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El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Rachel116 escribió:Como Julianne no le perdone, se lance a sus brazos, le bese, se ponga el maldito anillo de platino (¡MALDITA SEA! ¡ES UN MALDITO ANILLO DE PLATINO! ¡PLATINO!), se case con él, hagan 1313, él se opere para deshacer la vasectomía, y tengan 10398478957 de niños, yo me voy a enfadar.
Te mando, y si, te mando, que subas cuanto antes el siguiente capítulo porque yo ya no puedo esperar más para que estos dos vuelvan juntos.
¡Un beso!
Taaaaaantos hijos!?
Dios pobre Julia
Jajajjajaja ahora por mandarme no lo subo jaaaa! Nah mentira
Ya mismo lo subooooooo
Besos Rach!
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
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Parte III
Capítulo cuarenta y cuatro
Parte III
El beso de Louis no la ayudó a mantenerse firme en su decisión, pero no se arrepentía de haberlo besado. Había sentido curiosidad por saber cómo sería después de tantos meses y la había sorprendido lo familiar que le había resultado. En segundos, conseguía que el pulso se le acelerara y que le costara respirar.
La amaba, no cabía duda. Lo había notado. Ni siquiera él, con todo su encanto y sus modales impecables, podía mentir con sus besos. Le notaba algo distinto. Parecía menos salvaje, más vulnerable. Por supuesto, seguía perdiendo la paciencia de vez en cuando, y el profesor nunca se alejaba demasiado, pero Louis, su Louis, había cambiado. Lo que no sabía era cómo ni por qué.
A la mañana siguiente, la luz había vuelto y Julia puso a cargar el móvil. Llamó a su jefe en Peet’s y le dijo que no iría a trabajar ese fin de semana porque no se encontraba bien. Al hombre no le hizo ninguna gracia, ya que era el fin de semana del Cuatro de Julio, pero no podía hacer nada.
Después de una larga ducha —una ducha que pasó soñando con los labios de Louis y con recuerdos reprimidos de ambos juntos—, se sintió mucho mejor. Le envió un correo a Rachel, contándole que su hermano había vuelto y se le había declarado.
Una hora más tarde, sonó el teléfono. Pensó que sería Rachel, pero era Dante Alighieri en persona.
—¿Cómo has dormido? —le preguntó alegremente.
—Bien, ¿y tú? -Louis hizo una pausa.
—No tan bien como... Bueno, tolerablemente, supongo. -Julia se echó a reír. Ése era el profesor que recordaba. —Me gustaría enseñarte mi casa.
—¿Cómo? ¿Ahora?
—No hace falta que sea ahora, pero sí hoy, a ser posible. —Parecía estar esperando una negativa.
—¿Dónde está?
—En Foster Place, cerca de Longfellow’s House. La situación es perfecta para estudiar en la Universidad de Harvard; no tanto para la Universidad de Boston. -Julia frunció el cejo, confusa.
—Si no es cómoda para trabajar en Boston, ¿para qué la has comprado? -Louis carraspeó.
—Pensé que... quiero decir que esperaba que... —Las palabras le fallaban—. Es
pequeña, pero tiene un jardín muy bonito. Me gustaría saber qué te parece. —Carraspeó otra vez y ella habría jurado que se estaba tirando del cuello de la camisa—. Siempre podría buscar otra. -Julia no supo qué decir. —Si has dormido bien, ¿hablarás conmigo? -Ella no recordaba haberlo oído nunca tan nervioso ni tan inseguro.
—Por supuesto, aunque no por teléfono.
—Tengo que pasar por la universidad para ver mi nuevo despacho, pero no me llevará mucho tiempo.
—No hay prisa —lo tranquilizó Julia.
—Sí la hay —replicó él, con un susurro ardiente. Ella suspiró.
—Iré esta tarde.
—Ven a cenar. Te pasaré a buscar a las seis y media.
—Iré sola. Tomaré un taxi. —Julia interrumpió el silencio que siguió a sus palabras diciéndole que tenía que irse.
—Bien —replicó él, tenso—. Si prefieres venir en taxi, estás en tu derecho.
—Voy a mantener la mente abierta hasta que hayamos hablado. Te pido que hagas lo mismo —dijo ella en tono conciliador.
Louis no había perdido del todo las esperanzas, pero poco le faltaba. No estaba nada seguro de que Julia fuera a perdonarlo. Y, aunque lo hiciera, el monstruo de los celos lo martirizaba. No sabía cómo reaccionaría si ella le confesaba que se había refugiado en Paul en un momento de debilidad y se había acostado con él.
«¡Maldito follaángeles del demonio!»
—Por supuesto —dijo.
—Me ha sorprendido tu llamada. ¿Por qué no me llamaste antes?
—Es una larga historia.
—Seguro que sí. Nos veremos esta noche. -Julia colgó, deseando escuchar esa historia.
Cuando Julia llegó al nuevo hogar de Louis, se lo quedó mirando asombrada. Era una casa de madera de dos plantas, con una fachada sencilla, pintada de gris marengo con el borde exterior más oscuro. Casi no había jardín en la parte delantera; sólo un rectángulo asfaltado donde dejar el coche.
En un correo electrónico donde le daba la dirección exacta, Louis le había enviado un enlace a la página de la inmobiliaria en la que se veía la casa. El valor de la misma, construida antes de la segunda guerra mundial, superaba el millón de dólares. De hecho, la calle entera había sido un barrio de inmigrantes italianos que se habían construido unas casitas de dos plantas hacia 1920. En esos días, la calle estaba ocupada por jóvenes de buena familia, por profesores de Harvard y por Louis.
Mientras contemplaba la sobria elegancia del edificio, Julia negó con la cabeza.
«Así que esto es lo que puedes conseguir con un millón de dólares en este vecindario.»
Al acercarse a la puerta, vio una nota manuscrita de Louis.
Julia suspiró, porque de pronto fue consciente de que la noche que tenía por delante iba a ser muy difícil. Rodeó la casa y ahogó una exclamación al llegar al jardín trasero.
Todo estaba lleno de flores y arbustos. Había plantas acuáticas y setos de boj elegantemente recortados. En el centro distinguió lo que parecía la tienda de un sultán. A la derecha de la misma había una fuente con una estatua de Venus y bajo la fuente, un pequeño estanque con lo que parecían carpas rojas y blancas.
Julia se acercó a la tienda y echó un vistazo al interior. Y lo que vio la entristeció. Porque dentro había una cama cuadrada, exactamente igual al futón de terraza de la suite que habían compartido en Florencia. La suite donde habían hecho el amor por primera vez. La terraza donde él le había dado fresas con chocolate y donde habían bailado bajo las estrellas con música de Diana Krall. El futón donde habían hecho el amor a la mañana siguiente. Louis había tratado de reproducir todos los detalles, hasta las sábanas.
La voz de Frank Sinatra sonaba desde algún lugar cercano y en cada superficie plana había una vela. Lámparas marroquíes colgaban de cables que cruzaban el techo. Era un escenario de cuento de hadas. Era Florencia y su huerto de manzanos y un cuento de las mil y una noches. Por desgracia para Louis, el extravagante gesto suscitaba una cuestión obvia: si había tenido el tiempo suficiente para preparar ese decorado perfecto, ¿no podía haber dedicado un momento a avisarla de que iba a volver? Él la estaba observando con el corazón desbocado. Se moría de ganas de abrazarla y besarla, pero la rigidez de su espalda le indicó que Julia no apreciaría sus caricias en ese momento. Así que se acercó cautelosamente.
—Buenas noches, Julianne —la saludó con un susurro suave como el terciopelo, inclinándose hacia ella desde atrás. Julia, que no lo había oído acercarse, se estremeció ligeramente. Louis le acarició los brazos arriba y abajo, teóricamente para quitarle el frío, aunque el gesto resultaba muy erótico.
—Bonita música —comentó ella, apartándose un poco. Él le tendió la mano, en una muda invitación. Con cautela, Julia colocó la mano sobre la suya. Louis le besó los nudillos antes de soltarla y mirarla de arriba abajo.
—Estás impresionante, como siempre. -Disfrutó de la visión de ella vestida con un sencillo vestido negro y una bailarinas asimismo negras, que contrastaban con sus piernas, pálidas pero bien torneadas. Al volverse hacia él, la brisa del atardecer le revolvió el pelo.
—Gracias.
Julia esperaba que le hiciera algún comentario sobre los zapatos, ya que se había quedado mirándolos un poco más de lo que era educado hacer. Se había puesto zapatos planos porque eran más cómodos, pero también como una manera de reafirmar su independencia. Sabía que a Louis no le gustarían. Sin embargo, él sonrió. Julia se fijó entonces en que iba vestido más informalmente de lo que era habitual en él, con unos pantalones caqui, una camisa de lino blanca y una chaqueta, también de lino, azul marino. Aunque sin duda la sonrisa era su complemento más atractivo.
—La tienda es preciosa.
—¿Te ha gustado?
—Siempre me preguntas eso. -Su sonrisa perdió intensidad.
—Antes apreciabas que fuera un amante considerado. -Julia apartó la vista.
—Ha sido un gesto muy bonito, pero habría preferido una llamada telefónica hace tres meses. -Pareció que Louis iba a decir algo, pero cambió de opinión.
—¿Dónde están mis modales? —murmuró y ofreciéndole el brazo, la acompañó hasta una mesa redonda, metálica, como las de restaurante, situada en un rincón del patio. Estaba iluminada por lamparitas blancas que colgaban de las ramas de un arce cercano. Julia se preguntó si habría contratado a un decorador para la ocasión. Louis le retiró la silla y la ayudó a sentarse. Entonces ella se fijó en que el centro de mesa estaba hecho con enormes gerberas rojas y anaranjadas.
—¿Cómo has montado todo esto? —preguntó, desdoblando la servilleta y colocándosela sobre el regazo.
—Rebecca es una maravilla. Un modelo de la diligencia propia de Nueva Inglaterra. -Julia lo miró curiosa, pero él no tuvo que explicarle nada, porque la mujer hizo su aparición para servir la cena.
El ama de llaves era alta y poco atractiva y llevaba el pelo canoso recogido en un severo moño. Sus ojos, grandes y oscuros, brillaban con una pizca de travesura. Suponía que Louis le habría contado sus planes respecto a ella, al menos en parte. A diferencia de la ambientación y de la música, que eran perfectas, la cena fue bastante sencilla para lo que Louis estaba acostumbrado: crema de langosta, una ensalada con pera, nueces y queso gorgonzola, mejillones al vapor con patatas fritas y, por último, una gloriosa tarta de arándanos con helado de limón ácido.
Louis le sirvió el champán, el mismo Veuve Cliquot que le había ofrecido la primera vez que cenó en su piso de Toronto. Aunque no había pasado ni un año, esa noche parecía muy lejana. Durante la cena hablaron de temas seguros, como la boda de Rachel o la novia de Scott y su hijo. Él le comentó las cosas que le gustaban de la casa y las que le disgustaban, prometiéndole enseñárselas más tarde. Ninguno de los dos tenía prisa por tocar temas más personales.
—¿Tú no bebes? —preguntó Julia, al ver que se servía solo agua.
—Lo dejé. -Ella alzó las cejas, sorprendida.
—¿Por qué?
—Porque estaba bebiendo demasiado.
—Cuando estabas conmigo no bebías demasiado. Me juraste que no volverías a emborracharte.
—Precisamente. -Julia lo miró con atención y vio que sus palabras escondían una experiencia desagradable.
—Pero te gustaba beber.
—Tengo una personalidad adictiva, Julianne, ya lo sabes —admitió, antes de cambiar de tema. Cuando Rebecca les sirvió el postre, ambos intercambiaron una mirada cómplice.
—¿No hay tarta de chocolate esta noche?
—Non, mon ange —susurró Louis—. Aunque nada me gustaría más que alimentarte. -Ella sintió que se ruborizaba. Sabía que no era buena idea seguir por ese camino antes de haber hablado de todo lo que necesitaban aclarar, pero al ver la mirada ardiente que él le dirigía, dejó de parecerle importante.
—Me encantaría —dijo en voz baja. Él sonrió como si el sol hubiera vuelto a iluminar la Tierra después de una larga ausencia. Con un rápido gesto, movió la silla y se sentó a su lado. Muy cerca. Tan cerca que Julia sintió su aliento en el cuello y se estremeció. Quitándole el tenedor de la mano, Louis cortó un trozo de tarta y una porción de helado y se los ofreció juntos. Al ver el deseo en los ojos de ella, se olvidó de respirar. —¿Qué pasa? —preguntó Julia, alarmada.
—Casi había olvidado lo preciosa que eres.
Acariciándole la mejilla con la mano que tenía libre, llevó la tarta hasta sus labios. Julia cerró los ojos y abrió la boca y, en ese momento, Louis se sintió eufórico. Sí, era un detalle casi sin importancia, pero era una muestra de confianza y eso era lo que más necesitaba en ese momento. Una muestra de confianza que hizo que el corazón se le acelerara. Al notar el contraste de sabores, Julia gimió y abrió los ojos. Louis no pudo seguir conteniéndose. Se inclinó hacia ella hasta que sus labios quedaron casi unidos y susurró:
—¿Puedo? -Cuando Julia asintió, la besó.
Ella era la luz y la dulzura, la amabilidad y la bondad, el objetivo de todas sus búsquedas en este mundo, el fuego y la fascinación. Pero no era suya y por eso la besó con delicadeza, como aquella primera vez en su huerto de manzanos, enredándole los dedos en el pelo. Luego se echó hacia atrás para verle la cara. Un suspiro de satisfacción escapó de los labios de Julia, rojos como los rubíes, mientras permanecía flotando, con los ojos cerrados.
—Te amo —dijo Louis. Ella abrió los ojos bruscamente. En su mirada se reflejaba una emoción intensa, pero no le devolvió las palabras.
Cuando hubieron terminado el postre, Louis sugirió que tomaran el café en la tienda y le dijo a Rebecca que no la necesitarían más. La noche había caído sobre aquel rincón del edén y, como si del mismo Adán se tratase, Louis acompañó a una Eva ruborizada a su refugio. Julia se quitó los zapatos y se acurrucó en un rincón del futón, mordiéndose las uñas nerviosa, mientras Louis encendía las lámparas marroquíes. Se tomó su tiempo para hacerlo, ajustando la intensidad de las lámparas hasta conseguir una luz suave y sugerente. Luego encendió varias velas en distintos rincones de la tienda y finalmente se tumbó en el futón, con la cabeza apoyada en las manos, para contemplarla a placer.
—Me gustaría que habláramos de lo que pasó —dijo ella. Louis la escuchó con atención.
—Cuando apareciste frente a mi casa, no sabía si besarte o darte una bofetada —
confesó en voz baja.
—¿Ah, no? —murmuró él.
—No hice ni una cosa ni la otra.
—No está en tu naturaleza ser vengativa. Ni cruel.
Tras respirar hondo, Julia empezó a hablar. Le contó que le había roto el corazón al no responder a ninguno de sus mensajes. Le contó la sorpresa que se llevó al encontrar su piso vacío; la amabilidad de su vecino y de la profesora Picton. Le habló de sus sesiones con Nicole. Mientras lo hacía, Julia daba vueltas a la cucharilla del café y no se dio cuenta
de lo mucho que sus palabras estaban alterando a Louis. Al mencionar cómo el libro de texto había acabado ignorado en la estantería, él maldijo a Paul.
—No te permito que hables así de él —dijo Julia, enfadada—. No es culpa suya que tú decidieras mandar tu mensaje en un libro de texto. ¿Por qué no elegiste un ejemplar de tu biblioteca? Tal vez así lo habría reconocido.
—Me habían ordenado que me mantuviera alejado de ti. Si hubiera dejado un libro de mi biblioteca personal, alguien se habría dado cuenta. Ya me arriesgué al usar ese libro y dejarlo en tu casillero de noche. —Resopló frustrado—. ¿No te dijo nada el título?
—¿Qué título?
—El matrimonio en la Edad Media: amor, sexo y lo sagrado.
—¿Y qué querías que me dijera? Que yo supiera, habías jugado conmigo como si fuera Eloísa y me habías abandonado. No tenía ninguna razón para creer otra cosa. -Louis se le acercó con los ojos en llamas.
—El libro era esa razón. El título, la foto del huerto, la imagen de san Francisco tratando de salvar a Guido da Montefeltro... —Hizo una agónica pausa cuando se le quebró la voz—. ¿Te habías olvidado de nuestra conversación en Belice? Te dije que iría al infierno a salvarte si fuera necesario. Y eso es lo que hice.
—No sabía que habías tratado de ponerte en contacto conmigo. No miré dentro del libro porque no sabía que me lo habías enviado tú. ¿Por qué no me llamaste?
—No podía hablar contigo —murmuró—. Me dijeron que te entrevistarían antes de que te graduaras y que descubrirían si había tratado de ponerme en contacto. Eres una mujer deliciosa, Julianne, pero pésima mintiendo. Tuve que conformarme con los mensajes en clave. -Ella no pudo ocultar su sorpresa.
—¿Sabías que me entrevistarían?
—Sabía muchas cosas, pero no podía contártelas. De eso se trataba.
—Rachel me dijo que no perdiera la fe, que no desesperara. Pero necesitaba oírlo de tu boca. La última noche que pasamos juntos, nos acostamos pero no me dijiste ni una palabra. ¿Qué iba a pensar?
No pudo contener las lágrimas por más tiempo, pero antes de que pudiera secárselas con la mano, Louis tiró de ella y la abrazó. Apretándola contra su pecho, la besó en la cabeza.
Por alguna razón, al sentirse rodeada por sus fuertes brazos, lloró con más sentimiento. Él la acarició.
—Mi orgullo fue mi perdición. Pensé que podría cortejarte mientras eras mi alumna y salirme con la mía sin que hubiera consecuencias. Me equivoqué.
—Pensé que habías renunciado a mí a cambio de mantener tu trabajo —admitió ella, sin ocultar el dolor que había sentido durante esos interminables meses—. Cuando vi que te habías marchado de casa sin despedirte... ¿Por qué no me avisaste?
—No podía.
—¿Por qué no?
—Perdóname, Julianne. Te juro que no quería hacerte daño. Siento muchísimo todo por lo que has tenido que pasar. —La besó en la frente—. Tengo que contarte lo que pasó. Es una historia larga y sólo tú conoces el final...
La amaba, no cabía duda. Lo había notado. Ni siquiera él, con todo su encanto y sus modales impecables, podía mentir con sus besos. Le notaba algo distinto. Parecía menos salvaje, más vulnerable. Por supuesto, seguía perdiendo la paciencia de vez en cuando, y el profesor nunca se alejaba demasiado, pero Louis, su Louis, había cambiado. Lo que no sabía era cómo ni por qué.
A la mañana siguiente, la luz había vuelto y Julia puso a cargar el móvil. Llamó a su jefe en Peet’s y le dijo que no iría a trabajar ese fin de semana porque no se encontraba bien. Al hombre no le hizo ninguna gracia, ya que era el fin de semana del Cuatro de Julio, pero no podía hacer nada.
Después de una larga ducha —una ducha que pasó soñando con los labios de Louis y con recuerdos reprimidos de ambos juntos—, se sintió mucho mejor. Le envió un correo a Rachel, contándole que su hermano había vuelto y se le había declarado.
Una hora más tarde, sonó el teléfono. Pensó que sería Rachel, pero era Dante Alighieri en persona.
—¿Cómo has dormido? —le preguntó alegremente.
—Bien, ¿y tú? -Louis hizo una pausa.
—No tan bien como... Bueno, tolerablemente, supongo. -Julia se echó a reír. Ése era el profesor que recordaba. —Me gustaría enseñarte mi casa.
—¿Cómo? ¿Ahora?
—No hace falta que sea ahora, pero sí hoy, a ser posible. —Parecía estar esperando una negativa.
—¿Dónde está?
—En Foster Place, cerca de Longfellow’s House. La situación es perfecta para estudiar en la Universidad de Harvard; no tanto para la Universidad de Boston. -Julia frunció el cejo, confusa.
—Si no es cómoda para trabajar en Boston, ¿para qué la has comprado? -Louis carraspeó.
—Pensé que... quiero decir que esperaba que... —Las palabras le fallaban—. Es
pequeña, pero tiene un jardín muy bonito. Me gustaría saber qué te parece. —Carraspeó otra vez y ella habría jurado que se estaba tirando del cuello de la camisa—. Siempre podría buscar otra. -Julia no supo qué decir. —Si has dormido bien, ¿hablarás conmigo? -Ella no recordaba haberlo oído nunca tan nervioso ni tan inseguro.
—Por supuesto, aunque no por teléfono.
—Tengo que pasar por la universidad para ver mi nuevo despacho, pero no me llevará mucho tiempo.
—No hay prisa —lo tranquilizó Julia.
—Sí la hay —replicó él, con un susurro ardiente. Ella suspiró.
—Iré esta tarde.
—Ven a cenar. Te pasaré a buscar a las seis y media.
—Iré sola. Tomaré un taxi. —Julia interrumpió el silencio que siguió a sus palabras diciéndole que tenía que irse.
—Bien —replicó él, tenso—. Si prefieres venir en taxi, estás en tu derecho.
—Voy a mantener la mente abierta hasta que hayamos hablado. Te pido que hagas lo mismo —dijo ella en tono conciliador.
Louis no había perdido del todo las esperanzas, pero poco le faltaba. No estaba nada seguro de que Julia fuera a perdonarlo. Y, aunque lo hiciera, el monstruo de los celos lo martirizaba. No sabía cómo reaccionaría si ella le confesaba que se había refugiado en Paul en un momento de debilidad y se había acostado con él.
«¡Maldito follaángeles del demonio!»
—Por supuesto —dijo.
—Me ha sorprendido tu llamada. ¿Por qué no me llamaste antes?
—Es una larga historia.
—Seguro que sí. Nos veremos esta noche. -Julia colgó, deseando escuchar esa historia.
Cuando Julia llegó al nuevo hogar de Louis, se lo quedó mirando asombrada. Era una casa de madera de dos plantas, con una fachada sencilla, pintada de gris marengo con el borde exterior más oscuro. Casi no había jardín en la parte delantera; sólo un rectángulo asfaltado donde dejar el coche.
En un correo electrónico donde le daba la dirección exacta, Louis le había enviado un enlace a la página de la inmobiliaria en la que se veía la casa. El valor de la misma, construida antes de la segunda guerra mundial, superaba el millón de dólares. De hecho, la calle entera había sido un barrio de inmigrantes italianos que se habían construido unas casitas de dos plantas hacia 1920. En esos días, la calle estaba ocupada por jóvenes de buena familia, por profesores de Harvard y por Louis.
Mientras contemplaba la sobria elegancia del edificio, Julia negó con la cabeza.
«Así que esto es lo que puedes conseguir con un millón de dólares en este vecindario.»
Al acercarse a la puerta, vio una nota manuscrita de Louis.
Julianne:
Por favor, reúnete conmigo en el jardín. L.
Julia suspiró, porque de pronto fue consciente de que la noche que tenía por delante iba a ser muy difícil. Rodeó la casa y ahogó una exclamación al llegar al jardín trasero.
Todo estaba lleno de flores y arbustos. Había plantas acuáticas y setos de boj elegantemente recortados. En el centro distinguió lo que parecía la tienda de un sultán. A la derecha de la misma había una fuente con una estatua de Venus y bajo la fuente, un pequeño estanque con lo que parecían carpas rojas y blancas.
Julia se acercó a la tienda y echó un vistazo al interior. Y lo que vio la entristeció. Porque dentro había una cama cuadrada, exactamente igual al futón de terraza de la suite que habían compartido en Florencia. La suite donde habían hecho el amor por primera vez. La terraza donde él le había dado fresas con chocolate y donde habían bailado bajo las estrellas con música de Diana Krall. El futón donde habían hecho el amor a la mañana siguiente. Louis había tratado de reproducir todos los detalles, hasta las sábanas.
La voz de Frank Sinatra sonaba desde algún lugar cercano y en cada superficie plana había una vela. Lámparas marroquíes colgaban de cables que cruzaban el techo. Era un escenario de cuento de hadas. Era Florencia y su huerto de manzanos y un cuento de las mil y una noches. Por desgracia para Louis, el extravagante gesto suscitaba una cuestión obvia: si había tenido el tiempo suficiente para preparar ese decorado perfecto, ¿no podía haber dedicado un momento a avisarla de que iba a volver? Él la estaba observando con el corazón desbocado. Se moría de ganas de abrazarla y besarla, pero la rigidez de su espalda le indicó que Julia no apreciaría sus caricias en ese momento. Así que se acercó cautelosamente.
—Buenas noches, Julianne —la saludó con un susurro suave como el terciopelo, inclinándose hacia ella desde atrás. Julia, que no lo había oído acercarse, se estremeció ligeramente. Louis le acarició los brazos arriba y abajo, teóricamente para quitarle el frío, aunque el gesto resultaba muy erótico.
—Bonita música —comentó ella, apartándose un poco. Él le tendió la mano, en una muda invitación. Con cautela, Julia colocó la mano sobre la suya. Louis le besó los nudillos antes de soltarla y mirarla de arriba abajo.
—Estás impresionante, como siempre. -Disfrutó de la visión de ella vestida con un sencillo vestido negro y una bailarinas asimismo negras, que contrastaban con sus piernas, pálidas pero bien torneadas. Al volverse hacia él, la brisa del atardecer le revolvió el pelo.
—Gracias.
Julia esperaba que le hiciera algún comentario sobre los zapatos, ya que se había quedado mirándolos un poco más de lo que era educado hacer. Se había puesto zapatos planos porque eran más cómodos, pero también como una manera de reafirmar su independencia. Sabía que a Louis no le gustarían. Sin embargo, él sonrió. Julia se fijó entonces en que iba vestido más informalmente de lo que era habitual en él, con unos pantalones caqui, una camisa de lino blanca y una chaqueta, también de lino, azul marino. Aunque sin duda la sonrisa era su complemento más atractivo.
—La tienda es preciosa.
—¿Te ha gustado?
—Siempre me preguntas eso. -Su sonrisa perdió intensidad.
—Antes apreciabas que fuera un amante considerado. -Julia apartó la vista.
—Ha sido un gesto muy bonito, pero habría preferido una llamada telefónica hace tres meses. -Pareció que Louis iba a decir algo, pero cambió de opinión.
—¿Dónde están mis modales? —murmuró y ofreciéndole el brazo, la acompañó hasta una mesa redonda, metálica, como las de restaurante, situada en un rincón del patio. Estaba iluminada por lamparitas blancas que colgaban de las ramas de un arce cercano. Julia se preguntó si habría contratado a un decorador para la ocasión. Louis le retiró la silla y la ayudó a sentarse. Entonces ella se fijó en que el centro de mesa estaba hecho con enormes gerberas rojas y anaranjadas.
—¿Cómo has montado todo esto? —preguntó, desdoblando la servilleta y colocándosela sobre el regazo.
—Rebecca es una maravilla. Un modelo de la diligencia propia de Nueva Inglaterra. -Julia lo miró curiosa, pero él no tuvo que explicarle nada, porque la mujer hizo su aparición para servir la cena.
El ama de llaves era alta y poco atractiva y llevaba el pelo canoso recogido en un severo moño. Sus ojos, grandes y oscuros, brillaban con una pizca de travesura. Suponía que Louis le habría contado sus planes respecto a ella, al menos en parte. A diferencia de la ambientación y de la música, que eran perfectas, la cena fue bastante sencilla para lo que Louis estaba acostumbrado: crema de langosta, una ensalada con pera, nueces y queso gorgonzola, mejillones al vapor con patatas fritas y, por último, una gloriosa tarta de arándanos con helado de limón ácido.
Louis le sirvió el champán, el mismo Veuve Cliquot que le había ofrecido la primera vez que cenó en su piso de Toronto. Aunque no había pasado ni un año, esa noche parecía muy lejana. Durante la cena hablaron de temas seguros, como la boda de Rachel o la novia de Scott y su hijo. Él le comentó las cosas que le gustaban de la casa y las que le disgustaban, prometiéndole enseñárselas más tarde. Ninguno de los dos tenía prisa por tocar temas más personales.
—¿Tú no bebes? —preguntó Julia, al ver que se servía solo agua.
—Lo dejé. -Ella alzó las cejas, sorprendida.
—¿Por qué?
—Porque estaba bebiendo demasiado.
—Cuando estabas conmigo no bebías demasiado. Me juraste que no volverías a emborracharte.
—Precisamente. -Julia lo miró con atención y vio que sus palabras escondían una experiencia desagradable.
—Pero te gustaba beber.
—Tengo una personalidad adictiva, Julianne, ya lo sabes —admitió, antes de cambiar de tema. Cuando Rebecca les sirvió el postre, ambos intercambiaron una mirada cómplice.
—¿No hay tarta de chocolate esta noche?
—Non, mon ange —susurró Louis—. Aunque nada me gustaría más que alimentarte. -Ella sintió que se ruborizaba. Sabía que no era buena idea seguir por ese camino antes de haber hablado de todo lo que necesitaban aclarar, pero al ver la mirada ardiente que él le dirigía, dejó de parecerle importante.
—Me encantaría —dijo en voz baja. Él sonrió como si el sol hubiera vuelto a iluminar la Tierra después de una larga ausencia. Con un rápido gesto, movió la silla y se sentó a su lado. Muy cerca. Tan cerca que Julia sintió su aliento en el cuello y se estremeció. Quitándole el tenedor de la mano, Louis cortó un trozo de tarta y una porción de helado y se los ofreció juntos. Al ver el deseo en los ojos de ella, se olvidó de respirar. —¿Qué pasa? —preguntó Julia, alarmada.
—Casi había olvidado lo preciosa que eres.
Acariciándole la mejilla con la mano que tenía libre, llevó la tarta hasta sus labios. Julia cerró los ojos y abrió la boca y, en ese momento, Louis se sintió eufórico. Sí, era un detalle casi sin importancia, pero era una muestra de confianza y eso era lo que más necesitaba en ese momento. Una muestra de confianza que hizo que el corazón se le acelerara. Al notar el contraste de sabores, Julia gimió y abrió los ojos. Louis no pudo seguir conteniéndose. Se inclinó hacia ella hasta que sus labios quedaron casi unidos y susurró:
—¿Puedo? -Cuando Julia asintió, la besó.
Ella era la luz y la dulzura, la amabilidad y la bondad, el objetivo de todas sus búsquedas en este mundo, el fuego y la fascinación. Pero no era suya y por eso la besó con delicadeza, como aquella primera vez en su huerto de manzanos, enredándole los dedos en el pelo. Luego se echó hacia atrás para verle la cara. Un suspiro de satisfacción escapó de los labios de Julia, rojos como los rubíes, mientras permanecía flotando, con los ojos cerrados.
—Te amo —dijo Louis. Ella abrió los ojos bruscamente. En su mirada se reflejaba una emoción intensa, pero no le devolvió las palabras.
Cuando hubieron terminado el postre, Louis sugirió que tomaran el café en la tienda y le dijo a Rebecca que no la necesitarían más. La noche había caído sobre aquel rincón del edén y, como si del mismo Adán se tratase, Louis acompañó a una Eva ruborizada a su refugio. Julia se quitó los zapatos y se acurrucó en un rincón del futón, mordiéndose las uñas nerviosa, mientras Louis encendía las lámparas marroquíes. Se tomó su tiempo para hacerlo, ajustando la intensidad de las lámparas hasta conseguir una luz suave y sugerente. Luego encendió varias velas en distintos rincones de la tienda y finalmente se tumbó en el futón, con la cabeza apoyada en las manos, para contemplarla a placer.
—Me gustaría que habláramos de lo que pasó —dijo ella. Louis la escuchó con atención.
—Cuando apareciste frente a mi casa, no sabía si besarte o darte una bofetada —
confesó en voz baja.
—¿Ah, no? —murmuró él.
—No hice ni una cosa ni la otra.
—No está en tu naturaleza ser vengativa. Ni cruel.
Tras respirar hondo, Julia empezó a hablar. Le contó que le había roto el corazón al no responder a ninguno de sus mensajes. Le contó la sorpresa que se llevó al encontrar su piso vacío; la amabilidad de su vecino y de la profesora Picton. Le habló de sus sesiones con Nicole. Mientras lo hacía, Julia daba vueltas a la cucharilla del café y no se dio cuenta
de lo mucho que sus palabras estaban alterando a Louis. Al mencionar cómo el libro de texto había acabado ignorado en la estantería, él maldijo a Paul.
—No te permito que hables así de él —dijo Julia, enfadada—. No es culpa suya que tú decidieras mandar tu mensaje en un libro de texto. ¿Por qué no elegiste un ejemplar de tu biblioteca? Tal vez así lo habría reconocido.
—Me habían ordenado que me mantuviera alejado de ti. Si hubiera dejado un libro de mi biblioteca personal, alguien se habría dado cuenta. Ya me arriesgué al usar ese libro y dejarlo en tu casillero de noche. —Resopló frustrado—. ¿No te dijo nada el título?
—¿Qué título?
—El matrimonio en la Edad Media: amor, sexo y lo sagrado.
—¿Y qué querías que me dijera? Que yo supiera, habías jugado conmigo como si fuera Eloísa y me habías abandonado. No tenía ninguna razón para creer otra cosa. -Louis se le acercó con los ojos en llamas.
—El libro era esa razón. El título, la foto del huerto, la imagen de san Francisco tratando de salvar a Guido da Montefeltro... —Hizo una agónica pausa cuando se le quebró la voz—. ¿Te habías olvidado de nuestra conversación en Belice? Te dije que iría al infierno a salvarte si fuera necesario. Y eso es lo que hice.
—No sabía que habías tratado de ponerte en contacto conmigo. No miré dentro del libro porque no sabía que me lo habías enviado tú. ¿Por qué no me llamaste?
—No podía hablar contigo —murmuró—. Me dijeron que te entrevistarían antes de que te graduaras y que descubrirían si había tratado de ponerme en contacto. Eres una mujer deliciosa, Julianne, pero pésima mintiendo. Tuve que conformarme con los mensajes en clave. -Ella no pudo ocultar su sorpresa.
—¿Sabías que me entrevistarían?
—Sabía muchas cosas, pero no podía contártelas. De eso se trataba.
—Rachel me dijo que no perdiera la fe, que no desesperara. Pero necesitaba oírlo de tu boca. La última noche que pasamos juntos, nos acostamos pero no me dijiste ni una palabra. ¿Qué iba a pensar?
No pudo contener las lágrimas por más tiempo, pero antes de que pudiera secárselas con la mano, Louis tiró de ella y la abrazó. Apretándola contra su pecho, la besó en la cabeza.
Por alguna razón, al sentirse rodeada por sus fuertes brazos, lloró con más sentimiento. Él la acarició.
—Mi orgullo fue mi perdición. Pensé que podría cortejarte mientras eras mi alumna y salirme con la mía sin que hubiera consecuencias. Me equivoqué.
—Pensé que habías renunciado a mí a cambio de mantener tu trabajo —admitió ella, sin ocultar el dolor que había sentido durante esos interminables meses—. Cuando vi que te habías marchado de casa sin despedirte... ¿Por qué no me avisaste?
—No podía.
—¿Por qué no?
—Perdóname, Julianne. Te juro que no quería hacerte daño. Siento muchísimo todo por lo que has tenido que pasar. —La besó en la frente—. Tengo que contarte lo que pasó. Es una historia larga y sólo tú conoces el final...
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Vale, es cierto... es que me he emocionado mucho... con tres hijos (un hijo mayor, una hija mediana y un bichito varón) me conformo.karencita__mb escribió:Rachel116 escribió:Como Julianne no le perdone, se lance a sus brazos, le bese, se ponga el maldito anillo de platino (¡MALDITA SEA! ¡ES UN MALDITO ANILLO DE PLATINO! ¡PLATINO!), se case con él, hagan 1313, él se opere para deshacer la vasectomía, y tengan 10398478957 de niños, yo me voy a enfadar.
Te mando, y si, te mando, que subas cuanto antes el siguiente capítulo porque yo ya no puedo esperar más para que estos dos vuelvan juntos.
¡Un beso!
Taaaaaantos hijos!?
Dios pobre Julia
Jajajjajaja ahora por mandarme no lo subo jaaaa! Nah mentira
Ya mismo lo subooooooo
Besos Rach!
Siiiiii ¡¡¡subeee cappp!!!
¡Un beso!
Rachel116
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Rachel116 escribió:Vale, es cierto... es que me he emocionado mucho... con tres hijos (un hijo mayor, una hija mediana y un bichito varón) me conformo.karencita__mb escribió:Rachel116 escribió:Como Julianne no le perdone, se lance a sus brazos, le bese, se ponga el maldito anillo de platino (¡MALDITA SEA! ¡ES UN MALDITO ANILLO DE PLATINO! ¡PLATINO!), se case con él, hagan 1313, él se opere para deshacer la vasectomía, y tengan 10398478957 de niños, yo me voy a enfadar.
Te mando, y si, te mando, que subas cuanto antes el siguiente capítulo porque yo ya no puedo esperar más para que estos dos vuelvan juntos.
¡Un beso!
Taaaaaantos hijos!?
Dios pobre Julia
Jajajjajaja ahora por mandarme no lo subo jaaaa! Nah mentira
Ya mismo lo subooooooo
Besos Rach!
Siiiiii ¡¡¡subeee cappp!!!
¡Un beso!
Ya la seguiiiii!!
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Oooooooooooooooooooooooooohhhhhh ahora mismo creo que voy a llorar. Se han besado y van a hablar ¡ahora sí que van a hablar! no puedo esperar para leer el siguiente. Siguela pronto por favooooooor
Anna.
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
SI-GUE-LA. No voy a decir nada más. ¡SI-GUE-LA!
¡Un beso!
¡Un beso!
Rachel116
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Anna. escribió:Oooooooooooooooooooooooooohhhhhh ahora mismo creo que voy a llorar. Se han besado y van a hablar ¡ahora sí que van a hablar! no puedo esperar para leer el siguiente. Siguela pronto por favooooooor
La sigo prontoooooo
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Rachel116 escribió:SI-GUE-LA. No voy a decir nada más. ¡SI-GUE-LA!
¡Un beso!
YA-LA-SI-GO
BESOOS
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
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Capítulo cuarenta y cinco
Julia se apartó un poco para verle la cara, preparándose para lo que estaba a punto de llegar. El movimiento llevó al aroma su cabello hasta la nariz de Louis.
—Tu pelo... está distinto —murmuró.
—Tal vez un poco más largo.
—Ya no huele a vainilla.
—Cambié de shampoo —replicó ella, secamente.
—¿Por qué? —Louis cambió de postura para eliminar la distancia entre los dos.
—Porque me recordaba a ti.
—¿Por eso no llevas los pendientes? —le preguntó él, acariciándole la oreja.
—Sí. -La miró, herido. Ella apartó la vista.
—Te amo, Julianne. No importa lo que pienses de mí. Todo lo que hice lo hice para protegerte. -Julia se volvió para tumbarse de lado, sin tocarlo. —«Yo soy el que te es fiel, Beatriz» —citó Louis, con los ojos brillantes de emoción—. Por favor, recuérdalo en todo momento mientras te cuento lo que pasó.
Y, suspirando hondo, elevó una rápida plegaria antes de empezar a hablar.
—Cuando nos presentamos ante los miembros del comité, había centrado mis esperanzas en que tanto tú como yo nos mantendríamos en silencio, obligándolos a mostrar las pruebas que tenían contra nosotros. Pero pronto quedó claro que no iban a detenerse hasta que no encontraran algo incriminatorio. Metí la pata al enviar la nota de Katherine al Registro. Estaban preocupados por si habías recibido trato de favor y pensaban dejar tu nota en suspenso hasta haberlo investigado todo.
—¿Pueden hacer eso?
—Sí, está contemplado en las normas de la universidad. Y sin el expediente completo, no habrías podido graduarte. -Julia parpadeó al comprender las implicaciones de lo que estaba oyendo.
—Me habría quedado sin Harvard —susurró.
—Te habrías quedado sin Harvard este año, pero probablemente para siempre, porque la suspensión del expediente habría despertado sus sospechas. Aunque no hubieran podido descubrir nada, ¿para qué iban a darle la plaza a alguien sospechoso, con tantísimas solicitudes como reciben al año? -Julia permaneció inmóvil, sintiendo el peso de sus palabras como una carga. Louis se rascó la barbilla, inquieto. —Tenía miedo de que los miembros del comité arruinaran tu futuro. No podía consentirlo. Había sido culpa mía. Había sido yo quien te había asegurado que estaríamos a salvo siempre y cuando no nos acostáramos. Fui yo quien te invitó a ir a Italia. Debí haber esperado. Mi egoísmo fue lo que nos metió en líos. —Mirándola a los ojos, bajó la voz y añadió—: Siento lo de la última noche. Debí haber hablado contigo, pero estaba tan asustado que no podía razonar. No merecías que te tratara así.
—Me sentí tan sola a la mañana siguiente...
—No se me podía haber ocurrido una manera peor de lidiar con mi ansiedad. Pero espero que entiendas que no fue sólo... un polvo para descargar tensiones. Siempre que he estado contigo ha sido con amor. Siempre. Lo juro. -Julia bajó la vista.
—Para mí también. Nunca ha habido nadie más en mi vida, ni antes ni después. -Louis cerró los ojos, dejando que el alivio le relajara los músculos. Aunque ella se había sentido furiosa y traicionada, su frustración no la había llevado a los brazos de otro hombre. No había perdido la fe en él por completo.
—Gracias —susurró, respirando hondo antes de continuar—: Cuando confesaste ante el comité y vi su reacción, supe que estábamos perdidos. Mi abogado estaba preparado para negarlo todo, esperando que me excusaran o que dictaran una resolución que pudiera luego impugnar en los tribunales, pero tu confesión les dio la confirmación que necesitaban.
—Habíamos acordado que presentaríamos un frente unido, Louis, ¿lo has olvidado? —dijo ella, subiendo el tono de voz.
—Lo acepté, no lo niego, pero también te dije que no permitiría que nadie te hiciera daño ni pusiera en peligro tu carrera. Y esa promesa tenía prioridad.
—Un acuerdo también es una promesa. -Él se echó hacia adelante.
—Estaban amenazando tu futuro. ¿Creías que me iba a quedar allí quieto, mirando sin hacer nada? -Al ver que ella no respondía, insistió. —¿Acaso tú te quedaste sin hacer nada cuando amenazaron con demandarme? -Julia reaccionó al fin, levantando la vista hacia él.
—Ya sabes que no. Les supliqué. Pero no quisieron escucharme.
—Exacto. ¿De quién crees que tomé ejemplo? -Ella negó con la cabeza, pero no le llevó la contraria.
—Si los dos rompimos las reglas, ¿por qué no nos castigaron a los dos?
—Yo soy el profesor; mi responsabilidad era mayor. Y la profesora Chakravartty te defendió desde el primer momento. No cree en la posibilidad de que una relación entre un profesor y un alumno pueda ser consentida. Y, por desgracia, encontraron tu correo electrónico.
—Así que fue culpa mía. -Louis le acarició suavemente la mejilla.
—No. Yo te convencí de que sería seguro romper las reglas. Y luego, en vez de asumir la responsabilidad de mis actos, me escondí detrás de mi abogado. Tú fuiste la única con el suficiente valor para levantarte y decir la verdad. Pero una vez la verdad hubo salido a la luz, tuve que confesar. Acepté mi castigo sin protestar a cambio de que aceleraran la resolución del caso. Los miembros del comité estuvieron encantados de cerrar el asunto sin una demanda judicial de por medio y aceptaron, prometiéndome clemencia. -Julia lo miró afligida. —Por desgracia —continuó él—, su idea de clemencia y la mía son muy distintas. Esperaba una reprimenda oficial, no que me obligaran a tomarme una excedencia. —Se frotó la cara con las manos—. Jeremy estaba furioso por verse obligado a prescindir de mí, aunque fuera sólo durante un semestre. Había causado un escándalo que perjudicaba la imagen del departamento entero. Christa amenazaba con ponerle una demanda a la universidad. Todo era un embrollo considerable y yo estaba en el centro de la polémica.
—Estábamos juntos, Louis. Yo también conocía las normas cuando las rompí. -Él esbozó una sonrisa triste.
—Las normas están destinadas a proteger a los estudiantes, porque el profesor ocupa una posición de poder.
—El único poder que ejerciste sobre mí fue el del amor.
—Gracias. -La besó dulcemente.
Tenía el corazón a rebosar de sentimientos. En ningún momento ella lo había mirado con la expresión de los miembros del comité. No se había apartado asqueada de él cuando la había besado. Al contrario, sus labios le habían dado la bienvenida. Tenía la esperanza de que, al final de la conversación, Julia siguiera a su lado.
—Cuando llamaron a Jeremy, le rogué que nos ayudara. Le prometí que haría cualquier cosa.
—¿Cualquier cosa? -Louis se removió, incómodo.
—No me imaginaba que fuera a ponerse del lado del comité, ni que me exigiría que rompiera toda relación contigo. Fue una promesa hecha en un momento de desesperación.
—¿Qué dijo él?
—Convenció al comité para que cambiaran mi suspensión administrativa por una excedencia, para que así el nombre del departamento no se viera perjudicado. También se me prohibió calificar trabajos de alumnas durante un plazo de tres años.
—Lo siento. No tenía ni idea. -Él apretó mucho los labios.
—Me dijeron que cesara toda relación contigo inmediatamente y me avisaron de que si violaba esa condición, el acuerdo quedaría sin validez y reabrirían la investigación. Sobre los dos. —Se detuvo buscando las palabras adecuadas.
—Si me consideraban la víctima —lo interrumpió Julia—. ¿Por qué amenazar con seguir investigándome? -Los ojos de Louis brillaron con frialdad.
—El doctor Aras sospechaba que estabas diciendo la verdad, que nuestra relación era consentida y que yo pretendía salvar tu reputación. No iba a tolerar que saliéramos de allí juntos y riéndonos de todos a sus espaldas. Por eso te envié el correo. Sabía que él lo vería.
—Ese correo fue muy cruel. -Louis frunció el cejo.
—Ya lo sé, pero pensé que, al enviártelo desde mi cuenta de la universidad a tu cuenta de la universidad, te percatarías de que estaba escrito de cara a la galería. ¿Alguna vez te he hablado en ese tono? -Ella lo miró desafiante. —Quiero decir... ¿alguna vez te he hablado en ese tono desde que sé quién eres?
—¿Las autoridades universitarias pueden prohibirte verme? -Louis se encogió de hombros.
—Lo hicieron. La amenaza de Christa pendía sobre la cabeza de todos. Jeremy pensó que si me tomaba una excedencia, podría convencerla a ella de que retirara la demanda. Y lo cierto es que lo consiguió. Pero no olvides que me había amenazado con no mover un dedo para ayudarnos si seguíamos viéndonos.
—Eso es chantaje.
—Eso es política académica. Si la demanda de Christa hubiera llegado a la justicia ordinaria, el perjuicio al prestigio de la universidad habría sido irreparable. Jeremy habría perdido la posibilidad de atraer a los mejores profesores y alumnos al departamento, porque se correría la voz de que no era un lugar seguro. No quería verme envuelto en un escándalo de ese tipo, ni quería que tú tuvieras que acudir a un tribunal, aunque sólo fuera como testigo. -Carraspeó. Julia era consciente de que estaba pasando un mal rato, pero no obstante siguió hablando: —Acepté sus condiciones. Jeremy y David insistieron en que te entrevistarían al final del semestre para asegurarse de que habíamos roto el contacto. No tenía elección. -Julia jugueteó con el dobladillo de su vestido.
—¿Por qué no me avisaste? ¿Por qué no pediste un receso para explicarme lo que estaba pasando? Éramos una pareja, Louis. Se suponía que hacíamos las cosas
juntos. -Él tragó saliva con dificultad.
—¿Qué habría pasado si te hubiera llevado aparte y te hubiera contado lo que pensaba hacer?
—No te lo habría permitido.
—Exactamente. No podía permitir que lo lanzaras todo por la borda. No habría podido vivir con ese peso sobre mi conciencia. Sólo podía esperar que pudieras perdonarme... algún día. -Julia lo miró, asombrada.
—¿Fuiste capaz de arriesgarlo todo sin estar seguro de si podría perdonarte?
—Sí. -Ella notó que los ojos volvían a llenársele de lágrimas, pero se las secó.
—Ojalá me lo hubieras contado.
—Quería hacerlo, pero le había prometido a Jeremy que no volvería a acercarme a ti. Traté de hablar contigo antes de que él saliera al pasillo, pero John y Soraya no paraban de meterse por medio.
—Lo sé, pero... -Louis la interrumpió.
—Si te hubiera dicho que era temporal, los miembros del comité se habrían dado cuenta sólo mirándote a la cara. Se habrían dado cuenta de que no teníamos ninguna intención de cumplir la promesa. Y yo había dado mi palabra.
—Pero pensabas romperla.
—Sí, pensaba romperla —reconoció, mirando hacia afuera.
—No entiendo nada, Louis. Les hiciste todo tipo de promesas, pero las rompiste. Me escribiste un mensaje en un libro, lo dejaste en mi casillero...
—Pensaba hacer más cosas. Pensaba escribirte un correo explicándote la situación, diciéndote que sólo teníamos que esperar hasta el final del curso. Cuando tú te hubieras graduado y yo hubiera renunciado a la plaza, podríamos reanudar la relación. Siempre y cuando tú así lo quisieras —bajó la voz—. Sabía que te estarían vigilando. Y que te entrevistarían para saber si había roto mi promesa. Me preocupaba tu incapacidad para mentir.
—Eso son tonterías —protestó Julia con rabia—. Podrías haberme dicho que fingiera estar deprimida. No soy una gran actriz, pero algo habría podido hacer.
—Había otros... factores. -Ella cerró los ojos.
—Cuando tropecé... me miraste como si me odiaras. Parecía que sintieras repugnancia por mí.
—Julia, por favor. —Louis le agarró una mano y la estrechó contra su pecho—. Esa mirada no iba dirigida a ti. Estaba asqueado, pero por la vista, por todo lo que estaba pasando. Te juro que tú no tenías nada que ver con lo que sentía en ese momento.
Ella soltó unas cuantas lágrimas, aliviada al haber logrado respuestas para muchas de sus preguntas. Aunque faltaban algunas de las respuestas más importantes.
—Odio que estés llorando por mi culpa —manifestó Louis con pesar, acariciándole la espalda. Julia se secó los ojos con el dorso de la mano.
—Tengo que volver a casa.
—Puedes quedarte aquí esta noche —propuso él, cautelosamente.
Ella no sabía qué hacer. Si se quedaba, tal vez perdiera la distancia que necesitaba para acabar de preguntarle todo lo que quería saber, aunque volver a su apartamento frío y oscuro le parecía una decisión cobarde. Sabía que si permitía que su cuerpo se acurrucase junto al de Louis, éste arrastraría también a su mente y a su corazón.
—Debería marcharme —dijo finalmente, suspirando—, pero ahora mismo no me veo capaz de levantarme.
—Pues quédate. Quédate aquí, entre mis brazos. —La besó en la frente y le susurró varias veces que la amaba.
Muy lentamente, se separó de ella y fue a buscar un par de mantas, aprovechando de paso para apagar las velas. Dejó encendidas las candelitas de las lámparas marroquíes, que llenaban de luz y color las paredes de la tienda. El aire brillaba a su alrededor.
Crearon un nido en el centro del futón. Louis se tumbó de espaldas y Julia se acurrucó a su lado. Él no hizo nada para contener el profundo suspiro de alivio que se escapó de sus labios mientras le rodeaba los hombros con un brazo.
—¿Louis?
—¿Sí? -Él le acarició el pelo lentamente, disfrutando de la suavidad de los mechones que
se deslizaban entre sus dedos. Trató de deleitarse con su nuevo aroma, pero se encontró añorando el antiguo.
—Te... te he echado mucho de menos.
—Gracias —dijo él, abrazándola con fuerza y sintiendo un gran alivio.
—Por las noches no podía dormir deseando que estuvieras a mi lado. -Los ojos de Louis se llenaron de lágrimas al oír la vulnerabilidad en su voz.
Era vulnerable pero valiente al mismo tiempo. Si alguna vez había tenido alguna duda sobre si la amaría y la admiraría eternamente, esa duda se desvaneció en ese preciso instante.
—Yo también lo deseaba.
Julia suspiró y pocos segundos después, los dos antiguos amantes, agotados, se quedaron dormidos.
—Tu pelo... está distinto —murmuró.
—Tal vez un poco más largo.
—Ya no huele a vainilla.
—Cambié de shampoo —replicó ella, secamente.
—¿Por qué? —Louis cambió de postura para eliminar la distancia entre los dos.
—Porque me recordaba a ti.
—¿Por eso no llevas los pendientes? —le preguntó él, acariciándole la oreja.
—Sí. -La miró, herido. Ella apartó la vista.
—Te amo, Julianne. No importa lo que pienses de mí. Todo lo que hice lo hice para protegerte. -Julia se volvió para tumbarse de lado, sin tocarlo. —«Yo soy el que te es fiel, Beatriz» —citó Louis, con los ojos brillantes de emoción—. Por favor, recuérdalo en todo momento mientras te cuento lo que pasó.
Y, suspirando hondo, elevó una rápida plegaria antes de empezar a hablar.
—Cuando nos presentamos ante los miembros del comité, había centrado mis esperanzas en que tanto tú como yo nos mantendríamos en silencio, obligándolos a mostrar las pruebas que tenían contra nosotros. Pero pronto quedó claro que no iban a detenerse hasta que no encontraran algo incriminatorio. Metí la pata al enviar la nota de Katherine al Registro. Estaban preocupados por si habías recibido trato de favor y pensaban dejar tu nota en suspenso hasta haberlo investigado todo.
—¿Pueden hacer eso?
—Sí, está contemplado en las normas de la universidad. Y sin el expediente completo, no habrías podido graduarte. -Julia parpadeó al comprender las implicaciones de lo que estaba oyendo.
—Me habría quedado sin Harvard —susurró.
—Te habrías quedado sin Harvard este año, pero probablemente para siempre, porque la suspensión del expediente habría despertado sus sospechas. Aunque no hubieran podido descubrir nada, ¿para qué iban a darle la plaza a alguien sospechoso, con tantísimas solicitudes como reciben al año? -Julia permaneció inmóvil, sintiendo el peso de sus palabras como una carga. Louis se rascó la barbilla, inquieto. —Tenía miedo de que los miembros del comité arruinaran tu futuro. No podía consentirlo. Había sido culpa mía. Había sido yo quien te había asegurado que estaríamos a salvo siempre y cuando no nos acostáramos. Fui yo quien te invitó a ir a Italia. Debí haber esperado. Mi egoísmo fue lo que nos metió en líos. —Mirándola a los ojos, bajó la voz y añadió—: Siento lo de la última noche. Debí haber hablado contigo, pero estaba tan asustado que no podía razonar. No merecías que te tratara así.
—Me sentí tan sola a la mañana siguiente...
—No se me podía haber ocurrido una manera peor de lidiar con mi ansiedad. Pero espero que entiendas que no fue sólo... un polvo para descargar tensiones. Siempre que he estado contigo ha sido con amor. Siempre. Lo juro. -Julia bajó la vista.
—Para mí también. Nunca ha habido nadie más en mi vida, ni antes ni después. -Louis cerró los ojos, dejando que el alivio le relajara los músculos. Aunque ella se había sentido furiosa y traicionada, su frustración no la había llevado a los brazos de otro hombre. No había perdido la fe en él por completo.
—Gracias —susurró, respirando hondo antes de continuar—: Cuando confesaste ante el comité y vi su reacción, supe que estábamos perdidos. Mi abogado estaba preparado para negarlo todo, esperando que me excusaran o que dictaran una resolución que pudiera luego impugnar en los tribunales, pero tu confesión les dio la confirmación que necesitaban.
—Habíamos acordado que presentaríamos un frente unido, Louis, ¿lo has olvidado? —dijo ella, subiendo el tono de voz.
—Lo acepté, no lo niego, pero también te dije que no permitiría que nadie te hiciera daño ni pusiera en peligro tu carrera. Y esa promesa tenía prioridad.
—Un acuerdo también es una promesa. -Él se echó hacia adelante.
—Estaban amenazando tu futuro. ¿Creías que me iba a quedar allí quieto, mirando sin hacer nada? -Al ver que ella no respondía, insistió. —¿Acaso tú te quedaste sin hacer nada cuando amenazaron con demandarme? -Julia reaccionó al fin, levantando la vista hacia él.
—Ya sabes que no. Les supliqué. Pero no quisieron escucharme.
—Exacto. ¿De quién crees que tomé ejemplo? -Ella negó con la cabeza, pero no le llevó la contraria.
—Si los dos rompimos las reglas, ¿por qué no nos castigaron a los dos?
—Yo soy el profesor; mi responsabilidad era mayor. Y la profesora Chakravartty te defendió desde el primer momento. No cree en la posibilidad de que una relación entre un profesor y un alumno pueda ser consentida. Y, por desgracia, encontraron tu correo electrónico.
—Así que fue culpa mía. -Louis le acarició suavemente la mejilla.
—No. Yo te convencí de que sería seguro romper las reglas. Y luego, en vez de asumir la responsabilidad de mis actos, me escondí detrás de mi abogado. Tú fuiste la única con el suficiente valor para levantarte y decir la verdad. Pero una vez la verdad hubo salido a la luz, tuve que confesar. Acepté mi castigo sin protestar a cambio de que aceleraran la resolución del caso. Los miembros del comité estuvieron encantados de cerrar el asunto sin una demanda judicial de por medio y aceptaron, prometiéndome clemencia. -Julia lo miró afligida. —Por desgracia —continuó él—, su idea de clemencia y la mía son muy distintas. Esperaba una reprimenda oficial, no que me obligaran a tomarme una excedencia. —Se frotó la cara con las manos—. Jeremy estaba furioso por verse obligado a prescindir de mí, aunque fuera sólo durante un semestre. Había causado un escándalo que perjudicaba la imagen del departamento entero. Christa amenazaba con ponerle una demanda a la universidad. Todo era un embrollo considerable y yo estaba en el centro de la polémica.
—Estábamos juntos, Louis. Yo también conocía las normas cuando las rompí. -Él esbozó una sonrisa triste.
—Las normas están destinadas a proteger a los estudiantes, porque el profesor ocupa una posición de poder.
—El único poder que ejerciste sobre mí fue el del amor.
—Gracias. -La besó dulcemente.
Tenía el corazón a rebosar de sentimientos. En ningún momento ella lo había mirado con la expresión de los miembros del comité. No se había apartado asqueada de él cuando la había besado. Al contrario, sus labios le habían dado la bienvenida. Tenía la esperanza de que, al final de la conversación, Julia siguiera a su lado.
—Cuando llamaron a Jeremy, le rogué que nos ayudara. Le prometí que haría cualquier cosa.
—¿Cualquier cosa? -Louis se removió, incómodo.
—No me imaginaba que fuera a ponerse del lado del comité, ni que me exigiría que rompiera toda relación contigo. Fue una promesa hecha en un momento de desesperación.
—¿Qué dijo él?
—Convenció al comité para que cambiaran mi suspensión administrativa por una excedencia, para que así el nombre del departamento no se viera perjudicado. También se me prohibió calificar trabajos de alumnas durante un plazo de tres años.
—Lo siento. No tenía ni idea. -Él apretó mucho los labios.
—Me dijeron que cesara toda relación contigo inmediatamente y me avisaron de que si violaba esa condición, el acuerdo quedaría sin validez y reabrirían la investigación. Sobre los dos. —Se detuvo buscando las palabras adecuadas.
—Si me consideraban la víctima —lo interrumpió Julia—. ¿Por qué amenazar con seguir investigándome? -Los ojos de Louis brillaron con frialdad.
—El doctor Aras sospechaba que estabas diciendo la verdad, que nuestra relación era consentida y que yo pretendía salvar tu reputación. No iba a tolerar que saliéramos de allí juntos y riéndonos de todos a sus espaldas. Por eso te envié el correo. Sabía que él lo vería.
—Ese correo fue muy cruel. -Louis frunció el cejo.
—Ya lo sé, pero pensé que, al enviártelo desde mi cuenta de la universidad a tu cuenta de la universidad, te percatarías de que estaba escrito de cara a la galería. ¿Alguna vez te he hablado en ese tono? -Ella lo miró desafiante. —Quiero decir... ¿alguna vez te he hablado en ese tono desde que sé quién eres?
—¿Las autoridades universitarias pueden prohibirte verme? -Louis se encogió de hombros.
—Lo hicieron. La amenaza de Christa pendía sobre la cabeza de todos. Jeremy pensó que si me tomaba una excedencia, podría convencerla a ella de que retirara la demanda. Y lo cierto es que lo consiguió. Pero no olvides que me había amenazado con no mover un dedo para ayudarnos si seguíamos viéndonos.
—Eso es chantaje.
—Eso es política académica. Si la demanda de Christa hubiera llegado a la justicia ordinaria, el perjuicio al prestigio de la universidad habría sido irreparable. Jeremy habría perdido la posibilidad de atraer a los mejores profesores y alumnos al departamento, porque se correría la voz de que no era un lugar seguro. No quería verme envuelto en un escándalo de ese tipo, ni quería que tú tuvieras que acudir a un tribunal, aunque sólo fuera como testigo. -Carraspeó. Julia era consciente de que estaba pasando un mal rato, pero no obstante siguió hablando: —Acepté sus condiciones. Jeremy y David insistieron en que te entrevistarían al final del semestre para asegurarse de que habíamos roto el contacto. No tenía elección. -Julia jugueteó con el dobladillo de su vestido.
—¿Por qué no me avisaste? ¿Por qué no pediste un receso para explicarme lo que estaba pasando? Éramos una pareja, Louis. Se suponía que hacíamos las cosas
juntos. -Él tragó saliva con dificultad.
—¿Qué habría pasado si te hubiera llevado aparte y te hubiera contado lo que pensaba hacer?
—No te lo habría permitido.
—Exactamente. No podía permitir que lo lanzaras todo por la borda. No habría podido vivir con ese peso sobre mi conciencia. Sólo podía esperar que pudieras perdonarme... algún día. -Julia lo miró, asombrada.
—¿Fuiste capaz de arriesgarlo todo sin estar seguro de si podría perdonarte?
—Sí. -Ella notó que los ojos volvían a llenársele de lágrimas, pero se las secó.
—Ojalá me lo hubieras contado.
—Quería hacerlo, pero le había prometido a Jeremy que no volvería a acercarme a ti. Traté de hablar contigo antes de que él saliera al pasillo, pero John y Soraya no paraban de meterse por medio.
—Lo sé, pero... -Louis la interrumpió.
—Si te hubiera dicho que era temporal, los miembros del comité se habrían dado cuenta sólo mirándote a la cara. Se habrían dado cuenta de que no teníamos ninguna intención de cumplir la promesa. Y yo había dado mi palabra.
—Pero pensabas romperla.
—Sí, pensaba romperla —reconoció, mirando hacia afuera.
—No entiendo nada, Louis. Les hiciste todo tipo de promesas, pero las rompiste. Me escribiste un mensaje en un libro, lo dejaste en mi casillero...
—Pensaba hacer más cosas. Pensaba escribirte un correo explicándote la situación, diciéndote que sólo teníamos que esperar hasta el final del curso. Cuando tú te hubieras graduado y yo hubiera renunciado a la plaza, podríamos reanudar la relación. Siempre y cuando tú así lo quisieras —bajó la voz—. Sabía que te estarían vigilando. Y que te entrevistarían para saber si había roto mi promesa. Me preocupaba tu incapacidad para mentir.
—Eso son tonterías —protestó Julia con rabia—. Podrías haberme dicho que fingiera estar deprimida. No soy una gran actriz, pero algo habría podido hacer.
—Había otros... factores. -Ella cerró los ojos.
—Cuando tropecé... me miraste como si me odiaras. Parecía que sintieras repugnancia por mí.
—Julia, por favor. —Louis le agarró una mano y la estrechó contra su pecho—. Esa mirada no iba dirigida a ti. Estaba asqueado, pero por la vista, por todo lo que estaba pasando. Te juro que tú no tenías nada que ver con lo que sentía en ese momento.
Ella soltó unas cuantas lágrimas, aliviada al haber logrado respuestas para muchas de sus preguntas. Aunque faltaban algunas de las respuestas más importantes.
—Odio que estés llorando por mi culpa —manifestó Louis con pesar, acariciándole la espalda. Julia se secó los ojos con el dorso de la mano.
—Tengo que volver a casa.
—Puedes quedarte aquí esta noche —propuso él, cautelosamente.
Ella no sabía qué hacer. Si se quedaba, tal vez perdiera la distancia que necesitaba para acabar de preguntarle todo lo que quería saber, aunque volver a su apartamento frío y oscuro le parecía una decisión cobarde. Sabía que si permitía que su cuerpo se acurrucase junto al de Louis, éste arrastraría también a su mente y a su corazón.
—Debería marcharme —dijo finalmente, suspirando—, pero ahora mismo no me veo capaz de levantarme.
—Pues quédate. Quédate aquí, entre mis brazos. —La besó en la frente y le susurró varias veces que la amaba.
Muy lentamente, se separó de ella y fue a buscar un par de mantas, aprovechando de paso para apagar las velas. Dejó encendidas las candelitas de las lámparas marroquíes, que llenaban de luz y color las paredes de la tienda. El aire brillaba a su alrededor.
Crearon un nido en el centro del futón. Louis se tumbó de espaldas y Julia se acurrucó a su lado. Él no hizo nada para contener el profundo suspiro de alivio que se escapó de sus labios mientras le rodeaba los hombros con un brazo.
—¿Louis?
—¿Sí? -Él le acarició el pelo lentamente, disfrutando de la suavidad de los mechones que
se deslizaban entre sus dedos. Trató de deleitarse con su nuevo aroma, pero se encontró añorando el antiguo.
—Te... te he echado mucho de menos.
—Gracias —dijo él, abrazándola con fuerza y sintiendo un gran alivio.
—Por las noches no podía dormir deseando que estuvieras a mi lado. -Los ojos de Louis se llenaron de lágrimas al oír la vulnerabilidad en su voz.
Era vulnerable pero valiente al mismo tiempo. Si alguna vez había tenido alguna duda sobre si la amaría y la admiraría eternamente, esa duda se desvaneció en ese preciso instante.
—Yo también lo deseaba.
Julia suspiró y pocos segundos después, los dos antiguos amantes, agotados, se quedaron dormidos.
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Son...Demasiados los feels...Están hermoso .Como ellos dos se echan la culpa,como el la convence (si a mi me convencieran de esa forma :buho: )...Y se quedaron :whatever: ,espero que tenga algo después :abby:
La ternura que emanan esos dos ...''Romper las reglas''..Jeje y de que manera
Enserio,te pasas con los capitulos .Esperare el próximo (pero no podre esperar mucho :skip:).SIGUELAAA
La ternura que emanan esos dos ...''Romper las reglas''..Jeje y de que manera
Enserio,te pasas con los capitulos .Esperare el próximo (pero no podre esperar mucho :skip:).SIGUELAAA
Invitado
Invitado
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Oh dios ahora mismo quiero llorar. Adoro a Louis, ¿cómo puede ser tan adorable? es un amor y me tiene loca por él. Ojalá yo algún día encuentre a alguien que me quiera tanto como él a Julianne.
Siguela pronto, te lo suplico.
Siguela pronto, te lo suplico.
Anna.
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Amo a Louis, simplemente lo amo.
Tienes que sguirla ¡te lo ruego!
¡Un beso!
Tienes que sguirla ¡te lo ruego!
¡Un beso!
Rachel116
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
¡Hola! Soy tu nueva lectora, acabe la primera temporada rapidísimo y cuando iba a acabar me di cuenta de que había una segunda temporada (y que bueno porque el final de la otra era muy ambiguo) pero por poco no leo esta segunda temporada porque por lo regular no me gustan pero esta historia es preciosa y me tendrás aquí de ahora en adelante en lo que dura la historia, muero por leer más caps ;) x
Ednaas
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Cheeky escribió:Son...Demasiados los feels...Están hermoso .Como ellos dos se echan la culpa,como el la convence (si a mi me convencieran de esa forma :buho: )...Y se quedaron :whatever: ,espero que tenga algo después :abby:
La ternura que emanan esos dos ...''Romper las reglas''..Jeje y de que manera
Enserio,te pasas con los capitulos .Esperare el próximo (pero no podre esperar mucho :skip:).SIGUELAAA
Ya la sigooo linda
Gracias por comentar
Besos
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Anna. escribió:Oh dios ahora mismo quiero llorar. Adoro a Louis, ¿cómo puede ser tan adorable? es un amor y me tiene loca por él. Ojalá yo algún día encuentre a alguien que me quiera tanto como él a Julianne.
Siguela pronto, te lo suplico.
Es el chico ideal
Ya la sigooooooo
Gracias por comentar
BESOOS
karencita__mb
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