||Neverland - Burdel||N.C||

Through the Dark ♙

 

   Era una noche oscura y solitaria. El cielo estaba negro y no habían rastro ni de la luna ni de las estrellas. El silencio que reinaba por las calles vacías y sin un alma, era silencio de la mismisima muerte. No se oía ni el susurrar del viento, ni el tintinear de una hoja solitaría, ni el motor de un carro a lo lejos, no se oía absolutamente nada. Nada, ni siquiera ese zumbido extraño que denota la ausencia de sonido.

   Ella caminaba por aquel llejón sin rumbo alguno, con las manos en los bolsillos de su sudadera y la cabeza gacha, iba pensando... pensaba en lo desgraciada que era su vida en esos momentos, y lo irónico que era que ella, viviendo en el clan de la felicidad y la alegría, sintiese que su vida estaba ella pedazos y era una verdadera porquería. No habían pasado tantas horas desde que le habían explicado todo.

   Ella tenía un don, el don que caracterizaba a su clan. Su don iba más allá del entendimieto humano, ella tenía la capacidad de hacer felices a todos y todo lo que le rodea, de curar aquellos corazones oscurecidos por las malas deciciones, y como poseedora de tal don era poderosa, pues también podía manipular a su antojo. Sin embargo ella no quería ese don, por eso cuendo le dijeron todo, toda la verdad no se le ocurrió nada mejor sino escapar. Correr lo más lejos que pudo le pareció una buena idea; pero no supo, sino hasta muy tarde cuan equivocada estaba. Huir fue lo peor que pudo haber hecho, dejar la seguridad de su clan y despreciar ese don que le habían dado fue su mayor error y ahora, casi 3 años después de eso, esta pagando la consecuencias de sus deciciones tomadas aquella noche en la cual se encontró con Él.

   Su juramento no fue en vano, y Él no mintió cuando dijo que podía deshacerse de su don, pero tras aquella promesa que ella anhelaba había algo oscuro y siniestro escondido. Una clausula que no leyó antes de firmar el contrato y auto encadenarse a aquel burdel, que más allá de ser un simple burdel, era la prisión de todas las pobres e inconformes almas que huían de sus clanes.


   La chica sentada frente aquel gran espejo sacudió su cabeza para alejar aquellos tormentosos recuerdos. Ahora ya con 19 años daría lo que fuera por regresar el tiempo atrás y no haber firmado nada. Pero ya era demasiado tarde, el contrato había sido sellado y ella encadenada a aquel prostíbulo de mala muerte del cual no se podía alejar por mucho tiempo sin empezar a sentirse debil, condenada a hacer daño a todo aquel que entrara por aquellas puertas. Siempre esperando que un alma pura, su única salvación, se hiciera notar entre auqel bullicio de hombres sucios y pervertidos que asistian por un buen polvo y ya.

   Diana rió ante ese pensamiento, "un buen polvo y ya" Estaba tan lejos de ser solo "un buen polvo y ya", todo hombre que pase por su manos siempre iba a regresar pidiendo más, jamás se satisfacian y eso pasaba con todas las chicas que aparte de ella, "trabajaban" ahí.

^___ Diana te toca salir, tú mesa ya está llena. ^___ informó Melody antes de salir a escena, la castaña la miro con una mueca y ahogando un suspiro salió a escena.

   De un brinco se subió en aquella bara de metal y empezó a mover su cuerpo de una manera sensual, con gran agilidad y siguiendo el ritmo de la música, no se había tomado la molestia de siquiera, echarle un vistazo a sus clientes. Siempre era lo mismo, los mismos personajes, no las mimas caras, pero si las misma almas perdidas. Iba cerca de la mitad de su espectáculo cuando uno de los chicos sentados en su mesa le grito una obsenidad.

Que empiece la diversión.

   Con un va y ven de caderas que enloquecería a cualquiera, Diana se deslizó por la barra hasta llegar al piso y gateo de manera coqueta hasta el chico castaño. Curiosamente era joven. La chica clavó su mirada acaramelada en los ojos grises del chico y como si se tratase de un libro abierto para leer, Diana se acercó lentamente y susurró en su cabeza.

¿Me quieres besar? Adelante... Tocame si te atreves... ¿Te atreves?

   La castaña estaba a horcajadas sobre el chico, ladeo su cabeza y lo detalló sólo un poco, mirandolo coquetamente divertida. Sus ojos brillaban con deseo, y sus manos se paseaban por sus muslos y trasero. La chica fue más allá de aquello.

Ummm.... que interesante. ¿Sabe tu novia que me estas tocando de esta manera? ¿Te gusta cómo lo estas haciendo? Dime cómo se siente.

   El chico la miro con el ceño fruncido aún así no se detuvo con lo que hacía ni con las caricias que le dejaba a la chica por su cuerpo. Cuando sintió que una de las manos del chico se aventuró a su zona más íntima, supo que su trabajo estaba más que hecho, soltó una ligera carcajada, y se separo un poco de él.

^___ Sí quieres tocar hay que pagar. ^___ ronroeó ella con voz dulce y jugetona.

El pago va más allá de tu dinero.
  
   Se levantó del regazo del chico y volvió a su puesto sobre la mesa, dejando al chico con un hirviendo en deseo, y con una erección en sus pantaones. Rió por eso.

Ábreme:

¿Quieres conocer el significado de la palabra: pecado? ♙

 

El pintalabios de color rojo se posaba en los labios de la chica, la música que veía desde el escenario se podía escuchar con claridad a la Madame y Blue abriendo el espectáculo para que luego las chicas lo animaran un poco más. A Melody siempre le pareció poetico el hecho de vestirse con corsés, lo cierto es que le hacían sentirse bien, pero a parte de ello solía encargarse de la sección de disfraces po lo que hoy escogería el de enfermera; Blanco con lentejuelas y detalles en rojo rubí, los tacones plateados y las medias de rejilla a conjunto. Es algo gracioso ver como los hombres pueden tener tantas fantasías en su cabeza y esta por supuesto era una de las favoritas.
Se miró ante el espejo y pudo ver la pequeña fotografía situada en el espejo, los recuerdos empezaron a inundar su mente. Rompió el pincel con su mano por la ira que esto le provocaba, no le gustaba llorar.


— ¡Eres una maldita puta! —le dijo la rubia platino mientras le tiraba la ropa por la ventana.
— ¡Tu tu una loca anoréxica, no me tires las cosas! —le respondió la castaña.
— Como te atreves a acostarte con Mike, acaso no te bastó con que te dijera que me gustaba —le seguía diciendo mientras rompía todo por tu paso.
— Yo no fui Madie, él simplemente me estampó contra el provador y bueno si nos acostamos en la hora del cambio, pero no es culpa mía que él me desee a mi —le explicó mientras se acababa su cola.
— ¿Cómo te atreves? —le pregunta para luego lanzarse sobre ella y estirarle del pelo, pero Melody le estampó contra la pared para apartarla— Ah y por cierto, estás despedida, sal de esta oficina inmediatamente.
— Oh venga, ¿te enfadas por que me haya acostado con tu modelo favorito? En realidad estábamos ensayando para la nueva campaña —le dice para luego ver como su jefa tenía los ojos llenos de furia, sopló fuertemente y cogió su abrigo verde.
— No perdona, eso es mio, que lo diseñé yo.

Tiró al suelo con ira el maldito abrigo para luego coger su chupa de cuero, chaqueta que apenas abrigaba para salir por la puerta de atrás, eran las nueve y media de la noche, al llegar afuera vio su ropa en el suelo manchada por el charco de agua pero aún así la recogió poniéndola en su bolsa y su mochila como pudo.  Estuvo caminando varios metros hasta encontrar la parada de bus, se sentó sobre el banco mojado por la lluvia que había caído durante la tarde, estaba cabreada. No era culpa suya el hecho de lo que había ocurrido, simplemente al tocarle él empezó a volverse loco. Empezó con sus besos suaves, luego siguió con las caricias y finalmente desprendiéndose de la ropa, tanto la de él mismo como la de la chica. Melody no era la culpable, desde siempre los chicos habían sentido algo por ella, tal vez sea su belleza natural aun que lo cierto es que poseía un don, no sabe por que lo tenía ella pero había nacido con él. No creció en el lugar más apropiado, su padre era un borracho que cuando volvía a las cinco de la mañana se dedicaba a pegar tanto a ella como su madre, su madre nunca le denunció por que creía que era culpa suya por no ser una buena cristiana y ella era el regalo que el diablo le había concebido. No tardó demasiado en largarse del lugar gracias a Sam, sin ella no podría haber sido nada, ella le metió en el mundo de la moda, ella era modelo y diseñadora. Conoció a Madie gracias a ella, han estado trabajando durante años pero hay veces que su don es incontrolable y los hombres parecen volverse locos, pero lo que más teme es a si misma.

Un fuerte pitido empezó a inundarle los sentidos dejándola parcialmente sorda ya que solo podía escuchar ese molesto ruido y ver una luz rojiza con humo espeso como de niebla de donde salió un hombre. Él vestía un traje blanco con pajarita negra, sonrisa y ojos rojos.

— Hola preciosa, toma —dice ofreciéndole un pañuelo rojo.
— ¿Quien carajos eres? —le pregunta la castaña extrañada por el hombre.
— Yo no soy importante, pero sin embargo tú, eres el mejor premio para una colección. Mira sé que tienes un don, pero no deberías ocultarlo, es algo precioso con lo que has nacido solo te falta encontrar tu hogar.
— ¿Qué hogar?
— Conozco el sitio perfecto para ti cariño, tu eres perfecta para él —le dijo con una sonrisa maliciosa.


Secó sus lágrimas con el pañuelo rojo de Satén, para luego poner rimel en sus pestañas y salir a escena. Sus tacones resonaron por la madera del escenario mientras se abría paso al son de la música, se acercó a su parte del escenario para contonearse, después se subió a la barra de metal, empezó a hacer acrobacias sobre esta dando vueltas y jugando con sus piernas e brazos. Después cuando la música cambió para aprovechar y coger la jeringa llena de agua mientras los sensores de incendios parecían haberse encendido mojando a la chica, que puso la pistola de agua -en forma de jeringa- para mojar a algunos de sus hombres.

Estúpidos salidos, ¿no veis que adoro jugar con vosotros?.

Bajo por el escenario donde se sentó sobre el que parecía ser un hombre de alto cargo, de unos cuarenta y tantos pero lo cierto es que no demasiado desagradable, había tenido un poco de suerte hoy. Se sentó encima de él y cogió su copa para beber de esta, pudo comprobar que era un autentico pervertido ya que desde el mismo segundo en el que se sentó no dudó en manosearle el culo y mirar sus pechos. Le dio un beso en la mejilla haciendo que sus pupilas se dilataran le soltara todos los billetes y empezara a gritar diciendo que la amaba y los guardas no dudaron en echarlo del local, su sonrisa empezó a agrandarse.

Me has tocado, tu mismo sufrirás las consecuencias, seguramente mañana te encuentren en un callejón devorado por el alcohol y el deseo sobre mi. Seguro que tu mujer no lo lamentará.

Melody empezó a ver a quien podía embrujar con sus ojos azules, cogió la jeringa para mojar a el más mayor después va con una toalla para secarle y tocar levemente su parte privada, aun que lo que realmente hizo es robarle la cartera y la caja de cigarrillos. Lo dejó apartado para luego mirar a lo demás y encontrar a su última presa, hoy recogería tanto como pudiera. Un joven de pelo moreno y gafas, un freak dios esto es perfecto.  Fue directa hacia él y se sentó encima.

— ¡Hey, puta vuelve conmigo. Puedo hacer cosas mejores que ese idiota!

Melody le miró con sus verdaderos ojos provocandole un horror en su propia mente y haciendo que en esta solo se pudiera quedar la viva imagen de la joven con su extraordinaria belleza. Empezó a moverse de arriba hacia abajo haciendo que el pobre chico se volviera loco y su erección aumentara a tal punto de que incluso se manchara los pantalones.

— Yo si fuera tu iría a limpiarme al baño cariño, y ten más cuidado a la próxima cielo.

Este fue a pagarle dos de sus billetes para que ella le cogiera de la mano y se la soltara lentamente cogiendo todo lo que tenía y lanzándole un beso en el aire antes de volver al camerino. Contó la cantidad de pasta recaudada, sonrió satisfecha y se topó con su compañera Diana para decirle que le tocaba, después se dispuso a relajarse con un par de pastillas y tal vez una copa.

Enjoy the little pleasures. ♙

 

Debes apartar la avaricia para conocer el significado del amor. Esas habían sido las palabras de su madre esa misma noche, luego de prohibir su nueva relación. Ignorando los reclamos de su hija, le había prohibido ver de nuevo a Nathan. La lucha por superar sus deseos materiales era una lucha cotidiana para las personas de su clan, pero por tradición, la persona que te inspirara a cambiar, sería la que mereciera estar a tu lado por el resto de sus días.

A los dieciséis años, Joahna juraba haber cambiado por él y creía que Nate había hecho lo mismo por ella, pero ambas madres negaban su relación, negaban el amor que ambos jóvenes decían tener. Así que esa misma noche huyeron. Tan jóvenes e ilusos, no creyeron que nada pudiera dañarlos.

La primera noche luego de su huída, ambos sufrieron un accidente. Ellos, en su miedo por ser descubiertos, no vieron que un auto venía en su dirección. La oscuridad de la noche inhabilitó la vista del conductor, pero al ser testigo de que había arrollado a dos muchachos, se dio a la fuga por miedo a las consecuencias. Jo resultó apenas rasguñada, pero Nate recibió el impacto en su mayoría, dejándolo inerte en el suelo. Cuando Jo creyó que todo había terminado para ellos, Él apareció entre las sombras.

Esa noche, Jo vendió su alma con tal de que su novio recuperara el aliento. Ella conocía las consecuencias, pero se negaba a aceptar que no había superado su avaricia, creía que él la amaba y por Nathan ella intentaría cambiar. Pero ella estaba equivocada, al día siguiente, Nathan la abandonó, había conocido a una nueva muchacha que tenía un mayor saldo económico que Jo, olvidó el sacrificio que ella había hecho por él; la dejó sola y esclavizada al burdel.

En ese momento, Jo supo que todo la trama del verdadero amor no eran más que tonterías. No entendía por qué tenía que caer en la ilusión del amor de nuevo, cuando las cosas materiales estarían a merced de ella, la hacían feliz, un sentimiento que nunca conoció al lado de Nate. Lo único que hubiera deseado era saberlo antes y evitarse la esclavitud en la que viviría de ahora en adelante.


Para este momento de su vida, ya había olvido lo que se sentía ver el sol brillar en las mañanas, sentir los escalofríos provocados por la brisa matutina, podía decir que incluso había olvido los rostros de sus padres y hermanos, pero se repetía a si misma que era mejor así. Era mejor olvidar lo que sabría que no podría obtener y dejarse deleitar por las maravillas que recibía día a día, o al menos se intentaba convencer de ello. Aunque podía decir que tenía todo lo que alguna vez deseó, el precio de la esclavitud le provocaba un dolor tan grande que llegaba a opacar la pequeña felicidad que le podría otorgar las joyas, el dinero y la admiración.

Pero ya el pasar de los años encerrada en ese lugar había provocada que se resignara a lo poco que tenía. No se quejaba, pero tampoco sonreía fuera del escenario y si miraban detalladamente a sus ojos podía detallar la ausencia de brillo en ellos. Por más que quisiera cosas materiales, ansiaba su libertad, una libertad que en la estupidez de su juventud dejó ir.

Ella cometió un error, por eso no creé tener derecho a reclamar o siquiera permitirse llorar para liberar aunque sea un poco del dolor que esta enclaustrado en su pecho. Cualquier clase de liberación, la creé más allá de lo que ella merece. Su madre le advirtió, pero no fue capaz de aceptar que no era más que una falsa ilusión. Fue tan estúpida, tenía tantos deseos por saber lo que el amor era que se dejó segar por el primero que le brindó un poco más de la atención ordinaria.

-Jo, preguntan por ti en la mesa dos. – ella asintió sin siquiera mirar quien le había informado.

Cuando estuvo sola de nuevo. Levantó la mirada sólo para mirar su reflejo. No reconocía la persona que era ahora. Aunque intentara sonreír, cada sonrisa le resultaba más falsa que la anterior y eso la irritaba. Suspiró y se retocó el maquillaje de su rostro; este ya estaba en perfectas condiciones, pero cualquier motivo lo usaría como excusa para retrasar aunque sea unos segundos su salida.
Al darse cuenta de que no había nada más que evitara su salida, se levantó del asiento y se acomodó la poca ropa que tenía. Aunque no sirviera de nada ya que esos pequeños pedazos de tela sólo cubrían lo necesario, nada más. Amarró los tacones que había soltado al sentarse y sintió el común quejido de sus pies debido al dolor que le provocaba el incómodo zapato.

Al salir de su camerino, caminó por el pasillo y entró al área pública del burdel. Sentía las miradas de los comensales y escuchaba las imprudencias de algunos, pero ignorándolos caminó decidida a la mesa en la que era requerida. Al llegar, cualquier rastro de su humor anterior desapareció. Adornó sus labios con una sonrisa seductora y optó por una postura segura y confiada.

-Jo, preciosa, nos vemos de nuevo. – ella intentó reconocer al señor sentado en su mesa.

Sus rasgos se le hacían conocidos, pero con la cantidad de hombres que podía llegar a ver al día no podía esperar acordarse de todos ellos. Sonrió y calló, sólo para no demostrar que no lo recordaba.

-Vamos pajarita, no me digas que no me recuerdas – a la mención del sobrenombre ella supo inmediatamente quien era.

Él había venido hace un par de semanas y Jo podía decir que él tenía más dinero que sentido común. Pero, ella detestaba ese absurdo apodo que él había decidido ponerle; de todas maneras no importa lo que pensara de ello, nunca podría reclamarle a un cliente. Sonrió de nuevo y subió a la mesa, sólo para llegar a su lado y sentarse en su regazo.

-Claro que recuerdo – habló mientras besaba el cuello de él, en el mismo lugar donde él había pedido la vez anterior.

Tuvo que reprimir el impulso de quitarse al sentir las manos de él en su cuerpo. Su estomago se revolvió pero lo ignoró, aún no entendía como alguien de al menos unos cincuenta años pudiera adquirir algún placer de esto.

-Perfecto, te traje un pequeño presente – Jo sintió como tomó su muñeca y colocó un brazalete de diamantes en ella. De nuevo, más dinero que sentido común. Miró como las luces del lugar brillaban al chocar contra el diamante y estuvo fascinada por el material. Disfruta las pequeñas ventajas. Se dijo a sí misma y sonrió, pudo admitir que su sonrisa no era tan falsa como las otras. Besó de nuevo su cuello y escuchó su risa.
-Me alegra que te guste pajarita. Pero deja de distraerme. – su ceño se frunció al ver como la tomaba de las caderas, la levantaba y la sentaba al borde de la mesa, pero sus facciones se relajaron un poco al sentir como deslizaba un billete por la faja de su sostén. – hoy no es por mí – ella levantó una ceja y él rio – bueno, puede que un poco – rió – pero quiero que me hagas un pequeño favor. Traje a mi sobrino conmigo, anda un poco tenso debido a los estudios. Pensé que necesitaba relajarse e inmediatamente se me ocurrió que podrías ayudarlo a que quitar un poco la tensión de sus hombros.

Dejó escapar un pequeño suspiro, aliviada por qué no fuera él al que tuviera que atender esta noche. Tratando de que no se notara su sonrisa se dio vuelta y se levantó en la mesa; comenzó a caminar alrededor del tubo, agarrándose con una mano al tubo para facilitar su acción. Antes de poder hablar cualquier de los dos, alguien interrumpió.

-¿Se puede saber por qué me pides que te encuentre aquí? – le preguntó a su tío.

Jo evaluó al muchacho por unos segundos. Hombros anchos, alto, vientre plano, piernas torneadas, cabello castaño y aún no podía descifrar el color de su piel debido a las luces del local. Sus facciones estaban tensas mientras miraba a su tío sentado en la mesa, pero al momento en el que su mirada se levanto y se fijo en la muchacha que estaba frente a él, sus facciones se suavizaron. Sus ojos azulinos adquirieron un nuevo brillo y la curiosidad en ellos no pasó desapercibida ante los ojos de Jo.

-Jo, él es mi sobrino Louis. Entonces, ¿Qué dices? - preguntó ignorando la recién pregunta de su sobrino.
-Cómo podría negarme. – respondió con una sonrisa en su rostro. Le guiñó un ojo y miró divertida como la compostura del muchacho flaqueó de nuevo. Esto será divertido.