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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)
Hi girls!!!! hoy subo el capitulo una hora mas tarde, porque me quede dormida (ya saben, Típico que te duermes por la tarde y en la madrugada ya no tienes sueño). he estado leyendo sus comentarios y tienen mucha razón, Joe esta pero si bien jodido jajaja :twisted: . Eeeeeen fiiin. les dejo el siguiente capitulo. disfrutenlo. mil besos chicas hermosas y nos leemos proonto. :bye:
Joe se volteó para ver a su novia durmiendo. Su cabeza descansaba contra la puerta de la limosina. Su tocado se había caído, y el encaje blanco desarreglado yacía en el suelo a sus pies. Los rizos de Raven estaban revueltos en todas las direcciones y escondían sus hombros desnudos de la vista. La copa de champaña en el portavasos permaneció intacta, las burbujas se habían desvanecido. Un brillante diamante de dos quilates estaba en su dedo y disparaba los brillos de luz de los últimos rayos del sol que moría. Labios voluptuosos y de color rubí estaban entreabiertos para dejar que saliera y entrara el aire. Un delicado ronquido estable se alzaba en el aire durante cada exhalación.
_____ McKenzie ahora era su esposa.
Joe se movió para tomar su propio vaso de champaña y silenciosamente le brindó al éxito. Ahora poseía por completo Dreamscape Enterprise.
Estaba a punto de ir tras una oportunidad única en la vida y no necesitaba el permiso de nadie. El día había pasado sin una complicación.
Tomó un largo trago del Dom Perignon y se preguntó por qué se sentía como una mierda. Su mente regresó al momento en que el sacerdote los convirtió en marido y mujer. Los ojos zafiros llenos con puro miedo y pánico mientras se inclinaba para darle el beso necesario. Pálida y abatida, sus labios temblaron bajos los suyos. Supo que no se debía a la pasión. Al menos no esta vez.
Se recordó que ella sólo lo quería por el dinero. Su habilidad para pretender que era inocente era peligrosa.
Se burló de sus propios pensamientos al alzar su copa nuevamente y beberse el último trago de champaña.
El conductor de la limosina bajó el vidrio tintado un centímetro.
—Señor, hemos llegado a nuestro destino.
—Gracias. Puede detenerse al frente.
Mientras la limosina subía el largo y estrecho camino, Joe gentilmente sacudió a su novia para despertarla. Ella se movió, roncó y colapsó de nuevo en el sueño. Joe reprimió una sonrisa y comenzó a susurrar. Luego se detuvo. Se deslizó de nuevo en su viejo papel de atormentador con una confortable facilidad, se inclinó y gritó su nombre.
Ella se enderezó de golpe. Sus ojos abiertos con miedo, alejó su pesada melena de sus orejas y miró a todo el encaje blanco como si ella fuera Alicia en el País de las Maravillas bajando por el hoyo del conejo.
—Oh, Dios mío, lo hicimos.
Él le entregó sus zapatos y tocado.
—Todavía no, pero es nuestra luna de miel. Estaría feliz de obligarte si estás de ánimo.
Ella lo miró fijamente.
—No hiciste nada más en esta boda que hacerte notar. Trata de organizar cada último detalle en sólo siete días y me sentaré y te veré colapsar.
—Te dije que te consiguieras un Juez de Paz.
_____ bufó.
—Típicamente masculino. No levantaste un dedo para ayudar y chillas inocente cuando eres desafiado.
—Roncas.
Su boca se abrió.
—¡No ronco!
—Lo haces.
—No lo hago. Alguien me lo hubiera dicho.
—Estoy seguro de que tus amantes no querían ser echados de la cama. Eres malhumorada.
—No lo soy.
—Lo eres.
La puerta se abrió y el chofer ofreció su brazo para ayudarla. Ella sacó su lengua y dejó la limosina con la arrogancia de la Reina Elizabeth. Él ahogó otra risa y la siguió. _____ se detuvo en el bordillo de la acerca. La observó asimilar las líneas arquitectónicas de la mansión, la cual se asemejaba a una villa Toscana. La arenisca terracota creaba una imagen de elegancia casual, y sus altos muros y largos ventanales reflejaban un aura de historia. Un enorme césped verde abrazaba la entrada y llevaba a la casa, luego se extendía por acres en un alegre abandono. Coloridos geranios se derramaban de cada ventana para imitar la vieja Italia. La parte superior de la casa se abría a un balcón de hierro forjado el cual contenía sillas, mesas y un jacuzzi entre los árboles frondosos.
Ella abrió su boca como si fuera a comentar, luego la cerró de golpe.
—¿Qué piensas? —preguntó.
Ella inclinó su cabeza.
—Es despampanante —dijo—. La casa más hermosa que he visto.
El placer se disparó por él ante el evidente placer de ella.
—Gracias. La diseñé yo mismo.
—Parece vieja.
—Esa fue mi intención. Prometo que tengo toda la plomería necesaria dentro.
Ella negó con su cabeza y lo siguió dentro. Pisos de mármol brillaban debido al pulimiento y los techos de catedral creaban una ilusión de espacio y elegancia. Grandes y aireadas habitaciones salían desde la escalera en espiral del centro. Joe le dio una propina al conductor y cerró la puerta detrás de él.
—Vamos, te mostraré los alrededores. A menos que quieras desvestirte primero.
Ella agarró un puñado del material de gasa y levantó su cola. Sus pies con medias se asomaban desde debajo.
—Guía.
Él la llevó a un tour completo. La cocina completamente equipada presumía un brillante centro de acero inoxidable y cromo, pero Joe se había asegurado de que la habitación mantuviera el calor del que una abuela italiana estaría orgullosa. Una isla de pesada madera cortada sostenía canastas llenas de frutas frescas y dientes de ajo, hierbas hundidas en botellas llenas de aceite de oliva, pastas secas y tomates rojos y maduros. La mesa era de cedro grueso con sillas cómodas y macizas.
Una selección de vinos se asomaba en un estante de acero. Las puertas de vidrio llevaban de la cocina a la terraza interior, completa con muebles de mimbre, estantes y vasijas de margaritas derramándose por la habitación.
En vez de coloridas pinturas, fotografías en blanco y negro ocupaban el espacio de la pared, y mostraban un despliegue de arquitectura de todo el mundo. Joe disfrutó la expresión de ella mientras admiraba cada centímetro de su espacio. Él la llevó por las escaleras hacia las habitaciones.
—Mi habitación está en el fondo del pasillo. Tengo una oficina privada pero hay un computador libre en la biblioteca que puedes usar. Puedo ordenar cualquier otra cosa que necesites. —Abrió una de las puertas—. Te he dado una habitación con baño privado. No estaba seguro de tu gusto así que siéntete libre de redecorar.
La miró admirar los tonos pálidos y neutrales de la cama de postes tamañoKing y los muebles a juego.
—Esto estará bien. Muchas gracias —dijo.
La miró fijamente por un momento mientras la formalidad latía entre ellos.
—Sabes que estarás atrapada aquí por al menos dos días, ¿cierto? Usamos el trabajo como una excusa para no ir a una luna de miel, pero no puedo aparecer en la oficina hasta el lunes. Las personas van a chismosear.
Ella asintió.
—Puedo utilizar la computadora para mantenerme al día. Y Maggie dijo que ayudaría.
Él se dio la vuelta.
—Ponte cómoda y encuéntrame abajo en la cocina. Cocinaré algo para la cena.
—¿Cocinas?
—No me gusta que personas extrañas estén en mi cocina, tuve suficiente de eso al crecer. Así que, aprendí.
—¿Eres bueno?
Él bufó.
—Soy el mejor.
Luego él cerró la puerta tras él.
Hombre arrogante.
_____ se dio la vuelta y estudió su nueva habitación. Sabía que Joe estaba viviendo cómodamente con una gran fortuna, pero el tour la había hecho sentir como el personaje de Audrey Hepburn en Mi bella dama: completamente común junto a la sofisticación de su tutor.
Al diablo con eso. Necesitaba mantener su vida tan normal como fuera posible, matrimonio o no. Joe no era su esposo real, y ella no pensaba quedarse atrapada en cualquier artimaña doméstica y encontrarse perdida a fin de año. Probablemente ni siquiera lo vería a menudo. Asumió que él también trabajaba hasta tarde y además de las fiestas ocasionales a las que tendrían que asistir, llevarían vidas separadas.
Su discurso motivacional mental ayudó, así que se quitó el vestido y pasó la siguiente hora en un baño de burbujas en la lujosa tina de spa adjunta a su habitación. Miró una sola vez al fino camisón negro que sus hermanas habían lanzado en su bolsa de noche, luego la lanzó a la parte trasera del armario. Se puso unas calzas y una sudadera de felpa, se recogió el cabello y bajó a la cocina.
_____ siguió los sonidos de chisporroteo y se deslizó en una de las pesadas sillas talladas de la cocina. Llevó sus pies descalzos al borde de su asiento, envolvió sus brazos alrededor de las rodillas y observó a su nuevo marido.
No se había quitado su esmoquin. Se había quitado la chaqueta, y enrollado las mangas arrugadas de su camisa blanca más allá de los codos. Los botones de perla de ónix habían sido desabrochados hasta la mitad del pecho y revelaban una mata de pelo rubio esparcido sobre unos músculos esculpidos. Sus hombros eran anchos, y exigían que la tela se expandiera para que encajara. Sus pantalones negros lo cubrían como un amante y enfatizaban las largas piernas delgadas y sus caderas. _____ pasó un infierno ignorando la dura curva de su trasero. El hombre tenía un trasero sensacional. Demasiado mal que nunca lo vería desnudo. No creía que verlo bajarse su bañador cuando era adolescente contara.
Además, ella había estado demasiado ocupada mirando su frente.
—¿Quieres ayudar?
Se clavó sus uñas en la palma para darse una dosis de realidad.
—Claro. ¿Qué tenemos?
—Fetuccini Alfredo con camarones, pan de ajo y ensalada.
Un gemido afligido escapó de sus labios.
—Oh Dios, eres malvado.
—¿No te gusta el menú?
—Me gusta demasiado. Sólo comeré la ensalada.
Él le lanzó una mirada de disgusto por encima del hombro.
—Estoy cansado de mujeres que ordenan ensalada, luego parecen como si
se merecieran unas medallas. Una buena comida es un regalo.
Ella apretó sus dedos más fuertemente.
—Bueno, muchas gracias por ese punto de vista petulante de la población femenina. Para tu información, aprecio la buena comida más que tú. ¿Viste los aperitivos que ordené para nuestra boda? ¿No viste cuánto comí? Demonios, es igual que cuando un hombre le pone en frente a una mujer una comida que engorda y es deliciosa y se ofende cuando ella no come. ¡Luego pareces impactado en la habitación cuando estás mirando sus caderas y preguntándote cómo engordó cinco kilos!
—No tiene nada de malo que una mujer tenga curvas.
Ella saltó de su asiento y agarró los ingredientes para la ensalada.
—He escuchado esa antes. Hagamos esta prueba, ¿sí? ¿Cuánto pesa
Gabriella?
Él no respondió.
Ella lanzó un pimiento rojo en la tabla junto a la lechuga romana y resopló.
—Oh, ¿ahora tenemos la lengua atada? ¿Ella pesa 45 kg o eso es considerado gordura por estos días?
Cuando él habló, su tono fue menos arrogante.
—Es una modelo. Tiene que mantener un peso más bajo.
—¿Y ella ordena ensaladas cuando sale a cenar?
Más silencio.
Un pepino rodó por el mesón y se detuvo en el borde.
—Ah, supongo que eso significa que sí. Pero estoy segura que apruebas su disciplina cuando le quitas la ropa.
Se removió incómodo y mantuvo su atención en la olla caliente con camarones.
—Gabriella es un mal ejemplo. —Definitivamente sonó incómodo.
—Tengo otro rompecabezas. Maggie dijo que sólo tendías a salir con modelos. Parece que te gustan las mujeres delgadas y aceptas que coman ensalada. —Lavó los vegetales, agarró un cuchillo, y comenzó a picar—. Pero si es alguien con quien no estás pensando dormir, supongo que no te importa cuán gorda se vuelva siempre y cuando te haga compañía en las comidas.
—Sucede que detesto salir a cenar con la mayoría de mis citas. Entiendo que están en el negocio, pero disfruto de una mujer que le gusta la buena comida y no está asustada de comer. No eres gorda. Nunca fuiste gorda así que no sé de dónde viene esta obsesión.
—Una vez me llamaste gorda.
—No lo hice.
—Sí, lo hiciste. Cuando tenía catorce, dijiste que me estaba rellenando en los lugares equivocados.
—Infierno, mujer, quería decir tus pechos. Era un adolescente mocoso que sólo quería torturarte. Siempre fuiste hermosa.
El silencio descendió.
Alzó la mirada de su tarea y su boca cayó abierta. En todos los años que había conocido a Joe Ryan, él la había torturado, provocado e insultado.
Nunca la había llamado hermosa.
Joe estaba ocupado batiendo crema y mantuvo su tono casual.
—Sabes lo que quiero decir. Hermosa en el sentido de hermandad. Las observé a ti y a Maggie pasar por la pubertad, y volverse mujeres. Ninguna de las dos es fea. O gorda. Creo que estás siendo dura contigo.
_____ entendió lo que quería decir. Él no pensaba en ella como una mujer hermosa, más como una molesta hermana menor que creció siendo atractiva.
La diferencia era monumental, y ella ignoró el agudo escozor del dolor.
—Bueno, voy a comer esta ensalada y no quiero escuchar más comentarios sobre las mujeres.
—Bien. ¿Abrirías una botella de vino? Hay una enfriándose en el refrigerador.
Ella descorchó un caro chardonnay y lo observó sorberlo. Las esencias cítricas de madera y frutas se alzaron hasta sus fosas nasales. Luchó un minuto, luego se rindió. Una copa. Después de todo, se lo merecía.
Se sirvió un vaso y tomó un sorbo. El líquido bajó por la parte posterior de su garganta, el sabor seco y hormigante. Pronunció un bajo gemido de placer. Su lengua lamió las esquinas de sus labios y sus ojos se cerraron mientras el sabor pulsaba a través de su cuerpo.
Joe comenzó a decir algo pero se detuvo. La visión de verla bebiendo y disfrutando su vino puso tenso cada músculo de su cuerpo. La sangrelatió en sus venas y su ingle se volvió completamente alerta. Su lengua lamió sus labios con unos movimientos tan delicados, que él deseó que probara algo más que vino.
Se preguntó si ella hacía esos sonidos guturales cuando un hombre estaba enterrado profundamente en su calor húmedo y pegajoso. Se preguntó si sería tan apretada y caliente como su boca, cerrándose alrededor de él como un puño sedoso, ordeñando cada hasta la última gota de su reserva e incluso demandando más. Esos pantalones revelaban cada curva de su cuerpo, desde su dulce trasero hasta la seductora longitud de sus piernas.
Su sudadera se había subido y mostraba un trozo de piel desnuda. Y obviamente se había quitado su sostén, sin pensar en él como un hombre que la deseara, si no más como un molesto hermano sin urgencias masculinas.
Maldita ella por empezar a complicar las cosas. Él dejo caer el tazón de pasta en la mesa y rápidamente arregló los lugares para sentarse.
—Deja de beber el vino de esa manera. No estás en una película de porno.
Ella jadeó.
—Hey, no te molestes conmigo sólo porque eres gruñón. No puedo evitarlo si los negocios son más importantes que un matrimonio real para ti.
—Sí, pero tan pronto como te di un precio saltaste. Te compré igual a como me compraste tú.
Ella agarró el tazón de pasta y llenó su plato.
—¿Quién eres tú para juzgarme? Lo has tenido todo en tu vida. Te dieron un Mitsubishi Eclipse en tu cumpleaños número dieciséis. Yo obtuve un Chevette.
Él se puso tenso con el recuerdo.
—Tú obtuviste una familia. Yo no obtuve nada.
Ella hizo una pausa, luego agarró un trozo de pan de ajo caliente goteando con mozzarella.
—Tú obtuviste a Maggie.
—Lo sé.
—¿Qué les pasó? Solían ser tan unidos.
Se encogió de hombros.
—Ella cambió en la secundaria. De repente, ya no me hablaba. Dejó de invitarme a entrar en su habitación para nuestras charlas, luego me alejó completamente. Así que, la dejé ir y me concentré en tener una vida propia. Por un tiempo perdiste tu contacto con ella más o menos en ese entonces, ¿verdad?
—Sí. Siempre pensé que algo había sucedido, pero ella nunca habla sobre eso. De todas formas, mi propia familia estuvo jodida por un rato, así que no estabas solo.
—Pero ahora es como los Waltons.
Ella se rió y zambulló un montón de pasta en su boca.
—Mi padre tuvo mucho qué hacer por ella, pero creo que nos la hemos arreglado para sanar el ciclo.
—¿Ciclo?
—El ciclo kármico, cuando alguien arruina las cosas bastante y te hiere. Nuestro primer instinto es herir de vuelta, o rehusarse a perdonar.
—Suena razonable.
—Ah, pero ahora el ciclo de abuso y dolor continúa. Cuando él regresó, decidí que sólo tenía un padre, y acepté lo que pudiera dar. Con el tiempo, él renunció al alcohol y trató de remediar el pasado.
Joe hizo un sonido rudo.
—Él se fue cuando eras joven y dejó a su familia detrás por la botella. Abandonó tus hermanas gemelas. ¿Luego aparece y pide perdón? ¿Por qué siquiera lo querrías en tu vida?
Ella cogió con un tenedor otro camarón y lo dejó cernirse encima de su boca.
—Tomé una decisión —dijo—. Nunca olvidaré, pero si mi propia madre pudo aprender a perdonarlo, ¿cómo podía rehusarme? Las familias se quedan juntas sin importar que pase.
La simplicidad de su habilidad para perdonar lo impactó hasta la médula. Sirvió más vino.
—Mejor irse con tu cabeza en alta y tu orgullo intacto. Dejarlos que sufran por todo el dolor que causaron.
Ella pareció pensar sus palabras.
—Casi lo hice. Pero me di cuenta que además de ser mi padre, es sólo un ser humano que lo arruinó. Tendría mi orgullo pero no a mi padre. Cuando tomé mi decisión de romper el ciclo. Terminó poniéndose sobrio y reconstruyó nuestra relación. ¿Alguna vez has pensando en contactar a tu padre?
Sus emociones golpearon en hiper-velocidad. Joe peleó contra la vieja amargura y se las arregló para encogerse de hombros.
—Jed Ryan no existe en mis ojos. Esa fue mi decisión.
Se preparó para lástima pero su rostro sólo reflejó una profunda empatía que lo calmó. ¿Cuántas veces había añorado una verdadera golpiza o un castigo de su padre en vez de negligencia? De algún modo, la poca atención quemó más profundo y se enconó.
—¿Y tu mamá?
Se concentró en su plato.
—Está viviendo con otro actor. Le gustan cuando están en el negocio del espectáculo. La hace sentir importante.
—¿La ves a menudo?
—La idea de un hijo adulto le recuerda su edad. Le gusta fingir que no existo.
—Lo lamento.
Las palabras fueron simples pero desde el corazón. Joe alzó la mirada de su plato. Por un segundo, la conciencia, la energía y el entendimiento pulsaron en el aire entre medio de ellos, luego se deslizó lejos como si nunca hubiera ocurrido. Su sonrisa torcida burló su propia confesión.
—Pobre niño rico. Pero tenías razón en una cosa, fue una Mitsubishi de infierno.
Ella se rió y cambió de tema.
—Cuéntame sobre el trato en el que estás trabajando. Debe ser algo grande para permanecer célibe por un año.
Él dejó pasar de largo el comentario, pero le lanzó una mirada de advertencia.
—Quiero involucrar a Dreamscape en una oferta para construir cerca a una zona ribereña.
Una ceja se arqueó.
—Escuché que querían construir un spa junto con algunos restaurantes. Todos están hablando de eso. Las personas solían estar asustadas de estar cerca del río.
Él se inclinó hacia adelante con entusiasmo.
—El área está cambiando. Han fortalecido la seguridad, y a los bares y tiendas que ya están allí les está yendo bien. Esto abrirá el área a residentes y el turismo. ¿Puedes imaginar caminos iluminados por todo el largo del río, con bares afuera? ¿Y un spa que da hacia las montañas mientras te hacen un masaje? Ese es el futuro.
—También escuché que sólo querían a las compañías más grandes en Manhattan para ofrecer el proyecto.
El cuerpo de él se tensó con una necesidad casi física. Su sueño estaba justo delante de él y no dejaría que nada se interpusiera en su camino.
Sus palabras salieron como un mantra.
—Voy a obtener ese contrato.
Ella pestañeó, luego lentamente asintió como si la creencia de él en si mismo se lo asegurara.
—¿Dreamscape puede manejar ese trabajo?
Él tomó un sorbo de su vino.
—La junta piensa que es demasiado ambicioso, pero voy a probarles que se equivocan. Si tengo éxito, Dreamscape subirá a la cima.
—¿Es por el dinero?
Negó con su cabeza.
—No me importa el dinero. Quiero dejar mi marca, y sé cómo acercarme a ello. Nada demasiado citadino. Nada para competir con las montañas, si no una estructura que alabe a la naturaleza y se mezcle, en vez de que pelee contra ella.
—Suena como si hubieras pensado en esto mucho tiempo.
Empapó el último trozo de pan en la salsa que sobraba, luego lo lanzó a su boca.
—Sabía que la ciudad tomaría esta decisión pronto, y quería estar preparado. He pensando en diseños junto al río por años. Ahora estoy listo.
—¿Cómo vas a conseguirlo?
Joe se concentró en su plato. Gracioso, ella parecía capaz de notar cuando él mentía. Desde la infancia.
—Ya tengo a uno de los socios a bordo. Richard Drysell está construyendo el spa, y compartimos la misma visión. Tendrá una cena el próximo sábado. Los dos últimos hombres que necesito convencer estarán allí, así que espero hacer una impresión.
No compartió cómo _____ entraría en la mezcla. Miró a su nueva esposa como una forma de cerrar el trato, pero sería mejor explicarlo la noche de la fiesta.
Joe levantó su cabeza y la vio limpiando su plato.
Todo el tazón de ensalada permaneció en la mesa entre ellos, sin ser tocado. La pasta, el pan y el vino estaban agotados. Ella parecía como si estuviera a punto de explotar.
—Bueno, la ensalada luce terriblemente buena. ¿No vas a comerla?
Ella forzó una brillante sonrisa y cogió con el tenedor una pieza frondosa.
—Por supuesto. Adoro las ensaladas.
Él sonrió.
—¿Postre?
Ella dejó escapar un gruñido.
—Gracioso.
Limpiaron rápidamente, metieron todo en el lavaplatos y luego ella se estiró en el sofá de color beige en la sala. Joe supuso que ella estaba esperando una manera más rápida de digerir.
—¿Vas a trabajar esta noche? —preguntó ella.
—No, es tarde. ¿Y tú?
—No, estoy muy cansada. —La sala se llenó de un breve silencio—. Así que, ¿qué quieres hacer?
Su camisa serpenteó una preciosa pulgada. La tersa y bronceada piel de su estómago causó estragos en su concentración. Tenía algunas imágenes muy claras de lo que podían hacer. Ellas involucraban levantar lentamente su camisa. Luego lamer los pezones hasta que se apretaran bajo su lengua. El resto se centró en sacar esos pantalones de chándal y probar lo rápido que podía hacerla arder en sus brazos. Dado que ninguna de esas opciones era posible, se encogió de hombros.
—No sé. ¿Televisión? ¿Película?
Ella negó con la cabeza.
—Póker.
—¿Cómo dices?
Sus ojos se iluminaron.
—Póker. Tengo un mazo de cartas en mi maleta.
—¿Llevas tus propias cartas?
—Nunca sabes cuando las vas a necesitar.
—¿Qué apostamos?
Ella se levantó del sofá y se dirigió hacia las escaleras.
—Dinero, por supuesto. A menos que seas demasiado cobarde.
—Está bien. Pero usaremos mis cartas.
Ella se detuvo a mitad de camino y lo miró.
—Está bien. Trato hecho.
Él golpeó el mando a distancia y las notas de Madame Butterfly se hicieron eco desde los altavoces Bose. Se ajustó las gafas y se acomodó en la mesa de café. Ella se sentó a su lado, con las piernas cruzadas. Sus dedos volaban a través de las cartas con la facilidad de un experto, barajándolas con la velocidad del rayo. Joe tuvo un destello de ella en un vestido escotado, repartiendo las cartas en un salón mientras se sentaba en el regazo de un vaquero. Se sacudió la imagen y se concentró en su mano.
—La Elección del Repartidor. Stud de Cinco Cartas. Subir la apuesta.
Él frunció el ceño.
—¿Con qué? —preguntó él.
—Te dije que estábamos jugando por dinero.
—¿Debería hacer que mi mayordomo abra la caja fuerte? ¿O tal vez sólo jugaríamos por las joyas de la familia?
—Muy gracioso. ¿No tienes algún billete por ahí?
Su labio se torció.
—Lo siento. Sólo cientos.
—Oh.
Parecía tan decepcionada que perdió la batalla y se echó a reír.
—¿Qué tal si jugamos por algo más interesante?
—Yo no juego póker nudista.
— Quiero decir por favores.
Su declaración le llamó la atención. Sus dientes atraparon su labio inferior. Él observó la acción con puro placer.
—¿Qué clase de favores? —preguntó ella.
—El primero en ganar tres manos completas obtiene un favor del otro. Se puede utilizar en cualquier momento, como un vale.
Su rostro se iluminó con interés.
—¿Puedes utilizar el favor en cualquier cosa? ¿No hay reglas?
—No hay reglas.
El reto la atrajo como a un jugador pura sangre el aroma de un tiro largo. Se dio cuenta de su victoria, incluso antes de que ella estuviera de acuerdo. Joe prácticamente se lamió los labios mientras ella consentía, ysabía que para los próximos meses, finalmente tendría el control que necesitaba en este matrimonio.
Ella estuvo de acuerdo. Él casi se echó a reír ante el resultado obvio, pero se negó a ser misericordioso. Ella lanzó una carta y recogió un reemplazo.
Él puso sus cartas.
—Full House.
—Dos sotas. Tu turno.
Joe le dio crédito, ella se negó a ceder. Mantuvo con firmeza sus emociones ocultas. Apostaba a que su padre le enseñó, y si no fuera por la experiencia pasada de Joe, ella sería un infierno de jugador a batir. Ella soltó un par de ases y se entregó con gracia a sus tres cuatros.
—Una mano más —dijo él.
—Puedo contar. Mi mano. —Sus dedos volaban sobre las cartas—. Así que, ¿dónde aprendiste póker?
Él veía su mano con indiferencia.
—Un amigo mío tenía un juego a la semana. Era una buena excusa para hacer algo serio de beber y pasar el rato.
—Siempre pensé que eras más del tipo de ajedrez.
Lanzó una carta y la reemplazó.
—Soy bueno en eso, también.
Ella dio un bufido impropio de una dama.
—Enseña. —Ella exhibió su escalera y el triunfo brilló en sus ojos.
Casi sintió lástima por ella. Casi.
—Buena mano. —Le ofreció una sonrisa arrogante—. Pero no es suficientemente buena. —Lanzó cuatro ases. Luego estiró las piernas delante de él y se inclinó hacia atrás—. Buen intento, sin embargo.
Se quedó boquiabierta de asombro ante sus cartas.
—Las probabilidades de cuatro ases en el stud de cinco cartas son... ¡oh, Dios mío, hiciste trampa!
Negó con la cabeza e hizo un sonido chasqueante.
—Vamos, ___, pensé que eras una mejor competidora. ¿Todavía eres una mala perdedora? Ahora sobre mi favor...
Joe se preguntó si vapor real saldría de sus poros.
—Nadie puede conseguir cuatro ases a menos que escamoteara las cartas. No me mientas, porque ¡estaba pensando en hacerlo yo misma!
—No me acuses de algo que no puedes probar.
—Hiciste trampa. —Su tono se mantuvo a un toque entre asombro y horror—. Me mentiste en nuestra noche de bodas.
Él soltó un bufido.
—Si no quieres pagar tu deuda, dilo. Igual que una mujer siendo una mala perdedora.
Ella se retorció con la emoción de la sangre caliente.
—Eres un estafador, Joe Ryan.
—Pruébalo.
—Lo haré.
Ella se lanzó sobre la mesa de café y en sus brazos. La respiración salió de él cuando ella lo tumbó de espaldas en la alfombra y llevó su mano hasta las mangas de su camisa por la sospecha de cartas plantadas. Joe gruñó mientras una figura femenina llena presionaba al ras contra cada músculo, intentando sólo encontrar evidencia de juego sucio. Trató de empujarla, pero ella cambió su atención a los bolsillos de su camisa y él se rió. El sonido comenzó profundo en su pecho y se dio cuenta que esta mujer le había hecho reír mucho más en la última semana de lo que había hecho desde la infancia. Cuando sus dedos se metieron en el bolsillo del pantalón se dio cuenta de que si profundizaba más no vendría con las manos vacías. La risa se calmó en un duro retorcijón en lo profundo de sus entrañas y con un movimiento rápido él la volcó sobre su espalda, recostó encima de ella, y sujetó ambas manos al lado de su cabeza.
Su broche para el cabello se había soltado durante la refriega. Los rizos negro carbón cayeron sobre su rostro y cubrieron uno de los lados.
Decididos ojos azules se asomaron entre los mechones, llenos de un altivo desprecio que sólo ella podría conseguir después de tumbarlo a la tierra para un combate de lucha libre. Sus pechos subían contra su sudadera, sin confinamiento. Sus piernas entrelazadas con las suyas, sus muslos entreabiertos.
Joe estaba en serios problemas.
—Sé que tienes cartas plantadas. Sólo admítelo y nos olvidaremos de todo esto que pasó.
—Estás loca, ¿sabes? —murmuró él—. ¿No piensas alguna vez acerca de las consecuencias de tus acciones?
Ella presionó su labio inferior y soltó una bocanada de aire duro. Los rizos obedientemente se deslizaron lejos de los ojos.
—No hice trampa.
Su boca hizo un mohín. Él ahogó una maldición, y sus dedos se cerraron alrededor de sus muñecas. Maldita sea por hacerlo desear. Maldita sea por no haberlo visto.
—Ya no somos unos niños, _____. La próxima vez que vayas a tumbar a un hombre al piso, más vale que estés preparada para soportar el calor.
—¿Quién eres tú, Clint Eastwood? ¿Tu siguiente línea va a ser, "Adelante, alégrame el día"?
El calor en su ingle subió a su cabeza como una nube de niebla, hasta que sólo pudo pensar en el calor húmedo de su boca y el cuerpo blando debajo del suyo. Quería estar desnudo con ella en una maraña de sábanas, y en su lugar lo trataba como a un hermano mayor molesto. Pero esa ni siquiera era la peor parte. Ella era su esposa. El pensamiento lo torturaba.
Algo enterrado, el instinto de hombre de las cavernas se encendió a la vida y lo llevó a formular su reclamación. Según la ley, ella ya le pertenecía.
Y esta noche era su noche de bodas.
Ella lo desafió a convertir la ira en deseo, de sentir sus labios suaves y temblando bajo los suyos, toda dulzura, entrega y pasión. La lógica normal de su lista, su plan y su necesidad de un matrimonio de negocios voló por la ventana.
Decidió reclamar a su esposa.
_____ sintió que el hombre encima de ella mantuvo su cuerpo en una llave de músculos apretados. Había estado tan concentrada en su discusión que había olvidado que la inmovilizó a la alfombra. Abrió la boca para hacer otra observación inteligente sobre la esclavitud, y luego se detuvo.
Encontró sus ojos. Y contuvo el aliento.
Oh, Dios.
La energía sexual primitiva se arremolinó entre ellos como un tornado ganando velocidad y potencia. Sus ojos ardían con un brillo de fuego, medio necesidad, medio ira mientras bajó la mirada hacia ella. Ella se dio cuenta de que él estaba entre sus muslos abiertos, sus caderas en ángulo sobre las de ella, su pecho apoyado mientras agarraba sus dedos. Esta ya no era la indulgencia burlona de un hermano. Esto no era un viejo amigo o socio de negocios. Esto era el simple deseo de un hombre por una mujer, y _____ se sintió arrastrada hacia la tormenta con el grito de su propio cuerpo.
—¿Joe?
Su voz era ronca. Vacilante. Sus pezones empujaban contra el suave vellón con exigencia. Su mirada inclinada sobre su rostro, sus pechos, su estómago expuesto. La tensión empujó tirante entre ellos. Él bajó la cabeza. El ímpetu de su aliento acariciaba sus labios mientras hablaba justo contra su boca.
—Esto no significa nada.
Su cuerpo contradecía sus palabras, mientras reclamaba su boca en un beso feroz. Con un movimiento rápido, su lengua empujó a través de la costura de sus labios para viajar más allá. Su mente se nubló, atrapada entre el dolor sordo de su declaración y el placer golpeando a través de ella en ondas. Ella agarró sus manos y se sujetó, deleitándose con el sabor oscuro del apetitoso y costoso chardonnay, meciendo sus caderas hacia arriba para encontrar la dura longitud de su cuerpo, y frotar sus pezones contra su pecho. Ella perdió el control en esos pocos momentos, el vacío sin edad anulando los últimos años, llenado temporalmente con el sabor, la sensación y el olor de él.
Su lengua correspondió cada golpe, mientras un bajo gemido gutural escapó de su garganta. Arrancó los dedos de ella y deslizó sus manos a lo largo de su vientre y ahuecó sus pechos. Sus pezones se apretaron, y él empujó la tela más arriba. Miró fijamente sus pechos desnudos, y el calor en sus ojos casi la quemó viva. Un dedo retorció su pezón y ella gritó. Su cabeza bajó. _____ se dio cuenta que este era el momento de la verdad. Si él la besaba de nuevo, se rendiría. Le dolía el cuerpo por el suyo y no pudo llegar a una razón muy buena para parar.
El timbre sonó.
El sonido rebotó en las paredes. Joe saltó y rodó lejos de ella como un político atrapado en medio de un escándalo sexual, murmurando algunas palabras desagradables que ella no sabía que existían.
—¿Estás bien? —preguntó él.
Ella parpadeó ante la actitud reservada de un hombre que hace dos segundos le había arrancado la ropa. Él se abotonó la camisa con calma y esperó por su respuesta. Excepto por el bulto en sus pantalones negros, se veía totalmente inafectado por el episodio. Al igual que lo había estado cuando la había besado en la casa de sus padres.
La comida pesada se tambaleó en su estómago y _____ luchó por dejar atrás la náusea. Tomó una respiración profunda del yoga y se incorporó, tirando hacia abajo su camiseta.
—Por supuesto. Responde a la puerta.
Él la miró fijamente por unos momentos, como si comprobara para ver si creía su fachada, y luego asintió y salió de la habitación.
Ella aplastó los dedos contra sus labios y trató de mantenerlos unidos.
Había cometido un error monumental. Obviamente, su celibato recientehabía causado que sus hormonas se volvieran locas, hasta que cualquier hombre que la tocara la encendiera como un petardo. Su última declaración brilló en su mente con una finalidad de burla.
Esto no significa nada.
Oyó la conversación en el pasillo. Una morena alta, de piernas largas entró en la habitación con la facilidad de alguien que conocía bien la casa. _____ se quedó mirando a una de las mujeres más hermosas que había visto, obviamente ex de Joe.
Las piernas de la corista comenzaban con tacones de plataforma negros y desaparecían debajo de un par de pantalones de seda. Sus caderas delgadas estaban rodeadas con un cinturón de cadena de plata, y una camiseta metálica elástica moldeaba sus pechos pequeños, profundizándose en el escote y exponiendo la parte superior de sus hombros. Su largo cabello negro caía por su espalda en una masa de ondas perfectas. Ni un rizo encrespado a la vista. Sus ojos eran de un color esmeralda sorprendente, con largas y negras pestañas. Sus labios carnosos partían altos pómulos e irradiaba un aire de elegancia relajada.
Miró a su alrededor, a continuación, se centró en _____.
_____ supo entonces que iba a vomitar.
La diosa se volvió hacia Joe con un aire de disculpa. Incluso su voz era un ronco recordatorio del sexo.
—Sólo necesitaba conocerla.
Con horror, se dio cuenta de que Gabriella no sólo se acostó con Joe, sino que en realidad se preocupaba por él. El dolor evidente brillando en esos ojos la acusó de mujer a mujer por robar a su hombre. Parte de _____ observó la escena desde arriba, con humor real. Era como un episodio de The Real Housewives of Nueva York salido terriblemente mal. Por lo menos no era de Jersey Shore. Sus pensamientos locos se dispararon y se agarró a los zarcillos de su cordura.
_____ se levantó y miró a la diosa flaca que se erguía sobre ella. Ella se esforzó profundamente por mantener la compostura y fingió que llevaba ropa real y no un equipo de gimnasia.
—Entiendo —dijo formalmente.
—Gabby, ¿cómo conseguiste pasar la seguridad?
Los rizos despeinados ingeniosamente se deslizaron sobre un hombro.
Gabriella extendió la mano y presionó algo en la mano de Joe.
—Todavía tenía mi llave y el código de seguridad. Después que dijiste que te ibas a casar, bueno, las cosas se pusieron un poco intensas.
Las palabras golpearon la piel sensible de _____, como picaduras de avispa. Al diablo con esto. Ella se negó a permitirle a Joe continuar una relación secundaria, cuando habían firmado un contrato. Por lo tanto, tenía que fingir ser la esposa posesiva. Tragó saliva y se obligó a sonreír con tranquilidad a su adversaria.
—Gabriella, lo siento si fuiste lastimada por nuestra decisión. Llegó bastante rápido para nosotros, ya sabes. —Ella se echó a reír y se colocó entre los dos—. Nos conocíamos desde hace años y cuando nos volvimos a encontrar, quedamos atrapados en un torbellino. —Fingió mirar hacia arriba con adoración a su actual marido, aunque le dolían los puños por darle un buen puñetazo. Él deslizó sus brazos alrededor de ella y el calor de su cuerpo quemó a través del material fino de sus pantalones de yoga— . Tengo que pedirte que te vayas. Es nuestra noche de bodas.
Gabriella los estudió con un aire evaluador.
—Extraño que no estuvieran haciendo un viaje a alguna parte... más romántico.
Joe la salvó.
—Tengo obligaciones de trabajo así que retrasamos nuestra escapada a la isla.
Gabriella habló de una manera recortada.
—Está bien. Me iré. Tenía que ver por mí misma, a quien eligió por encima de mí. —Su expresión le dijo a _____ que no entendía la decisión de Joe—. Voy a estar fuera de la ciudad durante un tiempo. Me comprometí a ayudar en Haití con parte de la reconstrucción.
Oh. Dios. Mío. Ella era una persona humanitaria. La mujer parecía perfecta, tenía dinero, y de hecho ayudaba a la gente. El corazón de _____ dio un vuelco. Gabriella se volvió y se centró en la baraja de cartas.
—Hmmm, siempre me gustaron las cartas. Pero no para una noche de bodas.
Gabriella no les dio la oportunidad de responder. Con la gracia de una cobra, se deslizó por la puerta sin mirar atrás.
_____ saltó lejos de Joe ante el sonido del clic. Un silencio incómodo se apoderó de la habitación mientras sus pensamientos giraban.
—Lo siento, _____. Nunca me esperé que ella se presentara en mi casa.
La pregunta se levantó desde el fondo. Ella juró que no le preguntaría, pero la batalla corta y sangrienta terminó antes de que comenzara. Las palabras surgieron de sus labios.
—¿Por qué te casaste conmigo y no con ella?
En comparación con Gabriella, _____ carecía en todas las facetas. La novia de Joe era hermosa, elegante y delgada. Ella habló con la inteligencia, se ofrecía voluntariamente para causas nobles, y de hecho se comportó con clase para una mujer despechada. También se preocupaba por Joe. ¿Por qué él tenía que herirla?
Joe dio un paso atrás.
—Eso no importa —dijo con frialdad.
—Necesito saber.
El hielo se deslizó por su espina dorsal cuando captó la resolución en su rostro. El postigo se cerró de golpe, y de repente vio a un hombre con absolutamente ninguna emoción o sentimiento.
—Debido a que ella quería más de lo que puedo darle. Ella quería sentar cabeza y formar una familia.
_____ dio un paso atrás.
—¿Qué hay de malo en eso?
—Le dije a Gabriella la verdad desde el principio. No tengo nada permanente. No quiero niños, y nunca voy a ser el tipo de hombre que se establece a largo plazo. Me lo prometí a mí mismo hace años. —Hizo una pausa—. Así que me casé contigo en su lugar.
La sala giró mientras la finalidad de su declaración se apoderó de ella. Su esposo puede experimentar un ataque de pasión. Su contacto puede estar caliente, y sus labios aún más cálidos, pero su corazón estaba tallado en piedra. Nunca dejaría a una mujer entrar, él estaba demasiado dañado para tener una oportunidad. De alguna manera, sus padres lo habían convencido que el amor no existe. Incluso si un débil rayo brillaba en la superficie, todavía creía que no había final feliz. Sólo los niños como bajas y una vida entera de dolor.
¿Cómo podría alguna mujer luchar contra esa dura creencia con alguna esperanza de ganar? Su necesidad de un matrimonio por negocio de repente tenía perfecto sentido.
—¿Estás bien?
Ella decidió terminar la noche con su final. Joe Ryan podría romper su corazón. Una vez más. Tenía que actuar de manera fría y eficiente con el fin de salvar su orgullo.
Y siempre debía mantener su distancia. _____ educó sus facciones para no mostrar nada y empujó el dolor profundo dentro de su cuerpo hasta que fue una apretada bola en su estómago.
—Deja de preguntarme si estoy bien. Por supuesto que estoy bien. Eso sí, no creo que puedas colarte un rapidito con tu ex. Un trato es un trato.
Su rostro se endureció.
—Te di mi palabra, ¿recuerdas?
—También hiciste trampa en el póquer.
El recordatorio de su juego de póquer, que salió mal, hizo que la humillación la quemara atravesándola. Él removió los pies incómodo y metió su mano entre su cabello y _____ supo que el discurso se avecinaba.
—Acerca de lo que sucedió…
Ella se merecía un Premio de la Academia digno de risa.
—Oh, Señor, no vamos a tener una charla sobre eso, ¿verdad? —Ella puso los ojos—. Oye, Joe, tengo que admitir algo. Claro, este matrimonio es un acuerdo comercial, pero yo estaba usando el vestido, y era técnicamente nuestra noche de bodas y... —Ella alzó las manos en señal de rendición—. Me dejé llevar con la idea completa. Solo pasó que tú estabas, bien…
—¿Disponible?
—Estaba pensando más en... a mano. Tú estabas a mano. Esto no significó nada así que vamos a dejar todo el asunto fuera, ¿de acuerdo?
Él la miró con los ojos entrecerrados, abarcando cada rasgo de su rostro.
El reloj marcó y ella esperó. Un extraño juego de emociones parpadeaba en sus ojos, hasta que ella juró que la miró con pesar.
Debe haber sido un truco de la luz.
Finalmente, asintió con la cabeza.
—Vamos a echarle la culpa al vino y a la luna llena o algo así.
Ella se dio la vuelta.
—Me voy a la cama. Es tarde.
—Está bien. Buenas noches.
—Buenas noches.
Subió la escalera de caracol y se deslizó bajo las sábanas, porque no quería lavarse los dientes o hacer su rutina de la piel o cambiarse en sus pijamas.
Tiró del suave edredón hasta la barbilla, hundió el rostro en la almohada, y abrazó el sueño, un lugar en el que ella no tenía que pensar o sentir o sufrir.
Joe miró la escalera desierta. El vacío latió en su interior y no tenía ni idea de por qué. Se sirvió el resto del vino en su copa, ajustando el volumen del estéreo, y se instaló en el sofá. La música de ópera se derramó sobre él y calmó sus nervios.
Su casi error se alzaba ante él. Si Gabby no se hubiera presentado, ____ habría estado en su cama. No más matrimonio sencillo.
Estúpido.
¿Cuando tuvo necesidad de que una mujer causara estragos con sus planes? Incluso cuando había cortejado a Gabriella y se habían vuelto íntimos, nunca había estado unido a los resultados. Su objetivo era claro y necesario. Pero incluso eso no fue suficiente para detenerlo una vez que él había conseguido una muestra de _____ McKenzie. Ella destruyó su mente, le hizo reír, y lo tentó con las delicias de su cuerpo sin una sutil y sencilla manipulación. Era diferente de cualquier otra mujer que hubiera conocido, y él quería que se quedara en la categoría de su amiga. La mejor amiga de su hermana. Quería reírse de su pasado, vivir en armonía por un año, y decir adiós con facilidad.
La primera noche pésima que había pasado y le arrancó la camisa.
Apuró la copa de vino y apagó el estéreo. Había que arreglarlo. Ella ya admitió que sólo quería un cuerpo caliente en la cama. Obviamente, no se sentía atraída por él, y probablemente había bebido demasiado vino y quedaron atrapados en la fantasía de la boda. Tal y como admitió. Ella quería el dinero, y echaba de menos el sexo.
Su mente obstinada gritó que no podía reaccionar con tanta pasión a todo hombre que la tocara. Firmemente ignoró la advertencia, se movió desde el sofá, y se dirigió hacia las escaleras hasta su propia cama.
Capítulo 4
Joe se volteó para ver a su novia durmiendo. Su cabeza descansaba contra la puerta de la limosina. Su tocado se había caído, y el encaje blanco desarreglado yacía en el suelo a sus pies. Los rizos de Raven estaban revueltos en todas las direcciones y escondían sus hombros desnudos de la vista. La copa de champaña en el portavasos permaneció intacta, las burbujas se habían desvanecido. Un brillante diamante de dos quilates estaba en su dedo y disparaba los brillos de luz de los últimos rayos del sol que moría. Labios voluptuosos y de color rubí estaban entreabiertos para dejar que saliera y entrara el aire. Un delicado ronquido estable se alzaba en el aire durante cada exhalación.
_____ McKenzie ahora era su esposa.
Joe se movió para tomar su propio vaso de champaña y silenciosamente le brindó al éxito. Ahora poseía por completo Dreamscape Enterprise.
Estaba a punto de ir tras una oportunidad única en la vida y no necesitaba el permiso de nadie. El día había pasado sin una complicación.
Tomó un largo trago del Dom Perignon y se preguntó por qué se sentía como una mierda. Su mente regresó al momento en que el sacerdote los convirtió en marido y mujer. Los ojos zafiros llenos con puro miedo y pánico mientras se inclinaba para darle el beso necesario. Pálida y abatida, sus labios temblaron bajos los suyos. Supo que no se debía a la pasión. Al menos no esta vez.
Se recordó que ella sólo lo quería por el dinero. Su habilidad para pretender que era inocente era peligrosa.
Se burló de sus propios pensamientos al alzar su copa nuevamente y beberse el último trago de champaña.
El conductor de la limosina bajó el vidrio tintado un centímetro.
—Señor, hemos llegado a nuestro destino.
—Gracias. Puede detenerse al frente.
Mientras la limosina subía el largo y estrecho camino, Joe gentilmente sacudió a su novia para despertarla. Ella se movió, roncó y colapsó de nuevo en el sueño. Joe reprimió una sonrisa y comenzó a susurrar. Luego se detuvo. Se deslizó de nuevo en su viejo papel de atormentador con una confortable facilidad, se inclinó y gritó su nombre.
Ella se enderezó de golpe. Sus ojos abiertos con miedo, alejó su pesada melena de sus orejas y miró a todo el encaje blanco como si ella fuera Alicia en el País de las Maravillas bajando por el hoyo del conejo.
—Oh, Dios mío, lo hicimos.
Él le entregó sus zapatos y tocado.
—Todavía no, pero es nuestra luna de miel. Estaría feliz de obligarte si estás de ánimo.
Ella lo miró fijamente.
—No hiciste nada más en esta boda que hacerte notar. Trata de organizar cada último detalle en sólo siete días y me sentaré y te veré colapsar.
—Te dije que te consiguieras un Juez de Paz.
_____ bufó.
—Típicamente masculino. No levantaste un dedo para ayudar y chillas inocente cuando eres desafiado.
—Roncas.
Su boca se abrió.
—¡No ronco!
—Lo haces.
—No lo hago. Alguien me lo hubiera dicho.
—Estoy seguro de que tus amantes no querían ser echados de la cama. Eres malhumorada.
—No lo soy.
—Lo eres.
La puerta se abrió y el chofer ofreció su brazo para ayudarla. Ella sacó su lengua y dejó la limosina con la arrogancia de la Reina Elizabeth. Él ahogó otra risa y la siguió. _____ se detuvo en el bordillo de la acerca. La observó asimilar las líneas arquitectónicas de la mansión, la cual se asemejaba a una villa Toscana. La arenisca terracota creaba una imagen de elegancia casual, y sus altos muros y largos ventanales reflejaban un aura de historia. Un enorme césped verde abrazaba la entrada y llevaba a la casa, luego se extendía por acres en un alegre abandono. Coloridos geranios se derramaban de cada ventana para imitar la vieja Italia. La parte superior de la casa se abría a un balcón de hierro forjado el cual contenía sillas, mesas y un jacuzzi entre los árboles frondosos.
Ella abrió su boca como si fuera a comentar, luego la cerró de golpe.
—¿Qué piensas? —preguntó.
Ella inclinó su cabeza.
—Es despampanante —dijo—. La casa más hermosa que he visto.
El placer se disparó por él ante el evidente placer de ella.
—Gracias. La diseñé yo mismo.
—Parece vieja.
—Esa fue mi intención. Prometo que tengo toda la plomería necesaria dentro.
Ella negó con su cabeza y lo siguió dentro. Pisos de mármol brillaban debido al pulimiento y los techos de catedral creaban una ilusión de espacio y elegancia. Grandes y aireadas habitaciones salían desde la escalera en espiral del centro. Joe le dio una propina al conductor y cerró la puerta detrás de él.
—Vamos, te mostraré los alrededores. A menos que quieras desvestirte primero.
Ella agarró un puñado del material de gasa y levantó su cola. Sus pies con medias se asomaban desde debajo.
—Guía.
Él la llevó a un tour completo. La cocina completamente equipada presumía un brillante centro de acero inoxidable y cromo, pero Joe se había asegurado de que la habitación mantuviera el calor del que una abuela italiana estaría orgullosa. Una isla de pesada madera cortada sostenía canastas llenas de frutas frescas y dientes de ajo, hierbas hundidas en botellas llenas de aceite de oliva, pastas secas y tomates rojos y maduros. La mesa era de cedro grueso con sillas cómodas y macizas.
Una selección de vinos se asomaba en un estante de acero. Las puertas de vidrio llevaban de la cocina a la terraza interior, completa con muebles de mimbre, estantes y vasijas de margaritas derramándose por la habitación.
En vez de coloridas pinturas, fotografías en blanco y negro ocupaban el espacio de la pared, y mostraban un despliegue de arquitectura de todo el mundo. Joe disfrutó la expresión de ella mientras admiraba cada centímetro de su espacio. Él la llevó por las escaleras hacia las habitaciones.
—Mi habitación está en el fondo del pasillo. Tengo una oficina privada pero hay un computador libre en la biblioteca que puedes usar. Puedo ordenar cualquier otra cosa que necesites. —Abrió una de las puertas—. Te he dado una habitación con baño privado. No estaba seguro de tu gusto así que siéntete libre de redecorar.
La miró admirar los tonos pálidos y neutrales de la cama de postes tamañoKing y los muebles a juego.
—Esto estará bien. Muchas gracias —dijo.
La miró fijamente por un momento mientras la formalidad latía entre ellos.
—Sabes que estarás atrapada aquí por al menos dos días, ¿cierto? Usamos el trabajo como una excusa para no ir a una luna de miel, pero no puedo aparecer en la oficina hasta el lunes. Las personas van a chismosear.
Ella asintió.
—Puedo utilizar la computadora para mantenerme al día. Y Maggie dijo que ayudaría.
Él se dio la vuelta.
—Ponte cómoda y encuéntrame abajo en la cocina. Cocinaré algo para la cena.
—¿Cocinas?
—No me gusta que personas extrañas estén en mi cocina, tuve suficiente de eso al crecer. Así que, aprendí.
—¿Eres bueno?
Él bufó.
—Soy el mejor.
Luego él cerró la puerta tras él.
Hombre arrogante.
_____ se dio la vuelta y estudió su nueva habitación. Sabía que Joe estaba viviendo cómodamente con una gran fortuna, pero el tour la había hecho sentir como el personaje de Audrey Hepburn en Mi bella dama: completamente común junto a la sofisticación de su tutor.
Al diablo con eso. Necesitaba mantener su vida tan normal como fuera posible, matrimonio o no. Joe no era su esposo real, y ella no pensaba quedarse atrapada en cualquier artimaña doméstica y encontrarse perdida a fin de año. Probablemente ni siquiera lo vería a menudo. Asumió que él también trabajaba hasta tarde y además de las fiestas ocasionales a las que tendrían que asistir, llevarían vidas separadas.
Su discurso motivacional mental ayudó, así que se quitó el vestido y pasó la siguiente hora en un baño de burbujas en la lujosa tina de spa adjunta a su habitación. Miró una sola vez al fino camisón negro que sus hermanas habían lanzado en su bolsa de noche, luego la lanzó a la parte trasera del armario. Se puso unas calzas y una sudadera de felpa, se recogió el cabello y bajó a la cocina.
_____ siguió los sonidos de chisporroteo y se deslizó en una de las pesadas sillas talladas de la cocina. Llevó sus pies descalzos al borde de su asiento, envolvió sus brazos alrededor de las rodillas y observó a su nuevo marido.
No se había quitado su esmoquin. Se había quitado la chaqueta, y enrollado las mangas arrugadas de su camisa blanca más allá de los codos. Los botones de perla de ónix habían sido desabrochados hasta la mitad del pecho y revelaban una mata de pelo rubio esparcido sobre unos músculos esculpidos. Sus hombros eran anchos, y exigían que la tela se expandiera para que encajara. Sus pantalones negros lo cubrían como un amante y enfatizaban las largas piernas delgadas y sus caderas. _____ pasó un infierno ignorando la dura curva de su trasero. El hombre tenía un trasero sensacional. Demasiado mal que nunca lo vería desnudo. No creía que verlo bajarse su bañador cuando era adolescente contara.
Además, ella había estado demasiado ocupada mirando su frente.
—¿Quieres ayudar?
Se clavó sus uñas en la palma para darse una dosis de realidad.
—Claro. ¿Qué tenemos?
—Fetuccini Alfredo con camarones, pan de ajo y ensalada.
Un gemido afligido escapó de sus labios.
—Oh Dios, eres malvado.
—¿No te gusta el menú?
—Me gusta demasiado. Sólo comeré la ensalada.
Él le lanzó una mirada de disgusto por encima del hombro.
—Estoy cansado de mujeres que ordenan ensalada, luego parecen como si
se merecieran unas medallas. Una buena comida es un regalo.
Ella apretó sus dedos más fuertemente.
—Bueno, muchas gracias por ese punto de vista petulante de la población femenina. Para tu información, aprecio la buena comida más que tú. ¿Viste los aperitivos que ordené para nuestra boda? ¿No viste cuánto comí? Demonios, es igual que cuando un hombre le pone en frente a una mujer una comida que engorda y es deliciosa y se ofende cuando ella no come. ¡Luego pareces impactado en la habitación cuando estás mirando sus caderas y preguntándote cómo engordó cinco kilos!
—No tiene nada de malo que una mujer tenga curvas.
Ella saltó de su asiento y agarró los ingredientes para la ensalada.
—He escuchado esa antes. Hagamos esta prueba, ¿sí? ¿Cuánto pesa
Gabriella?
Él no respondió.
Ella lanzó un pimiento rojo en la tabla junto a la lechuga romana y resopló.
—Oh, ¿ahora tenemos la lengua atada? ¿Ella pesa 45 kg o eso es considerado gordura por estos días?
Cuando él habló, su tono fue menos arrogante.
—Es una modelo. Tiene que mantener un peso más bajo.
—¿Y ella ordena ensaladas cuando sale a cenar?
Más silencio.
Un pepino rodó por el mesón y se detuvo en el borde.
—Ah, supongo que eso significa que sí. Pero estoy segura que apruebas su disciplina cuando le quitas la ropa.
Se removió incómodo y mantuvo su atención en la olla caliente con camarones.
—Gabriella es un mal ejemplo. —Definitivamente sonó incómodo.
—Tengo otro rompecabezas. Maggie dijo que sólo tendías a salir con modelos. Parece que te gustan las mujeres delgadas y aceptas que coman ensalada. —Lavó los vegetales, agarró un cuchillo, y comenzó a picar—. Pero si es alguien con quien no estás pensando dormir, supongo que no te importa cuán gorda se vuelva siempre y cuando te haga compañía en las comidas.
—Sucede que detesto salir a cenar con la mayoría de mis citas. Entiendo que están en el negocio, pero disfruto de una mujer que le gusta la buena comida y no está asustada de comer. No eres gorda. Nunca fuiste gorda así que no sé de dónde viene esta obsesión.
—Una vez me llamaste gorda.
—No lo hice.
—Sí, lo hiciste. Cuando tenía catorce, dijiste que me estaba rellenando en los lugares equivocados.
—Infierno, mujer, quería decir tus pechos. Era un adolescente mocoso que sólo quería torturarte. Siempre fuiste hermosa.
El silencio descendió.
Alzó la mirada de su tarea y su boca cayó abierta. En todos los años que había conocido a Joe Ryan, él la había torturado, provocado e insultado.
Nunca la había llamado hermosa.
Joe estaba ocupado batiendo crema y mantuvo su tono casual.
—Sabes lo que quiero decir. Hermosa en el sentido de hermandad. Las observé a ti y a Maggie pasar por la pubertad, y volverse mujeres. Ninguna de las dos es fea. O gorda. Creo que estás siendo dura contigo.
_____ entendió lo que quería decir. Él no pensaba en ella como una mujer hermosa, más como una molesta hermana menor que creció siendo atractiva.
La diferencia era monumental, y ella ignoró el agudo escozor del dolor.
—Bueno, voy a comer esta ensalada y no quiero escuchar más comentarios sobre las mujeres.
—Bien. ¿Abrirías una botella de vino? Hay una enfriándose en el refrigerador.
Ella descorchó un caro chardonnay y lo observó sorberlo. Las esencias cítricas de madera y frutas se alzaron hasta sus fosas nasales. Luchó un minuto, luego se rindió. Una copa. Después de todo, se lo merecía.
Se sirvió un vaso y tomó un sorbo. El líquido bajó por la parte posterior de su garganta, el sabor seco y hormigante. Pronunció un bajo gemido de placer. Su lengua lamió las esquinas de sus labios y sus ojos se cerraron mientras el sabor pulsaba a través de su cuerpo.
Joe comenzó a decir algo pero se detuvo. La visión de verla bebiendo y disfrutando su vino puso tenso cada músculo de su cuerpo. La sangrelatió en sus venas y su ingle se volvió completamente alerta. Su lengua lamió sus labios con unos movimientos tan delicados, que él deseó que probara algo más que vino.
Se preguntó si ella hacía esos sonidos guturales cuando un hombre estaba enterrado profundamente en su calor húmedo y pegajoso. Se preguntó si sería tan apretada y caliente como su boca, cerrándose alrededor de él como un puño sedoso, ordeñando cada hasta la última gota de su reserva e incluso demandando más. Esos pantalones revelaban cada curva de su cuerpo, desde su dulce trasero hasta la seductora longitud de sus piernas.
Su sudadera se había subido y mostraba un trozo de piel desnuda. Y obviamente se había quitado su sostén, sin pensar en él como un hombre que la deseara, si no más como un molesto hermano sin urgencias masculinas.
Maldita ella por empezar a complicar las cosas. Él dejo caer el tazón de pasta en la mesa y rápidamente arregló los lugares para sentarse.
—Deja de beber el vino de esa manera. No estás en una película de porno.
Ella jadeó.
—Hey, no te molestes conmigo sólo porque eres gruñón. No puedo evitarlo si los negocios son más importantes que un matrimonio real para ti.
—Sí, pero tan pronto como te di un precio saltaste. Te compré igual a como me compraste tú.
Ella agarró el tazón de pasta y llenó su plato.
—¿Quién eres tú para juzgarme? Lo has tenido todo en tu vida. Te dieron un Mitsubishi Eclipse en tu cumpleaños número dieciséis. Yo obtuve un Chevette.
Él se puso tenso con el recuerdo.
—Tú obtuviste una familia. Yo no obtuve nada.
Ella hizo una pausa, luego agarró un trozo de pan de ajo caliente goteando con mozzarella.
—Tú obtuviste a Maggie.
—Lo sé.
—¿Qué les pasó? Solían ser tan unidos.
Se encogió de hombros.
—Ella cambió en la secundaria. De repente, ya no me hablaba. Dejó de invitarme a entrar en su habitación para nuestras charlas, luego me alejó completamente. Así que, la dejé ir y me concentré en tener una vida propia. Por un tiempo perdiste tu contacto con ella más o menos en ese entonces, ¿verdad?
—Sí. Siempre pensé que algo había sucedido, pero ella nunca habla sobre eso. De todas formas, mi propia familia estuvo jodida por un rato, así que no estabas solo.
—Pero ahora es como los Waltons.
Ella se rió y zambulló un montón de pasta en su boca.
—Mi padre tuvo mucho qué hacer por ella, pero creo que nos la hemos arreglado para sanar el ciclo.
—¿Ciclo?
—El ciclo kármico, cuando alguien arruina las cosas bastante y te hiere. Nuestro primer instinto es herir de vuelta, o rehusarse a perdonar.
—Suena razonable.
—Ah, pero ahora el ciclo de abuso y dolor continúa. Cuando él regresó, decidí que sólo tenía un padre, y acepté lo que pudiera dar. Con el tiempo, él renunció al alcohol y trató de remediar el pasado.
Joe hizo un sonido rudo.
—Él se fue cuando eras joven y dejó a su familia detrás por la botella. Abandonó tus hermanas gemelas. ¿Luego aparece y pide perdón? ¿Por qué siquiera lo querrías en tu vida?
Ella cogió con un tenedor otro camarón y lo dejó cernirse encima de su boca.
—Tomé una decisión —dijo—. Nunca olvidaré, pero si mi propia madre pudo aprender a perdonarlo, ¿cómo podía rehusarme? Las familias se quedan juntas sin importar que pase.
La simplicidad de su habilidad para perdonar lo impactó hasta la médula. Sirvió más vino.
—Mejor irse con tu cabeza en alta y tu orgullo intacto. Dejarlos que sufran por todo el dolor que causaron.
Ella pareció pensar sus palabras.
—Casi lo hice. Pero me di cuenta que además de ser mi padre, es sólo un ser humano que lo arruinó. Tendría mi orgullo pero no a mi padre. Cuando tomé mi decisión de romper el ciclo. Terminó poniéndose sobrio y reconstruyó nuestra relación. ¿Alguna vez has pensando en contactar a tu padre?
Sus emociones golpearon en hiper-velocidad. Joe peleó contra la vieja amargura y se las arregló para encogerse de hombros.
—Jed Ryan no existe en mis ojos. Esa fue mi decisión.
Se preparó para lástima pero su rostro sólo reflejó una profunda empatía que lo calmó. ¿Cuántas veces había añorado una verdadera golpiza o un castigo de su padre en vez de negligencia? De algún modo, la poca atención quemó más profundo y se enconó.
—¿Y tu mamá?
Se concentró en su plato.
—Está viviendo con otro actor. Le gustan cuando están en el negocio del espectáculo. La hace sentir importante.
—¿La ves a menudo?
—La idea de un hijo adulto le recuerda su edad. Le gusta fingir que no existo.
—Lo lamento.
Las palabras fueron simples pero desde el corazón. Joe alzó la mirada de su plato. Por un segundo, la conciencia, la energía y el entendimiento pulsaron en el aire entre medio de ellos, luego se deslizó lejos como si nunca hubiera ocurrido. Su sonrisa torcida burló su propia confesión.
—Pobre niño rico. Pero tenías razón en una cosa, fue una Mitsubishi de infierno.
Ella se rió y cambió de tema.
—Cuéntame sobre el trato en el que estás trabajando. Debe ser algo grande para permanecer célibe por un año.
Él dejó pasar de largo el comentario, pero le lanzó una mirada de advertencia.
—Quiero involucrar a Dreamscape en una oferta para construir cerca a una zona ribereña.
Una ceja se arqueó.
—Escuché que querían construir un spa junto con algunos restaurantes. Todos están hablando de eso. Las personas solían estar asustadas de estar cerca del río.
Él se inclinó hacia adelante con entusiasmo.
—El área está cambiando. Han fortalecido la seguridad, y a los bares y tiendas que ya están allí les está yendo bien. Esto abrirá el área a residentes y el turismo. ¿Puedes imaginar caminos iluminados por todo el largo del río, con bares afuera? ¿Y un spa que da hacia las montañas mientras te hacen un masaje? Ese es el futuro.
—También escuché que sólo querían a las compañías más grandes en Manhattan para ofrecer el proyecto.
El cuerpo de él se tensó con una necesidad casi física. Su sueño estaba justo delante de él y no dejaría que nada se interpusiera en su camino.
Sus palabras salieron como un mantra.
—Voy a obtener ese contrato.
Ella pestañeó, luego lentamente asintió como si la creencia de él en si mismo se lo asegurara.
—¿Dreamscape puede manejar ese trabajo?
Él tomó un sorbo de su vino.
—La junta piensa que es demasiado ambicioso, pero voy a probarles que se equivocan. Si tengo éxito, Dreamscape subirá a la cima.
—¿Es por el dinero?
Negó con su cabeza.
—No me importa el dinero. Quiero dejar mi marca, y sé cómo acercarme a ello. Nada demasiado citadino. Nada para competir con las montañas, si no una estructura que alabe a la naturaleza y se mezcle, en vez de que pelee contra ella.
—Suena como si hubieras pensado en esto mucho tiempo.
Empapó el último trozo de pan en la salsa que sobraba, luego lo lanzó a su boca.
—Sabía que la ciudad tomaría esta decisión pronto, y quería estar preparado. He pensando en diseños junto al río por años. Ahora estoy listo.
—¿Cómo vas a conseguirlo?
Joe se concentró en su plato. Gracioso, ella parecía capaz de notar cuando él mentía. Desde la infancia.
—Ya tengo a uno de los socios a bordo. Richard Drysell está construyendo el spa, y compartimos la misma visión. Tendrá una cena el próximo sábado. Los dos últimos hombres que necesito convencer estarán allí, así que espero hacer una impresión.
No compartió cómo _____ entraría en la mezcla. Miró a su nueva esposa como una forma de cerrar el trato, pero sería mejor explicarlo la noche de la fiesta.
Joe levantó su cabeza y la vio limpiando su plato.
Todo el tazón de ensalada permaneció en la mesa entre ellos, sin ser tocado. La pasta, el pan y el vino estaban agotados. Ella parecía como si estuviera a punto de explotar.
—Bueno, la ensalada luce terriblemente buena. ¿No vas a comerla?
Ella forzó una brillante sonrisa y cogió con el tenedor una pieza frondosa.
—Por supuesto. Adoro las ensaladas.
Él sonrió.
—¿Postre?
Ella dejó escapar un gruñido.
—Gracioso.
Limpiaron rápidamente, metieron todo en el lavaplatos y luego ella se estiró en el sofá de color beige en la sala. Joe supuso que ella estaba esperando una manera más rápida de digerir.
—¿Vas a trabajar esta noche? —preguntó ella.
—No, es tarde. ¿Y tú?
—No, estoy muy cansada. —La sala se llenó de un breve silencio—. Así que, ¿qué quieres hacer?
Su camisa serpenteó una preciosa pulgada. La tersa y bronceada piel de su estómago causó estragos en su concentración. Tenía algunas imágenes muy claras de lo que podían hacer. Ellas involucraban levantar lentamente su camisa. Luego lamer los pezones hasta que se apretaran bajo su lengua. El resto se centró en sacar esos pantalones de chándal y probar lo rápido que podía hacerla arder en sus brazos. Dado que ninguna de esas opciones era posible, se encogió de hombros.
—No sé. ¿Televisión? ¿Película?
Ella negó con la cabeza.
—Póker.
—¿Cómo dices?
Sus ojos se iluminaron.
—Póker. Tengo un mazo de cartas en mi maleta.
—¿Llevas tus propias cartas?
—Nunca sabes cuando las vas a necesitar.
—¿Qué apostamos?
Ella se levantó del sofá y se dirigió hacia las escaleras.
—Dinero, por supuesto. A menos que seas demasiado cobarde.
—Está bien. Pero usaremos mis cartas.
Ella se detuvo a mitad de camino y lo miró.
—Está bien. Trato hecho.
Él golpeó el mando a distancia y las notas de Madame Butterfly se hicieron eco desde los altavoces Bose. Se ajustó las gafas y se acomodó en la mesa de café. Ella se sentó a su lado, con las piernas cruzadas. Sus dedos volaban a través de las cartas con la facilidad de un experto, barajándolas con la velocidad del rayo. Joe tuvo un destello de ella en un vestido escotado, repartiendo las cartas en un salón mientras se sentaba en el regazo de un vaquero. Se sacudió la imagen y se concentró en su mano.
—La Elección del Repartidor. Stud de Cinco Cartas. Subir la apuesta.
Él frunció el ceño.
—¿Con qué? —preguntó él.
—Te dije que estábamos jugando por dinero.
—¿Debería hacer que mi mayordomo abra la caja fuerte? ¿O tal vez sólo jugaríamos por las joyas de la familia?
—Muy gracioso. ¿No tienes algún billete por ahí?
Su labio se torció.
—Lo siento. Sólo cientos.
—Oh.
Parecía tan decepcionada que perdió la batalla y se echó a reír.
—¿Qué tal si jugamos por algo más interesante?
—Yo no juego póker nudista.
— Quiero decir por favores.
Su declaración le llamó la atención. Sus dientes atraparon su labio inferior. Él observó la acción con puro placer.
—¿Qué clase de favores? —preguntó ella.
—El primero en ganar tres manos completas obtiene un favor del otro. Se puede utilizar en cualquier momento, como un vale.
Su rostro se iluminó con interés.
—¿Puedes utilizar el favor en cualquier cosa? ¿No hay reglas?
—No hay reglas.
El reto la atrajo como a un jugador pura sangre el aroma de un tiro largo. Se dio cuenta de su victoria, incluso antes de que ella estuviera de acuerdo. Joe prácticamente se lamió los labios mientras ella consentía, ysabía que para los próximos meses, finalmente tendría el control que necesitaba en este matrimonio.
Ella estuvo de acuerdo. Él casi se echó a reír ante el resultado obvio, pero se negó a ser misericordioso. Ella lanzó una carta y recogió un reemplazo.
Él puso sus cartas.
—Full House.
—Dos sotas. Tu turno.
Joe le dio crédito, ella se negó a ceder. Mantuvo con firmeza sus emociones ocultas. Apostaba a que su padre le enseñó, y si no fuera por la experiencia pasada de Joe, ella sería un infierno de jugador a batir. Ella soltó un par de ases y se entregó con gracia a sus tres cuatros.
—Una mano más —dijo él.
—Puedo contar. Mi mano. —Sus dedos volaban sobre las cartas—. Así que, ¿dónde aprendiste póker?
Él veía su mano con indiferencia.
—Un amigo mío tenía un juego a la semana. Era una buena excusa para hacer algo serio de beber y pasar el rato.
—Siempre pensé que eras más del tipo de ajedrez.
Lanzó una carta y la reemplazó.
—Soy bueno en eso, también.
Ella dio un bufido impropio de una dama.
—Enseña. —Ella exhibió su escalera y el triunfo brilló en sus ojos.
Casi sintió lástima por ella. Casi.
—Buena mano. —Le ofreció una sonrisa arrogante—. Pero no es suficientemente buena. —Lanzó cuatro ases. Luego estiró las piernas delante de él y se inclinó hacia atrás—. Buen intento, sin embargo.
Se quedó boquiabierta de asombro ante sus cartas.
—Las probabilidades de cuatro ases en el stud de cinco cartas son... ¡oh, Dios mío, hiciste trampa!
Negó con la cabeza e hizo un sonido chasqueante.
—Vamos, ___, pensé que eras una mejor competidora. ¿Todavía eres una mala perdedora? Ahora sobre mi favor...
Joe se preguntó si vapor real saldría de sus poros.
—Nadie puede conseguir cuatro ases a menos que escamoteara las cartas. No me mientas, porque ¡estaba pensando en hacerlo yo misma!
—No me acuses de algo que no puedes probar.
—Hiciste trampa. —Su tono se mantuvo a un toque entre asombro y horror—. Me mentiste en nuestra noche de bodas.
Él soltó un bufido.
—Si no quieres pagar tu deuda, dilo. Igual que una mujer siendo una mala perdedora.
Ella se retorció con la emoción de la sangre caliente.
—Eres un estafador, Joe Ryan.
—Pruébalo.
—Lo haré.
Ella se lanzó sobre la mesa de café y en sus brazos. La respiración salió de él cuando ella lo tumbó de espaldas en la alfombra y llevó su mano hasta las mangas de su camisa por la sospecha de cartas plantadas. Joe gruñó mientras una figura femenina llena presionaba al ras contra cada músculo, intentando sólo encontrar evidencia de juego sucio. Trató de empujarla, pero ella cambió su atención a los bolsillos de su camisa y él se rió. El sonido comenzó profundo en su pecho y se dio cuenta que esta mujer le había hecho reír mucho más en la última semana de lo que había hecho desde la infancia. Cuando sus dedos se metieron en el bolsillo del pantalón se dio cuenta de que si profundizaba más no vendría con las manos vacías. La risa se calmó en un duro retorcijón en lo profundo de sus entrañas y con un movimiento rápido él la volcó sobre su espalda, recostó encima de ella, y sujetó ambas manos al lado de su cabeza.
Su broche para el cabello se había soltado durante la refriega. Los rizos negro carbón cayeron sobre su rostro y cubrieron uno de los lados.
Decididos ojos azules se asomaron entre los mechones, llenos de un altivo desprecio que sólo ella podría conseguir después de tumbarlo a la tierra para un combate de lucha libre. Sus pechos subían contra su sudadera, sin confinamiento. Sus piernas entrelazadas con las suyas, sus muslos entreabiertos.
Joe estaba en serios problemas.
—Sé que tienes cartas plantadas. Sólo admítelo y nos olvidaremos de todo esto que pasó.
—Estás loca, ¿sabes? —murmuró él—. ¿No piensas alguna vez acerca de las consecuencias de tus acciones?
Ella presionó su labio inferior y soltó una bocanada de aire duro. Los rizos obedientemente se deslizaron lejos de los ojos.
—No hice trampa.
Su boca hizo un mohín. Él ahogó una maldición, y sus dedos se cerraron alrededor de sus muñecas. Maldita sea por hacerlo desear. Maldita sea por no haberlo visto.
—Ya no somos unos niños, _____. La próxima vez que vayas a tumbar a un hombre al piso, más vale que estés preparada para soportar el calor.
—¿Quién eres tú, Clint Eastwood? ¿Tu siguiente línea va a ser, "Adelante, alégrame el día"?
El calor en su ingle subió a su cabeza como una nube de niebla, hasta que sólo pudo pensar en el calor húmedo de su boca y el cuerpo blando debajo del suyo. Quería estar desnudo con ella en una maraña de sábanas, y en su lugar lo trataba como a un hermano mayor molesto. Pero esa ni siquiera era la peor parte. Ella era su esposa. El pensamiento lo torturaba.
Algo enterrado, el instinto de hombre de las cavernas se encendió a la vida y lo llevó a formular su reclamación. Según la ley, ella ya le pertenecía.
Y esta noche era su noche de bodas.
Ella lo desafió a convertir la ira en deseo, de sentir sus labios suaves y temblando bajo los suyos, toda dulzura, entrega y pasión. La lógica normal de su lista, su plan y su necesidad de un matrimonio de negocios voló por la ventana.
Decidió reclamar a su esposa.
_____ sintió que el hombre encima de ella mantuvo su cuerpo en una llave de músculos apretados. Había estado tan concentrada en su discusión que había olvidado que la inmovilizó a la alfombra. Abrió la boca para hacer otra observación inteligente sobre la esclavitud, y luego se detuvo.
Encontró sus ojos. Y contuvo el aliento.
Oh, Dios.
La energía sexual primitiva se arremolinó entre ellos como un tornado ganando velocidad y potencia. Sus ojos ardían con un brillo de fuego, medio necesidad, medio ira mientras bajó la mirada hacia ella. Ella se dio cuenta de que él estaba entre sus muslos abiertos, sus caderas en ángulo sobre las de ella, su pecho apoyado mientras agarraba sus dedos. Esta ya no era la indulgencia burlona de un hermano. Esto no era un viejo amigo o socio de negocios. Esto era el simple deseo de un hombre por una mujer, y _____ se sintió arrastrada hacia la tormenta con el grito de su propio cuerpo.
—¿Joe?
Su voz era ronca. Vacilante. Sus pezones empujaban contra el suave vellón con exigencia. Su mirada inclinada sobre su rostro, sus pechos, su estómago expuesto. La tensión empujó tirante entre ellos. Él bajó la cabeza. El ímpetu de su aliento acariciaba sus labios mientras hablaba justo contra su boca.
—Esto no significa nada.
Su cuerpo contradecía sus palabras, mientras reclamaba su boca en un beso feroz. Con un movimiento rápido, su lengua empujó a través de la costura de sus labios para viajar más allá. Su mente se nubló, atrapada entre el dolor sordo de su declaración y el placer golpeando a través de ella en ondas. Ella agarró sus manos y se sujetó, deleitándose con el sabor oscuro del apetitoso y costoso chardonnay, meciendo sus caderas hacia arriba para encontrar la dura longitud de su cuerpo, y frotar sus pezones contra su pecho. Ella perdió el control en esos pocos momentos, el vacío sin edad anulando los últimos años, llenado temporalmente con el sabor, la sensación y el olor de él.
Su lengua correspondió cada golpe, mientras un bajo gemido gutural escapó de su garganta. Arrancó los dedos de ella y deslizó sus manos a lo largo de su vientre y ahuecó sus pechos. Sus pezones se apretaron, y él empujó la tela más arriba. Miró fijamente sus pechos desnudos, y el calor en sus ojos casi la quemó viva. Un dedo retorció su pezón y ella gritó. Su cabeza bajó. _____ se dio cuenta que este era el momento de la verdad. Si él la besaba de nuevo, se rendiría. Le dolía el cuerpo por el suyo y no pudo llegar a una razón muy buena para parar.
El timbre sonó.
El sonido rebotó en las paredes. Joe saltó y rodó lejos de ella como un político atrapado en medio de un escándalo sexual, murmurando algunas palabras desagradables que ella no sabía que existían.
—¿Estás bien? —preguntó él.
Ella parpadeó ante la actitud reservada de un hombre que hace dos segundos le había arrancado la ropa. Él se abotonó la camisa con calma y esperó por su respuesta. Excepto por el bulto en sus pantalones negros, se veía totalmente inafectado por el episodio. Al igual que lo había estado cuando la había besado en la casa de sus padres.
La comida pesada se tambaleó en su estómago y _____ luchó por dejar atrás la náusea. Tomó una respiración profunda del yoga y se incorporó, tirando hacia abajo su camiseta.
—Por supuesto. Responde a la puerta.
Él la miró fijamente por unos momentos, como si comprobara para ver si creía su fachada, y luego asintió y salió de la habitación.
Ella aplastó los dedos contra sus labios y trató de mantenerlos unidos.
Había cometido un error monumental. Obviamente, su celibato recientehabía causado que sus hormonas se volvieran locas, hasta que cualquier hombre que la tocara la encendiera como un petardo. Su última declaración brilló en su mente con una finalidad de burla.
Esto no significa nada.
Oyó la conversación en el pasillo. Una morena alta, de piernas largas entró en la habitación con la facilidad de alguien que conocía bien la casa. _____ se quedó mirando a una de las mujeres más hermosas que había visto, obviamente ex de Joe.
Las piernas de la corista comenzaban con tacones de plataforma negros y desaparecían debajo de un par de pantalones de seda. Sus caderas delgadas estaban rodeadas con un cinturón de cadena de plata, y una camiseta metálica elástica moldeaba sus pechos pequeños, profundizándose en el escote y exponiendo la parte superior de sus hombros. Su largo cabello negro caía por su espalda en una masa de ondas perfectas. Ni un rizo encrespado a la vista. Sus ojos eran de un color esmeralda sorprendente, con largas y negras pestañas. Sus labios carnosos partían altos pómulos e irradiaba un aire de elegancia relajada.
Miró a su alrededor, a continuación, se centró en _____.
_____ supo entonces que iba a vomitar.
La diosa se volvió hacia Joe con un aire de disculpa. Incluso su voz era un ronco recordatorio del sexo.
—Sólo necesitaba conocerla.
Con horror, se dio cuenta de que Gabriella no sólo se acostó con Joe, sino que en realidad se preocupaba por él. El dolor evidente brillando en esos ojos la acusó de mujer a mujer por robar a su hombre. Parte de _____ observó la escena desde arriba, con humor real. Era como un episodio de The Real Housewives of Nueva York salido terriblemente mal. Por lo menos no era de Jersey Shore. Sus pensamientos locos se dispararon y se agarró a los zarcillos de su cordura.
_____ se levantó y miró a la diosa flaca que se erguía sobre ella. Ella se esforzó profundamente por mantener la compostura y fingió que llevaba ropa real y no un equipo de gimnasia.
—Entiendo —dijo formalmente.
—Gabby, ¿cómo conseguiste pasar la seguridad?
Los rizos despeinados ingeniosamente se deslizaron sobre un hombro.
Gabriella extendió la mano y presionó algo en la mano de Joe.
—Todavía tenía mi llave y el código de seguridad. Después que dijiste que te ibas a casar, bueno, las cosas se pusieron un poco intensas.
Las palabras golpearon la piel sensible de _____, como picaduras de avispa. Al diablo con esto. Ella se negó a permitirle a Joe continuar una relación secundaria, cuando habían firmado un contrato. Por lo tanto, tenía que fingir ser la esposa posesiva. Tragó saliva y se obligó a sonreír con tranquilidad a su adversaria.
—Gabriella, lo siento si fuiste lastimada por nuestra decisión. Llegó bastante rápido para nosotros, ya sabes. —Ella se echó a reír y se colocó entre los dos—. Nos conocíamos desde hace años y cuando nos volvimos a encontrar, quedamos atrapados en un torbellino. —Fingió mirar hacia arriba con adoración a su actual marido, aunque le dolían los puños por darle un buen puñetazo. Él deslizó sus brazos alrededor de ella y el calor de su cuerpo quemó a través del material fino de sus pantalones de yoga— . Tengo que pedirte que te vayas. Es nuestra noche de bodas.
Gabriella los estudió con un aire evaluador.
—Extraño que no estuvieran haciendo un viaje a alguna parte... más romántico.
Joe la salvó.
—Tengo obligaciones de trabajo así que retrasamos nuestra escapada a la isla.
Gabriella habló de una manera recortada.
—Está bien. Me iré. Tenía que ver por mí misma, a quien eligió por encima de mí. —Su expresión le dijo a _____ que no entendía la decisión de Joe—. Voy a estar fuera de la ciudad durante un tiempo. Me comprometí a ayudar en Haití con parte de la reconstrucción.
Oh. Dios. Mío. Ella era una persona humanitaria. La mujer parecía perfecta, tenía dinero, y de hecho ayudaba a la gente. El corazón de _____ dio un vuelco. Gabriella se volvió y se centró en la baraja de cartas.
—Hmmm, siempre me gustaron las cartas. Pero no para una noche de bodas.
Gabriella no les dio la oportunidad de responder. Con la gracia de una cobra, se deslizó por la puerta sin mirar atrás.
_____ saltó lejos de Joe ante el sonido del clic. Un silencio incómodo se apoderó de la habitación mientras sus pensamientos giraban.
—Lo siento, _____. Nunca me esperé que ella se presentara en mi casa.
La pregunta se levantó desde el fondo. Ella juró que no le preguntaría, pero la batalla corta y sangrienta terminó antes de que comenzara. Las palabras surgieron de sus labios.
—¿Por qué te casaste conmigo y no con ella?
En comparación con Gabriella, _____ carecía en todas las facetas. La novia de Joe era hermosa, elegante y delgada. Ella habló con la inteligencia, se ofrecía voluntariamente para causas nobles, y de hecho se comportó con clase para una mujer despechada. También se preocupaba por Joe. ¿Por qué él tenía que herirla?
Joe dio un paso atrás.
—Eso no importa —dijo con frialdad.
—Necesito saber.
El hielo se deslizó por su espina dorsal cuando captó la resolución en su rostro. El postigo se cerró de golpe, y de repente vio a un hombre con absolutamente ninguna emoción o sentimiento.
—Debido a que ella quería más de lo que puedo darle. Ella quería sentar cabeza y formar una familia.
_____ dio un paso atrás.
—¿Qué hay de malo en eso?
—Le dije a Gabriella la verdad desde el principio. No tengo nada permanente. No quiero niños, y nunca voy a ser el tipo de hombre que se establece a largo plazo. Me lo prometí a mí mismo hace años. —Hizo una pausa—. Así que me casé contigo en su lugar.
La sala giró mientras la finalidad de su declaración se apoderó de ella. Su esposo puede experimentar un ataque de pasión. Su contacto puede estar caliente, y sus labios aún más cálidos, pero su corazón estaba tallado en piedra. Nunca dejaría a una mujer entrar, él estaba demasiado dañado para tener una oportunidad. De alguna manera, sus padres lo habían convencido que el amor no existe. Incluso si un débil rayo brillaba en la superficie, todavía creía que no había final feliz. Sólo los niños como bajas y una vida entera de dolor.
¿Cómo podría alguna mujer luchar contra esa dura creencia con alguna esperanza de ganar? Su necesidad de un matrimonio por negocio de repente tenía perfecto sentido.
—¿Estás bien?
Ella decidió terminar la noche con su final. Joe Ryan podría romper su corazón. Una vez más. Tenía que actuar de manera fría y eficiente con el fin de salvar su orgullo.
Y siempre debía mantener su distancia. _____ educó sus facciones para no mostrar nada y empujó el dolor profundo dentro de su cuerpo hasta que fue una apretada bola en su estómago.
—Deja de preguntarme si estoy bien. Por supuesto que estoy bien. Eso sí, no creo que puedas colarte un rapidito con tu ex. Un trato es un trato.
Su rostro se endureció.
—Te di mi palabra, ¿recuerdas?
—También hiciste trampa en el póquer.
El recordatorio de su juego de póquer, que salió mal, hizo que la humillación la quemara atravesándola. Él removió los pies incómodo y metió su mano entre su cabello y _____ supo que el discurso se avecinaba.
—Acerca de lo que sucedió…
Ella se merecía un Premio de la Academia digno de risa.
—Oh, Señor, no vamos a tener una charla sobre eso, ¿verdad? —Ella puso los ojos—. Oye, Joe, tengo que admitir algo. Claro, este matrimonio es un acuerdo comercial, pero yo estaba usando el vestido, y era técnicamente nuestra noche de bodas y... —Ella alzó las manos en señal de rendición—. Me dejé llevar con la idea completa. Solo pasó que tú estabas, bien…
—¿Disponible?
—Estaba pensando más en... a mano. Tú estabas a mano. Esto no significó nada así que vamos a dejar todo el asunto fuera, ¿de acuerdo?
Él la miró con los ojos entrecerrados, abarcando cada rasgo de su rostro.
El reloj marcó y ella esperó. Un extraño juego de emociones parpadeaba en sus ojos, hasta que ella juró que la miró con pesar.
Debe haber sido un truco de la luz.
Finalmente, asintió con la cabeza.
—Vamos a echarle la culpa al vino y a la luna llena o algo así.
Ella se dio la vuelta.
—Me voy a la cama. Es tarde.
—Está bien. Buenas noches.
—Buenas noches.
Subió la escalera de caracol y se deslizó bajo las sábanas, porque no quería lavarse los dientes o hacer su rutina de la piel o cambiarse en sus pijamas.
Tiró del suave edredón hasta la barbilla, hundió el rostro en la almohada, y abrazó el sueño, un lugar en el que ella no tenía que pensar o sentir o sufrir.
Joe miró la escalera desierta. El vacío latió en su interior y no tenía ni idea de por qué. Se sirvió el resto del vino en su copa, ajustando el volumen del estéreo, y se instaló en el sofá. La música de ópera se derramó sobre él y calmó sus nervios.
Su casi error se alzaba ante él. Si Gabby no se hubiera presentado, ____ habría estado en su cama. No más matrimonio sencillo.
Estúpido.
¿Cuando tuvo necesidad de que una mujer causara estragos con sus planes? Incluso cuando había cortejado a Gabriella y se habían vuelto íntimos, nunca había estado unido a los resultados. Su objetivo era claro y necesario. Pero incluso eso no fue suficiente para detenerlo una vez que él había conseguido una muestra de _____ McKenzie. Ella destruyó su mente, le hizo reír, y lo tentó con las delicias de su cuerpo sin una sutil y sencilla manipulación. Era diferente de cualquier otra mujer que hubiera conocido, y él quería que se quedara en la categoría de su amiga. La mejor amiga de su hermana. Quería reírse de su pasado, vivir en armonía por un año, y decir adiós con facilidad.
La primera noche pésima que había pasado y le arrancó la camisa.
Apuró la copa de vino y apagó el estéreo. Había que arreglarlo. Ella ya admitió que sólo quería un cuerpo caliente en la cama. Obviamente, no se sentía atraída por él, y probablemente había bebido demasiado vino y quedaron atrapados en la fantasía de la boda. Tal y como admitió. Ella quería el dinero, y echaba de menos el sexo.
Su mente obstinada gritó que no podía reaccionar con tanta pasión a todo hombre que la tocara. Firmemente ignoró la advertencia, se movió desde el sofá, y se dirigió hacia las escaleras hasta su propia cama.
D.A. Torrez.
Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)
CHAN cada día más jodido JOE..
:twisted:
SIGUELAAAAAA...
PRONTOOO.. :P
AMO la NOVE... :(L):
:twisted:
SIGUELAAAAAA...
PRONTOOO.. :P
AMO la NOVE... :(L):
@ntonella
Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)
Cielos!!!!.... Joe!!.... Creo que no saldrás de esta.... Jajajajajaaja ..... Sigueeeee
chelis
Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)
Hi chicas hermosas de mi corazón :3
hoy antes de comenzar con el capitulo de la novela, quisiera compartirles lo que me paso ayer (que creo que fue muy gracioso). Ayer me desperte pensando que era el dia en que tenia que subir el capitulo.... me pase todo el dia haciendo mis deveres en la casa y por la tarde/noche termine la edicion del capitulo que estan a punto de leer..... ya exausta de todo lo que hice en el dia, me desvele para poder subir el capitulo a la hora fijada en la que lo subiria, y justo diez minutos antes de la media noche.... recorde que era el viernes cuando debia subirlo..... al principio fue muy estresante, pero ya despues me parecio muy gracioso. En fin, solo queria compartirles mi experiencia jajaja, y si alguna quiere compartir sus experiencias (lo que sea) es libre de hacerlo. Mil besos chicas y nos leemos muy pronto
Alexa miró sobre la multitud y deseo estar en BookCrazy, sosteniendo su lectura de poesía de los viernes por la noche. La cena de negocios de esta noche era un momento crucial para la carrera de Joe. Sabía que los pesos pesados pululaban por los pasillos, con la oportunidad de alcanzar la gloria, y Joe necesitaba deslumbrar a la multitud, con el fin de obtener una audición.
Ella le entregó su abrigo a la anfitriona y dejó que Joe la guiara dentro del lleno salón de baile.
—Estoy asumiendo que tienes un plan general de ataque —preguntó ella— . ¿Cuáles son los dos jugadores en los que necesitas concentrarte?
Él se movió a través de una gruesa capa de humo de cigarro. Un estrecho círculo de conservadores hombres de negocios rodeaba a un hombre, impecablemente vestido en un traje gris y una corbata de seda.
—Hyoshi Komo, está construyendo el restaurante japonés. Su voto es clave para lograr ser el tercer socio en el negocio marítimo.
—Entonces, ¿por qué no vas para allá y le das tu lanzamiento? —ella tomó una tarta de salmón de la bandeja de un mesero en esmoquin, y una copa de champán de otra.
—Porque no quiero ser alguien de la multitud. Tengo un plan diferente en mente. —Sorbió las burbujas y suspiro con placer—. No te emborraches.
Ella dejó salir un resoplido.
—Nunca supe que los esposos eran tan controladores. Está bien, ¿quién es el último tipo al que necesitas impresionar?
Un destello de tanteo cruzó su cara.
—Conde Michael Conte. Es dueño de un exitoso negocio de pasteles en Italia, y decidió probar suerte en Estados Unidos. Se está enfocando en inaugurar la primera pastelería en la costa.
Ella deseaba la bandeja de los pasteles de cangrejo a su izquierda y trataba de poner atención. Joe dejó escapar un resoplido, tomó dos del mesero, y los deslizó en el plato.
—Come.
—De acuerdo, —por una vez, estaba de acuerdo con sus órdenes. Metió el pastel en su boca y gimió con deleite. Sus cejas se alzaron juntas y se dio cuenta que de que lo estaba irritando. Otra vez.
Él miraba su boca como si quisiera un pastel de cangrejo para sí mismo.
—_____, ¿me estás escuchando?
—Sí. Conte. Pastelería. ¿Supongo que esperas que me mezcle mientras haces tus negocios?
Él le dio una apretada sonrisa.
—Trabajaré en Hyoshi por ahora. ¿Por qué no mantienes tus ojos abiertos por el Conde? Es alto, acento italiano, cabello y ojos oscuros. Involúcralo en alguna conversación, te mantendrá ocupada.
Una pequeña picazón de alerta provocó las orillas de su conciencia pero ella aun estaba muy ocupada en el atavió de sus deliciosos aperitivos.
—¿Quieres que hable con él?
Se encogió de hombros, en una controlada indiferencia.
—Seguro. Sé agradable. Si descubres cualquier cosa interesante, házmelo saber.
Un escalofrío recorrió su espalda y de repente la escena se cristalizó.
—¿Quieres que espié para ti?
La impaciencia encendió su voz.
—Estás siendo ridícula. Sólo relájate y disfruta la fiesta.
—Es fácil para ti decirlo. Tu busto no está saliendo de tu vestido.
Joe aclaró su garganta y cambió.
—Si no estabas cómoda, no debiste usar ese vestido.
Se puso rígida.
—Lo tomé prestado de Maggie. No tenía un vestido costoso.
—Te hubiese dado el dinero.
—No necesito tu dinero.
—De algún modo, lo dudo. No firmaste el contrato por ninguna noble razón. Bien podrías tomar tanto como puedas conseguir.
Un corto silencio se estableció entre ellos. Frialdad se filtró a través de ella.
—Tienes razón. Fui una idiota. La próxima vez compraré en Macy y te enviaré la factura. —Se volvió en sus tacones y sacudió su cabeza—. Después de todo, el único beneficio de este matrimonio es tu dinero.
Se alejó, y lo dejó viendo su espalda.
Idiota.
_____ sorbió una segunda copa de champán y se instaló cómodamente junto a la ventana panorámica con vista al balcón. Joe Ryan pertenecía a este mundo, uno de dinero, supermodelos y diálogos refinados. Nubes de Shalimar y Obsession mezcladas con una pesada esencia de humo de cigarro. Su vista fue cegada por una gran variedad de sedas y satenes, la mayoría en negro o neutrales; colores no vistosos, para combinar con los diamantes y las perlas y los zafiros, que sabía eran todos reales. Todo mundo estaba bronceado y ella apostaba a que no había una línea de bronceado en el estacionamiento.
_____ lanzó un profundo suspiro. Se había vestido con cuidado para la fiesta y había contenido el aliento mientras caminaba por las escaleras a la espera de la opinión de Joe. Incluso aunque sabía que lucía malditamente bien en el vestido de Maggie. El pensamiento de que en realidad quería complacerlo la molestó.
Le había dado una mirada a fondo, una vez más. En lugar de un cumplido, había mascullado sobre su elección de vestuario y se había alejado. Ni siquiera la había ayudado con su abrigo, o dedicarle una segunda mirada hasta que llegaron a la fiesta. Dolor se deslizó profundo, pero se castigó así misma por la emoción. Conservó un aura amable y fingió que se vestía así todos los sábados por la noche.
Sin embargo, tan pronto como habló de su plan para la costa, su rostro brillaba con tanta emoción cruda que apretó su cuerpo en respuesta.
Pasión. Fiera necesidad quemando en sus dorados ojos marrones. Ella fantaseaba acerca de ser la mujer que incitara tal deseo. Una vez más, se recordó que Joe sólo experimentaba emociones fuertes por sus edificios.
Nunca mujeres. Y nunca ella.
Tomó una respiración profunda y terminó su bebida. Y se lanzó a través de las puertas dobles del balcón, se acercó a un grupo de mujeres, quienes parecían estar comentando sobre una escultura. En unos momentos, cuidadosamente entrelazó su camino en la discusión, presentaciones aseguradas, y se adentró en el mundo de la charla social.
* * *
Joe la miró andar majestuosamente a través de la habitación y maldijo entre dientes. Demonios, lo había hecho otra vez. Debió haberla elogiado en ese maldito vestido. Pero nada lo había preparado para su entrada mientras ella bajaba las escaleras, lista para la fiesta.
El vestido azul eléctrico caía bajo en la parte delantera, se aferraba al borde de sus hombros, y caía al suelo con magnificencia, fluidos pliegues de material brillante tirado con hilo plateado. Sandalias de tiras plateadas recubrían sus pies, sus uñas de color rosa ardiente asomándose y jugando al escondite mientras caminaba. Su pelo recogido, en lo alto de la cabeza, con tirabuzones cayendo alrededor de sus oídos y acariciando la parte posterior de su cuello. Tenía los labios pintados de rojo. Cuando ella parpadeó, arrojó destellos de su sombra plateada en sus pestañas, y captó la luz. Apostaba que también podía captar la atención de todos los hombres en el lugar.
Casi le había ordenado que se cambiara. Esto no era sofisticación fresca que pudiera controlar. Esto era una Eva apasionada, quien llamaba a un hombre al Infierno y hacia a una manzana envenenada lucir dulce como caramelo. En su lugar, había murmurado algún comentario en voz baja y dejó caer el tema en cuestión. Se preguntó si ese era un destello de dolor en sus ojos, pero cuando miró de nuevo, era la misma molesta y sarcástica mujer con la que se había casado.
Furia lo atravesó por su constante habilidad de hacerlo sentir como mierda. No había dicho nada malo. Ella se casó por dinero y lo admitía abiertamente.
Forzó los pensamientos de su esposa fuera de su mente y se concentró en el grupo de empresarios rodeando a Hyoshi Komo. Joe percibió un factor importante para asegurar el voto del hombre japonés.
Emoción.
Emocionaba a Hyoshi Komo, y Joe tenía el trabajo.
La última y definitiva pieza en el rompecabezas era Michael Conte. El famoso Conde era bien conocido en el mundo empresarial por su carisma, dinero, y afilada inteligencia. Creía en la pasión, no precisión, y se comportaba completamente diferente de sus otros dos compañeros. Joe esperaba que una animada conversación con su esposa pudiera ayudarlo a ganar un poco de terreno, especialmente desde que los chismes marcaban a Conte como un mujeriego. Ahogó el rápido brote de culpa y se metió en el grupo de hombres para conversar.
* * *
_____ decidió que era tiempo de encontrar a su marido.
Además del breve tiempo sentada a su lado en la cena, habían estado sin la compañía del otro toda la noche. Tarareando en voz baja las estrofas de “I Get a Kick out at You”, revisó la habitación, pero no pudo encontrarlo entre la multitud. Tal vez había ido al baño.
Sus tacones chasquearon contra el mármol. Los sonidos de la música disminuyeron, y estudió las pinturas de la pared con placer, murmurando a sí misma cuando encontraba una que reconocía. Sus pasos la llevaron alrededor de la esquina, a un cuarto que parecía más como una galería llena con estantes de viejos libros encuadernados y acomodados cuidadosamente. Contuvo la respiración mientras sus dedos picaban por acariciar el encuadernado de viejo cuero y saborear el sonido del crepitar, mientras volteaba las páginas detenidas en la historia.
—Ah, entonces para lograr que me notes esta noche, debo convertirme en un libro, ¿no?
Se dio la vuelta. Un hombre estaba en la puerta, sus ojos llenos con un misterioso humor que, ella sabía, era parte de su esencia. Su cabello era largo y estaba agarrado en una cola de caballo, dándole la imagen de un pirata quien había encantado a mujeres por siglos. Sus labios eran carnosos y su nariz dominaba sus fuertes rasgos en una típica forma italiana. Vestido en pantalones negros, una camisa de seda negra, y caros zapatos de cuero, exhibía un elegante, seductivo aire sólo estando de pie.
_____ supo inmediatamente que el hombre era encantador, bondadoso, y mortal para las mujeres. El pensamiento hizo que una sonrisa curvara sus labios. Tenía una debilidad por los italianos mujeriegos. Le recordaban a los pavos reales hinchados que, íntimamente, deseaban ser mantenidos a raya por la mujer adecuada.
—Oh, te he notado —le dio la espalda y volvió a su estudio de los libros—, sabía que me abordarías para el final de la noche.
—¿Y estaba esperando el momento, Signorina?
—Con cierto recelo. Entonces, ¿debemos usar una de las habitaciones aquí o vamos a tu casa?
Un silencio impactado descendió.
_____ miró sobre su hombro. Una mezcla de decepción y tentación tallaban sus rasgos. _____ apostaba que extrañaba la idea de una caza, pero no quería declinar tal oferta. Una encantada risa burbujeó en sus labios a la vista de su evidente conflicto y pérdida de confianza.
Una luz de conocimiento brillo en sus ojos oscuros.
—Estas bromeando, ¿no?
Se dio vuelta para encararlo, aun riendo.
—Supongo que lo hago.
Él sacudió su cabeza con asombro.
—Eres una mujer perversa por tentar a un hombre así.
—Tú eres un hombre malicioso por pensar que una mujer haría tal cosa.
—Quizás, tengas razón. Una mujer como tú debe tener un esposo viendo siempre. Tal tesoro podría ser robado en cualquier momento.
—Ah, pero si fuera un verdadero tesoro, no sería robada fácilmente.
Ciertamente no por la primera línea lanzada hacia mí.
Pretendió estar ofendido.
—Signorina, nunca la insultaría pensando que no sería una larga búsqueda del Tesoro. Hubiese requerido un montón de trabajo.
—Signora —corrigió ella—. Estoy casada.
Su rostro se detuvo en una mirada baja y triste.
—Lástima.
—De alguna forma, creo que lo sabía.
—Tal vez. Pero déjeme presentarme formalmente. Soy el Conde Michael Conte.
—_____ McKenz… er, _____ Ryan.
Él notó su desliz y pareció hacer una nota mental.
—Recién casada, ¿cierto?
—Sí.
—Sin embargo, pasea por los pasillos sola, y no fue vista en compañía de su esposo en toda la noche, —negó con la cabeza—. Estas costumbres americanas son una tragedia.
—Mi esposo esta aquí por negocios.
—Joseph Ryan, ¿correcto?
Asintió.
—Debe conocerlo bien. Esta hacienda una propuesta para el negocio de la costa.
Michael mantuvo una cara neutral. Obviamente, detrás de su fachada encantadora se escondía un hombre de negocios fuerte y apuesto que sabía su identidad cuando se acercó. Joe subestimaba a Conte si creía que una conversación lo suavizaría. Este hombre obviamente mantenía los negocios y el placer en dos mundos separados.
—No he tenido el placer de conocerlo aun. —Se inclinó ligeramente.
Su colonia almizclada se levantó en el aire entre ellos. Sus ojos se encontraron y sostuvo su mirada. Esperó una ráfaga de energía sexual, un zumbido de química, una nota de hambre que sacudiera su cuerpo y confirmara que Joe Ryan no era la causa de sus problemas. Nada. Ni siquiera una chispa.
Con un pequeño suspiro interior, se resignó a luchar contra su atracción por Joe y admitió que tal vez ella todavía albergaba un flechazo de los días de su niñez. Si Michael Conte no podía darle ni una pizca de emoción sexual, estaba en serios problemas.
_____ suspiró.
—Creo que amará a mi esposo tanto como lo hago yo —dijo.
Él recibió el mensaje y aceptó la implicación con gracia.
—Lo veremos. En cuanto a nosotros, seremos amigos, ¿no?
Ella sonrió.
—Sí. Amigos.
—La acompañaré de regreso al comedor por cortesía y me dirá todo sobre usted.
Aceptó su brazo y se permitió ser dirigida fuera de la biblioteca.
—Sabe, Michael, creo que tengo a la mujer perfecta para usted. Es una amiga cercana. Y ella podría ser tu pareja.
—Se subestima, signora. —Le dio un travieso guiño—. Aun estoy lamentándome su pérdida.
Rió mientras entraban en el comedor, luego miró con sorpresa que su esposo estaba parado frente a ellos. Se alzaba sobre ella con un aire intimidante. Abrió su boca para hablar, pero él se acercó y la jaló dentro de su abrazo. Un momento pasó antes de que fuera capaz de formular palabras.
—Hola, cariño. Estaba hablando con el Signore Conte. No creo que ustedes dos se conozcan formalmente.
Los hombres se midieron, el uno al otro como lo harían justo antes de una pelea de gallos. Joe fue el primero en rendirse. Probablemente por buenas razones de negocios y nada que ver con la testosterona.
Ofreció su mano.
—Michael, ¿cómo estás? Veo que ha conocido a mi esposa.
Michael sacudió su mano y _____ estudió la expresión de su esposo con absoluta perplejidad. ¿Estaba loca o él no quería que enganchara a Michael Conte con su brillante conversación? Ahora sólo lucía evidentemente irritado, como si lo hubiese traicionado.
El olor a limpio de jabón y limón se levantó de su piel. Sus dedos extendidos alrededor de su cintura y apoyados en la curva de su vientre.
Ella luchó contra un estremecimiento cuando imaginó su mano deslizándose sólo a unos cuantos centímetros hacia abajo. ¿Cómo se sentirían sus dedos profundamente dentro de ella, llevándola a lugares que moría por ir, pero que estaba muy asustada de visitar?
Se volvió a concentrar en su conversación.
—Felicidades, Joseph. _____ me dice que son recién casados. ¡Qué difícil debe ser arrastrarse a una función de negocio! ¿No?
—Absolutamente —su cabeza baja. Su respiración se enganchó mientras sus labios rozaban su lóbulo, y su nariz acariciaba su oreja. Sus pezones se pusieron duros y hormigueantes. Rogó porque su sujetador acolchado escondiera la evidencia de la traición de su cuerpo.
Michael vio el gesto con asombro a penas escondido.
—Parece que Richard cree que eres el hombre indicado para el trabajo. Tal vez debamos organizar una junta para abordar tus ideas.
—Gracias. Llamaré a tu secretaria y arreglaré una cita. —Captó la simplicidad clara en su tono de voz, y supo que Michael lo notó. Joe no jugaba a ciertos juegos de negocios, es decir, ser demasiado arrogante como para levantar el teléfono para llamar sí mismo para una cita.
—Muy bien. —Michael tomó la mano de ella y puso un beso en su palma— . Fue encantador conocerte, _____. —Su acento italiano acaricio su nombre—. Voy a tener una cena para unos cuantos amigos cercanos en dos semanas a partir de esta noche. ¿Me acompañarías?
Notó que él dirigió la invitación sólo hacia ella, entonces se volvió hacia su esposo.
—¿Cariño, estamos libres?
Esta vez su movimiento no fue sutil. Tomó un paso detrás de ella y colocó ambas manos en su cintura, atrayéndola hacia sí. Su trasero presionado contra su ingle. Muslos de hierro atraparon los de ella. Apoyó ambas manos directamente debajo de sus pechos y habló.
—Nos encantaría ir.
—Maravilloso. Espero verlos. A las ocho en punto. —Asintió hacia Joe y le dirigió una sonrisa a ella—. Tengan una linda noche.
A los pocos segundos de salir Michael, Joe la liberó. La pérdida repentina de su calor corporal causó un escalofrío que le recorría la columna vertebral. Su rostro perdió la mirada de un amante y se volvió impersonal.
—Vámonos.
Sin otra palabra, se dirigió hacia la puerta, recibiendo los abrigos de la anfitriona y diciendo sus adioses. Habló con los pocos amigos que había hecho y siguió a su marido al coche.
La falta de conversación continúo durante el camino a casa. Enferma del juego silencioso, _____ hizo el primer movimiento.
—¿Te la pasaste bien?
Gruñó. _____ lo tomó como un sí.
—La comida estaba muy buena, ¿eh? Y estuve sorprendida de cuan agradables algunas de las mujeres eran. Fui invitada a una exposición de arte por Millie Dryer. ¿No es genial? —Él resopló—. ¿Cómo fueron los negocios? ¿Fuiste exitoso esta noche?
Hizo un extraño ruido.
—No tan exitoso como tú, supongo.
La ira se apoderó de su sangre. Su voz tirada por la tensión.
—¿Disculpa?
—Olvídalo.
Sus puños cerrados. El frío dejó su cuerpo y se retorció en un intenso calor.
—Eres un hipócrita y un cabrón. Me pediste que buscara a Michael y te trajera información. ¿Crees que soy estúpida, Joe? Me usaste, pero ahora estás molesto. Hice todo lo que querías. Considera tu favor completo.
—Sólo sugerí que podrías ser capaz de obtener algo que me ayudara con mi negocio. Te pedí que lo suavizaras, no que le dieras una erección que durara por días.
Movió el coche en la entrada con un chirrido de neumáticos y apagó el motor.
Ella contuvo la respiración.
—¡Que te jodan, Joe Ryan! Me trató con cortesía y nunca cruzó la línea una vez que se enteró que estaba casada. Pero estás perdiendo el panorama, Niño Bonito. Michael no deja que los negocios interfieran con el placer. Pude haberme quitado todas mis ropas y rogado que te diera el contrato y no se habría movido. No puedo ayudarte en esto, estas por tu cuenta.
Salió del auto y caminó hacia la casa.
Maldijo y trotó, pisándole los talones.
—Bien. Entonces no tenemos que ir a su fiesta. Sólo organizaré una junta de trabajo.
Ella abrió la puerta y sacudió la cabeza.
—Entonces, no vayas. Pero yo iré.
—¿Qué?
—Voy a ir. Me agrada y creo que su fiesta será divertida.
Azotó la puerta, marchó hacia la sala, y se quitó la corbata.
—Eres mi esposa. No iras a fiestas sin mí.
Ella se deslizó fuera de su abrigo y lo colgó en el armario.
—Soy una compañera de negocios que sigue las reglas. Somos libres de tener nuestras propias vidas mientras no durmamos con nadie. ¿Correcto?
Cerró la distancia entre ellos y miró hacia ella.
—Estoy preocupado sobre mi reputación. No quiero que él tenga la impresión errónea.
Levantó la barbilla y deliberadamente se burlo de él.
—Seguiré las reglas de nuestro acuerdo pero iré a la fiesta de Michael. Ha sido un largo tiempo desde que disfruté de la compañía de un hombre. Un hombre que realmente sea encantador, divertido y… cálido.
Su última palabra explotó en el aire entre ellos. Miró con fascinación mientras el calmado hombre que conocía se convertía en alguien diferente.
Sus ojos claros se volvieron turbios, su mandíbula apretada, con el cuerpo cerrado. Sus manos levantadas hasta que se agarraron de la parte superior de sus brazos. Parecía que estaba listo para sacudirla, o hacer algo más, algo completamente... irracional.
Su cuerpo se encendió como una corriente eléctrica. Sus labios se separaron para tomar aliento. Y esperó.
—¿Necesitas tanto a alguien, _____? —Su tono burlón rastrilló sobre ella.
Él bajo su cabeza entonces. Su boca se detuvo a centímetros de la suya.
Con efecto lento, sus manos se movieron de sus brazos hacia arriba a dar vueltas alrededor de su cuello. Deslizando sus dedos alrededor de la piel sensible, sus pulgares poniéndola de cabeza, él podía ver con claridad el pulso golpeando salvajemente que su vestido no escondía. Vio su cara mientras que él continuaba la tortura mediante el trazado de la línea de su clavícula, la pendiente de sus hombros. Luego se movió más bajo. Ambas palmas de las manos se deslizaron por su parte delantera y cubrieran los pechos con sus manos. La excitación bailó sobre sus terminaciones nerviosas. Sus músculos se suavizaron y se debilitaron. Sus pechos se hincharon y le dolían, elevándose para reunirse con él. Sus pulgares rozaron las puntas, y un gemido se elevó desde lo más profundo de su garganta. Él hizo un murmullo de satisfacción mientras seguía con las caricias y movimientos provocadores. Sintió que él se endurecía, levantándose y presionando contra el vértice sensible entre sus muslos. El calor líquido se precipitó a través de ella.
—Tal vez, deba darte lo que necesitas tanto. —Empujó sus caderas contra la de ella para darle una probada, y ella se sacudió en respuesta. Sus manos se deslizaron bajo su vestido, bajo su sostén, y se reunieron con carne caliente y dispuesta—. Tal vez, si te tomo ahora, no necesitaras ir corriendo con Conte.
Su abdomen se hundió mientras sus dedos talentosos tiraban de sus pezones y le acariciaban, sus movimientos suaves y tiernos a pesar de sus palabras hirientes.
Se estremeció ante él, una masa agrupada de emociones y sensaciones, pero su mente se quedó claramente fría. La verdad de sus acciones la obligaron a jugar su mano ganadora. Dejar que ganara esta batalla la debilitaría. Iba a besarla. Aquí mismo, en este instante. Le daría tanto placer que había rogar por más, y dejaría su orgullo y cordura destrozados. Quería besarla, por una razón: su poder y hombría habían sido amenazados, y los quería de vuelta. No la quería. La llamada salvaje de apareamiento y la dominación masculina le hizo señas, y ella estaba en su camino.
Por lo tanto, _____ recogió los dispersos hilos de su control y jugó su carta ganadora.
Ella se acercó aún más y dejó descansar sus labios a un mero centímetro de los suyos. Su aliento se precipitó sobre su boca.
—No, gracias —susurró. Quitó sus manos de ella—. Prefiero mantenernos en lo profesional. Buenas noches.
Le dio la espalda y desapareció escaleras arriba.
* * *
Las manos de Joe colgaban a sus lados, vacías. Por un momento, habían estado llenas de ella: sus curvas, su esencia, su calor. Ahora estaba de pie en el medio de la habitación, solo, justo como lo había estado su noche de bodas. Un hombre casado con una erección y sin alivio a la vista.
Asombrado por su situación ridícula, trató de repasar los acontecimientos de la noche y ver dónde se había equivocado.
En el momento en que la atrapó con el Conde un enojo lento y humeante se había levantado en su interior. El calor comenzó a sus pies, viajó a su estómago, su pecho, y finalmente se estableció como una banda caliente alrededor de su cabeza. Si fuera un caballo, habría resoplado humo y golpeado sus cascos. Si fuera un lobo, habría aullado a la luna.
Su mano se había posado en el brazo del Conde. Debió haber sido muy divertido, porque ella echó la cabeza hacia atrás y se rió, sus mejillas se sonrojaron. Sus labios carnosos brillaban bajo la luz del candelabro.
Habían actuado como si fueran amigos de mucho tiempo, en lugar de las personas que acababa de conocerse.
Pero lo peor fue cuando le sonrió.
Fue una deslumbrante, fascinante, y seductora sonrisa que le dijo al hombre del lado receptor que era todo lo que estaba buscando, todo lo que quería. Una sonrisa que le daba sueños sucios a un hombre durante la noche y que lo perseguía en sus horas despierto. Joe jamás había visto esa sonrisa dirigida a él y algo loco explotó.
Su plan había fallado. Él había esperado que fuera medianamente entretenida para el Conde y ganara unos cuantos bocados de conocimiento que le ayudaran a cerrar el trato. No que realmente disfrutara del hombre de forma tan abierta.
Joe maldijo y cogió la corbata, listo para ir a la cama. Mientras subía las escaleras, pensó en lo que _____ había dicho. Si Conte hacía por separado los negocios y el placer, había juzgado la escena toda mal. Tal vez al momento de solicitar una reunión de negocios debía concentrarse en la logística racional de la construcción en lugar de pintar un paisaje emocional para la venta. Tal vez, Conte sólo era apasionado cuando se trataba de mujeres. Tal vez, quería un ejecutivo de cabeza fría para dirigir el equipo de arquitectos.
Joe se detuvo en su puerta. La luz estaba apagada. Hizo una pausa por un momento y escuchó su respiración. Se preguntó qué llevaba a la cama.
Imágenes de escaso encaje negro causaron estragos a su mente, pero incluso el pensamiento de ella en los pantalones de franela y una camiseta le hacían cosas que ninguna otra mujer había logrado jamás. ¿Estaba despierta en la cama, soñando con Conte? ¿O estaba pensando en su último beso y deseando más?
Se dirigió a su habitación. Lo había rechazado. A su propio maldito marido. Y él se quedó con la única cosa de la que había estado aterrado.
La esposa que le atraía.
Cerró la puerta de su habitación y sacó el pensamiento de su mente.
hoy antes de comenzar con el capitulo de la novela, quisiera compartirles lo que me paso ayer (que creo que fue muy gracioso). Ayer me desperte pensando que era el dia en que tenia que subir el capitulo.... me pase todo el dia haciendo mis deveres en la casa y por la tarde/noche termine la edicion del capitulo que estan a punto de leer..... ya exausta de todo lo que hice en el dia, me desvele para poder subir el capitulo a la hora fijada en la que lo subiria, y justo diez minutos antes de la media noche.... recorde que era el viernes cuando debia subirlo..... al principio fue muy estresante, pero ya despues me parecio muy gracioso. En fin, solo queria compartirles mi experiencia jajaja, y si alguna quiere compartir sus experiencias (lo que sea) es libre de hacerlo. Mil besos chicas y nos leemos muy pronto
Capítulo 5
Alexa miró sobre la multitud y deseo estar en BookCrazy, sosteniendo su lectura de poesía de los viernes por la noche. La cena de negocios de esta noche era un momento crucial para la carrera de Joe. Sabía que los pesos pesados pululaban por los pasillos, con la oportunidad de alcanzar la gloria, y Joe necesitaba deslumbrar a la multitud, con el fin de obtener una audición.
Ella le entregó su abrigo a la anfitriona y dejó que Joe la guiara dentro del lleno salón de baile.
—Estoy asumiendo que tienes un plan general de ataque —preguntó ella— . ¿Cuáles son los dos jugadores en los que necesitas concentrarte?
Él se movió a través de una gruesa capa de humo de cigarro. Un estrecho círculo de conservadores hombres de negocios rodeaba a un hombre, impecablemente vestido en un traje gris y una corbata de seda.
—Hyoshi Komo, está construyendo el restaurante japonés. Su voto es clave para lograr ser el tercer socio en el negocio marítimo.
—Entonces, ¿por qué no vas para allá y le das tu lanzamiento? —ella tomó una tarta de salmón de la bandeja de un mesero en esmoquin, y una copa de champán de otra.
—Porque no quiero ser alguien de la multitud. Tengo un plan diferente en mente. —Sorbió las burbujas y suspiro con placer—. No te emborraches.
Ella dejó salir un resoplido.
—Nunca supe que los esposos eran tan controladores. Está bien, ¿quién es el último tipo al que necesitas impresionar?
Un destello de tanteo cruzó su cara.
—Conde Michael Conte. Es dueño de un exitoso negocio de pasteles en Italia, y decidió probar suerte en Estados Unidos. Se está enfocando en inaugurar la primera pastelería en la costa.
Ella deseaba la bandeja de los pasteles de cangrejo a su izquierda y trataba de poner atención. Joe dejó escapar un resoplido, tomó dos del mesero, y los deslizó en el plato.
—Come.
—De acuerdo, —por una vez, estaba de acuerdo con sus órdenes. Metió el pastel en su boca y gimió con deleite. Sus cejas se alzaron juntas y se dio cuenta que de que lo estaba irritando. Otra vez.
Él miraba su boca como si quisiera un pastel de cangrejo para sí mismo.
—_____, ¿me estás escuchando?
—Sí. Conte. Pastelería. ¿Supongo que esperas que me mezcle mientras haces tus negocios?
Él le dio una apretada sonrisa.
—Trabajaré en Hyoshi por ahora. ¿Por qué no mantienes tus ojos abiertos por el Conde? Es alto, acento italiano, cabello y ojos oscuros. Involúcralo en alguna conversación, te mantendrá ocupada.
Una pequeña picazón de alerta provocó las orillas de su conciencia pero ella aun estaba muy ocupada en el atavió de sus deliciosos aperitivos.
—¿Quieres que hable con él?
Se encogió de hombros, en una controlada indiferencia.
—Seguro. Sé agradable. Si descubres cualquier cosa interesante, házmelo saber.
Un escalofrío recorrió su espalda y de repente la escena se cristalizó.
—¿Quieres que espié para ti?
La impaciencia encendió su voz.
—Estás siendo ridícula. Sólo relájate y disfruta la fiesta.
—Es fácil para ti decirlo. Tu busto no está saliendo de tu vestido.
Joe aclaró su garganta y cambió.
—Si no estabas cómoda, no debiste usar ese vestido.
Se puso rígida.
—Lo tomé prestado de Maggie. No tenía un vestido costoso.
—Te hubiese dado el dinero.
—No necesito tu dinero.
—De algún modo, lo dudo. No firmaste el contrato por ninguna noble razón. Bien podrías tomar tanto como puedas conseguir.
Un corto silencio se estableció entre ellos. Frialdad se filtró a través de ella.
—Tienes razón. Fui una idiota. La próxima vez compraré en Macy y te enviaré la factura. —Se volvió en sus tacones y sacudió su cabeza—. Después de todo, el único beneficio de este matrimonio es tu dinero.
Se alejó, y lo dejó viendo su espalda.
Idiota.
_____ sorbió una segunda copa de champán y se instaló cómodamente junto a la ventana panorámica con vista al balcón. Joe Ryan pertenecía a este mundo, uno de dinero, supermodelos y diálogos refinados. Nubes de Shalimar y Obsession mezcladas con una pesada esencia de humo de cigarro. Su vista fue cegada por una gran variedad de sedas y satenes, la mayoría en negro o neutrales; colores no vistosos, para combinar con los diamantes y las perlas y los zafiros, que sabía eran todos reales. Todo mundo estaba bronceado y ella apostaba a que no había una línea de bronceado en el estacionamiento.
_____ lanzó un profundo suspiro. Se había vestido con cuidado para la fiesta y había contenido el aliento mientras caminaba por las escaleras a la espera de la opinión de Joe. Incluso aunque sabía que lucía malditamente bien en el vestido de Maggie. El pensamiento de que en realidad quería complacerlo la molestó.
Le había dado una mirada a fondo, una vez más. En lugar de un cumplido, había mascullado sobre su elección de vestuario y se había alejado. Ni siquiera la había ayudado con su abrigo, o dedicarle una segunda mirada hasta que llegaron a la fiesta. Dolor se deslizó profundo, pero se castigó así misma por la emoción. Conservó un aura amable y fingió que se vestía así todos los sábados por la noche.
Sin embargo, tan pronto como habló de su plan para la costa, su rostro brillaba con tanta emoción cruda que apretó su cuerpo en respuesta.
Pasión. Fiera necesidad quemando en sus dorados ojos marrones. Ella fantaseaba acerca de ser la mujer que incitara tal deseo. Una vez más, se recordó que Joe sólo experimentaba emociones fuertes por sus edificios.
Nunca mujeres. Y nunca ella.
Tomó una respiración profunda y terminó su bebida. Y se lanzó a través de las puertas dobles del balcón, se acercó a un grupo de mujeres, quienes parecían estar comentando sobre una escultura. En unos momentos, cuidadosamente entrelazó su camino en la discusión, presentaciones aseguradas, y se adentró en el mundo de la charla social.
* * *
Joe la miró andar majestuosamente a través de la habitación y maldijo entre dientes. Demonios, lo había hecho otra vez. Debió haberla elogiado en ese maldito vestido. Pero nada lo había preparado para su entrada mientras ella bajaba las escaleras, lista para la fiesta.
El vestido azul eléctrico caía bajo en la parte delantera, se aferraba al borde de sus hombros, y caía al suelo con magnificencia, fluidos pliegues de material brillante tirado con hilo plateado. Sandalias de tiras plateadas recubrían sus pies, sus uñas de color rosa ardiente asomándose y jugando al escondite mientras caminaba. Su pelo recogido, en lo alto de la cabeza, con tirabuzones cayendo alrededor de sus oídos y acariciando la parte posterior de su cuello. Tenía los labios pintados de rojo. Cuando ella parpadeó, arrojó destellos de su sombra plateada en sus pestañas, y captó la luz. Apostaba que también podía captar la atención de todos los hombres en el lugar.
Casi le había ordenado que se cambiara. Esto no era sofisticación fresca que pudiera controlar. Esto era una Eva apasionada, quien llamaba a un hombre al Infierno y hacia a una manzana envenenada lucir dulce como caramelo. En su lugar, había murmurado algún comentario en voz baja y dejó caer el tema en cuestión. Se preguntó si ese era un destello de dolor en sus ojos, pero cuando miró de nuevo, era la misma molesta y sarcástica mujer con la que se había casado.
Furia lo atravesó por su constante habilidad de hacerlo sentir como mierda. No había dicho nada malo. Ella se casó por dinero y lo admitía abiertamente.
Forzó los pensamientos de su esposa fuera de su mente y se concentró en el grupo de empresarios rodeando a Hyoshi Komo. Joe percibió un factor importante para asegurar el voto del hombre japonés.
Emoción.
Emocionaba a Hyoshi Komo, y Joe tenía el trabajo.
La última y definitiva pieza en el rompecabezas era Michael Conte. El famoso Conde era bien conocido en el mundo empresarial por su carisma, dinero, y afilada inteligencia. Creía en la pasión, no precisión, y se comportaba completamente diferente de sus otros dos compañeros. Joe esperaba que una animada conversación con su esposa pudiera ayudarlo a ganar un poco de terreno, especialmente desde que los chismes marcaban a Conte como un mujeriego. Ahogó el rápido brote de culpa y se metió en el grupo de hombres para conversar.
* * *
_____ decidió que era tiempo de encontrar a su marido.
Además del breve tiempo sentada a su lado en la cena, habían estado sin la compañía del otro toda la noche. Tarareando en voz baja las estrofas de “I Get a Kick out at You”, revisó la habitación, pero no pudo encontrarlo entre la multitud. Tal vez había ido al baño.
Sus tacones chasquearon contra el mármol. Los sonidos de la música disminuyeron, y estudió las pinturas de la pared con placer, murmurando a sí misma cuando encontraba una que reconocía. Sus pasos la llevaron alrededor de la esquina, a un cuarto que parecía más como una galería llena con estantes de viejos libros encuadernados y acomodados cuidadosamente. Contuvo la respiración mientras sus dedos picaban por acariciar el encuadernado de viejo cuero y saborear el sonido del crepitar, mientras volteaba las páginas detenidas en la historia.
—Ah, entonces para lograr que me notes esta noche, debo convertirme en un libro, ¿no?
Se dio la vuelta. Un hombre estaba en la puerta, sus ojos llenos con un misterioso humor que, ella sabía, era parte de su esencia. Su cabello era largo y estaba agarrado en una cola de caballo, dándole la imagen de un pirata quien había encantado a mujeres por siglos. Sus labios eran carnosos y su nariz dominaba sus fuertes rasgos en una típica forma italiana. Vestido en pantalones negros, una camisa de seda negra, y caros zapatos de cuero, exhibía un elegante, seductivo aire sólo estando de pie.
_____ supo inmediatamente que el hombre era encantador, bondadoso, y mortal para las mujeres. El pensamiento hizo que una sonrisa curvara sus labios. Tenía una debilidad por los italianos mujeriegos. Le recordaban a los pavos reales hinchados que, íntimamente, deseaban ser mantenidos a raya por la mujer adecuada.
—Oh, te he notado —le dio la espalda y volvió a su estudio de los libros—, sabía que me abordarías para el final de la noche.
—¿Y estaba esperando el momento, Signorina?
—Con cierto recelo. Entonces, ¿debemos usar una de las habitaciones aquí o vamos a tu casa?
Un silencio impactado descendió.
_____ miró sobre su hombro. Una mezcla de decepción y tentación tallaban sus rasgos. _____ apostaba que extrañaba la idea de una caza, pero no quería declinar tal oferta. Una encantada risa burbujeó en sus labios a la vista de su evidente conflicto y pérdida de confianza.
Una luz de conocimiento brillo en sus ojos oscuros.
—Estas bromeando, ¿no?
Se dio vuelta para encararlo, aun riendo.
—Supongo que lo hago.
Él sacudió su cabeza con asombro.
—Eres una mujer perversa por tentar a un hombre así.
—Tú eres un hombre malicioso por pensar que una mujer haría tal cosa.
—Quizás, tengas razón. Una mujer como tú debe tener un esposo viendo siempre. Tal tesoro podría ser robado en cualquier momento.
—Ah, pero si fuera un verdadero tesoro, no sería robada fácilmente.
Ciertamente no por la primera línea lanzada hacia mí.
Pretendió estar ofendido.
—Signorina, nunca la insultaría pensando que no sería una larga búsqueda del Tesoro. Hubiese requerido un montón de trabajo.
—Signora —corrigió ella—. Estoy casada.
Su rostro se detuvo en una mirada baja y triste.
—Lástima.
—De alguna forma, creo que lo sabía.
—Tal vez. Pero déjeme presentarme formalmente. Soy el Conde Michael Conte.
—_____ McKenz… er, _____ Ryan.
Él notó su desliz y pareció hacer una nota mental.
—Recién casada, ¿cierto?
—Sí.
—Sin embargo, pasea por los pasillos sola, y no fue vista en compañía de su esposo en toda la noche, —negó con la cabeza—. Estas costumbres americanas son una tragedia.
—Mi esposo esta aquí por negocios.
—Joseph Ryan, ¿correcto?
Asintió.
—Debe conocerlo bien. Esta hacienda una propuesta para el negocio de la costa.
Michael mantuvo una cara neutral. Obviamente, detrás de su fachada encantadora se escondía un hombre de negocios fuerte y apuesto que sabía su identidad cuando se acercó. Joe subestimaba a Conte si creía que una conversación lo suavizaría. Este hombre obviamente mantenía los negocios y el placer en dos mundos separados.
—No he tenido el placer de conocerlo aun. —Se inclinó ligeramente.
Su colonia almizclada se levantó en el aire entre ellos. Sus ojos se encontraron y sostuvo su mirada. Esperó una ráfaga de energía sexual, un zumbido de química, una nota de hambre que sacudiera su cuerpo y confirmara que Joe Ryan no era la causa de sus problemas. Nada. Ni siquiera una chispa.
Con un pequeño suspiro interior, se resignó a luchar contra su atracción por Joe y admitió que tal vez ella todavía albergaba un flechazo de los días de su niñez. Si Michael Conte no podía darle ni una pizca de emoción sexual, estaba en serios problemas.
_____ suspiró.
—Creo que amará a mi esposo tanto como lo hago yo —dijo.
Él recibió el mensaje y aceptó la implicación con gracia.
—Lo veremos. En cuanto a nosotros, seremos amigos, ¿no?
Ella sonrió.
—Sí. Amigos.
—La acompañaré de regreso al comedor por cortesía y me dirá todo sobre usted.
Aceptó su brazo y se permitió ser dirigida fuera de la biblioteca.
—Sabe, Michael, creo que tengo a la mujer perfecta para usted. Es una amiga cercana. Y ella podría ser tu pareja.
—Se subestima, signora. —Le dio un travieso guiño—. Aun estoy lamentándome su pérdida.
Rió mientras entraban en el comedor, luego miró con sorpresa que su esposo estaba parado frente a ellos. Se alzaba sobre ella con un aire intimidante. Abrió su boca para hablar, pero él se acercó y la jaló dentro de su abrazo. Un momento pasó antes de que fuera capaz de formular palabras.
—Hola, cariño. Estaba hablando con el Signore Conte. No creo que ustedes dos se conozcan formalmente.
Los hombres se midieron, el uno al otro como lo harían justo antes de una pelea de gallos. Joe fue el primero en rendirse. Probablemente por buenas razones de negocios y nada que ver con la testosterona.
Ofreció su mano.
—Michael, ¿cómo estás? Veo que ha conocido a mi esposa.
Michael sacudió su mano y _____ estudió la expresión de su esposo con absoluta perplejidad. ¿Estaba loca o él no quería que enganchara a Michael Conte con su brillante conversación? Ahora sólo lucía evidentemente irritado, como si lo hubiese traicionado.
El olor a limpio de jabón y limón se levantó de su piel. Sus dedos extendidos alrededor de su cintura y apoyados en la curva de su vientre.
Ella luchó contra un estremecimiento cuando imaginó su mano deslizándose sólo a unos cuantos centímetros hacia abajo. ¿Cómo se sentirían sus dedos profundamente dentro de ella, llevándola a lugares que moría por ir, pero que estaba muy asustada de visitar?
Se volvió a concentrar en su conversación.
—Felicidades, Joseph. _____ me dice que son recién casados. ¡Qué difícil debe ser arrastrarse a una función de negocio! ¿No?
—Absolutamente —su cabeza baja. Su respiración se enganchó mientras sus labios rozaban su lóbulo, y su nariz acariciaba su oreja. Sus pezones se pusieron duros y hormigueantes. Rogó porque su sujetador acolchado escondiera la evidencia de la traición de su cuerpo.
Michael vio el gesto con asombro a penas escondido.
—Parece que Richard cree que eres el hombre indicado para el trabajo. Tal vez debamos organizar una junta para abordar tus ideas.
—Gracias. Llamaré a tu secretaria y arreglaré una cita. —Captó la simplicidad clara en su tono de voz, y supo que Michael lo notó. Joe no jugaba a ciertos juegos de negocios, es decir, ser demasiado arrogante como para levantar el teléfono para llamar sí mismo para una cita.
—Muy bien. —Michael tomó la mano de ella y puso un beso en su palma— . Fue encantador conocerte, _____. —Su acento italiano acaricio su nombre—. Voy a tener una cena para unos cuantos amigos cercanos en dos semanas a partir de esta noche. ¿Me acompañarías?
Notó que él dirigió la invitación sólo hacia ella, entonces se volvió hacia su esposo.
—¿Cariño, estamos libres?
Esta vez su movimiento no fue sutil. Tomó un paso detrás de ella y colocó ambas manos en su cintura, atrayéndola hacia sí. Su trasero presionado contra su ingle. Muslos de hierro atraparon los de ella. Apoyó ambas manos directamente debajo de sus pechos y habló.
—Nos encantaría ir.
—Maravilloso. Espero verlos. A las ocho en punto. —Asintió hacia Joe y le dirigió una sonrisa a ella—. Tengan una linda noche.
A los pocos segundos de salir Michael, Joe la liberó. La pérdida repentina de su calor corporal causó un escalofrío que le recorría la columna vertebral. Su rostro perdió la mirada de un amante y se volvió impersonal.
—Vámonos.
Sin otra palabra, se dirigió hacia la puerta, recibiendo los abrigos de la anfitriona y diciendo sus adioses. Habló con los pocos amigos que había hecho y siguió a su marido al coche.
La falta de conversación continúo durante el camino a casa. Enferma del juego silencioso, _____ hizo el primer movimiento.
—¿Te la pasaste bien?
Gruñó. _____ lo tomó como un sí.
—La comida estaba muy buena, ¿eh? Y estuve sorprendida de cuan agradables algunas de las mujeres eran. Fui invitada a una exposición de arte por Millie Dryer. ¿No es genial? —Él resopló—. ¿Cómo fueron los negocios? ¿Fuiste exitoso esta noche?
Hizo un extraño ruido.
—No tan exitoso como tú, supongo.
La ira se apoderó de su sangre. Su voz tirada por la tensión.
—¿Disculpa?
—Olvídalo.
Sus puños cerrados. El frío dejó su cuerpo y se retorció en un intenso calor.
—Eres un hipócrita y un cabrón. Me pediste que buscara a Michael y te trajera información. ¿Crees que soy estúpida, Joe? Me usaste, pero ahora estás molesto. Hice todo lo que querías. Considera tu favor completo.
—Sólo sugerí que podrías ser capaz de obtener algo que me ayudara con mi negocio. Te pedí que lo suavizaras, no que le dieras una erección que durara por días.
Movió el coche en la entrada con un chirrido de neumáticos y apagó el motor.
Ella contuvo la respiración.
—¡Que te jodan, Joe Ryan! Me trató con cortesía y nunca cruzó la línea una vez que se enteró que estaba casada. Pero estás perdiendo el panorama, Niño Bonito. Michael no deja que los negocios interfieran con el placer. Pude haberme quitado todas mis ropas y rogado que te diera el contrato y no se habría movido. No puedo ayudarte en esto, estas por tu cuenta.
Salió del auto y caminó hacia la casa.
Maldijo y trotó, pisándole los talones.
—Bien. Entonces no tenemos que ir a su fiesta. Sólo organizaré una junta de trabajo.
Ella abrió la puerta y sacudió la cabeza.
—Entonces, no vayas. Pero yo iré.
—¿Qué?
—Voy a ir. Me agrada y creo que su fiesta será divertida.
Azotó la puerta, marchó hacia la sala, y se quitó la corbata.
—Eres mi esposa. No iras a fiestas sin mí.
Ella se deslizó fuera de su abrigo y lo colgó en el armario.
—Soy una compañera de negocios que sigue las reglas. Somos libres de tener nuestras propias vidas mientras no durmamos con nadie. ¿Correcto?
Cerró la distancia entre ellos y miró hacia ella.
—Estoy preocupado sobre mi reputación. No quiero que él tenga la impresión errónea.
Levantó la barbilla y deliberadamente se burlo de él.
—Seguiré las reglas de nuestro acuerdo pero iré a la fiesta de Michael. Ha sido un largo tiempo desde que disfruté de la compañía de un hombre. Un hombre que realmente sea encantador, divertido y… cálido.
Su última palabra explotó en el aire entre ellos. Miró con fascinación mientras el calmado hombre que conocía se convertía en alguien diferente.
Sus ojos claros se volvieron turbios, su mandíbula apretada, con el cuerpo cerrado. Sus manos levantadas hasta que se agarraron de la parte superior de sus brazos. Parecía que estaba listo para sacudirla, o hacer algo más, algo completamente... irracional.
Su cuerpo se encendió como una corriente eléctrica. Sus labios se separaron para tomar aliento. Y esperó.
—¿Necesitas tanto a alguien, _____? —Su tono burlón rastrilló sobre ella.
Él bajo su cabeza entonces. Su boca se detuvo a centímetros de la suya.
Con efecto lento, sus manos se movieron de sus brazos hacia arriba a dar vueltas alrededor de su cuello. Deslizando sus dedos alrededor de la piel sensible, sus pulgares poniéndola de cabeza, él podía ver con claridad el pulso golpeando salvajemente que su vestido no escondía. Vio su cara mientras que él continuaba la tortura mediante el trazado de la línea de su clavícula, la pendiente de sus hombros. Luego se movió más bajo. Ambas palmas de las manos se deslizaron por su parte delantera y cubrieran los pechos con sus manos. La excitación bailó sobre sus terminaciones nerviosas. Sus músculos se suavizaron y se debilitaron. Sus pechos se hincharon y le dolían, elevándose para reunirse con él. Sus pulgares rozaron las puntas, y un gemido se elevó desde lo más profundo de su garganta. Él hizo un murmullo de satisfacción mientras seguía con las caricias y movimientos provocadores. Sintió que él se endurecía, levantándose y presionando contra el vértice sensible entre sus muslos. El calor líquido se precipitó a través de ella.
—Tal vez, deba darte lo que necesitas tanto. —Empujó sus caderas contra la de ella para darle una probada, y ella se sacudió en respuesta. Sus manos se deslizaron bajo su vestido, bajo su sostén, y se reunieron con carne caliente y dispuesta—. Tal vez, si te tomo ahora, no necesitaras ir corriendo con Conte.
Su abdomen se hundió mientras sus dedos talentosos tiraban de sus pezones y le acariciaban, sus movimientos suaves y tiernos a pesar de sus palabras hirientes.
Se estremeció ante él, una masa agrupada de emociones y sensaciones, pero su mente se quedó claramente fría. La verdad de sus acciones la obligaron a jugar su mano ganadora. Dejar que ganara esta batalla la debilitaría. Iba a besarla. Aquí mismo, en este instante. Le daría tanto placer que había rogar por más, y dejaría su orgullo y cordura destrozados. Quería besarla, por una razón: su poder y hombría habían sido amenazados, y los quería de vuelta. No la quería. La llamada salvaje de apareamiento y la dominación masculina le hizo señas, y ella estaba en su camino.
Por lo tanto, _____ recogió los dispersos hilos de su control y jugó su carta ganadora.
Ella se acercó aún más y dejó descansar sus labios a un mero centímetro de los suyos. Su aliento se precipitó sobre su boca.
—No, gracias —susurró. Quitó sus manos de ella—. Prefiero mantenernos en lo profesional. Buenas noches.
Le dio la espalda y desapareció escaleras arriba.
* * *
Las manos de Joe colgaban a sus lados, vacías. Por un momento, habían estado llenas de ella: sus curvas, su esencia, su calor. Ahora estaba de pie en el medio de la habitación, solo, justo como lo había estado su noche de bodas. Un hombre casado con una erección y sin alivio a la vista.
Asombrado por su situación ridícula, trató de repasar los acontecimientos de la noche y ver dónde se había equivocado.
En el momento en que la atrapó con el Conde un enojo lento y humeante se había levantado en su interior. El calor comenzó a sus pies, viajó a su estómago, su pecho, y finalmente se estableció como una banda caliente alrededor de su cabeza. Si fuera un caballo, habría resoplado humo y golpeado sus cascos. Si fuera un lobo, habría aullado a la luna.
Su mano se había posado en el brazo del Conde. Debió haber sido muy divertido, porque ella echó la cabeza hacia atrás y se rió, sus mejillas se sonrojaron. Sus labios carnosos brillaban bajo la luz del candelabro.
Habían actuado como si fueran amigos de mucho tiempo, en lugar de las personas que acababa de conocerse.
Pero lo peor fue cuando le sonrió.
Fue una deslumbrante, fascinante, y seductora sonrisa que le dijo al hombre del lado receptor que era todo lo que estaba buscando, todo lo que quería. Una sonrisa que le daba sueños sucios a un hombre durante la noche y que lo perseguía en sus horas despierto. Joe jamás había visto esa sonrisa dirigida a él y algo loco explotó.
Su plan había fallado. Él había esperado que fuera medianamente entretenida para el Conde y ganara unos cuantos bocados de conocimiento que le ayudaran a cerrar el trato. No que realmente disfrutara del hombre de forma tan abierta.
Joe maldijo y cogió la corbata, listo para ir a la cama. Mientras subía las escaleras, pensó en lo que _____ había dicho. Si Conte hacía por separado los negocios y el placer, había juzgado la escena toda mal. Tal vez al momento de solicitar una reunión de negocios debía concentrarse en la logística racional de la construcción en lugar de pintar un paisaje emocional para la venta. Tal vez, Conte sólo era apasionado cuando se trataba de mujeres. Tal vez, quería un ejecutivo de cabeza fría para dirigir el equipo de arquitectos.
Joe se detuvo en su puerta. La luz estaba apagada. Hizo una pausa por un momento y escuchó su respiración. Se preguntó qué llevaba a la cama.
Imágenes de escaso encaje negro causaron estragos a su mente, pero incluso el pensamiento de ella en los pantalones de franela y una camiseta le hacían cosas que ninguna otra mujer había logrado jamás. ¿Estaba despierta en la cama, soñando con Conte? ¿O estaba pensando en su último beso y deseando más?
Se dirigió a su habitación. Lo había rechazado. A su propio maldito marido. Y él se quedó con la única cosa de la que había estado aterrado.
La esposa que le atraía.
Cerró la puerta de su habitación y sacó el pensamiento de su mente.
D.A. Torrez.
Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)
HAHAHAHAHAHAHA..... :jojojo:
continuaaaaaaaa.... pleaseeee...
:ilusion:
continuaaaaaaaa.... pleaseeee...
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@ntonella
Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)
Capítulo 6
_____ se sentó y enfrentó a sus padres. Sus manos temblaban de alegría y alivio mientras empujaba el cheque sobre la maltratada mesa de la cocina, que estaba cubierta de alegres soles amarillos de plástico.
—Joe y yo queremos que tengan esto para pagar la hipoteca — anunció—. No habrá ningún argumento o protestas. Hemos hablado de esto por mucho tiempo, y tenemos suerte de tener mucho dinero.
Queremos compartirlo. Significa mucho para nosotros; así que, por favor, acepten esto como nuestro regalo.
Sus expresiones aturdidas, hizo que lágrimas pincharan un poco sus ojos.
¿Cuántas noches dando vueltas, se sintiendo culpable de ser incapaz de conseguir que sus padres salieran de su desastre financiero? Cómo si fuera la hermana mayor, odiaba la impotencia que la asfixiaba.
Decidió que hacer frente a Joe y a sus propias emociones, valía la pena.
La seguridad de su familia le daba un dolor profundo, con el que había luchado desde que su padre tuvo el ataque al corazón.
—Pero, ¿Cómo puedes hacer esto? —María apretó sus temblorosas manos en sus labios mientras Jim ponía su brazo alrededor de ella—. Joe no debería sentirnos como si fuéramos una carga. Son un matrimonio joven con sueños. Para tu librería. Para una familia con muchos hijos. No deberías estar preocupándote por nosotros, _____. Somos los padres.
Jim asintió con la cabeza.
—Ya he decidido tomar un trabajo extra. No necesitamos el dinero.
Ella suspiró ante la innata obstinación de sus padres.
—Escúchenme. Joe y yo tenemos dinero en abundancia, y esto es importante para nosotros. Papá, un segundo empleo no es una opción en tu condición, a menos que quieras morir. Ya oíste al doctor. —_____ se inclinó hacia el frente—. Esto dejará la casa libre, para que puedan concentrarse en el pago de otras facturas. Ahorren para la educación de Izzy y Gen. Ayuden a Lance a terminar su último año en la facultad de medicina. Nosotros no les vamos a dar suficiente como para jubilarse, sólo lo suficiente para hacer las cosas un poco más fácil.
Ellos intercambiaron una mirada. Descontrolada esperanza brillaba en los ojos de su madre cuando tomó el cheque.
—Joe no pudo venir conmigo hoy. Pero hay una condición con este dinero... Él no quiere oír sobre él de nuevo.
María se quedó boquiabierta.
—Tengo que darle las gracias. Él tiene que saber lo mucho que apreciamos esto, y como ha cambiado nuestras vidas.
Tragó saliva, alrededor de la opresión en su garganta.
—A Joe no le gusta mucho mostrar emociones. Cuando hablamos de esto, insistió en que no quería que volviéramos a mencionar el dinero de nuevo.
Jim frunció el ceño.
—¿No aceptará un simple gracias? Después de todo, si no fuera por mí no estaríamos en este lío.
—Cualquier persona puede enfermarse, papá —susurró.
El dolor del pasado devastó su cara.
—Pero me fui.
—Y volviste. —María apretó su mano y sonrío—. Volviste con nosotras y lo hiciste bien. No debemos hablar más así.
Su madre se enderezó en la silla, sus ojos brillando por la emoción.
—Aceptaremos el cheque, _____. Y nunca se lo mencionaremos a Joe. Mientras prometas ir a casa y decirle que él es nuestro ángel. — Su voz se quebró—. Estoy tan orgullosa de que seas mi hija.
_____ la abrazó. Después de un poco más de conversación, besó a sus padres y salió de la casa.
Noche de Poesía se estaba llevando a cabo en BookCrazy y no podía llegar tarde. Subió a su Volkswagen y se dirigió a su tienda, mientras sus pensamientos le daban vueltas en la cabeza.
El truco del dinero fue desafortunado, pero necesario. Nunca le admitiría a Joe lo mala que estaba la situación financiera de sus padres. La imagen de él lanzándole un fajo de dinero suficiente para poder resolver cualquier problema que tuviera, la hizo estremecerse.
Su orgullo era importante, y también el de sus padres. Ellos resolvían sus propios problemas.
Tenía la intuición de que Joe Ryan creía que el dinero ocupaba el lugar de las emociones, lección que sus padres le inculcaron diariamente, durante mucho tiempo. Se estremeció ante la idea.
No, ella lograría hacer esto por su cuenta.
Se acomodó y manejó al trabajo.
***
_____ miró alrededor de BookCrazy con satisfacción. Noche de Poesía atrajo una gran multitud y todos eran compradores de libros. Cada viernes por la noche, transformaba la parte trasera de su tienda en un centro de entretenimiento. Música de fondo flotando por los pasillos poco iluminados. Sillones color verde manzana y mesas maltratadas de color café, fueron sacados de la bodega y puestos en un círculo informal.
La multitud era una agradable mezcla de intelectuales, algunos bastante serios y otros que sólo buscaban una noche de entretenimiento.
Arrastró el micrófono a la pequeña plataforma levantada y miró su reloj de nuevo. Cinco minutos para empezar. ¿Dónde estaba Maggie?
Observó a las personas acomodarse en las sillas y murmurar sobre café mientras discutían estrofas, imaginería, y sinfín de emociones. En ese momento, la puerta se abrió para dejar pasar una ráfaga de aire fresco, y Maggie entró.
—¿Alguien quiere café?
_____ corrió y agarró dos humeantes cafés de moca.
—Gracias a Dios. Si no les sirven cafeína, se hubieran marchado al Starbucks que está bajando la calle.
Maggie dejó la bandeja de cartón sobre el suelo y alineó las cajas.
Su cabello color canela pasó por su mandíbula cuando ella sacudió la cabeza.
—Al, estás loca. ¿Sabes cuánto gastas en café, sólo para que estos artistas puedan leer poesía frente a frente? Deja que hagan y traigan su propio café.
—Necesito el negocio. Hasta que encuentre una manera de conseguir un préstamo para ampliar la tienda; tengo que mantenerlos llenos de cafeína.
—Puedes preguntarle a Joe. Él es, técnicamente, tu esposo.
Ella le lanzó a su amiga una mirada de advertencia.
—No, no quiero involucrarlo. Prometiste que no dirías nada.
Maggie alzó las manos.
—¿Cuál es el gran problema? Joe sabe que le pagarías el préstamo.
—Quiero hacer esto por mi cuenta. Tomé el pago inicial y ese era el trato.
Nada más. No es que esto sea un verdadero matrimonio.
—¿Le diste el dinero a tus padres?
_____ sonrió.
—Casi hizo que la compañía de tu hermano valiera la pena.
—Aún no lo entiendo. ¿Por qué no le dices a Joe la verdad sobre el dinero? Es un dolor en el culo, pero tiene un buen corazón. ¿Por qué estás jugando a novia?
Se dio la vuelta, asustada de enfrentar a su amiga. Siempre había sido una terrible mentirosa. ¿Cómo podría decirle a Maggie que deseaba a su hermano y que necesitaba todas las barreras imaginables para mantener su distancia?
Sí él creía que ella era una fría cazadora de dinero, podría dejarla sola.
Maggie estudió su rostro durante mucho tiempo. Sus ojos verdes estaban llenos de sorpresa, cuando la bombilla de luz brilló de repente.
—¿Hay algo más entre ustedes? ¿Él te atrae, cierto?
_____ forzó una risa.
—Odio a tu hermano.
—Estás mintiendo. Siempre sé cuándo mientes. Quieres dormir con él, ¿No? ¡Qué asco!
_____ le arrebató la última taza de café.
—Esta conversación ha terminado. No me atrae tu hermano, y no le atraigo a él.
Maggie la siguió.
—Está bien, ahora que pasé la vulgaridad inicial de la idea, vamos a hablar de eso. Es tu esposo, ¿Cierto? Puedes estar recibiendo sexo por un año con alguien. —_____ caminó a la plataforma. Todos los ojos estaban sobre ella ahora. La palabra ‘Sexo’ definitivamente llama la atención de la gente, pensó.
Ignoró a su amiga e hizo las presentaciones iniciales para la Noche de Poesía.
Mientras el primer poeta caminaba al escenario, ella se apartó y se acomodó en su silla. Tomó el cuaderno en caso de que necesitara escribir cualquier destello de inspiración, y aclaró su mente para la lectura.
Maggie se arrodilló y susurró:
—Creo que deberías dormir con él.
_____ dejó escapar un suspiro largo de sufrimiento.
—Déjame sola.
—Lo digo en serio. He tenido unos minutos para pensar. Es perfecto. Ambos tienen que ser fieles de todos modos, así que sabes que no va a estar durmiendo con alguien más. De esa manera obtienes el sexo que necesitas; y en un año, sólo dices adiós. Sin resentimientos. Sin complicaciones.
Ella se retorció. No porque estaba avergonzada por la sugerencia de Maggie. No, era todo lo contrario. La posibilidad la intrigaba. Se quedaba despierta en la noche, imaginando en la habitación. Su cuerpo desnudo, musculoso, tendido en la cama, esperando por ella.
Sus hormonas la sacudieron con avidez ante la imagen.
Demonios, a este ritmo iba a terminar en el hospital psiquiátrico a finales de año.
Causa: Celibato.
Maggie chasqueó los dedos delante de su rostro y sacó a _____ de su ensoñación.
—Te fuiste de nuevo. ¿Joe vendrá esta noche?
—Oh, sí, tu hermano amaría este tipo de noches. Él probablemente preferiría una endodoncia y un examen de la próstata.
—¿Cómo se están llevando ustedes dos? Aparte de la atracción física.
—Bien.
Maggie puso los ojos en blanco.
—Mientes, de nuevo. No vas a decirme, ¿Cierto?
_____ se dio cuenta de que siempre le había confesado todo a Maggie, excepto en una ocasión. La primera vez que Joe la besó. Ella creía que la amaría también, entonces. La amistad se convirtió en rivalidad y luego, en un enamoramiento juvenil. Que las emociones tan puras del primer beso, le hicieron creer que era amor. Su corazón latía por él, lleno de alegría ante la posibilidad de estar juntos; así que ella pronunció las palabras, su voz resonando entre los árboles.
“Te amo”.
Luego esperó que la volviera a besar. En cambio, él dio un paso hacia atrás y se echó a reír. La llamó niña tonta y se alejó.
En aquel momento ella aprendió su primera lección en desengaños amorosos.
A los catorce años. En el bosque, con Joseph Ryan.
No estaba dispuesta a repetir la lección.
Apartó su recuerdo y decidió mantener su segundo secreto de Maggie.
—No está pasando nada —repitió _____—. ¿Puedo escuchar el siguiente poema en paz, por favor?
—No creo que la paz esté en las cartas de esta noche, nena.
—¿Qué quieres decir?
—Joe está aquí. Tu esposo. El hombre que te atrae.
Ella giró la cabeza y miró conmocionada a la figura en la puerta. Era obvio que él estaba fuera de lugar, pero su presencia era tan confidencial, tan abrumadoramente masculina, que ella contuvo el aliento y se dio cuenta de que el hombre tenía el poder de encajar en cualquier parte.
Y él ni siquiera estaba vestido de negro.
La mayoría de los hombres que vestían ropa de diseño permitían a la tela, dictar sobre ellos. Joe usaba sus jeans Calvin Klein, como si no llevara nada en absoluto. La tela abrazaba sus muslos y caderas, como si se ajustara a su voluntad. Él reflejaba a un hombre que se conocía a él mismo, y que le importaba un comino lo que los demás pensaran.
El cuello alto de tortuga, hacía hincapié en su pecho y se extendía sobre sus anchos hombros. Definitivamente Ralph Lauren. Las botas eran Timberland.
Tenía el pelo recogido, el color del suéter mezclado con rubio claro y tonos de moca, cuidadosamente despeinado. Apretaba la mandíbula con inconsciente exigencia, mientras buscaba en la oscura librería. Pero, sus ojos...
Un remolino del color de jarabe Hershey. Rastros de oro y ámbar que le recordaban el whisky envejecido. Una combinación que goteaba de sexo pecaminoso y ansias indulgentes.
Ella esperó mientras él revisaba la habitación; sus ojos la pasaron, se detuvieron, y luego regresaron lentamente.
Sus ojos se encontraron.
_____ odiaba los clichés y odiaba más que se estuviera convirtiendo en uno. Pero en ese momento, los latidos de su corazón estallaron, susmpalmas sudaban y su estómago cayó y se desplomó como si estuviera en una montaña rusa.
Su cuerpo se puso en alerta total, rogándole a él que llegara a ella, prometiendo rendición. Si él le decía que fuera a casa, se metiera en la cama y lo esperara, _____ estaba segura de que seguiría sus instrucciones.
La debilidad de su voluntad, la enfurecía. Su honestidad le hacía admitir que lo haría de todos modos.
—Oh, sí. Definitivamente no hay atracción ahí. —Las palabras de Maggie rompieron el raro hechizo y le permitieron a _____ recobrar la compostura.
Ella le había dado una invitación a Joe para la Noche de Poesía, porque él no había visto la librería. Él declinó cortésmente, citando el trabajo como excusa, y eso no le había sorprendido a ella.
Una vez más, había recordado que provenían de mundos diferentes y Joe no tenía ningún deseo en visitarla. Mientras él caminaba hacia ella, se preguntó por qué había cambiado de opinión.
***
Joe se abrió paso entre los estantes. Un tipo vestido de negro gritaba en el micrófono sobre la correlación entre las flores y la muerte; y el aroma del café moca inundó su nariz. Los sonidos de una flauta y un débil llamado de un lobo entraron por sus oídos. Todas esas impresiones eran secundarias ante la vista de su esposa.
Cabellos color ébano caían sueltos y salvajes sobre sus hombros. Sus anteojos negros incrementaban el azul de sus ojos, ligeramente ensanchados con sorpresa al ver como se acercaba. Su jersey abrazaba cada centímetro de esos deliciosos pechos, luego se ampliaba alrededor de sus caderas.
Una apretada minifalda le quedaba a mitad del muslo.
En una segunda mirada, Joe cambió su opinión a una opción mucha más corta, ya que la tela se había recorrido, por la posición en la que estaba, y la tela apenas la cubría. Botas altas de cuero negro, completaban su atuendo.
Esas largas piernas de Amazona, estaban encerradas en sus medias negras y Joe sabía que ella no estaba usando nada debajo de eso. Las tiendas no cometían deslices como esos, él estaba completamente seguro.
Su verdadera sensualidad reside en su ignorancia del efecto que causaba en los hombres. El enfado cosquilleaba sus nervios. Vivía en un constante estado de agitación emocional, y odiaba cada momento. Él era el hombre más tranquilo de todos y enfocó su camino en evitar los sentimientos confusos. Ahora, su día normal oscilaba entre la molestia de la frustración a la ira. Ella lo volvió loco con sus argumentos y discursos apasionados y locos. También lo hizo reír. Su casa parecía tener más vida desde que se mudó.
Él la alcanzó.
—Hola.
—Hola
Él dirigió su atención a su hermana.
—Maggie May, ¿Cómo te va?
—Bien, queridísimo hermano. ¿Qué te trae por aquí? No vas a leer el poema que escribiste cuando tenías ocho, ¿Verdad?
_____ ladeó la cabeza con interés.
—¿Qué poema?
Él sintió su sonrojo y se dio cuenta que las dos mujeres frente a él eran las únicas que lo hacían perder la compostura.
—No la escuches.
—Pensé que tenías que trabajar —dijo _____.
Él si tenía. Y no sabía por qué estaba ahí. Había dejado la oficina y entrado a una casa vacía y el silencio le molestaba. Había pensado en ella rodeada de personas en la tienda de libros que ella creó y quería unirse a su mundo solo por un rato. Él no dijo nada, sin embargo, y se encogió de hombros.
—Terminé antes. Se me ocurrió echarle un vistazo a la Noche de Poesía. ¿Todos los artistas fuman? Hay una larga fila afuera y todos están fumando.
Maggie se rio por lo bajo y estiró ambas piernas sobre el piso. Su espalda estaba apoyada contra el lado de la silla. Sus ojos verdes tenían el burlón brillo de una hermana menor que todavía disfrutaba torturar a su hermano mayor.
—¿Todavía sientes ansias, Joe? Apuesto que podría conseguirte uno.
—Gracias. Siempre es lindo tener un familiar como tu proveedor de drogas.
_____ jadeó.
—¿Fumas?
Joe sacudió su cabeza.
—Solía. Varios años atrás.
—Sí, pero cuando se estresa o enoja, experimenta un retroceso. ¿Puedes creer que él no piensa que cuente, siempre y cuando no compre?
_____ se rió.
—Esto es muy informativo, chicos. Tenemos que salir juntos más seguido. Dime, Maggs, ¿Tu hermano hace trampa en los juegos de cartas?
—Todo el tiempo.
Joe se agachó y cogió los dedos de _____, levantándola de la silla.
—Muéstrame el resto de la tienda mientras este tipo termina.
Maggie se rió y se sentó en la silla vacía.
—Tiene miedo de lo que te diga a continuación.
—Tienes toda la razón.
Joe la condujo lejos de la multitud. Con un movimiento instintivo, se detuvo en una esquina ensombrecida por un letrero que decía RELACIONES. Él la guiaba así que su espalda estaba presionada contra el estante, después dejo ir su mano. Joe cambiaba de pie y maldecía en voz baja por su repentina inquietud. Él no había planeado que decir, sólo que tenía que romper la tensión entre ellos antes de que enloqueciera y la arrastrara a su cama. De alguna manera, él tenía que llevar la relación de vuelta a la amistad. De vuelta a la camaradería entre hermano mayor y hermana menor. Aun si lo mataba.
—Quiero hablar contigo.
Una sonrisa tiró de esos labios carnosos.
—Está bien.
—Sobre nosotros.
—Está bien.
—No creo que debamos dormir juntos.
Ella tiró hacia atrás su cabeza y rió. Joe no sabía si le molestaba su diversión, o le fascinaba su abierta belleza. Esta era una mujer que disfrutaba de la vida y que se moría de la risa. No una de esas de sonrisas deliberadas o de risitas delicadas. Aun así, él odiaba cuando ella se reía de él. Aun cuando era más grande, ella lo llevaba de vuelta a los tiempos cuando él trataba constantemente de ser genial, y ella desbarataba cada avance.
—Que divertido, no recuerdo haberte ofrecido mi cuerpo. ¿Me perdí algo?
Él frunció el ceño por la casual indiferencia de su problema.
—Sabes que estoy tratando de decir. La noche de la fiesta se salió de control, acepto toda la responsabilidad.
—Que caballeroso de tu parte.
—Deja de ser tan sabionda. Trato de decirte que estuve fuera de lugar y que no volverá a suceder. Había bebido mucho, y estaba enojado por lo de Conte, y me la agarré contigo. Intento ceñirme a nuestro acuerdo original, lamento haber perdido el control.
—Disculpa aceptada. También lamento haber contribuido al episodio. Dejémoslo atrás.
A Joe no le gustaba que ella calificara semejante pasión sexual como episodio, pero ignoró la punzada de dolor. Él se preguntaba por qué no se sentía aliviado por su rápido acuerdo.
Él se aclaró la garganta.
—Tenemos un largo año por delante, _____. ¿Por qué no tratamos de construir nuestra amistad? Será mejor para las apariencias y para nosotros.
—¿Que tienes en mente? ¿Más juegos de cartas?
Una imagen de ella sentada sobre su regazo se le vino a la mente. De grandes pechos presionados contra su pecho. De carne de mujer sinuosa y suave sobre él, lista para arder en sus brazos. Como si fuera el momento justo, levantó la mirada y leyó el título de un libro justo al lado de ella.
Como darle a una mujer varios orgasmos.
Mierda
—¿Joe?
Él agitó su cabeza y trató de aclarar la neblina. ¿Era ella multiorgásmica?
Ella se estremeció en sus brazos con un simple beso. ¿Qué haría su cuerpo si él le aplicase un tratamiento sexual en regla? ¿Usando sus labios, lengua y dientes para llevarla más allá del límite? ¿Gritaría? ¿Lucharía en respuesta? ¿O lo tomaría con placer y correspondería?
—¿Joe?
Sudor se formó en su ceño mientras alejaba su concentración del libro de nuevo a la realidad. Era un maldito zoquete. Dos segundos después de afirmar que podrían ser amigos, él había empezado con sus fantasías.
—Ammm. Correcto. Digo, seguro, podemos jugar a las cartas. Sólo no al Monopolio.
Ella dio un resoplido impropio de una dama.
—Siempre apestaste en ese juego. ¿Recuerdas cuando Maggie te hizo llorar cuando aterrizaste en el Paseo Marítimo? Tú trataste de negociar, pero ella quería dinero. No le hablaste por una semana.
La fulminó con la mirada.
—Estás pensando en Harold, el chico que vivía bajando la calle. Nunca lloraría por un juego.
—Seguro. —Sus brazos cruzados y su expresión diciéndole que no le creía.
Agravado, pasó sus dedos sobre su rostro y se preguntó cómo lo hizo perder en un juego de Monopolio que jamás pasó.
—Entonces, seremos amigos. Puedo vivir con ello.
—Entonces es un trato.
—¿Es por eso que llegaste a la poesía?
Él la miró a su rostro y mintió entre dientes.
—Quería mostrarte que podía hacer una promesa.
No estaba preparado para la dulce y encantadora sonrisa que curvaba sus labios. Lucía genuinamente satisfecha, aunque él admitió que él lo había hecho para llevar todo tranquilamente.
Ella tocó su brazo.
—Gracias, Joe.
Sorprendido, él se alejó. Luego luchó contra la vergüenza.
—Olvídalo. ¿Vas a leer esta noche?
_____ asintió.
—Es mejor que regrese. Soy por lo regular la última. Adelante y observa.
Él la observó regresar a la multitud y vagar entre los estantes. Él escuchó ausentemente al siguiente poeta, quien había recitado líneas entre la silenciosa música, y arrugó su nariz. Dios, odiaba la poesía.
Derramamiento de emoción, desordenado y desenfrenado, que cualquier extraño podía tomar y compartir.
Las complicadas comparaciones entre ira y naturaleza, los clichés sin fin y las imágenes confusas hacen a un hombre cuestionar su inteligencia. No, denle una buena biografía o un clásico como Hemmingway. Denle una ópera, donde dentro de las emociones violentas había control.
Un familiar y ronco tono se extendió por el micrófono.
Él dejó las sombras y observó a _____ tomar el pequeño escenario. Ella bromeó un poco con el público, agradeciéndoles por venir, y presentando su nuevo poema.
—Un pequeño lugar oscuro —dijo ella.
Joe se preparó a sí mismo para un gran drama, y empezó de inmediato a formular algunos elogios en su mente. Después de todo, no era su culpa que a él no le gustase la poesía. Estaba determinado a no burlarse de algo que era tan importante para ella, e incluso a ofrecer un estímulo.
—Escondida entre suave piel y lisa gamuza;
Mis piernas se estrechan y se doblan debajo de mí.
Espero por el fin y por el inicio, espero que la luz brille, clara, para traerme
de vuelta;
Al mundo de brillantes colores y de perfumadas esencias que atacan mis
fosas nasales;
Al mundo de lenguas afiladas, serpenteando para triturar suaves sonrisas.
Escucho mientras el hielo tintinea contra el líquido de color ámbar.
El calor quema en el interior, un recordatorio de un suicidio del pasado;
El recuerdo de un asesinato silencioso.
…Segundos… minutos… siglos… el repentino conocimiento tuerce mi vientre;
Estoy en casa. Abro mis ojos por la cegadora luz de una puerta siendo
abierta.
Y me pregunto si recordaré.
_____ dobló el pedazo de papel y asintió hacia la multitud. El silencio cayó sobre todo el mundo. Algunas personas escribían febrilmente en sus cuadernos.
Maggie dio un grito de alegría. Rió y bajó del escenario, y luego empezó a reunir copas vacías y a charlar mientras la noche se acercaba.
Joe sólo se puso de pie y la observó.
Una emoción extraña brotó dentro de él. Como no la había experimentado nunca antes, no podía ponerle un nombre. Quedaba poco en la vida que le conmoviera y él admitió que le gustaba de esa manera.
Esta noche, algo cambió.
_____ había compartido una parte importante de ella con una sala de extraños. Con Maggie. Con él. Abierta a la crítica, vulnerable a los caprichos de los demás, tomó lo que sentía e hizo que él también lo sintiere. Su coraje le robó el aliento. Y por mucho que la admiraba, la duda surgió dentro de él como un monstruo en un pantano y él se preguntó si detrás de todo sus razonamientos él no era más que un cobarde.
-¿Qué piensas?
Él parpadeó a Maggie, luego trató de concentrarse.
-Oh. Me gusta. Nunca había escuchado hablar de su trabajo antes.
Maggie sonrió como una madre orgullosa de su Grupo Scout.
-Sigo diciéndole que puede conseguir publicar una antología, pero no parece interesada. Su verdadera pasión es BookCrazy.
-¿No puede hacer las dos cosas?
Maggie bufó.
-Seguro. Tú y yo lo haríamos en un latido de corazón porque nunca perdemos una oportunidad. Al es diferente. Ella es feliz sólo compartiendo, no necesita la gloria de publicar. Ha sido publicada en algunas revistas y va a un grupo de críticas pero eso es más para los demás que para ella. Ese es nuestro problema, hermano. Siempre lo ha sido.
-¿Qué?
-Somos mejores tomando. Parte de nuestra niñez metiendo la pata, supongo. –Ambos miraron a _____ mientras ella acompañó a sus clientes a la puerta con su usual buen humor?. Pero Al encontró su camino haciendo lo contrario. No hay nada que no haría por alguien.
Maggie de repente se giró hacia él. Sus ojos brillaban con una ferocidad que él recordaba de los viejos días. Su dedo se clavó en el pecho de él.
–Una advertencia, amigo. Te quiero mucho, pero si la lastimas, personalmente patearé su trasero. ¿Lo entiendes?
En lugar de picar la carnada, él se sorprendió riendo. Después dejó caer un rápido beso en la frente de ella.
–Eres una buena amiga, Maggie May. No sería tan rápido en juzgarte como posesiva. Sólo espero que el hombre correcto lo vea un día.
Ella dio un paso hacia atrás. Su boca se abrió.
–¿Estás borracho? ¿O eres un impostor? ¿A dónde fue mi hermano mayor?
–No tientes la suerte. –Joe se detuvo y miró alrededor a la librería–. ¿Qué está sucediendo con la expansión? –Miró los ojos ensanchados de su hermana y contuvo una sonrisa–. No te preocupes... ya no es un secreto. _____ admitió que quiere el dinero para añadir un café. Le di el cheque pero creí que me consultaría. –Su hermana parpadeó y se negó a hablar. Joe frunció el ceño–. ¿Un gato te comió la lengua, Maggie May?
–Oh, mierda.
Él arqueó una ceja.
–¿Cuál es el problema?
De repente se entretuvo con las tazas de café y limpiando la mesa.
–Nada. Umm, creo que ella podría estar avergonzada porque está contratando a alguien más para hacerlo. No quería molestarte.
Él luchó contra una ola de molestia.
—Tengo tiempo para ayudarla.
Maggie rió pero tenía un tono desesperado y extraño.
–Deberías dejarla sola, hermano. Tengo que irme. Nos vemos.
Ella se fue como en una ráfaga. Joe sacudió su cabeza. Tal vez _____ no quería que participara en su proyecto. Después de todo, ella había citado muchas veces que su relación se basó en un contrato de negocios.
Sólo como él había querido.
Hizo una nota de plantearlo después. Él le ayudó a cerrar y encaminó a su esposa al auto.
–¿Cenaste? –preguntó.
Ella sacudió su cabeza.
–No hubo tiempo. ¿Quieres recoger una pizza en el camino?
–Prepararé algo para nosotros en casa. –Su lengua se enredó en la última palabra. Raro, él empezó a pensar en su santuario como parte de ella–. No llevará mucho tiempo.
–Está bien. Te veo en casa. –Ella se giró, luego se dio vuelta. Abrió su boca–. Oh, Joe, no olvides...
–La ensalada.
Los ojos de ella se abrieron y sus poderes para hablar parecieron abandonarla por un momento. Ella se retiró con una velocidad que él admiró. Y ni siquiera le preguntó cómo sabía.
–Bien. La ensalada.
Luego ella se dio vuelta y caminó hacia su auto. Joe empezó a silbar mientras se dirigía hacia su BMW. Definitivamente, él estaba aprendiendo.
A él le gustaba sorprenderla. Ya era hora de que tuviera ventaja.
Él silbó casi todo el camino a casa.
D.A. Torrez.
Re: Un Matrimonio Solo De Nombre (Joe y Tu)
Guuuaauuu!!!... Ya atrapamos a Joe!!!!.... Jajajajajajaja.....
FELIZ NAVIDAD!!!!!!.....
Espero que recibas muchos
FELIZ NAVIDAD!!!!!!.....
Espero que recibas muchos
chelis
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