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El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Rachel116 escribió:Sintiéndolo mucho no tengo mucho tiempo para comentar así que trataré de ser breve. El capítulo me ha encantado pero Natalie me ha puesto de los nervios, estoy mirando el bolígrafo que tengo al lado mío y me están dando unas ganas terribles de clavársela en la mano, no voy a decir que se la voy a clavar en la cabeza, no soy tan cruel, a pesar de que ella sí que lo sea.
Espero que no cometa la estupidez de publicar esas fotos porque tiene todas las de perder.
En fin, el capítulo ha estado genial y espero que muy prontito sigas la novela.
Besos xxx
Bye!!!
PD: Ni nos des las gracias por comentar, adoramos la novela y siempre estaremos aquí comentando.
Hola!
Siiii esa Natalie es de lo peor
Ahora mismo la sigooooooo
Besos
Pd:no muchísimas gracias, las quiero
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Anna. escribió:Entra la zorra de Natalie y la zorra de Christa me han puesto de los nervios, menudo par de brujas oportunistas, ojalá la vida les cobre todo el daño que hacen.
No puedo creer que sean tan arpías.
Ojalá Louis se entere de todo y ponga a Natalie en su sitio por bitch. Y de paso que le deje las cosas bien claras a Christa para que deje de acosarlo de una vez por todas. Me pareció muy fuerte que vaya a acostarse otra vez con el profesor imbécil solo para sacarle el nombre de la nueva amante de Louis.
Me encantó el capítulo, aunque esas dos me has puesto de los nervios
Síguela pronto
PD: gracias a ti por subir esta maravillosa adaptación
Ya sabes, así son las zorras
Me alegro q te haya encantado
Ya la sigoooo
Besos y nuevamente gracias por leer
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
.
Holaaaa!!
¿Qué tal les pareció el capítulo?
Hay muchas "malas" zorras en la novela
Espero que les haya gustadoooo
Comente mucho
BESOSS, las adoroooo
Ya estoy de vacaciones así que la sigo en esta semana :D
bye!
Capítulo Ocho
Louis estuvo encantado de poder interrumpir las compras navideñas. Cuando Richard y él llegaron al restaurante, se acercaron a la barra a reunirse con los Mitchell. Julia se levantó y Louis la abrazó con fuerza.
—¿Qué ha pasado? ¿Has llorado?
—Sólo es la melancolía de la Navidad. —Julia vio que varios clientes los estaban mirando.
—¿Qué melancolía?
—Luego te lo cuento —respondió ella, tirando de él hacia la puerta.
Mientras Richard hablaba con Tom, Louis le apartó a Julia el pelo de la cara para susurrarle algo al oído y Richard vio que llevaba los pendientes de Grace. Evidentemente, había subestimado el grado de compromiso de su hijo en su nueva relación. Sabía que su esposa estaría encantada de que Louis le hubiera regalado los pendientes a Julia. Grace la quería como a una hija y siempre la consideró una más de la familia. Tal vez algún día Louis la convirtiera en miembro oficial.
Tras despedirse educadamente de Tom, Louis cogió el regalo de Paul. En su favor hay que decir que llevó la caja hasta el coche en silencio, resistiendo la tentación de hacer comentarios sarcásticos. Mientras, junto con Richard, Julia y él se acercaban a la puerta, la agente Roberts entró en el local, vestida de uniforme.
—Hola, Jamie —la saludó Louis con una sonrisa algo tensa.
—Hola, Louis. ¿Has venido a casa a pasar la Navidad?
—Así es. -Jamie saludó también a Julia y a Richard, observando que Julia iba agarrada del brazo de Louis.—Tienes buen aspecto. Se te ve feliz.
—Gracias. Lo soy. —Esa vez, la sonrisa que él le dirigió fue mucho más sincera. Jamie asintió.
—Me alegro por ti. Feliz Navidad.
Los tres le dieron las gracias y salieron del restaurante. Louis pensó que pedir perdón aligeraba muchas cargas.
Al entrar en casa de los Clark, Louis se puso de acuerdo con Richard para disfrutar juntos de un whisky escocés y un buen puro en el porche. Julia aún estaba un poco alterada por el altercado con Natalie, pero se sentía tan aliviada por estar al fin en casa, que trató de olvidarlo. Mientras Richard y Louis colgaban sus abrigos, desapareció en el salón.
—Cariño, ¿te guardo el abrigo? —le preguntó Louis, pero al ver que no respondía, la siguió al salón.
Su siguiente pregunta se le quedó atascada en la garganta. Su querida Julianne estaba inmóvil como una estatua, con la vista clavada en una mujer sentada en el sofá, junto a Rachel y a Aaron. Instintivamente, Louis agarró a Julia por la cintura y la acercó a él.
La mujer se levantó del sofá con elegancia y se dirigió hacia ellos, como si flotara. Sus movimientos eran propios de una bailarina o de una princesa y un sutil aire aristocrático la rodeaba como si se tratara de una nube de perfume.
Era casi tan alta como Louis. Tenía el pelo rubio, largo y liso, y unos grandes ojos azules, fríos como el hielo. Su piel era perfecta y tenía el cuerpo escuálido de una modelo profesional, excepto por los pechos, que eran generosos y perfectos. Llevaba unas botas altas de tacón de terciopelo negro, una falda tubo negra y un jersey de cachemira azul claro, que le dejaba un hombro, blanco como el alabastro, al descubierto.
Era preciosa. Y altiva. Al ver que Louis protegía a Julia con el brazo, arqueó la espalda como un gato furioso.
—¡Louis, querido, te he echado tanto de menos! —exclamó, con una voz clara y rica, con una pizca de acento británico. Lo abrazó con fuerza.
Julia se apartó de ellos. No le apetecía formar parte de un abrazo de grupo.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Mil emociones cruzaron los ojos de él mientras la mujer le daba un beso en la mejilla con sus labios pintados de rosa. Lo hizo lentamente, rezumando sensualidad. Para empeorar las cosas, se recreó luego limpiándole el pintalabios de la mejilla y riendo como si eso fuera una broma entre ellos. Louis buscó a Julia con la mirada y ella lo miró decepcionada.
Antes de que Louis pudiera decir nada, Richard carraspeó y entró en el salón. Rechazando la mano que éste le ofrecía, la mujer le dio un abrazo.
—Richard, es un placer saludarte, como siempre. Sentí mucho lo de Grace.
Tras aceptar el abrazo con amabilidad, el hombre se dirigió a Julia y la ayudó a quitarse el abrigo. Tras colgarlo, llamó a Aaron y a Rachel, privando así a Paulina del público que a ella tanto le gustaba tener.
—No sabía que tuvieras dos hermanas —dijo ésta, dirigiéndole a Julia una sonrisa glacial.
Era mucho más alta que ella, sobre todo ese día, en que Julia se había puesto zapatos planos con vaqueros y una rebeca negra. Al lado de Paulina, se sentía pequeña y sin estilo.
—Sólo tengo una hermana y lo sabes perfectamente —la cortó Louis—. ¿Para qué has venido? -Recuperándose de la sorpresa, Julia le ofreció la mano a Paulina antes de que Louis montara una escena.
—Soy Julia. Hablamos por teléfono. -La mujer hizo un gran esfuerzo de contención, pero a Julia no se le escapó el rencor que se reflejó en su mirada.
—¿Ah, sí? —preguntó, riendo afectadamente—. ¿No pretenderás que me acuerde de todas las mujeres que han respondido al teléfono de Louis a lo largo de los años? A menos que seas una de las chicas a las que interrumpí mientras estaban en medio de un ménage. ¿Recuerdas esa noche, Louis? -Julia retiró la mano como si hubiera recibido una bofetada.
—Estoy esperando que respondas a mi pregunta. —La voz de él era fría como el hielo—. ¿Qué haces aquí?
Julia trató de marcharse. Las imágenes que Paulina había inoculado en su cerebro le resultaban repulsivas y no estaba segura de querer oír su respuesta. Pero Louis la agarró del brazo y le suplicó con los ojos que no lo abandonara.
—He venido a verte, por supuesto. No respondías a mis llamadas y Carson me dijo que pasarías la Navidad con tu familia —contestó Paulina, irritada.
—¿Vas camino de Minnesota?
—Sabes de sobra que mis padres no me dirigen la palabra. He venido para hablar contigo.—Con una mirada venenosa en dirección a Julia, añadió—: A solas.
Consciente de que desde la cocina se oía todo lo que decían, Louis se acercó a ella y le dijo en voz baja:
—Te recuerdo que eres una invitada en esta casa. No toleraré que le faltes el respeto a nadie, especialmente a Julianne. ¿Queda claro?
—No me tratabas como a una invitada cuando metías la polla en mi boca —murmuró Paulina, fulminándolo con la mirada.
Julia ahogó un grito y sintió náuseas. Si el encuentro se hubiera producido unas semanas atrás, sólo habría sido incómodo. Pero ahora, después de haber compartido cama con Louis, era muy doloroso.
Paulina lo conocía íntimamente. Sabía cómo era en la cama. Los sonidos que hacía, cómo olía, la expresión de su cara justo antes del orgasmo.
Era más alta que ella, más sofisticada y mucho más guapa. Y era evidente que, a diferencia de Julia, no tenía reparos en practicar sexo oral. Para agravar las cosas, Paulina había creado una nueva vida con Louis, algo que éste no podría volver a hacer con nadie más.
Soltándose de la mano de él, Julia dio la espalda a los antiguos amantes. Sabía que era preferible que Louis y ella mantuvieran un frente unido. Y también sabía que sería mucho más inteligente defender su territorio que dejarle el campo libre a su rival. Pero acababa de sufrir una agresión moral en el restaurante y no le quedaban fuerzas para un nuevo asalto.
Emocionalmente exhausta, se dirigió a la escalera arrastrando los pies, sin despedirse ni mirar atrás.
Al ver que se iba, a Louis se le cayó el alma a los pies. Quería ir tras ella, pero no pensaba dejar a Paulina a solas con su padre y su hermana. Excusándose un momento, se dirigió a la cocina y le pidió a Rachel que se asegurara de que Julia estaba bien. Al llegar al piso de arriba, la joven se encontró a Julia saliendo del baño.
—¿Estás bien?
—No, voy a acostarme un rato.
Cuando Rachel abrió la puerta del dormitorio de Louis, ella negó con la cabeza y se metió en la habitación de invitados. Su amiga la observó mientras se quitaba los zapatos y los dejaba al lado de la cama.
—¿Quieres que te traiga algo? ¿Una aspirina?
—No, gracias, sólo necesito descansar.
—¿Quién es esa mujer? ¿Y qué hace aquí?
—Eso tendrás que preguntárselo a tu hermano. -Rachel agarró el pomo de la puerta con fuerza.
—Lo haré. Pero el hecho de que no sepa quién es me dice algo. No puede haber sido muy importante en su vida si nunca nos la presentó. —Desde el pasillo, añadió—: Tenlo en cuenta. -Julia se tumbó en la cama y rezó para dormirse pronto.
Cuando Louis entró en la cocina, tres horas más tarde, encontró a Aaron y a Rachel discutiendo sobre la manera correcta de preparar el famoso pollo a la Kiev de Grace.
—Te digo que hay que congelar la mantequilla antes. Tu madre lo hacía así. — Aaron parecía exasperado.
—¿Cómo lo sabes? —Rachel señaló la receta—. Aquí no dice nada de congelarla.
—Grace siempre congelaba la mantequilla —terció Louis, frunciendo el cejo—. Debía de suponer que todo el mundo haría lo mismo. ¿Dónde está Julia? -Su hermana se volvió hacia él, blandiendo un gran batidor.
—¿Dónde estabas?
—Fuera —respondió él, apretando los dientes—. ¿Dónde está?
—Arriba. A menos que haya decidido volver a casa de su padre.
—¿Por qué iba a hacer eso? -Rachel le dio la espalda y siguió batiendo huevos.
—Oh, pues no sé. ¿Tal vez porque has estado por ahí con una de tus ex novias durante tres horas? Espero que Julia te patee el culo como te mereces.
—Cariño... —Aaron trató de calmarla, poniéndole una mano en el hombro.
—Ni cariño ni nada. —Rachel le apartó la mano, enfadada—. Louis, tienes suerte de que Scott no esté aquí, porque si no ya te habría sacado de casa para darte una paliza. -Aaron frunció el cejo.
—¿Y qué pasa conmigo? ¿No podría sacarlo yo si quisiera? -Ella puso los ojos en blanco.
—No, por supuesto que no. Además, ahora mismo necesito que congeles la jodida mantequilla.
Murmurando entre dientes, Louis salió de la cocina. Subió la escalera despacio, tratando desesperadamente de encontrar una excusa que no fuera un insulto a la inteligencia. (Aunque eso iba a ser imposible, a pesar de su pico de oro.)
Permaneció unos instantes ante la puerta de su habitación, respirando hondo antes de entrar. Pero la cama estaba vacía. Sorprendido, registró la habitación. No había ni rastro de Julia. De vuelta en el pasillo, se preguntó si se habría refugiado en la habitación de Scott, pero no estaba allí. Tras mirar en el cuarto de baño, probó en la habitación de invitados.
Julia estaba tumbada en el centro de la cama, profundamente dormida. Se planteó dejarla dormir, pero luego rechazó la idea. Tenían que hablar, a solas, y en esos momentos su familia estaba ocupada.
En silencio, se quitó los zapatos y se metió en la cama con ella, abrazándola por detrás. Su piel estaba muy suave, pero fría. La estrechó contra su cuerpo para darle calor.
—¿Louis? —Julia parpadeó, adormilada—. ¿Qué hora es?
—Las seis y media.
—¿Por qué no me ha despertado nadie? —preguntó, frotándose los ojos.
—Me estaban esperando.
—¿Esperando para qué?
—Esperando a que volviera. Y cuando he llegado a casa, Richard me ha pedido que entrase en su despacho para hablar conmigo.
—¿Dónde estabas? -Él apartó la vista, culpable. —¿Estabas con ella?
—Le han quitado el carnet por conducir bajo los efectos del alcohol. La he llevado a su hotel.
—¿Por qué has tardado tanto en volver? -Louis la miró con expresión torturada.
—Hemos estado hablando.
—¿Hablando? ¿En el hotel?
—Está preocupada por el giro que ha dado su vida. Que se haya presentado aquí de esta manera demuestra lo desesperada que está. -Julia se llevó las rodillas al pecho, haciéndose un ovillo.
—No, no, no —dijo él, tirándole de los brazos para evitar que adoptara esa postura defensiva—. Ya se ha ido y no volverá. Le he dicho que estoy enamorado de ti. Puede usar mi dinero y mis abogados, pero ahí se acaba la cosa.
—Nunca se conformará con eso. Te quiere a ti. Le da igual que estés conmigo. -Louis volvió a rodearla con los brazos.
—No me importa lo que ella quiera. Estoy enamorado de ti. Tú eres mi futuro.
—Pero Paulina es preciosa. Y sexy.
—Es malvada. Y mezquina. No he visto nada bonito en ella esta tarde.
—Concibieron una hija juntos. -Louis se encogió.
—No voluntariamente.
—Odio tener que compartirte. -Él frunció el cejo.
—No vas a tener que compartirme.
—Tengo que compartirte con tu pasado. Con Paulina, con la profesora Singer, con Jamie Roberts... y con un montón de mujeres con las que voy a cruzarme por las calles de Toronto. -Louis apretó los dientes.
—Trataré de protegerte de ese tipo de encuentros incómodos en el futuro.
—Son muy dolorosos.
—Lo siento —susurró él—. Si pudiera cambiar mi pasado, lo haría. Pero no puedo, Julianne, por mucho que lo intente.
—Ella te dio lo que yo no puedo darte. -Louis se inclinó hacia ella y apoyó una mano cerca de su cadera.
—Si tuvieras sed y alguien te ofreciera agua de mar, ¿te la beberías?
—Claro que no.
—¿Por qué no? -Ella se estremeció.
—Porque está salada y sucia.
—Si te dieran a elegir entre agua de mar o agua Perrier, ¿qué elegirías?
—El agua Perrier, por supuesto. Pero no entiendo qué tiene que ver eso con ella. -Él entornó los ojos.
—¿Ah, no? -Se colocó entonces sobre ella, hasta que sus pechos y caderas quedaron en
contacto. —¿No entiendes la comparación? Tú eres mi agua Perrier. —Se dejó caer un
poco más sobre ella—. Hacer el amor contigo es lo único que sacia mi sed. ¿Por qué iba a cambiarlo por toda el agua del mar? —Louis le presionó las caderas con las suyas—. Ella no puede ofrecerme nada que me interese. —Bajó la cara hasta que sus narices se rozaron—. Y tú eres preciosa. Cada parte de tu cuerpo es una obra de arte, desde la cabeza hasta los dedos de los pies. Eres la Venus y la Beatriz de Botticelli. ¿Tienes idea de lo mucho que te adoro? Te adueñaste de mi corazón la primera vez que te vi, a los diecisiete años. -El cuerpo de Julia se iba relajando bajo el influjo de su contacto y de sus palabras.
—¿Cómo han quedado las cosas entre ustedes?
—Le he dicho que estoy muy disgustado por lo que ha hecho y que no quiero que vuelva a hacerlo nunca más. Se lo ha tomado todo lo bien que cabía esperar. -Alguien llamó a la puerta, interrumpiéndolo. —¡Adelante! -Louis se echó a un lado justo cuando Rachel abría la puerta.
—La cena está en la mesa y Tom y Scott han llegado ya. ¿Bajan o tengo que enviar a Scott a buscarlos? —preguntó, mirándolos a los dos.
—No hará falta —respondió Julia—. ¿Ha traído a su novia?
—No. Pasará la Navidad con sus padres. Le dije que la invitara, pero me dio mil excusas. —Rachel parecía molesta—. ¿Crees que se avergüenza de nosotros?
—Lo más probable es que se avergüence de ella —contestó Louis—. Quizá sea una stripper.
—Los profesores que viven en una torre de marfil no deberían tirar la primera piedra —replicó Rachel y, fulminando a su hermano con la mirada, salió de la habitación. Julia lo miró sorprendida.
—¿A qué ha venido eso? -La expresión de él se ensombreció.
—Mi querida hermana no está muy contenta con Paulina... ni conmigo.
—¿Qué ha pasado? ¿Has llorado?
—Sólo es la melancolía de la Navidad. —Julia vio que varios clientes los estaban mirando.
—¿Qué melancolía?
—Luego te lo cuento —respondió ella, tirando de él hacia la puerta.
Mientras Richard hablaba con Tom, Louis le apartó a Julia el pelo de la cara para susurrarle algo al oído y Richard vio que llevaba los pendientes de Grace. Evidentemente, había subestimado el grado de compromiso de su hijo en su nueva relación. Sabía que su esposa estaría encantada de que Louis le hubiera regalado los pendientes a Julia. Grace la quería como a una hija y siempre la consideró una más de la familia. Tal vez algún día Louis la convirtiera en miembro oficial.
Tras despedirse educadamente de Tom, Louis cogió el regalo de Paul. En su favor hay que decir que llevó la caja hasta el coche en silencio, resistiendo la tentación de hacer comentarios sarcásticos. Mientras, junto con Richard, Julia y él se acercaban a la puerta, la agente Roberts entró en el local, vestida de uniforme.
—Hola, Jamie —la saludó Louis con una sonrisa algo tensa.
—Hola, Louis. ¿Has venido a casa a pasar la Navidad?
—Así es. -Jamie saludó también a Julia y a Richard, observando que Julia iba agarrada del brazo de Louis.—Tienes buen aspecto. Se te ve feliz.
—Gracias. Lo soy. —Esa vez, la sonrisa que él le dirigió fue mucho más sincera. Jamie asintió.
—Me alegro por ti. Feliz Navidad.
Los tres le dieron las gracias y salieron del restaurante. Louis pensó que pedir perdón aligeraba muchas cargas.
Al entrar en casa de los Clark, Louis se puso de acuerdo con Richard para disfrutar juntos de un whisky escocés y un buen puro en el porche. Julia aún estaba un poco alterada por el altercado con Natalie, pero se sentía tan aliviada por estar al fin en casa, que trató de olvidarlo. Mientras Richard y Louis colgaban sus abrigos, desapareció en el salón.
—Cariño, ¿te guardo el abrigo? —le preguntó Louis, pero al ver que no respondía, la siguió al salón.
Su siguiente pregunta se le quedó atascada en la garganta. Su querida Julianne estaba inmóvil como una estatua, con la vista clavada en una mujer sentada en el sofá, junto a Rachel y a Aaron. Instintivamente, Louis agarró a Julia por la cintura y la acercó a él.
La mujer se levantó del sofá con elegancia y se dirigió hacia ellos, como si flotara. Sus movimientos eran propios de una bailarina o de una princesa y un sutil aire aristocrático la rodeaba como si se tratara de una nube de perfume.
Era casi tan alta como Louis. Tenía el pelo rubio, largo y liso, y unos grandes ojos azules, fríos como el hielo. Su piel era perfecta y tenía el cuerpo escuálido de una modelo profesional, excepto por los pechos, que eran generosos y perfectos. Llevaba unas botas altas de tacón de terciopelo negro, una falda tubo negra y un jersey de cachemira azul claro, que le dejaba un hombro, blanco como el alabastro, al descubierto.
Era preciosa. Y altiva. Al ver que Louis protegía a Julia con el brazo, arqueó la espalda como un gato furioso.
—¡Louis, querido, te he echado tanto de menos! —exclamó, con una voz clara y rica, con una pizca de acento británico. Lo abrazó con fuerza.
Julia se apartó de ellos. No le apetecía formar parte de un abrazo de grupo.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Mil emociones cruzaron los ojos de él mientras la mujer le daba un beso en la mejilla con sus labios pintados de rosa. Lo hizo lentamente, rezumando sensualidad. Para empeorar las cosas, se recreó luego limpiándole el pintalabios de la mejilla y riendo como si eso fuera una broma entre ellos. Louis buscó a Julia con la mirada y ella lo miró decepcionada.
Antes de que Louis pudiera decir nada, Richard carraspeó y entró en el salón. Rechazando la mano que éste le ofrecía, la mujer le dio un abrazo.
—Richard, es un placer saludarte, como siempre. Sentí mucho lo de Grace.
Tras aceptar el abrazo con amabilidad, el hombre se dirigió a Julia y la ayudó a quitarse el abrigo. Tras colgarlo, llamó a Aaron y a Rachel, privando así a Paulina del público que a ella tanto le gustaba tener.
—No sabía que tuvieras dos hermanas —dijo ésta, dirigiéndole a Julia una sonrisa glacial.
Era mucho más alta que ella, sobre todo ese día, en que Julia se había puesto zapatos planos con vaqueros y una rebeca negra. Al lado de Paulina, se sentía pequeña y sin estilo.
—Sólo tengo una hermana y lo sabes perfectamente —la cortó Louis—. ¿Para qué has venido? -Recuperándose de la sorpresa, Julia le ofreció la mano a Paulina antes de que Louis montara una escena.
—Soy Julia. Hablamos por teléfono. -La mujer hizo un gran esfuerzo de contención, pero a Julia no se le escapó el rencor que se reflejó en su mirada.
—¿Ah, sí? —preguntó, riendo afectadamente—. ¿No pretenderás que me acuerde de todas las mujeres que han respondido al teléfono de Louis a lo largo de los años? A menos que seas una de las chicas a las que interrumpí mientras estaban en medio de un ménage. ¿Recuerdas esa noche, Louis? -Julia retiró la mano como si hubiera recibido una bofetada.
—Estoy esperando que respondas a mi pregunta. —La voz de él era fría como el hielo—. ¿Qué haces aquí?
Julia trató de marcharse. Las imágenes que Paulina había inoculado en su cerebro le resultaban repulsivas y no estaba segura de querer oír su respuesta. Pero Louis la agarró del brazo y le suplicó con los ojos que no lo abandonara.
—He venido a verte, por supuesto. No respondías a mis llamadas y Carson me dijo que pasarías la Navidad con tu familia —contestó Paulina, irritada.
—¿Vas camino de Minnesota?
—Sabes de sobra que mis padres no me dirigen la palabra. He venido para hablar contigo.—Con una mirada venenosa en dirección a Julia, añadió—: A solas.
Consciente de que desde la cocina se oía todo lo que decían, Louis se acercó a ella y le dijo en voz baja:
—Te recuerdo que eres una invitada en esta casa. No toleraré que le faltes el respeto a nadie, especialmente a Julianne. ¿Queda claro?
—No me tratabas como a una invitada cuando metías la polla en mi boca —murmuró Paulina, fulminándolo con la mirada.
Julia ahogó un grito y sintió náuseas. Si el encuentro se hubiera producido unas semanas atrás, sólo habría sido incómodo. Pero ahora, después de haber compartido cama con Louis, era muy doloroso.
Paulina lo conocía íntimamente. Sabía cómo era en la cama. Los sonidos que hacía, cómo olía, la expresión de su cara justo antes del orgasmo.
Era más alta que ella, más sofisticada y mucho más guapa. Y era evidente que, a diferencia de Julia, no tenía reparos en practicar sexo oral. Para agravar las cosas, Paulina había creado una nueva vida con Louis, algo que éste no podría volver a hacer con nadie más.
Soltándose de la mano de él, Julia dio la espalda a los antiguos amantes. Sabía que era preferible que Louis y ella mantuvieran un frente unido. Y también sabía que sería mucho más inteligente defender su territorio que dejarle el campo libre a su rival. Pero acababa de sufrir una agresión moral en el restaurante y no le quedaban fuerzas para un nuevo asalto.
Emocionalmente exhausta, se dirigió a la escalera arrastrando los pies, sin despedirse ni mirar atrás.
Al ver que se iba, a Louis se le cayó el alma a los pies. Quería ir tras ella, pero no pensaba dejar a Paulina a solas con su padre y su hermana. Excusándose un momento, se dirigió a la cocina y le pidió a Rachel que se asegurara de que Julia estaba bien. Al llegar al piso de arriba, la joven se encontró a Julia saliendo del baño.
—¿Estás bien?
—No, voy a acostarme un rato.
Cuando Rachel abrió la puerta del dormitorio de Louis, ella negó con la cabeza y se metió en la habitación de invitados. Su amiga la observó mientras se quitaba los zapatos y los dejaba al lado de la cama.
—¿Quieres que te traiga algo? ¿Una aspirina?
—No, gracias, sólo necesito descansar.
—¿Quién es esa mujer? ¿Y qué hace aquí?
—Eso tendrás que preguntárselo a tu hermano. -Rachel agarró el pomo de la puerta con fuerza.
—Lo haré. Pero el hecho de que no sepa quién es me dice algo. No puede haber sido muy importante en su vida si nunca nos la presentó. —Desde el pasillo, añadió—: Tenlo en cuenta. -Julia se tumbó en la cama y rezó para dormirse pronto.
* * * *
Cuando Louis entró en la cocina, tres horas más tarde, encontró a Aaron y a Rachel discutiendo sobre la manera correcta de preparar el famoso pollo a la Kiev de Grace.
—Te digo que hay que congelar la mantequilla antes. Tu madre lo hacía así. — Aaron parecía exasperado.
—¿Cómo lo sabes? —Rachel señaló la receta—. Aquí no dice nada de congelarla.
—Grace siempre congelaba la mantequilla —terció Louis, frunciendo el cejo—. Debía de suponer que todo el mundo haría lo mismo. ¿Dónde está Julia? -Su hermana se volvió hacia él, blandiendo un gran batidor.
—¿Dónde estabas?
—Fuera —respondió él, apretando los dientes—. ¿Dónde está?
—Arriba. A menos que haya decidido volver a casa de su padre.
—¿Por qué iba a hacer eso? -Rachel le dio la espalda y siguió batiendo huevos.
—Oh, pues no sé. ¿Tal vez porque has estado por ahí con una de tus ex novias durante tres horas? Espero que Julia te patee el culo como te mereces.
—Cariño... —Aaron trató de calmarla, poniéndole una mano en el hombro.
—Ni cariño ni nada. —Rachel le apartó la mano, enfadada—. Louis, tienes suerte de que Scott no esté aquí, porque si no ya te habría sacado de casa para darte una paliza. -Aaron frunció el cejo.
—¿Y qué pasa conmigo? ¿No podría sacarlo yo si quisiera? -Ella puso los ojos en blanco.
—No, por supuesto que no. Además, ahora mismo necesito que congeles la jodida mantequilla.
Murmurando entre dientes, Louis salió de la cocina. Subió la escalera despacio, tratando desesperadamente de encontrar una excusa que no fuera un insulto a la inteligencia. (Aunque eso iba a ser imposible, a pesar de su pico de oro.)
Permaneció unos instantes ante la puerta de su habitación, respirando hondo antes de entrar. Pero la cama estaba vacía. Sorprendido, registró la habitación. No había ni rastro de Julia. De vuelta en el pasillo, se preguntó si se habría refugiado en la habitación de Scott, pero no estaba allí. Tras mirar en el cuarto de baño, probó en la habitación de invitados.
Julia estaba tumbada en el centro de la cama, profundamente dormida. Se planteó dejarla dormir, pero luego rechazó la idea. Tenían que hablar, a solas, y en esos momentos su familia estaba ocupada.
En silencio, se quitó los zapatos y se metió en la cama con ella, abrazándola por detrás. Su piel estaba muy suave, pero fría. La estrechó contra su cuerpo para darle calor.
—¿Louis? —Julia parpadeó, adormilada—. ¿Qué hora es?
—Las seis y media.
—¿Por qué no me ha despertado nadie? —preguntó, frotándose los ojos.
—Me estaban esperando.
—¿Esperando para qué?
—Esperando a que volviera. Y cuando he llegado a casa, Richard me ha pedido que entrase en su despacho para hablar conmigo.
—¿Dónde estabas? -Él apartó la vista, culpable. —¿Estabas con ella?
—Le han quitado el carnet por conducir bajo los efectos del alcohol. La he llevado a su hotel.
—¿Por qué has tardado tanto en volver? -Louis la miró con expresión torturada.
—Hemos estado hablando.
—¿Hablando? ¿En el hotel?
—Está preocupada por el giro que ha dado su vida. Que se haya presentado aquí de esta manera demuestra lo desesperada que está. -Julia se llevó las rodillas al pecho, haciéndose un ovillo.
—No, no, no —dijo él, tirándole de los brazos para evitar que adoptara esa postura defensiva—. Ya se ha ido y no volverá. Le he dicho que estoy enamorado de ti. Puede usar mi dinero y mis abogados, pero ahí se acaba la cosa.
—Nunca se conformará con eso. Te quiere a ti. Le da igual que estés conmigo. -Louis volvió a rodearla con los brazos.
—No me importa lo que ella quiera. Estoy enamorado de ti. Tú eres mi futuro.
—Pero Paulina es preciosa. Y sexy.
—Es malvada. Y mezquina. No he visto nada bonito en ella esta tarde.
—Concibieron una hija juntos. -Louis se encogió.
—No voluntariamente.
—Odio tener que compartirte. -Él frunció el cejo.
—No vas a tener que compartirme.
—Tengo que compartirte con tu pasado. Con Paulina, con la profesora Singer, con Jamie Roberts... y con un montón de mujeres con las que voy a cruzarme por las calles de Toronto. -Louis apretó los dientes.
—Trataré de protegerte de ese tipo de encuentros incómodos en el futuro.
—Son muy dolorosos.
—Lo siento —susurró él—. Si pudiera cambiar mi pasado, lo haría. Pero no puedo, Julianne, por mucho que lo intente.
—Ella te dio lo que yo no puedo darte. -Louis se inclinó hacia ella y apoyó una mano cerca de su cadera.
—Si tuvieras sed y alguien te ofreciera agua de mar, ¿te la beberías?
—Claro que no.
—¿Por qué no? -Ella se estremeció.
—Porque está salada y sucia.
—Si te dieran a elegir entre agua de mar o agua Perrier, ¿qué elegirías?
—El agua Perrier, por supuesto. Pero no entiendo qué tiene que ver eso con ella. -Él entornó los ojos.
—¿Ah, no? -Se colocó entonces sobre ella, hasta que sus pechos y caderas quedaron en
contacto. —¿No entiendes la comparación? Tú eres mi agua Perrier. —Se dejó caer un
poco más sobre ella—. Hacer el amor contigo es lo único que sacia mi sed. ¿Por qué iba a cambiarlo por toda el agua del mar? —Louis le presionó las caderas con las suyas—. Ella no puede ofrecerme nada que me interese. —Bajó la cara hasta que sus narices se rozaron—. Y tú eres preciosa. Cada parte de tu cuerpo es una obra de arte, desde la cabeza hasta los dedos de los pies. Eres la Venus y la Beatriz de Botticelli. ¿Tienes idea de lo mucho que te adoro? Te adueñaste de mi corazón la primera vez que te vi, a los diecisiete años. -El cuerpo de Julia se iba relajando bajo el influjo de su contacto y de sus palabras.
—¿Cómo han quedado las cosas entre ustedes?
—Le he dicho que estoy muy disgustado por lo que ha hecho y que no quiero que vuelva a hacerlo nunca más. Se lo ha tomado todo lo bien que cabía esperar. -Alguien llamó a la puerta, interrumpiéndolo. —¡Adelante! -Louis se echó a un lado justo cuando Rachel abría la puerta.
—La cena está en la mesa y Tom y Scott han llegado ya. ¿Bajan o tengo que enviar a Scott a buscarlos? —preguntó, mirándolos a los dos.
—No hará falta —respondió Julia—. ¿Ha traído a su novia?
—No. Pasará la Navidad con sus padres. Le dije que la invitara, pero me dio mil excusas. —Rachel parecía molesta—. ¿Crees que se avergüenza de nosotros?
—Lo más probable es que se avergüence de ella —contestó Louis—. Quizá sea una stripper.
—Los profesores que viven en una torre de marfil no deberían tirar la primera piedra —replicó Rachel y, fulminando a su hermano con la mirada, salió de la habitación. Julia lo miró sorprendida.
—¿A qué ha venido eso? -La expresión de él se ensombreció.
—Mi querida hermana no está muy contenta con Paulina... ni conmigo.
Holaaaa!!
¿Qué tal les pareció el capítulo?
Hay muchas "malas"
Espero que les haya gustadoooo
Comente mucho
BESOSS, las adoroooo
Ya estoy de vacaciones así que la sigo en esta semana :D
bye!
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Vale primero Christa, luego Natalie y ahora Paulina, ¿alguien más? En serio, ¿va a salir alguna otra lagarta que se cree la reina de la sofisticación pero que ni siquiera sabe que es de mala educación plantarse en la casa de alguien sin haber avisado antes?
En cualquier caso el capítulo ha estado genial, muy intenso. Paulina es una mala pécora, desearía que no volviera a entrometerse en la relación de Louis y Julianne, pero no nos engañemos, si no lo hiciera no habría trama, este libro no hubiera tenido argumento y nunca se hubiera publicado, asíq eu simplemente te pido que sigas pronto la novela para ver cómo se desarrolla los acontecimientos.
Besos xxx
Bye!!!
En cualquier caso el capítulo ha estado genial, muy intenso. Paulina es una mala pécora, desearía que no volviera a entrometerse en la relación de Louis y Julianne, pero no nos engañemos, si no lo hiciera no habría trama, este libro no hubiera tenido argumento y nunca se hubiera publicado, asíq eu simplemente te pido que sigas pronto la novela para ver cómo se desarrolla los acontecimientos.
Besos xxx
Bye!!!
Rachel116
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Entre Christa, paulina y la otra zorra le tienen la guerra declarada a la pobre Julia.
Que rabia me dio que apareciese Paulina. Maldita zorra estropea momentos.
Ojalá Louis la haya puesto en su sitio y deje a Julia en paz.
Me encantó el capítulo, aunque me quedo llena de rabia por culpa de Paulina.
Siguela pronto!!
Que rabia me dio que apareciese Paulina. Maldita zorra estropea momentos.
Ojalá Louis la haya puesto en su sitio y deje a Julia en paz.
Me encantó el capítulo, aunque me quedo llena de rabia por culpa de Paulina.
Siguela pronto!!
Anna.
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Rachel116 escribió:Vale primero Christa, luego Natalie y ahora Paulina, ¿alguien más? En serio, ¿va a salir alguna otra lagarta que se cree la reina de la sofisticación pero que ni siquiera sabe que es de mala educación plantarse en la casa de alguien sin haber avisado antes?
En cualquier caso el capítulo ha estado genial, muy intenso. Paulina es una mala pécora, desearía que no volviera a entrometerse en la relación de Louis y Julianne, pero no nos engañemos, si no lo hiciera no habría trama, este libro no hubiera tenido argumento y nunca se hubiera publicado, asíq eu simplemente te pido que sigas pronto la novela para ver cómo se desarrolla los acontecimientos.
Besos xxx
Bye!!!
Mmm tal vez esas son todas
Exacto, ya la sigoooo
BESOSS
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Anna. escribió:Entre Christa, paulina y la otra zorra le tienen la guerra declarada a la pobre Julia.
Que rabia me dio que apareciese Paulina. Maldita zorra estropea momentos.
Ojalá Louis la haya puesto en su sitio y deje a Julia en paz.
Me encantó el capítulo, aunque me quedo llena de rabia por culpa de Paulina.
Siguela pronto!!
Siii pobre Julia
Tranquila
Ahora la sigo
Besos
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
.
Holaaaa!!
¿Qué tal les pareció el capítulo?
Espero que les haya gustadoooo
Comente mucho
BESOSS, las adoroooo
bye!
Capítulo Nueve
Fue una Navidad muy distinta para todos. La ausencia de Grace fue dolorosa, sobre todo para su marido y sus hijos. Aaron habría deseado estar ya casado y Rachel que el pollo a la Kiev le hubiese quedado la mitad de bueno que a su madre, con mantequilla congelada o sin ella.
Después de cenar, Louis, Tom y Richard se fueron al porche a fumar puros y beber whisky, mientras el resto de la familia tomaba café en la cocina.
—¿Qué tal por Italia? —le preguntó Aaron a Julia, mientras se servían una segunda taza.
—Genial. Hizo muy buen tiempo y lo pasamos muy bien. ¿Y los planes de boda?
—Avanzando. Aunque cuando Rachel propuso alquilar cien palomas y soltarlas tras la ceremonia, tuve que pararle los pies. Me imaginé a algunos de mis parientes disparándoles a los pobres bichos —añadió, guiñándole un ojo.
—¿Cómo están tus padres?
—Bien. Rachel le consulta muchas cosas de la boda a mi madre y ella está encantada. ¿Cómo va todo con Louis? -Julia escondió la cara en la nevera, mientras buscaba la crema de leche.
—Bien.
—Excepto cuando su ex se presenta por sorpresa. -Ella se volvió hacia Aaron, que la estaba mirando comprensivo.
—No quiero hablar de ello. -Él jugueteó con la cucharita.
—Louis es distinto cuando está contigo. —Dejó la cucharita en la encimera y se frotó la barbilla—. Parece feliz.
—Y él me hace feliz a mí.
—Un Louis feliz es tan difícil de ver como un hobbit. Estamos encantados de que esté así. Y respecto a la ex, bueno, no creo que fueran muy en serio, la verdad. No tanto como contigo.
—Gracias, Aaron. -Los dos se dieron un rápido abrazo.
Más tarde, Julia y Louis se retiraron a la habitación que habían alquilado en un hotel cercano. Mientras Julia se estaba lavando la cara en el cuarto de baño, le llegaron los acordes de Lying in the Hands of God desde el dormitorio.
Louis apareció tras ella, con sólo unos bóxers de seda azul marino y una sonrisa.
—No es Barry White, pero es nuestra canción. —La miró con deseo y le apartó el pelo del cuello para recorrérselo con los labios—. Te deseo —susurró—. Ahora. -Deslizándole las manos por debajo de la camiseta, le dejó el vientre al descubierto por encima de los pantalones de yoga.—¿Por qué no te pones una de esas cosas bonitas que te compraste en Toronto? ¿O el corsé azul atado por delante? Sabes que es mi favorito. —Su voz se volvió más grave a medida que su boca iba avanzando hacia su hombro.
—No puedo. -Él sonrió con picardía.
—No quiero decir aquí mismo, mi amor. No estoy seguro de que estés preparada para hacerlo delante de un espejo. Aunque a mí no me importaría. -Cuando empezó a quitarle la camiseta, ella se apartó bruscamente.
—Esta noche, no. -Louis bajó los brazos y la observó en silencio. Evitando su mirada, Julia volvió a lavarse la cara.
Frunciendo el cejo, él volvió al dormitorio y apagó la música. Aparte de en la galería de los Uffizi, nunca lo había rechazado. Claro que sólo llevaban juntos un par de semanas, pero aun así...
El profesor Tomlinson no estaba acostumbrado a que lo rechazaran. Aunque era evidente que Julia tenía buenas razones. —O por lo menos una razón llamada Paulina— . Se dejó caer sobre la cama y se cubrió los ojos con el brazo. Era comprensible que estuviera disgustada por la súbita aparición de su ex y no le extrañaba que no le apeteciera pensar en el sexo en esos momentos. Aparte de que, por lo visto, le había pasado algo desagradable en el restaurante esa misma tarde.
Pero cuando lo rechazaba, Louis la deseaba aún más. El aroma de su pelo, el tacto de su piel satinada, su manera de cerrar los ojos justo antes del clímax. Sentirla moviéndose debajo de su cuerpo, junto con él...
Necesitaba hacerle el amor para asegurarse de que todo estaba bien entre ellos dos.
Sí, hacer el amor con Julia era lo que más le gustaba y necesitaba demostrarle sin palabras que la amaba, que la adoraba, que haría cualquier cosa por ella. Y tenía que saber si ella aún lo deseaba; necesitaba oírla susurrar su nombre.
Pero al parecer Julia no necesitaba lo mismo. Al menos no esa noche.
Louis siguió sumido en sus pensamientos negativos hasta que ella se metió en la cama. Se tumbó de lado, contemplándolo, pero él la ignoró, limitándose a apagar la luz de la mesilla de noche.
En la oscuridad, guardaron silencio mientras una barrera fría e invisible se alzaba entre los dos.
—¿Louis?
—Sí.
—Tengo que decirte una cosa. -Él soltó el aire muy lentamente.
—No hace falta. Lo entiendo, Julianne. Buenas noches.
Aunque trató de que su voz sonara relajada, fracasó estrepitosamente. Se volvió, dándole la espalda. Ella hizo una mueca de dolor. La barrera invisible se había convertido en un muro infranqueable.
«Los hombres tienen el ego más frágil que una cáscara de huevo.»
Julia quería hablarle de lo sucedido, pero si se ofendía con tanta facilidad, sería mejor esperar a la mañana siguiente. O a otro día. Dándose también la vuelta, cerró los ojos con fuerza, deseando olvidarse de aquel horrible día. Aunque tenía ganas de llorar, las reprimió. No le apetecía nada que Louis la descubriera llorando.
«Los chicos son idiotas.»
Sorbió por la nariz varias veces y entonces él se volvió y la abrazó por detrás.
—Lo siento —le susurró al oído. Ella asintió, sorbiendo con más fuerza. —Por favor, no llores.
—No estoy llorando.
—No quería comportarme como un asno. —Apoyándose en un codo, añadió—: Mírame. —Y le dirigió una sonrisa encantadora para hacerse perdonar—. Me has malacostumbrado durante estas dos semanas, pero sé que no siempre te apetecerá hacer el amor. Te prometo no enfurruñarme... demasiado. -Ella sonrió y le besó el labio inferior.—¿Quieres contarme por qué has llorado esta tarde en el restaurante? — preguntó Louis, secándole las lágrimas. Julia negó con la cabeza. —Por favor...
—Estoy muy cansada. -Él la acarició hasta que notó que se relajaba.
—¿Qué puedo hacer por ti?
—No necesito nada.
—¿Un baño caliente? ¿Un masaje? —Su cara le recordó a Julia la de un niño pequeño que quiere complacer—. Deja que te acaricie. Te sentirás mejor.
—Louis, casi no puedo mantener los ojos abiertos.
—Quería hacer algo por ti.
—Pues abrázame.
—Eso pensaba hacerlo igualmente. —La besó y volvió a abrazarla por detrás.
—Feliz Navidad, Lou.
—Feliz Navidad.
Unas pocas horas antes, una mujer sola subía a un taxi frente al hotel Comfort Inn. Estaba llorando.
El taxista ignoró sus lágrimas educadamente y subió el volumen de la radio para darle un poco de intimidad durante el largo trayecto hasta Harrisburg. Sonó una canción pegadiza, tan pegadiza que pronto los dos estaban tarareándola.
Mientras Paulina tarareaba, pensaba en el paquete que le había entregado al recepcionista del turno de noche, Will. Le había dado cinco billetes de veinte dólares a cambio de que lo entregara en una determinada dirección de Selinsgrove a la mañana siguiente. La mañana de Navidad.
Cuando el joven le había comentado que conocía esa casa (lo que no era raro, teniendo en cuenta el tamaño de la localidad) y que había estudiado con el hermano de Louis, Scott, ella aprovechó para obtener información sobre la nueva novia de Louis.Will le contó todo lo que sabía, ya que su familia y la de Tom Mitchell se conocían de toda la vida. De hecho —le dijo—, Tom había presumido recientemente de lo bien que le iban a su hija los estudios en la Universidad de Toronto.
En cuanto obtuvo esa valiosa información, Paulina decidió marcharse de Selinsgrove inmediatamente. Mientras observaba las nevadas copas de los árboles, se preguntaba cómo podía descubrir si Julianne era estudiante de Louis en el momento en que iniciaron su relación...
Después de cenar, Louis, Tom y Richard se fueron al porche a fumar puros y beber whisky, mientras el resto de la familia tomaba café en la cocina.
—¿Qué tal por Italia? —le preguntó Aaron a Julia, mientras se servían una segunda taza.
—Genial. Hizo muy buen tiempo y lo pasamos muy bien. ¿Y los planes de boda?
—Avanzando. Aunque cuando Rachel propuso alquilar cien palomas y soltarlas tras la ceremonia, tuve que pararle los pies. Me imaginé a algunos de mis parientes disparándoles a los pobres bichos —añadió, guiñándole un ojo.
—¿Cómo están tus padres?
—Bien. Rachel le consulta muchas cosas de la boda a mi madre y ella está encantada. ¿Cómo va todo con Louis? -Julia escondió la cara en la nevera, mientras buscaba la crema de leche.
—Bien.
—Excepto cuando su ex se presenta por sorpresa. -Ella se volvió hacia Aaron, que la estaba mirando comprensivo.
—No quiero hablar de ello. -Él jugueteó con la cucharita.
—Louis es distinto cuando está contigo. —Dejó la cucharita en la encimera y se frotó la barbilla—. Parece feliz.
—Y él me hace feliz a mí.
—Un Louis feliz es tan difícil de ver como un hobbit. Estamos encantados de que esté así. Y respecto a la ex, bueno, no creo que fueran muy en serio, la verdad. No tanto como contigo.
—Gracias, Aaron. -Los dos se dieron un rápido abrazo.
Más tarde, Julia y Louis se retiraron a la habitación que habían alquilado en un hotel cercano. Mientras Julia se estaba lavando la cara en el cuarto de baño, le llegaron los acordes de Lying in the Hands of God desde el dormitorio.
Louis apareció tras ella, con sólo unos bóxers de seda azul marino y una sonrisa.
—No es Barry White, pero es nuestra canción. —La miró con deseo y le apartó el pelo del cuello para recorrérselo con los labios—. Te deseo —susurró—. Ahora. -Deslizándole las manos por debajo de la camiseta, le dejó el vientre al descubierto por encima de los pantalones de yoga.—¿Por qué no te pones una de esas cosas bonitas que te compraste en Toronto? ¿O el corsé azul atado por delante? Sabes que es mi favorito. —Su voz se volvió más grave a medida que su boca iba avanzando hacia su hombro.
—No puedo. -Él sonrió con picardía.
—No quiero decir aquí mismo, mi amor. No estoy seguro de que estés preparada para hacerlo delante de un espejo. Aunque a mí no me importaría. -Cuando empezó a quitarle la camiseta, ella se apartó bruscamente.
—Esta noche, no. -Louis bajó los brazos y la observó en silencio. Evitando su mirada, Julia volvió a lavarse la cara.
Frunciendo el cejo, él volvió al dormitorio y apagó la música. Aparte de en la galería de los Uffizi, nunca lo había rechazado. Claro que sólo llevaban juntos un par de semanas, pero aun así...
El profesor Tomlinson no estaba acostumbrado a que lo rechazaran. Aunque era evidente que Julia tenía buenas razones. —O por lo menos una razón llamada Paulina— . Se dejó caer sobre la cama y se cubrió los ojos con el brazo. Era comprensible que estuviera disgustada por la súbita aparición de su ex y no le extrañaba que no le apeteciera pensar en el sexo en esos momentos. Aparte de que, por lo visto, le había pasado algo desagradable en el restaurante esa misma tarde.
Pero cuando lo rechazaba, Louis la deseaba aún más. El aroma de su pelo, el tacto de su piel satinada, su manera de cerrar los ojos justo antes del clímax. Sentirla moviéndose debajo de su cuerpo, junto con él...
Necesitaba hacerle el amor para asegurarse de que todo estaba bien entre ellos dos.
Sí, hacer el amor con Julia era lo que más le gustaba y necesitaba demostrarle sin palabras que la amaba, que la adoraba, que haría cualquier cosa por ella. Y tenía que saber si ella aún lo deseaba; necesitaba oírla susurrar su nombre.
Pero al parecer Julia no necesitaba lo mismo. Al menos no esa noche.
Louis siguió sumido en sus pensamientos negativos hasta que ella se metió en la cama. Se tumbó de lado, contemplándolo, pero él la ignoró, limitándose a apagar la luz de la mesilla de noche.
En la oscuridad, guardaron silencio mientras una barrera fría e invisible se alzaba entre los dos.
—¿Louis?
—Sí.
—Tengo que decirte una cosa. -Él soltó el aire muy lentamente.
—No hace falta. Lo entiendo, Julianne. Buenas noches.
Aunque trató de que su voz sonara relajada, fracasó estrepitosamente. Se volvió, dándole la espalda. Ella hizo una mueca de dolor. La barrera invisible se había convertido en un muro infranqueable.
«Los hombres tienen el ego más frágil que una cáscara de huevo.»
Julia quería hablarle de lo sucedido, pero si se ofendía con tanta facilidad, sería mejor esperar a la mañana siguiente. O a otro día. Dándose también la vuelta, cerró los ojos con fuerza, deseando olvidarse de aquel horrible día. Aunque tenía ganas de llorar, las reprimió. No le apetecía nada que Louis la descubriera llorando.
«Los chicos son idiotas.»
Sorbió por la nariz varias veces y entonces él se volvió y la abrazó por detrás.
—Lo siento —le susurró al oído. Ella asintió, sorbiendo con más fuerza. —Por favor, no llores.
—No estoy llorando.
—No quería comportarme como un asno. —Apoyándose en un codo, añadió—: Mírame. —Y le dirigió una sonrisa encantadora para hacerse perdonar—. Me has malacostumbrado durante estas dos semanas, pero sé que no siempre te apetecerá hacer el amor. Te prometo no enfurruñarme... demasiado. -Ella sonrió y le besó el labio inferior.—¿Quieres contarme por qué has llorado esta tarde en el restaurante? — preguntó Louis, secándole las lágrimas. Julia negó con la cabeza. —Por favor...
—Estoy muy cansada. -Él la acarició hasta que notó que se relajaba.
—¿Qué puedo hacer por ti?
—No necesito nada.
—¿Un baño caliente? ¿Un masaje? —Su cara le recordó a Julia la de un niño pequeño que quiere complacer—. Deja que te acaricie. Te sentirás mejor.
—Louis, casi no puedo mantener los ojos abiertos.
—Quería hacer algo por ti.
—Pues abrázame.
—Eso pensaba hacerlo igualmente. —La besó y volvió a abrazarla por detrás.
—Feliz Navidad, Lou.
—Feliz Navidad.
* * * *
Unas pocas horas antes, una mujer sola subía a un taxi frente al hotel Comfort Inn. Estaba llorando.
El taxista ignoró sus lágrimas educadamente y subió el volumen de la radio para darle un poco de intimidad durante el largo trayecto hasta Harrisburg. Sonó una canción pegadiza, tan pegadiza que pronto los dos estaban tarareándola.
Mientras Paulina tarareaba, pensaba en el paquete que le había entregado al recepcionista del turno de noche, Will. Le había dado cinco billetes de veinte dólares a cambio de que lo entregara en una determinada dirección de Selinsgrove a la mañana siguiente. La mañana de Navidad.
Cuando el joven le había comentado que conocía esa casa (lo que no era raro, teniendo en cuenta el tamaño de la localidad) y que había estudiado con el hermano de Louis, Scott, ella aprovechó para obtener información sobre la nueva novia de Louis.Will le contó todo lo que sabía, ya que su familia y la de Tom Mitchell se conocían de toda la vida. De hecho —le dijo—, Tom había presumido recientemente de lo bien que le iban a su hija los estudios en la Universidad de Toronto.
En cuanto obtuvo esa valiosa información, Paulina decidió marcharse de Selinsgrove inmediatamente. Mientras observaba las nevadas copas de los árboles, se preguntaba cómo podía descubrir si Julianne era estudiante de Louis en el momento en que iniciaron su relación...
Holaaaa!!
¿Qué tal les pareció el capítulo?
Espero que les haya gustadoooo
Comente mucho
BESOSS, las adoroooo
bye!
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Pero será puta, no puedo creer que siga metiéndose en donde no la llaman. Paulina me cae cada vez peor, ya no la soporto. Con mi Louis que no se meta que me la cargo!!
siguela pronto!!
Besos :)
siguela pronto!!
Besos :)
Anna.
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
La os*** que les voy a dar a esas malditas lagartas... No, si es que ya sé lo que pasará, conocerá a Christa y entre las dos intentarán destruir a Julianne, ¡genial!¡Simplemente genial! Esto es increíble....
En cualquier caso el capítulo me ha gustado mucho y espero que pronto subas el siguiente.
Besos xxx
Bye!!!
En cualquier caso el capítulo me ha gustado mucho y espero que pronto subas el siguiente.
Besos xxx
Bye!!!
Rachel116
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Anna. escribió:Pero será puta, no puedo creer que siga metiéndose en donde no la llaman. Paulina me cae cada vez peor, ya no la soporto. Con mi Louis que no se meta que me la cargo!!
siguela pronto!!
Besos :)
Ya veremos que pasa con Paulina y Jouis
Ya la sigo
Besos
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Rachel116 escribió:La os*** que les voy a dar a esas malditas lagartas... No, si es que ya sé lo que pasará, conocerá a Christa y entre las dos intentarán destruir a Julianne, ¡genial!¡Simplemente genial! Esto es increíble....
En cualquier caso el capítulo me ha gustado mucho y espero que pronto subas el siguiente.
Besos xxx
Bye!!!
Mmm puede ser...
Ya la sigoooo
Besos
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
.
Holaaaa!!
¿Qué tal les pareció el capítulo?
Espero que les haya gustadoooo
Comente mucho
BESOSS, las adoroooo
bye!
Capítulo Díez
La mañana de Navidad, muy temprano, Louis —ataviado con unos bóxers y las gafas— se debatía entre despertar a Julianne o dejarla dormir un poco más. Podría haberse ido a la zona de estar de la suite, donde había estado jugando a ser Papá Noel, pero prefería estar con ella, aunque fuera a oscuras.
La conversación que había mantenido con Richard el día anterior lo atormentaba. Cuando su padre adoptivo le había preguntado por Paulina, él le había contado una versión resumida, haciendo hincapié en que ella era su pasado y Julia su futuro. Richard, que era un hombre comprensivo, insistió en que Paulina fuera a terapia como condición para seguir teniendo acceso a su fondo de inversiones, pues era evidente que necesitaba ayuda.
Cuando Louis le dio la razón, Richard cambió de tema, preguntándole si estaba enamorado de Julia. Cuando él respondió sin dudar, su padre sacó a colación una palabra empezada con erre: «responsabilidad».
—Estoy actuando con responsabilidad.
—Julia está estudiando. ¿Y si se queda embarazada? -La expresión de Louis se endureció.
—Eso no va a pasar.
—Eso mismo pensaba yo —replicó Richard sonriendo—. Y entonces nació Scott.
—Ya he demostrado más de una vez que soy responsable de mis actos —insistió Louis en tono glacial. Richard se echó hacia atrás en la silla y lo miró.
—Julia se parece a Grace en algunas cosas. Una de ellas es su voluntad de sacrificarse por aquellos a los que ama.
—No permitiré que sacrifique sus sueños por mí, si es eso lo que te preocupa. -Su padre volvió la vista hacia la foto de su esposa, que lo miraba desde la mesa del despacho, una mujer sonriente, de ojos amables.
—¿Cómo ha reaccionado Julia al ver a esa joven?
—Todavía no lo hemos hablado.
—Si abandonas a Julia, tendrás un problema con tus hermanos y conmigo, ¿lo sabes?
Louis frunció el cejo y respondió solemne:
—No la abandonaré nunca. No podría vivir sin ella.
—¿Y por qué no se lo dices a ella?
—Porque sólo llevamos dos semanas juntos.
Richard alzó las cejas, sorprendido, pero prefirió no preguntarle sobre la ambigüedad de la expresión «estar juntos».
—Ya conoces mi opinión al respecto. Deberías casarte con ella. Si no, cualquiera que los vea pensará que lo que tinen no es más que una aventura sexual, cuando tus intenciones son mucho más serias. -Él se ofendió.
—Julianne no es mi amante.
—Pero no quieres comprometerte con ella.
—Estoy comprometido con ella. No hay nadie más en mi vida.
—Pero Paulina aparece de pronto y monta una escena delante de Julia y de tu familia.
—¡No puedo evitarlo!
—¿Ah, no? —Richard frunció los labios—. Me parece que Paulina es una mujer
inteligente y si estuviera convencida de que no iba a conseguir nada, te dejaría en paz. -Louis frunció el cejo, pero no se lo discutió.
—¿Por qué no te comprometes con Julia? Estoy seguro de que está angustiada por el futuro. El matrimonio es un sacramento creado en buena medida para proteger a las mujeres de la explotación sexual. Si le niegas esa protección, ella no deja de ser algo muy parecido a tu amante, la llames como la llames. Viendo lo que le ha pasado a Paulina, tiene que estar preocupada.
—Las situaciones de ellas dos no tienen nada que ver.
—Pero ¿cómo puede saberlo Julia? —Richard tamborileó con los dedos sobre la mesa—. El matrimonio es más que un trozo de papel. Es un misterio. De hecho, hay un texto judío que sugiere que se establece en el cielo, entre dos almas gemelas. ¿No quieres estar con ella para siempre?
—Lo que yo quiera no es importante. No voy a presionarla para que tome una decisión que le va a cambiar la vida en pleno curso académico —respondió Louis, frotándose los ojos—. Es demasiado pronto.
—Espero que no esperes hasta que sea demasiado tarde —replicó Richard, mirando a Grace con tristeza.
Con esas palabras resonando en sus oídos, Louis contemplaba dormir a su alma gemela durante la mañana de Navidad. Como si hubiera oído sus pensamientos, Julia se desperezó, presa de una extraña angustia. Al volverse hacia Louis, rozó la seda de los bóxers.
En la oscuridad de la habitación, él parecía una gárgola: una figura gris, inmóvil, que la observaba en silencio tras las gafas. Tardó unos instantes en preguntarle:
—¿Qué estás haciendo?
—Nada. Vuélvete a dormir. -Ella frunció el cejo, preocupada.
—Pero estás sentado a oscuras, medio desnudo. -Él trató de sonreír.
—Estoy esperando a que te despiertes.
—¿Por qué?
—Para abrir los regalos. Pero aún es temprano. Duérmete. -Julia se acercó a él y le buscó la mano. Tras besársela, se la llevó al corazón. Louis sonrió y dejó la mano quieta, sintiendo sus latidos. —Perdóname por lo de anoche —dijo, recuperando la solemnidad—. No quiero que pienses que sólo me interesa el sexo. No es verdad.
—Ya lo sé. -Él le acarició las cejas con los dedos.
—Te deseo, eso es innegable. Me cuesta mucho no tocarte, no poder estar lo más cerca posible de ti. —Su mano descendió hasta su mejilla y se quedó allí—. Pero te quiero y quiero que estés conmigo porque te apetezca, no porque te sientas obligada. -Julia apoyó la cara en su mano.
—No me siento obligada. Ha habido un montón de veces en que podrías haberme presionado, como la noche que pasamos en tu cuarto, cuando me quité el top. Pero no lo hiciste. Fuiste muy paciente. Y la primera vez estuviste maravilloso. Tengo mucha suerte de que seas mi amante. —Le dirigió una sonrisa soñolienta—. ¿Por qué no te acuestas? Creo que a los dos nos vendría bien descansar.
Louis se deslizó bajo las sábanas y se acurrucó cerca de su amada. Cuando la respiración de ella se hizo más profunda, indicándole que se había dormido, le susurró promesas en italiano.
Cuando Julia se volvió a despertar, él le llevó el desayuno a la cama. Y luego no paró hasta que se levantó y lo acompañó a la sala. Estaba tan nervioso que casi daba saltos. (De un modo muy digno, propio de un profesor universitario, por descontado, a pesar de que no se había puesto la camisa.)
Louis había cogido «prestado» del recibidor del hotel un pequeño árbol de Navidad y lo había colocado en el centro de la sala. Debajo había varios paquetes envueltos en papel brillante de diversos colores. Dos grandes calcetines con sus nombres bordados colgaban de los dos extremos del sofá.
—Feliz Navidad —le deseó Louis, besándole la frente. Se sentía muy orgulloso de sí mismo y no podía ocultarlo.
—Es mi primer calcetín. Nunca había tenido uno —dijo Julia.
Él la acompañó hasta el sofá. Cuando estuvo sentada, le colocó el calcetín en el regazo. Estaba lleno de caramelos y de braguitas con motivos navideños. Y en la punta había un lápiz de memoria que contenía las imágenes de un tango contra la pared en el Royal Ontario Museum.
—¿Por qué no te habían regalado nunca un calcetín navideño? -Ella se encogió de hombros.
—Sharon solía olvidarse de que era Navidad y a mi padre nunca se le ocurrió. -Louis negó con la cabeza. Él tampoco había tenido calcetines antes de ir a vivir con los Clark. Julia señaló un par de paquetes envueltos con papel rojo y verde.
—¿Por qué no abres primero tus regalos?
Con una sonrisa radiante, Louis se sentó junto al arbolito, con las piernas cruzadas. Eligió una caja pequeña y rompió el papel con entusiasmo. Ella se echó a reír al ver al correcto profesor vestido sólo con ropa interior y gafas, atacando sus regalos como si fuera un niño de cuatro años. Al abrir la caja, se quedó muy sorprendido al encontrar un par de gemelos de plata sobre un fondo de seda de color crema. Pero no eran unos gemelos cualquiera. Llevaban grabado el escudo de la ciudad de Florencia. Louis los miró boquiabierto.
—¿Te gustan?
—Me encantan, Julianne. Pero ¿cómo...?
—Mientras estabas en una de las reuniones, me acerqué al Ponte Vecchio a comprarlos. Pensé que quedarían bien con tus camisas. —Mirando al suelo, añadió—: Me temo que me gasté parte del dinero de la beca. En realidad, te los has regalado tú mismo. -Poniéndose de rodillas, él avanzó hasta ella y la besó agradecido.
—Ese dinero es tuyo. Te lo has ganado. Y los gemelos son perfectos. Muchas gracias. -Julia sonrió al verlo allí arrodillado.
—Tienes otro regalo.
Sonriendo, Louis abrió el segundo paquete. Dentro del papel de seda, encontró una reproducción de veinte por veinticinco centímetros del cuadro de Marc Chagall, Amantes a la luz de la luna. En la tarjeta que acompañaba la lámina, Julia había escrito unas líneas declarándole su amor y dando gracias por haberlo encontrado. También añadió otro obsequio, aún más valioso.
Louis se había quedado sin palabras. La miró sin creérselo.
—Creo que ha llegado el momento de que cuelgues fotos nuestras en tu dormitorio. Me apetece hacer eso por ti. Si te parece bien. -Él se sentó a su lado en el sofá y la besó apasionadamente.
—Gracias. El cuadro es precioso, pero tú eres mucho más preciosa que cualquier obra de arte. —Sonrió antes de añadir—: Creo que podemos inspirarnos en Chagall para la sesión fotográfica, pero tendremos que practicar antes las posturas. -Moviendo insinuante las cejas, se inclinó hacia ella y le mordió el labio inferior. —Tú eres el regalo más grande —murmuró.
Al notar que Julia sonreía bajo su boca, alargó un brazo para hacerse con uno de los regalos que había colocado bajo el arbolito. Le dirigió una mirada ilusionada mientras ella lo abría. Era un CD que Louis le había grabado, llamado «Loving Julia».
—Es la lista que escuchábamos en Florencia.
—Gracias. Tenía pensado pedírtela. Esas canciones me traerán recuerdos muy felices.
Dentro de la funda, encontró varios vales para tratamientos de belleza en el Hotel Windsor Arms, de Toronto, algunos de los cuales tenían nombres tan exóticos como «Ducha Vichy» o «Tratamiento de vendas frías de algas marinas».
Julia le dio las gracias y leyó los nombres de los tratamientos en voz alta hasta llegar al último:
Al ver que Julia se ponía tensa, Louis le arrebató la nota de los dedos, disculpándose con una sonrisa.
—No debí incluir esto en la caja. Lo siento. -Pero ella le agarró la mano.
—Gracias. Pensaba que iba a tener que esperar más. Es el mejor regalo que podías hacerme. -Louis soltó el aire, relajándose, y le besó la coronilla.
—Te lo mereces —le dijo, con los ojos brillantes. Sonriendo, Julia miró por encima del hombro de él y vio que había otra caja junto al árbol.
—Hay otro regalo. ¿Es para mí? -Louis asintió.
—¿Puedo abrirlo?
—Preferiría que esperaras. -Ella frunció el cejo.
—¿Por qué? ¿Quieres que lo llevemos a casa de Richard? ¿Prefieres que lo abra
delante de tu familia?
—¡No, por Dios! -Pasándose los dedos por el pelo, sonrió irónicamente. —Perdona, es que es... bueno... bastante personal. ¿Puedes esperar hasta esta noche para abrirlo? ¿Por favor? -Julia miró el regalo con curiosidad.
—A juzgar por el tamaño de la caja, no es un gatito.
—No, no lo es, aunque si quieres una mascota, te la compraré —contestó él, mirando hacia la caja que el día anterior ella había dejado junto a la puerta—. ¿Qué había en el regalo de Paul? -Julia se encogió de hombros, quitándole importancia.
—Una botella de sirope de arce, que ya le di a mi padre, y un par de juguetes.
—¿Juguetes? ¿Qué clase de juguetes? -Julia lo miró escandalizada.
—Juguetes infantiles, ¿qué van a ser?
—¿No te regaló ya un conejito de peluche hace unos meses? Creo que ese chico tiene una fijación con los conejitos.
«Follaángeles.»
—Dijo la sartén al cazo. Louis, tú tienes una fijación con los zapatos de tacón. ¿Cómo te atreves a criticarlo?
—Nunca he negado mi aprecio estético por el calzado femenino. Al fin y al cabo, hay zapatos que son auténticas obras de arte —añadió dignamente—. Sobre todo cuando los lleva una mujer como tú. -Ella no pudo evitar sonreír.
—Me ha regalado una vaca Holstein de peluche y unas figuritas de Dante y Beatriz. -Él la miró perplejo.
—¿Figuritas? —Sonrió con ironía—. ¿Quieres decir como soldaditos de plomo?
—Figuritas, soldaditos... ¿qué más da?
—¿Son anatómicamente completos?
—Louis, ¿no estás siendo un poco infantil? -Él le acarició la mejilla.
—Sólo me preguntaba en qué clase de acción podrían participar Dante y Beatriz. En privado, por supuesto.
—Dante debe de estar revolviéndose en su tumba.
—Podemos recrear eso enterrando la figura de Dante en el patio de atrás. Pero me gustaría quedarme con Beatriz. -Julia se echó a reír.
—Eres incorregible. Gracias por los regalos. Y gracias por llevarme a Italia. Ése fue el mejor regalo de todos.
—De nada. —Sujetándole la cara entre las manos, la miró a los ojos antes de unir sus labios.
Lo que empezó como un suave beso con la boca cerrada, pronto se convirtió en un beso arrebatado, enfebrecido, con manos que agarraban y tiraban el uno del otro. Julia se puso de puntillas, frotándose contra su pecho desnudo y Louis gruñó, frustrado, y dio un paso atrás. Quitándose las gafas, se frotó los ojos.
—Me encantaría seguir con lo que estamos haciendo, pero Richard quiere que vayamos a la iglesia.
—Bien. -Volvió a ponerse las gafas.
—¿Una chica católica como tú no preferiría ir a una misa católica?
—Dios es el mismo para todos. No es la primera vez que acompaño a tu familia a la iglesia.—Julia lo miró con atención—. ¿No quieres que vaya?
—No me siento muy cómodo en las iglesias.
—¿Por qué no?
—Hace años que no voy. Siempre siento que me juzgan.
—Todos somos pecadores —dijo ella, solemne—. Si sólo fueran a la iglesia los que no pecan, los templos estarían siempre vacíos. Y no creo que los feligreses de la congregación de Richard te juzguen. Los episcopalianos son muy acogedores.
Tras darle un rápido beso en la mejilla, Julia volvió al dormitorio para arreglarse. Louis la siguió y se tumbó en la cama, observándola rebuscar entre la ropa colgada en el armario.
—¿Por qué sigues creyendo en Dios? ¿No estás enfadada con Él por todas las cosas malas que te han pasado? -Ella interrumpió lo que estaba haciendo y se volvió hacia él. Louis parecía muy infeliz.
—A todo el mundo le pasan cosas malas. ¿Por qué iba a ser yo distinta a los demás?
—Porque eres buena. -Ella se miró las manos.
—El universo no se basa en la magia. No hay unas reglas para las personas buenas y otras para las personas malas. Todo el mundo sufre en un momento u otro. Lo importante es lo que haces con tu dolor, ¿no crees? -Él la miró impasible. —Tal vez el mundo sería un lugar mucho peor si Dios no existiera —insistió ella. Louis maldijo en voz baja, pero no discutió. Julia se sentó a su lado en la cama. —¿Has leído Los hermanos Karamazov?
—Es uno de mis libros favoritos.
—Entonces recordarás la conversación entre Aliosha, el cura, y su hermano Iván. -Él sonrió, divertido por el rumbo de los pensamientos de ella.
—Supongo que yo soy el rebelde librepensador y tú el muchacho religioso. -Julia no le hizo caso.
—Iván le da a Aliosha una lista de razones por las que o Dios no existe o, si existe, es un monstruo. Es una discusión muy apasionada. He pensado en ella bastantes veces. Recuerda que Iván acaba la discusión diciendo que rechaza la creación de Dios, este mundo. Y, sin embargo, hay algo en este mundo que encuentra sorprendentemente hermoso: las pequeñas hojas que brotan de los árboles en primavera. Le encantan, a pesar de que odia el mundo al que llegan. Esas pequeñas hojas no representan la fe ni la salvación. Son lo que queda de su esperanza. Mantienen a raya su desesperación demostrándole que, a pesar de la maldad que ha presenciado, en el mundo queda al menos una cosa pura y hermosa. -Cambiando de postura para mirarlo mejor, Julia le sujetó la cara entre las manos. —Louis, ¿has encontrado tus hojitas?
La pregunta lo pilló por sorpresa. Tanto, que no pudo hacer nada más que quedarse quieto, mirando a la preciosa morena que tenía delante. En momentos como ése, recordaba qué lo había llevado a pensar que era un ángel. Julia albergaba mucha más compasión de lo que era normal encontrar en un ser humano. Al menos, según su experiencia.
—No lo sé. Nunca me lo he planteado.
—La mía era Grace. Y tú —admitió, con una tímida sonrisa—. Y, antes, aquellos voluntarios del Ejército de Salvación que fueron amables conmigo cuando mi madre no lo fue. Me dieron una razón para seguir creyendo.
—Pero ¿cómo se puede justificar el sufrimiento de los inocentes? ¿De los niños? —La voz de Louis era apenas un susurro—. ¿De los bebés?
—No sé por qué mueren los bebés. Ojalá no sucediera —respondió Julia muy seria—. Pero ¿qué me dices de nosotros, Louis? ¿Por qué permitimos que la gente trate mal a sus propios hijos? ¿Por qué no defendemos a los débiles y a los enfermos? ¿Por qué dejamos que los soldados saquen de sus casas a nuestros vecinos, les cosan una estrella en la ropa y los metan en trenes? No es Dios quien es malo. Somos nosotros. Todo el mundo quiere saber de dónde viene el mal y por qué puede campar a sus anchas por el mundo. ¿Por qué nadie se pregunta de dónde viene el bien? Los seres humanos tienen una gran capacidad para ser crueles. ¿Por qué existe la bondad en el mundo? ¿Por qué existen personas como Richard y Grace? Porque existe Dios, que no ha permitido que la Tierra se corrompa del todo. Si buscas, siempre encuentras pequeñas hojas. Y cuando aprendes a reconocerlas, notas su presencia a tu alrededor.
Louis cerró los ojos, disfrutando de su contacto al mismo tiempo que de sus palabras. En el fondo de su corazón sabía que acababa de escuchar una verdad muy profunda.
Por mucho que lo intentara, nunca había podido dejar de creer del todo. Ni siquiera en sus días más negros, la luz había desaparecido por completo. Había tenido la guía de Grace y, providencialmente, al morir ella, Julia había reaparecido en su vida y había seguido mostrándole el camino.
Tras darle un casto beso, ella fue a ducharse. Mientras la miraba alejarse, Louis se maravillaba de su brillantez. Era mucho más inteligente que él, ya que su intelecto poseía una originalidad creativa que él nunca tendría. Y a pesar de todo lo que le había pasado en la vida, no había perdido la fe, la esperanza ni la caridad.
«No es mi igual; es mucho mejor que yo. Es mi hojita.»
Una hora más tarde, Julia y Louis se dirigieron en coche hasta la Iglesia Episcopal de Todos los Santos. Él llevaba un traje negro con camisa blanca, con los gemelos nuevos en los puños. Ella se había puesto un vestido color ciruela con falda por debajo de las rodillas y las botas negras que se había comprado en Florencia.
«Un mar de incomodidad.» Con esas palabras habría descrito Louis el ambiente general, mientras se sentaba junto a Julia al final del banco de la familia.
De todos modos, agradeció la liturgia, el orden y el modo de usar las Escrituras y la música en el servicio religioso. Durante la ceremonia, se distrajo varias veces pensando en su vida y en los distintos pasos que lo habían llevado hasta la hermosa mujer que le daba la mano.
La Navidad era la celebración del nacimiento, de un nacimiento en concreto. A su alrededor vio muchos niños y bebés. En la parte delantera de la iglesia habían colocado un pesebre. También había niños en las imágenes, en las vidrieras, y vio asimismo a una radiante mujer embarazada sentada al otro lado del pasillo.
Por un instante, Louis lamentó haberse esterilizado. No por él, no por no ser capaz de tener un hijo, sino por no poder dárselo a Julianne. Se imaginó tumbado en la cama, junto a ella embarazada, apoyando la mano en su vientre para notar las patadas del hijo de los dos. Se imaginó sosteniendo a ese niño en brazos, sorprendido por la gran cantidad de pelo moreno que tenía.
Esas imágenes lo pillaron por sorpresa. Suponían un cambio muy brusco en su carácter y sus prioridades y alejaban la culpabilidad y el egoísmo que lo habían acompañado durante tantos años. Eran un giro hacia la permanencia y el compromiso con una mujer con la que quería crear una familia, con la que quería tener un hijo.
Su amor por Julianne lo había cambiado de muchas maneras. No se había dado cuenta de lo profundos que eran esos cambios hasta que se sorprendió mirando a la desconocida embarazada con una mezcla de melancolía y envidia.
Ésos eran los pensamientos que ocupaban su mente mientras le daba la mano a Julia. Y cuando llegó el momento de la eucaristía, Louis fue el único miembro de su familia que no se levantó para participar.
A pesar de que algo en la atmósfera de la iglesia le resultaba reconfortante, durante la homilía se sintió juzgado, como casi siempre. Las palabras del pastor solían recordarle que había malgastado buena parte de su vida, un tiempo que nunca volvería.
No había podido decirle a Grace las cosas que le habría gustado decirle antes de que muriera. No había tratado a Paulina y a Julianne con el respeto que se merecían. En realidad, no había tratado con respeto a ninguna de las mujeres con las que se había involucrado.
Al recordar a Paulina, apartó la mirada de su hermosa Julia y agachó la cabeza, rezando casi sin darse cuenta; pidiendo perdón y orientación. Sentía que estaba en la cuerda floja, suspendido entre la necesidad de responsabilizarse de las indiscreciones cometidas en su etapa anterior y la de borrar a Paulina de su vida. Rezó pidiendo que ésta encontrara a alguien a quien amar, alguien que la ayudara a olvidar el pasado.
Estaba tan concentrado en sus oraciones, que no se dio cuenta de que su familia había vuelto a sentarse en el banco, ni de que Julia lo estaba agarrando del brazo. Tampoco se dio cuenta del momento en que su padre rompía a llorar en silencio, ni de cuando Rachel lo consoló, rodeándolo con el brazo y apoyando su rubia cabeza en su hombro.
«El Reino de los Cielos es como una familia —pensó Julia, al ver a Rachel abrazar a su padre—. Donde el amor y el perdón sustituyen a las lágrimas y el sufrimiento.»
La conversación que había mantenido con Richard el día anterior lo atormentaba. Cuando su padre adoptivo le había preguntado por Paulina, él le había contado una versión resumida, haciendo hincapié en que ella era su pasado y Julia su futuro. Richard, que era un hombre comprensivo, insistió en que Paulina fuera a terapia como condición para seguir teniendo acceso a su fondo de inversiones, pues era evidente que necesitaba ayuda.
Cuando Louis le dio la razón, Richard cambió de tema, preguntándole si estaba enamorado de Julia. Cuando él respondió sin dudar, su padre sacó a colación una palabra empezada con erre: «responsabilidad».
—Estoy actuando con responsabilidad.
—Julia está estudiando. ¿Y si se queda embarazada? -La expresión de Louis se endureció.
—Eso no va a pasar.
—Eso mismo pensaba yo —replicó Richard sonriendo—. Y entonces nació Scott.
—Ya he demostrado más de una vez que soy responsable de mis actos —insistió Louis en tono glacial. Richard se echó hacia atrás en la silla y lo miró.
—Julia se parece a Grace en algunas cosas. Una de ellas es su voluntad de sacrificarse por aquellos a los que ama.
—No permitiré que sacrifique sus sueños por mí, si es eso lo que te preocupa. -Su padre volvió la vista hacia la foto de su esposa, que lo miraba desde la mesa del despacho, una mujer sonriente, de ojos amables.
—¿Cómo ha reaccionado Julia al ver a esa joven?
—Todavía no lo hemos hablado.
—Si abandonas a Julia, tendrás un problema con tus hermanos y conmigo, ¿lo sabes?
Louis frunció el cejo y respondió solemne:
—No la abandonaré nunca. No podría vivir sin ella.
—¿Y por qué no se lo dices a ella?
—Porque sólo llevamos dos semanas juntos.
Richard alzó las cejas, sorprendido, pero prefirió no preguntarle sobre la ambigüedad de la expresión «estar juntos».
—Ya conoces mi opinión al respecto. Deberías casarte con ella. Si no, cualquiera que los vea pensará que lo que tinen no es más que una aventura sexual, cuando tus intenciones son mucho más serias. -Él se ofendió.
—Julianne no es mi amante.
—Pero no quieres comprometerte con ella.
—Estoy comprometido con ella. No hay nadie más en mi vida.
—Pero Paulina aparece de pronto y monta una escena delante de Julia y de tu familia.
—¡No puedo evitarlo!
—¿Ah, no? —Richard frunció los labios—. Me parece que Paulina es una mujer
inteligente y si estuviera convencida de que no iba a conseguir nada, te dejaría en paz. -Louis frunció el cejo, pero no se lo discutió.
—¿Por qué no te comprometes con Julia? Estoy seguro de que está angustiada por el futuro. El matrimonio es un sacramento creado en buena medida para proteger a las mujeres de la explotación sexual. Si le niegas esa protección, ella no deja de ser algo muy parecido a tu amante, la llames como la llames. Viendo lo que le ha pasado a Paulina, tiene que estar preocupada.
—Las situaciones de ellas dos no tienen nada que ver.
—Pero ¿cómo puede saberlo Julia? —Richard tamborileó con los dedos sobre la mesa—. El matrimonio es más que un trozo de papel. Es un misterio. De hecho, hay un texto judío que sugiere que se establece en el cielo, entre dos almas gemelas. ¿No quieres estar con ella para siempre?
—Lo que yo quiera no es importante. No voy a presionarla para que tome una decisión que le va a cambiar la vida en pleno curso académico —respondió Louis, frotándose los ojos—. Es demasiado pronto.
—Espero que no esperes hasta que sea demasiado tarde —replicó Richard, mirando a Grace con tristeza.
Con esas palabras resonando en sus oídos, Louis contemplaba dormir a su alma gemela durante la mañana de Navidad. Como si hubiera oído sus pensamientos, Julia se desperezó, presa de una extraña angustia. Al volverse hacia Louis, rozó la seda de los bóxers.
En la oscuridad de la habitación, él parecía una gárgola: una figura gris, inmóvil, que la observaba en silencio tras las gafas. Tardó unos instantes en preguntarle:
—¿Qué estás haciendo?
—Nada. Vuélvete a dormir. -Ella frunció el cejo, preocupada.
—Pero estás sentado a oscuras, medio desnudo. -Él trató de sonreír.
—Estoy esperando a que te despiertes.
—¿Por qué?
—Para abrir los regalos. Pero aún es temprano. Duérmete. -Julia se acercó a él y le buscó la mano. Tras besársela, se la llevó al corazón. Louis sonrió y dejó la mano quieta, sintiendo sus latidos. —Perdóname por lo de anoche —dijo, recuperando la solemnidad—. No quiero que pienses que sólo me interesa el sexo. No es verdad.
—Ya lo sé. -Él le acarició las cejas con los dedos.
—Te deseo, eso es innegable. Me cuesta mucho no tocarte, no poder estar lo más cerca posible de ti. —Su mano descendió hasta su mejilla y se quedó allí—. Pero te quiero y quiero que estés conmigo porque te apetezca, no porque te sientas obligada. -Julia apoyó la cara en su mano.
—No me siento obligada. Ha habido un montón de veces en que podrías haberme presionado, como la noche que pasamos en tu cuarto, cuando me quité el top. Pero no lo hiciste. Fuiste muy paciente. Y la primera vez estuviste maravilloso. Tengo mucha suerte de que seas mi amante. —Le dirigió una sonrisa soñolienta—. ¿Por qué no te acuestas? Creo que a los dos nos vendría bien descansar.
Louis se deslizó bajo las sábanas y se acurrucó cerca de su amada. Cuando la respiración de ella se hizo más profunda, indicándole que se había dormido, le susurró promesas en italiano.
Cuando Julia se volvió a despertar, él le llevó el desayuno a la cama. Y luego no paró hasta que se levantó y lo acompañó a la sala. Estaba tan nervioso que casi daba saltos. (De un modo muy digno, propio de un profesor universitario, por descontado, a pesar de que no se había puesto la camisa.)
Louis había cogido «prestado» del recibidor del hotel un pequeño árbol de Navidad y lo había colocado en el centro de la sala. Debajo había varios paquetes envueltos en papel brillante de diversos colores. Dos grandes calcetines con sus nombres bordados colgaban de los dos extremos del sofá.
—Feliz Navidad —le deseó Louis, besándole la frente. Se sentía muy orgulloso de sí mismo y no podía ocultarlo.
—Es mi primer calcetín. Nunca había tenido uno —dijo Julia.
Él la acompañó hasta el sofá. Cuando estuvo sentada, le colocó el calcetín en el regazo. Estaba lleno de caramelos y de braguitas con motivos navideños. Y en la punta había un lápiz de memoria que contenía las imágenes de un tango contra la pared en el Royal Ontario Museum.
—¿Por qué no te habían regalado nunca un calcetín navideño? -Ella se encogió de hombros.
—Sharon solía olvidarse de que era Navidad y a mi padre nunca se le ocurrió. -Louis negó con la cabeza. Él tampoco había tenido calcetines antes de ir a vivir con los Clark. Julia señaló un par de paquetes envueltos con papel rojo y verde.
—¿Por qué no abres primero tus regalos?
Con una sonrisa radiante, Louis se sentó junto al arbolito, con las piernas cruzadas. Eligió una caja pequeña y rompió el papel con entusiasmo. Ella se echó a reír al ver al correcto profesor vestido sólo con ropa interior y gafas, atacando sus regalos como si fuera un niño de cuatro años. Al abrir la caja, se quedó muy sorprendido al encontrar un par de gemelos de plata sobre un fondo de seda de color crema. Pero no eran unos gemelos cualquiera. Llevaban grabado el escudo de la ciudad de Florencia. Louis los miró boquiabierto.
—¿Te gustan?
—Me encantan, Julianne. Pero ¿cómo...?
—Mientras estabas en una de las reuniones, me acerqué al Ponte Vecchio a comprarlos. Pensé que quedarían bien con tus camisas. —Mirando al suelo, añadió—: Me temo que me gasté parte del dinero de la beca. En realidad, te los has regalado tú mismo. -Poniéndose de rodillas, él avanzó hasta ella y la besó agradecido.
—Ese dinero es tuyo. Te lo has ganado. Y los gemelos son perfectos. Muchas gracias. -Julia sonrió al verlo allí arrodillado.
—Tienes otro regalo.
Sonriendo, Louis abrió el segundo paquete. Dentro del papel de seda, encontró una reproducción de veinte por veinticinco centímetros del cuadro de Marc Chagall, Amantes a la luz de la luna. En la tarjeta que acompañaba la lámina, Julia había escrito unas líneas declarándole su amor y dando gracias por haberlo encontrado. También añadió otro obsequio, aún más valioso.
Me gustaría posar para ti. Con todo mi amor,
Tu Julia
Louis se había quedado sin palabras. La miró sin creérselo.
—Creo que ha llegado el momento de que cuelgues fotos nuestras en tu dormitorio. Me apetece hacer eso por ti. Si te parece bien. -Él se sentó a su lado en el sofá y la besó apasionadamente.
—Gracias. El cuadro es precioso, pero tú eres mucho más preciosa que cualquier obra de arte. —Sonrió antes de añadir—: Creo que podemos inspirarnos en Chagall para la sesión fotográfica, pero tendremos que practicar antes las posturas. -Moviendo insinuante las cejas, se inclinó hacia ella y le mordió el labio inferior. —Tú eres el regalo más grande —murmuró.
Al notar que Julia sonreía bajo su boca, alargó un brazo para hacerse con uno de los regalos que había colocado bajo el arbolito. Le dirigió una mirada ilusionada mientras ella lo abría. Era un CD que Louis le había grabado, llamado «Loving Julia».
—Es la lista que escuchábamos en Florencia.
—Gracias. Tenía pensado pedírtela. Esas canciones me traerán recuerdos muy felices.
Dentro de la funda, encontró varios vales para tratamientos de belleza en el Hotel Windsor Arms, de Toronto, algunos de los cuales tenían nombres tan exóticos como «Ducha Vichy» o «Tratamiento de vendas frías de algas marinas».
Julia le dio las gracias y leyó los nombres de los tratamientos en voz alta hasta llegar al último:
He hablado con un cirujano plástico de Toronto, que ha prometido visitarte en cuanto regresemos. Por la información que le di, está convencido de que podrá hacer desaparecer la cicatriz por completo. No tendrás que preocuparte por ella nunca más,
Louis
Al ver que Julia se ponía tensa, Louis le arrebató la nota de los dedos, disculpándose con una sonrisa.
—No debí incluir esto en la caja. Lo siento. -Pero ella le agarró la mano.
—Gracias. Pensaba que iba a tener que esperar más. Es el mejor regalo que podías hacerme. -Louis soltó el aire, relajándose, y le besó la coronilla.
—Te lo mereces —le dijo, con los ojos brillantes. Sonriendo, Julia miró por encima del hombro de él y vio que había otra caja junto al árbol.
—Hay otro regalo. ¿Es para mí? -Louis asintió.
—¿Puedo abrirlo?
—Preferiría que esperaras. -Ella frunció el cejo.
—¿Por qué? ¿Quieres que lo llevemos a casa de Richard? ¿Prefieres que lo abra
delante de tu familia?
—¡No, por Dios! -Pasándose los dedos por el pelo, sonrió irónicamente. —Perdona, es que es... bueno... bastante personal. ¿Puedes esperar hasta esta noche para abrirlo? ¿Por favor? -Julia miró el regalo con curiosidad.
—A juzgar por el tamaño de la caja, no es un gatito.
—No, no lo es, aunque si quieres una mascota, te la compraré —contestó él, mirando hacia la caja que el día anterior ella había dejado junto a la puerta—. ¿Qué había en el regalo de Paul? -Julia se encogió de hombros, quitándole importancia.
—Una botella de sirope de arce, que ya le di a mi padre, y un par de juguetes.
—¿Juguetes? ¿Qué clase de juguetes? -Julia lo miró escandalizada.
—Juguetes infantiles, ¿qué van a ser?
—¿No te regaló ya un conejito de peluche hace unos meses? Creo que ese chico tiene una fijación con los conejitos.
«Follaángeles.»
—Dijo la sartén al cazo. Louis, tú tienes una fijación con los zapatos de tacón. ¿Cómo te atreves a criticarlo?
—Nunca he negado mi aprecio estético por el calzado femenino. Al fin y al cabo, hay zapatos que son auténticas obras de arte —añadió dignamente—. Sobre todo cuando los lleva una mujer como tú. -Ella no pudo evitar sonreír.
—Me ha regalado una vaca Holstein de peluche y unas figuritas de Dante y Beatriz. -Él la miró perplejo.
—¿Figuritas? —Sonrió con ironía—. ¿Quieres decir como soldaditos de plomo?
—Figuritas, soldaditos... ¿qué más da?
—¿Son anatómicamente completos?
—Louis, ¿no estás siendo un poco infantil? -Él le acarició la mejilla.
—Sólo me preguntaba en qué clase de acción podrían participar Dante y Beatriz. En privado, por supuesto.
—Dante debe de estar revolviéndose en su tumba.
—Podemos recrear eso enterrando la figura de Dante en el patio de atrás. Pero me gustaría quedarme con Beatriz. -Julia se echó a reír.
—Eres incorregible. Gracias por los regalos. Y gracias por llevarme a Italia. Ése fue el mejor regalo de todos.
—De nada. —Sujetándole la cara entre las manos, la miró a los ojos antes de unir sus labios.
Lo que empezó como un suave beso con la boca cerrada, pronto se convirtió en un beso arrebatado, enfebrecido, con manos que agarraban y tiraban el uno del otro. Julia se puso de puntillas, frotándose contra su pecho desnudo y Louis gruñó, frustrado, y dio un paso atrás. Quitándose las gafas, se frotó los ojos.
—Me encantaría seguir con lo que estamos haciendo, pero Richard quiere que vayamos a la iglesia.
—Bien. -Volvió a ponerse las gafas.
—¿Una chica católica como tú no preferiría ir a una misa católica?
—Dios es el mismo para todos. No es la primera vez que acompaño a tu familia a la iglesia.—Julia lo miró con atención—. ¿No quieres que vaya?
—No me siento muy cómodo en las iglesias.
—¿Por qué no?
—Hace años que no voy. Siempre siento que me juzgan.
—Todos somos pecadores —dijo ella, solemne—. Si sólo fueran a la iglesia los que no pecan, los templos estarían siempre vacíos. Y no creo que los feligreses de la congregación de Richard te juzguen. Los episcopalianos son muy acogedores.
Tras darle un rápido beso en la mejilla, Julia volvió al dormitorio para arreglarse. Louis la siguió y se tumbó en la cama, observándola rebuscar entre la ropa colgada en el armario.
—¿Por qué sigues creyendo en Dios? ¿No estás enfadada con Él por todas las cosas malas que te han pasado? -Ella interrumpió lo que estaba haciendo y se volvió hacia él. Louis parecía muy infeliz.
—A todo el mundo le pasan cosas malas. ¿Por qué iba a ser yo distinta a los demás?
—Porque eres buena. -Ella se miró las manos.
—El universo no se basa en la magia. No hay unas reglas para las personas buenas y otras para las personas malas. Todo el mundo sufre en un momento u otro. Lo importante es lo que haces con tu dolor, ¿no crees? -Él la miró impasible. —Tal vez el mundo sería un lugar mucho peor si Dios no existiera —insistió ella. Louis maldijo en voz baja, pero no discutió. Julia se sentó a su lado en la cama. —¿Has leído Los hermanos Karamazov?
—Es uno de mis libros favoritos.
—Entonces recordarás la conversación entre Aliosha, el cura, y su hermano Iván. -Él sonrió, divertido por el rumbo de los pensamientos de ella.
—Supongo que yo soy el rebelde librepensador y tú el muchacho religioso. -Julia no le hizo caso.
—Iván le da a Aliosha una lista de razones por las que o Dios no existe o, si existe, es un monstruo. Es una discusión muy apasionada. He pensado en ella bastantes veces. Recuerda que Iván acaba la discusión diciendo que rechaza la creación de Dios, este mundo. Y, sin embargo, hay algo en este mundo que encuentra sorprendentemente hermoso: las pequeñas hojas que brotan de los árboles en primavera. Le encantan, a pesar de que odia el mundo al que llegan. Esas pequeñas hojas no representan la fe ni la salvación. Son lo que queda de su esperanza. Mantienen a raya su desesperación demostrándole que, a pesar de la maldad que ha presenciado, en el mundo queda al menos una cosa pura y hermosa. -Cambiando de postura para mirarlo mejor, Julia le sujetó la cara entre las manos. —Louis, ¿has encontrado tus hojitas?
La pregunta lo pilló por sorpresa. Tanto, que no pudo hacer nada más que quedarse quieto, mirando a la preciosa morena que tenía delante. En momentos como ése, recordaba qué lo había llevado a pensar que era un ángel. Julia albergaba mucha más compasión de lo que era normal encontrar en un ser humano. Al menos, según su experiencia.
—No lo sé. Nunca me lo he planteado.
—La mía era Grace. Y tú —admitió, con una tímida sonrisa—. Y, antes, aquellos voluntarios del Ejército de Salvación que fueron amables conmigo cuando mi madre no lo fue. Me dieron una razón para seguir creyendo.
—Pero ¿cómo se puede justificar el sufrimiento de los inocentes? ¿De los niños? —La voz de Louis era apenas un susurro—. ¿De los bebés?
—No sé por qué mueren los bebés. Ojalá no sucediera —respondió Julia muy seria—. Pero ¿qué me dices de nosotros, Louis? ¿Por qué permitimos que la gente trate mal a sus propios hijos? ¿Por qué no defendemos a los débiles y a los enfermos? ¿Por qué dejamos que los soldados saquen de sus casas a nuestros vecinos, les cosan una estrella en la ropa y los metan en trenes? No es Dios quien es malo. Somos nosotros. Todo el mundo quiere saber de dónde viene el mal y por qué puede campar a sus anchas por el mundo. ¿Por qué nadie se pregunta de dónde viene el bien? Los seres humanos tienen una gran capacidad para ser crueles. ¿Por qué existe la bondad en el mundo? ¿Por qué existen personas como Richard y Grace? Porque existe Dios, que no ha permitido que la Tierra se corrompa del todo. Si buscas, siempre encuentras pequeñas hojas. Y cuando aprendes a reconocerlas, notas su presencia a tu alrededor.
Louis cerró los ojos, disfrutando de su contacto al mismo tiempo que de sus palabras. En el fondo de su corazón sabía que acababa de escuchar una verdad muy profunda.
Por mucho que lo intentara, nunca había podido dejar de creer del todo. Ni siquiera en sus días más negros, la luz había desaparecido por completo. Había tenido la guía de Grace y, providencialmente, al morir ella, Julia había reaparecido en su vida y había seguido mostrándole el camino.
Tras darle un casto beso, ella fue a ducharse. Mientras la miraba alejarse, Louis se maravillaba de su brillantez. Era mucho más inteligente que él, ya que su intelecto poseía una originalidad creativa que él nunca tendría. Y a pesar de todo lo que le había pasado en la vida, no había perdido la fe, la esperanza ni la caridad.
«No es mi igual; es mucho mejor que yo. Es mi hojita.»
Una hora más tarde, Julia y Louis se dirigieron en coche hasta la Iglesia Episcopal de Todos los Santos. Él llevaba un traje negro con camisa blanca, con los gemelos nuevos en los puños. Ella se había puesto un vestido color ciruela con falda por debajo de las rodillas y las botas negras que se había comprado en Florencia.
«Un mar de incomodidad.» Con esas palabras habría descrito Louis el ambiente general, mientras se sentaba junto a Julia al final del banco de la familia.
De todos modos, agradeció la liturgia, el orden y el modo de usar las Escrituras y la música en el servicio religioso. Durante la ceremonia, se distrajo varias veces pensando en su vida y en los distintos pasos que lo habían llevado hasta la hermosa mujer que le daba la mano.
La Navidad era la celebración del nacimiento, de un nacimiento en concreto. A su alrededor vio muchos niños y bebés. En la parte delantera de la iglesia habían colocado un pesebre. También había niños en las imágenes, en las vidrieras, y vio asimismo a una radiante mujer embarazada sentada al otro lado del pasillo.
Por un instante, Louis lamentó haberse esterilizado. No por él, no por no ser capaz de tener un hijo, sino por no poder dárselo a Julianne. Se imaginó tumbado en la cama, junto a ella embarazada, apoyando la mano en su vientre para notar las patadas del hijo de los dos. Se imaginó sosteniendo a ese niño en brazos, sorprendido por la gran cantidad de pelo moreno que tenía.
Esas imágenes lo pillaron por sorpresa. Suponían un cambio muy brusco en su carácter y sus prioridades y alejaban la culpabilidad y el egoísmo que lo habían acompañado durante tantos años. Eran un giro hacia la permanencia y el compromiso con una mujer con la que quería crear una familia, con la que quería tener un hijo.
Su amor por Julianne lo había cambiado de muchas maneras. No se había dado cuenta de lo profundos que eran esos cambios hasta que se sorprendió mirando a la desconocida embarazada con una mezcla de melancolía y envidia.
Ésos eran los pensamientos que ocupaban su mente mientras le daba la mano a Julia. Y cuando llegó el momento de la eucaristía, Louis fue el único miembro de su familia que no se levantó para participar.
A pesar de que algo en la atmósfera de la iglesia le resultaba reconfortante, durante la homilía se sintió juzgado, como casi siempre. Las palabras del pastor solían recordarle que había malgastado buena parte de su vida, un tiempo que nunca volvería.
No había podido decirle a Grace las cosas que le habría gustado decirle antes de que muriera. No había tratado a Paulina y a Julianne con el respeto que se merecían. En realidad, no había tratado con respeto a ninguna de las mujeres con las que se había involucrado.
Al recordar a Paulina, apartó la mirada de su hermosa Julia y agachó la cabeza, rezando casi sin darse cuenta; pidiendo perdón y orientación. Sentía que estaba en la cuerda floja, suspendido entre la necesidad de responsabilizarse de las indiscreciones cometidas en su etapa anterior y la de borrar a Paulina de su vida. Rezó pidiendo que ésta encontrara a alguien a quien amar, alguien que la ayudara a olvidar el pasado.
Estaba tan concentrado en sus oraciones, que no se dio cuenta de que su familia había vuelto a sentarse en el banco, ni de que Julia lo estaba agarrando del brazo. Tampoco se dio cuenta del momento en que su padre rompía a llorar en silencio, ni de cuando Rachel lo consoló, rodeándolo con el brazo y apoyando su rubia cabeza en su hombro.
«El Reino de los Cielos es como una familia —pensó Julia, al ver a Rachel abrazar a su padre—. Donde el amor y el perdón sustituyen a las lágrimas y el sufrimiento.»
Holaaaa!!
¿Qué tal les pareció el capítulo?
Espero que les haya gustadoooo
Comente mucho
BESOSS, las adoroooo
bye!
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
¡Sí! ¡Es su hojita!
Louis es un amor, es increíble cómo ha cambiado por Julianne y gracias a Julianne, incluso fantasea con tener una familia con ella, esto es simplemente increíble, todo está marchando perfectamente y por supuesto, como todo está yendo muy bien, dentro de poco ¡se acabará toda la alegría! Lo sé, sé que pronto acabará la alegría porque Christa y Paulina se conocerán e idearán un plan para hundir a Julianne, la pregunta es ¿a qué tipo de acuerdo llegarán? Ya que sé que Paulina quiere volver con Louis y Christa quiere hundir a Julianne pero también quiere quedarse con Louis por lo que entre esas dos puede haber un gran enfrentamiento... ¿qué pasará? ¡Dime lo que ocurrirá!
Sigue cuanto antes la novela por favor, ¡por favor!
Besos xxx
Bye!!!
Louis es un amor, es increíble cómo ha cambiado por Julianne y gracias a Julianne, incluso fantasea con tener una familia con ella, esto es simplemente increíble, todo está marchando perfectamente y por supuesto, como todo está yendo muy bien, dentro de poco ¡se acabará toda la alegría! Lo sé, sé que pronto acabará la alegría porque Christa y Paulina se conocerán e idearán un plan para hundir a Julianne, la pregunta es ¿a qué tipo de acuerdo llegarán? Ya que sé que Paulina quiere volver con Louis y Christa quiere hundir a Julianne pero también quiere quedarse con Louis por lo que entre esas dos puede haber un gran enfrentamiento... ¿qué pasará? ¡Dime lo que ocurrirá!
Sigue cuanto antes la novela por favor, ¡por favor!
Besos xxx
Bye!!!
Rachel116
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Me ha encantado el capítulo, y me da mucha pena Louis, ahora que quiere tener hijos no puede...
Julianne le ha devuelto la fe, la capacidad de amar y el querer formar una familia.
Me encantó el capítulo, fue perfecto!
Siguela pronto porfaaa
Julianne le ha devuelto la fe, la capacidad de amar y el querer formar una familia.
Me encantó el capítulo, fue perfecto!
Siguela pronto porfaaa
Anna.
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