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Te Volveré a Encontrar || Wigetta.
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Te Volveré a Encontrar || Wigetta.
TE VOLVERÉ A ENCONTRAR
Hay un momento en nuestras vidas, en que perdemos lo que más queremos; lo que hemos, con trabajo y paciencia, logrado hacer nuestros. Lo hemos protegido, amado, y hemos sobrellevado todo tipo de situaciones por ello. Y cuando lo perdemos, porque siempre terminaremos por perderlo, creemos que es injusto. Y muchas veces lo es. Buscamos una forma de traerlo de vuelta, o de hacerlo presente aunque sea. Algunos deciden ir tras aquello que perdieron, otros lo piensan mejor, y regresan sobre sus pasos. Porque no hay cosa mejor que encontrar a alguien que creyó que habías dejado de buscarlo.
Samuel dejó caer su maletín en el recibidor con cansancio, pero una gran sonrisa en su rostro. Se estiró momentos antes de dejarse caer en el sofá, y esperar en silencio que los gritos de voces agudas aparecieran, corriendo hacia él.
La vida era para él, actualmente, la definición urbana de perfección. Una familia, hijos, trabajos estables, estudios hechos. Pero la vida no le había tratado de la misma manera siempre. De hecho, para cuando creyó que por primera vez la vida le estaba tratando bien, doce años atrás, esta misma decidió que quizás no la había pasado lo suficientemente mal, y le arrebató todo lo que tenía.
Por estas mismas razones, no siempre había sido como era actualmente. Quién le iba a decir que iba a disfrutar de la compañía de dos críos, que jugaban y gritaban sobre él. ¡Si es que no podía soportar a uno solo allá en la época! Siempre se dijo que le daba por mucho igual cuántos problemas tuviese con sus padres, ellos al final no tomaban las decisiones por él. Pero ahora mismo, les llamaba cada día al menos, porque su madre siempre tenía algo bueno que contar.
La vida no podía estar tratándole mejor, y ya con ésta racha, el mundo no parecía tener intenciones de arrebatárselo.
— Papá, cuéntanos aquella historia otra vez. ¿Sí?
— ¿Qué historia, Anna? Les he contado muchas.
— ¡Sabes qué historia! Vamos, antes de que nos manden a dormir. Sabes que nunca nos aburre.
— Vale, está bien. Vamos a la habitación entonces, ya allí os la cuento. Una vez más. —Rió.— ¡Vamos, vamos!
En realidad contar aquella historia no era problema para Samuel, dado que dicha historia estaba de cualquier modo plasmada en un libro, hecho a su puño y letra, y transcrito a máquina tiempo luego. Respiró profundamente, sonriéndole una vez más a aquella historia que a pesar de ser muy larga, se las arreglaba sí misma para no aburrir. Que en realidad era de todo, menos usual.
— Esto comienza, con un chico llamado Guillermo.
Samuel dejó caer su maletín en el recibidor con cansancio, pero una gran sonrisa en su rostro. Se estiró momentos antes de dejarse caer en el sofá, y esperar en silencio que los gritos de voces agudas aparecieran, corriendo hacia él.
La vida era para él, actualmente, la definición urbana de perfección. Una familia, hijos, trabajos estables, estudios hechos. Pero la vida no le había tratado de la misma manera siempre. De hecho, para cuando creyó que por primera vez la vida le estaba tratando bien, doce años atrás, esta misma decidió que quizás no la había pasado lo suficientemente mal, y le arrebató todo lo que tenía.
Por estas mismas razones, no siempre había sido como era actualmente. Quién le iba a decir que iba a disfrutar de la compañía de dos críos, que jugaban y gritaban sobre él. ¡Si es que no podía soportar a uno solo allá en la época! Siempre se dijo que le daba por mucho igual cuántos problemas tuviese con sus padres, ellos al final no tomaban las decisiones por él. Pero ahora mismo, les llamaba cada día al menos, porque su madre siempre tenía algo bueno que contar.
La vida no podía estar tratándole mejor, y ya con ésta racha, el mundo no parecía tener intenciones de arrebatárselo.
— Papá, cuéntanos aquella historia otra vez. ¿Sí?
— ¿Qué historia, Anna? Les he contado muchas.
— ¡Sabes qué historia! Vamos, antes de que nos manden a dormir. Sabes que nunca nos aburre.
— Vale, está bien. Vamos a la habitación entonces, ya allí os la cuento. Una vez más. —Rió.— ¡Vamos, vamos!
En realidad contar aquella historia no era problema para Samuel, dado que dicha historia estaba de cualquier modo plasmada en un libro, hecho a su puño y letra, y transcrito a máquina tiempo luego. Respiró profundamente, sonriéndole una vez más a aquella historia que a pesar de ser muy larga, se las arreglaba sí misma para no aburrir. Que en realidad era de todo, menos usual.
— Esto comienza, con un chico llamado Guillermo.
- FICHA:
- Título: Te Volveré a Encontrar.
Autor: Arkasia. Ale.
Género: Romance.
Adaptación: No,
Otras Páginas: >Tumblr<
- MUY BUENAS:
- ¡Hola, buenas! Pues, bien. Para quien no sepa qué es wigetta, es una pareja/ship de youtubers que son Vegetta777 y Willyrex. Ambos gamers, y pueden encontrarlos en youtube con esos nombres. El link a mi tumblr es el que está en la ficha obligatoria por si alguien quiere leerlo desde allí. ^^ Saludos.
Arkasia.
Re: Te Volveré a Encontrar || Wigetta.
CAPÍTULO UNO
Guillermo trabajaba en una librería pequeña en una calle bastante transitada de Madrid. Nunca fue una persona que disfrutara mucho de los deportes, ni era fanático de no hacer nada en todo el día, así que cuando terminaba sus clases en la universidad por la mañana, trabajaba en aquél local. En algunas ocasiones, sus turnos eran cambiados antes del almuerzo, como era ahora en la ocasión, y su mejor amiga, Diane, siempre había accedido a llevarle almuerzo al local. Él no podía estar más agradecido, no sólo por el gesto, sino porque ella era convenientemente estudiante de gastronomía. Cada vez que esta situación se daba, almorzaba como un señor, pero siempre queriendo un poco más.
Su amiga sólo tenía un defecto, o al menos el único que le molestaba a él. Diane desconocía completamente el silencio, y para un lector compulsivo amante del silencio como Guillermo, aquello podía ser un problema. Se encontraba ahora contándole sobre una de sus compañeras y sobre cómo estaba sorprendida de que no sabía qué cuchillo usar.
—Bien podrías dejar de decir tanta tontería, y usar el aliento para soplar burbujas o algo más productivo que no me diese dolor de cabeza, Diane.
—¡Serás pesado, Guille! Mira que te cocino, te lo traigo al trabajo, y encima te quejas niño. —Le empujó, con una risa brotándole de los labios—. Igual ya tengo que irme. No uses los libros como servilleta, nos vemos.
Terminó por despedirse con un gesto de manos, ya que su boca estaba ocupada devorando la comida que le habían dado recién. Se pensó, entonces, quién podría usar las páginas de un libro como servilletas, uno de literatura. Porque los de matemáticas y ciencias no podían darle más igual, pero una buena novela… Era un insulto.
Escuchó la campanilla de la puerta, anunciando la llegada de un nuevo cliente y el pánico lo absorbió por un segundo. Corriendo sin cuidado, se escondió bajo el mostrador, intentando tragar todo en un momento y limpiándose la boca con una servilleta. Respiro profundamente, y se aclaró la garganta, pero cuando quiso levantar la mirada y hablar, el cliente le veía desde arriba con una sonrisa gigante decorándole la cara. Se paró, tragando con fuerza.
—¿Puedo ayudarle en algo? —Preguntó, sumido en su vergüenza. Aquél hombre debía pensar que era todo un imbécil—. Si busca algo en específico…
—Volumen 1 de la colección de Edgar Allan Poe, si la tienes… —Sonrió, una vez más.
—Sí, uh… —Guillermo quería decir algo más, quizás explicar su mala presentación, quizás preguntar por qué querría esa colección. Las personas que venían lo hacían usualmente buscando una novela novedosa, juvenil. Ya nadie leía la literatura valiosa. — Lo traigo en un momento.
Mientras abría una puerta tras él, donde se guardaban todos aquellos libros que no se requieren en exhibición, miraba por sobre su hombro cómo el chico husmeaba entre los demás libros no con demasiado interés y también por el mostrador. Sacó el conjunto de libros, y dio camino de vuelta a donde él se encontraba, cerrando la puerta tras él. Se dio cuenta allí, de lo todavía más extraño era que la colección del volumen 1, eran cuentos y poesía.
—Huele bien. Tu comida, quiero decir. —Rió. Guillermo imitó lo más cercano a una risa que pudo—. ¿Lo has hecho tú?
—Me lo ha traído una amiga, el día en que yo cocine así, no necesitaré casarme jamás. —Bufó—. Son… Cuarenta y cinco con diez.
Tomó en sus manos la tarjeta de crédito que le había puesto sobre el mostrador entonces, y observó cómo el otro tomaba en sus manos el volumen empaquetado de libros con una emoción y orgullo que no había visto en nadie en mucho tiempo. En nadie más que en él mismo. Los libros eran un templo que debía ser respetado. Eran la esencia del alma de una persona, dejando su dolor y experiencias plasmadas para que otros disfrutaran de él.
—¿Te gusta mucho Poe? —Preguntó, regresando la tarjeta—. Bastante raro. Para alguien como tú, quiero decir.
—¿Alguien como yo? —El chico pareció sino ofendido, bastante sorprendido—. ¿Qué vas a saber tú de mí?
El peso de las palabras cayó sobre Guillermo no tan fuerte como lo fue la risa del otro chico al ver como su rostro palidecía y balbuceaba. Se relajó y suspiro, dejando las manos sobre el mostrador, encarando entonces al chico que ya dos veces mal rato le había hecho pasar.
—Quiero decir que aquí nadie compra literatura buena. Todo es escritura barata y hecha para venderse, y pues… ¿Vas a responderme? —El otro pareció sorprendido, una vez más.
—Pues sí, me gusta Poe. Pero no especialmente. Y te diré que ya verás que no todos compramos literatura barata, me verás por aquí. —¿Es que nunca dejaba de sonreír? — O me verás por otros lados, no lo sé.
Guillermo quiso preguntar a qué se refería, pero encontró demasiado extraño levantar la voz para ello, ya que el chico ya se encontraba en la puerta de nuevo, haciendo sonar la campanilla, que significaba que un cliente había llegado. O había salido.
—Es que es muy raro ¿Sabes? La semana pasada llegaron diez personas a comprar el mismo puñetero libro, un romance con final feliz y sin mayor problema. Creo que de los años que tengo de trabajar allí, es la segunda vez que alguien compra algo de Poe.
—Quizás simplemente le gusta, Guille. No entiendo por qué te interesa tanto. —Su amiga giró los ojos, sacando las llaves de su apartamento. — O bueno, háblale. Al final y se vuelven amigos y todo.
—Tú me pides a mí, que le hable al extraño frente al que pasé dos vergüenzas seguidas. Seguro. —Escuchó la risa de su amiga, y le siguió—. Nos vemos.
Pero esa era la realidad. Guillermo era muy introvertido, lo suficiente como para dejar pasar la oportunidad de conocer a alguien que compartiera sus gustos extraños en literatura, o al menos que no se aburriera con ellos. De cualquier modo, no tenía sentido seguir pensando en ello, como bien le había dicho. Al llegar a su departamento, sería todo él y los libros que cobraban todo el piso del lugar. Pero mañana, según dijo, cuando atendiese su turno… Le esperaría mañana.
Por otro lado, estaba Samuel. Felizmente marcando su tarjeta al final de un día de trabajo. Hoy especialmente tenía buenas razones para querer llegar a casa, a su nueva casa. Se había mudado a Madrid hace poco más de dos semanas, y junto con su nuevo trabajo y nuevo hogar decidió optar por una nueva actitud.
Edgar Allan Poe no era quizás la lectura más propia para un niño, pero desde pequeño y hasta ahora, seguía encantándole. Siempre aseguró que llenaría sus paredes con estanterías, y dedicaría una en específico a él. Y así lo haría.
Es por eso que las palabras de aquél chico de la librería le habían golpeado tan duro en la cara. No es que le hubiesen molestado, pero sí se sorprendió en que le confundió por una persona que no sabía de lo que hacía, ni lo que leía.
—¡Samuel! —La voz inconfundible de la chica que le saludaba desde que se había mudado. Quería recordar su nombre, pero nunca se lo había preguntado—. Hola. ¿Qué traes ahí?
—Es… Una colección de Edgar Allan Poe, el volumen uno. —La chica parecía confundida, y el rió con ganas—. Libros.
Suspiró pesadamente, dejando una sonrisa al aire y avanzando hasta su departamento, pasando de ella. Podría ser pesado, pero no dedicaría el tiempo a una persona que tenía tan poco interés en la razón por la que era lo que era hoy. Las cosas se volvían frustrantes cuanto tus padres te repetían que no vivirías del trabajo que querías, pero él lo hizo de todos modos. Es por eso que ahora se encontraba en Madrid, por fin en periodismo. No era un escritor dicho y hecho, pero eran los primeros pasos que debía dar.
El resto de su noche estaba compuesta por libros, café e ideas. Escribir, borrar, escribir, re leer. Algunas no le agradaban, pero las guardaba de todos modos. Que no le gustase a él algo que había escrito no significaba que fuera malo y que no le gustase al mundo algo que a él sí, no significaba que fuese a dejar de escribirlo.
Recordó y rió lo que le había dicho a aquél chico, mientras se sumía en la oscuridad dispuesto a dormir pero sin poder hacerlo. La torpeza le salía de los poros y eso le causaba gracia. Siempre había tenido que lidiar con personas que le ponían nervioso y se ponía a balbucear, como fue la reacción del chico que de momento, no sabía el nombre. Y creyó no tener el poder de causar eso en una persona.
Iría mañana.
Su amiga sólo tenía un defecto, o al menos el único que le molestaba a él. Diane desconocía completamente el silencio, y para un lector compulsivo amante del silencio como Guillermo, aquello podía ser un problema. Se encontraba ahora contándole sobre una de sus compañeras y sobre cómo estaba sorprendida de que no sabía qué cuchillo usar.
—Bien podrías dejar de decir tanta tontería, y usar el aliento para soplar burbujas o algo más productivo que no me diese dolor de cabeza, Diane.
—¡Serás pesado, Guille! Mira que te cocino, te lo traigo al trabajo, y encima te quejas niño. —Le empujó, con una risa brotándole de los labios—. Igual ya tengo que irme. No uses los libros como servilleta, nos vemos.
Terminó por despedirse con un gesto de manos, ya que su boca estaba ocupada devorando la comida que le habían dado recién. Se pensó, entonces, quién podría usar las páginas de un libro como servilletas, uno de literatura. Porque los de matemáticas y ciencias no podían darle más igual, pero una buena novela… Era un insulto.
Escuchó la campanilla de la puerta, anunciando la llegada de un nuevo cliente y el pánico lo absorbió por un segundo. Corriendo sin cuidado, se escondió bajo el mostrador, intentando tragar todo en un momento y limpiándose la boca con una servilleta. Respiro profundamente, y se aclaró la garganta, pero cuando quiso levantar la mirada y hablar, el cliente le veía desde arriba con una sonrisa gigante decorándole la cara. Se paró, tragando con fuerza.
—¿Puedo ayudarle en algo? —Preguntó, sumido en su vergüenza. Aquél hombre debía pensar que era todo un imbécil—. Si busca algo en específico…
—Volumen 1 de la colección de Edgar Allan Poe, si la tienes… —Sonrió, una vez más.
—Sí, uh… —Guillermo quería decir algo más, quizás explicar su mala presentación, quizás preguntar por qué querría esa colección. Las personas que venían lo hacían usualmente buscando una novela novedosa, juvenil. Ya nadie leía la literatura valiosa. — Lo traigo en un momento.
Mientras abría una puerta tras él, donde se guardaban todos aquellos libros que no se requieren en exhibición, miraba por sobre su hombro cómo el chico husmeaba entre los demás libros no con demasiado interés y también por el mostrador. Sacó el conjunto de libros, y dio camino de vuelta a donde él se encontraba, cerrando la puerta tras él. Se dio cuenta allí, de lo todavía más extraño era que la colección del volumen 1, eran cuentos y poesía.
—Huele bien. Tu comida, quiero decir. —Rió. Guillermo imitó lo más cercano a una risa que pudo—. ¿Lo has hecho tú?
—Me lo ha traído una amiga, el día en que yo cocine así, no necesitaré casarme jamás. —Bufó—. Son… Cuarenta y cinco con diez.
Tomó en sus manos la tarjeta de crédito que le había puesto sobre el mostrador entonces, y observó cómo el otro tomaba en sus manos el volumen empaquetado de libros con una emoción y orgullo que no había visto en nadie en mucho tiempo. En nadie más que en él mismo. Los libros eran un templo que debía ser respetado. Eran la esencia del alma de una persona, dejando su dolor y experiencias plasmadas para que otros disfrutaran de él.
—¿Te gusta mucho Poe? —Preguntó, regresando la tarjeta—. Bastante raro. Para alguien como tú, quiero decir.
—¿Alguien como yo? —El chico pareció sino ofendido, bastante sorprendido—. ¿Qué vas a saber tú de mí?
El peso de las palabras cayó sobre Guillermo no tan fuerte como lo fue la risa del otro chico al ver como su rostro palidecía y balbuceaba. Se relajó y suspiro, dejando las manos sobre el mostrador, encarando entonces al chico que ya dos veces mal rato le había hecho pasar.
—Quiero decir que aquí nadie compra literatura buena. Todo es escritura barata y hecha para venderse, y pues… ¿Vas a responderme? —El otro pareció sorprendido, una vez más.
—Pues sí, me gusta Poe. Pero no especialmente. Y te diré que ya verás que no todos compramos literatura barata, me verás por aquí. —¿Es que nunca dejaba de sonreír? — O me verás por otros lados, no lo sé.
Guillermo quiso preguntar a qué se refería, pero encontró demasiado extraño levantar la voz para ello, ya que el chico ya se encontraba en la puerta de nuevo, haciendo sonar la campanilla, que significaba que un cliente había llegado. O había salido.
—Es que es muy raro ¿Sabes? La semana pasada llegaron diez personas a comprar el mismo puñetero libro, un romance con final feliz y sin mayor problema. Creo que de los años que tengo de trabajar allí, es la segunda vez que alguien compra algo de Poe.
—Quizás simplemente le gusta, Guille. No entiendo por qué te interesa tanto. —Su amiga giró los ojos, sacando las llaves de su apartamento. — O bueno, háblale. Al final y se vuelven amigos y todo.
—Tú me pides a mí, que le hable al extraño frente al que pasé dos vergüenzas seguidas. Seguro. —Escuchó la risa de su amiga, y le siguió—. Nos vemos.
Pero esa era la realidad. Guillermo era muy introvertido, lo suficiente como para dejar pasar la oportunidad de conocer a alguien que compartiera sus gustos extraños en literatura, o al menos que no se aburriera con ellos. De cualquier modo, no tenía sentido seguir pensando en ello, como bien le había dicho. Al llegar a su departamento, sería todo él y los libros que cobraban todo el piso del lugar. Pero mañana, según dijo, cuando atendiese su turno… Le esperaría mañana.
Por otro lado, estaba Samuel. Felizmente marcando su tarjeta al final de un día de trabajo. Hoy especialmente tenía buenas razones para querer llegar a casa, a su nueva casa. Se había mudado a Madrid hace poco más de dos semanas, y junto con su nuevo trabajo y nuevo hogar decidió optar por una nueva actitud.
Edgar Allan Poe no era quizás la lectura más propia para un niño, pero desde pequeño y hasta ahora, seguía encantándole. Siempre aseguró que llenaría sus paredes con estanterías, y dedicaría una en específico a él. Y así lo haría.
Es por eso que las palabras de aquél chico de la librería le habían golpeado tan duro en la cara. No es que le hubiesen molestado, pero sí se sorprendió en que le confundió por una persona que no sabía de lo que hacía, ni lo que leía.
—¡Samuel! —La voz inconfundible de la chica que le saludaba desde que se había mudado. Quería recordar su nombre, pero nunca se lo había preguntado—. Hola. ¿Qué traes ahí?
—Es… Una colección de Edgar Allan Poe, el volumen uno. —La chica parecía confundida, y el rió con ganas—. Libros.
Suspiró pesadamente, dejando una sonrisa al aire y avanzando hasta su departamento, pasando de ella. Podría ser pesado, pero no dedicaría el tiempo a una persona que tenía tan poco interés en la razón por la que era lo que era hoy. Las cosas se volvían frustrantes cuanto tus padres te repetían que no vivirías del trabajo que querías, pero él lo hizo de todos modos. Es por eso que ahora se encontraba en Madrid, por fin en periodismo. No era un escritor dicho y hecho, pero eran los primeros pasos que debía dar.
El resto de su noche estaba compuesta por libros, café e ideas. Escribir, borrar, escribir, re leer. Algunas no le agradaban, pero las guardaba de todos modos. Que no le gustase a él algo que había escrito no significaba que fuera malo y que no le gustase al mundo algo que a él sí, no significaba que fuese a dejar de escribirlo.
Recordó y rió lo que le había dicho a aquél chico, mientras se sumía en la oscuridad dispuesto a dormir pero sin poder hacerlo. La torpeza le salía de los poros y eso le causaba gracia. Siempre había tenido que lidiar con personas que le ponían nervioso y se ponía a balbucear, como fue la reacción del chico que de momento, no sabía el nombre. Y creyó no tener el poder de causar eso en una persona.
Iría mañana.
Arkasia.
Re: Te Volveré a Encontrar || Wigetta.
OH DIOS MIO COMO NO AMARTE LUEGO DE ESTO.
en serio adoro Wigetta es uno de mis OTP. tumblr siempre llora cada que hay un momento de ellos juntos, no sé. Bue, primera lectora. Muchos, muchos besitos
en serio adoro Wigetta es uno de mis OTP. tumblr siempre llora cada que hay un momento de ellos juntos, no sé. Bue, primera lectora. Muchos, muchos besitos
Invitado
Invitado
Re: Te Volveré a Encontrar || Wigetta.
Как. escribió:OH DIOS MIO COMO NO AMARTE LUEGO DE ESTO.
en serio adoro Wigetta es uno de mis OTP. tumblr siempre llora cada que hay un momento de ellos juntos, no sé. Bue, primera lectora. Muchos, muchos besitos
Yo también estoy en el fandom de Wigetta de tumblr. (?) A lo mejor nos conocemos y todo. xD Besitos, gracias por leer.
Arkasia.
Re: Te Volveré a Encontrar || Wigetta.
Creo que quiero casarme contigo (? Amo Wigetta mas que nada, es simplemente precioso. Tu novela es mas que genial, es hermosa. ¡Segunda lectora! Siguela pronto ¡Un beso, z4!
Pd1: Tambien estoy en el fandom wigetta de Tumblr (?
Pd2: Tu avy de Rin me puede
Pd1: Tambien estoy en el fandom wigetta de Tumblr (?
Pd2: Tu avy de Rin me puede
limbo.
Re: Te Volveré a Encontrar || Wigetta.
JuLy ¾ escribió: Creo que quiero casarme contigo (? Amo Wigetta mas que nada, es simplemente precioso. Tu novela es mas que genial, es hermosa. ¡Segunda lectora! Siguela pronto ¡Un beso, z4!
Pd1: Tambien estoy en el fandom wigetta de Tumblr (?
Pd2: Tu avy de Rin me puede
La verdad es que no veo mucha actividad wigetta por acá y me pone mal e_e (?) gracias por leer. <3 Ahorita estoy escribiendo el capítulo pero me veo falta de inspiración ;-; Mi avy lo saqué de tumblr (?) ah, lo amo yo también
Arkasia.
Re: Te Volveré a Encontrar || Wigetta.
¡PUEDO DECIR QUE ADORO TU FIRMA CON EL BULLDOG! ahr nada que ver pero bueno tenia que decirlo.
Invitado
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