Laughing Out Loud.

Capítulo 07

I don't want to be at the mercy of my emotions. I want to use them, to enjoy them, and to dominate them.

Le di un mordisco a mi tostada, y bebí un poco del café que Isabella, mi madre, me había preparado esa mañana. El ambiente era cálido y la luz se colaba por las cortinas del comedor. La felicidad que sentía en ese momento superaba con creces a cualquier otra cosa que pudiese suceder a continuación. 
Bueno... casi.
Comencé a balancearme en las patas traseras de la silla, cuando perdí el equilibrio y caí produciendo un ruido sordo, mientras ahogaba un grito de terror al ver a Viktor, el nuevo novio de mi madre, tomando asiento en la mesa para desayunar junto a mí. 

—¡Mamá! —chillé, cubriendo mis ojos con ambas manos, mientras Viktor se desternillaba de la risa—. ¡Mamá! ¡Viktor está en ropa interior! ¡Que alguien lo saque de aquí!
—Viktor, ¿es eso cierto? —exclamó mamá desde el segundo piso.

Logré pararme, y cuando miré a Viktor de soslayo, sus ojos lagrimeaban. Su jovial rostro parecía adquirir aún más maldad a medida que los segundos pasaban y él seguía riéndose a carcajadas. Al cabo de unos minutos, se contuvo, esbozó una sonrisa burlona, y dijo:

—No, Bella, no es cierto.
—Eres un... —murmuré, presionando mi dedo índice sobre su torso descubierto. Alzó sus cejas en señal de advertencia, entonces no pude contenerme, y a viva voz le grité—: ¡Vete a tomar por el culo!
—¡Constance Blume Valley Lefebvre! —gritó mamá.

Escuché sus pasos cada vez más cerca. Bajaba las escaleras con paso decidido... cruzaba la cocina... estaba tan sólo a unos cuantos metros de mí... 

—Esto. Es. El. Colmo —su rostro no se veía sereno en lo absoluto.

Estaba rojo... parecía la perfecta imitación de un jitomate. Y yo, seguramente, no sobreviviría para contarlo.



Sentía que mi cabeza iba a estallar en cualquier momento. La acalorada discusión con mi madre por culpa de Viktor no había hecho a aquella mañana más excitante o divertida, sino todo lo contrario. Crucé el campus en busca de mis amigos, tratando de no lanzar improperios a cualquiera que me mirase... Entonces vi a Cassidy. Contrólate, Constance... es sólo un chico...

—¿Qué tal, Constance? —murmuró, con una sonrisa burlona en los labios. No pude evitar sonrojarme, pero antes de que pudiera replicar, añadió—: Oye, ¿has visto a Harry?
—Eh... yo... —balbuceé.

Habla, Constance.

—Cassidy, yo... —¡Habla!, me urgí a mí misma en un intento de espabilarme—. No, no. No lo he visto. Pero debe estar con Yodo, ¿no? Digo... quise decir... Jodie. Jodie. 
—Oh, es cierto —asintió convencido—. Nos vemos luego, ¿sí? —y con una última sonrisa, desapareció entre la multitud.

Sentí como si me hubiesen tirado un balde de agua fría. ¿Por qué no había podido hablarle a Cassidy como cualquier otra persona haría? Clavé con fuerza mis uñas en las palmas de mis manos, rezando porque todo fuese un sueño, y quizá, tan sólo quizá, deseé que la tierra me tragase en ese mismo instante.

 


Aumenté la velocidad a medida que los automóviles desaparecían tras de mí. El viento chocaba contra mi rostro como suaves caricias, y la motocicleta rugía bajo mis piernas. El cielo, reluciente y sin ni una sola nube, no era más que un incentivo para que el velocímetro me indicara que cada vez estaba más y más cerca del límite...
Pero eso debía esperar. Frené sin tomar precauciones, y con movimientos ágiles y ligeros dejé a mi Ducati estacionada en un lugar seguro.

—Eh... Zayn —murmuró una voz de pito a mi lado. Me di media vuelta, y comprobé que se trataba de la chica pelirroja que me seguía desde que tenía memoria. ¿Älice era su nombre?
—¿Dime? —mascullé un poco irritado.
—Bueno, verás... —dijo, pestañeando tantas veces seguidas que creí tambalearme—, me preguntaba si... Ay, no lo sé... Me dirás que no —refunfuñó, fingiendo estar avergonzada.
—Ah, bueno... entonces... no —me encogí de hombros, y reanudé mi marcha.

Mi mochila oscilaba en mi hombro derecho, mientras miraba en todas direcciones intentando encontrar a mi grupo de amigos. Entonces los vi, pero cuando iba caminando directo hacia ellos, la misma voz aguda, y menos aterciopelada que un rollo de papel higiénico barato, dijo:

—Zayn, espera... —intenté ignorarla, pero se aferró de mi antebrazo, y no tuve más remedio que darme media vuelta, otra vez.
—¿Qué sucede? —le espeté.
—Quería preguntarte si te gustaría... salir conmigo... algún día —susurró. Tuve que contener una carcajada.
—Mira, Älice...
—Gabrielle —murmuró con entusiasmo. Sus verdes ojos centellearon y sus pestañas se movieron más rápido de lo que cualquiera podría imaginar.
—Gabrielle —la imité—, lo siento, pero...
—Vaya, creí que dirías que no —suspiró teatralmente y se llevó una mano al pecho—. Somos novios al fin, ¿no? Ay, Zayn, sújetame y dime que esto es cierto —se dio media vuelta e hizo como si se desmayara.

No la sostuve, y con pasos rápidos y un tanto desesperados (mientras escuchaba un ruido similar al de un cuerpo golpeándose sin piedad contra el suelo), busqué a Blake. Estaba seguro de que ella tendría la culpa de todo esto... 

—Blake —mascullé, y me miró con indiferencia, como si viese a una mosca molesta volando cerca de ella.
—Qué quieres —murmuró.
—¿Qué le dijiste a esa chica? —estaba irritado.

Esbozó una sonrisa socarrona, observando sus perfectas uñas, mientras yo escondía la frustración que sentía tensando mis mandíbulas. La pequeña charla de primos se vio interrumpida por una chica torpe y despistada que chocó sin más contra nosotros.

—Ten cuidado, estúpida —farfulló Blake, y justo después de lanzarle una mirada asesina a la muchacha de ojos azules, se marchó.
—Lo... lo siento —dijo con la cabeza gacha—. No era mi intención... yo no...
—Descuida —susurré, desconociendo incluso mi propia voz.

No era áspera, ni le había dicho nena, como seguramente haría al no haberme encontrado con el par de zafiros que decían ser sus ojos. Entreabrió sus labios, como queriendo decir algo más, y luego negó con su cabeza.

—No pasa nada —dije otra vez, pero no hizo falta.

Ella ya se había ido, dejándome como un idiota parado en medio del campus. ¿Era normal, acaso, sentir el intenso deseo (rayano en la necesidad) de salir corriendo tras ella y plantarle un beso en sus encantadores labios? Bueno, no perdía nada intentándolo.

omg, ábreme y serás la novia de quien-tú-sabes: