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Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA
helado00 escribió:hola hola!!
nueva lectora!! Pobrecita!! D: que feo ver y pasar por todo eso!!
Por favor siguela pronto!!!
Bienvenida :P
ya la sigo ... y gracias por pasarte
jamileth
Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA
CAPITULO 2
—Hola, soy Julie.
—Soy _______________. Encantada de conocerte.
La mirada que me dio fue de curiosidad. Estaba acostumbrada a esta reacción y no me desconcertaba desde hace tiempo.
Cuando era más joven me había sentido dolida y avergonzada de mi voz. Lo suficiente avergonzada para que hubiera querido permanecer en silencio. Pero había aprendido a pasar de ello. Noté que tenía bastante qué decir y aunque no podía oír y sonaba extraño para los demás, mi voz valía la molestia de explicar mi condición.
—¿De dónde eres?
—Delaware.
—Oh. No reconocí tu acento.
Le sonreí.
—Soy sorda. No hay acento.
Su rostro enrojeció y tenía una mirada de disculpa.
—Mierda. Ahora me siento mal.
Pero yo negué con la cabeza.
—No te preocupes por eso. Sucede.
Asintió con la cabeza.
—Así que si eres de Delaware, ¿qué estás haciendo viajando hasta aquí?
—Turismo.
—¿Turismo en una parada de camioneros en Tennessee?
—Estoy tratando de llegar a la costa —expliqué—. Conseguí un paseo hasta el final de Indiana.
—¡No me digas! ¿Tan lejos? ¿Cuánto tiempo hay que esperar para eso?
—Unos pocos días. —Sonreí. Me agradaba esa chica. Había pasado mucho tiempo desde que había hablado con una chica de mi edad.
—¿A qué playa estás tratando de llegar? —Tomó su bolso del suelo y lo colgó a su hombro.
—En realidad no importa, supongo. Sólo a una con un océano.
—Bueno, estoy en camino a Carolina del Norte si deseas unirte. Me vendría bien la compañía. Estos camioneros no son los mejores conversadores.
Sonreí y asentí con la cabeza, aceptando por completo. Julie fue la primera chica autoestopista1 que había conocido y tenía una necesidad desesperada de un amigo. La carretera de Delaware se había sentido solitaria y aunque tenía la compañía de quién fuera que se detuviera para recogerme, sabía que nuestra relación sería de corta duración.
([1] Autoestopista: Persona que practica el auto-stop.)
—¡Muy bien, entonces! ¡Vamos a buscarnos un viaje! Dos muchachas bonitas como nosotras no deberían tener problemas para ser recogidas. —Sonrió y me tendió su mano. Me levanté de la acera en donde estaba sentada y la seguí hasta el primer piloto en una larga fila de camiones que esperaban, ansiosa por ver hasta dónde esta nueva relación me llevaría.
Mi respiración se hizo pesada cuando sentí al auto estacionar en una parada. Una parte de mí quería que los tres hombres se olvidaran de mí y me dejaran en el maletero. La otra parte se estaba muriendo por levantarse y estirar los brazos doloridos y las piernas. Sabía que tenía que ir al médico. Al menos una de mis costillas estaba rota y no estaba segura de la profundidad de los cortes en mi cara y el torso. Sin embargo, un médico estaba fuera de cuestión, e incluso si hubiera sido tan ingenua como para preguntar, sabía que se reirían de mí.
El maletero se abrió y parpadeé hacia la luz. Debimos de haber conducido toda la noche y la mañana porque el sol estaba en lo alto del cielo. Cuando mis ojos se acostumbraron, vi que el más pequeño de los tres hombres me hablaba. Más como gritándome.
—¡Fuera! —Me di cuenta de que estaba gritando por los músculos sensibles en su cuello.
Me senté y miré alrededor con cautela, sin esperar a reconocer dónde estaba, pero esperando un milagro. Los pinos nos rodeaban por todas partes. Un rebasamiento de camino de tierra bifurcaba hacia el cerro. Una casa pintoresca y poco imponente con ribete amarillo y una fachada de ladrillo se asentaba entre los árboles.
Salí del auto e hice una mueca por el dolor en las costillas. El hombrecillo cerró sus dedos regordetes alrededor de mis brazos y me llevó hasta la puerta principal, la cual había quedado abierta por Ray y el hombre de los ojos verdes. El interior de esta casa no hacía justicia al exterior. Las ventanas estaban abiertas, pero había un olor fuerte y rancio en el aire. Las alfombras estaban sucias y arrancadas del suelo cerca de las paredes. El papel pintado estaba manchado y separado.
Los dos hombres ya estaban sentados en una mesa, una de las pocas piezas de mobiliario de la casa, derramando el contenido de mi bolsa. La bolsa de Julie colocada en el suelo junto a ellos.
Allí, a pocos pasos de mí, siendo descuidadamente arrojado alrededor, estaba todo el contenido de mi vida. Todo lo que tenía y todo lo que podía llevar conmigo. Prendas, ropa interior, cepillo de dientes, maquillaje caro ―no podía dejar mi vanidad atrás― y mi billetera. Contenía mi identificación.
Ray encontró la billetera y la agarró, abriéndola y mirando lo que había dentro.
—Trescientos cincuenta y ocho dólares... no está mal. —Ray le entregó el dinero al hombre de los ojos verdes.
Me miró con suspicacia.
—¿Alguna tarjeta de crédito? —preguntó.
—Cuatro.
Mi mirada volvió a sus ojos verdes. Se puso de pie y caminó hacia mí, dejando el dinero sobre la mesa.
—Entrégasela.
El hombre pequeño me dio la cartera mientras Ray miraba.
—¿A dónde la llevas?
Su agarre era tan fuerte como lo había sido la noche anterior. Se volvió para mirar a su amigo en la mesa y dijo algo que no pude ver. Ray asintió con la cabeza y volvió a mi bolsa. Me encontré siendo tirada de la habitación y subiendo las escaleras. Escenarios espeluznantes se agolparon en mi cabeza. Luché contra él, tropezando y arrastrando mis espinillas sobre las escaleras astilladas. Sólo podía imaginar lo que iba a hacer conmigo y no estaba preparada para nada de eso. Apreté su mano y empujé su brazo con todas mis fuerzas, pero nada ayudó y estaba demasiado dolorida para luchar por mucho tiempo.
En la parte superior de las escaleras, me empujó hacia el baño y me inmovilizó contra la pared.
Su rostro se cernía a centímetros de mí.
—Escucha, tal vez no puedas ser capaz de oírme, pero no creo ni por un minuto que no puedas hablar. Todo sobre ti, desde los pantalones vaqueros de diseño a las cuatro tarjetas de crédito en tu billetera, grita dinero de papi y educación superior, entonces si quieres mantener el teatro, está bien. Sólo sé que no te voy a dejar fuera de mi vista. No me vas a joder esto.
Me quedé mirándolo fijamente, de verdad, y esperé a que dijera algo más. Este hombre era perspicaz y aunque no sabía quién era ni por qué había estado en el lado de la carretera, él conocía a mi tipo: niña mimada del Norte con demasiadas ventajas y sin la ambición suficiente. Él me devolvió la mirada, desafiándome a hablar, pero cuando no lo hice, soltó mis hombros y dio unos pasos hacia atrás, bajó la tapa del inodoro y se sentó.
—Ducha —ordenó y señaló a la cortina—. Te ves como la mierda.
Aparté la mirada de él y miré al espejo. La chica que me devolvía la mirada era alguien que no reconocí. Su una vez cabello rubio parecía ahora marrón por toda la sangre y la suciedad. Sus ojos grises estaban rojos e hinchados y estaba manchada de sangre desde la frente a la nuca y apelmazada en torno a la nariz. Tenía los labios agrietados. Tuve que mirar hacia otro lado mientras las lágrimas brotaron detrás de mis párpados.
El hombre de los ojos verdes se levantó de su asiento y abrió la cortina de la ducha sucia y manchada, señalándome para entrar dentro. Negué con la cabeza. Estaba loco si pensaba que iba a desnudarme con él todavía en el cuarto. Pero agarró mi mano y tiró de mí hacia la bañera. Estaba manchada con moho y oxidada. Había utilizado unas más limpias en las paradas de camión donde había pasado los últimos meses.
Lo miré y señalé hacia la puerta. Una ducha caliente se sentiría bien ahora, pero no con él observando.
—No me voy. —Su rostro severo echó un vistazo a la ventana sobre el fregadero y por fin entendí su razonamiento. Si supiera la cantidad de dolor que tenía, sin duda se habría dado cuenta de que saltar desde una ventana de un segundo piso estaba fuera de cuestión.
—Puedes ducharte con o sin mi ayuda. Pero tienes que hacerlo. —Su rostro se suavizó, y él tomó mi brazo—. Será bueno para ti.
Empujé su brazo lejos e hice una señal para que se fuera la mierda antes de sacar mis sandalias.
Sus dedos se apoderaron de mis mejillas y levantó mi cabeza para mirarlo.
Di un paso atrás, sorprendida. ¿Había entendido?
Sus labios se apoderaron de sus dientes mientras me sonreía.
—Tú no eres la única con secretos.
Le dediqué una dulce sonrisa burlona, con lágrimas corriendo de mis ojos. Él se rió y me soltó la cara, señalando de nuevo a la ducha y agarrando una toalla del estante encima de mi cabeza. Poco a poco desabroché los botones de mis jeans, no queriendo agacharme para tirar de ellos hacia abajo, porque sabía lo mucho que dolería. Me las arreglé para menear las caderas hacia abajo y salir de ellos. Volvió a su asiento en el inodoro y me miró con una expresión de preocupación. Eso me enfureció, pero desvié la mirada, no quería que él supiera que su presencia me molestaba.
Tiré de la parte inferior de mi camisa y traté de levantarla por encima de mi cabeza, pero el dolor en mi pecho era demasiado y grité mientras mi camisa volvía a caer en su lugar. Mantuve mis ojos cerrados hasta que los latidos disminuyeron, nuevas lágrimas de dolor y vergüenza caían sobre mis mejillas. El hombre estaba de pie frente a mí cuando mis ojos se abrieron, y di un salto, sorprendida de que pudiera moverse tan rápido.
—Lo siento. —Su boca se torció en las esquinas como si quisiera sonreír—. Deja que te ayude. Alza los brazos.
Dudé, pero obedecí, y él cuidadosamente sacó la camisa manchada de sangre de mi cuerpo. La camisa estaba pegada a mi piel e hice una mueca cuando la arrancó de las heridas. Suspiré de alivio una vez que estuvo por encima de mi cabeza. Arrojó la camisa en el suelo junto a los restos de mis jeans y se inclinó sobre la bañera para abrir el agua. Lo observé con atención, sin saber qué pensar. ¿Realmente estaba tratando de ayudarme o tenía motivos ocultos? Había sido él, después de todo, quien había convencido a Ray de salvar mi vida. ¿Qué quería de mí?
Aparté todas estas preguntas de mi cabeza cuando el vapor empezó a llenar la habitación, calmando mis músculos doloridos. El hombre de los ojos verdes se puso de pie una vez que la temperatura era de su agrado y me miró.
—Gracias —dije, apenas usando mi voz.
Me sonrió como si hubiera ganado un concurso.
—De nada, ______________.
—¿Cuál es tu nombre? —pregunté, sin preocuparme más de estar teniendo esta conversación en ropa interior.
Él levantó una mano grande y deletreó hacia mí:
—J-O-E.
Asentí con la cabeza y me alejé de él, saliendo de mis bragas y sujetador antes de entrar en la ducha.
bueno chicas aqui esta el otro capitulo
espero que les guste :D
bayy
cuidense :D
:bye:
jamileth
Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA
Ooooohhhh!!!!!..... Joe con secretos!!!!..... Pero en verdad es malo... Malo????
chelis
Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA
CAPITULO 3
No debería haber estado mirando; No debería haberle dado un segundo pensamiento. Él me había secuestrado, se llevó mi vida e identidad con un golpe de su auto y una dividida decisión. Sabía que no era mejor que el hombre del piso de abajo, quien no se había preocupado por la mujer que tenían en el baño del piso de arriba. Pero necesitaba algo a lo que aferrarme. Alguna pizca de esperanza de que sobreviviera a lo que habían planeado para mí. Los brillantes ojos verdes de Joe se posaron sobre mi cara y mi cuerpo, mostrando curiosidad, pero no emoción.
—Eres rubia. —No podía decir si estaba haciendo una pregunta o prestando declaración.
—Eres perceptivo.
—¿Eso fue sarcasmo o un cumplido?
—Lo llamaré un comentario sincero.
Los ojos de Joe me sonrieron, pero sus labios se detuvieron en un fruncido ceño.
—Vístete.
Me tendió un par de pantalones limpios, ahora mi único par, algunas bragas de algodón y una camiseta, presumiblemente una suya o posiblemente de Ray juzgando por el tamaño.
—Quiero mis propias ropas.
Joe no dijo nada, solo se cruzó de brazos y me miró fijamente.
—Dame mi ropa —le deletreé.
—Lo siento, cariño. No puedo hacerlo. Vístete.
Me alejé, poniéndome los vaqueros y una camiseta en el borde del fregadero. Levanté un pie lentamente, preocupada por no dejar caer la toalla o aplastar mis costillas, y deslicé las bragas hasta mis rodillas. Pero mi falta de alimento y agua me había dejado débil, y eso provocó que perdiera rápidamente el equilibrio al estar de pie. Me sostuve al lavabo, encogiéndome y jadeando de dolor.
Tan pronto como estuve de pie y comencé a hacer mi segundo intento, Joe estuvo de pie frente a mí.
—¿Tengo que hacer todo por ti?
—No estoy pidiéndote que hagas una maldita cosa.
—Ya, bueno, si no lo hiciera todavía estarías luchando por subir las escaleras.
—Porque hay muchos otros lugares en los que deberías estar ahora —Señalé.
—Si tienes algo que decir, entonces deberías decirlo —dijo Joe mientras tomaba mis manos.
Le miré, pero finalmente negué con la cabeza. No tenía nada que decirle.
—Lo imaginaba. —Apartó mis manos a un lado y luego se arrodilló a mis pies, tirando la ropa interior para que pudiese meterme en ella.
Cerré los ojos e instintivamente apreté juntos los muslos. Sentí a sus dedos deslizarse por mis pantorrillas y sobre mis rodillas, llamas lamiendo mi piel a su paso. Cuando llegó a mis piernas, no pude permitirles continuar. Agarré la tela de algodón y tiré de ellas entre sus dedos. Sus manos se apoderaron de mis muñecas y apretó lo suficientemente fuerte para que renunciase a luchar con las bragas y de un tirón alejó mis brazos. Mi ropa interior y la toalla cayeron al suelo, e inhalé profundamente mientras mi vulnerabilidad era expuesta.
Joe se puso de pie lentamente, sus ojos verdes tomándose su tiempo para examinar mi cuerpo desnudo. Su cara estaba cerca de la mía cuando finalmente habló:
—Bueno, bueno, realmente no tienes nada que esconder ahora, ¿verdad? —Sus dedos rozaron mi húmedo pelo, y me estremecí mientras situaba el rizo en mi desnudo hombro, el dorso de su mano rozando lo alto de mi pecho—. Ahora, no luches esta vez y terminará rápidamente.
Miré más allá de él, parpadeando para alejar las lágrimas. Se dejó caer de rodillas de nuevo y sentí que la ropa interior se detuvo en mis tobillos y sus dedos se envolvieron entorno a mis delgados huesos. Su aliento era cálido en la mojada piel de mi muslo interior y no hizo un intento por ocultar lo que estaba haciendo. Su mano fue hacia la parte trasera de mi muslo, levantado las bragas. Sentí una punzada de excitación profunda en mí. ¡Esto no debería estar pasando! Mi cabeza me gritaba que me liberara de él, sin permitirle tocarme de esta manera. Pero mi cuerpo estaba queriendo ver hasta dónde iría a continuación, queriendo ver lo que él intentaría.
Me quedé tan quieta como pude, mi aliento entrando en profundas bocanadas. Frías lágrimas se deslizaron por mis mejillas y el calor aumentó en mis piernas donde Joe me tocaba. ¿Por qué no podía terminar esto? ¿Por qué estaba torturándome de esta manera? Aparentemente no era suficiente el casi matarme y luego capturarme antes de traerme a esta sórdida casa. Ahora tenía que estar humillada.
Los dedos de Joe rozaron la parte posterior de mis muslos. Bajé la mirada para ver a sus labios presionándose firmemente juntos, sus ojos centrados en la tarea. Estaba tan cerca de mi desnudo y magullado cuerpo. Sus manos treparon hasta llegar al área sensible justo debajo de mis nalgas y luego dudó. Mi aliento se quedó en mi garganta mientras contenía un sollozo y cerraba los ojos. Su tacto aumentaba mis sentidos y el lado de su hermosa cara preocupándose de degradarme era abrumador. Rogué que me liberase. Lenta y confidencialmente, sus manos abrieron mis piernas y sus dedos se encontraron entre ellas.
—Por favor —gemí mientras sentía uno de sus dedos comenzar a presionar dentro de mí. ¿Por favor detente? ¿Por favor continua? No estoy segura de lo que estaba pidiendo en ese momento, pero supe que no podía aguantar mucho más.
Sus dedos permanecieron dentro de mí a medida que su otra mano sostenía firmemente la parte trasera de mi pierna. Abrí mis llorosos ojos para verle mirándome. Se hundió más profundo. Grité, en primer lugar por la conmoción y después una segunda vez por el golpe de dolor en las costillas mientras inhalaba fuertemente.
Antes de que pudiese siquiera tratar de recuperar la compostura, Joe tenía la banda elástica de las bragas entorno a mis caderas. No podía mirarle mientras se movía detrás de mí y me ayudaba con el sujetador, levantando mis brazos y maniobrando las cintas sobre mis hombros. Sus manos no se entretuvieron esta vez y gentilmente puso el sujetador entorno a mis doloridas y ennegrecidas costillas. Puso mi mano en su fuerte hombro para sostenerme contra algo estable y luego me puso los pantalones. La enorme camiseta fue lo último, y Joe enrolló el material para que yo pudiese meter la cabeza y los brazos. La mitad colgaba hasta mis rodillas, pero olía fresco, un cambio bienvenido desde el nauseabundo hedor de la sangre y el moho.
Una vez que estuve completamente cubierta, finalmente me permití mirarle de nuevo. Joe me miró y asintió, claramente orgulloso del trabajo que había realizado, como si vestir a una mujer ahora fuese alguna especie de logro de prestigio.
—¿Te sientes mejor? —¿Estaba bromeando? ¿De qué había que sentirse mejor?
—Relativamente hablando.
—Entonces vamos. Querrás comer algo, imagino. —Suspiró, con una mirada de molestia en su rostro, y abrió la puerta.
—Si voy a ser una carga para ti, entonces déjame ir.
—Creo que serás de más valor que el hacerme un bocadillo de atún, Rubia. Pero la cantidad aún está por determinarse, ¿verdad?
Así que estaba tras el dinero. El dinero que tenía, y yo estaba más que dispuesta a renunciar a él por mi libertad.
—Si quieres dinero, entonces puedo conseguir eso para ti. Solo déjame en un banco y vaciaré mi cuenta.
—Dame un número. —Joe cruzó los brazos en frente de su pecho.
Pensé en todos los cheques que había recibido por mi graduación, mi fondo de crédito se había potenciado en mis veinte cumpleaños y aún no había sido tocado, y los sobornos que mi padre me había dado por mantenerme fuera de problemas.
—Veinticinco —respondí al final.
—¿Doscientos cincuenta? —Eso no iba a durarme mucho tiempo considerando que había que dividirlo en tres partes.
—Mil. Veinticinco mil dólares.
Se paró y se dio la vuelta, mirándome con la misma suspicaz mirada que me había dado en el piso de abajo.
—¿Qué hace una autoestopista con ese dinero?
—Si puedo conseguirlo para ustedes, ¿por qué importaría?
—Dime, ¿qué te hace pensar que estás en algún tipo de posición para estar haciendo preguntas?
Miré al suelo. No estaba en posición de estar haciendo preguntas. Pero no quería que supiese la verdad. Si le contaba de donde venía todo el dinero, sabría que estaba conectada con personas que le podrían dar mucho, mucho más. No, sería mejor mentir, dejarle tomar lo que tenía y dejarme.
—Mis padres fallecieron y los veinticinco mil es todo lo que queda de mi herencia.
Él caminó de regreso a mí, levantó mi barbilla con su mano y, una vez satisfecho de eso, le estuve mirando, en espera de su respuesta.
—M-E-N-T-I-R-O-S-A.
Me estremecí y volví a apartar la mirada, furiosa conmigo misma por pensar que el plan podría funcionar. Sus largos dedos se envolvieron alrededor de mi brazo y comenzó a guiarme fuera del baño y al piso de abajo. Alcanzamos el cuarto de estar donde Ray y el individuo pequeño estaban sentados en la mesa. Mis posesiones aún estaban esparcidas por los alrededores.
—¿Qué averiguaste? —Ray se puso de pie y caminó hacia mí.
Joe negó con la cabeza, volviéndose lentamente hacia mí por lo que pude leer sus labios.
—Nada, no puede decir una palabra.
Ray frunció el ceño y me dio una mirada disgustada.
—Así que, a conseguir esa mierda de firma suya.
—Lo haré cuando merezca la pena hacerlo.
¿Por qué estaba haciendo esto? Él sabía la verdad, pero se la estaba ocultando a los otros. Mis miembros comenzaron a temblar mientras era consciente de que estaba escondiendo mi secreto por una razón. Cuál era esa razón, no podía imaginarlo, ni tampoco quería saberlo. Me volví hacia Ray.
—Bueno, genio, era tu plan traerla aquí en lugar de dejar a la zorra en el lado de la carretera con su amiga. Es mejor que hagas que este inconveniente sea digno de mi tiempo.
—Si no quiere hablar, la haré gritar —dijo Joe, su malvada sonrisa enviando escalofríos por mi columna vertebral. Sin otra palabra, me sacó de la habitación.
jamileth
Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA
CAPITULO 4
Se apoyó en el mostrador y me miró desde el otro lado de la habitación.
—¿Quieres decirme quiénes son tus padres?
Sacudí mi cabeza.
—¿Quieres que adivine?
Me fulminó con la mirada.
—Te estaba diciendo la verdad —deletreé
—Mierda… ―Joe murmuró algo acerca de mi discapacidad cuando salió de la habitación. Me senté allí, sin saber qué hacer. Podía gritar su nombre, pero Ray se daría cuenta de que Joe había mentido. Por mucho que Joe no me gustara, odiaba mucho más a Ray. El hombre había estado dispuesto a matarme a sangre fría. No es un crimen pasional, solo un crimen de conveniencia. Lo creí capaz de ello.
Joe regresó con un pedazo de papel y un rotulador.
—Escríbelo.
Tomé el rotulador y retiré la tapa.
—No mentí.
—Tonterías —escupió Joe. Me encogí de hombros y me recosté en mi silla. En un instante, su mano estaba en la parte de atrás de mi cabeza, él agarró mi cabello y me obligó poner mi cara en la mesa. Sus labios aparecieron cuando giró mi cabeza hacia ellos.
—¡Escribe los nombres de mierda, ______________!
Me tiró hacia atrás y soltó mi pelo. Mi mandíbula se apretó con rabia, pero mi mano se apoderó de la pluma en la sumisión.
Clive y Meghan Winters
Aparté el papel de mí y lancé la pluma en la mesa. Al menos parte de lo que había escrito era verdad y si hacía alguna investigación en absoluto iba a saber que mi madre y su marido habían muerto en un accidente automovilístico. El nombre de mi padre permanecería en secreto hasta que no lo sacaran a la fuerza de mí o descubierto por otros medios. Joe tomó el papel y entró en la otra habitación. Unos instantes más tarde, sentí temblar el piso de madera cuando la puerta de entrada fue cerrada. Ni siquiera se me ocurrió que Joe me dejaría sola en la casa. Tímidamente, me levanté y anduve hasta doblar la esquina, aliviada al ver de pie a Joe delante de un armario abierto. Lo vi sacar algo de ropa y un edredón del estante superior. Luego, como si pudiera sentir que lo miraba fijamente, se dio la vuelta.
—Me puedes preguntar por qué, si quieres. —Fue curioso, pero no esperaba una respuesta que me gustaría.
—¿Por qué le mentiste a ellos?
—Cuanto más sé, menos me van a necesitar. Ray es tonto y actúa antes de pensar. Su hermano le seguirá en cualquier cosa.
¿Así que lo que planeaba hacer era pedir un rescate por mí por el precio más alto y mantener todo para sí mismo, mientras que los otros dos hacían el trabajo sucio?
Con los brazos llenos de ropa de cama, empezó a caminar hacia mí.
—¿Te molesta que te esté utilizando de esta manera? ―Su sonrisa destilaba desprecio. Negué con la cabeza.
—Úsame tanto como quieras. Sólo promete dejarme ir al final y juego cualquier juego que quieras.
—¿Es una invitación?
—No. —Eres repugnante pendejo.
—Bueno, solo para que sepas, Rubia, necesitas mi protección, tanto como necesito tu silencio. —Estaba de pie, sosteniéndose en un brazo, y si yo no hubiera estado en tal dolor, lo habría abofeteado. No necesitaba nada, sobre todo de él—. Deberías aprender a apreciarme y dejar de fulminar con la mirada así. —Empujó las sábanas y el edredón en mi pecho, y yo instintivamente levanté los brazos para atraparlos antes de caer.
¿Apreciarlo? Apreciar era una connotación demasiado agradable. Me sentí como si estuviera en deuda con él por lo que había hecho. Desde luego, no estaba agradecida por cualquier cosa.
—No necesito tu protección —dije cuando él anduvo alrededor de mí y abrió una puerta. Miré detenidamente dentro y vi una escalera conducir abajo a un cuarto oscuro—. Después de ti. —Me señaló hacia abajo, y tomé tímidamente los primeros pasos. No se hacía un poco más fácil ver en la penumbra del sótano, entonces giré para asegurarme que Joe me seguía. Su rostro no era más que una sombra con la luz de la planta alta en su espalda. Su mandíbula se movía, pero no podía leer sus labios y con un gemido frustrado seguí hacia la oscuridad. Sólo había una rendija de luz a la izquierda al llegar a la parte inferior de las escaleras. Sentí el frío piso bajo mis pies y el aire olía a húmedo, pero más allá de eso, no había nada. Tan pronto como Joe llegó abajo, me empujó a un lado y se acercó a una pared detrás de la escalera, desapareciendo en la oscuridad.
En cuestión de segundos, una bombilla encima de mi cabeza parpadeó y produjo un tenue resplandor, débil como para dejar algunas esquinas del sótano en las sombras.
Miré a mí alrededor. No había ventanas en las paredes de bloques de cemento gris, sólo piezas antiguas de muebles rotos que se inclinaban peligrosamente entre sí. Un escape del piso de la cocina había manchado el techo y caía en un charco en el suelo. Una nevera negra fue apoyada en una esquina al lado de un viejo lavabo. Joe sacó un viejo colchón manchado de la pared, tirándolo al piso en el centro de la habitación. Dejé caer la ropa de cama y me arrodillé al lado del colchón, cautelosa para no herir mis costillas. La cama estaba seca, pero tenía un olor extraño. Por lo menos era mejor que el piso. Empecé estirando las sábanas y metiéndolas al colchón, preguntándome qué estaba pensando Joe. No me estaba ayudando, pero se mantuvo en un extremo de la cama, con los brazos cruzados en el pecho, y sólo me miraba mientras yo trabajaba.
—¿Y ahora qué? —Me miró una vez.
Sus ojos verdes se entrecerraron y flexionó sus músculos.
—Nada.
—¿Saben que yo me quedó aquí abajo?
—¿Quieres venir arriba? ¿Tal vez jugar un juego de mesa o ver una película? —Él sonrió con satisfacción.
Él me aterrorizaba tanto como me intrigaba. Sabía que este hombre era peligroso y quería nada más que para escapar de él. Pero nuestra escena en el baño se reproducía en mi cabeza. Fácilmente podría haberme tomado, haberme tirado en el suelo y forzarme completamente. Pero no lo hizo. O no quería, o se detuvo a sí mismo. Tal vez había estado preocupado de que Ray y su hermano pudieran escuchar. Pero si ese fuera el caso, ¿por qué no había intentado nada desde que salieron?
—¿Puedo tener mis cosas? Me gustaría lavarme los dientes. — Todavía podía saborear el atún. Joe asintió con la cabeza hacia la escalera y vio como acurruqué mis pies debajo de mí, rodó hasta mis dedos de los pies y se puso de pie sin doblar mi torso. Me siguió por las escaleras y me arrastró hasta el baño. Se quedó fuera cuando cepillé mis dientes y usé los servicios, no me dejó cerrar la puerta del todo. Miré fijamente el espejo. La pasta de dientes fregó lejos el gusto del atún y la arena del día anterior, pero no podía quitar la sensación en la parte posterior de mi garganta. ¿Conoces esa sensación de asfixia leve dónde tienes miedo de echarte a llorar en cualquier momento? Había estado allí desde que me desperté en el maletero del auto y todavía no quería desaparecer. Mi cabello se había secado y ahora eran rizos que colgaban alrededor de mi cara y cuello. No había tenido el pelo rizado en años, confiando diariamente en un alisador de cabello para alisarlo. Mi cara estaba amoratada a lo largo de la línea del cabello, por encima de mi ojo derecho. Mis labios estaban agrietados todavía y mis mejillas estaban pálidas. Pero el aspecto me iba por el momento. Ejemplificaba todo lo que sentía, todo lo que estaba pensando: asustada y herida, vencida e indefensa.
Le di la espalda al espejo y caminé pasando a Joe, para bajar las escaleras a la entrada del sótano. Me volví hacia él antes de que abriera la puerta.
—¿Vas a cerrar detrás de mí?
—Sí ―respondió claramente y sin ningún signo de culpabilidad.
—¿Y si necesito algo?
—Puedes esperar hasta la cena.
No voy a tener hambre, me dije a mí misma cuando me aparté de él y éste abrió la puerta, cerrándola detrás de mí mientras caminaba por las escaleras. Me dejaron la luz encendida cuando me metí en la cama, el sueño finalmente me alcanzó, rogándome que me dejara llevar. Caí dormida viendo a las tablas de las soleras producir ligeras nubes de polvo mientras Joe se paseaba en el piso de arriba.
bueno chicas aqui les subi dos caps :D
chauu
cuidense :bye:
jamileth
Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA
JOEEE!!!.... ES UN JODIDO LOCOO!!!.. PERO QUE ES LO QUE SACRA DE TODO ESTOO????
chelis
Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA
@ntonella escribió:NEW READER!!! :BAM: :chkt:
Bienvenida :P
jamileth
Re: Sufriendo en el Silencio Joe y Tu TERMINADA
hola chicas he estado enferma, y tambien de viaje asi que por eso no les he subido caps... pero ahora estoy un poco mejor y les hare una maraton de cinco caps :D
jamileth
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