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"Cerca Del Paraiso" - Joe y tu Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Cerca Del Paraiso" - Joe y tu Terminada
Wjakjskajs y pase de pagina!!
Meresco un cap por eso 8)
Meresco un cap por eso 8)
CrazyxJonas
Re: "Cerca Del Paraiso" - Joe y tu Terminada
Capitulo 9
__________se probó tres trajes nuevos de los que su hermana le había comprado antes de decidirse por una sencilla falda de color crema, anudada con un lazo al costado. Para arriba eligió una blusa del mismo tono con el escote en pico. El resultado era muy elegante, sobre todo con la cintura tan estrecha que tenía ella.
Estaba muy nerviosa y cuando sonó el teléfono no pudo evitar dar un salto.
Corrió a contestar. -¿sí? -dijo rápidamente.
-estoy en el hall -respondió él.
-enseguida bajo.
Corrió hacia la puerta, pero tuvo que pararse porque se dio cuenta de que no llevaba los zapatos y que
había olvidado el bolso. Con una risita volvió a su cuarto para calzarse y agarrar el bolso.
Ocho minutos más tarde, llegó al lujoso hall del hotel, después de esperar al ascensor durante cinco minutos.
Salió del ascensor y miró a su alrededor con preocupación, buscando a Joe.
Y allí estaba él, apoyado en la pared de enfrente, al lado de los otros ascensores.
Relajado, elegante y con una gran sonrisa.
Llevaba una camisa verde con unos pantalones marrones. Se le veía grande y sexy.
Él también la observó a ella. Sus ojos oscuros recorrieron su esbelta figura y se deleitó con su melena rubia llena de ondas que le llegaba hasta la cintura.
Su sonrisa era cálida y ella se dirigió hacia él. Casi se choca con otro cliente que se cruzó en su camino y al que no vio.
-hola -dijo ella con voz ronca.
-hola -respondió él con una voz profunda y suave-. ¿Estás lista?
Ella pensó en los riesgos que estaba corriendo, el peligro que podía haber en aquello, la furia que Sel iba a sentir. Pero nada importaba, sólo aquella mirada de aquellos ojos negros. Dejó atrás la prudencia y la razón.
-estoy lista -le contestó.
Joseph apenas podía creer que aquélla fuera la misma chica conservadora que había conocido la noche anterior. Estaba fascinante con aquel conjunto y con el pelo suelto. Se había tenido que pensar dos veces lo de implicarla en el asunto; pero no había tenido elección. Había tenido la gran suerte de que Fred la llevara con él al encuentro que nunca tuvo lugar. Era la cuñada de David y eso le ofrecía una
conexión con el contacto que tanto necesitaba. La única pega iba a ser la hermana, que no iba a permitir que ella saliera con un Gángster.
Era sorprendente; de todas las mujeres que había conocido, y había conocido a muchas y muy guapas, la que más le interesaba era ella. No era su estilo sentirse atraído por una chica de pueblo como _______; no tenía nada que ver con él. Después estaba el asunto de su pasado. Ella no tenía ni idea de quién era; de hecho, pensaba que era el encargado de la seguridad del casino. No era justo dejarle pensar eso, pero no iba a decirle la verdad. No parecía el tipo de mujer que se sintiera cómoda con un Gángster, aunque ahora estuviera reformado. Y necesitaba pasar algún tiempo con ella, al menos unas semanas.
La agarró de la mano y entrelazó los dedos nerviosos de ella con los suyos. Una corriente eléctrica lo recorrió. Ella contuvo el aliento ostensiblemente, pestañeó y entonces él se dio cuenta de que había sentido lo mismo.
-no pongas esa cara -dijo él con voz profunda, acercándose a ella-. Yo también lo he sentido.
-no he dormido nada -dijo ella, atragantada.
-yo tampoco -respondió él.
Estudió su tez perfecta y el ligero rubor de sus mejillas que delataba su torbellino interior.
-¿dónde está tu hermana?
-ha ido a Miami con David. Hay algún problema. Fred también se ha ido –añadió sin aliento.
-¿a Miami? -preguntó él pensativo.
-sí. David dijo que no sabía que tuviera allí negocios.
Pareció que Joe se alejaba un momento; pero enseguida pestañeó y la miró con una sonrisa.
-he planeado hacer un montón de cosas hoy vamos.
-de acuerdo -dijo ella con suavidad.
Él no le había preguntado nada y ella no iba a decirle lo que Sel opinaba. Iba a fingir que no había complicaciones y que no sabía quién era. Iba a disfrutar del día, pues quizá fuera el único que pasara con él y no lo iba a malgastar preocupándose.
Salieron por la puerta con las manos entrelazadas. Afuera no estaba Smith con la limusina; sólo había un taxi.
-no quería levantar sospechas en caso de que tu hermana te hubiera dicho algo sobre mí.
-¿qué podría haberme dicho? -preguntó ella, fingiendo inocencia.
La expresión de él no tenía precio. Parecía aliviado.
-¿qué le contaste tú?
-que Fred me asaltó y que el jefe de seguridad me salvó.
Joe se dirigió hacia el taxista.
-llévanos al Bow tie, John -le dijo al conductor.
-¿Va de incógnito, señor Jonas?
-Eso es. Te daré un plus si consigues que pasemos desapercibidos.
-No sé quién es usted.
Joe se rió.
-Ésa es la idea.
-¿por qué te pregunta que si vas de incógnito?
-no importa -respondió él-. He pensado que podíamos comer antes de salir, ¿qué te parece?
-genial -respondió ella. Él se sintió culpable durante unos instantes por la mentira. No quería hacerle daño. Pero le ofrecía una conexión que necesitaba urgentemente. Aparte de eso, le atraía enormemente. Era una chica dulce y él la iba a mimar un poco para que no saliera perdiendo con ese asunto. Ni siquiera tenía que saber quién era él, al menos de momento.
Pasaron por encima del puente hacia isla Paradise y a la luz del día ella pudo ver la cantidad de barcos que había en el puerto deportivo. Había botes pequeños. Yates, y barcos que transportaban pasajeros de Nassau a la isla.
-¡mira cuántos barcos! -exclamó ella, mirando por la ventanilla-. ¡Hay uno con velas negras!
-debe de ser de algún pirata, ¿no crees? -bromeó él. Ella giró la cabeza y lo miró directamente a los ojos. Podía sentir su calor y su poderosa masculinidad a su lado y todo su cuerpo se puso en tensión con sed de él. Él lo notó, lo disfrutó y lo saboreó. Ella no podía ocultarle nada y eso era un placer; como sentir el roce de su hombro contra su pecho. Sus ojos se oscurecieron y se apartó bruscamente. Aquél no era el lugar, se dijo a sí mismo. Aunque estuviera lo suficientemente loco como para acercarse a ella, no podía ser allí.
El casino parecía diferente a la luz del día, pensó ella al bajarse del coche. Mientras Joe pagaba al taxista, ella se dirigió hacia una planta y tocó las hojas rojas de la flor con delicadeza. Le encantaban las flores.
-¿te gustan? -le preguntó él mientras arrancaba una para ponérsela en el pelo.
-sí -dijo ella con una sonrisa-. Gracias.
-te queda bien.
Ella se rió.
-no soy bonita pero haces que me sienta como si lo fuera. Aunque eso te parecerá una tontería. Él meneó la cabeza. Buscó sus ojos verdes y la miró fijamente. Ella se puso colorada y él sonrió. Le sorprendía que lo encontrara atractivo, que reaccionara con tanto deseo.
Sólo tenía veintitrés años, pero seguro que ya habría tenido alguna experiencia. Le intrigaba saber cuánta; pero no podía arriesgarse. Ella encajaba a la perfección en sus planes y tenía que tenerla a su lado.
Volvió a agarrarla de la mano.
-Vamos. Quiero enseñarte mi casa.
-¿no vives en el hotel? -le preguntó ella.
-el jefe tiene un apartamento allí -le dijo él-, pero a mí me gusta tener mi propio espacio. Giraron alrededor del hotel hacia una verja de hierro. Él la abrió y la invitó a pasar.
__________se probó tres trajes nuevos de los que su hermana le había comprado antes de decidirse por una sencilla falda de color crema, anudada con un lazo al costado. Para arriba eligió una blusa del mismo tono con el escote en pico. El resultado era muy elegante, sobre todo con la cintura tan estrecha que tenía ella.
Estaba muy nerviosa y cuando sonó el teléfono no pudo evitar dar un salto.
Corrió a contestar. -¿sí? -dijo rápidamente.
-estoy en el hall -respondió él.
-enseguida bajo.
Corrió hacia la puerta, pero tuvo que pararse porque se dio cuenta de que no llevaba los zapatos y que
había olvidado el bolso. Con una risita volvió a su cuarto para calzarse y agarrar el bolso.
Ocho minutos más tarde, llegó al lujoso hall del hotel, después de esperar al ascensor durante cinco minutos.
Salió del ascensor y miró a su alrededor con preocupación, buscando a Joe.
Y allí estaba él, apoyado en la pared de enfrente, al lado de los otros ascensores.
Relajado, elegante y con una gran sonrisa.
Llevaba una camisa verde con unos pantalones marrones. Se le veía grande y sexy.
Él también la observó a ella. Sus ojos oscuros recorrieron su esbelta figura y se deleitó con su melena rubia llena de ondas que le llegaba hasta la cintura.
Su sonrisa era cálida y ella se dirigió hacia él. Casi se choca con otro cliente que se cruzó en su camino y al que no vio.
-hola -dijo ella con voz ronca.
-hola -respondió él con una voz profunda y suave-. ¿Estás lista?
Ella pensó en los riesgos que estaba corriendo, el peligro que podía haber en aquello, la furia que Sel iba a sentir. Pero nada importaba, sólo aquella mirada de aquellos ojos negros. Dejó atrás la prudencia y la razón.
-estoy lista -le contestó.
Joseph apenas podía creer que aquélla fuera la misma chica conservadora que había conocido la noche anterior. Estaba fascinante con aquel conjunto y con el pelo suelto. Se había tenido que pensar dos veces lo de implicarla en el asunto; pero no había tenido elección. Había tenido la gran suerte de que Fred la llevara con él al encuentro que nunca tuvo lugar. Era la cuñada de David y eso le ofrecía una
conexión con el contacto que tanto necesitaba. La única pega iba a ser la hermana, que no iba a permitir que ella saliera con un Gángster.
Era sorprendente; de todas las mujeres que había conocido, y había conocido a muchas y muy guapas, la que más le interesaba era ella. No era su estilo sentirse atraído por una chica de pueblo como _______; no tenía nada que ver con él. Después estaba el asunto de su pasado. Ella no tenía ni idea de quién era; de hecho, pensaba que era el encargado de la seguridad del casino. No era justo dejarle pensar eso, pero no iba a decirle la verdad. No parecía el tipo de mujer que se sintiera cómoda con un Gángster, aunque ahora estuviera reformado. Y necesitaba pasar algún tiempo con ella, al menos unas semanas.
La agarró de la mano y entrelazó los dedos nerviosos de ella con los suyos. Una corriente eléctrica lo recorrió. Ella contuvo el aliento ostensiblemente, pestañeó y entonces él se dio cuenta de que había sentido lo mismo.
-no pongas esa cara -dijo él con voz profunda, acercándose a ella-. Yo también lo he sentido.
-no he dormido nada -dijo ella, atragantada.
-yo tampoco -respondió él.
Estudió su tez perfecta y el ligero rubor de sus mejillas que delataba su torbellino interior.
-¿dónde está tu hermana?
-ha ido a Miami con David. Hay algún problema. Fred también se ha ido –añadió sin aliento.
-¿a Miami? -preguntó él pensativo.
-sí. David dijo que no sabía que tuviera allí negocios.
Pareció que Joe se alejaba un momento; pero enseguida pestañeó y la miró con una sonrisa.
-he planeado hacer un montón de cosas hoy vamos.
-de acuerdo -dijo ella con suavidad.
Él no le había preguntado nada y ella no iba a decirle lo que Sel opinaba. Iba a fingir que no había complicaciones y que no sabía quién era. Iba a disfrutar del día, pues quizá fuera el único que pasara con él y no lo iba a malgastar preocupándose.
Salieron por la puerta con las manos entrelazadas. Afuera no estaba Smith con la limusina; sólo había un taxi.
-no quería levantar sospechas en caso de que tu hermana te hubiera dicho algo sobre mí.
-¿qué podría haberme dicho? -preguntó ella, fingiendo inocencia.
La expresión de él no tenía precio. Parecía aliviado.
-¿qué le contaste tú?
-que Fred me asaltó y que el jefe de seguridad me salvó.
Joe se dirigió hacia el taxista.
-llévanos al Bow tie, John -le dijo al conductor.
-¿Va de incógnito, señor Jonas?
-Eso es. Te daré un plus si consigues que pasemos desapercibidos.
-No sé quién es usted.
Joe se rió.
-Ésa es la idea.
-¿por qué te pregunta que si vas de incógnito?
-no importa -respondió él-. He pensado que podíamos comer antes de salir, ¿qué te parece?
-genial -respondió ella. Él se sintió culpable durante unos instantes por la mentira. No quería hacerle daño. Pero le ofrecía una conexión que necesitaba urgentemente. Aparte de eso, le atraía enormemente. Era una chica dulce y él la iba a mimar un poco para que no saliera perdiendo con ese asunto. Ni siquiera tenía que saber quién era él, al menos de momento.
Pasaron por encima del puente hacia isla Paradise y a la luz del día ella pudo ver la cantidad de barcos que había en el puerto deportivo. Había botes pequeños. Yates, y barcos que transportaban pasajeros de Nassau a la isla.
-¡mira cuántos barcos! -exclamó ella, mirando por la ventanilla-. ¡Hay uno con velas negras!
-debe de ser de algún pirata, ¿no crees? -bromeó él. Ella giró la cabeza y lo miró directamente a los ojos. Podía sentir su calor y su poderosa masculinidad a su lado y todo su cuerpo se puso en tensión con sed de él. Él lo notó, lo disfrutó y lo saboreó. Ella no podía ocultarle nada y eso era un placer; como sentir el roce de su hombro contra su pecho. Sus ojos se oscurecieron y se apartó bruscamente. Aquél no era el lugar, se dijo a sí mismo. Aunque estuviera lo suficientemente loco como para acercarse a ella, no podía ser allí.
El casino parecía diferente a la luz del día, pensó ella al bajarse del coche. Mientras Joe pagaba al taxista, ella se dirigió hacia una planta y tocó las hojas rojas de la flor con delicadeza. Le encantaban las flores.
-¿te gustan? -le preguntó él mientras arrancaba una para ponérsela en el pelo.
-sí -dijo ella con una sonrisa-. Gracias.
-te queda bien.
Ella se rió.
-no soy bonita pero haces que me sienta como si lo fuera. Aunque eso te parecerá una tontería. Él meneó la cabeza. Buscó sus ojos verdes y la miró fijamente. Ella se puso colorada y él sonrió. Le sorprendía que lo encontrara atractivo, que reaccionara con tanto deseo.
Sólo tenía veintitrés años, pero seguro que ya habría tenido alguna experiencia. Le intrigaba saber cuánta; pero no podía arriesgarse. Ella encajaba a la perfección en sus planes y tenía que tenerla a su lado.
Volvió a agarrarla de la mano.
-Vamos. Quiero enseñarte mi casa.
-¿no vives en el hotel? -le preguntó ella.
-el jefe tiene un apartamento allí -le dijo él-, pero a mí me gusta tener mi propio espacio. Giraron alrededor del hotel hacia una verja de hierro. Él la abrió y la invitó a pasar.
Nani Jonas
Re: "Cerca Del Paraiso" - Joe y tu Terminada
Capitulo 10
Había una gran extensión de césped, arbustos llenos de flores y árboles. Más allá, una casa blanca de tejado rojo y la playa.
- ¡caramba! -exclamó ella mientras se acercaban.
-me imaginé que te iba a gustar. A mí también me gustan mucho las plantas. Detrás de la casa tengo un invernadero.
-el paisaje es inmejorable.
-estoy de acuerdo contigo. Además, aporta tranquilidad. Aquí uno se puede relajar.
-me imagino que eso te vendrá muy bien con el trabajo que tienes.
-¿eh?
-la seguridad -le aclaró ella.
Él sonrió. Ya se había olvidado de su papel.
-Es verdad. Necesito un lugar que haga que me olvide del trabajo.
La invitó al interior de la preciosa casa, a través de suelos de mármol. Ella tuvo que hacer un esfuerzo para no quitarse los zapatos para sentir la piedra con los pies descalzos.
-no veo ningún aparato de televisión -dijo ella mirando a su alrededor.
-lo tengo en una habitación con el resto del equipo de seguridad. Smith también tiene una en su cuarto.
-¿Smith vive contigo?
-Smith cuida de la casa por... esto... por el jefe. Igual que yo cuando tengo guardia. Ella sabía que era su casa, pero no le dijo nada. Miró a su alrededor admirándolo todo.
-debe de ser una maravilla vivir al lado del océano.
-es un poco agobiante en la temporada de los huracanes.
-¿y cuándo es eso?
-desde mediados de mayo hasta finales de septiembre.
Ella contuvo el aliento.
-¡pero si estamos en agosto!
Él se rió por su expresión.
-no te preocupes, no tenemos tantos.
-¿se inunda la casa?
-ya ha sucedido -le contestó-. Una vez tuve... ejem... -tosió para disimular-. El jefe tuvo que reconstruirla. Pero la mayoría de las veces basta con sacar el agua y reparar los daños.
Ella lo escuchaba con curiosidad.
-la verdad es que no sé muchas cosas del mundo porque no he viajado mucho.
-no pasa nada -la tranquilizó él. Después añadió en tono de broma-: quédate a mi lado y yo te lo enseñaré.
Ella se rió encantada.
- ¡qué genial!
Él tiró de ella.
-tú sí que eres genial. Ven, te enseñaré el resto y después te llevaré a la torre.
Él le enseñó el dormitorio principal, con muebles de madera maciza, alfombras lujosas y cortinas en tonos tierra. La habitación tenía un cuarto de baño completo con un jacuzzi y un tocador. Las otras dos habitaciones eran parecidas, aunque más pequeñas. También había una habitación para la colada.
-no la utilizo -le dijo con una sonrisa-. Tenemos una señora, Lucy, que viene a cocinar cada día y dos veces a la semana nos hace la colada, a Smith y a mí.
Después la llevó a la cochera.
Ella no pudo evitar abrir la boca. Dentro del garaje había cinco coches. Uno era la limusina y había otros cuatro que ella no reconoció. Bueno, el jaguar plateado sí. Los otros eran raros y nunca los había visto.
-vamos a utilizar éste -indicó dirigiéndose hacia un deportivo rojo.
-¡qué bonito! -exclamó ella.
Él se imaginó que nunca habría oído hablar de la marca alfa romeo por lo que no quiso avergonzarla. -sí. Lo es. ¿Vamos a ver la torre? ella asintió. Se montaron en el coche y salieron al exterior. -Agárrate fuerte -le dijo y salió disparado.
Una vez estuvieron en la carretera, ella empezó a relajarse. El viento le alborotaba el pelo y la sensación era magnífica.
-¿quieres ponerte algo en el pelo? -le preguntó él.
Ella negó con la cabeza.
-me encanta sentir el viento.
Él se rió.
-a mí también.
Dejaron atrás pequeñas casas de campo pintadas en tonos pastel. Playas llenas de gente... el paisaje era colorido y brillante. Joe se desvió hacia una isla desierta de la que salía un pequeño sendero que conducía hacia un edificio en ruinas.
-ya hemos llegado.
-¿Ésta es la torre? -preguntó ella, sorprendida.
- la misma. La mayoría de los turistas no saben que está aquí porque no viene en los mapas. Nadie puede demostrar que sea la torre del pirata: pero la leyenda dice que sí lo es.
-¡un pirata de verdad! ¡Qué emocionante! ¿Te gustan los piratas?
Él se encogió de hombros.
-son de mi estilo -le comentó él mirándola tranquilamente.
A _______ le dolían los dedos de las ganas que tenía de tocarlo; estaba nerviosa. Él tenía un aspecto formidable.
-¿y a ti?
Ella sonrió.
-los que están fuera de la ley son interesantes -le dijo ella, pensando en él.
-y peligrosos.
Ella lo miró a la barbilla, donde tenía un hoyuelo.
-la vida es aburrida sin un poco de emoción.
-el Caribe estaba lleno de piratas -le señaló él mientras se dirigía hacia la entrada. Ella lo siguió escaleras arriba. Algunos de ellos se convirtieron en personas muy respetables.
- ¡qué interesante!
Él dio un paso al frente y le tocó el pelo.
-me encanta tu pelo. Me fascina el pelo largo.
-me lo imaginaba. Por eso me lo he dejado suelto -dijo ella sin tapujos.
-¿por mí?
-sí -asintió ella y él dejó escapar una carcajada.
-¿es que no sabes mentir?
-es una pérdida de tiempo -dijo con toda naturalidad-. Y complica las cosas.
Él no se atrevía a mirarla a los ojos. Dejó caer la mano.
-sí, lo complica todo.
En ese momento llegó un autobús cargado de turistas.
-¡vaya! parece que ya la han descubierto -le dijo él con la misma sonrisa, pero ya no había sensualidad en su voz-. Será mejor que nos vayamos. Ella lo siguió escaleras abajo. Salieron justo cuando un guía seguido de seis turistas se dirigían hacia la torre. Una de las mujeres era joven, rubia, sofisticada e iba cargada de joyas. Le dedicó a Joe una mirada seductora, pero él la ignoró por completo. Entrelazó sus dedos con los de _______ y saludó al guía.
_______ sintió curiosidad por su falta de interés.
Él notó su curiosidad.
-un coche así atrae a muchas mujeres. Aunque éste no sea mío -aclaró para poder seguir con su papel-. No me gusta ese tipo de mujeres. ¿Tienes hambre?
- sí.
-pues vamos a comer. Lucy nos ha preparado una ensalada de mariscos y nos ha cortado unos cuantos mangos. Joe miró a _______. Llevaba los ojos cerrados, disfrutando del viento. Hacía años que no conducía cuando salía con una mujer. Cuando quería impresionar, lo que últimamente no solía suceder, con la limusina tenía suficiente.
Pero se había imaginado que _______ no distinguiría un coche deportivo de importación de un modelo estadounidense y no se había equivocado. Era tan sincera, tan natural, que hacía que se sintiera como un completo fraude.
Se dirigió hacia la entrada de la casa. Al llegar junto a la verja, pulsó un botón de dentro del coche y la puerta se abrió.
Ella lo miró sorprendida.
-¿cómo lo has hecho?
-ha sido magia.
Ella se rió divertida.
-tu jefe debe de tenerte muy bien considerado para dejarte vivir en un lugar tan espectacular.
-¿te gusta?
-¿que si me gusta? -preguntó ella en un susurro mientras él paraba el coche en el garaje-. Es precioso.
Otras mujeres a las que había invitado habían utilizado otros adjetivos: aburrido, pequeño, soso, alejado... de lo que se deducía que lo odiaban. A él le encantaba aquel sitio: especialmente el jardín. Donde pasaba muchas horas trabajando.
-debes de ser un jardinero excepcional -murmuró ella mientras caminaban por el patio de piedra hacia el porche-. Nunca había visto tantas flores. Son preciosas.
-gracias. A mí también me gustan mucho. Entraron en la casa y él la condujo hacia la cocina. -también hay tarta de limón -le informó mientras miraba en el interior del frigorífico.
-¡vaya! es mi favorita.
Él se giró hacia ella.
-la mía también.
Comieron en la terraza y disfrutaron de una segunda taza de café. Después se fueron a dar un paseo por el jardín. Más allá estaba la playa con su arena blanca y las aguas turquesas del atlántico. El cielo estaba cuajado de nubes que se acercaban a toda velocidad. Hasta hacía un rato, había brillado un sol espléndido, pero una tormenta se acercaba a toda velocidad.
—¿Te gustan las tormentas?—le preguntó ella con naturalidad mientras se apoyaba en el tronco de una palmera.
—Sí ¿Y a ti?
—Debería tenerles miedo porque los rayos me aterrorizan, pero me encantan. Me gusta el sonido del viento y de la lluvia. No sé por qué, pero la llu¬via hace que me sienta segura.
Él la estaba mirando con creciente interés. La re¬corrió con sus ojos negros. Su delicada figura con aquel conjunto de tela vaporosa era demasiado atractiva y él se preguntó qué aspecto tendría sin nada.
Como por respuesta a sus imágenes mentales, el cielo se abrió y comenzó a llover a raudales.
_______ abrió la boca sorprendida mientras la lluvia calaba su blusa y su falda y le empapaba el pelo.
Había una gran extensión de césped, arbustos llenos de flores y árboles. Más allá, una casa blanca de tejado rojo y la playa.
- ¡caramba! -exclamó ella mientras se acercaban.
-me imaginé que te iba a gustar. A mí también me gustan mucho las plantas. Detrás de la casa tengo un invernadero.
-el paisaje es inmejorable.
-estoy de acuerdo contigo. Además, aporta tranquilidad. Aquí uno se puede relajar.
-me imagino que eso te vendrá muy bien con el trabajo que tienes.
-¿eh?
-la seguridad -le aclaró ella.
Él sonrió. Ya se había olvidado de su papel.
-Es verdad. Necesito un lugar que haga que me olvide del trabajo.
La invitó al interior de la preciosa casa, a través de suelos de mármol. Ella tuvo que hacer un esfuerzo para no quitarse los zapatos para sentir la piedra con los pies descalzos.
-no veo ningún aparato de televisión -dijo ella mirando a su alrededor.
-lo tengo en una habitación con el resto del equipo de seguridad. Smith también tiene una en su cuarto.
-¿Smith vive contigo?
-Smith cuida de la casa por... esto... por el jefe. Igual que yo cuando tengo guardia. Ella sabía que era su casa, pero no le dijo nada. Miró a su alrededor admirándolo todo.
-debe de ser una maravilla vivir al lado del océano.
-es un poco agobiante en la temporada de los huracanes.
-¿y cuándo es eso?
-desde mediados de mayo hasta finales de septiembre.
Ella contuvo el aliento.
-¡pero si estamos en agosto!
Él se rió por su expresión.
-no te preocupes, no tenemos tantos.
-¿se inunda la casa?
-ya ha sucedido -le contestó-. Una vez tuve... ejem... -tosió para disimular-. El jefe tuvo que reconstruirla. Pero la mayoría de las veces basta con sacar el agua y reparar los daños.
Ella lo escuchaba con curiosidad.
-la verdad es que no sé muchas cosas del mundo porque no he viajado mucho.
-no pasa nada -la tranquilizó él. Después añadió en tono de broma-: quédate a mi lado y yo te lo enseñaré.
Ella se rió encantada.
- ¡qué genial!
Él tiró de ella.
-tú sí que eres genial. Ven, te enseñaré el resto y después te llevaré a la torre.
Él le enseñó el dormitorio principal, con muebles de madera maciza, alfombras lujosas y cortinas en tonos tierra. La habitación tenía un cuarto de baño completo con un jacuzzi y un tocador. Las otras dos habitaciones eran parecidas, aunque más pequeñas. También había una habitación para la colada.
-no la utilizo -le dijo con una sonrisa-. Tenemos una señora, Lucy, que viene a cocinar cada día y dos veces a la semana nos hace la colada, a Smith y a mí.
Después la llevó a la cochera.
Ella no pudo evitar abrir la boca. Dentro del garaje había cinco coches. Uno era la limusina y había otros cuatro que ella no reconoció. Bueno, el jaguar plateado sí. Los otros eran raros y nunca los había visto.
-vamos a utilizar éste -indicó dirigiéndose hacia un deportivo rojo.
-¡qué bonito! -exclamó ella.
Él se imaginó que nunca habría oído hablar de la marca alfa romeo por lo que no quiso avergonzarla. -sí. Lo es. ¿Vamos a ver la torre? ella asintió. Se montaron en el coche y salieron al exterior. -Agárrate fuerte -le dijo y salió disparado.
Una vez estuvieron en la carretera, ella empezó a relajarse. El viento le alborotaba el pelo y la sensación era magnífica.
-¿quieres ponerte algo en el pelo? -le preguntó él.
Ella negó con la cabeza.
-me encanta sentir el viento.
Él se rió.
-a mí también.
Dejaron atrás pequeñas casas de campo pintadas en tonos pastel. Playas llenas de gente... el paisaje era colorido y brillante. Joe se desvió hacia una isla desierta de la que salía un pequeño sendero que conducía hacia un edificio en ruinas.
-ya hemos llegado.
-¿Ésta es la torre? -preguntó ella, sorprendida.
- la misma. La mayoría de los turistas no saben que está aquí porque no viene en los mapas. Nadie puede demostrar que sea la torre del pirata: pero la leyenda dice que sí lo es.
-¡un pirata de verdad! ¡Qué emocionante! ¿Te gustan los piratas?
Él se encogió de hombros.
-son de mi estilo -le comentó él mirándola tranquilamente.
A _______ le dolían los dedos de las ganas que tenía de tocarlo; estaba nerviosa. Él tenía un aspecto formidable.
-¿y a ti?
Ella sonrió.
-los que están fuera de la ley son interesantes -le dijo ella, pensando en él.
-y peligrosos.
Ella lo miró a la barbilla, donde tenía un hoyuelo.
-la vida es aburrida sin un poco de emoción.
-el Caribe estaba lleno de piratas -le señaló él mientras se dirigía hacia la entrada. Ella lo siguió escaleras arriba. Algunos de ellos se convirtieron en personas muy respetables.
- ¡qué interesante!
Él dio un paso al frente y le tocó el pelo.
-me encanta tu pelo. Me fascina el pelo largo.
-me lo imaginaba. Por eso me lo he dejado suelto -dijo ella sin tapujos.
-¿por mí?
-sí -asintió ella y él dejó escapar una carcajada.
-¿es que no sabes mentir?
-es una pérdida de tiempo -dijo con toda naturalidad-. Y complica las cosas.
Él no se atrevía a mirarla a los ojos. Dejó caer la mano.
-sí, lo complica todo.
En ese momento llegó un autobús cargado de turistas.
-¡vaya! parece que ya la han descubierto -le dijo él con la misma sonrisa, pero ya no había sensualidad en su voz-. Será mejor que nos vayamos. Ella lo siguió escaleras abajo. Salieron justo cuando un guía seguido de seis turistas se dirigían hacia la torre. Una de las mujeres era joven, rubia, sofisticada e iba cargada de joyas. Le dedicó a Joe una mirada seductora, pero él la ignoró por completo. Entrelazó sus dedos con los de _______ y saludó al guía.
_______ sintió curiosidad por su falta de interés.
Él notó su curiosidad.
-un coche así atrae a muchas mujeres. Aunque éste no sea mío -aclaró para poder seguir con su papel-. No me gusta ese tipo de mujeres. ¿Tienes hambre?
- sí.
-pues vamos a comer. Lucy nos ha preparado una ensalada de mariscos y nos ha cortado unos cuantos mangos. Joe miró a _______. Llevaba los ojos cerrados, disfrutando del viento. Hacía años que no conducía cuando salía con una mujer. Cuando quería impresionar, lo que últimamente no solía suceder, con la limusina tenía suficiente.
Pero se había imaginado que _______ no distinguiría un coche deportivo de importación de un modelo estadounidense y no se había equivocado. Era tan sincera, tan natural, que hacía que se sintiera como un completo fraude.
Se dirigió hacia la entrada de la casa. Al llegar junto a la verja, pulsó un botón de dentro del coche y la puerta se abrió.
Ella lo miró sorprendida.
-¿cómo lo has hecho?
-ha sido magia.
Ella se rió divertida.
-tu jefe debe de tenerte muy bien considerado para dejarte vivir en un lugar tan espectacular.
-¿te gusta?
-¿que si me gusta? -preguntó ella en un susurro mientras él paraba el coche en el garaje-. Es precioso.
Otras mujeres a las que había invitado habían utilizado otros adjetivos: aburrido, pequeño, soso, alejado... de lo que se deducía que lo odiaban. A él le encantaba aquel sitio: especialmente el jardín. Donde pasaba muchas horas trabajando.
-debes de ser un jardinero excepcional -murmuró ella mientras caminaban por el patio de piedra hacia el porche-. Nunca había visto tantas flores. Son preciosas.
-gracias. A mí también me gustan mucho. Entraron en la casa y él la condujo hacia la cocina. -también hay tarta de limón -le informó mientras miraba en el interior del frigorífico.
-¡vaya! es mi favorita.
Él se giró hacia ella.
-la mía también.
Comieron en la terraza y disfrutaron de una segunda taza de café. Después se fueron a dar un paseo por el jardín. Más allá estaba la playa con su arena blanca y las aguas turquesas del atlántico. El cielo estaba cuajado de nubes que se acercaban a toda velocidad. Hasta hacía un rato, había brillado un sol espléndido, pero una tormenta se acercaba a toda velocidad.
—¿Te gustan las tormentas?—le preguntó ella con naturalidad mientras se apoyaba en el tronco de una palmera.
—Sí ¿Y a ti?
—Debería tenerles miedo porque los rayos me aterrorizan, pero me encantan. Me gusta el sonido del viento y de la lluvia. No sé por qué, pero la llu¬via hace que me sienta segura.
Él la estaba mirando con creciente interés. La re¬corrió con sus ojos negros. Su delicada figura con aquel conjunto de tela vaporosa era demasiado atractiva y él se preguntó qué aspecto tendría sin nada.
Como por respuesta a sus imágenes mentales, el cielo se abrió y comenzó a llover a raudales.
_______ abrió la boca sorprendida mientras la lluvia calaba su blusa y su falda y le empapaba el pelo.
Nani Jonas
Re: "Cerca Del Paraiso" - Joe y tu Terminada
esta genial la novee ahh me tiene super atrapadaa seguillaa =)
o dios mio es k joe es el chico mas sexy del planeta ahh k hermoso hahha
sube pronto el proximo cap
o dios mio es k joe es el chico mas sexy del planeta ahh k hermoso hahha
sube pronto el proximo cap
Invitado
Invitado
Re: "Cerca Del Paraiso" - Joe y tu Terminada
Ahhh me encanto
Plis Siguela Nani amo tus noves
Sigueeeeeeeee Plis
Plis Siguela Nani amo tus noves
Sigueeeeeeeee Plis
Karli Jonas
Re: "Cerca Del Paraiso" - Joe y tu Terminada
Capitulo 11
Entre risas, Joe la agarró de la mano y la lle¬vó de vuelta hacia la casa, bajo la protección del te-jado del porche del patio. Allí de pie, Joe volvió a recorrerla con la mirada. En aquella ocasión sus ojos la miraban con más intensidad, con una expre¬sión que ella no podía descifrar.
Al ir a sacudirse el agua de la falda, entendió perfectamente el porqué de aquella mirada: su ropa se había vuelto totalmente transparente. Era como si estuviera desnuda.
Ella intentó taparse con las manos. Enseguida, Joe la arrinconó contra la pared y la agarró por las muñecas mientras con la rodilla le separaba las piernas. Sus ojos estaban en sus senos.
De manera instintiva, ella empezó a forcejear.
—No voy a hacerte daño—le susurró él, mirán¬dola a los ojos—. No voy a obligarte a nada, confía en mí.
Ella se puso colorada y él volvió a mirar hacia abajo. Lentamente, bajó sus labios hacia los de ella mientras el viento soplaba con fuerza a su alrededor.
—Tus pechos son increíbles—le dijo con voz ronca—. Sólo mirarlos me hace daño. Y tienes la boca más seductora que he visto jamás—le dijo contra sus labios.
Le acarició la boca lentamente. deleitándose con la lengua, mordisqueando sus labios. Su mente le decía que iba demasiado rápido, pero no podía pa¬rar.
Tampoco _______ . Lanzó la prudencia al viento y se agarró a su cuello. Después, abrió la boca para saborear aquel beso.
LA ardiente respuesta de su cuerpo la pilló por sorpresa y la hizo temblar de miedo. Estaba asustada porque ella nunca había llegado muy lejos con los chicos con los que había salido. Estaba claro que Joe era un hombre con experiencia y que sabía cómo seducir a una mujer.
Apretó su cuerpo grande contra el de ella con un movimiento suave y sensual que la hizo temblar con nuevas sensaciones. Con la rodilla le separó las piernas para encajar entre ellas y la agarró por los muslos para hacer coincidir sus caderas.
Ella contuvo la respiración al sentir una explo¬sión placentera.
—¿Qué te pasa?—preguntó él con la voz ronca y los ojos incendiados.
Ella estaba hundida en un abismo y no sabía cómo explicarle lo que sentía. Parecía que él pensa¬ba que tenía mucha más experiencia de la que en rea¬lidad tenía.
—¿Voy muy rápido?—le susurró él, mordisqueán¬dole los labios—. Iré más despacio—le aseguró mien¬tras la volvía a dejar en el suelo—. ¿Así mejor?—pre¬guntó sin dejar de moverse contra ella.
¿Mejor? Aquel movimiento sensual era una tor¬tura que pensó que no podría aguantar. Entonces, las grandes manos de él empezaron a acariciarle alrede¬dor de los pechos, sin tocarlos.
A ella le temblaban las piernas y se aferraba a sus hombros para no caerse. Se sentía mareada con las sensaciones que le producían sus largos dedos; le parecía que le estaba haciendo magia. El deseo cre¬cía y, sin embargo no encontraba satisfacción.
Se echó un poco para atrás y le agarró las manos para acercárselas tímidamente a los pechos. Él la miró con curiosidad.
—¿Te da vergüenza?—le preguntó él diverti¬do—. No me lo puedo creer.
—Siempre he sido muy tímida—reconoció ella con un susurro, temblando cuando él tocó, por fin, sus pezones.
—Pero no eres nada fría, ¿verdad?—susurró contra su boca.
Después. mientras le mordisqueaba los labios, deslizó una mano por debajo de la blusa. Ella cerró los ojos y dejó escapar un gemido de placer que él capturó con la boca. Le abrió los labios y la penetró con la lengua con impulsos cada vez más profundos.
Ella sentía que su cuerpo ya no le pertenecía.
Sintió sus caderas contra las de ella, presionando con fuerza, con sensualidad. El contacto íntimo era agonizante. Las manos de él buscaron bajo su suje¬tador, acariciando la piel desnuda y sedienta. Ella se dejó hacer, temblando mientras él movía rítmica¬mente sus caderas contra las de ella.
—No puedo parar—gruñó él.
Ella no esperaba que parara y ni siquiera protestó cuando él la levantó y la llevó en brazos hasta su cuarto. El corazón le latía con fuerza por el deseo.
La tumbó en la cama y se tumbó junto a ella. Ella podía sentir los latidos de su corazón. Estaba temblando con pequeños impulsos salvajes de de¬seo. tan excitada que no podía soportarlo.
Él se quitó la camisa y se la quitó a ella quedan¬do sus torsos desnudos. piel contra piel, mientras la besaba con pasión desenfrenada.
Le quitó el resto de la ropa con manos expertas y la tiró sobre la alfombra. Ella quedó desnuda debajo de él y sólo podía pensar que sus manos eran deli¬ciosas. Se movió inquieta mientras la acariciaba en lugares donde no la había tocado ningún hombre y de una manera que nunca se habría imaginado.
Él deslizó los labios por el cuello hasta su pecho. Atrapó un pezón entre sus labios y ella dejó escapar un gemido de placer. Después, cuando jugueteó con aquel botón sensible de su anatomía, tembló sintien¬do que el calor crecía en aquella parte íntima de su cuerpo. Estaba ciega, sorda y muda; sólo podía sen¬tir aquella sensación extraña y primitiva.
—¿Estás tomando la píldora?
—No—susurró ella, sintiéndose muy mal.
—No importa; yo tengo algo que podemos usar.
Ella habría necesitado más fuerza de voluntad de la que en realidad tenía para haberse concentra¬do en lo que estaba ocurriendo. Tenía veintitrés años y ningún hombre la había deseado nunca. Y, desde luego, ella nunca había deseado a nadie, y, menos, de aquella manera tan intensa y abrumado¬ra.
Una vocecita interior intentó advertirle, pero ella no la escuchó.
Él se puso de pie y se desnudó, dejando que ella mirara. Cuando se quitó la ropa interior, ella no pudo evitar abrir la boca al ver su erección. Alguna vez había visto alguna imagen de un hombre así; pero nada parecido a él.
A él le gustó su mirada cautivada y sintió que se excitaba aún más. Sacó algo de la mesilla y se lo dio a ella.
—Pónmelo.
Ella se puso colorada.
—Lo... lo siento—tartamudeó ella—. No sé... bueno... no sé cómo se pone.
Él sonrió, sin acabar de asimilar bien aquella ex¬traña declaración. Le temblaban las manos. No po¬día recordar haberse encontrado en aquel estado con ninguna mujer. Quizá se debía al largo periodo de abstinencia.
Logró ponerse el profiláctico en un tiempo ré¬cord y la tumbó sobre la colcha.
—No... no me hagas daño—logró decir ella con voz débil.
Él sintió que ella dudaba y se sorprendió. Pero había llegado demasiado lejos como para hacer pre¬guntas.
—No voy a hacerte daño, cariño—susurró—. De hecho, va a ser la hora más dulce de tu vida. Te lo prometo.
Mientras hablaba, se inclinó sobre el cuerpo de ella y acercó la boca hacia su carne suave y delicada.
Aunque ella había leído bastante, nada la había preparado para los minutos que siguieron. Estaba sorprendida, abrumada, encantada con lo que estaba sucediendo. Abrió más las piernas para facilitarle el acceso y levantó las caderas, sintiendo que se aho¬gaba en el placer. Él la besó lentamente, con expe¬riencia, encendiendo tal hoguera de deseo que ella suplicó que la saciara.
Él levantó la cara y observó su expresión mien¬tras con los dedos la acariciaba haciéndola gemir y gritar.
Se inclinó hacia su boca y la acarició con los la¬bios.
—¿Estás lista?—susurró con voz ronca—. ,Quie¬res sentirme dentro de ti?
Ella gritó atormentada:
—¡Sí!
Se tumbó encima de ella y le abrió las piernas, después, con las manos debajo de sus glúteos, la le¬vantó y la unió a él.
Ella abrió los ojos y le clavó las uñas cuando él empezó a moverse. El la miró sorprendido. enton¬ces, se dio cuenta de lo que estaba pasando.
—Si ésta es tu primera vez, será mejor que me lo digas pronto—soltó él.
Los ojos de ella eran la viva imagen del dolor. La respuesta estaba en ellos, muy clara. El dejó escapar un suspiro.
—Está bien—susurró para animarla, respirando hondo para calmar su necesidad—. No me voy a mover más. Muévete tú. Venga, toma el control.
—No sé cómo—susurró ella desesperanzada—. Lo... lo siento mucho...
—Por el amor de Dios, no hay nada que sentir. Venga, empuja contra mí—le dijo impaciente—. No puedo contenerme mucho más. ¡Empuja!
Ella lo obedeció. arrugando el entrecejo cuando el dolor la atravesó por dentro.
—Despacio—le susurró él. Metió la mano en¬tre los dos y localizó el botón que controlaba el placer de ella. Le frotó allí y como ya estaba muy sensible por las caricias anteriores, enseguida em¬pezó a gemir y empujar hacia dentro, en lugar de hacia fuera.
—Hazlo otra vez, y otra... así, muy bien.
Ella sintió que el dolor disminuía y que el placer crecía bajo su toque experto.
—Buena chica. Eso es. Te voy a llevar a la cús¬pide del placer y cuando caigas, me meteré dentro de ti—respiró sensualmente sobre la boca abierta de ella—. Me meteré dentro con fuerza y rápido y muy, muy dentro...
Ella gimió por el impacto de las palabras de él y sus caricias, de repente. ya no hubo tiempo. Gritó cuando el éxtasis creció dentro de ella como una ola caliente para después explotar en una sinfonía de placer.
Tembló y se convulsionó con los ojos cerrados mientras se movía al unísono con él. Mientras él empujaba con fuerza y avidez, ella podía sentir su poderosa hombría. Unas vibrantes oleadas de cáli¬das sensaciones la hicieron alcanzar un estado febril cuando la respiración entrecortada de él se unió a la suya. Unas oleadas de placer comenzaron a golpear¬la mientras la terrible tensión empezaba a estreme¬cerla de éxtasis.
Pensó que el placer había alcanzado su cenit, pero con la dura penetración de él, su orgasmo al-canzó un nivel aún más alto y ella pensó que se iba a morir. Era casi doloroso. Gimió y gimió mientras sentía que él gruñía con aspereza y después tembla¬ba contra ella. Sus movimientos, al igual que los de ella, eran involuntarios, incontenibles.
Todo era tan abrumador que lloró.
Cuando el mundo volvió a su sitio, ella todavía estaba apretada contra él, todavía con la respiración entrecortada.
—¿Lo has sentido?—susurró ella con la voz rota contra el cuello húmedo de él—. ¿Tú has senti-do lo mismo?
—Por supuesto que lo he sentido—dijo él deján¬dose caer sobre ella mientras intentaba recuperar el aliento—. Nunca he estado tan excitado en mi vida. Y todavía no he terminado. ¿Me sientes dentro? Me muero de ganas de ti.
—¿De... de verdad?
El levantó la cabeza y miró en el interior de sus grandes ojos curiosos. Ojos virginales. No tenía ni idea de lo que le estaba pasando, pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Movió sus cade¬ras contra ella y ella entendió lo que le quería de¬cir.
—¿Puedes seguir?—le preguntó él con ternura.
—Sí—contestó ella sintiendo que su cuerpo res¬pondía a cada suave empuje de él. El apretó los dientes.
—No puedo parar—gruñó.
Ella levantó las manos y le acarició la cara, des¬pués, deslizó los dedos entre las ondas negras de su pelo.
—No me importa—murmuró con timidez. Nun¬ca se había sentido tan cerca de ningún otro ser hu-mano. Ahora, él era parte de ella. Por completo. En todos los sentidos.
—Perdóname—le dijo mientras la besaba apa¬sionadamente.
Quería decirle que no había nada que perdonar, pero el calor estaba ya inundando su cuerpo. Sintió que regresaban las primeras oleadas de placer y ce¬rró los ojos.
Mucho tiempo después, abrió los ojos y se dio cuenta de que se había dormido. Al mirar la piel desnuda de sus cuerpos sintió vergüenza y culpabili¬dad.
Se había estado guardando para el matrimonio. Nunca se le había pasado por la cabeza que se entre¬garía a un hombre al que sólo conocía desde hacía un día. Estaba horrorizada al pensar lo que había permitido que ocurriera
Entre risas, Joe la agarró de la mano y la lle¬vó de vuelta hacia la casa, bajo la protección del te-jado del porche del patio. Allí de pie, Joe volvió a recorrerla con la mirada. En aquella ocasión sus ojos la miraban con más intensidad, con una expre¬sión que ella no podía descifrar.
Al ir a sacudirse el agua de la falda, entendió perfectamente el porqué de aquella mirada: su ropa se había vuelto totalmente transparente. Era como si estuviera desnuda.
Ella intentó taparse con las manos. Enseguida, Joe la arrinconó contra la pared y la agarró por las muñecas mientras con la rodilla le separaba las piernas. Sus ojos estaban en sus senos.
De manera instintiva, ella empezó a forcejear.
—No voy a hacerte daño—le susurró él, mirán¬dola a los ojos—. No voy a obligarte a nada, confía en mí.
Ella se puso colorada y él volvió a mirar hacia abajo. Lentamente, bajó sus labios hacia los de ella mientras el viento soplaba con fuerza a su alrededor.
—Tus pechos son increíbles—le dijo con voz ronca—. Sólo mirarlos me hace daño. Y tienes la boca más seductora que he visto jamás—le dijo contra sus labios.
Le acarició la boca lentamente. deleitándose con la lengua, mordisqueando sus labios. Su mente le decía que iba demasiado rápido, pero no podía pa¬rar.
Tampoco _______ . Lanzó la prudencia al viento y se agarró a su cuello. Después, abrió la boca para saborear aquel beso.
LA ardiente respuesta de su cuerpo la pilló por sorpresa y la hizo temblar de miedo. Estaba asustada porque ella nunca había llegado muy lejos con los chicos con los que había salido. Estaba claro que Joe era un hombre con experiencia y que sabía cómo seducir a una mujer.
Apretó su cuerpo grande contra el de ella con un movimiento suave y sensual que la hizo temblar con nuevas sensaciones. Con la rodilla le separó las piernas para encajar entre ellas y la agarró por los muslos para hacer coincidir sus caderas.
Ella contuvo la respiración al sentir una explo¬sión placentera.
—¿Qué te pasa?—preguntó él con la voz ronca y los ojos incendiados.
Ella estaba hundida en un abismo y no sabía cómo explicarle lo que sentía. Parecía que él pensa¬ba que tenía mucha más experiencia de la que en rea¬lidad tenía.
—¿Voy muy rápido?—le susurró él, mordisqueán¬dole los labios—. Iré más despacio—le aseguró mien¬tras la volvía a dejar en el suelo—. ¿Así mejor?—pre¬guntó sin dejar de moverse contra ella.
¿Mejor? Aquel movimiento sensual era una tor¬tura que pensó que no podría aguantar. Entonces, las grandes manos de él empezaron a acariciarle alrede¬dor de los pechos, sin tocarlos.
A ella le temblaban las piernas y se aferraba a sus hombros para no caerse. Se sentía mareada con las sensaciones que le producían sus largos dedos; le parecía que le estaba haciendo magia. El deseo cre¬cía y, sin embargo no encontraba satisfacción.
Se echó un poco para atrás y le agarró las manos para acercárselas tímidamente a los pechos. Él la miró con curiosidad.
—¿Te da vergüenza?—le preguntó él diverti¬do—. No me lo puedo creer.
—Siempre he sido muy tímida—reconoció ella con un susurro, temblando cuando él tocó, por fin, sus pezones.
—Pero no eres nada fría, ¿verdad?—susurró contra su boca.
Después. mientras le mordisqueaba los labios, deslizó una mano por debajo de la blusa. Ella cerró los ojos y dejó escapar un gemido de placer que él capturó con la boca. Le abrió los labios y la penetró con la lengua con impulsos cada vez más profundos.
Ella sentía que su cuerpo ya no le pertenecía.
Sintió sus caderas contra las de ella, presionando con fuerza, con sensualidad. El contacto íntimo era agonizante. Las manos de él buscaron bajo su suje¬tador, acariciando la piel desnuda y sedienta. Ella se dejó hacer, temblando mientras él movía rítmica¬mente sus caderas contra las de ella.
—No puedo parar—gruñó él.
Ella no esperaba que parara y ni siquiera protestó cuando él la levantó y la llevó en brazos hasta su cuarto. El corazón le latía con fuerza por el deseo.
La tumbó en la cama y se tumbó junto a ella. Ella podía sentir los latidos de su corazón. Estaba temblando con pequeños impulsos salvajes de de¬seo. tan excitada que no podía soportarlo.
Él se quitó la camisa y se la quitó a ella quedan¬do sus torsos desnudos. piel contra piel, mientras la besaba con pasión desenfrenada.
Le quitó el resto de la ropa con manos expertas y la tiró sobre la alfombra. Ella quedó desnuda debajo de él y sólo podía pensar que sus manos eran deli¬ciosas. Se movió inquieta mientras la acariciaba en lugares donde no la había tocado ningún hombre y de una manera que nunca se habría imaginado.
Él deslizó los labios por el cuello hasta su pecho. Atrapó un pezón entre sus labios y ella dejó escapar un gemido de placer. Después, cuando jugueteó con aquel botón sensible de su anatomía, tembló sintien¬do que el calor crecía en aquella parte íntima de su cuerpo. Estaba ciega, sorda y muda; sólo podía sen¬tir aquella sensación extraña y primitiva.
—¿Estás tomando la píldora?
—No—susurró ella, sintiéndose muy mal.
—No importa; yo tengo algo que podemos usar.
Ella habría necesitado más fuerza de voluntad de la que en realidad tenía para haberse concentra¬do en lo que estaba ocurriendo. Tenía veintitrés años y ningún hombre la había deseado nunca. Y, desde luego, ella nunca había deseado a nadie, y, menos, de aquella manera tan intensa y abrumado¬ra.
Una vocecita interior intentó advertirle, pero ella no la escuchó.
Él se puso de pie y se desnudó, dejando que ella mirara. Cuando se quitó la ropa interior, ella no pudo evitar abrir la boca al ver su erección. Alguna vez había visto alguna imagen de un hombre así; pero nada parecido a él.
A él le gustó su mirada cautivada y sintió que se excitaba aún más. Sacó algo de la mesilla y se lo dio a ella.
—Pónmelo.
Ella se puso colorada.
—Lo... lo siento—tartamudeó ella—. No sé... bueno... no sé cómo se pone.
Él sonrió, sin acabar de asimilar bien aquella ex¬traña declaración. Le temblaban las manos. No po¬día recordar haberse encontrado en aquel estado con ninguna mujer. Quizá se debía al largo periodo de abstinencia.
Logró ponerse el profiláctico en un tiempo ré¬cord y la tumbó sobre la colcha.
—No... no me hagas daño—logró decir ella con voz débil.
Él sintió que ella dudaba y se sorprendió. Pero había llegado demasiado lejos como para hacer pre¬guntas.
—No voy a hacerte daño, cariño—susurró—. De hecho, va a ser la hora más dulce de tu vida. Te lo prometo.
Mientras hablaba, se inclinó sobre el cuerpo de ella y acercó la boca hacia su carne suave y delicada.
Aunque ella había leído bastante, nada la había preparado para los minutos que siguieron. Estaba sorprendida, abrumada, encantada con lo que estaba sucediendo. Abrió más las piernas para facilitarle el acceso y levantó las caderas, sintiendo que se aho¬gaba en el placer. Él la besó lentamente, con expe¬riencia, encendiendo tal hoguera de deseo que ella suplicó que la saciara.
Él levantó la cara y observó su expresión mien¬tras con los dedos la acariciaba haciéndola gemir y gritar.
Se inclinó hacia su boca y la acarició con los la¬bios.
—¿Estás lista?—susurró con voz ronca—. ,Quie¬res sentirme dentro de ti?
Ella gritó atormentada:
—¡Sí!
Se tumbó encima de ella y le abrió las piernas, después, con las manos debajo de sus glúteos, la le¬vantó y la unió a él.
Ella abrió los ojos y le clavó las uñas cuando él empezó a moverse. El la miró sorprendido. enton¬ces, se dio cuenta de lo que estaba pasando.
—Si ésta es tu primera vez, será mejor que me lo digas pronto—soltó él.
Los ojos de ella eran la viva imagen del dolor. La respuesta estaba en ellos, muy clara. El dejó escapar un suspiro.
—Está bien—susurró para animarla, respirando hondo para calmar su necesidad—. No me voy a mover más. Muévete tú. Venga, toma el control.
—No sé cómo—susurró ella desesperanzada—. Lo... lo siento mucho...
—Por el amor de Dios, no hay nada que sentir. Venga, empuja contra mí—le dijo impaciente—. No puedo contenerme mucho más. ¡Empuja!
Ella lo obedeció. arrugando el entrecejo cuando el dolor la atravesó por dentro.
—Despacio—le susurró él. Metió la mano en¬tre los dos y localizó el botón que controlaba el placer de ella. Le frotó allí y como ya estaba muy sensible por las caricias anteriores, enseguida em¬pezó a gemir y empujar hacia dentro, en lugar de hacia fuera.
—Hazlo otra vez, y otra... así, muy bien.
Ella sintió que el dolor disminuía y que el placer crecía bajo su toque experto.
—Buena chica. Eso es. Te voy a llevar a la cús¬pide del placer y cuando caigas, me meteré dentro de ti—respiró sensualmente sobre la boca abierta de ella—. Me meteré dentro con fuerza y rápido y muy, muy dentro...
Ella gimió por el impacto de las palabras de él y sus caricias, de repente. ya no hubo tiempo. Gritó cuando el éxtasis creció dentro de ella como una ola caliente para después explotar en una sinfonía de placer.
Tembló y se convulsionó con los ojos cerrados mientras se movía al unísono con él. Mientras él empujaba con fuerza y avidez, ella podía sentir su poderosa hombría. Unas vibrantes oleadas de cáli¬das sensaciones la hicieron alcanzar un estado febril cuando la respiración entrecortada de él se unió a la suya. Unas oleadas de placer comenzaron a golpear¬la mientras la terrible tensión empezaba a estreme¬cerla de éxtasis.
Pensó que el placer había alcanzado su cenit, pero con la dura penetración de él, su orgasmo al-canzó un nivel aún más alto y ella pensó que se iba a morir. Era casi doloroso. Gimió y gimió mientras sentía que él gruñía con aspereza y después tembla¬ba contra ella. Sus movimientos, al igual que los de ella, eran involuntarios, incontenibles.
Todo era tan abrumador que lloró.
Cuando el mundo volvió a su sitio, ella todavía estaba apretada contra él, todavía con la respiración entrecortada.
—¿Lo has sentido?—susurró ella con la voz rota contra el cuello húmedo de él—. ¿Tú has senti-do lo mismo?
—Por supuesto que lo he sentido—dijo él deján¬dose caer sobre ella mientras intentaba recuperar el aliento—. Nunca he estado tan excitado en mi vida. Y todavía no he terminado. ¿Me sientes dentro? Me muero de ganas de ti.
—¿De... de verdad?
El levantó la cabeza y miró en el interior de sus grandes ojos curiosos. Ojos virginales. No tenía ni idea de lo que le estaba pasando, pero ya era demasiado tarde para dar marcha atrás. Movió sus cade¬ras contra ella y ella entendió lo que le quería de¬cir.
—¿Puedes seguir?—le preguntó él con ternura.
—Sí—contestó ella sintiendo que su cuerpo res¬pondía a cada suave empuje de él. El apretó los dientes.
—No puedo parar—gruñó.
Ella levantó las manos y le acarició la cara, des¬pués, deslizó los dedos entre las ondas negras de su pelo.
—No me importa—murmuró con timidez. Nun¬ca se había sentido tan cerca de ningún otro ser hu-mano. Ahora, él era parte de ella. Por completo. En todos los sentidos.
—Perdóname—le dijo mientras la besaba apa¬sionadamente.
Quería decirle que no había nada que perdonar, pero el calor estaba ya inundando su cuerpo. Sintió que regresaban las primeras oleadas de placer y ce¬rró los ojos.
Mucho tiempo después, abrió los ojos y se dio cuenta de que se había dormido. Al mirar la piel desnuda de sus cuerpos sintió vergüenza y culpabili¬dad.
Se había estado guardando para el matrimonio. Nunca se le había pasado por la cabeza que se entre¬garía a un hombre al que sólo conocía desde hacía un día. Estaba horrorizada al pensar lo que había permitido que ocurriera
Nani Jonas
Re: "Cerca Del Paraiso" - Joe y tu Terminada
Wajkjaksjak en lo ultimo tiene razon, aunqe tratandose de Joseph ¡Que importaa!!
Mori, perdon por no pasar antes, pero no tengo tiempo enserio... c:
Wow... me encantooo Joe es tan sexii *-*
Aaaaaaa pero es que tienes qe seguirlaaaa!!
Es demaciado genial la noveee
Y no puedo crees qe se conocen hace solo un dia! wajksajkas
parece como is hubiera sido mas tiempo xdd
Espero que Joe no la deje y no le haga daños... seria muy triste u.u xdd
Aunqe ya la quiere!!!
Sigueee por faa!! :DD
Mori, perdon por no pasar antes, pero no tengo tiempo enserio... c:
Wow... me encantooo Joe es tan sexii *-*
Aaaaaaa pero es que tienes qe seguirlaaaa!!
Es demaciado genial la noveee
Y no puedo crees qe se conocen hace solo un dia! wajksajkas
parece como is hubiera sido mas tiempo xdd
Espero que Joe no la deje y no le haga daños... seria muy triste u.u xdd
Aunqe ya la quiere!!!
Sigueee por faa!! :DD
CrazyxJonas
Re: "Cerca Del Paraiso" - Joe y tu Terminada
lo hicieron...
ahhh
pera ya que pss se dio con joe jajaja
siguela!!
ahhh
pera ya que pss se dio con joe jajaja
siguela!!
jamileth
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