Dos letras, Malik.

Roseline aún permanecía sobre el ring, siendo casi las 10pm. mientras Zayn iba a comprar pizza, ya que se quedarían un rato más. El entusiasmo que la castaña transmitía en el lugar era tal, que varios de sus compañeros aceptaron quedarse y hacerle compañía, como una noche familiar.
Las noches familiares en el gimnasio constaban de un poco de entrenamiento; unas buenas duchas luego de tanta pelea; todos comían juntos pizza, algunos tirados en el suelo, otros recostados en el sofá; un buen rato de bebidas, risas, chistes malos y juegos. Luego, cada cual volvía a su hogar, a la hora que quisiese, ya que el último en irse era el entrenador, y éste tenía su casa conectada con el gimnasio por medio de una puerta, la cual estaba siempre cerrada.
No permitía a nadie pasar por aquella puerta, ni entrar, ni salir. Procuraba que sus hijos se mantuvieran estudiando u ociando, antes de tener que entrenarlos. Sí, amaba entrenar, pero jamás habría deseado el mismo futuro para sus hijos, él quería que se destacaran, y sean mejores que su propio padre.
Pero Oliver, uno de sus hijos, de diecisiete años, vivía todos los días discutiendo con Dominic, ya que a él no le interesaba su futuro. No ahora, era joven, y tenía que disfrutarlo. Él quería pelear, y entrenar como su padre, pero Dominic no presentaba el mismo entusiasmo con aquella decisión.
De todos modos, Oliver entrenaba por su propia cuenta en el gimnasio, y procuraba no hablarle a su padre. ¿Por qué?, para evitar el mal ambiente, siempre solían terminar discutiendo, y todos los chicos, y Roseline, no sabían por cuál lado ir, ya que nunca nadie tenía la razón.
En base a la relación de Oliver y Roseline, ellos eran grandes amigos. No como Zayn y ella, pero lo eran. Pasaban gran parte del día entrenando juntos, y cuando Zayn no estaba, por motivos x, Oliver se quedaba hasta tarde en su departamento haciéndole de compañía. A veces, se quedaba a dormir.
— ¿Rose, me ayudas? — inquirió Zayn, entrando de espaldas al gimnasio, ya que tenía las manos ocupadas cargando tres cajas de pizza. Eran muchos en el gimnasio, si es necesario comentar.
— Ay Zayn, espera — rió Roseline bajando del ring. Al llegar, tomó dos de las tres cajas que él llevaba, y corrió la puerta con el pie, dándole más espacio para entrar. —. Debes dejar de hacer ésto, a la próxima yo te acompaño, ¿sí?
Zayn negó rápidamente. Si ella iba con él, significaría una sola cosa: toparse con Emily. Siempre caminaba solo hacia la pizzería, a la misma hora, para juntarse, y pasar un rato. ¿Cómo nadie lo notaba?, él era bueno para engañar. Decía que pasaba el tiempo esperando por las pizzas, pero sólo estaba hablando con ella. Entonces, si ellas se topaban, él estaría acabado.
Roseline frunció el ceño. ¿Qué le pasaba?, ¿por qué actuaba tan raro?, si sólo había sido un comentario con buenas intenciones, ¿no?
— No. Yo puedo... solo. — murmuró, y luego dio una sonrisa torcida. Ella ya comenzaba a sospechar.
Zayn dejó las cajas sobre la mesa de café, y las abrió. Con su mano haciendo de abanico, la movió esparciendo el olor a comida por todo el gimnasio, despertando el hambre de los muchachos. Pronto todos correrían a las duchas, para luego disfrutar de unas deliciosas porciones.
La regla era bañarse y luego disfrutar, según el entrenador. Además, llegaban limpios y sin hambre a la casa, no había nada mejor que aquello.
Roseline corrió al baño. Ella siempre era la primera en ducharse. Es decir, era una chica, todos le daban su espacio y tiempo. Todos tenían su propia ducha, nadie podía entrar a la del otro, menos a la de Roseline. Si alguien lo hacía, ella lo notaría, y estarían acabados. Hasta no encontrar al husmeador, no iba a descansar. Y si ella no descansaba, nadie del gimnasio lo hacía.
Rápido, se quitó la ropa, y se metió a su ducha. Pasó el shampoo por su cabello, y lo masajeó como siempre hacía.
Pero hoy iba a ser distinto, desde ahora lo sería.
Mientras ella se duchaba en paz, Oliver, en silencio, caminó hacia la llave de agua. Sí, lo haría. Apenas se encontraba frente a la llave, miró el camino. Suspiró y murmuró un "corran rápido, piernas", sabiendo que lo siguiente que se aproximaba no sería bueno, pero sí divertido.
Por lo menos, para él y los chicos lo sería.
— ¡Oliver voy a matarte! — exclamó Roseline en el momento cuando sintió aquél escalofrío recorrer su espina dorsal. Eso sólo podía significar una sola cosa, era Oliver de nuevo, jugando con la llave del agua caliente.
Rápido salió de la ducha, y se colocó su ropa interior como un rayo. Entonces, envolvió su cuerpo en la toalla, corriendo hacia el castaño, para, como era de costumbre, golpearlo.
Una vez que sus ojos se cruzaron con él, arrasó con todo lo que tuvo a su alrededor, enfocando su objetivo en la cara de Oliver. Una vez que ya estaba cerca, aparecieron en el gimnasio, y todos los veían, riendo.
— ¡No me mates, por favor! — rió él, intentando acelerar, aunque se le hacía imposible.