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El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Rachel116 escribió:Amo a Louis, simplemente lo amo.
Tienes que sguirla ¡te lo ruego!
¡Un beso!
Yo también lo amooooooo
Ya la sigoooo Rach
Besos
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Ednaas escribió:¡Hola! Soy tu nueva lectora, acabe la primera temporada rapidísimo y cuando iba a acabar me di cuenta de que había una segunda temporada (y que bueno porque el final de la otra era muy ambiguo) pero por poco no leo esta segunda temporada porque por lo regular no me gustan pero esta historia es preciosa y me tendrás aquí de ahora en adelante en lo que dura la historia, muero por leer más caps ;) x
Holaaaaa BIENVENIDA!
Muchas gracias por estar aquí
Ahora mismo la sigoooooo
Besos
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
.
Parte I
Capítulo cuarenta y seis
Parte I
Al abrir los ojos, Julia vio la brillante luz de julio entrando por la puerta abierta de la tienda. Estaba tapada con mucho mimo con dos mantas de cachemira, pero estaba sola. De no ser porque sabía que aquélla era la casa de Louis, habría pensado que la noche anterior había sido un sueño. Aunque tal vez seguía soñando. Al incorporarse, encontró una nota junto a los cojines.
Mientras leía la nota, numerosas emociones la asaltaron, como una sinfonía tocada con distintos instrumentos. Aunque una de ellas dominaba sobre las demás: el alivio. Louis la amaba. Louis había vuelto.
Pero el perdón y la reconciliación eran cosas distintas. Sabía que había habido terceras personas implicadas en el conflicto, pero tanto ella como Louis eran responsables de la situación en la que se encontraban. Por mucho que le apeteciera, Julia no pensaba lanzarse a sus brazos sólo para huir de la angustia de la separación. Sería como tomarse una pastilla para el dolor sin molestarse en averiguar antes qué lo causaba. Se calzó y salió al jardín, recuperando el bolso antes de entrar en la casa por la puerta de atrás. Rebecca estaba trabajando en la cocina, preparando el desayuno.
—Buenos días —saludó a Julia con una sonrisa al verla entrar.
—Buenos días. —Ella señaló la escalera que llevaba al piso de arriba—. Iba a ir al baño. -La mujer se secó las manos con el delantal.
—Me temo que Louis lo está usando.
—Oh.
—¿Por qué no llama a la puerta? Tal vez ya haya terminado. -Julia se ruborizó al pensar en él, recién salido de la ducha, envuelto en una toalla.
—Esperaré. ¿Puedo? —preguntó, señalando el fregadero. Cuando ella asintió con la cabeza, se lavó las manos. Aguardó a que se le secaran para sacar una goma del bolso y hacerse una cola de caballo. Rebecca la invitó a sentarse a la mesita de la cocina.
—Es muy incómodo que sólo haya un baño y que esté en el piso de arriba. Me paso el día subiendo y bajando. Incluso mi casita tiene dos baños. -Julia la miró sorprendida.
—Pensaba que vivía aquí. -La mujer se echó a reír, mientras sacaba una jarra de zumo de naranja recién exprimido de la nevera.
—Vivo en Norwood. Vivía con mi madre, pero murió hace unos meses.
—Lo siento. —Julia le dirigió una mirada compasiva, mientras servía zumo de naranja en dos copas de vino.
—Tenía alzheimer —explicó Rebecca, antes de volver a su trabajo.
Ella la observó mientras enchufaba la gofrera eléctrica, lavaba un cestillo de fresas y batía un poco de nata. Louis había planeado el desayuno con todo detalle.
—Es un cambio muy brusco, cuidar de un profesor después de haber estado cuidando de mi madre. Parece un hombre muy exigente, pero eso me gusta. ¿Sabe? Me deja libros. Acabo de empezar Jane Eyre. No lo había leído todavía. Dice que mientras siga preparándole los platos que le preparo, puedo llevarme los libros que quiera. Por fin tengo la oportunidad de retomar mi educación... y de usar todo lo que he aprendido después de años de mirar el Canal Cocina.
—¿Deja que se lleve libros de su biblioteca personal? —A Julia le costaba creérselo.
—Sí. Qué amable, ¿verdad? No lo conozco mucho todavía, pero ya le he cogido cariño. Me recuerda a mi hijo. -Ella bebió un sorbo de zumo y, como la mujer le dijo que Louis había dicho que no lo esperaran, empezó a desayunar.
—No entiendo por qué ha comprado esta casa tan pequeña y con sólo un baño —comentó Julia, mientras se comía un gofre de canela. Rebecca le dirigió una sonrisa cómplice.
—Quería vivir en este vecindario y le gustó el jardín. Dice que le recuerda al que había en casa de sus padres. Piensa reformar la casa para que sea más cómoda, pero no ha querido empezar a hacer nada hasta tener su aprobación.
—¿Mi aprobación? —A Julia se le cayó el tenedor al suelo. La mujer le ofreció otro inmediatamente.
—Me parece recordar que dijo que la vendería si a usted no le gustaba. Aunque, por lo que le he oído esta mañana, juraría que ha decidido empezar con las obras inmediatamente. —Pasándole un plato de beicon crujiente, añadió—: No sé si se ha dado cuenta, pero el profesor puede ser un poco... intenso. -Julia se echó a reír a carcajadas.
—No lo sabe usted bien. -Estaba acabando de disfrutar del segundo gofre, cuando oyó a Louis bajando la escalera.
—Buenos días —la saludó, dándole un beso en la coronilla.
—Buenos días. —Julia le devolvió el saludo, pero no estaba acostumbrada a la presencia de Rebecca, así que en seguida se excusó y subió al cuarto de baño.
Una mirada al espejo le dijo que tendría que ducharse. Al volverse hacia la ducha, vio que alguien había dejado una bolsa llena de todo lo que podía necesitar.
Había varias botellas de su antiguo champú de vainilla, gel de baño de la misma marca y una esponja nueva, color lavanda, como la anterior. Abrió los ojos, sorprendida, al ver un vestido de tirantes color amarillo pálido, con una chaqueta a juego. Le llevó unos instantes controlar las emociones. Cuando se calmó un poco, se duchó y se puso la ropa nueva.
Aunque estaba agradecida por poder ponerse ropa limpia después de ducharse, la presunción de Louis de que iba a quedarse a dormir le resultaba irritante. Se preguntó si encontraría lencería de su talla en el cajón de su cómoda. Una cosa llevó a la otra y se encontró preguntándose si habría traído la ropa que ella dejó en Toronto.
Se peinó, colocándose el pelo por detrás de las orejas. Los pendientes de Louis los tenía guardados en el fondo del cajón de la ropa interior, con un par de tesoros más. Sabía que, al quitárselos, le había hecho daño a Louis, pero tras su partida le había parecido absurdo seguir llevándolos.
Los dos se habían hecho daño. Necesitaban perdonarse para que sus heridas pudieran cicatrizar. Lo que no sabía Julia era por dónde empezar. Las alternativas más obvias no siempre eran las mejores.
Cuando por fin bajó a la cocina, Rebecca estaba acabando de poner en orden la cocina después del desayuno y Louis estaba en el jardín. Lo encontró sentado bajo un parasol.
—¿Estás bien? —le preguntó, al ver que tenía los ojos cerrados. Abriéndolos, él sonrió.
—Ahora sí. ¿Me acompañas? —Le tendió la mano. Aceptándola, Julia se sentó a su lado.—Ese color te sienta muy bien —comentó, observándola con satisfacción.
—Gracias por haber ido de compras.
—¿Qué te gustaría hacer hoy? -Ella se tiró del dobladillo del vestido, tratando de cubrirse las rodillas.
—Creo que deberíamos acabar de hablar.
Louis asintió, pidiendo ayuda a Dios en silencio. No quería perderla. Y sabía que la segunda parte de la historia podía provocar justo esa reacción.
—¿Te acuerdas de la conversación en el pasillo, después de la vista? Cuando John te faltó al respeto, estuve a punto de romperle el dedo y hacérselo tragar.
—¿Por qué?
—Creo que no acabas de entender el alcance de mis sentimientos por ti. Van más allá de querer estar contigo y de querer protegerte. Quiero que seas feliz y que todo el mundo te trate con respeto.
—No puedes ir rompiéndoles los dedos a todos los que me hablen mal. -Louis fingió reflexionar sobre sus palabras, acariciándose la barbilla.
—Supongo que no. ¿Qué me sugieres? ¿Que los golpee con las obras completas de Shakespeare?
—¿En un solo volumen? Excelente idea. -Ambos se echaron a reír y luego permanecieron en silencio.
—Quería contarte lo que pasó cuando te hicieron salir de la sala, pero me ordenaron que no lo hiciera. Por eso te hablé en clave. El problema fue que elegí citar a Abelardo, olvidándome de que tu visión y la mía sobre su relación con Eloísa son muy distintas. Debí citar a Dante, a Shakespeare, a Milton, a cualquiera menos a Abelardo. -Negó con la cabeza, disgustado. Pero al cabo de unos momentos en silencio, continuó. —Estabas furiosa. Me acusaste de follarte, Julianne... —La voz se quebró al pronunciar su nombre—. ¿Tan mala opinión tenías de mí que pensaste que ésa había sido mi manera de despedirme? -No pudiendo soportar la intensidad de su mirada, Julia apartó la vista.
—¿Y qué querías que pensara? No me dijiste ni una palabra y, cuando me desperté, te habías ido sin dejarme ni una nota. Y de repente, durante la vista, dices que todo ha terminado.
—No podía contarte nada. Te hice el amor pensando que con mis actos te demostraría lo que quería expresar: que somos uno. Que siempre hemos sido un solo ser. -Incómoda, ella cambió de tema.
—Has hablado de la conversación en el pasillo. No entiendo que te obligaran a marcharte de la ciudad.
—No lo hicieron. Sólo me hicieron prometer que no volvería a verte. -Julia se cruzó de brazos.
—Entonces, ¿por qué te fuiste?
—Jeremy descubrió que había roto mi promesa y que había hablado contigo antes de que salieras del edificio. Me hizo jurar por mi honor que rompería la relación de una vez por todas y que me mantendría alejado de ti. Le había prometido que haría lo que él quisiera si nos ayudaba. No tenía elección. -Ella recordó la entrevista con el doctor Aras y el profesor Martin justo antes de la graduación.
—¿Cómo descubrió Jeremy que habías roto tu promesa? Nadie me vio en el pasillo. Y por el correo que me enviaste después, nadie lo habría adivinado.
—Lo sé. Lo siento. Pensé que leerías entre líneas y te darías cuenta de que lo había escrito para ojos ajenos. Antes te había enviado otro correo, desde mi cuenta de gmail, avisándote de todo.
—No, no me lo enviaste.
Louis se sacó el iPhone del bolsillo y buscó hasta encontrar el correo al que se refería. Mirándola atormentado, dijo:
—Tras la vista, entré en los servicios y te escribí un correo. —Le alargó el teléfono—. Es éste.
Julia leyó en la pantalla:
Ella parpadeó varias veces, tratando de vincular lo que estaba viendo en la pantalla con su experiencia personal de los meses pasados.
—No lo entiendo. No lo recibí.
—Lo sé —replicó él, con expresión torturada.
Al volver a mirar la pantalla, Julia se fijó en que la fecha y la hora confirmaban la versión de Louis. Pero el destinatario del mensaje no era ella. De hecho, el correo le había llegado a otra persona: J. H. Martin.
Abrió los ojos como platos ante la magnitud del error que Louis había cometido. En vez de enviarle el correo a Julianne H. Mitchell, se lo había mandado a Jeremy H. Martin, catedrático del Departamento de Estudios Italianos.
Cariño:
Estabas durmiendo tan a gusto que no me he atrevido a despertarte. Le pediré a Rebecca que prepare gofres, porque sé que te gustan. Dormir en tus brazos me ha recordado que durante estos meses sólo he sido media persona.
Tú me completas. Todo mi amor, Louis
Mientras leía la nota, numerosas emociones la asaltaron, como una sinfonía tocada con distintos instrumentos. Aunque una de ellas dominaba sobre las demás: el alivio. Louis la amaba. Louis había vuelto.
Pero el perdón y la reconciliación eran cosas distintas. Sabía que había habido terceras personas implicadas en el conflicto, pero tanto ella como Louis eran responsables de la situación en la que se encontraban. Por mucho que le apeteciera, Julia no pensaba lanzarse a sus brazos sólo para huir de la angustia de la separación. Sería como tomarse una pastilla para el dolor sin molestarse en averiguar antes qué lo causaba. Se calzó y salió al jardín, recuperando el bolso antes de entrar en la casa por la puerta de atrás. Rebecca estaba trabajando en la cocina, preparando el desayuno.
—Buenos días —saludó a Julia con una sonrisa al verla entrar.
—Buenos días. —Ella señaló la escalera que llevaba al piso de arriba—. Iba a ir al baño. -La mujer se secó las manos con el delantal.
—Me temo que Louis lo está usando.
—Oh.
—¿Por qué no llama a la puerta? Tal vez ya haya terminado. -Julia se ruborizó al pensar en él, recién salido de la ducha, envuelto en una toalla.
—Esperaré. ¿Puedo? —preguntó, señalando el fregadero. Cuando ella asintió con la cabeza, se lavó las manos. Aguardó a que se le secaran para sacar una goma del bolso y hacerse una cola de caballo. Rebecca la invitó a sentarse a la mesita de la cocina.
—Es muy incómodo que sólo haya un baño y que esté en el piso de arriba. Me paso el día subiendo y bajando. Incluso mi casita tiene dos baños. -Julia la miró sorprendida.
—Pensaba que vivía aquí. -La mujer se echó a reír, mientras sacaba una jarra de zumo de naranja recién exprimido de la nevera.
—Vivo en Norwood. Vivía con mi madre, pero murió hace unos meses.
—Lo siento. —Julia le dirigió una mirada compasiva, mientras servía zumo de naranja en dos copas de vino.
—Tenía alzheimer —explicó Rebecca, antes de volver a su trabajo.
Ella la observó mientras enchufaba la gofrera eléctrica, lavaba un cestillo de fresas y batía un poco de nata. Louis había planeado el desayuno con todo detalle.
—Es un cambio muy brusco, cuidar de un profesor después de haber estado cuidando de mi madre. Parece un hombre muy exigente, pero eso me gusta. ¿Sabe? Me deja libros. Acabo de empezar Jane Eyre. No lo había leído todavía. Dice que mientras siga preparándole los platos que le preparo, puedo llevarme los libros que quiera. Por fin tengo la oportunidad de retomar mi educación... y de usar todo lo que he aprendido después de años de mirar el Canal Cocina.
—¿Deja que se lleve libros de su biblioteca personal? —A Julia le costaba creérselo.
—Sí. Qué amable, ¿verdad? No lo conozco mucho todavía, pero ya le he cogido cariño. Me recuerda a mi hijo. -Ella bebió un sorbo de zumo y, como la mujer le dijo que Louis había dicho que no lo esperaran, empezó a desayunar.
—No entiendo por qué ha comprado esta casa tan pequeña y con sólo un baño —comentó Julia, mientras se comía un gofre de canela. Rebecca le dirigió una sonrisa cómplice.
—Quería vivir en este vecindario y le gustó el jardín. Dice que le recuerda al que había en casa de sus padres. Piensa reformar la casa para que sea más cómoda, pero no ha querido empezar a hacer nada hasta tener su aprobación.
—¿Mi aprobación? —A Julia se le cayó el tenedor al suelo. La mujer le ofreció otro inmediatamente.
—Me parece recordar que dijo que la vendería si a usted no le gustaba. Aunque, por lo que le he oído esta mañana, juraría que ha decidido empezar con las obras inmediatamente. —Pasándole un plato de beicon crujiente, añadió—: No sé si se ha dado cuenta, pero el profesor puede ser un poco... intenso. -Julia se echó a reír a carcajadas.
—No lo sabe usted bien. -Estaba acabando de disfrutar del segundo gofre, cuando oyó a Louis bajando la escalera.
—Buenos días —la saludó, dándole un beso en la coronilla.
—Buenos días. —Julia le devolvió el saludo, pero no estaba acostumbrada a la presencia de Rebecca, así que en seguida se excusó y subió al cuarto de baño.
Una mirada al espejo le dijo que tendría que ducharse. Al volverse hacia la ducha, vio que alguien había dejado una bolsa llena de todo lo que podía necesitar.
Había varias botellas de su antiguo champú de vainilla, gel de baño de la misma marca y una esponja nueva, color lavanda, como la anterior. Abrió los ojos, sorprendida, al ver un vestido de tirantes color amarillo pálido, con una chaqueta a juego. Le llevó unos instantes controlar las emociones. Cuando se calmó un poco, se duchó y se puso la ropa nueva.
Aunque estaba agradecida por poder ponerse ropa limpia después de ducharse, la presunción de Louis de que iba a quedarse a dormir le resultaba irritante. Se preguntó si encontraría lencería de su talla en el cajón de su cómoda. Una cosa llevó a la otra y se encontró preguntándose si habría traído la ropa que ella dejó en Toronto.
Se peinó, colocándose el pelo por detrás de las orejas. Los pendientes de Louis los tenía guardados en el fondo del cajón de la ropa interior, con un par de tesoros más. Sabía que, al quitárselos, le había hecho daño a Louis, pero tras su partida le había parecido absurdo seguir llevándolos.
Los dos se habían hecho daño. Necesitaban perdonarse para que sus heridas pudieran cicatrizar. Lo que no sabía Julia era por dónde empezar. Las alternativas más obvias no siempre eran las mejores.
Cuando por fin bajó a la cocina, Rebecca estaba acabando de poner en orden la cocina después del desayuno y Louis estaba en el jardín. Lo encontró sentado bajo un parasol.
—¿Estás bien? —le preguntó, al ver que tenía los ojos cerrados. Abriéndolos, él sonrió.
—Ahora sí. ¿Me acompañas? —Le tendió la mano. Aceptándola, Julia se sentó a su lado.—Ese color te sienta muy bien —comentó, observándola con satisfacción.
—Gracias por haber ido de compras.
—¿Qué te gustaría hacer hoy? -Ella se tiró del dobladillo del vestido, tratando de cubrirse las rodillas.
—Creo que deberíamos acabar de hablar.
Louis asintió, pidiendo ayuda a Dios en silencio. No quería perderla. Y sabía que la segunda parte de la historia podía provocar justo esa reacción.
—¿Te acuerdas de la conversación en el pasillo, después de la vista? Cuando John te faltó al respeto, estuve a punto de romperle el dedo y hacérselo tragar.
—¿Por qué?
—Creo que no acabas de entender el alcance de mis sentimientos por ti. Van más allá de querer estar contigo y de querer protegerte. Quiero que seas feliz y que todo el mundo te trate con respeto.
—No puedes ir rompiéndoles los dedos a todos los que me hablen mal. -Louis fingió reflexionar sobre sus palabras, acariciándose la barbilla.
—Supongo que no. ¿Qué me sugieres? ¿Que los golpee con las obras completas de Shakespeare?
—¿En un solo volumen? Excelente idea. -Ambos se echaron a reír y luego permanecieron en silencio.
—Quería contarte lo que pasó cuando te hicieron salir de la sala, pero me ordenaron que no lo hiciera. Por eso te hablé en clave. El problema fue que elegí citar a Abelardo, olvidándome de que tu visión y la mía sobre su relación con Eloísa son muy distintas. Debí citar a Dante, a Shakespeare, a Milton, a cualquiera menos a Abelardo. -Negó con la cabeza, disgustado. Pero al cabo de unos momentos en silencio, continuó. —Estabas furiosa. Me acusaste de follarte, Julianne... —La voz se quebró al pronunciar su nombre—. ¿Tan mala opinión tenías de mí que pensaste que ésa había sido mi manera de despedirme? -No pudiendo soportar la intensidad de su mirada, Julia apartó la vista.
—¿Y qué querías que pensara? No me dijiste ni una palabra y, cuando me desperté, te habías ido sin dejarme ni una nota. Y de repente, durante la vista, dices que todo ha terminado.
—No podía contarte nada. Te hice el amor pensando que con mis actos te demostraría lo que quería expresar: que somos uno. Que siempre hemos sido un solo ser. -Incómoda, ella cambió de tema.
—Has hablado de la conversación en el pasillo. No entiendo que te obligaran a marcharte de la ciudad.
—No lo hicieron. Sólo me hicieron prometer que no volvería a verte. -Julia se cruzó de brazos.
—Entonces, ¿por qué te fuiste?
—Jeremy descubrió que había roto mi promesa y que había hablado contigo antes de que salieras del edificio. Me hizo jurar por mi honor que rompería la relación de una vez por todas y que me mantendría alejado de ti. Le había prometido que haría lo que él quisiera si nos ayudaba. No tenía elección. -Ella recordó la entrevista con el doctor Aras y el profesor Martin justo antes de la graduación.
—¿Cómo descubrió Jeremy que habías roto tu promesa? Nadie me vio en el pasillo. Y por el correo que me enviaste después, nadie lo habría adivinado.
—Lo sé. Lo siento. Pensé que leerías entre líneas y te darías cuenta de que lo había escrito para ojos ajenos. Antes te había enviado otro correo, desde mi cuenta de gmail, avisándote de todo.
—No, no me lo enviaste.
Louis se sacó el iPhone del bolsillo y buscó hasta encontrar el correo al que se refería. Mirándola atormentado, dijo:
—Tras la vista, entré en los servicios y te escribí un correo. —Le alargó el teléfono—. Es éste.
Julia leyó en la pantalla:
Beatriz, te amo. No lo dudes nunca. Confía en mí, por favor. L.
Ella parpadeó varias veces, tratando de vincular lo que estaba viendo en la pantalla con su experiencia personal de los meses pasados.
—No lo entiendo. No lo recibí.
—Lo sé —replicó él, con expresión torturada.
Al volver a mirar la pantalla, Julia se fijó en que la fecha y la hora confirmaban la versión de Louis. Pero el destinatario del mensaje no era ella. De hecho, el correo le había llegado a otra persona: J. H. Martin.
Abrió los ojos como platos ante la magnitud del error que Louis había cometido. En vez de enviarle el correo a Julianne H. Mitchell, se lo había mandado a Jeremy H. Martin, catedrático del Departamento de Estudios Italianos.
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Hello!!!
Hola Karen! Soy tu nueva lectora x asi decirlo. Generalmente evito toda novela q no este terminada por lo q comencé leyendo el infierno de Louis, pero la historia me atrapo tanto que mis ansias de seguirla me llevaron sin darme cuenta a la segunda temporada (q no has terminado de adaptar aun).
Mi problema con seguir las adaptaciones, historias u otros escritos es xq 1) como mencione anteriormente cuando comienzo con una historia hermosa como lo es esta no puedo parar de leerlas hasta el final y 2) muchas escritoras y traductoras dejan de lado estas y me dejan en la nada decepcionando y abandonando a sus lectoras.
Por lo que vi subes capítulos seguido y mientras lo hagas yo te seguiré!
Bue... no leo los comentarios de otras personas puesto q me parece invadir conversaciones ajenas, digo son mjes para vos, de otras personas asi q espero q no te ofendas por ello.
Se me hace inevitable la presente tipo testamento, pero es, por así decirlo mi carta de presentación como fiel lectora.
Este ultimo capitulo estuvo buenisimo, jajajaja siempre me pasa eso de confundir los nombres o meter mal el dedo y mandar a cualquiera los mjes. jajajajajaja
Sigue así!!! Espero pronto el nuevo cap!!!
ivana acosta
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
ivana acosta escribió:Hello!!!
Hola Karen! Soy tu nueva lectora x asi decirlo. Generalmente evito toda novela q no este terminada por lo q comencé leyendo el infierno de Louis, pero la historia me atrapo tanto que mis ansias de seguirla me llevaron sin darme cuenta a la segunda temporada (q no has terminado de adaptar aun).
Mi problema con seguir las adaptaciones, historias u otros escritos es xq 1) como mencione anteriormente cuando comienzo con una historia hermosa como lo es esta no puedo parar de leerlas hasta el final y 2) muchas escritoras y traductoras dejan de lado estas y me dejan en la nada decepcionando y abandonando a sus lectoras.
Por lo que vi subes capítulos seguido y mientras lo hagas yo te seguiré!
Bue... no leo los comentarios de otras personas puesto q me parece invadir conversaciones ajenas, digo son mjes para vos, de otras personas asi q espero q no te ofendas por ello.
Se me hace inevitable la presente tipo testamento, pero es, por así decirlo mi carta de presentación como fiel lectora.
Este ultimo capitulo estuvo buenisimo, jajajaja siempre me pasa eso de confundir los nombres o meter mal el dedo y mandar a cualquiera los mjes. jajajajajaja
Sigue así!!! Espero pronto el nuevo cap!!!
Holaaa Ivana BIENVENIDA
muchas gracias por estar aquí
Me ha pasado lo mismo pero soy de las personas que si empieza algo lo termina y eso haré con esta historia
Casi me pasa algo así pero me di cuenta a tiempo, gracias a Dios!!
La sigo luegoo
Muchas gracias por tu comentario
Besos
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Seguila. La amo. Sos una genia. No puedo creer que exista una nove así de lindaaaaaaaaaaaa
Invitado
Invitado
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
jajajaja Gracias a vos hermosa por adaptar esta bella historia!!!! Espero con ansias el proximo capitulo!!!!
ivana acosta
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Serenity escribió:Seguila. La amo. Sos una genia. No puedo creer que exista una nove así de lindaaaaaaaaaaaa
Ya la siglo linda
Muchas gracias por comentar
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
ivana acosta escribió:jajajaja Gracias a vos hermosa por adaptar esta bella historia!!!! Espero con ansias el proximo capitulo!!!!
Ya no esperes mucho.
Ahora la sigooo
Besos linda
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
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Parte II
Capítulo cuarenta y seis
Parte II
- No lo entiendo. No lo recibí.
—Lo sé —replicó él, con expresión torturada.
Al volver a mirar la pantalla, Julia se fijó en que la fecha y la hora confirmaban la versión de Louis. Pero el destinatario del mensaje no era ella. De hecho, el correo le había llegado a otra persona: J. H. Martin.
Abrió los ojos como platos ante la magnitud del error que Louis había cometido. En vez de enviarle el correo a Julianne H. Mitchell, se lo había mandado a Jeremy H. Martin, catedrático del Departamento de Estudios Italianos.
—Oh, Dios mío —murmuró.
—Cada vez que pensaba en hacer algo para arreglar la situación, la estropeaba aún más. Cuando intenté defenderte ante los miembros del comité, sospecharon de mí; cuando traté de tranquilizarte en el pasillo, creíste que te había abandonado. Cuando traté de explicártelo, le envié el mensaje a la persona que acababa de prohibirme ponerme en contacto contigo. Sinceramente, de no ser porque confiaba en que pudiésemos tener esta conversación algún día, me habría sentido tentado de salir a la calle Bloor en hora punta y haberme tumbado en mitad de la vía.
—No digas esas cosas. ¡Ni siquiera las pienses!
Ver que Julia se preocupaba por él le alegró el alma, pero en seguida rectificó.
—Perderte fue de lo más duro que me ha sucedido nunca, pero sé que el suicidio no volverá a pasarme por la cabeza —dijo él, solemne—. Jeremy estaba furioso. Había puesto su carrera y al departamento en peligro por ayudarme y yo no había tardado ni dos minutos en faltar a mi palabra. Acababa de darle una prueba, por escrito, de que no pensaba respetar la promesa que le había hecho al comité. Tenía que hacer lo que me pidiera. No tenía otra alternativa. Si Jeremy le hubiera mostrado el correo al comité, las consecuencias habrían sido dramáticas para los dos.
En ese momento, Rebecca los interrumpió. Llevaba una jarra de limonada, con unas cuantas frambuesas heladas flotando en el líquido amarillo. Tras servirle un vaso a cada uno, se retiró con una sonrisa de ánimo. Louis se bebió el suyo a grandes tragos, agradeciendo la tregua.
—¿Qué pasó luego? —preguntó Julia, bebiéndose su limonada a pequeños sorbos.
—Jeremy me ordenó apartarme de ti. No tenía elección. Tenía la espada de Damocles sobre mi cabeza.
—¿No le contó a nadie lo del mensaje?
—No. Volvió a confiar en mi palabra. —Louis hizo una mueca al recordar la dolorosa conversación—. Se apiadó de mí y eso hizo que me sintiera aún más obligado a mantener mi palabra. Decidí que no volvería a ponerme en contacto contigo hasta que tu entrada en Harvard fuera segura. -Ella negó con la cabeza con obstinación.
—Pero ¿qué pasa con las promesas que me hiciste a mí? ¿Las has olvidado? Me hiciste muchas.
—Por supuesto que no. Por eso antes de marcharme de Toronto te dejé el libro en el casillero. Pensé que encontrarías el pasaje de la carta y que leerías la nota de la fotografía.
—Ni siquiera sabía que el libro fuera tuyo. No lo abrí hasta la noche que viniste a buscarme. Por eso salía de casa corriendo. En mi apartamento no hay conexión a Internet y quería mandarte un correo.
—¿Qué querías decirme?
—No lo sé. Tienes que entender que yo creía que te habías cansado de mí; que pensabas que no valía la pena luchar por lo nuestro. —Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero se las secó con impaciencia.
—Si ha habido alguien en esta relación por quien no mereciera la pena luchar, ése era yo. Sé que he sido muy torpe y que he acabado haciéndote daño, pero nunca fue mi intención. —Bajando la vista, empezó a darle vueltas al anillo—. Fue culpa de mi orgullo, de mi falta de juicio y de una cadena de errores. Katherine Picton trató de ayudarme. Me aseguró que se ocuparía de que las autoridades académicas te dejaran en paz durante mi ausencia y que haría todo lo que estuviera en su mano para asegurarse de que te graduaras puntualmente. Me comentó que un amigo suyo acababa de dejar su plaza en Boston para irse a UCLA y me pidió permiso para proponerme como su sucesor. Se lo di. Hice una entrevista y, mientras esperaba su respuesta, viajé a Italia. Tenía que hacer algo para librarme de la depresión antes de que cometiera alguna tontería. -A Julia se le encogió el estómago.
—¿Qué clase de tontería?
—No hablo de mujeres. La sola idea de estar con alguien que no fueras tú me daba náuseas. Estaba preocupado por... otro tipo de vicios.
—Antes de que sigas hablando, tengo algo que contarte —lo interrumpió ella. Su voz sonó más decidida que la voluntad que había detrás. Louis la observó detenidamente, preguntándose qué demonios estaría a punto de revelarle. —Cuando te dije que mi relación con Paul era de amistad, era cierto. Técnicamente.
—¿Técnicamente? —La voz de él se volvió tan grave que sonó casi como un gruñido.
—Él quería que fuera algo más. Me dijo que me amaba y... y nos besamos. -Louis guardó silencio, pero Julia vio que apretaba tanto los nudillos que se le pusieron blancos.
—¿Es Paul a quien quieres en tu vida?
—Fue un gran amigo cuando más lo necesitaba, pero nunca he tenido sentimientos románticos hacia él. Me temo que, después de ti, los demás hombres no tienen nada que hacer. Ninguno de ellos resiste la comparación —admitió, con la voz temblorosa.
—Pero le besaste.
—Sí, lo hice. —Inclinándose hacia adelante, Julia le apartó el rebelde mechón de la frente—. Pero eso fue todo. Pensaba que no volvería a verte, pero igualmente lo rechacé. No porque no hubiera podido tener una buena vida a su lado, sino porque no eras tú.
—Estoy seguro de que eso no debió de hacerle ninguna gracia.
—Le rompí el corazón —reconoció ella, hundiendo los hombros— y no disfruté haciéndolo.
Louis se conmovió al ver su compasión, pero al mismo tiempo sintió un gran alivio al pensar que no tenía que enfrentarse a ningún rival para lograr su afecto. Le apretó el hombro cariñosamente antes de decir:
—Reconozco que tenía miedo de que, si teníamos algún contacto y se lo contabas a Paul, él le fuera con el cuento a Jeremy.
—Paul no habría hecho una cosa así. Siempre se ha portado muy bien conmigo, incluso después de que le rompiera el corazón. —Julia se alisó unas imaginarias arrugas del vestido—. Sé que dijiste que me habías sido fiel, pero... ¿alguien te besó?
—No. —Louis sonrió pesaroso—. Sería un buen dominico o un buen jesuita si me lo propusiera, ¿no crees? El celibato no me ha supuesto un problema, aunque durante estos meses he descubierto que no tengo vocación de franciscano. -Julia lo miró con curiosidad. —Es una larga historia. Otro día te la contaré. -Ella le apretó la mano con cariño, animándolo a seguir hablando. —Decidí que si no me daban la plaza en Boston, dimitiría igualmente. No pensaba volver a Toronto. Sólo tenía que aguantar unos meses, hasta que te graduaras. Quería sentirme cerca de ti; recordar el tiempo feliz que pasamos en Italia.
Sinceramente, Julianne, los días que pasamos en Florencia y Umbría fueron los más felices de mi vida. —Apartó la vista—. Incluso fui a Asís.
—¿A ver cómo se te daba ser franciscano? —bromeó ella.
—Más bien no. Visité la basílica y creí verte allí. -La miró, dudando si continuar. Tenía miedo de que pensara que estaba desequilibrado. —Tu doble me guió por la iglesia hasta llegar a la cripta, frente a la tumba de san Francisco. Al principio me quedé mirando a aquella mujer, deseando que fueras tú, deseando no haber cometido tantos errores. En la paz de aquel lugar me enfrenté a mis fracasos y a mis pecados. Me di cuenta de que te había idolatrado, de que te había convertido en un ídolo pagano. Cuando te perdí, sentí que lo había perdido todo. Me decía que necesitaba que vinieras a rescatarme, que yo sin ti no era nada. Me di cuenta de las numerosas oportunidades que había desperdiciado. Sin hacer nada para merecerlo, había recibido amor y gracia durante toda mi vida y no había sabido valorarlos. No me merecía la familia que me había adoptado. No me merecía a Maia, que fue la mejor parte de mi relación con Paulina. No me merecía haber sobrevivido a las drogas ni haberme graduado en Harvard. No te merecía a ti. -Hizo una breve pausa y se secó la humedad que sentía en los ojos, pero no sirvió de nada
— La gracia no es algo que nos merezcamos, Louis —dijo Julia suavemente—. Es algo que nace del amor. Dios llena el mundo de segundas oportunidades, hojitas y misericordia, aunque no todos las ven ni las quieren. -Él le besó la mano.
—Exactamente. En la cripta de la basílica, pasó algo. Me di cuenta de que tú no podías salvarme. Y encontré la paz.
—A veces perseguimos la gracia hasta que ésta nos encuentra.
—¿De verdad no eres un ángel? —murmuró Louis, admirado—. El caso es que, tras esa experiencia, quise ser mejor persona. Me centré en Dios, pero sin olvidarme de ti. Quería amarte mejor. Siempre me ha atraído tu bondad, Julianne, pero creo que ahora te amo más que antes. -Ella asintió, con la mirada borrosa por las lágrimas.
—Debí decirte que te amaba mucho antes. Debí pedirte que te casaras conmigo. Pensaba que sabía lo que te convenía. Pensaba que teníamos todo el tiempo del mundo. -Julia trató de hablar, pero tenía un nudo en la garganta. —Por favor, dime que no es demasiado tarde, Julianne. Dime que no te he perdido para siempre. -Ella se lo quedó mirando unos instantes antes de abrazarlo.
—Te amo, Louis. Nunca he dejado de amarte. Los dos hemos cometido errores, con nuestras relaciones, en la universidad, el uno con el otro... Pero nunca he dejado de esperar que volvieras a mí. Que aún me quisieras.
Cuando lo besó en los labios, Louis sintió un enorme alivio, mezclado con una gran culpabilidad. Julia notó que estaba avergonzado. No por sus lágrimas, sino por los sentimientos que se las provocaban: el agotamiento, la frustración y el dolor que causa una prolongada depresión.
—¿Te quedarás conmigo? —preguntó él, en voz baja. Ella titubeó el tiempo suficiente para que Louis volviera a preocuparse.
—Quiero más de lo que teníamos.
—¿Más de lo que puedo darte?
—No necesariamente eso, pero durante estos últimos meses he cambiado. Es indudable que tú también. La pregunta es, ¿y ahora qué?
—Dime lo que quieres y te lo daré. -Julia negó con la cabeza.
—Quiero que lo descubramos juntos. Y eso llevará su tiempo.
Pronto empezó a hacer demasiado calor para estar al aire libre. Louis y Julia entraron en la casa y se sentaron en el salón. Él se acomodó en el sofá de piel, mientras ella se acurrucaba en una de las butacas de terciopelo rojo.
—En algún momento vamos a tener que abordar el tema. -Louis asintió, tenso. —Empezaré yo —se ofreció Julia—. Quiero conocerte mejor. Quiero ser tu compañera.
—Yo quiero que seas mucho más que eso —susurró Louis. Ella negó con la cabeza con vehemencia.
—Es demasiado pronto. Decidiste por mí, Louis. Me dejaste sin opciones. Tienes que dejar de hacer eso o no llegaremos muy lejos. -La expresión de él se ensombreció. —¿Qué pasa? —le preguntó ella, alarmada.
—No me arrepiento de haber tratado de salvar tu carrera. Ojalá hubiéramos podido llegar a una decisión consensuada, pero cuando te vi en peligro, reaccioné. Creo que tú harías lo mismo si me vieras en peligro a mí.
—Lo sé —replicó él, con expresión torturada.
Al volver a mirar la pantalla, Julia se fijó en que la fecha y la hora confirmaban la versión de Louis. Pero el destinatario del mensaje no era ella. De hecho, el correo le había llegado a otra persona: J. H. Martin.
Abrió los ojos como platos ante la magnitud del error que Louis había cometido. En vez de enviarle el correo a Julianne H. Mitchell, se lo había mandado a Jeremy H. Martin, catedrático del Departamento de Estudios Italianos.
—Oh, Dios mío —murmuró.
—Cada vez que pensaba en hacer algo para arreglar la situación, la estropeaba aún más. Cuando intenté defenderte ante los miembros del comité, sospecharon de mí; cuando traté de tranquilizarte en el pasillo, creíste que te había abandonado. Cuando traté de explicártelo, le envié el mensaje a la persona que acababa de prohibirme ponerme en contacto contigo. Sinceramente, de no ser porque confiaba en que pudiésemos tener esta conversación algún día, me habría sentido tentado de salir a la calle Bloor en hora punta y haberme tumbado en mitad de la vía.
—No digas esas cosas. ¡Ni siquiera las pienses!
Ver que Julia se preocupaba por él le alegró el alma, pero en seguida rectificó.
—Perderte fue de lo más duro que me ha sucedido nunca, pero sé que el suicidio no volverá a pasarme por la cabeza —dijo él, solemne—. Jeremy estaba furioso. Había puesto su carrera y al departamento en peligro por ayudarme y yo no había tardado ni dos minutos en faltar a mi palabra. Acababa de darle una prueba, por escrito, de que no pensaba respetar la promesa que le había hecho al comité. Tenía que hacer lo que me pidiera. No tenía otra alternativa. Si Jeremy le hubiera mostrado el correo al comité, las consecuencias habrían sido dramáticas para los dos.
En ese momento, Rebecca los interrumpió. Llevaba una jarra de limonada, con unas cuantas frambuesas heladas flotando en el líquido amarillo. Tras servirle un vaso a cada uno, se retiró con una sonrisa de ánimo. Louis se bebió el suyo a grandes tragos, agradeciendo la tregua.
—¿Qué pasó luego? —preguntó Julia, bebiéndose su limonada a pequeños sorbos.
—Jeremy me ordenó apartarme de ti. No tenía elección. Tenía la espada de Damocles sobre mi cabeza.
—¿No le contó a nadie lo del mensaje?
—No. Volvió a confiar en mi palabra. —Louis hizo una mueca al recordar la dolorosa conversación—. Se apiadó de mí y eso hizo que me sintiera aún más obligado a mantener mi palabra. Decidí que no volvería a ponerme en contacto contigo hasta que tu entrada en Harvard fuera segura. -Ella negó con la cabeza con obstinación.
—Pero ¿qué pasa con las promesas que me hiciste a mí? ¿Las has olvidado? Me hiciste muchas.
—Por supuesto que no. Por eso antes de marcharme de Toronto te dejé el libro en el casillero. Pensé que encontrarías el pasaje de la carta y que leerías la nota de la fotografía.
—Ni siquiera sabía que el libro fuera tuyo. No lo abrí hasta la noche que viniste a buscarme. Por eso salía de casa corriendo. En mi apartamento no hay conexión a Internet y quería mandarte un correo.
—¿Qué querías decirme?
—No lo sé. Tienes que entender que yo creía que te habías cansado de mí; que pensabas que no valía la pena luchar por lo nuestro. —Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero se las secó con impaciencia.
—Si ha habido alguien en esta relación por quien no mereciera la pena luchar, ése era yo. Sé que he sido muy torpe y que he acabado haciéndote daño, pero nunca fue mi intención. —Bajando la vista, empezó a darle vueltas al anillo—. Fue culpa de mi orgullo, de mi falta de juicio y de una cadena de errores. Katherine Picton trató de ayudarme. Me aseguró que se ocuparía de que las autoridades académicas te dejaran en paz durante mi ausencia y que haría todo lo que estuviera en su mano para asegurarse de que te graduaras puntualmente. Me comentó que un amigo suyo acababa de dejar su plaza en Boston para irse a UCLA y me pidió permiso para proponerme como su sucesor. Se lo di. Hice una entrevista y, mientras esperaba su respuesta, viajé a Italia. Tenía que hacer algo para librarme de la depresión antes de que cometiera alguna tontería. -A Julia se le encogió el estómago.
—¿Qué clase de tontería?
—No hablo de mujeres. La sola idea de estar con alguien que no fueras tú me daba náuseas. Estaba preocupado por... otro tipo de vicios.
—Antes de que sigas hablando, tengo algo que contarte —lo interrumpió ella. Su voz sonó más decidida que la voluntad que había detrás. Louis la observó detenidamente, preguntándose qué demonios estaría a punto de revelarle. —Cuando te dije que mi relación con Paul era de amistad, era cierto. Técnicamente.
—¿Técnicamente? —La voz de él se volvió tan grave que sonó casi como un gruñido.
—Él quería que fuera algo más. Me dijo que me amaba y... y nos besamos. -Louis guardó silencio, pero Julia vio que apretaba tanto los nudillos que se le pusieron blancos.
—¿Es Paul a quien quieres en tu vida?
—Fue un gran amigo cuando más lo necesitaba, pero nunca he tenido sentimientos románticos hacia él. Me temo que, después de ti, los demás hombres no tienen nada que hacer. Ninguno de ellos resiste la comparación —admitió, con la voz temblorosa.
—Pero le besaste.
—Sí, lo hice. —Inclinándose hacia adelante, Julia le apartó el rebelde mechón de la frente—. Pero eso fue todo. Pensaba que no volvería a verte, pero igualmente lo rechacé. No porque no hubiera podido tener una buena vida a su lado, sino porque no eras tú.
—Estoy seguro de que eso no debió de hacerle ninguna gracia.
—Le rompí el corazón —reconoció ella, hundiendo los hombros— y no disfruté haciéndolo.
Louis se conmovió al ver su compasión, pero al mismo tiempo sintió un gran alivio al pensar que no tenía que enfrentarse a ningún rival para lograr su afecto. Le apretó el hombro cariñosamente antes de decir:
—Reconozco que tenía miedo de que, si teníamos algún contacto y se lo contabas a Paul, él le fuera con el cuento a Jeremy.
—Paul no habría hecho una cosa así. Siempre se ha portado muy bien conmigo, incluso después de que le rompiera el corazón. —Julia se alisó unas imaginarias arrugas del vestido—. Sé que dijiste que me habías sido fiel, pero... ¿alguien te besó?
—No. —Louis sonrió pesaroso—. Sería un buen dominico o un buen jesuita si me lo propusiera, ¿no crees? El celibato no me ha supuesto un problema, aunque durante estos meses he descubierto que no tengo vocación de franciscano. -Julia lo miró con curiosidad. —Es una larga historia. Otro día te la contaré. -Ella le apretó la mano con cariño, animándolo a seguir hablando. —Decidí que si no me daban la plaza en Boston, dimitiría igualmente. No pensaba volver a Toronto. Sólo tenía que aguantar unos meses, hasta que te graduaras. Quería sentirme cerca de ti; recordar el tiempo feliz que pasamos en Italia.
Sinceramente, Julianne, los días que pasamos en Florencia y Umbría fueron los más felices de mi vida. —Apartó la vista—. Incluso fui a Asís.
—¿A ver cómo se te daba ser franciscano? —bromeó ella.
—Más bien no. Visité la basílica y creí verte allí. -La miró, dudando si continuar. Tenía miedo de que pensara que estaba desequilibrado. —Tu doble me guió por la iglesia hasta llegar a la cripta, frente a la tumba de san Francisco. Al principio me quedé mirando a aquella mujer, deseando que fueras tú, deseando no haber cometido tantos errores. En la paz de aquel lugar me enfrenté a mis fracasos y a mis pecados. Me di cuenta de que te había idolatrado, de que te había convertido en un ídolo pagano. Cuando te perdí, sentí que lo había perdido todo. Me decía que necesitaba que vinieras a rescatarme, que yo sin ti no era nada. Me di cuenta de las numerosas oportunidades que había desperdiciado. Sin hacer nada para merecerlo, había recibido amor y gracia durante toda mi vida y no había sabido valorarlos. No me merecía la familia que me había adoptado. No me merecía a Maia, que fue la mejor parte de mi relación con Paulina. No me merecía haber sobrevivido a las drogas ni haberme graduado en Harvard. No te merecía a ti. -Hizo una breve pausa y se secó la humedad que sentía en los ojos, pero no sirvió de nada
— La gracia no es algo que nos merezcamos, Louis —dijo Julia suavemente—. Es algo que nace del amor. Dios llena el mundo de segundas oportunidades, hojitas y misericordia, aunque no todos las ven ni las quieren. -Él le besó la mano.
—Exactamente. En la cripta de la basílica, pasó algo. Me di cuenta de que tú no podías salvarme. Y encontré la paz.
—A veces perseguimos la gracia hasta que ésta nos encuentra.
—¿De verdad no eres un ángel? —murmuró Louis, admirado—. El caso es que, tras esa experiencia, quise ser mejor persona. Me centré en Dios, pero sin olvidarme de ti. Quería amarte mejor. Siempre me ha atraído tu bondad, Julianne, pero creo que ahora te amo más que antes. -Ella asintió, con la mirada borrosa por las lágrimas.
—Debí decirte que te amaba mucho antes. Debí pedirte que te casaras conmigo. Pensaba que sabía lo que te convenía. Pensaba que teníamos todo el tiempo del mundo. -Julia trató de hablar, pero tenía un nudo en la garganta. —Por favor, dime que no es demasiado tarde, Julianne. Dime que no te he perdido para siempre. -Ella se lo quedó mirando unos instantes antes de abrazarlo.
—Te amo, Louis. Nunca he dejado de amarte. Los dos hemos cometido errores, con nuestras relaciones, en la universidad, el uno con el otro... Pero nunca he dejado de esperar que volvieras a mí. Que aún me quisieras.
Cuando lo besó en los labios, Louis sintió un enorme alivio, mezclado con una gran culpabilidad. Julia notó que estaba avergonzado. No por sus lágrimas, sino por los sentimientos que se las provocaban: el agotamiento, la frustración y el dolor que causa una prolongada depresión.
—¿Te quedarás conmigo? —preguntó él, en voz baja. Ella titubeó el tiempo suficiente para que Louis volviera a preocuparse.
—Quiero más de lo que teníamos.
—¿Más de lo que puedo darte?
—No necesariamente eso, pero durante estos últimos meses he cambiado. Es indudable que tú también. La pregunta es, ¿y ahora qué?
—Dime lo que quieres y te lo daré. -Julia negó con la cabeza.
—Quiero que lo descubramos juntos. Y eso llevará su tiempo.
Pronto empezó a hacer demasiado calor para estar al aire libre. Louis y Julia entraron en la casa y se sentaron en el salón. Él se acomodó en el sofá de piel, mientras ella se acurrucaba en una de las butacas de terciopelo rojo.
—En algún momento vamos a tener que abordar el tema. -Louis asintió, tenso. —Empezaré yo —se ofreció Julia—. Quiero conocerte mejor. Quiero ser tu compañera.
—Yo quiero que seas mucho más que eso —susurró Louis. Ella negó con la cabeza con vehemencia.
—Es demasiado pronto. Decidiste por mí, Louis. Me dejaste sin opciones. Tienes que dejar de hacer eso o no llegaremos muy lejos. -La expresión de él se ensombreció. —¿Qué pasa? —le preguntó ella, alarmada.
—No me arrepiento de haber tratado de salvar tu carrera. Ojalá hubiéramos podido llegar a una decisión consensuada, pero cuando te vi en peligro, reaccioné. Creo que tú harías lo mismo si me vieras en peligro a mí.
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Mira, estos dos capítulos han hecho que mi pobre corazoncito sufriese como un condenado. Es tan bonito y tan triste al mismo tiempo que... pff adoro a Louis, estoy tan obsesionada con él. Lo quiero, lo amo, lo adoro. Quiero abrazarlo y decirle lo que siento y el no poder hacerlo me frustra. por favor siguela
Anna.
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Este par como me gusta, me encanta como Luis quiere darle todo a Julia, esperemos que Paulina no regrese y eche a perder todo y que este par ya se arreglen por completo, gracias por subir pronto
Ednaas
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Hola. Siento no haber comentado antes. Estoy en medio de los exámenes y no tengo tiempo para nada. Ya he hecho cinco exámenes y aun me quedan cuatro, y lo peor es que creo que he suspendido uno de los exámenes... Em cualquier caso, tanto este como el anterior capítulo me h gustqdo mucho, y espero que pronto sigas la novela. Yo intentar comentarte lo que me parece lo antes posible.
¡Un beso!
¡Un beso!
Rachel116
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Anna. escribió:Mira, estos dos capítulos han hecho que mi pobre corazoncito sufriese como un condenado. Es tan bonito y tan triste al mismo tiempo que... pff adoro a Louis, estoy tan obsesionada con él. Lo quiero, lo amo, lo adoro. Quiero abrazarlo y decirle lo que siento y el no poder hacerlo me frustra. por favor siguela
Ya la sigo Anna
Muchas gracias por comentar
karencita__mb
Re: El ÉXTASIS de Louis [Hot-Erotica] 2da Temporada [TERMINADA]
Ednaas escribió:[center]Este par como me gusta, me encanta como Luis quiere darle todo a Julia, esperemos que Paulina no regrese y eche a perder todo y que este par ya se arreglen por completo, gracias por subir pronto
Siii ojalá que ya se arreglen prontisimooo
Ya la sigo
Besitos
karencita__mb
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