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Cautiva del griego [Joe Jonas & Tù] TERMINADA!
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Cautiva del griego [Joe Jonas & Tù] TERMINADA!
—Yo no te he soltado nada. Tú has llegado a tus propias conclusiones sin mi ayuda. No quiero discutir contigo —sus ojos se tornaron color violeta, en una extraña mezcla de desafío y súplica.
—Pero si mis conclusiones no hubiesen sido acertadas, me habrías corregido —razonó Joe con mordacidad—, y como no lo has hecho, lo único que puedo asumir es que crees que Elias es hijo mío.
—Es mío —_______ se agarró con fuerza las manos para evitar que temblaran—. Supongo que no me aceptarás un consejo, pero te lo voy a dar de todas formas: por favor, utiliza ante todo la calma y la lógica.
—¿Calma? ¿Lógica? —gruñó Joe, ofendido por la elección de aquellas palabras.
—Elias es un niño sano, feliz y seguro. Nada le falta. No hay razón por la que debas preocuparte o involucrarte en nuestras vidas —le dijo _______ con firmeza, pretendiendo que comprendiese y aceptase la situación.
Joe empezó a sentir una rabia ciega que no había experimentado desde la muerte de su hermana cuando él tenía dieciséis años. ¿Cómo se atrevía a excluirle de la vida de su hijo? Elias era sin duda hijo suyo. Si no fuera así, _______ lo habría dicho. Pero el desconcierto le hizo retener la respuesta agresiva que estaba dispuesto a pronunciar. ¿Por qué intentaba librarse de él si Elias era su hijo? ¿Qué sentido tenía aquello?
—¿Diste por hecho que yo no querría saber nada? ¿Es ésa la razón de este sinsentido? —Joe la miró desafiante y lleno de ira—. ¿Crees saber cómo me sentiría si tuviese un hijo? No lo sabes. ¡Ni siquiera lo sé yo después del modo en que me he enterado de esta noticia!
La atmósfera se tornó tensa.
—¿Cuándo nació? —pregunto Joe.
A ella le dolían el cuello y los hombros por la rigidez de su postura. La legendaria fuerza de voluntad de los Jonas arremetía contra ella a través de la dureza con que él la miraba. Ella nunca había sido más consciente de la vehemencia de su carácter y se le ocurrió que decirle unos datos inofensivos podría calmarle. Le dio la fecha.
El silencio se hizo eterno. En aquellas circunstancias y con aquella fecha, Joe supo de inmediato que era imposible que el hijo fuese de otro.
—Quiero verlo.
_________ palideció y sacudió la cabeza negando drásticamente mientras su cabello castaño se agitaba brillante alrededor de sus mejillas.
—No. No lo voy a permitir.
—¿Que no vas a permitir qué? —dijo Joe sin dar crédito a lo que oía.
________ deseó haberle dicho aquello de un modo más diplomático.
Por desgracia, no había precedentes de los que tomar ejemplo, porque nadie jamás le había dicho que no a Joe Jonas. «No» era una palabra que él no estaba acostumbrado a oír o que supiera cómo aceptar. Desde su nacimiento tuvo todo lo que quiso o pidió a pesar de no tener cubiertas otras necesidades mucho más importantes para un niño. Pero había sobrevivido obviando los sentimientos, y había salido adelante sin ellos. Ahora, cuando deseaba algo, sencillamente lo conseguía y la gente sensata no se interponía en su camino. Cuando alguien lo contrariaba, podía ser tan implacable como sólo puede serlo una persona con enorme personalidad. Ella sabía que él se había tomado su rechazo como algo profundamente ofensivo y fue consciente de lo lamentable de la situación.
—No lo permitiré —susurró excusándose, inmóvil y rígida como una estatua, resistiéndose a toda intimidación.
Pero Joe ya había pasado por su lado y había recogido una foto que descansaba en la mesa.
—¿Es él? —dijo bajando la voz, contemplando desconcertado la imagen de aquel niño sonriente con un camión de juguete.
Ella se dijo a sí misma que aquello era producto de simple curiosidad, y luchó por controlar el pánico.
—Sí —respondió a regañadientes.
Joe contempló la foto con enorme intensidad. Estudió la piel aceitunada del niño, su pelo negro y rizado y sus ojos oscuros. Aunque jamás había mostrado el más mínimo interés por un niño y no podía compararlo con ningún otro, pensó que Elias era sin duda alguna el niño más guapo que había visto en su vida. Desde las cejas hasta la barbilla menuda y resuelta, rezumaba los genes de los Joe.
—Joe, márchate, por favor —le urgió _________, violenta—. No conviertas esto en una batalla entre los dos. Elias es un niño feliz.
—No hay duda de que es un Jonas —dijo Joe perplejo, con un acento griego más marcado que de costumbre.
—No, es un Greenaway.
—________… es un Jonas. No puedes llamar perro a un gato así porque sí, ¿por qué querrías hacerlo?
—Se me ocurren muchas razones. ¿Te importaría marcharte ahora que me has obligado a satisfacer tu curiosidad? —_______ temblaba. Sentía deseos de arrebatarle de las manos aquella preciosa foto de su hijo. Habían saltado todas las alarmas de protección.
—No es simple curiosidad —censuró Joe—. Me debes una explicación…
—Yo no te debo nada y quiero que te vayas —tragándose el pánico, _________ descolgó el teléfono—. Si no te vas ahora mismo, llamaré a la policía.
Joe la miró desconcertado y luego se echó a reír inclinando hacia atrás la cabeza.
—¿Por qué harías semejante locura?
—Pero si mis conclusiones no hubiesen sido acertadas, me habrías corregido —razonó Joe con mordacidad—, y como no lo has hecho, lo único que puedo asumir es que crees que Elias es hijo mío.
—Es mío —_______ se agarró con fuerza las manos para evitar que temblaran—. Supongo que no me aceptarás un consejo, pero te lo voy a dar de todas formas: por favor, utiliza ante todo la calma y la lógica.
—¿Calma? ¿Lógica? —gruñó Joe, ofendido por la elección de aquellas palabras.
—Elias es un niño sano, feliz y seguro. Nada le falta. No hay razón por la que debas preocuparte o involucrarte en nuestras vidas —le dijo _______ con firmeza, pretendiendo que comprendiese y aceptase la situación.
Joe empezó a sentir una rabia ciega que no había experimentado desde la muerte de su hermana cuando él tenía dieciséis años. ¿Cómo se atrevía a excluirle de la vida de su hijo? Elias era sin duda hijo suyo. Si no fuera así, _______ lo habría dicho. Pero el desconcierto le hizo retener la respuesta agresiva que estaba dispuesto a pronunciar. ¿Por qué intentaba librarse de él si Elias era su hijo? ¿Qué sentido tenía aquello?
—¿Diste por hecho que yo no querría saber nada? ¿Es ésa la razón de este sinsentido? —Joe la miró desafiante y lleno de ira—. ¿Crees saber cómo me sentiría si tuviese un hijo? No lo sabes. ¡Ni siquiera lo sé yo después del modo en que me he enterado de esta noticia!
La atmósfera se tornó tensa.
—¿Cuándo nació? —pregunto Joe.
A ella le dolían el cuello y los hombros por la rigidez de su postura. La legendaria fuerza de voluntad de los Jonas arremetía contra ella a través de la dureza con que él la miraba. Ella nunca había sido más consciente de la vehemencia de su carácter y se le ocurrió que decirle unos datos inofensivos podría calmarle. Le dio la fecha.
El silencio se hizo eterno. En aquellas circunstancias y con aquella fecha, Joe supo de inmediato que era imposible que el hijo fuese de otro.
—Quiero verlo.
_________ palideció y sacudió la cabeza negando drásticamente mientras su cabello castaño se agitaba brillante alrededor de sus mejillas.
—No. No lo voy a permitir.
—¿Que no vas a permitir qué? —dijo Joe sin dar crédito a lo que oía.
________ deseó haberle dicho aquello de un modo más diplomático.
Por desgracia, no había precedentes de los que tomar ejemplo, porque nadie jamás le había dicho que no a Joe Jonas. «No» era una palabra que él no estaba acostumbrado a oír o que supiera cómo aceptar. Desde su nacimiento tuvo todo lo que quiso o pidió a pesar de no tener cubiertas otras necesidades mucho más importantes para un niño. Pero había sobrevivido obviando los sentimientos, y había salido adelante sin ellos. Ahora, cuando deseaba algo, sencillamente lo conseguía y la gente sensata no se interponía en su camino. Cuando alguien lo contrariaba, podía ser tan implacable como sólo puede serlo una persona con enorme personalidad. Ella sabía que él se había tomado su rechazo como algo profundamente ofensivo y fue consciente de lo lamentable de la situación.
—No lo permitiré —susurró excusándose, inmóvil y rígida como una estatua, resistiéndose a toda intimidación.
Pero Joe ya había pasado por su lado y había recogido una foto que descansaba en la mesa.
—¿Es él? —dijo bajando la voz, contemplando desconcertado la imagen de aquel niño sonriente con un camión de juguete.
Ella se dijo a sí misma que aquello era producto de simple curiosidad, y luchó por controlar el pánico.
—Sí —respondió a regañadientes.
Joe contempló la foto con enorme intensidad. Estudió la piel aceitunada del niño, su pelo negro y rizado y sus ojos oscuros. Aunque jamás había mostrado el más mínimo interés por un niño y no podía compararlo con ningún otro, pensó que Elias era sin duda alguna el niño más guapo que había visto en su vida. Desde las cejas hasta la barbilla menuda y resuelta, rezumaba los genes de los Joe.
—Joe, márchate, por favor —le urgió _________, violenta—. No conviertas esto en una batalla entre los dos. Elias es un niño feliz.
—No hay duda de que es un Jonas —dijo Joe perplejo, con un acento griego más marcado que de costumbre.
—No, es un Greenaway.
—________… es un Jonas. No puedes llamar perro a un gato así porque sí, ¿por qué querrías hacerlo?
—Se me ocurren muchas razones. ¿Te importaría marcharte ahora que me has obligado a satisfacer tu curiosidad? —_______ temblaba. Sentía deseos de arrebatarle de las manos aquella preciosa foto de su hijo. Habían saltado todas las alarmas de protección.
—No es simple curiosidad —censuró Joe—. Me debes una explicación…
—Yo no te debo nada y quiero que te vayas —tragándose el pánico, _________ descolgó el teléfono—. Si no te vas ahora mismo, llamaré a la policía.
Joe la miró desconcertado y luego se echó a reír inclinando hacia atrás la cabeza.
—¿Por qué harías semejante locura?
StayMemiFaither
Re: Cautiva del griego [Joe Jonas & Tù] TERMINADA!
—Ésta es mi casa. Y quiero que te marches.
—¿Justo cuando acabo de descubrir que puedes ser la madre de mi único hijo? —la prudencia y perspicacia innatas de Joe le hacían contenerse. Sabía que sería muy poco sensato reconocer a Elias antes de llevar a cabo una prueba de ADN, a pesar de que estaba seguro de que era su hijo. No sabía cómo, pero tenía esa certeza, y ya había llegado a la conclusión de que la situación podría haber sido mucho peor. Al menos se trataba de _______ y no de una arpía interesada, calculadora y exenta de moral.
—Llamaré a la policía —amenazó _______ vacilante, aterrorizada ante la idea de que Elias despertase y, al oír algún ruido arriba, Joe insistiese en subir a verlo.
Él la miró confuso.
—¿Qué es lo que te pasa? ¿Estás histérica? ¿Corres el riesgo de que te roben o asalten? ¿Es por eso por lo que dices esas estupideces acerca de llamar a la policía?
Los ojos de ella se tornaron de un morado tan brillante como el de las orquídeas salvajes, resaltado por su palidez y tensión.
—Quiero que olvides que has venido y lo que crees haber averiguado. Por lo que más quieras.
—¿Existe alguna otra persona que piense que es el padre de Elias? —preguntó Joe, calculando que aquélla sería la única razón que explicaría su deseo de hacerlo desaparecer.
La tensión en el ceño de _________ empezaba a causarle dolor. Enfrentarse a Joe Jonas en ese estado era como sentirse azotada por una tormenta.
—Por supuesto que no —dijo, mostrando con un gesto su desagrado—. Esa sugerencia resulta demasiado sórdida.
—Las mujeres hacen cosas así continuamente —le dijo Joe con cinismo, sin convencerse del todo de su negativa. Había visto cómo Imogen manipulaba a _______ y sabía que aunque era tremendamente lista, podía resultar muy crédula cuando había sentimientos de por medio—. Si no es ése el problema, ahórrame esos discursos teatrales sobre olvidar que he venido. ¿Podrás?
—Sólo por esta vez te pido que dejes de pensar en ti mismo. Si eso te resulta teatral, lo siento, pero es lo que hay —con mano nerviosa, _______ se apartó el pelo de la cara.
Joe le dedicó una mirada dura como el granito.
—No voy a escuchar más tonterías. ¿Dónde está Elias?
____________ se dirigió a la puerta y la abrió con mano sudorosa.
—Llamaré a la policía. Lo digo en serio. No tengo nada que perder.
—Te dejo mi tarjeta. Llámame cuando recuperes la cordura.
Joe dejó su tarjeta sobre la mesa.
—No pienso cambiar de idea —declaro ________, desafiante.
Joe se detuvo frente a ella.
—¿Quieres iniciar una guerra? ¿Crees que puedes manejarme? —bramó—. No puedes hacerlo.
—Pero tengo que hacerlo, porque no pienso aceptarte en la vida de mi hijo. ¡Haré lo imposible por protegerle de ti! —juró ________ en un ataque febril.
—¿Protegerlo de mí? ¿Qué es lo que intentas decir? Te vuelves ofensiva sin razón —Joe le lanzó un juicio severo, intentando intimidarla con la expresión de su rostro—. ¿Por qué? Esperaba otra cosa de ti. ¿Es esto una especie de venganza, ______? ¿Estás enfadada porque he tardado dos años en buscarte?
No era la primera vez que él le provocaba tal rabia y miedo que ella llegaba a perder la noción de las cosas. Nadie podía ser más provocador que Joe Jonas. Nadie sabía mejor cómo asestar una puñalada metafórica que hiciese tanto daño. La gente sensata no lo quería como enemigo. Y una mujer sensata, pensó acusándose con amargura, jamás se habría acostado con él.
—¿Por qué iba a estar enfadada? —murmuró ______ con impotencia—. Ni siquiera me gustas.
A Joe no le impresionaba prácticamente nada, ya que desde pequeño había conocido las peores facetas de la naturaleza humana a través de su madre, pero aquella declaración de _________ le impactó. Siempre había considerado su apariencia de sensatez y seriedad como una barrera defensiva. La consideraba una mujer bondadosa y simpática, buena por naturaleza, tristemente condenada a que se aprovecharan de su buen corazón. Pero en media hora, _______ había dado la vuelta a todo lo que él creía saber sobre ella y le había insultado y atacado de un modo impensable.
Aun así, por lo que pudo averiguar, era la madre de su hijo. Se preguntó si la tensión la había vuelto histérica, si es que no podía soportar aquella situación. No creía que ya no le gustara. Sabía que ella lo amaba, lo supo desde el momento en que la conoció, y no era una mujer voluble.
Con rostro sombrío, Joe se subió a la limusina. Como buen Jonas y, dado lo viril y agresivo de su personalidad, no perdía el tiempo a la hora de mover ficha. Descolgó el teléfono, llamó al jefe ejecutivo de su equipo de abogados y le pidió una copia del certificado de nacimiento de Elias Greenaway. Explicó los detalles ignorando el silencio de estupefacción al otro lado de la línea, porque Joe Jonas nunca daba explicaciones de sus actos a nadie ni contaba con todo detalle una situación a menos que así lo deseara.
—Quiero también para mañana por la mañana un informe completo sobre mis derechos como padre en este país.
Terriblemente enfadado y con ánimo combativo, Joe volvió a maravillarse del comportamiento ofensivo y la actitud tan irracional de ________. Al recordar sus palabras, su hostilidad se hizo aún más fuerte. ¡Rechazar su deseo por ver al niño! ¡Sugerir que debía proteger al niño de él y que estaría mejor sin su compañía! Había ofendido su sentido del honor atreviéndose a hacerle aquellas vergonzosas acusaciones.
Todo el tiempo le asaltaban imágenes de ____________ mirándole desafiante. Sus relucientes ojos negros se endurecieron en una mirada abrasadora. ¿Cómo había podido tener al niño sin decírselo? Pero al acordarse de la foto del pequeño se puso nervioso, porque prefería estar enfadado con ___________ en lugar de pensar en la verdad que subyacía en el fondo de aquel asunto.
—¿Justo cuando acabo de descubrir que puedes ser la madre de mi único hijo? —la prudencia y perspicacia innatas de Joe le hacían contenerse. Sabía que sería muy poco sensato reconocer a Elias antes de llevar a cabo una prueba de ADN, a pesar de que estaba seguro de que era su hijo. No sabía cómo, pero tenía esa certeza, y ya había llegado a la conclusión de que la situación podría haber sido mucho peor. Al menos se trataba de _______ y no de una arpía interesada, calculadora y exenta de moral.
—Llamaré a la policía —amenazó _______ vacilante, aterrorizada ante la idea de que Elias despertase y, al oír algún ruido arriba, Joe insistiese en subir a verlo.
Él la miró confuso.
—¿Qué es lo que te pasa? ¿Estás histérica? ¿Corres el riesgo de que te roben o asalten? ¿Es por eso por lo que dices esas estupideces acerca de llamar a la policía?
Los ojos de ella se tornaron de un morado tan brillante como el de las orquídeas salvajes, resaltado por su palidez y tensión.
—Quiero que olvides que has venido y lo que crees haber averiguado. Por lo que más quieras.
—¿Existe alguna otra persona que piense que es el padre de Elias? —preguntó Joe, calculando que aquélla sería la única razón que explicaría su deseo de hacerlo desaparecer.
La tensión en el ceño de _________ empezaba a causarle dolor. Enfrentarse a Joe Jonas en ese estado era como sentirse azotada por una tormenta.
—Por supuesto que no —dijo, mostrando con un gesto su desagrado—. Esa sugerencia resulta demasiado sórdida.
—Las mujeres hacen cosas así continuamente —le dijo Joe con cinismo, sin convencerse del todo de su negativa. Había visto cómo Imogen manipulaba a _______ y sabía que aunque era tremendamente lista, podía resultar muy crédula cuando había sentimientos de por medio—. Si no es ése el problema, ahórrame esos discursos teatrales sobre olvidar que he venido. ¿Podrás?
—Sólo por esta vez te pido que dejes de pensar en ti mismo. Si eso te resulta teatral, lo siento, pero es lo que hay —con mano nerviosa, _______ se apartó el pelo de la cara.
Joe le dedicó una mirada dura como el granito.
—No voy a escuchar más tonterías. ¿Dónde está Elias?
____________ se dirigió a la puerta y la abrió con mano sudorosa.
—Llamaré a la policía. Lo digo en serio. No tengo nada que perder.
—Te dejo mi tarjeta. Llámame cuando recuperes la cordura.
Joe dejó su tarjeta sobre la mesa.
—No pienso cambiar de idea —declaro ________, desafiante.
Joe se detuvo frente a ella.
—¿Quieres iniciar una guerra? ¿Crees que puedes manejarme? —bramó—. No puedes hacerlo.
—Pero tengo que hacerlo, porque no pienso aceptarte en la vida de mi hijo. ¡Haré lo imposible por protegerle de ti! —juró ________ en un ataque febril.
—¿Protegerlo de mí? ¿Qué es lo que intentas decir? Te vuelves ofensiva sin razón —Joe le lanzó un juicio severo, intentando intimidarla con la expresión de su rostro—. ¿Por qué? Esperaba otra cosa de ti. ¿Es esto una especie de venganza, ______? ¿Estás enfadada porque he tardado dos años en buscarte?
No era la primera vez que él le provocaba tal rabia y miedo que ella llegaba a perder la noción de las cosas. Nadie podía ser más provocador que Joe Jonas. Nadie sabía mejor cómo asestar una puñalada metafórica que hiciese tanto daño. La gente sensata no lo quería como enemigo. Y una mujer sensata, pensó acusándose con amargura, jamás se habría acostado con él.
—¿Por qué iba a estar enfadada? —murmuró ______ con impotencia—. Ni siquiera me gustas.
A Joe no le impresionaba prácticamente nada, ya que desde pequeño había conocido las peores facetas de la naturaleza humana a través de su madre, pero aquella declaración de _________ le impactó. Siempre había considerado su apariencia de sensatez y seriedad como una barrera defensiva. La consideraba una mujer bondadosa y simpática, buena por naturaleza, tristemente condenada a que se aprovecharan de su buen corazón. Pero en media hora, _______ había dado la vuelta a todo lo que él creía saber sobre ella y le había insultado y atacado de un modo impensable.
Aun así, por lo que pudo averiguar, era la madre de su hijo. Se preguntó si la tensión la había vuelto histérica, si es que no podía soportar aquella situación. No creía que ya no le gustara. Sabía que ella lo amaba, lo supo desde el momento en que la conoció, y no era una mujer voluble.
Con rostro sombrío, Joe se subió a la limusina. Como buen Jonas y, dado lo viril y agresivo de su personalidad, no perdía el tiempo a la hora de mover ficha. Descolgó el teléfono, llamó al jefe ejecutivo de su equipo de abogados y le pidió una copia del certificado de nacimiento de Elias Greenaway. Explicó los detalles ignorando el silencio de estupefacción al otro lado de la línea, porque Joe Jonas nunca daba explicaciones de sus actos a nadie ni contaba con todo detalle una situación a menos que así lo deseara.
—Quiero también para mañana por la mañana un informe completo sobre mis derechos como padre en este país.
Terriblemente enfadado y con ánimo combativo, Joe volvió a maravillarse del comportamiento ofensivo y la actitud tan irracional de ________. Al recordar sus palabras, su hostilidad se hizo aún más fuerte. ¡Rechazar su deseo por ver al niño! ¡Sugerir que debía proteger al niño de él y que estaría mejor sin su compañía! Había ofendido su sentido del honor atreviéndose a hacerle aquellas vergonzosas acusaciones.
Todo el tiempo le asaltaban imágenes de ____________ mirándole desafiante. Sus relucientes ojos negros se endurecieron en una mirada abrasadora. ¿Cómo había podido tener al niño sin decírselo? Pero al acordarse de la foto del pequeño se puso nervioso, porque prefería estar enfadado con ___________ en lugar de pensar en la verdad que subyacía en el fondo de aquel asunto.
StayMemiFaither
Re: Cautiva del griego [Joe Jonas & Tù] TERMINADA!
ooooooooooooohhh
ooooooooooooohhhhhh
que pasara ahoraaaaa????
aaaaiii
tienes que seguirla porfaaaaaaaaa
chelis
Re: Cautiva del griego [Joe Jonas & Tù] TERMINADA!
como la dejas asi tienes qe seguirla porfavor
Nani Jonas
Re: Cautiva del griego [Joe Jonas & Tù] TERMINADA!
Haaayyyyy me encanta esta noveee quiero que la sigas YA! u.u PLEASE
Flor
Re: Cautiva del griego [Joe Jonas & Tù] TERMINADA!
wooho me encantoo el cappppppp
sigueeeeeeeee
sigueeeeeeeee
next to you
Re: Cautiva del griego [Joe Jonas & Tù] TERMINADA!
WOW! cuanto ha pasado desde la ultima vez :| oooh Dios tenia que despertar elias! :twisted: jajajajaja pobre Joe le ha bajado su orgullo! :cheers:
Espero que subas cap pronto XD quiero saber que pasara!!!!! :pale:
Espero que subas cap pronto XD quiero saber que pasara!!!!! :pale:
Invitado
Invitado
Re: Cautiva del griego [Joe Jonas & Tù] TERMINADA!
Capítulo 3
Para cuando ___________ salió del estado de agitación en que se encontraba, Elias lloriqueaba ruidosamente demandando atención. La limusina y la cabalgata que la acompañaba se habían marchado hacía tiempo.
Poniendo orden en su cabeza, subió rápidamente las escaleras y sacó a su hijo de la cuna con tal entusiasmo que le hizo reír y gritar de alegría, porque no había nada en el mundo que le gustase más a Elias que juguetear con su madre. Temblando, __________ lo sostuvo en alto y luego lo abrazó fuertemente, sabiendo que querría morir si algo llegara a ocurrirle. Había hecho lo que debía al echar a Leonidas; sabía que había hecho lo que debía.
Pero ¿qué posibilidades había de que Joe se mantuviese al margen?
Se retiró preocupada el cabello húmedo de la frente. ¿Joe?, él únicamente hacía lo que quería y tendía a hacer aquello que se le prohibía o no resultaba adecuado. Elias compartía con él aquel empecinamiento competitivo, que quizá fuera algo típicamente masculino.
Sacó a Elias al jardín con Mouse y, viendo que su hijo y el perro correteaban, _________ se sentó en el columpio y dejó que su memoria retrocediese siete años…
Imogen había comprado una casa en Oxford y la había convencido a ella, que por entonces era estudiante, para que se trasladase allí y cuidase del inmueble. La idea le había parecido estupenda porque le suponía reducir gastos a cambio de dedicarse a nimiedades domésticas que Imogen, que solía estar fuera a menudo, no se molestaba en hacer. Por aquellos días, Imogen tenía veintitrés años y su carrera como modelo no había llegado a alcanzar el éxito deslumbrante que tanto anhelaba. Siempre de fiesta en fiesta, la indomable Imogen se topó con Joe Jonas en un club nocturno y no tardó ni un segundo en presentarse. Por entonces, él estudiaba en la Universidad de Oxford.
—Es tan rico que el dinero no tiene valor para él. ¡Organizó una fiesta increíble! —Imogen era rubia, encantadora, alta y despampanante, y aquella noche llevaba un moderno vestido corto. Estaba tan emocionada que las palabras se le agolpaban en la boca—. Es toda una celebridad, y tan genial… ¡me encanta! Por cierto, ¿te he dicho ya que es estupendo?
Aquel ingenuo fluir de confidencias la preocupó, más que impresionarla, porque Imogen se dejaba influir fácilmente por la gente menos adecuada y la llegada de un playboy griego, que destrozaba coches y descendía en rápel por los rascacielos por pura diversión, no era para ella sino una mala noticia. Pero salir con el heredero de los billones Jonas aumentó las posibilidades de Imogen de hacer dinero como modelo. De pronto se vio tremendamente solicitada, codeándose con los ricos y famosos y volando por todo el mundo para posar en sesiones de fotos, acudir a fiestas de fin de semana o disfrutar de vacaciones interminables.
—Es él… tiene que ser él. Quiero casarme con él y convertirme en la esposa inmensamente rica de un magnate griego. ¡Si me deja, me muero! —jadeó Imogen pasadas dos semanas, y esa misma noche llevó a Joe a casa sin previo aviso.
Ella quedó horrorizada al ver a Imogen entrar en su habitación con Joe a la zaga, pillándola con un pijama de cuadros escoceses, hecha un ovillo delante de un estudio sobre la datación por carbono y con una taza de cacao en la mano.
—Ésta es mi prima, _________, la mejor amiga que tengo en el mundo —dijo Imogen—. Es estudiante como tú.
Entreteniéndose en el umbral, Joe le dedicó una sonrisa divertida y perezosa, y la intensa atracción que provocó en ella la recorrió como una descarga eléctrica. No supo a dónde mirar ni como comportarse, y lo que más le sorprendió fue ser capaz de sentir algo así. Hasta entonces, sus citas habían sido poco entusiastas y siempre decepcionantes. Un chico se mostró amistoso con ella sólo para robarle un trabajo, y otro había intentado que le hiciese los ejercicios de clase. Había muchos que esperaban sexo en la primera cita y otros que acababan sumidos en un sopor etílico. Ninguno había conseguido emocionarla, ni siquiera le habían provocado un momento de excitación; hasta la irrupción de Joe.
Dado su carácter, se sintió tremendamente culpable al verse atraída por el novio de su prima. Aquella primera noche cerró la puerta a esa certeza y se negó a volver a dejarla salir. Durante el mes siguiente, apenas vio a Imogen, que estuvo alojada en las casas de Joe en Oxford, Londres y el extranjero. Y entonces, con la misma prontitud, aquella fugaz aventura llegó a su fin. En palabras de Jonas, sólo había sido una aventura más, pero para Imogen había significado mucho, porque le había permitido conocer una vida llena de lujos que la había cautivado.
—Está claro que si quieres formar parte del mundo de los Jonas, tienes que compartir a Joe y no mostrarte celosa —Imogen intentaba aparentar que no le importaba ver a Leonidas con su sustituta, una joven aspirante a estrella de cine—. Con tantas ofertas como tiene, una no puede esperar que se conforme con una sola mujer.
—Aléjate de él —le instó ella atribulada—. Es un canalla frío y arrogante. No te hagas esto a ti misma.
—¿Estás loca? —preguntó Imogen, mostrando con voz chillona su incredulidad—. Voy a relajarme y sentarme a esperar. Puede que en unas semanas se harte de esa estrella y vuelva conmigo otra vez. ¡Estando con él soy alguien y no pienso renunciar a eso!
Y como era de esperar y tal y como había vaticinado, la capacidad de Imogen para hacer reír a Joe cuando estaba aburrido le aseguró una plaza fija como amiga suya, pero quizá ella fuese la única persona que se avergonzaba al ver a su prima dispuesta a ponerse en ridículo con tal de divertir a Joe. Entonces hubo un incendio en el apartamento de Joe en Oxford e Imogen lo invitó a alojarse en su casa mientras trabajaba en el extranjero.
La animadversión que sentía por él quedó confirmada porque Joe resultó ser un invitado infernal. Sin una palabra de disculpa o de previo aviso, se instaló en la casa con sus empleados, incluyendo cocinero y asistente personal, sin mencionar a los guardaespaldas. Por medidas de seguridad, ella tuvo que abandonar su cómoda habitación y trasladarse a la segunda planta. Las visitas entraban y salían de allí día y noche, los teléfonos sonaban sin parar y siempre había chicas ligeras de ropa repantigadas en las habitaciones, casi siempre borrachas y discutiendo.
Después de diez días amargada, acabó perdiendo los estribos. Hasta ese momento no estaba segura de si Joe se había dado cuenta de que ella todavía vivía en aquella casa. La mañana del undécimo día, lo encontró en el pasillo con una morena risueña enganchada a su brazo.
—¿Podría hablar contigo en privado?
Elevó una ceja negra, porque a pesar de tener sólo veinticuatro años, Joe era ya un maestro en el arte de la insolencia.
—¿Por qué?
—Esta casa es tan mía como de Imogen y sé que ella te considera un tipo inofensivo, pero la vida que llevas me parece absolutamente repugnante.
—Piérdete —dijo Joe a la morena con terrible frialdad.
Observándolo con desagrado, ella negó con la cabeza.
—Seguramente estarás acostumbrado a vivir en el equivalente a un burdel en el que todo vale, pero yo no. Dile a tus amigas que se dejen la ropa puesta, envíalas a casa cuando se emborrachen y se pongan agresivas e intenta evitar que griten y pongan la música a todo volumen a altas horas.
—¿Sabes qué es lo que te hace falta? —sus ojos oscuros y brillantes se encendieron en una fugaz mezcla de rabia y diversión, y poniéndole las manos en las caderas, la atrajo hacia sí como si fuese una muñeca—. Acostarte con un hombre como es debido.
Ella lo abofeteó tan fuertemente que se le adormeció la mano, y él se apartó de ella totalmente alucinado.
—¡No te atrevas a volver a hablarme de ese modo y qué no se te ocurra tocarme!
—¿Eres siempre así? —preguntó Joe sin poder creerlo.
—No, Joe. Sólo soy así contigo. Consigues sacar lo mejor de mí —le dijo con furia—. Estoy intentando preparar mis exámenes… ¿estamos? Bajo este techo, no se te permite actuar como un gamberro arrogante, egoísta y maleducado.
—No te gusto nada —dijo Joe sorprendido.
—¿Qué es lo que debía gustarme?
—Te compensaré…
—¡No! —le interrumpió de forma inmediata, porque conocía bien el modo en que se saltaba las reglas de los demás—. No puedes librarte de ésta con dinero. No lo quiero, sólo quiero que acabes con esta situación. Quiero mi dormitorio y una casa tranquila. Aquí no hay sitio suficiente para tantos empleados.
Aquella tarde al volver a casa encontró todas sus cosas en su antigua habitación y se vio rodeada de un gozoso silencio. En agradecimiento, ella preparó un poco de baklava y se lo dejó con una nota sobre la mesa. Dos días después, él le preguntó cuándo pensaba recogerle las camisas sucias del suelo. Cuando ella le explicó que su acuerdo con Imogen no incluía hacer de criada para los invitados y que el infierno se helaría antes de que ella tocara sus camisas, Joe le preguntó cómo pensaba que se las iba a arreglar sin servicio.
—¿De verdad eres tan inútil? —le preguntó asombrada.
—¡No lo soy! —bramó Joe.
Pero sí que lo era. Era un perfecto inútil a la hora de enfrentarse a las tareas domésticas. Pero los Jonas se tomaban muy a pecho cualquier reto y Joe pensó que debía demostrarse a sí mismo lo contrario. Fue entonces cuando quemó la tetera eléctrica al ponerla sobre el fuego, hizo todas las comidas fuera e intentó lavar las camisas en la secadora. A ella le venció la lástima y sugirió que regresaran sus empleados, pero que no se quedaran a dormir. Así lograron sellar un difícil acuerdo, porque Joe era capaz, si se esforzaba, de encantar a los pájaros. A ella le sorprendió descubrir que era un hombre realmente inteligente.
Dos días antes de que él se mudara a su nuevo apartamento, llegó a casa de madrugada y completamente borracho. Ella se despertó por el ruido y salió de la cama para sermonearle sobre los perjuicios del alcohol, pero cerró la boca cuando él le dijo que era el aniversario de la muerte de su hermana. Conmovida, le escuchó aunque logró enterarse de poco, porque él no paraba de soltar frases en griego. Finalmente, le comentó que no sabía por qué confiaba en ella de ese modo.
—Porque soy agradable y discreta —no se hacía ilusiones sobre si confiaba en ella por alguna otra razón. Sabía que era rellenita y fea, pero esa misma noche se enamoró locamente de Joe Jonas al darse cuenta que bajo toda aquella pose se escondía un ser humano incapaz de hacer frente al torbellino emocional que le provocaban los malos recuerdos.
El día que se marchaba la besó sin previo aviso.
En mitad de una conversación inofensiva, acercó su boca a la de ella con una exigencia tan ávida y apasionada que ella se quedó rígida. Lo apartó de él asombrada y violenta:
—¡No! —le dijo con vehemencia.
—¿En serio? —preguntó Joe haciendo patente su incredulidad.
—En serio, no —con los labios aún hormigueantes por el ataque de los de él, se apartó riéndose para encubrir su turbación. Creía que la había besado porque no tenía ni idea de cómo mantener una sencilla amistad con una chica.
Sabiendo lo que Imogen aún sentía por él, se sintió tan culpable por aquel beso que se lo confesó a su prima, pero Imogen se rió a mandíbula batiente.
—¡Seguro que alguien se ha apostado con Joe que no era capaz de hacerlo! Porque no tienes el tipo ni el atractivo suficiente como para cazarlo, ¿no crees?
Última edición por jonatica_smiley el Mar 06 Sep 2011, 6:46 pm, editado 1 vez
StayMemiFaither
Re: Cautiva del griego [Joe Jonas & Tù] TERMINADA!
Mientras sus pensamientos retornaban al presente, ______ reconoció que sus primeros recuerdos de Joe eran agridulces. Cada vez que se volvía a encontrar con él a través de Imogen, se defendía resguardándose en un cortante sentido del humor. Al tiempo que firmaba acuerdos comerciales de millones de dólares, Joe había seguido saliendo con una sucesión interminable de mujeres espectaculares y acaparando titulares allá donde fuere. Sin embargo, Imogen había ido trabajando cada vez menos, sumergiéndose más y más en un estilo de vida díscolo y destructivo. Un año antes de su muerte, Joe había dejado de contestar a sus llamadas.
______ atrapó a Elias cuando pasaba corriendo junto a ella y él se tumbó en su regazo desternillándose de risa. Sus ojos brillaban tanto que ella tuvo que resistir las ganas de abrazarlo y lo dejó zafarse para retomar sus juegos. Era un niño muy feliz. Dudaba que Joe hubiese llegado a conocer aquel tipo de felicidad o seguridad. Elias dependía de ella para hacer lo que era mejor para él. Se negó a admitir que tener un padre cualquiera era mejor que no tenerlo.
Joe se enfadó al ver que en el certificado de nacimiento de Elias Greenaway él no constaba como padre.
—Quiero que preparen inmediatamente una prueba de ADN.
Los tres abogados que se sentaban al otro lado de la mesa se pusieron tensos al unísono.
—Cuando una pareja no está casada, las pruebas de ADN sólo pueden llevarse a cabo con el consentimiento materno —dijo el mayor de los tres—. Puesto que su nombre no aparece en el certificado de nacimiento, no tiene responsabilidad parental alguna sobre el niño. ¿Puedo preguntarle si mantiene una relación cordial con la señorita Greenaway?
La mirada del magnate griego llameó por un instante.
—Es la doctora Greenaway, y no estamos aquí para hablar acerca de nuestra relación. Concéntrense en mis derechos como padre.
—Sin matrimonio, la jurisdicción británica favorece siempre a la madre. Si esta señora accede a una prueba de ADN, a compartir las responsabilidades y permitirle visitas al niño, no habrá problema –explicó el abogado de forma pausada—. Pero si no hay acuerdo, la dificultad será grande. La única solución que tendríamos sería acudir a los tribunales y, por lo general, el juez suele considerar a la madre como el mejor árbitro para los intereses de su hijo.
Joe, que siempre se mantenía frío ante la presión, sopesó aquellos hechos con expresión distante. Aunque nadie podría haberlo adivinado, estaba muy sorprendido.
—Así que necesito su consentimiento.
—Sería el acceso más directo.
Joe sabía que había más entresijos de lo que parecía y, para un hombre tan rico como él, siempre había un modo de sortear las reglas. Cuando de ganar se trataba, y ésta era normalmente la única meta posible para Joe, el concepto de juego limpio no tenía peso alguno y el más ingenuo era el que solía salir mal parado. Pero no quería utilizar esta estrategia con ________, a quien le horrorizaban ese tipo de comportamientos. Por el momento, estaba dispuesto a utilizar métodos de persuasión mucho más convencionales…
_______ descolgó el teléfono de la oficina y saltó sobresaltada de la silla en cuanto oyó la voz de Joe.
—¿Qué quieres? —preguntó, demasiado agitada como para intentar mantener la mínima conversación de cortesía.
—Quiero hablar contigo.
—Ya hablamos ayer, ahora estoy trabajando —protestó _________ casi en un susurro, porque el pánico le impedía hablar con normalidad.
—Tienes una hora libre antes de la próxima tutoría —le informó Joe—. Te veo en cinco minutos.
De repente, ________ deseó ser de ese tipo de mujeres que se maquillan a diario y no sólo en días especiales o festivos. Buscó frenéticamente en su bolso un espejo y se cepilló el pelo, intentando obviar la noche en blanco que tenía marcada en la cara y los ojos. Un segundo después, se enfadó consigo misma por la reacción instintiva que había tenido ante aquella llamada. En lugar de controlarse y concentrarse en lo importante, había perdido unos minutos preciosos preocupándose por su aspecto. Se dijo exasperada que había perdido el tiempo, mirando su camisa verde arrugada, sus pantalones y sus cómodos zapatos. Solamente el hada de Cenicienta podía hacer un milagro con aquella indumentaria práctica.
Joe entró caminando lentamente. La miró con ojos aparentemente indolentes y suspiró.
—No soy el enemigo, _________.
Ella levantó la cabeza y evitó encontrarse de frente con su penetrante mirada, pero aquel sencillo vistazo a sus facciones fuertes y enjutas se le quedó flotando en el fondo de la cabeza. Sus mejillas esculpidas y la línea dura de su mandíbula impresionaban incluso antes de tomar en cuenta el resto de su físico. Siempre le había resultado placentero contemplar a Joe. Negarse esa necesidad de mirar y disfrutar le dolía hasta extremos casi físicos. Desesperada por recuperar la compostura, aspiró profundamente.
—Es una indiscreción que vengas a verme aquí —le dijo fríamente—. Este es un edificio público y mi lugar de trabajo. Muchos podrían reconocerte, llamas mucho la atención.
—No puedo evitar llevar este apellido —se encogió de hombros lo que, de algún modo, logró implicar lo terriblemente irracional que ella estaba siendo—. Deberías haber sabido que tendríamos que volver a hablar. Seguramente pensé que aquí sería menos probable que amenazaras con llamar a la policía.
—Oh, por Dios ¡sabes de sobra que no iba a llamar a la policía para deshacerme de ti! —la paciencia de__________ se quebró ante semejante golpe—. ¿Y desde cuándo has tenido tú miedo a algo? Puedo ver los titulares mientras hablamos: «Intento de arresto de un magnate griego», ¡porque sabes perfectamente que tus guardaespaldas no iban a permitir que te arrestaran! ¿De verdad crees que me arriesgaría a atraer ese tipo de publicidad?
—¿No? —Joe había olvidado que ella tenía un miedo acérrimo a aparecer en los medios. Considerando las muchas mujeres que habían aireado en la prensa una relación íntima con él, se preguntó si aquella actitud debía resultarle ofensiva. Siempre había sido tan distinta de las mujeres a las que él estaba acostumbrado que nunca estaba seguro de lo que ella iba a decir o de cómo iba a reaccionar.
—Pues claro que no. Y no creo que tú la quieras tampoco. De hecho, estoy segura de que has estado reflexionando seriamente desde ayer.
—Obviamente —Joe se apoyó en el borde de la mesa y estiró sus piernas largas y fuertes, maniobra que acabó literalmente atrapando a _________ en la esquina próxima a la ventana. El despacho no era más grande que un armario de limpieza y contaba con una segunda mesa porque era compartido. Él la contempló con calculadora frialdad. El cansancio no lograba debilitar la claridad cristalina de sus ojos violetas. En cuanto a la indumentaria, parecía sosa a primera vista, pero la blusa y los pantalones se ajustaban al pecho y las caderas realzando las imponentes curvas y misteriosos valles de su figura. Era lo suficientemente mujer como para convertir a muchas otras en algo plano e insulso, pensó asediado por un recuerdo tremendamente erótico de _________ cálida y seductora al amanecer. La tensión inmediata que provocó en su entrepierna casi le hizo sonreír, porque hacía tiempo que no reaccionaba con tanto entusiasmo ante una persona del sexo opuesto.
Sometida a la ráfaga sensual de su mirada descarada, ________ se puso rígida. Le aterrorizaba la calidez que la invadía y la presión que sus pechos hinchados ejercían sobre el sujetador. Sus tiernos pezones se endurecieron y cruzó los brazos nerviosa.
—Entonces, si has estado pensando…
—Todavía necesito algunas respuestas. Al menos, sé realista —el brillo de sus ojos se ocultaba ahora bajo las pestañas y su forma de hablar era terriblemente suave—. ¿Qué hombre no lo haría en mi lugar?
__________ no quería ser realista, sólo quería que se volviese a marchar y dejase de amenazar la tranquilidad mental que tanto le había costado conseguir.
—¿Qué es lo que tengo que hacer para que entres en razón?
—Debes tener en cuenta las dos partes de la ecuación. Sé la mujer razonable que yo sé que eres. Es absurdo que me pidas que me vaya sin saber siquiera si el niño es mío o no —su voz tranquila y pausada ejercía sobre ella un efecto casi hipnótico.
—Sí, pero… —___________ apretó los labios por miedo a precipitarse en sus palabras—. No es tan sencillo.
—¿No? —respondió Joe—. Está claro que crees que Elias es hijo mío. De no ser así, me habrías quitado rápidamente esa idea de la cabeza.
__________ se puso tensa y sus ojos reflejaron su indecisión.
—Joe…
______ atrapó a Elias cuando pasaba corriendo junto a ella y él se tumbó en su regazo desternillándose de risa. Sus ojos brillaban tanto que ella tuvo que resistir las ganas de abrazarlo y lo dejó zafarse para retomar sus juegos. Era un niño muy feliz. Dudaba que Joe hubiese llegado a conocer aquel tipo de felicidad o seguridad. Elias dependía de ella para hacer lo que era mejor para él. Se negó a admitir que tener un padre cualquiera era mejor que no tenerlo.
Joe se enfadó al ver que en el certificado de nacimiento de Elias Greenaway él no constaba como padre.
—Quiero que preparen inmediatamente una prueba de ADN.
Los tres abogados que se sentaban al otro lado de la mesa se pusieron tensos al unísono.
—Cuando una pareja no está casada, las pruebas de ADN sólo pueden llevarse a cabo con el consentimiento materno —dijo el mayor de los tres—. Puesto que su nombre no aparece en el certificado de nacimiento, no tiene responsabilidad parental alguna sobre el niño. ¿Puedo preguntarle si mantiene una relación cordial con la señorita Greenaway?
La mirada del magnate griego llameó por un instante.
—Es la doctora Greenaway, y no estamos aquí para hablar acerca de nuestra relación. Concéntrense en mis derechos como padre.
—Sin matrimonio, la jurisdicción británica favorece siempre a la madre. Si esta señora accede a una prueba de ADN, a compartir las responsabilidades y permitirle visitas al niño, no habrá problema –explicó el abogado de forma pausada—. Pero si no hay acuerdo, la dificultad será grande. La única solución que tendríamos sería acudir a los tribunales y, por lo general, el juez suele considerar a la madre como el mejor árbitro para los intereses de su hijo.
Joe, que siempre se mantenía frío ante la presión, sopesó aquellos hechos con expresión distante. Aunque nadie podría haberlo adivinado, estaba muy sorprendido.
—Así que necesito su consentimiento.
—Sería el acceso más directo.
Joe sabía que había más entresijos de lo que parecía y, para un hombre tan rico como él, siempre había un modo de sortear las reglas. Cuando de ganar se trataba, y ésta era normalmente la única meta posible para Joe, el concepto de juego limpio no tenía peso alguno y el más ingenuo era el que solía salir mal parado. Pero no quería utilizar esta estrategia con ________, a quien le horrorizaban ese tipo de comportamientos. Por el momento, estaba dispuesto a utilizar métodos de persuasión mucho más convencionales…
_______ descolgó el teléfono de la oficina y saltó sobresaltada de la silla en cuanto oyó la voz de Joe.
—¿Qué quieres? —preguntó, demasiado agitada como para intentar mantener la mínima conversación de cortesía.
—Quiero hablar contigo.
—Ya hablamos ayer, ahora estoy trabajando —protestó _________ casi en un susurro, porque el pánico le impedía hablar con normalidad.
—Tienes una hora libre antes de la próxima tutoría —le informó Joe—. Te veo en cinco minutos.
De repente, ________ deseó ser de ese tipo de mujeres que se maquillan a diario y no sólo en días especiales o festivos. Buscó frenéticamente en su bolso un espejo y se cepilló el pelo, intentando obviar la noche en blanco que tenía marcada en la cara y los ojos. Un segundo después, se enfadó consigo misma por la reacción instintiva que había tenido ante aquella llamada. En lugar de controlarse y concentrarse en lo importante, había perdido unos minutos preciosos preocupándose por su aspecto. Se dijo exasperada que había perdido el tiempo, mirando su camisa verde arrugada, sus pantalones y sus cómodos zapatos. Solamente el hada de Cenicienta podía hacer un milagro con aquella indumentaria práctica.
Joe entró caminando lentamente. La miró con ojos aparentemente indolentes y suspiró.
—No soy el enemigo, _________.
Ella levantó la cabeza y evitó encontrarse de frente con su penetrante mirada, pero aquel sencillo vistazo a sus facciones fuertes y enjutas se le quedó flotando en el fondo de la cabeza. Sus mejillas esculpidas y la línea dura de su mandíbula impresionaban incluso antes de tomar en cuenta el resto de su físico. Siempre le había resultado placentero contemplar a Joe. Negarse esa necesidad de mirar y disfrutar le dolía hasta extremos casi físicos. Desesperada por recuperar la compostura, aspiró profundamente.
—Es una indiscreción que vengas a verme aquí —le dijo fríamente—. Este es un edificio público y mi lugar de trabajo. Muchos podrían reconocerte, llamas mucho la atención.
—No puedo evitar llevar este apellido —se encogió de hombros lo que, de algún modo, logró implicar lo terriblemente irracional que ella estaba siendo—. Deberías haber sabido que tendríamos que volver a hablar. Seguramente pensé que aquí sería menos probable que amenazaras con llamar a la policía.
—Oh, por Dios ¡sabes de sobra que no iba a llamar a la policía para deshacerme de ti! —la paciencia de__________ se quebró ante semejante golpe—. ¿Y desde cuándo has tenido tú miedo a algo? Puedo ver los titulares mientras hablamos: «Intento de arresto de un magnate griego», ¡porque sabes perfectamente que tus guardaespaldas no iban a permitir que te arrestaran! ¿De verdad crees que me arriesgaría a atraer ese tipo de publicidad?
—¿No? —Joe había olvidado que ella tenía un miedo acérrimo a aparecer en los medios. Considerando las muchas mujeres que habían aireado en la prensa una relación íntima con él, se preguntó si aquella actitud debía resultarle ofensiva. Siempre había sido tan distinta de las mujeres a las que él estaba acostumbrado que nunca estaba seguro de lo que ella iba a decir o de cómo iba a reaccionar.
—Pues claro que no. Y no creo que tú la quieras tampoco. De hecho, estoy segura de que has estado reflexionando seriamente desde ayer.
—Obviamente —Joe se apoyó en el borde de la mesa y estiró sus piernas largas y fuertes, maniobra que acabó literalmente atrapando a _________ en la esquina próxima a la ventana. El despacho no era más grande que un armario de limpieza y contaba con una segunda mesa porque era compartido. Él la contempló con calculadora frialdad. El cansancio no lograba debilitar la claridad cristalina de sus ojos violetas. En cuanto a la indumentaria, parecía sosa a primera vista, pero la blusa y los pantalones se ajustaban al pecho y las caderas realzando las imponentes curvas y misteriosos valles de su figura. Era lo suficientemente mujer como para convertir a muchas otras en algo plano e insulso, pensó asediado por un recuerdo tremendamente erótico de _________ cálida y seductora al amanecer. La tensión inmediata que provocó en su entrepierna casi le hizo sonreír, porque hacía tiempo que no reaccionaba con tanto entusiasmo ante una persona del sexo opuesto.
Sometida a la ráfaga sensual de su mirada descarada, ________ se puso rígida. Le aterrorizaba la calidez que la invadía y la presión que sus pechos hinchados ejercían sobre el sujetador. Sus tiernos pezones se endurecieron y cruzó los brazos nerviosa.
—Entonces, si has estado pensando…
—Todavía necesito algunas respuestas. Al menos, sé realista —el brillo de sus ojos se ocultaba ahora bajo las pestañas y su forma de hablar era terriblemente suave—. ¿Qué hombre no lo haría en mi lugar?
__________ no quería ser realista, sólo quería que se volviese a marchar y dejase de amenazar la tranquilidad mental que tanto le había costado conseguir.
—¿Qué es lo que tengo que hacer para que entres en razón?
—Debes tener en cuenta las dos partes de la ecuación. Sé la mujer razonable que yo sé que eres. Es absurdo que me pidas que me vaya sin saber siquiera si el niño es mío o no —su voz tranquila y pausada ejercía sobre ella un efecto casi hipnótico.
—Sí, pero… —___________ apretó los labios por miedo a precipitarse en sus palabras—. No es tan sencillo.
—¿No? —respondió Joe—. Está claro que crees que Elias es hijo mío. De no ser así, me habrías quitado rápidamente esa idea de la cabeza.
__________ se puso tensa y sus ojos reflejaron su indecisión.
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