Pesadilla en la calle Elm.

Capítulo 013.

Luego de múltiples súplicas, aún no logró su objetivo. Al parecer Niall no tenía compasión por él al echarlo de su casa a la medianoche. Aunque en verdad no estaba muy seguro de la hora. Sólo sabía que quería evitar llegar a su hogar esa noche o cualquier otro día, pero nadie parecía entenderlo. Aunque la razón que le dio a su amigo no fue de peso suficiente como para que él llegara a invitarlo a quedarse. Rió sarcásticamente a la nada, su padre ni siquiera había intentado contactar con él desde el momento del divorcio, tampoco fuera que le importara, había dejado de importarle hace mucho tiempo.

Su ropa aún goteaba debido a la ducha a la que Niall lo había tirado al momento de llegar a la casa del rubio, cosa que le hizo arrepentirse de ir allí desde un principio. No obstante, admitía que el frío del agua y el café habían logrado bajar un poco su estado de embriaguez. Maldijo al teñido de nuevo. Si fuera por consciencia propia, estaba seguro que pasaría todas las horas de su maldito día perdido en el alcohol.

Estaba harto de todo y su hermano no llevaba ahí ni 24 horas, de las cuales ni siquiera una estuvo en la misma habitación que él. La expresión de su rostro al ver a Liam entrar por la puerta de su casa, de seguro que fue única. La mejor parte del divorcio para Daniel fue el hecho de que iba a dejar de vivir con su hermano mayor, pero al parecer seis años no eran suficientes para apaciguar la indiferencia y disgusto que sentía y aún siente por el primogénito de su familia. Por otro lado, Daniel tenía la esperanza de que él nunca volviera.

Levantó la mirada enfocándola en la casa que ahora se encontraba frente a él. Por más que no quisiera llegar ahí, no tenía otro lugar en el cuál quedarse. Siendo sincero, prefería dormir en la calle que cruzar por esas puertas. Daniel consideró sus opciones por unos momentos. Niall no le abriría sus puertas de nuevo. Christina lo haría, pero ese llevaría a más inquisiciones y lástima, Daniel no estaba seguro de poder soportar eso. Jamie de seguro estaba con Samantha y no  tenía ganas de sentirse un estorbo esta noche, sin embargo, parecía serlo a cualquier lado que fuera. Todas las opciones anteriores quedaban descartadas. Lo único que quedaba era entrar por la puerta o buscar un lugar considerado seguro y pasar la noche en la calle.

Cuando se decidió por la segunda opción y comenzó a devolverse, la luz del pórtico se encendió y la puerta se abrió rápidamente, obligando a Daniel a mirar a la causa del sonido. Liam se encontraba apoyado en el marco de la puerta, aún tenía la misma ropa con la que lo había visto en la mañana y su ceño fruncido nada más provocó mayor irritación en el joven.

– ¿Vas a algún lado? – preguntó Liam al ver que su hermano no hacía ademán por entrar a la casa.
– Sí, lo más lejos que pueda de ti, tenlo por seguro. – antes de dar otro paso Liam se acercó más a él.
– Estás loco. ¿Tan poco te importa mamá? ¿No sabes acaso lo preocupada que ha estado desde que te fuiste en la mañana?
– Como si le importara, te tiene a ti. A su hijo perfecto. – Daniel rodó los ojos ganándose la mirada incrédula de Liam.
– Entra a la casa Daniel – ordenó Liam cansado de discutir con el menor.
– No eres mi maldito padre Liam, no puedes obligarme.
– No, soy tu hermano y te estoy pidiendo que entres a la casa. Tal vez así no le diga a mamá que su hijo menor se fue a embriagarse mientras ella esperaba preocupada.
– No le dirías, entre o no. No eres capaz de hacerla preocuparse. Eres débil, y cobarde. – Daniel empujó a su hermano y entró rápido a la casa, subiendo las escaleras y encerrándose en su habitación luego de que su portazo resonara por toda la casa.


A la mañana siguiente sentía como su cabeza retumbaba. El ardor que sentía en ella era casi insoportable. Casi. Se levantó de su cama, quejándose al hacerlo y tomó el celular reposaba en el suelo de la habitación. Se acercó al cargador y conectó el teléfono, esperando que la pantalla de este volviera a la vida. Se sentó al borde de la cama con la mirada fija en el teléfono, luego de unos segundos, su celular se encendió.

Tenía trece mensajes, ocho de Christina, dos de Niall y tres de su hermano. Además de veintiún llamadas perdidas, entre ayer y hoy en la mañana. Borró todo su registro sin llegar a revisar nada, y lo colocó en la mesa al lado de su cama.


Al momento de decidir salir de su habitación, ya arreglado, eran al menos las dos de la tarde. Sabía que ya habían terminado las lecciones o terminarían dentro de poco, pero no le importaba, al menos iría a dar señales de vida.

Al bajar las escaleras, obvió los llamados de ambos, su madre y hermano, y salió de la casa. Se subió a su auto y condujo los pocos metros que separaban su casa del instituto, con los lentes de sol y su chaqueta puestos aunque el clima no lo ameritara. Al llegar allí. Miró a Niall comenzando a subir a su motocicleta y antes de que este se fuera, tocó la bocina con la intención de detenerlo. El rubio lo miró sobre el hombro, y una sonrisa se posó en sus labios. Daniel apagó el carro y bajó de él.

– ¿Tú si vienes a mi fiesta cierto? – le preguntó al momento en el que el castaño llegó a su lado.
– ¿Fiesta? Claro. – El rubio sonrió satisfecho ante la respuesta de su amigo.
– Ustedes son un par de idiotas. – ambos se volvieron ante la exclamación de su amiga.
– Pensé que ya lo sabías desde antes – respondió Daniel provocando la risa del rubio, pero su propia sonrisa desapareció al ver la pequeña venda que reposaba en el rostro de Christina.

Ignorando los improperios de la castaña se acercó a ella y tomó su rostro en sus manos, tomándola por sorpresa. Claramente ella aún no llegaba a entender la bipolaridad de Dani.

– ¿Qué te sucedió? – preguntó simplemente.
– ¿Ahora te importa? – le respondió con otra pregunta levantando una ceja, pero al ver la mirada seria de Daniel decidió que sería mejor responderle. – Me resbalé y pegué con el mueble del baño.

La miró a los ojos por unos segundos, sabía que mentía, pero si no quería decirle la verdad, entonces no era su problema. Se acercó más a ella y besó suavemente la herida, al separarse estaba tan cerca de ella, que sin poder evitarlo, su mirada se centró en los labios de Chris, comenzó a acercarse pero ella salió rápidamente de su agarre y puso una distancia considerable entre ellos. Daniel rodó los ojos e ignoró la punzada de dolor que atravesaba su pecho.

Miró a Niall quien lo miraba divertido, ciertamente burlándose de él, aunque ahora no le importaba.

- ¿Mismo lugar de siempre? – le preguntó al rubio que aún sonreía. Niall simplemente asintió, agradeciendo en su mente que al menos ya no tendría que beber sólo.

Daniel se subió a su auto y siguió a la motocicleta que iba delante de él, dejando de lado a las otras tres personas que los miraban incrédulos.