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Mensaje por fernanda Vie 03 Feb 2012, 5:49 pm

POR FAVOR SIGUELA !
amo tu nove!
fernanda
fernanda


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·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu) - Página 31 Empty Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)

Mensaje por jonatic&diectioner Vie 03 Feb 2012, 5:53 pm

siguela... a todas nos pasa eso x eso te entiendo... pero si puedes siguela..
jonatic&diectioner
jonatic&diectioner


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Mensaje por chelis Vie 03 Feb 2012, 7:00 pm

yoooo... estareeeeeeeeee!!!
jejeje
asi que no te precuuuupeeessss
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por jamileth Vie 03 Feb 2012, 9:00 pm

a mi 1oopre me tendras en esta nove!!

ahhh xfaaaaaaaaaaaaaa

siguela!!!
jamileth
jamileth


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Mensaje por ForJoeJonas Sáb 04 Feb 2012, 4:08 am

Buenos días mis niñas ya es de día acá en España y anoche no les pude subir porque ya era de madrugada así que hoy tendrán capis nuevos incluso puede que les suba el maratón final. Estoy pensando en subir una nueva novela así que esta tarde les diré mas sobre esto :) Les mando un beso gigante.
Las adoro!!
ForJoeJonas
ForJoeJonas


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Mensaje por Camiii Sáb 04 Feb 2012, 5:45 pm

Por favor Siguela! :D Es genial pasete por la mia! :D
Camiii
Camiii


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Mensaje por chelis Sáb 04 Feb 2012, 8:40 pm

oooooooooooooooooooooooookiiissss
estare al pendienteeeeee
y son buenas noches aqui en méxicoooo!!!!!
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por Kenee'deJoseph Dom 05 Feb 2012, 1:25 am

chelis escribió:son buenas noches aqui en méxicoooo!!!!!

Hehehe" yo tambien soy de Mexiico :D Hoooolaa c:

Emm, pero volviendo al tema, HABLO ENCERIO CUANDO DIGO QUE MORIRE DE INTRIGA! si no la sigues ahora mismo, eske me encanta demasiadoo! :inlove: ⭐
Kenee'deJoseph
Kenee'deJoseph


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Mensaje por andreita Dom 05 Feb 2012, 6:36 am

sii dale
maraton
andreita
andreita


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Mensaje por jamileth Dom 05 Feb 2012, 3:02 pm

SIIIIII MARATON!!!!!!!!!!!!!!!!!



soguela!!!
jamileth
jamileth


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·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu) - Página 31 Empty Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)

Mensaje por ForJoeJonas Dom 05 Feb 2012, 3:07 pm

Ahora si regresé y les traeré el maratón final :)
ForJoeJonas
ForJoeJonas


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Mensaje por Camiii Dom 05 Feb 2012, 3:46 pm

Siguela ! :D
Camiii
Camiii


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Mensaje por ForJoeJonas Dom 05 Feb 2012, 3:59 pm


Su mente se negaba a aceptar lo que le decían sus ojos. Unos gemelos vivos eran un milagro para cualquiera. Él mismo compartía esa visión. Pero que una mujer, y sobre todo una tan menuda como ___________, pudiera tener tres hijos de golpe era más de lo que su frenética mente podía aceptar. Y tampoco ayudaba que su padre, su hermano, Storm y Meg parecieran igual de sorprendidos. Decidió que ya se enfrentaría con aquella confusión más tarde y ahora se centró en la agotada __________. En realidad, en ese momento, era lo único que le importaba.
—Tememos que la niña no sobreviva, Joe. Lo siento. Wallace ha ido a buscar una nodriza y un sacerdote. Además, tengo que decirte algo —añadió, con una urgencia adormilada.
—Puedes decírmelo después, cariño.
—No, ahora. Te mentí, Joe. Nunca me puse esas cosas. ¿Me perdonas?
—Claro —respondió él, con la voz ahogada—. Claro que te perdono.
Ella cerró los ojos y se dejó invadir por el sueño.
—Gracias. Estaba harta de sentirme mal, pero tenía que demostrarte que podía hacerlo.
—Ya veo. Me lo has demostrado, y con creces —le susurró y, ajeno a la presencia de más personas, pegó a su mujer dormida a su pecho y lloró en su pelo con una mezcla de alegría y alivio.



· Capítulo 20


Sonriente, __________ observó cómo su padre susurraba a sus hijos. Él y seis de sus hermanos habían llegado a Caraidland tres días después del parto. También ellos sufrían por la pequeña Liusadh, y compartían el dolor de __________. Sin embargo, a pesar de aquella persistente posibilidad de un final triste, nadie, ni siquiera ella, podía ocultar su alegría por los niños: Morogh y Padruig. Unos niños tan sanos eran una bendición que nadie podía ignorar. Y a nadie le parecía bien privarlos de amor por un dolor que ellos no entendían.
—¿Cómo está la niña hoy? —preguntó Alaistair mientras entregaba a _________ un agitado Morogh.
__________ se colocó a su hijo al pecho y, con suavidad, respondió:
—Todavía vive, padre. Grizel dice que cada día tiene más hambre, y más voz.
—Las dos cosas son buena señal, pero no albergues demasiadas esperanzas —le dijo, con dulzura—. Ojalá pudiera ahorrarte este dolor.
—Nadie puede. Rezamos todos cada día por ella y nadie podría hacer más por mantenerla con vida que Grizel. Ahora está en manos de Dios.
Alaistair asintió, y luego sonrió a Padruig, que esperaba su turno pacientemente.
—Es un bebé muy dulce. Y muy bueno.
—Sí, eso parece —dejó que Morogh se aferrara a su dedo—. Creo que éste será el travieso.
—Quizá. Pero es mejor que sea fuerte, puesto que es el heredero. ¿Sabes una cosa? Creo que si Liusadh sobrevive, será la más traviesa de los tres. Cualquier niña que viva cuando todo indica lo contrario tiene una fuerza y un carácter que prometen muchas canas a sus padres.
—Quizá tengas razón.
—¿Y cómo va tu matrimonio? Aparte de fructífero —añadió, con una sonrisa—. Joe ya ha superado sus miedos, ¿no?
_________ se alegraba de haber explicado a su padre lo que Joe le había pedido y cómo ella lo había engañado, y asintió.
—Sí, creo que sí, pero no esperes otro nieto a corto plazo. Queremos ir con cuidado. —Lo miró fijamente y vio cómo asentía con aprobación.
—Perfecto. Tu madre y yo también lo hicimos. Dicen que es pecado, pero no me lo creo. Seguro que Dios no quiere que matemos a nuestras mujeres a base de embarazos ni que las llevemos a la tumba haciéndoles un hijo cada año. Pecado es malgastar la vida que Dios nos ha dado, y eso es lo que provoca la procreación indiscriminada: malgastar la vida. Tu madre demostró que se puede ser fértil y cuidadosa.
Mientras su padre le entregaba a Padruig y se quedaba con Morogh, ___________ le sonrió:
—Me alegro de que hayas venido.
—Yo también, hija —le dijo, dándole un beso en la mejilla—. Sin embargo, todavía no eres realmente feliz, ¿verdad?
—Joe es un buen hombre. Todavía es pronto y no puedo esperar que corresponda mis sentimientos por el mero hecho de sentirlos. Pero no te preocupes por mí. De verdad. Tengo más de lo que muchas mujeres encuentran y basaré mi felicidad en eso.
Ojalá estuviera tan segura como intentaba aparentar delante de su padre. Más tarde, cuando Joe entró en la habitación con una bandeja de comida para compartir en la intimidad de sus estancias, no se sintió nada segura. Tampoco ayudaba que no hubieran hablado a solas desde el nacimiento de los bebés. Lo había oído decirle que la perdonaba, pero, a medida que iban pasando los días y él no decía nada respecto a ese asunto, ella empezó a dudar de lo que había oído. Cuando terminaron de comer, bebió un sorbo de vino y decidió exponerle abiertamente cómo se sentía.
—Joe.
Él desvió la mirada de sus hijos, que estaban dormidos, y la miró con curiosidad.
—¿Qué sucede, cariño?
Todavía le costaba creérselo. Su menuda esposa no sólo le había dado dos hijos sino que, además, si Dios quería, también una hija. E _________ estaba viva, y lo suficientemente recuperada como para empezar a estar harta de estar en la cama. Cualquiera que la mirara no se creería que hacía tan poco que había pasado por un parto múltiple. Además, teniendo en cuenta el infierno que él había vivido, casi le echaba en cara que estuviera tan bien de salud.
—Joe —repitió, dubitativa y alargó el brazo para tomarlo de la mano—. ¿De verdad me perdonas por haberte mentido?
Él se sentó junto a ella y la abrazó.
—Ya te lo dije —respondió, con dulzura, mientras le besaba el pelo—. Te dije que te perdonaba justo después del parto.
—Y lo oí, pero como no has vuelto a decir nada más sobre eso, estaba preocupada.
—Es que no había más que decir. No tengo palabras para agradecerte haberme dado estos hijos.
—Pero Liusadh…
Él le colocó un dedo encima de los labios para silenciarla.
—No, no lo digas. Si Dios quiere que viva, vivirá. Y, si no, tendremos que estar contentos con los niños y con los que vendrán.
—¿Quieres más hijos?
—Sí, pero sólo cuando te sientas con fuerzas suficientes para acoger mi semilla. Nunca insistiré para que te quedes embarazada.
—Yo también quiero más hijos, pero nunca volvería a mentirte.
—Te creo. No eres una mentirosa y debería pedirte disculpas por haberte obligado a hacerlo.
—Tenías tus motivos.
—Motivos egoístas.
—No.
—Sí. Egoístas. No quería volver a sentir la misma culpa.
—Joe, no fue culpa tuya. No es algo que pueda saberse hasta que ya es demasiado tarde.
—Ahora lo sé. Eres todavía más menuda que ella y, sin embargo, estás bien. Y Storm también se recuperó de sus partos. No había nada en Catalina que me advirtiera que no iba a darme hijos con la misma facilidad que Storm se los ha dado a Tavis. Pero es que ella no quería que la tocara y yo me culpé. Era como si la hubiera maldecido.
—Eso es una bobada.
—Sí, y ahora lo veo claro. Sin embargo —se olvidó de aquellas ideas tan oscuras y la miró con picardía—, quizá no veo tan claro si a ti te gustan mis caricias.
—Joe —gruñó ella, sonrojándose.
Él se rió y la abrazó.
—No te aseguro que no vuelva a tener miedos y preocupaciones en el próximo embarazo, pero menos. Tavis dice que él todavía tiene miedo cada vez que Storm se queda en estado. Siempre existe cierto peligro pero —miró a sus hijos—, la recompensa vale la pena y, si tú estás dispuesta a arriesgarte, yo también —la sujetó por los hombros y, con firmeza, le dijo—: Pero jamás olvides que nunca te obligaré a correr ese riesgo. Si me dijeras que con estos tienes bastante, estaría igual de contento.
Ella asintió.
—Ya lo sé, Joe. Y sabré cuándo quiero parar. Storm lo sabe. Dice que uno más, o quizá dos, pero luego ya no quiere tener más, y sólo porque quiere verlos crecer mientras sea joven y fuerte para disfrutarlos. —Intentó disimular un bostezo.
—Me parece muy razonable. Y —añadió, con un beso—, lo que también es razonable es dejarte descansar. —Se levantó de la cama, recogió la bandeja y, despacio, añadió—: Alexander te manda mucho cariño y buenos deseos. Dice que vendrá pronto.
—Joe, si no quieres que venga, sólo tienes que decirlo.
—Es mi amigo.
—Sí, y creo que te costaría encontrar uno mejor.
—Sí, lo sé. —Se inclinó para darle un último beso—. Descansa. Mañana, si quieres, puedes levantarte un rato.
—Estoy impaciente —murmuró mientras se le cerraban los ojos—. Buenas noches.
—Buenas noches —respondió él, aunque dudaba que pudiera dormir, porque notaba la cama demasiado vacía y las noches se le hacían eternas.


__________ casi se arrepintió de bajar a comer al salón por primera vez. Su familia lo interpretó como una señal de que estaba completamente recuperada, lo que era verdad, y anunció su partida. Con Joe siempre a su lado, vigilando que no se cansara demasiado, acompañó a sus familiares mientras lo preparaban todo. Y él no se quejó de nada hasta que ella quiso salir fuera con su padre.
—No sé si es bueno que le toque el aire todavía.
—Por Dios, chico, hace un día estupendo y va abrigada —respondió Alaistair mientras rodeaba los hombros de su hija con un brazo y se la llevaba fuera—. Un poco de aire fresco le vendrá bien.
—Pronto llegará la primavera —murmuró __________ al tiempo que respiraba una bocanada de aire fresco y lo olfateaba.
—Sí, ya está cerca. A tu pequeña le irá bien. Si sobrevive hasta que el tiempo sea un poco más cálido, creo que tendrá posibilidades. El frío es el mayor enemigo de los débiles. Rezaré cada día para que, este año, la primavera llegue temprano y sea cálida. —Abrazó a su hija y le dio un beso—. Ojalá pudiera quedarme hasta que su destino fuera más claro.
—No puedes y lo sé. Además, pensábamos que su destino estaba escrito cuando salió de mi vientre y ya han pasado dos semanas. No, tienes que irte. Ya os enviaremos un mensajero cuando estemos seguros y, hasta entonces, podrían pasar semanas —suspiró—. Odio esta espera.
Alaistair le dio unos comprensivos golpecitos en la espalda y la dejó que se despidiera de sus hermanos.
—Ahora que ya los has visto irse, puedes volver dentro —dijo Joe, con firmeza, incluso mientras le daba la vuelta y la empujaba hacia la casa.
Ella lo miró y le soltó:
—Vaya, y yo que pensaba que podríamos ir a dar un paseo a caballo.
—Estás loca.
—Si no salgo de mi habitación, dentro de poco sí que lo estaré. No me pasaría nada por sentarme en otra sala.
Él la miró un segundo y luego asintió. Entendía sus sentimientos. Las pocas veces que una herida o una enfermedad lo habían obligado a guardar cama, se había sentido igual. Un encierro prolongado despertaba una peligrosa inquietud que llevaba a que el enfermo hiciera cosas demasiado pronto. ___________ ya estaba lo suficientemente recuperada como para empezar a sufrir de eso y él tenía la intención de evitarlo.
__________ tenía la sensación de que a medida que sus hijos crecían su paciencia se reducía. Decir a Joe que ella sabía, tan bien como cualquiera, lo que podía y lo que no podía hacer no había servido para que él dejara de vigilarla de cerca. Se dio cuenta de que incluso Storm tenía tendencia a sobreprotegerla y, al final, no aguantó más. Cuando, al cabo de un mes, su cuñada todavía insistió en coger a los niños en brazos, _________ la miró con severidad.
—Ya no tienes que hacerlo, ¿sabes? No me rompí los brazos en el parto.
Sorprendida por aquel tono tan directo, al principio Storm contuvo la respiración, y luego fue abriendo cada vez más los ojos a medida que se iba dando cuenta de lo que le había dicho. Al final, se rió, meneó la cabeza y se sentó a su lado en la cama.
—Lo siento, _________. Siempre odié que me trataran así y ahora mírame, haciendo lo mismo contigo.
—No, yo lo siento. —_________ dibujó una sonrisa torcida mientras empezaba a amamantar a Morogh—. No debería pagarlo contigo. Sólo quieres ayudarme.
—Te estaba atosigando, y lo sé. No te disculpes —respondió Storm, con una sonrisa, mientras dejaba que el paciente aunque hambriento Padruig se le aferrara al dedo—. Estoy segura de que debes de estar harta. Has contenido el enfado mucho más de lo que yo habría podido.
—No es fácil, pero no dejo de repetirme que todos lo hacéis con buena intención, porque os preocupáis. Creo que incluso Joe.
—¿Crees? Seguro que su actitud estos últimos meses ha calmado algunos de tus miedos, ¿no? Sabes que se preocupa.
—Sí, por la madre de sus hijos. —Cuando Storm hizo una mueca, ___________ sonrió—. No me atrevo a ver mucho más en sus acciones.
—Sí, yo recuerdo haber sentido lo mismo cuando me quedé embarazada del primer hijo de Tavis… bueno, hijos. Claro que, el día que le dije que estaba embarazada, acababa de sorprenderlo abrazado a su antigua amante. Quizás eso ensombreció mis sentimientos un poco —bromeó.
—Sí, un poquito. —__________ se rió—. Cuando vi a Joe con otra mujer en sus brazos, lloré.
—No lleves una navaja encima y solucionado. Padruig es un niño muy tranquilo.
—Teniendo en cuenta qué sangre le corre por las venas es una sorpresa, ¿no?
—Pues sí.
—Robert es muy tranquilo. Lo llamamos el pacificador. Le cuesta mucho enfadarse, pero cuando lo hace… —dibujó una mueca—. Es algo digno de ver…
—De lejos.
—De bastante lejos. Joe es tranquilo.
—Sí, y tú tienes mucha paciencia.
—No me queda otra.
—Sí, lo que pasa es que tu corazón no tiene otra. No hagas caso omiso a cómo Joe se comporta ahora, ____________.
—No, pero tampoco olvidaré que podría ser por los niños. Muchos hombres tratan a las mujeres embarazadas o las madres recientes con cariño. Y mucho más si son sus hijos. Joe quería hijos, pero intentaba negárselo y ese deseo podría guiar sus acciones. Sería una estupidez ignorarlo. Buscaría hacerme daño yo misma, y él no quiere hacerme daño. Me conformaré con su perdón.
—Claro que te ha perdonado. No fue una mentira maliciosa. Te diría que eres tonta y que debes valorar las acciones de Joe, pero entiendo tus reticencias. Creo que a mí me pasaría lo mismo. Es muy difícil saberlo con seguridad. No te atreves a dejarte llevar por el corazón.
—Ya me dejo llevar lo suficiente. No te preocupes por mí, Storm. Tengo más que muchas mujeres. —Dibujó una sonrisa torcida—. Sería mucho más fácil si no os tuviera a Tavis y a ti para demostrarme lo que no tengo y despertarme la envidia y la frustración.
—Nos costó mucho. Tardamos más de un año en adaptarnos el uno al otro. El amor recíproco no suele llegar de forma fácil o rápida.
—Mientras llegue —susurró __________—, da igual que tarde un año o cinco. Sólo le pido a Dios la paciencia para esperarlo y no perder la fe. —Hizo una mueca—. Sería más fácil si Joe no se cerrara en sí mismo cada vez que veo una señal de ternura, una esperanza de poder ganarme su corazón.
—No puede huir siempre.
A medida que fueron pasando los días, __________ no estaba tan segura. Ella se sentía preparada para acogerlo otra vez en su cama, anhelaba sus abrazos en mitad de la noche, pero él no había hecho ningún movimiento. A pesar de que se decía que quizá le estaba dando tiempo para acabar de recuperarse, porque igual creía que necesitaba más tiempo que ella, sus miedos crecían cada noche que la dejaba dormir sola. Parecía absolutamente ajeno a sus indirectas y a sus sutiles y tímidos intentos de seducción. Por lo que veía, había perdido cualquier interés en la pasión que podían compartir. Cuando le daba un beso de buenas noches, él se iba con aspecto tranquilo mientras ella se quedaba sin aliento y frustrada.
Joe cerró la puerta que separaba sus habitaciones y se apoyó en la madera. Le maravilló haber sido capaz de alejarse de ella cuando cada célula de su cuerpo le pedía a gritos hacerle el amor. Ver el deseo en sus preciosos ojos sólo lo había complicado más. Seguro que no se quejaría si regresaba a su cama, si daba rienda suelta a la pasión que lo invadía. Mientras se iba a la cama y se preparaba para acostarse, se planteó marcharse. El tiempo había mejorado lo suficiente como para retomar los trabajos en Muircraig. Se dijo que, quizá, si no estaba tan cerca de ella, le sería más fácil. Al menos, no tendría que ver su disposición ni se sentiría atraído por el deseo en su mirada.


Mientras observaba cómo Joe dirigía a sus hombres en los preparativos para marcharse, ___________ suspiró e intentó esconder su dolor. Ahora ya volvía a tener Muircraig para poder huir. Había tenido todo el invierno para acercarse a él, pero había fracasado. Le costaba no preguntarse si pretendía lo inalcanzable.
—Vamos, ________, anímate un poco. No se va a la guerra, sólo a Muircraig —dijo Robert, tranquilamente, mientras le rodeaba los hombros con el brazo.
—Sí, a Muircraig. Empiezo a odiar ese sitio.
—Al menos, no es ninguna mujer.
—No, pero podría serlo perfectamente.
—Ojalá supiera qué decirte, cómo tranquilizarte.
Ella le sonrió.
—Ojalá. Pero, bueno, no te preocupes. Es lo que quería. Si no es todo lo que quiero o necesito es mi problema. Nadie puede arreglarlo por mí. Tengo que hacerlo yo o aprender a vivir con lo que me queda. Y, además, tengo más que muchas otras. Mi miedo es ser demasiado avariciosa.
—No, no es ser avariciosa. Quieres lo que todos. No dejes de perseguirlo, __________. Algún día verás que lo tienes al alcance de la mano. —Le dio un beso en la mejilla—. Paciencia, querida. Es un buen hombre y sé que no pretende hacerte daño. Es lo único que impide que le dé una buena paliza.
Ella se rió, pero luego frunció el ceño.
—¿Por qué vas a Muircraig, Robert?
—Por muchas razones, hermanita curiosa. La poción segura para que seas feliz es mantener a Joe con vida, así que voy para protegerlo. Y no sólo voy a merodear y a vigilar. Hay cosas que hacer allí. Y, por último, voy para asegurarme de que, mientras se aclara la cabeza, no le entra la tentación de engañarte. Esa Maura y lady Mary están cerca. Creo que la primera no es ninguna amenaza, porque está recién comprometida y parece lo suficientemente sensata como para jugar sobre seguro y dejarse de tonterías. Pero lady Mary es diferente. No me fío de ella. De Joe sí, pero sólo es un hombre; un hombre con problemas.
—Bueno, cuídate mucho, Robert. —No quería pensar en lady Mary, quien quizá no se había dado por vencida después del rechazo de Joe en la corte, así que se centró en su marido, que se le acercó mientras, sutilmente, Robert se iba—. Hace buen tiempo.
—Muy bueno. Espero que dure. Con esta temperatura, se trabaja muy bien.
—Joe, ¿tendrás cuidado? —le preguntó, con un hilo de voz, mientras lo tomaba de la mano.
Él se acercó la mano a los labios y sonrió.
—Me llevo tantos guerreros como trabajadores y artesanos. No te preocupes, cariño.
—Es más fácil decirlo que hacerlo. ¿Te quedarás mucho tiempo? —le preguntó, y luego se maldijo por la debilidad que la había empujado a formular la pregunta.
—Todavía hay mucho que hacer. Y me gustaría tenerlo todo listo cuando vuelva a llegar el invierno.
—Claro.
—Cuídate, __________. —Le dio un delicado beso—. Rezaré por nuestra pequeña —añadió, con dulzura, y luego se marchó.
___________ lo miró hasta que sólo fue un punto en el horizonte y luego, con un profundo suspiro, se volvió para regresar a la casa. Se dijo que ojalá la visita de Alexander no hubiera sido tan breve, y entonces se maldijo. Sus amigos y su familia no podían servir para ocupar el vacío que dejaba su marido. Era incorrecto y, en el caso de Alexander, quizás un poco cruel. Había otras formas de llenar los días sin reclamar cosas a familiares y amigos. Además, ninguno de ellos podría llenar el vacío que dejaba Joe. Sólo podían hacer que el dolor fuera más llevadero y ya iba siendo hora de que lo hiciera ella sola.
Subió hasta la habitación de los niños y encontró a Grizel y a Liusadh. Al principio, se había mostrado reticente, casi temerosa, de ver a su pequeña. Se dio cuenta de que no quería encariñarse demasiado con ella cuando su vida todavía pendía de un hilo. Pero al darse cuenta de eso, dejó de intentar protegerse. Sabía que casi nada podría compensar la muerte de un hijo, por pocas posibilidades que tuviera desde el principio, pero también sabía que se arrepentiría enormemente si se negaba a conocer a su hija el tiempo que Dios decidiera que la niña debía vivir.
Con una sonrisa torcida, __________ observó cómo Grizel sacaba a la niña del arrullo en forma de manta que rara vez abandonaba. Puede que viniera a conocer a su hija, pero dudaba de que la pequeña advirtiera su presencia. Dolía un poco, pero si el cuidado y el amor constante de Grizel le permitían vivir, habría valido la pena. Además, no disfrutar de todo el amor de Liusadh parecía un sacrificio insignificante si la niña conseguía tener toda una vida por delante.
—Es muy pequeña —dijo __________, en voz baja, mientras miraba el bebé que tenía en los brazos—. Parece una recién nacida.
—Bueno, después de tener en brazos a los dos niños, imagino que da esa sensación, pero está creciendo, señora.
—Es extraño, ¿no crees?, que no se parezca a sus hermanos. En realidad, es todo lo contrario. Los niños tienen mi pelo y los ojos de Joe y ella tiene el pelo de Joe y mis ojos. Cualquiera diría que tendrían que parecerse. —Acarició los oscuros rizos de Liusadh.
—Los gemelos del señor Tavis no son iguales. También son una mezcla de sus padres. Sin embargo, cuando están juntos, las similitudes son obvias. Será una niña preciosa, señora. ¿Quiere…? —Grizel se aclaró la garganta—. ¿Quiere asumir su cuidado a partir de ahora?
—No, todavía no puedo darle todo lo que necesita. Tenemos mucha suerte de que estés aquí, Grizel. Un bebé así necesita calor y comida de forma continua. Si tuviera que pelearse con sus hermanos por esas dos cosas, no sobreviviría. Sólo espero que lo entienda cuando crezca.
—Seguro que sí, señora. Yo me encargaré. Y crecerá, señora —prometió Grizel tímidamente, aunque con vehemencia.
—Empiezo a creer que sí. Será mejor que la cojas. El aire todavía es un poco frío y puede resfriarse. —Mientras observaba cómo su hija desaparecía en la manta y se pegaba a los enormes pechos de Grizel, susurró—. Otro mes más y mis miedos respecto a ella desaparecerán.
Fuera de la habitación, se encontró con Storm que, en seguida, le preguntó:
—¿Cómo está Liusadh? ¿Bien?
—Sí —respondió ___________, mientras se dirigía hacia su habitación—. Si me ves preocupada es porque temo que eso pueda cambiar.
Storm la tomó del brazo y dijo:
—Cada día que vive nos da un motivo más para tener esperanza. Ya ha vivido más de lo que muchos pronosticaron. Agárrate a eso, __________. Además, no sólo no enferma, sino que crece cada día.
—Pero tan despacio… Cuando la tomo en brazos, se me encoge el corazón de miedo por lo pequeña que es.
—Vino al mundo muy pequeña. Y todavía tardará un poco en ganar más peso. Quizás ahora está ganando lo que no pudo en tu vientre.
—Sí, estoy segura de que los niños se quedaron con casi todo el alimento.
—Seguramente, nunca sea grande; como sus hermanos seguro que no.
—No, claro que no. Lo sé pero me cuesta recordarlo cuando la tengo en brazos. Tiene que luchar contra tantas cosas y tiene tan poco con qué hacerlo.
—Pero lucha, __________, y así sabes que tiene fuerzas.
—Sí, lo sé, pero creo que aumentaré mis plegarias. —Sonrió cuando oyó el desesperado grito de hambre de Morogh desde el otro lado de la puerta—. Bueno, creo que sus hermanos se encargarán incluso de retrasar mis plegarias por su hermana pequeña. Espero que la pobre tenga la oportunidad de hacerles pagar su avaricia.
Storm se quedó para ayudarla a cambiar a los niños y para entretener a Padruig mientras __________ amamantaba a Morogh. En cuanto éste estuvo satisfecho, Storm la dejó sola con sus hijos.
___________ jugó un rato con sus niños, que cada vez estaban más activos, y dejó a un lado sus temores por su hermana. A pesar del placer que le suponía estar con ellos no podía evitar comparar sus rollizos y activos cuerpos con el diminuto y casi inmóvil de Liusadh. Parecía un poco injusto que ellos tuvieran tanto y ella tan poco. La repartición de salud y fuerza no había sido demasiado equitativa.
Los dejó en la cuna y se arrodilló junto a ellos. Cantó y los meció mientras se iban quedando dormidos. A veces, deseaba verlos crecer muy rápido para conocer a los hombres que llegarían a ser, pero, otras, quería que fueran bebés para siempre y así poder seguir cogiéndolos en brazos.
Arrodillada junto a las cunas de sus hijos, sanos y dormidos, juntó las manos. Ahora sólo pensaba en Liusadh, la pequeña que se aferraba a la vida con todas sus fuerzas, y empezó a rezar.
—Señor, debes de estar muy cansado de mí, pero te ruego que me prestes atención. Te doy las gracias por mis hijos, aunque mi corazón de madre anhela más. Si es avaricia, te ruego que me perdones; aún así rezo por Liusadh, mi tercera hija. Dios, por favor, conozco el valor de todo lo que me has dado pero, por favor, permítele que viva. Concédeme un pequeño milagro.
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·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu) - Página 31 Empty Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)

Mensaje por ForJoeJonas Dom 05 Feb 2012, 4:16 pm

Capítulo 21


Grizel, la mujer a la que ___________ consideraba prácticamente responsable de la supervivencia de su hija, aparte de Dios y de Wallace, impidió el pequeño milagro de que Morogh sufriera un tirón de pelo por parte de su hermana. Liusadh seguía siendo pequeña, pero estaba muy activa y luchaba tanto como sus hermanos por deshacerse de la dependencia de la infancia. Y ella estaba tan contenta de tener a su hija viva y creciendo que sentía un poco de celos por cómo la pequeña se volvía hacia Grizel mucho más que hacia ella.
Ésta había seguido, al pie de la letra, las instrucciones de Wallace y le había proporcionado mucho calor y comida. __________ solía pensar que, hasta hacía poco, Liusadh había parecido estar permanentemente pegada a los pechos de Grizel. Y la nodriza no sólo la había llevado pegada a su cuerpo con una manta durante todo el día, sino que también había dormido con ella para protegerla del frío y la humedad. Por eso ella tenía la sensación de que el dolor de Grizel por haber perdido a su hijo se había convertido en una determinación de hierro para que Liusadh viviera.
__________ se colocó frente a la ventana y pensó en Joe. Sabía perfectamente que Muircraig no estaba en ruinas y, sin embargo, él le estaba dedicando tantas horas como si lo estuviera reconstruyendo desde la primera piedra. O era eso, o es que al final acabaría viviendo en una casa diseñada para un rey.
—¿Acaso no vuelve esta noche? —preguntó Storm, interrumpiendo los tristes pensamientos de __________ sobre su querido marido.
—Sí, volverá para llenarse el estómago con una buena comida, se beberá varias jarras de cerveza y se meterá en su cama a roncar toda la noche.
—¿Su cama? ¿Todavía duerme en otra habitación? —La voz de Storm reflejó la incredulidad que llevaba escrita en la cara.
—Sí —respondió ___________, triste—. Y, si considera que su habitación está demasiado cerca, se va a la torre del homenaje. —Se miró la silueta y luego a Storm—. No creo que haya cambiado tanto desde que tuve a los niños.
—No, hace tiempo que has vuelto a estar como antes.
—Entonces, ¿qué le pasa? Tiene que haber algún motivo.
—Quizá teme que vuelvas a quedarte embarazada demasiado pronto.
—No, porque tengo intención de utilizar esas cosas. No quiero tener un hijo cada año. Si vienen, encantada, pero no veo nada malo en descansar un poco. —Hizo una mueca—. Sobre todo, si van a venir de tres en tres.
—¿Joe sabe lo que piensas?
—Sí, ya se lo dije. Si sólo hubiera tenido una niña, habría ido a por el niño enseguida, pero no hay ninguna necesidad. En el primer embarazo le he dado un heredero y otro hijo, por si acaso. No, seguro que no tiene miedo de eso.
Después de unos segundos de reflexión mutua, Storm vio que ___________ palidecía de repente.
—¿Qué te pasa, ___________?
—¿Crees que puede haber otra mujer? Quizás en Muircraig.
—No —respondió Storm con seguridad—. Estos MacLagan tienen sus defectos, pero son fieles. Siempre que su mujer les caliente la cama, no buscarán a otra o, al menos, de forma deliberada. No son de los que tienen amantes. No has echado a Joe de tu cama, ¿verdad?
—Es él quien no quiere venir. Yo lo estoy deseando casi de forma desesperada. Pero olvidas que no quería casarse conmigo.
—No es que no quisiera casarse contigo, es que no quería casarse con nadie, y lo sabes. No quería enterrar a otra esposa. Pero ese miedo ya se lo has quitado. No, no lo creo de Joe, aunque sólo sea porque nunca fue un mujeriego como sus hermanos. Si Tavis puede ser fiel, te aseguro que Joe también.
Sin embargo, los miedos de ___________ no se aplacaban tan fácilmente.
—Lo desobedecí. Quizá por eso está enfadado.
—Lo entendió, ___________. Oí cómo te perdonaba con mis propios oídos. Por eso no tienes que preocuparte.
No quería sufrir por si había otra mujer porque se le hacía un agonizante nudo en el estómago, pero tampoco podía olvidarlo. Las habladurías de que Mary había vuelto a casa y seguía soltera habían llegado a Caraidland.
Intentar convencerse de que no era correcto desconfiar de Joe no ayudaba demasiado. Había querido a Mary. Y, aunque le dolía admitirlo, a ella no la quería. Que hubiera rechazado una vez los encantos que Mary le ofrecía abiertamente no quería decir que fuera a rechazarla siempre. El sentido del honor de Joe seguro que se debilitaría a favor de los dictados del corazón.
Y tampoco ayudaba recordar la desilusión que se llevó aquella noche en la corte. Esas cosas se desvanecían. Los recuerdos de un amor compartido podían hacerlo dudar de su opinión. Y Mary era de las que sabían aprovecharse de esa duda. Tenía la habilidad de aparentar inocencia por muy culpable que fuera. También era una mujer que aprendía de sus errores y sería muy cauta a la hora de controlar su carácter para no mostrar su auténtica naturaleza si volvía a intentar cazar a Joe. Y, por último, era una de esas mujeres capaces de tentar a cualquier hombre independientemente de lo que él sintiera por ella, e Joe hacía casi seis meses que no estaba con una mujer, eso si le había sido fiel.
«Pero no es culpa mía», pensó furiosa. Ella le había demostrado que estaba más que dispuesta a compartir cama con él. Cuando estuvo recuperada del parto, le había lanzado indirectas con ese fin, pero él parecía ajeno a las indirectas.
Aunque intentó quitarse esas ideas de la cabeza, no pudo. Mientras estaba tendida y despierta en su cama vacía se preguntó si la de Joe estaba igual de vacía. Parecía imposible que un hombre tan apasionado como él pudiera aguantar tanto tiempo sin una mujer. A ella le estaba costando horrores estar tanto tiempo sin él. Durante una semana, se torturó pensando que Joe tenía una amante, hasta que recurrió a Storm para que la aconsejara. Seguro que había algo que pudiera hacer.
Encontró a su cuñada trabajando en el jardín y se sentó en uno de los sencillos bancos que ésta había mandado colocar. Las flores estaban esplendorosas y su dulce aroma era refrescante. Ahora entendía por qué ni siquiera los hombres se atrevían ya a burlarse de ella por plantar lo que a muchos les parecía frívolo. Sentarse entre la belleza de la naturaleza daba paz y calmaba.
—Tengo un problema, Storm —dijo, de repente, porque no quería que la belleza del jardín la hiciera olvidar el propósito de su visita.
—Ya me extrañaba. Estás pálida como si tuvieras la cabeza llena de tribulaciones.
—Sí, Joe.
—No me sorprende. Todavía sospechas que tiene una amante, ¿verdad?
—Me temo que sí. Una parte de mí me regaña por ser tan desconfiada, pero eso no me detiene. Como tú dijiste, no es un mujeriego y tiene en alta estima sus votos, pero también es cierto que hace meses que no está con ninguna mujer.
—Y tú hace meses que no estás con ningún hombre.
—Sí y, cuando pienso en cómo me siento, las dudas crecen. Además, un hombre no tiene los mismos valores que nosotras.
—Quizá si fueras a su cama y le hicieras saber que estás preparada y dispuesta.
—Ya lo había pensado. Y lo hice cuando, después de decirle que estaba embarazada, se fue a la otra habitación. Pero cuando viene a dormir a Caraidland, su sueño es muy profundo. No creo que pudiera despertarlo. Además, ¿por qué siempre tengo que dar yo el primer paso? Sí, ya sé que está hablando mi orgullo, pero ¿es que no llegará nunca el día en que pueda dejar de correr tras él, de atraerlo hacia mí?
Storm se sentó encima de los talones y miró a _________ un segundo.
—Sí, y me temo que yo ya debería haberlo alcanzado.
—No. —__________ dibujó una pequeña sonrisa—. Tú sufriste mucho para ganarte el amor de Tavis.
—Sí, pero nunca se fue de mi cama. Por eso no sé qué decirte para ayudarte. Tavis y yo tuvimos muchos problemas, pero no eran como los vuestros. Si yo hubiera sido escocesa, Tavis se habría casado conmigo al poco tiempo de llegar aquí. Sólo tuve que conseguir que me quisiera, que se diera cuenta de que me quería. Tú podrías conseguir eso de Joe y seguirías teniendo problemas. No sé qué decirte.
—Dime qué harías tú en mi situación. Tengo varias ideas, pero necesito ayuda.
—Bueno, pues yo me tragaría mi rabia y le daría otra oportunidad. Pronto volverá, eso seguro.
—Sí, independientemente de lo que sienta por mí, no puede estar lejos de los niños demasiado tiempo.
—Yo creo que viene a verte a ti —dijo Storm, con dulzura, e __________ se encogió de hombros—. Una oportunidad más. Los miedos de Joe acerca del parto eran muy fuertes. Puede que ahora vea que se equivocaba, pero eso no quita que siga viendo el parto como algo mucho más horroroso de lo que es. Has tenido tres hijos, ___________. Tres. A muchos todavía les cuesta creerlo; no entienden cómo has podido hacerlo y recuperarte así de bien. Quizás Joe siente lo mismo. Quizá te está dando más tiempo para recuperarte.
—¿Dos meses por hijo? Es mucho tiempo —respondió ella, tajante.
—Sí, es mucho tiempo, pero debes recordar sus miedos, recordar que él ve el parto de forma distinta a como lo vemos nosotras.
—Cierto. Tienes razón. Puede que piense que un parto múltiple necesita un periodo de recuperación más largo que si hubiera tenido sólo un hijo. Pero ¿por qué es incapaz de ver que estoy bien? No lo sé. A mí no me parece bien que los hombres vivan el parto desde la distancia. Por eso se forman esas ideas tan extrañas. No es más peligroso que las batallas que siempre libran.
—Tavis se enfrenta a los partos como si fueran una batalla —Storm se rió—. Pero nos parecen tan extraños como nosotras a ellos.
—Exacto. —__________ le ofreció una sonrisa, pero luego regresó al gesto serio—. Muy bien, le daré otra oportunidad. Y luego, ¿qué? Puede que siga actuando igual que desde el parto: dormir como un lirón y luego regresar a Muircraig.
—Podrías ignorarlo hasta que entre en razón.
—Ya lo había pensado pero… —dijo __________, arrastrando las palabras.
—Entonces, debes perseguirlo otra vez. Es lo único que se me ocurre.
—Había pensado recoger mis cosas e irme a casa, pero me temo que no me detendría ni vendría a buscarme.
—Ésa es la última opción, la que nace de la desesperación.
—Sí, decirle lo que pienso, decirle que, como no tengo matrimonio, puedo volver a ser la pequeña de mi padre.
—Exacto, pero primero ve tras él una última vez; sólo una y no de forma tan descarada como sería meterte en su cama.
—Ya, quieres decir que lo tiente y vea si muerde el anzuelo; que me acerque a él por detrás y en silencio, ¿verdad?
Storm asintió.
—Tienes que intentarlo cuando esté despierto, alerta y poco preparado para verte.
—Nunca está en esas condiciones cuando viene aquí. Para sorprenderlo así tengo que ir a Muircraig.
—Me temo que sí. Es un trayecto largo, pero ¿no crees que valdría la pena, si funciona? Lo recuperarías.
—Siempre que él me dejara, claro. Pero es una idea, y mejor que las mías. ¿Qué excusa le daría para justificar mi presencia?
—Llévale una comida. ¿Qué excusa necesitas? Eres su mujer y lo ves muy poco.
—O quizá sólo quiera comprobar si le falta mucho y cómo está quedando Muircraig.
—Exacto. Va a ser tu casa. No le extrañará que quieras verla.
—Y, entonces, cuando consiga quedarme a solas con él, lo seduzco.
—Sí.
—No estoy segura de si sabré hacerlo.
—No debería costarte demasiado. Un hombre que hace tanto que no está con una mujer será una presa fácil.
—Eso si le queda algo de pasión para mí —susurró, verbalizando sus miedos—. Era lo único que tenía y temo haber perdido hasta eso.
—No lo creo, pero conozco los miedos que te asaltan y sólo Joe puede calmarlos. —Storm alargó el brazo y tomó a _________ de la mano en un gesto de complicidad—. Es muy difícil querer y no saber si ese amor es correspondido. Lo sé. No me atrevo a decirte que te quiere, pero estoy segura de que te tiene cariño, mucho cariño. Lo demuestra cómo ha actuado cada vez que has estado en peligro.
A medida que fueron pasando los días, __________ intentó recordar esas palabras. Intentó aferrarse a ellas para animarse y aplacar sus miedos. Por desgracia, sabía que la forma en que Joe había actuado cuando ella había estado en peligro era algo natural en un hombre como él. Era de los que siempre se levantaría para proteger a los más pequeños y más débiles.
Una semana después de su conversación con Storm, __________ se despertó en mitad de la noche. Un ruido en la habitación contigua explicó lo que la había despertado. Joe había vuelto. Ella se quedó muy tensa en la cama, aunque no se sorprendió cuando volvió a imponerse el silencio y él no apareció.
Despacio, se levantó y fue a su habitación. Quería verlo. Tenía la sensación de que hacía años que no veía al hombre al que llamaba marido.
Lo miró y sintió que la preocupación le retorcía el corazón. También se sentía un poco culpable por estar contenta de que su estilo de vida actual no le estuviera sentando demasiado bien. Estaba demacrado y cansado. No parecía un hombre satisfecho con su vida porque, incluso durmiendo, parecía atormentado. Las tensas líneas de expresión de su rostro no desaparecían ni con la relajación del sueño.
Se dijo que ojalá confiara en ella, a pesar de que se imaginaba lo que le preocupaba. MacLennon seguía siendo una amenaza, pero no se creía que fuera lo único que lo atormentaba. Había algo más y la frustraba que no le diera ninguna pista de qué era. Aquello sólo alimentaba sus propios miedos y tenía la sensación de que eran peores que el problema real. Suspiró, apretó los puños para contener las ganas de tocarlo y volvió a su habitación.
Por la mañana, se encontró con él en la habitación de los niños. Reprimió un ataque de celos al comprobar cómo acudía a ellos y, en cambio, se esforzaba tanto por evitarla. No obstante, sabía que, independientemente de lo que pasara entre Joe y ella, tenía que alegrarse de que quisiera a sus hijos. Los pequeños necesitaban el amor de su padre y, por lo que había visto, muy pocos lo obtenían.
Hizo acopio de fuerzas y entró en la habitación. Se había prometido que sus palabras y sus acciones no le darían ningún motivo para justificar su ausencia y pretendía cumplir esa promesa. Sin embargo, vio que hacerlo era muy difícil. Y refrenar la necesidad de golpearlo con un objeto pesado y contundente todavía le costaba más, se dijo cuando se sentó frente a él.
—Cada vez que los veo están más grandes. Pronto andarán.
«Seguramente, la próxima vez que decidas honrar a tu familia con tu presencia», pensó, furiosa, pero respiró hondo para calmarse y respondió:
—Sí, Morogh ya se levanta solo.
Joe se rió y despeinó los rojizos rizos de su hijo.
—Me temo que será un trasto.
—Sí, Padruig es mucho más tranquilo. Sin embargo, mi padre dice que a la que tendremos que vigilar es a Liusadh. Y lo dijo incluso antes de saber que sobreviviría. Creía que una niña que puede luchar contra la muerte siendo tan pequeña, de mayor será muy traviesa.
Hablaron de los niños y jugaron con ellos durante una hora. Luego, los pequeños se empezaron a poner nerviosos porque tenían hambre. Sin pensarlo, y al no estar acostumbrada a la presencia de Joe, ella empezó a dar el pecho a Morogh. Se sonrojó cuando lo sorprendió mirándola. Por un momento, sus miradas se cruzaron y, a continuación, él se marchó. _________ estaba casi segura de que había visto deseo en sus ojos, aquella chispa de pasión que durante tanto tiempo había estado ausente, pero, si la sentía, ¿por qué se había marchado?, se preguntó. Suspiró y se obligó a concentrarse en los niños mientras Grizel entraba corriendo en la habitación para amamantar a Liusadh. Empezaba a estar harta de intentar entender a su marido. Al final, lo único que le quedaba era un tremendo dolor de cabeza.
Una vez lejos de __________, Joe corrió hacia su habitación. Se mojó la cara con agua fría varias veces, pero no sirvió de nada. Con un gruñido se dejó caer en la cama y soltó una variada retahíla de improperios.
Cuando _________ se había puesto a su hijo al pecho, él había notado cómo toda la lujuria que había estado intentando contener resucitaba. Había estado a punto de tomarla allí, entre sus hijos. Pero antes de sucumbir ante aquel deseo, había decidido marcharse. Sin embargo, irse no había hecho desaparecer su necesidad por ella. Por un segundo, se preguntó si debería ceder y volver a dormir con ella.
Le costó mucho, pero rechazó la tentación. Tenía que seguir como hasta ahora. Era lo mejor para los dos. Se había dado cuenta de que, con ___________, no había medias tintas. Era o todo o nada. Y, aunque le rompía el corazón, había decidido que sería nada y pensaba cumplirlo. Después de comprobar su debilidad en la habitación de los niños, decidió que sería mejor acortar la visita, porque todavía no era tan fuerte como quería. Más tarde, cuando un invitado llegó a Caraidland, se replanteó su decisión.


—¡Alex! —exclamó __________ cuando entró en el salón por la noche, y él se levantó para recibirla—. ¿Cuándo has llegado?
—Hace poco. —Le besó la mano—. Estás tan preciosa como siempre.
—Qué cumplidor. ¿Cómo está tu hija? ¿Bien?
—Sí, y estoy impaciente por ver lo mucho que han crecido los tuyos. Sé lo mucho que cambian de un día para otro.
Aunque se dijo que tenía que ir con cuidado, porque Alexander todavía la miraba con deseo, ____________ disfrutó de su compañía mientras cenaban. La hacía reír y sentirse femenina, dos cosas que Joe no había hecho en mucho tiempo. Y cuando vio que éste atravesaba a su amigo con la mirada, no le prestó atención. Furiosa, se dijo que, si no le gustaba que Alexander hablara con ella, que viniera él a hacerle compañía. No quería tener nada con ella pero, por lo visto, tampoco quería que nadie lo tuviera.
Entonces, cuando ___________ se marchó para acostarse, Alexander se centró en Joe.
—Ya veo que estás encantado de verme.
—Tienes la habilidad de hacerme olvidar la alegría de verte.
—¿Por qué? ¿Porque dedico a tu mujer la atención que tú nunca le prestas?
—Te estás metiendo donde no te llaman.
—Eres tonto, Joe MacLagan. Rechazas lo que más de uno anhelaría.
—Debo hacerlo. Tengo un hacha colgada encima de la cabeza. Podría quedarse viuda en cualquier momento, pero, al menos, no me apropiaré de su corazón.
—El poco corazón que quede después de haberlo roto tú. Todos tenemos un hacha encima de la cabeza, amigo mío.
—Sí, pero no todos saben cuándo caerá ni quien la blandirá. Yo sí. Será pronto y lo hará MacLennon.
—¿Cómo estás tan seguro de que será pronto?
—Porque está más cerca que nunca. Y también está más perseguido que nunca, así que tiene que moverse deprisa. El cerco de mis aliados es cada vez más estrecho. Sí, tiene que atacar pronto porque sabe que también pende una espada sobre su cabeza.
—Pero eso no significa que vayas a morir.
—Hay muchas posibilidades y lo sabes. Al menos, así, le ahorraré mucho dolor a ____________.
—¿Y eso lo decides tú? Es su corazón. Quizás ella crea que vale la pena arriesgarse.
—Como su marido, mi responsabilidad es protegerla y evitar que sufra. Y es lo que hago.
—¿En serio? ¿O te estás protegiendo a ti mismo? ¿Sabes qué creo que haces?
—No, pero estoy seguro de que me lo dirás.
—Sí, y lo hago porque creo que debes reflexionar. No sólo intentas evitar su sufrimiento, sino también el tuyo. La mantienes lejos porque no quieres lo que tienes con ella, y, por lo tanto, lo que puedes perder si la pierdes o mueres.
—¿En serio? —respondió Joe, algo tenso—. Pongamos que tienes razón. ¿Qué me sugieres que haga, puesto que eres tan sabio?
Alexander ignoró el sarcasmo de su amigo y respondió:
—Deja ya este juego. No tienes matrimonio. Si Dios decide que es tu hora, te reclamará. No puedes evitarlo, ¿Pretendes desperdiciar el tiempo que te quede? Porque es lo que estás haciendo. Y también desperdicias el tiempo de ___________. La tienes atrapada en un matrimonio estéril creyendo que la proteges y, sin embargo, si te molestaras en preguntarle a ella, sabrías que no es lo que quiere. Quiere disfrutar de la vida mientras pueda; no encerrarse en una casa, apartada de la vida y del amor, porque pueda morir mañana. Y es lo que deberías hacer tú.
Las palabras de Alexander fueron un duro golpe y Joe no tuvo respuesta. Con una maldición, dejó a Alexander, se marchó del salón y se fue a su habitación. No quería pensar en todo lo que le había dicho, quería ignorarlo y olvidarlo, pero los consejos de su amigo resonaban en su cabeza reclamando atención. Con un improperio susurrado, supo que la noche iba a ser muy larga.


Con Morogh apoyado en la cadera, __________ observó cómo Joe se preparaba para marcharse, comprobando las sujeciones de la silla. Robert lo acompañaba y Alexander había sido invitado, pero había rechazado la invitación. __________ se dijo que debería alegrarse de que Joe estuviera siempre tan bien protegido, pero lo que de verdad deseaba era que alguien le impidiera marcharse. Si lo obligaran a quedarse, quizá podrían acortar el abismo que parecía separarlos ahora mismo.
—Muircraig debe de estar casi listo —murmuró ella cuando él se le acercó para darle un beso como los que daba a los niños; un frío beso en la mejilla.
—Casi. Creo que el próximo invierno ya lo pasaremos allí.
«Y entonces sí que estaré realmente sola», se dijo ella y, en voz alta, respondió:
—Bueno, cuídate, Joe.
—Tú también. —Le costó mucho darse la vuelta pero se alejó deprisa antes de ceder y quedarse.
___________ suspiró y sacudió la mano sin demasiado entusiasmo mientras Joe y los demás se alejaban. Trasladarse a Muircraig sería positivo, pero sabía que también podía ser desastroso. Si él encontraba la forma de evitarla allí, de apartarla de su vida, estaría verdaderamente sola. En Caraidland, al menos, tenía amigos, gente que se preocupaba por ella de corazón. Nunca podrían compensar el vacío del hombre al que quería, pero ayudaban a hacer más llevadera la soledad.
Tomó a Padruig de los brazos de Grizel porque Liusadh lo estaba atormentando y se fue hacia la habitación de los niños, donde sabía que estaría Storm. Se quedó un poco parada cuando vio también a Alexander. Cuando consiguió llevarse a su cuñada lejos de los niños, Alexander las siguió. Al final, ___________ decidió que daba igual si oía lo que tenía que decir. Ya conocía sus problemas, de modo que no tenía ningún sentido ir con secretos. A menudo, tenía la sensación de que todo Caraidland lo sabía.
—Storm, le he dado a Joe su oportunidad —dijo, mientras se sentaban en un rincón del salón.
—Lo sé. —Storm se sentó en un arcón cerca de Alexander.
—Y ya has visto qué ha hecho con ella.
—Sí, me temo que sí —respondió Storm, suspirando.
—Así que ahora voy a poner en práctica tu plan.
—¿Cuándo?
—Dentro de una semana. Le daré siete días.
—¿Para que baje la guardia?
—Sí, para que no sospeche. —Miró a Alexander y, de repente, se alegró de no haberlo dejado fuera de la conversación, porque se le ocurrió cómo podía ayudarla—. Alexander —canturreó.
—Oh, oh. Me temo que voy a arrepentirme de estar aquí.
—No, pero necesito que compartas conmigo una de tus habilidades.
—¿Cuál? —preguntó, receloso.
—Quiero que me lo enseñes todo acerca del arte de la seducción. —Sonrió lentamente en cuanto Alexander se echó a reír.
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·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu) - Página 31 Empty Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)

Mensaje por ForJoeJonas Dom 05 Feb 2012, 4:53 pm

Capítulo 22

—Por supuesto, enseguida sospechará que he participado en esto —dijo Alexander, mientras ___________ y él se acercaban a Muircraig.
—Si todo sale bien, no debería suponer ningún problema. Espero que funcione —murmuró y empezó a ponerse nerviosa.
—___________, si consigues quedarte a solas con él y utilizas algo de lo que te he enseñado, la rendición está garantizada.
Ella se rió.
—Qué vanidoso. Ah, pero yo no soy tan atractiva como tú ni tengo una voz tan bonita y seductora.
—A mí, tu voz me parece seductora —murmuró él, mientras alargaba el brazo, le tomaba la mano y se la besaba.
—Compórtate, seductor. Beltraine se pondrá celoso. —Acarició el fuerte cuello del caballo y miró hacia Muircraig.
A ella, la torre le parecía más que habitable. Y esa opinión cambió muy poco a medida que se fueron acercando. Parecía lo suficientemente robusta como para proteger a sus habitantes de ejércitos o climas hostiles. Notó una punzada de dolor e insulto y, furiosa, admitió que esperaba descubrir algún motivo visual que justificara el distanciamiento de Joe. Si la torre hubiera estado en ruinas, habría podido excusarlo de alguna forma y se habría quedado más tranquila. Pero se encontró con un lugar del que se enorgullecería incluso la persona más exigente.
En cuanto cruzó la entrada del muro, tuvo ganas de dar media vuelta y volver a Caraidland. De pie junto a Joe había una mujer a la que ella había deseado no volver a ver en la vida. Por un momento, todos sus miedos se apoderaron de su persona, pero encontró fuerzas para mantener el tipo. No iba a salir corriendo como si hubiera hecho algo malo. Si Joe estaba utilizando Muircraig para citarse con aquella mujer, era él quien tenía un problema.
—Tranquila. La presencia de la loba no significa que haya pasado nada —dijo Alexander, en voz baja.
_________ no estaba tan segura. Joe le parecía bastante culpable. Cuando se acercó a su marido, intentó calmarse y se dijo que su hermano Robert no habría permitido que pasara nada. Una vocecita en su cabeza le preguntó qué habría podido hacer Robert para detenerlo y, furiosa, la acalló. Le concedería la presunción de inocencia hasta que se demostrara lo contrario. Lanzó una fría mirada a lady Mary y decidió que a ella no tenía que concederle nada.
Joe miró a su mujer horrorizado. Nunca antes había venido a Muircraig de motu propio. Y el hecho de que apareciera ahora era un golpe bajo de la suerte. Su mente se quedó en blanco mientras intentaba pensar una justificación para la presencia de lady Mary. Podía adivinar lo que debía de estarse imaginando su mujer, y más cuando vio la mirada severa en sus ojos, que habitualmente eran muy dulces. Se obligó a reaccionar. Era una situación extraña, pero no tenía por qué sentirse culpable.
—___________ —murmuró y le dio un beso en la mejilla, intentando ocultar lo excitado que estaba por su olor fresco y limpio—, ¿qué te trae a Muircraig?
—Sólo quería ver cómo avanzaban los trabajos. Hola, lady Mary. Tiene buen aspecto.
—Usted también, señora. —Mary hizo un esfuerzo por esconder su rabia a consecuencia de aquella interrupción—. Me he enterado de que es madre.
—Sí, señora. Tuve a la camada hace casi seis meses —respondió ___________, y sonrió cuando Alexander soltó una carcajada.
—Qué astuta —murmuró Mary y se aferró al brazo de Joe—. Joe estaba a punto de enseñarme Muircraig.
—Puedes verlo perfectamente bien desde aquí —dijo Joe, en voz baja, mientras se libraba de su mano—, o quizá Robert pueda acompañarte. —Miró al sonriente hermano de __________, que no hizo nada por ocultar el gesto de desagrado ante aquella sugerencia.
—Pero, Joe —lloriqueó Mary—, he venido desde muy lejos sólo para verte.
—Y mi mujer también, señora.
__________ estuvo a punto de echarse a reír al comprobar que Mary ya no podía ocultar su ira, pero se riñó por ser tan cruel. También tuvo que recordarse que el hecho de que Joe estuviera intentando deshacerse de Mary a toda costa no significaba nada. Aquella mujer seguía siendo una amenaza y, hasta que ella no estuviera más segura de su matrimonio, tenía la sensación de que sería una tonta si no reconocía aquella amenaza.
Mientras paseaba con Joe por Muircraig tuvo que contenerse para no bombardearlo a preguntas. La presencia de lady Mary sólo era una de las muchas cosas que quería que le explicara. No obstante, percibió que, con preguntas directas, no obtendría las respuestas que anhelaba. Si él quisiera que ella supiera algo, ya se lo diría.
—Tienes razón, Joe. Para cuando llegue el invierno, ya deberíamos haber podido instalarnos aquí —dijo cuando regresaron al muro—. ¿Estás seguro de que todavía no está lista? —Estaba segura de que sí y que él lo sabía, pero sentía curiosidad por saber qué respuesta iba a darle.
—Todavía tenemos que hacer algunas cosas antes de que la considere lo suficientemente segura para ti y los niños.
«Muy buena respuesta», se dijo, irónica. Estaba claro que Joe había aprendido mucho de las cortesanas que buscaban favores en la corte. La estaba volviendo a alejar de él, a rechazar y, sin embargo, parecía que lo hacía por su bien. __________ deseó tener esa misma habilidad con las palabras.
Joe bajó la mirada hasta su mujer y vio algo en sus ojos que le encogió el corazón. No lo creía. Y no podía culparla. Muircraig era seguro y sería una casa muy cómoda. Lo que estaba haciendo ahora sólo era reforzar las defensas y añadir unos detalles a la zona habitable para aumentar la comodidad, ideas que había descubierto en Francia y gracias a las visitas de conocidos extranjeros a la corte. Eran cosas que se podían hacer mientras ya estuvieran viviendo en la casa y que no suponían una reducción de la comodidad o la seguridad. Se estaba escondiendo en Muircraig y tenía el terrible presentimiento de que ella lo sospechaba a pesar de no saber el motivo. Y le extrañó que no se lo preguntara, porque normalmente era muy directa.
—Es la hora de comer —murmuró Joe, cuando vio que los hombres empezaban a dejar las herramientas—. Me temo que sólo podemos ofrecerte comida de campamento.
—Sabes que no me importa. Sin embargo, quizá te guste más lo que yo tengo planeado.
Lo estaba mirando con una coquetería burlona que le provocaba muchas ganas de besarla, incluso mientras se preguntaba dónde lo había aprendido.
—¿Y qué has planeado?
—¿Ves la cesta que hay encima de Beltraine? Pues contiene una deliciosa comida con lo mejor de Caraidland y un buen vino.
—¡Pero si es un festín! —exclamó, emocionado—. Mucho mejor que lo que hay dentro del puchero alrededor del cual están todos reunidos.
—Claro, por eso sería muy desconsiderado comer estas delicias delante de ellos. No he traído suficiente para todos.
—Podemos comer dentro de la casa —propuso él, pensativo, mientras intentaba olvidarse de la idea de que lo estaba llevando a una trampa.
—¿En un día tan espléndido? Este sol y esta calidez no abundan, Joe. He traído una manta para ponerla en el suelo y, no muy lejos de aquí, hay un sitio muy bonito con agua clara y un manto de flores.
—No deberíamos ir solos —murmuró él, sometido a una lucha interna porque no quería rechazar su regalo pero tampoco estaba seguro de poder resistirse a la tentación de estar a solas con ella—. MacLennon sigue vivo y está esperando la mejor ocasión para atacarme. Atacarnos.
__________ lo acercó a su caballo y le enseñó la bocina que llevaba colgada de la silla.
—Para pedir ayuda si la necesitamos. El sitio que he visto está tan cerca de Muircraig que oirían el bocinazo, pero gozaríamos de intimidad.
—Sí, eso siempre que nos dé tiempo.
—Si nos ataca tan deprisa y con tanto sigilo, ni todos los hombres del mundo nos serían de ayuda. Joe, me haría mucha ilusión. Ya no tengo tanto tiempo como antes para disfrutar de los buenos días de verano.
Joe suspiró porque sabía que acabaría yendo. Los niños la ataban a la casa. Había conseguido unas horas de libertad y él no tenía el valor de negarle algo sólo porque temía recaer en su resolución de no acercarse a ella. Cuando vio a lady Mary acercándose, supo que había otro motivo para ir con ___________. Prefería romper su promesa de no acercarse a ___________ que permanecer más horas cerca de una lady Mary muy persistente y cada vez más molesta.
—Joe, ¿adónde vas? —le preguntó ella cuando vio que él pedía que le ensillaran el caballo.
—A disfrutar de una comida a solas con mi mujer, señora.
—Pero ¿y yo? Soy tu invitada —dijo, casi entre dientes.
—Hay gente de sobras para atender tus necesidades, señora. Están Robert, Alexander o Phelan, donde quiera que esté. —Quedó algo sorprendido cuando Murdo le acercó su caballo—. Has ido muy rápido.
—Bueno, sir MacDubh dijo que querría que se lo ensillara, así que ya lo había hecho antes de que me lo pidiera.
Joe miró a Alexander, que estaba sonriendo inocentemente, y dijo:
—Entiendo.
Mientras Joe la ayudaba a montar, __________ deseó con todas sus fuerzas que no entendiera nada. Si lo hacía, estaba segura de que se quedaría en Muircraig o bloquearía todos sus esfuerzos por poner fin a la abstinencia que estaba provocando que sus noches fueran eternas. Suspiró aliviada cuando montó y la miró expectante. Si ese plan fallaba, sólo le quedaría un último movimiento y odiaba tener que llegar a una acción tan drástica. Con una sonrisa, lo guió lejos de Muircraig.
___________ tendió la manta y vio cómo Joe ataba a los caballos. Furiosa, se preguntó por qué quería a ese hombre de forma irracional. Si su matrimonio hubiera sido como tantos otros, aquella actitud distante y las ausencias constantes serían una bendición. Sería feliz llevando la casa y aprovechando al máximo el prestigio que su matrimonio pudiera suponerle. Pero, en lugar de eso, constantemente intentaba alcanzar su corazón y no parecía saber cómo parar a pesar de que, tras tantos meses de casados, no parecía haber progresado demasiado. Cualquier persona con un mínimo de sentido común ya habría tirado la toalla.
Suspiró mientras sacaba la comida de la cesta e intentó ignorar el hecho de que lo que había planeado seguramente no solucionaría casi nada. Quizá lo hiciera regresar a su cama, pero un hombre en su cama no significaba un matrimonio. Al menos, no el matrimonio que ella quería. ____________ necesitaba su amor y se estaba empezando a preguntar si acaso todos se equivocaban, si Joe MacLagan quizá no tenía amor para dar. Era una idea que la desesperaba porque implicaba que los años que tenían por delante serían estériles.
—¿Te has dejado algo? —le preguntó Joe mientras se sentaba—. Por un momento, parecías algo enfadada.
—No, está todo —le sonrió—. Estoy segura de que he traído todo lo que te gusta.
—Y más que suficiente de cada cosa. Me parece que tienes una idea exagerada del tamaño de mi apetito.
—Bueno, si sobra mucho —murmuró mientras le servía—, puedes quedártelo en Muircraig para acompañar la comida de campamento.
—Si lo hago, tendré que encontrar un buen escondite porque algo así tentaría a robarlo hasta al hombre más honesto.
Joe le preguntó por los niños, algo que no la sorprendió, aunque tuvo que contener un suspiro. Era bueno que se interesara por sus hijos, pero parecía que no tenían nada más en común.
Apartó esos pensamientos tan deprimentes. Le sería imposible llevar a cabo su plan si estaba triste o enfadada.
Mientras intentaba recordar todo lo que Alexander le había enseñado, empezó a seducir a Joe, o eso esperaba. Imaginaba que, en cualquier momento, éste la descubriría y la devolvería corriendo a Muircraig. También le preocupaba no conmoverlo, ver claramente que su marido había perdido todo rastro de pasión. Si así era, tenía claro que habría perdido y que no habría vuelta atrás.
A veces, veía una mirada en sus ojos que la hacía dudar de si lo estaba haciendo bien y provocaba que hiciera una pausa para intentar recordar las instrucciones de Alexander. A medida que la comida avanzaba y cuando parecía que lo único que despertaba en él era confusión, se frustró. Según Alexander, el largo celibato de Joe debería convertirlo en un hombre altamente susceptible a la seducción y debía de rendirse muy deprisa, pero ya casi habían terminado la comida y ni siquiera la había besado. La única persona a la que parecía haber seducido era a sí misma, porque estaba muy excitada y dispuesta.
Joe observó fijamente a su mujer mientras partía un trozo de tarta y se la daba. Era muy agradable estar tendido al sol y que lo sirvieran de aquella forma, pero estaba seguro de que ella planeaba algo. Lo estaba tocando constantemente y aprovechaba cualquier oportunidad para acercarse y frotarse contra él. De vez en cuando, dudaba y su mirada se alejaba de allí un momento, pero enseguida continuaba con aquel aparentemente inconsciente ataque a sus hambrientos sentidos.
Cruzó los brazos debajo de la cabeza para no abrazarla. La resolución de no acercarse a ella empezaba a tambalearse. La necesidad de tenderla encima de la manta y hacerla suya empezaba a ser demasiado fuerte. «Si no la conociera mejor —se dijo, divertido—, creería que está intentando seducirme».
Aquella idea se le clavó en la mente. ___________ todavía era muy inocente, y en cierto modo ingenua en el arte del amor, pero la última vez que habían estado bajo el mismo techo se había metido en su cama. Cuanto más la miraba, más seguro estaba de que su intención era seducirlo. Era algo sutil, incluso dubitativo, pero estaba claro que se trataba de una seducción.
Por un momento, pensó en recoger sus cosas, volver a Muircraig y enviarla de vuelta a Caraidland. Pero entonces recordó las palabras de Alexander. Desde el nacimiento de los niños, ____________ y él habían sido poco más que extraños. El hecho de que ella hubiera decidido ir tan lejos para recuperarlo, aunque sólo fuera por su pasión, le demostraba lo poco que le gustaba aquella situación. Y tuvo que admitir que a él tampoco le gustaba demasiado.
Mientras ella se entretenía una eternidad limpiándole las migas que le habían quedado en la cara, Joe tomó una decisión. Había desperdiciado meses de sus vidas y no estaba dispuesto a desperdiciar ni uno más. Ninguno de los dos ganaba nada con aquellos estúpidos intentos de protegerla del dolor. La había protegido demasiado y ella era una infeliz, atrapada en un matrimonio que no era tal cosa. Sólo esperaba que su ansioso cuerpo no estuviera pensando por él.
—__________ —murmuró mientras ella le limpiaba la boca con delicadeza—, ¿estás intentando seducirme? —Sonrió cuando ella se sonrojó.
Ella se dijo que, si Joe se reía, le daría una bofetada.
—¿Tan obvio resulta? —preguntó.
—No, al principio no estaba seguro. —Observó aquella diminuta cara que tenía tan cerca y se moría de ganas de besarla.
—Bueno, intentaba no ser demasiado obvia. Quería que creyeras que había sido idea tuya.
Él se rió.
—¿Y ahora qué hacemos?
—No lo sé. Ya he recurrido a todas las sugerencias de Alexander.
—¿Alexander?
—Sí. Me pareció una buena idea recurrir a un experto.
—Mientras sus consejos se limitaran a las palabras y no pasara a la acción.
—Ha sido un caballero, aunque no paraba de reírse. —Sonrió cuando él se echó a reír.
—Sí, me lo creo. Y ahora ya no sabes qué más hacer, ¿no?
—Se suponía que, a estas alturas, ya habrías sucumbido.
__________ notó cómo el corazón se le aceleraba. No la había detenido ni había hecho ademán de regresar a Muircraig. Vio una delicada y cálida mirada en sus ojos que alimentó sus esperanzas. Parecía dispuesto a dejarse llevar por su juego, pero no podía estar segura.
—Sí, he sucumbido.
—Estás más relajado de lo que esperaba. ¿Estás seguro?
—La pregunta debería ser… ¿Estás tú segura, ___________? Tuviste un parto muy duro —murmuró, mientras fruncía el ceño al recordarlo.
—Joe, hace seis meses —respondió ella, algo furiosa—. No necesito dos meses por niño para recuperarme. Quizás un poco más que las demás mujeres, pero no seis meses.
—Creía que teníamos que esperar hasta que hablaran —dijo, y luego se rió cuando vio la mirada horrorizada de su mujer.
—Pillo —gruñó y le dio un golpe en el brazo—. No deberías bromear en un momento así.
—¿Estás nerviosa, cariño? —empezó a soltarle el pelo.
—Un poco. No estaba segura de si lo estaba haciendo bien.
—Lo has hecho muy bien, pero, antes de reconocer tu victoria, ¿no hay nada que quieras preguntarme?
—¿Preguntarte? —Le costaba un poco pensar cuando tenía tan cerca lo que había ansiado durante meses—. ¿Qué tengo que preguntarte?
—Sobre lady Mary.
—Ah, no. Confío en ti, Joe.
Él le recorrió el perfil de la boca con un dedo y notó cómo se estremecía.
—Me parece perfecto. Lady Mary sólo es un estorbo. Estaba intentando encontrar la forma de lograr que esta fuera su última visita. Para serte sincero, ha habido una o dos veces en que me he planteado utilizarla como la puta que es para saciar las necesidades que la abstinencia me provocaba.
—Una abstinencia que nunca te he pedido —susurró ella.
—No, nos la impuse yo y saber que había sido mi decisión fue lo que impidió que recurriera a Mary; eso y saber que no podía darme lo que necesito.
—¿Y qué necesitas? —Se aferró a sus hombros cuando él le dio un suave beso, porque tenía tantas ganas de él que aquella caricia fue todo lo que necesitó para excitarse, para resucitar su deseo apagado.
—Te necesito a ti.
—Pues eres muy lento demostrándolo.
—Amor, es que la necesidad es tan fuerte que tengo miedo de hacerte daño. Tengo ganas de tomarte, no de hacerte el amor despacio y suave como te mereces.
La besó. Un beso lento y delicado, como si estuviera disfrutando de su sabor. Sin embargo, aquella parsimonia quedó ensombrecida por la forma en que la abrazó. La agarró con fuerza, la colocó encima de él y juntó sus caderas, provocando un grito de placer de los dos. Se frotaron el uno contra el otro con pasión, tan ansiosos que se sintieron desesperados por estar unidos.
—__________, mi pequeña —jadeó Joe mientras los hacía rodar por la manta, de modo que ahora él estaba encima de ella, y deslizaba la temblorosa mano por debajo de su falda para quitarle los calzones—, ¿alguna vez un hombre cegado por la lujuria te ha subido la falda como a una mujerzuela de campo y te ha tomado sin ningún miramiento?
Ella se rió.
—No, y lo sabes. ¿Es divertido?
—Ya me lo dirás dentro de un momento.
__________ emitió un grito de placer, mezclado con alivio, cuando Joe unió sus cuerpos en una fuerte embestida. Fue rápido y furioso, y la culminación llegó al unísono. Sus ganas del otro eran demasiado intensas para permitirse cualquier delicadeza o entretenimiento ante la cúspide del deseo.
Todavía un poco agitado, Joe se apoyó en los codos y miró a _________. Estaba debajo de él y con los ojos cerrados, mientras las pestañas le dibujaban un grueso arco encima de sus sofocadas mejillas. A pesar de que parecía estar bien, él frunció el ceño con preocupación mientras le apartaba el pelo de la cara. Había sido muy bruto y la había tomado con fiereza. Era tan pequeña y delicada que tenía miedo de haberle hecho daño con su descontrol.
—__________, ¿estás bien?
—Sí. —Entreabrió los ojos y sonrió mientras lo abrazaba.
—¿Seguro que no te he hecho daño?
—No, no me has hecho daño. No soy tan delicada como crees, Joe. —Y le empezó a desatar la túnica.
—Bueno, es que no es correcto tomar a tu mujer como a una cualquiera.
—¿Aunque a ella le haya gustado?
—¿Le ha gustado?
—Sí y, dime, si así es como tomas a una mujerzuela de campo, ¿cómo se hace con una de taberna?
Él sonrió mientras separaba sus cuerpos para facilitarle la tarea de quitarle la túnica.
—A veces, directamente encima de la mesa.
—Podrías clavarte una astilla. —Sonrió cuando él se rió—. Bueno, pero aquí no tenemos mesa.
—Una lástima —murmuró él mientras veía cómo le quitaba las botas—. Nunca había tenido delante un banquete tan delicioso.
__________ se sonrojó y empezó a liberar la hebilla que sujetaba la espada.
—No creo que quiera correr el riesgo de clavarme astillas en la espalda.
—Pondría una tela del lino más suave para proteger ese precioso trasero. No, no la dejes demasiado lejos —le ordenó cuando ella dejó la espada en el suelo—. Quizás incluso una almohada.
—Qué caballeroso. ¿Y a la mujer del molinero?
—Sobre los sacos de grano, lógicamente.
—Claro, pero tampoco tenemos.
—Da igual. Se mueven debajo de la pareja y es complicado mantener el equilibrio. Incluso pueden caerse.
Aunque se sonrojó, __________ se rió ante aquella imagen.
—Es una conversación de lo más absurda.
—Ya. Pregúntame por la hija del herrero.
Mientras le quitaba la última prenda de ropa, lo miró con recelo y preguntó:
—¿Y a la hija del herrero?
—Sobre el yunque.
Ella se rió y añadió:
—¿Encima de la forja, no?
—Ningún hombre quiere estar tan cerca del calor.
—Pero tampoco tenemos un yunque —le acarició el poderoso muslo y vio cómo sus ojos se oscurecían por el deseo.
—Tenemos una manta.
—Sí, eso sí.
____________ siguió con la mirada cómo su mano se deslizaba por su abdomen y la visión de su cuerpo desnudo la excitó. Tenía cierto aire travieso, como despreocupado, que hacía tiempo que no veía. Sus esperanzas crecieron. Quizás él había decidido poner fin a algo más que su abstinencia; quizás estaba dispuesto a que su matrimonio fuera pleno.
—Esta preciosa manta es el lugar perfecto para que un hombre retoce con su mujer.
—Sí, creo que tienes razón —respondió ella, conteniendo una sonrisa mientras se arrodillaba a su lado.
—Pero hay un problema.
—¿Sí? ¿Cuál?
—Que el marido está aquí desnudo como el día que nació…
—Y es una visión magnífica, si me permites decirlo.
—Te lo permito —respondió él, con altanería, y sonrió cuando ella se rió—. Como iba diciendo, el marido está desnudo y… —se miró—, más que preparado, pero la mujer todavía está vestida. ¿Qué crees que deberíamos hacer?
—En tal caso, será mejor que alguien la desnude —respondió cálidamente __________, aunque terminó la frase con un grito.
De repente, vio una espada pegada al cuello de Joe. La miró horrorizada y luego gritó cuando una mano la agarró por el pelo y la levantó.
__________ notó que se le congelaba la sangre cuando una voz susurró:
—Por favor, dejadme que haga los honores.
ForJoeJonas
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