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"Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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"Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
Nombre: Domar al alma salvaje
Autor: yamii_jjonatikacrazy!!
Adaptación: Si, del Libro (Domar al Alma Salvaje) de Natalia Trujillos.
Género: Generales, Drama y Romance...
Advertencias: Si, hay como dos escenas fuertes y el vocabulario es un poco fuerte!
Otras Páginas: No.
Bueno chicas está es mi segunda web nove bueno :roll: mi segunda adaptacion que subo, mi primer nove fue The Boyfriend League (Joe y tu), creo que algunas ya me conoseran mi nobre es Jeymmi me pueden decir Jey o como gusten! :P mmmm... bueno sin mas rodeos aqui les dejo el argumento espero les guste! :D
Bno aqui les dejo el argumento espero les guste! :D
Autor: yamii_jjonatikacrazy!!
Adaptación: Si, del Libro (Domar al Alma Salvaje) de Natalia Trujillos.
Género: Generales, Drama y Romance...
Advertencias: Si, hay como dos escenas fuertes y el vocabulario es un poco fuerte!
Otras Páginas: No.
Bueno chicas está es mi segunda web nove bueno :roll: mi segunda adaptacion que subo, mi primer nove fue The Boyfriend League (Joe y tu), creo que algunas ya me conoseran mi nobre es Jeymmi me pueden decir Jey o como gusten! :P mmmm... bueno sin mas rodeos aqui les dejo el argumento espero les guste! :D
ARGUMENTO
UNA MUJER CON UNA PASADO QUE LA ATORMENTA…
Nicole Adams no sabía en qué momento había acabado aceptando cuidar al hombre más orgulloso, cabezote, malhablado… y que hacía que su corazón se acelerara. Ocho años atrás, la vida de Nicole había cambiado por completo, y acabado dentro del seno de la familia Jonas. Pero no todos los Jonas la habían aceptado cómodamente. Sabía que todo mundo había especulado acerca de cómo había acabado ahí, pero Nicole no podía revelar a nadie, el secreto que guardaba recelosamente. Sólo dos personas lo conocían, y esperaba que el número no creciera más.
UN HOMBRE QUE DESEA CAMBIAR SU FUTURO…
Josehp Jonas había pasado su vida entera escondiendo sus sentimientos, siempre había sido un alma solitaria, y herida. Cometió muchos errores en el pasado. Y la mayoría tenía que ver con una pelirroja que lo volvía loco, una diosa de fuego que conoció en casa de su padre.
Pero la relación entre ellos se volvió tormentosa desde el comienzo. Después de un accidente, termina herido y su familia “contrata” a una enfermera para cuidarlo. La misma mujer que lo vuelve loco.
Y EL INGREDIENTE QUE LO CAMBIA TODO…
Sin embargo, ambos se dan cuenta de que no se conocen para nada, y cuando antes terminan gritando, ahora se encuentran riendo. Y la pequeña flama del amor empieza a arder. Pero el pasado de ambos no los deja avanzar. Mentiras, verdades, confesiones, risas y lágrimas.
Al final, sólo el amor podrá domar al alma salvaje.
Nicole Adams no sabía en qué momento había acabado aceptando cuidar al hombre más orgulloso, cabezote, malhablado… y que hacía que su corazón se acelerara. Ocho años atrás, la vida de Nicole había cambiado por completo, y acabado dentro del seno de la familia Jonas. Pero no todos los Jonas la habían aceptado cómodamente. Sabía que todo mundo había especulado acerca de cómo había acabado ahí, pero Nicole no podía revelar a nadie, el secreto que guardaba recelosamente. Sólo dos personas lo conocían, y esperaba que el número no creciera más.
UN HOMBRE QUE DESEA CAMBIAR SU FUTURO…
Josehp Jonas había pasado su vida entera escondiendo sus sentimientos, siempre había sido un alma solitaria, y herida. Cometió muchos errores en el pasado. Y la mayoría tenía que ver con una pelirroja que lo volvía loco, una diosa de fuego que conoció en casa de su padre.
Pero la relación entre ellos se volvió tormentosa desde el comienzo. Después de un accidente, termina herido y su familia “contrata” a una enfermera para cuidarlo. La misma mujer que lo vuelve loco.
Y EL INGREDIENTE QUE LO CAMBIA TODO…
Sin embargo, ambos se dan cuenta de que no se conocen para nada, y cuando antes terminan gritando, ahora se encuentran riendo. Y la pequeña flama del amor empieza a arder. Pero el pasado de ambos no los deja avanzar. Mentiras, verdades, confesiones, risas y lágrimas.
Al final, sólo el amor podrá domar al alma salvaje.
Bno aqui les dejo el argumento espero les guste! :D
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
primera lectoraaaaaaaaaaaa
se ve interesadamente interesante
asi que siguelaaaaaaa
ya quiero primer cap :face:
se ve interesadamente interesante
asi que siguelaaaaaaa
ya quiero primer cap :face:
next to you
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
next to you escribió:primera lectoraaaaaaaaaaaa
se ve interesadamente interesante
asi que siguelaaaaaaa
ya quiero primer cap :face:
BIENVENIDA!!!! :cheers: GRACIAS POR PASARTE! :)
YA LA SIGO! :D
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
Prólogo
Dios no comete errores
Dios no comete errores
― Nicole Adams, eres una idiota.
Nicole se iba maldiciendo una y otra vez. Siempre había tendido la costumbre de hablar sola, y en voz alta, cuando necesitaba desahogarse de algo… o de alguien. Esa no era la excepción. La pobre no tenía idea de cómo había accedido a las absurdas peticiones de Ariana y Elizabeth. Muy enojada, y frustrada, aceleró. El aire acondicionando del automóvil estaba averiado, por lo que llevaba la ventana abierta. Tendría que revisarlo pronto, reparó.
Se acomodó en el asiento, colocando un brazo en la ventana, y manejando sólo con una mano. Todo lo opuesto a Chicago, el viento cálido de Texas le golpeaba directo a la cara, haciendo que su pelo se alborotara escandalosamente. Pero necesitaba aquello, para poder retener sus impulsos asesinos. Al parecer, las indicaciones de Elizabeth eran exactas. “Sentirás que podrías freír un huevo en tu cabeza”. Y vaya que si era cierto. Miró el vasto lugar. Tonalidades de distintos verdes y cafés se extendía por todos lados. Plantas y más plantas, tierra. Y eso era una… ¿vaca?
― ¡Dios mío!
Nicole reflexionó unos segundos. Paul, Ariana y Elizabeth le pagarían por lo que le habían hecho, prometió. La habían tomado desprevenida, y había aceptado su propuesta, accediendo a sus ruegos, y para cuando vino a reaccionar, era ya demasiado tarde. Y no había vuelta de hoja. Ese trío era en verdad mañoso. Y Nicole era una completa tonta por haber aceptado.
Tomó la siguiente curva, y entró en un camino lleno de terracería y asfalto. Detuvo el coche frente al gran arco enfrente de ella, para leer lo que decía en la entrada. ¿Cómo rayos había acabado ahí? Tomó su cadena y colgante y empezó a jugar con él.
― Dios, ¿por qué a mí, por qué a mí? ― Le subió el volumen al estéreo y una balada empezó a sonar. Le puso atención a la letra. Era mejor que prestarle atención a sus pensamientos. Dijeron el título y pensó en la ironía. “God don’t make mistakes” de Jamie O’Neal. Bufó, y se quedó mirando un rato el estéreo. ― Bueno, al parecer, eso contesta mi pregunta. Pero aun así, escúchame bien, este en verdad es un error. Lo que debería de hacer es dar la vuelta y regresar a Chicago en el próximo vuelo.
Y la frase “Hay una razón, para seguir creyendo. Dios no comete errores” le contestó. No sabía si sentirse estúpida por esperar las respuesta de una canción, o qué, pero así era Nicole. La balada seguía sonando rítmicamente. Si no fuera algo tan… coincidente, le habría gustado la canción.
― Bueno, pues eso veremos. Pero yo sé que en cuanto ponga un pie en el mismo lugar que él, lo habrá. Un enorme error.
Alzó la vista, para mirar el astro sol. Que calor hacía ahí. Había pasado tiempo, muchísimo desde que había ido, pero había sido en invierno, y el clima era totalmente opuesto a estar en pleno verano. Lo más seguro para andar por ahí, sería en ropa interior. Y contando que era “verano”, quería decir que en verdad andaría en ropa interior. En ropa interior y con él cerca.
― ¿En qué rayos estás pensando, Nicole Marie Adams? ― se regañó. Aunque su subconsciente le contestó rápidamente. Subió más a la música, para no pensar. Tomó con fuerza el volante.
Algunas veces la conciencia era algo en verdad tortuoso. Suspiró profundamente. Iba a cuidar a su peor enemigo. El tonto ese había tenido un accidente domando a un caballo y había acabado con un par de costillas rotas y un pie fracturado. Y ella siendo la enfermera de la familia, había sido la primera, y según Ariana, la única opción viable, ya que su hermano se negaba a tener alguien que lo cuidara.
Y ella había aceptado. Un simple “Acepto” había comprometido su vida y su equilibrio mental de por vida. No podía estar en la misma habitación que él, sin pelear cada cinco minutos. O de que la tensión en el ambiente se percibía cuando los dos se encontraban. Apenas cruzaban palabras. Cada vez menos y cada vez más hirientes. Sólo había dejado que sus barreras cayeran, tres años atrás, cuando Sebastián había sido operado del corazón. Parecía que hubiesen sido siglos atrás. Aún recordaba esa noche, cuando había caído en sus brazos. Y sus labios.
Inconscientemente, Nicole rozó su boca con sus dedos. Y después vino otra imagen a su cabeza. Alex. Se conocían desde hacía un par de años, y habían salido a cenar muchas veces, e incluso había compartido un par de besos con él. Pero no le había causado la misma sensación que Joe.
― ¡Fue sólo un maldito beso Nicole! ¡Supéralo! ― Se acomodó su cabello bruscamente, para contener su nerviosismo. ― Vamos, Nikky, respira.
Y empezó con sus inhalaciones. Durante sus años de estudio en la carrera, había encontrado que el hecho de respirar pausadamente aligeraba su presión y estrés y nerviosismo. En ese momento, no estaba segura de que era lo que se estaba quitando de encima, pero al menos, estaba descansando. Abrió los ojos.
Esos tres se la pagarían, juró Nicole. Aunque tal vez el número de víctimas aumentaría ya que estaba segura que Richard y David se sumarían a su lista. Después se empezó a reír quedamente, en pequeñas risillas, y su aumentó más, hasta reírse a carcajadas. Tendría que sumar a Margot y a Jane, tal vez a Gabe, y a los niños.
― ¡Es un maldito un complot! ― exclamó entre risas histéricas.
A este paso sería una asesina en serie. El único que se salvaría sería Alex. Nicole se quedó meditando un rato.
― ¡Qué inocente ni que ocho cuartos! ¡Él tiene la culpa de todo esto! Si no hubiese sido por esa cena, yo estaría en Chicago descansado. Y ni Ariana ni Elizabeth me habrían tomado con la guardia abajo.
Dejó caer su cabeza sobre el volante, mientras chillaba y apoyó ambas manos a los lados. Estaba en problemas. Respiró un par de veces, después levantó la mirada.
Dallas le daba la bienvenida con un lindo clima de más de cuarenta grados centígrados. Alzó la mirada una vez más y vio el letrero que decía “Angels Ranch” y aunque era un rancho, con el paso de los años, había acumulado fama, y era uno de los lugares de retiro vacacionales más famosos del estado.
Y dentro de él, su paciente, Joseph Jonas le esperaba.
Apretó el acelerador, y siguió adelante.
Nicole se iba maldiciendo una y otra vez. Siempre había tendido la costumbre de hablar sola, y en voz alta, cuando necesitaba desahogarse de algo… o de alguien. Esa no era la excepción. La pobre no tenía idea de cómo había accedido a las absurdas peticiones de Ariana y Elizabeth. Muy enojada, y frustrada, aceleró. El aire acondicionando del automóvil estaba averiado, por lo que llevaba la ventana abierta. Tendría que revisarlo pronto, reparó.
Se acomodó en el asiento, colocando un brazo en la ventana, y manejando sólo con una mano. Todo lo opuesto a Chicago, el viento cálido de Texas le golpeaba directo a la cara, haciendo que su pelo se alborotara escandalosamente. Pero necesitaba aquello, para poder retener sus impulsos asesinos. Al parecer, las indicaciones de Elizabeth eran exactas. “Sentirás que podrías freír un huevo en tu cabeza”. Y vaya que si era cierto. Miró el vasto lugar. Tonalidades de distintos verdes y cafés se extendía por todos lados. Plantas y más plantas, tierra. Y eso era una… ¿vaca?
― ¡Dios mío!
Nicole reflexionó unos segundos. Paul, Ariana y Elizabeth le pagarían por lo que le habían hecho, prometió. La habían tomado desprevenida, y había aceptado su propuesta, accediendo a sus ruegos, y para cuando vino a reaccionar, era ya demasiado tarde. Y no había vuelta de hoja. Ese trío era en verdad mañoso. Y Nicole era una completa tonta por haber aceptado.
Tomó la siguiente curva, y entró en un camino lleno de terracería y asfalto. Detuvo el coche frente al gran arco enfrente de ella, para leer lo que decía en la entrada. ¿Cómo rayos había acabado ahí? Tomó su cadena y colgante y empezó a jugar con él.
― Dios, ¿por qué a mí, por qué a mí? ― Le subió el volumen al estéreo y una balada empezó a sonar. Le puso atención a la letra. Era mejor que prestarle atención a sus pensamientos. Dijeron el título y pensó en la ironía. “God don’t make mistakes” de Jamie O’Neal. Bufó, y se quedó mirando un rato el estéreo. ― Bueno, al parecer, eso contesta mi pregunta. Pero aun así, escúchame bien, este en verdad es un error. Lo que debería de hacer es dar la vuelta y regresar a Chicago en el próximo vuelo.
Y la frase “Hay una razón, para seguir creyendo. Dios no comete errores” le contestó. No sabía si sentirse estúpida por esperar las respuesta de una canción, o qué, pero así era Nicole. La balada seguía sonando rítmicamente. Si no fuera algo tan… coincidente, le habría gustado la canción.
― Bueno, pues eso veremos. Pero yo sé que en cuanto ponga un pie en el mismo lugar que él, lo habrá. Un enorme error.
Alzó la vista, para mirar el astro sol. Que calor hacía ahí. Había pasado tiempo, muchísimo desde que había ido, pero había sido en invierno, y el clima era totalmente opuesto a estar en pleno verano. Lo más seguro para andar por ahí, sería en ropa interior. Y contando que era “verano”, quería decir que en verdad andaría en ropa interior. En ropa interior y con él cerca.
― ¿En qué rayos estás pensando, Nicole Marie Adams? ― se regañó. Aunque su subconsciente le contestó rápidamente. Subió más a la música, para no pensar. Tomó con fuerza el volante.
Algunas veces la conciencia era algo en verdad tortuoso. Suspiró profundamente. Iba a cuidar a su peor enemigo. El tonto ese había tenido un accidente domando a un caballo y había acabado con un par de costillas rotas y un pie fracturado. Y ella siendo la enfermera de la familia, había sido la primera, y según Ariana, la única opción viable, ya que su hermano se negaba a tener alguien que lo cuidara.
Y ella había aceptado. Un simple “Acepto” había comprometido su vida y su equilibrio mental de por vida. No podía estar en la misma habitación que él, sin pelear cada cinco minutos. O de que la tensión en el ambiente se percibía cuando los dos se encontraban. Apenas cruzaban palabras. Cada vez menos y cada vez más hirientes. Sólo había dejado que sus barreras cayeran, tres años atrás, cuando Sebastián había sido operado del corazón. Parecía que hubiesen sido siglos atrás. Aún recordaba esa noche, cuando había caído en sus brazos. Y sus labios.
Inconscientemente, Nicole rozó su boca con sus dedos. Y después vino otra imagen a su cabeza. Alex. Se conocían desde hacía un par de años, y habían salido a cenar muchas veces, e incluso había compartido un par de besos con él. Pero no le había causado la misma sensación que Joe.
― ¡Fue sólo un maldito beso Nicole! ¡Supéralo! ― Se acomodó su cabello bruscamente, para contener su nerviosismo. ― Vamos, Nikky, respira.
Y empezó con sus inhalaciones. Durante sus años de estudio en la carrera, había encontrado que el hecho de respirar pausadamente aligeraba su presión y estrés y nerviosismo. En ese momento, no estaba segura de que era lo que se estaba quitando de encima, pero al menos, estaba descansando. Abrió los ojos.
Esos tres se la pagarían, juró Nicole. Aunque tal vez el número de víctimas aumentaría ya que estaba segura que Richard y David se sumarían a su lista. Después se empezó a reír quedamente, en pequeñas risillas, y su aumentó más, hasta reírse a carcajadas. Tendría que sumar a Margot y a Jane, tal vez a Gabe, y a los niños.
― ¡Es un maldito un complot! ― exclamó entre risas histéricas.
A este paso sería una asesina en serie. El único que se salvaría sería Alex. Nicole se quedó meditando un rato.
― ¡Qué inocente ni que ocho cuartos! ¡Él tiene la culpa de todo esto! Si no hubiese sido por esa cena, yo estaría en Chicago descansado. Y ni Ariana ni Elizabeth me habrían tomado con la guardia abajo.
Dejó caer su cabeza sobre el volante, mientras chillaba y apoyó ambas manos a los lados. Estaba en problemas. Respiró un par de veces, después levantó la mirada.
Dallas le daba la bienvenida con un lindo clima de más de cuarenta grados centígrados. Alzó la mirada una vez más y vio el letrero que decía “Angels Ranch” y aunque era un rancho, con el paso de los años, había acumulado fama, y era uno de los lugares de retiro vacacionales más famosos del estado.
Y dentro de él, su paciente, Joseph Jonas le esperaba.
Apretó el acelerador, y siguió adelante.
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
y por que se odian??
que paso???
ya queiro saber??
mmmm ahh nueva y fiellectora jejejje
siguela pronto plisssssssss
que paso???
ya queiro saber??
mmmm ahh nueva y fiellectora jejejje
siguela pronto plisssssssss
Julieta♥
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
julieta_black escribió:y por que se odian??
que paso???
ya queiro saber??
mmmm ahh nueva y fiellectora jejejje
siguela pronto plisssssssss
BIENVENIDA!!!! :cheers:
ESO LUEGO LO DESCUBRBIRAS! 8)
GRACIAS POR PASARTE LUEGO SUBO EL PRIMER CAP! ;)
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
Ou men ya llegue!!!
NUEVA LECTORA :love:
Siguelaaaaaaaaaa!!
quiero ver ya ele encuentro enntre Nicky y Joe!! jojo!!!
Siguela1
NUEVA LECTORA :love:
Siguelaaaaaaaaaa!!
quiero ver ya ele encuentro enntre Nicky y Joe!! jojo!!!
Siguela1
Pepaa
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
BIENVENIDA!!! :cheers:Pepaa :) escribió:Ou men ya llegue!!!
NUEVA LECTORA :love:
Siguelaaaaaaaaaa!!
quiero ver ya ele encuentro enntre Nicky y Joe!! jojo!!!
Siguela1
GRACIAS POR PASARTE!!! :D
YA MERO SUBO CAP! ;)
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
Capítulo 1
La cena
La cena
Chicago, Illinois
Días atrás
El restaurante “Charonte”, ubicado en el centro de Chicago, es uno de los más famosos y exclusivos de la ciudad. Además de lujoso, en dónde antes de admitirte te miraban de arriba abajo. Cosa que Nicole odiaba. Pero Alex había insistido en que fueran a ese lugar. Volteó a ver a Alex. Se veía deslumbrante, en una sola palabra, guapo. A sus treinta y siete años, era de uno de los jefes de piso más jóvenes del Hospital de Chicago. Alto, pasando el metro noventa, parecía más bien un playboy de portada, y dada esa apariencia, nadie esperaría que fuera uno de los mejores cardiocirujanos de la costa. Su cabello rubio, lo llevaba un poco largo, peinado hacía atrás. Cuando la había ido a recoger a su casa, Nicole había podido oler su aftershave y una colonia muy varonil. Vestía un traje de marca, con corbata, lo que daba el realce formal de la cena.
Pero para cuando pasaron enfrente de un espejo, Nicole vio su reflejo y pensó resignada "Jamás seré delgada”. Un vestido que le llegaba a las rodillas, negro, y encima un pequeño abrigo. Ese era todo su conjunto, sumándole un par de aretes de perlas y su cadena de oro que nunca se quitaba. Con su uno setenta de estatura, no se considera ni alta ni baja, simplemente normal. Pero entonces, vagó por su cuerpo. Se fijó en sus caderas, grandes, y en su vientre que no era plano. Suspiró. Lo único realmente lindo que ella pensaba tener era su cabellera rojiza. Su hermana siempre le dijo que era lo único en verdad hermoso en ella. Aunque a veces, hasta ella misma le incomodaba, ya que su pelo rojizo no era el tono naranja que se acostumbra, sino un rojo casi pasión. Como la sangre. Siempre lacio y manejable, en estos momentos lo tenía bastante largo, debajo de los omóplatos. Ese día había decidido llevarlo suelto y marcaba un gran contraste con su tez blanca, aunque ella sentía que su piel era demasiado pálida, y esas pecas que se asomaban en sus mejillas no eran tan encantadoras como la gente pensaba. Miró ahora su rostro, ovalado, con sus pómulos altos, tenía una pequeña nariz respingona, cubierta por esas pecas, y unos labios un poco gordos. Se miró y vio sus ojos verdes. Sabía que no eran tan comunes. Mucha gente los admiraba, y siempre les decía “Que hermosos ojos, parecen esmeraldas” o “qué bonito cabello”. Pero ella sabía que lo que querían decir era “Serías más hermosa si bajaras un poco de peso”. Pues lo sentía mucho, pero ella estaba sana, y según su doctor, en lo que él consideraba su peso ideal. Bueno, al menos la había dejado pasar el maître, después de su minuciosa inspección, claro. Eso era avance.
Alex la tomó del codo, y casi adivinando el rumbo de sus pensamientos, le susurró al oído.
― Para mí, estas hermosa.
Nicole le sonrió tímidamente.
― Relájate, esta es nuestra noche ― volvió a decir Alex.
Por el modo en que había dicho la palabra nuestra, Nicole se contuvo en preguntar.
Habían estado saliendo desde hacía tres años, justo después de la boda de su amiga Ariana, aunque el cambio drástico en su “amistad” se había dado apenas un año atrás, cuando habían compartido su primer beso. Nicole lo volvió a mirar.
¿Qué rayos está mal en mí? ¿Por qué no puedo sentir que el cielo se abre y todas esas cosas que leo en los libros?
El primer beso de Alex, Nicole esperó sentir todas esas sensaciones que describían tan detalladamente en sus novelas de romance. Y aunque sólo sintió un leve cosquilleo, ciertamente, no era lo que decían. Pensó que con el tiempo mejoraría. Y había mejorado, pero no tanto como ella había supuesto. Su mente recordó, sin embargo, un simple beso que había hecho que sus más ardientes pensamientos se le vinieran a la cabeza. Un beso, hacía tres años.
“Detente, estás con Alex. Deja a Joe en paz. Alex, Joe. Joe. Alex”.
― ¿Sucede algo? ― Alex miraba fijamente a Nicole
― ¿Perdón? ― Se sonrojó al pensar que Alex le estaba hablando y ella no estuviera prestando atención.
― Te he preguntado que si sucede algo, estabas sacudiendo tu cabeza, como negando algo.
― Ah, no. Nada. Ya sabes, pensando. ― movió las manos, como quitándole valor.
― Como siempre ― dijo Alex con una sonrisa.
El mesero trajo la carta, y ambos pidieron. Nicole se quedó mirando los precios del menú. Abrió los ojos. “Dios, con esto podría comprarme todo el contenido de un carrito de hot dogs”.
El mesero regresó al cabo de unos minutos para tomar su orden, y retirar las cartas, mientras les dejaba sus copas con agua.
― Un poco de vino ― sugirió Alex, más para Nicole que para el mesero.
― Oh, no. Sabes que yo no tomo.
― Es sólo para festejar.
Nicole se tensó. Esas palabras. Las había escuchado mucho tiempo atrás. “Sólo una copa. Es para festejar” Pero Alex no era Scott. Nadie era cómo él. Le dio una sonrisa, y asintió.
― Sólo una.
― Excelente. Por favor, dos vasos de champagne del 89. ― Miró a Nicole ― La mejor cosecha.
― Excelente elección, caballero ― comentó el mesero y se retiró.
Durante toda la cena, estuvieron hablando sobre la familia, los bebés de sus amigas, Paul y su seguimiento de control, pues Alex había sido el doctor a cargo de la operación, y sus trabajos. Un año atrás, Nicole había se había recibido de enfermera, y acababa de terminar su estancia de servicio en el área de pediatría y obstetricia del hospital donde Alex trabajaba. Se sentía realizada, y todo gracias a Paul. Le debía tantas cosas a él.
― Nicole, estás otra vez perdida
― Lo siento ― se sonrojó. Ese día estaba más distraída que de costumbre.
Alex se había acercado en algún momento, porque nunca lo vio llegar, y ahora estaba sentado a su lado, muy cerca y no al frente de ella.
― Te decía que hace cinco años que te conozco. Primero fue como tu profesor.
Después como tu amigo, y este último, bueno, como algo más espero.
Oh, mierda. Nicole se quedó de piedra, la plática iba por mal rumbo. “Hay Dios, no, por favor, no” rogaba, mientras que otra voz decía “¿Qué te esperabas? Le has estado dando alas todo este tiempo. El pobre en verdad no se lo merece”. Alex prosiguió con su discurso, tomando la mano de Nicole, acariciándola suavemente. ¡No, no, NO!
―… y además me pareces la mujer más cálida, hermosa y bella del mundo.
Nicole quería decir algo como “Detente”, pero su cerebro no reaccionaba. Alex se le estaba declarando Ahí, en ese momento. Sacó una pequeña caja de terciopelo rojo. Y la abrió. ¡Oh mi dios! Una sortija hermosa estaba incrustada dentro de la caja. Era hermoso, deslumbrante. Perfecto. Pero no para ella.
― Yo… yo… ― tartamudeó inútilmente.
― Déjame acabar. Solo una frase más.
¡Dios, un milagro, por favor!
― Nicole Adams, ― levantó su mano, y mientras deslazaba el anillo en su dedo anular, hizo la pregunta ― ¿me harías el honor de convertirte en mi esposa?
Lo había dicho, Alex respiró otra vez. Por fin lo había soltado, se había pasado media cena pensando en el momento oportuno. Ahora sólo tenía que esperar la respuesta. Sabía que la estaba presionando, pero no se estaba haciendo joven. Y Nicole era una buena opción para la idea que él tenía de esposa. Quizás no había mencionado amor, pero bueno, podría surgir, con el tiempo.
Nicole sabía que su cara de shock no era lo que esperaba Alex, pero no podía moverse, pensar, decir nada. Era una estatua viviente. Tenía que dar una respuesta, algo.
Y el milagro sucedió.
― Maldición ― exclamó Alex mientras sacaba su busca del pantalón.
¡Gracias Dios! ¡GRACIAS! ¿Aunque, no podría haber sido diez segundos antes?
― ¿Sucede algo malo, Alex?
― Tengo una 911 del hospital. ― susurró mientras con un gesto hablaba al mesero, y después de pedir la cuenta, la miró ― En verdad es una emergencia Nicole. Tengo que ir. Te paso a dejar a tu casa.
― No, no te preocupes ― se apresuró a contestar ― tomaré un taxi.
― Odio que tomes uno, pero en verdad tengo que ir.
Pagó y después de cerciorarse de que Nicole estaba en un taxi, le pidió que le llamara al llegar a casa, le dio un fugaz beso y se despidieron.
Alex ni siquiera observó a Nicole irse, sino que se apresuró a entrar en su carro, y manejar rumbo al hospital. Durante el trayecto cayó en cuanta de algo.
― ¡Maldición, no me dijo nada!
De todas las noches de su vida, precisamente, esa noche, tenía que sonar su busca. Y en ese justo momento. Alex maldijo por lo bajo. Se estacionó y entró rápidamente. En el busca habían puesto “S.A.M-911”. Cada segundo contaba.
Pero para cuando pasaron enfrente de un espejo, Nicole vio su reflejo y pensó resignada "Jamás seré delgada”. Un vestido que le llegaba a las rodillas, negro, y encima un pequeño abrigo. Ese era todo su conjunto, sumándole un par de aretes de perlas y su cadena de oro que nunca se quitaba. Con su uno setenta de estatura, no se considera ni alta ni baja, simplemente normal. Pero entonces, vagó por su cuerpo. Se fijó en sus caderas, grandes, y en su vientre que no era plano. Suspiró. Lo único realmente lindo que ella pensaba tener era su cabellera rojiza. Su hermana siempre le dijo que era lo único en verdad hermoso en ella. Aunque a veces, hasta ella misma le incomodaba, ya que su pelo rojizo no era el tono naranja que se acostumbra, sino un rojo casi pasión. Como la sangre. Siempre lacio y manejable, en estos momentos lo tenía bastante largo, debajo de los omóplatos. Ese día había decidido llevarlo suelto y marcaba un gran contraste con su tez blanca, aunque ella sentía que su piel era demasiado pálida, y esas pecas que se asomaban en sus mejillas no eran tan encantadoras como la gente pensaba. Miró ahora su rostro, ovalado, con sus pómulos altos, tenía una pequeña nariz respingona, cubierta por esas pecas, y unos labios un poco gordos. Se miró y vio sus ojos verdes. Sabía que no eran tan comunes. Mucha gente los admiraba, y siempre les decía “Que hermosos ojos, parecen esmeraldas” o “qué bonito cabello”. Pero ella sabía que lo que querían decir era “Serías más hermosa si bajaras un poco de peso”. Pues lo sentía mucho, pero ella estaba sana, y según su doctor, en lo que él consideraba su peso ideal. Bueno, al menos la había dejado pasar el maître, después de su minuciosa inspección, claro. Eso era avance.
Alex la tomó del codo, y casi adivinando el rumbo de sus pensamientos, le susurró al oído.
― Para mí, estas hermosa.
Nicole le sonrió tímidamente.
― Relájate, esta es nuestra noche ― volvió a decir Alex.
Por el modo en que había dicho la palabra nuestra, Nicole se contuvo en preguntar.
Habían estado saliendo desde hacía tres años, justo después de la boda de su amiga Ariana, aunque el cambio drástico en su “amistad” se había dado apenas un año atrás, cuando habían compartido su primer beso. Nicole lo volvió a mirar.
¿Qué rayos está mal en mí? ¿Por qué no puedo sentir que el cielo se abre y todas esas cosas que leo en los libros?
El primer beso de Alex, Nicole esperó sentir todas esas sensaciones que describían tan detalladamente en sus novelas de romance. Y aunque sólo sintió un leve cosquilleo, ciertamente, no era lo que decían. Pensó que con el tiempo mejoraría. Y había mejorado, pero no tanto como ella había supuesto. Su mente recordó, sin embargo, un simple beso que había hecho que sus más ardientes pensamientos se le vinieran a la cabeza. Un beso, hacía tres años.
“Detente, estás con Alex. Deja a Joe en paz. Alex, Joe. Joe. Alex”.
― ¿Sucede algo? ― Alex miraba fijamente a Nicole
― ¿Perdón? ― Se sonrojó al pensar que Alex le estaba hablando y ella no estuviera prestando atención.
― Te he preguntado que si sucede algo, estabas sacudiendo tu cabeza, como negando algo.
― Ah, no. Nada. Ya sabes, pensando. ― movió las manos, como quitándole valor.
― Como siempre ― dijo Alex con una sonrisa.
El mesero trajo la carta, y ambos pidieron. Nicole se quedó mirando los precios del menú. Abrió los ojos. “Dios, con esto podría comprarme todo el contenido de un carrito de hot dogs”.
El mesero regresó al cabo de unos minutos para tomar su orden, y retirar las cartas, mientras les dejaba sus copas con agua.
― Un poco de vino ― sugirió Alex, más para Nicole que para el mesero.
― Oh, no. Sabes que yo no tomo.
― Es sólo para festejar.
Nicole se tensó. Esas palabras. Las había escuchado mucho tiempo atrás. “Sólo una copa. Es para festejar” Pero Alex no era Scott. Nadie era cómo él. Le dio una sonrisa, y asintió.
― Sólo una.
― Excelente. Por favor, dos vasos de champagne del 89. ― Miró a Nicole ― La mejor cosecha.
― Excelente elección, caballero ― comentó el mesero y se retiró.
Durante toda la cena, estuvieron hablando sobre la familia, los bebés de sus amigas, Paul y su seguimiento de control, pues Alex había sido el doctor a cargo de la operación, y sus trabajos. Un año atrás, Nicole había se había recibido de enfermera, y acababa de terminar su estancia de servicio en el área de pediatría y obstetricia del hospital donde Alex trabajaba. Se sentía realizada, y todo gracias a Paul. Le debía tantas cosas a él.
― Nicole, estás otra vez perdida
― Lo siento ― se sonrojó. Ese día estaba más distraída que de costumbre.
Alex se había acercado en algún momento, porque nunca lo vio llegar, y ahora estaba sentado a su lado, muy cerca y no al frente de ella.
― Te decía que hace cinco años que te conozco. Primero fue como tu profesor.
Después como tu amigo, y este último, bueno, como algo más espero.
Oh, mierda. Nicole se quedó de piedra, la plática iba por mal rumbo. “Hay Dios, no, por favor, no” rogaba, mientras que otra voz decía “¿Qué te esperabas? Le has estado dando alas todo este tiempo. El pobre en verdad no se lo merece”. Alex prosiguió con su discurso, tomando la mano de Nicole, acariciándola suavemente. ¡No, no, NO!
―… y además me pareces la mujer más cálida, hermosa y bella del mundo.
Nicole quería decir algo como “Detente”, pero su cerebro no reaccionaba. Alex se le estaba declarando Ahí, en ese momento. Sacó una pequeña caja de terciopelo rojo. Y la abrió. ¡Oh mi dios! Una sortija hermosa estaba incrustada dentro de la caja. Era hermoso, deslumbrante. Perfecto. Pero no para ella.
― Yo… yo… ― tartamudeó inútilmente.
― Déjame acabar. Solo una frase más.
¡Dios, un milagro, por favor!
― Nicole Adams, ― levantó su mano, y mientras deslazaba el anillo en su dedo anular, hizo la pregunta ― ¿me harías el honor de convertirte en mi esposa?
Lo había dicho, Alex respiró otra vez. Por fin lo había soltado, se había pasado media cena pensando en el momento oportuno. Ahora sólo tenía que esperar la respuesta. Sabía que la estaba presionando, pero no se estaba haciendo joven. Y Nicole era una buena opción para la idea que él tenía de esposa. Quizás no había mencionado amor, pero bueno, podría surgir, con el tiempo.
Nicole sabía que su cara de shock no era lo que esperaba Alex, pero no podía moverse, pensar, decir nada. Era una estatua viviente. Tenía que dar una respuesta, algo.
Y el milagro sucedió.
― Maldición ― exclamó Alex mientras sacaba su busca del pantalón.
¡Gracias Dios! ¡GRACIAS! ¿Aunque, no podría haber sido diez segundos antes?
― ¿Sucede algo malo, Alex?
― Tengo una 911 del hospital. ― susurró mientras con un gesto hablaba al mesero, y después de pedir la cuenta, la miró ― En verdad es una emergencia Nicole. Tengo que ir. Te paso a dejar a tu casa.
― No, no te preocupes ― se apresuró a contestar ― tomaré un taxi.
― Odio que tomes uno, pero en verdad tengo que ir.
Pagó y después de cerciorarse de que Nicole estaba en un taxi, le pidió que le llamara al llegar a casa, le dio un fugaz beso y se despidieron.
Alex ni siquiera observó a Nicole irse, sino que se apresuró a entrar en su carro, y manejar rumbo al hospital. Durante el trayecto cayó en cuanta de algo.
― ¡Maldición, no me dijo nada!
De todas las noches de su vida, precisamente, esa noche, tenía que sonar su busca. Y en ese justo momento. Alex maldijo por lo bajo. Se estacionó y entró rápidamente. En el busca habían puesto “S.A.M-911”. Cada segundo contaba.
BN AKI LES DEJO EL PRIMER CAP! ESPERO KE LES GZTE!! :)
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
ESTE CAP TE LO DEDICO A TI LAU GRACIAS X COMNTAR! ;)
Capítulo 2
Complot
Complot
Nicole iba sumida en sus pensamientos. No sabía qué hacer. Se sentía contrariada. Alex era tan encantador, pero ella no quería casarse sin amor. Quizás fuera una tonta al pedir tiempo, y debería de estar agradecida de que un hombre como él, se fijara en ella, pero necesitaba tiempo. Tan absorta estaba, que no se dio cuenta que habían llegado a casa. Ella se bajó agradeciendo, y le sonrió al ver que no se movía.
― El caballero me dio una propina ― contestó el conductor, encogiéndose de hombros
― Por esperar hasta que esté dentro de su casa. Y por lo visto, creo que la esperan.
Nicole miró, y vio las luces prendidas. Era extraño. Sonrió al taxista, y abrió tanto la reja, como la puerta, y ya desde el umbral de la casa, le dio un saludo al conductor y entró. Paul nunca la esperaba cuando salía con Alex, aunque ella había regresado temprano. Cuando se acercó a la sala, el eco de unas voces conocidas llegó hasta ella.
¿Qué harían Ariana y Elizabeth en su casa?
Se acercó y vio a sus mejores amigas, paradas en la cocina. Ariana era la hija mayor de Paul, y aunque habían estado separados muchos años debido a malos entendidos pero desde la boda de Ariana, tres años atrás, se habían vuelto muy unidos. No cabía la menor duda de que era hija de Paul, de los tres hijos, ella era la que más se parecía a Paul. Con su larga cabellera negra, y sus ojos azules y su tez blanquecina, era una Jonas de los pies a la cabeza. Aunque ahora era O’Connor. Se le hacía raro verla ahí, ya que ella y toda su familia vivían en San Francisco. Si bien la conocía de poco tiempo, habían entablado una gran amistad, y ella junto al otro hermano de Ariana, eran padrinos de Allison Janet O’Connor, su hermosa bebé quien próximamente cumpliría tres años. Y ahora estaba embarazada por segunda vez, y la excusa que había puesto Ariana ante el comentario de Elizabeth sobre la sobrepoblación mundial había sido que estaba recuperando el tiempo perdido.
Elizabeth, por el contrario, tenía años de conocerla. Era una rubia descomunal. Alta, de ojos casi dorados, era una belleza despampanante. No había duda de porque Richard se había enamorado de ella. Desde que se había mudado a la casa de Paul estaba felizmente enamorada de su hijo menor, Richard. Vivian cerca de la casa de él, junto con su pequeño ángel, Mary Ann.
Se acercó para escuchar que tanto hablaban. Aunque al parecer, ellas llevaban la conversación, entre gritos. Ariana, que estaba con su prominente panza de embarazada de siete meses y caminaba de un lado a otro con su andar de pato.
― Es un tonto testarudo ― gritó Ariana, moviendo la mano.
― Es mayorcito, puede cuidarse solo ― contraatacó Paul.
― Casi se mata, papá. ― gimió Ariana, girando para quedar frente a él.
― Casi ― recalcó Paul ― Está vivo.
― Alguien tiene que cuidarlo pero el muy cabezota no quiere a nadie. ― Dijo Eli, entrando en la conversación.
Nicole frunció el ceño. ¿Qué habría pasado? Un accidente, pero la pregunta era ¿quién?
― ¿Qué ha pasado? ― preguntó Nicole, revelando su presencia en la habitación. Se acercó hacia ellas. Pero no caminó mucho, ya que ambas se abalanzaron sobre ella.
― Nikky, tienes que ayudarnos ― exigió Ariana.
― Tú eres nuestra salvación. ― suspiró Eli.
― ¿Chicas, qué tienen? ― preguntó rápidamente.
― No nos hace caso ― Ariana la soltó y empezó a caminar alrededor de la estancia.
Miró a Paul, pero este sólo alzó los hombros y un gesto con las manos, como restándole importancia ― Es un testarudo, le hemos dicho que esas cosas no se hacen. Y mira con que nos paga, ¿Qué nos importa? ― dijo Ariana mientras imitaba una voz, y un gesto, así como cierto acento. Nicole sintió que el alma se le iba del cuerpo. Ariana se giró a ella y gritó ― ¡¡¿Qué nos importa?!!
― Estás…
― Es Joe ― Elizabeth le confirmó sus más temidas sospechas.
― ¿Qué le paso? ― Nicole exigía saberlo.
― Nada salvo que es un cabezota. ― dijo Paul ― Mi hijo es en verdad testarudo como una mula.
― Un cabezota con una costillas rotas y una pierna enyesada. Así como otras lesiones más ― Ariana se paró enfrente de ella, con la mano en la cadera.
― ¿Pero, como? ― Necesitaba saber más.
― Tratando de domar a un caballo. En el rancho.
― ¡¡¿QUEEE?!! ― Su grito hizo que todos la miraran ― ¡¡Está loco!!
― Con razón me caes tan bien Nikky ― le dijo Elizabeth mientras palmeaba su espalda.
― Si, a mí también. ― Ariana suspiró y después de tocarse su abultado vientre habló ― Al parecer era uno salvaje, y al chico se le hizo algo emocionante tratar de domarlo. La cuestión es que el animal no se dejó, lanzando a Joe millas a lo lejos. Y ahora mira.
― Exageras, princesa ― Paul estaba tratando de hacerla que se sentara, pero cada vez que lo hacía se paraba de un brinco, para gritar lo tonto que era su hermano.
― Papá, es la verdad. Dado el tamaño de sus heridas, así es.
― Bueno, si tú lo dices…
― Y queremos que alguien lo cuide ― continuó Ariana.
Oh, oh.
― Tú. ― dijo Eli.
Nicole se lo quería tomar a broma, pero dada la cara de seriedad de las dos, optó por no reírse. Se señaló a si misma con la mano.
― ¿Yo? Deben de estar…
Pero el gritó de Elizabeth, la exclamación de Ariana y la cara de asombro de Paul no dejaron terminar lo que iba a decir. ¿Qué les pasa?, pensó. Entonces vio que se había señalado, con la mano equivocada. Estúpido anillo. ¿Por qué no me lo quité antes? Elizabeth se acercó a ella, y la tomó de la mano, acariciando la piedra.
― ¿Tenemos algo que festejar? ― preguntó mirándola directamente a los ojos.
― ¡Oh no! ¡No! ― se apresuró a contestar ― No, es sólo que…
― ¡Te lo ha propuesto! ¡Oh cielos! ― Ariana se había sentado… por fin.
Paul no decía nada. Entonces se paró y la abrazó fuertemente. Y ahí fue cuando Nicole pensó ¡Suficiente!
― ¡Esperen! ¡Cálmense! ¡Detenga sus cerebros! No he dicho nada. Sí, Alex se me acaba de proponer, pero no le he dado la respuesta.
― Pero tienes el anillo ― señaló Elizabeth.
Acto seguido, Nicole tomó su mano, y sacó el objeto de discusión y lo colocó en la mesa.
― Haré la versión resumida. El me lo propuso. Yo no di respuesta.
― Eso sí que es resumido ― exclamó Eli. Nicole le tiró una mirada asesina, pero sabía que no le haría nada. Elizabeth Jonas no tenía miedo a nada. Miró a todos, y quiso aclarar las cosas.
― Surgió una emergencia, y Alex tuvo que ir al hospital, pero no hay respuesta.
Además, creo que necesito tiempo. Para pensarlo ― dudó por un segundo que decir. No sabía cómo expresarlo, jugó con sus manos, un gesto que hacía siempre que estaba nerviosa, y después tomó su cadena y jugó con ella. Su voz dejaba ver lo nerviosa que estaba ― Es sólo que…
Ariana y Elizabeth se miraron. Elizabeth se adelantó, y la tomó por el codo.
― Si, cariño, te entiendo. Entonces esto es ideal. Necesitas tiempo y cuidar a Joe te lo dará. Además, acabas de terminar la estancia social en el hospital. Estas libre. Es casi una señal.
― Yo no creo en señales ― señaló lo evidente Nicole.
― Bueno, lo que sea. Te puedes tomar un descanso. Este es el momento oportuno.
Además, el tonto de mi cuñado, no quiere a nadie cerca. Sólo a la familia, eso dijo. Y bueno, eso tiene remedio ― la señaló como cuando señalan un gran premio ― Tú eres de la familia.
― Están locas, él y yo…
― Por favor, Nikky, ― Ariana se acercó. Su tono de voz bajó una octava, y ahora estaba sonando suave y melódica ― Por favor, mi salud depende de ello. Si algo le pasara a Joe no podría soportarlo. Mi embarazo depende de saber que las personas que amo estén bien.
Nicole miró a Paul, pero este no hizo ningún gesto de hacerle ver que tenía que ir. A Elizabeth le brillaban los ojos, esperando su respuesta. Y Ariana. Bueno, Ariana era Ariana. Suspiró derrotada.
― Acepto.
Después no supo que pasó. Ariana y Eli se pusieron a parlotear acerca del viaje, y su ropa. El clima era todo lo opuesto a Chicago, había dicho Eli. Así que tenía que ir preparada. Según ellas se encargarían de tener todo listo. Eso sí, había insistido en ir en su propio carro. Ellas estaban reacias a dejarla ir en esa “chatarra”, pero ella amaba su camioneta. Había sido una ganga cuando la había comprado. Una Blazer de cinco años, pero bien cuidada. Así que esa había sido su condición.
― ¿Lo toman o lo dejan? ― había preguntado con voz de ultimátum.
― Lo tomamos ― sonrieron de oreja a oreja ambas mujeres, que casi pudieron pasar por hermanas gemelas.
De camino a casa, Elizabeth había ayudado a su cuñada a subir, y después de miles de quejas de Paul por llevarlas, habían partido. Se volteó a ver a Ariana. Estaba feliz, y radiante.
― ¿Tu embarazo pende de un hilo? Eso fue cruel.
― Oye, claro que mi embarazo pende de un hilo. ― Y después agregó con una sonrisa pícara ― Si David no tiene las manos quietas, no sé qué haré.
Eli alzó los ojos al cielo.
― Dios, mujer, estás embarazada.
― ¿Y eso qué? ― dijo con aire de indignidad ― ¿Crees que los encontremos vivos?
Elizabeth supo que se refería a sus maridos, que les habían tocado hacer de niñeros por esa noche. Sonrió.
― Si Mary Ann y Allie están despiertas, lo dudo mucho. Si de por sí, solas son unos diablillos. Juntas. ¡Ufff! ¿Yo no sé cómo lo vas a hacer con dos? ¡Yo con una estoy agitada!
Se rieron a carcajadas por un rato, y después de tranquilizarse, Eli miró a Ari con gesto de seriedad. Ariana frunció el ceño.
― ¿Qué?
― ¿No crees que hayamos forzado mucho las cosas?
Ariana palmeó su pierna, y después reposó su mano en su vientre.
― Para nada. Esos dos han tenido demasiado tiempo. Tienen que aprender a resolver sus diferencias. Aunque no sé qué pasó para que se odien tanto. Y lo que es más, Alex ya se nos adelantó. Sin embargo, es mi sexto sentido que me dice que ella tiene que ir.
Lo demás depende de ellos. Nicole merece tanto ser feliz.
― Tú sabes algo que yo no sé ― Afirmó Eli. No era una pregunta.
― Sí, y así se quedará Eli. Esto no puedo compartirlo con nadie. Al menos, no ahora. No es mi secreto.
Elizabeth asintió. No quería presionar más las cosas.
― Esta bien. Pero insisto, acerca de si no estamos obligando las cosas.
― Cariño, esos dos tenían que poner sus diferencias en claro, y quien sabe… ― Alzó sus cejas, dejando el resto de su oración al aire.
― Eres incorregible.
― Bueno, solo le hemos dado una ayudadita al destino.
Elizabeth suspiró.
― Sólo espero no haberlo tentado demasiado.
― El caballero me dio una propina ― contestó el conductor, encogiéndose de hombros
― Por esperar hasta que esté dentro de su casa. Y por lo visto, creo que la esperan.
Nicole miró, y vio las luces prendidas. Era extraño. Sonrió al taxista, y abrió tanto la reja, como la puerta, y ya desde el umbral de la casa, le dio un saludo al conductor y entró. Paul nunca la esperaba cuando salía con Alex, aunque ella había regresado temprano. Cuando se acercó a la sala, el eco de unas voces conocidas llegó hasta ella.
¿Qué harían Ariana y Elizabeth en su casa?
Se acercó y vio a sus mejores amigas, paradas en la cocina. Ariana era la hija mayor de Paul, y aunque habían estado separados muchos años debido a malos entendidos pero desde la boda de Ariana, tres años atrás, se habían vuelto muy unidos. No cabía la menor duda de que era hija de Paul, de los tres hijos, ella era la que más se parecía a Paul. Con su larga cabellera negra, y sus ojos azules y su tez blanquecina, era una Jonas de los pies a la cabeza. Aunque ahora era O’Connor. Se le hacía raro verla ahí, ya que ella y toda su familia vivían en San Francisco. Si bien la conocía de poco tiempo, habían entablado una gran amistad, y ella junto al otro hermano de Ariana, eran padrinos de Allison Janet O’Connor, su hermosa bebé quien próximamente cumpliría tres años. Y ahora estaba embarazada por segunda vez, y la excusa que había puesto Ariana ante el comentario de Elizabeth sobre la sobrepoblación mundial había sido que estaba recuperando el tiempo perdido.
Elizabeth, por el contrario, tenía años de conocerla. Era una rubia descomunal. Alta, de ojos casi dorados, era una belleza despampanante. No había duda de porque Richard se había enamorado de ella. Desde que se había mudado a la casa de Paul estaba felizmente enamorada de su hijo menor, Richard. Vivian cerca de la casa de él, junto con su pequeño ángel, Mary Ann.
Se acercó para escuchar que tanto hablaban. Aunque al parecer, ellas llevaban la conversación, entre gritos. Ariana, que estaba con su prominente panza de embarazada de siete meses y caminaba de un lado a otro con su andar de pato.
― Es un tonto testarudo ― gritó Ariana, moviendo la mano.
― Es mayorcito, puede cuidarse solo ― contraatacó Paul.
― Casi se mata, papá. ― gimió Ariana, girando para quedar frente a él.
― Casi ― recalcó Paul ― Está vivo.
― Alguien tiene que cuidarlo pero el muy cabezota no quiere a nadie. ― Dijo Eli, entrando en la conversación.
Nicole frunció el ceño. ¿Qué habría pasado? Un accidente, pero la pregunta era ¿quién?
― ¿Qué ha pasado? ― preguntó Nicole, revelando su presencia en la habitación. Se acercó hacia ellas. Pero no caminó mucho, ya que ambas se abalanzaron sobre ella.
― Nikky, tienes que ayudarnos ― exigió Ariana.
― Tú eres nuestra salvación. ― suspiró Eli.
― ¿Chicas, qué tienen? ― preguntó rápidamente.
― No nos hace caso ― Ariana la soltó y empezó a caminar alrededor de la estancia.
Miró a Paul, pero este sólo alzó los hombros y un gesto con las manos, como restándole importancia ― Es un testarudo, le hemos dicho que esas cosas no se hacen. Y mira con que nos paga, ¿Qué nos importa? ― dijo Ariana mientras imitaba una voz, y un gesto, así como cierto acento. Nicole sintió que el alma se le iba del cuerpo. Ariana se giró a ella y gritó ― ¡¡¿Qué nos importa?!!
― Estás…
― Es Joe ― Elizabeth le confirmó sus más temidas sospechas.
― ¿Qué le paso? ― Nicole exigía saberlo.
― Nada salvo que es un cabezota. ― dijo Paul ― Mi hijo es en verdad testarudo como una mula.
― Un cabezota con una costillas rotas y una pierna enyesada. Así como otras lesiones más ― Ariana se paró enfrente de ella, con la mano en la cadera.
― ¿Pero, como? ― Necesitaba saber más.
― Tratando de domar a un caballo. En el rancho.
― ¡¡¿QUEEE?!! ― Su grito hizo que todos la miraran ― ¡¡Está loco!!
― Con razón me caes tan bien Nikky ― le dijo Elizabeth mientras palmeaba su espalda.
― Si, a mí también. ― Ariana suspiró y después de tocarse su abultado vientre habló ― Al parecer era uno salvaje, y al chico se le hizo algo emocionante tratar de domarlo. La cuestión es que el animal no se dejó, lanzando a Joe millas a lo lejos. Y ahora mira.
― Exageras, princesa ― Paul estaba tratando de hacerla que se sentara, pero cada vez que lo hacía se paraba de un brinco, para gritar lo tonto que era su hermano.
― Papá, es la verdad. Dado el tamaño de sus heridas, así es.
― Bueno, si tú lo dices…
― Y queremos que alguien lo cuide ― continuó Ariana.
Oh, oh.
― Tú. ― dijo Eli.
Nicole se lo quería tomar a broma, pero dada la cara de seriedad de las dos, optó por no reírse. Se señaló a si misma con la mano.
― ¿Yo? Deben de estar…
Pero el gritó de Elizabeth, la exclamación de Ariana y la cara de asombro de Paul no dejaron terminar lo que iba a decir. ¿Qué les pasa?, pensó. Entonces vio que se había señalado, con la mano equivocada. Estúpido anillo. ¿Por qué no me lo quité antes? Elizabeth se acercó a ella, y la tomó de la mano, acariciando la piedra.
― ¿Tenemos algo que festejar? ― preguntó mirándola directamente a los ojos.
― ¡Oh no! ¡No! ― se apresuró a contestar ― No, es sólo que…
― ¡Te lo ha propuesto! ¡Oh cielos! ― Ariana se había sentado… por fin.
Paul no decía nada. Entonces se paró y la abrazó fuertemente. Y ahí fue cuando Nicole pensó ¡Suficiente!
― ¡Esperen! ¡Cálmense! ¡Detenga sus cerebros! No he dicho nada. Sí, Alex se me acaba de proponer, pero no le he dado la respuesta.
― Pero tienes el anillo ― señaló Elizabeth.
Acto seguido, Nicole tomó su mano, y sacó el objeto de discusión y lo colocó en la mesa.
― Haré la versión resumida. El me lo propuso. Yo no di respuesta.
― Eso sí que es resumido ― exclamó Eli. Nicole le tiró una mirada asesina, pero sabía que no le haría nada. Elizabeth Jonas no tenía miedo a nada. Miró a todos, y quiso aclarar las cosas.
― Surgió una emergencia, y Alex tuvo que ir al hospital, pero no hay respuesta.
Además, creo que necesito tiempo. Para pensarlo ― dudó por un segundo que decir. No sabía cómo expresarlo, jugó con sus manos, un gesto que hacía siempre que estaba nerviosa, y después tomó su cadena y jugó con ella. Su voz dejaba ver lo nerviosa que estaba ― Es sólo que…
Ariana y Elizabeth se miraron. Elizabeth se adelantó, y la tomó por el codo.
― Si, cariño, te entiendo. Entonces esto es ideal. Necesitas tiempo y cuidar a Joe te lo dará. Además, acabas de terminar la estancia social en el hospital. Estas libre. Es casi una señal.
― Yo no creo en señales ― señaló lo evidente Nicole.
― Bueno, lo que sea. Te puedes tomar un descanso. Este es el momento oportuno.
Además, el tonto de mi cuñado, no quiere a nadie cerca. Sólo a la familia, eso dijo. Y bueno, eso tiene remedio ― la señaló como cuando señalan un gran premio ― Tú eres de la familia.
― Están locas, él y yo…
― Por favor, Nikky, ― Ariana se acercó. Su tono de voz bajó una octava, y ahora estaba sonando suave y melódica ― Por favor, mi salud depende de ello. Si algo le pasara a Joe no podría soportarlo. Mi embarazo depende de saber que las personas que amo estén bien.
Nicole miró a Paul, pero este no hizo ningún gesto de hacerle ver que tenía que ir. A Elizabeth le brillaban los ojos, esperando su respuesta. Y Ariana. Bueno, Ariana era Ariana. Suspiró derrotada.
― Acepto.
Después no supo que pasó. Ariana y Eli se pusieron a parlotear acerca del viaje, y su ropa. El clima era todo lo opuesto a Chicago, había dicho Eli. Así que tenía que ir preparada. Según ellas se encargarían de tener todo listo. Eso sí, había insistido en ir en su propio carro. Ellas estaban reacias a dejarla ir en esa “chatarra”, pero ella amaba su camioneta. Había sido una ganga cuando la había comprado. Una Blazer de cinco años, pero bien cuidada. Así que esa había sido su condición.
― ¿Lo toman o lo dejan? ― había preguntado con voz de ultimátum.
― Lo tomamos ― sonrieron de oreja a oreja ambas mujeres, que casi pudieron pasar por hermanas gemelas.
* * * * * * * * * * * * * * * * * *
De camino a casa, Elizabeth había ayudado a su cuñada a subir, y después de miles de quejas de Paul por llevarlas, habían partido. Se volteó a ver a Ariana. Estaba feliz, y radiante.
― ¿Tu embarazo pende de un hilo? Eso fue cruel.
― Oye, claro que mi embarazo pende de un hilo. ― Y después agregó con una sonrisa pícara ― Si David no tiene las manos quietas, no sé qué haré.
Eli alzó los ojos al cielo.
― Dios, mujer, estás embarazada.
― ¿Y eso qué? ― dijo con aire de indignidad ― ¿Crees que los encontremos vivos?
Elizabeth supo que se refería a sus maridos, que les habían tocado hacer de niñeros por esa noche. Sonrió.
― Si Mary Ann y Allie están despiertas, lo dudo mucho. Si de por sí, solas son unos diablillos. Juntas. ¡Ufff! ¿Yo no sé cómo lo vas a hacer con dos? ¡Yo con una estoy agitada!
Se rieron a carcajadas por un rato, y después de tranquilizarse, Eli miró a Ari con gesto de seriedad. Ariana frunció el ceño.
― ¿Qué?
― ¿No crees que hayamos forzado mucho las cosas?
Ariana palmeó su pierna, y después reposó su mano en su vientre.
― Para nada. Esos dos han tenido demasiado tiempo. Tienen que aprender a resolver sus diferencias. Aunque no sé qué pasó para que se odien tanto. Y lo que es más, Alex ya se nos adelantó. Sin embargo, es mi sexto sentido que me dice que ella tiene que ir.
Lo demás depende de ellos. Nicole merece tanto ser feliz.
― Tú sabes algo que yo no sé ― Afirmó Eli. No era una pregunta.
― Sí, y así se quedará Eli. Esto no puedo compartirlo con nadie. Al menos, no ahora. No es mi secreto.
Elizabeth asintió. No quería presionar más las cosas.
― Esta bien. Pero insisto, acerca de si no estamos obligando las cosas.
― Cariño, esos dos tenían que poner sus diferencias en claro, y quien sabe… ― Alzó sus cejas, dejando el resto de su oración al aire.
― Eres incorregible.
― Bueno, solo le hemos dado una ayudadita al destino.
Elizabeth suspiró.
― Sólo espero no haberlo tentado demasiado.
yamii_jjonatikacrazy!!
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
OMG!!!!
Siguelaaaaaaaaaa esta muy buena!!
ya quiero el encuentro!! entre Joe y Nikki :D!!
y Eli con Ariana tiene todo un plan jaajja!
Siguelaaaaaaaaaa esta muy buena!!
ya quiero el encuentro!! entre Joe y Nikki :D!!
y Eli con Ariana tiene todo un plan jaajja!
Pepaa
Re: "Domar al alma salvaje" (Joe y Nikky)
GRACIAS Pepaa :) por pasarte por la nove! :D
Capítulo 3
Recuerdos
Recuerdos
Nicole le dio las buenas noches a Paul, y entró en su habitación. Se recostó unos momentos en la puerta, jugando con el magnífico anillo y se perdió unos segundos en sus pensamientos.
Una parte de ella había aceptado la proposición de Ariana y Elizabeth porque eso le ofrecía la salida para la propuesta de Alex. Era una cobarde, lo sabía, pero no estaba preparada para ello. ¿Segura? La voz de la conciencia le habló. Cerró la puerta, se dejó caer sobre la cama y agarró una almohada.
― ¡Esta bien! ¡Está bien! También lo quiero ver ― gritó
Se giró para quedar boca arriba, con los ojos cerrados.
Y los recuerdos la inundaron como una gran marea, no había escapatoria. Solo dejarlos fluir.
Joseph Jonas la había flechado desde la primera vez que lo había visto en casa de su padre. Con tan sólo dieciocho años, Nicole se enamoró por segunda vez, aunque repasando, fue en realidad, por primera vez. Recordar a Scott Palmer era doloroso.
Todo un episodio que quisiera borrar de su mente. Había sido el mayor error de su vida, y precisamente por eso, había guardado en un lugar muy profundo sus sentimientos hacia Joe.
Además, las cosas con Joe no habían ido como lo había esperado. Por dos cosas. Había pensado tontamente que presentarse con Joe iba a ser lo mismo que con Ricky, pero no había estado preparada para el temblor que todo su cuerpo había sentido con tan solo estrechar su mano. Pero Joe no era Ricky. Y ahí estaba la segunda cosa. Mientras que Richard estaba feliz con su presencia, y la hacía sentir bienvenida, Joseph Jonas le había dejado bien claro desde el primer momento su opinión sobre ella. Y no había dejado pasar demasiado tiempo para haber dejado su punto aún más claro.
Nicole se giró sobre la cama, para colocarse de lado, tomando una almohada, y ponerla debajo de su pecho, y acomodarse. El revoleteo que sintió en su estómago hizo apretar con fuerza el cojín. Siempre que recordaba aquella discusión con Joe sentía un dolor indescriptible, como un enorme vacío, y a la vez, miles de sensaciones por todo su cuerpo. Le había dicho cosas tan hirientes, y la había sumido en una fuerte depresión.
Pero no se había dejado vencer. Después él había venido a pedirle disculpas, pero ya era demasiado tarde. Desde entonces, siempre lo trataba como él le había pedido. Con suma cortesía.
― ¡Idiota! ― gimió Nicole. Y se tapó el rostro con la almohadilla.
Sin embargo, cuando Paul había caído enfermo, y durante la operación mayor, ella sólo había encontrado consuelo con Joe.
Primero había ido a casa de Elizabeth y Richard, para hablar con Ariana y le había dejado aquel sobre que había aclarado tantas cosas entre toda la familia Jonas para después haber salido corriendo hecha un mar de lágrimas, pues había recordado aquél episodio que había guardado para sí, pero que por amor a Paul había compartido con Ariana, para hacerle ver cosas de su padre que ignoraba por completo. Sin embargo, recordarlo le había abierto una vieja herida que jamás había cerrado por completo. Joe la había interceptado en la entrada de la casa, y habían discutido, como siempre. Había llegado a casa, para encontrarla en un silencio sepulcral. Y de repente tuvo esa sensación, algo que le dijo que fuera a ver a Paul. Subió corriendo las escaleras, y había entrado en su habitación, para encontrarlo mortalmente pálido y desfallecido. Llamó al 911 y pidió una ambulancia. Mientras estos llegaban, ella aplicó masajes a su corazón.
Colocó su mano derecha sobre su clavícula. Siempre que recordaba esos momentos, todo su cuerpo se retorcía. Era algo doloroso, que siempre llevaría en su corazón.
Había estado a punto de fallarle al hombre que le había ayudado y tendido una mano cuando nadie más lo había hecho.
Una pequeña lágrima se deslizó.
Durante el trayecto al hospital en la ambulancia, había llamado a Alex, quien al llegar al hospital, ya lo estaban esperando. Mientras atendían a Paul, ella había hablado a casa de Eli. Y sólo le tocó esperar. Cada segundo, cada minuto y su cabeza había trabaja sin parar, pensando en aquél momento, en lo que habría hecho si a Paul le hubiese pasado algo. Eli, Richard, Ariana, David y Joe había llegado y esa vez, había dejado caer sus barreras. Solo una vez, había pensado, y se refugió en sus brazos.
Había gritado que había sido su culpa el que Paul estuviera hospitalizado, pero Joe la había tomado de los hombros y le había gritado que no dijera eso.
“― Nadie te está echando la culpa de nada, Nikky. Pasó en el momento menos oportuno, pero tú estuviste ahí, y ahora lo están tratando de salvar, gracias a que tú actuaste rápidamente.”
Se había sentido consolada. Inmensamente. Pero había dudado poco, debido a la aparición de Alex. Joe había regresado a su vieja actitud y ella se había puesto a la defensiva otra vez. Tantas cosas habían pasado en ese día. Muchos favores. Se empezó a reír. Para empezar, le había pedido a Alex que cuidara a Paul, y que les permitiese pasar en horas fuera de visita. Aquel favor con Alex, le había costado la cena que lo comenzó todo. Desde aquella vez, había cenado con él al menos una vez por semana, y al cabo de un año, estaban saliendo a pasear, al teatro, a caminar por la playa. En fin.
Después, en ese mismo día, Ariana le había pedido que le transmitiera un mensaje a Paul que ya se había estabilizado, pero que se había negado a recibirla y en cambio, había pedido hablar primero con Nicole. Otra lágrima brotó, y fue corriéndose por el perfil de sus ojos. Había tratado de mostrarse fuerte, pero al verlo postrado en ese cama, tan blanco como las sabanas mismas, no había podido aguantarlo, y se había puesto a llorar. Arreglando las cosas, Paul había mandado a hablar a Ariana, y al fin todo se había arreglado. Pero ahí no acababa la crónica de ese día, recordó. David le había pedido matrimonio a Ariana, y ella había dicho que sí. Y el momento cumbre del día, había sido que Elizabeth se había puesto de parto, y aquella misma noche, había nacido Mary Ann Jonas.
¿Y lo que pasó después?
― ¡Maldita conciencia, lárgate! ¡Esfúmate! ¡Shuu! ― gimió poniéndose la almohada sobre su rostro. La voz de la conciencia, a veces era un grano en el trasero.
Pero tenía razón. Lo que hacía inolvidable ese día, había sido que había recibido el primer beso de Joe. Paul había insistido en que ella durmiese en casa de Ricky, y a regañadientes y con Margot encima, había tenido que acceder.
A la mañana siguiente, había despertado temprano y se había arreglado un poco para irse a su casa y cambiarse. Pero más que nada, para no encontrarse a Joe. Pero había fallado. Porque no sólo se había encontrado despierto, sino prácticamente desnudo.
Cerró los ojos y se perdió en su mente.
― ¿Y a dónde vas pequeña Nikky?
― ¿Qué pretendes con darme un susto así? ― Se tapó la boca, para no soltar un grito. Después se colocó una mano sobre el corazón.
― Yo no pretendía nada. Sólo te pregunte que hacía donde ibas –se acercó a ella, pero con cada paso que él daba, ella retrocedía uno.
― Aléjate.
― ¿De qué tienes miedo? No muerdo –una sonrisa lobuna apareció en el rostro de Joe.
― Sí, eso le dijo el lobo a Caperucita Roja, y ve cómo acabó –dijo Nicole.
Pero el espacio se le acabó a Nicole, quedando acorralada. Joe colocó sus manos a un costado de su rostro, y se acercó a ella.
― Repito, ¿A dónde ibas?
― Pues voy a casa. Me quedé, como tu padre quiso, y ahora me voy.
― Tú no te vas a ningún lado –dijo seriamente Joe.
― Yo no tengo porque pedirte permiso para nada.
― Sólo digo gentilmente que tú no te vas a ningún lado.
Nicole bufó.
― Si, que gentil lo pides –dijo sarcásticamente.
― Puedo pedirlo más gentil, ― acercó su rostro hasta el de ella ― ¿Te gustaría?
― Aléjate. –Aunque su yo interior le decía que se acercará más, un poco más. Un beso, pensó Nicole, Sólo uno. Su mirada estaba posada en los labios de Joe. Y en su esplendoroso cuerpo, que estaba bien trabajado. Un amplio pecho, que Nicole estaba viendo por completo. Era como un imán, no podía apartar la mirada de él.
― ¿En verdad quieres que me aleje?
― Yo… yo… ― pero no podía decir nada más.
― Yo creo que esto es lo que quieres.
Y muy suavemente, tomó posesión de esos labios carnosos. Fueron simplemente ligeros besos, que conforme iba degustando cada uno, el ansia iba en aumento. Nicole abrió la boca, buscando más, necesitando más. Era como una droga, necesitaba más. Pasó una mano por los cabellos de Joe, acercándolo hacia él. Sus lenguas danzaron al unísono, y Nicole sintió que sus piernas estaban a punto de fallarles.
― ¡Dios Nicole! –Susurró entre besos ― Cuan equivocado estaba. ¿Cómo pude decir que eras fría?
Y Nicole abrió los ojos súbitamente, al mismo tiempo, que los recuerdos atosigaban su mente. ¿Qué estaba haciendo? Empujó a Joe fuertemente y salió de sus garras.
― Nicole…
― No, calla –Alzó la mano, y se alejó de él.
― Nic…
― ¡He dicho que calles! –Gritó, sin importarle que Ariana o David la oyesen ― ¿Qué no soy fría, eh? Pues no, no lo soy, pero contigo, lo seré. Gracias por recordármelo.
― ¿Qué te pasa?― demandó Joe. ¿Qué rayos había hecho para que se pusiera así?
― Nada. –Se dirigió hacia la puerta, pero Joe la tomó del brazo ― Suéltame
― No hasta que me digas que te pasa
― He dicho que me sueltes. –Y luchando contra él, logro librarse.
― Vas a regresar. Mi padre dio órdenes de que te quedaras con nosotros. Y si no haces por nosotros hazlo por él.
Nicole bajo la mirada, escondiéndola de Joe.
― Voy a la casa a cambiarme, y luego regresaré.
― ¿Te llevo? –preguntó Joe.
Abrió los ojos. Un recuerdo agridulce.
Su beso había sido tan hermoso, había sido dulce, suave, pero sus palabras habían roto el encanto por completo.
Se levantó de la cama, y se fue hacia el clóset, prendió la pequeña lámpara, y sacó las maletas. En el último segundo, algo la detuvo para apagar la luz. Una caja rosada de raso, y sonrió al recordar que contenía. La sacó de su estancia y se fue con ella hacia su cama, y la abrió lentamente. El ramo de novias de Ariana brillaba dentro. Las hermosas flores blancas y toda esa naturaleza verde, aunque desgastada por el tiempo, aún conservaba su porte y deslumbrante belleza. El destino había jugado una mala carta con ella en esa ocasión. Primero, con aquél ramo cayendo en sus manos. Y después, darle alas para después ver la realidad, no estaba preparada para el matrimonio.
Miró el anillo de Alex y suspiró.
― ¡Oh, Alex! Si tan sólo estuviera segura de que el tiempo me daría la respuesta que tú esperas…
Una parte de ella había aceptado la proposición de Ariana y Elizabeth porque eso le ofrecía la salida para la propuesta de Alex. Era una cobarde, lo sabía, pero no estaba preparada para ello. ¿Segura? La voz de la conciencia le habló. Cerró la puerta, se dejó caer sobre la cama y agarró una almohada.
― ¡Esta bien! ¡Está bien! También lo quiero ver ― gritó
Se giró para quedar boca arriba, con los ojos cerrados.
Y los recuerdos la inundaron como una gran marea, no había escapatoria. Solo dejarlos fluir.
Joseph Jonas la había flechado desde la primera vez que lo había visto en casa de su padre. Con tan sólo dieciocho años, Nicole se enamoró por segunda vez, aunque repasando, fue en realidad, por primera vez. Recordar a Scott Palmer era doloroso.
Todo un episodio que quisiera borrar de su mente. Había sido el mayor error de su vida, y precisamente por eso, había guardado en un lugar muy profundo sus sentimientos hacia Joe.
Además, las cosas con Joe no habían ido como lo había esperado. Por dos cosas. Había pensado tontamente que presentarse con Joe iba a ser lo mismo que con Ricky, pero no había estado preparada para el temblor que todo su cuerpo había sentido con tan solo estrechar su mano. Pero Joe no era Ricky. Y ahí estaba la segunda cosa. Mientras que Richard estaba feliz con su presencia, y la hacía sentir bienvenida, Joseph Jonas le había dejado bien claro desde el primer momento su opinión sobre ella. Y no había dejado pasar demasiado tiempo para haber dejado su punto aún más claro.
Nicole se giró sobre la cama, para colocarse de lado, tomando una almohada, y ponerla debajo de su pecho, y acomodarse. El revoleteo que sintió en su estómago hizo apretar con fuerza el cojín. Siempre que recordaba aquella discusión con Joe sentía un dolor indescriptible, como un enorme vacío, y a la vez, miles de sensaciones por todo su cuerpo. Le había dicho cosas tan hirientes, y la había sumido en una fuerte depresión.
Pero no se había dejado vencer. Después él había venido a pedirle disculpas, pero ya era demasiado tarde. Desde entonces, siempre lo trataba como él le había pedido. Con suma cortesía.
― ¡Idiota! ― gimió Nicole. Y se tapó el rostro con la almohadilla.
Sin embargo, cuando Paul había caído enfermo, y durante la operación mayor, ella sólo había encontrado consuelo con Joe.
Primero había ido a casa de Elizabeth y Richard, para hablar con Ariana y le había dejado aquel sobre que había aclarado tantas cosas entre toda la familia Jonas para después haber salido corriendo hecha un mar de lágrimas, pues había recordado aquél episodio que había guardado para sí, pero que por amor a Paul había compartido con Ariana, para hacerle ver cosas de su padre que ignoraba por completo. Sin embargo, recordarlo le había abierto una vieja herida que jamás había cerrado por completo. Joe la había interceptado en la entrada de la casa, y habían discutido, como siempre. Había llegado a casa, para encontrarla en un silencio sepulcral. Y de repente tuvo esa sensación, algo que le dijo que fuera a ver a Paul. Subió corriendo las escaleras, y había entrado en su habitación, para encontrarlo mortalmente pálido y desfallecido. Llamó al 911 y pidió una ambulancia. Mientras estos llegaban, ella aplicó masajes a su corazón.
Colocó su mano derecha sobre su clavícula. Siempre que recordaba esos momentos, todo su cuerpo se retorcía. Era algo doloroso, que siempre llevaría en su corazón.
Había estado a punto de fallarle al hombre que le había ayudado y tendido una mano cuando nadie más lo había hecho.
Una pequeña lágrima se deslizó.
Durante el trayecto al hospital en la ambulancia, había llamado a Alex, quien al llegar al hospital, ya lo estaban esperando. Mientras atendían a Paul, ella había hablado a casa de Eli. Y sólo le tocó esperar. Cada segundo, cada minuto y su cabeza había trabaja sin parar, pensando en aquél momento, en lo que habría hecho si a Paul le hubiese pasado algo. Eli, Richard, Ariana, David y Joe había llegado y esa vez, había dejado caer sus barreras. Solo una vez, había pensado, y se refugió en sus brazos.
Había gritado que había sido su culpa el que Paul estuviera hospitalizado, pero Joe la había tomado de los hombros y le había gritado que no dijera eso.
“― Nadie te está echando la culpa de nada, Nikky. Pasó en el momento menos oportuno, pero tú estuviste ahí, y ahora lo están tratando de salvar, gracias a que tú actuaste rápidamente.”
Se había sentido consolada. Inmensamente. Pero había dudado poco, debido a la aparición de Alex. Joe había regresado a su vieja actitud y ella se había puesto a la defensiva otra vez. Tantas cosas habían pasado en ese día. Muchos favores. Se empezó a reír. Para empezar, le había pedido a Alex que cuidara a Paul, y que les permitiese pasar en horas fuera de visita. Aquel favor con Alex, le había costado la cena que lo comenzó todo. Desde aquella vez, había cenado con él al menos una vez por semana, y al cabo de un año, estaban saliendo a pasear, al teatro, a caminar por la playa. En fin.
Después, en ese mismo día, Ariana le había pedido que le transmitiera un mensaje a Paul que ya se había estabilizado, pero que se había negado a recibirla y en cambio, había pedido hablar primero con Nicole. Otra lágrima brotó, y fue corriéndose por el perfil de sus ojos. Había tratado de mostrarse fuerte, pero al verlo postrado en ese cama, tan blanco como las sabanas mismas, no había podido aguantarlo, y se había puesto a llorar. Arreglando las cosas, Paul había mandado a hablar a Ariana, y al fin todo se había arreglado. Pero ahí no acababa la crónica de ese día, recordó. David le había pedido matrimonio a Ariana, y ella había dicho que sí. Y el momento cumbre del día, había sido que Elizabeth se había puesto de parto, y aquella misma noche, había nacido Mary Ann Jonas.
¿Y lo que pasó después?
― ¡Maldita conciencia, lárgate! ¡Esfúmate! ¡Shuu! ― gimió poniéndose la almohada sobre su rostro. La voz de la conciencia, a veces era un grano en el trasero.
Pero tenía razón. Lo que hacía inolvidable ese día, había sido que había recibido el primer beso de Joe. Paul había insistido en que ella durmiese en casa de Ricky, y a regañadientes y con Margot encima, había tenido que acceder.
A la mañana siguiente, había despertado temprano y se había arreglado un poco para irse a su casa y cambiarse. Pero más que nada, para no encontrarse a Joe. Pero había fallado. Porque no sólo se había encontrado despierto, sino prácticamente desnudo.
Cerró los ojos y se perdió en su mente.
― ¿Y a dónde vas pequeña Nikky?
― ¿Qué pretendes con darme un susto así? ― Se tapó la boca, para no soltar un grito. Después se colocó una mano sobre el corazón.
― Yo no pretendía nada. Sólo te pregunte que hacía donde ibas –se acercó a ella, pero con cada paso que él daba, ella retrocedía uno.
― Aléjate.
― ¿De qué tienes miedo? No muerdo –una sonrisa lobuna apareció en el rostro de Joe.
― Sí, eso le dijo el lobo a Caperucita Roja, y ve cómo acabó –dijo Nicole.
Pero el espacio se le acabó a Nicole, quedando acorralada. Joe colocó sus manos a un costado de su rostro, y se acercó a ella.
― Repito, ¿A dónde ibas?
― Pues voy a casa. Me quedé, como tu padre quiso, y ahora me voy.
― Tú no te vas a ningún lado –dijo seriamente Joe.
― Yo no tengo porque pedirte permiso para nada.
― Sólo digo gentilmente que tú no te vas a ningún lado.
Nicole bufó.
― Si, que gentil lo pides –dijo sarcásticamente.
― Puedo pedirlo más gentil, ― acercó su rostro hasta el de ella ― ¿Te gustaría?
― Aléjate. –Aunque su yo interior le decía que se acercará más, un poco más. Un beso, pensó Nicole, Sólo uno. Su mirada estaba posada en los labios de Joe. Y en su esplendoroso cuerpo, que estaba bien trabajado. Un amplio pecho, que Nicole estaba viendo por completo. Era como un imán, no podía apartar la mirada de él.
― ¿En verdad quieres que me aleje?
― Yo… yo… ― pero no podía decir nada más.
― Yo creo que esto es lo que quieres.
Y muy suavemente, tomó posesión de esos labios carnosos. Fueron simplemente ligeros besos, que conforme iba degustando cada uno, el ansia iba en aumento. Nicole abrió la boca, buscando más, necesitando más. Era como una droga, necesitaba más. Pasó una mano por los cabellos de Joe, acercándolo hacia él. Sus lenguas danzaron al unísono, y Nicole sintió que sus piernas estaban a punto de fallarles.
― ¡Dios Nicole! –Susurró entre besos ― Cuan equivocado estaba. ¿Cómo pude decir que eras fría?
Y Nicole abrió los ojos súbitamente, al mismo tiempo, que los recuerdos atosigaban su mente. ¿Qué estaba haciendo? Empujó a Joe fuertemente y salió de sus garras.
― Nicole…
― No, calla –Alzó la mano, y se alejó de él.
― Nic…
― ¡He dicho que calles! –Gritó, sin importarle que Ariana o David la oyesen ― ¿Qué no soy fría, eh? Pues no, no lo soy, pero contigo, lo seré. Gracias por recordármelo.
― ¿Qué te pasa?― demandó Joe. ¿Qué rayos había hecho para que se pusiera así?
― Nada. –Se dirigió hacia la puerta, pero Joe la tomó del brazo ― Suéltame
― No hasta que me digas que te pasa
― He dicho que me sueltes. –Y luchando contra él, logro librarse.
― Vas a regresar. Mi padre dio órdenes de que te quedaras con nosotros. Y si no haces por nosotros hazlo por él.
Nicole bajo la mirada, escondiéndola de Joe.
― Voy a la casa a cambiarme, y luego regresaré.
― ¿Te llevo? –preguntó Joe.
Abrió los ojos. Un recuerdo agridulce.
Su beso había sido tan hermoso, había sido dulce, suave, pero sus palabras habían roto el encanto por completo.
Se levantó de la cama, y se fue hacia el clóset, prendió la pequeña lámpara, y sacó las maletas. En el último segundo, algo la detuvo para apagar la luz. Una caja rosada de raso, y sonrió al recordar que contenía. La sacó de su estancia y se fue con ella hacia su cama, y la abrió lentamente. El ramo de novias de Ariana brillaba dentro. Las hermosas flores blancas y toda esa naturaleza verde, aunque desgastada por el tiempo, aún conservaba su porte y deslumbrante belleza. El destino había jugado una mala carta con ella en esa ocasión. Primero, con aquél ramo cayendo en sus manos. Y después, darle alas para después ver la realidad, no estaba preparada para el matrimonio.
Miró el anillo de Alex y suspiró.
― ¡Oh, Alex! Si tan sólo estuviera segura de que el tiempo me daría la respuesta que tú esperas…
yamii_jjonatikacrazy!!
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