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"Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
aury tendre que empezar a poner los carteles de se busca? :sad:
Invitado
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Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Setenta y cuatro
Los vestuarios están llenos de chaquetas y pantalones colgados de los ganchos. Bolsas grandes de colores varios, algunos con viejos nombres de clubes deportivos improbables, restos quizá de un pasado más activo, están apoyadas en el suelo o sobre alguno de los bancos de madera. Olor a cerrado y a zapatos. Algún que otro jugador sigue bajo la ducha.
—En mi opinión, es la defensa la que no funciona. Tendría que jugar más adelantada.
—Pero ¿qué dices? Y qué pasa con los centrocampistas, ¿eh? ¿Tú llamarías a eso circulación de pelota?
—Antonio también ha fallado un montón de goles cantados. ¡Tiene la mira torcida!
Nick se está acabando de secar el pelo con la toalla y se sienta en un banco.
—Chicos, ésta es la enésima derrota... Llega un momento en la vida en que uno tiene que saber aceptar la realidad. Y creo que el momento es éste. Dejémoslo.
Pietro se le sienta al lado.
—Qué va, Nick. Somos buenísimos. ¡Lo que pasa es que jugamos de manera muy individualista, todos nos creemos unos cracks! Nos hace falta espíritu de equipo. Joder, como jugadores ellos eran peores, pero ¿te has dado cuenta qué juego de equipo? Nos han pillado siempre con uno menos en defensa...
—No te digo. Tú no bajabas nunca a defender.
—Vale, no hay remedio, la culpa es siempre mía.
Enrico ya está vestido. Mientras tanto, Flavio camina nervioso por el vestuario. Nick se da cuenta.
—¿Qué te pasa Flavio?
—Os quejáis de la defensa, pero yo he corrido lo mío. El corazón me va a dos mil por hora. Mira... —Flavio se pone la mano en la garganta. Alarga los dedos y se toca las venas del cuello—. Mira, mira cómo me va...
Se acerca a Nick y le coge la mano.
—Me falta el aire. Sigo sudando. Es la segunda vez que me tengo que secar la frente.
Enrico se le acerca y comprueba también su latido. Aparta la mano.
—No te preocupes, es normal. Así es como late después de un partido. Es la adrenalina. Eso es todo.
—Pero sigo sudando.
—Porque te has dado una ducha demasiado caliente.
—No, no me encuentro bien. Me falta el aire. —Flavio se acerca al lavamanos, abre el grifo del agua fría y la deja correr. Mete la cara debajo. Luego se seca—. A ver si así me siento un poco mejor.
Los demás han acabado casi de vestirse.
—¿Nos vamos a comer una pizza a la Soffitta?
—Sí, me apetece.
—Entonces nos vemos todos allí.
Flavio se quita el albornoz y sigue secándose con él.
—Yo no, me voy a casa. No desconectéis los móviles por si acaso os necesito. No quiero despertar a Cristina, mejor os llamo a vosotros.
Nick cierra su bolsa.
—¿Quieres que te esperemos?
—No, no, idos. Pero no desconectéis los móviles, al menos tú, ¿eh?
—Vale. De todos modos, para cualquier cosa, si no te contesto al móvil, estamos en la pizzería Soffitta.
Flavio se pone la camisa. Luego recoge la toalla, se seca la frente con ella. Nada que hacer. Sigue sudando. El corazón continúa latiéndole acelerado. A lo mejor se me pasa durmiendo. Además, mañana tengo que madrugar.
Los vestuarios están llenos de chaquetas y pantalones colgados de los ganchos. Bolsas grandes de colores varios, algunos con viejos nombres de clubes deportivos improbables, restos quizá de un pasado más activo, están apoyadas en el suelo o sobre alguno de los bancos de madera. Olor a cerrado y a zapatos. Algún que otro jugador sigue bajo la ducha.
—En mi opinión, es la defensa la que no funciona. Tendría que jugar más adelantada.
—Pero ¿qué dices? Y qué pasa con los centrocampistas, ¿eh? ¿Tú llamarías a eso circulación de pelota?
—Antonio también ha fallado un montón de goles cantados. ¡Tiene la mira torcida!
Nick se está acabando de secar el pelo con la toalla y se sienta en un banco.
—Chicos, ésta es la enésima derrota... Llega un momento en la vida en que uno tiene que saber aceptar la realidad. Y creo que el momento es éste. Dejémoslo.
Pietro se le sienta al lado.
—Qué va, Nick. Somos buenísimos. ¡Lo que pasa es que jugamos de manera muy individualista, todos nos creemos unos cracks! Nos hace falta espíritu de equipo. Joder, como jugadores ellos eran peores, pero ¿te has dado cuenta qué juego de equipo? Nos han pillado siempre con uno menos en defensa...
—No te digo. Tú no bajabas nunca a defender.
—Vale, no hay remedio, la culpa es siempre mía.
Enrico ya está vestido. Mientras tanto, Flavio camina nervioso por el vestuario. Nick se da cuenta.
—¿Qué te pasa Flavio?
—Os quejáis de la defensa, pero yo he corrido lo mío. El corazón me va a dos mil por hora. Mira... —Flavio se pone la mano en la garganta. Alarga los dedos y se toca las venas del cuello—. Mira, mira cómo me va...
Se acerca a Nick y le coge la mano.
—Me falta el aire. Sigo sudando. Es la segunda vez que me tengo que secar la frente.
Enrico se le acerca y comprueba también su latido. Aparta la mano.
—No te preocupes, es normal. Así es como late después de un partido. Es la adrenalina. Eso es todo.
—Pero sigo sudando.
—Porque te has dado una ducha demasiado caliente.
—No, no me encuentro bien. Me falta el aire. —Flavio se acerca al lavamanos, abre el grifo del agua fría y la deja correr. Mete la cara debajo. Luego se seca—. A ver si así me siento un poco mejor.
Los demás han acabado casi de vestirse.
—¿Nos vamos a comer una pizza a la Soffitta?
—Sí, me apetece.
—Entonces nos vemos todos allí.
Flavio se quita el albornoz y sigue secándose con él.
—Yo no, me voy a casa. No desconectéis los móviles por si acaso os necesito. No quiero despertar a Cristina, mejor os llamo a vosotros.
Nick cierra su bolsa.
—¿Quieres que te esperemos?
—No, no, idos. Pero no desconectéis los móviles, al menos tú, ¿eh?
—Vale. De todos modos, para cualquier cosa, si no te contesto al móvil, estamos en la pizzería Soffitta.
Flavio se pone la camisa. Luego recoge la toalla, se seca la frente con ella. Nada que hacer. Sigue sudando. El corazón continúa latiéndole acelerado. A lo mejor se me pasa durmiendo. Además, mañana tengo que madrugar.
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Setenta y cinco
—Bah, Flavio es un hipocondríaco crónico. —Pietro se reúne con los demás en la mesa que hay al fondo del local de la Soffitta—. Si siempre estás así, ¿qué juego vas a hacer ni que nada? Te arruinas la vida y basta. En ese caso, quédate en casa, relajado, mira una película, pero que no sea de miedo, ¿eh? ¡Te daría un infarto!
—Venga, pobre, debe de ser terrible para él.
—Pues, imagínate para nosotros, cuando pone esa cara de moribundo.
Enrico abre la carta. Pietro se la cierra.
—Venga, sabes de sobra lo que dan aquí. Pizza al peso de tres o cuatros gustos diversos.
Nick golpea la mesa divertido.
—¡Yo quiero una D'Annunzio! Me estoy muriendo de hambre...
—¿Y tú comes ajo, cebolla y chile? —pregunta Pietro con malicia.
—Bueno, después los digiero.
—Ya, pero... vista la cita especial que tienes después...
—¡Sí, con mi cama! Luego me voy a casa, no tengo cita ninguna.
Pietro se queda un momento en silencio.
—Hummm... —y abre el menú—, veamos...
Nick se lo cierra.
—Disculpa, pero has dicho que te lo sabías de memoria.
—Sí, pero no me acuerdo bien de lo que lleva la Centurión...
—Tú a mí no me engañas. ¿Por qué disimulas con la carta? Has puesto una cara rara. Y has dicho «hummm»...
—Pero ¿qué dices?
—Sí, has puesto una cara rara. Nunca la pones porque sí. Y nunca dices «hummm» por nada.
—Es que no es nada.
—Nunca dices que no es nada por nada.
Pietro mira a Enrico. Luego, de nuevo a Nick.
—Vale. ¿Qué quieres saber?
—¿Qué significaba ese «hummm» mezclado con tu cara rara?
—¿Aunque ello pueda dañar nuestra amistad?
—¿Tan grave es? Dispara.
Pietro se inclina hacia él.
—Vale. Dame la mano. Prométeme que te diga lo que te diga no tendremos problemas.
—¿Problemas de qué tipo?
—Del tipo de dejar de ser amigos.
—Oye, Pietro, acaba de una vez y dímelo.
—Dame la mano.
Nick le tiende la mano, Pietro se la estrecha y no se la suelta.
—Si te lo digo, me deberás un favor, ¿ok?
—¿Encima? ¿Y a ciegas además? No cuentes con ello.
—Entonces lo dejamos correr. —Pietro retira la mano.
—Ok, ok. Seguiremos siendo amigos y te debo un favor, pero procura que sea algo razonable... Venga, dime.
Pietro mira a Enrico. Después a Nick. Luego a Enrico. Y de nuevo a Nick. No sabe cómo decírselo. Se lanza.
—Vale. ______ tiene una peli porno. Creía que la vería esta noche contigo.
Se hace un silencio gélido.
—¿Y tú cómo lo sabes?
—Porque se la he dado yo.
—¿Qué? —Enrico abre unos ojos como platos—. ¿Le diste una peli porno a ______?
—Oye, ¿qué te crees? Entré en el videoclub para devolverla y ______ estaba en la caja, esperándola.
—¿Precisamente ésa?
—No sé bien si ésa en concreto o una cualquiera, pero seguro que una peli porno. Llevaba una lista en la mano. Cogió esa de Jessica Rizzo. Buena, intensa. Ella hace ciertas...
—Basta, estás diciendo gilipolleces.
Pietro lo fulmina con la mirada.
—Ya está. Lo sabía. ¿Nuestra amistad corre peligro?
Silencio.
Pietro insiste.
—¡Responde!
—No, no, claro que no.
—Entonces, ¿cómo puedes pensar que te digo gilipolleces, crees que estoy bromeando?
Nick suelta un largo suspiro.
—Está bien, ______ ha sacado una porno. Y no para verla conmigo. A lo mejor la ve con sus amigas.
Pietro lo mira súbitamente sonriente.
—¿Son así, en serio?
—Bueno, según lo que me ha contado, una es un poco rara. Podría ser... A lo mejor lo hacen para divertirse un poco, para echarse unas risas, seguro que les da curiosidad saber qué es lo que vemos nosotros los hombres en ese tipo de películas.
Al ver que la cosa toma un cierto cariz de experiencia educativa, Pietro se siente bastante desilusionado. Entonces, Nick mira a Enrico, que mantiene la vista baja.
—¿No, Enrico? Puede ser, ¿no? ¿Tú qué crees?
Enrico levanta la cabeza y lo mira.
—No, a mí no me lo parece. —Y se vuelve hacia Pietro—. ¿El DVD lo devolviste en el Prima Visione de Parioli?
—Sí, ¿cómo lo sabes?
—Cuando iba al partido vi a ______ por el camino.
—Debía de ir hacia allí.
—No, más bien acababa de salir.
—Pues ya se debía de ir.
—No. Estaba con un chico.
—Sería un amigo.
—Estaban abrazados a la puerta del videoclub.
Nick se queda blanco. Pietro se da cuenta y rápidamente intenta reconducir la situación.
—A lo mejor no era ella, tal vez te confundiste.
—¿En el mismo lugar, a la misma hora y después de coger el DVD que tú llevaste? Además, no es fácil confundirse con esa chica.
Justo en ese momento, llega a la mesa una camarera joven, baja y rechoncha, con un piercing enorme en la nariz y algunas mechas naranja en el pelo. Abre su libreta para anotar el pedido.
—¿Ya lo saben? ¿Qué van a comer?
Nick se levanta de golpe, aparta la silla y sale del local.
—Eh, ¿yo qué he hecho?
—Nada, nada, señorita. Sí, sí ya sabemos lo que queremos... Tráiganos cerveza en abundancia. ¿Tienen pizza Desesperada?
Nick está en la acera. Coge el móvil, busca en la agenda de nombres y marca un número. Aprieta la tecla verde. Uno, dos, tres timbrazos. Venga, joder. Joder. Responde. ¿Qué estás haciendo? ¿Dónde estás? Cuatro. Cinco. Responde. Siempre llevas el jodido móvil en el bolsillo. Cógelo ya. Seis. Siete.
—¿Sí?
—¿______? ¿Dónde diablos estás? ¿Dónde estabas, dónde te habías metido?
—En el baño. Me estaba lavando el pelo. ¿Te pasa algo?
—¿A mí? ¿Qué te pasa a ti?
—¿A mí? Nada, he estado estudiando un rato y ahora me voy a la cama.
—¿Y no has hecho nada más?
—No... Ah, sí, cómo no, el gusano de mi hermano, con la amenaza del vídeo aquel que nos grabó, me ha obligado a que fuera a buscarle una película porno para él y el depravado de su amigo Vanni. Me he encontrado a tu amigo Pietro. Vaya personaje. Ha entrado a devolver una peli porno con una tal Jessica algo. ¿No te lo ha dicho?
Nick se detiene. Recupera un poco el aliento. Se relaja. Recupera la sonrisa.
—Ejem, no, se ha ido en seguida del campo. Tenía que volver a casa temprano.
—Ah. Luego he estado un rato con mi ex en la calle. Te dije que quería hablar conmigo, ¿no? El caso es que ha venido a buscarme al Prima Visione. Me ha montado una escena y ha intentado besarme. Y luego... Ha sido terrible.
—¿El qué?
—Cuando te das cuenta de que ya no te importa nada alguien a quien habías querido tanto...
—Ya.
—Nick.
—¿Sí?
—Sería hermoso seguir siempre así...
—¿Cómo?
—Que me llames de repente en la noche, desesperado, sólo por oír mi voz.
Nick se siente culpable.
—Claro.
—Si ahora se acabase todo entre tú y yo, nos amaríamos toda la vida.
—Prefiero arriesgarme.
—Así me gusta. Nos llamamos mañana. Que duermas bien.
—Tú también... tesoro.
—¡Me has llamado tesoro!
—Sí, pero no te lo tomes al pie de la letra.
—Caramba. Te voy a llamar el hombre-cangrejo. Un paso adelante y tres atrás. Pero cuando quieres... ¡eres un pulpo!
—¡Espero volver a serlo muy pronto! Buenas noches.
—Nick, espera.
—¿Qué?
—¡No colguemos aún!
Nick se ríe.
—¡Ok!
—¿Cómo te ha ido el partido?
—Bien... ¡Hemos perdido!
—Entonces ¡te ha ido mal!
—No, no. No me gusta alterar mis costumbres.
—Entonces estáis todos cenando, como de costumbre.
—Sí, están todos ahí sentados, esperándome para pedir.
—¿Y tú has salido sólo para llamarme?
—Sí.
—¡Qué tierno! Venga, vete, cena al menos.
Se quedan un momento en silencio.
—¿Nick?
—¿Sí?
—Eso que estás pensando lo pienso yo también. —Y cuelga.
Nick sonríe, mira el móvil y se lo vuelve a meter en el bolsillo. Luego entra de nuevo en la pizzería. Pietro y Enrico dejan de beber su cerveza al verlo. Están preocupados, después sorprendidos. Ven que sonríe. Nick toma asiento.
—¿Qué? ¿Pedimos?
—Pero ¿cómo, no estás enfadado?
—Demonios, esa mujer es la rehostia. No sé lo que se habrá inventado, pero te ha sentado bien.
—¿Enfadado por qué? —Nick le birla la jarra a Pietro y da un largo trago, lleno de satisfacción.
Enrico mueve la cabeza.
—Prefieres no creernos, ¿eh? Y luego dices que el que ve visiones soy yo.
Nick coge también la jarra de Enrico y vuelve a beber. Luego se limpia la boca con la servilleta.
—Chicos, gracias a vosotros he llegado a una conclusión. El matrimonio es perjudicial. Lo vuelve a uno receloso. Hace que las cosas se vean distorsionadas.
—Ahora sé por qué te resistes... Bueno, nosotros también hemos llegado a una conclusión. —Pietro se frota las manos—. Ya sabemos qué favor pedirte.
—Bah, Flavio es un hipocondríaco crónico. —Pietro se reúne con los demás en la mesa que hay al fondo del local de la Soffitta—. Si siempre estás así, ¿qué juego vas a hacer ni que nada? Te arruinas la vida y basta. En ese caso, quédate en casa, relajado, mira una película, pero que no sea de miedo, ¿eh? ¡Te daría un infarto!
—Venga, pobre, debe de ser terrible para él.
—Pues, imagínate para nosotros, cuando pone esa cara de moribundo.
Enrico abre la carta. Pietro se la cierra.
—Venga, sabes de sobra lo que dan aquí. Pizza al peso de tres o cuatros gustos diversos.
Nick golpea la mesa divertido.
—¡Yo quiero una D'Annunzio! Me estoy muriendo de hambre...
—¿Y tú comes ajo, cebolla y chile? —pregunta Pietro con malicia.
—Bueno, después los digiero.
—Ya, pero... vista la cita especial que tienes después...
—¡Sí, con mi cama! Luego me voy a casa, no tengo cita ninguna.
Pietro se queda un momento en silencio.
—Hummm... —y abre el menú—, veamos...
Nick se lo cierra.
—Disculpa, pero has dicho que te lo sabías de memoria.
—Sí, pero no me acuerdo bien de lo que lleva la Centurión...
—Tú a mí no me engañas. ¿Por qué disimulas con la carta? Has puesto una cara rara. Y has dicho «hummm»...
—Pero ¿qué dices?
—Sí, has puesto una cara rara. Nunca la pones porque sí. Y nunca dices «hummm» por nada.
—Es que no es nada.
—Nunca dices que no es nada por nada.
Pietro mira a Enrico. Luego, de nuevo a Nick.
—Vale. ¿Qué quieres saber?
—¿Qué significaba ese «hummm» mezclado con tu cara rara?
—¿Aunque ello pueda dañar nuestra amistad?
—¿Tan grave es? Dispara.
Pietro se inclina hacia él.
—Vale. Dame la mano. Prométeme que te diga lo que te diga no tendremos problemas.
—¿Problemas de qué tipo?
—Del tipo de dejar de ser amigos.
—Oye, Pietro, acaba de una vez y dímelo.
—Dame la mano.
Nick le tiende la mano, Pietro se la estrecha y no se la suelta.
—Si te lo digo, me deberás un favor, ¿ok?
—¿Encima? ¿Y a ciegas además? No cuentes con ello.
—Entonces lo dejamos correr. —Pietro retira la mano.
—Ok, ok. Seguiremos siendo amigos y te debo un favor, pero procura que sea algo razonable... Venga, dime.
Pietro mira a Enrico. Después a Nick. Luego a Enrico. Y de nuevo a Nick. No sabe cómo decírselo. Se lanza.
—Vale. ______ tiene una peli porno. Creía que la vería esta noche contigo.
Se hace un silencio gélido.
—¿Y tú cómo lo sabes?
—Porque se la he dado yo.
—¿Qué? —Enrico abre unos ojos como platos—. ¿Le diste una peli porno a ______?
—Oye, ¿qué te crees? Entré en el videoclub para devolverla y ______ estaba en la caja, esperándola.
—¿Precisamente ésa?
—No sé bien si ésa en concreto o una cualquiera, pero seguro que una peli porno. Llevaba una lista en la mano. Cogió esa de Jessica Rizzo. Buena, intensa. Ella hace ciertas...
—Basta, estás diciendo gilipolleces.
Pietro lo fulmina con la mirada.
—Ya está. Lo sabía. ¿Nuestra amistad corre peligro?
Silencio.
Pietro insiste.
—¡Responde!
—No, no, claro que no.
—Entonces, ¿cómo puedes pensar que te digo gilipolleces, crees que estoy bromeando?
Nick suelta un largo suspiro.
—Está bien, ______ ha sacado una porno. Y no para verla conmigo. A lo mejor la ve con sus amigas.
Pietro lo mira súbitamente sonriente.
—¿Son así, en serio?
—Bueno, según lo que me ha contado, una es un poco rara. Podría ser... A lo mejor lo hacen para divertirse un poco, para echarse unas risas, seguro que les da curiosidad saber qué es lo que vemos nosotros los hombres en ese tipo de películas.
Al ver que la cosa toma un cierto cariz de experiencia educativa, Pietro se siente bastante desilusionado. Entonces, Nick mira a Enrico, que mantiene la vista baja.
—¿No, Enrico? Puede ser, ¿no? ¿Tú qué crees?
Enrico levanta la cabeza y lo mira.
—No, a mí no me lo parece. —Y se vuelve hacia Pietro—. ¿El DVD lo devolviste en el Prima Visione de Parioli?
—Sí, ¿cómo lo sabes?
—Cuando iba al partido vi a ______ por el camino.
—Debía de ir hacia allí.
—No, más bien acababa de salir.
—Pues ya se debía de ir.
—No. Estaba con un chico.
—Sería un amigo.
—Estaban abrazados a la puerta del videoclub.
Nick se queda blanco. Pietro se da cuenta y rápidamente intenta reconducir la situación.
—A lo mejor no era ella, tal vez te confundiste.
—¿En el mismo lugar, a la misma hora y después de coger el DVD que tú llevaste? Además, no es fácil confundirse con esa chica.
Justo en ese momento, llega a la mesa una camarera joven, baja y rechoncha, con un piercing enorme en la nariz y algunas mechas naranja en el pelo. Abre su libreta para anotar el pedido.
—¿Ya lo saben? ¿Qué van a comer?
Nick se levanta de golpe, aparta la silla y sale del local.
—Eh, ¿yo qué he hecho?
—Nada, nada, señorita. Sí, sí ya sabemos lo que queremos... Tráiganos cerveza en abundancia. ¿Tienen pizza Desesperada?
Nick está en la acera. Coge el móvil, busca en la agenda de nombres y marca un número. Aprieta la tecla verde. Uno, dos, tres timbrazos. Venga, joder. Joder. Responde. ¿Qué estás haciendo? ¿Dónde estás? Cuatro. Cinco. Responde. Siempre llevas el jodido móvil en el bolsillo. Cógelo ya. Seis. Siete.
—¿Sí?
—¿______? ¿Dónde diablos estás? ¿Dónde estabas, dónde te habías metido?
—En el baño. Me estaba lavando el pelo. ¿Te pasa algo?
—¿A mí? ¿Qué te pasa a ti?
—¿A mí? Nada, he estado estudiando un rato y ahora me voy a la cama.
—¿Y no has hecho nada más?
—No... Ah, sí, cómo no, el gusano de mi hermano, con la amenaza del vídeo aquel que nos grabó, me ha obligado a que fuera a buscarle una película porno para él y el depravado de su amigo Vanni. Me he encontrado a tu amigo Pietro. Vaya personaje. Ha entrado a devolver una peli porno con una tal Jessica algo. ¿No te lo ha dicho?
Nick se detiene. Recupera un poco el aliento. Se relaja. Recupera la sonrisa.
—Ejem, no, se ha ido en seguida del campo. Tenía que volver a casa temprano.
—Ah. Luego he estado un rato con mi ex en la calle. Te dije que quería hablar conmigo, ¿no? El caso es que ha venido a buscarme al Prima Visione. Me ha montado una escena y ha intentado besarme. Y luego... Ha sido terrible.
—¿El qué?
—Cuando te das cuenta de que ya no te importa nada alguien a quien habías querido tanto...
—Ya.
—Nick.
—¿Sí?
—Sería hermoso seguir siempre así...
—¿Cómo?
—Que me llames de repente en la noche, desesperado, sólo por oír mi voz.
Nick se siente culpable.
—Claro.
—Si ahora se acabase todo entre tú y yo, nos amaríamos toda la vida.
—Prefiero arriesgarme.
—Así me gusta. Nos llamamos mañana. Que duermas bien.
—Tú también... tesoro.
—¡Me has llamado tesoro!
—Sí, pero no te lo tomes al pie de la letra.
—Caramba. Te voy a llamar el hombre-cangrejo. Un paso adelante y tres atrás. Pero cuando quieres... ¡eres un pulpo!
—¡Espero volver a serlo muy pronto! Buenas noches.
—Nick, espera.
—¿Qué?
—¡No colguemos aún!
Nick se ríe.
—¡Ok!
—¿Cómo te ha ido el partido?
—Bien... ¡Hemos perdido!
—Entonces ¡te ha ido mal!
—No, no. No me gusta alterar mis costumbres.
—Entonces estáis todos cenando, como de costumbre.
—Sí, están todos ahí sentados, esperándome para pedir.
—¿Y tú has salido sólo para llamarme?
—Sí.
—¡Qué tierno! Venga, vete, cena al menos.
Se quedan un momento en silencio.
—¿Nick?
—¿Sí?
—Eso que estás pensando lo pienso yo también. —Y cuelga.
Nick sonríe, mira el móvil y se lo vuelve a meter en el bolsillo. Luego entra de nuevo en la pizzería. Pietro y Enrico dejan de beber su cerveza al verlo. Están preocupados, después sorprendidos. Ven que sonríe. Nick toma asiento.
—¿Qué? ¿Pedimos?
—Pero ¿cómo, no estás enfadado?
—Demonios, esa mujer es la rehostia. No sé lo que se habrá inventado, pero te ha sentado bien.
—¿Enfadado por qué? —Nick le birla la jarra a Pietro y da un largo trago, lleno de satisfacción.
Enrico mueve la cabeza.
—Prefieres no creernos, ¿eh? Y luego dices que el que ve visiones soy yo.
Nick coge también la jarra de Enrico y vuelve a beber. Luego se limpia la boca con la servilleta.
—Chicos, gracias a vosotros he llegado a una conclusión. El matrimonio es perjudicial. Lo vuelve a uno receloso. Hace que las cosas se vean distorsionadas.
—Ahora sé por qué te resistes... Bueno, nosotros también hemos llegado a una conclusión. —Pietro se frota las manos—. Ya sabemos qué favor pedirte.
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Setenta y seis
Al día siguiente. Viale Regina Margherita. Nick los mira y sacude la cabeza.
—Hubiese esperado cualquier cosa menos este tipo de favor.
Enrico y Pietro caminan divertidos junto a Nick, cogiéndolo del brazo.
—Tienes que disculparnos, ¿eh? Tú te diviertes como un loco, rejuveneces, mira... —Pietro le pone una mano en el estómago—, debes de haber perdido dos kilos, ves películas porno como hacíamos cuando teníamos veinte años. Y nosotros, ¿qué? ¿Nada? ¿Quieres dejarnos al margen?
Nick se suelta del brazo de Pietro.
—Muy bien. En primer lugar, no he visto ninguna película porno con ______. Segundo: me habéis preparado una encerrona pidiéndome un favor que... —Nick pone voz Marlon Brando— no puedo rechazar. Tercero, y muy probablemente lo más importante —Nick los mira a ambos—, a lo mejor no os acordáis, pero entre vosotros y yo existe una pequeña diferencia: ¡vosotros estáis casados! —Después continúa, dirigiéndose sobre todo a Enrico—. El matrimonio es como una flor. Uno tiene que ocuparse de él cada día, cuidarlo, cultivarlo, dedicarle amor, alimentarlo...
—Mira por dónde, en eso estoy de acuerdo contigo. —Enrico asiente con la cabeza—. Y por eso mismo me gustaría saber cuándo tendremos una respuesta.
—¡Tú ni siquiera esperas a saber la verdad y ya te comportas así.
—¿Qué tiene que ver?, esto es un juego.
Pietro, que no sabe nada, intenta averiguar algo más.
—Perdonad, ¿me lo podéis explicar? Me he perdido.
Enrico mira a Nick.
—En realidad, no hay nada que explicar.
Nick intenta echarle tierra al asunto.
—Sí, no es nada. No te preocupes, Pietro, es algo entre nosotros.
Pietro se encoge de hombros.
—Vale, como queráis.
Nick se detiene frente al restaurante.
—Ya conocéis las reglas, ¿eh?
—¿De qué reglas hablas? Esto es como una cita a ciegas. Lo que sea, será.
—Pero Pietro, ¿estás de guasa? ¿Y en qué lugar me dejas a mí?
—À la guerre comme à la guerre. —Y Pietro se mete a toda velocidad en el restaurante. Un local blanco, diáfano, completamente nuevo. El Panda.
—Pero ¿será gilipollas? Maldita sea, tenía que haber retirado mi palabra. Entremos, Enrico. Como tú no me eches una mano, me voy a cabrear en serio, que lo sepas.
Enrico sonríe.
—Sabes perfectamente que yo sólo he venido por divertirme. Me gustaría estar en otro lado.
—Vale, veamos qué se le ocurre a ese anormal.
Pietro está ya en la barra. Tiene abierta una botella de champán y la está sirviendo en varias copas.
—¿Tú has visto eso...? —Nick intenta darle alcance, pero demasiado tarde. Pietro ha desaparecido ya al fondo del salón.
—Aquí estoy. No podía presentarme con las manos vacías.
Enrico y Nick llegan en seguida. Pietro se mueve con elegancia alrededor de la mesa.
—Toma. —Y pasa una copa—. Toma tú también. ¡Y ahora, un brindis! ¡Por ______ y sus amigas!
______ levanta su copa.
—Bien. Ella es Diletta.
—¡Hola!
—Ella es Erica.
—Encantado.
—¡Y por último, ésta es Olly!
Pietro pasa la última copa. Luego se detiene en Olly, que le saluda con una amplia sonrisa.
—Hola...
—Hola.
Pietro se vuelve divertido, eufórico sólo de imaginar lo que sucederá.
—Éstos son mis amigos. Él es Enrico...
Enrico levanta una mano, un poco azorado.
—¿Qué tal?
—Él es Nick. —Pietro sonríe y luego mira a ______—. Una de vosotras lo conoce bien. Incluso demasiado bien. Hasta me lo ha hecho adelgazar. No sé las demás.
______ no se la deja pasar.
—Las demás nunca lo conocerán tan bien.
—¡Es cierto! Tienes toda la razón... —Pietro levanta su copa—. Brindemos entonces. Porque la amistad nunca sea traicionada.
Todos levantan sus copas.
—Y, en cualquier caso, por todas esas traiciones que hacen que los amigos sean aún más amigos.
Las chicas se miran sin entender del todo. Olly se encoge de hombros.
—Bah, a mí me mola. —Y choca divertida su copa con la de Pietro. Los demás también brindan.
—¡Chin chin!
Un camarero se acerca a Pietro.
—Señor, la mesa está preparada tal como usted me pidió.
—Perfecto.
Pietro se saca del bolsillo de la chaqueta un billete de veinte euros y se lo pasa por detrás, con la mano cerrada, para que los demás no vean.
—Señores, por favor, la comida nos aguarda.
Y todos lo siguen hacia un reservado que hay al fondo del restaurante.
______ se acerca a Nick y lo coge del brazo.
—¡Eh, esta idea me gusta cantidad, es muy divertida! Has sido muy amable.
Él le sonríe y apoya su mano en la de ella.
—¿En serio te gusta? Cuando te lo pedí pensaba que te enfadarías.
—Pues no, todo lo contrario. Si me presentas a tus amigos, quiere decir que estás tranquilo, que estás bien conmigo.
—Pues claro.
—Y además me alegra que conozcan también a mis amigas. Así, al menos, cuando hagamos una cena en casa podrán venir ellas también y todos nos sentiremos a nuestras anchas.
—Por supuesto que sí. ¡Las que se pondrán de lo más contentas son las esposas de mis amigos!
—No veo qué problema hay. Las invitamos a ellas también, ¿no?
—¿Con tus amigas? ¿Sabes lo que pasaría? Los dos policías de costumbre vendrían a buscarnos por la carnicería que se iba a armar en el edificio. Eso por no hablar del vecino, que al oír los disparos empezaría a disparar también él directamente desde su terraza.
—¿Tú crees?
—Esperemos que esto se acabe rápido.
—Ok, y recuerda que me debes un favor.
—No me he olvidado.
—Ese favor está en un cofre cerrado, ¿te acuerdas?
—Que nosotros abriremos —dice Nick moviendo la cabeza—. Tengo que empezar a dejar de hacer favores con tanta facilidad.
—Venid, sólo faltáis vosotros.
Pietro golpea con la mano el respaldo de una silla. Ha reservado dos asientos juntos para Nick y ______.
—A ver, peña. Aquí se come de maravilla, cocina mediterránea, taquitos de queso acompañados con miel de los más diversos aromas o frutas, que combinan a la perfección con los embutidos. O bien una ensalada de naranja, peras y nueces con pedacitos de carne a la Chateaubriand. En resumen, todo lo que puede inspirar y animar el aspecto erótico. De modo que, hoy le tocaría invitar a quien últimamente lo haya hecho en el lugar más extraño. —Pietro mira a Nick—. Y yo diría que te toca a ti. ¿Estás de acuerdo, chico de los jazmines?
Nick se queda boquiabierto. ______ se vuelve de golpe hacia Erica.
—¡No me lo puedo creer, Erica!
—Olly nos vio hablar y me preguntó qué es lo que me habías contado... Y yo, pues...
Olly abre de inmediato los brazos.
—¿Qué tiene de malo? ¡Pietro sólo me ha preguntado si conocía algún detalle vuestro privado! ¡Me ha parecido divertido! Y además es un amigo, ¿no?
Nick mueve la cabeza. Luego coge la copa de champán.
—Sí, claro, ¡el amigo del jaguar! —Y se la toma de un trago.
Diletta mira a su alrededor, un poco desconcertada.
—¿De qué va eso del «chico de los jazmines»?
Nick coge una carta y la abre.
—Vale, escoged lo que queráis y comed hasta reventar. ¡Pago yo con tal de que se hable de otra cosa! —Luego le sonríe a ______—. Queridas, dulces, frescas... ¡Olas, silenciosas!
Y así siguen, pidiendo platos, riéndose, Nick y sus amigos retrocediendo al pasado, ______ y sus amigas creciendo de golpe. Y luego, todos juntos en el presente. Mundos y edades confrontados.
—¿Y vosotros vais a discotecas?
—¡Continuamente!
—¡Mentirosos!
—Fuimos al Goa cuando la fiesta de Giorgia.
—Es verdad, por sus cuarenta.
—Qué triste...
—Sí, sus primeros y últimos cuarenta años.
Diletta interviene.
—De todos modos, hay quien ya puede ser viejo a los dieciocho.
—Puede, pero yo pienso seguir siendo una niña a los sesenta —dice Olly.
—Además, ¿qué importancia tiene la edad? La edad no cuenta.
—Eso es muy cierto. En esta mesa tenemos un buen ejemplo. ¡Una pareja perfecta: la de los jazmines, ¿o no?!
—¡He dicho que pagaría yo a condición de que no se hablase más de ello!
Y siguen. Champán. Platos suculentos, fríos, a base de pescado crudo, ensalada templada de frutos de mar.
—¿Y el mundo del trabajo es como el de la escuela?
—Hay una sola diferencia: te examinan igual, pero te pagan.
—Guay. Al menos compensa.
—A menos que te suspendan. Entonces no puedes repetir en setiembre y te dejan de pagar.
—Dramático...
—Pues sí.
—A mí me gustaría ser ya mayor sólo por tener un hijo.
Pietro sonríe.
—Querida Diletta, también yo pensaba lo mismo, luego tuve dos. Ahora me quedo callado, y ellos hablan por todos...
Enrico suspira.
—En cambio, yo todavía no tengo ninguno, y es algo que me gustaría muchísimo.
Diletta lo mira y sonríe.
—¿Lo ves? Hay cosas que son hermosas, independientemente de la edad.
______ mastica un trozo de pan.
—Sí, como el amor.
Pietro se acaba su copa.
—¡O como el sexo! ¡O mejor dicho, el deseo de hacerlo! En realidad, mejora cuando maduras. Como una botella de vino... Cuanto más añejo, mejor.
—Sí, pero entonces te cuesta una pasta.
—¿El vino o el sexo?
—En ciertos casos, ambos.
Diletta muerde un trozo de pan y moja otro en la salsa de unos mejillones a la pimienta.
—En cualquier caso, al hombre te lo tienes que buscar maduro, al menos ésa es mi opinión.
Pietro levanta la mano.
—¡Estupendo! ¡Yo soy supermaduro!
—Y supercasado...
—Mejor así, ¿no crees? Puedes probarme sin riesgo alguno. No te aflijo, no te estreso, no te llamo continuamente para saber dónde estás, no te fastidio obsesionándome... Además, si las cosas no marchan entre nosotros, no hay que recurrir al divorcio. Vaya, que todo son ventajas. Soy el hombre ideal.
—Bah, no eres tan maduro, a juzgar por cómo hablas... No me convienes, independientemente de que estés o no casado. Uno no es maduro sólo porque haya alcanzado una cierta edad, sino por cómo se comporta. Yo, sin ir más lejos, tengo a uno que me corteja. Sólo tiene veinte años, pero es más maduro que todos vosotros.
—Pobrecillo, eso quiere decir que no sabe disfrutar de la vida.
______ la mira.
—¿Quién es, Filippo?
—Sí.
—¿Y por qué no te lías con él?
—Por el momento no tengo ganas de pensar en eso, ¿qué prisa hay?
Olly se come un mejillón. Luego se chupa los dedos.
—En mi opinión, ese tipo... Filippo... no está mal, pero me parece que es un poco monótono. Por cómo se viste, por lo que dice. Es como metódico.
Pietro mira a Enrico.
—Como Flavio.
—¿Quién es?
—Un amigo nuestro metódico.
—A propósito, ya se recuperó de lo de ayer.
—Ah, qué bien.
—Pero no se recupera de la vida. Su mujer lo tiene sometido, pasivo y preso.
—Pobrecillo. —Olly se ríe—. ¿Por qué no lo habéis traído? ¡A lo mejor lo salvaba yo!
—No, Olly, no puede salir.
—¿Del trabajo?
—No, de la cárcel.
—¿Está en la trena?
—Sí, en la Regina-Cristina-Coeli.
—Pobrecillo, en serio.
—Sí, pobrecillo. Gana bastante, pero invierte mal.
—Hay que saber invertir en la propia felicidad.
______ apoya la cabeza en el hombro de Nick.
—Lo dice hasta Ligabue... «¿Y qué interés crees que te dará la vida que no gastes?». De hecho, mi Nick no lo dudó un momento. ¡En cuanto me vio se me echó encima!
Olly resopla y se sirve otra copa.
—Dios mío, qué almibarada resulta la familia Jazmines. Pobres de nosotras. Nuestra jefa perdida en un mar de melaza. ¡Viva el champán y la libertad hecha de burbujas, como diría Vasco Rossi! ¡Coca, casa e iglesia!
Pietro la mira.
—Esa canción es una maravilla. A tu edad, yo también la escuchaba. —Y apoya su mano en la de ella. Olly no la retira.
Enrico se da cuenta. Olly le sonríe a Pietro.
—¿Cómo? ¡¿Ahora ya has crecido?!
—No. —Coge la copa y la choca con la de Olly—. Brindemos por el tipo de treinta y nueve años más inmaduro que pueda existir. —Le sonríe y le guiña un ojo.
—A propósito —Erica los mira a todos—, hace unos días, leí un articulo en Internet. Decía que vuestra generación es la de los middlescent. O sea, que vais en moto, mandáis un montón de mensajes con el móvil, os vestís a la moda, habláis en plan colega. ¿Por qué creéis que os comportáis de esa manera?
Enrico reflexiona un momento.
—Por la inquietud que sentimos en el fondo.
Diletta sonríe.
—¡Como la de Pessoa!
Enrico le sonríe.
—Sí, pero la nuestra es más simple. Soñábamos con el amor, lo perseguimos, lo encontramos, y luego acabamos perdiéndolo. Día tras día, pensando que lo bueno estaba aún por llegar, esperando... y sin darnos cuenta acabamos perdidos en el presente.
Diletta lo mira suspicaz.
—¿En serio se vuelve uno así?
—Yo no soy así.
Enrico mira a Nick.
—¿De modo que no eres así? Sólo porque no tienes moto, porque no haces todo lo que ha dicho Erica. En cambio hay millones como tú...
—¿Qué quieres decir?
—Gente que no le hace frente a la vida. Que no crece. Dejan pasar el tiempo, trabajan sólo para distraerse. Y sin saber ni cómo, un día descubren que ya han cumplido los cuarenta.
______ se abraza a Nick.
—Yo he taponado su clepsidra.
Erica toma su primer sorbo de champán.
—Yo soy abstemia, pero hoy he decidido emborracharme.
—¿Y eso por qué?
—Por Giorgio, mi novio. Tiene sólo veinte años, pero ya es así.
—¿Y por qué no lo dejas?
—No puedo. Es muy bueno.
—Te advierto que llegará un momento en que mirarás tu vida, la habrás visto pasar y te preguntarás dónde estuviste todo ese tiempo.
—¡A menos que Giorgio, al ver que te estás despertando, te deje embarazada! —exclama Pietro, momentáneamente atento, después de haberse eclipsado un poco con Olly al fondo de la mesa.
Enrico se ríe.
—Ya, justo lo que hizo Cristina con Flavio. Que sólo lo vemos en los partidos de futbito, y ni siquiera se queda después a cenar.
—Bueno —Pietro se levanta—, me parece un análisis cruel y despiadado de unos años que en realidad tuvieron su gracia. Como la cultura, las experiencias, los viajes que hicimos. De modo que... ¡me voy!... Adiós.
Olly también se levanta y se acerca a Pietro.
—Adiós, chicas, hablamos después.
Nick se queda petrificado al verlos salir del local.
—Eh, ¿adónde vais? —Luego sonríe, ligeramente preocupado—. Pietro...
—Tranquilo, sólo vamos a dar una vuelta en su ciclomotor. Hace veinte años que no me monto en uno, que no siento ese escalofrío que te produce el viento de cara. Cada día salgo por la mañana en mi monovolumen porque primero tengo que llevar a los niños al colegio. Por la noche tampoco por que si no, en moto, a mi mujer se le estropearía el peinado... ¡Y hoy habéis hecho que me vengan ganas! ¿Vale? ¿O es que no me puedo regalar un simple e inocente paseo en moto por mi ciudad? ¿Te parece excesivo? Además, Olly ya es mayor de edad, ella sabrá lo que hace, ¿no?
Y mientras lo dice, la coge de la mano y salen del reservado. Una vez fuera de la vista de los demás, Pietro se detiene en la barra.
—¿Me da la cuenta, por favor? —Y sonríe—. Me han hecho este regalo... —y mira a Olly con intensidad—, es lo mínimo que puedo hacer.
Olly se apoya lánguidamente en la barra.
—¿Ya sabes cómo conduzco?
—No, pero me lo imagino. Como me imagino el resto.
—No lo creo... —Olly sonríe con picardía—. Es imposible que tengas tanta imaginación.
Y, por un instante Pietro se vuelve a sentir joven, confuso, ligeramente inseguro. No sabe bien qué hacer. Qué decir. No encuentra su habitual respuesta rápida, irónica, cínica. Pero está excitado. Y mucho. Excitado como nunca. Paga de prisa, con su tarjeta de crédito.
Coge el resguardo, se guarda el billetero en el bolsillo y se lleva a Olly hacia la salida. Abre galante la puerta del restaurante. La deja pasar, fuera, en la calle, hasta el tráfico parece silencioso.
—Voy a buscar el ciclomotor y vuelvo. —Olly se aleja contoneándose divertida, más mujer de lo habitual ahora. Pietro se queda mirándola. Da un largo suspiro. Se saca del bolsillo de la chaqueta un paquete de cigarrillos. Coge uno. Se lo mete en la boca torcido, caído. Aspira y el cigarrillo se coloca en su lugar de golpe. Lo enciende. Da una calada larga, plena, degustando hasta el fondo, saboreando ese momento de imprevista libertad. Sin tiempo, sin meta, sin prisa. Ahhh. Hasta el cigarrillo sabe mejor que de costumbre. Olly llega con su ciclomotor y se detiene frente a él. Tiene otro casco apoyado entre las piernas. Se inclina para cogerlo, pero lo hace lentamente. Y una sonrisa. Una broma. Una mirada. Y esa mano, y ese casco entre las piernas. Y otra sonrisa convertida en promesa. Pero de repente se oye una voz.
—¡Pietro! ¿Eres tú? Me ha parecido ver tu coche.
Susanna y sus dos hijos están ante él. Lorenzo sonríe, está hecho todo un hombrecito para su edad.
—¡Hola, papá!
Carolina también lo saluda, más decidida. Pero es natural, tiene ya trece años. Pietro se acerca en seguida a Susanna y la besa en los labios.
—¡Hola! ¡Qué sorpresa! —Alborota un poco el pelo de Lorenzo. Luego besa rápidamente a Carolina que, rebelde, no le ofrece demasiado tiempo la mejilla. Olly observa la escena en silencio. Pietro se incorpora de nuevo. Ha recuperado su seguridad.
—¡Qué sorpresa tan agradable... en serio! —Entonces se vuelve hacia Olly—. Ah, sí, disculpe... —Señala la calle—. Como le decía, siga adelante, en el próximo semáforo gire a la derecha y todo recto llegará a via Véneto.
Olly arranca su ciclomotor y se va, sin dar las gracias. Pietro la mira mientras se aleja. Mueve la cabeza.
—¡Es increíble! Parece que te hagan un favor. Les indicas el camino y ni siquiera te dan las gracias. Bah, los jóvenes de hoy...
Susanna sonríe.
—También tú eras así entonces... Qué digo, ¡eras mucho peor! De joven ser educado está casi mal visto. ¿Te acuerdas de lo que hacías? Preguntabas una dirección y a la que lo tenías más o menos claro, arrancabas de golpe sin esperar a que el otro acabase de explicártelo.
—¡Anda que no ha llovido desde entonces! ¿Qué hacéis por aquí?
—Hemos ido a ver a la abuela. Ha venido también mi hermana, pero tenía que irse temprano, de manera que pensábamos ir a casa dando un paseo. ¿Y tú? —Susanna señala hacia el restaurante.
—Estaba comiendo con Enrico y con Nick.
—¿En serio? Hace tiempo que no veo a Nick. Voy a entrar, así por lo menos lo saludo.
—Pues claro. —Sólo que, en ese momento, Pietro piensa en toda la mesa. Sobre todo en las tres comensales jovencísimas; demasiado parecidas a la que acaba de irse en su ciclomotor—. No, mira, Susanna, es mejor que no lo hagas. Hemos salido a comer porque tenía ganas de hablar. Está mal, ¿sabes?, echa de menos a Miley. Y si ahora te ve a ti a nosotros, una pareja, vaya, y encima con Lorenzo, Carolina, nuestros hijos... una familia, todo lo que él hubiese deseado tener.
—Tienes razón. No lo había pensado. —Susanna le sonríe—. Qué bueno eres.
—¿Por qué?
—Porque eres sensible.
—Bah. ¡Venga que os llevo a casa! Rápido, que luego tengo que volver a la oficina.
Se montan todos en el coche. Pietro arranca.
Olly está parada en la esquina. Ha seguido toda la escena desde lejos. Vuelve atrás, aparca el ciclomotor y entra de nuevo en el restaurante.
—¡Eh, mirad quién es!
—¿Qué ha ocurrido? ¿Ya os habéis peleado?
Nick se vuelve preocupado hacia Enrico.
—Debe de haber intentado algo en cuanto salió.
—No seas tan mal pensado.
______ se acerca a Olly.
—¿Y bien? ¿Se puede saber qué ha pasado?
—Se ha acordado de que estaba casado.
—¿Cómo? ¿Qué te ha dicho?
—Nada... Me ha indicado la dirección para ir a via Véneto. Primero a la derecha y luego todo recto.
—¡Qué bruto!
—¡Es mentira! Ha preferido acompañar a casa a su mujer y a los niños.
—¡¿Qué?! —Nick casi se cae de la silla—. ¿Susanna estaba afuera?
Olly asiente con la cabeza. Enrico también palidece.
—Dios mío, imagina que hubiese entrado y nos hubiese visto así. Comiendo con tres chicas de diecisiete años.
Diletta levanta la mano.
—Yo ya tengo dieciocho.
—¡Y yo también!
—Y yo. La única que tiene diecisiete es ______.
—No creo que para Susanna hubiese mucha diferencia, ni tampoco para mi mujer. Si llegara a enterarse.
Justo en ese momento, suena el móvil de Nick. Lo saca de la chaqueta. Mira la pantalla, pero no reconoce el número.
—¿Sí? ¿Quién es...? Ah, sí, descuide. —Nick escucha lo que le dicen por teléfono—. Sí, perfecto, gracias. —Y cuelga. Vuelve a guardarse el teléfono en el bolsillo y mira a Enrico—. Ya están listas las fotos que me pediste. Puedo pasar a buscarlas mañana.
Enrico se sirve un poco de champán. Se lo bebe de un solo trago. Deja la copa en la mesa y mira a Nick. Qué suerte que Susanna no haya entrado en el restaurante. Susanna no ha descubierto nada. No sabe nada todavía. En cambio, Enrico, al día siguiente lo sabrá todo. Pero ¿qué es todo?
disculpenme chicas!!!!!
por la tardanza les dejo 1 cap de mas :D
las quiero :hug:
Al día siguiente. Viale Regina Margherita. Nick los mira y sacude la cabeza.
—Hubiese esperado cualquier cosa menos este tipo de favor.
Enrico y Pietro caminan divertidos junto a Nick, cogiéndolo del brazo.
—Tienes que disculparnos, ¿eh? Tú te diviertes como un loco, rejuveneces, mira... —Pietro le pone una mano en el estómago—, debes de haber perdido dos kilos, ves películas porno como hacíamos cuando teníamos veinte años. Y nosotros, ¿qué? ¿Nada? ¿Quieres dejarnos al margen?
Nick se suelta del brazo de Pietro.
—Muy bien. En primer lugar, no he visto ninguna película porno con ______. Segundo: me habéis preparado una encerrona pidiéndome un favor que... —Nick pone voz Marlon Brando— no puedo rechazar. Tercero, y muy probablemente lo más importante —Nick los mira a ambos—, a lo mejor no os acordáis, pero entre vosotros y yo existe una pequeña diferencia: ¡vosotros estáis casados! —Después continúa, dirigiéndose sobre todo a Enrico—. El matrimonio es como una flor. Uno tiene que ocuparse de él cada día, cuidarlo, cultivarlo, dedicarle amor, alimentarlo...
—Mira por dónde, en eso estoy de acuerdo contigo. —Enrico asiente con la cabeza—. Y por eso mismo me gustaría saber cuándo tendremos una respuesta.
—¡Tú ni siquiera esperas a saber la verdad y ya te comportas así.
—¿Qué tiene que ver?, esto es un juego.
Pietro, que no sabe nada, intenta averiguar algo más.
—Perdonad, ¿me lo podéis explicar? Me he perdido.
Enrico mira a Nick.
—En realidad, no hay nada que explicar.
Nick intenta echarle tierra al asunto.
—Sí, no es nada. No te preocupes, Pietro, es algo entre nosotros.
Pietro se encoge de hombros.
—Vale, como queráis.
Nick se detiene frente al restaurante.
—Ya conocéis las reglas, ¿eh?
—¿De qué reglas hablas? Esto es como una cita a ciegas. Lo que sea, será.
—Pero Pietro, ¿estás de guasa? ¿Y en qué lugar me dejas a mí?
—À la guerre comme à la guerre. —Y Pietro se mete a toda velocidad en el restaurante. Un local blanco, diáfano, completamente nuevo. El Panda.
—Pero ¿será gilipollas? Maldita sea, tenía que haber retirado mi palabra. Entremos, Enrico. Como tú no me eches una mano, me voy a cabrear en serio, que lo sepas.
Enrico sonríe.
—Sabes perfectamente que yo sólo he venido por divertirme. Me gustaría estar en otro lado.
—Vale, veamos qué se le ocurre a ese anormal.
Pietro está ya en la barra. Tiene abierta una botella de champán y la está sirviendo en varias copas.
—¿Tú has visto eso...? —Nick intenta darle alcance, pero demasiado tarde. Pietro ha desaparecido ya al fondo del salón.
—Aquí estoy. No podía presentarme con las manos vacías.
Enrico y Nick llegan en seguida. Pietro se mueve con elegancia alrededor de la mesa.
—Toma. —Y pasa una copa—. Toma tú también. ¡Y ahora, un brindis! ¡Por ______ y sus amigas!
______ levanta su copa.
—Bien. Ella es Diletta.
—¡Hola!
—Ella es Erica.
—Encantado.
—¡Y por último, ésta es Olly!
Pietro pasa la última copa. Luego se detiene en Olly, que le saluda con una amplia sonrisa.
—Hola...
—Hola.
Pietro se vuelve divertido, eufórico sólo de imaginar lo que sucederá.
—Éstos son mis amigos. Él es Enrico...
Enrico levanta una mano, un poco azorado.
—¿Qué tal?
—Él es Nick. —Pietro sonríe y luego mira a ______—. Una de vosotras lo conoce bien. Incluso demasiado bien. Hasta me lo ha hecho adelgazar. No sé las demás.
______ no se la deja pasar.
—Las demás nunca lo conocerán tan bien.
—¡Es cierto! Tienes toda la razón... —Pietro levanta su copa—. Brindemos entonces. Porque la amistad nunca sea traicionada.
Todos levantan sus copas.
—Y, en cualquier caso, por todas esas traiciones que hacen que los amigos sean aún más amigos.
Las chicas se miran sin entender del todo. Olly se encoge de hombros.
—Bah, a mí me mola. —Y choca divertida su copa con la de Pietro. Los demás también brindan.
—¡Chin chin!
Un camarero se acerca a Pietro.
—Señor, la mesa está preparada tal como usted me pidió.
—Perfecto.
Pietro se saca del bolsillo de la chaqueta un billete de veinte euros y se lo pasa por detrás, con la mano cerrada, para que los demás no vean.
—Señores, por favor, la comida nos aguarda.
Y todos lo siguen hacia un reservado que hay al fondo del restaurante.
______ se acerca a Nick y lo coge del brazo.
—¡Eh, esta idea me gusta cantidad, es muy divertida! Has sido muy amable.
Él le sonríe y apoya su mano en la de ella.
—¿En serio te gusta? Cuando te lo pedí pensaba que te enfadarías.
—Pues no, todo lo contrario. Si me presentas a tus amigos, quiere decir que estás tranquilo, que estás bien conmigo.
—Pues claro.
—Y además me alegra que conozcan también a mis amigas. Así, al menos, cuando hagamos una cena en casa podrán venir ellas también y todos nos sentiremos a nuestras anchas.
—Por supuesto que sí. ¡Las que se pondrán de lo más contentas son las esposas de mis amigos!
—No veo qué problema hay. Las invitamos a ellas también, ¿no?
—¿Con tus amigas? ¿Sabes lo que pasaría? Los dos policías de costumbre vendrían a buscarnos por la carnicería que se iba a armar en el edificio. Eso por no hablar del vecino, que al oír los disparos empezaría a disparar también él directamente desde su terraza.
—¿Tú crees?
—Esperemos que esto se acabe rápido.
—Ok, y recuerda que me debes un favor.
—No me he olvidado.
—Ese favor está en un cofre cerrado, ¿te acuerdas?
—Que nosotros abriremos —dice Nick moviendo la cabeza—. Tengo que empezar a dejar de hacer favores con tanta facilidad.
—Venid, sólo faltáis vosotros.
Pietro golpea con la mano el respaldo de una silla. Ha reservado dos asientos juntos para Nick y ______.
—A ver, peña. Aquí se come de maravilla, cocina mediterránea, taquitos de queso acompañados con miel de los más diversos aromas o frutas, que combinan a la perfección con los embutidos. O bien una ensalada de naranja, peras y nueces con pedacitos de carne a la Chateaubriand. En resumen, todo lo que puede inspirar y animar el aspecto erótico. De modo que, hoy le tocaría invitar a quien últimamente lo haya hecho en el lugar más extraño. —Pietro mira a Nick—. Y yo diría que te toca a ti. ¿Estás de acuerdo, chico de los jazmines?
Nick se queda boquiabierto. ______ se vuelve de golpe hacia Erica.
—¡No me lo puedo creer, Erica!
—Olly nos vio hablar y me preguntó qué es lo que me habías contado... Y yo, pues...
Olly abre de inmediato los brazos.
—¿Qué tiene de malo? ¡Pietro sólo me ha preguntado si conocía algún detalle vuestro privado! ¡Me ha parecido divertido! Y además es un amigo, ¿no?
Nick mueve la cabeza. Luego coge la copa de champán.
—Sí, claro, ¡el amigo del jaguar! —Y se la toma de un trago.
Diletta mira a su alrededor, un poco desconcertada.
—¿De qué va eso del «chico de los jazmines»?
Nick coge una carta y la abre.
—Vale, escoged lo que queráis y comed hasta reventar. ¡Pago yo con tal de que se hable de otra cosa! —Luego le sonríe a ______—. Queridas, dulces, frescas... ¡Olas, silenciosas!
Y así siguen, pidiendo platos, riéndose, Nick y sus amigos retrocediendo al pasado, ______ y sus amigas creciendo de golpe. Y luego, todos juntos en el presente. Mundos y edades confrontados.
—¿Y vosotros vais a discotecas?
—¡Continuamente!
—¡Mentirosos!
—Fuimos al Goa cuando la fiesta de Giorgia.
—Es verdad, por sus cuarenta.
—Qué triste...
—Sí, sus primeros y últimos cuarenta años.
Diletta interviene.
—De todos modos, hay quien ya puede ser viejo a los dieciocho.
—Puede, pero yo pienso seguir siendo una niña a los sesenta —dice Olly.
—Además, ¿qué importancia tiene la edad? La edad no cuenta.
—Eso es muy cierto. En esta mesa tenemos un buen ejemplo. ¡Una pareja perfecta: la de los jazmines, ¿o no?!
—¡He dicho que pagaría yo a condición de que no se hablase más de ello!
Y siguen. Champán. Platos suculentos, fríos, a base de pescado crudo, ensalada templada de frutos de mar.
—¿Y el mundo del trabajo es como el de la escuela?
—Hay una sola diferencia: te examinan igual, pero te pagan.
—Guay. Al menos compensa.
—A menos que te suspendan. Entonces no puedes repetir en setiembre y te dejan de pagar.
—Dramático...
—Pues sí.
—A mí me gustaría ser ya mayor sólo por tener un hijo.
Pietro sonríe.
—Querida Diletta, también yo pensaba lo mismo, luego tuve dos. Ahora me quedo callado, y ellos hablan por todos...
Enrico suspira.
—En cambio, yo todavía no tengo ninguno, y es algo que me gustaría muchísimo.
Diletta lo mira y sonríe.
—¿Lo ves? Hay cosas que son hermosas, independientemente de la edad.
______ mastica un trozo de pan.
—Sí, como el amor.
Pietro se acaba su copa.
—¡O como el sexo! ¡O mejor dicho, el deseo de hacerlo! En realidad, mejora cuando maduras. Como una botella de vino... Cuanto más añejo, mejor.
—Sí, pero entonces te cuesta una pasta.
—¿El vino o el sexo?
—En ciertos casos, ambos.
Diletta muerde un trozo de pan y moja otro en la salsa de unos mejillones a la pimienta.
—En cualquier caso, al hombre te lo tienes que buscar maduro, al menos ésa es mi opinión.
Pietro levanta la mano.
—¡Estupendo! ¡Yo soy supermaduro!
—Y supercasado...
—Mejor así, ¿no crees? Puedes probarme sin riesgo alguno. No te aflijo, no te estreso, no te llamo continuamente para saber dónde estás, no te fastidio obsesionándome... Además, si las cosas no marchan entre nosotros, no hay que recurrir al divorcio. Vaya, que todo son ventajas. Soy el hombre ideal.
—Bah, no eres tan maduro, a juzgar por cómo hablas... No me convienes, independientemente de que estés o no casado. Uno no es maduro sólo porque haya alcanzado una cierta edad, sino por cómo se comporta. Yo, sin ir más lejos, tengo a uno que me corteja. Sólo tiene veinte años, pero es más maduro que todos vosotros.
—Pobrecillo, eso quiere decir que no sabe disfrutar de la vida.
______ la mira.
—¿Quién es, Filippo?
—Sí.
—¿Y por qué no te lías con él?
—Por el momento no tengo ganas de pensar en eso, ¿qué prisa hay?
Olly se come un mejillón. Luego se chupa los dedos.
—En mi opinión, ese tipo... Filippo... no está mal, pero me parece que es un poco monótono. Por cómo se viste, por lo que dice. Es como metódico.
Pietro mira a Enrico.
—Como Flavio.
—¿Quién es?
—Un amigo nuestro metódico.
—A propósito, ya se recuperó de lo de ayer.
—Ah, qué bien.
—Pero no se recupera de la vida. Su mujer lo tiene sometido, pasivo y preso.
—Pobrecillo. —Olly se ríe—. ¿Por qué no lo habéis traído? ¡A lo mejor lo salvaba yo!
—No, Olly, no puede salir.
—¿Del trabajo?
—No, de la cárcel.
—¿Está en la trena?
—Sí, en la Regina-Cristina-Coeli.
—Pobrecillo, en serio.
—Sí, pobrecillo. Gana bastante, pero invierte mal.
—Hay que saber invertir en la propia felicidad.
______ apoya la cabeza en el hombro de Nick.
—Lo dice hasta Ligabue... «¿Y qué interés crees que te dará la vida que no gastes?». De hecho, mi Nick no lo dudó un momento. ¡En cuanto me vio se me echó encima!
Olly resopla y se sirve otra copa.
—Dios mío, qué almibarada resulta la familia Jazmines. Pobres de nosotras. Nuestra jefa perdida en un mar de melaza. ¡Viva el champán y la libertad hecha de burbujas, como diría Vasco Rossi! ¡Coca, casa e iglesia!
Pietro la mira.
—Esa canción es una maravilla. A tu edad, yo también la escuchaba. —Y apoya su mano en la de ella. Olly no la retira.
Enrico se da cuenta. Olly le sonríe a Pietro.
—¿Cómo? ¡¿Ahora ya has crecido?!
—No. —Coge la copa y la choca con la de Olly—. Brindemos por el tipo de treinta y nueve años más inmaduro que pueda existir. —Le sonríe y le guiña un ojo.
—A propósito —Erica los mira a todos—, hace unos días, leí un articulo en Internet. Decía que vuestra generación es la de los middlescent. O sea, que vais en moto, mandáis un montón de mensajes con el móvil, os vestís a la moda, habláis en plan colega. ¿Por qué creéis que os comportáis de esa manera?
Enrico reflexiona un momento.
—Por la inquietud que sentimos en el fondo.
Diletta sonríe.
—¡Como la de Pessoa!
Enrico le sonríe.
—Sí, pero la nuestra es más simple. Soñábamos con el amor, lo perseguimos, lo encontramos, y luego acabamos perdiéndolo. Día tras día, pensando que lo bueno estaba aún por llegar, esperando... y sin darnos cuenta acabamos perdidos en el presente.
Diletta lo mira suspicaz.
—¿En serio se vuelve uno así?
—Yo no soy así.
Enrico mira a Nick.
—¿De modo que no eres así? Sólo porque no tienes moto, porque no haces todo lo que ha dicho Erica. En cambio hay millones como tú...
—¿Qué quieres decir?
—Gente que no le hace frente a la vida. Que no crece. Dejan pasar el tiempo, trabajan sólo para distraerse. Y sin saber ni cómo, un día descubren que ya han cumplido los cuarenta.
______ se abraza a Nick.
—Yo he taponado su clepsidra.
Erica toma su primer sorbo de champán.
—Yo soy abstemia, pero hoy he decidido emborracharme.
—¿Y eso por qué?
—Por Giorgio, mi novio. Tiene sólo veinte años, pero ya es así.
—¿Y por qué no lo dejas?
—No puedo. Es muy bueno.
—Te advierto que llegará un momento en que mirarás tu vida, la habrás visto pasar y te preguntarás dónde estuviste todo ese tiempo.
—¡A menos que Giorgio, al ver que te estás despertando, te deje embarazada! —exclama Pietro, momentáneamente atento, después de haberse eclipsado un poco con Olly al fondo de la mesa.
Enrico se ríe.
—Ya, justo lo que hizo Cristina con Flavio. Que sólo lo vemos en los partidos de futbito, y ni siquiera se queda después a cenar.
—Bueno —Pietro se levanta—, me parece un análisis cruel y despiadado de unos años que en realidad tuvieron su gracia. Como la cultura, las experiencias, los viajes que hicimos. De modo que... ¡me voy!... Adiós.
Olly también se levanta y se acerca a Pietro.
—Adiós, chicas, hablamos después.
Nick se queda petrificado al verlos salir del local.
—Eh, ¿adónde vais? —Luego sonríe, ligeramente preocupado—. Pietro...
—Tranquilo, sólo vamos a dar una vuelta en su ciclomotor. Hace veinte años que no me monto en uno, que no siento ese escalofrío que te produce el viento de cara. Cada día salgo por la mañana en mi monovolumen porque primero tengo que llevar a los niños al colegio. Por la noche tampoco por que si no, en moto, a mi mujer se le estropearía el peinado... ¡Y hoy habéis hecho que me vengan ganas! ¿Vale? ¿O es que no me puedo regalar un simple e inocente paseo en moto por mi ciudad? ¿Te parece excesivo? Además, Olly ya es mayor de edad, ella sabrá lo que hace, ¿no?
Y mientras lo dice, la coge de la mano y salen del reservado. Una vez fuera de la vista de los demás, Pietro se detiene en la barra.
—¿Me da la cuenta, por favor? —Y sonríe—. Me han hecho este regalo... —y mira a Olly con intensidad—, es lo mínimo que puedo hacer.
Olly se apoya lánguidamente en la barra.
—¿Ya sabes cómo conduzco?
—No, pero me lo imagino. Como me imagino el resto.
—No lo creo... —Olly sonríe con picardía—. Es imposible que tengas tanta imaginación.
Y, por un instante Pietro se vuelve a sentir joven, confuso, ligeramente inseguro. No sabe bien qué hacer. Qué decir. No encuentra su habitual respuesta rápida, irónica, cínica. Pero está excitado. Y mucho. Excitado como nunca. Paga de prisa, con su tarjeta de crédito.
Coge el resguardo, se guarda el billetero en el bolsillo y se lleva a Olly hacia la salida. Abre galante la puerta del restaurante. La deja pasar, fuera, en la calle, hasta el tráfico parece silencioso.
—Voy a buscar el ciclomotor y vuelvo. —Olly se aleja contoneándose divertida, más mujer de lo habitual ahora. Pietro se queda mirándola. Da un largo suspiro. Se saca del bolsillo de la chaqueta un paquete de cigarrillos. Coge uno. Se lo mete en la boca torcido, caído. Aspira y el cigarrillo se coloca en su lugar de golpe. Lo enciende. Da una calada larga, plena, degustando hasta el fondo, saboreando ese momento de imprevista libertad. Sin tiempo, sin meta, sin prisa. Ahhh. Hasta el cigarrillo sabe mejor que de costumbre. Olly llega con su ciclomotor y se detiene frente a él. Tiene otro casco apoyado entre las piernas. Se inclina para cogerlo, pero lo hace lentamente. Y una sonrisa. Una broma. Una mirada. Y esa mano, y ese casco entre las piernas. Y otra sonrisa convertida en promesa. Pero de repente se oye una voz.
—¡Pietro! ¿Eres tú? Me ha parecido ver tu coche.
Susanna y sus dos hijos están ante él. Lorenzo sonríe, está hecho todo un hombrecito para su edad.
—¡Hola, papá!
Carolina también lo saluda, más decidida. Pero es natural, tiene ya trece años. Pietro se acerca en seguida a Susanna y la besa en los labios.
—¡Hola! ¡Qué sorpresa! —Alborota un poco el pelo de Lorenzo. Luego besa rápidamente a Carolina que, rebelde, no le ofrece demasiado tiempo la mejilla. Olly observa la escena en silencio. Pietro se incorpora de nuevo. Ha recuperado su seguridad.
—¡Qué sorpresa tan agradable... en serio! —Entonces se vuelve hacia Olly—. Ah, sí, disculpe... —Señala la calle—. Como le decía, siga adelante, en el próximo semáforo gire a la derecha y todo recto llegará a via Véneto.
Olly arranca su ciclomotor y se va, sin dar las gracias. Pietro la mira mientras se aleja. Mueve la cabeza.
—¡Es increíble! Parece que te hagan un favor. Les indicas el camino y ni siquiera te dan las gracias. Bah, los jóvenes de hoy...
Susanna sonríe.
—También tú eras así entonces... Qué digo, ¡eras mucho peor! De joven ser educado está casi mal visto. ¿Te acuerdas de lo que hacías? Preguntabas una dirección y a la que lo tenías más o menos claro, arrancabas de golpe sin esperar a que el otro acabase de explicártelo.
—¡Anda que no ha llovido desde entonces! ¿Qué hacéis por aquí?
—Hemos ido a ver a la abuela. Ha venido también mi hermana, pero tenía que irse temprano, de manera que pensábamos ir a casa dando un paseo. ¿Y tú? —Susanna señala hacia el restaurante.
—Estaba comiendo con Enrico y con Nick.
—¿En serio? Hace tiempo que no veo a Nick. Voy a entrar, así por lo menos lo saludo.
—Pues claro. —Sólo que, en ese momento, Pietro piensa en toda la mesa. Sobre todo en las tres comensales jovencísimas; demasiado parecidas a la que acaba de irse en su ciclomotor—. No, mira, Susanna, es mejor que no lo hagas. Hemos salido a comer porque tenía ganas de hablar. Está mal, ¿sabes?, echa de menos a Miley. Y si ahora te ve a ti a nosotros, una pareja, vaya, y encima con Lorenzo, Carolina, nuestros hijos... una familia, todo lo que él hubiese deseado tener.
—Tienes razón. No lo había pensado. —Susanna le sonríe—. Qué bueno eres.
—¿Por qué?
—Porque eres sensible.
—Bah. ¡Venga que os llevo a casa! Rápido, que luego tengo que volver a la oficina.
Se montan todos en el coche. Pietro arranca.
Olly está parada en la esquina. Ha seguido toda la escena desde lejos. Vuelve atrás, aparca el ciclomotor y entra de nuevo en el restaurante.
—¡Eh, mirad quién es!
—¿Qué ha ocurrido? ¿Ya os habéis peleado?
Nick se vuelve preocupado hacia Enrico.
—Debe de haber intentado algo en cuanto salió.
—No seas tan mal pensado.
______ se acerca a Olly.
—¿Y bien? ¿Se puede saber qué ha pasado?
—Se ha acordado de que estaba casado.
—¿Cómo? ¿Qué te ha dicho?
—Nada... Me ha indicado la dirección para ir a via Véneto. Primero a la derecha y luego todo recto.
—¡Qué bruto!
—¡Es mentira! Ha preferido acompañar a casa a su mujer y a los niños.
—¡¿Qué?! —Nick casi se cae de la silla—. ¿Susanna estaba afuera?
Olly asiente con la cabeza. Enrico también palidece.
—Dios mío, imagina que hubiese entrado y nos hubiese visto así. Comiendo con tres chicas de diecisiete años.
Diletta levanta la mano.
—Yo ya tengo dieciocho.
—¡Y yo también!
—Y yo. La única que tiene diecisiete es ______.
—No creo que para Susanna hubiese mucha diferencia, ni tampoco para mi mujer. Si llegara a enterarse.
Justo en ese momento, suena el móvil de Nick. Lo saca de la chaqueta. Mira la pantalla, pero no reconoce el número.
—¿Sí? ¿Quién es...? Ah, sí, descuide. —Nick escucha lo que le dicen por teléfono—. Sí, perfecto, gracias. —Y cuelga. Vuelve a guardarse el teléfono en el bolsillo y mira a Enrico—. Ya están listas las fotos que me pediste. Puedo pasar a buscarlas mañana.
Enrico se sirve un poco de champán. Se lo bebe de un solo trago. Deja la copa en la mesa y mira a Nick. Qué suerte que Susanna no haya entrado en el restaurante. Susanna no ha descubierto nada. No sabe nada todavía. En cambio, Enrico, al día siguiente lo sabrá todo. Pero ¿qué es todo?
disculpenme chicas!!!!!
por la tardanza les dejo 1 cap de mas :D
las quiero :hug:
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
uff ya iba a salir a pegar pancartas de se busca :P
ame los caps!! que feo con olly.....
cuando pietro y enrico le contaron a nick casi me da algo, amo cuando se pone asi de celoso y toda la cosa xD
sube mas cuando puedas! y por fa nu te desaparezcas a si, he!
tkmmm :hug:
ame los caps!! que feo con olly.....
cuando pietro y enrico le contaron a nick casi me da algo, amo cuando se pone asi de celoso y toda la cosa xD
sube mas cuando puedas! y por fa nu te desaparezcas a si, he!
tkmmm :hug:
Invitado
Invitado
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
me encanto el cap...pff..se salvaron por los pelos si lo hubiera visto montandose en la motoneta .....uuuuf tremenda paliza hiba ha tener pietro por andar de caliente pero HOMBRES..!! quien los hace cambiar..? cielos que horror ojala las que andamos sin novio encontraramos a alguien como nick n_n saludos espero cap ttqqmm
Bianca
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
pobre de olly
jejeje
se le aguando la fiestaaaa
hey siguela porfaaaaaa
jejeje
se le aguando la fiestaaaa
hey siguela porfaaaaaa
chelis
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
DWEOPCDSFJWKLS AY PIETRO! POBRE OLLY!!!...?
SIGUELA ME ENCANTO!!!!
CASI ME DIO EL PARO CUANDO LE CONTARON...
SIGUELA!!!!
SIGUELA ME ENCANTO!!!!
CASI ME DIO EL PARO CUANDO LE CONTARON...
SIGUELA!!!!
Just Me! Melissa! :)
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
OMJ!! mañana sabra todo :O
siGue!!! me mata por saber cual es la verdad!!!!
siGue!!! me mata por saber cual es la verdad!!!!
Vanee LovatoD'Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
Capitulo Setenta y siete
Un poco después. Por la tarde. Un sol alegre entra por la ventana del despacho. Nick está sentado en su sillón. Mañana iré solo a buscar las fotos. Enrico me ha dado el dinero. No se ve con fuerzas para venir conmigo. No quiere enfrentarse con la mirada del investigador privado. Ya. ¿Cómo lo habría mirado Tony Costa? ¿Habría sonreído? ¿Habría hecho como si nada? Él lo ha visto todo. Lo sabe todo. No alberga duda alguna. Y, por encima de todo, tiene las fotos.
—Nick, Leo quiere verte en su despacho. —La secretaria pasa corriendo junto a él cargada de carpetas.
—¿Sabes qué quiere?
—A ti.
Nick se estira la chaqueta. Mira su reloj. 15.30. Bien, ha sido una comida de trabajo. Sí, vaya, trabajo, tenía que saldar una deuda. Y ahora he contraído otra con ______ por haber traído a sus amigas. Mejor no se lo recuerdo. El problema es que, como decía Benjamin Franklin, los acreedores tienen mejor memoria que los deudores.
Nick llama a la puerta.
—¡Adelante!
—Con permiso.
La peor sorpresa que hubiese podido imaginar está cómodamente sentada en el sofá de su director. Tiene un café en la mano y sonríe.
—Hola, Nick.
—Hola, Marcello.
En un instante, Nick lo entiende todo. Los japoneses han respondido. Y no les ha gustado. Es como decir: Lugano.
—¿Quieres también tú un café?
Nick sonríe, intentando aparentar tranquilidad.
—Sí, gracias. —No hay que perder jamás el control. Concentrarse en pensamientos positivos. No existen los fracasos, tan sólo oportunidades de aprender algo nuevo.
—Por favor, ¿me trae otro café? Y un poco de leche fría aparte —Leonardo sonríe y apaga el interfono—. Siéntate.
Nick lo hace. Está incómodo en ese sofá. Se ha acordado de la leche. Pero quizá se haya olvidado de golpe de todos mis éxitos anteriores. De lo contrario, ¿por qué iba a ponerme de nuevo frente a este copywriter irritante y falso?
Leonardo se apoltrona en su sillón.
—Bueno, os he llamado porque, desgraciadamente...
Nick gira ligeramente la cabeza.
—... la partida vuelve a estar abierta. Nick, tus espléndidas ideas no han sido aceptadas.
Marcello lo mira y sonríe, fingiendo sentirse apenado. Nick evita su mirada.
Llaman a la puerta.
—¡Adelante!
Entra la secretaria con el café. Lo deja en la mesa y sale. Nick coge su vasito y le añade un poco de leche. Pero antes de bebérselo, mira con seguridad a Leonardo.
—¿Puedo saber por qué?
—Por supuesto. —Leonardo se echa hacia atrás y se apoya en el respaldo—. Les ha parecido un óptimo trabajo. Pero, allí, ya otros han hecho productos de ese tipo, ligados a la fantasía. Ya sabes que Japón es la patria del manga y de las criaturas fantásticas alejadas de la realidad. Pero lo cierto es que, lamentablemente, esos productos no funcionaron. Han dicho que éste no es momento para sueños extremos. Es el momento de soñar con realismo.
Nick se termina su café y lo deja sobre la mesa.
—Soñar con realismo...
Leonardo se pone en pie y empieza a caminar por la habitación.
—Sí, necesitamos sueños. Pero sueños en los que podamos creer. Una chica subida en un columpio sujeto de las nubes o que hace surf entre las estrellas en la ola azul del cielo es un sueño increíble. No nos lo podemos creer. Rechazamos ese tipo de sueño. Y, en consecuencia, también el producto. —Leonardo se vuelve a sentar—. ¿Qué queréis?, son japoneses. Inventad un sueño para ellos que sean capaces de creerse —Leonardo se pone serio de repente—. Un mes. Tenéis un mes para hacerlo. De lo contrario, nos dejarán definitivamente fuera.
Marcello se levanta del sofá.
—Bien, en ese caso me parece que no hay tiempo que perder. Vuelvo con mi equipo.
Nick también se levanta.
Leonardo los acompaña hasta la puerta.
—Bien, buen trabajo, chicos. ¡Que soñéis bien... y mucho!
Marcello se detiene en la puerta.
—Como dijo Pascoli en sus Poemas conviviales, de 1904, «el Sueño es la sombra infinita de la Verdad».
Leonardo lo mira complacido. Nick busca entre sus libros mentales intentando encontrar algo impactante para hacerse notar también él. Rápido, Nick. Rápido, demonios. Pascoli, Pascoli, ¿qué dijo Pascoli? «El que reza es santo, pero más santo es el que obra.» ¿Y eso qué tiene que ver? «Lo nuevo no se inventa: se descubre.» Hummm, un poco mejor. Pero ¿cómo voy a citar su misma fuente? Necesitaría otra. No sé, Oscar Wilde suele funcionar. Pero en este momento sólo se me ocurre aquella suya que dice: «En ocasiones es preferible callarse y parecer estúpidos que abrir la boca y disipar cualquier duda al respecto.» No estoy diciendo nada. Y Leonardo me está mirando. Ya está. Ya lo tengo. Una elección extraña pero atrevida. O eso creo.
—Ejem, sabes que los grandes sueños nunca mueren en nosotros, del mismo modo que las nubes regresan tarde o temprano, dime que al menos tú llevarás un sueño en tus ojos.
Leonardo le sonríe.
—¿De quién es? No conozco a ese poeta.
—Es de Laura Pausini.
Leonardo se lo piensa un momento. Luego sonríe y le da una palmada en la espalda.
—Bravo, muy bien. Un sueño nacional popular. Ojalá. Eso es lo que nos haría falta. —Y cierra la puerta dejándolos a solas.
Marcello lo mira.
—¿Sabes?, es extraño. Ya casi me había hecho a la idea. Aunque hubiese perdido, digamos que me parecía que estaba más cercano a ti. No sé... Había entendido aquella frase de Fitzgerald: «Los vencedores pertenecen a los vencidos.»
—¿De veras? Bueno, en lo que a mí respecta, te dejaría libre con mucho gusto.
Marcello sonríe.
—Tenemos tantas cosas en común, Nick, ya te lo dije. Y ahora nos toca volver a soñar juntos.
—No, juntos no, en contra. Y yo seré tu pesadilla. No te molestes en buscarla, es de Rambo.
Un poco después. Por la tarde. Un sol alegre entra por la ventana del despacho. Nick está sentado en su sillón. Mañana iré solo a buscar las fotos. Enrico me ha dado el dinero. No se ve con fuerzas para venir conmigo. No quiere enfrentarse con la mirada del investigador privado. Ya. ¿Cómo lo habría mirado Tony Costa? ¿Habría sonreído? ¿Habría hecho como si nada? Él lo ha visto todo. Lo sabe todo. No alberga duda alguna. Y, por encima de todo, tiene las fotos.
—Nick, Leo quiere verte en su despacho. —La secretaria pasa corriendo junto a él cargada de carpetas.
—¿Sabes qué quiere?
—A ti.
Nick se estira la chaqueta. Mira su reloj. 15.30. Bien, ha sido una comida de trabajo. Sí, vaya, trabajo, tenía que saldar una deuda. Y ahora he contraído otra con ______ por haber traído a sus amigas. Mejor no se lo recuerdo. El problema es que, como decía Benjamin Franklin, los acreedores tienen mejor memoria que los deudores.
Nick llama a la puerta.
—¡Adelante!
—Con permiso.
La peor sorpresa que hubiese podido imaginar está cómodamente sentada en el sofá de su director. Tiene un café en la mano y sonríe.
—Hola, Nick.
—Hola, Marcello.
En un instante, Nick lo entiende todo. Los japoneses han respondido. Y no les ha gustado. Es como decir: Lugano.
—¿Quieres también tú un café?
Nick sonríe, intentando aparentar tranquilidad.
—Sí, gracias. —No hay que perder jamás el control. Concentrarse en pensamientos positivos. No existen los fracasos, tan sólo oportunidades de aprender algo nuevo.
—Por favor, ¿me trae otro café? Y un poco de leche fría aparte —Leonardo sonríe y apaga el interfono—. Siéntate.
Nick lo hace. Está incómodo en ese sofá. Se ha acordado de la leche. Pero quizá se haya olvidado de golpe de todos mis éxitos anteriores. De lo contrario, ¿por qué iba a ponerme de nuevo frente a este copywriter irritante y falso?
Leonardo se apoltrona en su sillón.
—Bueno, os he llamado porque, desgraciadamente...
Nick gira ligeramente la cabeza.
—... la partida vuelve a estar abierta. Nick, tus espléndidas ideas no han sido aceptadas.
Marcello lo mira y sonríe, fingiendo sentirse apenado. Nick evita su mirada.
Llaman a la puerta.
—¡Adelante!
Entra la secretaria con el café. Lo deja en la mesa y sale. Nick coge su vasito y le añade un poco de leche. Pero antes de bebérselo, mira con seguridad a Leonardo.
—¿Puedo saber por qué?
—Por supuesto. —Leonardo se echa hacia atrás y se apoya en el respaldo—. Les ha parecido un óptimo trabajo. Pero, allí, ya otros han hecho productos de ese tipo, ligados a la fantasía. Ya sabes que Japón es la patria del manga y de las criaturas fantásticas alejadas de la realidad. Pero lo cierto es que, lamentablemente, esos productos no funcionaron. Han dicho que éste no es momento para sueños extremos. Es el momento de soñar con realismo.
Nick se termina su café y lo deja sobre la mesa.
—Soñar con realismo...
Leonardo se pone en pie y empieza a caminar por la habitación.
—Sí, necesitamos sueños. Pero sueños en los que podamos creer. Una chica subida en un columpio sujeto de las nubes o que hace surf entre las estrellas en la ola azul del cielo es un sueño increíble. No nos lo podemos creer. Rechazamos ese tipo de sueño. Y, en consecuencia, también el producto. —Leonardo se vuelve a sentar—. ¿Qué queréis?, son japoneses. Inventad un sueño para ellos que sean capaces de creerse —Leonardo se pone serio de repente—. Un mes. Tenéis un mes para hacerlo. De lo contrario, nos dejarán definitivamente fuera.
Marcello se levanta del sofá.
—Bien, en ese caso me parece que no hay tiempo que perder. Vuelvo con mi equipo.
Nick también se levanta.
Leonardo los acompaña hasta la puerta.
—Bien, buen trabajo, chicos. ¡Que soñéis bien... y mucho!
Marcello se detiene en la puerta.
—Como dijo Pascoli en sus Poemas conviviales, de 1904, «el Sueño es la sombra infinita de la Verdad».
Leonardo lo mira complacido. Nick busca entre sus libros mentales intentando encontrar algo impactante para hacerse notar también él. Rápido, Nick. Rápido, demonios. Pascoli, Pascoli, ¿qué dijo Pascoli? «El que reza es santo, pero más santo es el que obra.» ¿Y eso qué tiene que ver? «Lo nuevo no se inventa: se descubre.» Hummm, un poco mejor. Pero ¿cómo voy a citar su misma fuente? Necesitaría otra. No sé, Oscar Wilde suele funcionar. Pero en este momento sólo se me ocurre aquella suya que dice: «En ocasiones es preferible callarse y parecer estúpidos que abrir la boca y disipar cualquier duda al respecto.» No estoy diciendo nada. Y Leonardo me está mirando. Ya está. Ya lo tengo. Una elección extraña pero atrevida. O eso creo.
—Ejem, sabes que los grandes sueños nunca mueren en nosotros, del mismo modo que las nubes regresan tarde o temprano, dime que al menos tú llevarás un sueño en tus ojos.
Leonardo le sonríe.
—¿De quién es? No conozco a ese poeta.
—Es de Laura Pausini.
Leonardo se lo piensa un momento. Luego sonríe y le da una palmada en la espalda.
—Bravo, muy bien. Un sueño nacional popular. Ojalá. Eso es lo que nos haría falta. —Y cierra la puerta dejándolos a solas.
Marcello lo mira.
—¿Sabes?, es extraño. Ya casi me había hecho a la idea. Aunque hubiese perdido, digamos que me parecía que estaba más cercano a ti. No sé... Había entendido aquella frase de Fitzgerald: «Los vencedores pertenecen a los vencidos.»
—¿De veras? Bueno, en lo que a mí respecta, te dejaría libre con mucho gusto.
Marcello sonríe.
—Tenemos tantas cosas en común, Nick, ya te lo dije. Y ahora nos toca volver a soñar juntos.
—No, juntos no, en contra. Y yo seré tu pesadilla. No te molestes en buscarla, es de Rambo.
Mrs. Nick Jonas
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
QUE..? como que no aceptaron la idea de ...nick..? pero que diablos les pasa cielos,lo unico bueno es que requerira a ______ y pasaran mas tiempo juntos que lindos..n_n espero cap pronto saludos ttqqmm
Bianca
Re: "Perdona si te llamo amor" (Nick & tú)
uuuuuuuuuuuuuyyyyy
malditos japoneses que no quisieron las ideas de _____
jejejejeje
ese nick es muy intteligente
jejejeje
sigula porfa
malditos japoneses que no quisieron las ideas de _____
jejejejeje
ese nick es muy intteligente
jejejeje
sigula porfa
chelis
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