose a ser la primera en hablar, alzó la mirada. ― Te estuve localizando.
El tono de recriminación en la voz de Nicole hizo sonreír a Alex.
― Sí, sé lo que me vas a decir. ― Alex la miró y una parte de él se incordió al ver en sus ojos lo que siempre había estado ahí, pero que se había negado a ver. ― Creo que siempre lo he sabido, pero me he engañado a mi mismo. Aunque nada perdía con intentarlo. Creo que inconscientemente, siempre lo he sabido. Nunca me has amado.
Nicole se quedó muda ante su franca honestidad. Los dos se habían engañado en todo ese tiempo. La tensión se fue y se relajó en sus brazos. Aunque era Alex, ahora sentía lo mismo que como si estuviera bailando con David, Richard o cualquiera de los muchachos que no era Joe. Una profunda amistad.
Ladeó su cabeza para que él la viera.
― Creo que a mi manera, te quiero mucho. Tú serás mi Alex. ― le confesó sonriendo. Era imposible no querer a un hombre tan bueno, tan amable y tan gentil como él. Pero no era el mismo amor que le profesaba a Joe. Nunca podría sentir un amor así por alguien.
― Y tú mi hermosa Nicole. ― Nicole no pudo evitar sonreír a su contestación. Le dio un giro acorde a la canción y regreso a sus brazos. ― ¿Jamás habría funcionado, verdad?
El tono de burla y frustración de la voz de Nicole hizo soltar una pequeña risilla a Nicole. Negó lentamente con la cabeza. Ella había esperado que el tiempo le diera paso a un sentimiento más fuerte hacia el hombre que la tenía entre sus brazos, pero había sido una tonta. Ni aunque pasaran siglos podría haber llegado a amar a Alex con la misma intensidad con la que amaba a Joe. Quizás su amistad se habría hecho más grande, se habría sentido seguro, pero… pero él no era Joe.
Entonces recordó algo que le había estado dando vueltas desde hacia semanas.
― Oh, si vienes por el anillo…
― No vengo por el anillo, tonta. Sólo quería comprobar que estabas bien. Y que eres feliz.
― ¿Por eso es que viniste? ― estaba asombrada de él se hubiera tomado la molestia de hacerlo.
― Recibí la invitación de Demi Carrington. ― alzó los hombros al cielo ― Y entonces pensé, ¿Qué diablos, por qué no? Pero estoy aquí para comprobar con mis propios ojos que tú eres feliz. Sólo así es que te dejaré ir en paz.
Nicole sintió que sus ojos se inundaban de lágrimas como su corazón lo hacía de amor y felicidad.
― Oh Alex. Soy muy feliz, soy…
Alex le tapó los labios con un dedo y siguieron danzando al compás de la triste melodía que se oía al fondo.
― Entonces que no se hable más del asunto. A mi modo, siempre te querré.
― Y muy al mío, yo igual lo haré. ― Ella lo miró agradecida de no perder su amistad, y de su preocupación hacia ella ― Espero que encuentres a una mujer que sepa valorarte y amarte como yo no lo he podido hacer.
― Dios te oiga. ― alabó Alex.
Joe tomó una copa de champagne que le dieron, pero el chico, listo, se la había servido de cerveza. Con Demi, la ley seca eran un dulce. Había pedido champagne y cero cervezas. Él, que odiaba esa cosa, había llegado a un acuerdo con los de catering, y varias cajas de cerveza estaban escondidas para su uso y el de sus amigos. Había dejado a un grupo de posibles inversionistas atrás, queriendo descansar un rato, y buscando con la mirada a Nicole, que no la veía con su hermana y su cuñada. Buscó a Demi pero tampoco estaba con ella. Cuando el perfume penetrante de marca de Delta llegó a sus fosas nasales, tuvo que aguantar las ganas de vomitar. Nicole no se ponía perfumes. Su aroma era siempre el jabón, su shampoo, y ella. Siempre ella. Miró a Delta con frialdad. No podía olvidar como había tratado a Nicole la primera vez que se habían conocido. Honestamente, no sabía que le veía a Nick. Si no fuera porque él viviera en Dallas y todos en Angels, y la desaparición de Sam, Joe jamás habría aceptado a esa arpía en su casa.
― ¿Qué quieres, Delta?
Ella tomó una copa de la mesa y sorbió un poco de autentico Champagne. Se balanceó sobre su vestido.
― ¿No crees que las mujeres son demasiados volubles, Joe?
Joe alzó una ceja sin entender su plática. Mandarla al diablo en esa fiesta, no era una opción. Suspiró, resignado de tener que lidiar palabras con ella.
― Creo que depende de la mujer. Desde luego, tú sabes aguantar tu temperamento, y jugar bien tus cartas.
Joe advirtió una curva en sus labios, como si se burlara de él.
― Yo no hablaba de mí. ― con la copa en la mano, señaló hacia la pista. El no entendía nada. ― Veo que tu pelirroja ya tiene compañía. ¿Me pregunto que le verá ese Adonis a tu chica?
Joe miró al fin hacia donde ella señalaba y sintió que la furia ciega empeñaba sus sentidos. Las parejas parecieron abrirse como por arte de magia y observó a Nicole bailando y sonriendo al doctorsin Alex. ¡Le estaba sonriendo!
― Discúlpame. ― fueron las últimas palabras de Joe a Delta. Le dio la espalda y caminó hacia ellos, sin poder ver la sonrisa de triunfo y engreimiento que Delta tenía en su rostro.
Caminó hacia la pareja y sintió un retortijón en su estómago al ver cómo Alex tenía entre sus brazos a Nicole. Sabía que no tenía porqué sentir celos de una almohada, o de Kevin, pero desde luego que tenía celos del doctorsin. Se plantó frente a ellos, y le molestó ver que ella le estaba sonriendo.
― Creo que me toca a mí esta pieza. ― dijo con una voz glacial.
― Joe. ― Saludó Alex sin soltar a Nicole, pero deteniendo la danza.
― Alex. ― correspondió el saludo.
Nicole soltó a Alex y los miró a ambos. La testosterona flotaba en el aire, pensó con sarcasmo.
― Quietos. Mucha testosterona hace mala combinación. ― Miró a Joe y lo tomó de la mano, para calmarlo ― Joe, Alex sólo vino a desearme buena suerte.
― Y a asegurarme de que ella era feliz. ― terminó Alex y alzó la mirada, como retándolo. Nicole sintió la mirada de todo el mundo sobre ellos. Y ella no quería hacer una escena esa noche.
― ¿Te ha dado razón para pensar que no lo es?
Alex miró a Nicole y después a Joe y se encogió los hombros.
― No sé si para dolor o para alegría, pero no. No me lo ha dado.
― Bien, en ese caso esfúmate.
― ¡Joe! ― regañó Nicole.
Alex entonces profirió su humor en carcajadas. Nicole no entendía nada. ¡Hombres! Alex le dio un beso en la mejilla y miró a Joe divertido. Ella, sin embargo estaba perdida.
― Si yo fuera tú, ya le habría llevado a un altar, puesto un anillo y mi apellido y de esa manera, me aseguraría de que todo mundo supiera que es mía. Bueno pequeña, saludaré a la familia antes de irme.
Alex dio media vuelta y los dejó solos, perdiéndose en la multitud de personas. Joe y Nicole lo miraron desaparecer y fue Joe quien empezó la charla.
― ¿Qué hacías con él?
― Oh vamos, Alex es un amigo.
― Nicole… ― el tono de advertencia hizo que Nicole lo mirara con más detenimiento.
― ¿Estas celoso? ― preguntó arqueando una ceja.
― Como no tienes idea. ― fue algo duro de confesar, pero Joe no quería volver a ver a Alex cerca de ella. Al menos, en un buen tiempo. Entonces vio la sonrisa deslumbrante de Nicole.
― Vaya, que bien. A fin sabes como me siento cada vez que salimos y las mujeres caen babeando por ti.
― Nicole…
― Baila conmigo.― Le pasó los brazos alrededor del cuello y él la abrazó por la cintura.
― ¿Sabes? ― Nicole habló y buscó su mirada ― Cuando estuve bailando con Alex, llegué a una conclusión.
― ¿Y es?
Nicole detuvo el compás del baile y se paró sobre sus puntas para enlazar sus labios con los de Joe y besarlo suave, tiernamente. Jugó con él, y cuando sintió sus piernas fallar, decidió separarse. Joe la miraba absorto y sonriente.
― Que te amo con todo mi corazón a ti y solo a ti. ― Joe abrió la boca, luego la cerró, después la abrió pero Nicole se la tapó con su mano ― Espera… ni digas nada. Antes, quiero platicar contigo.
― ¿Uufdjddklvm? ― Nicole quitó la mano de sus labios y dejó que repitiera la pregunta ― ¿Acerca de qué?
― Cosas.
― ¿Cosas buenas o malas?
― Todavía no lo sé. Después lo averiguaremos.
Lola estaba muy enojada por la orden de Demi y Kevin. Ella no trabajaría esa noche. Así que andaba con el ceño fruncido, enumerando los errores de los jóvenes meseros que venían con la compañía. “Le pedí agua hace horas”, “Mira, casi deja caer la bandeja”, “Jóvenes inexpertos”, y la letanía seguía. Todos sonreían, y Lola no iba a admitir que estaba feliz. Orgullosa de que sus chicos hubieran salido adelante.
― Vamos, vieja rabietas. Sonríe. ― le pidió Demi.
Y muy a su pesar, sonrió. Y todos con ella. Lola llevaba un conjunto discreto, de color azul, formal. Su hija Carmen lo había comprado esa tarde de compras, y por lo visto, le había pasado la mano, porque estaba hermosa, mientras que ella llevaba un vestido sencillo veraniego, de colores cálidos.
Nicole después miró a las Elizabeth y Demi. Estaban enfrascadas en una plática acerca de colores, y sillones. Elizabeth llevaba su vestido gris sin mangas. Elizabeth bien podría desbancar a una modelo esa noche: su altura se veía agraciada con unos tacones finos, su rubia cabellera alzada en un moño discreto, debajo de su nuca, realzando su cuello de cisne, sus ojos se enmarcaban con el color del vestido cobre metálico brillaba con cada movimiento que hacía, tenía un frunce que iba desde la unión de sus pechos hasta la entrepierna, moldeando su cuerpo delgado y esbelto. Era, sin lugar a dudas, pensó Nicole, una hermosa mujer.
Y su esposo Richard no estaba nada mal. Al igual que todos los hombres de esa noche, se había decidido por algo no tan formal, unos pantalones de vestir, una camisa manga larga, de botones, y cada uno de ellos llevaba un color distinto. Algunos de rayas, otros de cuadros, otros, camisas de un solo color, en fin… y encima, un saco, cada uno, llevaba algo así.
Demi en cambio, llevaba un vestido estraple que dejaba al descubierto sus hombros, de un color chocolate como su pelo, tenía una par de volantes, como tiras de tafetán, que rodeaba la parte superior del vestido. Plegado y cosido por la parte superior, y suelto por la inferior, volando en cada inclinación que hacia. Al llegar a su cintura, el vestido estaba adornado de un tipo de cinturón de argollas grandes, dándole realce a su postura, la falda tenía más holanes y caídas, los únicos accesorios que llevaba eran unos aretes dorados enormes y largos, eran varios círculos concéntricos, pero cada uno de ellos con movimiento propio, y en la muñeca, una gran pulsera dorada y un reloj de oro. Su cabellera la tenía atada en una media cola y un flequillo que le acentuaba sus rasgos. Para terminar con sus pies, engullidos dentro de unas botas negras vaqueras, de las que sólo se veía la mitad. Joe la había regañado, diciéndole que por que ella si vestía tan ligera, mientras que a ellos los había obligado a llevar trajes, y todas las mujeres se habían reído.
Miró alrededor con entusiasmo. Era claro diferenciar a las visitas de los verdaderos hombres de Texas, ganaderos y agrícolas en la fiesta. Todos portaban sus mejores Stetson como banderas izadas, algunos sus trajes tradicionales, con ese broche que llegaba al cuello en vez de corbata, cinturones con hebillas el doble de tamaño que su puño, y claro, el sonido de las botas acompañando sus movimientos.
Kevin y Chris eran unos de ellos, omitiendo claro, ese broche que a Nicole no le gustaba para nada. Kevin llevaba un traje más o menos igual al que había llevado la primera Noche de Baile que ella lo había visto. Chris se había esforzado, y se veía muy guapo.
Pero ningún hombre en toda la fiesta, podía llamar su atención como el que tenía a su lado, él cual la tenía abrazada de la cintura, y aunque trataba de poner atención en la plática, no podía evitar observarlo de reojo y admirarlo. Joe también llevaba su Steson negro, pantalones de mezclilla oscuros, una camisa blanca con finas rayas plateadas y perlas y un caso negro, con sus botas negras. Los dos combinaban. Parecían casi como si se hubieran puesto de acuerdo. De su cabello negro como ala de cuervo sólo podía ver el final que se unía con su cuello. Su mirada estaba por todas partes. Puede que la fiesta hubiera sido cosa de Demi, pero todos estaban pendientes de que fuera un éxito.
Miró hacia los establos donde estaban las exhibiciones de equinos. Hasta el momento, no había un grito, lo que quería decir que Blacky se estaba comportando. Nicole le había pedido a Joe que la llevara a visitar a Blackshadow, antes de que se lo llevaran a la demostración. Él la había complacido, y ella le había dado palabras de ánimo a su caballo. Y una amenaza de que tenía que portarse bien, si quería salir de nuevo con ella. Él había relinchado, como si hubiera entendido.
―… lástima que tuvimos que dejarlo. ― comentó Kevin.
Nicole entonces se dio cuenta de que no tenía idea de que estaban hablando, y sintió un ligero remordimiento por ello.
― ¿De qué hablan?
Joe la atrajo más hacia sí, y él fue el que le explicó.
― Cuando iniciamos este proyecto, unas de las cosas que quisimos echar a andar fue un programa especial de terapia equina. Los niños autistas sienten un tipo de empatía con los caballos.
Nicole asintió. Ella había oído algo del asunto durante su estancia en el hospital, en Chicago. Algunos lo consideraban algo tonto, no médico, pero los resultados demostraban lo contrario.
― ¿Por qué lo dejaron?
Kevin fue el que contestó, masajeando su quijada.
― Se necesita alguien completamente dedicado a ello. Los tres estamos ocupados con otras cosas, y por mucho que quisiéramos, no podíamos atenderlo. ― tomó un sorbo de su copa ― Buscamos a alguien con experiencia, pero, nadie se animó. Tuvimos que dejarlo.
Demi miró a Nicole con un interés renovado.
― Nikky, tú trabajaste en pediatría ¿no? Sería genial.
Nicole abrió los ojos sorprendida. Ahora entendía por qué el interés de Demi. Los demás la miraron con curiosidad. Toda la familia sabía que ella efectivamente había trabajado con niños.
― Pero yo no sé nada de eso... No.
Paul se acercó y le tomó de la mano.
― Nikky, lo único que necesitas es corazón para hacerlo. Y tú tienes un gran corazón.
Nicole miró a Joe, para ver que tenía el que decir, pero él se mantuvo distante. Ella sintió su corazón encogerse por unos segundos. Su cerebro trabajo velozmente. Él aún no le había pedido un compromiso fijo, no le había pedido que se quedara con él, y ahora que su pie estaba mejor, ella ya no tenía razón para quedarse en el rancho. Ahí le estaban dando la oportunidad que necesitaba, pero no era lo mismo. Ella se quedaría pero sólo si él se lo pidiera, y bajo otros términos. La entrada de Margot le evitó la pena de contestar.
― Familia, llegó por quien lloraban.
Margot Jonas, siempre feliz, hizo una entrada triunfal. Se acercó y besó en la mejilla a todo mundo. Margot era la única hermana de la difunta madre de Joe y sus hermanos, y su difunto marido, Steven había sido primo Paul. Margot ya estaba en sus cincuenta años, pero se conservaba muy bien: su tez pálida, sus pómulos definidos, sus ojos marrones, su pelo azabache y el mentón firme que le daban el aire de sabiduría adquirido por los años. Y además, estaba su lengua, a la que todos le tenían miedo. Decía lo que pensaba sin pelos, sin disfraces. Esa era una gran cualidad de ella, además, de su gran sentido de humor. Había escrito varios libros de superación personal y era una de las psicólogas más reconocidas del país. Avanzó a ellos, pulcramente vestida con un traje sastre de color amarillo pálido.
Al lado de ella, Archer White, el jefe de Ariana, se mantenía al margen, saludando a todos con leve asentimiento de cabeza. Era increíble que dos personas con caracteres tan distintos se acoplaran tan bien. Archer, a quién en los círculos de abogados lo conocían como “Diablo”, se parecía más a un actor de cine de blanco y negro que a un gran legista.
Margot llegó ante Nicole y Joe y abrazó a la primera y le dio un beso en ambas mejillas.
Sin soltarla de las manos, las alzó para admirarla.
― Nikky, estás preciosa.
― Gracias Margot.
― Cariño, me alegro mucho de que estés mejor. Veo que te recuperaste rápidamente.
Me pregunto a que se habrá debido.
― Vamos mamá, déjalos en paz. ― Margot había desempeñado el papel de madre para Ariana, quien la llamaba “mamá” y ahora a nadie le molestaba ese hecho.
Margot se hizo la desentendida y alzó la mano.
― Pero si yo no he dicho nada. Ven acá muchacho y dale un beso a tu hermosa tía ― Tomó a Joe de los hombros y cuando estuvo cerca para darle el beso en la mejilla le susurró ― Después de todo, tienes cerebro.
Joe y ella se quedaron mirando intercambiando palabras en silencio, y después sonrieron. Después, Kevin y Joe se tuvieron que despedir para empezar a hacer negocios. Nicole lo despidió deseándole suerte. Pasaron unos minutos, y Nicole estaba platicando con las chicas, cuando sintió una mano sobe su hombro. Pero no fue su mano la que la había dejado helada, sino, por como la había llamado.
― ¿Angelina? Pero que haces… ― la mano obligó a Nicole a girarse, y se quedaron callados. ― Oh, lo siento, me confundí. Lo siento mucho.
Todas se habían quedado calladas, más por la reacción de Nicole que por otra cosa. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza para reponerse y sonreírle.
― Está bien. No soy Angelina, me llamo Nicole Adams.
― ¿Así que tú eres la pelirroja que ha hechizado a Joe?
Nicole entrecerró sus ojos y estuvo a punto de preguntarle quien era, pero Joe se le adelantó.
― ¡Nick! ¡Has llegado!
Nicole lo miró de nueva cuenta. El tercer integrante del dinámico trío hacia su aparición.
― ¿Tú eres Nick? ― Su pregunta, que era más para sí que para él, la hizo en voz alta.
― ¿De que fábrica salen estos hombres? ― oyó Nicole que Elizabeth preguntaba.
― Creo de una donde hacen puros bombones. ― contestó Ariana con picardía.
― Te oí. ― ese fue David, que estaba envolviéndola en sus brazos a su esposa, y dándole un beso en su cabellera.
Joe llegó a ellos, y saludó a Mark dándose la mano, y después golpeándose la espalda. Sin soltarlo miró a los demás.
― Familia, les presentó a Nick Ridgway.
Todos saludaron y fueron haciendo las presentaciones. Entonces Nick se volvió a enfocar en Nicole.
― Lamento la confusión, es sólo que se parece tanto a una persona que conozco.
Paul y ella intercambiaron miradas y ella le hizo una señal de que estaba bien. Miró a Nick y sonrió.
― No se preocupe. No hay problema.
― ¿Qué pasó? ― preguntó Joe, curioso.
Nicole se apresuró a contestar.
― Nada. No fue nada.
La llegada de la persona a la que Nicole menos deseaba ver pospuso la curiosidad de Joe. Alta, imponente y con un brillo de frivolidad apareció Delta al lado de Nick. Llevaba un vestido azul eléctrico, demasiado formal, de top apretado en sus senos, drapeado, y largo hasta el piso, y la tela era tan delgada que se movía con cada brisa de aire que llegaba. Un tirante cruzaba desde su pecho derecho hacia su hombro izquierdo. Su cabellera rubia platina iba suelta y llena de ondas manejables. La sonrisa era tan fingida, que Nicole sintió unas ganas de vomitar.
Esa mujer era una farsa, pensó.
Nick la tomó de los hombros y la acercó al circulo.
― Permítame presentarles a una vieja amiga, Delta Goodrem.
Ella saludó a todo mundo suavemente, y se detuvo para mirar a Nicole. Abrió los ojos y sonrió sofísticamente, estudiándola con detalle de los pies a la cabeza, pero siendo muy discreta en el acto.
― Nicole, encantada de verte de nuevo. Estás muy mona. Felicidades por ti y por Joe.
Joe se paró al lado de ella, viendo el escrutinio de la atención de Delta sobre Nicole. A nadie le agradaba Delta, pero solo la aceptaban por Nick.
― Gracias. ― contestaron ambos.
Nick pasó a hablar un poco. Era un hombre agradable, pero Nicole contempló que habían sombras en sus ojos. Como en los que ella veía cuando recordaba su pasado. Quizás estaba alucinando. Después miró como la zorra de Delta se pegaba y hacia todo lo posible para estar cerca de él, pero éste parecía no notarlo, o si lo hacía, trataba de mostrarse indiferente. Concluyó entonces, que para él, ella era una amiga, mientras que para ella, deseaba que fueran algo más. Se retiraron para ir a la barra por bebidas, y Joe se fue con ellos, para llevar a Nick a hablar con los McKenzie.
― Esa mujer no me agrada nada. ― fue Elizabeth la primera en hablar y mirar con mesura hacia la rubia oxidada. Ella también era rubia, pero natural, mientras que Delta parecía tratar su cabello con tintes.
― Ni a mí. ― contestó Ariana.
― A nadie. ― afirmó Demi. ― No sé como Mark la soporta. Si fuera yo, le habría dado una patada en el trasero y nunca la vería más. Pero ¡Ey!, esa soy yo.
― Soy muy poco de los prejuicios ― comentó Margot y alzó su mano como buscando algo ― pero hay algo en ella que se ve tan… tan…
― Falsa ― Elizabeth habló primero otra vez.
― Hipócrita ― siguió Ariana.
― ¿Zorra? ― Fue el turno de Nicole para responder, ya que se había quedado callada.
Era muy raro que todas ellas criticaran a alguien, pero esa mujer no le daba buena espina, y por lo visto, a ninguna de ellas.
Margot sonrió con satisfacción, como si hubiera encontrado la respuesta.
― Las tres juntas.
Los hombres se habían mantenido al lado, sin comentar nada, pero cuando oyeron la respuesta de Margot, se partieron a la risa.
― Dios nos ampara de estas mujeres. ― contestó Richard y abrazó a Elizabeth para depositar un tierno beso en su cabellera.
― Cierto, pero no podemos vivir sin ellas. ― Fue David ahora quien rodeó lo que pudo del cuerpo redondo de su esposa.
― Amén a eso. ― Archer tomó la mano de Margot y le dio un beso en su mano suavemente.
Estuvieron así un buen rato. Llegó el momento de la cena, y todos fueron a sus mesas. Sirvieron la cena y estuvieron platicando. Se oían cientos de conversaciones fluir por todos lados. La música dulcificaba el ambiente, la comida fue excelente y el ambiente favorecedor. Al cabo de una hora, Demi subió a la pequeña tarima, seguida de Kevin, Joe y Nick, quienes era visible que no les hacia gracia pero igual subieron, y tomó el micrófono y le dio a cada uno una copa.
― Angels Ranch les da la bienvenida y abre sus puertas para que celebremos juntos su quinto aniversario. Lo que en un principio comenzó como una simple idea, el juego de tres amigos, ha llegado hoy a convertirse en lo que es ahora. Un centro de retiro de fama nacional, y un rancho próspero. Que estos cinco años se conviertan en muchos más. Esperamos poder contar con su visita más a menudo, y sólo nos resta decir, que esperamos, disfruten el resto de la noche.
Y la música cambió a baladas. Demi tomó a Kevin de la mano y empezaron a bailar. Joe caminó y fue hacia Nicole y la llevó a la pista, y Nick fue por Delta. Las demás parejas los empezaron a seguir. Los negocios tendrían que esperar, porque ahora era el momento de disfrutar la noche. Cuando estuvo en los brazos de Paul se relajó, porque tenían la oportunidad de hablar. Él fue el primero en hacerlo.
― ¿Estás bien?
― ¿Tú crees que lo sepa?
― No lo creo. Por lo visto, te has de parecer mucho a ella, si es que te confundió.
Nicole negó con tristeza. Ella y Angelina eran totalmente opuestas. Sí, ambas eran pelirrojas y ambas con piel lechosa, pero ahí acababa el parecido. Recordarla le dolía mucho.
― No puedo hablar de ello. No ahora. ― Estaba tan feliz que no quería entorpecer esa noche.
― ¿Se lo has dicho a Joe?
Nicole había pensado en hablar con él y contarle todo su pasado. Pero siempre ponía trabas. Quizás era por miedo a que el dejara de amarla después de que le contase todo. Pero no podía retrasar ese momento. Miró a Paul, quien sabía absolutamente todo de ella, y aún así, la quería como a una hija más.
― No. Pero lo haré. No quiero más secretos.
― Sé que él lo entenderá.
― Eso espero. ― susurró Nicole. Porque si él no lo hacía, entonces, no sabía que iba a hacer de ella.
Cambiaron de pareja y el ritmo de la música fue ambientado la fiesta. Baladas suaves, otras más movidas, y unas, aún más. Ariana se había sentado a la cuarta pieza, diciendo que sus pies estaban hinchados.
Pasaron los minutos y la gente se empezó a dispersar. Unos bailaban, otros tomaban, otros comían y algunos más platicaban, pero era evidente que todos estaban pasándola bien.
Nicole estaba platicando con los padres de Arthur, quien se había perdido y estaba jugando con sus nuevas amigas, sus sobrinas y los ponys. Estaban platicando acerca del avance de Art y su amor por los caballos. Ya montaba solo, le comentaba la madre del pequeño. La plática fue interrumpida cuando una voz gruesa proveniente de su espalda habló.
― ¿Me permite esta pieza, señorita?
Nicole se quedó paralizada por la sorpresa. Se dio la vuelta mecánicamente, y sonrió de felicidad.
― Alex.
El hombre sonrió y tomando su mano, le dio un beso en la mano. Su cabello rubio estaba peinado hacia atrás, formando olas de espesa mata, y sus ojos grises la miraban con arrebato. Al menos estaba vivo. Linda no le había dado razón de él, y se había empezado a preocupar. Pero ahí estaba, mortalmente arrebatador con su traje de Armani y esa colonia que ella ya sabía identificar. Y sin embargo, verlo sólo le producía felicidad, pero no sentía temblar los cimientos, como le pasaba cuando estaba cerca de Joe. El beso en su mano fue cálido, pero no encendió en ella ninguna flama de pasión.
― ¿Bailamos? ― preguntó sin soltarle la mano.
― Nos vemos después, Nicole. ― se despidieron los Mackenzie de ella rápidamente, quedándose sola con Alex. Se dio la vuelta y sonrió. Tenía mucho que hablar con él.
― Claro. ― Caminaron hacia la pista donde habían varias parejas bailando. La música era suave, lenta y deliciosa. El acomodó una mano sobre su cintura y con la otra, acomodó su mano en su pecho. Nicole sintió la mirada de varias mujeres sobre ellos. Alex no pasaba desapercibido jamás. Era un dios griego, rubio, bronceado, y hermoso. Y por primera vez, Nicole lo vio como un hombre más. Era guapo, pero no era su Joe. Suspirando y resignándose a ser la primera en hablar, alzó la mirada. ― Te estuve localizando.
El tono de recriminación en la voz de Nicole hizo sonreír a Alex.
― Sí, sé lo que me vas a decir. ― Alex la miró y una parte de él se incordió al ver en sus ojos lo que siempre había estado ahí, pero que se había negado a ver. ― Creo que siempre lo he sabido, pero me he engañado a mi mismo. Aunque nada perdía con intentarlo. Creo que inconscientemente, siempre lo he sabido. Nunca me has amado.
Nicole se quedó muda ante su franca honestidad. Los dos se habían engañado en todo ese tiempo. La tensión se fue y se relajó en sus brazos. Aunque era Alex, ahora sentía lo mismo que como si estuviera bailando con David, Richard o cualquiera de los muchachos que no era Joe. Una profunda amistad.
Ladeó su cabeza para que él la viera.
― Creo que a mi manera, te quiero mucho. Tú serás mi Alex. ― le confesó sonriendo. Era imposible no querer a un hombre tan bueno, tan amable y tan gentil como él. Pero no era el mismo amor que le profesaba a Joe. Nunca podría sentir un amor así por alguien.
― Y tú mi hermosa Nicole. ― Nicole no pudo evitar sonreír a su contestación. Le dio un giro acorde a la canción y regreso a sus brazos. ― ¿Jamás habría funcionado, verdad?
El tono de burla y frustración de la voz de Nicole hizo soltar una pequeña risilla a Nicole. Negó lentamente con la cabeza. Ella había esperado que el tiempo le diera paso a un sentimiento más fuerte hacia el hombre que la tenía entre sus brazos, pero había sido una tonta. Ni aunque pasaran siglos podría haber llegado a amar a Alex con la misma intensidad con la que amaba a Joe. Quizás su amistad se habría hecho más grande, se habría sentido seguro, pero… pero él no era Joe.
Entonces recordó algo que le había estado dando vueltas desde hacia semanas.
― Oh, si vienes por el anillo…
― No vengo por el anillo, tonta. Sólo quería comprobar que estabas bien. Y que eres feliz.
― ¿Por eso es que viniste? ― estaba asombrada de él se hubiera tomado la molestia de hacerlo.
― Recibí la invitación de Demi Carrington. ― alzó los hombros al cielo ― Y entonces pensé, ¿Qué diablos, por qué no? Pero estoy aquí para comprobar con mis propios ojos que tú eres feliz. Sólo así es que te dejaré ir en paz.
Nicole sintió que sus ojos se inundaban de lágrimas como su corazón lo hacía de amor y felicidad.
― Oh Alex. Soy muy feliz, soy…
Alex le tapó los labios con un dedo y siguieron danzando al compás de la triste melodía que se oía al fondo.
― Entonces que no se hable más del asunto. A mi modo, siempre te querré.
― Y muy al mío, yo igual lo haré. ― Ella lo miró agradecida de no perder su amistad, y de su preocupación hacia ella ― Espero que encuentres a una mujer que sepa valorarte y amarte como yo no lo he podido hacer.
― Dios te oiga. ― alabó Alex.
Joe tomó una copa de champagne que le dieron, pero el chico, listo, se la había servido de cerveza. Con Demi, la ley seca eran un dulce. Había pedido champagne y cero cervezas. Él, que odiaba esa cosa, había llegado a un acuerdo con los de catering, y varias cajas de cerveza estaban escondidas para su uso y el de sus amigos. Había dejado a un grupo de posibles inversionistas atrás, queriendo descansar un rato, y buscando con la mirada a Nicole, que no la veía con su hermana y su cuñada. Buscó a Demi pero tampoco estaba con ella. Cuando el perfume penetrante de marca de Delta llegó a sus fosas nasales, tuvo que aguantar las ganas de vomitar. Nicole no se ponía perfumes. Su aroma era siempre el jabón, su shampoo, y ella. Siempre ella. Miró a Delta con frialdad. No podía olvidar como había tratado a Nicole la primera vez que se habían conocido. Honestamente, no sabía que le veía a Nick. Si no fuera porque él viviera en Dallas y todos en Angels, y la desaparición de Sam, Joe jamás habría aceptado a esa arpía en su casa.
― ¿Qué quieres, Delta?
Ella tomó una copa de la mesa y sorbió un poco de autentico Champagne. Se balanceó sobre su vestido.
― ¿No crees que las mujeres son demasiados volubles, Joe?
Joe alzó una ceja sin entender su plática. Mandarla al diablo en esa fiesta, no era una opción. Suspiró, resignado de tener que lidiar palabras con ella.
― Creo que depende de la mujer. Desde luego, tú sabes aguantar tu temperamento, y jugar bien tus cartas.
Joe advirtió una curva en sus labios, como si se burlara de él.
― Yo no hablaba de mí. ― con la copa en la mano, señaló hacia la pista. El no entendía nada. ― Veo que tu pelirroja ya tiene compañía. ¿Me pregunto que le verá ese Adonis a tu chica?
Joe miró al fin hacia donde ella señalaba y sintió que la furia ciega empeñaba sus sentidos. Las parejas parecieron abrirse como por arte de magia y observó a Nicole bailando y sonriendo al doctorsin Alex. ¡Le estaba sonriendo!
― Discúlpame. ― fueron las últimas palabras de Joe a Delta. Le dio la espalda y caminó hacia ellos, sin poder ver la sonrisa de triunfo y engreimiento que Delta tenía en su rostro.
Caminó hacia la pareja y sintió un retortijón en su estómago al ver cómo Alex tenía entre sus brazos a Nicole. Sabía que no tenía porqué sentir celos de una almohada, o de Kevin, pero desde luego que tenía celos del doctorsin. Se plantó frente a ellos, y le molestó ver que ella le estaba sonriendo.
― Creo que me toca a mí esta pieza. ― dijo con una voz glacial.
― Joe. ― Saludó Alex sin soltar a Nicole, pero deteniendo la danza.
― Alex. ― correspondió el saludo.
Nicole soltó a Alex y los miró a ambos. La testosterona flotaba en el aire, pensó con sarcasmo.
― Quietos. Mucha testosterona hace mala combinación. ― Miró a Joe y lo tomó de la mano, para calmarlo ― Joe, Alex sólo vino a desearme buena suerte.
― Y a asegurarme de que ella era feliz. ― terminó Alex y alzó la mirada, como retándolo. Nicole sintió la mirada de todo el mundo sobre ellos. Y ella no quería hacer una escena esa noche.
― ¿Te ha dado razón para pensar que no lo es?
Alex miró a Nicole y después a Joe y se encogió los hombros.
― No sé si para dolor o para alegría, pero no. No me lo ha dado.
― Bien, en ese caso esfúmate.
― ¡Joe! ― regañó Nicole.
Alex entonces profirió su humor en carcajadas. Nicole no entendía nada. ¡Hombres! Alex le dio un beso en la mejilla y miró a Joe divertido. Ella, sin embargo estaba perdida.
― Si yo fuera tú, ya le habría llevado a un altar, puesto un anillo y mi apellido y de esa manera, me aseguraría de que todo mundo supiera que es mía. Bueno pequeña, saludaré a la familia antes de irme.
Alex dio media vuelta y los dejó solos, perdiéndose en la multitud de personas. Joe y Nicole lo miraron desaparecer y fue Joe quien empezó la charla.
― ¿Qué hacías con él?
― Oh vamos, Alex es un amigo.
― Nicole… ― el tono de advertencia hizo que Nicole lo mirara con más detenimiento.
― ¿Estas celoso? ― preguntó arqueando una ceja.
― Como no tienes idea. ― fue algo duro de confesar, pero Joe no quería volver a ver a Alex cerca de ella. Al menos, en un buen tiempo. Entonces vio la sonrisa deslumbrante de Nicole.
― Vaya, que bien. A fin sabes como me siento cada vez que salimos y las mujeres caen babeando por ti.
― Nicole…
― Baila conmigo.― Le pasó los brazos alrededor del cuello y él la abrazó por la cintura.
― ¿Sabes? ― Nicole habló y buscó su mirada ― Cuando estuve bailando con Alex, llegué a una conclusión.
― ¿Y es?
Nicole detuvo el compás del baile y se paró sobre sus puntas para enlazar sus labios con los de Joe y besarlo suave, tiernamente. Jugó con él, y cuando sintió sus piernas fallar, decidió separarse. Joe la miraba absorto y sonriente.
― Que te amo con todo mi corazón a ti y solo a ti. ― Joe abrió la boca, luego la cerró, después la abrió pero Nicole se la tapó con su mano ― Espera… ni digas nada. Antes, quiero platicar contigo.
― ¿Uufdjddklvm? ― Nicole quitó la mano de sus labios y dejó que repitiera la pregunta ― ¿Acerca de qué?
― Cosas.
― ¿Cosas buenas o malas?
― Todavía no lo sé. Después lo averiguaremos.
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
chelis escribió:oooooooooooooooohhh faltaaaaannnn
pooorfaaa pon uno maaaasss
ya lo subi!! ;)
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
BUENO ESPERO LES HAYA GUSTADO LA MARATON :D
POR CIERTO LES AVISO CHICAS QUE YA SOLAMENTE QUEDAN 7 CAPITULOS PARA QUE LA NOVE TERMINE!! :(
ESPERO SUS COMENTARIOS! Y LES AVISO QUE PROBABLEMENTE LES SUBA CAP EL FIN DE SEMANA! 8)
POR CIERTO LES AVISO CHICAS QUE YA SOLAMENTE QUEDAN 7 CAPITULOS PARA QUE LA NOVE TERMINE!! :(
ESPERO SUS COMENTARIOS! Y LES AVISO QUE PROBABLEMENTE LES SUBA CAP EL FIN DE SEMANA! 8)
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
Oh por Diossssssssssssss
porfinnnn
estan juntos y y y.. :oops:
y me encantaaaaaa
esta de lo mejor
se dijeron te amo :arre:
siguelaaa
y son hermoso :')
y ya quiero saber que ahi con el pasado de la rayis
eso intriga
siguela
porfinnnn
estan juntos y y y.. :oops:
y me encantaaaaaa
esta de lo mejor
se dijeron te amo :arre:
siguelaaa
y son hermoso :')
y ya quiero saber que ahi con el pasado de la rayis
eso intriga
siguela
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