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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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"Un Negocio Arriesgado" - Joe y tu Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 2 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
Re: "Un Negocio Arriesgado" - Joe y tu Terminada
bienvenidas alas nuevas lectoras gracias por pasarse
Capítulo Dos
_____ estaba furiosa cuando volvió a la oficina de Marla. Sudaba copiosamente debido al impermeable que llevaba sobre su atuendo de bailarina.
—¿Y bien? —preguntó la amiga levantando la mirada sonriente.
—Joseph Jonas —empezó mientras se dirigía al armario en busca de su traje sastre y su camisa—, es un besugo. Marla que conocía a la chica desde su llegada a Chicago un año antes, nunca la había visto tan furiosa.
-Andy me dijo que tenía muy buen sentido del humor.
—Debe de haberse confundido de hombre.
—Cariño, cuánto lo siento —exclamó Marla sin poder contener la risa—. Andy no tenía la intención de...
—No es su cumpleaños—comentó ____ mientras se ponía su falda—. Me ha acusado de ser una prostituta. Me ha echado de su oficina. ¡Le odiol
Hacía rato que Marla se había tapado la cara con las manos y sus hombros se agitaban convulsivamente.
—¿Qué has hecho?
-Le he besado.
La risa se transformó en auténticas carcajadas.
—Lo cual le ha enfurecido, por supuesto—añadió _____. Sacó de su bolso un cepillo y empezó a arreglarse el pelo—. No he podido resistir la tentación. Parece tan arrogante. Yo que él, hubiera intentado disfrutar lo más posible del momento, supongo que nunca ha sido besado por una mujer que estuviese dispuesta a ello sin esperar un buen fajo de billetes a cambio.
Marla empezó, por fin, a recuperar el aliento.
Te ha impresionado. ¡Cuánto lo siento! Si Kerrie no se hubiera puesto enferma, verdad, no habrías tenido que pasar por este mal trago.
—Por nada del mundo volveré a acercarme a ese hombre—murmuro-. Es un... un... un
—¿Besugo?
—Andy se morirá de risa cuando se entere, suspiro Marla—. Espero que Alfonso Herrera sea un hombre comprensivo, de lo contrario, el pobre Andy tendrá que buscar un nuevo trabajo.
—¿Qué es lo que le ha impulsado a una broma como esa? preguntó _____—. No tiene ningún sentido del humor y además no es su cumpleaños.
—Quizá Andy no lo supiera —respondió Marla tratando de justificarle. Miró a su amiga, ya vestida con su ropa formal y el pelo recogido en un moño. Nadie que la viera así la creería capaz de algo como lo que acababa de hacer.
—No quiero volver a pasar un día de descanso como este—comentó _____.
—Un millón de gracias por ayudarme —le dijo Marla dándole un abrazo afectuoso. Andy se sentara encantado, a pesar de que tú no lo estés.
—Eso espero. Dile que nunca volveré a hacer un sacrificio como éste —movió una mano en señal de despedida desde la puerta.
Durante todo el trayecto de vuelta a casa, no pudo dejar de pensar en Joseph Jonas. «Es un hombre horrible y malhumorado», se dijo furiosa, «además, debe ser el peor amante del mundo. Ni siquiera sabía besar. Claro que él no había hecho ningún esfuerzo por corresponderla. Se ruborizó al recordar la firmeza de su boca cerrada. Parecía ser un hombre solitario, pero eso no justificaba su comportamiento.
Se dirigió al fregadero de la cocina de su pequeño apartamento situado en una zona residencial cercana al lago. Se trataba de un garaje reformado, pero tenía la ventaja de estar en una verdadera casa, a cuyos dueños podía acudir sin ningún problema en caso de necesitar alguna ayuda. Disponía, además, de teléfono propio e incluso compartía el gato de la familia, que la visitaba cuando preparaba pollo. Se puso una cómoda bata de estar en casa y se preparo un sándwich de atún. De pronto, alguien llamó a su puerta.
Frunció el ceño. Nadie aparte de Marla la visitaba y ella ahora salía con Andy casi todas las noches. Podría ser uno de los Kennedy. Sus caseros nunca la molestaban. Quizá se tratara de un vendedor ambulante. Sonrió pensando en la forma de deshacerse de él. Su vida social era tan aburrida, que hasta los vendedores eran una molestia bienvenida. Se divertía pensando en la forma de librarse de ellos con tacto.
El último había sido un vendedor de suscripciones para una revista de actividades subacuáticas. Había prometido llamarle tan pronto como le terminaran de construir una piscina cubierta en la sala. El vendedor se había marchado sin saber si retirarse tranquilo, o llamar a un manicomio para que fueran a por ella.
Abrió la puerta tanto como la cadena de seguridad se lo permitía después de todo ya era de noche, y se enfrentó a su enemigo.
Sus ojos azul pálido le contemplaron por la rendija.
—No doy representaciones privadas —informó a Joseph Jonas.
—¡Gracias a Dios! —replicó él—. ¿Va a abrirme la puerta, o tendré que echarla abajo?
¡Cielo santo, era demasiado alto y fuerte! Los Kennedy la echarían si él derribaba la puerta...
Con un suspiro de disgusto, abrió la puerta y le dejó pasar. Llevaba un traje azul oscuro y una camisa blanca abierta, lo cual permitía ver la oscura junta de vello negro que cubría su pecho y su cuello moreno. No parecía el mismo hombre que había visto esa mañana en su oficina.
Él la observó con el ceño fruncido.
—¿Es usted ____ Puente? —preguntó como si no lo creyese.
—¿Usted duda alguna vez de algo, señor Jonas? —Preguntó ella a su vez con una falsa sonrisa—. ¡No puedo creerlo!
—Me parece más madura —comentó él.
—Querrá decir que parezco más vieja —contestó furiosa—. De hecho, cumplí veintiocho años el mes pasado. ¿Tal ves la mitad de los que usted tiene? —inquirió insidiosa.
—Tengo cuarenta años —fue la respuesta de él.
—Soy doce años menor que usted —le corrigió ella con suavidad—. Me siento una niña a su lado.
____ se preguntó si sonreía alguna vez. Jonas se metió las manos en los bolsillos del pantalón y la contempló abiertamente.
—La señorita Sayers me ha informado de que usted no trabaja para ella.
—Así es —se dirigió a la cocina—, le invito, si le gustan los sándwiches de atún—le dijo con tono irónico.
Él cerró la puerta y la siguió. Se sentó frente a la mesa de cocina.
—¿Se trata de la hospitalidad sureña, o es que parezco un poco desnutrido?
¿Desnutrido? Nunca me atrevería a invitarle a cenar en un restaurante. Tiene aspecto de comer como un buey.
—Procuro llevar una dieta equilibrada —contestó él con franqueza—, pero aun así tengo que ir a un gimnasio para no parecer un barril de cerveza ambulante.
_____ volvió a reír e inmediatamente se ruborizó.
—Lo siento.
—No tiene importancia. ¿Cómo se gana la vida?
_____ sirvió dos tazas de café después de preguntarle con la mirada si quería y obtener una respuesta afirmativa.
—Soy oficinista de una empresa de material agrícola.
La cara de él adquirió una expresión de incredulidad.
—Pues lo soy —gruñó ella—. ¿Es que aparento ser otra cosa?
—Esperaba de usted un trabajo más interesante —respondió él con una ligera sonrisa.
—Crecí trabajando en una imprenta. El trabajo más interesante que he desempeñado en mi vida ha sido el de esta tarde, y sólo lo he hecho por ayudar a Marla.
—Andy Fledham trabaja conmigo desde el mes pasado —le indicó él mientras ella se sentaba y dejaba una bandeja de sándwiches encima de la mesa—. No me conoce muy bien todavía, pero ya aprenderá. Voy a pagarle con la misma moneda y usted va a ayudarme.
—¿Cómo? —preguntó ella atónita.
—Su madre es de Boston —contestó él pasando un dedo por el borde de su taza—. Es una venerable dama de modales impecables y se reúne con él una vez al mes en La Pierre para celebrar una cena formal.
—¡Oh, no! No puedo hacerlo. No frente a todas esas personas. ¡Marla nunca me lo perdonaría!
—¿Dónde está su espíritu de aventura, señorita Puente?
—Escondido debajo de la mesa. ¡No puedo! ¡Es más, no lo haré!—negó terminante.
—¿Qué pasaría si yo hiciera que un hombre desnudo fuera a su sagrado recinto de trabajo para dedicarle un numerito? —preguntó él con tono agradable.
—¡No puede hacerme eso! —Respondió ella, ruborizándose como un tomate—. ¡El señor Callahan me despediría en el acto!
—¿Está segura de que lo haría? —insistió él con una significativa mueca.
—¡No se atreverá
—Póngase su ropa de trabajo, Cleopatra, y preséntese mañana en La Pierre a las siete de la tarde; pregunte por Carlos cuando llegue allí. Ya estará todo arreglado. De no ser así —añadió en actitud displicente—, al día siguiente tendrá en su oficina un visitante muy desagradable para usted.
—¡Me moriría de vergüenza! —exclamó ella con la cara escondida entre las manos.
—¡Vaya! Es usted un poco paradójica —le indicó riendo—. Tenía la impresión de que esta mañana lo había pasada realmente bien.
—Yo no le he puesto en evidencia. ¡No puede hacerme eso!
—Es cierto —reconoció el.
Se reclinó en su silla con un irresistible gesto masculino. ____ jamás había conocido a un hombre tan sensual y de tales dimensiones. En otras circunstancias, estaría fascinada.
—¿Le gusto, señorita Puente? —Preguntó riendo—, ¿o está buscando el sitio mejor para clavarme un puñal?
_____ levantó la cabeza para demostrarle que no se sentía intimidada.
—Sólo me decía lo sorprendente que es que esa silla no se haya derrumbado bajo su peso.
—¿De verdad? No soy tan grande —respondió con una risa franca.
—No —respondió ella con fingida sinceridad—, sólo es una montaña pequeña, eso es todo.
Él se limitó a hacer un leve gesto y a observarla, haciéndola desear salir huyendo. La atemorizaba.
—No estoy incluida con el menú —le dijo con atrevimiento. ¡Qué lástima! —murmuró él—.
_____ levantó su taza de café e hizo ademán de arrojársela a la cara.
—Yo no lo haría, tendría que pasar la noche limpiando la cocina.
La joven suspiró disgustada.
—No me gusta usted.
—De no haber aprendido tanto acerca de las de su sexo, quizá me sintiera tentado a obligarla a que se sienta atraída por mí —le dijo en voz baja. Pero, para su fortuna, ya he perdido el interés por eso. Una noche fuera de casa de vez en cuando es suficiente en estos días.
Hablaba como si las mujeres no tuvieran ya secretos para él y _____ sintió enorme alivio. Un hombre como él, con su experiencia, la haría papilla.
—Le doy las gracias por concederme esa merced —le indico ella, pasándole la bandeja de sándwiches —él cogió uno y lo miró con interés—. ¿Busca algo?
—Arsénico —replicó él con rudeza.
—Gasté lo ultimo que me quedaba en un conductor de autobús que me hizo bajar a un kilómetro de mi lugar de destino —comentó ella riendo—. Le aseguro que no tiene nada.
Lo mordió con apetito y comento:
—No está mal. Nunca hubiera imaginarlo que el atún pudiera ser tan sabroso.
—Es porque he añadido pimientos —le indicó ella—. Mi padre me enseñó la receta. Él es quien normalmente cocina en casa. Mi madre es una pésima cocinera.
—¿A qué se dedica ella?
—Es linotipista de papá, que a su vez administra una imprenta. Realiza muy bien su trabajo, pero no le gustan las actividades domesticas. Yo tuve que aprender a cocinar cuando todavía era una niña para no morirme de hambre —_____ terminó su sándwich y tomó un sorbo de su café—. ¿Cuánto tiempo lleva en el negocio de la construcción?
—Creo que nací ya construyendo —respondió él después de terminar su segundo sándwich—. Mis padres murieron cuando yo todavía era un niño. Mi abuela me recogió y me animó a buscar una profesión que fuera rentable y me gustara —esbozó una ligera sonrisa—. Me encantaba construir cosas y ella insistió en que llamará a un primo que era arquitecto y le pidiese que me metiera en el negocio. Logré convencerle de que me contratan y trabajé para él mientras estudiaba. Cuando me gradué, me nombró ejecutivo de su empresa, adoptó una acritud ensoñadora—. No tenía familiares cercanos y no se llevaba bien con los más distantes. A su muerte yo heredé la compañía. La he hecho crecer. Ahora es tan grande que tengo que contar con una junta de directores que obstaculizan cualquier decisión que tomo.
—Me alegro de no ser nadie —suspiró ella—. Me desagradaría estar en una situación como ésa.
-Yo disfruto con mi trabajo —murmuró él con ojos brillantes—. Me agrada el reto. Me mantiene activo.
A su edad, estaba segura de que no le vendría mal tener una familia.
Le analizó durante largo rato, pero no percibió la abierta curiosidad que había en sus ojos.
—¿Y bien? —preguntó él—. Dígalo.
_____ se movió inquieta en su silla, sintiendo su desnudez bajo la bata, como si él hubiese extendido una mano para tocarla. Hasta ese momento, no se había preocupado de su atuendo, pero ahora deseaba estar vestida.
—Sólo me preguntaba por que no esta casado.
—Porque no quiero hacerlo —respondió él. Sus ojos negros brillaron con malicia—. ¿Es que ha pensado que soy de los del otro bando? Te aseguro que no lo soy. Al menos, no en el sentido en el que usted piensa —añadió al ver su nerviosismo. Terminó su café—. ¿Va a ir al La Pierre o hago una llamada telefónica?
—Iré, pero nunca se lo perdonaré, respondió ella sintiéndose derrotada.
—No tiene importancia. Nunca volveremos a vernos —se puso de pie—. Gracias por los sándwiches.
_____ le acompañó a la puerta, esperando que se marchara inmediatamente, pero no fue así. Se volvió de pronto y cogiéndole la barbilla con sus enormes manos la hizo mirarle a los ojos.
—Antes de irme quiero dejar algo muy claro... —murmuro e inclinó la cabeza.
Posó sus labios con ligereza sobre los de _____. El cálido asalto la obligó a abrir la boca y él la exploró minuciosamente. Al cabo de unos cuantos segundos, _____ era suya, una víctima con el corazón agitado. Ya había sido besada antes, pero nunca de esa forma. Ella quería que el beso se prolongara para siempre. Sus ojos estaban cerrados y tenía los puños apretados con fuerza. Su cuerpo temblaba a pesar de que él no la había tocado. Saboreó la lenta presión de sus labios y los probó durante un alocado segundo con una curiosidad sensual que jamás había experimentado con un hombre.
—Pequeña mentirosa —le dijo él levantando un poco su cabeza—. Lo de esta mañana no fue más que una bravata, ¿no es así? ¡Ni siquiera sabes besar!
Estuvo a punto de decirle «enséñame», de extenderle los brazos, pero recobró la cordura en el momento oportuno. Se apartó de él, con una mirada nerviosa, pero fija en su cara.
—¿Ya ha terminado? —preguntó con los labios hinchados por la presión de su boca.
—Sí —la observó esbozando una sonrisa enigmática-. Es curioso cómo ocurren las cosas. Siento que pertenezcamos a mundos tan distintos. Me habría gustado enseñarte. Una mujer inocente de veintiocho años es todo un reto.
—¡Váyase al diablo! Haré su despreciable trabajo, pero mantenga a su exhibicionista lejos de mi firma. No puedo perder mi puesto.
—A las siete en punto —replicó él. Abrió la puerta no sin antes dirigirle una ultima mirada apreciativa— Harías una excelente carrera como bailarina exótica —le dijo en voz baja—. Nunca había visto un cuerpo más bonito.
Después de que él se fuera, paso más de un minuto antes de que ella cerrara la puerta. ¡Y ella que había pensado que era uno hombre frío! Más bien parecía uno volcán a punto de entrar en erupción.
:)
Capítulo Dos
_____ estaba furiosa cuando volvió a la oficina de Marla. Sudaba copiosamente debido al impermeable que llevaba sobre su atuendo de bailarina.
—¿Y bien? —preguntó la amiga levantando la mirada sonriente.
—Joseph Jonas —empezó mientras se dirigía al armario en busca de su traje sastre y su camisa—, es un besugo. Marla que conocía a la chica desde su llegada a Chicago un año antes, nunca la había visto tan furiosa.
-Andy me dijo que tenía muy buen sentido del humor.
—Debe de haberse confundido de hombre.
—Cariño, cuánto lo siento —exclamó Marla sin poder contener la risa—. Andy no tenía la intención de...
—No es su cumpleaños—comentó ____ mientras se ponía su falda—. Me ha acusado de ser una prostituta. Me ha echado de su oficina. ¡Le odiol
Hacía rato que Marla se había tapado la cara con las manos y sus hombros se agitaban convulsivamente.
—¿Qué has hecho?
-Le he besado.
La risa se transformó en auténticas carcajadas.
—Lo cual le ha enfurecido, por supuesto—añadió _____. Sacó de su bolso un cepillo y empezó a arreglarse el pelo—. No he podido resistir la tentación. Parece tan arrogante. Yo que él, hubiera intentado disfrutar lo más posible del momento, supongo que nunca ha sido besado por una mujer que estuviese dispuesta a ello sin esperar un buen fajo de billetes a cambio.
Marla empezó, por fin, a recuperar el aliento.
Te ha impresionado. ¡Cuánto lo siento! Si Kerrie no se hubiera puesto enferma, verdad, no habrías tenido que pasar por este mal trago.
—Por nada del mundo volveré a acercarme a ese hombre—murmuro-. Es un... un... un
—¿Besugo?
—Andy se morirá de risa cuando se entere, suspiro Marla—. Espero que Alfonso Herrera sea un hombre comprensivo, de lo contrario, el pobre Andy tendrá que buscar un nuevo trabajo.
—¿Qué es lo que le ha impulsado a una broma como esa? preguntó _____—. No tiene ningún sentido del humor y además no es su cumpleaños.
—Quizá Andy no lo supiera —respondió Marla tratando de justificarle. Miró a su amiga, ya vestida con su ropa formal y el pelo recogido en un moño. Nadie que la viera así la creería capaz de algo como lo que acababa de hacer.
—No quiero volver a pasar un día de descanso como este—comentó _____.
—Un millón de gracias por ayudarme —le dijo Marla dándole un abrazo afectuoso. Andy se sentara encantado, a pesar de que tú no lo estés.
—Eso espero. Dile que nunca volveré a hacer un sacrificio como éste —movió una mano en señal de despedida desde la puerta.
Durante todo el trayecto de vuelta a casa, no pudo dejar de pensar en Joseph Jonas. «Es un hombre horrible y malhumorado», se dijo furiosa, «además, debe ser el peor amante del mundo. Ni siquiera sabía besar. Claro que él no había hecho ningún esfuerzo por corresponderla. Se ruborizó al recordar la firmeza de su boca cerrada. Parecía ser un hombre solitario, pero eso no justificaba su comportamiento.
Se dirigió al fregadero de la cocina de su pequeño apartamento situado en una zona residencial cercana al lago. Se trataba de un garaje reformado, pero tenía la ventaja de estar en una verdadera casa, a cuyos dueños podía acudir sin ningún problema en caso de necesitar alguna ayuda. Disponía, además, de teléfono propio e incluso compartía el gato de la familia, que la visitaba cuando preparaba pollo. Se puso una cómoda bata de estar en casa y se preparo un sándwich de atún. De pronto, alguien llamó a su puerta.
Frunció el ceño. Nadie aparte de Marla la visitaba y ella ahora salía con Andy casi todas las noches. Podría ser uno de los Kennedy. Sus caseros nunca la molestaban. Quizá se tratara de un vendedor ambulante. Sonrió pensando en la forma de deshacerse de él. Su vida social era tan aburrida, que hasta los vendedores eran una molestia bienvenida. Se divertía pensando en la forma de librarse de ellos con tacto.
El último había sido un vendedor de suscripciones para una revista de actividades subacuáticas. Había prometido llamarle tan pronto como le terminaran de construir una piscina cubierta en la sala. El vendedor se había marchado sin saber si retirarse tranquilo, o llamar a un manicomio para que fueran a por ella.
Abrió la puerta tanto como la cadena de seguridad se lo permitía después de todo ya era de noche, y se enfrentó a su enemigo.
Sus ojos azul pálido le contemplaron por la rendija.
—No doy representaciones privadas —informó a Joseph Jonas.
—¡Gracias a Dios! —replicó él—. ¿Va a abrirme la puerta, o tendré que echarla abajo?
¡Cielo santo, era demasiado alto y fuerte! Los Kennedy la echarían si él derribaba la puerta...
Con un suspiro de disgusto, abrió la puerta y le dejó pasar. Llevaba un traje azul oscuro y una camisa blanca abierta, lo cual permitía ver la oscura junta de vello negro que cubría su pecho y su cuello moreno. No parecía el mismo hombre que había visto esa mañana en su oficina.
Él la observó con el ceño fruncido.
—¿Es usted ____ Puente? —preguntó como si no lo creyese.
—¿Usted duda alguna vez de algo, señor Jonas? —Preguntó ella a su vez con una falsa sonrisa—. ¡No puedo creerlo!
—Me parece más madura —comentó él.
—Querrá decir que parezco más vieja —contestó furiosa—. De hecho, cumplí veintiocho años el mes pasado. ¿Tal ves la mitad de los que usted tiene? —inquirió insidiosa.
—Tengo cuarenta años —fue la respuesta de él.
—Soy doce años menor que usted —le corrigió ella con suavidad—. Me siento una niña a su lado.
____ se preguntó si sonreía alguna vez. Jonas se metió las manos en los bolsillos del pantalón y la contempló abiertamente.
—La señorita Sayers me ha informado de que usted no trabaja para ella.
—Así es —se dirigió a la cocina—, le invito, si le gustan los sándwiches de atún—le dijo con tono irónico.
Él cerró la puerta y la siguió. Se sentó frente a la mesa de cocina.
—¿Se trata de la hospitalidad sureña, o es que parezco un poco desnutrido?
¿Desnutrido? Nunca me atrevería a invitarle a cenar en un restaurante. Tiene aspecto de comer como un buey.
—Procuro llevar una dieta equilibrada —contestó él con franqueza—, pero aun así tengo que ir a un gimnasio para no parecer un barril de cerveza ambulante.
_____ volvió a reír e inmediatamente se ruborizó.
—Lo siento.
—No tiene importancia. ¿Cómo se gana la vida?
_____ sirvió dos tazas de café después de preguntarle con la mirada si quería y obtener una respuesta afirmativa.
—Soy oficinista de una empresa de material agrícola.
La cara de él adquirió una expresión de incredulidad.
—Pues lo soy —gruñó ella—. ¿Es que aparento ser otra cosa?
—Esperaba de usted un trabajo más interesante —respondió él con una ligera sonrisa.
—Crecí trabajando en una imprenta. El trabajo más interesante que he desempeñado en mi vida ha sido el de esta tarde, y sólo lo he hecho por ayudar a Marla.
—Andy Fledham trabaja conmigo desde el mes pasado —le indicó él mientras ella se sentaba y dejaba una bandeja de sándwiches encima de la mesa—. No me conoce muy bien todavía, pero ya aprenderá. Voy a pagarle con la misma moneda y usted va a ayudarme.
—¿Cómo? —preguntó ella atónita.
—Su madre es de Boston —contestó él pasando un dedo por el borde de su taza—. Es una venerable dama de modales impecables y se reúne con él una vez al mes en La Pierre para celebrar una cena formal.
—¡Oh, no! No puedo hacerlo. No frente a todas esas personas. ¡Marla nunca me lo perdonaría!
—¿Dónde está su espíritu de aventura, señorita Puente?
—Escondido debajo de la mesa. ¡No puedo! ¡Es más, no lo haré!—negó terminante.
—¿Qué pasaría si yo hiciera que un hombre desnudo fuera a su sagrado recinto de trabajo para dedicarle un numerito? —preguntó él con tono agradable.
—¡No puede hacerme eso! —Respondió ella, ruborizándose como un tomate—. ¡El señor Callahan me despediría en el acto!
—¿Está segura de que lo haría? —insistió él con una significativa mueca.
—¡No se atreverá
—Póngase su ropa de trabajo, Cleopatra, y preséntese mañana en La Pierre a las siete de la tarde; pregunte por Carlos cuando llegue allí. Ya estará todo arreglado. De no ser así —añadió en actitud displicente—, al día siguiente tendrá en su oficina un visitante muy desagradable para usted.
—¡Me moriría de vergüenza! —exclamó ella con la cara escondida entre las manos.
—¡Vaya! Es usted un poco paradójica —le indicó riendo—. Tenía la impresión de que esta mañana lo había pasada realmente bien.
—Yo no le he puesto en evidencia. ¡No puede hacerme eso!
—Es cierto —reconoció el.
Se reclinó en su silla con un irresistible gesto masculino. ____ jamás había conocido a un hombre tan sensual y de tales dimensiones. En otras circunstancias, estaría fascinada.
—¿Le gusto, señorita Puente? —Preguntó riendo—, ¿o está buscando el sitio mejor para clavarme un puñal?
_____ levantó la cabeza para demostrarle que no se sentía intimidada.
—Sólo me decía lo sorprendente que es que esa silla no se haya derrumbado bajo su peso.
—¿De verdad? No soy tan grande —respondió con una risa franca.
—No —respondió ella con fingida sinceridad—, sólo es una montaña pequeña, eso es todo.
Él se limitó a hacer un leve gesto y a observarla, haciéndola desear salir huyendo. La atemorizaba.
—No estoy incluida con el menú —le dijo con atrevimiento. ¡Qué lástima! —murmuró él—.
_____ levantó su taza de café e hizo ademán de arrojársela a la cara.
—Yo no lo haría, tendría que pasar la noche limpiando la cocina.
La joven suspiró disgustada.
—No me gusta usted.
—De no haber aprendido tanto acerca de las de su sexo, quizá me sintiera tentado a obligarla a que se sienta atraída por mí —le dijo en voz baja. Pero, para su fortuna, ya he perdido el interés por eso. Una noche fuera de casa de vez en cuando es suficiente en estos días.
Hablaba como si las mujeres no tuvieran ya secretos para él y _____ sintió enorme alivio. Un hombre como él, con su experiencia, la haría papilla.
—Le doy las gracias por concederme esa merced —le indico ella, pasándole la bandeja de sándwiches —él cogió uno y lo miró con interés—. ¿Busca algo?
—Arsénico —replicó él con rudeza.
—Gasté lo ultimo que me quedaba en un conductor de autobús que me hizo bajar a un kilómetro de mi lugar de destino —comentó ella riendo—. Le aseguro que no tiene nada.
Lo mordió con apetito y comento:
—No está mal. Nunca hubiera imaginarlo que el atún pudiera ser tan sabroso.
—Es porque he añadido pimientos —le indicó ella—. Mi padre me enseñó la receta. Él es quien normalmente cocina en casa. Mi madre es una pésima cocinera.
—¿A qué se dedica ella?
—Es linotipista de papá, que a su vez administra una imprenta. Realiza muy bien su trabajo, pero no le gustan las actividades domesticas. Yo tuve que aprender a cocinar cuando todavía era una niña para no morirme de hambre —_____ terminó su sándwich y tomó un sorbo de su café—. ¿Cuánto tiempo lleva en el negocio de la construcción?
—Creo que nací ya construyendo —respondió él después de terminar su segundo sándwich—. Mis padres murieron cuando yo todavía era un niño. Mi abuela me recogió y me animó a buscar una profesión que fuera rentable y me gustara —esbozó una ligera sonrisa—. Me encantaba construir cosas y ella insistió en que llamará a un primo que era arquitecto y le pidiese que me metiera en el negocio. Logré convencerle de que me contratan y trabajé para él mientras estudiaba. Cuando me gradué, me nombró ejecutivo de su empresa, adoptó una acritud ensoñadora—. No tenía familiares cercanos y no se llevaba bien con los más distantes. A su muerte yo heredé la compañía. La he hecho crecer. Ahora es tan grande que tengo que contar con una junta de directores que obstaculizan cualquier decisión que tomo.
—Me alegro de no ser nadie —suspiró ella—. Me desagradaría estar en una situación como ésa.
-Yo disfruto con mi trabajo —murmuró él con ojos brillantes—. Me agrada el reto. Me mantiene activo.
A su edad, estaba segura de que no le vendría mal tener una familia.
Le analizó durante largo rato, pero no percibió la abierta curiosidad que había en sus ojos.
—¿Y bien? —preguntó él—. Dígalo.
_____ se movió inquieta en su silla, sintiendo su desnudez bajo la bata, como si él hubiese extendido una mano para tocarla. Hasta ese momento, no se había preocupado de su atuendo, pero ahora deseaba estar vestida.
—Sólo me preguntaba por que no esta casado.
—Porque no quiero hacerlo —respondió él. Sus ojos negros brillaron con malicia—. ¿Es que ha pensado que soy de los del otro bando? Te aseguro que no lo soy. Al menos, no en el sentido en el que usted piensa —añadió al ver su nerviosismo. Terminó su café—. ¿Va a ir al La Pierre o hago una llamada telefónica?
—Iré, pero nunca se lo perdonaré, respondió ella sintiéndose derrotada.
—No tiene importancia. Nunca volveremos a vernos —se puso de pie—. Gracias por los sándwiches.
_____ le acompañó a la puerta, esperando que se marchara inmediatamente, pero no fue así. Se volvió de pronto y cogiéndole la barbilla con sus enormes manos la hizo mirarle a los ojos.
—Antes de irme quiero dejar algo muy claro... —murmuro e inclinó la cabeza.
Posó sus labios con ligereza sobre los de _____. El cálido asalto la obligó a abrir la boca y él la exploró minuciosamente. Al cabo de unos cuantos segundos, _____ era suya, una víctima con el corazón agitado. Ya había sido besada antes, pero nunca de esa forma. Ella quería que el beso se prolongara para siempre. Sus ojos estaban cerrados y tenía los puños apretados con fuerza. Su cuerpo temblaba a pesar de que él no la había tocado. Saboreó la lenta presión de sus labios y los probó durante un alocado segundo con una curiosidad sensual que jamás había experimentado con un hombre.
—Pequeña mentirosa —le dijo él levantando un poco su cabeza—. Lo de esta mañana no fue más que una bravata, ¿no es así? ¡Ni siquiera sabes besar!
Estuvo a punto de decirle «enséñame», de extenderle los brazos, pero recobró la cordura en el momento oportuno. Se apartó de él, con una mirada nerviosa, pero fija en su cara.
—¿Ya ha terminado? —preguntó con los labios hinchados por la presión de su boca.
—Sí —la observó esbozando una sonrisa enigmática-. Es curioso cómo ocurren las cosas. Siento que pertenezcamos a mundos tan distintos. Me habría gustado enseñarte. Una mujer inocente de veintiocho años es todo un reto.
—¡Váyase al diablo! Haré su despreciable trabajo, pero mantenga a su exhibicionista lejos de mi firma. No puedo perder mi puesto.
—A las siete en punto —replicó él. Abrió la puerta no sin antes dirigirle una ultima mirada apreciativa— Harías una excelente carrera como bailarina exótica —le dijo en voz baja—. Nunca había visto un cuerpo más bonito.
Después de que él se fuera, paso más de un minuto antes de que ella cerrara la puerta. ¡Y ella que había pensado que era uno hombre frío! Más bien parecía uno volcán a punto de entrar en erupción.
:)
Nani Jonas
Re: "Un Negocio Arriesgado" - Joe y tu Terminada
omg....me encanto...
y joe beso a la rayis... :D :affraid:
siguela....
y joe beso a la rayis... :D :affraid:
siguela....
jamileth
Re: "Un Negocio Arriesgado" - Joe y tu Terminada
Wjajajaja Joe? Un volcan a punto de hacer erupcion?? pff... como si fuera posible qe fuera de otra manera xD
Wjskajska no me lo creo... como le hace eso??
La va a obligar a bailar para Carlos (? y ni siquiera le importa jajaja me da risaa xdd
Tienes qe seguirlaaa prontooo ya?
Me encanta la novee .-. (:
Wjskajska no me lo creo... como le hace eso??
La va a obligar a bailar para Carlos (? y ni siquiera le importa jajaja me da risaa xdd
Tienes qe seguirlaaa prontooo ya?
Me encanta la novee .-. (:
CrazyxJonas
Re: "Un Negocio Arriesgado" - Joe y tu Terminada
nueva lectora siguela xfa
pronto sube cap si plis
pronto sube cap si plis
damned
Re: "Un Negocio Arriesgado" - Joe y tu Terminada
nueva lectora, me encantaron los cap sube pronto :)
adina
Re: "Un Negocio Arriesgado" - Joe y tu Terminada
bienvenidas alas nuevas lectoras ensegida subo cap :D
las amo
las amo
Nani Jonas
Re: "Un Negocio Arriesgado" - Joe y tu Terminada
Capítulo Tres
El señor Callahan era un hombre de unos sesenta años, calvo y de ojos muy linos, usaba gafas y tenía la mitad de la estatura de ____. Cuando estaba alterado, podía maldecir peor que un marinero en puerto y su compasión se quedaba al otro lado de la puerta de su despacho. No concedía permisos y odiaba las enfermedades. De haber otro trabajo disponible, _____ lo habría aceptado al instante. Pero, dada la escasez de ofertas laborales, no tenía más remedio que hacer lo que se le pedía. Peor seria tener que volver a Seagrove, pequeño pueblo cercano de Savannah, Georgia, a ayudar a sus padres con la imprenta. Eso la haría ver de nuevo a Henry, que todavía esperaba que volviera a casa y se casara con él una vez libre del afán de vivir en una ciudad grande. Henry era el editor del único periódico de la localidad. Escribía una columna sobre apicultura. Era un hombre amable, de la misma edad que _____ y ella se decía que quizás algún día capitulara y volviera a su lado. No obstante, Henry era su último recurso; mientras tanto luchaba para conseguir un puesto en la gran ciudad. No sabía porque había elegido Chicago. Tal vez porque su madre estuvo asignada en una base naval cerca de Chicago durante la Segunda Guerra Mundial y tuvo oportunidad de visitar la ciudad. _____ la había oído contar varías historias emocionantes sobre la Ciudad de los Vientos. Ya hacía un año que vivía allí. Buscaba la emoción y la aventura y había encontrado al señor Callahan.
Gruño al llenar otro pedido. Luego, pensó en lo que tendría que hacer esa noche y volvió a gruñir. A la hora de la comida llamó a Marla para pedirle el atuendo de bailarina.
—¿Para qué? —preguntó Marla.
—No dispongo de tiempo para explicaciones —contestó ____—. ¿Me lo puedes prestar o no? No puedo decirte de qué se trata, así que no preguntes, solo se trata de ese hombre…
—Bueno... Fue a verte, ¿no es así? No pude negarme a darle tu dirección, pero pensé que te mandaría una carta. ¿Qué tiene él que ver en el asunto? Oh, _____, dímelo.
El señor Callahan salió de su oficina y al verla hablando por teléfono la miró furioso.
—Sí, señor —dijo _____ con toda tranquilidad—, está en lo cierto, nuestro nuevo esparcidor de estiércol satisface todas sus necesidades.
—¿Qué? —exclamó Marla.
—Si nos manda su pedido por correo… ah, solo pedía información. ¿No quiere hacer todavía su pedido? ¿Pero nos tendrá en cuenta? ¡Qué amable por su parte!
—El señor Callahan, supongo —dijo por fin Marla riendo—. Te veré mas tarde, querida.
—Si, señor. Por supuesto. Adiós — _____ cortó a comunicación y dedicó una amplia sonrisa al señor Callahan.
—Haces muy bien de relaciones públicas. Muy bien. —siguió su camino y _____ luchó por no dejar escapar un suspiro de alivio.
Como era de esperar, Marla estaba intrigadísima cuando _____ llegó a su oficina más tarde.
—¿Qué vas a hacer y dónde? —Exigió Marla—. Tienes que decírmelo. ¿En qué lío te ha metido ese hombre?
—No puedo decírtelo.
—Soy tu amiga —la incitó Marla.
—Lo sé.
Se puso el traje de bailarina y el impermeable encima.
—¿A dónde vas? —insistió Marla.
—A cenar.
—¿Dónde?
En ese momento empezó a sonar el teléfono; Marla corrió a contestarlo y _____ se dirigió hacia la puerta.
—Por supuesto que te comprendo —decía Marla— Sí, estoy segura de que el tiempo es mejor ahí. Siento que estés enferma.
_____ movió una mano en señal de despedida. Una vez en la calle, cogió un taxi para ir al restaurante francés. Nerviosa y furiosa, entró y pregunto por Carlos.
—¿Perdón?—pregunto la recepcionista asombrada.
—Quiero hablar con Carlos —repitió _____—. Está esperándome.
—¿Para que? —exclamó la recepcionista mirando extrañada el impermeable.
—Estoy desnuda —le indicó _____ con una sonrisa—. Se supone que debo asustar a alguien. Ahora, ¿quiere llamar a Carlos?
—Por supuesto —replico la recepcionista y se retiro.
______ se apartó un mechón de pelo de los ojos. ¿Por qué tenía que sucederle eso? Miró a su alrededor. Aquel lugar le parecía odioso; odiaba a Joseph Jonas. Odiaba a todo el mundo, las cosas le iban tan bien últimamente. Parecía que Carlos nunca iba a llegar. Minutos más tarde, _____ sintió unos pasos que se acercaban. Se dio la vuelta y vio a un policía muy serio que se acercaba a ella.
—Está bien, señora —dijo el policía sacando las esposas—, queda usted detenida.
—¡Yo! —exclamó _____— Estoy aquí para realizar un encargo, déjeme explicarle! —empezó a desabrocharse el impermeable, pero el policía le colocó las manos en la espalda y la esposó
—No lo hará —le indicó el policía—. ¡No voy a permitir un striptease! Ustedes los estudiantes son una verdadera molestia. Gracias por llamarme, Dolores. Yo me haré cargo de ella. Vamos, cariño.
—Gracias, Dolores —le espetó _____—. Algún día te pagaré el favor. Dime cuáles son tus colores favoritos, te mandaré flores con una bomba.
—Amenazas y actos terroristas —murmuró el policía mientras la llevaba hasta su coche—. Estoy seguro de que podrían caerte diez años.
_____ empezó a decirle algo cuando un fotógrafo se acerco a día y disparó la cámara.
—¡Ábrete la gabardina, querida, ábrela! ¡Permíteme tomar una buena foto! —gritó el fotógrafo mientras el policía la hacía subir al coche-patrulla.
_____ se reclinó en el asiento y cerró los ojos: «hay días en que seria mejor no salir de la cama, se dijo cansada.
Por fin todo quedó aclarado, pero para ello tuvo que llamar a una muy alterada Marla, quien se vio obligada a ir a la comisaría para dar explicaciones.
—¡Me moriré! ¡Voy a morirme! —gimió _____ cuando al fin se encontraron en su apartamento—. ¡Arrestada, he sido arrestada! Y por exhibirme desnuda… ¡mataré a ese hombre! ¡Le mataré a sangre fria!
—Cuenta con mi ayuda —la apoyó Marla—. Imagínate lo que les habría ocurrido a Andy y a su pobre madre—frunció el ceño—. Menos mal que Andy tuvo que irse a casa. Su madre se puso enferma esta mañana.
—¿Qué? —exclamó _____ atónita
—Andy se fue a casa.
—Pero a me dijo que fuera al La Pierre esta noche —exclamó—. Me dijo que preguntara por Carlos… y allí estaba un fotógrafo. ¡Me hizo una fotografía!
—¿Sabes si se trataba de un fotógrafo de prensa? —inquirió Marla
—Me moriré —respondió _____, escondiendo la cara entre alas manos.
—Bueno, duerme bien y mañana todo te asunto sin importancia —Marla la abrazó— te parecerá diferente.
—¿Tú crees? —preguntó _____ con tono lastimero.
—Ya lo veras.
Al día siguiente, lo primero que hizo fue comprar el periódico y nada más abrirlo vio su cara en la primera plana. La nota que estaba al pie de a foto decía. ¿Quién ha dicho que los actos de nudismo habían pasado de moda? Esta joven fue arrestada sin ropa anoche en el Chez Pierre por intentar exhibirse desnuda frente a los selectos clientes. Mala suerte.
¿Verdad, hermosa?
Cerró el periódico y en ese momento el teléfono empezó a sonar. Ya sabia por adelantado de quien se trababa.
—Hola, señor Callahan —contestó con el tono más animado que pudo.
—¡Está despedida! —le gritó y colgó.
______ se sentó frente a una taza de café.
Después de vestirse, llamó a Marla.
—Quiero la dirección del señor Joseph Jonas.
—Querida... —empezó Marla.
—Llama a Andy y averigua dónde es. No puedo hacerlo en su oficina. Le mataré en su casa.
—Pero querida...
Varias horas después, ______ se encontró recorriendo con su coche la larga entrada de una casa en Lincoln Park. Era una zona residencial y no le sorprendió la enorme casa que descubrió al término de la avenida. Aparcó su viejo Ford frente a la entrada
Contempló durante un momento el Rolls Royce blanco, junto al que pasó antes de subir los escalones.
Se había puesto un traje sastre gris con una camisa blanca y accesorios del mismo color. Llevaba el pelo recogido y un poco de maquillaje. Quería impresionar a Joseph Jonas.
Llamó. Un anciano le abrió.
—Si, señora, ¿puedo ayudarla?
—Vengo a ver a Joseph Jonas – le indicó tranquila.
—El señor Jonas está en su despacho. ¿Puedo anunciarla?
—No —le dijo pasando a su lado—. Yo misma me anunciaré.
—¿Dónde está el despacho, por favor?
El anciano titubeó, pero su gesto fue innecesario. Joseph Jonas no tardó en aparecer en la puerta de una elegante habitación. Con las manos metidas en los bolillos del pantalón, se dirigió hacia ______.
—Señorita Puente —exclamó con toda cortesía. —Señor Jonas —replicó ella en el mismo tono. —¿Qué la trae por aquí y cómo ha conseguido mi dirección?
—Esas preguntas no tienen ninguna importancia —cogió el periódico que llevaba debajo del brazo y se lo entregó.
—Pero, ¿qué es lo que hiciste, mujer? —preguntó después de leerlo.
—Fui al La Pierre para sorprender a Andy.
Joe trataba de contener la risa
—Y todo fue en vano, ¿verdad? Él no se presentó —levantó la mirada—. ¿Cómo no te fijaste en la marquesina?
—¿Qué?
—¿No te fijaste en la marquesina? —- le entregó el periódico.
Claramente se leía: Chez Pierre.
_____ estaba furiosa. ¡Encima se había equivocado de restaurante!
—Andy estaba en casa con su madre.
—Lo sé. No le esperaba en la oficina y no me llamó hasta muy tarde. No pude avisarte.
—Me arrestaron. Me llevaron a la cárcel. Me ficharon. Tomaron mis huellas dactilares. Pensaron que estaba desnuda. Traté de explicarles que no era así, pero no quisieron escucharme. ¡Me encerraron! -cada vez abría más los ojos mientras hablaba—. Mi padre está suscrito a este periódico —lo levantó en alta—. Quiere saber qué ocurre en la ciudad donde vive su hija. ¡Vaya impresión se va a llevar! En mi casa ni siquiera me atrevía a llevar pantalones cortos en público.
Él no pudo evitarlo. Se echó a reír con ganas, lo cual sólo empeoró las cosas. _____ tiró el periódico al suelo mientras el anciano mayordomo trataba de mantener a compostura.
—El señor Callaban me ha llamado esta mañana. Estoy despedida. Ahora tended que volver a casa. El personal de la oficina de correos verá el periódico, lo mismo que el cartero y éste se lo dirá a su esposa, ella se lo dirá a las señoras de su iglesia... —los labios le temblaban mientras las lágrimas estaban a punto de deslizarse por sus mejillas--. Le odio. He pedido a Marla que me dé su dirección para venir a decirle cuánto le odio. ¡Me gustaría verle fulminado por un rayo! —se dio la vuelta con el fin de salir, pero una voz temblorosa la detuvo,
—¿Qué sucede, Joe?
La voz era de una persona de la misma edad que la del mayordomo, pero de mujer. Entre las lágrimas, _____ vio que una anciana se dirigía hacia ellos desde el otro extremo de ha casa. Apenas podía andar y eso que se apoyaba en un bastón. Se paré al llegar al pasillo y sonrió
—Hola —dijo muy bajo.
—Ho... la —consiguió decirle _____. Esbozando una ligera sonrisa.
—No pude evitar escucharla —se disculpó la anciana—. Pocas veces oigo a Joe hablar de esa forma y me ha despertado. ¿Eres la joven de la que se reía anoche? No tienes aspecto de ser una bailarina exótica
—Sólo soy una asesina en potencia —respondió _____ con una mirada furiosa hacia Joseph Jonas.
—La verdad es que no me pastaría morir asesinada. ¿Quieres un poco de té, querida?
—Abuela, estoy segura de que la señorita Puente tiene muchas cosas que hacer, por ejemplo las maletas —le dijo el hombre alto como si la idea de verla fuera de la ciudad le gustara bastante.
—Si, me apetece tomar una taza de té —respondió la joven dirigiéndole una mirada furiosa.
—Entonces ven a tomarlo conmigo —le indicó la anciana—. Soy Jeannette Jonas. Joe es mi nieto.
—Pues no se parecen mucho—respondió ____.
Con una mirada despectiva en dirección de Joe, siguió a la viejecita hacia una elegante habitación decorada en tonos rosas.
—Yo soy _____ Puente.
—Me alegro mucho de conocerte, querida. Como podrás ver, adoro el color rosa. Me parece realmente hermoso —le dijo Jeannette Jonas.
Se sentó frente a una mesita y tocó una campana. Una joven vestida con uniforme apareció inmediatamente y la anciana le pidió el té.
—Ella es Carolyn —comentó—. Joe no ha conseguido todavía deshacerse de ella, pero a juzgar por su comportamiento no tardará mucho. Prefiere tenerme rodeada de hombres. Sabe que me desenvuelvo mejor entre mujeres, pero cree que los hombres me pueden ayudar más— la anciana rió y levantó la cara con expresión indignada—. Además, ya nunca trae chicas jóvenes así es que me sorprendió mucho que me hablara de ti.
—Oh, Joe y yo somos buenos amigos —dijo ____ con una sonrisa irónica mirando al hombre que se había unido a ellas—. ¿Verdad?
—¿Usted y yo amigos? ¡No lo permita Dios!
—No se preocupe, lo seremos. Ya se acostumbrará a mi—le dijo con una gran sonrisa.
—Usted misma tiene la culpa de todo lo que la pasa, señorita Puente —comentó él—. Ya debería haber aprendido a leer.
—De no haber sido por usted, nunca habría ido a aquel restaurante
—Usted empezó todo —le recordó con una sonrisa desafiante.
—¿Os importa explicarme de qué estáis hablando? —intervino Jeannette, mirándolos a los dos alternativamente
—La señorita Puente fue arrestada ayer... —Joe hizo una pausa intencionadamente por exhibirse desnuda, ¿no fue así?
—Fui arrestada por llevar un traje de bailarina debajo de un impermeable —le corrigió furiosa y señaló a la señora—siguiendo las instrucciones del señor Jonas.
—¿Tú enviaste a esta joven a un restaurante elegante con un traje de bailarina puesto? —preguntó la anciana asombrada.
—Ella se presento en mi oficina vestida del mismo modo para felicitarme por mi cumpleaños y me besó.
—No seas ridículo, Joe, todavía falta mucho para el día de tu cumpleaños —respondió Jeannette.
—Ya lo sé —exclamó él—. Uno de mis empleados quería gastarme una broma. De hecho, un ex-empleado.
—Vamos, vamos, Joseph. ¿Es que va a despedirle? —preguntó _____.
—Joe —le corrigió él disgustado— . Nadie me llama Joseph.
—Quizá se me ocurran otros modos más interesantes de llamarle— dijo _____ con dulzura—. ¿Querrá oírlos en otra ocasión?
—Es poco probable que nos volvamos a ver. Estará fuera de la ciudad.
—¿Fuera de la ciudad? —preguntó Jeannette intrigada—. ¿Por que?
—Se ha quedado sin trabajo —le indicó Joe.
—Entonces debes ofrecerle otro, querido. Es lo menos que puedes hacer ya que ha perdido el que tenía por tu culpa.
—No ha sido culpa mía y no puedo ofrecerle nada —respondió con una sonrisa de satisfacción.
—En ese caso, puede trabajar para mí. Necesito una secretaria —dijo la anciana—. Alguien que me lleve y me traiga de la ciudad. Tú nunca estás aquí durante el día para hacerlo.
Joe se movió en su asiento como si no pudiese creer lo que decía su abuela.
—Una secretaria
—Así es —replicó Jeannette can expresión decidida.
El parecido entre ellos era tanto, que _____ no pudo reprimir una sonrisa.
—Yo no he venido aquí en busca de trabajo —le dijo _____ con toda sinceridad—. Sólo he venido a matar a su nieto.
—Me ensuciaras la alfombra—le dijo Jeannette con una sonrisa mientras servían el té—. En lugar de eso, acepta mi oferta. Incluso puedes vivir aquí si lo prefieres.
—¡Dios mío, no! —exclamó Joe en voz baja.
—¡Joe! —le reprimió su abuela.
El hombre se levantó bruscamente y abandonó el salón murmurando algo entre dientes.
—Ahora que se ha marchado, podremos hablar mejor de negocios—comentó la anciana sonriendo—. Tengo setenta y cinco años, mi genio es tan malo como el de mi nieto, soy muy orgullosa y exigente pero nunca pido nada que no pueda exigir—se echó hacia atrás con la taza en la mano—. Estoy recuperándome de una fractura en la cadera y me cuesta mucho trabajo moverme. Joe me mantiene prácticamente prisionera. Quiero salir y tú puedes ayudarme.
—Usted no me conoce—exclamó ____.
—En mis tiempos fui una de las mejores periodistas de Chicago. Todavía hoy soy una excelente analista del carácter de las persona. Es posible que no te conozca bien en este momento, pero no tardare en hacerlo. Ahora... —mencionó una cifra muy superior a la que Callahan le pagaba—. ¿Te parece un sueldo apropiado? si quieres puedes vivir aquí.
—Lo haría aunque sólo fuera por molestar a su nieto, pero tengo un apartamento en el que vivo, alquilado por un año —confesó _____—. Además, me gusta tener intimidad, y ésta desaparece en buena parte cuando se vive con otras personas.
—¿Qué edad tienes, pequeña?
—Veintiocho.
—¿Tus padres?
—Viven los dos. Tienen una imprenta en Georgia.
—¿Y hay algún hombre en tu vida? Jeannette tenía la vista fija en su taza.
—No, a menos que tenga en cuenta a Henry. Es el editor del periódico de mi pueblo y se casaría conmigo ahora mismo si yo se lo dijera, siempre y cuando eso no perjudicara su trabajo, claro.
—Nos llevaremos bien —le dijo Jeannette riendo.
_____ también lo creía, pero cuando salió dos horas más tarde, Joseph Jonas la estaba esperando con las manos metidas en los bolsillos y un gesto indescriptible.
—Me parece que estás furioso —se burló ____.
—Yo no tengo la culpa de que haya perdido su trabajo —le dijo él con brusquedad—. Me gusta mi vida tal como es. No quiero verla por aquí. Dígale a mi abuela que no acepta su oferta.
—Me gusta su abuela —respondió ella tajante—. Se parece mucho a mi madre. Fuerte, orgullosa y sincera. Trabajaré para ella.
—¿A cambio de qué? —preguntó él con una expresión desconfiada.
—¿Es que cree que alguien puede aprovecharse de ella? —preguntó a su vez la joven sin responderle.
—Tiene un gran corazón. Le gustan los descarriados.
—Yo no soy ninguna descarriada.
—Vuelva a su casa.
—No puedo.
—¿Por qué?
—¡Porque tendría que casarme con Henry! —Exclamó ella—, si es que todavía está dispuesto a aceptarme después de saber visto el periódico de esta mañana. Mi reputación está destrozada.
—¿Y por qué no quiere casarte con Henry?
—Porque lo más emocionante que me ha dicho es: «____ tienes la nariz chata.»
—No es un hombre muy apasionado.
—No.
Sus ojos negros a recorrieron de arriba abajo.
—¿Es usted una mujer apasionada?
—Eso es algo que a usted no le importa. Voy a trabajar para su abuela, no a tener una relación con usted —le contestó con firmeza.
—Usted le gusta —le dijo él esbozando una sonrisa—. Se pasará los días alabándola y las noches buscando la forma de casarnos.
—Puede sentirse a salvo —aseguró ella, dirigiéndose a su viejo Ford—. No me gustan los hombres maduros.
—Sólo tengo cuarenta años —señaló él tajante.
—Para mí es demasiado viejo—replicó ella enfrentándose a él con decisión—. Quiero alguien con quien jugar.
Él se echó a reír y fue entonces cuando _____ se dio cuenta de la manera en que él habia interpretado sus palabras.
—¡Béisbol! —exclamó horrorizada—. Tenis, natación y correr. ¡No… no... No lo que usted esta pensando!
Él rió con más fuerza y ella no dijo más. Se subió a su coche y se alejó lo más deprisa que pudo. Joe todavía reía cuando ella miró por el espejo retrovisor.
disfrutenlo
El señor Callahan era un hombre de unos sesenta años, calvo y de ojos muy linos, usaba gafas y tenía la mitad de la estatura de ____. Cuando estaba alterado, podía maldecir peor que un marinero en puerto y su compasión se quedaba al otro lado de la puerta de su despacho. No concedía permisos y odiaba las enfermedades. De haber otro trabajo disponible, _____ lo habría aceptado al instante. Pero, dada la escasez de ofertas laborales, no tenía más remedio que hacer lo que se le pedía. Peor seria tener que volver a Seagrove, pequeño pueblo cercano de Savannah, Georgia, a ayudar a sus padres con la imprenta. Eso la haría ver de nuevo a Henry, que todavía esperaba que volviera a casa y se casara con él una vez libre del afán de vivir en una ciudad grande. Henry era el editor del único periódico de la localidad. Escribía una columna sobre apicultura. Era un hombre amable, de la misma edad que _____ y ella se decía que quizás algún día capitulara y volviera a su lado. No obstante, Henry era su último recurso; mientras tanto luchaba para conseguir un puesto en la gran ciudad. No sabía porque había elegido Chicago. Tal vez porque su madre estuvo asignada en una base naval cerca de Chicago durante la Segunda Guerra Mundial y tuvo oportunidad de visitar la ciudad. _____ la había oído contar varías historias emocionantes sobre la Ciudad de los Vientos. Ya hacía un año que vivía allí. Buscaba la emoción y la aventura y había encontrado al señor Callahan.
Gruño al llenar otro pedido. Luego, pensó en lo que tendría que hacer esa noche y volvió a gruñir. A la hora de la comida llamó a Marla para pedirle el atuendo de bailarina.
—¿Para qué? —preguntó Marla.
—No dispongo de tiempo para explicaciones —contestó ____—. ¿Me lo puedes prestar o no? No puedo decirte de qué se trata, así que no preguntes, solo se trata de ese hombre…
—Bueno... Fue a verte, ¿no es así? No pude negarme a darle tu dirección, pero pensé que te mandaría una carta. ¿Qué tiene él que ver en el asunto? Oh, _____, dímelo.
El señor Callahan salió de su oficina y al verla hablando por teléfono la miró furioso.
—Sí, señor —dijo _____ con toda tranquilidad—, está en lo cierto, nuestro nuevo esparcidor de estiércol satisface todas sus necesidades.
—¿Qué? —exclamó Marla.
—Si nos manda su pedido por correo… ah, solo pedía información. ¿No quiere hacer todavía su pedido? ¿Pero nos tendrá en cuenta? ¡Qué amable por su parte!
—El señor Callahan, supongo —dijo por fin Marla riendo—. Te veré mas tarde, querida.
—Si, señor. Por supuesto. Adiós — _____ cortó a comunicación y dedicó una amplia sonrisa al señor Callahan.
—Haces muy bien de relaciones públicas. Muy bien. —siguió su camino y _____ luchó por no dejar escapar un suspiro de alivio.
Como era de esperar, Marla estaba intrigadísima cuando _____ llegó a su oficina más tarde.
—¿Qué vas a hacer y dónde? —Exigió Marla—. Tienes que decírmelo. ¿En qué lío te ha metido ese hombre?
—No puedo decírtelo.
—Soy tu amiga —la incitó Marla.
—Lo sé.
Se puso el traje de bailarina y el impermeable encima.
—¿A dónde vas? —insistió Marla.
—A cenar.
—¿Dónde?
En ese momento empezó a sonar el teléfono; Marla corrió a contestarlo y _____ se dirigió hacia la puerta.
—Por supuesto que te comprendo —decía Marla— Sí, estoy segura de que el tiempo es mejor ahí. Siento que estés enferma.
_____ movió una mano en señal de despedida. Una vez en la calle, cogió un taxi para ir al restaurante francés. Nerviosa y furiosa, entró y pregunto por Carlos.
—¿Perdón?—pregunto la recepcionista asombrada.
—Quiero hablar con Carlos —repitió _____—. Está esperándome.
—¿Para que? —exclamó la recepcionista mirando extrañada el impermeable.
—Estoy desnuda —le indicó _____ con una sonrisa—. Se supone que debo asustar a alguien. Ahora, ¿quiere llamar a Carlos?
—Por supuesto —replico la recepcionista y se retiro.
______ se apartó un mechón de pelo de los ojos. ¿Por qué tenía que sucederle eso? Miró a su alrededor. Aquel lugar le parecía odioso; odiaba a Joseph Jonas. Odiaba a todo el mundo, las cosas le iban tan bien últimamente. Parecía que Carlos nunca iba a llegar. Minutos más tarde, _____ sintió unos pasos que se acercaban. Se dio la vuelta y vio a un policía muy serio que se acercaba a ella.
—Está bien, señora —dijo el policía sacando las esposas—, queda usted detenida.
—¡Yo! —exclamó _____— Estoy aquí para realizar un encargo, déjeme explicarle! —empezó a desabrocharse el impermeable, pero el policía le colocó las manos en la espalda y la esposó
—No lo hará —le indicó el policía—. ¡No voy a permitir un striptease! Ustedes los estudiantes son una verdadera molestia. Gracias por llamarme, Dolores. Yo me haré cargo de ella. Vamos, cariño.
—Gracias, Dolores —le espetó _____—. Algún día te pagaré el favor. Dime cuáles son tus colores favoritos, te mandaré flores con una bomba.
—Amenazas y actos terroristas —murmuró el policía mientras la llevaba hasta su coche—. Estoy seguro de que podrían caerte diez años.
_____ empezó a decirle algo cuando un fotógrafo se acerco a día y disparó la cámara.
—¡Ábrete la gabardina, querida, ábrela! ¡Permíteme tomar una buena foto! —gritó el fotógrafo mientras el policía la hacía subir al coche-patrulla.
_____ se reclinó en el asiento y cerró los ojos: «hay días en que seria mejor no salir de la cama, se dijo cansada.
Por fin todo quedó aclarado, pero para ello tuvo que llamar a una muy alterada Marla, quien se vio obligada a ir a la comisaría para dar explicaciones.
—¡Me moriré! ¡Voy a morirme! —gimió _____ cuando al fin se encontraron en su apartamento—. ¡Arrestada, he sido arrestada! Y por exhibirme desnuda… ¡mataré a ese hombre! ¡Le mataré a sangre fria!
—Cuenta con mi ayuda —la apoyó Marla—. Imagínate lo que les habría ocurrido a Andy y a su pobre madre—frunció el ceño—. Menos mal que Andy tuvo que irse a casa. Su madre se puso enferma esta mañana.
—¿Qué? —exclamó _____ atónita
—Andy se fue a casa.
—Pero a me dijo que fuera al La Pierre esta noche —exclamó—. Me dijo que preguntara por Carlos… y allí estaba un fotógrafo. ¡Me hizo una fotografía!
—¿Sabes si se trataba de un fotógrafo de prensa? —inquirió Marla
—Me moriré —respondió _____, escondiendo la cara entre alas manos.
—Bueno, duerme bien y mañana todo te asunto sin importancia —Marla la abrazó— te parecerá diferente.
—¿Tú crees? —preguntó _____ con tono lastimero.
—Ya lo veras.
Al día siguiente, lo primero que hizo fue comprar el periódico y nada más abrirlo vio su cara en la primera plana. La nota que estaba al pie de a foto decía. ¿Quién ha dicho que los actos de nudismo habían pasado de moda? Esta joven fue arrestada sin ropa anoche en el Chez Pierre por intentar exhibirse desnuda frente a los selectos clientes. Mala suerte.
¿Verdad, hermosa?
Cerró el periódico y en ese momento el teléfono empezó a sonar. Ya sabia por adelantado de quien se trababa.
—Hola, señor Callahan —contestó con el tono más animado que pudo.
—¡Está despedida! —le gritó y colgó.
______ se sentó frente a una taza de café.
Después de vestirse, llamó a Marla.
—Quiero la dirección del señor Joseph Jonas.
—Querida... —empezó Marla.
—Llama a Andy y averigua dónde es. No puedo hacerlo en su oficina. Le mataré en su casa.
—Pero querida...
Varias horas después, ______ se encontró recorriendo con su coche la larga entrada de una casa en Lincoln Park. Era una zona residencial y no le sorprendió la enorme casa que descubrió al término de la avenida. Aparcó su viejo Ford frente a la entrada
Contempló durante un momento el Rolls Royce blanco, junto al que pasó antes de subir los escalones.
Se había puesto un traje sastre gris con una camisa blanca y accesorios del mismo color. Llevaba el pelo recogido y un poco de maquillaje. Quería impresionar a Joseph Jonas.
Llamó. Un anciano le abrió.
—Si, señora, ¿puedo ayudarla?
—Vengo a ver a Joseph Jonas – le indicó tranquila.
—El señor Jonas está en su despacho. ¿Puedo anunciarla?
—No —le dijo pasando a su lado—. Yo misma me anunciaré.
—¿Dónde está el despacho, por favor?
El anciano titubeó, pero su gesto fue innecesario. Joseph Jonas no tardó en aparecer en la puerta de una elegante habitación. Con las manos metidas en los bolillos del pantalón, se dirigió hacia ______.
—Señorita Puente —exclamó con toda cortesía. —Señor Jonas —replicó ella en el mismo tono. —¿Qué la trae por aquí y cómo ha conseguido mi dirección?
—Esas preguntas no tienen ninguna importancia —cogió el periódico que llevaba debajo del brazo y se lo entregó.
—Pero, ¿qué es lo que hiciste, mujer? —preguntó después de leerlo.
—Fui al La Pierre para sorprender a Andy.
Joe trataba de contener la risa
—Y todo fue en vano, ¿verdad? Él no se presentó —levantó la mirada—. ¿Cómo no te fijaste en la marquesina?
—¿Qué?
—¿No te fijaste en la marquesina? —- le entregó el periódico.
Claramente se leía: Chez Pierre.
_____ estaba furiosa. ¡Encima se había equivocado de restaurante!
—Andy estaba en casa con su madre.
—Lo sé. No le esperaba en la oficina y no me llamó hasta muy tarde. No pude avisarte.
—Me arrestaron. Me llevaron a la cárcel. Me ficharon. Tomaron mis huellas dactilares. Pensaron que estaba desnuda. Traté de explicarles que no era así, pero no quisieron escucharme. ¡Me encerraron! -cada vez abría más los ojos mientras hablaba—. Mi padre está suscrito a este periódico —lo levantó en alta—. Quiere saber qué ocurre en la ciudad donde vive su hija. ¡Vaya impresión se va a llevar! En mi casa ni siquiera me atrevía a llevar pantalones cortos en público.
Él no pudo evitarlo. Se echó a reír con ganas, lo cual sólo empeoró las cosas. _____ tiró el periódico al suelo mientras el anciano mayordomo trataba de mantener a compostura.
—El señor Callaban me ha llamado esta mañana. Estoy despedida. Ahora tended que volver a casa. El personal de la oficina de correos verá el periódico, lo mismo que el cartero y éste se lo dirá a su esposa, ella se lo dirá a las señoras de su iglesia... —los labios le temblaban mientras las lágrimas estaban a punto de deslizarse por sus mejillas--. Le odio. He pedido a Marla que me dé su dirección para venir a decirle cuánto le odio. ¡Me gustaría verle fulminado por un rayo! —se dio la vuelta con el fin de salir, pero una voz temblorosa la detuvo,
—¿Qué sucede, Joe?
La voz era de una persona de la misma edad que la del mayordomo, pero de mujer. Entre las lágrimas, _____ vio que una anciana se dirigía hacia ellos desde el otro extremo de ha casa. Apenas podía andar y eso que se apoyaba en un bastón. Se paré al llegar al pasillo y sonrió
—Hola —dijo muy bajo.
—Ho... la —consiguió decirle _____. Esbozando una ligera sonrisa.
—No pude evitar escucharla —se disculpó la anciana—. Pocas veces oigo a Joe hablar de esa forma y me ha despertado. ¿Eres la joven de la que se reía anoche? No tienes aspecto de ser una bailarina exótica
—Sólo soy una asesina en potencia —respondió _____ con una mirada furiosa hacia Joseph Jonas.
—La verdad es que no me pastaría morir asesinada. ¿Quieres un poco de té, querida?
—Abuela, estoy segura de que la señorita Puente tiene muchas cosas que hacer, por ejemplo las maletas —le dijo el hombre alto como si la idea de verla fuera de la ciudad le gustara bastante.
—Si, me apetece tomar una taza de té —respondió la joven dirigiéndole una mirada furiosa.
—Entonces ven a tomarlo conmigo —le indicó la anciana—. Soy Jeannette Jonas. Joe es mi nieto.
—Pues no se parecen mucho—respondió ____.
Con una mirada despectiva en dirección de Joe, siguió a la viejecita hacia una elegante habitación decorada en tonos rosas.
—Yo soy _____ Puente.
—Me alegro mucho de conocerte, querida. Como podrás ver, adoro el color rosa. Me parece realmente hermoso —le dijo Jeannette Jonas.
Se sentó frente a una mesita y tocó una campana. Una joven vestida con uniforme apareció inmediatamente y la anciana le pidió el té.
—Ella es Carolyn —comentó—. Joe no ha conseguido todavía deshacerse de ella, pero a juzgar por su comportamiento no tardará mucho. Prefiere tenerme rodeada de hombres. Sabe que me desenvuelvo mejor entre mujeres, pero cree que los hombres me pueden ayudar más— la anciana rió y levantó la cara con expresión indignada—. Además, ya nunca trae chicas jóvenes así es que me sorprendió mucho que me hablara de ti.
—Oh, Joe y yo somos buenos amigos —dijo ____ con una sonrisa irónica mirando al hombre que se había unido a ellas—. ¿Verdad?
—¿Usted y yo amigos? ¡No lo permita Dios!
—No se preocupe, lo seremos. Ya se acostumbrará a mi—le dijo con una gran sonrisa.
—Usted misma tiene la culpa de todo lo que la pasa, señorita Puente —comentó él—. Ya debería haber aprendido a leer.
—De no haber sido por usted, nunca habría ido a aquel restaurante
—Usted empezó todo —le recordó con una sonrisa desafiante.
—¿Os importa explicarme de qué estáis hablando? —intervino Jeannette, mirándolos a los dos alternativamente
—La señorita Puente fue arrestada ayer... —Joe hizo una pausa intencionadamente por exhibirse desnuda, ¿no fue así?
—Fui arrestada por llevar un traje de bailarina debajo de un impermeable —le corrigió furiosa y señaló a la señora—siguiendo las instrucciones del señor Jonas.
—¿Tú enviaste a esta joven a un restaurante elegante con un traje de bailarina puesto? —preguntó la anciana asombrada.
—Ella se presento en mi oficina vestida del mismo modo para felicitarme por mi cumpleaños y me besó.
—No seas ridículo, Joe, todavía falta mucho para el día de tu cumpleaños —respondió Jeannette.
—Ya lo sé —exclamó él—. Uno de mis empleados quería gastarme una broma. De hecho, un ex-empleado.
—Vamos, vamos, Joseph. ¿Es que va a despedirle? —preguntó _____.
—Joe —le corrigió él disgustado— . Nadie me llama Joseph.
—Quizá se me ocurran otros modos más interesantes de llamarle— dijo _____ con dulzura—. ¿Querrá oírlos en otra ocasión?
—Es poco probable que nos volvamos a ver. Estará fuera de la ciudad.
—¿Fuera de la ciudad? —preguntó Jeannette intrigada—. ¿Por que?
—Se ha quedado sin trabajo —le indicó Joe.
—Entonces debes ofrecerle otro, querido. Es lo menos que puedes hacer ya que ha perdido el que tenía por tu culpa.
—No ha sido culpa mía y no puedo ofrecerle nada —respondió con una sonrisa de satisfacción.
—En ese caso, puede trabajar para mí. Necesito una secretaria —dijo la anciana—. Alguien que me lleve y me traiga de la ciudad. Tú nunca estás aquí durante el día para hacerlo.
Joe se movió en su asiento como si no pudiese creer lo que decía su abuela.
—Una secretaria
—Así es —replicó Jeannette can expresión decidida.
El parecido entre ellos era tanto, que _____ no pudo reprimir una sonrisa.
—Yo no he venido aquí en busca de trabajo —le dijo _____ con toda sinceridad—. Sólo he venido a matar a su nieto.
—Me ensuciaras la alfombra—le dijo Jeannette con una sonrisa mientras servían el té—. En lugar de eso, acepta mi oferta. Incluso puedes vivir aquí si lo prefieres.
—¡Dios mío, no! —exclamó Joe en voz baja.
—¡Joe! —le reprimió su abuela.
El hombre se levantó bruscamente y abandonó el salón murmurando algo entre dientes.
—Ahora que se ha marchado, podremos hablar mejor de negocios—comentó la anciana sonriendo—. Tengo setenta y cinco años, mi genio es tan malo como el de mi nieto, soy muy orgullosa y exigente pero nunca pido nada que no pueda exigir—se echó hacia atrás con la taza en la mano—. Estoy recuperándome de una fractura en la cadera y me cuesta mucho trabajo moverme. Joe me mantiene prácticamente prisionera. Quiero salir y tú puedes ayudarme.
—Usted no me conoce—exclamó ____.
—En mis tiempos fui una de las mejores periodistas de Chicago. Todavía hoy soy una excelente analista del carácter de las persona. Es posible que no te conozca bien en este momento, pero no tardare en hacerlo. Ahora... —mencionó una cifra muy superior a la que Callahan le pagaba—. ¿Te parece un sueldo apropiado? si quieres puedes vivir aquí.
—Lo haría aunque sólo fuera por molestar a su nieto, pero tengo un apartamento en el que vivo, alquilado por un año —confesó _____—. Además, me gusta tener intimidad, y ésta desaparece en buena parte cuando se vive con otras personas.
—¿Qué edad tienes, pequeña?
—Veintiocho.
—¿Tus padres?
—Viven los dos. Tienen una imprenta en Georgia.
—¿Y hay algún hombre en tu vida? Jeannette tenía la vista fija en su taza.
—No, a menos que tenga en cuenta a Henry. Es el editor del periódico de mi pueblo y se casaría conmigo ahora mismo si yo se lo dijera, siempre y cuando eso no perjudicara su trabajo, claro.
—Nos llevaremos bien —le dijo Jeannette riendo.
_____ también lo creía, pero cuando salió dos horas más tarde, Joseph Jonas la estaba esperando con las manos metidas en los bolsillos y un gesto indescriptible.
—Me parece que estás furioso —se burló ____.
—Yo no tengo la culpa de que haya perdido su trabajo —le dijo él con brusquedad—. Me gusta mi vida tal como es. No quiero verla por aquí. Dígale a mi abuela que no acepta su oferta.
—Me gusta su abuela —respondió ella tajante—. Se parece mucho a mi madre. Fuerte, orgullosa y sincera. Trabajaré para ella.
—¿A cambio de qué? —preguntó él con una expresión desconfiada.
—¿Es que cree que alguien puede aprovecharse de ella? —preguntó a su vez la joven sin responderle.
—Tiene un gran corazón. Le gustan los descarriados.
—Yo no soy ninguna descarriada.
—Vuelva a su casa.
—No puedo.
—¿Por qué?
—¡Porque tendría que casarme con Henry! —Exclamó ella—, si es que todavía está dispuesto a aceptarme después de saber visto el periódico de esta mañana. Mi reputación está destrozada.
—¿Y por qué no quiere casarte con Henry?
—Porque lo más emocionante que me ha dicho es: «____ tienes la nariz chata.»
—No es un hombre muy apasionado.
—No.
Sus ojos negros a recorrieron de arriba abajo.
—¿Es usted una mujer apasionada?
—Eso es algo que a usted no le importa. Voy a trabajar para su abuela, no a tener una relación con usted —le contestó con firmeza.
—Usted le gusta —le dijo él esbozando una sonrisa—. Se pasará los días alabándola y las noches buscando la forma de casarnos.
—Puede sentirse a salvo —aseguró ella, dirigiéndose a su viejo Ford—. No me gustan los hombres maduros.
—Sólo tengo cuarenta años —señaló él tajante.
—Para mí es demasiado viejo—replicó ella enfrentándose a él con decisión—. Quiero alguien con quien jugar.
Él se echó a reír y fue entonces cuando _____ se dio cuenta de la manera en que él habia interpretado sus palabras.
—¡Béisbol! —exclamó horrorizada—. Tenis, natación y correr. ¡No… no... No lo que usted esta pensando!
Él rió con más fuerza y ella no dijo más. Se subió a su coche y se alejó lo más deprisa que pudo. Joe todavía reía cuando ella miró por el espejo retrovisor.
disfrutenlo
Nani Jonas
Re: "Un Negocio Arriesgado" - Joe y tu Terminada
Wsajskajakjsa qe geniela el cap!!
Va a trabajar para la buelaaa!! wiii
aunqe yo queria qe vivieran juntos :¬w¬: eso si seria emocionante pero bueno
Al menos tendran qe verse siempre no?? xD
No me imagino a Joe con 40 años, pero se qe debes ser muuuy sexii! xdd
Tienes qe seguirlaaa!!
Me encantaaa!! jajajajaa
mori cuanod se equivoco de local, es qe no puede ser tan... tonta!
y para peor todo el mundo se enteraa!! Jajajaja pobrecita!
Siguelaa ya?
Tu nove me encantaaa!! *-* c:
Va a trabajar para la buelaaa!! wiii
aunqe yo queria qe vivieran juntos :¬w¬: eso si seria emocionante pero bueno
Al menos tendran qe verse siempre no?? xD
No me imagino a Joe con 40 años, pero se qe debes ser muuuy sexii! xdd
Tienes qe seguirlaaa!!
Me encantaaa!! jajajajaa
mori cuanod se equivoco de local, es qe no puede ser tan... tonta!
y para peor todo el mundo se enteraa!! Jajajaja pobrecita!
Siguelaa ya?
Tu nove me encantaaa!! *-* c:
CrazyxJonas
Re: "Un Negocio Arriesgado" - Joe y tu Terminada
Yaaaa... tienes qe seguirlaa por faaa!!
Amo la nove!
SIGUELAAA!! c: ♥
Amo la nove!
SIGUELAAA!! c: ♥
CrazyxJonas
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