Maybe {colectiva}

Capítulo tres

Leo y Dylan✖

Despierta, como si el simple hecho de abrir los ojos le provocara un dolor insaciable, soltando un pequeño gruñido. Y se pregunta –aún sin apartar el brazo de sus globos oculares–como es que todavía no había renunciado a aquel pequeño trabajo en Starbucks.
A Eleanor Leo Black nunca le había gustado trabajar y el simple hecho de pensarlo le parecía aborrecedor y por esa razón siempre le da un trago a la botella de vodka que guardaba en el frigorífico. Y aquella mañana no hizo una excepción.
Leo se peinó, se maquilló–colocándose su irremediable pintalabios rojo carmesí–, se vistió con sus típicos pantalones cortos de cintura alta desgastados, un top corto de tirantes con escote de colores eléctricos; azules, rosas, verdes, negros. También se puso unas converse de color turquesa y–antes de salir de casa– se colocó la chaqueta negra que años atrás le había cogido a su hermano. Guardó el uniforme del establecimiento y lo guardó en su bolso, el cual poco tardó en colgar en su hombro.
Leo vivía a unas escasas dos calles de su lugar de trabajo y eso, en parte, le estresaba. Ella era una persona nerviosa y le encantaba estar en movimiento y–justo por ello–detestaba llegar al trabajo en menos de cinco minutos. A ella le gustaba sentir la brisa tímida de las mañanas; le gustaba oír el ruido de los primeros coches encenderse, le gustaba observar a los pocos transeúntes ejercitarse por las calles. Eleanor amaba sentirse rodeada del movimiento de la vida.
Leo inspiró por última vez el aire fresco de la calle antes de abrir la puerta del Starbucks y entrar con una pequeña sonrisa coqueta en los labios. Llegaba a las nueve en punto. Una hora de retraso.
Como siempre hacía, le guiñó un ojo a Michael–quien siempre reía divertido– y saludó a Niall dándole un pequeño abrazo mientras coreaba un hola general dirigido al resto de sus compañeros de trabajo.

–No me llaméis loca, pero creo que nuestro duende hoy está un poco raro–. Comento Leo mientras se quitaba el top y se ponía la camiseta del uniforme.
–Uy, nena…lo que tengo que contarte–. Comenzó a decir Michael mientras ayudaba a su amiga a guardar la ropa que usaba fuera del establecimiento. Eleanor le hizo un gesto con la cabeza indicándole que hablara.–Nos han cambiado al rubio.
Leo comenzó a reír descaradamente mientras Niall se sonrojaba exageradamente.
–Si hubieses visto lo que le ha dicho a un tío bueno que no ha visto en su vida…–Continuó Michael mientras hacia gestos de incredulidad con su mano derecha. La otra descansaba en su cintura.–Mira, churri, nuestro Niall a ligao. A ligao y se ha motivao.

Eleanor seguía riendo; reía y reía sin parar mientras oía la anécdota de sus dos amigos. Al mismo tiempo la chica estaba incrédula pues no entendía que le debía pasar por la mente al rubio. Aunque entendió–mejor dicho; se obligó a entender–que Niall no pensara en ese momento y se dejase llevar por los impulsos. Una vez acabada la historieta no hubo más remedio de volver al trabajo. Fue entonces cuando Leo tuvo que cambiarle el puesto a uno de sus compañeros y se quedó con el primer turno de la mañana; el cual inició a los pocos minutos.

–Cari...es de mi bando.–Comentó Niall mientras observaba en la dirección de Eleanor.
–No puedes saberlo solo con un vistazo.–Contestó la chica con un susurro.
–Si se puede…sobretodo si lee cometas en el cielo.–Prosiguió el rubio.
–Será sensible.
–Y propenso a la puerta trasera.
–Que te digo que no, pesado.–Replicó la chica.
–¿Y si le atiendes antes de año nuevo?-Comentó Michael mientras dejaba el block de notas y un bolígrafo de tinta azul al costado de su amiga.

Leo cogió del brazo y acercó sus labios al oído de Eleanor.-No dejes que el crío te amargue.
Ella cogió los objetos antes nombrados y se incorporó, colocándose bien el uniforme. Colocó una de sus mejores sonrisas–de esas que solía poner cuando era menor para que los dependientes se apiadasen de ella y le dejasen comprar alcohol.

–Buenos días, soy Leoy  voy a ser tu camarera. Aunque acepto peticiones acerca de otro posible empleo.–Saludó la chica con desparpajo, consiguiendo así sacar una tímida sonrisa de aquel chico.–Si es la primera vez que vienes te recomendaría tomar un poco de esta despampanante rubia que tienes enfrente pero lamentablemente no salgo en la carta.–Eleanor pudo ver como el chico se sonrojaba y, por primera vez, sintió ternura.
–Entonces…¿Me puedes recomendar algo que sí esté en la carta?–Leo alzó las cejas, observando divertida a la persona que tenía delante.–No quiero decir que seas fea, si me pareces un pibón…–La chica comenzó a asomar una sonrisa.–No quería decir eso, yo…digo…
–¿Te traigo un mocca?–Dijo Eleanor intentando reprimir una carcajada.
–Un mocca estaría bien, gracias.–Susurró el chico. La joven asintió y lo apuntó en el block de notas.
–¿Algo más?
–¡Sí!–Se apresuró a contestar el chico.–Me llamo Dylan.
Eleanor le guiñó un ojo y se encaminó hacia la barra.


–Así que…¿te parezco un pibón, no?

Dylan se atragantó con el café, provocando que casi saliese disparado de su boca, como un proyectil. Sus mejillas se tornaron de un tono carmesí, casi tan intenso como el del pintalabios de la chica que tenía al frente y comenzó a titubear–entre pensamientos–como escaparía de esa sin hacer el ridículo.

–S…Sí–. Terminó inseguro, temiendo una burla de su parte.
–Que enternecedor…–Objetivó Leo, colocando una de esas sonrisas encantadoras.–Supongo que eres virgen…¿no es así, cielo?–Preguntó con voz seductora, de esas que colocaba provocando un tono ronco y feroz que solía volver locos a sus conquistados.

El chico se enrojeció aún más y sintió como un bulto se comenzaba a formar en sus pantalones. Se incorporó, colocándose de forma engarbada para intentar disimularlo pero,  a pesar de aquel intento, la joven tenía bastante experiencia.
Aún así, la rubia le miraba entrecerrando los ojos, provocando en ella una pose seductora a la par de acusadora, como las de las películas de policías; donde la chica guapa interroga al criminal y luego acaban teniendo sexo. Y por eso, estuvo prácticamente forzado a responder.

–Sí.
–Perfecto Dylan.–Continuó Eleanor, sin quitar aquel tono de voz sensual.–Entonces tendré cuidado de no hacerte daño.

El aludido volvió a sentir aquel conocido bulto haciéndose mayor y temió que no aguantase mucho más. Intentando ignorarlo, él continuó con su pose encorvada durante la pequeña conversación.