Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Tales of Volmoria {Audiciones abiertas.
O W N :: Novelas colectivas :: Novelas colectivas :: Novelas Colectivas :: Inscripciones / audiciones
Página 3 de 5. • Comparte
Página 3 de 5. • 1, 2, 3, 4, 5
Re: Tales of Volmoria {Audiciones abiertas.
Estás dentro, Pau ya se como escribes, y lo haces muy bien.paularamirez escribió:Liam Payne|Shay Mitchell|Emma Watson|Logan Lerma[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]n.Pd:el cap esta en lo ultimo de la pagina.
Invitado
Invitado
Re: Tales of Volmoria {Audiciones abiertas.
Estás dentro, Kay. escribes como los mismos dioses.Kay. escribió:Daniel Sharman | Dasha S. | Kristina R. | Ash Stymest.
- escrito:
El suceso que llegó a ser llamado popularmente El Comienzo de la Nueva Era comenzó no pasadas las siete de la tarde del día 30 de octubre. Los dos pelotones (cada uno de aproximadamente 35 soldados) fueron trasladados por un helicóptero al Punto en Rojo que había sobre el edificio Hancok de al menos 50 pisos el 31 a las doce de la madrugada. “Las Aguilas” iba hacia el Oste (en rango de al me 20 manzanas) donde tendrían que localizar a los “supuestos” sobrevivientes que se habían agrupado en su propio Punto de Encuentro y traerlos al puerto de helicópteros. Otros tres batallones se ocupaban de los diferentes puntos cardinales, incluyendo “Caballo de Troya”.
Hace más de dos horas un avión de las Fuerzas Aéreas había anunciado a través de un megáfono en pleno vuelo información sobre los Puntos de Encuentro donde los unidades rescatarían a los civiles, por lo que había una gran esperanza de que los civiles hubieran sido los suficientemente consientes para, al menos, intentar llegar a alguno.
La vista era impresionante desde allí arriba; había autos arrinconados los unos contra los otros en toda la calle, pequeños incendios y locales con vidrieras rotas (muchos habían utilizado la distracción de los muertos-caminantes para saquear tiendas de electrodomésticos, pero de poco les servirían ahora, que la electricidad había sido cortada). También había enormes salpicaduras rojas manchando paredes, suelos y todo tipo de superficie.
Era increíble el poco tiempo que podía tardar una ciudad en ponerse de patas arriba.
Ver las calles frente a frente era incluso más morboso, un cuerpo yacía ensangrentado a metros de la entrada del Hancok, sus brazos estaban despatarrados a su alrededor y lucían mordeduras profundas y animales, al igual que todo su cuerpo. Un pequeño agujero de bala atravesaba su frente; seguramente había despejado el área para que ellos pudieran salir más “tranquilos”. Pero el Tipo no era el único, más de veinte cuerpos como el suyo (carcomidos y ensangrentados, con una bala atravesando su cráneo) reposaban sobre la calle, los capós de los autos e incluso, algunos de ellos, estaban con sus espaldas apoyadas en las paredes, con sus rostros contorsionados en rictus de apetito bestial. Erik avanzó tratando de actuar lo más inhumanamente posible, había visto cuerpos descuartizados antes, había visto soldados volar por los cielos cuando pisaban una mina, y ni hablar de a los que él mismo había disparado. Podía con esto, por más extraño que fuera.
Un tipo llamado Gilbert Gilbertson (el mero hecho de estar en medio de una apocalipsis zombi no había detenido a los soldados de reír cuando se presentó) condujo a los batallones hacía la entrada de unas alcantarillas de sección circular que dirigirían a los soldados a los diferentes Puntos de Encuentro. El olor a mierda, agua podrida y suciedad hizo retroceder a la gran mayoría, pero Erik, tratando de incentivarlos, avanzó, respirando por la boca los olores ácidos y abriéndose paso a través de las aguas marrón oscuro. Un tipo a sus espaldas sufrió de una arcada y Erik no se sintió sorprendido de que los demás lo siguieran, a pesar de todo. Por minutos lo único que escuchar fue el vaivén del líquido amierdado, los pasos vacilantes de sus camaradas y el sonido de intercaladas gotas cayendo.
Pero entonces llegaron al final y tuvieron que subir a la superficie, donde la cosa estaba mucho peor que en el Hancok. Si había personas mordisqueadas y ensangrentadas, con miembros faltantes, pero ellas caminaban y atacaban.
Antes de que Erik pudiera advertir, uno de los tipos de su batallón cerró la alcantarilla, provocando un ruido estridente y muy llamativo. Y eso fue suficiente.
La mayoría de las cosas se voltearon hacia ellos y comenzaron a caminar, extendiendo sus brazos hacia delante, no parecían humanos para nada.
Erik hizo una seña que decía claramente «muévanse» y, todos formando una fila de uno, corrieron detrás de él hasta adentrarse en el almacén donde suponían estar los sobrevivientes. No había nadie. O al menos no a la vista.
Top-Gun, uno de los soldados más antiguos, junto con Vásquez cerraron la puerta con rapidez y la trabaron con una escoba. Luego arrastraron un estante (sin antes tirar las cajas que este sostenía) hacia la puerta para que los caminantes hambrientos no entraran. Pero, de todas maneras, la puerta seguía sacudiéndose a medida que más cuerpos semi-muertos se abalanzaban contra ella.
— ¿No deberían de estar aquí los tipos? —pregunta con resignación Vásquez, mirando a Erik fijamente, lista para acatar órdenes.
— Es muy probable que se hallan adentrado más en la estructura, el almacén es un lugar grande. Más lejos de ellos —señaló a los caminantes— mejor.
— Entonces qué esperamos.
Erik desnudó un cuchillo aserruchado, que exhibía un pequeño e intrincado dibujo de águila en el mango (una pequeña marca de patriotismo), al igual que todos los demás. En la conferencia había especificado que los bichos se sentían atraídos por los mínimos ruidos; disparar haría que se les abalanzaran encima.
Probó con las tres puertas que había del lado norte del almacén, estaban todas cerradas, y cuando las abría, no eran más que pequeños depósitos.
Minutos pasaron, en los que la desesperación lo corroía. Si nadie había ido, ellos serían culpados.
Entonces escuchó voces, no tenía idea de donde provenían pero estaba seguro de que eran reales. Entonces se escuchó un sollozo. No era su imaginación, era real, lo supo en el momento que sus compañeros alzaron sus cabezas, como perros de caza.
Provenía del suelo, bueno, no el suelo prácticamente, sino más halla. Erik cerró un ojo y trató de mirar entre las rendijas que había entre las tablas de madera que conformaban el suelo. Se puso de cuclillas y escuchó. Era el sollozo de una niña.
Eso lo exasperó.
Hizo que los demás integrantes de su batallón se le acercaran y les murmuró que buscaran alguna puerta en el suelo que llevara el sótano del lugar. Pero no fue de mucha ayuda, ya que lo encontró él solito.
Debajo de uno de los mostradores había una pequeña portezuela cuadrada, pero le bastó con darle una ojeada para saber que estaba trabada por dentro. Probablemente lo que estaba a punto de hacer los asustaría, pero no tenía tiempo. Las puertas del almacén estaban siendo aporreadas por centenas de manos ensangrentadas.
Luego de correr el escritorio con rapidez saltó encima de la puertecilla de madera, lo hizo fuerte y rápido, eso bastó para que se rompiera y, junto con él, cayera al sótano con un estruendo, en un revoltijo de polvo y madera.
Lo que pasó luego fue demasiado rápido para que lo pudiera recordar con claridad, aterrizó sobre algo blando y a la vez duro, un cuerpo atado a una silla. Cuando la miró, supo que era un caminante, lucía una piel grisácea, en estado de descomposición y los gigantescos y amarillentos ojos estaban hundidos sobre sus cuencas. Pensó con rapidez y le clavó el cuchillo, que mágicamente había caído a su lado, en la frente, justo cuando la infectada se aproximaba a su yugular.
Casi lo había mordido, se había salvado por milímetros.
Casi muero. Casi muero. Casi muero. Casi muero. Casi muero.
Se escuchó otro sollozo infantil y el levantó la cabeza, con la mano todavía cerrada alrededor del mango de su cuchillo clavado.
El sótano era pequeño, contaba con una habitación de pocos metros cuadrados y las paredes estaban cubiertas de estantes con suministros de papel higiénico, servilletas, vasos de telgopor y bolsitas de café en polvo.
Había más de 18 personas acurrucadas contra las paredes, muchas de ellas estaban sucias o ensangrentadas (sangre que no parecía de ellos), como si hubieran permanecido en el mismo lugar por un largo tiempo. El aire olía a sudor y vómito y el único sonido era el de las respiraciones y las palabras que intercambiaban sus compañeros en la superficie. «¿Qué bicho le picó?» decían.
Frente a él había una pequeña, echa un bollito en unas de las esquinas de la habitación. Llevaba un vestido blanco (que ahora era un mezcla de negro y rojo) y el cabello rubio platino corto y enmarañado.
Ella era la de los sollozos. Pero nadie se le acercaba para consolarla, todos yacían solos o con sus respectivos familiares, sumidos en profunda tristeza.
Erik se iba a acercar justo cuando la adolescente histérica se abalanzó sobre él, gritando y pataleando. Erik no tardó en suponer que la infectada que acababa de exterminar era su madre.
— ¡Maldito hijo de puta! ¡Maldito hijo de puta! ¡Maldito hijo de puta! —sollozó, tratando de golpearlo. Erik desencajó sus golpes con suaves movimientos manuales y la sujetó por los antebrazos repitiendo «tranquilízate» repetidas veces. Había luchado contra Israelíes armados pero no podía tranquilizar a una adolescente histérica.
Pero entonces ella vio las estrellas doradas que había adheridas al hombro de su uniforme negro: su expresión de enojo se demacró y los golpes eran más pausados y suaves.
— Eres de los tipos que nos salvarán ¿cierto? —dijo una voz a sus espaldas, un hombre de metro setenta y un negro bigote veteado con blanco lo miraba despectivamente. Unos anteojos de montura dorada descansaban sobre el puente de su nariz; uno de los lentes estaba ligeramente roto.
Erik casi se echa a reír — Nos han mandado a llevarlos al puerto de helicópteros.
Todos los de la sala se tensaron. — No podemos salir, mi mami no volvió.
La niña rompió el silencio, poseía una voz adorable e infantil que provocaba a Erik querer abrazarla y cuidar de ella. Antes de alistarse en el ejército el podaba el césped para una señora mayor llamada Lis, estaba seguro que la vieja solo lo había contratado para verlo sudado y sin remera, pero la paga estaba bien y le servía para comprar drogas. Lis tenía una nieta de 5 años que se llamaba Alice y era la cosita más dulce del mundo, había llegado a tener un enorme cariño por ella, cada vez que volvía a casa por sus vacaciones le traía un regalo comprado en el país en el que lo había ubicado. Era muy probable que ella estuviera muerta ahora. Ver a esa versión rubia de Alice activó su lado fraternal.
Erik se puso de cuclillas y le extendió la mano para que se acercara, pero la niñita se irguió como un gato, apretándose contra la pared. Ella estaba mirando a su mano, la mano que sostenía el cuchillo. Lo soltó y se le acercó con pasos cortos y vacilantes y, para su sorpresa, la niña se abalanzó sobre él, rodeándolo con huesudos y pálidos brazos. — Quiero a mi mami.
Cuando todos sus soldados hubieron bajado se reunieron en una ronda. Un chico de 25 años vestido con una gorra de los Yankees había sido cajero del almacén, por lo que les contó sobre la distribución del lugar y las salidas. La del frente no era una opción y la que había en el sótano (por donde había salido la madre de Boo—Alice Rubia) dirigía al segundo piso del almacén. Era lo único que les quedaba.
— Bueno, el plan es subir al segundo piso y dirigirnos a la azotea, la mayoría de las estructuras que hay en la manzana son de techos bajos, así que podemos saltar entre cada una y bajar cuando no haya más.
— Y encontraremos a mi mami ¿cierto?
— Cierto.
Erik podía escuchar como todos parloteaban a su alrededor. Sabía el nombre de pocos, el de la gorra de los Yankees se llamaba Bob, la adolescente histérica se había negado a hablar pero Charlie (el tipo de los anteojos) la había llamado Melanie.
Los demás, que en total eran diecisiete, no había dicho palabra desde que Erik mató a la infectada. Se habían limitado a asentir cuando Vásquez dio una leve explicación de lo que estaba sucediendo.
Todo su batallón se desarmó para repartir las armas entre todos, quedándose solo con cuchillos y pistolas. Boo fue la única que no recibió una, a lo que parecía frustrada.
Ella solo le hablaba a Erik, tanto que, cuando estaban por salir de la habitación, él tuvo que pedirle que se callara.
La puerta dirigía a un conjunto de escaleras grises y todos se sintieron agradecidos de que no hubiera ningún infectado cerca. Avanzaron en dos grupos, Erik, Vásquez, Top-Gun y Tom fueron primero, mirando la zona y listos para despejarla. Para su sorpresa, nada pasó. El grupo de civiles era rodeado por lo que quedaba del batallón, avanzaban de a poco y con mucho cuidado. Cuando llegaron a la azotea, esta estaba vacía, bueno, casi. Había un cuerpo con la cabeza aplastada yaciendo sobre un escalón. Era un infectado, un caminante.
Erik suspiro de alivio, no era la mamá de Boo, era un hombre. Cuando todos estuvieron allí, Erik miró hacia abajo sorprendido por el ruido, los caminantes había atravesado la puerta del almacén.
No había forma de que todos llegaran a la azotea del edificio contiguo, el espacio entre ellos era ancho y poco accesible para personas normales. Vásquez había saltado ya y miraba su reloj repetidas veces, ansiosa. Erik estaba seguro de que si se acercaba el final de la segunda hora, ella los abandonaría.
— No es tan difícil, solo no miren abajo. —sugirió Bete (un miembro del batallón) a una pareja de mediana edad que estaba aterrorizada.
Los dos asintieron, casi al unísono y se balancearon en el borde el edificio. — ¿Juntos?
Pero la mujer fue la única que saltó, apenas llegó a sujetarse del barandal del otro edificio, pero lo logró. Vásquez la ayudó a subir lo demás de su cuerpo y ella quedó del otro lado, dirigiéndole una mirada vencedora y enojada a su pareja.
— Gente ¡GENTE! Apúrense, un par de ellos cayeron al sótano y están subiendo.
Eso fue suficiente, la mayoría saltó y llegó al otro lado, Melanie erró por unos centímetros y cayó dos pisos, aterrizando en el suelo sobre sus piernas rígidas.
«Mal» pensó Erik antes de que una horda de caminantes se abalanzara sobre ella y se la comiera viva. Charlie también cayó, no hacía falta mirarlo dos veces para darse cuenta de que no lo lograría. Era dueño una enorme barriga endurecida y grasienta que demostraba que no estaba en forma. Siquiera pudo saltar la mitad de la longitud.
Solo quedaban, Erik, Boo, Bob y Bete, los demás soldados habían saltado.
Vásquez miró su reloj y dijo fríamente —: Debemos irnos, solo nos queda media hora.
Top-Gun los miró a los tres con algo de tristeza. — Salten.
Pero sabía que no lo harían, Bob estaba petrificado y temblaba deliberadamente, era imposible que Boo llegara al otro lado y Erik no saltaría si ella no lo hacía. Y Bete se quedaría si así lo hacía Erik, era fiel hasta la muerte.
— No lo harán, vamonos.
Ninguno de los presentes protestó ante las palabras de Vásquez, solo se dieron vuelta y saltaron hasta el otro edificio.
Erik levantó el arma y apuntó a la cabeza de Vásquez, esa maldita hija de puta se las iba a pagar. Pero entonces, la manito de Boo le tocó la pierna y señaló al otro lado.
— Es mi mami.
Invitado
Invitado
Re: Tales of Volmoria {Audiciones abiertas.
No hay problma, solo que su presencia me emociona(?Kay. escribió:Deby. escribió:Kris omgTenía que shippearla con Daniel, souri(?)
Invitado
Invitado
Re: Tales of Volmoria {Audiciones abiertas.
Me alegro mucho que les guste, en serio. A las que faltan, no se estresen, falta demasiado para que yo cierre. Las amo y Deby un besito bien sexy.
Invitado
Invitado
Re: Tales of Volmoria {Audiciones abiertas.
Lore. escribió:Estás dentro, Kay. :AA:escribes como los mismos dioses.Kay. escribió:Daniel Sharman | Dasha S. | Kristina R. | Ash Stymest.
- escrito:
El suceso que llegó a ser llamado popularmente El Comienzo de la Nueva Era comenzó no pasadas las siete de la tarde del día 30 de octubre. Los dos pelotones (cada uno de aproximadamente 35 soldados) fueron trasladados por un helicóptero al Punto en Rojo que había sobre el edificio Hancok de al menos 50 pisos el 31 a las doce de la madrugada. “Las Aguilas” iba hacia el Oste (en rango de al me 20 manzanas) donde tendrían que localizar a los “supuestos” sobrevivientes que se habían agrupado en su propio Punto de Encuentro y traerlos al puerto de helicópteros. Otros tres batallones se ocupaban de los diferentes puntos cardinales, incluyendo “Caballo de Troya”.
Hace más de dos horas un avión de las Fuerzas Aéreas había anunciado a través de un megáfono en pleno vuelo información sobre los Puntos de Encuentro donde los unidades rescatarían a los civiles, por lo que había una gran esperanza de que los civiles hubieran sido los suficientemente consientes para, al menos, intentar llegar a alguno.
La vista era impresionante desde allí arriba; había autos arrinconados los unos contra los otros en toda la calle, pequeños incendios y locales con vidrieras rotas (muchos habían utilizado la distracción de los muertos-caminantes para saquear tiendas de electrodomésticos, pero de poco les servirían ahora, que la electricidad había sido cortada). También había enormes salpicaduras rojas manchando paredes, suelos y todo tipo de superficie.
Era increíble el poco tiempo que podía tardar una ciudad en ponerse de patas arriba.
Ver las calles frente a frente era incluso más morboso, un cuerpo yacía ensangrentado a metros de la entrada del Hancok, sus brazos estaban despatarrados a su alrededor y lucían mordeduras profundas y animales, al igual que todo su cuerpo. Un pequeño agujero de bala atravesaba su frente; seguramente había despejado el área para que ellos pudieran salir más “tranquilos”. Pero el Tipo no era el único, más de veinte cuerpos como el suyo (carcomidos y ensangrentados, con una bala atravesando su cráneo) reposaban sobre la calle, los capós de los autos e incluso, algunos de ellos, estaban con sus espaldas apoyadas en las paredes, con sus rostros contorsionados en rictus de apetito bestial. Erik avanzó tratando de actuar lo más inhumanamente posible, había visto cuerpos descuartizados antes, había visto soldados volar por los cielos cuando pisaban una mina, y ni hablar de a los que él mismo había disparado. Podía con esto, por más extraño que fuera.
Un tipo llamado Gilbert Gilbertson (el mero hecho de estar en medio de una apocalipsis zombi no había detenido a los soldados de reír cuando se presentó) condujo a los batallones hacía la entrada de unas alcantarillas de sección circular que dirigirían a los soldados a los diferentes Puntos de Encuentro. El olor a mierda, agua podrida y suciedad hizo retroceder a la gran mayoría, pero Erik, tratando de incentivarlos, avanzó, respirando por la boca los olores ácidos y abriéndose paso a través de las aguas marrón oscuro. Un tipo a sus espaldas sufrió de una arcada y Erik no se sintió sorprendido de que los demás lo siguieran, a pesar de todo. Por minutos lo único que escuchar fue el vaivén del líquido amierdado, los pasos vacilantes de sus camaradas y el sonido de intercaladas gotas cayendo.
Pero entonces llegaron al final y tuvieron que subir a la superficie, donde la cosa estaba mucho peor que en el Hancok. Si había personas mordisqueadas y ensangrentadas, con miembros faltantes, pero ellas caminaban y atacaban.
Antes de que Erik pudiera advertir, uno de los tipos de su batallón cerró la alcantarilla, provocando un ruido estridente y muy llamativo. Y eso fue suficiente.
La mayoría de las cosas se voltearon hacia ellos y comenzaron a caminar, extendiendo sus brazos hacia delante, no parecían humanos para nada.
Erik hizo una seña que decía claramente «muévanse» y, todos formando una fila de uno, corrieron detrás de él hasta adentrarse en el almacén donde suponían estar los sobrevivientes. No había nadie. O al menos no a la vista.
Top-Gun, uno de los soldados más antiguos, junto con Vásquez cerraron la puerta con rapidez y la trabaron con una escoba. Luego arrastraron un estante (sin antes tirar las cajas que este sostenía) hacia la puerta para que los caminantes hambrientos no entraran. Pero, de todas maneras, la puerta seguía sacudiéndose a medida que más cuerpos semi-muertos se abalanzaban contra ella.
— ¿No deberían de estar aquí los tipos? —pregunta con resignación Vásquez, mirando a Erik fijamente, lista para acatar órdenes.
— Es muy probable que se hallan adentrado más en la estructura, el almacén es un lugar grande. Más lejos de ellos —señaló a los caminantes— mejor.
— Entonces qué esperamos.
Erik desnudó un cuchillo aserruchado, que exhibía un pequeño e intrincado dibujo de águila en el mango (una pequeña marca de patriotismo), al igual que todos los demás. En la conferencia había especificado que los bichos se sentían atraídos por los mínimos ruidos; disparar haría que se les abalanzaran encima.
Probó con las tres puertas que había del lado norte del almacén, estaban todas cerradas, y cuando las abría, no eran más que pequeños depósitos.
Minutos pasaron, en los que la desesperación lo corroía. Si nadie había ido, ellos serían culpados.
Entonces escuchó voces, no tenía idea de donde provenían pero estaba seguro de que eran reales. Entonces se escuchó un sollozo. No era su imaginación, era real, lo supo en el momento que sus compañeros alzaron sus cabezas, como perros de caza.
Provenía del suelo, bueno, no el suelo prácticamente, sino más halla. Erik cerró un ojo y trató de mirar entre las rendijas que había entre las tablas de madera que conformaban el suelo. Se puso de cuclillas y escuchó. Era el sollozo de una niña.
Eso lo exasperó.
Hizo que los demás integrantes de su batallón se le acercaran y les murmuró que buscaran alguna puerta en el suelo que llevara el sótano del lugar. Pero no fue de mucha ayuda, ya que lo encontró él solito.
Debajo de uno de los mostradores había una pequeña portezuela cuadrada, pero le bastó con darle una ojeada para saber que estaba trabada por dentro. Probablemente lo que estaba a punto de hacer los asustaría, pero no tenía tiempo. Las puertas del almacén estaban siendo aporreadas por centenas de manos ensangrentadas.
Luego de correr el escritorio con rapidez saltó encima de la puertecilla de madera, lo hizo fuerte y rápido, eso bastó para que se rompiera y, junto con él, cayera al sótano con un estruendo, en un revoltijo de polvo y madera.
Lo que pasó luego fue demasiado rápido para que lo pudiera recordar con claridad, aterrizó sobre algo blando y a la vez duro, un cuerpo atado a una silla. Cuando la miró, supo que era un caminante, lucía una piel grisácea, en estado de descomposición y los gigantescos y amarillentos ojos estaban hundidos sobre sus cuencas. Pensó con rapidez y le clavó el cuchillo, que mágicamente había caído a su lado, en la frente, justo cuando la infectada se aproximaba a su yugular.
Casi lo había mordido, se había salvado por milímetros.
Casi muero. Casi muero. Casi muero. Casi muero. Casi muero.
Se escuchó otro sollozo infantil y el levantó la cabeza, con la mano todavía cerrada alrededor del mango de su cuchillo clavado.
El sótano era pequeño, contaba con una habitación de pocos metros cuadrados y las paredes estaban cubiertas de estantes con suministros de papel higiénico, servilletas, vasos de telgopor y bolsitas de café en polvo.
Había más de 18 personas acurrucadas contra las paredes, muchas de ellas estaban sucias o ensangrentadas (sangre que no parecía de ellos), como si hubieran permanecido en el mismo lugar por un largo tiempo. El aire olía a sudor y vómito y el único sonido era el de las respiraciones y las palabras que intercambiaban sus compañeros en la superficie. «¿Qué bicho le picó?» decían.
Frente a él había una pequeña, echa un bollito en unas de las esquinas de la habitación. Llevaba un vestido blanco (que ahora era un mezcla de negro y rojo) y el cabello rubio platino corto y enmarañado.
Ella era la de los sollozos. Pero nadie se le acercaba para consolarla, todos yacían solos o con sus respectivos familiares, sumidos en profunda tristeza.
Erik se iba a acercar justo cuando la adolescente histérica se abalanzó sobre él, gritando y pataleando. Erik no tardó en suponer que la infectada que acababa de exterminar era su madre.
— ¡Maldito hijo de puta! ¡Maldito hijo de puta! ¡Maldito hijo de puta! —sollozó, tratando de golpearlo. Erik desencajó sus golpes con suaves movimientos manuales y la sujetó por los antebrazos repitiendo «tranquilízate» repetidas veces. Había luchado contra Israelíes armados pero no podía tranquilizar a una adolescente histérica.
Pero entonces ella vio las estrellas doradas que había adheridas al hombro de su uniforme negro: su expresión de enojo se demacró y los golpes eran más pausados y suaves.
— Eres de los tipos que nos salvarán ¿cierto? —dijo una voz a sus espaldas, un hombre de metro setenta y un negro bigote veteado con blanco lo miraba despectivamente. Unos anteojos de montura dorada descansaban sobre el puente de su nariz; uno de los lentes estaba ligeramente roto.
Erik casi se echa a reír — Nos han mandado a llevarlos al puerto de helicópteros.
Todos los de la sala se tensaron. — No podemos salir, mi mami no volvió.
La niña rompió el silencio, poseía una voz adorable e infantil que provocaba a Erik querer abrazarla y cuidar de ella. Antes de alistarse en el ejército el podaba el césped para una señora mayor llamada Lis, estaba seguro que la vieja solo lo había contratado para verlo sudado y sin remera, pero la paga estaba bien y le servía para comprar drogas. Lis tenía una nieta de 5 años que se llamaba Alice y era la cosita más dulce del mundo, había llegado a tener un enorme cariño por ella, cada vez que volvía a casa por sus vacaciones le traía un regalo comprado en el país en el que lo había ubicado. Era muy probable que ella estuviera muerta ahora. Ver a esa versión rubia de Alice activó su lado fraternal.
Erik se puso de cuclillas y le extendió la mano para que se acercara, pero la niñita se irguió como un gato, apretándose contra la pared. Ella estaba mirando a su mano, la mano que sostenía el cuchillo. Lo soltó y se le acercó con pasos cortos y vacilantes y, para su sorpresa, la niña se abalanzó sobre él, rodeándolo con huesudos y pálidos brazos. — Quiero a mi mami.
Cuando todos sus soldados hubieron bajado se reunieron en una ronda. Un chico de 25 años vestido con una gorra de los Yankees había sido cajero del almacén, por lo que les contó sobre la distribución del lugar y las salidas. La del frente no era una opción y la que había en el sótano (por donde había salido la madre de Boo—Alice Rubia) dirigía al segundo piso del almacén. Era lo único que les quedaba.
— Bueno, el plan es subir al segundo piso y dirigirnos a la azotea, la mayoría de las estructuras que hay en la manzana son de techos bajos, así que podemos saltar entre cada una y bajar cuando no haya más.
— Y encontraremos a mi mami ¿cierto?
— Cierto.
Erik podía escuchar como todos parloteaban a su alrededor. Sabía el nombre de pocos, el de la gorra de los Yankees se llamaba Bob, la adolescente histérica se había negado a hablar pero Charlie (el tipo de los anteojos) la había llamado Melanie.
Los demás, que en total eran diecisiete, no había dicho palabra desde que Erik mató a la infectada. Se habían limitado a asentir cuando Vásquez dio una leve explicación de lo que estaba sucediendo.
Todo su batallón se desarmó para repartir las armas entre todos, quedándose solo con cuchillos y pistolas. Boo fue la única que no recibió una, a lo que parecía frustrada.
Ella solo le hablaba a Erik, tanto que, cuando estaban por salir de la habitación, él tuvo que pedirle que se callara.
La puerta dirigía a un conjunto de escaleras grises y todos se sintieron agradecidos de que no hubiera ningún infectado cerca. Avanzaron en dos grupos, Erik, Vásquez, Top-Gun y Tom fueron primero, mirando la zona y listos para despejarla. Para su sorpresa, nada pasó. El grupo de civiles era rodeado por lo que quedaba del batallón, avanzaban de a poco y con mucho cuidado. Cuando llegaron a la azotea, esta estaba vacía, bueno, casi. Había un cuerpo con la cabeza aplastada yaciendo sobre un escalón. Era un infectado, un caminante.
Erik suspiro de alivio, no era la mamá de Boo, era un hombre. Cuando todos estuvieron allí, Erik miró hacia abajo sorprendido por el ruido, los caminantes había atravesado la puerta del almacén.
No había forma de que todos llegaran a la azotea del edificio contiguo, el espacio entre ellos era ancho y poco accesible para personas normales. Vásquez había saltado ya y miraba su reloj repetidas veces, ansiosa. Erik estaba seguro de que si se acercaba el final de la segunda hora, ella los abandonaría.
— No es tan difícil, solo no miren abajo. —sugirió Bete (un miembro del batallón) a una pareja de mediana edad que estaba aterrorizada.
Los dos asintieron, casi al unísono y se balancearon en el borde el edificio. — ¿Juntos?
Pero la mujer fue la única que saltó, apenas llegó a sujetarse del barandal del otro edificio, pero lo logró. Vásquez la ayudó a subir lo demás de su cuerpo y ella quedó del otro lado, dirigiéndole una mirada vencedora y enojada a su pareja.
— Gente ¡GENTE! Apúrense, un par de ellos cayeron al sótano y están subiendo.
Eso fue suficiente, la mayoría saltó y llegó al otro lado, Melanie erró por unos centímetros y cayó dos pisos, aterrizando en el suelo sobre sus piernas rígidas.
«Mal» pensó Erik antes de que una horda de caminantes se abalanzara sobre ella y se la comiera viva. Charlie también cayó, no hacía falta mirarlo dos veces para darse cuenta de que no lo lograría. Era dueño una enorme barriga endurecida y grasienta que demostraba que no estaba en forma. Siquiera pudo saltar la mitad de la longitud.
Solo quedaban, Erik, Boo, Bob y Bete, los demás soldados habían saltado.
Vásquez miró su reloj y dijo fríamente —: Debemos irnos, solo nos queda media hora.
Top-Gun los miró a los tres con algo de tristeza. — Salten.
Pero sabía que no lo harían, Bob estaba petrificado y temblaba deliberadamente, era imposible que Boo llegara al otro lado y Erik no saltaría si ella no lo hacía. Y Bete se quedaría si así lo hacía Erik, era fiel hasta la muerte.
— No lo harán, vamonos.
Ninguno de los presentes protestó ante las palabras de Vásquez, solo se dieron vuelta y saltaron hasta el otro edificio.
Erik levantó el arma y apuntó a la cabeza de Vásquez, esa maldita hija de puta se las iba a pagar. Pero entonces, la manito de Boo le tocó la pierna y señaló al otro lado.
— Es mi mami.
quiero aprovechar para agradecer a mi madre, a mi padre... nah. Ay, no quieres subirme el ego, no quieres xD.
Invitado
Invitado
Re: Tales of Volmoria {Audiciones abiertas.
PD: Me olvidé de agradecerte por aceptarme :3
Invitado
Invitado
Re: Tales of Volmoria {Audiciones abiertas.
Recibo el besito(? ah.
Un besito más sersi para vos, Lorelays(?<3333
omg, escribiré con tan buenas escritoras *-*
Un besito más sersi para vos, Lorelays(?<3333
omg, escribiré con tan buenas escritoras *-*
Invitado
Invitado
Re: Tales of Volmoria {Audiciones abiertas.
Sí quieren o gustan, podemos hacerlo entre nosotras no más. No tengo problemas.
Invitado
Invitado
Re: Tales of Volmoria {Audiciones abiertas.
Entonces, publicare el muro, así les explico un poco más de que se trata y todo eso. Dejare el tema para las que quieran -y eso lo dudo-, y para que Britt y Rach suban sus reservados.
Invitado
Invitado
Página 3 de 5. • 1, 2, 3, 4, 5
Temas similares
» A Story Of Solitude {Audiciones Abiertas TODAVÍA SIN AUDICIONES!
» Nothing is the same ||H.S|| Audiciones Abiertas
» Fake tales of New York. audiciones a.
» En el amor & en la fría guerra todo vale (One Direction)
» meta-humano: academia /audiciones abiertas / chico a elección / inscripciones abiertas
» Nothing is the same ||H.S|| Audiciones Abiertas
» Fake tales of New York. audiciones a.
» En el amor & en la fría guerra todo vale (One Direction)
» meta-humano: academia /audiciones abiertas / chico a elección / inscripciones abiertas
O W N :: Novelas colectivas :: Novelas colectivas :: Novelas Colectivas :: Inscripciones / audiciones
Página 3 de 5.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.