||Neverland - Burdel||N.C||

Los odio a los dos, odio a todo el mundo, odio el amor. ♙

 
—¡Te odio!– agarro lo que tengo más cerca de mí, una lámpara de baterías que reposaba en la banca, y se lo lanzo con fuerza– ¡te odio!
—¡Nat, tranquilízate!–Lulú me sujeta por atrás. No puedo creer que hace diez minutos la consideraba mi mejor amiga–¡Nat, enserio, lo sentimos!

Lucho contra su agarre y cuando lo logro, me doy la vuelta para verla de frente y le doy un golpe en la cara, tirándola hacia la duela del gimnasio de la escuela. James se pone de rodillas enseguida de Lulú y le inspecciona el rostro.

—No me enojare por ello, me lo debía.
—Oh, créeme, tengo más por darte–le pateo el estómago tres veces, hasta que James se levanta y me aleja de esa perra.
—¡Nat, te tienes que tranquilizar!

Le golpeo el estómago con mi codo, con tal intensidad de sofocarlo, y se pone de rodillas con un brazo en su estómago. Me limpio la cara de las lágrimas que salieron furiosas de mis ojos, abriéndole paso a las lágrimas tristes. ¿Cómo es que me pudieron hacer esto? ¿Qué hice para merecerme esto? Me empiezo a frustrar y llevo mis manos a mi cabello, tirando de ella.

Nunca creí que James se acostaría con Lulú. Lo peor, lo hicieron cuatro malditas veces. La última los atrape en los baños de mujeres del gimnasio, acostados en el piso. Yo sólo quería salir de ahí y no verlos nunca, pero una vez me alcanzaron, mi enojo se elevó a su máximo potencial y empece a insultarlos, hasta el punto de arrojarles cosas y golpearlos.

Y vuelve a elevar cuando veo que Lulú se empieza a levantar.

—¡Eres una asquerosa ramera! ¡Te odio!–pateó la banca–¡Los odio! ¡Odio a todo el mundo! ¡Odio el amor, y eso gracias a ti y a tu asquerosa zorra!–apunto a James y este se empieza a levantar–¡No te levantes hijo de puta!

Lo pateo nuevamente en el estómago. Lulú me vuelve a sujetar en mi espalda. Y ahí es cuando mi mente se apaga, y sólo veo como actúo.

Me libero de su agarre y le vuelvo a golpear en la cara. Esta vez ella ya no se mueve en el suelo, sólo yace en el. Le pateo una y otra vez en la cabeza y todo su cuerpo, pero siempre concentrándome en su cabeza.

Giro mi cabeza unos cuantos centímetros y veo a la distancia un bate de béisbol metálica. Corro hacia el y lo tomo con fuerza. Regreso con Lulú y tomo un respiro, sonrío y le golpeo con este en el estómago, dirijo mi atención hacia la cabeza y golpeo hacia esta dos veces, hasta que siento que alguien me toma por detrás.

—¡Natalia! ¡No! ¡La vas a matar!

James me arrastra lejos de Lulú, pero esta vez no peleo contra él. He tomado control de mi mente y ahora veo el daño que he hecho. Su cabeza expide sangre, pero no logró ver la deformación que le he causado, sólo la sangre que esto causo. Suelto el bate y me tiro al suelo. Permanezco mi mirada fija en su cuerpo yaciente.

James corre a ella y le mira el rostro, sólo está a sólo centímetros de esta. Eso me vuelve a enfadar. Dirige su mano a la muñeca de ella y le presiona.

—No, no, no-murmura. Mi garganta se hace nudo y se seca al instante. Él me mira con miedo y cierra sus ojos–, la mataste Natalia.

Mi corazón da un brinco. ¿Qué fue lo que hice? Me deje llevar por mi enojo y ahora ella está muerta. Frunzo mi ceño y rio. Se lo merece, es una perra que se metió con mi novio. No habría otra forma de compensarlo. Me levanto y camino lejos de ahí.

—¡Búscate otra perra ahora, estúpido!


{##}


Es de noche y aún siento mis lágrimas en mi rostro. Esto es una mierda. James me engañó con Lulú, y ahora la maté. Siento tanto odio que no me siento mal por ello. Pero lo que sí siento es el daño que esto me causó, me ha marcado el corazón por siempre, y, por su culpa, no volveré a confiar en nadie.

Haré que cada hombre se odie a sí mismo. Tanto que detestara estar en el mundo. Tanto que querrá matarse, y sólo por el simple hecho de que son asquerosos, todos los malditos hombres son lo mismo. Engañaron y engañaran. Están en sus genes.

Tengo toda esta rabia dentro de mí, así que, ¿porqué sigo llorando?

Me recargo contra la asquerosa pared de ladrillos del callejón que tengo tiempo dentro. Esta tan obscura y oliente. Como yo. Me deslizo abajo hasta llegar al suelo y llevo mis rodillas a mi rostro. Empiezo a sollozar de una manera que podría vencer a los gatos que maúllan a sólo metros de mí. Lloro de tal forma que podría vencer a la lluvia, pero como siempre, la lluvia nunca dejara que me gane.

Apenas lo pienso y empieza a llover. No eres de gran ayuda, pienso mientras me vuelvo a recargar mirando al cielo.

A lo lejos escucho pasos. Mis sentidos se agudizan, pero no miro quien es. Si es alguien que quiere hacerme daño, lo haré yo primero. Los pasos se escuchan más fuerte y esta vez si miro quien es. A unos metros sólo veo la figura de un hombre con un saco hasta los tobillos, completamente de negro. Lo único que no puedo distinguir es su rostro.

—¿Te perdiste?–se burla–

{##}

Él me ofreció este asqueroso puesto. No recuerdo bien porque acepte, pero debí haber sido muy estúpida entonces. Llevo más de tres años dentro de este asqueroso burdel, con todos esos asquerosos hombres que vienen a cada día a hacerles infieles a sus mujeres. Estúpidos.

Lo bueno de todo esto es que cada hombre que viene conmigo nunca vuelven. Pagan sus actos de infidelidad con el odio que se tienen, y que, obviamente, yo les otorgo.

Termino de aplicarme ese espantoso color rosa en mis labios. El hombre que cuida que los hombres no se pasen de cerdos con nosotras entra y me avisa que ya es mi turno.

Salgo al escenario llevando mis caderas de lado a lado bruscamente. Tomo el gran cilindro plateado que conecta el suelo con la pared y giro en ella.

Malabar, malabar, malabar, vuelta, vuelta, abajo, arriba, malabar, de eso se trataba casi todo mi show.

Salgo del escenario con mi tanga repleta de billetes verdes. Los saco de ahí, los pongo en mi caja de madera púrpura y lo cierro con llave.

—Natalia, te piden en la mesa número 7.

Ruedo mis ojos, escondo mi caja y camino al área de mesas semi–privadas. Me dirijo coquetamente a la mesa que me pidieron. El que está en la mesa lleva simplemente una camisa blanca y unos jeans obscuros. Vaya, casi todos los clientes vienen en traje, ya que posiblemente vienen del trabajo a relajarse.

Él es castaño, con ojos de miel y tiene una barba de tres días. Vaya que es guapo, pero eso no lo salva, probablemente viene a engañar a su novia. Le sonrío lujuriosa cuando ya estoy llegando a la mesa. Él me mira y traga un poco de saliva. Sí, ha de ser nuevo en todo esto.

—¿Tu pediste un baile personal?– vuelve a tragar saliva y asiente, un poco tímido–, bien, te aseguro que te gustara– Y te matara, por repugnante, pienso con odio–.

Me subo en su regazo y empiezo el baile. Menea, menea, baja, baja, sube, vuelta, restriega el trasero, vuelta, menea, menea.

Él esta tenso y suda como si no hubiera un mañana. Eso es señal de que le gusta, y mucho.

Término y me levanto con cautela. Lo miro con la sonrisa más falsa que pude y vuelvo a dirigir mi mirada a sus pantalones para ver un gran bulto entre ellos. Ja, principiante. Él notó a donde miraba y maldijo en silencio.

—No frecuento mucho a estos lugares–se disculpa–.
—No te preocupes–le sonrío falsamente. Espero te mueras ahorcado, rata inmunda, pienso–.
—Me llamo Liam, por cierto.
—Aquí, tu nombre no importa, si no tu dinero–frunce los labios a reacción–, ¿algo más antes de que me vaya?
—No, creo que fue todo por hoy–suelta una pequeña risa ante su "pequeña" erección–, gracias. Espero volverte a ver.

Me sonríe y se levanta, tapa disimuladamente su erección y sale del lugar.

Yo te volveré a ver, pero en la sección de asesinatos en el periódico, sonrío y me voy a mi camarote.  

Ugh: