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Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)

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Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu) - Página 4 Empty Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)

Mensaje por chelis Mar 24 Dic 2013, 9:27 am

Y que recibas muchas bendicione en estas fechas!!!... difruta con toda tu familia!!!.....
chelis
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Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu) - Página 4 Empty Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)

Mensaje por D.A. Torrez. Miér 25 Dic 2013, 1:21 am

Girls de mi corazón:
Hoy y siempre quiero darles mis mejores deseos, desearles mucha felicidad y alegría en sus vidas y desearles tener la fortaleza de afrontar tanto los buenos y los malos momentos de la vida acompañadas de todos sus ceres queridos.
Muy FELIZ NAVIDAD A todas!!!! :D




Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu) - Página 4 Rhrp
D.A. Torrez.
D.A. Torrez.


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Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu) - Página 4 Empty Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)

Mensaje por chelis Miér 25 Dic 2013, 2:46 pm

Gracias!!!..... Y espero que hayas recibido muchos regalos y que te hayas divertido muchoooo!!!!...
chelis
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Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu) - Página 4 Empty Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)

Mensaje por @ntonella Miér 25 Dic 2013, 6:38 pm

¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!  :sersi: 
@ntonella
@ntonella


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Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu) - Página 4 Empty Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)

Mensaje por @ntonella Miér 25 Dic 2013, 7:24 pm

continuaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
@ntonella
@ntonella


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Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu) - Página 4 Empty Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)

Mensaje por chelis Miér 25 Dic 2013, 8:28 pm

otroooo
chelis
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Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu) - Página 4 Empty Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)

Mensaje por HOLA. Miér 25 Dic 2013, 11:03 pm

NUEVA LECTORA,QUE BUENÍSIMA!!!! DIOS , POR FAVOR CONTINÚA.  FELIZ NAVIDAD :)
HOLA.
HOLA.


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Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu) - Página 4 Empty Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)

Mensaje por chelis Jue 26 Dic 2013, 11:59 am

Otroooooo
chelis
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Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu) - Página 4 Empty Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)

Mensaje por D.A. Torrez. Jue 26 Dic 2013, 11:39 pm

Capítulo 7
 
 
Joe cerró la puerta tras él y cayó en la silla de cuero. Miró fijamente hacia su tablero de dibujo y curvó las manos en apretados puños para detener la comezón. Quería crear. Se imaginó materiales tales como piedra caliza y ladrillo, con un flujo de imágenes de vidrio y curvas elegantes. Los dibujos danzaban tras sus párpados cerrados en la noche, y aquí estaba él, propietario de Dreamscape Enterprises, y atascado la mayor parte del día en reuniones de junta.
Maldijo por lo bajo. Está bien, así que los miembros de la junta lo exasperaban, con las tácticas burocráticas y las ideas avaras. La mayoría de ellos se oponían al contrato del astillero, creyendo que la compañía iría a la bancarrota si él tomaba el trabajo y no podía cumplir lo pactado. La junta estaba en lo cierto. Él tenía una solución sencilla.
No fallar.
La fiesta de Conte era el sábado en la noche y él todavía no había asegurado una reunión de negocios. Hyoshi Komo tampoco había llamado.
Atascado en el punto de partida, la única cosa por hacer era esperar que el hombre  hiciera  su  movimiento,  y  contar  hacia  atrás  las  horas  para  la fiesta. Quizá Conte estaba esperando para ver cómo resultaba el evento social antes de solicitar una reunión, a diferencia de lo que le dijo a _____.
_____.
Su sólo nombre era un puñetazo en sus tripas. Recordaba la forma en que la noche anterior ella había chillado, sacudido la cabeza y rebotado alrededor de la sala de estar en un baile de victoria después de haber ganado al ajedrez. Una mujer hecha y derecha actuando como una niña. Y una vez más, él se había partido el culo de la risa. De alguna forma, tan hermosa como era su compañera, sus astutos ingenios sólo estremecían la superficie. _____ lo hizo conectar con una carcajada profunda, como si él fuera un chico.
Su línea directa sonó. Respondió.
—¿Sí?
—¿Alimentaste al pez?
Joe cerró los ojos.
—_____, estoy trabajando.
Ella dio un resoplido grosero.
—Igual que yo. Pero al menos me preocupo por el pobre Otto. ¿Lo alimentaste?
—¿Otto?
—Tú sigues llamándolo Pez. Eso hiere sus sentimientos.
—Pez no tiene sentimientos. Y sí, lo alimenté.
—Pez ciertamente tiene sentimientos. Y mientras estamos discutiendo sobre Otto, quiero decirte que estoy preocupada por él. Está colocado en el estudio y nadie nunca va allí. ¿Por qué no lo trasladamos a la sala de estar donde él puede vernos más a menudo?
Joe arrastró una mano hacia abajo por su rostro y rogó por paciencia.
—Porque no quiero un acuario arruinando la apariencia de las habitaciones principales. Maggie me dio la maldita cosa como una broma y la odié apenas la vi.
Una helada lo mordisqueó a través del receptor.
—Sucias, también, ¿no? Supongo que no se te da con humanos ni con animales. Lamento informártelo, pero incluso un pez se siente solo. ¿Por qué no le conseguimos algo de compañía?
Él se enderezó y decidió ponerle final a esta ridícula conversación.
—No. No quiero otro pez, y él no será trasladado. ¿Lo dejé claro?
La línea zumbó.
—Como el cristal.
Luego ella colgó.
Joe maldijo, agarrando la pila de papeles más cercana de la última reunión de junta, y se puso a trabajar. La mujer en realidad lo molestaba en su trabajo por un pez.
Sacó la imagen de ella de su mente y reanudó su trabajo.
 
* * *
 
—Él va a estar furioso.
_____ se mordió el labio inferior y se preguntó por qué las palabras de Maggie causaron que un escalofrío le recorriera la columna. Después de todo, Joe Ryan no era un macho alfa. Seguro, él podía estar un poco molesto por la situación, pero siempre permanecía racional.
Inspeccionó la sala de estar llena de perros. Montones de perros.
Cachorros,  perros  callejeros,  puras  razas  y  perros  de  caza.  Algunos  se apiñaban en la cocina, dándose golpes contra las mesas mientras se comían su comida y sorbían agua. Otros mantenían un furioso ir y venir mientras exploraban su nuevo hogar, olfateando las esquinas y trasladándose de habitación en habitación. El terrier de pelo duro masticaba un cojín. El poodle negro saltó en el sofá y se echó para una siesta. El perro callejero parecía a punto de levantar su pata en el intercomunicador, pero Maggie lo agarró y lo lanzó al patio trasero antes de que hiciera daños graves.
La preocupación floreció en un ataque de pánico en toda la regla.
Maggie estaba en lo cierto.
Joe podría matarla.
Se volteó hacia su amiga.
—¿Qué debería hacer?
Maggie se encogió de hombros.
—Dile la verdad. Que sólo los tendrás por una noche o dos hasta que el refugio pueda hacer otros arreglos. Que si los devuelves, los pondrán a dormir a todos.
Ella se contrajo de dolor.
—¿Y si todavía me hace deshacerme de ellos?
—Llévalos a tu apartamento.
—Demasiado pequeño.
Maggie lanzó las manos hacia arriba cuando divisó la mirada.
—¡Demonios, no, no los voy a llevar a mi casa! Tengo a alguien visitándome y él será mucho más caliente que un cachorro. Estás por tu cuenta.
—Pero, Maggs…
Maggie ondeó la mano.
—Tengo que irme. Caramba, me encantaría ver el espectáculo cuando mi hermano entre. Llámame al celular.
La puerta se cerró.
_____ inspeccionó la sala, ahora en un caos de cachorros, y decidió que había sido un poco demasiado impulsiva. Habría podido decirle a los del refugio que tomaría unos pocos, y entonces llevarlos a su apartamento.
Pero no, había estado furiosa con Joe por ser un monstruo de corazón frío respecto al pez, y decidió enseñarle una lección. Excepto que ahora estaba simplemente aterrada.
El perro de caza mordisqueaba la pata de la mesa. Se recompuso y preparó su plan de batalla. Los pondría a todos en la habitación de huéspedes y tal vez Joe no los notaría. Él nunca iba a esa habitación. Ella llevaría todos sus juguetes y comida y los metería a hurtadillas al regreso de sus paseos.
Se convenció a sí misma de que la estrategia funcionaría, y arreó al grupo al final del pasillo. Dejó caer una bolsa llena de juguetes y se aseguró que la mayoría de ellos corría detrás de ella. Luego cerró la puerta, reunió a los cachorros durmiendo en el sofá, la comida y los tazones de agua, y algunos periódicos de repuesto. Corrió hacia afuera, agarró al último extraviado en el patio trasero y lo colocó en la habitación para que los perros se sintieran cómodos.
_____ miraba preocupadamente al hermoso sofá de dos plazas y la silla con arremolinados patrones plateados y grises. Maldición, ¿por qué Joe tenía que ser rico? Ninguna habitación de huéspedes lucía así de bien, con alfombrado color pizarra, mesas de estaño con un vistoso diseño ornamental parecido a un pergamino, y eso hacía que costara más que todo el juego de edredones en su casa. Deslizó los dedos por las puntadas suaves  y  precisas  de  una  colcha  de  punto.  Necesitaba  algunas  mantas viejas, y apostaba que su esposo no tenía ninguna. Decidió ir a cazar al piso de arriba pero escuchó la llave en la cerradura.
Presa del pánico, arrojó la colcha de punto sobre la silla y cerró la puerta tras ella. Luego se lanzó por el pasillo y patinó hasta detenerse frente a él.
—Hola.
Él ya parecía receloso. Mechones rubios se deslizaban por su frente y sus ojos se estrecharon, como si no confiara en ella siendo amable. La culpa se retorció en su interior, pero hizo caso omiso a la emoción.
—Hola. —Él miró alrededor de la casa y ella contuvo el aliento—. ¿Qué está pasando?
—Nada.  Sólo  estaba  a  punto  de  preparar  la  cena.  A  menos  que  estés cansado y quieras ir a acostarte ahora mismo.
Una ceja marrón se disparó hacia arriba ante su tono esperanzador.
—Son las seis en punto.
—Claro. Bueno, apuesto que tienes un montón de trabajo que hacer, ¿eh? Te llevaré la comida arriba a tu oficina si quieres.
Ahora él parecía francamente irritado.
—Trabajé suficiente por hoy. Quiero relajarme con un vaso de vino y ver el partido de béisbol.
—¿Van a pasar a los Mets?
—No sé. De todas formas ellos no están en los playoffs y no consiguieron el Comodín. Los Yankees todavía tienen una oportunidad.
Ella se retorció con irritación reprimida.
—Están demasiado atrás… nunca sucederá. Nueva York no conseguirá la serie este año.
Él dejó escapar un suspiro de impaciencia.
—¿Por qué no ves a los Mets arriba?
—Quiero el televisor grande.
—Igual que yo.
La irritabilidad la golpeó duro. _____ se aferró a la emoción, agradecida de que su temor se hubiese desvanecido. Se dio la vuelta e irrumpió en la cocina.
—Bien, pido que me devuelvas mi favor.
Él colgó su abrigo de lana negro en el armario, luego se paró en la entrada.
Ella sacó los ingredientes para la ensalada que no se comería y cortó las verduras para un sofrito. Él agarró una botella de vino del refrigerador y se sirvió una copa.
—¿Qué dijiste?
—Estoy pidiendo que me devuelvas mi favor. Quiero ver el partido de los Mets aquí abajo en el televisor grande. Quiero que te quedes arriba y veas el juego de los Yankees, y no quiero escuchar ni un sonido. Ni una ovación, ni un grito, ni un “Vamos Yankees” en ánimos. ¿Entendido?
Cuando ella miró hacia atrás, él la miraba boquiabierto de puro asombro, como si le hubiesen brotado cuernos. Trató de ignorar cuán adorable se veía, con su boca ligeramente abierta, y esos increíbles hombros extendidos contra su camisa gris pálido. ¿Por qué tenía que ser tan malditamente atractivo? Las mangas de la camisa y el cuello todavía estaban almidonados después de horas de uso. Sus pantalones color carbón todavía tenían el pliegue en el centro. Él había desabrochado los botones en las muñecas y había enrollado el material de su forma habitual. Vellos de color claro se esparcían por sus antebrazos y fuertes dedos aferraban la delicada copa de vino con un poder que la hizo moverse nerviosamente cuando pensó en las otras cosas que él podría tocar. Trató de  no  comérselo  con  los  ojos  como  una  adolescente  y  se  concentró  en cortar.
—Estás demente. —Él en realidad se tomó unos momentos para reunir sus poderes de palabra antes de continuar—. Se supone que esos favores son usados para cosas importantes.
—Mi elección. Mi favor.
Él se acercó un paso. El calor de su cuerpo tiró, atormentó y torturó su cordura mental. Se moría por recostarse contra su pecho y dejar que sus brazos se cerraran alrededor de su cintura. Ansiaba sentir toda esa fuerza musculosa soportándola y fingir que eran una pareja casada en la vida real. Se acariciarían en la cocina y harían el amor en la pesada mesa de roble entre el vino y la pasta. Luego compartirían la comida y hablarían tranquilamente y verían juntos el partido de los Mets. _____ tragó a la fuerza el nudo en su garganta y apartó la fantasía.
—¿Estás usando un favor para ver un pésimo juego de béisbol?
—Sip.
Ella lanzó el ajo y los pimientos en el sartén y él se movió otro par de centímetros. Su cinturón raspaba contra sus nalgas. Incluso cubierta con la gruesa tela vaquera la amenaza de un toque más íntimo hizo que sus manos temblaran alrededor del cuchillo. Su aliento caliente se precipitaba sobre su nuca. Él colocó ambas palmas de las manos sobre la encimera y
la enjauló.
—Los favores son poco comunes. ¿Quieres desperdiciar uno en un estúpido juego de béisbol que no significa nada?
—Me preocupo por cada partido que juegan los Mets. Tú, por otra parte, no te lo tomas tan en serio porque eres complaciente. Ganar te viene con demasiada facilidad. Lo das por sentado.
Él gruño en su oreja.
—No gano todo el tiempo.
Se apegó al tema del béisbol.
—Incluso después de perder la Serie Mundial contra los Sox nunca perdiste tu arrogancia. Sigues sin respetar a otro equipo.
—Nunca supe que los pobres Yankees causaran tanto alboroto.
—Son los fanáticos más que el equipo. Nosotros sabemos lo que es perder. Y  cada  juego  que  ganamos  es  una  pequeña  victoria  que  apreciamos  y nunca lo damos por sentado. Además somos más leales.
—Hmmm. ¿Hablas de los Mets o de sus fanáticos?
—Ves, crees que es gracioso. Si experimentaras más pérdidas, serías humillado. La victoria se sentiría incluso más dulce.
Él apoyó las manos en la curva de sus caderas. La longitud de su erección se presionaba contra su trasero.
—Tal vez tengas razón—murmuró él.
El cuchillo traqueteó en la tabla de picar. Ella se dio la vuelta y chocó contra su pecho. La atrapó por los hombros y le levantó la barbilla. La tensión sensual se arremolinó y alcanzó su punto más alto. Los labios de ella se separaron en una invitación inconsciente ante su admisión.
—¿Qué?
Un destello salvaje apareció en las profundidades de sus ojos castaños.
—Tal vez estoy comenzando a apreciar las cosas que no puedo tener. —Él deslizó  un  dedo  toscamente  hacia  abajo  por  su  mejilla.  Trazó  su  labio inferior. Presionó su pulgar sobre el sensible centro de la carne—. Tal vez estoy comenzando a aprender sobre el deseo.
A ella se le secó la boca. Deslizó la lengua sobre sus labios para humedecerlos, y la tensión sensual se enroscó otro grado. Se balanceaba al borde de algún descubrimiento que cambiaría su relación, y luchó con su instinto por saltar al precipicio y al diablo con las consecuencias.
En su lugar, se obligó a continuar con su extraña conversación.
—¿Entonces estás de acuerdo? ¿Entiendes por qué los Mets son un mejor equipo?
Un destello de dientes blancos y rectos se burló de su declaración.
—No. Los Yankees son un mejor equipo. Ganan por una razón —susurró su  comentario  contra  sus labios—.  Ellos  quieren  más.  Si  deseas  algo inmensamente, _____, eventualmente lo consigues.
Ella empujó su pecho y se dio la vuelta, deseando blandir el cuchillo en algo más que los vegetales. Típico fanático yankee arrogante.
—Te  llamaré  cuando  la  cena  esté  lista.  Hasta  entonces,  espero  que  te quedes arriba.
Su risa hizo eco a través de la cocina. El frío se estableció alrededor de ella mientras él se alejaba. _____ contuvo el aliento cuando él subió las escaleras, pero los perros todavía estaban tranquilos.
Corrió hacia la sala de estar, puso el partido de béisbol, subió el volumen, y regresó a la habitación trasera para chequear a los caninos.
La colcha de punto estaba hecha añicos.
Se la sacó con esfuerzo de los dientes al labrador negro y la metió en el cajón  del  fondo  del  escritorio.  El  periódico  ya  estaba  sucio,  así  que  lo limpió, extendió una hoja fresca, y colocó otras sobre el sofá y la silla para seguridad  adicional.  Volvió  a  llenar  los  tazones  de  agua  y  supuso  que todos tendrían que salir de nuevo en otra hora antes de irse a dormir.
Cerró la puerta, se apresuró hacia la cocina y terminó la cena mientras gritaba en voz alta comentarios a sus jugadores.
Joe bajó por su cena y rápidamente regresó escaleras arriba. Exhausta de su engaño, juró desde ahora ser honesta con el refugio. Se las arregló para sacar a hurtadillas a los perros en pequeños grupos por el resto de la noche.
Cuando el partido hubo terminado y los Mets habían ganado 4 a 3 a los Marlins, ella hizo un rápido baile de victoria, limpió la cocina, chequeó a los animales y subió las escaleras hacia su cama. Sus músculos dolían y su cabeza giraba, pero había salido victoriosa.
Necesitaba  despertarse  antes  de  las  cinco  de  la  mañana  para  sacar  a pasear a todos los animales, alimentarlos y limpiar antes de que Joe se fuera a trabajar.
Se contrajo de dolor pero se las arregló para ducharse rápidamente, y cayó en la cama. Ni siquiera se molestó en ponerse un camisón, sino que se arrastró inmediatamente bajo el edredón y cayó dormida.
 
* * *
 
Alguien estaba en la casa.
Joe se sentó en la cama y escuchó. Un chirrido casi imperceptible hizo eco  a  través  del  aire.  Como  si  alguien  escarbara  una  llave  contra  una cerradura y tratara de forzar la puerta para abrirla.
Con movimientos rápidos y económicos anduvo descalzo hacia la puerta y la abrió un par de centímetros. El silencio lo saludó. Luego escuchó el sonido.
Un murmullo bajo. Casi como un gruñido.
Un escalofrío recorrió su columna y pensó en sus opciones. ¿Quién demonios  estaba  en  la  casa?  La  alarma  no  se  había  activado,  lo  que significaba que el ladrón la había desarmado. Él no tenía una pistola o una botella de macis. ¿Qué más se usaba en el juego de Clue? Un revólver, un candelabro, un cuchillo, una soga o un tubo de plomo.
Mejor llamar al 911.
Salió por la puerta moviéndose con cuidado y pasó en puntas por la puerta cerrada de _____. Se detuvo, entonces decidió que despertarla sería lo peor que  podía  hacer…  ella  podría  entrar  en  pánico  y  darle  al  intruso  un objetivo  con  el  que  Joe  no  quería  lidiar.  Su  principal  objetivo  en  este momento era mantenerla a salvo. Agarró un bate de béisbol del armario del pasillo, tomó el teléfono inalámbrico, golpeó los tres números y reportó un robo con allanamiento de morada.
Luego comenzó a bajar las escaleras para herir al hijo-de-puta.
Joe se detuvo en la parte de abajo y se escondió en las sombras. El aire permanecía tranquilo excepto por el constante zumbido del refrigerador. Se quedó solo por un rato y estudió las oscurecidas habitaciones. La puerta principal estaba firmemente cerrada, con la cadena enganchada, y la alarma encendida. Extraño, si hubiese sido desactivada la luz roja habría estado apagada. Tal vez la puerta trasera, pero él no había escuchado los paneles de vidrio romperse, a menos que…
La puerta de la habitación de huéspedes traqueteó. Se movió con cuidado hacia  adelante,  manteniéndose  apretado  contra  la  pared,  blandiendo  el bate  de  béisbol  mientras  contaba  los  segundos  que  faltaban  para  que llegaran los policías. Él no era Clint Eastwood, pero si conseguía un buen golpe con el bate se podría llamar a sí mismo hombre.
Respiración pesada. Casi como un jadeo. Un chirrido.
¿Qué demonios?
Se detuvo y agarró el pomo. Su pulso corría acelerado con una descarga de adrenalina. Luchó para superar el miedo y se apegó al control. Joe levantó el bate, giró el pomo y lanzó la puerta para abrirla con todas sus fuerzas.
—¡Aaaaghhh!
Un grupo de perros lo pasaron precipitadamente. Dos, cuatro, seis, ocho, una multitud de pelajes le rodearon las piernas, perros manchados, perros pequeños, perros grandes… todos ladrando y ondeando sus colas con sus lenguas colgando. El bate flotaba en el aire pero ellos nunca sintieron el peligro. Emocionados por ver a un humano a altas horas de la noche, todos llamaban su atención y querían jugar.
Por  unos  cuantos  segundos,  se  convenció  de  que  estaba  teniendo  un sueño, y que despertaría en su propia cama.
Entonces se dio cuenta de que la escena era real.
Cometería un asesinato.
Que involucraba a su esposa.
La habitación estaba en ruinas. Papeles hechos trizas volaban en todas direcciones. La lujosa alfombra estaba moteada con círculos líquidos que no lucían como agua. El relleno asomaba de un cojín del sofá. Su planta en maceta yacía ebriamente a un lado y un cachorro le daba con las patas a un montón de mugre. El Architectural Digest había sido mordisqueado y escupido.
Joe cerró los ojos. Contó hasta tres. Los abrió de nuevo.
Luego gritó el nombre de su esposa tan ruidosamente como pudo.
Justo  en  ese  momento,  la  escuchó  lanzarse  escaleras  abajo  presa  del pánico.  Cuando  vio  el  problema  frente  a  ella,  trató  de  retroceder  pero estaba corriendo muy rápido. Sus pies descalzos patinaron en el piso y ella golpeó su cuerpo con toda su fuerza. Con una ráfaga de aire liberado de sus pulmones, ella se agarró a sus hombros para equilibrarse y lo miró al rostro.
Ella debió haberse dado cuenta del peligro en segundos. Esos bebés azules se ensancharon con puro miedo y ella se tambaleó hacia atrás con los brazos extendidos como si quisiera protegerse de un intruso. Joe apenas registró el movimiento. Estaba demasiado concentrado en entrecerrar los ojos a través de la bruma de color rojo que empañaba sus ojos.
Una  pata  peluda  aterrizó  justo  en  su  entrepierna.  Él  la  alejó  y  se  las arregló para soltar un furioso susurro.
—¿Qué demonios está pasando?
Ella se contrajo de dolor.
—Joe, lo siento. No sabía qué hacer porque los del refugio llamaron y dijeron que estaban llenos y preguntaron si podía tener a algunos por una noche, y no pude decir que no, Joe, no podía o los habrían puesto a dormir porque la financiación es tan difícil para los refugios en la actualidad, pero sé que odias a los animales así que pensé que podrían pasar la noche tranquilos aquí y los llevaría a casa en la mañana.
—¿Pensaste que podías esconderme una habitación llena de perros? —Él trató desesperadamente de controlar su ira esta vez, en realidad lo hizo, pero sintió que su voz aumentaba. Entonces entendió por qué los hombres de las cavernas arrastraban a las mujeres por ahí por el cabello.
Él  vio  su  rostro  calibrar  su  reacción.  Sus  dientes  alcanzaron  su  labio inferior, y ella hizo ese pequeño salto de una pierna a otra como si pensara realmente duro cómo explicar las cosas de una forma que no lo pusiera más furioso.
Un hueso extraviado cayó sobre su pie descalzo. Miró hacia abajo a una lengua colgando y una cola ondeando.
—Él quiere que lo lances.
La fulminó con la mirada.
—Sé  lo  que  el  maldito  perro  quiere,  no  soy  idiota.  Contrario  a  lo  que podrías pensar de mí, es así. Usaste tu favor para mantenerme encerrado en el piso de arriba así no podría enterarme de esto. —Él captó su expresión de culpabilidad—. Eres una buena mentirosa, _____. Supongo que nunca supe cuán buena.
Ella dejó de encogerse, y se empujó en toda su estatura sobre sus pies descalzos.
—¡Tuve que mentir! ¡Estoy viviendo con una persona que odia a los animales, que preferiría ver a cachorros inocentes en la cámara de gas que ensuciar su casa!
Joe rechinó los dientes y maldijo.
—No trates de voltear esto sobre mí, mujer. Ni siquiera preguntaste, simplemente metiste a hurtadillas a un montón de perros en mi habitación de huéspedes. ¿Viste lo que le hicieron a mi casa? ¿Y dónde está mi colcha de punto anaranjada?
Ella echó la cabeza hacia atrás y soltó un gemido de frustración.
—¡Debí haber sabido que te importaban más tus estúpidas posesiones que una vida! Eres igual que el sujeto de Chitty Chitty Bang Bang… ¿recuerdas que él solía mantener encerrados a todos los niños para que la ciudad fuese limpia, ordenada y organizada? Que el Cielo no quisiera que todo no marchara exactamente del modo en que él quería. Mantengamos la vida ordenada.  Asegurémonos  de  que  la  colcha  de  punto  anaranjada  no  se arruine.
Su temperamento se balanceaba en el borde.
Luego se rompió.
Apretó los puños y dejó escapar un rugido, que les debió haber gustado a los perros porque todos comenzaron a aullar al mismo tiempo y saltaban alrededor de sus pies en un torbellino de pelusa, colas y patas.
—¿Chitty Chitty Bang Bang? Estás demente… necesitas ser encerrada en un manicomio. Me mientes, destruyes mi casa y luego me comparas con el villano  de  los  niños,  ¿todo  porque  no  puedes  ser  una  persona  normal, aceptar tu responsabilidad y disculparte?
Se paró de puntillas y llegó directo a su rostro.
—Lo intenté pero estás siendo irrazonable.
Él se estiró y la agarró por la parte superior de sus brazos. Sus dedos se cerraron alrededor de algo sedoso y la sacudió ligeramente.
— ¿Irrazonable? ¿Irrazonable? ¡Es medianoche y estoy parado en una habitación llena de perros, hablando de una estúpida película!
—No es estúpida. ¿Por qué no podrías ser más como Ralph Kramden de Honeymooners? Seguro, él era gritón y desagradable, pero salvó todo el refugio de perros cuando descubrió que serían destruidos. ¿Por qué no puedes ser más humano?
—¿Ahora son los malditos Honeymooners? Eso es todo, he tenido suficiente.  Vas  a  empacar  a  cada  uno  de  esos  perros  y  los  llevarás  de regreso  al  refugio  en  este  momento,  o  que  Dios  me  ayude,  _____,  ¡me desharé de ellos yo mismo!
—No lo haré.
—Lo harás.
—Oblígame.
—¿Qué te obligue? ¿Qué te obligue? —Sus dedos se enroscaron alrededor de una sedosa bola de tela satinada mientras luchaba por una pizca de control. Cuando la niebla en su visión finalmente se aclaró, Joe parpadeó y miró hacia abajo.
Entonces se dio cuenta de que su esposa estaba desnuda. Su bata verde lima se había deslizado sobre sus hombros y ahora se abría por completo.
El fajín se deslizó inadvertidamente hacia el suelo. Él esperaba captar un vistazo  de  algún  negligé  de  encaje  hecho  para  incitar  la  lujuria  de  un hombre. Consiguió mucho más.
Jesús, era perfecta.
Ninguna tela estropeaba las interminables curvas de cálida carne dorada. Sus pechos eran exuberantes y hechos para las manos de un hombre, sus pezones del color de una fresa madura que rogaban por la lengua de un hombre. Sus caderas formaban la antigua figura del reloj de arena en la que los artistas basaban sus fantasías en vez de los huesos afilados que dictaba  la  moda  actual.  Piernas  larguísimas.  Un  trocito  de  bragas  rojo brillante era lo único que obstaculizaba su vista.
Las palabras murieron en su garganta. Su respiración se detuvo, luego salió disparada hacia afuera como si lo hubiesen golpeado en las tripas.
Ella arrugó el rostro para seguir gritando, pero se detuvo cuando notó el cambio en su expresión. Joe supo el momento en que se dio cuenta de que su bata se había caído. Supo cuando el conocimiento de que estaba desnuda la golpeó de lleno. Observó sus labios fruncirse en un pequeño círculo de horror justo antes de que la cordura la golpeara para hacerla estirarse por la bata.
Joe usó su lapso de tiempo de dos segundos para tomar una decisión.
Los dedos de ella comenzaron a tirar del material cuando él le bloqueó el movimiento, bajó la cabeza y le estampó la boca sobre la suya. La conmoción la mantuvo inmóvil y él usó ese tiempo a su favor. Un rápido movimiento le separó los gruesos labios y le permitió a él entrar… entrar a todos los femeninos rincones calientes y resbaladizos de su boca. Drogado por  el  sabor  de  ella,  le  rodeó  la  lengua  con  rápidas  caricias  urgentes, rogándole que se lo devolviera todo.
Y ella lo hizo.
A toda intensidad.
Como si una puerta firmemente cerrada se abriera por un fuerte puntapié, Joe casi escuchó la ruptura cuando el control de ambos se rompió. Ella abrió la boca y bebió, luego hizo sus propias demandas mientras un bajo gruñido de hambre escapaba de sus labios. La empujó con fuerza contra la pared y desafió cada embestida de su lengua, mientras los brazos de ella se envolvían alrededor de su cuello y su espalda se arqueaba. Sus pechos se  inclinaron  hacia  arriba  en  una  oferta  completa.  Su  cabeza  giraba  a medida que su sabor inundaba sus sentidos. Sus manos cambiaron de posición para rodear sus pesados pechos, sus pulgares frotaron sus apretados pezones. Se volvió loco por la sensación, el sabor y la vista de ella. Una masa de perros se arremolinaba alrededor de sus tobillos, sus enloquecidos ladridos sólo un ruido secundario ante el rugido de su sangre.
Arrancó la boca de la de ella para hundir los dientes en la delicada línea de su cuello. Un estremecimiento sacudió el cuerpo de ella, y él pronunció un bajo  murmullo  de  satisfacción  a  medida  que  se  movía  más  abajo  para darse un festín en sus pechos, con su lengua delicadamente lamiendo la punta, mordisqueando, mientras ella se retorcía contra la pared y lo instaba a seguir. Su boca se abrió sobre ella y se alimentó, succionando con fuerza su pezón color fresa mientras sus manos se deslizaban alrededor de su espalda para asir la curva de sus nalgas, forzando sus caderas hacia arriba para acunar la longitud de palpitante carne dura que rogaba por entrar.
—Joe, yo…
—No me digas que me detenga.
Él miró hacia arriba. Sus pechos estaban resbaladizos por su boca, sus pezones apretados y excitados por sus atenciones. Su vientre se estremecía.  Labios  hinchados  se  separaban,  permitiendo  que  jadeantes respiraciones irregulares escaparan. Sus ojos se oscurecieron a un profundo azul ahogado cuando su mirada se trabó con la suya. Pasó un segundo mientras él esperaba. Un momento. Un siglo.
—No te detengas.
Ella jaló su cabeza y lo besó. Él devastó la carne de sus labios como si estuviese encarcelado y ella fuese su último sorbo de libertad, sintió que se hundía en las profundidades de su cuerpo hasta que…
—¡Policía!
El sonido de sirenas se abrió camino dentro del sensual mundo que ellos crearon. La puerta fue golpeada con la orden… las intermitentes alarmas rojas giraban en un torbellino de color a través de las ventanas y en el pasillo. El ladrido de los perros aumentó con la conmoción.
Él se tambaleó alejándose de ella como si saliera de un largo estupor. Ella parpadeó,  luego  con  movimientos  casi  mecánicos  alcanzó  la  bata.  Joe volteó y se dirigió hacia la puerta, desactivó la alarma y dejó que su mano se detuviera en el pomo.
—¿Estás bien?
Ella se estremeció pero se las arregló para hablar.
—Sí.
Le abrió la puerta a un policía uniformado cuya expectación por problemas cambió a sospecha. Los ojos de drogado de Joe y su evidente excitación deben haber parecido sospechosos, porque el policía les echó un vistazo por el pasillo a la mujer en bata y a la multitud de perros alrededor de sus pies. Se enfundó el arma.
—Señor, usted reportó un robo con allanamiento de morada.
Joe  se  preguntaba  si  este  momento  estaba  a  punto  de  desafiar  a  su momento más embarazoso. Pasó una mano a través de su cabello alborotado y se aferró a su habitual secuencia lógica de pensamiento.
—Correcto.  Lo  lamento,  oficial,  ha  habido  una  equivocación.  Por  favor, entre.
Sabía que si no lo dejaba entrar parecería sospechoso. El policía asimiló la escena con una mirada y pareció notar que la mujer se mostraba dispuesta y los perros no estaban tratando de protegerla de un maniático.
Inclinó la cabeza.
—Ma’am.
Ella tragó con fuerza.
—Oficial. Lamento esto. —Como si ella supiera que Joe también estaba un poco confuso, trató de explicar—. Mi esposo pensó que había alguien en la casa pero todo es  mi culpa. Escondí estos perros en la habitación de huéspedes, con la esperanza de que él no los descubriera, y ellos deben haber hecho algún  ruido en medio de  la noche y él pensó que era un intruso.
Joe cerró los ojos.
Definitivamente un momento embarazoso.
Él trató de interrumpirla.
—_____, ¿por qué nosotros no sólo…
—No, Joe, déjame terminar. Verá, oficial, a mi esposo no le gustan los animales y yo me ofrezco de voluntaria en el refugio de modo que a veces recojo extraviados y esta vez no quería que él se enterara de esto así que traté de meter los perros a hurtadillas a un lugar donde él no los descubriera.
El policía volteó la cabeza educadamente.
—Señor, ¿usted no notó una habitación llena de perros?
Joe rechinó los dientes con irritación.
—Ella me hizo permanecer en el piso de arriba.
—Ya veo.
—Así que, de todos modos, mi esposo escuchó a los perros y llamó al 911 pero cuando trató de comprobar la escena por sí mismo encontró a los perros  y  se  puso  furioso  y  comenzó  a  gritar  y  yo  bajé  y  tuvimos  una pequeña discusión y luego ustedes se presentaron.
El policía le dio un vistazo al bate en el piso.
—Señor, ¿usted estaba tratando de sorprender a un ladrón nada más que con un bate de béisbol?
Joe se preguntaba por qué repentinamente se sentía como el acusado. Se encogió de hombros.
—Llamé a los policías pero supuse que podía tratar de conseguir al matón por mí mismo.
—¿No posee un arma?
—No.
—Le recomiendo que la próxima vez que crea que hay un intruso, llame al 911, se encierre con su esposa en una habitación, y espere por la policía.
El vapor se elevó pero se obligó a asentir.
—Por supuesto.
El policía hizo algunas anotaciones en su libreta.
—Ma’am, ¿estará bien esta noche con los perros?
—Sí, estaremos bien.
—Entonces seguiré mi camino. Déjeme tomar cierta información para el reporte. —Escribió lo básico, luego se detuvo a acariciar al labrador negro en  la  cabeza.  Una sonrisa  tocó  sus  labios—.  Lindos  perros.  Usted  está haciendo algo maravilloso, Sra. Ryan. Odiaría ver que pongan a dormir a alguno de estos animales.
Ella prácticamente se teletransportó hacia él en su bata verde lima y su devastado cabello enredado.
—Gracias.
—Buenas noches. —Con un educado asentimiento, él mismo salió.
Joe cerró la puerta detrás de él, luego volteó a enfrentar a su esposa.
 
* * *
 
_____  no  estaba  dispuesta  a  esperar  por  sus  metódicas  explicaciones.
Apostaba que una larga lista de excusas revoloteaba en la punta de su lengua. Él había estado furioso y perdió el control. La privación del sueño lo llevó a acercarse a ella y al diablo con las consecuencias. Ahora que la policía lo había mojado con un balde de agua fría, habría dejado ir la idea y decidió que no iría en pro de los intereses de ambos el dormir el uno con el otro. Después de todo, estaba en el contrato. Después de todo, este era un matrimonio de negocios.
Después de todo, esto no era real.
La  neblina  sexual  se  disipó  y  la  dejó  con  un  persistente  dolor  sordo.
Consideraba al policía como el Destino… su Madre Tierra finalmente interviniendo para echarle una mano.
—_____…
—No. —Levantó una mano y Joe se quedó en silencio, esperando. _____ supo, en ese mismo momento, que tenía emociones muy peligrosas por Joseph Ryan. Desordenados sentimientos de la vida real. Tomó la verdad como una dosis de amarga medicina y enfrentó el hecho con la cabeza en alto. Si ella dormía con él, las cosas cambiarían para ella, y permanecerían iguales para él. Ella se enamoraría, y él pasaría un buen rato. Ella tendría el corazón roto al finalizar el año, y él se alejaría sin mirar atrás. Otra pieza de información la golpeó como un knock-out en la cabeza.
Si él lo pedía, iría a la cama con él.
Prácticamente se estremeció de la vergüenza. No tenía control sobre sus hormonas  cuando  él  la  tocaba.  Ni  siquiera  podía  prometer  que  nunca consideraría la oportunidad en el futuro. Pero sabía una cosa… la única forma en la que iría a la cama con su esposo es si él se lo rogaba. Lo quería loco por ella, ardiente y explosivo y tan cachondo que sólo un toque lo empujaría por el borde. Como esta noche. Pero ya no quería más excusas  por  el  mal  humor,  la  falta  de  sueño  o  el  alcohol.  Quería  sexo apasionado, fabuloso y sin rodeos con la cabeza de él clara y sus ojos en ella. Sin pensar en Gabriella. Y sin pensar en ponerle fin al celibato.
Necesitaba que la deseara sólo a ella.
Ese  era  el  proverbial  último  clavo  en el  ataúd.  Porque  esta  noche,  ella todavía no estaba convencida de que él quisiera a su esposa en su cama. Sin entusiasmo, se felicitó a sí misma por ser tan lógica como Joe. Si no podía dormir con él, iba a tener que seguir alejándolo y caminar la línea entre la amistad y el deseo. Estaba cansada de luchar. Así que en un giro, eligió la honestidad. Justo como un ponche caliente… la medicina bajaba mejor con un poco de licor.
—Joe, lo lamento. —Se empujó en toda su estatura y se envolvió a sí misma  en  una  nube  invisible  de  dignidad—.  Me  equivoqué  al  esconder esos perros de ti. Tendrás todo limpio y los llevaré de regreso al refugio en la mañana. Si ellos me necesitan de nuevo, te lo diré y estoy segura de que podremos resolverlo.
—_____…
Ella continuó en una arremetida.
—Y sobre lo que sucedió aquí. Está bien. Quedé atrapada en el momento al igual que tú, y he escuchado que la ira a veces se convierte en pasión, y enfrentémoslo,  ambos  estamos  sexualmente  frustrados.  Estos  episodios están  obligados  a  suceder.  Y  no  quiero  hablar  de  eso…  estoy  harta  de hablar hasta la muerte de esta relación de negocios. Sólo se trata de dinero así que necesitamos apegarnos al contrato. ¿De acuerdo?
 
* * *
 
Joe luchó por mantener la compostura ante el discurso de su esposa. La comezón entre sus omóplatos le advertía que ella ocultaba mucho más de lo que revelaba. Supo que este momento podría convertirse en un cuarto de dólar y no en una moneda de diez centavos si él daba un paso lejos de su curso lógico trazado.
Alejó el persistente pensamiento y la observó. Mientras los días pasaban, se daba cuenta de que ella se había vuelto más hermosa para él. La luz brillaba en sus ojos, en su sonrisa y en su mismo corazón. Sus diálogos abrían puertas que él creía que habían estado cerradas, pero el resultado era un extraño flujo de emociones con las que no se sentía cómodo… y nunca lo haría. Ella era una mujer que necesitaba una relación segura.
Demonios,  era  una  mujer  que  merecía  una.  Él  sólo  podía  darle  sexo y amistad. No amor.
Él había tomado la decisión hacía años atrás. El precio era demasiado alto.
De modo que Joe observó el frágil hilo entre ellos romperse de nuevo con una mezcla de emociones y demasiado maldito arrepentimiento.
Forzó un asentimiento y una ligera sonrisa.
—Disculpa y explicación aceptadas. No más análisis.
Ella le devolvió la sonrisa pero sus ojos permanecieron distantes.
—Bien. ¿Por qué no vas arriba mientras yo limpio?
—Te ayudaré.
—Prefiero hacerlo sola.
Él se trasladó hacia las escaleras y estudió al perro sabueso agazapado en la esquina. Un cuerpo largo y amarillo. Rostro feo. Los ojos caninos hacían eco de su propio pasado… montones de dolor y nadie con quien contar. Su pelaje enmarañado hacía juego con la larga cola, que colgaba inerte a un lado. Definitivamente un solitario, como un niño mayor en un orfanato arrojado  en  medio  de  lindos  bebés  pequeños.  Probablemente  atrapado tratando de robar comida. Probablemente sin familia o niños o vínculos. El perro permanecía en silencio al pie de las escaleras y lo observaba subir.
Joe recordó el verano en que había encontrado a un viejo perro callejero en los bosques. El perro estaba muerto de hambre, con el pelaje grumoso y los  ojos  sin  esperanzas.  Joe  lo  había  arrastrado  a  casa  y  no  paró  de ofrecerle comida y agua. Eventualmente lo cuidó hasta que se volvió saludable e hizo un amigo.
Se las había arreglado para esconderlo de su madre por un tiempo puesto que la casa era tan grande, y el ama de llaves aceptó mantener el secreto.
Entonces un día cuando llegó a casa de la escuela y fue a buscarlo, notó que  su  padre  había  regresado  de  un  viaje  de  las  Islas  Caimán.  Supo inmediatamente que su perro no estaba ahí. Cuando confrontó a su padre, Jed Ryan se echó a reír y le dio un empujón rudo. “No hay perdedores en esta casa, camarada. Tal vez si consiguieras un perro real como un Pastor
Alemán. Ese perro callejero no era bueno para nada y de hecho se cagó en la casa. Me deshice de él.”
Jed  Ryan  se  había  alejado,  y  Joe  recordó  la  lección  de  nuevo.  Nunca encariñarse.  Él  había  pensado  en  ese  perro  cada  día  durante  años,  y entonces finalmente lo bloqueó donde el pensamiento no pudiera molestarlo nunca más.
Hasta ahora.

Por segunda vez en la noche, Joe vaciló, deseando darle una oportunidad a  algo  pero  demasiado  temeroso  de  las  consecuencias.  Su  corazón  se movió de un tirón con nostalgia, inquietud y confusión. Luego les dio la espalda a su esposa y al perro feo y cerró la puerta tras él.
D.A. Torrez.
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Mensaje por D.A. Torrez. Jue 26 Dic 2013, 11:57 pm

HOLA. escribió:NUEVA LECTORA,QUE BUENÍSIMA!!!! DIOS , POR FAVOR CONTINÚA.  FELIZ NAVIDAD :)
Hello Beautiful!!!!! BIENVENIDA 
Realmente me alegro mucho de tenerte como lectora y que te guste la novela.
como sabes estare subiendo capitulo los martes y viernes a primera hora (o los lunes y jueves a la media noche o ultima hora, no se si me estoy explicando bien) y ocasionalmente me paso por aquí para ver los comentarios y contestar los que requieran una respuesta....... en fin, por ahora me despido. Mil besos y nos leemos pronto. :bye: 
D.A. Torrez.
D.A. Torrez.


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Mensaje por chelis Vie 27 Dic 2013, 9:12 pm

jajajajajaja...... a Joe le debio de dar un infarto... pero tiene el corazon duro!!!!!..... jajajajajajaja.... ya hablando enserio Joe tieneun serio problema!!!!!.... y esta jodido!!!
chelis
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Mensaje por @ntonella Sáb 28 Dic 2013, 8:07 am

Pobre de joe... es una lastima que tenga un pasado, sin amor...
y siguelaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa....
que amo la NOVE cada día más..!!!
@ntonella
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Mensaje por chelis Sáb 28 Dic 2013, 9:14 am

;);););)
chelis
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Mensaje por @ntonella Lun 30 Dic 2013, 3:28 pm

HOY!! CAP
 :aah:
@ntonella
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Mensaje por chelis Lun 30 Dic 2013, 5:39 pm

:bye:  :bye:
chelis
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