Vanilla twilight | Louis Tomlinson.

La oscuridad se había apoderado rápidamente de la habitación. El reloj sobre la pequeña mesita de noche que tenía a un lado la retaba cada vez que la manecilla avanzaba. Eran las dos de la madrugada y ella ni siquiera pretendía cerrar los ojos. No tenía sueño y, sinceramente, lo menos que quería hacer en ese momento era dormir.

Se encontraba acostada en la cama de Louis, mientras que él dormía plácidamente en el único sofá de la estancia. ¿Cómo era posible sentirse tan bien con toda aquella situación? No estaba nada incomoda o asustada, al contrario, aquello era la mejor sensación que nunca antes había experimentado, como si al estar en aquel lugar nadie pudiera hacerle daño, como si estuviera realmente protegida, como si finalmente hubiera encontrado aquella pequeña pieza que le faltaba a su rompecabezas.

Sonrió.

Su partida de Italia había sido tan poco planeada que no tuvo el tiempo suficiente para empacar lo adecuado, sólo unos cuantos cambios de ropa y uno que otro producto de higiene personal. Nunca pensó en llevarse consigo una pijama o algo sencillo para dormir, así que Louis le había prestado una de sus playeras. Le quedaba grande, pero la tela era tan suave y abrigadora que ya ni siquiera tenía que preocuparse por el frío.

¿Cómo era posible amar a la misma persona desde adolescente? ¿Por qué, aún con años sin verlo, Helena seguía tan enamorada de Louis como lo estaba en la secundaria?

Ella nunca le había dado una pista o algún indició de sus sentimientos, y creía que si Louis lo sabía o no era algo irrelevante, que eso no cambiaría el hecho de que él no sentía lo mismo por ella. Después de todo, Helena era su mejor amiga, su hermana, y él nunca podría verla de otra manera.

Se incorporó de la cama y, con pasos pequeños, caminó hacia la puerta, abriéndola con demasiado cuidado de no causar alboroto. Su garganta estaba completamente seca y si no tomaba algo pronto comenzaría a tener alucinaciones, así que cruzó rápidamente el pasillo y bajó la escalera de un brinco, llegando a la sala de estar.

La luz de la televisión resplandecía sobre las paredes, haciendo que las sombras se expandieran y todo lograra verse como en una película de terror. Helena vio a Louis recostado en el sofá, cubierto por una delgada manta de lana y con Golfo dormido a un lado.

Algo en ella se conmovió al verlo de esa forma. Ya no era el Louis que siempre estaba al pendiente de ella y de los demás, el que siempre había sido demasiado sobreprotector, no, ahora era alguien vulnerable, tan atrapado en sus sueños como el mundo en sus ojos.

Se acercó más, pero se detuvo al ver como el gato abría rápidamente los ojos y la miraba fijamente, acusándola con aquella mirada feroz y salvaje. Por alguna razón, desde el primer momento en el que ella trató de acariciarlo y éste había intentado rasguñarla repetidas veces en el rostro, Helena sospechaba que no le agradaba del todo a aquel felino, y que por más que intentara ganarse su cariño, Golfo no cambiaría de opinión.

Dio un paso atrás y se dirigió directamente hacia la cocina.

Gracias a aquel egoísta y celoso gato, Helena había perdido el momento perfecto para tomarle una fotografía a Louis. Siempre había querido hacerlo y no encontraba ninguna oportunidad, pero quizá sería mejor tomarla cuando él estuviera despierto, con sus ojos abiertos, y de esa manera ser capaz de capturar cada pequeño destello que los adornaba. Al fin y al cabo, ella era una experta para ese tipo de trabajos.

Se acercó al comedor y tomó cuidadosamente la jarra con agua que descansaba encima, con el propósito de servirse un poco del liquido en uno de los vasos que se encontraba a su lado, pero ésta estaba algo húmeda y se resbaló bruscamente de sus manos, cayendo y rompiéndose al instante. Miles de fragmentos de vidrio adornaron el comedor, a la vez que el agua se esparcía por la mesa y dejaba una gran mancha negra sobre el mantel que la cubría.

—¿Helena?

La pelirroja mordió fuertemente su labio inferior y ahogó un grito de desesperación.

—¿Helena, estás aquí?

Suspiró profundo y miró aquel desastre. La poca luz no lograba esconderlo del todo, se podían observar perfectamente los pedazos de vidrio roto brillar entre la oscuridad.

—Sí, Louis... aquí estoy —murmuró.

Escuchó como él caminaba hacia ella y su corazón comenzó a latir fuertemente. ¿En verdad era tan torpe? Eran las dos de la madrugada y de seguro Louis tenía que levantarse temprano e ir al trabajo, necesitaba descansar, pero no, ella llegaba y arruinaba todo de un segundo a otro.

—¿Qué...? —Se interrumpió.
—Yo sólo quería agua —susurró Helena, apenada—. Louis, en realidad lo siento mucho. La jarra estaba un poco mojada y se me cayó. No fue mi intención romperla, lo juro.

Él la miró fijamente unos minutos, en silencio, analizando su expresión. En verdad estaba asustada, se podía ver fácilmente en la manera en la que fingía sonreír. Se acercó más a ella, sin apartar ni un sólo segundo la trayectoria de sus ojos. Deseaba tanto poder abrazarla en ese momento, poder... besarla.

—Eres un verdadero desastre —dijo y ella rió débilmente—. Debiste de haberme despertado, Helena, para servirte el agua como la niña pequeña que eres.
—No soy una niña pequeña, raro —arrugó la nariz—. Fue sólo un accidente, no es mi culpa de que todo este húmedo por el clima.

Él sonrió.

—Yo... lo siento, te compraré una nueva jarra, lo prometo.
—No te preocupes, pequeña —murmuró Louis. Su cabello estaba levemente despeinado y sus ojos se encontraban algo adormilados—. ¿Quieres que te sirva agua?
—No necesito que me sirvas agua, puedo hacerlo yo misma —masculló ella, enojada.
—¿Segura?

Helena asintió con la cabeza y dio un traspié, pero antes de que pudiera alejarse más, Louis la tomó suavemente del brazo y la jaló hacia él, quedando separados por unos casi invisibles centímetros. La chica trato de decir algo, pero las palabras no salieron de su boca.

—No rompas mis vasos, por favor —pidió él.

Parecía que Louis iba a decir algo más, pero Helena no lo dejó. Ni siquiera supo exactamente en que momento su cerebro analizó aquello y como su cuerpo había reaccionado tan rápido, pero sus labios se encontraban unidos a los de él, y sus brazos comenzaban a abrazar cuidadosamente su cuello.

Lo había besado, sin ni siquiera darse cuenta de ello.

El chico tardó varios segundos en reaccionar y aceptar el beso, en verdad no esperaba que ella hiciera algo así, que ella fuera tan valiente como para atreverse a hacer lo que él tanto deseaba. Subió lentamente sus manos y rodeó su cintura, acercándola más hacia si. Aquello era tan nuevo, tan interesante e inexplicable. Sus labios encajaban perfecto, como si estuvieron hechos a la medida, como si todo eso estuviera destinado a pasar. No quería separarse de ella, quería abrazarla y besarla durante toda la noche. No quería ir al trabajo mañana o salir de casa si ella estaba allí. No quería desperdiciar ni un sólo minuto más de su vida.

Pero él no merecía hacer eso, no merecía besarla. No lo hacía. No había sido lo suficientemente fuerte como para protegerla y por eso mismo se había ido, porque él era un cobarde que se escondía de todo a su alrededor.

Él no la merecía.

Pero el hecho de que alguien más lo hiciera lo quemaba por dentro.

ϕ allí está :AA:Enserio, me alegra mucho tenerlas aquí comentando,
las quiero, en verdad, muchas gracias<33