Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 32 de 32. • Comparte
Página 32 de 32. • 1 ... 17 ... 30, 31, 32
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
• Capítulo 23
MacLennon.
Joe tuvo la sensación de que sus peores pesadillas se habían hecho realidad. Tanto la bocina para pedir ayuda como la espada estaban al alcance de su mano. Debido a la resistencia de __________, la espada de MacLennon no era estable. Presintió que tenía una oportunidad, pero en cuanto tensó el cuerpo para moverse, la espada de MacLennon se alejó de su cuello. Observó, horrorizado, cómo amenazaba ahora a __________, y le cortaba la piel lo suficiente para que un hilo de sangre le resbalara por el cuello.
—Muévete y ella morirá, MacLagan.
___________ se quedó inmóvil al sentir el frío del acero acariciándole el cuello. Y cuando vio que Joe también se quedó inmóvil, se dio cuenta de que quizás estaban atrapados y sin salida.
—Tira la espada y la bocina al bosque.
—¡No, Joe! —gritó _________, y luego contuvo el aire cuando la espada de MacLennon volvió a pellizcarle el cuello.
—Suéltala, MacLennon —dijo Joe mientras lanzaba la espada y la bocina—. Es a mí a quien quieres.
—Sí, es a ti, pero quiero que sufras y creo que tengo el potro de tortura perfecto, MacLagan. Un potro de tortura pequeño y precioso. —Lanzó a ___________ encima de Joe, agarró un trozo de cuerda que llevaba al hombro y también se la lanzó—. Átalo.
—No, no puedo. No pienso hacerlo —protestó __________, incluso cuando MacLennon le acercó la punta de la espada.
—Hazlo, ___________ —le ordenó Joe mientras rezaba para que, si conseguía mantenerlos a los dos con vida un poco más, quizás alguien acudiría a buscarlos.
—Sí, __________. Hazlo —se burló MacLennon—. Sé una buena esposa y haz lo que te dice tu marido. Joe, arrodíllate y coloca las manos a la espalda. Y ahora, __________, lo atarás como yo te diga.
—Joe, no puedo.
—Hazlo, _________. Haz lo que él te diga.
Temblando por el miedo de estar preparando a su marido para la muerte, ___________ empezó a atarlo, siguiendo las instrucciones de MacLennon al pie de la letra. La mirada que Joe le había lanzado le había hecho pensar que intentaba decirle algo, que intentaba enviarle un mensaje. Sólo podía suponer que quería que tuviera cuidado y que perdiera todo el tiempo que pudiera. Mientras lo ataba, tuvo la horrible sensación de que precisamente tiempo era lo que no tenían. La forma en que lo estaba atando implicaba que él no podría moverse sin ahogarse hasta morir. Contuvo el aliento y se detuvo.
—No, no puedo. Será una tortura.
—Señora, ¿vas a ser desobediente? —preguntó MacLennon mientras se colocaba frente a Joe—. ¿Quieres que le corte para que obedezcas? Quizás una cicatriz en la otra mejilla. Ah, pero si aquí tenemos un buen amiguito.
_________ palideció cuando MacLennon acercó la espada al pene de Joe y terminó de atarlo.
—Ya está. Ya puedes dejar de atormentarlo.
—Uy, pero querida, si apenas he empezado. —Se levantó y sonrió con frialdad a Joe—. Dejaré que conserves a tu amiguito un poco más.
Se rió y empujó a Joe, provocando una tensión en la cuerda. ___________ contuvo la respiración y se abalanzó sobre aquel hombre, enfurecida por su crueldad. No pudo ni siquiera darle una bofetada. Casi sin esforzarse, él la golpeó y la lanzó al suelo. Ella lo miró y supo que, a pesar de que habían ganado un poco de tiempo, ese tiempo sería una tortura plagada de los horrores que la rebuscada mente de MacLennon pudiera inventarse. Ese hombre sabía que las posibilidades de que alguien acudiera a su rescate eran escasas y pretendía jugar con ellos.
—Venga, señora, creo que estaba a punto de desnudarse. No permita que mi presencia la detenga.
Por un segundo de pánico, Joe pensó en gritar auxilio, pero se contuvo. Había pocas posibilidades de que alguien lo oyera. Sólo conseguiría una muerte rápida para ___________ y para él. Cuando llegaran en su ayuda sólo encontrarían dos cadáveres. Tenía que intentar ser fuerte y dejar que MacLennon siguiera con sus locuras, porque siempre cabía la posibilidad de que alguien descubriera alguna señal que indicara que MacLennon estaba cerca o, sencillamente, se preocupara porque __________ y él ya hacía mucho que se habían ido y no habían vuelto a saber de ellos. No obstante, saber lo que MacLennon planeaba hacerle a su mujer le hacía temer que no tendría estómago para soportarlo. No creía que pudiera contemplar, en silencio, cómo la violaba, aunque fuera para salvarles la vida.
Mientras aceptaba la posibilidad muy real de sus muertes, las palabras de Alexander lo persiguieron. Dios le había dado la alegría de ___________ y él había desperdiciado cada día de su breve tiempo juntos. Al temor por ella y a la rabia impotente, se unía el dolor por el tiempo perdido.
—__________, lo siento —dijo, con la voz ronca por la cuerda que tenía alrededor del cuello.
—¿Por qué? ¿Porque este loco cree que nuestro dolor terminará con el suyo? ¿Porque cree que nuestras muertes pueden resucitar a Catalina?
—Cállate y desnúdate —dijo MacLennon, entre dientes—. Alguien tiene que pagar por la muerte de Catalina.
—Pues habla con Dios, burro. Él es quien se la llevó. Murió dando a luz.
—A su hijo —gritó MacLennon.
—Sí, igual que hubiera muerto si te hubieras casado con ella y la hubieras dejado embarazada. ¿Qué habrías hecho, entonces? ¿Vengarte de ti mismo? —le preguntó, con desdén—. ¿Te habrías clavado la espada justo encima de su tumba? —gritó cuando la golpeó y la tiró al suelo.
MacLennon dudó mientras se acercaba a ella, con la espada en el aire, dispuesto a atacar.
—No, no conseguirás que te mate. Todavía no. Levántate.
Mientras, se levantaba, muy despacio, se preguntó si era lo que estaba haciendo, intentar que la matara. Meneó la cabeza y rechazó la idea. No deseaba morir, ni siquiera sabiendo lo que planeaba hacerle. La rabia, fruto del miedo y la frustración, había provocado sus palabras. Le daba rabia que ese loco pudiera dar rienda suelta a su mente vengativa, amenazar la vida de Joe y la suya y que ella no pudiera hacer nada para detenerlo. Por dentro, le hervía la sangre por aquella injusticia y aquello había provocado las amargas y punzantes palabras. Sin embargo, se preguntó si podía enfurecerlo lo suficiente para que cometiera el error que les diera, a Joe y a ella, una oportunidad.
—Desnúdate —le ordenó, entre dientes—. No puedes detenerme. Pretendo que vea cómo tomo a su mujer, igual que él tomó a la mía.
A pesar de que parecía que tenía el corazón en la garganta, __________ se encogió de hombros y empezó a desabrocharse el vestido.
—¿Seguro que puedes? ¿Estás seguro de que no enterraste tu hombría, así como tu mente, con Catalina?
__________ se tensó para recibir el golpe cuando vio que él levantaba el puño pero, con un visible esfuerzo, MacLennon se controló.
—Tienes una lengua muy afilada, señora. Será mejor que vayas con cuidado, no sea que te la corten.
—Pareces muy aficionado a cortar partes del cuerpo de las personas.
Por el rabillo del ojo, vio un trozo de madera que parecía robusto y, mientras se quitaba la túnica y la dejaba caer al suelo, empezó a idear un plan. Dejó de burlarse de él y se concentró en desvestirse lo más despacio posible, sujetando cada pieza en el aire antes de dejarla caer al suelo. Cuando dobló la cintura para bajarse las medias, vio la mirada que había estado esperando. Puede que MacLennon estuviera loco, pero todavía sufría los ataques de lujuria masculinos. Si era cautelosa e inteligente, podría usar aquello en su contra.
Joe se movió de forma compulsiva para ayudar a ____________, pero se ahogaba y se quedó inmóvil. Por un momento, temió que MacLennon tuviera razón, que __________ estuviera intentando que la matara. Descartó la idea, aunque sin saber demasiado bien por qué; tenía el presentimiento de que ella nunca haría algo así.
Y, de repente, se quedó confundido porque, por lo visto, la rabia de Islaen había desaparecido. Mientras la veía desvestirse, le pareció como si estuviera seduciendo a MacLennon y, a juzgar por la mirada del hombre, estaba funcionando. No entendía por qué iba a hacer algo así. Pero cuando __________ reveló su plan, Joe se sintió orgulloso ante su valor pero, al mismo tiempo, aterrado porque el riesgo habría podido suponer un dolor adicional, al enfurecer tanto a MacLennon que la venganza que le tenía preparada fuera peor.
_________ se quitó las enaguas y las sujetó como si fuera a dejarlas caer, igual que las demás prendas. Entonces, cuando la mirada de MacLennon se desvió brevemente hasta sus piernas desnudas, ella se las lanzó encima cubriéndole la cabeza y, así, mientras intentaba quitárselas, ella agarró el trozo de madera. MacLennon ya casi se había zafado de las enaguas cuando ___________ balanceó la madera y le golpeó en el estómago con todas sus fuerzas. Cuando él se dobló por la mitad, ella volvió a levantar la madera y le golpeó en la cabeza. El hombre cayó al suelo y ella se lo quedó mirando, boquiabierta, unos segundos, sorprendida de haber hecho lo que había hecho y de que hubiera funcionado.
Se sacudió la sorpresa y, por un momento, pensó en coger la espada de MacLennon para soltar a Joe, pero no lo hizo y corrió al lado de su marido. Estaba tan nerviosa que hubiera sido incapaz de cortarle los nudos sin hacerle daño. Intentó calmarse para no entretenerse demasiado con las cuerdas y empezó a desatarlos.
Cuando la cuerda del cuello se aflojó, Joe habló con la voz ronca:
—Podrías haber hecho que te matara.
—Bueno, teniendo en cuenta que igualmente planeaba matarme, no sé de qué te quejas. Muerte por muerte…
—Ve a buscar la bocina y avisa a los demás.
—Primero te soltaré para que, al menos, puedas tomar su espada. —Desató el último nudo y oyó un gruñido de Joe—. ¿Estás herido?
—Sólo tengo los músculos entumecidos.
—Iré a buscar su espada. Debería haberlo hecho antes, pero sólo pensaba en liberarte, y no podía utilizarla para eso.
—_________, cuidado. —Joe intentó gritar pero sólo pudo emitir un ruido ronco, pues tampoco podía moverse para salvarla.
__________ había dado un paso hacia MacLennon cuando, de repente, el hombre se levantó y se abalanzó sobre ella. __________ se volvió para huir, pero él la agarró por el pelo y le dio la vuelta para tenerla de frente. Le dio una bofetada que la tiró al suelo, y luego saltó encima de ella. Por un instante, ___________ temió que todavía quisiera violarla y que, después de tanto rato atado, Joe no estuviera recuperado para salvarla. Y luego experimentó auténtico terror cuando las manos de MacLennon se cerraron alrededor de su garganta y, por mucho que lo golpeara, no había manera de aflojarlas; estaba demasiado furioso, demasiado obcecado para notar el dolor que ella pudiera provocarle.
Intentó quitárselo de encima, pero él se rió. El cuerpo de __________ no tenía la fuerza suficiente para repelerlo, ni siquiera con las fuerzas añadidas del pánico a la muerte. Y entonces, de repente, vio un brazo alrededor del cuello de MacLennon y ahora era él quien luchaba por respirar. Durante unos segundos, siguió aferrado a su cuello e ___________ notaba que estaba a punto de quedarse sin fuerzas. Pero en ese momento la soltó para concentrarse en zafarse de Joe. Ella se volvió de lado, con la mano en la garganta e intentó respirar a bocanadas. Durante unos segundos, lo único que importaba era que el aire entrara en su cuerpo.
Joe se quedó más tranquilo cuando vio que ___________ se movía. Tenía miedo de haber tardado demasiado en conseguir poner en marcha sus maltrechos músculos. Lo único que tenía en la cabeza mientras intentaba recuperarse para salvarla era lo pequeño que era su cuello, su debilidad al verse envuelto por las fuertes manos de un loco que quería matarla.
—_________, ve a buscar los caballos —gritó, desesperado, y luego se quejó cuando MacLennon se soltó y lo tiró al suelo.
Ella asintió e intentó levantarse. Estaba débil y mareada, pero luchó contra ambas cosas. Mientras pensaba, presa de la histeria, que Joe se iba a enfadar mucho con ella, no se dirigió hacia donde estaban los caballos, sino hacia donde había tirado la bocina. No tenía ninguna intención de salvar su vida a costa de la de Joe porque, si lo hacía, sabía que nunca más podría vivir tranquila.
Con la atención dividida entre su mujer y MacLennon, Joe podía hacer poco más que mantenerse fuera del alcance de su enemigo.
—¡___________, te he dicho que fueras a buscar los caballos! ¡Márchate de aquí!
—Ya voy —respondió ella, pero dudaba que la hubiera oído, porque sólo le salió un hilo de voz.
Cuando Joe se dio cuenta de qué estaba buscando, intentó concentrarse únicamente en MacLennon. Sabía que __________ se dirigía hacia la bocina y no creía que le costara demasiado encontrarla. Cuando la hiciera sonar, la ayuda llegaría en apenas unos minutos.
Desesperada, y a cuatro patas, __________ la buscó y, al encontrarla, estuvo a punto de echarse a llorar, porque significaba el final de la pesadilla en la que estaban atrapados. Su alivio se convirtió en desespero cuando su primer intento de soplar fue tan débil que el sonido que emitió apenas podría viajar un metro. Rezó para hacer acopio de fuerzas, respiró hondo varias veces, a pesar del dolor, y volvió a intentarlo. El sonido fue más fuerte y claro, pero le robó las últimas fuerzas que le quedaban. Se dejó caer al suelo y rezó para que hubiera sido suficiente para atraer la ayuda que tanto necesitaban.
Alexander levantó la cabeza de la partida de dados que estaba jugando con Robert cuando Phelan entró en Muircraig.
—¿Dónde estabas?
—Por ahí.
—Qué preciso. Te has perdido a lady Mary. Acaba de marcharse, y no estaba de demasiado buen humor, me temo.
—Da igual. La he visto de lejos. ¿Dónde está Joe? —preguntó Phelan mientras desmontaba—. Me parece que vas perdiendo, Robert. Es mejor no jugar contra Alexander.
—Deberías habérmelo dicho antes de que perdiera casi todo lo que tengo. Joe no está.
—¿Dónde ha ido?
—Si tanto quieres saberlo, está con __________ —respondió Alexander—. Tenía planeado seducirlo y ha debido de funcionar porque, si no, ya habrían vuelto.
—Ah, entonces no es buena idea ir a buscarlo —murmuró Phelan, con el ceño fruncido.
—¿Por qué ibas a hacerlo?
—Bueno, Alex, es que he visto algunas señales mientras estaba por ahí.
—¿MacLennon?
—Me temo que sí. Se habían esforzado mucho en ocultarlas y no se me ocurre nadie más que quisiera acercarse hasta aquí sin dejar rastro.
—Es que es el único. —Alexander se levantó, tenso aunque dubitativo—. Sin embargo, Joe siempre está atento al peligro. Se han ido preparados.
—¿Cuán alerta puede estar un hombre —preguntó Robert mientras se levantaba—, mientras disfruta de lo que se ha negado durante más de seis meses?
—No mucho.
—Ya, pero puede que las interrupciones no le hagan gracia —dijo Phelan—, y menos cuando no tengo pruebas.
—Y yo no puedo decir que quiera comprobar cómo mi hermana retoza con su marido —añadió Robert.
—Si lo que os da reparo es sorprenderlo en pleno acto, podemos acercarnos haciendo mucho ruido —dijo Alex.
—Entonces, crees que merece la pena avisarlos —murmuró Phelan.
—Sí. Y, como hemos dicho, ¿quién podría ser, sino MacLennon?
—Nadie —murmuró Robert—. Será mejor que vayamos. ¡Espera! —A pesar de que Robert sólo sujetó el brazo de Alexander, todos los de la casa se quedaron inmóviles ante el sonido que cortó el aire.
—Sí —respondió Alexander entre dientes—. Lo he oído —corrió hacia su caballo—. El cabrón los ha encontrado.
—¡Señor! —gritó Murdo mientras echaba a correr, espada en mano.
—Síguenos como puedas. No podemos esperar —exclamó Phelan mientras saltaba sobre su caballo—. Alex, ¿conoces el camino?
—Sí —respondió, mientras Robert montaba detrás de él—. Llegaremos en unos minutos.
—Recemos a Dios para que nos dé esos minutos —dijo Robert mientras salían de Muircraig al galope.
__________ intentó resistirse a la negrura que amenazaba con engullirla y se levantó. No tenía tiempo para lamentarse por sus heridas. Cuando miró hacia Joe y MacLennon se preguntó qué podía hacer.
Gritó desesperada cuando MacLennon cogió la madera con la que ella lo había golpeado. Incluso mientras observaba la pelea, seguía buscando a tientas la espada de Joe, pero no la encontraba. Entonces, MacLennon golpeó a Joe y ella se olvidó de la espada. Joe quedó aturdido por el golpe, realmente a merced de MacLennon, que fue a buscar su espada. ____________ intentó no hacer ruido y se acercó hacia el tronco que MacLennon había lanzado al suelo. Lo agarró mientras ese loco, espada en mano, se volvía hacia Joe y reía a carcajadas.
Joe intentó mantenerse consciente. El golpe en la cabeza lo había dejado aturdido. Le había abierto un corte, y llenado la cara y los ojos de sangre. Estaba vendido, incapaz de defenderse ante el ataque seguro de MacLennon. Sólo rezaba para que ___________ se hubiera marchado después de dar la voz de aviso. Por lo visto, MacLennon no se daba cuenta de lo que había hecho e Joe esperaba que, esta vez, su enemigo muriera.
Como si estuviera en medio de un banco de niebla, vio cómo MacLennon se abalanzaba sobre él. Intentó apartarse, pero notó que la punta de su espada se le clavaba en el costado. La risa de MacLennon delató que estaba jugando con él e Joe maldijo, deseando tener su espada a mano. Desnudo, casi ciego y objeto de las burlas de un loco parecía un final muy triste. Implicaba poca gloria.
Por primera vez en su vida, __________ conoció el odio puro mientras veía cómo MacLennon jugaba con Joe. Hacerle eso a un hombre era superar los límites de cualquier crueldad. Su marido estaba indefenso, no podía ver dónde pisaba ni podía defenderse, ni aunque hubiera tenido una espada. Su amado tenía que saber que pronto llegaría el golpe de gracia, y seguramente estaba preparado para recibirlo, pero MacLennon lo seguía atormentando retrasando ese momento. Pero mejor que MacLennon persiguiera un placer tan retorcido, porque así le daba tiempo a ella para acercarse lo suficiente y golpearlo, aunque lo detestara por obligarla a hacerlo.
Cuando MacLennon retrocedió después de cortar el muslo de Joe, __________ lo atacó. El otro hombre era mucho más alto que ella, pero el tronco tenía el largo suficiente como para golpearlo en la cabeza, y allí es donde dirigió el golpe. Echó el tronco hacia atrás con todas sus fuerzas y toda su rabia y lo golpeó. A pesar del odio que sentía hacia él, se le revolvió el estómago cuando oyó el ruido que provocó la madera contra su cráneo.
No obstante, la consternación le duró muy poco, porque MacLennon dejó de tambalearse y se volvió hacia ella, que soltó el tronco, atónita, cuando comprobó el daño que le había hecho. Se dijo que, con aquella herida en la cabeza, ese hombre no podía mantenerse en pie y, aun así, avanzaba hacia ella. Entonces emitió un grito que la estremeció y la golpeó. __________ notó como si la cabeza le estallara de dolor. Pareció volar hacia atrás, y luego cayó al suelo. Sintió otro duro golpe en la cabeza y lo último de lo que fue consciente fue de un grito que sonó como si saliera de la garganta de cualquier cosa menos de un ser humano.
A pesar de limpiarse los ojos con las manos, Joe no podía ver claramente ni ayudar a __________ después del ataque a MacLennon, cuando éste se había vuelto hacia ella. Oyó el ruido de un golpe y, luego, el grito de dolor de ___________. Avanzó hacia ella, apenas distinguiendo su silueta deformada en el suelo, y entonces se quedó inmóvil. MacLennon se agarró la cabeza y luego soltó un grito que le heló la sangre. Por un momento, se tambaleó y, después, cayó al suelo. El posterior silencio le pareció igual de espeluznante que el grito inhumano que había oído.
Se acercó a los dos cuerpos, tropezó y cayó sobre las rodillas. Después de intentar levantarse varias veces, decidió gatear hasta __________. A pesar de tener mucho miedo por ella, se detuvo junto a MacLennon. Sabía que tenía que asegurarse de que no volvería a levantarse y a amenazarlos.
Cuando lo vio de cerca supo, incluso antes de buscarle el pulso, que estaba muerto. No necesitaba una visión perfecta para saber que una herida como aquella en la cabeza tenía que ser fatal. Incluso le sorprendía que no se hubiera muerto de inmediato o, al menos, que no hubiera caído redondo al suelo.
—__________ —dijo, con la voz ronca, cuando llegó a su lado y se asustó al comprobar que no se movía—. __________, ¿me oyes?
Nunca se había sentido tan impotente. Apenas podía ver y sabía que estaba a punto de perder la conciencia. Ella necesitaba que la ayudara, pero ni siquiera podía levantarse. Sólo podía rezar para que estuviera viva, para que alguien hubiera oído la bocina y acudiera a salvarle la vida.
Cuando su temblorosa mano no le localizó el pulso, estuvo a punto de echarse a llorar. Al intentar acercar la oreja a su pecho para buscar el latido del corazón, se desplomó encima de ella. Sin embargo, debajo de la oreja percibió el latido estable del corazón. Con un suspiro de alivio, se dejó arrastrar a la inconsciencia sabiendo que, aunque nadie de Muircraig hubiera oído la bocina, acudirían a buscarlos cuando consideraran que hacía demasiado tiempo que estaban fuera.
—Madre mía —dijo Alexander cuando vio la escena—. Están todos muertos.
—¡No! —exclamó Robert mientras desmontaba y corría hacia su hermana.
Con suavidad, apartó a Joe de encima de ____________. Tenía la cara magullada y la camisola llena de sangre. Cuando estuvo seguro de que estaba viva, tardó unos segundos en comprobar que la única herida que tenía era un fuerte golpe en la parte posterior de la cabeza.
—Joe también está vivo —informó Alexander—, pero tiene una herida grave.
—__________ también —respondió Robert, mientras cogía la manta para tapar a su hermana.
—¿Y MacLennon? —preguntó Alexander a Phelan.
—Muerto —Phelan, que estaba arrodillado junto al hombre, se levantó—. Alguien le ha golpeado en la cabeza.
—Perfecto. Este cabrón ya hacía demasiado tiempo que nos traía de cabeza. Ayúdame a ponerle los calzones a Joe. Seguro que no querría que lo lleváramos a casa desnudo.
Alexander y Phelan habían terminado de cubrir la desnudez de Joe cuando llegaron los demás hombres de Muircraig. Mientras Phelan y Murdo le lavaban las heridas, Alexander supervisó la construcción de una litera para su amigo. __________ podía volver a caballo con cualquier hombre, pero Joe pesaba demasiado. Entonces, cuando lo tuvo todo en marcha, se arrodilló junto a Robert, que estaba sentado junto a __________, mojándole la frente con un paño húmedo, mientras intentaba, en vano, despertarla, y le preguntó:
—¿Qué hacemos con el cuerpo de MacLennon? ¿Se lo dejamos a los buitres?
—Me encantaría —gruñó éste.
—A mí también —añadió Alexander, con frialdad—, pero será mejor que nos lo llevemos.
—¿Por qué? Ese hombre no se merece ser enterrado como un cristiano. Estaba loco y ha atormentado a dos personas que no le habían hecho nada.
—Sí, Robert, pero ha perseguido a Joe durante más de dos años —Alexander suspiró y se echó el pelo hacia atrás—. No puedo asegurarlo, porque a mí no me ha pasado, pero si me pongo en la piel de Joe, creo que querría saber que mi enemigo está realmente muerto.
—Pero si lo ha matado él. Debe de saber que está muerto.
—Sí, lo ha matado, pero quizá se ha desmayado antes de asegurarse de que estaba muerto. Será mejor que nos llevemos el cuerpo para que la mente de Joe no tenga dudas de que, finalmente, ha ganado.
Robert miró a su hermana inconsciente y, después, a Joe, en el mismo estado. Se fijó en la mirada preocupada de Alexander y, con un hilo de voz, preguntó:
—Pero ¿ha ganado?
MacLennon.
Joe tuvo la sensación de que sus peores pesadillas se habían hecho realidad. Tanto la bocina para pedir ayuda como la espada estaban al alcance de su mano. Debido a la resistencia de __________, la espada de MacLennon no era estable. Presintió que tenía una oportunidad, pero en cuanto tensó el cuerpo para moverse, la espada de MacLennon se alejó de su cuello. Observó, horrorizado, cómo amenazaba ahora a __________, y le cortaba la piel lo suficiente para que un hilo de sangre le resbalara por el cuello.
—Muévete y ella morirá, MacLagan.
___________ se quedó inmóvil al sentir el frío del acero acariciándole el cuello. Y cuando vio que Joe también se quedó inmóvil, se dio cuenta de que quizás estaban atrapados y sin salida.
—Tira la espada y la bocina al bosque.
—¡No, Joe! —gritó _________, y luego contuvo el aire cuando la espada de MacLennon volvió a pellizcarle el cuello.
—Suéltala, MacLennon —dijo Joe mientras lanzaba la espada y la bocina—. Es a mí a quien quieres.
—Sí, es a ti, pero quiero que sufras y creo que tengo el potro de tortura perfecto, MacLagan. Un potro de tortura pequeño y precioso. —Lanzó a ___________ encima de Joe, agarró un trozo de cuerda que llevaba al hombro y también se la lanzó—. Átalo.
—No, no puedo. No pienso hacerlo —protestó __________, incluso cuando MacLennon le acercó la punta de la espada.
—Hazlo, ___________ —le ordenó Joe mientras rezaba para que, si conseguía mantenerlos a los dos con vida un poco más, quizás alguien acudiría a buscarlos.
—Sí, __________. Hazlo —se burló MacLennon—. Sé una buena esposa y haz lo que te dice tu marido. Joe, arrodíllate y coloca las manos a la espalda. Y ahora, __________, lo atarás como yo te diga.
—Joe, no puedo.
—Hazlo, _________. Haz lo que él te diga.
Temblando por el miedo de estar preparando a su marido para la muerte, ___________ empezó a atarlo, siguiendo las instrucciones de MacLennon al pie de la letra. La mirada que Joe le había lanzado le había hecho pensar que intentaba decirle algo, que intentaba enviarle un mensaje. Sólo podía suponer que quería que tuviera cuidado y que perdiera todo el tiempo que pudiera. Mientras lo ataba, tuvo la horrible sensación de que precisamente tiempo era lo que no tenían. La forma en que lo estaba atando implicaba que él no podría moverse sin ahogarse hasta morir. Contuvo el aliento y se detuvo.
—No, no puedo. Será una tortura.
—Señora, ¿vas a ser desobediente? —preguntó MacLennon mientras se colocaba frente a Joe—. ¿Quieres que le corte para que obedezcas? Quizás una cicatriz en la otra mejilla. Ah, pero si aquí tenemos un buen amiguito.
_________ palideció cuando MacLennon acercó la espada al pene de Joe y terminó de atarlo.
—Ya está. Ya puedes dejar de atormentarlo.
—Uy, pero querida, si apenas he empezado. —Se levantó y sonrió con frialdad a Joe—. Dejaré que conserves a tu amiguito un poco más.
Se rió y empujó a Joe, provocando una tensión en la cuerda. ___________ contuvo la respiración y se abalanzó sobre aquel hombre, enfurecida por su crueldad. No pudo ni siquiera darle una bofetada. Casi sin esforzarse, él la golpeó y la lanzó al suelo. Ella lo miró y supo que, a pesar de que habían ganado un poco de tiempo, ese tiempo sería una tortura plagada de los horrores que la rebuscada mente de MacLennon pudiera inventarse. Ese hombre sabía que las posibilidades de que alguien acudiera a su rescate eran escasas y pretendía jugar con ellos.
—Venga, señora, creo que estaba a punto de desnudarse. No permita que mi presencia la detenga.
Por un segundo de pánico, Joe pensó en gritar auxilio, pero se contuvo. Había pocas posibilidades de que alguien lo oyera. Sólo conseguiría una muerte rápida para ___________ y para él. Cuando llegaran en su ayuda sólo encontrarían dos cadáveres. Tenía que intentar ser fuerte y dejar que MacLennon siguiera con sus locuras, porque siempre cabía la posibilidad de que alguien descubriera alguna señal que indicara que MacLennon estaba cerca o, sencillamente, se preocupara porque __________ y él ya hacía mucho que se habían ido y no habían vuelto a saber de ellos. No obstante, saber lo que MacLennon planeaba hacerle a su mujer le hacía temer que no tendría estómago para soportarlo. No creía que pudiera contemplar, en silencio, cómo la violaba, aunque fuera para salvarles la vida.
Mientras aceptaba la posibilidad muy real de sus muertes, las palabras de Alexander lo persiguieron. Dios le había dado la alegría de ___________ y él había desperdiciado cada día de su breve tiempo juntos. Al temor por ella y a la rabia impotente, se unía el dolor por el tiempo perdido.
—__________, lo siento —dijo, con la voz ronca por la cuerda que tenía alrededor del cuello.
—¿Por qué? ¿Porque este loco cree que nuestro dolor terminará con el suyo? ¿Porque cree que nuestras muertes pueden resucitar a Catalina?
—Cállate y desnúdate —dijo MacLennon, entre dientes—. Alguien tiene que pagar por la muerte de Catalina.
—Pues habla con Dios, burro. Él es quien se la llevó. Murió dando a luz.
—A su hijo —gritó MacLennon.
—Sí, igual que hubiera muerto si te hubieras casado con ella y la hubieras dejado embarazada. ¿Qué habrías hecho, entonces? ¿Vengarte de ti mismo? —le preguntó, con desdén—. ¿Te habrías clavado la espada justo encima de su tumba? —gritó cuando la golpeó y la tiró al suelo.
MacLennon dudó mientras se acercaba a ella, con la espada en el aire, dispuesto a atacar.
—No, no conseguirás que te mate. Todavía no. Levántate.
Mientras, se levantaba, muy despacio, se preguntó si era lo que estaba haciendo, intentar que la matara. Meneó la cabeza y rechazó la idea. No deseaba morir, ni siquiera sabiendo lo que planeaba hacerle. La rabia, fruto del miedo y la frustración, había provocado sus palabras. Le daba rabia que ese loco pudiera dar rienda suelta a su mente vengativa, amenazar la vida de Joe y la suya y que ella no pudiera hacer nada para detenerlo. Por dentro, le hervía la sangre por aquella injusticia y aquello había provocado las amargas y punzantes palabras. Sin embargo, se preguntó si podía enfurecerlo lo suficiente para que cometiera el error que les diera, a Joe y a ella, una oportunidad.
—Desnúdate —le ordenó, entre dientes—. No puedes detenerme. Pretendo que vea cómo tomo a su mujer, igual que él tomó a la mía.
A pesar de que parecía que tenía el corazón en la garganta, __________ se encogió de hombros y empezó a desabrocharse el vestido.
—¿Seguro que puedes? ¿Estás seguro de que no enterraste tu hombría, así como tu mente, con Catalina?
__________ se tensó para recibir el golpe cuando vio que él levantaba el puño pero, con un visible esfuerzo, MacLennon se controló.
—Tienes una lengua muy afilada, señora. Será mejor que vayas con cuidado, no sea que te la corten.
—Pareces muy aficionado a cortar partes del cuerpo de las personas.
Por el rabillo del ojo, vio un trozo de madera que parecía robusto y, mientras se quitaba la túnica y la dejaba caer al suelo, empezó a idear un plan. Dejó de burlarse de él y se concentró en desvestirse lo más despacio posible, sujetando cada pieza en el aire antes de dejarla caer al suelo. Cuando dobló la cintura para bajarse las medias, vio la mirada que había estado esperando. Puede que MacLennon estuviera loco, pero todavía sufría los ataques de lujuria masculinos. Si era cautelosa e inteligente, podría usar aquello en su contra.
Joe se movió de forma compulsiva para ayudar a ____________, pero se ahogaba y se quedó inmóvil. Por un momento, temió que MacLennon tuviera razón, que __________ estuviera intentando que la matara. Descartó la idea, aunque sin saber demasiado bien por qué; tenía el presentimiento de que ella nunca haría algo así.
Y, de repente, se quedó confundido porque, por lo visto, la rabia de Islaen había desaparecido. Mientras la veía desvestirse, le pareció como si estuviera seduciendo a MacLennon y, a juzgar por la mirada del hombre, estaba funcionando. No entendía por qué iba a hacer algo así. Pero cuando __________ reveló su plan, Joe se sintió orgulloso ante su valor pero, al mismo tiempo, aterrado porque el riesgo habría podido suponer un dolor adicional, al enfurecer tanto a MacLennon que la venganza que le tenía preparada fuera peor.
_________ se quitó las enaguas y las sujetó como si fuera a dejarlas caer, igual que las demás prendas. Entonces, cuando la mirada de MacLennon se desvió brevemente hasta sus piernas desnudas, ella se las lanzó encima cubriéndole la cabeza y, así, mientras intentaba quitárselas, ella agarró el trozo de madera. MacLennon ya casi se había zafado de las enaguas cuando ___________ balanceó la madera y le golpeó en el estómago con todas sus fuerzas. Cuando él se dobló por la mitad, ella volvió a levantar la madera y le golpeó en la cabeza. El hombre cayó al suelo y ella se lo quedó mirando, boquiabierta, unos segundos, sorprendida de haber hecho lo que había hecho y de que hubiera funcionado.
Se sacudió la sorpresa y, por un momento, pensó en coger la espada de MacLennon para soltar a Joe, pero no lo hizo y corrió al lado de su marido. Estaba tan nerviosa que hubiera sido incapaz de cortarle los nudos sin hacerle daño. Intentó calmarse para no entretenerse demasiado con las cuerdas y empezó a desatarlos.
Cuando la cuerda del cuello se aflojó, Joe habló con la voz ronca:
—Podrías haber hecho que te matara.
—Bueno, teniendo en cuenta que igualmente planeaba matarme, no sé de qué te quejas. Muerte por muerte…
—Ve a buscar la bocina y avisa a los demás.
—Primero te soltaré para que, al menos, puedas tomar su espada. —Desató el último nudo y oyó un gruñido de Joe—. ¿Estás herido?
—Sólo tengo los músculos entumecidos.
—Iré a buscar su espada. Debería haberlo hecho antes, pero sólo pensaba en liberarte, y no podía utilizarla para eso.
—_________, cuidado. —Joe intentó gritar pero sólo pudo emitir un ruido ronco, pues tampoco podía moverse para salvarla.
__________ había dado un paso hacia MacLennon cuando, de repente, el hombre se levantó y se abalanzó sobre ella. __________ se volvió para huir, pero él la agarró por el pelo y le dio la vuelta para tenerla de frente. Le dio una bofetada que la tiró al suelo, y luego saltó encima de ella. Por un instante, ___________ temió que todavía quisiera violarla y que, después de tanto rato atado, Joe no estuviera recuperado para salvarla. Y luego experimentó auténtico terror cuando las manos de MacLennon se cerraron alrededor de su garganta y, por mucho que lo golpeara, no había manera de aflojarlas; estaba demasiado furioso, demasiado obcecado para notar el dolor que ella pudiera provocarle.
Intentó quitárselo de encima, pero él se rió. El cuerpo de __________ no tenía la fuerza suficiente para repelerlo, ni siquiera con las fuerzas añadidas del pánico a la muerte. Y entonces, de repente, vio un brazo alrededor del cuello de MacLennon y ahora era él quien luchaba por respirar. Durante unos segundos, siguió aferrado a su cuello e ___________ notaba que estaba a punto de quedarse sin fuerzas. Pero en ese momento la soltó para concentrarse en zafarse de Joe. Ella se volvió de lado, con la mano en la garganta e intentó respirar a bocanadas. Durante unos segundos, lo único que importaba era que el aire entrara en su cuerpo.
Joe se quedó más tranquilo cuando vio que ___________ se movía. Tenía miedo de haber tardado demasiado en conseguir poner en marcha sus maltrechos músculos. Lo único que tenía en la cabeza mientras intentaba recuperarse para salvarla era lo pequeño que era su cuello, su debilidad al verse envuelto por las fuertes manos de un loco que quería matarla.
—_________, ve a buscar los caballos —gritó, desesperado, y luego se quejó cuando MacLennon se soltó y lo tiró al suelo.
Ella asintió e intentó levantarse. Estaba débil y mareada, pero luchó contra ambas cosas. Mientras pensaba, presa de la histeria, que Joe se iba a enfadar mucho con ella, no se dirigió hacia donde estaban los caballos, sino hacia donde había tirado la bocina. No tenía ninguna intención de salvar su vida a costa de la de Joe porque, si lo hacía, sabía que nunca más podría vivir tranquila.
Con la atención dividida entre su mujer y MacLennon, Joe podía hacer poco más que mantenerse fuera del alcance de su enemigo.
—¡___________, te he dicho que fueras a buscar los caballos! ¡Márchate de aquí!
—Ya voy —respondió ella, pero dudaba que la hubiera oído, porque sólo le salió un hilo de voz.
Cuando Joe se dio cuenta de qué estaba buscando, intentó concentrarse únicamente en MacLennon. Sabía que __________ se dirigía hacia la bocina y no creía que le costara demasiado encontrarla. Cuando la hiciera sonar, la ayuda llegaría en apenas unos minutos.
Desesperada, y a cuatro patas, __________ la buscó y, al encontrarla, estuvo a punto de echarse a llorar, porque significaba el final de la pesadilla en la que estaban atrapados. Su alivio se convirtió en desespero cuando su primer intento de soplar fue tan débil que el sonido que emitió apenas podría viajar un metro. Rezó para hacer acopio de fuerzas, respiró hondo varias veces, a pesar del dolor, y volvió a intentarlo. El sonido fue más fuerte y claro, pero le robó las últimas fuerzas que le quedaban. Se dejó caer al suelo y rezó para que hubiera sido suficiente para atraer la ayuda que tanto necesitaban.
Alexander levantó la cabeza de la partida de dados que estaba jugando con Robert cuando Phelan entró en Muircraig.
—¿Dónde estabas?
—Por ahí.
—Qué preciso. Te has perdido a lady Mary. Acaba de marcharse, y no estaba de demasiado buen humor, me temo.
—Da igual. La he visto de lejos. ¿Dónde está Joe? —preguntó Phelan mientras desmontaba—. Me parece que vas perdiendo, Robert. Es mejor no jugar contra Alexander.
—Deberías habérmelo dicho antes de que perdiera casi todo lo que tengo. Joe no está.
—¿Dónde ha ido?
—Si tanto quieres saberlo, está con __________ —respondió Alexander—. Tenía planeado seducirlo y ha debido de funcionar porque, si no, ya habrían vuelto.
—Ah, entonces no es buena idea ir a buscarlo —murmuró Phelan, con el ceño fruncido.
—¿Por qué ibas a hacerlo?
—Bueno, Alex, es que he visto algunas señales mientras estaba por ahí.
—¿MacLennon?
—Me temo que sí. Se habían esforzado mucho en ocultarlas y no se me ocurre nadie más que quisiera acercarse hasta aquí sin dejar rastro.
—Es que es el único. —Alexander se levantó, tenso aunque dubitativo—. Sin embargo, Joe siempre está atento al peligro. Se han ido preparados.
—¿Cuán alerta puede estar un hombre —preguntó Robert mientras se levantaba—, mientras disfruta de lo que se ha negado durante más de seis meses?
—No mucho.
—Ya, pero puede que las interrupciones no le hagan gracia —dijo Phelan—, y menos cuando no tengo pruebas.
—Y yo no puedo decir que quiera comprobar cómo mi hermana retoza con su marido —añadió Robert.
—Si lo que os da reparo es sorprenderlo en pleno acto, podemos acercarnos haciendo mucho ruido —dijo Alex.
—Entonces, crees que merece la pena avisarlos —murmuró Phelan.
—Sí. Y, como hemos dicho, ¿quién podría ser, sino MacLennon?
—Nadie —murmuró Robert—. Será mejor que vayamos. ¡Espera! —A pesar de que Robert sólo sujetó el brazo de Alexander, todos los de la casa se quedaron inmóviles ante el sonido que cortó el aire.
—Sí —respondió Alexander entre dientes—. Lo he oído —corrió hacia su caballo—. El cabrón los ha encontrado.
—¡Señor! —gritó Murdo mientras echaba a correr, espada en mano.
—Síguenos como puedas. No podemos esperar —exclamó Phelan mientras saltaba sobre su caballo—. Alex, ¿conoces el camino?
—Sí —respondió, mientras Robert montaba detrás de él—. Llegaremos en unos minutos.
—Recemos a Dios para que nos dé esos minutos —dijo Robert mientras salían de Muircraig al galope.
__________ intentó resistirse a la negrura que amenazaba con engullirla y se levantó. No tenía tiempo para lamentarse por sus heridas. Cuando miró hacia Joe y MacLennon se preguntó qué podía hacer.
Gritó desesperada cuando MacLennon cogió la madera con la que ella lo había golpeado. Incluso mientras observaba la pelea, seguía buscando a tientas la espada de Joe, pero no la encontraba. Entonces, MacLennon golpeó a Joe y ella se olvidó de la espada. Joe quedó aturdido por el golpe, realmente a merced de MacLennon, que fue a buscar su espada. ____________ intentó no hacer ruido y se acercó hacia el tronco que MacLennon había lanzado al suelo. Lo agarró mientras ese loco, espada en mano, se volvía hacia Joe y reía a carcajadas.
Joe intentó mantenerse consciente. El golpe en la cabeza lo había dejado aturdido. Le había abierto un corte, y llenado la cara y los ojos de sangre. Estaba vendido, incapaz de defenderse ante el ataque seguro de MacLennon. Sólo rezaba para que ___________ se hubiera marchado después de dar la voz de aviso. Por lo visto, MacLennon no se daba cuenta de lo que había hecho e Joe esperaba que, esta vez, su enemigo muriera.
Como si estuviera en medio de un banco de niebla, vio cómo MacLennon se abalanzaba sobre él. Intentó apartarse, pero notó que la punta de su espada se le clavaba en el costado. La risa de MacLennon delató que estaba jugando con él e Joe maldijo, deseando tener su espada a mano. Desnudo, casi ciego y objeto de las burlas de un loco parecía un final muy triste. Implicaba poca gloria.
Por primera vez en su vida, __________ conoció el odio puro mientras veía cómo MacLennon jugaba con Joe. Hacerle eso a un hombre era superar los límites de cualquier crueldad. Su marido estaba indefenso, no podía ver dónde pisaba ni podía defenderse, ni aunque hubiera tenido una espada. Su amado tenía que saber que pronto llegaría el golpe de gracia, y seguramente estaba preparado para recibirlo, pero MacLennon lo seguía atormentando retrasando ese momento. Pero mejor que MacLennon persiguiera un placer tan retorcido, porque así le daba tiempo a ella para acercarse lo suficiente y golpearlo, aunque lo detestara por obligarla a hacerlo.
Cuando MacLennon retrocedió después de cortar el muslo de Joe, __________ lo atacó. El otro hombre era mucho más alto que ella, pero el tronco tenía el largo suficiente como para golpearlo en la cabeza, y allí es donde dirigió el golpe. Echó el tronco hacia atrás con todas sus fuerzas y toda su rabia y lo golpeó. A pesar del odio que sentía hacia él, se le revolvió el estómago cuando oyó el ruido que provocó la madera contra su cráneo.
No obstante, la consternación le duró muy poco, porque MacLennon dejó de tambalearse y se volvió hacia ella, que soltó el tronco, atónita, cuando comprobó el daño que le había hecho. Se dijo que, con aquella herida en la cabeza, ese hombre no podía mantenerse en pie y, aun así, avanzaba hacia ella. Entonces emitió un grito que la estremeció y la golpeó. __________ notó como si la cabeza le estallara de dolor. Pareció volar hacia atrás, y luego cayó al suelo. Sintió otro duro golpe en la cabeza y lo último de lo que fue consciente fue de un grito que sonó como si saliera de la garganta de cualquier cosa menos de un ser humano.
A pesar de limpiarse los ojos con las manos, Joe no podía ver claramente ni ayudar a __________ después del ataque a MacLennon, cuando éste se había vuelto hacia ella. Oyó el ruido de un golpe y, luego, el grito de dolor de ___________. Avanzó hacia ella, apenas distinguiendo su silueta deformada en el suelo, y entonces se quedó inmóvil. MacLennon se agarró la cabeza y luego soltó un grito que le heló la sangre. Por un momento, se tambaleó y, después, cayó al suelo. El posterior silencio le pareció igual de espeluznante que el grito inhumano que había oído.
Se acercó a los dos cuerpos, tropezó y cayó sobre las rodillas. Después de intentar levantarse varias veces, decidió gatear hasta __________. A pesar de tener mucho miedo por ella, se detuvo junto a MacLennon. Sabía que tenía que asegurarse de que no volvería a levantarse y a amenazarlos.
Cuando lo vio de cerca supo, incluso antes de buscarle el pulso, que estaba muerto. No necesitaba una visión perfecta para saber que una herida como aquella en la cabeza tenía que ser fatal. Incluso le sorprendía que no se hubiera muerto de inmediato o, al menos, que no hubiera caído redondo al suelo.
—__________ —dijo, con la voz ronca, cuando llegó a su lado y se asustó al comprobar que no se movía—. __________, ¿me oyes?
Nunca se había sentido tan impotente. Apenas podía ver y sabía que estaba a punto de perder la conciencia. Ella necesitaba que la ayudara, pero ni siquiera podía levantarse. Sólo podía rezar para que estuviera viva, para que alguien hubiera oído la bocina y acudiera a salvarle la vida.
Cuando su temblorosa mano no le localizó el pulso, estuvo a punto de echarse a llorar. Al intentar acercar la oreja a su pecho para buscar el latido del corazón, se desplomó encima de ella. Sin embargo, debajo de la oreja percibió el latido estable del corazón. Con un suspiro de alivio, se dejó arrastrar a la inconsciencia sabiendo que, aunque nadie de Muircraig hubiera oído la bocina, acudirían a buscarlos cuando consideraran que hacía demasiado tiempo que estaban fuera.
—Madre mía —dijo Alexander cuando vio la escena—. Están todos muertos.
—¡No! —exclamó Robert mientras desmontaba y corría hacia su hermana.
Con suavidad, apartó a Joe de encima de ____________. Tenía la cara magullada y la camisola llena de sangre. Cuando estuvo seguro de que estaba viva, tardó unos segundos en comprobar que la única herida que tenía era un fuerte golpe en la parte posterior de la cabeza.
—Joe también está vivo —informó Alexander—, pero tiene una herida grave.
—__________ también —respondió Robert, mientras cogía la manta para tapar a su hermana.
—¿Y MacLennon? —preguntó Alexander a Phelan.
—Muerto —Phelan, que estaba arrodillado junto al hombre, se levantó—. Alguien le ha golpeado en la cabeza.
—Perfecto. Este cabrón ya hacía demasiado tiempo que nos traía de cabeza. Ayúdame a ponerle los calzones a Joe. Seguro que no querría que lo lleváramos a casa desnudo.
Alexander y Phelan habían terminado de cubrir la desnudez de Joe cuando llegaron los demás hombres de Muircraig. Mientras Phelan y Murdo le lavaban las heridas, Alexander supervisó la construcción de una litera para su amigo. __________ podía volver a caballo con cualquier hombre, pero Joe pesaba demasiado. Entonces, cuando lo tuvo todo en marcha, se arrodilló junto a Robert, que estaba sentado junto a __________, mojándole la frente con un paño húmedo, mientras intentaba, en vano, despertarla, y le preguntó:
—¿Qué hacemos con el cuerpo de MacLennon? ¿Se lo dejamos a los buitres?
—Me encantaría —gruñó éste.
—A mí también —añadió Alexander, con frialdad—, pero será mejor que nos lo llevemos.
—¿Por qué? Ese hombre no se merece ser enterrado como un cristiano. Estaba loco y ha atormentado a dos personas que no le habían hecho nada.
—Sí, Robert, pero ha perseguido a Joe durante más de dos años —Alexander suspiró y se echó el pelo hacia atrás—. No puedo asegurarlo, porque a mí no me ha pasado, pero si me pongo en la piel de Joe, creo que querría saber que mi enemigo está realmente muerto.
—Pero si lo ha matado él. Debe de saber que está muerto.
—Sí, lo ha matado, pero quizá se ha desmayado antes de asegurarse de que estaba muerto. Será mejor que nos llevemos el cuerpo para que la mente de Joe no tenga dudas de que, finalmente, ha ganado.
Robert miró a su hermana inconsciente y, después, a Joe, en el mismo estado. Se fijó en la mirada preocupada de Alexander y, con un hilo de voz, preguntó:
—Pero ¿ha ganado?
ForJoeJonas
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
• Capítulo 24
—¡__________! —gritó Joe, e intentó incorporarse, pero un fuerte brazo sobre el pecho lo retuvo. Por un momento de pánico, temió estar todavía en el bosque, con MacLennon vivo, amenazándolos a los dos—. ¿Dónde está __________? —preguntó, con voz ronca—. Tengo que verla.
—Esta viva. Y ahora, tómate esto.
Después de tragar, con muchos esfuerzos, la poción de hierbas que Alexander le ofreció, Joe insistió:
—¿Dónde está?
—En su habitación, con Storm y Meg. Todavía no se ha despertado —le respondió su amigo, con suavidad.
—¿Desde cuándo?
—Desde ayer. —Alexander frenó a Joe cuando volvió a intentar levantarse.
—Tengo que verla.
—Tienes que quedarte en la cama, amigo mío. Si intentas levantarte, te darás de bruces contra el suelo y ya he cargado contigo lo suficiente.
Joe sabía que Alexander tenía razón. Notaba la debilidad de su cuerpo. Ya se había mareado cuando se había incorporado un poco con la ayuda de Alexander. Si se levantaba, se caería redondo al suelo. Sin embargo, se moría de ganas de ver a ___________ y maldijo su impotencia.
—Está viva, Joe. Confórmate con eso, de momento.
—¿Tú lo harías?
—No, pero tú siempre has sido más sensato.
—Desde que me fijé en ella, he perdido toda sensatez. ¿Y MacLennon?
—Muerto. ¿Recuerdas haberlo golpeado en la cabeza?
—No, porque no fui yo quien lo hizo, sino ___________.
—¿__________? —Alexander no daba crédito.
—Sí, ella…
—Espera. Iré a buscar a tu familia. Están ansiosos por verte. Si te hubieras despertado dentro de una hora, te habrías encontrado con Tavis en mi lugar.
—Antes de marcharte, ayúdame con el orinal —dijo Joe, con un suspiro, enojado por necesitar ayuda incluso en eso.
Alexander lo ayudó a orinar y luego se fue a buscar a los MacLagan. Joe descubrió que necesitaría aquellos segundos que su amigo tardaría en traer a su familia para recuperarse del simple hecho de orinar. En cuanto llegaron, pudo explicarles lo que había pasado. Recordar aquella pesadilla lo agotó y supo que gran parte del agotamiento se debía a no poder ver a ____________. Cada recuerdo lo hacía más consciente de lo que la chica había sufrido.
—Todavía no acabo de creerme que __________ golpeara a MacLennon —murmuró Alexander, y meneó la cabeza—. Es muy menuda.
—Ah, las chicas pueden llegar a ser sorprendentes —dijo Colin, asintiendo con la cabeza—. Si las entrenaran como a los chicos, serían capaces de blandir una espada.
—Debería haberse marchado. Debería haber huido, como le dije —susurró Joe.
—Tenías las mismas posibilidades de que te obedeciera en eso que hubiera tenido yo si hubiéramos sido Storm y yo. Estabas en peligro, desarmado y ella no podía dejarte. Nosotros no las dejaríamos. No debe sorprenderte que ellas hagan lo mismo.
—Sí, ya lo sé Tavis, pero un loco había estado a punto de matarla. Quería que se alejara de él. ¿Seguro que está muerto? Recuerdo haber pensado que lo estaba.
—Seguro —lo tranquilizó Colin—. Tenemos su cuerpo. Conservado en salmuera. Pensamos que quizá querrías asegurarte.
—No, ya lo vi. Sólo quería que alguien confirmara lo que creía haber visto. A pesar de estar confundido y con dolor de cabeza, todavía supe reconocer la muerte cuando la vi. Pero no estaba seguro de si creérmelo o no. Esto ya había durado demasiado.
—Todo ha terminado —dijo Tavis—. Ahora que te has despertado, creo que no tardarás nada en levantarte y caminar.
—Pero ¿__________?
—No es tan fuerte como tú. Necesitará un poco más de tiempo. Si vas a quedarte más tranquilo, le diré a Storm que venga a hablar contigo.
—Sí, por favor. Si sé cómo está, descansaré mejor.
Cuando su familia se marchó y Alexander volvió a sentarse junto a la cama, Joe cerró los ojos. La visita lo había agotado. Quería esperarse para ver a Storm, pero no pudo resistir la fuerza del sueño. Se despertó dos veces más, y volvió a dormirse. Cuando despertó por tercera vez, vio que Storm entraba en la habitación con una bandeja. Él hizo una mueca de desagrado cuando lo ayudó a incorporarse y le colocó la bandeja delante.
—Gachas.
—Sólo será hoy, creo —dijo Storm, mientras se sentaba cerca de la cama—. Venga, come y te explicaré lo que pueda acerca de __________.
—¿Qué quieres decir con… lo que puedas? —gruñó mientras empezaba a comer y descubría que tenía tanta hambre que disfrutaba incluso de las gachas.
—No soy médico, Joe.
—Gracias a Dios. Esos estúpidos querrían sangrarla, y ella no lo necesita.
—No, es verdad. Joe, todavía no ha pasado tanto tiempo. Por lo que me han explicado, ha sido un trago muy traumático. Puede que tanto sueño sea fruto de eso, al menos en parte. Todo lo que soportó la ha agotado, la ha dejado exhausta. Y eso podría alargar la inconsciencia que le provocó el golpe en la cabeza.
—No pareces muy convencida.
—Lo que oyes es ignorancia. No sé mucho de heridas en la cabeza. Nadie lo sabe.
—No me has tranquilizado demasiado. ¿No puedes decirme nada bueno?
—Está viva, Joe. Sí, el golpe de la cabeza es fuerte, pero ni yo ni Meg, ni siquiera Wallace somos capaces de notar más daños debajo de la piel. El corte del golpe era pequeño. No está sumida en el sueño de la muerte. Se ha movido y ha dicho cosas. Creo que es buena señal. Parece demostrar que no está demasiado lejos de nosotros.
Joe asintió y luego suspiró:
—Quiero verla.
—Eso tendrá que esperar, Joe, aunque no mucho. Quizá mañana.
Cuando Storm se levantó y alargó los brazos para recoger la bandeja, Joe le cogió la mano:
—Gracias por cuidarla tan bien.
—La cuido porque la quiero. Nos hemos hecho muy amigas mientras estabas fuera tanto tiempo.
Con una sonrisa torcida, él murmuró:
—Me merezco la condena que reconozco en tu voz.
—No, Joe…
—No mientas para calmarme. Empiezo a pensar que me he calmado demasiado.
—Tus miedos eran reales, Joe.
—Sí, pero dejé que me gobernaran, que me obligaran a esconderme como un perro hambriento. Alexander no me calmó.
—Alexander es un entrometido —dijo Storm, temerosa de que su amigo le hubiera herido los sentimientos.
—Sí, pero esta vez no puedo culparlo. Tenía razón y, al hablar de forma tan directa e intentar hacerme ver lo que estaba haciendo, renunció a algo: a la oportunidad de seducir a ____________.
Storm dibujó una mueca.
—Me preguntaba si te habrías dado cuenta.
—Sí, me había dado cuenta y él mismo me lo dijo.
—Joe, sólo son amigos.
—Ya lo sé. ___________ dice que tendrán una amistad sincera y nada más, especialmente si Alex encuentra a una mujer que sepa ver más allá de su cara bonita. Detrás de su físico hay mucho más de lo que incluso yo sabía. Vio lo que hice y me obligó a abrir los ojos. Sí, estaba intentando proteger a _________, intentando asegurarme de que no se quedaría destrozada o con hijos si MacLennon ganaba, pero también me estaba protegiendo a mí mismo y no lo hice demasiado bien. ¿Sabes lo que quiero decir?
—Sí. No querías quererla —respondió Storm, con suavidad—. Pero no deberías decírmelo a mí —añadió.
—Ya lo sé, pero necesito ensayar mi discurso. ¿Crees que podrá entenderme y perdonarme?
Storm decidió que no debía ser ella quien le dijera con qué facilidad ___________ podría perdonarlo.
—Creo que sí, sobre todo si tienes palabras dulces para ella también.
—Bueno, puedo encontrar una cuantas —dijo, y luego suspiró—. Espero no haber perdido mi oportunidad.
—No. —Ella recogió la bandeja—. No lo creo. Descansa, Joe y, ¿me permites una sugerencia?
—Claro, ¿cuál?
—Asegúrate de poder hablarlo con ella sin interrupciones y quizás en algún lugar donde podáis disfrutar de varios días para demostrarle que lo dices en serio. Puede que tengas que esperar unos días. La casa estará llena de gente y ella quizá necesite unos días para recuperarse.
Joe suspiró y asintió, porque reconocía la sabiduría de aquellas palabras. Tenía muchos meses de bobadas y distanciamientos que reparar. Habría que cerrar heridas y no podía hacerlo en unos minutos. Sin embargo, como Robert había enviado un mensajero a casa de los MacRoth, suponía que, de momento, tendría que conformarse con esos pocos minutos.
La siguiente vez que se despertó fue por un sobresalto. Se incorporó en la cama y sufrió un momento de desconcierto, y entonces supo qué lo había despertado. __________ lo estaba llamando. Empezó a levantarse y, de repente, Alex estaba a su lado.
—Al menos, ponte los calzones antes de entrar ahí —le dijo su amigo mientras le ayudaba con la tarea.
—¿De dónde has salido?
—De un catre que hemos puesto en la esquina. Pensamos que estaría bien vigilarte de cerca un poco más.
Cuando se levantó, Joe descubrió que necesitaría la ayuda del brazo que Alexander le ofrecía. El dolor de cabeza había desaparecido casi del todo, pero todavía no estaba curado. Cuando empezaron a caminar hacia la habitación de __________, Joe maldijo su debilidad, porque los obligaba a ir más despacio.
Durante el lento regreso a la conciencia, __________ se vio invadida por recuerdos de la terrible experiencia con MacLennon. Y la visión más horrible era la de Joe de pie a merced de un MacLennon armado. Se asustó todavía más cuando se dio cuenta de que no sabía qué había pasado después de que aquel hombre la golpeara. La idea de que Joe pudiera estar muerto la llevó a gritar su nombre. Se incorporó en la cama y gritó por el intenso dolor de cabeza. Se la agarró e intentó levantarse de la cama, movida por la necesidad de ver a Joe, pero Storm y Meg se apresuraron a detenerla.
—__________, no puedes levantarte así como así —exclamó Meg mientras intentaba que volviera a tenderse.
—Tengo que ver a Joe —protestó ella, pero descubrió que estaba demasiado débil para luchar contra las dos y enseguida volvió a estar debajo de las sábanas.
—No puedes verlo —añadió Storm, con firmeza.
—Entonces, es que está muerto, ¿verdad? —dijo __________, con una voz plana y neutra—. MacLennon lo ha matado.
—Bueno, si lo ha hecho, no le ha salido bien —dijo Joe, que llegó a tiempo para oír las últimas palabras.
A _________ le dolía tanto la cabeza que le costó ver claro cuando se volvió hacia la voz.
—¿Joe?
—Bueno —él se metió en la cama con ella—, el que se está acostando contigo no es Alexander.
—Vaya, quizá la próxima vez —se burló ella, muy contenta por descubrir que estaba vivo a pesar del dolor de cabeza.
—¡_________! —exclamó él, mientras miraba con severidad a Alexander, que se estaba riendo.
Ella le agarró la mano con fuerza.
—Tenía miedo de que estuvieras muerto, Joe. No recordaba qué había pasado después de que MacLennon me golpeara. He debido de estar inconsciente.
—Sí, dos días.
—¿Cómo conseguiste escapar?
—Cayó muerto después de golpearte.
—Eso fue el grito que oí.
—Sí. El golpe en la cabeza que le diste tardó en hacer efecto, pero, al final, fue mortal.
—Entonces, ¿está muerto?
—Sí, ___________.
—Debería alegrarme y, en parte, me alegro, pero ojalá todo hubiera sido distinto.
—Tenía que ser así, ___________. Nunca nos habría dejado en paz. Su locura le exigía continuar hasta que uno de los dos estuviera muerto.
Ella asintió, pero, debido al dolor de cabeza, lo hizo con cuidado. Joe tenía razón. MacLennon no les había dejado otra opción. La única forma de detener su locura era matarlo. Sólo deseaba no haber sido ella quien le diera el golpe de gracia. A pesar de todo lo que ese hombre había hecho y planeaba hacer, algo dentro de ella se horrorizaba de la violencia que había sido capaz de desplegar.
—Venga, _________, tienes que tomarte esta poción —le dijo Meg, que se acercó a la cama y le ofreció una copa.
_________ dibujó una mueca infantil y se volvió, acurrucándose contra el costado de Joe:
—No, no quiero.
Aunque la entendía perfectamente, puesto que él también se había tomado ya varias pociones, con voz severa dijo:
—¿Es así como se comporta una mujer adulta y madre?
—Sí —respondió __________—, y tú te comportarías igual si hubieras tomado alguna de las asquerosas pociones de Meg.
—Todavía no te he matado, niña —respondió ésta, contrariada.
—No, pero has estado cerca en una o dos ocasiones.
—__________ —dijo Joe, con firmeza, aunque notaba que estaba a punto de echarse a reír.
—Está bien —intentó incorporarse, pero se mareó—. Vaya, estoy muy débil.
Joe la sostuvo y asintió.
—Sí, yo también, aunque noto que voy recuperando fuerzas. Tú has estado inconsciente más tiempo que yo. Todavía tardarás un poco en poder correr por la casa. ¿Para qué es la poción, Meg?
—Para matarme —gruñó __________.
Meg la ignoró.
—Para aliviar el dolor. Sé perfectamente que le duele la cabeza. —Meg asintió a modo de aprobación cuando __________ se bebió el líquido e ignoró las muecas de la chica—. No te la he hecho fuerte.
—¿Me ayudará a dormir? —preguntó __________, sin protestar cuando Joe la acomodó entre sus brazos.
—Para eso no la necesitas. Dormirás uno o dos días más.
—Pero si acabo de despertarme.
—Meg tiene razón, __________. A mí me pasó lo mismo. —Joe suspiró y meneó la cabeza—. No había manera de mantenerme despierto, aunque lo intentara.
—Bueno, señor, ahora que ya ha visto cómo está —dijo Meg a Iain—, ya puede volver a su cama.
__________ contuvo las ganas de abrazarlo con más fuerzas y murmuró:
—Claro, no tienes que quedarte si no quieres, Joe.
—Sí que quiero. Me quedo. —Y se acomodó todavía más en la cama, como si quisiera enfatizar su firme declaración.
—Pero debo limpiar y cambiar a la chica.
—Meg, __________ y yo estamos casados. Dudo que vaya a ver algo que no haya visto antes.
—Muy delicado, amigo —murmuró Alexander, mientras Meg contenía la respiración e ___________ gruñía, avergonzada.
La necesidad de privacidad apenas la preocupó unos segundos. Necesitaba más a Joe. Todavía tenía el sabor amargo del temor de pensar que estaba muerto.
—Y ahora creo que será mejor que ___________ descanse un poco —dijo Joe, tranquilo, cuando notó cómo su mujer se relajaba entre sus brazos—. Si su familia viene tan deprisa como cuando nacieron los niños, mañana los tendremos aquí. Y ella tiene que descansar antes de verlos.
Meg frunció el ceño, pero asintió.
—Sí, e insistirán en verla. Yo la vigilaré, señora —le dijo a Storm—. Vaya a descansar. Además, el señor Joe tiene razón. Los MacRoth llegarán muy pronto y habrá mucho que hacer.
_________ se despertó de un sobresalto, en parte porque Joe también se había despertado de golpe y, en parte, porque había oído un ruido muy fuerte. Se asomó por encima del hombro de Joe, que estaba maldiciendo en voz baja, y sonrió. La puerta, que todavía temblaba, explicaba el ruido tan fuerte.
—Hola, papá. ¿Todavía no has aprendido a llamar?
—No me habríais oído —gruñó Alaistair mientras se acercaba a la cama y observaba a su hija, con el ceño fruncido ante los moretones de la cara—. Presentaste pelea, ¿eh, hija?
—Bueno, yo no diría que una bofetada en la cara es presentar pelea. Papá, ¿te importaría esperar fuera un momento? Tengo que hacer una o dos cosas antes de poder sentarme y charlar contigo.
En ese mismo instante, Storm se abrió paso entre los hermanos de ___________, que estaban apelotonados en la puerta. Consiguió sacarlos a todos al pasillo excepto a Alaistair. __________ estuvo a punto de estallar en carcajadas cuando vio cómo su padre prácticamente arrastraba a Joe hacia la otra habitación para ayudarlo a vestirse mientras Storm se encargaba de ella. Joe todavía se reía cuando Alaistair lo devolvió a la habitación de __________ y lo metió en la cama junto a ella.
—Os traeré algo para desayunar —dijo Storm, mientras se dirigía hacia la puerta—. No pongas esa cara, Joe. No serán gachas. —Abrió la puerta y vio el numeroso grupo de hombres MacRoth—. Traeré mucha comida —añadió.
—Por todos los santos, ¿han venido todos? —preguntó _________ con un hilo de voz, mientras sus hermanos iban desfilando hacia la habitación—. No. Los gemelos grandes no están.
—No —respondió Conan mientras se acercaba a su hermana para darle un beso—, y también hemos dejado a ese chico, Gamel. Insistía en que te había fallado. William tiene pensado llevárselo a nadar si no espabila pronto.
—Pobre Gamel. Bueno, esperaba que, entre todos, le hicierais ver las cosas menos de color de rosa.
—Es un buen chico, hija —dijo su padre mientras se sentaba en la cama—, y debajo de todo ese pelo, cuando consigues que deje de decir tonterías, hay un cerebro. Bueno, presenta tu marido a Angus y a Conan, y después me explicas qué sucedió.
Aunque sabía que Robert debía de habérselo explicado casi todo, ella obedeció. Storm y Meg llegaron con varias bandejas de comida a mitad de la historia. __________ comió y dejó que Joe hablara porque, para ella, los recuerdos de aquella experiencia tan trágica todavía estaban tan frescos que le costaba relatarlos con tranquilidad. Cuando Joe terminó y respondieron todas las preguntas, estaba agotada. La cabeza no le dolía ni la mitad que el día anterior, pero seguía sin fuerzas. Se apoyó en Joe y él la rodeó con el brazo para que estuviera más cómoda.
—Estoy orgulloso de ti, hija —dijo su padre, despacio.
—Debería haberse marchado cuando se lo dije —murmuró Joe.
—Ella nunca lo habría hecho. Necesitabas ayuda. Y, aunque te entiendo, y ella debería obedecer a su marido, también entiendo por qué lo hizo. Y lo apruebo. Ah, los pequeños —exclamó, alegre, cuando Meg, Storm y Grizel entraron con los niños y los dejaron encima de la cama.
De repente, __________ se dio cuenta de que no había sentido la necesidad de amamantarlos y miró a Storm preocupada mientras su cuñada le daba a Padruig.
—Storm, no creo que pueda… —le susurró.
—Ya han comido. Sospechaba que se te habría cortado la leche y estaba preparada. La sorpresa del ataque y la herida… —Se encogió de hombros—. Además, ya necesitan algo más que leche materna, y aceptan de buen grado la leche de cabra. Grizel los ha amamantado a los tres, aunque ha necesitado la ayuda de una joven del pueblo porque, por lo visto, a los tres les entra el hambre a la vez. No es ninguna tragedia, __________ —añadió, con cariño.
Aunque asintió, ella no estaba tan segura. Tenía una profunda sensación de pérdida. El tiempo en que había amamantado a sus hijos y los había tenido cerca había sido muy placentero. Y también había un poco de celos hacia Grizel, pero a pesar de que sabía que eso estaba mal, no podía evitarlo.
—Eh, pequeña —murmuró Alaistair mientras se le acercaba para acariciar a Padruig—, no estés triste.
Cuando vio cómo Storm, Grizel y Meg salían de la habitación, dedicó una débil sonrisa a su padre.
—Sólo son celos tontos. Siento que los he perdido.
—No es cierto. Incluso la pequeña Liusadh acudirá más a ti cuando el hambre no sea su única y principal preocupación, aunque siempre querrá a su nodriza. Muchas señoras no amamantan a sus hijos, pero si los pequeños les reclaman amor, lo obtienen de sobras. Puedes darles la leche de cabra con gachas, y así no desaparecerás del todo de sus momentos de alimentación. Los llevaste en tu cuerpo durante casi nueve meses y diste el pecho a los niños seis meses más. Es imposible confundirlos. Además, piensa en los padres. Nosotros no llevamos a los hijos dentro ni los amamantamos, pero hay pocos que no sientan un fuerte vínculo con el hombre que los engendró.
—Sí, tienes razón, papá. —Le dio un beso en la mejilla—. Es una pérdida para la que no estaba preparada y, por un momento, ha sido muy duro. —Se volvió hacia Joe, a quien se le estaba cayendo la baba con su hija, que le sonreía—. Liusadh ya conoce a su padre y lo tiene cautivado.
Cuando la niña miró a su abuelo con aquellos enormes ojos, Alaistair sonrió con una nota de tristeza.
—Tiene los ojos de tu madre. Es una lástima que haya sacado el pelo oscuro de tu marido, pero igualmente será una preciosidad —dijo, miró a Joe y sonrió—. Sí, te dará más de un quebradero de cabeza cuando deje de ser una niña y se convierta en una mujer.
Al cabo de poco, Alaistair dio por terminada la visita. ___________ sonrió, agotada, mientras veía como los felices tíos se llevaban a sus sobrinos. Se quedó muy tranquila al saber que, pasara lo que pasara en un futuro, a sus hijos nunca les faltaría amor. Bostezó y se acurrucó contra Joe y supo que no tardaría en dormirse.
—Creo que no me gusta demasiado cómo sonríe tu padre cuando habla de los quebraderos de cabeza que nos dará Liusadh dentro de unos años —dijo Joe.
Aunque se rió, ___________ respondió:
—También se los dará a él. Papá quiere a sus nietos como si fueran sus propios hijos. Si Liusadh te tiene paseando arriba y abajo del pasillo, papá estará a tu lado. Si lo vieses con los demás nietos, lo sabrías.
—__________, ¿todavía estás triste por lo de tu leche?
Fruto de sus largas ausencias, ella no estaba acostumbrada a comentarle esas cosas y se sonrojó:
—Ya se me ha pasado. Es que no me lo esperaba. Además, me han invadido los miedos y los celos. Tengo la sensación de que Liusadh nunca será realmente mía y temía perder también a los niños. Pero papá tiene razón. Esto sólo es una pequeña parte de la vida de los niños y puedo encontrar muchas otras formas de cuidarlos y quererlos. Papá no estuvo a mi lado como una madre o una niñera, pero no podría quererlo más. Cuando lo descubrí, me quedé mucho más tranquila —bostezó.
—Descansa, ____________.
—Si no quieres dormir, puedes irte, Joe.
—Me quedo.
El tono de su voz la extrañó y le dio esperanzas. Casi había sonado como si estuviera pronunciando unos votos. Antes de la aparición de MacLennon, le había parecido ver un cambio en los sentimientos de Joe, pero tenía miedo de albergar esperanzas. Ojalá no estuviera tan cansada, porque quería sentarse y tener una larga conversación con él. Ya era hora de que dejaran de esconder lo que sentían o pensaban, de que dejaran de intentar adivinar las ideas y los sentimientos del otro, de ser abiertos. No obstante, esa conversación requería que estuviera plenamente recuperada y todavía tenía los sentidos dormidos. Cuando cayó en los brazos de Morfeo, se prometió que, si lo único que había conseguido era convencerlo para que volviera a dormir con ella, de momento bastaría.
—¡__________! —gritó Joe, e intentó incorporarse, pero un fuerte brazo sobre el pecho lo retuvo. Por un momento de pánico, temió estar todavía en el bosque, con MacLennon vivo, amenazándolos a los dos—. ¿Dónde está __________? —preguntó, con voz ronca—. Tengo que verla.
—Esta viva. Y ahora, tómate esto.
Después de tragar, con muchos esfuerzos, la poción de hierbas que Alexander le ofreció, Joe insistió:
—¿Dónde está?
—En su habitación, con Storm y Meg. Todavía no se ha despertado —le respondió su amigo, con suavidad.
—¿Desde cuándo?
—Desde ayer. —Alexander frenó a Joe cuando volvió a intentar levantarse.
—Tengo que verla.
—Tienes que quedarte en la cama, amigo mío. Si intentas levantarte, te darás de bruces contra el suelo y ya he cargado contigo lo suficiente.
Joe sabía que Alexander tenía razón. Notaba la debilidad de su cuerpo. Ya se había mareado cuando se había incorporado un poco con la ayuda de Alexander. Si se levantaba, se caería redondo al suelo. Sin embargo, se moría de ganas de ver a ___________ y maldijo su impotencia.
—Está viva, Joe. Confórmate con eso, de momento.
—¿Tú lo harías?
—No, pero tú siempre has sido más sensato.
—Desde que me fijé en ella, he perdido toda sensatez. ¿Y MacLennon?
—Muerto. ¿Recuerdas haberlo golpeado en la cabeza?
—No, porque no fui yo quien lo hizo, sino ___________.
—¿__________? —Alexander no daba crédito.
—Sí, ella…
—Espera. Iré a buscar a tu familia. Están ansiosos por verte. Si te hubieras despertado dentro de una hora, te habrías encontrado con Tavis en mi lugar.
—Antes de marcharte, ayúdame con el orinal —dijo Joe, con un suspiro, enojado por necesitar ayuda incluso en eso.
Alexander lo ayudó a orinar y luego se fue a buscar a los MacLagan. Joe descubrió que necesitaría aquellos segundos que su amigo tardaría en traer a su familia para recuperarse del simple hecho de orinar. En cuanto llegaron, pudo explicarles lo que había pasado. Recordar aquella pesadilla lo agotó y supo que gran parte del agotamiento se debía a no poder ver a ____________. Cada recuerdo lo hacía más consciente de lo que la chica había sufrido.
—Todavía no acabo de creerme que __________ golpeara a MacLennon —murmuró Alexander, y meneó la cabeza—. Es muy menuda.
—Ah, las chicas pueden llegar a ser sorprendentes —dijo Colin, asintiendo con la cabeza—. Si las entrenaran como a los chicos, serían capaces de blandir una espada.
—Debería haberse marchado. Debería haber huido, como le dije —susurró Joe.
—Tenías las mismas posibilidades de que te obedeciera en eso que hubiera tenido yo si hubiéramos sido Storm y yo. Estabas en peligro, desarmado y ella no podía dejarte. Nosotros no las dejaríamos. No debe sorprenderte que ellas hagan lo mismo.
—Sí, ya lo sé Tavis, pero un loco había estado a punto de matarla. Quería que se alejara de él. ¿Seguro que está muerto? Recuerdo haber pensado que lo estaba.
—Seguro —lo tranquilizó Colin—. Tenemos su cuerpo. Conservado en salmuera. Pensamos que quizá querrías asegurarte.
—No, ya lo vi. Sólo quería que alguien confirmara lo que creía haber visto. A pesar de estar confundido y con dolor de cabeza, todavía supe reconocer la muerte cuando la vi. Pero no estaba seguro de si creérmelo o no. Esto ya había durado demasiado.
—Todo ha terminado —dijo Tavis—. Ahora que te has despertado, creo que no tardarás nada en levantarte y caminar.
—Pero ¿__________?
—No es tan fuerte como tú. Necesitará un poco más de tiempo. Si vas a quedarte más tranquilo, le diré a Storm que venga a hablar contigo.
—Sí, por favor. Si sé cómo está, descansaré mejor.
Cuando su familia se marchó y Alexander volvió a sentarse junto a la cama, Joe cerró los ojos. La visita lo había agotado. Quería esperarse para ver a Storm, pero no pudo resistir la fuerza del sueño. Se despertó dos veces más, y volvió a dormirse. Cuando despertó por tercera vez, vio que Storm entraba en la habitación con una bandeja. Él hizo una mueca de desagrado cuando lo ayudó a incorporarse y le colocó la bandeja delante.
—Gachas.
—Sólo será hoy, creo —dijo Storm, mientras se sentaba cerca de la cama—. Venga, come y te explicaré lo que pueda acerca de __________.
—¿Qué quieres decir con… lo que puedas? —gruñó mientras empezaba a comer y descubría que tenía tanta hambre que disfrutaba incluso de las gachas.
—No soy médico, Joe.
—Gracias a Dios. Esos estúpidos querrían sangrarla, y ella no lo necesita.
—No, es verdad. Joe, todavía no ha pasado tanto tiempo. Por lo que me han explicado, ha sido un trago muy traumático. Puede que tanto sueño sea fruto de eso, al menos en parte. Todo lo que soportó la ha agotado, la ha dejado exhausta. Y eso podría alargar la inconsciencia que le provocó el golpe en la cabeza.
—No pareces muy convencida.
—Lo que oyes es ignorancia. No sé mucho de heridas en la cabeza. Nadie lo sabe.
—No me has tranquilizado demasiado. ¿No puedes decirme nada bueno?
—Está viva, Joe. Sí, el golpe de la cabeza es fuerte, pero ni yo ni Meg, ni siquiera Wallace somos capaces de notar más daños debajo de la piel. El corte del golpe era pequeño. No está sumida en el sueño de la muerte. Se ha movido y ha dicho cosas. Creo que es buena señal. Parece demostrar que no está demasiado lejos de nosotros.
Joe asintió y luego suspiró:
—Quiero verla.
—Eso tendrá que esperar, Joe, aunque no mucho. Quizá mañana.
Cuando Storm se levantó y alargó los brazos para recoger la bandeja, Joe le cogió la mano:
—Gracias por cuidarla tan bien.
—La cuido porque la quiero. Nos hemos hecho muy amigas mientras estabas fuera tanto tiempo.
Con una sonrisa torcida, él murmuró:
—Me merezco la condena que reconozco en tu voz.
—No, Joe…
—No mientas para calmarme. Empiezo a pensar que me he calmado demasiado.
—Tus miedos eran reales, Joe.
—Sí, pero dejé que me gobernaran, que me obligaran a esconderme como un perro hambriento. Alexander no me calmó.
—Alexander es un entrometido —dijo Storm, temerosa de que su amigo le hubiera herido los sentimientos.
—Sí, pero esta vez no puedo culparlo. Tenía razón y, al hablar de forma tan directa e intentar hacerme ver lo que estaba haciendo, renunció a algo: a la oportunidad de seducir a ____________.
Storm dibujó una mueca.
—Me preguntaba si te habrías dado cuenta.
—Sí, me había dado cuenta y él mismo me lo dijo.
—Joe, sólo son amigos.
—Ya lo sé. ___________ dice que tendrán una amistad sincera y nada más, especialmente si Alex encuentra a una mujer que sepa ver más allá de su cara bonita. Detrás de su físico hay mucho más de lo que incluso yo sabía. Vio lo que hice y me obligó a abrir los ojos. Sí, estaba intentando proteger a _________, intentando asegurarme de que no se quedaría destrozada o con hijos si MacLennon ganaba, pero también me estaba protegiendo a mí mismo y no lo hice demasiado bien. ¿Sabes lo que quiero decir?
—Sí. No querías quererla —respondió Storm, con suavidad—. Pero no deberías decírmelo a mí —añadió.
—Ya lo sé, pero necesito ensayar mi discurso. ¿Crees que podrá entenderme y perdonarme?
Storm decidió que no debía ser ella quien le dijera con qué facilidad ___________ podría perdonarlo.
—Creo que sí, sobre todo si tienes palabras dulces para ella también.
—Bueno, puedo encontrar una cuantas —dijo, y luego suspiró—. Espero no haber perdido mi oportunidad.
—No. —Ella recogió la bandeja—. No lo creo. Descansa, Joe y, ¿me permites una sugerencia?
—Claro, ¿cuál?
—Asegúrate de poder hablarlo con ella sin interrupciones y quizás en algún lugar donde podáis disfrutar de varios días para demostrarle que lo dices en serio. Puede que tengas que esperar unos días. La casa estará llena de gente y ella quizá necesite unos días para recuperarse.
Joe suspiró y asintió, porque reconocía la sabiduría de aquellas palabras. Tenía muchos meses de bobadas y distanciamientos que reparar. Habría que cerrar heridas y no podía hacerlo en unos minutos. Sin embargo, como Robert había enviado un mensajero a casa de los MacRoth, suponía que, de momento, tendría que conformarse con esos pocos minutos.
La siguiente vez que se despertó fue por un sobresalto. Se incorporó en la cama y sufrió un momento de desconcierto, y entonces supo qué lo había despertado. __________ lo estaba llamando. Empezó a levantarse y, de repente, Alex estaba a su lado.
—Al menos, ponte los calzones antes de entrar ahí —le dijo su amigo mientras le ayudaba con la tarea.
—¿De dónde has salido?
—De un catre que hemos puesto en la esquina. Pensamos que estaría bien vigilarte de cerca un poco más.
Cuando se levantó, Joe descubrió que necesitaría la ayuda del brazo que Alexander le ofrecía. El dolor de cabeza había desaparecido casi del todo, pero todavía no estaba curado. Cuando empezaron a caminar hacia la habitación de __________, Joe maldijo su debilidad, porque los obligaba a ir más despacio.
Durante el lento regreso a la conciencia, __________ se vio invadida por recuerdos de la terrible experiencia con MacLennon. Y la visión más horrible era la de Joe de pie a merced de un MacLennon armado. Se asustó todavía más cuando se dio cuenta de que no sabía qué había pasado después de que aquel hombre la golpeara. La idea de que Joe pudiera estar muerto la llevó a gritar su nombre. Se incorporó en la cama y gritó por el intenso dolor de cabeza. Se la agarró e intentó levantarse de la cama, movida por la necesidad de ver a Joe, pero Storm y Meg se apresuraron a detenerla.
—__________, no puedes levantarte así como así —exclamó Meg mientras intentaba que volviera a tenderse.
—Tengo que ver a Joe —protestó ella, pero descubrió que estaba demasiado débil para luchar contra las dos y enseguida volvió a estar debajo de las sábanas.
—No puedes verlo —añadió Storm, con firmeza.
—Entonces, es que está muerto, ¿verdad? —dijo __________, con una voz plana y neutra—. MacLennon lo ha matado.
—Bueno, si lo ha hecho, no le ha salido bien —dijo Joe, que llegó a tiempo para oír las últimas palabras.
A _________ le dolía tanto la cabeza que le costó ver claro cuando se volvió hacia la voz.
—¿Joe?
—Bueno —él se metió en la cama con ella—, el que se está acostando contigo no es Alexander.
—Vaya, quizá la próxima vez —se burló ella, muy contenta por descubrir que estaba vivo a pesar del dolor de cabeza.
—¡_________! —exclamó él, mientras miraba con severidad a Alexander, que se estaba riendo.
Ella le agarró la mano con fuerza.
—Tenía miedo de que estuvieras muerto, Joe. No recordaba qué había pasado después de que MacLennon me golpeara. He debido de estar inconsciente.
—Sí, dos días.
—¿Cómo conseguiste escapar?
—Cayó muerto después de golpearte.
—Eso fue el grito que oí.
—Sí. El golpe en la cabeza que le diste tardó en hacer efecto, pero, al final, fue mortal.
—Entonces, ¿está muerto?
—Sí, ___________.
—Debería alegrarme y, en parte, me alegro, pero ojalá todo hubiera sido distinto.
—Tenía que ser así, ___________. Nunca nos habría dejado en paz. Su locura le exigía continuar hasta que uno de los dos estuviera muerto.
Ella asintió, pero, debido al dolor de cabeza, lo hizo con cuidado. Joe tenía razón. MacLennon no les había dejado otra opción. La única forma de detener su locura era matarlo. Sólo deseaba no haber sido ella quien le diera el golpe de gracia. A pesar de todo lo que ese hombre había hecho y planeaba hacer, algo dentro de ella se horrorizaba de la violencia que había sido capaz de desplegar.
—Venga, _________, tienes que tomarte esta poción —le dijo Meg, que se acercó a la cama y le ofreció una copa.
_________ dibujó una mueca infantil y se volvió, acurrucándose contra el costado de Joe:
—No, no quiero.
Aunque la entendía perfectamente, puesto que él también se había tomado ya varias pociones, con voz severa dijo:
—¿Es así como se comporta una mujer adulta y madre?
—Sí —respondió __________—, y tú te comportarías igual si hubieras tomado alguna de las asquerosas pociones de Meg.
—Todavía no te he matado, niña —respondió ésta, contrariada.
—No, pero has estado cerca en una o dos ocasiones.
—__________ —dijo Joe, con firmeza, aunque notaba que estaba a punto de echarse a reír.
—Está bien —intentó incorporarse, pero se mareó—. Vaya, estoy muy débil.
Joe la sostuvo y asintió.
—Sí, yo también, aunque noto que voy recuperando fuerzas. Tú has estado inconsciente más tiempo que yo. Todavía tardarás un poco en poder correr por la casa. ¿Para qué es la poción, Meg?
—Para matarme —gruñó __________.
Meg la ignoró.
—Para aliviar el dolor. Sé perfectamente que le duele la cabeza. —Meg asintió a modo de aprobación cuando __________ se bebió el líquido e ignoró las muecas de la chica—. No te la he hecho fuerte.
—¿Me ayudará a dormir? —preguntó __________, sin protestar cuando Joe la acomodó entre sus brazos.
—Para eso no la necesitas. Dormirás uno o dos días más.
—Pero si acabo de despertarme.
—Meg tiene razón, __________. A mí me pasó lo mismo. —Joe suspiró y meneó la cabeza—. No había manera de mantenerme despierto, aunque lo intentara.
—Bueno, señor, ahora que ya ha visto cómo está —dijo Meg a Iain—, ya puede volver a su cama.
__________ contuvo las ganas de abrazarlo con más fuerzas y murmuró:
—Claro, no tienes que quedarte si no quieres, Joe.
—Sí que quiero. Me quedo. —Y se acomodó todavía más en la cama, como si quisiera enfatizar su firme declaración.
—Pero debo limpiar y cambiar a la chica.
—Meg, __________ y yo estamos casados. Dudo que vaya a ver algo que no haya visto antes.
—Muy delicado, amigo —murmuró Alexander, mientras Meg contenía la respiración e ___________ gruñía, avergonzada.
La necesidad de privacidad apenas la preocupó unos segundos. Necesitaba más a Joe. Todavía tenía el sabor amargo del temor de pensar que estaba muerto.
—Y ahora creo que será mejor que ___________ descanse un poco —dijo Joe, tranquilo, cuando notó cómo su mujer se relajaba entre sus brazos—. Si su familia viene tan deprisa como cuando nacieron los niños, mañana los tendremos aquí. Y ella tiene que descansar antes de verlos.
Meg frunció el ceño, pero asintió.
—Sí, e insistirán en verla. Yo la vigilaré, señora —le dijo a Storm—. Vaya a descansar. Además, el señor Joe tiene razón. Los MacRoth llegarán muy pronto y habrá mucho que hacer.
_________ se despertó de un sobresalto, en parte porque Joe también se había despertado de golpe y, en parte, porque había oído un ruido muy fuerte. Se asomó por encima del hombro de Joe, que estaba maldiciendo en voz baja, y sonrió. La puerta, que todavía temblaba, explicaba el ruido tan fuerte.
—Hola, papá. ¿Todavía no has aprendido a llamar?
—No me habríais oído —gruñó Alaistair mientras se acercaba a la cama y observaba a su hija, con el ceño fruncido ante los moretones de la cara—. Presentaste pelea, ¿eh, hija?
—Bueno, yo no diría que una bofetada en la cara es presentar pelea. Papá, ¿te importaría esperar fuera un momento? Tengo que hacer una o dos cosas antes de poder sentarme y charlar contigo.
En ese mismo instante, Storm se abrió paso entre los hermanos de ___________, que estaban apelotonados en la puerta. Consiguió sacarlos a todos al pasillo excepto a Alaistair. __________ estuvo a punto de estallar en carcajadas cuando vio cómo su padre prácticamente arrastraba a Joe hacia la otra habitación para ayudarlo a vestirse mientras Storm se encargaba de ella. Joe todavía se reía cuando Alaistair lo devolvió a la habitación de __________ y lo metió en la cama junto a ella.
—Os traeré algo para desayunar —dijo Storm, mientras se dirigía hacia la puerta—. No pongas esa cara, Joe. No serán gachas. —Abrió la puerta y vio el numeroso grupo de hombres MacRoth—. Traeré mucha comida —añadió.
—Por todos los santos, ¿han venido todos? —preguntó _________ con un hilo de voz, mientras sus hermanos iban desfilando hacia la habitación—. No. Los gemelos grandes no están.
—No —respondió Conan mientras se acercaba a su hermana para darle un beso—, y también hemos dejado a ese chico, Gamel. Insistía en que te había fallado. William tiene pensado llevárselo a nadar si no espabila pronto.
—Pobre Gamel. Bueno, esperaba que, entre todos, le hicierais ver las cosas menos de color de rosa.
—Es un buen chico, hija —dijo su padre mientras se sentaba en la cama—, y debajo de todo ese pelo, cuando consigues que deje de decir tonterías, hay un cerebro. Bueno, presenta tu marido a Angus y a Conan, y después me explicas qué sucedió.
Aunque sabía que Robert debía de habérselo explicado casi todo, ella obedeció. Storm y Meg llegaron con varias bandejas de comida a mitad de la historia. __________ comió y dejó que Joe hablara porque, para ella, los recuerdos de aquella experiencia tan trágica todavía estaban tan frescos que le costaba relatarlos con tranquilidad. Cuando Joe terminó y respondieron todas las preguntas, estaba agotada. La cabeza no le dolía ni la mitad que el día anterior, pero seguía sin fuerzas. Se apoyó en Joe y él la rodeó con el brazo para que estuviera más cómoda.
—Estoy orgulloso de ti, hija —dijo su padre, despacio.
—Debería haberse marchado cuando se lo dije —murmuró Joe.
—Ella nunca lo habría hecho. Necesitabas ayuda. Y, aunque te entiendo, y ella debería obedecer a su marido, también entiendo por qué lo hizo. Y lo apruebo. Ah, los pequeños —exclamó, alegre, cuando Meg, Storm y Grizel entraron con los niños y los dejaron encima de la cama.
De repente, __________ se dio cuenta de que no había sentido la necesidad de amamantarlos y miró a Storm preocupada mientras su cuñada le daba a Padruig.
—Storm, no creo que pueda… —le susurró.
—Ya han comido. Sospechaba que se te habría cortado la leche y estaba preparada. La sorpresa del ataque y la herida… —Se encogió de hombros—. Además, ya necesitan algo más que leche materna, y aceptan de buen grado la leche de cabra. Grizel los ha amamantado a los tres, aunque ha necesitado la ayuda de una joven del pueblo porque, por lo visto, a los tres les entra el hambre a la vez. No es ninguna tragedia, __________ —añadió, con cariño.
Aunque asintió, ella no estaba tan segura. Tenía una profunda sensación de pérdida. El tiempo en que había amamantado a sus hijos y los había tenido cerca había sido muy placentero. Y también había un poco de celos hacia Grizel, pero a pesar de que sabía que eso estaba mal, no podía evitarlo.
—Eh, pequeña —murmuró Alaistair mientras se le acercaba para acariciar a Padruig—, no estés triste.
Cuando vio cómo Storm, Grizel y Meg salían de la habitación, dedicó una débil sonrisa a su padre.
—Sólo son celos tontos. Siento que los he perdido.
—No es cierto. Incluso la pequeña Liusadh acudirá más a ti cuando el hambre no sea su única y principal preocupación, aunque siempre querrá a su nodriza. Muchas señoras no amamantan a sus hijos, pero si los pequeños les reclaman amor, lo obtienen de sobras. Puedes darles la leche de cabra con gachas, y así no desaparecerás del todo de sus momentos de alimentación. Los llevaste en tu cuerpo durante casi nueve meses y diste el pecho a los niños seis meses más. Es imposible confundirlos. Además, piensa en los padres. Nosotros no llevamos a los hijos dentro ni los amamantamos, pero hay pocos que no sientan un fuerte vínculo con el hombre que los engendró.
—Sí, tienes razón, papá. —Le dio un beso en la mejilla—. Es una pérdida para la que no estaba preparada y, por un momento, ha sido muy duro. —Se volvió hacia Joe, a quien se le estaba cayendo la baba con su hija, que le sonreía—. Liusadh ya conoce a su padre y lo tiene cautivado.
Cuando la niña miró a su abuelo con aquellos enormes ojos, Alaistair sonrió con una nota de tristeza.
—Tiene los ojos de tu madre. Es una lástima que haya sacado el pelo oscuro de tu marido, pero igualmente será una preciosidad —dijo, miró a Joe y sonrió—. Sí, te dará más de un quebradero de cabeza cuando deje de ser una niña y se convierta en una mujer.
Al cabo de poco, Alaistair dio por terminada la visita. ___________ sonrió, agotada, mientras veía como los felices tíos se llevaban a sus sobrinos. Se quedó muy tranquila al saber que, pasara lo que pasara en un futuro, a sus hijos nunca les faltaría amor. Bostezó y se acurrucó contra Joe y supo que no tardaría en dormirse.
—Creo que no me gusta demasiado cómo sonríe tu padre cuando habla de los quebraderos de cabeza que nos dará Liusadh dentro de unos años —dijo Joe.
Aunque se rió, ___________ respondió:
—También se los dará a él. Papá quiere a sus nietos como si fueran sus propios hijos. Si Liusadh te tiene paseando arriba y abajo del pasillo, papá estará a tu lado. Si lo vieses con los demás nietos, lo sabrías.
—__________, ¿todavía estás triste por lo de tu leche?
Fruto de sus largas ausencias, ella no estaba acostumbrada a comentarle esas cosas y se sonrojó:
—Ya se me ha pasado. Es que no me lo esperaba. Además, me han invadido los miedos y los celos. Tengo la sensación de que Liusadh nunca será realmente mía y temía perder también a los niños. Pero papá tiene razón. Esto sólo es una pequeña parte de la vida de los niños y puedo encontrar muchas otras formas de cuidarlos y quererlos. Papá no estuvo a mi lado como una madre o una niñera, pero no podría quererlo más. Cuando lo descubrí, me quedé mucho más tranquila —bostezó.
—Descansa, ____________.
—Si no quieres dormir, puedes irte, Joe.
—Me quedo.
El tono de su voz la extrañó y le dio esperanzas. Casi había sonado como si estuviera pronunciando unos votos. Antes de la aparición de MacLennon, le había parecido ver un cambio en los sentimientos de Joe, pero tenía miedo de albergar esperanzas. Ojalá no estuviera tan cansada, porque quería sentarse y tener una larga conversación con él. Ya era hora de que dejaran de esconder lo que sentían o pensaban, de que dejaran de intentar adivinar las ideas y los sentimientos del otro, de ser abiertos. No obstante, esa conversación requería que estuviera plenamente recuperada y todavía tenía los sentidos dormidos. Cuando cayó en los brazos de Morfeo, se prometió que, si lo único que había conseguido era convencerlo para que volviera a dormir con ella, de momento bastaría.
ForJoeJonas
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
• Capítulo 25
Joe farfulló y maldijo mientras Alexander y él llevaban un baúl hasta uno de los carros. Ya hacía más de una semana que los MacRoth habían llegado y no parecía que tuvieran ninguna intención de marcharse. Cuando conseguía estar a solas con ____________ un rato, estaba demasiado cansada para mantener cualquier tipo de conversación seria. Joe no había avanzado nada a la hora de solucionar los problemas que había provocado en su matrimonio.
—¿Te apetece explicarme por qué estás de tan mal humor? ¿Te arrepientes de marcharte de Caraidland?
Joe miró a Alexander mientras subían el baúl a la parte trasera del carro y consiguió gruñir:
—Los MacRoth, malditos sean.
—Son de gran ayuda. Tendrás la mudanza a Muircraig lista en un solo viaje.
—Sí, eso es cierto. —Joe suspiró y se apoyó en el carro—. Es que me los encuentro por todas partes y no tengo ni un minuto a solas con __________. Cuando llegamos a la habitación por la noche, sólo tiene fuerzas para dormir.
—Seguro que si has podido aguantar una abstinencia de seis meses, podrás aguantar un par de semanas más —dijo Alexander, mostrando abiertamente que su amigo no le daba ninguna lástima.
—Sí, eso también, pero no hablaba de eso. Verás, he estado pensando en todo aquello que me dijiste de desperdiciar el tiempo. Y lo peor es que decidí que tenías razón el día que MacLennon nos atacó.
—Y todavía no has podido hablar con ____________.
—No. Storm me aconsejó hacerlo cuando dispusiéramos de tiempo y privacidad, para decirle lo que tengo que decir y demostrarle que puede creerme.
—Sí, quizá tenga dudas. Será un gran cambio.
Joe asintió.
—Si duda, no la culparé. —Meneó la cabeza y dibujó una mueca—. Sin embargo, empiezo a creer que no tendré una oportunidad hasta dentro de un año.
—Lo dudo.
—¿No tienes idea de cómo puedo deshacerme de ellos sin ofenderlos?
—Yo no me entrometo.
El mordaz comentario que Joe tenía preparado como respuesta a la obvia mentira de Alexander quedó en el aire cuando aparecieron dos de los hermanos de __________. Cuando les indicó dónde dejar el baúl que llevaban, Alexander ya había desaparecido. Joe no volvió a verlo hasta que estuvo todo listo para marcharse de Caraidland. Más tarde lo vio entre todos los MacRoth y frunció el ceño, pero luego se dijo que no debía ser tan receloso y miró a su alrededor buscando a ____________.
La chica abrazó a Storm y contuvo las intensas ganas de llorar. Quería empezar una nueva vida en su propia casa, pero no quería marcharse de Caraidland. A pesar de que Joe había vuelto a dormir con ella, todavía no le había hecho el amor y no parecían gozar de una mejor comunicación. Tenía miedo de la soledad que tendría que sufrir si aquella distancia en su matrimonio continuaba en Muircraig.
—Venga, _________ —dijo Storm, con una sonrisa temblorosa—, no estaremos tan lejos. Es mejor que, por fin, te vayas a tu propia casa con Joe y no compartas la de los demás.
—¿Lo es? No estoy tan segura. —Entrelazó su brazo con el de su cuñada y las dos salieron hasta donde estaban los hombres.
—¿Siguen los problemas entre vosotros?
—No, no hay problemas, pero tampoco hay nada más. MacLennon está muerto, y lo sé, y aunque quizá nada pueda apaciguar el miedo de Joe a los partos, lo he minimizado, aunque no avanzamos hacia una unión real. Duerme conmigo, pero todavía no me ha hecho el amor y la cama es lo único que compartimos.
Storm tuvo que morderse la lengua para no revelarle todo lo que Joe le había dicho y poder, así, eliminar la tristeza de los ojos de su amiga.
—Dale tiempo, ___________. Quizá no sepa cómo empezar. Y en cuanto a lo de hacer el amor, últimamente has estado muy cansada. No creo que estuvieras recuperada para soportar la tensión, por feliz que sea, de tener a toda tu familia de visita.
—Sí, me dormía en cuanto me metía en la cama. Espero que tengas razón. Muircraig no será un hogar mientras Joe y yo no tengamos un matrimonio pleno, mientras tenga un hombre que utiliza mi cuerpo de vez en cuando y me trata bien, pero nada más.
—No será así. Lo presiento. Y ahora vamos, que Joe te está buscando. Es la hora de marcharos.
Sentada en un carro con los niños, Meg y Grizel, Islaen veía cómo Joe iba con los hombres. De vez en cuando, se quedaba rezagado para comprobar que todo estaba en orden. ___________ se sentía desesperada, porque parecía tan lejano como siempre. No estaba segura de si tendría las fuerzas o la paciencia para continuar luchando por un lugar en sus sentimientos. Su amor era tan fuerte como siempre, pero, últimamente, estaba sufriendo una alarmante falta de iniciativa. Después de tantos meses, se había cansado de luchar.
Cuando llegaron a Muircraig, estuvo ocupada organizando y colocando todo lo que habían traído. En varias ocasiones, vio a Alexander charlando animadamente con sus hermanos, pero sus sospechas de que estuviera tramando algo fueron fugaces, porque se encontraba demasiado ocupada para preocuparse por eso. Si Alexander se estaba entrometiendo otra vez, ya lo descubriría más tarde.
—Las cosas no van bien —dijo Alaistair, que se hallaba de pie junto a Alexander, mientras miraba a su hija y a su marido.
—Pronto mejorarán.
Con una sonrisa torcida, Alaistair miró al joven con severidad.
—Tú lo sabes todo acerca de lo que pasa entre esos dos.
—Los dos son mis amigos, me muevo por el cariño que les tengo y les deseo toda la felicidad, algo que estoy convencido de que sólo podrán encontrar en el matrimonio al que fueron obligados.
—Han tenido meses para encontrarla, pero los sigue eludiendo.
—Sí, es cierto. Pero todo estaba cambiando antes de que MacLennon muriera. Por desgracia, ese loco los atacó antes de que Joe pudiera hablar con __________ del cambio en su corazón.
—Pero el ataque sucedió hace más de una semana. ¿Acaso ya no tiene ganas de decírselo?
—Sí, pero necesita tiempo —miró a Alaistair y sonrió con complicidad—, y privacidad para hablar con ella y demostrarle que lo que dice es cierto.
—Entonces, tendrá privacidad, porque ya empiezo a estar harto de ver cómo mi hija actúa como si no pasara nada. —Enseguida se fue a buscar a sus hijos y les dijo que, en cuento hubieran descargado todos los baúles, se marcharían.
—Pero, papá —protestó ___________ cuando él le dijo que se iban, que el último baúl estaba descargado y guardado—, hemos traído comida para todos. ¿No preferís esperaros hasta mañana?
—No. Nos hemos quedado tanto tiempo porque queríamos ayudaros en la mudanza. Volveremos a Caraidland a recoger nuestras cosas y, al amanecer, nos iremos a casa. Pero déjame ver a los niños una vez más antes de irme. Seguramente, pasarán meses antes de que vuelva a verlos.
—Antes de que llegue el invierno —dijo Joe, mientras la rodeaba con el brazo y veía cómo su familia y Alexander se alejaban—, iremos a visitarlos. Con los niños. Ya serán lo suficientemente mayores como para soportar el viaje.
—Sí, y sus tías y sus primos tienen muchas ganas de conocerlos. ¿Digo que nos preparen la cena?
—Sí, me gustaría acostarme temprano. —La miró—. Muy temprano.
__________ se sonrojó, maldijo en voz baja y se marchó a la cocina. Furiosa, se dijo que Joe podía querer decir que quería acostarse temprano, nada más. Últimamente, no había expresado ningún deseo de cualquier otra cosa. Se dijo que era mejor no pensar en nada, pero sabía que no podría. Ella, sólo pensaba en hacer el amor. A menudo, se había despertado por la mañana maldiciéndose por haberse dormido tan deprisa y maldiciendo a Joe por no haberla despertado con sus caricias. Al final, se dijo que, por muchas ganas que tuviera de recibir sus caricias, no movería la primera ficha. «Ahora Joe puede —se dijo, furiosa—. Puede suplicarlo primero. Bueno, pedirlo de forma amable.» Cuando se sentó a su lado para cenar, había decidido que cualquier indicación por parte de él de que estaba abierto al contacto bastaría, y luego se regañó por su debilidad.
Joe mantuvo una charla muy animada durante toda la cena. Y también se aseguró, sutilmente, de que ___________ no tomara demasiado vino. Iba a suponer un gran esfuerzo decirle todo lo que tenía que decirle, lo que quería decirle a pesar de su repentino ataque de cobardía, y no quería tener que repetirlo porque ella estuviera demasiado confundida con el vino. Dejó que se fuera primero a la habitación, para poder tener más tiempo para prepararse y tensar la espalda, que de repente sintió flácida. Furioso, reconoció que temía el rechazo o el desinterés. Tenía miedo de haber esperado demasiado, de haber matado, con sus constantes separaciones, cualquier sentimiento que ella pudiera tener hacia él. Se terminó el vino y se fue hacia la habitación, decidido a terminar con aquello cuanto antes.
Entonces, cuando Joe entró en el dormitorio, ___________ lo miró con disimulo. Ella se había desvestido, lavado y metido en la cama muy deprisa, pero decidió que era inútil fingir que estaba dormida. Joe se había comportado de una forma muy extraña desde que su familia se había marchado, incluso había flirteando, y parecía que la observaba constantemente. La ponía nerviosa.
—___________, tenemos que hablar —dijo él, con suavidad, mientras se metía en la cama y la abrazaba.
Hablar no era lo que más le apetecía cuando la abrazaba de aquella forma, pero no verbalizó sus deseos. Tenía miedo de lo que pudiera decirle. Si ella podía ver que su matrimonio era un fracaso, seguro que él también, pero, a diferencia de ella, Joe no sentía un amor que lo forzara a seguir intentándolo. Cuanto más tardaba en hablar, más convencida estaba de que quería proponerle que llevaran vidas separadas, incluso quizá buscar una forma de poner fin a su matrimonio.
—Puedo quedarme con mi padre —le espetó.
Joe se olvidó de golpe de la forma delicada que estaba buscando para abrir la conversación y la miró:
—¿Qué?
—Mi padre me aceptará, siempre que crea que la decisión ha sido mía. No debería haber ningún problema. —Le sorprendió poder hablar de algo tan doloroso con aquella relativa calma.
—¿De qué estás hablando?
—Me estás echando.
Él la sujetó con fuerza.
—Por Dios, es lo último que quiero. ¿Por qué iba a hacer algo así?
___________ sintió una alarmante duda en su convicción y, con un hilo de voz, dijo:
—Porque este matrimonio no funciona ni siquiera después de tanto tiempo.
—Apenas han pasado dieciocho meses desde que nos casamos. No es tanto tiempo. Además, si no ha funcionado, la culpa es solamente mía. No he dejado que funcionara. Me dije que sería mejor si no funcionaba.
___________ no se atrevía ni a respirar por miedo de interrumpir una conversación que prometía explicar varias cosas.
—¿Por qué, Joe?
—¿No te lo imaginas?
—Un poco, pero no puedo estar segura.
—Sí, es imposible leer la mente o el corazón de otra persona, y yo no te he dicho nada. Quería ahorrarte dolor. Quería protegerte de todo eso, ____________.
—¿Y nunca pensaste que un marido frío también podía provocar dolor, con su constante distanciamiento?
—Sí, pero pensé que sería un dolor menor. Todavía conservarías el corazón para encontrar otro marido, para amar y casarte.
—O quizá no querría arriesgarme a volver a fracasar. Después de dártelo todo y no obtener nada, quizá no habría tenido el valor ni las fuerzas para volver a intentarlo. Para algunos, el fracaso es tan amargo como el miedo, Joe —dijo ella mientras él la miraba con sorpresa—. ¿Me estás diciendo que ya no huirás de mí y que quizá tendremos una oportunidad de disfrutar de un matrimonio de verdad y de convertir Muircraig en nuestro hogar? —Le acarició la cadera y notó cómo se estremecía.
—¿Te gustaría? —Joe se dijo que debía comportarse, que todavía tenían que hablar de más cosas, pero siguió desatándole el vestido.
—Sí, mucho. Es lo que siempre he querido. Joe, bésame —susurró.
—No hemos terminado de hablar —respondió él, igual de suave, incluso mientras la besaba.
—Ya lo sé, pero una vez has calmado algunos de mis miedos, he empezado a pensar en otras cosas. Hace mucho tiempo, Joe.
—Sí, demasiado —gruñó él y la besó mientras se colocaba encima de ella—. Por Dios, cómo he echado de menos tu dulzura —añadió al tiempo que seguía, con la boca, el rastro que dejaba el vestido a medida que iba descendiendo por su cuerpo.
___________ se aferró a su pelo cuando Joe se detuvo a la altura de los pechos para lamerle los pezones y, cuando pudo hablar, lo hizo con una voz ronca y grave por la pasión:
—Y, sin embargo, te mantuviste alejado tanto tiempo.
—Tenía que hacerlo. —Terminó de quitarle el vestido, se agachó a su lado y la visión de su cuerpo desnudo fue los preliminares que necesitaba—. Fue una tortura, cariño. Creo que no hubo ni un momento en que no te echara de menos.
____________ envolvió la verga de su marido con las manos y lo atrajo hacia ella.
—Conozco perfectamente ese tormento, Joe. Y te ruego que le pongas fin.
El poco control que le quedaba a él terminó en cuanto unió sus cuerpos. ___________ se aferró a él cuando la pasión de sus besos encajó con la fuerza de las embestidas. Ella aceptó la furia de la pasión y la devolvió, puesto que quería saborear cada movimiento del cuerpo de Joe en su interior, aunque era incapaz de controlar sus intensos deseos. Fue ligeramente consciente de que él la estaba mirando cuando alcanzó la cúspide de la pasión, pero, mientras caía por el abismo, supo que su marido la acompañaba, notó cómo la penetraba más profundamente y cómo gritaba su nombre.
Cuando sintió que la satisfacción se convertía en un deseo renovado, Joe tiró al suelo el paño que habían utilizado para limpiarse y volvió a la cama con ___________. Se tendió de costado a su lado, le apartó un mechón de pelo revuelto de la cara y sonrió ante su expresión de cansancio. Todavía despertaba su pasión y eso le dio un rayo de esperanza y la fuerza para terminar la conversación.
—¿Por dónde iba antes de que me interrumpieras? —dibujó círculos alrededor de sus pezones y observó cómo se endurecían.
—Joe, si quieres hablar, no deberías hacer eso —farfulló ella, pero no hizo nada para detenerlo; sólo se quedó allí tendida disfrutando de las ausentes aunque sensuales atenciones de su marido—. Puede que vuelva a distraerme.
—Bueno, si te quedas muy quietecita, quizá me dejes terminar casi todo lo que quería decirte.
Con actitud licenciosa, ella sonrió. Era excitante quedarse allí tendida y dejar que Joe le hiciera lo que quisiera mientras sentía cómo el deseo renacía. Sentía curiosidad por saber cuánto tiempo podría soportarlo antes de tocarlo. Concentrarse en sus palabras retrasaría el lento control que la pasión ejercía sobre ella, así que se obligó a hacerlo.
—Bueno, ¿qué más querías decirme? ¿Eso no era todo?
—No. Sé que no tengo que decirlo todo, pero lo haré. Quiero que todo quede aclarado entre nosotros.
—Empezar de cero.
—Exacto, empezar de cero. __________, no sólo huía de ti. También huía de mí, de todo lo que podías hacerme sentir. Después de perder a Mary y de la muerte de Catalina, me encerré en mí mismo y bloqueé mis sentimientos. Protegí mi corazón con una armadura tan fuerte como la de cualquier guerrero. Desde el momento en que nos conocimos, empezaste a abrir grietas en ese muro. Creo que lo más difícil de controlar era cómo me hacías reír. La pasión no tiene que tocar el corazón y, aunque contigo disfruto de la pasión más feroz y sublime que he saboreado en la vida, solía sentir que podía controlarla. Un hombre necesita muchos años para aprender a separar la lujuria de sus demás sentimientos. Vaya, es difícil de explicar.
—No tienes que ser tan preciso, Joe —dijo ella, con dulzura, y tembló cuando él le acarició el muslo.
—No creo que pueda. —Se inclinó para lamer sus endurecidos pezones—. Te has movido.
___________ apretó los puños, porque había empezado a alargar los brazos hacia él y, con voz grave, farfulló:
—Esto es más difícil de lo que creía. Joe, ¿cuándo decidiste dejar de huir? No ha sido hoy, ¿verdad? —Hizo un gran esfuerzo por concentrarse en la conversación y no en la mano que le estaba acariciando los muslos y las piernas y despertándole todos los sentidos—. ¿Fue cuando MacLennon murió? —Gimió cuando Joe empezó a succionarla con suavidad.
—No, fue antes. Cuando Fraser te secuestró, creí justificados mis motivos para mantener las distancias. Si cabía la posibilidad de que sintieras una parte del dolor que sentí cuando te creí muerta, era mi deber protegerte contra eso. Incluso entonces creo que también esperaba protegerme yo, cerrarme un poco más. Temía tanto por ti como por mí. —Después de saborear la visión de sus pechos húmedos y duros por sus atenciones, descendió por el estómago—. Te estás retorciendo.
—Te lo haré pagar, Joe MacLagan.
—Me lo tomaré como una promesa —murmuró él, arrodillándose entre sus muslos—. Iba a explicarte por qué cambié de opinión. —Le rodeó el botón del placer con besos mientras le acariciaba las caderas.
—Será mejor que te des prisa, Joe.
—Cariño, pero si quería ir muy despacio. Esto es en lo único en lo que he pensado en estos últimos meses.
—Me refiero a que hables deprisa y me lo expliques —rugió ella mientras él le llenaba de besos la pierna.
—Alexander me hizo cambiar de opinión.
—¿Alexander? —gritó ella mientras él le sujetaba el pie y le daba un beso en cada dedo.
—Sí. Me hizo pensar en que sólo Dios puede decidir cuándo alguien va a morir, que no tenía que esperar a que MacLennon me matara. Me hizo ver cómo nos estaba privando de vida, a los dos. Cómo desperdiciaba el precioso tiempo que Dios nos ha dado. —Empezó por la otra pierna—. Estuve días dándole vueltas a sus palabras, pero me decidí cuando viniste a Muircraig, cuando me sedujiste. Al hacerlo, supe que no eras feliz con la situación, y yo tampoco. También admití, por fin, que me estaba protegiendo. Había desperdiciado muchos meses de nuestras vidas. —Le besó la parte alta de los muslos y después colocó los labios en la blanda y acalorada calidez entre ellos—. Ya no lo desperdiciaré más.
Enseguida, __________ cedió ante sus intentos de estarse quieta. Se arqueó ante aquella caricia tan íntima y luego intentó subirlo para abrazarlo. Emitió un pequeño grito de necesidad frustrada cuando él ascendió por su cuerpo lentamente, y luego unió sus cuerpos con la misma parsimonia, al parecer ajeno a la frenética necesidad de ella. Entonces cerró los ojos de placer cuando notó la unión de sus cuerpos, pero los volvió a abrir cuando él no se movió y le tomó la cara entre las manos.
—Eso es, abre esos preciosos ojos —dijo él, con voz grave, a punto de perder el control mientras intentaba moverse en su interior con un movimiento lento y comedido—. Quiero ver tu placer. Quiero ver lo negros que se te ponen los ojos, y cómo brilla el dorado, como si lo hubieran pulido. —Le dio un beso—. Quiero que veas mi placer, cariño, que veas lo que me haces. —Cuando comprobó lo cerca que estaba ella de la cúspide, y como quería acompañarla, aceleró el ritmo de las embestidas—. Eso es, preciosa ____________. Mírame. Quiero que veas mi amor —dijo, con suavidad, mientras ella gritaba.
Se abrazó a ella y dejó que lo arrastrara al abismo del deseo, expresando su alegría por ver cómo el cuerpo de su mujer bebía del suyo. Cuando se sintió recuperado, se apoyó en los codos y la miró. Le besó la cara, todavía sofocada, y decidió que era tan bonita que no tenía comparación. Sintió un enorme placer, incluso un gran orgullo, por poder provocarle aquella felicidad, algo que ella nunca había intentado ocultarle. Joe esperaba que aquello fuera una señal de que sus sentimientos eran, o pronto serían, correspondidos. Admitió que necesitaba que lo quisiera, lo necesitaba desesperadamente.
A __________ casi le daba miedo abrir los ojos. Oía la ronca voz de Joe hablar de amor, pero temía que hubiera sido un sueño, una ilusión inspirada por sus propios deseos. Había rezado tantas veces por oír esas mismas palabras que no le costó demasiado dudar de sus oídos. También tenía miedo de preguntarle si lo había oído bien y quedar en ridículo, desvelando sus esperanzas o destruyendo por completo la nueva actitud de su marido por insistir demasiado.
—No puedes dormirte todavía, __________. —Le dio un suave beso.
—No estoy dormida. —Abrió los ojos despacio.
—A partir de ahora será distinto, __________. Te lo juro. Sé que necesitaré tiempo para demostrártelo pero…
—No, Joe.
—No he sido un buen marido. No te he dado lo que sabía que necesitabas.
—Nunca me prometiste nada, excepto que no eras un mujeriego y que no me pegarías. Y no me has mentido en eso. Si dices que a partir de ahora todo será distinto, te creo. Puede que tarde un poco en creérmelo, pero porque me tendré que acostumbrar a los cambios y porque lo he deseado tantas veces que quizá tenga miedo de hacer el ridículo creyendo que lo he conseguido.
Él le acarició las líneas de la cara.
—No te merezco, __________. Has tenido mucha paciencia con este estúpido.
—No eres estúpido, Joe. Hiciste lo que creías correcto. Que los demás no lo veamos igual no quiere decir que seas estúpido. —Le acarició el pelo y sonrió con un poco de tristeza, porque sabía que ya no podía seguir callando las palabras que le llenaban el corazón, aunque tenía miedo de la reacción que pudieran provocar—. Sí, a veces me he enfadado, incluso enfurecido, pero no podía dejarlo, no podía salirme del camino. No he podido desde que te vi.
Lo que Joe vio en sus ojos lo tensó; lo dejó casi sin respiración.
—¿Por qué no, ___________? ¿Por qué no?
La mirada de Joe era tan intensa que él no pudo apartar la mirada, aunque quería hacerlo.
—Porque te quiero —susurró, y no sólo recibió un apasionado beso, sino que volvió a endurecerse en su interior—. Vaya —jadeó, cuando Joe le liberó la boca y la abrazó, con la cara pegada a su cuello—, no es lo que esperaba.
—¿Por qué no? —preguntó él, con voz ronca, mientras la miraba, acariciándole las curvas—. ¿Acaso no debería ser feliz, estar exaltado incluso, al descubrir que mis sentimientos son correspondidos a pesar de haber hecho todo lo posible por impedirlo?
—¿Correspondidos?
—Exacto. ¿No me has oído o el placer te ha dejado sorda? —bromeó.
—No estaba segura. Hace tanto tiempo que quería oírte decir esas palabras que tenía miedo de habérmelo imaginado, haberlo soñado.
—No, cariño, no lo has soñado. Te quiero. —Se rió cuando ella lo abrazó con fuerza—. No tienes que arrancarme las palabras. A partir de ahora, saldrán solas y a menudo.
—Eso espero, porque no me cansaré de oírlas. Joe, hace tanto tiempo que te quiero que tenía mucho miedo de que no me quisieras, de no ser la mujer a la que pudieras querer.
—__________, te quiero a ti y lo vi venir desde el principio. Me hechizaste —murmuró mientras se daba la vuelta y la arrastraba con él, de modo que se quedó encima—. Borraré todas tus dudas con amor.
___________ se apoyó en el colchón para poder ver a Joe y abrió la boca para decirle que no tenía ninguna duda, que el corazón y los ojos le decían que era sincero, pero sólo sonrió:
—Bueno, creo que ahora mismo tengo una pequeña duda.
Cuando Joe vio la picardía en su cara, sonrió.
—Entonces, será mejor que la borre con amor. ¿Crees que necesitarás una prueba de mi amor a menudo?
—Por supuesto —suspiró ella mientras descendía para besarlo—, en esta vida y en la siguiente.
—No habrá ningún problema mientras tú también me quieras.
—Eso pretendo.
—En esta vida y en la siguiente.
—Exacto, en esta vida y en la siguiente.
* * *
[/size]
Joe farfulló y maldijo mientras Alexander y él llevaban un baúl hasta uno de los carros. Ya hacía más de una semana que los MacRoth habían llegado y no parecía que tuvieran ninguna intención de marcharse. Cuando conseguía estar a solas con ____________ un rato, estaba demasiado cansada para mantener cualquier tipo de conversación seria. Joe no había avanzado nada a la hora de solucionar los problemas que había provocado en su matrimonio.
—¿Te apetece explicarme por qué estás de tan mal humor? ¿Te arrepientes de marcharte de Caraidland?
Joe miró a Alexander mientras subían el baúl a la parte trasera del carro y consiguió gruñir:
—Los MacRoth, malditos sean.
—Son de gran ayuda. Tendrás la mudanza a Muircraig lista en un solo viaje.
—Sí, eso es cierto. —Joe suspiró y se apoyó en el carro—. Es que me los encuentro por todas partes y no tengo ni un minuto a solas con __________. Cuando llegamos a la habitación por la noche, sólo tiene fuerzas para dormir.
—Seguro que si has podido aguantar una abstinencia de seis meses, podrás aguantar un par de semanas más —dijo Alexander, mostrando abiertamente que su amigo no le daba ninguna lástima.
—Sí, eso también, pero no hablaba de eso. Verás, he estado pensando en todo aquello que me dijiste de desperdiciar el tiempo. Y lo peor es que decidí que tenías razón el día que MacLennon nos atacó.
—Y todavía no has podido hablar con ____________.
—No. Storm me aconsejó hacerlo cuando dispusiéramos de tiempo y privacidad, para decirle lo que tengo que decir y demostrarle que puede creerme.
—Sí, quizá tenga dudas. Será un gran cambio.
Joe asintió.
—Si duda, no la culparé. —Meneó la cabeza y dibujó una mueca—. Sin embargo, empiezo a creer que no tendré una oportunidad hasta dentro de un año.
—Lo dudo.
—¿No tienes idea de cómo puedo deshacerme de ellos sin ofenderlos?
—Yo no me entrometo.
El mordaz comentario que Joe tenía preparado como respuesta a la obvia mentira de Alexander quedó en el aire cuando aparecieron dos de los hermanos de __________. Cuando les indicó dónde dejar el baúl que llevaban, Alexander ya había desaparecido. Joe no volvió a verlo hasta que estuvo todo listo para marcharse de Caraidland. Más tarde lo vio entre todos los MacRoth y frunció el ceño, pero luego se dijo que no debía ser tan receloso y miró a su alrededor buscando a ____________.
La chica abrazó a Storm y contuvo las intensas ganas de llorar. Quería empezar una nueva vida en su propia casa, pero no quería marcharse de Caraidland. A pesar de que Joe había vuelto a dormir con ella, todavía no le había hecho el amor y no parecían gozar de una mejor comunicación. Tenía miedo de la soledad que tendría que sufrir si aquella distancia en su matrimonio continuaba en Muircraig.
—Venga, _________ —dijo Storm, con una sonrisa temblorosa—, no estaremos tan lejos. Es mejor que, por fin, te vayas a tu propia casa con Joe y no compartas la de los demás.
—¿Lo es? No estoy tan segura. —Entrelazó su brazo con el de su cuñada y las dos salieron hasta donde estaban los hombres.
—¿Siguen los problemas entre vosotros?
—No, no hay problemas, pero tampoco hay nada más. MacLennon está muerto, y lo sé, y aunque quizá nada pueda apaciguar el miedo de Joe a los partos, lo he minimizado, aunque no avanzamos hacia una unión real. Duerme conmigo, pero todavía no me ha hecho el amor y la cama es lo único que compartimos.
Storm tuvo que morderse la lengua para no revelarle todo lo que Joe le había dicho y poder, así, eliminar la tristeza de los ojos de su amiga.
—Dale tiempo, ___________. Quizá no sepa cómo empezar. Y en cuanto a lo de hacer el amor, últimamente has estado muy cansada. No creo que estuvieras recuperada para soportar la tensión, por feliz que sea, de tener a toda tu familia de visita.
—Sí, me dormía en cuanto me metía en la cama. Espero que tengas razón. Muircraig no será un hogar mientras Joe y yo no tengamos un matrimonio pleno, mientras tenga un hombre que utiliza mi cuerpo de vez en cuando y me trata bien, pero nada más.
—No será así. Lo presiento. Y ahora vamos, que Joe te está buscando. Es la hora de marcharos.
Sentada en un carro con los niños, Meg y Grizel, Islaen veía cómo Joe iba con los hombres. De vez en cuando, se quedaba rezagado para comprobar que todo estaba en orden. ___________ se sentía desesperada, porque parecía tan lejano como siempre. No estaba segura de si tendría las fuerzas o la paciencia para continuar luchando por un lugar en sus sentimientos. Su amor era tan fuerte como siempre, pero, últimamente, estaba sufriendo una alarmante falta de iniciativa. Después de tantos meses, se había cansado de luchar.
Cuando llegaron a Muircraig, estuvo ocupada organizando y colocando todo lo que habían traído. En varias ocasiones, vio a Alexander charlando animadamente con sus hermanos, pero sus sospechas de que estuviera tramando algo fueron fugaces, porque se encontraba demasiado ocupada para preocuparse por eso. Si Alexander se estaba entrometiendo otra vez, ya lo descubriría más tarde.
—Las cosas no van bien —dijo Alaistair, que se hallaba de pie junto a Alexander, mientras miraba a su hija y a su marido.
—Pronto mejorarán.
Con una sonrisa torcida, Alaistair miró al joven con severidad.
—Tú lo sabes todo acerca de lo que pasa entre esos dos.
—Los dos son mis amigos, me muevo por el cariño que les tengo y les deseo toda la felicidad, algo que estoy convencido de que sólo podrán encontrar en el matrimonio al que fueron obligados.
—Han tenido meses para encontrarla, pero los sigue eludiendo.
—Sí, es cierto. Pero todo estaba cambiando antes de que MacLennon muriera. Por desgracia, ese loco los atacó antes de que Joe pudiera hablar con __________ del cambio en su corazón.
—Pero el ataque sucedió hace más de una semana. ¿Acaso ya no tiene ganas de decírselo?
—Sí, pero necesita tiempo —miró a Alaistair y sonrió con complicidad—, y privacidad para hablar con ella y demostrarle que lo que dice es cierto.
—Entonces, tendrá privacidad, porque ya empiezo a estar harto de ver cómo mi hija actúa como si no pasara nada. —Enseguida se fue a buscar a sus hijos y les dijo que, en cuento hubieran descargado todos los baúles, se marcharían.
—Pero, papá —protestó ___________ cuando él le dijo que se iban, que el último baúl estaba descargado y guardado—, hemos traído comida para todos. ¿No preferís esperaros hasta mañana?
—No. Nos hemos quedado tanto tiempo porque queríamos ayudaros en la mudanza. Volveremos a Caraidland a recoger nuestras cosas y, al amanecer, nos iremos a casa. Pero déjame ver a los niños una vez más antes de irme. Seguramente, pasarán meses antes de que vuelva a verlos.
—Antes de que llegue el invierno —dijo Joe, mientras la rodeaba con el brazo y veía cómo su familia y Alexander se alejaban—, iremos a visitarlos. Con los niños. Ya serán lo suficientemente mayores como para soportar el viaje.
—Sí, y sus tías y sus primos tienen muchas ganas de conocerlos. ¿Digo que nos preparen la cena?
—Sí, me gustaría acostarme temprano. —La miró—. Muy temprano.
__________ se sonrojó, maldijo en voz baja y se marchó a la cocina. Furiosa, se dijo que Joe podía querer decir que quería acostarse temprano, nada más. Últimamente, no había expresado ningún deseo de cualquier otra cosa. Se dijo que era mejor no pensar en nada, pero sabía que no podría. Ella, sólo pensaba en hacer el amor. A menudo, se había despertado por la mañana maldiciéndose por haberse dormido tan deprisa y maldiciendo a Joe por no haberla despertado con sus caricias. Al final, se dijo que, por muchas ganas que tuviera de recibir sus caricias, no movería la primera ficha. «Ahora Joe puede —se dijo, furiosa—. Puede suplicarlo primero. Bueno, pedirlo de forma amable.» Cuando se sentó a su lado para cenar, había decidido que cualquier indicación por parte de él de que estaba abierto al contacto bastaría, y luego se regañó por su debilidad.
Joe mantuvo una charla muy animada durante toda la cena. Y también se aseguró, sutilmente, de que ___________ no tomara demasiado vino. Iba a suponer un gran esfuerzo decirle todo lo que tenía que decirle, lo que quería decirle a pesar de su repentino ataque de cobardía, y no quería tener que repetirlo porque ella estuviera demasiado confundida con el vino. Dejó que se fuera primero a la habitación, para poder tener más tiempo para prepararse y tensar la espalda, que de repente sintió flácida. Furioso, reconoció que temía el rechazo o el desinterés. Tenía miedo de haber esperado demasiado, de haber matado, con sus constantes separaciones, cualquier sentimiento que ella pudiera tener hacia él. Se terminó el vino y se fue hacia la habitación, decidido a terminar con aquello cuanto antes.
Entonces, cuando Joe entró en el dormitorio, ___________ lo miró con disimulo. Ella se había desvestido, lavado y metido en la cama muy deprisa, pero decidió que era inútil fingir que estaba dormida. Joe se había comportado de una forma muy extraña desde que su familia se había marchado, incluso había flirteando, y parecía que la observaba constantemente. La ponía nerviosa.
—___________, tenemos que hablar —dijo él, con suavidad, mientras se metía en la cama y la abrazaba.
Hablar no era lo que más le apetecía cuando la abrazaba de aquella forma, pero no verbalizó sus deseos. Tenía miedo de lo que pudiera decirle. Si ella podía ver que su matrimonio era un fracaso, seguro que él también, pero, a diferencia de ella, Joe no sentía un amor que lo forzara a seguir intentándolo. Cuanto más tardaba en hablar, más convencida estaba de que quería proponerle que llevaran vidas separadas, incluso quizá buscar una forma de poner fin a su matrimonio.
—Puedo quedarme con mi padre —le espetó.
Joe se olvidó de golpe de la forma delicada que estaba buscando para abrir la conversación y la miró:
—¿Qué?
—Mi padre me aceptará, siempre que crea que la decisión ha sido mía. No debería haber ningún problema. —Le sorprendió poder hablar de algo tan doloroso con aquella relativa calma.
—¿De qué estás hablando?
—Me estás echando.
Él la sujetó con fuerza.
—Por Dios, es lo último que quiero. ¿Por qué iba a hacer algo así?
___________ sintió una alarmante duda en su convicción y, con un hilo de voz, dijo:
—Porque este matrimonio no funciona ni siquiera después de tanto tiempo.
—Apenas han pasado dieciocho meses desde que nos casamos. No es tanto tiempo. Además, si no ha funcionado, la culpa es solamente mía. No he dejado que funcionara. Me dije que sería mejor si no funcionaba.
___________ no se atrevía ni a respirar por miedo de interrumpir una conversación que prometía explicar varias cosas.
—¿Por qué, Joe?
—¿No te lo imaginas?
—Un poco, pero no puedo estar segura.
—Sí, es imposible leer la mente o el corazón de otra persona, y yo no te he dicho nada. Quería ahorrarte dolor. Quería protegerte de todo eso, ____________.
—¿Y nunca pensaste que un marido frío también podía provocar dolor, con su constante distanciamiento?
—Sí, pero pensé que sería un dolor menor. Todavía conservarías el corazón para encontrar otro marido, para amar y casarte.
—O quizá no querría arriesgarme a volver a fracasar. Después de dártelo todo y no obtener nada, quizá no habría tenido el valor ni las fuerzas para volver a intentarlo. Para algunos, el fracaso es tan amargo como el miedo, Joe —dijo ella mientras él la miraba con sorpresa—. ¿Me estás diciendo que ya no huirás de mí y que quizá tendremos una oportunidad de disfrutar de un matrimonio de verdad y de convertir Muircraig en nuestro hogar? —Le acarició la cadera y notó cómo se estremecía.
—¿Te gustaría? —Joe se dijo que debía comportarse, que todavía tenían que hablar de más cosas, pero siguió desatándole el vestido.
—Sí, mucho. Es lo que siempre he querido. Joe, bésame —susurró.
—No hemos terminado de hablar —respondió él, igual de suave, incluso mientras la besaba.
—Ya lo sé, pero una vez has calmado algunos de mis miedos, he empezado a pensar en otras cosas. Hace mucho tiempo, Joe.
—Sí, demasiado —gruñó él y la besó mientras se colocaba encima de ella—. Por Dios, cómo he echado de menos tu dulzura —añadió al tiempo que seguía, con la boca, el rastro que dejaba el vestido a medida que iba descendiendo por su cuerpo.
___________ se aferró a su pelo cuando Joe se detuvo a la altura de los pechos para lamerle los pezones y, cuando pudo hablar, lo hizo con una voz ronca y grave por la pasión:
—Y, sin embargo, te mantuviste alejado tanto tiempo.
—Tenía que hacerlo. —Terminó de quitarle el vestido, se agachó a su lado y la visión de su cuerpo desnudo fue los preliminares que necesitaba—. Fue una tortura, cariño. Creo que no hubo ni un momento en que no te echara de menos.
____________ envolvió la verga de su marido con las manos y lo atrajo hacia ella.
—Conozco perfectamente ese tormento, Joe. Y te ruego que le pongas fin.
El poco control que le quedaba a él terminó en cuanto unió sus cuerpos. ___________ se aferró a él cuando la pasión de sus besos encajó con la fuerza de las embestidas. Ella aceptó la furia de la pasión y la devolvió, puesto que quería saborear cada movimiento del cuerpo de Joe en su interior, aunque era incapaz de controlar sus intensos deseos. Fue ligeramente consciente de que él la estaba mirando cuando alcanzó la cúspide de la pasión, pero, mientras caía por el abismo, supo que su marido la acompañaba, notó cómo la penetraba más profundamente y cómo gritaba su nombre.
Cuando sintió que la satisfacción se convertía en un deseo renovado, Joe tiró al suelo el paño que habían utilizado para limpiarse y volvió a la cama con ___________. Se tendió de costado a su lado, le apartó un mechón de pelo revuelto de la cara y sonrió ante su expresión de cansancio. Todavía despertaba su pasión y eso le dio un rayo de esperanza y la fuerza para terminar la conversación.
—¿Por dónde iba antes de que me interrumpieras? —dibujó círculos alrededor de sus pezones y observó cómo se endurecían.
—Joe, si quieres hablar, no deberías hacer eso —farfulló ella, pero no hizo nada para detenerlo; sólo se quedó allí tendida disfrutando de las ausentes aunque sensuales atenciones de su marido—. Puede que vuelva a distraerme.
—Bueno, si te quedas muy quietecita, quizá me dejes terminar casi todo lo que quería decirte.
Con actitud licenciosa, ella sonrió. Era excitante quedarse allí tendida y dejar que Joe le hiciera lo que quisiera mientras sentía cómo el deseo renacía. Sentía curiosidad por saber cuánto tiempo podría soportarlo antes de tocarlo. Concentrarse en sus palabras retrasaría el lento control que la pasión ejercía sobre ella, así que se obligó a hacerlo.
—Bueno, ¿qué más querías decirme? ¿Eso no era todo?
—No. Sé que no tengo que decirlo todo, pero lo haré. Quiero que todo quede aclarado entre nosotros.
—Empezar de cero.
—Exacto, empezar de cero. __________, no sólo huía de ti. También huía de mí, de todo lo que podías hacerme sentir. Después de perder a Mary y de la muerte de Catalina, me encerré en mí mismo y bloqueé mis sentimientos. Protegí mi corazón con una armadura tan fuerte como la de cualquier guerrero. Desde el momento en que nos conocimos, empezaste a abrir grietas en ese muro. Creo que lo más difícil de controlar era cómo me hacías reír. La pasión no tiene que tocar el corazón y, aunque contigo disfruto de la pasión más feroz y sublime que he saboreado en la vida, solía sentir que podía controlarla. Un hombre necesita muchos años para aprender a separar la lujuria de sus demás sentimientos. Vaya, es difícil de explicar.
—No tienes que ser tan preciso, Joe —dijo ella, con dulzura, y tembló cuando él le acarició el muslo.
—No creo que pueda. —Se inclinó para lamer sus endurecidos pezones—. Te has movido.
___________ apretó los puños, porque había empezado a alargar los brazos hacia él y, con voz grave, farfulló:
—Esto es más difícil de lo que creía. Joe, ¿cuándo decidiste dejar de huir? No ha sido hoy, ¿verdad? —Hizo un gran esfuerzo por concentrarse en la conversación y no en la mano que le estaba acariciando los muslos y las piernas y despertándole todos los sentidos—. ¿Fue cuando MacLennon murió? —Gimió cuando Joe empezó a succionarla con suavidad.
—No, fue antes. Cuando Fraser te secuestró, creí justificados mis motivos para mantener las distancias. Si cabía la posibilidad de que sintieras una parte del dolor que sentí cuando te creí muerta, era mi deber protegerte contra eso. Incluso entonces creo que también esperaba protegerme yo, cerrarme un poco más. Temía tanto por ti como por mí. —Después de saborear la visión de sus pechos húmedos y duros por sus atenciones, descendió por el estómago—. Te estás retorciendo.
—Te lo haré pagar, Joe MacLagan.
—Me lo tomaré como una promesa —murmuró él, arrodillándose entre sus muslos—. Iba a explicarte por qué cambié de opinión. —Le rodeó el botón del placer con besos mientras le acariciaba las caderas.
—Será mejor que te des prisa, Joe.
—Cariño, pero si quería ir muy despacio. Esto es en lo único en lo que he pensado en estos últimos meses.
—Me refiero a que hables deprisa y me lo expliques —rugió ella mientras él le llenaba de besos la pierna.
—Alexander me hizo cambiar de opinión.
—¿Alexander? —gritó ella mientras él le sujetaba el pie y le daba un beso en cada dedo.
—Sí. Me hizo pensar en que sólo Dios puede decidir cuándo alguien va a morir, que no tenía que esperar a que MacLennon me matara. Me hizo ver cómo nos estaba privando de vida, a los dos. Cómo desperdiciaba el precioso tiempo que Dios nos ha dado. —Empezó por la otra pierna—. Estuve días dándole vueltas a sus palabras, pero me decidí cuando viniste a Muircraig, cuando me sedujiste. Al hacerlo, supe que no eras feliz con la situación, y yo tampoco. También admití, por fin, que me estaba protegiendo. Había desperdiciado muchos meses de nuestras vidas. —Le besó la parte alta de los muslos y después colocó los labios en la blanda y acalorada calidez entre ellos—. Ya no lo desperdiciaré más.
Enseguida, __________ cedió ante sus intentos de estarse quieta. Se arqueó ante aquella caricia tan íntima y luego intentó subirlo para abrazarlo. Emitió un pequeño grito de necesidad frustrada cuando él ascendió por su cuerpo lentamente, y luego unió sus cuerpos con la misma parsimonia, al parecer ajeno a la frenética necesidad de ella. Entonces cerró los ojos de placer cuando notó la unión de sus cuerpos, pero los volvió a abrir cuando él no se movió y le tomó la cara entre las manos.
—Eso es, abre esos preciosos ojos —dijo él, con voz grave, a punto de perder el control mientras intentaba moverse en su interior con un movimiento lento y comedido—. Quiero ver tu placer. Quiero ver lo negros que se te ponen los ojos, y cómo brilla el dorado, como si lo hubieran pulido. —Le dio un beso—. Quiero que veas mi placer, cariño, que veas lo que me haces. —Cuando comprobó lo cerca que estaba ella de la cúspide, y como quería acompañarla, aceleró el ritmo de las embestidas—. Eso es, preciosa ____________. Mírame. Quiero que veas mi amor —dijo, con suavidad, mientras ella gritaba.
Se abrazó a ella y dejó que lo arrastrara al abismo del deseo, expresando su alegría por ver cómo el cuerpo de su mujer bebía del suyo. Cuando se sintió recuperado, se apoyó en los codos y la miró. Le besó la cara, todavía sofocada, y decidió que era tan bonita que no tenía comparación. Sintió un enorme placer, incluso un gran orgullo, por poder provocarle aquella felicidad, algo que ella nunca había intentado ocultarle. Joe esperaba que aquello fuera una señal de que sus sentimientos eran, o pronto serían, correspondidos. Admitió que necesitaba que lo quisiera, lo necesitaba desesperadamente.
A __________ casi le daba miedo abrir los ojos. Oía la ronca voz de Joe hablar de amor, pero temía que hubiera sido un sueño, una ilusión inspirada por sus propios deseos. Había rezado tantas veces por oír esas mismas palabras que no le costó demasiado dudar de sus oídos. También tenía miedo de preguntarle si lo había oído bien y quedar en ridículo, desvelando sus esperanzas o destruyendo por completo la nueva actitud de su marido por insistir demasiado.
—No puedes dormirte todavía, __________. —Le dio un suave beso.
—No estoy dormida. —Abrió los ojos despacio.
—A partir de ahora será distinto, __________. Te lo juro. Sé que necesitaré tiempo para demostrártelo pero…
—No, Joe.
—No he sido un buen marido. No te he dado lo que sabía que necesitabas.
—Nunca me prometiste nada, excepto que no eras un mujeriego y que no me pegarías. Y no me has mentido en eso. Si dices que a partir de ahora todo será distinto, te creo. Puede que tarde un poco en creérmelo, pero porque me tendré que acostumbrar a los cambios y porque lo he deseado tantas veces que quizá tenga miedo de hacer el ridículo creyendo que lo he conseguido.
Él le acarició las líneas de la cara.
—No te merezco, __________. Has tenido mucha paciencia con este estúpido.
—No eres estúpido, Joe. Hiciste lo que creías correcto. Que los demás no lo veamos igual no quiere decir que seas estúpido. —Le acarició el pelo y sonrió con un poco de tristeza, porque sabía que ya no podía seguir callando las palabras que le llenaban el corazón, aunque tenía miedo de la reacción que pudieran provocar—. Sí, a veces me he enfadado, incluso enfurecido, pero no podía dejarlo, no podía salirme del camino. No he podido desde que te vi.
Lo que Joe vio en sus ojos lo tensó; lo dejó casi sin respiración.
—¿Por qué no, ___________? ¿Por qué no?
La mirada de Joe era tan intensa que él no pudo apartar la mirada, aunque quería hacerlo.
—Porque te quiero —susurró, y no sólo recibió un apasionado beso, sino que volvió a endurecerse en su interior—. Vaya —jadeó, cuando Joe le liberó la boca y la abrazó, con la cara pegada a su cuello—, no es lo que esperaba.
—¿Por qué no? —preguntó él, con voz ronca, mientras la miraba, acariciándole las curvas—. ¿Acaso no debería ser feliz, estar exaltado incluso, al descubrir que mis sentimientos son correspondidos a pesar de haber hecho todo lo posible por impedirlo?
—¿Correspondidos?
—Exacto. ¿No me has oído o el placer te ha dejado sorda? —bromeó.
—No estaba segura. Hace tanto tiempo que quería oírte decir esas palabras que tenía miedo de habérmelo imaginado, haberlo soñado.
—No, cariño, no lo has soñado. Te quiero. —Se rió cuando ella lo abrazó con fuerza—. No tienes que arrancarme las palabras. A partir de ahora, saldrán solas y a menudo.
—Eso espero, porque no me cansaré de oírlas. Joe, hace tanto tiempo que te quiero que tenía mucho miedo de que no me quisieras, de no ser la mujer a la que pudieras querer.
—__________, te quiero a ti y lo vi venir desde el principio. Me hechizaste —murmuró mientras se daba la vuelta y la arrastraba con él, de modo que se quedó encima—. Borraré todas tus dudas con amor.
___________ se apoyó en el colchón para poder ver a Joe y abrió la boca para decirle que no tenía ninguna duda, que el corazón y los ojos le decían que era sincero, pero sólo sonrió:
—Bueno, creo que ahora mismo tengo una pequeña duda.
Cuando Joe vio la picardía en su cara, sonrió.
—Entonces, será mejor que la borre con amor. ¿Crees que necesitarás una prueba de mi amor a menudo?
—Por supuesto —suspiró ella mientras descendía para besarlo—, en esta vida y en la siguiente.
—No habrá ningún problema mientras tú también me quieras.
—Eso pretendo.
—En esta vida y en la siguiente.
—Exacto, en esta vida y en la siguiente.
* * *
Fín
[/size]
ForJoeJonas
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
Bueno mis niñas, hasta aquí llegó esta hermosa novela que tuve el placer de compartir con todas ustedes a pesar de todos los problemas que tuve para subirla.
Nuevamente les pido un millón de disculpas a todas por hacerlas esperar tanto pero de verdad ha sido un cúmulo de cosas y problemas y me han impedido subir la novela como yo quería.
Tengo en mente subirle otra novela, sólo que ahora tengo que mirar cual de ellas y espero tenerlas ahí a todas.
Les mando un beso enorme y por cierto, la siguiente novela les subiré aquí el nombre.
Si quieres me pueden hablar por MP :)
Las quiero!!!!
Nuevamente les pido un millón de disculpas a todas por hacerlas esperar tanto pero de verdad ha sido un cúmulo de cosas y problemas y me han impedido subir la novela como yo quería.
Tengo en mente subirle otra novela, sólo que ahora tengo que mirar cual de ellas y espero tenerlas ahí a todas.
Les mando un beso enorme y por cierto, la siguiente novela les subiré aquí el nombre.
Si quieres me pueden hablar por MP :)
Las quiero!!!!
ForJoeJonas
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
ahhhh me enknta la nove!!!
al fin joe le dijo lo q sentia x la rayis
ame toda la nove
ya quiero leer tu siguiente nove
al fin joe le dijo lo q sentia x la rayis
ame toda la nove
ya quiero leer tu siguiente nove
jamileth
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
q lindo q estubo el final.. gracias x subirlaa....espero q subas la proxima novela...
jonatic&diectioner
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
AMEEEEEEE ESTA NOOOVEEEEEE!!!!!!1
ME ENCANTOOOOOOOO.... ME FACIIINOOOOOO!!!!!!
ESPERARE A LA OOOTRAAAAAA
Y MUCHAS GRACIIIIAAAAASSS POR HABERLAAAA SUBIIIDOOOOO!!!!!
GRAACIIIAAS MUCHAS GRACIIIAAASSS
ME ENCANTOOOOOOOO.... ME FACIIINOOOOOO!!!!!!
ESPERARE A LA OOOTRAAAAAA
Y MUCHAS GRACIIIIAAAAASSS POR HABERLAAAA SUBIIIDOOOOO!!!!!
GRAACIIIAAS MUCHAS GRACIIIAAASSS
chelis
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
Oh dios mio! Realmente ame la nove. Realmente amo las adaptaciones que subes!
No te preocupes por no haber subido capitulo, lo unico que importa es que no te has olvidado de nosotras!
Espero con ganas la siguiente nove! :] xx
No te preocupes por no haber subido capitulo, lo unico que importa es que no te has olvidado de nosotras!
Espero con ganas la siguiente nove! :] xx
StayMemiFaither
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
la ame
enserio
fue hermosa
la nove
gracais por subirla
esperare la nueva
enserio
fue hermosa
la nove
gracais por subirla
esperare la nueva
andreita
Página 32 de 32. • 1 ... 17 ... 30, 31, 32
Temas similares
» Matrimonio a la fuerza - H.S y tu -
» Memories of Autumn
» ✖ welcome to the jungle.
» SHE & HE... ALL AROUND THE WORLD (JUSTIN BIEBER, JOSH HUTCHERSON Y TU) SEGUNDA TEMPORADA DE DREAMS
» La Fuerza Del Destino (Ziam)
» Memories of Autumn
» ✖ welcome to the jungle.
» SHE & HE... ALL AROUND THE WORLD (JUSTIN BIEBER, JOSH HUTCHERSON Y TU) SEGUNDA TEMPORADA DE DREAMS
» La Fuerza Del Destino (Ziam)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
Página 32 de 32.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.