Naciste Para Ser Mía. | N.C..

Cápitulo 02

La amo, pero ella no tiene ni idea de que existo.

Y aquí vamos nuevamente... Ni siquiera podía entender porqué de pronto, las visitas que le daba al parque del vecindario eran más seguidas. No entendía nada hasta que la veía a ella, en ese momento todo cobraba sentido y sí. Me daba cuenta de que estaba cómo tal idiota enamorado de aquella misteriosa chica. ¿Cómo sucedió todo? O mejor dicho ¿Cuándo? Simplemente no tenía respuesta, lo único que existía en mi mente era que mi amor por ella aumentaba cada vez que la veía. ¿Acaso era posible que alguien fuera tan... perfecta? No era de las chicas con las que solía involucrarme, quizá eso fue lo que me llamó la atención. Es más, era todo lo contrario: perfil bajo, para nada popular y de muy pocas palabras.
Al principio, todo comenzó con un simple interés por aquella chica que solía sentarse todas las tardes a escuchar música debajo de un torcido sauce llorón. Pasaba allí dos horas hasta que el sol se escondía y se marchaba. Consigo siempre traía un cuaderno azul y un lapicero y mientras la música sonaba en sus auriculares, escribía allí lo que sólo ella sabía. Con la mirada baja se veía tan frágil y hermosa, tan tranquila, tan invisible... La gente que pasaba cerca de aquel árbol ni siquiera parecía notar la presencia de aquel ángel caído. ¿Cómo podían ignorarla?
Realmente tenía ganas de dejar de observarla a lo lejos y entrar en su vida para nunca más irme. Pero cada vez que me proponía hacer contacto con ella, me invadía algo así cómo un miedo a ser rechazado por ella. Sonará ridículo, pero si la perdía a ella, lo perdía todo. Lo único que hacía que mi vida valga la pena, era verla todas las tardes escribir en ese cuaderno azul, con su perfil bajo y esas pequeñas sonrisas que aparecían cuando una canción que le gustaba comenzaba a sonar.
Un día la seguí a la casa, simplemente por curiosidad y porque no quería que la sesión de poder admirarla terminara tan pronto, esa tarde estuvo una hora menos de lo común y me preocupé. Además de que sus ojos estaban cristalizados, se podía notar que había llorado e incluso lo hizo en el parque. Ver cómo las lágrimas caían por su rostro fue una tortura, mataría al idiota que la hirió. Al llegar a su casa, ella se limpió sus mejillas y pretendió una sonrisa, haciendo de cuenta que todo marchaba normal. Esperé unos minutos para ver si sucedía algo, solamente se abrió una ventana que daba a la calle y de allí salió ella. Apoyó sus codos en el marco de la ventana y suspiró triste. Ese día, confirmé que estaba locamente enamorado de ella, de Scarlett Harries. Y también, desde día, comenzó mi obsesión por saber cada detalle de su vida.
Así es, me convertí en un “acosador” pero vale la pena. Sé que le encanta la música de variada, desde el rock hasta el reggae. Que es fanática de las películas de Jim Carrey debido a que sus hermanos también lo aman. Ama la ropa oscura, las remeras de bandas de rock y los hoddies holgados. No le agrada la gente superficial, el color rosa y la música pop o cómo ella suele llamarla “plástica”. Que sus mayores ídolos son Justin Bieber, Demi Lovato y Miley Cyrus. Sobre todo Demi Lovato, por su historia y fortaleza ante la sociedad. Unas de sus canciones favoritas son Therapy y Break your little heart de All Time Low, This is Me de Demi Lovato, I miss you de Miley Cyrus y Chance de Attaque 77. La mayoría de la memoria de su celular es música y es el mayor uso que le da al aparato. Vive temporalmente con sus hermanos los gemelos, Jack y Finn. Sus padres se encuentran de viaje en Europa por motivos del trabajo, no mantiene una buena relación con su padre ni con nadie de la familia de él (abuelo, tío y primos). Adora vivir con sus hermanos y si fuera por ella, sería así en vez de vivir con sus padres.
Nunca en mi vida creí que una chiquilla de tan sólo diecisiete me haría perder la cabeza. Así es, aquel pequeño ángel caído del cielo tenía diecisiete años recién cumplidos. Pero es que Scarlett no era cualquier chica, era la chica, era mi chica, con la que estaba destinado a pasar el resto de mis días.
Todos mis pensamientos se alejaron de mi mente cuándo su figura pudo ser visible para mí. Esa tarde no llevaba su cuaderno azul ni traía los auriculares puestos. ¿Qué estaba pasando? Y para hacer todo más extraño, no sentó en aquel sauce cómo siempre si no que optó por una banca cerca de donde me encontraba… Era hermosa sonriendo, al verla sonreír lo hice yo también pero mi sonrisa desapareció al ver un misterioso chico sentarse junto a ella. ¿Quién mierdas era él? Hablaron animadamente por unos segundos hasta que él se puso de pie y le extendió su mano, ella la tomó y se fueron empujándose entre ellos. Entonces, un miedo se apoderó de mí. ¿Y si era su novio? De siquiera pensarlo el odio hacia ese chico crecía.
Me paré inmediatamente de la hierba y me dispuse a seguirlos, me aseguraría bien antes de cometer una locura. Pero desde ahora aviso que si él le toca un pelo a Scarlett, las pagaría y muy caro. No tenía derecho a siquiera respirar el mismo aire que ella, era mía y de nadie más. Y sea cuál sea el precio que deba pagar, la conquistaré.
 
- Narra Scarlett.
Me encontraba sentada en una banca del parque al que siempre asistía por las tardes, la gente pasaba cómo siempre sin notar mi presencia. De algún modo estaba acostumbrada a ser invisible para los demás.
A unos cuántos metros más lejos de mí se encontraba un chico de piel morena, ojos negros y cabello del mismo color. Estaba sentado en la hierba, me costó unos segundos pero entonces recordé que él siempre venía aquí y se sentaba allí.
La música resonaba por mis oídos mientras esperaba, una sonrisa de estúpida enamorada se encontraba constantemente en mi rostro. Era increíble todo lo que había cambiado mi vida en los últimos dos meses. Quizá no les interese pero de todos modos se los contaré; desde tercer año de secundaria me atrae un chico llamado Ashton, él es popular y el típico chico rompe-corazones que se acostó con todo el colegio, hasta con las profesoras. O eso creía yo. Pues hace dos meses nos pusieron juntos en biología y tuvimos que hacer un trabajo fuera del colegio. Ese día luego del colegio nos dirigimos a mi casa, pues allí no había nadie y así lo prefería él. Por el exterior parecía el chico que no tiene otro tema de conversación más que “sexo” pero por más sorprendente que suene, era bastante extrovertido. Hablamos de música, series y películas que nos gustaba en común. Fue agradable pasar esa tarde con él en vez de ir al parque a sentarme a escuchar música sola. Luego de ese día, en el colegio comenzó a hablarme sin importarle lo que los demás digan y se convirtió en mi “amigo” por así decirlo. Las semanas pasaron y mi amistad con Ashton era cada vez más y más grande, hasta que un día me invitó al cine y allí me pidió ser su novia. Me gustaba hace dos años, mi respuesta fue obviamente sí. Y bueno, heme aquí esperándolo para ir a tomar algo.
Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando logré divisar entre la gente que deambulaba por allí una cabellera castaña clara bastante familiar, mi sonrisa se hizo más notable y me quité los auriculares junto cuándo él se sentaba a mi lado izquierdo.
 
—Perdón si tardé, el entrenador nos dio un discurso —Se disculpó mientras rodaba los ojo, luego de eso me dedicó una hermosa sonrisa que marcaba sus hoyuelos— ¿Llevas mucho esperando?
—Posiblemente dos horas, no mucho —Le respondí con cierto sarcasmo—. Mentira, apenas quince minutos.
—Entonces ¿vamos? —Tomé su mano y comenzamos a caminar— No sé de qué te quejas si tú tardas más en el baño.
—¡Calla! Yo soy mujer, tengo motivos —Dije y lo empujé, rió y me devolvió el gesto. Las personas nos miraban raro— Idiota.
—¿Idiota? ¿Por qué? ¿Por decir que te tardas en el baño mirándote al espejo? —Volvió a reír y decidí no seguirle la corriente ya que terminaría perdiendo— Sabes que adoro hacerte enojar. Te ves muy linda con el ceño fruncido.
—Mejor camina, Irwin.
 
***
 
La noche llegó y con ella lamentablemente, mi horario de volver a casa. Mis hermanos, los gemelos, de seguro me harían un escándalo de no llegar a la hora de siempre. Con Ashton estuvimos por la ciudad paseando un largo rato hasta que decidió que sería mejor volver, en el camino de vuelta pasamos por su casa para buscar un abrigo ya que estaba fresco. Su casa quedaba algo lejos de la mía, por lo que era mejor hacer aquella parada. Mientras él entró a buscar su chaqueta yo me quedé afuera, pues no creo que se tardara más de cinco minutos. Tenía los auriculares puestos y no escuchaba nada del mundo exterior, y menos si alguien se me acercaba.
De la nada sentí la punta de un revólver situarse en mis caderas, el miedo me inundó y mi sangre se congeló totalmente.
 
—Quédate en silencio y no te lastimaré —Susurró una voz en mi oído, estaba segura que las lágrimas ya se desplazaban por mis mejillas.
—¡Suéltala! —Se escuchó desde algún lado y a continuación algo cómo si una persona cayera al piso. El revólver ya no se encontraba en mis caderas y el asaltante estaba en el suelo. Un chico encima de él lo golpeaba sin piedad, no sé que me asustaba más. Si el asaltante con el arma o aquel chico con semejante violencia encima. El misterioso muchacho pareció percibir mis sollozos y paró de golpearlo, el otro chico se paró cómo pudo y huyó rápidamente— ¿Estás bien? —Preguntó ¿preocupado?
—Sí, gra-gracias —Dije apenas de forma audible, él intentó acercarse pero me alejé. Si algo me reclamaba el mundo entero, era el hecho de ser asustadiza.
—Tranquila, no te haré nada. Me llamo Calum —Extendió su mano, tímidamente la tomé.
—Scarlett.
—¿Estabas sola aquí afuera?
—No, esperaba a mi novio, él debe de estar por… Ahí está —En ese momento la figura de Ashton salió de la casa, frunció levemente el ceño y se acercó con paso rápido. Quizá lo disimulaba pero se lo notaba celoso y enojado.
—¿Pasa algo, Scar?  —Preguntó Ash mirando con desconfianza al chico que me ayudó.
—Ayudé a tu novia cuando un tipo intentaba asaltarla, no deberías haberla dejado aquí afuera.
—¿Asaltarla? Cariño, ¿por qué no gritaste? —Me miró, su brazo se colocó por mis hombros— Bueno, muchas gracias por ayudarla.
—De nada, debo irme pero tengan cuidado para la próxima, nunca se sabe lo que puede pasar.
 
Y dicho eso se marchó. Sus palabras me dejaron pensando e imaginándome la posibilidad de que sea un secuestrador maniático, pero era imposible. Después de todo, esos tipos solo existían en las historietas cómicas de superhéroes. No creo que alguien ayude a la persona que pretende perjudicar o en este caso, secuestrar. No tendría sentido.
Una vez que Calum, si mal no recuerdo, se marchó, mi novio lo quedó mirando aún con desconfianza. Para evitar que poco más acuchillara su espalda con la mirada, lo tomé del brazo y lo obligué a caminar hacia mi casa. Durante del camino, Ashton no paró de pedir perdón por no haber sido él quién me ayudó. Obviamente lo perdoné, no tenía culpa alguna. Realmente estaba equivocada sobre aquella faceta de chico rompe-corazones, era una de las personas más dulces que había conocido. ¿Una vida sin él? No me la imaginaba, sin sus bromas para hacerme enojar a propósito, sin nuestras estúpidas peleas sobre qué música es mejor, sin sus absurdos celos en el colegio y sin sus abrazos. Pues, para ser sinceras, él en tan sólo unos meses se tornó mi vida y si me alejaban de él, lo perdía todo.

Cápitulo 03

 "And then I´m like, Who cares? I´m awesome."

El sol que entraba a través de las cortinas color pastel caía directamente sobre su pálido rostro. Su cabello, café oscuro, estaba regado alrededor de la almohada y enmarañado debido al movimiento nocturno.  
Bufó, cansada. Un día más de clases.
Se levantó perezosamente buscando a tientas sus pantuflas y camino con pesadumbre hacia la ducha, una toalla roja con olor a fresas colgando de su hombro.
Media hora después, la chica en cuestión se encontraba en un dilema, ¿Qué se pondría hoy?
Su closet, un inmenso cuarto lleno de ropa y accesorios, pareciese no satisfacerla por completo. Siempre había algo que le faltaba, algo que ella no tenia y deseaba tener.
Ignorando su enfado matutino, eligió un vestido negro de manga larga que le llegaba a medio muslo, unos botines de gamuza del mismo color con tacón transparente, aretes de bola negros y pulsera con rosas negras a juego. Para finalizar se aplicó un poco de maquillaje, nunca había sido fan de él, pero su madre le había enseñado a sacarse provecho.
Se observó en el espejo con ojo crítico y decidió que le gustaba lo que veía, como siempre. Tomo su bolso de cuero negro y bajo las escaleras de dos en dos, como toda una cría. 
Abajo, como siempre, la esperaba Maggie, su nana. Le tenía preparado el licuado de siempre junto a la sonrisa cálida y amable que la caracterizaba. 
No se dijeron ninguna palabra, con la mirada se decían todo. Maggie siempre la había comprendido, era ella quien estaba en los momentos más importantes de su patética vida, y a quien más quería.
-Me voy- dijo tratando de sonar amable, no era algo que se le diera de forma natural.
La anciana mujer simplemente asintió con la cabeza, observándola mientras se marchaba por la puerta principal. 
Afuera, un coche color negro la esperaba. Sonrió inconscientemente, siempre estaba ahí, no importando cuanto se tardaba. Muy probablemente debido a que Logan aun no lograba entender cómo es que alguien como ella se había fijado en alguien como él. Y para que engañarse, en un principio ella tampoco lo podía entender. Ahora lo sabía de sobra: sus besos, que la dejaban embobada viendo mariposas; su risa, que la hacía flotar en las nubes; sus manos, que le  hacían querer más. Todo eso mezclado son su increíble y tímida sonrisa había bastado para que ella cayese en sus brazos, hipotéticamente hablando, claro.
Caminó con el andar que siempre la caracterizaba, meneando las caderas, lo que suspiros a varios chicos, mientras se acercaba al carro y se metía con gracia.
No muy lejos de ahí, un hombre de unos veintitantos observaba la escena con pesadumbre. 
Su ángel, su cielo, se estaba marchando con otro. Crispo sus puños, enojado con aquel canalla que la alejaba de él, disfrutando aquello que en realidad era suyo, y que tarde o temprano reclamaría.
Observo como el coche se perdía entre los árboles, y con pesadumbre se subió a su moto, siguiéndola. 
Vio como aparcaban frente  un árbol, como aquel tipejo se bajaba para abrirle la puerta a ella, a su princesa. La ira le cegó, cuando el brazo débil de ese se ceñía en la delgada cintura de ella, estrechándola contra él.
Súbitamente, se rio a carcajada limpia. La conocía bien, mejor que a sí mismo. Todos aquellos días y noches siguiéndola, vigilando cada uno de sus movimientos, no fueron en balde.
Era que increíble que aquel ignorara lo mucho que ella odia las muestras de afecto. Y mucho menos en público.
Sabía un montón de cosas sobre ella: 
Su nombre era Annalie, Annalie Melson. Y si le preguntan, diría que era el nombre de un ángel. 
Vivía en Gretinland, Wardlove Street. Donde todos aquellos que son alguien en la política tienen su residencia. 
Estudiaba en la Crebing Julog School, un colegio caro que solo unos cuantos podían costear. 
Le encantaba el color negro, pero a la hora de vestirse siempre usaba el rojo: era su predilecto. Y vaya que tenía razones para serlo. Con ese color su piel, blanca de por sí, resaltaba aún más, le daba a sus ojos un toque misterioso; y su cabello, de un hermoso castaño oscuro, siempre estaba suelto, a lo largo de sus delicados hombros de princesa. 
Era muy desdeñosa, altiva y engreída. Tenía esa pose al caminar que te hacía pensar que era una princesa. A él no le importaría adorarla.
Su comida favorita era el sushi, comida japonesa de asqueroso sabor, pero por alguna extraña razón a ella le encantaba.
Iba al gimnasio dos horas diarias, de 7:20 a 9:20. Le encantaba verla haciendo pesas, cuando el sudor le recorría todo el cuerpo, haciéndola ver solamente más deseable. De hecho, fue por eso que comenzó a planear su secuestro.
Odiaba el sol, el calor y todo lo que estuviera relacionado con él. Sin embargo, no derrocharía unas vacaciones en la playa, donde podría mostrar su despampanante cuerpo a todo aquel que fuera los suficientemente inteligente para verlo. Y vaya que él era uno de esos.
Aún recuerda con un deje de emoción y excitación como fue que la conoció. Era de noche, y el iba encapuchado por las turbulentas calles de la ciudad, tenía que terminar su trabajo. Hacía meses que le habían pagado por él, pero en esos días estuvo muy ocupado cumpliendo favores en Canadá. Al dar la vuelta en la High State, le vio, entre una bola de jóvenes con hormonas alborotadas. Se veía simplemente preciosa. Se notaba que ella era su líder. Caminaba, de solo aquel modo que ella lo sabe hacer, con un sequito tras ella. Tenía el cabello recogido, como pocas veces, lo que le resaltaba su delgado cuello de cisne. No traía mucho maquillaje, pero no era como si lo necesitase. Unos jeans entallados resaltaban sus caderas, lo que le recordó a una sirena. No había un mejor calificativo para ella en ese momento.
Tan prendado quedo de ella, que olvido la razón por la que estaba ahí, simplemente se centró en la diosa que pasaba a un lado de él. Le surgieron unas inmensas ganas de abrazarla, besarla, tomarla...
Sabía que tenía que esperar, aún era muy pronto.
Pero ya no. Aquel asombroso acontecimiento había cambiado por completo su tediosa vida, porque eso era en realidad: esta no tenía sentido antes de conocerla, solo después. Desde ese momento supo que ya no estaba solo, ahora en adelante la tendría a ella, y ella a él, a nadie más. De eso se iba a encargar el. Porque si algo era Thomas Smith, era ser celoso. No dejaría que nadie más la tocara una vez que fuese suya, y ese momento no tardaría en llegar.