Pesadilla en la calle Elm.

Se sentó en el tejado, contemplando con aire pensativo la calle Elm. El frío de la noche se deslizaba entre las calles, paseando por los jardines de las casas y jugueteado con el flequillo que caía sobre sus ojos, estremeciéndole. El silencio era tan fuerte y duradero que asustaba.

Normalmente, a estas horas la gente de su edad solía caminar por aquel lugar pero desde la muerte de Ashton nada era lo mismo. No se solía hablar mucho del tema pero se podía sentir el miedo a ser el siguiente en los ojos de todos. A ser la próxima victima. Él también tenía ese temor.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal, poniéndole la piel de gallina y haciéndole temblar un poco. Frotó sus manos, intentando entrar en calor mientras que el hilo de sus pensamientos divagaban al tema de la muerte de Ashton. Había pasado unos días desde entonces y todo se sentía distinto. Casi irreal. La última vez que lo había visto fue en la fiesta. Esa fiesta había sido extraña ya que Ashton al final de la noche comenzó a comportarse raro y a hablar de un tal Freddy y sobre la leyenda urbana de la calle Elm.

Él se lo había tomado a broma porque era imposible. Ilógico. Simplemente una historia de terror la cual no tenía ni pies ni cabeza. Kristhian recordó con pausa como Lzzy sí se lo había creido. Parecía preocupada y asustada. Y Christina igual. Era como si las palabras de Ashton hubieran causado un completo efecto en ellas. Como si todo ello, tuviera algún sentido y diera una explicación a algo. Algo que por lástima, que el castaño no llegaba a entender del todo.

Desde ese día, ambas se comportaban de forma distinta y cuando se enteraron del asesinato de Ashton... Sus comportamientos cambiaron radicalmente. A veces hablaba con Chris, ya que eran mejores amigos desde la infancia. La había encontrado varios cortes en el cuerpo. El chico supuso que eran auto-lesiones pero en el fondo, algo gritaba que no era así, que era más oscuro de lo que se podía imaginar. Y Lzzy, simplemente desapareció desde el día en la cafetería.

No asistia a clase, no contestaba a las llamadas y nunca estaba en casa. Como si la tierra se lo hubiera tragado.

El sonido de unos pasos le sacaron de la realidad, llamando su atención. Sus ojos se dirigieron rápidamente hacia el lugar del que procedían y vislumbró absorto a una figura delgada que caminaba por la acera. Estaba encorbada, intentando conservar el calor en su cuerpo. Kristhian entrecerró los ojos y distinguió una melena rubia que le resultaba familiar. Su corazón dio un vuelco.

Lzzy.

Rápidamente abrió la boca, soltando el aliento contenido y transformándolo en una nube de vaho blanca que se escapo de sus labios y voló frente a él. Las palabras se habían clavado en su garganta, haciéndole daño. Sin pensarlo bajó por el tejado, arrastrándose por los canales y bajó por unas escaleras que estaban apoyadas y por las que había subido hace unas horas antes.

La silueta de Lzzy apenas se distinguía. Ya se encontraba completamente camuflada en la oscuridad apenas perceptible para la vista humana. Él se echó a correr, buscándola.

—¡Lzzy! —gritó con fuerza.

Ella se paró por un momento y giró la cabeza, mirando con los ojos entrecerrados hacía donde Kris yacía. Parecia pequeño, con una simple chaqueta que le protegía de la temperatura helada y unos vaqueros desgastados siendo unicamente iluminado por una farola cercana. Kris quería sonreir, correr y abrazarla pero algo le detuvo. Lzzy se había girado y proseguido con su camino.

—¡Elizabeth! —chilló, persiguiéndola.

Ella caminaba rápido aunque llevase tacones altos.

—¡Déjame! —dijo ella, cuando él la cogió del brazo con brusquedad obligándola a detenerse.

El castaño la volteó, con fuerza. Buscó mirarla a los ojos pero ella se mantenía tiesa, con la mandíbula tensa y la vista baja. Parecía un gato enfadado, dispuesto a soltar las garras y arañarle el rostro.

—Suéltame.

—No —permaneció unos minutos callado. Quería estrecharla entre sus brazos pero a la vez gritarla. Pregúntarle que había sucedido, dónde se metía últimamente. Decidió descartarse por lo segundo—. ¿Dónde has estado últimamente?

Su voz era tan solo un murmullo. Un débil soplo de voz apenas audible. Lzzy no contestó. Se quedó quieta, sin decir nada.

—¿Qué te ocurre, Lzzy? ¿Por qué has desaparecido?

Nada. Él suspiró, desesperado. Comenzaba a hacer frío, más que antes.

—¿Vas a soltarme? —inquirió la rubia, desafiante—. Me haces daño.

El joven la soltó, sintiendo como un enorme nudo en el estómago se formaba. Lzzy nunca se comportaba así. Jamás la había visto tan distante y fría, hablándole como si realmente le molestará su presencia.

—Gracias —dijo ella, sin levantar la vista y frotándose el brazo.

Kris la miró con intensidad, buscando desesperado un poco de su atención.

—¿He hecho algo malo? —cuestionó, indeciso.

No recordaba haber hecho nada. Nada que la pudiera molestar. Ella se limitó a negar con la cabeza y a responder:

—No. No has hecho nada, Kristhian.

—¿Entonces? —silencio—. ¿A dónde vas a estas horas? Es tarde y hace frío.

Por una fracción de segundos ella levantó la vista, pero instantaneamente la bajo.

—No es de tu interés —sonaba dura—. De todas formas eso mismo podría decirte a ti. Vas desabrigado y es tarde. ¿Qué haces?

Él se quedó confuso por unos segundos, titubeando.

—Necesitaba pensar y te vi pasar por la calle y hace mucho que no hablamos —arrugó el ceño, no muy seguro.

Ella suspiró, lo pudo escuchar. Fue como un fuerte sonido de cansancio, señal de que se estaba impacientando.

—Mira Kristhian, estoy ocupada. Llego ya tarde a donde tenía que ir y no estoy para escuchar tus gilipolleces y con ello me refiero a tus estúpidas preocupaciones. He estado enferma, por eso no he ido a clase y mi hermana me ha quitado el teléfono por eso no hemos podido hablar —tomó aire, levantando la cabeza—. Asíque deja de hacerte el mejor amigo desesperado, porque estoy bien y todo esta bien. Es tarde y hace frío asíque haz el favor de volver a casa antes de que pilles una pulmonía —puso los ojos en blanco—. Hablaremos el lunes o cuando sea. Me tengo que ir —ella se dió la vuelta y comenzó a andar con velocidad, perdiendose en la oscuridad.

Él estuvo parado allí en la calle, con una cara de estúpido, mirando hacía donde ella había andando. No estaba muy seguro de lo que había pasado. Se suponía que debería de estar bien porque ella lo estaba pero tanto secretismo no era normal, aunque se tratará de Elizabeth.

Dio media vuelta, regresando a casa con las manos metidas en los bolsillos. Algo andaba mal, lo sabía. Todo se había puesto patas arriba desde la muerte de Ashton y aún no comprendía el por qué.






Kristhian se dejó caer en la cama, con la cabeza dándole vueltas y la piel helada. La conversación con Lzzy permanecía en su cabeza, grabada a fuego lento provocándole dolor de cabeza. Ella era tan misteriosa a veces...

—Kris, ¿estas ahí? —cuestionó una voz femenina, en la ventana.

Él dió un brinco, sorprendido. Su corazón latia con fuerza, inyectado en adrenalina. Se giró rápidamente, mirando. Distinguió la pequeña imagen de Chris, con sus enormes ojos castaños contemplándole. Kris se levantó, adormecido y abrió la ventana, cogiendola de la mano y ayudándola a pasar por ella. Ésta saltó y sonrío débilmente. Parecía cansada.

Sus ojos yacían hundidos y bajo estos, comenzaban a distinguirse las violáceas mediaslunas de las ojeras. Su piel estaba pálida y la mirada apagada y oscura. Inyectada por algo que le asustó un poco. Daba la impresión de estar completamente enferma y de no haber dormido por semanas.

—¿Estas ocupado? —preguntó la castaña, con la voz ronca.

Él se limitó a negar con la cabeza, invitandola a sentarse en la cama. Chris no lo dudo y se sentó. El sonido del colchón crugiendo bajo su peso rompió el espeso silencio que los rodeaba.

—¿Qué te ha traido por aquí? —decidió preguntarle Kristhian, cogiendo la silla de su escritorio y tomando asiento.

—Hace mucho que no hablamos —murmuró inquieta y dibujando una falsa sonrisa con sus labios.

Él arrugó el ceño, no muy convencido.

—¿Qué ha pasado, Chris?

—Nada —respondió rápidamente—. ¿Por qué lo dices? —soltó una risita nerviosa.

—Bueno, tocas mi ventana a las tres de la madrugada con el "argumento" de que hace mucho que no hablamos —se cruzó de brazos—. Tengo mis motivos para pensar que ocurre algo, ¿no crees?

Ella bajó la mirada, observando sus manos en el regazo, entrelazadas.

—¿Acaso no puedo hablar contigo? —murmuró.

Kris ablandó la vista, acercándose un poco a ella y cogiéndola de las manos y apretándoselas con fuerza. Sus manos estaban heladas.

—Claro que sí, cielo pero pareces enferma y sabes que eres como mi hermana pequeña. Me preocupo por ti.

Ella alzó la vista, con sus ojos embargados en tristeza.

—Lo sé, Kris.

Él sonrió y contempló su rostro con más fuerza, hasta que cayó en la cuenta de un arañazo en la cara, encima de la ceja. Había sido maquillado, intentando pasar desapercibido pero él se había dado cuenta. Su sonrisa pronto se borró, transformándose en una mueca de enfado.

—¿Y ese corte que tienes en la cara, Christina?

Ella se llevó velozmente la mano al lugar del corte, asustada.

—N... Nada —tartamudeó—. Me lo hizo Olly mientras dormía.

Kris tensó la mandíbula.

—Un gato no hace ese tipo de arañazos. ¿Qué ha pasado? ¿Ha sido Daniel? ¿Él te ha golpeado? —su rostro se enrojeció—. Porque como sea así lo mato.

—No —dijo ella, temblando—. Hace mucho tiempo que no hablo con Daniel.

Kris suavizó la expresión de su cara.

—¿Entonces cómo te lo has hecho?

Los ojos de Chris se llenaron de lágrimas, provocando que estos parecieran brillantes.

—Yo... No... No sé...

—Puedes confiar en mi, Christina —susurró él.

Ella le miró directamente. Daba la impresión de estar asustada. Tenía miedo por algo.

—Venga, dime.

La castaña tomó aire.

—Hace unos días... —murmuró con la voz apagada, no muy decidida—. Tengo pesadillas...

—¿Pesadillas?

—Sí... Son con un hombre... Y... Él me hace estas cosas...

Él la contempló, no muy convencido. Comenzaba a plantearse la idea de que su amiga se estaba volviendo loca. Que se autolesionaba inconscientemente pero no encajaba con su personalidad. Ella era una chica alegre. Quizá, sus padres habian tenido una discusión fuerte o a lo mejor, estaba metida en serios problemas.

—¿Estas segura?

—Kristhian, por favor. Creeme. No estoy loca. Tengo miedo a dormir porque tengo la sensación de que él esta esperando a que yo lo haga... Yo... Dios —las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas—. No estoy loca. Al principio pensaba que era Olly... Pero... Hace dos días me volvió a suceder... Y ella estaba encerrada en el baño. No salió en toda la noche... Además, tengo la constante sensación de estar vigilada. De no estar sola —se limpió las lágrimas—. Y sé que suena a locura pero... Tienes que creerme. Tambien me plantee el hecho de que Daniel había desaparecido y que era agobio psicologico pero no es así... Sam también soñó con él... Es real...

Kris entrecerró los ojos, sintiendo pena por ella.

—¿Y qué te dice ese hombre? —preguntó curioso.

Christina se calló de repente. Las lágrimas corrían silencio por su rostro, el cual se había oscurecido por una extraña sombra siniestra.

—Se llama Freddy Krueger, Kris y dice... Que ha vuelto a por nosotros.

Un escalofrio recorrió su cuerpo entero al escuchar ese nombre. Tal vez, si él lo hubiera sabido, nunca hubiera hecho esa pregunta. Si él supiera acerca de lo que se les aproximaba, seguramente habría elegido estar en la ignorancia. Se dice que la curiosidad mató al gato.