ATRÉVETE IDIOTA©. {basadaenhechosreales}

Hai! Bienvenida :timon:  (_:
Ya actualizaré.

Editando capítulo. . .

  

 
—N ecesitarás esforzarte más si lo que buscas es engañar al Gran David. Se te olvida que se reconocer la mirada en una mujer cuando me miente.
—Pues en esta ocasión te falló ese don tuyo, mi amigo. —Le contesto muy segura. Me abrocho el bonito mandil color guindo a la cintura y me ajusto a la cabeza la cachucha con el logo del “Amelé Peché”. Durante más de un año he trabajado como camarera en el Restaurant Amelé Peché, un sitio de agradable ambiente familiar, ideal para venir todos los días y especial para ese almuerzo de los fines de semana. Para ser precisos, son los benditos sábados y domingos cuando termino más agotada que de costumbre. Cuando recién entré al Amelé Peché, sin ninguna experiencia que me respaldara y siendo tan torpe y olvidadiza como soy, creí que a las dos semanas, sino es que menos, terminaría siendo despedida de aquí, no obstante el señor Ulises, el Gerente General del Amelé Peché fue muy paciente conmigo desde al principio; según él, vio en mi perseverancia la actitud que se necesitaba para sacar adelante el trabajo. Y bueno, no tarde mucho tiempo en acostumbrarme, tomar aprecio por mi trabajo y hacerlo lo mejor posible.


Por un momento pensé que David había dejado el tema en el olvido cuando hizo la pregunta del millón: 


— ¿Fue un chico, cierto? —dijo él muy quitado de la pena. ¿Es que este chico nunca se daba por vencido?
— ¿Estás hablando en serio? No seas ocurrente, David, por supuesto que no.
—Acabas de confirmarme que fue por un hombre… Pollina. Ya me las olía.
—Te equivocas.
— ¿Cómo se llama? Iván, Fernando… William… ¿quizá?—me ataca por la espalda con una voz pícara y pronto muy cerca de mi oreja. ¿Qué es lo que acababa de decir? Me giro para enfrentarlo y en un movimiento súbito retrocede.
—Voy a golpearte sino te callas, juro que...
— ¡Oye tranquila! —ríe y agita las manos en alto señalándose inocente—Serias incapaz. Además sabes lo que opino acerca de la violencia, Lizzy.

¿Eso crees? Pues amigo, será mejor que corras por tu vida. 1, 2…

—Espera ¿Qué haces?… Oh vamos Liz, sólo bromeaba ¡Ey, cuidado con eso!  
3…



Y habría conseguido alcanzarle con una patada si Isabela no hubiese aparecido con una bandeja llena de platos sucios que se tambaleó al quedar a pocos centímetros entre la suela sucia de mi zapato al más puro estilo kung fu y la espalda de David.
— ¿Qué demonios están haciendo?
Isabela es mi mejor amiga desde hace… sí, trece años. Nos conocimos en primer grado de primaria básica, cuando a la hora de recreo se acercó para compartirme el jugo de mango empaquetado de esas de cajita y el delicioso emparedado que su mamá había metido en su lonchera de Hello Kitty. Posteriormente fuimos juntas a secundaria donde vivimos las mejores experiencias, y otras no tan agradables de la adolescencia y la inquietante etapa de la pubertad. Y pese haber tomado caminos diferentes después de graduarnos, mantuvimos el contacto de forma constante,  y es entonces que a la fecha hemos seguido siendo las mejores amigas, sin importar cuantas amistades o cuantas nuevas personas hayamos conocido en el transcurso de los años en que las dos fuimos a preparatoria. Es probable que sea una de las pocas personas además de su familia que conozca su segundo nombre: Concepción, en honor a su bisabuela fallecida, y ella el mío: Ruth. Ambas detestamos nuestro segundo nombre, aunque por razones muy distintas. A ella le parece algo anticuado el suyo, y el mío por no haber tenido otra mejor opción que registrarme con el nombre de una de sus ex novias más significativas. Sigo sin entender cómo fue que mamá se lo permitió a mi padre el graciosito. Y para rematar ni siquiera hace una buena combinación con el primero: ¿Elizabeth Ruth?  ¿De verdad?
—Él empezó. —señalo a mi “amigo” David con mi dedo índice amenazador.  
— Qué tanto le hubiese costado reconocer la verdad.—Ahora resulta...
—Oh eres un…déjame darle una buena…
—Nadie dará nada a nadie. Chicos hay bastante trabajo allá afuera y Ulises ya preguntó por ti, Lizzy.
—Ya mismo estaba por salir cuando este salió con sus tonterías sobre nuevas conquistas… completamente nulas, aclarando.
— ¿Es… eso es verdad? —dijo Isabela mirando a David y luego a mi— Lizzy por Dios cuéntamelo todo. ¿Es guapo?
— ¡Por los cielos! ¡Tú también!



Decidí que lo mejor que podía hacer era ignorarla. Metí mi libreta con bolígrafo incluido al mandil y los deje seguir con sus ideas de paradoja y con cero respuestas que darles. Porque me llamo Elizabeth Verdugo… ¡Jamás!, en toda mi vida tendría algo con ese imbécil de Fabián LeeKluger, ni con nadie como él, es más que alguien venga y me explique cómo es que he llegado a tal absurda conclusión. ¿LeeKluger y yo? ¡Ha! El único tipo de hombres con los que podría salir en una cita sólo existen en las hojas de mis libros literarios, acomodados encima del estante de mi habitación y por orden alfabético. Todos esos héroes atrapados entre ellas, tan tristemente inexistentes. Por lo que no se trata de ninguna exageración el que asegure que para los cuarenta ya estaré viviendo para mantener once gatos dentro de mi modesta casita y una colección entera de quien sabe qué cosa.  



1: 18pm.



Los divisé a lo lejos, a LeeKluger y a su nueva manada de compinches tan campantes de la vida, justamente por donde me veía obligada a tener que cruzar para poder llegar a la parada del tigrebus. ¿Te había contado ya que Tigrebus es el nombre oficial del autobús escolar que nos sube y baja del pesado trayecto de Ciudad Universitaria a las afueras y viceversa? Creo que no, me había olvidado de dar estos pequeñísimos detalles…Que novedad que olvidé algo... Supongo que podríamos dejarlo para después ¿no? Con este defecto haciéndome frente a mi personalidad no puedo garantizarte que no vuelva a ocurrir, pero si hay algo que puedo garantizarte, es que de haber sabido lo que vendría a continuación, me hubiese tragado el orgullo de hembra indomable y hubiera tomado el otro camino que era mucho más largo y zigzagueado, y por ende inaccesible para Tigrebus.  
Uno de los compinches, el tal Aarón soltaba el humo del cigarrillo por la nariz con aire despreocupado, mientras que el compinche número dos, el que estaba segura correspondía al nombre de Marcelo se mantenía absorto en su móvil viendo o quizá leyendo algo de aparente importancia en las redes sociales. Pero el idiota mayor, a diferencia de los menores, parecía tenerlo muy ocupado una pelinegra de pechos y enorme trasero que aprovechaba el acercamiento entre ambos para tocarle el cabello y dejarle algunos besitos. La reconocí como la chica con la que conversaba a primeras horas del día y a quien le comentó que yo era un moco totalmente culpable.



Creí haber logrado pasar desapercibida cuando la voz melosa de la tetona captó toda mi atención haciendo que detuviera en freno el paso.



— ¿Es ella? Vaya ¿Ya vieron su aspecto? Por Dios…— Sentía las miradas clavadas de los cuatro en mi espalda, y me esforcé como no te das una idea para no mirar atrás.
¿Qué había de malo en mi ropa? De acuerdo no era de marca, ¿pero y qué?
——Señorita Verdugo, alias Moquillo. —soltó Marcelo con una risilla sardónica.  
—No viene al caso que lo digas, Marcelo. —esta vez fue LeeKluger quien habló, igual de indiferente pero con un matiz de preeminencia en su voz—Verdugo y yo hemos dejado las cosas claras esta mañana, ¿no es así? —de la nada sus manos llegaron  por detrás, sorprendiéndome y haciendo que me sobresaltara un poco. Se detuvo un momento en mis hombros y luego las deslizo suavemente por la tela en mis brazos para susurrarme a la altura de la oreja: —Te he gustado desde el primer minuto en que nuestras miradas se cruzaron pequeña, y te compadezco. Sólo por eso he decidido no culparte más por tu estupidez, dejare pasar ese desliz que hemos tenido, y tal vez podamos empezar de nuevo.
Ignore rotundamente el escalofrío que me provocó cuando sopló en mi oreja y se atrevió a jugar con un mechón de mi cabello. Como si sus dedos contuvieran toxico lo aparté de un manotazo y le dirigí una de mis tantas miradas asesinas.  
— Es una lástima que prefiera tenerte como enemigo antes que como amigo o cualquier otra cosa que pase por tu cochina cabeza. Y no vuelvas a tocarme.
—Como quieras, para mí no es ningún problema. —Dijo acercándose a mi cara a una distancia peligrosa y con una sonrisa malévolamente seductora. Desquiciante y atrevida. Con la palabra sexo desbordándose al por mayor. –Deberías de ver lo ridícula que te ves con ese rojo en tus cachetes—pellizco uno con fuerza y lo volví apartar esta vez con más brío. —Te costará mucho ocultar esa atracción que sientes por mí, pequeña.  Por cierto… ¿Qué ese no es el tigrebus?
Me voltee solo para confirmar que efectivamente el tigrebus se iba sin mí. Alcancé a ver como el último estudiante subía abordo sin complicaciones, a diferencia de él por la mañana, cuando le propiné uno de mis mejores movimientos y lo deje fuera de combate. ¡Lo había hecho a modo de venganza!, debí habérmelo imaginado. LeeKluger sabía que el tigrebus me dejaría atrás sino estaba allí a tiempo, y que no volvería a pasar sino hasta dentro de otros cuarenta minutos más y para ese tiempo ya habría pasado una hora de que tendría que estar en mis labores del Amelé Peché. No tendría de otra que bajar caminando. Que te jodan LeeKluger, que te jodan. Aunque probablemente la jodida en estos momentos era otra. Ya me las cobraría.
— ¡Tú, lo has hecho a propósito!
— ¿Qué dices? pero si te he soltado hace cinco minutos, te has quedado porque así lo has querido. En fin…te dejo preciosa. ¿Ves a aquella sexy morena? Esta que se muere por mí la pobrecilla. —me guiñó un ojo y corrió hacia el convertible rojo que conducía la susodicha, alias La Tetona. Me echó una última mirada  y entró de un solo salto en el lado del copiloto. Enseguida Aarón y Marcelo se despidieron con un choque de manos entre ellos y siguieron por su lado sin mirarme de nuevo. Les agradecí el detalle.      


3: 26pm


Isabela tenía razón, aquí fuera había bastante trabajo por hacer. Familias enteras, grupos de amigos de cuatro y de seis miembros, algunas parejas; clientes por acá, por allá, en todo el lugar. Tomé una bandeja y me fije en una de las mesas sin nada en la mesa.


 —Ya nos atendieron, muy amable señorita.
 —Por favor, disfruten su comida.
 —Mesera, por aquí. —escucho detrás de mí.
Me vuelvo con toda la disposición servicial reflejada en una sonrisa de oreja a oreja.  
— ¿Puedo tomarles su orden? —saco mi libreta de pedidos y el bolígrafo preparado en la primera hoja.
—Para eso te he llamado ¿no? No importa, quiero una Ensalada California, sin ají. —dice una falsa rubia teñida.
—Yo una Special Burger de pollo, con papas fritas bañadas en pimiento, y aderezo. De bebida, un agua natural de Jamaica.
— ¿Y usted? —le pregunto a la tercera chica que lleva un listón verde y amarillo en la cabeza.
—Lo mismo, pero una coca cola light, por favor.  
—Sigan tragando de esa manera, pero dejen de estarse lamentando el hecho de que haya tenido que haberlas colocado como base y spot en las cheerleading.


Tenían que ser porristas. El segundo tipo de fauna humana que me cargaba grandes dolores de cabeza. Para los que aún se niegan a aceptarlo, la belleza y la superficialidad son elementos básicos en este deporte; si no hay superficialidad no hay belleza, y si no hay belleza no hay porrista. El solo oírla hablar de esa manera sobre la comida me hacía sentir pena por ella. ¿De verdad era necesario morirse de hambre?


— ¿Qué miras? Nuestra orden no llegara caminando ¿verdad?, vamos, ¡apúrate!
¿Acaso esta disque rubia estaba tronándome los dedos? ¿Quién se cree? Que si no fuera por la primera norma que Ulises impone sobre el personal del Amelé Peché: “No importa lo prepotente que llegue a mostrarse el cliente, con distinción y cordialidad hay que tratarle”, ya le hubiera cantado ante todo el restaurante lo patética que era su realidad.
— ¿Clientela difícil? —me preguntó Isabela al pasar por mi lado.
—Lo soportaré. —le sonrío y me encamino a la cocina.



Más tarde estoy de regreso con mi bandeja de hamburguesas y papas fritas bañadas en pimiento, una bebida natural de jamaica, una coca light y una fresca ensalada california sin ají.


—Su orden.  Si necesitan otra cosa con gusto las atenderé. Mi nombre es Elizabeth Verdugo a su entera disposición. Provecho.
—Te pedí sin ají, esta cosa tiene ají. Pide que lo cambien.
—Estoy segura que se equivoca, tenemos a los mejores cocineros en el Amelé Peché, serían incapaces de cometer hasta al más mínimo error como ese, puedo velar por…
— ¿Estas sorda? Te he dicho que quiero que lo cambies.
—Y yo le he dicho que se equivoca. Por favor ¿Por qué no lo prueba otra vez? seguramente esta vez se adapte mejor al sabor.
Lo que decía era verdad, no lo diría sino lo hubiese comprobado yo misma la primera vez y el resto de veces que comí de la especialidad del chef.  
—No necesito revisar este intento de ensalada. Cámbialo o quieres que arme un escándalo. Exijo ver al gerente.  —El escándalo ya lo hace como puede ver a su alrededor.


Los clientes más cercanos a la mesa ya murmuraban entre ellos, observando por lo bajo o a través de sus hombros la escenita que protagonizaba su majestad.


—Eres una estúpida ¿lo sabías? —dijo bajando el volumen de su voz, suficiente para que únicamente la mesa testigo de los hechos  oyera.
—Si lo prefiere puede hablar de su inconformidad con el gerente, pero le pido un poco más de respeto…
—Pero por supuesto que hablaré con el gerente, idiota. Esto no va a quedarse así. De aquí te sacan a patadas hoy mismo. Te recomiendo que te regreses al tianguis a ayudar a tu mami a vender sus ropas de segunda mano o ¿porque no?, a vender frutas podridas a las avenidas sólo para que me des el placer de negarte una limosna la próxima vez que nos volvamos a ver...si es que vuelve a ocurrir. Vámonos niñas. 


Respiré hondo y profundo, tres… dos veces, tal como se nos había sugerido en las capacitaciones hacer ante este tipo de situaciones, pero no fue suficiente para detenerme. Tome el primer vaso de agua de jamaica que estaba sobre la mesa y se lo vacié completo sobre la cabeza. Ella abrió tanto la boca formando una perfecta “O”, que hizo que algunos de los presentes rieran a carcajadas, y que incluso otras me aplaudieran.
— Creo que te faltó esto.  
El pan con mostaza y kétchup se estampó contra su cara, embarrándole como una bonita mascarilla para las espinillas. Toda una hermosa obra de arte, ojala hubiera habido una cámara, me hubiese encantado guardar el recuerdo.
— ¿Qué sucede aquí? —Mierda, Ulises estaba aquí. Adiós Amelé Peché. — ¿Elizabeth, tú has hecho esto? — Mira hacia el pedazo de pan molido que todavía sigue en mi mano, la prueba definitiva para inculparme.  
Dejando de lado la satisfacción que me daba verle el lindo cutis debajo de una masa de kétchup y algo de mostaza a la porrista, agaché la mirada avergonzada.
—Traigan más servilletas para la señorita—ordena Ulises—. De inmediato.  Lizzy, tú y yo hablaremos de esto más tarde.

Mucha edición yo XD jajaj, la verdad es que ya lo tenía pero me emociono haciendo otras cosas y más con todo este movimiento que ha tenido Logan, la página me tiene ocupada ddd. Gracias por sus comentarios, creeanme que los tomo en cuenta y los aprecio. Ya saben críticas constructivas ;)
Besotes cariñosos <3...
  :cosi: 

 
Las novelas colectivas no son lo mío, aunque estoy en un foro rol ahora mismo :3 Y ¿Cantar? Bueno según yo si jajajajajaj, pero no sabía que existía eso, suena genial   . Ya subiré el otro cap n.n