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·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
Bienvenidas a mis nuevas lectoras! Espero verlas por aqui muy seguido comentando! Estoy muy contenta de que les guste la novela!
Ahora tengo que hacer unas cosas pero después les subo un capi ok? Se las quiere muchoooooooo!!!
Ahora tengo que hacer unas cosas pero después les subo un capi ok? Se las quiere muchoooooooo!!!
ForJoeJonas
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
· Capítulo 7
Se volvió para asegurarse de que ni Ronald ni lord Fraser la estaban mirando y entonces corrió a esconderse a un rincón. Con un suspiro de alivio, se sentó en el banco. No estaba tan apartada de los demás como le habría gustado, pero rezaba para que la ocultara lo suficiente de los dos hombres que parecían decididos a perseguirla. Empezaba a estar muy harta de sus constantes adulaciones y descaradas atenciones, que no se habían visto mermadas en lo más mínimo por su matrimonio.
Recorrió el salón con la mirada buscando a su marido, y frunció el ceño cuando al final lo localizó. Al parecer, Ronald y lord Fraser no eran los únicos que ignoraban los límites santificados del matrimonio. Desde su punto de vista, muchas mujeres también lo hacían. Lady Constance conseguía arrinconar a Joe siempre que acudían al salón o en cualquier otro lugar donde se lo encontrara. Y, aunque no era la única, pensó ella algo contrariada, sí que era la más persistente.
—Su marido llegará muy pronto.
________ dio un respingo y luego frunció el ceño hacia Alexander mientras él se sentaba a su lado.
—Me has asustado. ¿Su marido vendrá a la corte?
—Sí, y nuestra preciosa mujerzuela se convertirá en la más recatada de las mujeres.
—¿Y consigue engañarlo? Estoy segura de que ese hombre ha oído comentarios acerca del comportamiento de su mujer cuando él no está.
—Los oye pero no le importan siempre que se comporte como debe cuando esté con él. Él hace lo mismo cuando está solo.
—¿Por eso la evitas, porque su marido está a punto de llegar?
—Sí, seguro que ese hombre me odia. Me retaría, pero no es tan bueno con la espada como él cree. No me apetece matar a un hombre sólo porque su mujer sea una cualquiera. No tienes que preocuparte; Joe no le seguirá el juego. No le gusta.
—No me había dado cuenta de que eso importara —dijo ella, irónica, y Alexander se rió.
—Con la mayor parte de los hombres, no. No importa. Pero Joe prefiere que, al menos, la mujer le guste. En eso siempre fue distinto a sus hermanos.
—¿Ah, sí? Sé muy poco sobre su familia.
—Bueno, antes de conocer a Storm, a Tavis sólo le preocupaban que estuvieran limpias y no fueran demasiado feas.
—Es algo fundamental —respondió ella con sarcasmo y él volvió a reírse.
—Sholto era un mujeriego. Quizás incluso más que Tavis. Puede encandilar a cualquier mujer y estoy seguro de que, en Francia, donde ahora está luchando, los hombres se mueren de ganas de que vuelva a casa.
—Y los de aquí desean que se quede allí.
Alexander se rió y asintió.
—Sí, seguramente. No obstante, todos quieren lo que Tavis ha encontrado.
—¿Una inglesa? —preguntó ella con descaro. Le sonrió y luego recuperó el gesto serio—. ¿Seguro?
—Sí. Todos lo han dicho alguna vez. Sholto todavía la está buscando. Y al pobre Joe, la bruja de Catalina le arruinó el sueño.
—No es la primera mujer que muere en el parto.
—Cierto. Triste, pero cierto. Pero ¿las demás maldijeron y acusaron a su marido por cada dolor y hasta el último suspiro?
—¿Hizo eso?
—Sí. Y él se sintió todavía más culpable porque no la quería a pesar de que lo estaba intentando. Pero ella nunca lo intentó. Quería a otro hombre, rechazaba cualquier caricia o palabra dulce de Joe como si fuera veneno, como si fuera un tormento que tuviera que soportar por deber hacia su familia. Incluso hizo sentir culpable a Tavis porque su matrimonio se debió a un escarceo que él tuvo con otra MacBroth. Katerine MacBroth era y sigue siendo una cualquiera, pero su familia esperaba que Tavis se casara con ella. El hecho de que Joe se casara con Catalina aplacó el disgusto y reforzó una antigua alianza. Sin embargo, yo creo que Joe pagó un precio muy alto; quizá demasiado.
—Cualquiera pensaría en eso como una buena lección para todos que demuestra que no está bien forzar o acordar matrimonios. Sólo conlleva dolor.
—¿Es lo que sientes respecto a tu matrimonio?
—No, pero esta unión también tiene golpes escondidos. Sé que no te sorprenderá que te diga que quería a Joe. —Cuando él sonrió, ella se sonrojó ligeramente—. Él no me rechazaba a mí, sino a cualquier chica con la que pretendieran casarlo. Bueno, seguro que ya lo sabes.
—Sí, te queda un largo camino por delante, jovencita —respondió él, con calma, y, cuando siguió la dirección de su mirada, añadió—: Pero no debes preocuparte por las demás mujeres. Los MacLagan no son santos, es cierto, pero no se toman sus votos a la ligera.
__________ intentó recordar aquellas palabras con todas sus fuerzas. El hecho de que Joe siempre se acostara con ella, incluso cuando ella tenía la menstruación, cosa que le daba mucha vergüenza, también la tranquilizaba. Muchas noches incluso se retiraban a la misma hora. Y él siempre intentaba estar donde ella pudiera verlo. No obstante, suponía una dura prueba comprobar cómo las demás mujeres flirteaban con él. Sintió un enorme alivio cuando su padre le comunicó los planes de marcharse a casa.
—¿Pronto?
—Sí, hija, sólo tenemos que acabar de atar unos flecos. ¿Estás cansada de la corte?
—Sí, muy cansada —murmuró ella mientras veía cómo una mujer con grandes curvas lanzaba una sonrisa lasciva a Joe.
—Sí, es horrible y tú también tienes a un par que te acosan. ¿Te dan muchos problemas?
—No, ni los que me persiguen ni las que lo persiguen a él. Pero es que son muy cansinos.
—Y ya tienes suficientes problemas, ¿no?
—No soy infeliz, padre.
—Pero ¿eres feliz?
—Sí.
—Te he visto nostálgica un par de veces.
—Nostálgica no es lo mismo que infeliz.
—__________, hija, quiero que seas sincera conmigo. Quería que te casaras, sí, pero también quería que fueras feliz.
—Y lo soy, padre. No voy a mentirte y decir que todo es perfecto. Él ha sido muy sincero conmigo y sé perfectamente lo que me espera. Sí, y puede que esté triste a veces, incluso puede que me sienta herida, pero para decirte la verdad, padre, no será nada comparado a cómo estaría sin él. Lo quería y tengo lo que quería. Si vienen tragos amargos, es lo que he elegido, así que los aceptaré y no me quejaré. Bueno, no mucho —añadió, con una media sonrisa.
Él también se rió y la abrazó.
—Sé lo que quieres decir, hija. Rezaré por ti.
_________ dio las gracias por las oraciones de su padre pero pronto deseó haber aceptado su ofrecimiento de ayudarla a deshacerse de las molestas atenciones de Ronald MacDubh y lord Fraser. Un día, después de la cena, se vio arrinconada por Ronald y buscó a su alrededor con la mirada a alguien que la ayudara a deshacerse de él, pero no encontró a nadie. Joe estaba enfrascado en un intensa conversación con el rey y nadie de su familia estaba lo suficientemente cerca o le estaba prestando la suficiente atención como para darse cuenta de que los necesitaba. Se resignó a intentar alejarse de él de forma diplomática, pero cada vez le costaba más ser educada. No quería insultar al ahijado del rey, pero empezaba a creer que sería la única forma de cortar por lo sano sus intenciones. Los rechazos educados a sus descarados intentos por ganarse sus favores no habían funcionado.
—Me cuesta creer que su marido la deje sola tanto tiempo.
—Tiene asuntos que tratar con el rey —respondió ella, esquivando sus intentos por pegarla a la pared.
—Y por eso deja a su preciosa mujer sin nada que hacer. Yo podría ayudarla a entretenerse —murmuró, con la voz ronca, cuando por fin consiguió retenerla entre la pared y él.
La sorpresa inmovilizó a _________ momentáneamente. No podía creerse que ese hombre pretendiera besarla, y mucho menos en aquel salón delante de tanta gente, pero estaba claro que era exactamente lo que pretendía hacer. Cuando acercó su cuerpo al suyo, se sacudió de asco y se preparó para empujarlo y quitárselo de encima, pero alguien se le adelantó.
Algo decepcionada, vio que su salvador era Alexander. Y también la sorprendió que un hombre tan atractivo pudiera parecer tan duro y amenazador. Alexander sujetó a Ronald, que estaba muy asustado, por el cuello de la chaqueta, y ella abrió los ojos como platos cuando vio que los pies del joven no tocaban el suelo.
—Creo que la joven ha dejado muy claro que no quiere que la entretengas.
—¿Rescatando a mi mujer?
___________ se preguntó cómo era posible que Joe hubiera acudido a su lado tan deprisa, pero luego se dio cuenta de que no estaba tan ajeno a qué hacía ni dónde estaba como ella creía.
—No estaba seguro de que te hubieras dado cuenta de que lo necesitaba.
—Me podría haber encargado sola —dijo ella, a la defensiva, pero ninguno de los dos le hizo caso.
—Claro que lo he visto. El rey quiere hablar con ése —dijo Joe, refiriéndose a Ronald.
A pesar de que a ___________ le parecía imposible, Ronald palideció todavía más y Alexander dibujó una fría sonrisa cuando se llevó al joven. __________ se asomó por detrás de Joe y vio cómo el rey hacía una señal a Alexander y a Ronald para que lo siguieran. Fue entonces cuando se dio cuenta de que todo el salón los estaba mirando fijamente y se sonrojó.
Joe la miró e intentó controlar su ira antes de hablar. A pesar de los susurros que ya empezaban a correr por el salón, sabía que __________ no había hecho nada para atraer las atenciones de Ronald ni para darle a entender que serían bien recibidas. Él mismo había querido intervenir en varias ocasiones al ver que ése, u otro hombre, la perseguía, pero se había contenido. Creía que lo mejor era que ella aprendiera a manejar aquellas situaciones.
Cuando Ronald la había arrinconado, Joe no había dudado ni un segundo. Incluso, mientras se levantaba, había informado al rey con la mayor naturalidad del mundo de que iba a matar a su ahijado. Y era consciente de que lo habría hecho, de no ser porque Alexander lo había percibido y por eso se le había adelantado. Su ira era tal que no estaba seguro de si le hubiera ofrecido a Ronald la oportunidad de defenderse.
La ira lo enfurecía. Se dio cuenta de que no estaba sabiendo mantener las distancias entre ___________ y él, pero no veía qué más podía hacer. Algo contrariado, decidió que aquella chica debía de ser una bruja, que lo estaba atrayendo sin ningún esfuerzo y hechizando sin aparentemente intentarlo. Y era un hechizo muy peligroso, porque no veía cómo combatirlo con éxito.
Obcecado con aquella idea, habló casi con tono acusador cuando dijo:
—Deberías haberme dicho que se estaba convirtiendo en un problema.
Al reconocer la acusación en su voz, __________ se puso furiosa. No veía por qué tenía que reñirla a ella porque un tarado no supiera aceptar un no. Le pareció lo más injusto del mundo.
—He manejado a ese tarado muy bien sola, gracias —le espetó.
—Uy, sí, tan bien que te arrincona y te manosea delante de un salón lleno de gente mirando.
___________ apretó los puños y lo miró fijamente.
—No me ha manoseado y estaba a punto de quitármelo de encima. Y el salón lleno de gente no se estaba fijando en mí hasta que Alexander y tú habéis montado el espectáculo. Y el espectáculo sigue contigo aquí acusándome de algo que no ha tenido nada que ver conmigo ni ha sido culpa mía. Pues no pienso aguantarlo. Por Dios que no voy a aguantarlo.
Le dio una patada en la espinilla. Y la expresión de dolor de Joe le sonó a ella a música celestial mientras se alejaba. Se fue directa a su habitación y decidió que ya había tenido bastante de la corte en general, y de los hombres en particular.
Cuando estaba a punto de ir detrás de su mujer, el padre de ___________ se interpuso en su camino.
—La has hecho enfadar, ¿no?
Todavía un poco sorprendido por la velocidad y la fuerza de la ira de la chica, Joe se calmó y dijo:
—Una pequeña diferencia de opiniones, eso es todo.
—Claro —murmuró Alaistair—. Yo esperaría un poco a ir tras ella. Deja que se acabe de bañar.
—Pero si se ha bañado esta mañana —gruñó Joe, que no estaba seguro de si le gustaba que su suegro le dijera cómo tenía que tratar a su mujer.
—A la chica le gusta darse un baño cuando está enfadada. Después se mostrará más comprensiva.
___________ dejó de peinarse el pelo casi seco cuando Joe entró en la habitación. A pesar de que no se había ido a la habitación con la esperanza de que la siguiera, se preguntaba por qué no lo había hecho. El baño la había relajado un poco, pero todavía estaba un poco ofendida. La había tratado como si ella hubiera buscado las asquerosas atenciones de Ronald.
Joe vio cómo lo miraba y cómo, enseguida, apartaba la mirada. Cuando la vio sentada en la cama, con el precioso pelo suelto y las esbeltas piernas a la vista con el sencillo camisón que llevaba, se notó preso de la lujuria, pero se resistió. Le debía una disculpa y no necesitaba el consejo de nadie para saber que era mejor que se la diera antes de intentar cualquier otra cosa.
Cuando empezó a desnudarse y a apagar las velas, ella dejó el cepillo y se metió en la cama, dándole la espalda. Joe se dijo que, aunque quisiera, seguramente no podría hacer otra cosa hasta que suavizara la sensación de ofendida que ella tenía. Se le ocurrió que era la ocasión perfecta para marcar cierta distancia entre ellos. Sólo tenía que acostarse sin hacer nada o, peor, exigir sus derechos maritales sin la más mínima palabra de disculpa. Se metió en la cama suspirando y supo que no podía hacer ninguna de las dos cosas, pero sólo porque no quería que se limitaran a cumplir con los derechos maritales. Él quería que hicieran el amor.
Cuando la rodeó por la cintura, ella se tensó. __________ sabía que Joe podía encender su pasión a pesar de la rabia que sentía, pero esperaba que no lo hiciera.
—_________ —murmuró él, mientras le besaba la nuca y notaba cómo ella temblaba bajo sus caricias.
Aquella susceptibilidad ante su contacto lo complació. Estaba claro que ella no era de las que ofrecían o negaban su pasión cuando querían. Si él quería, podía hacerle el amor, saborear su pasión y no pronunciar ni una palabra de disculpa. Sin embargo, por motivos que no acababa de entender, aquello le facilitaba la tarea de ofrecerle la disculpa que __________ quería y se merecía.
—Lo siento. Estaba furioso porque ese idiota se hubiera atrevido a manosearte, pero se lo han llevado lejos y he volcado mi rabia contigo. Sé perfectamente que no le has dado alas.
__________ se volvió hacia él y, muy despacio, dijo:
—No tenías que decirlo, y lo sabes.
—Sí, ya lo sé. Pero por eso ha sido tan fácil hacerlo, aunque parezca un sinsentido.
Ella se rió y luego se burló:
—Lo has dicho porque quieres manosearme tú, ¿verdad?
—¿Manosearte? —gruñó él, imitando su tono de burla y peleó con ella unos segundos mientras le quitaba el camisón—. Yo no manoseo.
—Y entonces, ¿qué haces?
—Acaricio.
—Vaya, pues yo no veo mucha diferencia.
—¿No? Deja que te lo enseñe. Por la mañana, sabrás perfectamente cuál es la diferencia.
__________ observó cómo su marido se vestía mientras ella se estiraba lánguidamente. «Ha cumplido su promesa», pensó, con una libidinosa sonrisa en la cara. Ahora sabía perfectamente cuál era la diferencia entre manosear y acariciar, así como las sutilezas de cualquier otro tipo de contacto que cualquiera pudiera imaginar. Cuando Joe se acercó para darle un breve beso, ella le enredó los brazos alrededor del cuello y lo convenció para que le diera un beso más largo y apasionado.
—¿Piensas quedarte en la cama todo el día? —preguntó él, con la voz ronca, un poco sorprendido de la facilidad con la que __________ podía excitarlo, sobre todo cuando ya debería estar saciado, incluso necesitado de una pausa.
—Bueno, me parece que todavía tengo dudas sobre una o dos palabras —susurró ella.
Casi sonriendo y preguntándose cómo podía parecer seductora y pícara al mismo tiempo, él dijo:
—Bueno, podría tomarme un momento para enseñarte algo más. Esto es un cachete —dijo, mientras le daba la vuelta y le pegaba un suave cachete en las nalgas—, y esto es una pequeña palmada —le dio una cachetada un poco más fuerte y, riéndose, salió de la cama.
—¡Tramposo! —exclamó ella, pero, cuando cogió la almohada, preparada para lanzársela, él ya había salido y estaba cerrando la puerta.
_________ suspiró y salió de la cama. No le apetecía demasiado salir de la habitación. Por la noche y a primera hora de la mañana, Joe no se mostraba nada distante y frío. Era apasionado, hablador y, a veces, incluso chistoso. Sin embargo, cuando se veían fuera de la habitación por la mañana, se había vuelto a poner la máscara y estaba a la defensiva.
_________ se encogió de hombros y se olvidó de la melancolía. Había visto el tipo de relación que podían llegar a tener, lo había visto cada vez que estaban los dos solos en la habitación, lejos de todos los demás. En esos momentos, él estaba relajado, no había duda. A ella le molestaba un poco tener que recurrir a su cuerpo y a la pasión que compartían para derribar sus barreras, pero funcionaba y no estaba en situación de protestar sobre los métodos que empleaba.
Cuando se sentó a su lado en el salón, él no pudo reprimir una sonrisa. Sin embargo, muy serio, se dijo que sonreír a su mujer como un marido enamorado no era la mejor manera de mantener las distancias. Pero era complicado mostrarse distante cuando todavía tenía la cabeza llena de deliciosas imágenes de una noche repleta de pasión. Sabía que debería mostrarse más frío incluso en la cama, pero también sabía que eso era imposible. Como había sucedido cada noche desde que se habían casado, se iría a la habitación atraído por la promesa de la pasión y notaría cómo su frialdad se derretía cuando ella lo acariciara. A veces tenía la sensación de que era dos hombres en uno y se preguntaba si aquello también la confundía a ella. Irónico, se dijo que quizás así conseguiría que ella no se enamorara.
Cuando decidió que Joe estaba más cerrado de lo habitual, ___________ dejó que la reina la llevara hasta un grupo de mujeres. Cogió sus labores y se sentó junto a las demás, pero pronto descubrió que el motivo de la reunión no eran las labores, sino el cotilleo. Algunas de las historias que se explicaron la dejaron helada, aunque intentó disimularlo. Era difícil no salir en defensa de algunos de los nombres que se estaban vapuleando de aquella forma, aunque no los conociera personalmente. Mientras intentaba separar la verdad de la mentira o el rumor, empezó a tener dolor de cabeza.
—Y hay algo que le interesará, lady MacLagan.
Contuvo las ganas de sacarle la lengua a lady Constance cuando comprobó el desdén con que pronunciaba su nombre y le respondió:
—No imagino qué puede ser.
—Lady Mary Cameron ha llegado hoy a la corte. Antes se la conocía como Mary Chisolm, ¿lo sabía?
—No. Ese nombre no me dice nada.
—Pues será mejor que se familiarice con él.
—¿Por qué?
—Porque es la mujer de la que Joe estaba enamorado.
—Ah, ésa. Ya me ha hablado de ella.
—¿Y le ha dicho que ahora es viuda?
__________ notó un escalofrío por toda la espalda, pero mantuvo su fingido y distante desinterés:
—No. No es algo que nos concierna.
Antes de que lady Constance pudiera añadir el comentario sarcástico que tenía en la punta de la lengua, la reina cambió de tema de conversación. ___________ suspiró aliviada.
En cuanto pudo retirarse sin levantar suspicacias, lo hizo. En su habitación, se tendió en la cama y reprimió las repentinas ganas de gritar de frustración. Lo último que necesitaba era otro problema. Sabía que Joe le había dicho que ya no estaba enamorado de su antiguo amor, pero también sabía que podía estar equivocado. Era posible que las llamas de aquel amor no estuvieran totalmente extinguidas y que volvieran a prender. Aquella idea le dolió y contuvo la respiración ante la intensidad del dolor.
Algo triste, admitió que estaba enamorada de Joe. Era algo que había sospechado desde el momento en que lo había visto, pero había intentado no pensar mucho en eso, y lo había conseguido. Sin embargo, aquella amenaza la hizo darse de bruces con la realidad. Ninguno de sus demás problemas había amenazado con quitarle el amor de Joe. Sencillamente, no lo tenía y debía luchar por conseguirlo. Ahora se enfrentaba a la posibilidad de que todo por lo que ella luchaba le fuera entregado a otra.
Meneó la cabeza con vigor y se levantó. Era una opción, pero no tenía por qué pasar. Estaba claro que no se quedaría sentada sin hacer nada, se dijo, con decisión, mientras se encaminaba hacia el salón con la esperanza de llegar antes de que lady Mary Cameron hiciera su entrada.
Joe buscó a su mujer y frunció ligeramente el ceño cuando no la encontró. Estaba a punto de sucumbir a la necesidad de ver si se había retirado a la habitación cuando notó que una mano lo tiraba de la manga. Al ver quien reclamaba su atención, se quedó sin aliento.
—Mary.
—Me preguntaba si me recordarías. Han pasado cuatro años.
—No has cambiado nada —respondió él, y notó una punzada de resentimiento ante aquella realidad.
Cuando la habían entregado a otro hombre, se había quedado destrozado. Y en ese momento decidió cerrar su corazón, para no volver a sentir ese dolor. Y sabía que aquello le había pasado factura. Sin embargo, Mary no parecía haber sufrido demasiado a pesar de que la habían separado de él, un hombre al que decía querer más que a su vida.
Ella observó al hombre con el que una vez había pensado casarse, hasta que el rico y poderoso lord Cameron pidió su mano. Los años y las dificultades de la vida habían aumentado el atractivo de Joe. Mary notó cómo se le aceleraba el corazón. Lo único de lo que se había arrepentido era de no haberlo convencido para que fuera su amante. Al principio, tuvo que mantener la virtud para su marido, e Joe siempre la había tratado con el máximo respeto. Pero, después de su boda, él desapareció. Sin embargo, siempre se había preguntado cómo sería como amante, y estaba decidida a descubrirlo.
—Me halagas.
—No, es que estás igual que cuando nos despedimos. Yo, en cambio, sí que he cambiado.
Ella alargó la mano para recorrer la cicatriz de la cara con el dedo.
—Te da un aspecto peligrosamente atractivo, Joe. ¿Te has casado?
—Sí, hace apenas quince días. De hecho, estaba buscando a mi mujer.
__________ se detuvo en la entrada del salón y frunció el ceño mientras buscaba a Joe. A pesar de que era muy alto, no siempre era fácil localizarlo cuando había mucha gente. Y, como era la hora de la comida, el salón estaba lleno.
—¿Buscas a alguien, querida?
__________ dedicó una breve mirada de bienvenida a Alexander y luego asintió:
—A Joe. ¿Crees que es buena idea que me llames querida?
—Quizá no, pero pienso seguir haciéndolo.
—Provocarás comentarios.
—Sí, las volveremos locas a todas. Será divertido.
—Tienes una idea muy extraña de la diversión, Alexander MacDubh.
Cuando al final localizó a Joe se tensó. Junto a él había una rubia espectacular. Para ser mujer, era bastante alta, tenía las curvas que ella sabía que los hombres deseaban y era elegante y delicada. Sin embargo, lo que realmente la asustó fue el gesto relajado que vio en la cara de Joe mientras miraba a esa mujer.
—Alexander, ¿quién es la mujer que está con Joe? —preguntó, a pesar de que estaba casi segura de que lo sabía.
—¿Qué mujer? —respondió él, con una inocencia exagerada.
—La conoces —insistió ella con firmeza.
—Es lady Mary Cameron. No la conoces.
—Sí, me temo que la conozco. —Lo miró después de ver cómo la mujer acariciaba la cara de Joe y le sonreía con encanto—. ¿Y ahora también vas a decirme que no tengo que preocuparme por las otras mujeres?
ForJoeJonas
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
PREGUNTA PARA MIS LECTORAS
Chicas, comentarles que el año pasado en las épocas navideñas subí varias novelas que tenían referencia con esta época del año y tenía pensado volver a hacerlo este mismo año, pero me gustaría saber si cuento con el apoyo de todas ustedes.
Que dicen, novelas de Navidad... ¿SÍ O NO?
Chicas, comentarles que el año pasado en las épocas navideñas subí varias novelas que tenían referencia con esta época del año y tenía pensado volver a hacerlo este mismo año, pero me gustaría saber si cuento con el apoyo de todas ustedes.
Que dicen, novelas de Navidad... ¿SÍ O NO?
ForJoeJonas
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
pero calroq ue si!!
tu subiste como dos noves de navidada y feuron hermosas
sube mas
y si gue con esta
pon maraton porfavor
tu subiste como dos noves de navidada y feuron hermosas
sube mas
y si gue con esta
pon maraton porfavor
andreita
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
Oh dios! Claro que sii
No puedo esperar mas, me encantaro las que subiste al año pasado!
OMJ! El capitulo estuvo fantastico siguela!!!!
No puedo esperar mas, me encantaro las que subiste al año pasado!
OMJ! El capitulo estuvo fantastico siguela!!!!
StayMemiFaither
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
Mis niñas lindas, muchas gracias por su apoyo y apoyarme en lo de las noves de Navidad. Estoy muy contenta de verdad. Aquí les traigo un nuevo capítulo.
Y QUIERO SABER SUS OPINIONES SOBRE ESTE CAPÍTULO!!!!!
Un beso enooooorme!
Y QUIERO SABER SUS OPINIONES SOBRE ESTE CAPÍTULO!!!!!
Un beso enooooorme!
ForJoeJonas
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
· Capítulo 8
Fue una de las cosas más difíciles que ___________ había hecho en su vida, pero no le preguntó a Joe acerca de Mary. Decidió que la mejor forma de manejar la situación era confiar en él y, de hecho, lo hacía.
En cambio, de Mary no se fiaba en absoluto. Insistiría hasta que él cayera en sus redes. Ya lo estaba haciendo. __________ se dijo que ojalá supiera hasta dónde estaba dispuesta a llegar esa mujer. Dependiendo de los miramientos de cada uno, una esposa no era un obstáculo insalvable para algunos. E ________ tenía la sensación de que lady Mary no tenía demasiados miramientos.
Bebió un buen trago de vino e hizo un esfuerzo por controlar los nervios, como había hecho durante las tres noches que hacía que lady Mary había llegado. Estaba sentada junto a su marido, pero, a juzgar por el caso que le hacía, podría haber estado a kilómetros de distancia. Mary había conseguido usurparle el asiento a lady Constance y, con eso, prácticamente había monopolizado la atención de Joe. Y él parecía encantado de ofrecérsela, se dijo ella, algo contrariada. Con firmeza, se dijo que lo único que le estaba ofreciendo era su atención y que, en lugar de estar furiosa, debería estar agradecida.
—Vaya, Joe, estamos ignorando a tu encantadora esposa.
__________ se preguntó de qué tamaño sería el escándalo si le echara la copa de vino por el pelo perfectamente peinado y, con mucha dulzura, le dijo:
—La encantadora esposa de Joe está perfectamente, gracias.
Joe miró a su mujer y se dijo que su voz había sonado demasiado dulce, aunque se sorprendió por lo inexpresivos y duros que estaban sus ojos. Sabía que la estaba ignorando y que le estaba prestando demasiada atención a Mary, pero, por lo visto, no podía evitarlo. Ni el creciente distanciamiento de su mujer ni las miradas beligerantes de sus hermanos parecían detenerlo. Mary era un recuerdo de una época más feliz, una época anterior al momento en que toda su vida se derrumbó. Sabía que no podía volver atrás, pero no podía resistir la tentación de intentar recuperar una parte de aquella vida.
—Claro, ya tienes a Alexander, ¿verdad? —susurró lady Mary, y luego volvió a implicar a Joe en una conversación sobre un conocido de los dos.
Con el ceño ligeramente fruncido, ___________ miró a Alexander y vio que él sospechaba lo mismo que ella respecto a los motivos por los que Mary había dicho aquello.
—¿De verdad cree que jugaría esa carta?
—Sí, es una bruja manipuladora.
—¿De veras?
—Lo fue y lo sigue siendo. Y, seguramente, siempre lo será. Joe nunca lo vio.
—Y tú nunca se lo dijiste.
—No, yo ya había pasado por todo eso con Tavis. Es curioso, pero también se llamaba Mary.
—La mitad de las mujeres del país se llaman Mary.
—Bueno, para ser sincero, y disculpa si te ofendo, Mary mantuvo su virtud intacta, pero fue lo único que mantuvo intacto. Para Joe, era la virgen perfecta. No veía más allá y ella no se lo permitía. Mary conocía más trucos que la más experta de las cortesanas —murmuró, y bebió un sorbo de vino.
A pesar de que aquellas palabras la hicieron sonrojar, __________ se mostró curiosa. También estaba segura de que Alexander no estaba sobrio del todo y que aquello le hacía decir todas esas cosas. Su pálida piel estaba algo colorada y sus preciosos ojos tenían un brillo diferente.
—¿Tavis te odió?
—No, pero hasta que conoció a Storm, nuestra relación se resintió. Tuvimos que esforzarnos mucho, pero la chica tampoco se merecía que rompiéramos nuestra amistad. Aunque claro, el pobre todavía se muestra cauto como una perra que protege a su camada cuando hablo con Storm.
—Intentaste robársela una vez, ¿no?
—Sí, pero antes de que se casaran. Por lo visto, mi destino es desear a todas las mujeres de los MacLagan.
La información implícita en aquellas palabras y la forma cómo la miraba la hicieron sonrojarse. Que un hombre como Alexander la deseara era muy halagador. Y sonrió. Él parecía un niño pequeño enfurruñado.
—Hay una chica ahí fuera para ti, Alexander MacDubh.
—Pues está muy bien escondida. El año que viene cumplo los treinta y dos.
—Madre mía, qué viejo eres. Los años empiezan a apretar.
—Eres muy mala.
—Lo sé. Encontrarás a una chica. Aunque, seguramente no te fijarás en ella desde un principio y, al ser tan mujeriego, los inicios serán difíciles. Creo.
—¿Soy tan mujeriego?
—Sí, y la pobre estará muy preocupada, estoy segura.
—Pobrecita. Tendré que consolarla mucho.
—Sí, bastante.
—Imagino que no querrás que te consuele, ¿verdad?
—No, al menos no de esa forma.
—Una lástima. ¿Me concedes un baile, a cambio?
Ella se rió y asintió al tiempo que dejaba que se la llevara con los bailarines. Muchos los miraron con expresión de complicidad y ella suspiró. Estaba claro que todos pensaban que sólo había un motivo por el que una mujer podía acercarse a Alexander, o por el que él se acercaba a una mujer. Cuando cruzó una mirada con Joe, supo que él se preguntaba lo mismo que los demás y eso la enfureció y la hirió. Su desconfianza la ofendía, pero no podía evitar preguntarse por qué, si creía que Alexander y ella eran amantes, no hacía nada para evitarlo.
Por primera vez desde la llegada de Mary, Joe descubrió un motivo para no prestarle atención. La visión de Alexander e __________ disfrutando de la compañía mutua lo incomodó. Confiaba en ella, pero sabía la facilidad con que Alexander podía seducir a casi cualquier mujer. También sabía que había ignorado a su mujer de forma vergonzante a favor de otra mujer y ahora estaba preocupado por si ella sucumbía al encanto de Alexander.
Por dentro, hizo una mueca, un poco avergonzado por querer evitar a toda costa que ella tuviera un amante cuando él mismo estaba considerando la posibilidad de tener una. Las indirectas de Mary de que estaba dispuesta a irse a la cama con él eran sutiles pero claras, y a él le resultaba muy difícil resistirse a la tentación. A medida que la noche fue avanzando, las invitaciones de Mary aumentaron y él se fue debilitando.
___________ oyó el suave murmullo de unas voces mientras regresaba del excusado. Cuando reconoció la voz del hombre, se escondió entre las sombras y el corazón se le aceleró, como si ya anticipara el dolor que tendría que soportar. La pareja se detuvo delante de su escondite y ella se pegó todavía más a la pared, apretando los puños con fuerza, mientras intentaba reprimir el impulso de salir de las sombras y expresar su ira y su dolor a gritos frente a la pareja.
Mary frunció el ceño cuando Joe dudó. Pensaba que lo había conseguido. Incluso había empezado a planear cómo podían deshacerse de su mujer para que pudiera casarse con ella. En los cuatro años que habían estado separados, él había acumulado más poder y riqueza de lo que ella jamás hubiera soñado. Y lo mejor era que estaba muy cercano al rey, cosa que le reportaría todavía más dinero y poder.
—¿Por qué te contienes, amor mío?
—Mary, soy un hombre casado.
—Si hubiera llegado antes a la corte, habría impedido esa locura —suspiró, mientras se aferraba a su cuello y lo besaba con toda la seducción que sabía, una habilidad que había empezado a perfeccionar poco después de su primera menstruación—. Nos obligaron a separarnos —dijo, con la voz ronca, complacida con el aparente desconcierto de Joe mientras sutilmente lo invitaba a su habitación—, y a aceptar a otros como compañeros. Ven. Mi amor, no volvamos a privarnos de lo que le debemos al amor que compartimos.
Joe dejó que se lo llevara. Estaba desconcertado después del beso y no podía pensar con claridad porque no había sido como se lo había imaginado. A pesar de las incómodas habilidades que Mary había desplegado, su pasión no había resurgido. Había respondido ligeramente a los buenos recuerdos, pero nada más. Y empezó a pensar con qué facilidad lo excitaba ___________ y si valía la pena arriesgar lo que tenía con ella por lo que pudiera compartir con Mary.
El dolor que se aferró a las agallas de __________ cuando los había visto besarse se dobló cuando se marcharon y ella no dijo nada. Presa de un llanto convulsivo, se tapó la cara con las manos y se echó a llorar. Justo cuando empezaba a resbalar por la pared, dos fuertes brazos la rodearon. ___________ levantó la cabeza, sorprendida, para comprobar la identidad de quien la estaba abrazando antes de aferrarse al pecho de Alexander y dar rienda suelta a su desgracia.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó, al final, cuando consiguió calmarse un poco.
—Sabía que estarías aquí y quería evitar que vieras lo que acabas de ver.
—Eh, ¿qué le estás haciendo a nuestra hermana? —La reconocible voz de Malcolm resonó por el pasillo justo antes de que alguien separara a ___________ y Alexander.
—No me estaba haciendo nada —se apresuró a responder ___________ cuando vio la beligerancia con que sus hermanos miraban al hombre.
—Sólo estaba consolándola.
—Sí, ya sé cómo consuelas a las mujeres, Alexander MacDubh. La consolarías de camino a tu cama —gruñó Malcolm.
—____________ nunca me utilizaría de esa forma, señor. —Alexander se volvió hacia ella y le guiñó un ojo—. No obstante, si ella quiere me tiene a su disposición…
—No sigas —lo interrumpió Robert, y luego rodeó los hombros de __________ con el brazo a modo de consuelo—. Has llorado. Entonces, has visto al desgraciado ése. No te preocupes, cariño. Se lo haremos pagar.
—Y ése era el otro motivo por el que he venido —añadió Alexander—. Para evitar un asesinato.
—No haréis nada —exclamó ella, separándose de Robert, mirando a todos sus hermanos y reconociendo la realidad de sus intenciones en sus expresiones serias—. No podéis hacerlo.
—__________, te ha avergonzado. Y te ha hecho daño.
—No es asunto vuestro, Donald.
—Eres nuestra hermana y no permitiremos que te trate así —dijo Nathan, entre dientes.
—No me importa.
—Claro que te importa. Se te ve en la cara.
—Claro que sí, pero no tanto como para verlo muerto. Sí, ha habido un momento en que lo he deseado y una pequeña parte de mí sigue insistiendo en deciros que vayáis allí y los clavéis, a él y a su puta, con la espada a la cama adúltera. Pero no puedo. Me haríais mucho más daño que él. No sería el único que se moriría si lo atravesarais con la espada.
Cuando vio que sus palabras habían amortiguado la ferocidad de sus hermanos, Alexander le dijo:
—Vete a tu habitación, ___________.
Después de mirar a todos sus hermanos, hizo caso a Alexander. Tenía la necesidad de esconderse, aunque sólo fuera unos momentos. Aunque deseaba tener otro sitio donde ir que la habitación que compartía con Joe.
En cuanto ___________ se marchó, Alexander miró a sus hermanos. Eran una impresionante colección de jóvenes altos, fuertes y apuestos; incluso más impresionante cuando uno recordaba que había cuatro más como ellos en casa. Cualquiera sería un digno contrincante para Joe. Alexander sabía que, si se peleaban, la sangre de éste no sería la única que se derramaría. Apreciaba a ___________, mucho más de lo que debería, y quería evitarle el dolor que le provocaría ver que sus hermanos se peleaban con su marido.
—No podéis atacar a Joe —dijo, muy despacio.
—Lo defiendes porque es tu amigo —respondió Malcolm.
—Sí, y porque ___________ es mi amiga.
—No estoy seguro de si te quiero cerca de nuestra hermana —dijo Nathan, con frialdad.
Alexander se encogió de hombros.
—Me da igual. Por muy mal que os sepa, ella seguirá siendo mi amiga. ____________ me ha hecho el honor de aceptarme. Y pocas mujeres lo habían hecho.
Duncan soltó una risotada burlona.
—Les gustas a todas. Quizá demasiado.
—No, les gusta mi cara y mi figura, pero pocas se toman la molestia de descubrir lo que hay debajo. Pero ésta no es la cuestión. ____________ ha dejado muy claro por qué no podéis atacar a Joe. Quiere a ese estúpido. Y os quiere a vosotros. Independientemente del resultado de la batalla, la persona cuyo dolor queréis vengar acabaría perdiendo algo que quiere. Y no tiene sentido.
—Aunque me duela admitirlo, tiene razón —dijo Robert.
—Y entonces, ¿qué? ¿Dejamos que ese perro no pague por lo que le ha hecho a nuestra hermana? —preguntó Nathan, furioso.
—Bueno, yo no he dicho eso —respondió Alexander—. Puede que una buena paliza le haga recuperar la sensatez. Sí, incluso puede que me una a vosotros.
—¿Seguro que eres su amigo? —preguntó Robert, con una pequeña sonrisa.
—Sí, pero eso no significa que apruebe todo lo que hace. No, y menos cuando da la espalda a una buena chica que lo quiere y se va detrás de una furcia. Quizás una buena paliza en su momento le haga ver que va detrás de la basura y se olvida de lo realmente valioso.
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