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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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The American Dream | Novela Colectiva
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: The American Dream | Novela Colectiva
EL DIA SERIA FELIZ SI TUVIERA QUE LEER :jiji: :quemierda:
nayeon.
Re: The American Dream | Novela Colectiva
Y hoy subo c': askdjaskjasjdn bc NO TENGO CLASES DE FÍSICA KASJDNAKJDASNJ Y YA ANDO ESCRIBIENDO ;-;
HAPPY WOMAN'S DAY, BBYS <33333 LAS AMOOO<33
HAPPY WOMAN'S DAY, BBYS <33333 LAS AMOOO<33
Atenea.
-------
Capítulo 14
- abran, wnas:
- Yes, i know, tarde like siglos en subir este cap askdnasdkasdn, pero no tenía tiempo de estar siquiera una hora en la lap ;-; en toda la semana, hasta el jueves xdd, y perdonde la tardanza, bbys :cc aunque... a modo de recompensa, creo que este cap me salió algo largo (?), y eso que me faltaron muchaaaaaaaaaaas cosas e.e, espero lo amen ¬¬ tienen que ¬¬ okno :cc, las amo <333
pd. SIGUE: TRIÁN (VALU)
Capítulo 14
✖Codes by Kitty Sykes.
→b y Daqueen.
→Lorreine Jenkins | Aidan Anderson | Jenna Fox | Lysandro Hardiggan | Anastasia Quinn | Camille Wright | Christian Cartairs | Terrence Timothy .
Esto no podía ser verdad. Lorreine aún no podía creer que en esta academia también vinieran con las excusas de tener un reglamento para controlar a los jóvenes. ¿Acaso ellos jamás fueron un par de adolescentes con las hormonas alborotadas tal y como la había llamado Clarisse? Debía aceptar que la directora no era de su agrado… más bien, ninguno de los dos lo era, pero debía soportarlos por un año. Un año para ser una gran estrella reconocida por todo el mundo.
¿Toque de queda? ¿Sin aparatos electrónicos? ¿Prohibido muestras de afectos? ¿Qué? ¿Vivían en la edad de piedra acaso? Ni sus abuelos eran tan estrictos… ¿Respetar a todos? ¿Convivir? ¿Cuál era la otra…? Sinceramente, Lorreine había dejado de escuchar al director Jackson en cuanto este había pronunciado la primera regla.
− Tengo miedo, Nat –murmuro la morena caminando con desgana después de la reunión.
− ¿Tu, teniendo miedo? ¿No vengas con mentiras ahora, Lorreine?
− Es en serio, idiota –se detuvo causando que su mejor amigo también lo hiciera.
− ¿Acaso no viste como se me había quedado viendo el director?
− No, Lorreine… no me fijo mucho en lo que hacen los demás.
− ¿Qué tal si resulta ser un loco psicópata pedófilo?
− Lo dudo mucho… y si así fuera, dudo más que le llegases a atraer, y… ¡auch! –vocifero mientras se acariciaba la parte donde el puño de su amiga había dado.
− Eres un estúpido, Nathan Mallete, eso eres.
− Tranquila, Lore… no creo que el director sea de esos.
− No quiero que alguien me espié mientras me baño.
− Créeme, no hay nada interesante que ver… ¡auch! ¡Oye, sabes que está prohibido esto! Debes respetarme como compañero.
− Dijiste que no hablarías de aquel día –sentencio señalando.
− ¿Qué día? ¿El día donde te emborrachaste a tal medida que mientras yo te bañaba te desnudaste? ¿De ese día hablamos? –pregunto con sarcasmo y una sonrisa burlesca el moreno.
− Idiota.
− Ese día, mi querida compañera, se irá a la tumba junto con los dos ¿contenta?
− Mejor –formo una sonrisa sarcástica la oji marrón y prosiguió con la caminata.
− ¿Te encuentras bien, Lorreine?
− Si, es solo que… ¿cómo supones que me hablará mi padre con eso de que no podremos tener aparatos electrónicos?
− Hey, él vuelve en seis meses, no tienes por qué preocuparte, los meses pasan volando.
− Lo extraño –comento con aire decaído… y para cualquier persona, ver a alguien como ella en ese estado era de suma extrañeza.
− ¿Qué te parece que para levantar tu buen ánimo vamos por algo para comer en la cafetería y me platicas que tan bien te fue en tu primer día de clases?
− Hablas como mi padre, Nathan.
− Crecen tan rápido –argumento fingiendo un lloriqueo y causando la risa de la morena−. Por cierto… ¿no crees que te pasaste un poco de la raya con el comentario hacia Jenna?
− Ahora vendrás tú con sermones ¿en serio? –cuestiono cruzándose de brazos.
− Já, el día en que de un sermón, de verdad que será el fin del mundo… lo que decía es que tal vez no debiste haber dicho ese sutil comentario enfrente de los directores… ¿ya viste como te respondió Clarisse?
− Ni me la recuerdes, por favor. Esa mujer ya entro en mi lista negra… y no es una lista muy bonita que digamos.
− Y algo me dice que esa lista ira en aumento conforme pasen los días ¿ah? –agrego burlesco el peli negro adentrándose junto con Lorreine a la cafetería− Y dime, ¿qué te parece eso del baile de bienvenida?
− Creo que será algo interesante… digo, siempre pasan cosas interesantes en un baile ¿no?
− Como la vez en que besaste al chico del acné estando toda ebria ¿no?
− ¿Debías recordar cada estupidez que he hecho?
− Para eso están los mejores amigos, Lori –comento abrazándola por los hombros−. ¿Y con quién planeas ir?
− Contigo –respondió sonriendo con diversión al ver como se atragantaba Mallete con el pequeño trozo de sándwich.
− Muy graciosa, Jenkins, casi me la creo –menciono tomando un trago de la gaseosa y viendo de reojo como su amiga mantenía la mirada burlesca, y a la vez, dándose cuenta de que no había sido una mentira−. ¿Es enserio?
− Vamos, Nat, será divertido, podrás arruinar la noche de todo el mundo si quieres –comento la morena colocando su mentón sobre sus dos manos sobre la mesa−. Además, no conozco a nadie de acá, y sabes que no soy de las que piden cosas…
− Si no las que reciben –termino la oración sabiendo que más seguía−. Si tanto insistes, pero dime ¿debo llevar traje?
− Déjame pensarlo… no creo que seas de los que le quedan los esmoquin, así que… con que lleves una camiseta y un pantalón de vestir, te verás más o menos decente.
− ¿Más o menos decente? –pregunto con incredulidad Nathan y dejando el sándwich a medio comer en el plato− ¿Y tú llevarás un vestido con florecitas rosas y les desearás a todos un feliz san Valentín?
− Acertaste con el vestido, pero jamás llevaría florecitas rosas y menos desearles a todos su felicidad –comento con una mueca de disgusto−, pero en fin, ya conseguí mi pareja… ¿algo nuevo que quieras contarme, Nathan?
− Sí –vislumbro una sonrisa divertida hacia su compañera−, hay un rubio parado a un lado de la entrada de la cafetería que no deja de violarte con la mirada, Lorreine… me temo que ya te encontramos un acosador mi pequeña –una verdadera risa escapo de los labios del moreno al ver la cara de pocos amigos que ponía la peli negra.
Lorreine volteo la mirada para dar con aquel chico que había mencionado su mejor amigo… y efectivamente, había un chico de cabellos rubios, alto –al menos más que ella−, blanco y que mantenía una sonrisa socarrona y de autosuficiencia en cuando Jenkins lo vio directamente a los ojos.
Tal vez él chico era demasiado atractivo…, pero daba la apariencia de ser de aquellos que no les importaba nada en la vida, que solamente querían problemas, y Lorreine no quería alguno durante su estadía en la academia.
¿Toque de queda? ¿Sin aparatos electrónicos? ¿Prohibido muestras de afectos? ¿Qué? ¿Vivían en la edad de piedra acaso? Ni sus abuelos eran tan estrictos… ¿Respetar a todos? ¿Convivir? ¿Cuál era la otra…? Sinceramente, Lorreine había dejado de escuchar al director Jackson en cuanto este había pronunciado la primera regla.
− Tengo miedo, Nat –murmuro la morena caminando con desgana después de la reunión.
− ¿Tu, teniendo miedo? ¿No vengas con mentiras ahora, Lorreine?
− Es en serio, idiota –se detuvo causando que su mejor amigo también lo hiciera.
− ¿Acaso no viste como se me había quedado viendo el director?
− No, Lorreine… no me fijo mucho en lo que hacen los demás.
− ¿Qué tal si resulta ser un loco psicópata pedófilo?
− Lo dudo mucho… y si así fuera, dudo más que le llegases a atraer, y… ¡auch! –vocifero mientras se acariciaba la parte donde el puño de su amiga había dado.
− Eres un estúpido, Nathan Mallete, eso eres.
− Tranquila, Lore… no creo que el director sea de esos.
− No quiero que alguien me espié mientras me baño.
− Créeme, no hay nada interesante que ver… ¡auch! ¡Oye, sabes que está prohibido esto! Debes respetarme como compañero.
− Dijiste que no hablarías de aquel día –sentencio señalando.
− ¿Qué día? ¿El día donde te emborrachaste a tal medida que mientras yo te bañaba te desnudaste? ¿De ese día hablamos? –pregunto con sarcasmo y una sonrisa burlesca el moreno.
− Idiota.
− Ese día, mi querida compañera, se irá a la tumba junto con los dos ¿contenta?
− Mejor –formo una sonrisa sarcástica la oji marrón y prosiguió con la caminata.
− ¿Te encuentras bien, Lorreine?
− Si, es solo que… ¿cómo supones que me hablará mi padre con eso de que no podremos tener aparatos electrónicos?
− Hey, él vuelve en seis meses, no tienes por qué preocuparte, los meses pasan volando.
− Lo extraño –comento con aire decaído… y para cualquier persona, ver a alguien como ella en ese estado era de suma extrañeza.
− ¿Qué te parece que para levantar tu buen ánimo vamos por algo para comer en la cafetería y me platicas que tan bien te fue en tu primer día de clases?
− Hablas como mi padre, Nathan.
− Crecen tan rápido –argumento fingiendo un lloriqueo y causando la risa de la morena−. Por cierto… ¿no crees que te pasaste un poco de la raya con el comentario hacia Jenna?
− Ahora vendrás tú con sermones ¿en serio? –cuestiono cruzándose de brazos.
− Já, el día en que de un sermón, de verdad que será el fin del mundo… lo que decía es que tal vez no debiste haber dicho ese sutil comentario enfrente de los directores… ¿ya viste como te respondió Clarisse?
− Ni me la recuerdes, por favor. Esa mujer ya entro en mi lista negra… y no es una lista muy bonita que digamos.
− Y algo me dice que esa lista ira en aumento conforme pasen los días ¿ah? –agrego burlesco el peli negro adentrándose junto con Lorreine a la cafetería− Y dime, ¿qué te parece eso del baile de bienvenida?
− Creo que será algo interesante… digo, siempre pasan cosas interesantes en un baile ¿no?
− Como la vez en que besaste al chico del acné estando toda ebria ¿no?
− ¿Debías recordar cada estupidez que he hecho?
− Para eso están los mejores amigos, Lori –comento abrazándola por los hombros−. ¿Y con quién planeas ir?
− Contigo –respondió sonriendo con diversión al ver como se atragantaba Mallete con el pequeño trozo de sándwich.
− Muy graciosa, Jenkins, casi me la creo –menciono tomando un trago de la gaseosa y viendo de reojo como su amiga mantenía la mirada burlesca, y a la vez, dándose cuenta de que no había sido una mentira−. ¿Es enserio?
− Vamos, Nat, será divertido, podrás arruinar la noche de todo el mundo si quieres –comento la morena colocando su mentón sobre sus dos manos sobre la mesa−. Además, no conozco a nadie de acá, y sabes que no soy de las que piden cosas…
− Si no las que reciben –termino la oración sabiendo que más seguía−. Si tanto insistes, pero dime ¿debo llevar traje?
− Déjame pensarlo… no creo que seas de los que le quedan los esmoquin, así que… con que lleves una camiseta y un pantalón de vestir, te verás más o menos decente.
− ¿Más o menos decente? –pregunto con incredulidad Nathan y dejando el sándwich a medio comer en el plato− ¿Y tú llevarás un vestido con florecitas rosas y les desearás a todos un feliz san Valentín?
− Acertaste con el vestido, pero jamás llevaría florecitas rosas y menos desearles a todos su felicidad –comento con una mueca de disgusto−, pero en fin, ya conseguí mi pareja… ¿algo nuevo que quieras contarme, Nathan?
− Sí –vislumbro una sonrisa divertida hacia su compañera−, hay un rubio parado a un lado de la entrada de la cafetería que no deja de violarte con la mirada, Lorreine… me temo que ya te encontramos un acosador mi pequeña –una verdadera risa escapo de los labios del moreno al ver la cara de pocos amigos que ponía la peli negra.
Lorreine volteo la mirada para dar con aquel chico que había mencionado su mejor amigo… y efectivamente, había un chico de cabellos rubios, alto –al menos más que ella−, blanco y que mantenía una sonrisa socarrona y de autosuficiencia en cuando Jenkins lo vio directamente a los ojos.
Tal vez él chico era demasiado atractivo…, pero daba la apariencia de ser de aquellos que no les importaba nada en la vida, que solamente querían problemas, y Lorreine no quería alguno durante su estadía en la academia.
±±±
Básicamente Aidan había odiado el día anterior al llegar a la academia, y este día, se le podía igualar o empeorar. ¿Por qué debían existir las reglas o las normas? Esa pregunta siempre pasaba por su mente todos los días. La vida para él se clasificaba en dos partes: lo que podías y lo que no podías hacer; y a su punto de vista, era más grande la lista de las cosas que un adolescente estaba interminablemente prohíbo por hacer. Tuvo el vago pensamiento de que acá, en este instituto serían las cosas un poco más liberales… vaya que se había equivocado, y sabía que no fue el único en pensar aquello.
Y la peor parte del día, era aquel aviso sobre el baile de bienvenida. No conocía a ninguna persona de la academia, exceptuando a la Madison, pero no la invitaría al baile, eso sería demasiado vergonzoso… ir con tu propia hermana a una fiesta de san Valentín, todo el mundo pensaría que cometen un acto incesto. Sacudió la cabeza, de nada le servía pensar en lo que los demás opinen de él… era Aidan Anderson de quien estábamos hablando, podría conseguir una cita con tan solo chasquear los dedos… al menos, así eran las cosas antes de toda esa tragedia que había ocurrido en su familia.
Morenas, rubias, peli rojas, castañas… había una gama de variedad para que pudiera escoger, pero unas parecían muy inocentes, otras demasiado atrevidas, y otras que no le llamaban para nada la atención.
Vio una mata de cabellos rubios cortos. Era Sean. Jamás olvidaría el rostro de ese chico, y mucho menos el nombre… o sus ojos… o la forma en que se habían visto ayer… Aidan paro en seco ante todo lo que estaba pensando. ¿Qué diablos le pasaba? ¿Por qué se detenía tanto en pensar en aquel rubio mal teñido? Solo se habían topado una sola vez, y el moreno no dejaba de pensar en él. Siguió caminando, aún con la mirada puesta en el oji azul quien había sentido como alguien lo observada, y antes de conocer quien lo miraba fijamente, el peli negro choco contra alguien, logrando salir del trance en el que se había sumido.
− ¿Podrías fijarte por dónde caminas? –el moreno recupero el equilibrio para ver si Sean seguía ahí, pero él ya se había ido. Suspiro, esto realmente no era algo normal para Aidan. Regreso su mirada hacia la persona con la que había chocado, y se quedó sin habla… literalmente.
− Lo siento –pronuncio con voz baja, apenas audible para el moreno−, es que tenía prisa por encontrar a mis hermanos –finalizo la castaña aún sin levantar la mirada del suelo.
− No… −la mente de Aidan estaba completamente en blanco al momento en que la joven alzo la mirada y lo vio a los ojos. Lo había dejado sin palabras, realmente, era hermosa por donde sea que la viera− te disculpes, fue mi culpa, yo era el que estaba distraído –acepto la culpa, y tal vez, era la primera vez en mucho tiempo que lo hacía.
La castaña ladeo una sonrisa con algo de timidez y amabilidad… Aidan simplemente correspondió el gesto, aun sin saber que más podría decir.
− Camille Wright –se presentó estirando la mano a modo de saludo, y el moreno la recibió gustoso−, ¿y tú eres?
− Aidan Anderson –apretó el agarre mientras sostenía una sonrisa sincera en su rostro−, un gusto, Camille.
− El gusto es mío, Aidan.
La pequeña Wright siguió su camino en busca de sus dos hermanos. Aidan vio cómo se alejaba con paso apresurado y sonrió sin pensarlo siquiera… hasta ese momento, fue que se dio cuenta que se había olvidado por completo del joven Cartairs, y supo entonces, que debía hacer para que sus pensamientos dejaran de ser sobre él.
Acelero su caminar para alcanzar a la castaña, pero en cuanto doblo el pasillo, choco otra vez, con alguien más.
« Genial –pensó−, supongo que todos los días deberé de chocarme con alguien.»
− ¿Sabes algo? ¿Por qué no en vez de disculparnos mutuamente, no nos presentamos mejor? –comento viendo a la persona con la que había chocado recientemente. Una morena alta, y con una melena negra larga. Hermosa, demasiado para cualquiera, pero no entraba en los gustos del oji miel por el momento… la imagen de Camille seguía fresca en su mente, aferrándose por no desaparecer entre todos los pensamientos del moreno.
− Vaya, pero que caballeroso eres –hablo con sarcasmo la peli negra, colocando su cabello en una coleta y estirando un brazo a modo de saludo−. Bonnie Pandora.
− Lindo nombre para alguien tan guapa –piropeo el joven−. Soy Aidan Anderson.
− ¿Estas coqueteando conmigo? Porque si es así, de una vez te informo que no estas empezando de la forma correcta ¿eh?
− Créeme, no estoy ligando contigo –aclaro, de cierta forma porque no lo hacía, y porque pensaba guardar aquellos comentarios con la castaña que desapareció de su radar−. Pero dime, Bonnie ¿tienes con quién ir al baile de bienvenida? –por la cara de sorpresa que había puesto la morena, supo de inmediato la respuesta− Dime ¿qué te parece que nos acompañemos el uno al otro en una velada romántica como lo es san Valentín?
− ¿Estás seguro que no estas coqueteando conmigo? –fue lo único que salió de los labios de la chica manteniendo fruncido el entre cejo y los brazos cruzados sobre su pecho.
− Si lo estuviese haciendo… posiblemente estaríamos en otra parte… ocupados con algo más –las mejillas se tornaron de un color tomate en los de la peli negra y Aidan no pudo resistir más la carcajada que mantenía.
− Con respecto a lo del baile… de acuerdo –respondió recobrando el color natural de su cara−. Pasa por mí a mi habitación a las siete de la noche.
− Un placer, Bonnie –se despidió con un tono entre seductor y burlesco el moreno, recibiendo como respuesta el dedo feo de su compañera.
Al menos ya había conseguido con quién ir a la dichosa fiesta… aunque no fuera con quien de verdad quería.
Y la peor parte del día, era aquel aviso sobre el baile de bienvenida. No conocía a ninguna persona de la academia, exceptuando a la Madison, pero no la invitaría al baile, eso sería demasiado vergonzoso… ir con tu propia hermana a una fiesta de san Valentín, todo el mundo pensaría que cometen un acto incesto. Sacudió la cabeza, de nada le servía pensar en lo que los demás opinen de él… era Aidan Anderson de quien estábamos hablando, podría conseguir una cita con tan solo chasquear los dedos… al menos, así eran las cosas antes de toda esa tragedia que había ocurrido en su familia.
Morenas, rubias, peli rojas, castañas… había una gama de variedad para que pudiera escoger, pero unas parecían muy inocentes, otras demasiado atrevidas, y otras que no le llamaban para nada la atención.
Vio una mata de cabellos rubios cortos. Era Sean. Jamás olvidaría el rostro de ese chico, y mucho menos el nombre… o sus ojos… o la forma en que se habían visto ayer… Aidan paro en seco ante todo lo que estaba pensando. ¿Qué diablos le pasaba? ¿Por qué se detenía tanto en pensar en aquel rubio mal teñido? Solo se habían topado una sola vez, y el moreno no dejaba de pensar en él. Siguió caminando, aún con la mirada puesta en el oji azul quien había sentido como alguien lo observada, y antes de conocer quien lo miraba fijamente, el peli negro choco contra alguien, logrando salir del trance en el que se había sumido.
− ¿Podrías fijarte por dónde caminas? –el moreno recupero el equilibrio para ver si Sean seguía ahí, pero él ya se había ido. Suspiro, esto realmente no era algo normal para Aidan. Regreso su mirada hacia la persona con la que había chocado, y se quedó sin habla… literalmente.
− Lo siento –pronuncio con voz baja, apenas audible para el moreno−, es que tenía prisa por encontrar a mis hermanos –finalizo la castaña aún sin levantar la mirada del suelo.
− No… −la mente de Aidan estaba completamente en blanco al momento en que la joven alzo la mirada y lo vio a los ojos. Lo había dejado sin palabras, realmente, era hermosa por donde sea que la viera− te disculpes, fue mi culpa, yo era el que estaba distraído –acepto la culpa, y tal vez, era la primera vez en mucho tiempo que lo hacía.
La castaña ladeo una sonrisa con algo de timidez y amabilidad… Aidan simplemente correspondió el gesto, aun sin saber que más podría decir.
− Camille Wright –se presentó estirando la mano a modo de saludo, y el moreno la recibió gustoso−, ¿y tú eres?
− Aidan Anderson –apretó el agarre mientras sostenía una sonrisa sincera en su rostro−, un gusto, Camille.
− El gusto es mío, Aidan.
La pequeña Wright siguió su camino en busca de sus dos hermanos. Aidan vio cómo se alejaba con paso apresurado y sonrió sin pensarlo siquiera… hasta ese momento, fue que se dio cuenta que se había olvidado por completo del joven Cartairs, y supo entonces, que debía hacer para que sus pensamientos dejaran de ser sobre él.
Acelero su caminar para alcanzar a la castaña, pero en cuanto doblo el pasillo, choco otra vez, con alguien más.
« Genial –pensó−, supongo que todos los días deberé de chocarme con alguien.»
− ¿Sabes algo? ¿Por qué no en vez de disculparnos mutuamente, no nos presentamos mejor? –comento viendo a la persona con la que había chocado recientemente. Una morena alta, y con una melena negra larga. Hermosa, demasiado para cualquiera, pero no entraba en los gustos del oji miel por el momento… la imagen de Camille seguía fresca en su mente, aferrándose por no desaparecer entre todos los pensamientos del moreno.
− Vaya, pero que caballeroso eres –hablo con sarcasmo la peli negra, colocando su cabello en una coleta y estirando un brazo a modo de saludo−. Bonnie Pandora.
− Lindo nombre para alguien tan guapa –piropeo el joven−. Soy Aidan Anderson.
− ¿Estas coqueteando conmigo? Porque si es así, de una vez te informo que no estas empezando de la forma correcta ¿eh?
− Créeme, no estoy ligando contigo –aclaro, de cierta forma porque no lo hacía, y porque pensaba guardar aquellos comentarios con la castaña que desapareció de su radar−. Pero dime, Bonnie ¿tienes con quién ir al baile de bienvenida? –por la cara de sorpresa que había puesto la morena, supo de inmediato la respuesta− Dime ¿qué te parece que nos acompañemos el uno al otro en una velada romántica como lo es san Valentín?
− ¿Estás seguro que no estas coqueteando conmigo? –fue lo único que salió de los labios de la chica manteniendo fruncido el entre cejo y los brazos cruzados sobre su pecho.
− Si lo estuviese haciendo… posiblemente estaríamos en otra parte… ocupados con algo más –las mejillas se tornaron de un color tomate en los de la peli negra y Aidan no pudo resistir más la carcajada que mantenía.
− Con respecto a lo del baile… de acuerdo –respondió recobrando el color natural de su cara−. Pasa por mí a mi habitación a las siete de la noche.
− Un placer, Bonnie –se despidió con un tono entre seductor y burlesco el moreno, recibiendo como respuesta el dedo feo de su compañera.
Al menos ya había conseguido con quién ir a la dichosa fiesta… aunque no fuera con quien de verdad quería.
±±±
Sentía enfado, ira y unas inmensas ganas de ir hacia la habitación de Lorreine Jenkins para que tuviera su merecido. ¿Quién se creía ella para hablarle de esa manera? Peor aún, estando todo el alumnado presente e incluso ambos directores…, aunque lo que más odiaba, era el hecho de que entre aquel tumulto de chicos con sueños frustrados se encontraba Terrence. ¿Por qué Jenna debía tener tan mala suerte? ¿Qué acto había cometido como para merecer esto? Ah sí, lo recordaba a la perfección, quizás el karma si existía de verdad y estaba cobrándose una por una las malcriadeces y jugadas de la castaña.
Se dio cuenta que se hallaba en el patio trasero de la academia en cuanto sus pasos se detuvieron. El aire estaba fresco y se respiraba una paz y tranquilidad que no sentía hace tiempo. Había varios de sus compañeros repartidos a lo largo y ancho del patio… unos acostados sobre el pasto verde, otros recostados sobre la madera de los árboles, y unos cuantos por la orilla o dentro de la pileta. Jenna retiro los converse que llevaba puestos y metió sus pies en el agua cristalina para refrescarse. Observo su alrededor. Unos parecían conocer a alguna otra persona de antes, otros, simplemente sabían cómo comenzar una conversación para conocer y socializar con gente nueva… ¿y qué hacía ella? Alejarse de la mayoría, como siempre lo había hecho a lo largo de su vida.
− ¿Por qué tan sola, Jenn? –esa voz… trago duro al reconocer de quién provenía esa pregunta.
− No me apetece platicar con los demás, Terrence –ese nombre formaba parte de la mayoría de sus pensamientos, pero el pronunciarlo era algo totalmente diferente... sentía que no lo había dicho en voz alta desde el día en que él se había marchado de su casa.
− De verdad no has cambiado –pronuncio el castaño con la mirada fija sobre ella, y la oji azul volvió a sentir aquella sensación de quedarse sin respiración que tenía cada vez que estaban los dos juntos.
− La gente jamás cambiará, Terrence… −hablo fijando su vista hacia otra cosa que no fueran los ojos marrón intenso de su ex novio−, tú tampoco lo has hecho.
− No me refería a ese tipo de cambio, Jenna –el castaño coloco sus brazos atrás de él, para recargarse en ellos mientras daba una rápida mirada a todo su alrededor y se detuvo otra vez en la joven Fox.
− Sabes que jamás cambiaré ¿no? –dijo al captar lo que verdaderamente quería decir el chico y dándose cuenta que él siempre tenía la razón.
− No lo hiciste por mí ¿cierto? –ironizo Terrence con el tono de voz bajo. El remordimiento se volvió a colocar en el corazón de Jenna y comenzaba a reconocer cada error que había cometido en el pasado.
− Terrence… yo…
− Déjalo ahí, no espero nada de tu parte –corto lo que la oji azul quería decir−. Créeme, deje de hacerlo hace bastante tiempo –y sin más se retiró, dejando a la castaña con un humor decaído y confundida.
No se retiró de donde se hallaba. Se quedó viendo como los demás platicaban, se reían y se la pasaban bien ya sea estando solos o con alguien más. Sintió como alguien se situaba a su lado, sea por querer hacerle compañía o porque se hallaba sin nada más que hacer… al igual que ella.
− El día está un poco aburrido ¿no crees, Jenna? –volteo la mirada hacia quién formulo la pregunta en cuanto escucho su nombre, puesto que para ella, solo Terrence lo sabía. Una risa divertida se formó en su rostro al reconocer a Hugo.
− No podría estar más de acuerdo, Hugo.
− ¿Sabes? –la oji azul volteo la mirada para verlo− No creo que haya sido para nada divertido lo que Lorreine dijo de ti en la reunión.
− No lo fue –puntualizo, recordando lo humillada que se había sentido−, pero me agrada saber que alguien aquí piensa lo mismo que yo.
− ¿Y qué piensas de todo lo que hablaron los directores? –abrió un empaquetado de sándwich y le tendió una mitad a la castaña.
− Las reglas se hicieron para romperse, Hugo –respondió dándole un bocado al sándwich, realmente, se hallaba hambrienta en esos momentos−. ¿Realmente crees que ninguno romperá alguna de las dichosas y ridículas reglas?
− No, pero dime ¿quién creas que sea el primero con una amonestación? –pregunto Hugo terminando el último bocado de su mitad de sándwich.
− ¿Ves a ese rubio alto de por allá que no deja de mirar hacia donde nosotros? –respondió, dándole a entender que viera con disimulación.
− ¿Zeppelin? Bueno, realmente no me sorprende.
− Y dime… ¿ya conseguiste alguien para llevar al baile? –Jenna se limpió las comisuras de sus labios una servilleta que el oji verde dejo. Aún seguía con hambre.
− Este… −se rasco el cabello y se peinó un poco con su mano algo avergonzado y sin saber por qué− no. De hecho, quería preguntarte algo.
− ¿En serio quieres que vaya contigo después de que Lorreine me dejo como una puta en frente de todos?
− Lorreine no te conoce, Jenn.
− Tu tampoco, Hugo.
− Si, lo sé, pero en el fondo, tengo la certeza de que no eres nada de eso, o que al menos, no con intención –se quitó las gafas de sol que tenía y se las coloco a Jenna−. Dime ¿aceptas o no?
− Creo que me quedare con estas gafas hasta que termine el año –respondió colocándoselas y sonriéndole a modo de afirmación a Hugo.
Tal vez Jenna ya había encontrado un amigo durante su estadía en la academia.
Se dio cuenta que se hallaba en el patio trasero de la academia en cuanto sus pasos se detuvieron. El aire estaba fresco y se respiraba una paz y tranquilidad que no sentía hace tiempo. Había varios de sus compañeros repartidos a lo largo y ancho del patio… unos acostados sobre el pasto verde, otros recostados sobre la madera de los árboles, y unos cuantos por la orilla o dentro de la pileta. Jenna retiro los converse que llevaba puestos y metió sus pies en el agua cristalina para refrescarse. Observo su alrededor. Unos parecían conocer a alguna otra persona de antes, otros, simplemente sabían cómo comenzar una conversación para conocer y socializar con gente nueva… ¿y qué hacía ella? Alejarse de la mayoría, como siempre lo había hecho a lo largo de su vida.
− ¿Por qué tan sola, Jenn? –esa voz… trago duro al reconocer de quién provenía esa pregunta.
− No me apetece platicar con los demás, Terrence –ese nombre formaba parte de la mayoría de sus pensamientos, pero el pronunciarlo era algo totalmente diferente... sentía que no lo había dicho en voz alta desde el día en que él se había marchado de su casa.
− De verdad no has cambiado –pronuncio el castaño con la mirada fija sobre ella, y la oji azul volvió a sentir aquella sensación de quedarse sin respiración que tenía cada vez que estaban los dos juntos.
− La gente jamás cambiará, Terrence… −hablo fijando su vista hacia otra cosa que no fueran los ojos marrón intenso de su ex novio−, tú tampoco lo has hecho.
− No me refería a ese tipo de cambio, Jenna –el castaño coloco sus brazos atrás de él, para recargarse en ellos mientras daba una rápida mirada a todo su alrededor y se detuvo otra vez en la joven Fox.
− Sabes que jamás cambiaré ¿no? –dijo al captar lo que verdaderamente quería decir el chico y dándose cuenta que él siempre tenía la razón.
− No lo hiciste por mí ¿cierto? –ironizo Terrence con el tono de voz bajo. El remordimiento se volvió a colocar en el corazón de Jenna y comenzaba a reconocer cada error que había cometido en el pasado.
− Terrence… yo…
− Déjalo ahí, no espero nada de tu parte –corto lo que la oji azul quería decir−. Créeme, deje de hacerlo hace bastante tiempo –y sin más se retiró, dejando a la castaña con un humor decaído y confundida.
No se retiró de donde se hallaba. Se quedó viendo como los demás platicaban, se reían y se la pasaban bien ya sea estando solos o con alguien más. Sintió como alguien se situaba a su lado, sea por querer hacerle compañía o porque se hallaba sin nada más que hacer… al igual que ella.
− El día está un poco aburrido ¿no crees, Jenna? –volteo la mirada hacia quién formulo la pregunta en cuanto escucho su nombre, puesto que para ella, solo Terrence lo sabía. Una risa divertida se formó en su rostro al reconocer a Hugo.
− No podría estar más de acuerdo, Hugo.
− ¿Sabes? –la oji azul volteo la mirada para verlo− No creo que haya sido para nada divertido lo que Lorreine dijo de ti en la reunión.
− No lo fue –puntualizo, recordando lo humillada que se había sentido−, pero me agrada saber que alguien aquí piensa lo mismo que yo.
− ¿Y qué piensas de todo lo que hablaron los directores? –abrió un empaquetado de sándwich y le tendió una mitad a la castaña.
− Las reglas se hicieron para romperse, Hugo –respondió dándole un bocado al sándwich, realmente, se hallaba hambrienta en esos momentos−. ¿Realmente crees que ninguno romperá alguna de las dichosas y ridículas reglas?
− No, pero dime ¿quién creas que sea el primero con una amonestación? –pregunto Hugo terminando el último bocado de su mitad de sándwich.
− ¿Ves a ese rubio alto de por allá que no deja de mirar hacia donde nosotros? –respondió, dándole a entender que viera con disimulación.
− ¿Zeppelin? Bueno, realmente no me sorprende.
− Y dime… ¿ya conseguiste alguien para llevar al baile? –Jenna se limpió las comisuras de sus labios una servilleta que el oji verde dejo. Aún seguía con hambre.
− Este… −se rasco el cabello y se peinó un poco con su mano algo avergonzado y sin saber por qué− no. De hecho, quería preguntarte algo.
− ¿En serio quieres que vaya contigo después de que Lorreine me dejo como una puta en frente de todos?
− Lorreine no te conoce, Jenn.
− Tu tampoco, Hugo.
− Si, lo sé, pero en el fondo, tengo la certeza de que no eres nada de eso, o que al menos, no con intención –se quitó las gafas de sol que tenía y se las coloco a Jenna−. Dime ¿aceptas o no?
− Creo que me quedare con estas gafas hasta que termine el año –respondió colocándoselas y sonriéndole a modo de afirmación a Hugo.
Tal vez Jenna ya había encontrado un amigo durante su estadía en la academia.
±±±
Lysandro buscaba algún traje que se viera más o menos decente para ir al baile… nada, no encontraba ninguno. Bueno, en sí, culpaba a los directores, podrían haber dado un pre aviso comentando que se llevaría a cabo un baile, para meter algún conjunto y no quedar en ridículo. No conocía aún a ninguno de sus compañeros de cuarto, solamente había entablado una pequeña conversación sobre Dios y como salvaría a la sociedad de ahora de sus mentes elocuentes llena de cosas inculcas con Travis, más bien… se mantuvo callado como por media hora mientras escuchaba el relato de su compañero. Y de más era el hecho de que el oji verde era demasiado devoto. Le había caído bien, pero no tenía mucha paciencia como para soportar como alguien habla y habla y habla sin parar… aquello lo llegaba a estresar en medida.
Con Nathan, el día de ayer lo había saludado, y solamente escucho silencio por parte del moreno y si debía ser sincero, lograba intimidarlo con ese aspecto que tenía. Se preguntaba cómo alguien de esa clase de persona podía llevarse también con la peli negra que conoció el día de llegada. Lorreine Jenkins, así se llamaba la chica que no salía de su mente. Quería saber más sobre ella, pero el preguntarle a Nathan era un método que no resultaría para él, o al menos eso pensaba Lysandro. Suponía que a la hora de siquiera saludarlo, lo vería con una cara que haría que se sintiera como un estorbo… y vamos, el oji azul de por si se sentía así cada día de su vida.
Y no podía decir algo diferente con respecto a Zeppelin. Ese chico no le causaba miedo… más bien lo hacía sentirse realmente inferior con tan solo ver su mirada de superioridad y arrogancia que tenía las veinticuatro horas del día. Odiaba la gente de ese tipo. Lysandro siempre se mantenía al margen, tratando de no socializar con personas poseedoras de esa clase de personalidad. Por el momento, mantendría distancia entre aquel rubio que se creía el muñeco ken.
Se dio por vencido. No hallaba ninguna prenda. Cerró cada cajón de sus pertenencias y se retiró de su habitación para dar un paseo y despejar su mente. Habían dos problemas que abarcaban sus pensamientos por el momento: no tenía a nadie para invitar al dichoso baile de bienvenida… al menos no a nadie conocido para él; y no tenía nada por vestir… no pensaba llevar unos shorts y una camisa… pensarían que es un retrasado mental y que no sabe lo que es una fiesta formal.
Acarició el dije de oro que tenía con su inicial. Le pertenecía a su madre… hasta el día de su muerte. La imagen de su madre y de su padre llena de sangre causo que cerrara los ojos tratando de alejar ese momento de su mente para siempre, aunque sabía que lo volverían a visitar en sus sueños esa noche. Sentía añoranza por lo viejos tiempos… y por tener a su hermana a su lado otra vez. Solo habían pasado una semana desde que él se había despedido de ella y la extrañaba como nunca. Sentía que se separaba más y más de la única parte que tenía de su familia… para Lysandro, no había nadie más en su vida que se interesara por él. Tal vez sus tíos habían aceptado el hecho de mantenerlos a él y a su hermana, pero eso era algo diferente a interesarse por el cómo se sentía cada uno de ellos… al menos el oji azul. Lys sentía que era un estorbo para sus tíos y para cualquier ser humano que llegase a hacerle algún favor.
− ¡Lysandro! –una melena rubia hizo presencia frente a sus ojos, alejándolo de todo aquel pensamiento que lo destruía interiormente. Simone. La dulce y bella Simone.
− Disculpa. –hablo, dándose cuenta que se hallaba en la cafetería, parado como un idiota frente a la puerta… ¿Cuánto tiempo llevaba en esa posición?
− ¿Te pasa algo? –Lysandro capto un deje de preocupación en aquella pregunta e inmediatamente alago con un no moviendo su cabeza de un lado al otro−. No sé porque, pero no te creo nada, Hardiggan –la pequeña blonda se cruzó de brazos, viendo con severidad a su amigo. Lysandro suspiró. Le agrada Simone, realmente se le hacía una chica demasiado agradable y linda, pero no le gustaba el hecho de que la gente escarbara en su vida y preguntara por su estado… hasta él mismo se contradecía la mayoría del tiempo.
− Estoy bien, Simone –comento sentándose en una mesa al rincón del lugar y la rubia a su lado.
− Sabes que puedes confiarme lo que sea, Lysandro ¿verdad? –cuestiono la pequeña para asegurarse de que el chico entendiera.
− Lo sé, rubia.
− ¿Por qué el «rubia»?
− Lo eres ¿no?
− Vaya que eres un desmadre, Hardiggan –comento su amiga riéndose y contagiándole el buen ánimo al castaño.
− Dime, Simone… ¿ya tienes con quién ir al baile? –ambos se dirigiendo hacia la vitrina de la cafetería para pedir algún alimento.
− Ni me lo recuerdes… siento como si todo el mundo se hubiese puesto en mi contra.
− ¿Por qué piensas aquello? –dos sándwiches y par de jugos de naranja fueron el pedido de los dos, y regresaron a la mesa en la que se hallaban… aunque esta vez, ya había alguien en ella.
− Pero miren a quienes tenemos aquí –Zeppelin hablo con aquel tono de voz que irritaba al castaño… sabía que nada bueno vendría de todo esto−. Son nada más y nada menos que mi agradable compañero de cuarto antisocial y la homosexual de la rubia hueca de Simone –sonrió con superioridad, y aquello le pareció tan aberrante a Lysandro que sintió unas inmensas ganas de partirle el rostro de muñeco perfecto que tenía el rubio… tal vez así se le quitaba la estupidez de una vez por todas.
− Ay, Zeppelin, mi buen y amigo estúpido, Zep –comenzó Simone dibujando una sonrisa divertida y sorprendió a ambos oji azules−. Siempre diciendo puras idioteces para que el mundo se dé cuenta de su existencia… dime ¿qué se siente ser tan idiota?
− ¿Por qué no cierras la boca y te vas a buscar alguna chica para que sea tu pareja de baile, Simone? –contrataco Zep con dureza.
− Porque no necesito pedir que alguien sea mi pareja, da.
− ¿Ah, no? –ironizo el rubio de Derek con algo de burla. Lysandro tenía a alguien más en su lista de personas grotescas e insoportables− ¿Y con quién piensas ir, Simone? ¿Con tu perro imaginario quizás? Sé muy bien que nadie aceptaría salir contigo ni en mil años.
− Para tu información –hablo Lysandro, llamando la atención de los tres rubios y tragando duro ante la mirada oji azul que tenía cada uno−. Ella irá conmigo.
− Realmente no me sorprende –comento Zeppelin con tono neutro−. Digo… un antisocial y una homosexual, harían una excelente combinación como para llevarse bien… así no se sentirán tan solo durante el curso.
− ¿Sabes, Zep? Deberías aprender a cerrar la boca cuando dices cosas que ni tu mismo entiendes –una sonrisa apareció en el rostro de Simone mientras cogía la mano de Lysandro− Ahí se ven.
Las manecillas del reloj sobre la pared de la cafetería transcurrían con normalidad mientras el castaño y la blonda probaban la comida que habían pedido. Lysandro volteo la mirada, dirigiéndola hacia la entrada, cuando vislumbro la silueta de la morena de ayer…, y estaba acompañada otra vez por Nathan. La sensación de disgusto apareció en el oji azul… algo parecido a los celos se podría decir. Se sentía realmente estúpido por tener aquella sensación tan horrenda cuando apenas si la conocía de un día… solo había entablado una pequeña conversación con Lorreine y sintió una revolución en su interior.
− Así que iré contigo al baile, Lysandro –hablo la blonda de su amiga llamando su atención.
− ¿Con quién más irá sino contigo? –respondió a modo de pregunto con una sonrisa genuina en el rostro y contagiándosela a Simone.
Al parecer, Lysandro no se sentiría tan solitario en su estadía en la escuela.
Con Nathan, el día de ayer lo había saludado, y solamente escucho silencio por parte del moreno y si debía ser sincero, lograba intimidarlo con ese aspecto que tenía. Se preguntaba cómo alguien de esa clase de persona podía llevarse también con la peli negra que conoció el día de llegada. Lorreine Jenkins, así se llamaba la chica que no salía de su mente. Quería saber más sobre ella, pero el preguntarle a Nathan era un método que no resultaría para él, o al menos eso pensaba Lysandro. Suponía que a la hora de siquiera saludarlo, lo vería con una cara que haría que se sintiera como un estorbo… y vamos, el oji azul de por si se sentía así cada día de su vida.
Y no podía decir algo diferente con respecto a Zeppelin. Ese chico no le causaba miedo… más bien lo hacía sentirse realmente inferior con tan solo ver su mirada de superioridad y arrogancia que tenía las veinticuatro horas del día. Odiaba la gente de ese tipo. Lysandro siempre se mantenía al margen, tratando de no socializar con personas poseedoras de esa clase de personalidad. Por el momento, mantendría distancia entre aquel rubio que se creía el muñeco ken.
Se dio por vencido. No hallaba ninguna prenda. Cerró cada cajón de sus pertenencias y se retiró de su habitación para dar un paseo y despejar su mente. Habían dos problemas que abarcaban sus pensamientos por el momento: no tenía a nadie para invitar al dichoso baile de bienvenida… al menos no a nadie conocido para él; y no tenía nada por vestir… no pensaba llevar unos shorts y una camisa… pensarían que es un retrasado mental y que no sabe lo que es una fiesta formal.
Acarició el dije de oro que tenía con su inicial. Le pertenecía a su madre… hasta el día de su muerte. La imagen de su madre y de su padre llena de sangre causo que cerrara los ojos tratando de alejar ese momento de su mente para siempre, aunque sabía que lo volverían a visitar en sus sueños esa noche. Sentía añoranza por lo viejos tiempos… y por tener a su hermana a su lado otra vez. Solo habían pasado una semana desde que él se había despedido de ella y la extrañaba como nunca. Sentía que se separaba más y más de la única parte que tenía de su familia… para Lysandro, no había nadie más en su vida que se interesara por él. Tal vez sus tíos habían aceptado el hecho de mantenerlos a él y a su hermana, pero eso era algo diferente a interesarse por el cómo se sentía cada uno de ellos… al menos el oji azul. Lys sentía que era un estorbo para sus tíos y para cualquier ser humano que llegase a hacerle algún favor.
− ¡Lysandro! –una melena rubia hizo presencia frente a sus ojos, alejándolo de todo aquel pensamiento que lo destruía interiormente. Simone. La dulce y bella Simone.
− Disculpa. –hablo, dándose cuenta que se hallaba en la cafetería, parado como un idiota frente a la puerta… ¿Cuánto tiempo llevaba en esa posición?
− ¿Te pasa algo? –Lysandro capto un deje de preocupación en aquella pregunta e inmediatamente alago con un no moviendo su cabeza de un lado al otro−. No sé porque, pero no te creo nada, Hardiggan –la pequeña blonda se cruzó de brazos, viendo con severidad a su amigo. Lysandro suspiró. Le agrada Simone, realmente se le hacía una chica demasiado agradable y linda, pero no le gustaba el hecho de que la gente escarbara en su vida y preguntara por su estado… hasta él mismo se contradecía la mayoría del tiempo.
− Estoy bien, Simone –comento sentándose en una mesa al rincón del lugar y la rubia a su lado.
− Sabes que puedes confiarme lo que sea, Lysandro ¿verdad? –cuestiono la pequeña para asegurarse de que el chico entendiera.
− Lo sé, rubia.
− ¿Por qué el «rubia»?
− Lo eres ¿no?
− Vaya que eres un desmadre, Hardiggan –comento su amiga riéndose y contagiándole el buen ánimo al castaño.
− Dime, Simone… ¿ya tienes con quién ir al baile? –ambos se dirigiendo hacia la vitrina de la cafetería para pedir algún alimento.
− Ni me lo recuerdes… siento como si todo el mundo se hubiese puesto en mi contra.
− ¿Por qué piensas aquello? –dos sándwiches y par de jugos de naranja fueron el pedido de los dos, y regresaron a la mesa en la que se hallaban… aunque esta vez, ya había alguien en ella.
− Pero miren a quienes tenemos aquí –Zeppelin hablo con aquel tono de voz que irritaba al castaño… sabía que nada bueno vendría de todo esto−. Son nada más y nada menos que mi agradable compañero de cuarto antisocial y la homosexual de la rubia hueca de Simone –sonrió con superioridad, y aquello le pareció tan aberrante a Lysandro que sintió unas inmensas ganas de partirle el rostro de muñeco perfecto que tenía el rubio… tal vez así se le quitaba la estupidez de una vez por todas.
− Ay, Zeppelin, mi buen y amigo estúpido, Zep –comenzó Simone dibujando una sonrisa divertida y sorprendió a ambos oji azules−. Siempre diciendo puras idioteces para que el mundo se dé cuenta de su existencia… dime ¿qué se siente ser tan idiota?
− ¿Por qué no cierras la boca y te vas a buscar alguna chica para que sea tu pareja de baile, Simone? –contrataco Zep con dureza.
− Porque no necesito pedir que alguien sea mi pareja, da.
− ¿Ah, no? –ironizo el rubio de Derek con algo de burla. Lysandro tenía a alguien más en su lista de personas grotescas e insoportables− ¿Y con quién piensas ir, Simone? ¿Con tu perro imaginario quizás? Sé muy bien que nadie aceptaría salir contigo ni en mil años.
− Para tu información –hablo Lysandro, llamando la atención de los tres rubios y tragando duro ante la mirada oji azul que tenía cada uno−. Ella irá conmigo.
− Realmente no me sorprende –comento Zeppelin con tono neutro−. Digo… un antisocial y una homosexual, harían una excelente combinación como para llevarse bien… así no se sentirán tan solo durante el curso.
− ¿Sabes, Zep? Deberías aprender a cerrar la boca cuando dices cosas que ni tu mismo entiendes –una sonrisa apareció en el rostro de Simone mientras cogía la mano de Lysandro− Ahí se ven.
Las manecillas del reloj sobre la pared de la cafetería transcurrían con normalidad mientras el castaño y la blonda probaban la comida que habían pedido. Lysandro volteo la mirada, dirigiéndola hacia la entrada, cuando vislumbro la silueta de la morena de ayer…, y estaba acompañada otra vez por Nathan. La sensación de disgusto apareció en el oji azul… algo parecido a los celos se podría decir. Se sentía realmente estúpido por tener aquella sensación tan horrenda cuando apenas si la conocía de un día… solo había entablado una pequeña conversación con Lorreine y sintió una revolución en su interior.
− Así que iré contigo al baile, Lysandro –hablo la blonda de su amiga llamando su atención.
− ¿Con quién más irá sino contigo? –respondió a modo de pregunto con una sonrisa genuina en el rostro y contagiándosela a Simone.
Al parecer, Lysandro no se sentiría tan solitario en su estadía en la escuela.
±±±
Cabello negro. Ojos color miel realmente llamativos para cualquiera. Piel morena con tatuajes al alcance de cualquiera. ¿Desde cuándo aquello había comenzado a llamar la atención de Camille? Si Travis supiera lo que pasaba por la mente de su hermana, le encomendaría leer cincuenta aves maría y rezar el padre nuestro mínimo unas veces.
Aidan no salía de la mente de la castaña, y aún seguía sin encontrar a ninguno de sus dos hermanos. Travis tal vez se encontraba dando a conocer la palabra de Dios a las almas perdidas de cada estudiante… Camille suspiro, no sabía cómo es que aún soportaba aquel carácter de su hermano mayor… lo amaba, solamente que a veces quería callarlo poniéndole un calcetín en la boca. Alaska… simplemente no se le ocurría ninguna idea de donde se podría hallar aquella mujer. Los tres se habían prometido que se apoyarían el uno al otro durante la estadía en la academia, y desde que habían llegado, solamente compartieron el desayuno de esta mañana, no más.
Camille acarició el reloj de su padre. Suspiró, realmente lo extrañaba, y lo necesitaba como nunca. Él era su soporte, su razón de ser. Sí, tenía a Travis y a Alaska, pero su padre fue la única persona que la había entendido a la perfección, cada detalle, cada pequeña cosa que caracterizaba a la oji marrón jamás pasaba desapercibido por él. ¿Quién le daría consejos para salir adelante? No confiaba en nadie, al menos no por el momento… además, Travis y Alaska tenían sus propios demonios y problemas como para lidiar más con los de ella. Lo último que quería Camille era ser una carga para alguien.
− Disculpa ¿has visto una cartera negra por acá? –volteo la mirada en cuanto alguien toco su hombro. Un chico castaño, de ojos marrón se hallaba frente suyo, mirando y girando sobre sí mismo en búsqueda de algo.
− No –respondió algo insegura−, y a como lo veo, lo más probable es que tu cartera esté en manos de alguien más.
− ¿Crees que esa persona me la devuelva más tarde?
− Lo dudo, pero si quieres pensar eso.
− Lucas Trideaux –se presentó el castaño con una sonrisa honesta y alegre mientras cogía de la mano a Camille a modo de saludo.
− Camille Wright.
− Un gusto, Camille –esa sonrisa seguía sin desaparecer, y logro transmitirle confianza a la oji marrón… una confianza que no sentía hace tiempo.
− El gusto es mío, Lucas.
− Y dime… ¿te gustaría ser mi cita para el baile de este viernes? –aquella pregunta la tomo por completo desprevenida y causo que sus mejillas de enrojecieran. La timidez la abordo como siempre.
− Lucas…
− No necesariamente significa que nos debemos de besar o manosear y esas cosas que hacen los novios, porque no somos novios, claro, al menos que quieras eso…
− ¡Lucas!
− De acuerdo… no me quería referirse a ese tipo de cosas…, pero podemos ir como buenos amigos que somos.
− Apenas si me conoces como de dos minutos.
− Pero siento que te conozco de años –otro sonrojo hizo presencia en las mejillas de la castaña.
− Es una locura.
− ¿Sí o no?
− Y creo que yo estoy más loca al decir que sí.
Aidan no salía de la mente de la castaña, y aún seguía sin encontrar a ninguno de sus dos hermanos. Travis tal vez se encontraba dando a conocer la palabra de Dios a las almas perdidas de cada estudiante… Camille suspiro, no sabía cómo es que aún soportaba aquel carácter de su hermano mayor… lo amaba, solamente que a veces quería callarlo poniéndole un calcetín en la boca. Alaska… simplemente no se le ocurría ninguna idea de donde se podría hallar aquella mujer. Los tres se habían prometido que se apoyarían el uno al otro durante la estadía en la academia, y desde que habían llegado, solamente compartieron el desayuno de esta mañana, no más.
Camille acarició el reloj de su padre. Suspiró, realmente lo extrañaba, y lo necesitaba como nunca. Él era su soporte, su razón de ser. Sí, tenía a Travis y a Alaska, pero su padre fue la única persona que la había entendido a la perfección, cada detalle, cada pequeña cosa que caracterizaba a la oji marrón jamás pasaba desapercibido por él. ¿Quién le daría consejos para salir adelante? No confiaba en nadie, al menos no por el momento… además, Travis y Alaska tenían sus propios demonios y problemas como para lidiar más con los de ella. Lo último que quería Camille era ser una carga para alguien.
− Disculpa ¿has visto una cartera negra por acá? –volteo la mirada en cuanto alguien toco su hombro. Un chico castaño, de ojos marrón se hallaba frente suyo, mirando y girando sobre sí mismo en búsqueda de algo.
− No –respondió algo insegura−, y a como lo veo, lo más probable es que tu cartera esté en manos de alguien más.
− ¿Crees que esa persona me la devuelva más tarde?
− Lo dudo, pero si quieres pensar eso.
− Lucas Trideaux –se presentó el castaño con una sonrisa honesta y alegre mientras cogía de la mano a Camille a modo de saludo.
− Camille Wright.
− Un gusto, Camille –esa sonrisa seguía sin desaparecer, y logro transmitirle confianza a la oji marrón… una confianza que no sentía hace tiempo.
− El gusto es mío, Lucas.
− Y dime… ¿te gustaría ser mi cita para el baile de este viernes? –aquella pregunta la tomo por completo desprevenida y causo que sus mejillas de enrojecieran. La timidez la abordo como siempre.
− Lucas…
− No necesariamente significa que nos debemos de besar o manosear y esas cosas que hacen los novios, porque no somos novios, claro, al menos que quieras eso…
− ¡Lucas!
− De acuerdo… no me quería referirse a ese tipo de cosas…, pero podemos ir como buenos amigos que somos.
− Apenas si me conoces como de dos minutos.
− Pero siento que te conozco de años –otro sonrojo hizo presencia en las mejillas de la castaña.
− Es una locura.
− ¿Sí o no?
− Y creo que yo estoy más loca al decir que sí.
±±±
El oji azul espero a que todo el alumnado se retirara del salón para salir hasta al final. No tenía prisa por salir, no tenía nada que hacer. Sus hermanos lo tenían en un margen de ignorancia desde que habían llegado, y Christian supuso que cada uno quería su propio espacio. Aun así, aquello lo tenía en un estado emocional no muy favorable para su salud mental. Ninguno de sus tres hermanos rubios se había cruzado en su camino en cuanto pisaron la academia. Sabía que ninguno de ellos le prestaba atención…, pero realmente necesitaba algo de atención por parte de algún miembro de su familia.
Recordó las seis reglas que impusieron los directores y estaba demasiado seguro que los primeros en romper alguna sería alguno de los Cartairs… y no precisamente él. Vislumbro una melena peli roja en frente de él, y reconoció a una vieja compañera de infancia. Nova.
− ¿Christian? –pregunto la pequeña chica de quince años en cuanto volteo y se dio cuenta del oji azul.
− El mismo que viste y calza –respondió acercándosele a su vieja amiga y dándole un corto abrazo.
− Aaron no me dijo que tú también habías quedado en la academia –comento con el ceño fruncido.
− No me sorprende la verdad, han dejado de tomarme importancia –hablo el rubio elevando los hombros para restarle importancia a la situación… aunque ni él mismo se podía engañar.
− Me da gusto verte de nuevo, Chris –la peli roja coloco una mano sobre el hombro derecho del oji azul−. No puedo creer que todo el clan de los Cartairs estén juntos en esta academia… esto se vendrá patas arriba en cualquier momento.
− Lo mismo pienso, Nova –comento Christian riendo por el comentario de su amiga, pero con su atención puesta en algo más… o más bien en alguien más−. Me tengo que ir, Nova. Espero que podamos platicar como se debe otro día… digo, la academia no están grande que digamos.
− Digo lo mismo, Chris, y será mejor que corras si quieres atrapar a Sean.
El mayor de los Cartairs espero a que la peli roja se retirara por completo y emprendió camino hacia su hermano. Sean se hallaba entretenido platicando con alguien… y de inmediato Christian reconoció quién era esa persona.
− ¿Christian? –pregunto con una sonrisa la blonda de Nasti en cuanto el rubio se posiciono en frente de ella y de Sean.
− Hola, Nas –saludo devolviéndole la sonrisa…, pero sin que esta llegará a sus ojos. Realmente no le gustaba el hecho de que su hermano tuviera los ojos puestos en otra presa… mucho menos si esa presa era la oji marrón que había llamado su atención el día de llegada.
− ¿Se conocen? –pregunto con incredulidad y seriedad Sean, eso, y viendo con una mirada asesina a su hermano mayor.
− Claro –Christian respondió aquella pregunta con algo de sarcasmo, asegurándose que solo su hermano entendiera el mensaje−. Nos conocimos ayer ¿verdad, Nas?
− Si… digamos que nos topamos mientras Christian buscaba a alguien… a sus hermanos si bien recuerdo, ¿ustedes se conocen?
− Mira que pequeño es el mundo ¿no, Sean? Pues verás, Nas… este chico –señalo al oji azul de su hermano− es uno de mis hermanos… tengo otros dos repartidos por la academia –vio como la chica abría los ojos ante lo que acababa de escuchar y no sabía si debía sentirse bien o mal con aquello.
− Sean no me había mencionado el hecho de que tenía hermanos en la academia…
− No es algo de lo que tendría que presumir –comento el rubio mirando seriamente a su hermano mayor, dándole a entender que debería retirarse.
− No es algo de lo que me debería sorprender –añadió Chris sin inmutarse.
− ¿Saben algo? Creo que iré a mi habitación a descansar… ha sido un día algo largo.
− Que descanses, Nas –se despidió Chris agitando la mano viendo como la rubia se alejaba.
− ¿Se puede saber que mierda pasa por tu cabeza, Christian? –cuestiono Sean empezando a caminar, y su hermano siguiéndole los pasos.
− Créeme, a quien le pasan mierdas en su cabeza no es a mí, Sean.
− Eres un idiota, ¿Por qué rayos me interrumpiste?
− No la mereces –respondió de inmediato, sin saber porque había dicho aquello.
− ¿Qué? ¿Quién te crees tú como para decirme aquello? Espera… ¿te gusta Anastasia? –una larga carcajada salió de los labios de Sean cuando comprendió todo. Christian volvió puños ambas manos intentando controlar las ganas de golpear a su hermano para que cerrara la boca.
− Piensa lo que quieras, Sean. Solo te advierto que no la lastimes… ella es demasiado para alguien como tú.
− ¿Entonces tu si la mereces, no? –cuestiono con burla el rubio con cara de duende acercándose a su hermano− Créeme, Christian… no eres nadie, absolutamente nadie para decirme que hacer. El que seas mi hermano mayor no significa que eres el que da las órdenes acá, o dime… ¿alguno de nosotros te hace caso?
− Te pareces a Papa, Sean… y eso es ya llegar al límite –comento el rubio mayor, retirándose y caminando a paso veloz, intentando control aquel vació que se sumía cada día más.
No sabía a donde se dirigía, lo último que sabía es que quería estar solo… sin que nadie lo interrumpiera y que lo dejaran pensar con claridad. ¿Por qué pensaba que con tener un lazo de sangre, verdaderamente estaría unido de forma espiritual con sus hermanos? Nadie lo respetaba… su padre no lo hizo, así que, por consecuente, no debía esperar un trato diferente por los tres rubios menores. Escucho como alguien corría con algo de desesperación por un pasillo, y para cuando se dio cuenta, se hallaba tendido en el suelo.
Se levantó sobándose la parte trasera de su cabeza debido al impacto y viendo a la persona con la que había chocado. Era una chica de cabellos castaños y piel blanca como la porcelana, chica la cual desconocía su nombre y se encontraba tratando de normalizar su respiración. Christian se preocupó por el estado en que se hallaba la joven y la ayudo a levantarse, sentándola en la banca más próxima a ellos. Los minutos pasaron con lentitud mientras el oji azul veía como se tranquilizaba la castaña.
— Hey, ¿Conoces a Christian Cartairs? —pregunto con una sonrisa amable, y la morena lo miró incrédula, pero parecía perdida respecto a sus palabras. Entonces negó agitando su cabello.
—No, ¿quién es?
—Yo —La castaña parpadeó, entonces sonrió, y luego se rio levemente… contagiando esa pequeña risa al rubio.
− Alaska Wright… un gusto, Chris –se presentó la oji marrón ya con un estado fisiológico normal.
− El gusto es mío, Alaska… por cierto, lindo nombre –halago el chico, causando un leve sonrojo en la castaña.
− Gracias, lo mismo digo.
− Si claro… mi nombre no es tan poco común como lo es el tuyo, por cierto… ¿tienes con quién ir al baile?
− ¿Tan rápido agarras confianza, Christian? –cuestiono la morena con una ceja alzada y con algo de diversión.
− No, lo que quise decir fue que… −el rubio odiaba aquellos momentos en los que las palabras se quedaban en la punta de la lengua. Sabía que decir, pero no podía, y solamente quedaba como un estúpido, tal y como pasaba justo ahora.
− No tengo pareja –respondió Alaska sonriéndole y logrando que Chris apaciguara sus pensamientos−, y sería un gusto asistir contigo, Chris.
Quien diría que alguien podría conseguir una pareja para un baile y una amiga con solo chocar mientras esta tuviera un ataque de taquicardia.
Recordó las seis reglas que impusieron los directores y estaba demasiado seguro que los primeros en romper alguna sería alguno de los Cartairs… y no precisamente él. Vislumbro una melena peli roja en frente de él, y reconoció a una vieja compañera de infancia. Nova.
− ¿Christian? –pregunto la pequeña chica de quince años en cuanto volteo y se dio cuenta del oji azul.
− El mismo que viste y calza –respondió acercándosele a su vieja amiga y dándole un corto abrazo.
− Aaron no me dijo que tú también habías quedado en la academia –comento con el ceño fruncido.
− No me sorprende la verdad, han dejado de tomarme importancia –hablo el rubio elevando los hombros para restarle importancia a la situación… aunque ni él mismo se podía engañar.
− Me da gusto verte de nuevo, Chris –la peli roja coloco una mano sobre el hombro derecho del oji azul−. No puedo creer que todo el clan de los Cartairs estén juntos en esta academia… esto se vendrá patas arriba en cualquier momento.
− Lo mismo pienso, Nova –comento Christian riendo por el comentario de su amiga, pero con su atención puesta en algo más… o más bien en alguien más−. Me tengo que ir, Nova. Espero que podamos platicar como se debe otro día… digo, la academia no están grande que digamos.
− Digo lo mismo, Chris, y será mejor que corras si quieres atrapar a Sean.
El mayor de los Cartairs espero a que la peli roja se retirara por completo y emprendió camino hacia su hermano. Sean se hallaba entretenido platicando con alguien… y de inmediato Christian reconoció quién era esa persona.
− ¿Christian? –pregunto con una sonrisa la blonda de Nasti en cuanto el rubio se posiciono en frente de ella y de Sean.
− Hola, Nas –saludo devolviéndole la sonrisa…, pero sin que esta llegará a sus ojos. Realmente no le gustaba el hecho de que su hermano tuviera los ojos puestos en otra presa… mucho menos si esa presa era la oji marrón que había llamado su atención el día de llegada.
− ¿Se conocen? –pregunto con incredulidad y seriedad Sean, eso, y viendo con una mirada asesina a su hermano mayor.
− Claro –Christian respondió aquella pregunta con algo de sarcasmo, asegurándose que solo su hermano entendiera el mensaje−. Nos conocimos ayer ¿verdad, Nas?
− Si… digamos que nos topamos mientras Christian buscaba a alguien… a sus hermanos si bien recuerdo, ¿ustedes se conocen?
− Mira que pequeño es el mundo ¿no, Sean? Pues verás, Nas… este chico –señalo al oji azul de su hermano− es uno de mis hermanos… tengo otros dos repartidos por la academia –vio como la chica abría los ojos ante lo que acababa de escuchar y no sabía si debía sentirse bien o mal con aquello.
− Sean no me había mencionado el hecho de que tenía hermanos en la academia…
− No es algo de lo que tendría que presumir –comento el rubio mirando seriamente a su hermano mayor, dándole a entender que debería retirarse.
− No es algo de lo que me debería sorprender –añadió Chris sin inmutarse.
− ¿Saben algo? Creo que iré a mi habitación a descansar… ha sido un día algo largo.
− Que descanses, Nas –se despidió Chris agitando la mano viendo como la rubia se alejaba.
− ¿Se puede saber que mierda pasa por tu cabeza, Christian? –cuestiono Sean empezando a caminar, y su hermano siguiéndole los pasos.
− Créeme, a quien le pasan mierdas en su cabeza no es a mí, Sean.
− Eres un idiota, ¿Por qué rayos me interrumpiste?
− No la mereces –respondió de inmediato, sin saber porque había dicho aquello.
− ¿Qué? ¿Quién te crees tú como para decirme aquello? Espera… ¿te gusta Anastasia? –una larga carcajada salió de los labios de Sean cuando comprendió todo. Christian volvió puños ambas manos intentando controlar las ganas de golpear a su hermano para que cerrara la boca.
− Piensa lo que quieras, Sean. Solo te advierto que no la lastimes… ella es demasiado para alguien como tú.
− ¿Entonces tu si la mereces, no? –cuestiono con burla el rubio con cara de duende acercándose a su hermano− Créeme, Christian… no eres nadie, absolutamente nadie para decirme que hacer. El que seas mi hermano mayor no significa que eres el que da las órdenes acá, o dime… ¿alguno de nosotros te hace caso?
− Te pareces a Papa, Sean… y eso es ya llegar al límite –comento el rubio mayor, retirándose y caminando a paso veloz, intentando control aquel vació que se sumía cada día más.
No sabía a donde se dirigía, lo último que sabía es que quería estar solo… sin que nadie lo interrumpiera y que lo dejaran pensar con claridad. ¿Por qué pensaba que con tener un lazo de sangre, verdaderamente estaría unido de forma espiritual con sus hermanos? Nadie lo respetaba… su padre no lo hizo, así que, por consecuente, no debía esperar un trato diferente por los tres rubios menores. Escucho como alguien corría con algo de desesperación por un pasillo, y para cuando se dio cuenta, se hallaba tendido en el suelo.
Se levantó sobándose la parte trasera de su cabeza debido al impacto y viendo a la persona con la que había chocado. Era una chica de cabellos castaños y piel blanca como la porcelana, chica la cual desconocía su nombre y se encontraba tratando de normalizar su respiración. Christian se preocupó por el estado en que se hallaba la joven y la ayudo a levantarse, sentándola en la banca más próxima a ellos. Los minutos pasaron con lentitud mientras el oji azul veía como se tranquilizaba la castaña.
— Hey, ¿Conoces a Christian Cartairs? —pregunto con una sonrisa amable, y la morena lo miró incrédula, pero parecía perdida respecto a sus palabras. Entonces negó agitando su cabello.
—No, ¿quién es?
—Yo —La castaña parpadeó, entonces sonrió, y luego se rio levemente… contagiando esa pequeña risa al rubio.
− Alaska Wright… un gusto, Chris –se presentó la oji marrón ya con un estado fisiológico normal.
− El gusto es mío, Alaska… por cierto, lindo nombre –halago el chico, causando un leve sonrojo en la castaña.
− Gracias, lo mismo digo.
− Si claro… mi nombre no es tan poco común como lo es el tuyo, por cierto… ¿tienes con quién ir al baile?
− ¿Tan rápido agarras confianza, Christian? –cuestiono la morena con una ceja alzada y con algo de diversión.
− No, lo que quise decir fue que… −el rubio odiaba aquellos momentos en los que las palabras se quedaban en la punta de la lengua. Sabía que decir, pero no podía, y solamente quedaba como un estúpido, tal y como pasaba justo ahora.
− No tengo pareja –respondió Alaska sonriéndole y logrando que Chris apaciguara sus pensamientos−, y sería un gusto asistir contigo, Chris.
Quien diría que alguien podría conseguir una pareja para un baile y una amiga con solo chocar mientras esta tuviera un ataque de taquicardia.
±±±
Terrence sentía una opresión en su corazón en estos momentos. ¿Por qué llego donde Jenna y le dijo todas esas cosas? ¿De dónde había sacado el valor de pronunciarlas? No había dejado de pensar en la castaña desde el día en donde había descubierto el engaño de está. Encontrársela meses después en el mismo lugar no había formado parte de sus planes. El castaño había enterrado en un cofre en un rincón profundo dentro de su mente todo lo relacionado con Jenna Fox. Verla de nuevo, era como abrir otra vez aquella herida tan profunda que le había costado cocer y sobre todo curar. Lo que empeoraba más la situación, era el pequeño –siéntase el sarcasmo en eso− detalle de que la vería por los próximos 364 días. ¿Cómo le haría si se la topaba en un pasillo o si debía entablar una conversación con ella? Realmente Terrence rogaba porque aquello no llegase a suceder, pero sabía que sería desear algo en vano. Vivirían en el mismo lugar, así que tarde o temprano debía pasar algo entre ellos.
Incluso, el que ella lo hubiese engañado, no sopesaba el hecho de que aún tenía sentimientos de por medio por la castaña. En el fondo… la seguía queriendo. Recordó las palabras que Lorreine había pronunciado sobre Jenna durante la reunión, y, aunque sabía que tal vez fuesen verdad, no quitaba que de inmediato, esa morena le había caído mal… ella no conocía a Jenna, nadie en este instituto la conocía de verdad, o al menos él creía conocerla. Ninguno tenía derecho alguno de decir cosas obscenas o negativas sobre alguien más, y sabía que Jenna tampoco se había sentido demasiado bien con aquel comentario. Quiso regresar a donde se hallaba la oji azul, pero alguien irrumpió en su camino.
− ¿A dónde te dirigías, Rex? –Demi lo cogió por el brazo, llevándolo a la dirección contraria de a donde quería ir.
− Iba a buscarte de hecho.
− Mientes, pero no importa porque eres mi mejor amigo –sonrió, Demi era la única persona que conoció el primer día… aparte de Anastasia y Jenna; la rubia que se hallaba a su lado, le había caído demasiado bien desde el primer momento en que esta le hablo, y aunque apenas había un día desde ese momento, Terrence sentía que su amistad con ella duraría mucho tiempo más.
− Y tú la mía –aseguro despeinando la melena rubia de su amiga.
− Awwww… eres tan tierno, Rex. No sé cómo es que Jenna pudo haberte engañado y… −cubrió con ambas manos su boca, dándose cuenta de la metida de pata en cuanto vio la cara de pocos amigos que puso el castaño.
− Si bueno… −suspiro, sabía que Demi no lo había hecho adrede, pero aquel tema se sentía tan fresco para él aún pasado varios meses, que le causaban el mismo dolor que el primer día− yo tampoco sé porque,
− Para recompensarte por la estupidez que acabo de hacer –hablo Demi abrazándolo, dándole a entender su apoyo incondicional−, dejaré que escribas en mi frente «Amo a Terrence Timothy», ¿qué te parece?
− Búscame un marcador y ya mismo lo escribo.
La rubia estallo en carcajadas, y esa buena vibra contagio al castaño, logrando que se olvidara por un momento de la mala suerte que tenía en el amor.
Incluso, el que ella lo hubiese engañado, no sopesaba el hecho de que aún tenía sentimientos de por medio por la castaña. En el fondo… la seguía queriendo. Recordó las palabras que Lorreine había pronunciado sobre Jenna durante la reunión, y, aunque sabía que tal vez fuesen verdad, no quitaba que de inmediato, esa morena le había caído mal… ella no conocía a Jenna, nadie en este instituto la conocía de verdad, o al menos él creía conocerla. Ninguno tenía derecho alguno de decir cosas obscenas o negativas sobre alguien más, y sabía que Jenna tampoco se había sentido demasiado bien con aquel comentario. Quiso regresar a donde se hallaba la oji azul, pero alguien irrumpió en su camino.
− ¿A dónde te dirigías, Rex? –Demi lo cogió por el brazo, llevándolo a la dirección contraria de a donde quería ir.
− Iba a buscarte de hecho.
− Mientes, pero no importa porque eres mi mejor amigo –sonrió, Demi era la única persona que conoció el primer día… aparte de Anastasia y Jenna; la rubia que se hallaba a su lado, le había caído demasiado bien desde el primer momento en que esta le hablo, y aunque apenas había un día desde ese momento, Terrence sentía que su amistad con ella duraría mucho tiempo más.
− Y tú la mía –aseguro despeinando la melena rubia de su amiga.
− Awwww… eres tan tierno, Rex. No sé cómo es que Jenna pudo haberte engañado y… −cubrió con ambas manos su boca, dándose cuenta de la metida de pata en cuanto vio la cara de pocos amigos que puso el castaño.
− Si bueno… −suspiro, sabía que Demi no lo había hecho adrede, pero aquel tema se sentía tan fresco para él aún pasado varios meses, que le causaban el mismo dolor que el primer día− yo tampoco sé porque,
− Para recompensarte por la estupidez que acabo de hacer –hablo Demi abrazándolo, dándole a entender su apoyo incondicional−, dejaré que escribas en mi frente «Amo a Terrence Timothy», ¿qué te parece?
− Búscame un marcador y ya mismo lo escribo.
La rubia estallo en carcajadas, y esa buena vibra contagio al castaño, logrando que se olvidara por un momento de la mala suerte que tenía en el amor.
±±±
Lorreine llevaba el pelo recogido en una trenza simple de lado. Su vestido estaba teñido de un color rosa pastel, la parte de arriba con un escote en forma de corazón, sin ninguna decoración ni tirantes; la falda llegaba en la parte del frente hasta el nivel de sus rodillas y por detrás hasta sus tobillos. Había una línea que marcaba la separación de la falda de lo de arriba, la tela era de seda… se veía como un vestido simple, pero constataba a la perfección con el baile que se efectuaba en estos momentos y, porque realmente se veía asombrosa la morena con el conjunto puesto, combinándolo con unas zapatillas de un tono rosado, pero más pálido que la del vestido.
¿Quién no se fijaría en alguien como ella? Más aún con esa vestimenta. Nathan se encontraba caminando a la par de la morena, dirigiéndose los dos mejores amigos hacia el salón correspondiente en donde se llevaría a cabo el baile de bienvenida/san Valentín. Él moreno llevaba una camisa blanca de manga larga, pantalones de vestir negros y una corbata del mismo color que del vestido de la peli negra. Sorprendentemente, Nathan Mallete, se había arreglado como debería uno al asistir a una fiesta formal. Lore cada vez que volteaba a verlo, no podía ocultar la sonrisa de diversión en su cara al ver el aspecto nuevo de su mejor amigo. Esto quedaría en la memoria de ambos para siempre, de eso estaban completamente seguros.
− ¿Podrías dejar de verme como si fuera un estúpido, Lorreine?
− No, aunque si te ves como un estúpido, Nat.
− Yo también te quiero, amiga.
El director y la directora se encontraban situados uno a un lado de la puerta de entrada al salón, y el otro, al otro lado. Cada uno colocaba un antifaz en la mano de cada alumno que ingresaba hacia dentro de la fiesta.
« Esto debe ser una completa estupidez » pensó la morena en cuanto le tendieron el suyo.
Se escuchaba la música retumbando en los oídos de cada adolescente que se hallaba dentro del salón. Diversas luces de colores iluminando el área y así ver la decoración hecha. Lorreine se encamino hacía la mesa donde se encontraban los aperitivos y se sirvió un vaso de ponche para refrescarse… y al beberlo, noto un sabor amargo en la bebida. Sonrió al reconocer que era.
« Así que alguien aquí fue lo suficientemente hábil para añadir el alcohol –pensó−. De acuerdo, que comience la fiesta.»
Nathan carraspeo, para obtener su atención, eso y también por el grito que propicio hacia el castaño situado enfrente de ambos debido a lo alto del volumen de la música. Lorreine lo había reconocido de inmediato… era el chico que le había dado su maleta el primer día. Y ahora que lo veía con un traje puesto sobre él, no evito morderse el labio ante la vista que tenía… realmente era demasiado atractivo para ella, y los ojos azul de él no dejaban de tener contacto con los marrones de ella. Por primera vez, Jenkins sintió conmoción al no saber cómo actuar o que decir en frente de un chico.
− Chico… habla ahora o calla para siempre –comento Nathan algo impaciente por saber lo que quería decir el castaño a su mejor amiga.
− Luces hermosa –titubeo apenado y con las mejillas rosadas.
− Este… −básicamente Lorreine sabía que decir en cuanto alguien le decía un piropo, pero… ¿qué tenía ese castaño que le causaba una mezcla de ternura, confusión, empatía y arrogancia?− gracias, Lys –respondió sin saber que decir y con las mejillas de un color carmesí.
¿Quién no se fijaría en alguien como ella? Más aún con esa vestimenta. Nathan se encontraba caminando a la par de la morena, dirigiéndose los dos mejores amigos hacia el salón correspondiente en donde se llevaría a cabo el baile de bienvenida/san Valentín. Él moreno llevaba una camisa blanca de manga larga, pantalones de vestir negros y una corbata del mismo color que del vestido de la peli negra. Sorprendentemente, Nathan Mallete, se había arreglado como debería uno al asistir a una fiesta formal. Lore cada vez que volteaba a verlo, no podía ocultar la sonrisa de diversión en su cara al ver el aspecto nuevo de su mejor amigo. Esto quedaría en la memoria de ambos para siempre, de eso estaban completamente seguros.
− ¿Podrías dejar de verme como si fuera un estúpido, Lorreine?
− No, aunque si te ves como un estúpido, Nat.
− Yo también te quiero, amiga.
El director y la directora se encontraban situados uno a un lado de la puerta de entrada al salón, y el otro, al otro lado. Cada uno colocaba un antifaz en la mano de cada alumno que ingresaba hacia dentro de la fiesta.
« Esto debe ser una completa estupidez » pensó la morena en cuanto le tendieron el suyo.
Se escuchaba la música retumbando en los oídos de cada adolescente que se hallaba dentro del salón. Diversas luces de colores iluminando el área y así ver la decoración hecha. Lorreine se encamino hacía la mesa donde se encontraban los aperitivos y se sirvió un vaso de ponche para refrescarse… y al beberlo, noto un sabor amargo en la bebida. Sonrió al reconocer que era.
« Así que alguien aquí fue lo suficientemente hábil para añadir el alcohol –pensó−. De acuerdo, que comience la fiesta.»
Nathan carraspeo, para obtener su atención, eso y también por el grito que propicio hacia el castaño situado enfrente de ambos debido a lo alto del volumen de la música. Lorreine lo había reconocido de inmediato… era el chico que le había dado su maleta el primer día. Y ahora que lo veía con un traje puesto sobre él, no evito morderse el labio ante la vista que tenía… realmente era demasiado atractivo para ella, y los ojos azul de él no dejaban de tener contacto con los marrones de ella. Por primera vez, Jenkins sintió conmoción al no saber cómo actuar o que decir en frente de un chico.
− Chico… habla ahora o calla para siempre –comento Nathan algo impaciente por saber lo que quería decir el castaño a su mejor amiga.
− Luces hermosa –titubeo apenado y con las mejillas rosadas.
− Este… −básicamente Lorreine sabía que decir en cuanto alguien le decía un piropo, pero… ¿qué tenía ese castaño que le causaba una mezcla de ternura, confusión, empatía y arrogancia?− gracias, Lys –respondió sin saber que decir y con las mejillas de un color carmesí.
±±±
El antifaz comenzaba a causarle molestia al tratar de reconocer a cada una de las personas que se hallaban en el salón. Aidan había perdido a su pareja recién cruzaron las puertas de entrada. No encontraba a su hermana por ninguna parte desde que la vio cruzar las mismas puertas que él minutos atrás. Si, era demasiado protector con Madison… era su única hermana y lo único que le quedaba de familia, así que para él no estaba de más cerciorarse que se encontraba bien… y alejada de cualquier adolescente con las hormonas alborotadas.
Tampoco hallaba a Camille, no la había vuelto a ver desde el encuentro que tuvieron aquella tarde, y si debía ser sincero, la castaña había ocupado un 70% de todos sus pensamientos desde aquel entonces… y aunque le costase admitirlo, Sean también había cruzado su mente más de una vez. Se encontraba bebiendo un vaso de ponche un poco alcoholizado, se preguntaba cómo es que ninguno de los directores se había dado cuenta de aquel detalle. Detuvo su vista en una persona… o más bien en dos. Ambos rubios. Reconoció a Sean por la forma en que llevaba peinado su cabello, pero no sabía quién era su acompañante. Para cuando se dio cuenta, el vaso de cristal estaba hecho añicos en su mano y un pequeño goteo de sangre comenzaba a dar paso.
− Aidan dios mío –alguien se acercó con un par de servilletas para secar las gotas de sangre que salían de las pequeñas heridas.
El moreno no hacía caso a nada de lo que pasaba a su alrededor, solo sentía como la ira hacia presencia en su cuerpo… y no sabía el porqué. Lo sabía, por supuesto que lo hacía, pero el hecho de aceptar aquello era algo diferente. Se sentía el ser más estúpido en estos momentos y a la vez como una pequeña punzada atravesaba su corazón.
− Quieto –esa voz logro sacarlo de sus pensamientos, y se dio cuenta de que se hallaba en el baño de niñas y con Camille. La punzada comenzaba a desaparecer conforme veía como la castaña lavaba su mano quitando todo rastro de vidrio y lo vendaba con suma delicadeza. Sonrió al momento en que el color marrón de los ojos de ella, hicieron contacto con los ojos miel de él… y el corazón de ambos, se aceleró ante la cercanía que había.
Tal vez no sería tan mala noche después de todo para ninguno de los dos. Además, la fiesta apenas daba inicio a una locura para más de cincuenta alumnos con las hormonas alborotadas… ¿De verdad Clarisse y Jackson creían que nadie rompería una regla esta noche?
Tampoco hallaba a Camille, no la había vuelto a ver desde el encuentro que tuvieron aquella tarde, y si debía ser sincero, la castaña había ocupado un 70% de todos sus pensamientos desde aquel entonces… y aunque le costase admitirlo, Sean también había cruzado su mente más de una vez. Se encontraba bebiendo un vaso de ponche un poco alcoholizado, se preguntaba cómo es que ninguno de los directores se había dado cuenta de aquel detalle. Detuvo su vista en una persona… o más bien en dos. Ambos rubios. Reconoció a Sean por la forma en que llevaba peinado su cabello, pero no sabía quién era su acompañante. Para cuando se dio cuenta, el vaso de cristal estaba hecho añicos en su mano y un pequeño goteo de sangre comenzaba a dar paso.
− Aidan dios mío –alguien se acercó con un par de servilletas para secar las gotas de sangre que salían de las pequeñas heridas.
El moreno no hacía caso a nada de lo que pasaba a su alrededor, solo sentía como la ira hacia presencia en su cuerpo… y no sabía el porqué. Lo sabía, por supuesto que lo hacía, pero el hecho de aceptar aquello era algo diferente. Se sentía el ser más estúpido en estos momentos y a la vez como una pequeña punzada atravesaba su corazón.
− Quieto –esa voz logro sacarlo de sus pensamientos, y se dio cuenta de que se hallaba en el baño de niñas y con Camille. La punzada comenzaba a desaparecer conforme veía como la castaña lavaba su mano quitando todo rastro de vidrio y lo vendaba con suma delicadeza. Sonrió al momento en que el color marrón de los ojos de ella, hicieron contacto con los ojos miel de él… y el corazón de ambos, se aceleró ante la cercanía que había.
Tal vez no sería tan mala noche después de todo para ninguno de los dos. Además, la fiesta apenas daba inicio a una locura para más de cincuenta alumnos con las hormonas alborotadas… ¿De verdad Clarisse y Jackson creían que nadie rompería una regla esta noche?
Atenea.
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Re: The American Dream | Novela Colectiva
DASJKDASDHSAHDJKASDAS I SWEAR TO GOD SEIDAN IS MY LIFE
CUANDO TENGO FEELINGS ESCRIBO NE MAYUSCULA E INGLES
OMG OMG OMGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG KSDJFH HACE CUANTO QUERIA LEER MIERDA SADKJFSG ZEPPELIN TE AMO NO IMPORTA QUE SEAS UN HIJO DE PUTA OK. AKSJDFH DEREK VOS SI SOS UN FORRO ANDATE A LA MIERDA.
¿Con tu perro imaginario quizás? Sé muy bien que nadie aceptaría salir contigo ni en mil años.
lo saque de sofi PERO AJAJAAJAJAJJAJAJJAJA
DEBERÍA SACAR LA MAYUSCULA PQ PARECE QUE GRITO O NO
PERO AIDAN ROMPIENDO EL VASO AY NO CHAU. ENCIMA CAMILLE EN EL BAÑO ASKJDAFHKDL
creo que escribi todo mezclado y voy a terminar el comentario ahí solo para dejar de escribir pelotudeces. me encantó el cap ah<3.
bai.
CUANDO TENGO FEELINGS ESCRIBO NE MAYUSCULA E INGLES
OMG OMG OMGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGGG KSDJFH HACE CUANTO QUERIA LEER MIERDA SADKJFSG ZEPPELIN TE AMO NO IMPORTA QUE SEAS UN HIJO DE PUTA OK. AKSJDFH DEREK VOS SI SOS UN FORRO ANDATE A LA MIERDA.
¿Con tu perro imaginario quizás? Sé muy bien que nadie aceptaría salir contigo ni en mil años.
DEBERÍA SACAR LA MAYUSCULA PQ PARECE QUE GRITO O NO
PERO AIDAN ROMPIENDO EL VASO AY NO CHAU. ENCIMA CAMILLE EN EL BAÑO ASKJDAFHKDL
bai.
hood.
Re: The American Dream | Novela Colectiva
OMG AL FIN UN CAPITULO EN UNA NC :') GINA GIN GINU MORI MAÑANA DEJO SUPER COMENTARIO ♡♡♥♥♡♥♥♥♥♡♥♡♥
nayeon.
Re: The American Dream | Novela Colectiva
OMGGGGGGGGGGG
lucas es un idiota y lo amo so much.
idk pero amé tu capítulo gigi ya quiero escribir el mío i'm so excited ): dklfajsf amo demasiado sean & aidan bc ziall es vida para todas ): yyyy ya quiero leer el capítulo de vale e idk todo fue demasiado perfecto, cabe mencionar que amo a lysandro u_u.
idk que más ponner son las 1:37 y omití mi siesta bc habías subido, estoy cagada de sueño, te amo eso. :toosexy:
lucas es un idiota y lo amo so much.
idk pero amé tu capítulo gigi ya quiero escribir el mío i'm so excited ): dklfajsf amo demasiado sean & aidan bc ziall es vida para todas ): yyyy ya quiero leer el capítulo de vale e idk todo fue demasiado perfecto, cabe mencionar que amo a lysandro u_u.
idk que más ponner son las 1:37 y omití mi siesta bc habías subido, estoy cagada de sueño, te amo eso. :toosexy:
sugg.
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