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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN
Omg! Esta super entretenida!
Era tan malo el secreto? :( no terminan juntos?
Si de Antonio me di cuenta desde que aparecio, no me agrada para nada.
Siguelaaaa
Era tan malo el secreto? :( no terminan juntos?
Si de Antonio me di cuenta desde que aparecio, no me agrada para nada.
Siguelaaaa
GinaE
Re: Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN
Ahora entiendo lo de somos tias que dijiste antes xdd la hija de Kevin esta preciosa no sabia que ya habia nacido ♥.♥
GinaE
Re: Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN
hay mi madre, síguela pronto quiero saber ese bendito secreto
:niña:
:niña:
kathe hernandez
Re: Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN
Capítulo Diez
Joe soltó la pesada maleta en el pasillo nada más entrar en la casa:
—Vaya con la liberación de la mujer, la igualdad y todo eso… Mucho rollo es lo que hay, porque cuando llega la hora de la verdad la maleta la cargo yo.
—Cállate, cavernícola —le dio un beso. No podía quitarse la sonrisa de la cara. El disco de Los Chunguitos se lo había metido en el bolsillo.
—¿Cavernícola? ¡Todo lo contrario! Anda, libérate un poco y lleva la maleta hasta la habitación.
Dicho esto, Joe cogió la maleta y avanzó por el pasillo, haciendo como que se tambaleaba por el peso. _____ lo seguía, riendo.
—Bueno, voy a guardar las cosas. ¿Tengo algún cajón libre?
—Todos éstos son suyos, señorita.
Y señaló una cómoda.
—Yo tengo muy pocas cosas y el armario es bastante grande —descorrió las puertas del enorme armario empotrado. Tenía mucha capacidad, ciertamente; una parte estaba ocupada por la ropa de Joe, pero en la otra sólo había un par de abrigos y unas chaquetas.
—Sí, aquí cabrá lo que te has traído. Cuando traigas más ya nos organizaremos; en la otra habitación los armarios están vacíos.
—Perfecto. Ahora necesito una ducha, luego colocaré todo esto.
—Muy bien. Mientras, prepararé algo de cena.
Se besaron y cada uno se dedicó a sus tareas.
_____ entró a la ducha un poco nerviosa, quería darle una sorpresa y se le había ocurrido algo un poco arriesgado. Probaría. Si a él le gustaba, quizá pensara en más sorpresas. Únicamente el sexo lo unía a ella, así que tendría que volverse innovadora si quería conservarlo.
Joe la oía canturrear en la ducha desde la cocina. Era una sensación nueva y agradable tener a alguien con él, no estar solo, dándole vueltas en la cabeza a algo que no podía solucionar. Decidió ignorar las dudas. No se aprovechaba de ella, no la estaba utilizando. Se encontraba tan bien a su lado que no quería ni pensar en la posibilidad de volver atrás. El presente, sólo eso importaba. Ya llegaría el momento de enfrentarse a la realidad; ahora le tocaba vivir una ilusión.
La oyó entrar al dormitorio después de la ducha. Seguía canturreando. Joe sonrió y se puso a preparar algo de cena mientras ella guardaba la ropa y organizaba los armarios. Ni siquiera le importaba que toqueteara su ropa y la cambiara de sitio. No pensaba enfadarse, aunque luego no encontrara nada.
Sonrió, exultante, mientras se preguntaba si echar laurel o no a la salsa de los espaguetis. ¡Había tantas cosas que no sabía de ella! Por ejemplo:
—¿Te gusta el sabor del laurel? —dijo dando un grito para que _____ lo oyera.
—¿Qué?
—Que si quieres que eche laurel a la salsa de los espaguetis.
—Sí, me encanta. También échale mucha cebolla.
Perfecto, otra cosa que tenían en común.
—Esto marcha —dijo en voz baja, mientras cogía un enorme cuchillo para cortar la cebolla.
En la habitación, _____ procuraba darse toda la prisa posible. Quería doblar bien su ropa, pero como estaba tan ansiosa por salir a su encuentro lo hacía de cualquier manera.
—Luego tenemos que hacer una lista de la compra para Carmen, la señora que viene a apañarme el pisito de soltero —le oyó decir otra vez, a gritos. Parecía de muy buen humor y cantaba mientras trasteaba en la cocina. _____ oía el ruido de cacharros—. Yo nunca le hago lista ni nada, pero como ahora somos dos supongo que habrá que hacer más compra. Además, habrá cosas que te gusten y que quieras incluir…
—De acuerdo, luego lo hacemos. Pero yo pago la mitad.
—Ni hablar.
Esa frase fue pronunciada en voz baja, directamente sobre su oreja. Joe había abandonado su trabajo de cocinero y ahora estaba detrás de ella, abrazándola y dándole pequeños besitos en el cuello.
—Entonces haré huelga de hambre.
Se volvió en sus brazos y se besaron. ¡Qué bien se estaba así! Cuando estaban juntos, _____ se sentía eufórica, viva. ¿Por qué privarse de eso por una absurda paranoia? Vivir el presente, como decía él; luego ya se vería.
—En realidad sólo estaremos en casa por la noche, porque el día lo pasaremos en el trabajo — añadió con aire de suficiencia—. Además, yo pienso pasar muy a menudo por mi casa… No voy a abandonarla.
—Acaba de guardar eso y vamos a cenar. Tienes que estar muy fuerte para soportar lo que estoy planeando para los dos —y le dio una palmadita en el trasero para enfatizar sus palabras.
Cenaron entre risas y bromas. Cuando no se interponía entre ellos la sombra de las sospechas de _____, todo era perfecto. La joven se repitió que no merecía la pena hacerse mala sangre, que lo mejor era aprovechar lo que tenía, dejarse embargar por el bienestar que los envolvía cuando estaban juntos.
—Esto está riquísimo, pero… voy a tener que enseñarte a cocinar otra cosa… ¿Es que sólo sabes hacer espaguetis?
—Me has pillado. Aunque… mejor que enseñarme a cocinar otra cosa, ¿por qué no cocinas tú, que tanto sabes?
—Alguna vez lo haré, pero no puedo prometerte hacerlo siempre; te acostumbrarías y yo no he venido para ser tu cocinera…
—¡Qué pena! Ya me había hecho la ilusión de tener cocinera gratis. Bueeeno —Joe se levantó y la tomó de la mano—. Y ahora, a la cama. Hasta el momento hemos sido muy formalitos, pero hoy tenemos muchas cosas que celebrar… Y pienso hacértelo pasar muy pero que muy bien. No vas a arrepentirte nunca de vivir las noches conmigo.
—Pero hay que recoger todo esto…
—Mañana lo hará Carmen, no te preocupes.
Tiró de ella y se dirigieron al cuarto. Se quedaron en el centro de la habitación, de pie; Joe le acariciaba el pelo, los párpados, la boca, y _____ se dejaba hacer, disfrutando de esa placentera languidez que se apoderaba de todos sus sentidos cuando estaban abrazados.
—Ahora te voy a desnudar muy, muy lentamente… Primero la camiseta.
—Creo que voy a tener que ayudarte —dijo ella con una risilla nerviosa y alzó los brazos sobre la cabeza para facilitarle la labor.
—Y ya está…
_____ no llevaba nada debajo de la camiseta vieja que se había puesto, junto con unos vaqueros, para, como ella decía, estar cómoda y sentirse como en su casa.
—Ummm… Así me gusta, fuera barreras.
Joe comenzó a trazar círculos sobre su pecho con las yemas de los dedos. Como siempre, la sensación era exquisita y Laura echó la cabeza hacia atrás, gimiendo.
—¿Sabes una cosa? Esta vez voy a hacerte el amor de pie…
Se dio la vuelta y abrió el armario, donde, pulcramente ordenadas en un colgador, había un montón de corbatas.
—Pero no quiero que te caigas, querida. Tu seguridad ante todo.
Cogió una corbata y, con mucha dulzura, la anudó a la muñeca de _____. La corbata era de seda y el roce de la suave tela sobre la piel le produjo escalofríos. Luego Joe quitó un enorme cuadro de la pared, de esos modernos que _____ no se atrevía a preguntar quién los había pintado, y ató el extremo de la corbata a la escarpia. Cogió otra corbata y repitió la misma operación con el otro brazo, de manera que _____ quedó pegada a la pared, con los brazos abiertos bien sujetos.
—Ahora ya no te caerás.
La sensación era excitante. _____ tembló. Estaba a su merced, desnuda de cintura para arriba y atada.
Joe comenzó a acariciarla: el cuello, el pecho, el estómago, el vientre… Sus labios seguían el rastro que marcaban sus manos y su lengua lamía sólo algunos puntos concretos, donde sabía que _____ era más sensible. Ya la conocía, ya sabía dónde y cómo la excitaba más.
—Oh, Dios, sabes cómo excitarme —hablaba entre jadeos, poniendo en palabras lo que él únicamente se había atrevido a intuir.
—Sí… Aunque sé que no llegaré a conocerte nunca, que siempre habrá algo de ti que me sorprenda.
Su mano se introdujo por la cinturilla del pantalón…
—¡Vaya! —dijo, parecía muy complacido—. No llevas bragas…
—No… —balbuceaba. Las palabras le salían entrecortadas y torpes—. Ya te he dicho que me iba a poner cómoda… Y me refería a ponerme cómoda para ti…
—Eso me complace… muchísimo.
Joe metió el dedo y acarició su sexo, que ya estaba húmedo.
—Oh… ¡_____! ¿Qué has hecho? ¿Ves como siempre me sorprendes? Ummm… me gusta, cómo me gusta… tan suave… —dijo de pronto al tocar los labios de su vagina—. Sí, me encanta…
_____ gemía y meneaba las caderas; no poder mover los brazos, y no poder tocarlo ni abrazarlo era frustrante, pero también una de las sensaciones más excitantes que había conocido. Sus nervios estaban en pie de guerra, y su poca capacidad de movimiento hacía que el ansia fuera mayor.
—Quiero tocarte… —gimió—. Por favor… Desátame.
—No, señorita, hoy sólo toco yo…
Le bajó la cremallera con mucho cuidado.
—¿Por qué te has depilado?
—Pensé que te gustaría… Quería darte una sorpresa —la pregunta de él la había descolocado y había vacilación en su voz. De pronto no estaba segura de haber hecho bien cediendo al impulso que la había llevado a depilarse en la ducha.
Monse_Jonas
Re: Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN
Me encanta su relación!
Aunque Joe no se quiera poner serio!
Síguela!
Aunque Joe no se quiera poner serio!
Síguela!
aranzhitha
Re: Pídemelo (Joe y Tú) ADAPTACiÓN
Capitulo Diez Segunda Parte
—Bueno, me gustaba mucho como estaba antes, pero no te negaré que la novedad me encanta.
Pasó la lengua por los labios de la vagina, tersos y suaves. Luego, mientras le daba besos y mordisquitos que a _____ la estaban volviendo loca, terminó de bajarle los pantalones, que tiró, impaciente, al otro extremo de la habitación.
—Esto es… Maravilloso. Me encanta que tengas iniciativa…
_____ se retorcía bajo sus caricias. Sus caderas, que era casi lo único que podía mover, llevaban un ritmo seductor que estaba volviendo loco a Joe. Siguió besándola, en la ingle, le abrió las piernas y miró…
—_____, veo tu excitante botón, está hinchado, húmedo, precioso, listo para mí…
Metió la lengua y trazó círculos en su interior, mientras las manos bajaban por sus piernas. _____ quería decirle que ya no podía más, que la follara de una vez porque la estaba matando. Pero era incapaz de hablar, sólo podía sentir… Y verlo allí, completamente vestido, teniéndola a ella desnuda y a su merced, era la sensación más excitante que había conocido.
—Por favor… No puedo más… —logró decir entre jadeos con la voz entrecortada.
Pero él no le hizo caso, siguió estimulándola con los dedos, haciéndola moverse justo como quería que lo hiciera; sabía qué era lo que más la excitaba y ponía en marcha todos los recursos para hacerla vibrar con sus caricias. Se excitaba oyéndola gemir, haciéndola bailar al son que él tocaba. Obtenía placer al verla perder el control… Él era el que mandaba, y esa certeza, lejos de incomodar a _____, la excitaba todavía más… De pronto, cuando ella estaba a punto de alcanzar el orgasmo, Joe detuvo sus caricias.
_____ lo miró con odio.
—¿Qué pasa? Sigue, por favor…
—Voy a hacerte esperar un poquito más…
Siguió lamiéndole el clítoris, pero no con la fuerza que ella esperaba, sino suave, dulce, un leve contacto, mostrándole el placer sin dárselo. _____ estaba loca de excitación, se agitaba, exigiendo más con el movimiento de sus caderas. Pero él no se lo daba. Sus caricias dulces ya no le bastaban.
Necesitaba más y él lo sabía.
—Por favor…
Entonces él se bajó la cremallera de los pantalones y _____ lo miró. Nunca había visto nada igual, el pene de Joe era enorme, hinchado, y la joven se preguntó cómo habría podido aguantar tanto. Abrió aún más las piernas instintivamente.
—Date prisa, te necesito ya, ahora.
Él ya se había puesto el preservativo y _____ gimió al sentir que la penetraba y gritó al notar sus embestidas.
—Eres mía, _____, sólo para mí.
Lo recibió ansiosa, dolorosamente excitada. Nunca había sentido nada igual y gritó… No podía aferrarse a él con los brazos, por lo que le rodeó las caderas con las piernas mientras él le abrazaba los muslos, con las palmas de las manos sobre sus nalgas, sujetándola con fuerza, atrayéndola hacia sí para llenarla por completo. La pared le impedía a _____ echar la cabeza para atrás, así que la movía a los lados, gimiendo, gritando.
Los dos sudaban, y cuando alcanzaron el clímax y _____ pronunció el nombre de Joe, el sonido de su voz le pareció extraño. No se reconocía, no podían ser suyos esos gritos salvajes.
—¡_____! —gritó Joe, moviéndose dentro de ella con violencia, clavándole los dedos en las nalgas, que mantenía sujetas contra su cuerpo mientras continuaba embistiendo ferozmente, salvajemente.
Alcanzaron el clímax a la vez, gritando cada uno el nombre del otro, embistiéndose con fuerza hasta que los envolvió la nube de un orgasmo violento. Luego se quedaron quietos, sin poder moverse, de pie, él dentro de ella, con las piernas de la chica alrededor de sus caderas.
Al cabo de unos segundos _____ fue capaz de volver a respirar.
—¿Me desatas, por favor?
—No señora, la tengo prisionera.
Las manos de Joe estaban ahora sobre su cuello, acariciándola mientras le llenaba el rostro de besos breves, maravillosos.
—Eres la mejor.
Seguía prodigándole besos breves y _____ estaba a punto de gritar, ya no aguantaba más en esa posición.
—Si no me sueltas me va a dar algo, tengo que abrazarte…
La soltó al fin y _____ le echó los brazos al cuello; riendo y trastabillando llegaron hasta la cama, donde se lanzaron de golpe, sin soltarse de su abrazo. Era maravilloso… _____ sintió que las lágrimas enturbiaban su visión, cerró los ojos y se quedó dormida.
Monse_Jonas
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