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The American Dream | Novela Colectiva - Página 20 Empty Re: The American Dream | Novela Colectiva

Mensaje por sugg. Dom 02 Feb 2014, 9:55 pm

woooooooooo capi:3
sugg.
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http://rainbowofcolorss.tumblr.com

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Mensaje por Clifford. Dom 02 Feb 2014, 9:58 pm

val amo tu firma srsly.
Clifford.
Clifford.


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Mensaje por Atenea. Lun 03 Feb 2014, 12:13 am

capitulo despues de dos semanas ;-;
Atenea.
Atenea.


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Mensaje por Atenea. Lun 03 Feb 2014, 11:20 am

omg uahajabdhajhsjdhsshdjdjd stephy, ame mucho tu cap, y ame demasiado a chantelle, ella es tan hejdhakhdbdhwkshdksbsjdj no se, la ame a lot y seme hizo genial eso de que haya ido a tad para una segunda oportunidad, y quedo y pkg shsjdhd y max la vio, y le hablo y fulssss ;-; idk como se llamaria la pareja :c pero briam, que bellos ;-; y idk, pero evan me agrado mucho ;-; uehsjsjs "se sentia como en una dulceria" jajajajajaja, me dio risa eso, pero lo ame, ea genial :c y brooklyn toda indiferente con el ;-; jajajaja idk. ame mucho tu cap, bby <3 ily *-* y ame que jackson le haya dado la segunda oportunidad a la rubia, omg, que padre por parte de el, ily, steph<3
Atenea.
Atenea.


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Mensaje por hemmo. Lun 03 Feb 2014, 1:05 pm

Mg steph♡ chantelle rls ): y su mamá no ))); me caen bien tus pjs y quiero más sobre Brooklyn bc she rlss )):: ♡ y me caen bien max y evan yyy la forma en la que ingresó chantelle a tad rls ); eso.
hemmo.
hemmo.


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Mensaje por Invitado Lun 03 Feb 2014, 1:58 pm

omg Cap :ihh: Stephy en estos días estaré comentando:c
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Mensaje por sugg. Lun 03 Feb 2014, 10:05 pm

omgggg stephy me encantó tu capítulo:3 bc no ha primera sin segunda, o sea i hate so much a la mamá debería apoyar a su hija en todo momento pero como sea ): ella igual fue y por eso la amo): morí cuando hablo con jackson y él quedo como wtf._. no eres aceptada y luego ledio una oportunidad bc es un cupcake de dios): y es sexy, además vio a max yyy briam <3 omg feels, max fue demasiado cute con chantelle y eso me encantooooooooooo <3
luego evan weon amo a evan y que a todas les quede claro además es jackkkkk <3 como amo a ese weon mierda hermoso): y brooklyn lo rechazo soooo hard skldjf lo amé yya sabes nuestras tramas The American Dream | Novela Colectiva - Página 20 285151902 sdkjafksfd y omg luego el baile de chantelle la ruleo y max sdkfakjfkljfdkjfksjfklf ayya icant con mis feels ): tad la rulea so hard yyyy idk afdkjfsdjfks ay debo mandarte las img de dod que ya las tengo :3 yyy eso bby lo amé <3

pd. gracias lula :3 la hice yo e idk me siento orgullosa The American Dream | Novela Colectiva - Página 20 3373640616 aunque sea simple ;-;
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http://rainbowofcolorss.tumblr.com

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Mensaje por peralta. Mar 04 Feb 2014, 5:37 am

Max + Chantelle = Maxelle :c <3 muchas gracias por sus comentarios, pensé que no les iba a gustar c:
peralta.
peralta.


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Mensaje por Clifford. Mar 04 Feb 2014, 4:10 pm

amé tu capítulo, omg.
cómo entro chantelle a tad, yyy max omfg yy brook tan fría yy evan ayyy ;_; bueno me calmo.
Clifford.
Clifford.


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Mensaje por Invitado Mar 04 Feb 2014, 5:14 pm

se me siguen acumulando los capítulos  The American Dream | Novela Colectiva - Página 20 1903305068 
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Mensaje por sugg. Miér 05 Feb 2014, 8:54 pm

seguiré acá esperando capítulo de alguien  :shakeitbb: 
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Mensaje por Atenea. Miér 05 Feb 2014, 9:16 pm

Digo lo mismo :jejeje:
Atenea.
Atenea.


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Mensaje por bxmbshell. Jue 06 Feb 2014, 5:04 am

Ya me volvió el internet *OOO* estoy subiendo mi capítulo, espero no les moleste.
bxmbshell.
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http://insxneofrp.tumblr.com/

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Mensaje por bxmbshell. Jue 06 Feb 2014, 5:06 am

Quiero pasar de página con mi capítulo. Steph es la única conectada  The American Dream | Novela Colectiva - Página 20 2027361961 
bxmbshell.
bxmbshell.


http://insxneofrp.tumblr.com/

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Mensaje por bxmbshell. Jue 06 Feb 2014, 6:11 am

Abreme:

Capítulo 09.
✖️[Codes by Kitty Sykes.
→by Kitty Sykes
Kailya Pandora | Travis Wright | Cheyenne Dallas | Franklin Ferguson | Stefan Cooper | Bonnie Pandora | Charles Monroe | Margaret Crawford.

El aroma a tocino recién hecho mezclado con el del alcohol, perfume barato y la constante sensación a tabaco inundó rápidamente las fosas nasales de la morena. Tan solo abrió la puerta y sintió como si todos esos olores se hubieran aliado y formado una mano invisible para darle una buena bofetada. Por lo menos eso la había despertado.

Dejo la puerta abierta detrás de ella, ese lugar necesitaba lo más pronto posible unas ventanas, o por lo menos Sussie debería encender el extractor de aire mientras cocinaba.

Caminó hasta el pequeño cuarto al fondo del pasillo, a medida que se iba acercando la música se escuchaba más fuerte, así como las bofetadas que la mezcla de olores le proporcionaban. Al fin dentro se encontró con una peli-arcoiris moviendo las caderas al ritmo de Beyoncé, mientras sacaba el tocino del sartén. La mujer se dio cuenta de la presencia de la chica e inmediatamente bajó el volumen. Se limpió las manos en la parte trasera de sus pantaloncillos de mezclilla y se acercó a plantarle un beso en ambas mejillas.

—Qué suerte que hayas despertado por ti misma. —Dijo la peli-arcoiris. —No me hubiera gustado subir y despertar a Wendy también. Ella debe dormir… ya sabes, es bueno para el bebé.

La ojimiel solo asintió, aún se estaba acostumbrando al hedor y no quería abrir la boca pues sentiría arcadas.

—Pero siéntate, te he preparado un buen desayuno. —Indicó señalando el modestamente pequeño comedor a unos 2 metros de ella, justo contra la pared de ese horrendo color gris que la hacía querer matarse. Como si ese lugar no fuera lo bastante deprimente por las noches. —El viaje a Los Ángeles va a ser muy largo. Espero de todo corazón que te molestes en siquiera comer algo durante las paradas.

La morena dejó escapar un “Mhm” positivo en respuesta.

—Y… Kailya, de verdad, de verdad espero que hagas amigos. —Expresó mirándola con aquellos ojos maternales que no sabía si exactamente eran eso pues su madre jamás se molestó en mirarla con aquella ternura que sentía de la mujer del tocino, mejor conocida como Sussie durante buena parte del día, pero siendo aclamada como Andrómeda durante las noches. —Lya, lo digo enserio, ¿no te parece raro no tener amigos?
—Te tengo a ti y no nos olvidemos de Wendy, la stripper preñada. —Soltó Kailya para luego darle un sorbo a ese interesante jugo que le había dejado Sussie. Sabía como a naranja, pero su color no era el de un jugo de naranja.
—Lya. —Le reprendió.
—¿Qué? Sabes que lo digo con amor. —Continuó encogiéndose de hombros. —Vamos, adoro a Wendy. Tiene un lugar seguro en la lista de personas que aprecio.
—¿Es eso cierto?
—Por supuesto que sí, palabra de table dancer.
—Bien. Entonces, señorita Brandy (nombre de bailarina) ¿sería tan amable de mencionarme quiénes están en esa lista?

Lya, o bueno, Brandy (ahora que había jurado como table dancer) se aclaró la garganta y mejoró su postura para comenzar con lo que sería un breve parloteo.

—He aquí a las personas que soporto: Coronándola está mi padre, el buen señor Rupert Pandora que, a pesar de tener un apellido apocalíptico, se ha comportado como el mismo Jesús con todas las personas que le rodean. —Colocó una de sus manos a la altura del corazón para darle un aspecto sentimental. —Luego tenemos, en el mismo puesto a mis jodidos hermanos, los mellizos, Tania y Theo. Sigue mi querida compañera y modelo a seguir, Sussie la del cabello de arcoíris, quien me ha cuidado como si fuera hija suya. Después de ti está Wendy, la frágil rubia que ahora carga con otro peso más, como si su falta de ritmo no fuera lo bastantemente malo. —Lya se quedó en silencio, lo que indicaba que había terminado.
—¿Y?
—Y eso, solo ellos. No existe nadie más a quien le deba mi afecto.
—¿Qué hay de Bonnie? Tú amas a Bonnie.
—No menciones el nombre de esa perra malnacida en mi presencia. —La morena la miró con el entrecejo fruncido y los labios tensos mientras Sussie se le acercaba con un plato de tocino y huevos.

Entonces la mujer lo recordó ¿cómo pudo habérsele olvidado? Lya ya no amaba a Bonnie, la detestaba casi tanto como a su madre.

—Lo siento. —Se limitó a decir bajando la mirada completamente apenada.
—No importa. Pero gracias.
—¿Por qué?
—Por todo, supongo. —Volvió a encogerse de hombros. —Por el trabajo, por la comida, por el dinero, por recordarme que hago todo esto por mi familia… ah, y por dejarme quedar anoche. De verdad, no hubiera podido dormir con todos allí, estoy muy segura que no hubiera tenido el valor para estar en la misma habitación que mis cosas empacadas.
—Sé que te duele dejarlos. —Dijo Sussie tomando la mano de la morena sobre la mesa. —Pero esta es una oportunidad increíble. Son pocos los pasos que te separan de cumplir lo que siempre has querido.
—Lo sé. Es solo que…
—Nada. No vas a darte por vencida ahora. —La mujer de cabello multicolor le dedicó una mirada seria. —Me costó mucho convencerte para audicionar. No debes preocuparte por tu familia, los dejas en buenas manos. Ya te he prometido que cuidaré de los niños y me aseguraré que tu padre vaya a sus controles; además, has dejado el dinero para las medicinas. Estarán bien.
—Jamás terminaré de agradecerte por todo.
—Y seguro no vas a querer que nadie sepa que tienes corazón ¿verdad?
—Creo que nadie lo sabrá; además de ti, claro.

Después de desayunar y ayudar a Sussie a ordenar las sillas del cabaret, Lya fue a despedirse de Wendy, la cual tanto como por el embarazo como por lo sentimental que siempre ha sido se puso a llorar desconsoladamente.

Sussie la llevó a casa para recoger sus maletas y despedirse de una manera corta y lo más rápida posible de su familia, si lo prolongaba era muy capaz de dejarlo todo y quedarse con ellos.

Subió arrastrando los pies por las escaleras hasta el tercer piso de aquel viejo departamento. Esperaba conseguirles algo mucho mejor cuando terminara triunfando en The American Dream, porque sí, Kailya estaba completamente segura que hundiría a la competencia. No iba a dejar a su familia para ir a un lugar en el que se volviera débil. No. Por eso mismo tomaba como un completo insulto que Sussie le haya pedido que haga amigos. Nada de relaciones adolescentes exageradas, nada de falsas amistades (que era lo único que conocía de los chicos de su edad), simplemente nada de distracciones. Pero eso no quitaba el hecho de que Lya se convertiría en una distracción para el resto, si es que la situación lo ameritaba.

Serían alrededor de las 10 de la mañana.

—Listo, son todas. —Indicó la peli-arcoíris cerrando el baúl de aquella carcacha que llamaba “automóvil”. Ella la llevaría hasta la estación de autobuses y de ahí Lya se quedaría completamente sola por lo que sería un año en Los Ángeles.
—Esto me dolerá más a ti que a mí, pero… por una vez en la vida no actuaré como una perra y diré que los voy a extrañar. —Dicho esto la morena se acercó a darle un abrazo, o bueno, eso intentó.
—Ay cariño, siento como si te fueras al otro lado del mundo. —Decía la mujer estrujándola contra sus senos operados.
—Bueno, técnicamente me voy al otro lado… pero del país.

Camino a la estación, Lya tenía la vista clavada en Sussie. Era completamente hermosa, una mujer de unos 30 años, alta con la piel como la porcelana, ojos grandes de color azul intenso, muy delgada pero con unas curvas maravillosas. Si tan solo ella fuera 10 años menor o Lya 10 años mayor. Oh, y si no la viera como una madre, estaba completamente segura que se haría lesbiana por ella.

El viaje hasta California la dejó exhausta, horas y horas en autobuses. Se había enrollado con dos chicos en las últimas 34 horas. Y ambos fueron en los mugrientos baños durante las paradas. Sentía un leve asco por ella misma, pero qué más daba, había conseguido una buena suma para comprarse más ropa acorde al clima de California.

Si tan solo su vida hubiera sido un poco diferente. Durante el último tramo que la separaba de Los Ángeles imaginó qué pudo suceder si su madre no los hubiera abandonado al enterarse de la enfermedad de su padre. Tal vez Bonnie no se hubiera ido actuando cual cobarde, tal vez tendrían el dinero suficiente para meter a Lya a la academia de baile con la que siempre soñó, tal vez sería feliz.

Y ni siquiera pensemos en su empleo. Jesús. Antes de todo aquello no se imaginó degradarse tanto solo para conseguir dinero. Comenzó de mesera, luego pasó a atender el bar y por exigencias de los sucios borrachos que iban al cabaret la pusieron de bailarina. Ninguna de las súplicas de su colorida amiga lograron que el dueño cambiara de opinión. Las primeras noches se las pasó llorando en los vestidores, con el tiempo apagó sus emociones e incluso lo comenzó a “disfrutar”, tenía buen dinero a base de mentiras pues su padre creía que trabajaba como vendedora en una tienda de ropa.

Como sea. Llegando a la terminal inmediatamente fue a comprar algo de ropa, debía causar una muy buena primera impresión. Hacía un calor de los mil demonios por lo que optó por unos pantaloncillos que le hacían honor a su nombre pues eran muy cortos. Lo bueno es que su trasero se veía excelente. También traía un top floreado tipo corsé, demasiado ajustado si me dejan opinar. Oh, también era doloroso imaginársela caminando con esos tacones. Sí, lucía algo vulgar, pero le venía importando poco.

Sorprendente. Kailya simplemente era sorprendente. Logró que un muchacho le diera un aventón hasta el edificio de The American Dream. Era atractivo, pero no pasaba de ser un idiota.

—¿Y por qué alguien como tú asistiría a una trampa como esta? —Le preguntó el pelinegro.
—No lo sé, me gusta que las personas pierdan su tiempo Y DINERO en mí.
—Muy graciosa, pero ya en serio. Se ve que eres lo suficientemente lista como para no dejarte engañar. —Continuó él, estacionándose -a penas- en uno de los pocos lugares libres frente a la gran infraestructura.
—Bien. Puedes reírte, aunque aun así te golpearé, pero digamos que soy una soñadora más.
—Pues espero que te vaya bien. Ahora, deja que te ayude con tus cosas.

Si todas las personas iban a ser así de amables, que digo, así de ilusas, esto se le iba a facilitar. Aquel chico de nombre con C (honestamente no lo recordaba bien) cargó sus cosas hasta el sector de informaciones. Esperaba que por lo menos se hayan dignado en darle una muy buena habitación individual. Mientras se acercaba a revisar las listas una muy grosera muchacha se le adelantó medio empujándola, la misma iba acompañada de un chico que, hasta donde vio, estaba cubierto de tatuajes.

Lya se le quedó viendo con una ceja levantada y ambos brazos cruzados. Una vez que la chica se dio cuenta también la miró… de pies a cabeza.

—Oh vaya, no pensaba que admitían prostitutas acá. —Habló haciendo una mueca despectiva.
—Pienso igual, pero ya ves, te aceptaron. —Respondió la morena encogiéndose de hombros. Una risilla se dejó escuchar por parte del chico.
—Entiendo, eres comediante… no obstante, una muy vulgar por lo que noto.
—Uy sí. Me encanta la comedia. —Dijo Kailya regalándole una falsa sonrisa. —Pero déjame adivinar sobre ti. ¿Vale? Eres… eres… una completa perra. Le atiné ¿no?
—Mira querida… —La pelinegra no pudo continuar pues el chico junto a ella se metió.
—Lorreine, me encantaría ver una pelea de chicas pero no creo que sea el lugar adecuado. —El muchacho de los tatuajes terminó aquello con una mueca extraña. —Oh, vaya.
—Deberías obedecer a tu novio. —Siguió Lya.
—¿Novios? —Espetaron ambos. —Ew. —Volvieron a decir juntos.
—Como sea. —Soltó la chica esa. —Yo no soy una grosera como tú, así que me presento. Soy Lorreine Jenkins. —Así que la arpía esa tenía nombre. Bien. Lya fingió una sonrisa casi tan creíble como la de “Lorreine” y le estrechó la mano que le ofreció.
—Solo Nathan. —Espetó el muchacho. Lya volvió a imitar la acción que le ofreció a la pleinegra.
—¿Qué? —Se limitó a preguntar la ojimiel después de unos segundos silenciosos.
—Aquí es cuando nos dices tu nombre. —Dijo el muchacho.
—Cierto. Bien, Lorreine Jenkins y Solo Nathan, soy Kailya Pandora. ¿Supongo?
—¿Supones?
—Sí. Tal vez me cambie el nombre cuando sea mundialmente famosa. Pero pueden decirme Lya.
—Vaya. Algo me dice que no nos vamos a librar de ti. —Masculló Nathan.
—No había pensado en eso, pero ya que lo mencionas… Sí. Ya verán, les haré la vida tan miserable y hermosa como sea posible. —Dicho esto les plantó un beso en la mejilla a ambos. Tomó sus maletas para alejarse.
—¡Hey! —Se dio la vuelta al escuchar el chillido de Lorreine. —Nos vemos luego, compañera. —Vio como una sonrisa parecida a la del Guasón se le dibujó en el rostro de la chica.

Lya caminó sin un rumbo específico pues ni siquiera sabía dónde demonios se encontraba su habitación. Por culpa de sus nuevos conocidos no había logrado revisar las listas. Intentaba no perderse más en el mar de personas, ahora debía buscar a algún incauto que le ayudara con sus cosas. Sus pies comenzaban a doler.

Cayó rendida en una banqueta en medio del campus. Suspiró exhausta y molesta al notar que las personas que pasaban por ahí se le quedaban viendo. ¿Tan fuera de lugar estaba?

—Vamos amigos, mientras más le abran su corazón a Dios, mejor les irá. —Escuchó como un chico, con una vocecilla extremadamente irritante, les decía aquello a un grupo de adolescentes que se habían reunido junto a él. Para gracia suya, las personas huyeron.

«Pobre idiota.» Pensó. Lya rió para sí misma, lo mejor era mantener distancia de cualquier loco. Volvió la vista al resto de personas ahí, maldición, comenzaba a sentirse asfixiada. No recordaba cuándo fue la última vez que sintió nervios. Probablemente fue hacía ya mucho. «Demonios. Tengo que durar más tiempo que estos bastardos.» Susurró entre dientes.
The American Dream | Novela Colectiva - Página 20 Q5N8vRv
Honestamente Travis se sentía cansado. Comenzaba a plantearse la idea de rendirse por hoy, tal vez las almas de sus nuevos compañeros esperarían a ser salvadas hasta mañana. «No te des por vencido con nadie. Inúndalos con el amor de Dios.» La voz molesta de su madre resonó en su cabeza. Tenía razón. Jesús no se había dado por vencido al predicar la palabra de su padre, incluso lo siguió haciendo en sus últimos momentos.

Pero la mañana del oji-verde fue todo menos tranquila. Ayudó a Alaska con su equipaje. Porque sí. No iba a dejar que alguien tan frágil como ella (y sí, Travis consideraba a sus hermanas como unas muñecas de porcelana) cargara con todo aquello. Incluso estuvo a segundos de que le diera un infarto por la caída que sufrió cuando una chica no menos que torpe le pegó el susto de su vida; aunque honestamente cada día, Alaska, sufría algo que merecía ese título.

O bien su hermana habría sufrido un derrame por el golpe o él habría terminado con un ataque cardíaco. Cualquiera fuera el caso, para la noche ya se imaginaba en la habitación de un hospital. Puede que él mismo haya armado todo aquello en su cabeza, pero estaba en todo su derecho.

No dejaba de plantearse la idea de que haber venido hasta Los Ángeles era de las peores decisiones que tuvieron los Wright (los hermanos) ¿Y si les pasaba algo? ¿Y si solo se trataba de un malentendido y esas cartas no eran para ellos? ¿Y si fracasaba? Se removió incómodo en aquella banqueta. Comenzaba a sentir que le faltaba el aire. Las esmeraldas verdosas que tenía por ojos le hacían ver todo borroso. Rápidamente puso la cabeza entre sus piernas y con los ojos cerrados comenzó a respirar contando cada 4 segundos para soltar el aire acumulado en sus pulmones.

Jesús. Recordó que no tenía la menor pista de dónde se encontraban sus hermanas. Algo así. Camille llevaba mucho tiempo perdida buscando información y Alaska… Solo Dios sabía dónde estaba ella. La había dejado en la puerta de su habitación, le prometió volver en unos minutos porque realmente, realmente necesitaba ir en busca de algo para comer puesto que sentía que su cuerpo le pedía a gritos algún alimento. Y si no lo hacía, estaba completamente seguro que deshidratación; pero entonces, lo que el chico necesitaba era algún líquido y no un sólido. Fue con ese análisis con lo que se perdió en busca de la cafetería. Intentó tranquilizarse recitando «Dios proveerá.» como mantra. Sin darse cuenta terminó en el campus.

Un poco más calmado bajó los pies de la banqueta. Enderezó su postura al igual que el crucifijo que traía colgando del cuello. Levantó la vista y justo frente a él, al otro lado sentada en una banqueta notó a una chica escasamente vestida. «Una de las hijas de Satán.» Pensó.

Oh Jesús. Ella lo estaba mirando. Prontamente se arrepintió de aquel pensamiento. Para redimirse iba ir con ella a compartirle sus conocimientos y quien sabe, quizá esa sería una de las almas salvadas de ese día.

A medida que se le acercaba sintió sus piernas temblar, de repente el tramo que los separaba se hacía eterno.

—Ho-Hola. —Siseó mirándola a los ojos. No debió haberlo hecho pues sintió algo romperse dentro de él.
—Hey. —Le respondió sonriéndole como en aquellos espectaculares sobre pasta dental. De nuevo sintió que algo se rompía en él.
—Te vi sentada sola y…
—No vas a decir algo estúpido ¿verdad?
—Yo… No. No, lo que quiero decir es que parece que necesitas ayuda. —Su primera frase completa. —¿Puedo? —Inquirió señalando el espacio libre junto a ella. La morena asintió. —Soy Travis, por cierto.
—Kailya. —Ella estrechó su mano.

Acción errónea. Jesús. ¿Era posible violar la mano de alguien? Totalmente extraño. Travis seguía sintiendo que algo se rompía en su interior con cada segundo que pasaba junto a ella.

—Bueno. Travis ¿no es así? —Él afirmó nervioso. —Sí, necesito algo de ayuda. ¿Serías tan amable de echarme la mano con las maletas? —Señaló mirando de reojo sus cosas.
—Oh, no. Quiero decir, sí. Pero a lo que me refería era que necesitas ayuda espiritual. —Aquí vamos. —No pude evitar notar que vienes apenas vestida. ¿Eres pobre? —Y con esto Lya quería golpearlo. —Quiero decir, no en ese sentido. Vale, sí me refiero a eso pero… lo siento. Quiero decir que…
—Vaya. Quieres decir muchas cosas.

A veces, si ignorabas a Travis por un minuto, él pasaría a molestar a otra persona. Pero usualmente volvía a ti a los pocos minutos. Saber eso era el 80 por ciento de sobrellevar una vida que incluyese a este muchacho. Un 10 por ciento consistía en dejar que te hablara, pero fingir interés y básicamente el último 10 por ciento se trataba simplemente de mandarlo al cuerno. El último recurso de los impacientes.

—Perdona si te he ofendido.
—Pero claro que lo has hecho. ¿No tienes tacto?
—Yo…
—Eres realmente estúpido. No puedo creer que siga acá. Simplemente un gamberro. —Lya se cruzó de brazos. —No sabes tratar a una dama, y no es como si me considerara una porque sé que no lo soy. Pero me debes respeto y…

Ay por todos los cielos. Travis ¿por qué debes ser tan boca suelta? Ella se veía molesta. Vale, eso era poco. Podía notar fuego en su mirada. Tenía miedo. ¿Qué decía el hecho de que Travis deseara que su madre o alguna de sus hermanas estuvieran ahí para defenderle?
Que era un cobarde, por supuesto.
Ni se dio cuenta cuándo, pero ella estaba alejándose de él.

—¡Espera! Creí que necesitabas ayuda con las maletas. —Exclamó él.
—Que te jodan. —Fue lo único que recibió por parte de la muchacha.

Rápidamente el castaño se apresuró a persignarse por semejante frase. «Dios, perdónala. Está molesta.» Articuló con los ojos cerrados.

—¡Hola! —Chilló alguien junto a él.

El oji-verde pegó un respingo ahogando un grito con semejante sorpresa. Se dio la vuelta para encontrarse con una chica de inmaculada piel blanca y notable sonrisa. El color de su cabello era cegadoramente café rojizo. Con la luz solar honestamente creería que es rojo.

—¿Estás bien? Porque no luces como si estuvieras muy bien. —El hablar tan rápido por parte de la chica lo había dejado mareado.
—Sí, al menos eso creo.
—Oye ¿sabes dónde están los dormitorios de las chicas? Es que no soy muy buena orientándome.
—Lo he olvidado, perdona.
—No importa. —Ella sonrió de nuevo. —Me llamo Cheyenne, pero dime Chanel. Sí, como la marca de moda.
—Un gusto.
—Tienes los ojos muy verdes ¿te lo han dicho antes? —La pequeña castaña era agresivamente molesta. Casi tanto como él.
—Escucha, Chanel. Yo…
—¿Cuál es tu sueño americano?
—¿Disculpa?
—¿Por qué estás aquí? —Le aclaró levantando ambas cejas. —Espera, déjame adivinar. ¿Eres… músico?
—No. Y antes de que sigas adivinando, te lo diré. Soy escritor. Del tipo guionista, las artes visuales son lo mío.
—No entiendo.
—Me refiero a que seré de los mejores directores de películas. Alguien como Martin Scorsese. Pero también espero publicar varios libros.
—Sigo sin entender.
—Algún día lo harás. —Y con esto Travis la dejó al ver a Alaska pasando por ahí.

Prácticamente corrió para alcanzarla. Estaba siendo un muy mal hermano el día de hoy.

—¿Y ella? —Le exigió su hermana refiriéndose a Cheyenne.
—Es solo una de las pocas almas inocentes del Señor.
—Oh, ya veo.
—Sí. Bueno ¿te parece si vamos a buscar a Cam?
The American Dream | Novela Colectiva - Página 20 Q5N8vRv
La frágil Chanel no sabía si sentirse insultada por lo que aquel muchacho le dijo o sentir pena por él. Era más que obvio que le iba a ser muy difícil encontrar a su alma gemela, el pobre era muy egocéntrico, de pocas palabras (porque ella no lo había dejado hablar) e incluso su voz era algo molesta.

Pero si la enfadó que le haya tratado cual retrasada. Ella era muchas cosas excepto retrasada. Detestaba que las personas la trataran así. Solo porque alguien ande feliz todo el tiempo, hable rápido y esté enamorada del amor no significaba que sea tonta. Cheyenne era muy lista… a su propio estilo, claro.

Caminó saltando hasta su habitación en busca del libro que había estado leyendo durante el vuelo desde Dallas. Sonrió para sí misma al notar la ironía de todo eso. Ella era Cheyenne Dallas y vivía en Dallas.

Se detuvo al notar a su primo algo -muy- desorientado. Creía que las personas los emparentarían al instante pues eran parecidos. O eso opinaba ella. Aunque sus personalidades completamente distintas borrarían esa idea. Había visto a Joseph en varias reuniones familiares, y cuando decía varias eran realmente eso. Su familia siempre fue del tipo unida, tanto que organizaba una gran comida cada mes. Pero ahora que lo recordaba, no lo vio en las últimas 8 reuniones.

Por otro lado era mejor mantener la relación con Joe al margen, no quería que los demás pensaran que fue aceptada por tener un familiar en el lugar. Ya había pasado por muchas situaciones similares. Si ella ganaba algún premio, fue porque sus padres interfirieron. Si sacaba las mejores calificaciones, fue porque sus parientes tenían amistad con el director. Eso era lo que lo los “amigos” que la rodeaban se encargaban de recordarle… Y eso solo le hacía pensar que no hizo nada por sus propios méritos en todo lo que llevaba de vida. Entrar a [i}The American Dream[/i] (habiendo audicionado en secreto) significó que por fin tenía algo verdadero, algo suyo. Un auténtico triunfo.

—¡Joseph! —Le sorprendió por detrás.
—¡Cheye! … Srta. Dallas. ¿Qué le he dicho? —Le reprendió aquel.
—Wow. —Cada vez le asombraba más la profunda voz de Joe. No recordaba de qué hablaron en la última reunión porque Chanel recordaba las voces de las personas basada en el tema del que hablaron la última vez.
—Okay. ¿Qué pasa?
—Nada, solo quería volverte a la realidad. Te vi muy distraído.
—Creí que no querías que los demás se enteraran de la relación que tenemos.
—Sip. Pero lucías necesitado. —La oji-marrón le puso los ojos de perrito regañado. —No te molestes.
—No estoy molesto, solo… no me pongas esa cara.
—Joe ¿qué piensas de las almas gemelas? —La pregunta por parte de la chica lo dejó tenso.
—Creo que ibas en esa dirección. —El semi-rubio le señaló el pasillo para irse sin siquiera mirarla.

La castaña frunció el entrecejo sin entender por qué se Joe se puso así. No es que Chanel fuera tonta o algo por el estilo. Simplemente se ponía a pensar demasiado, no comprendía por qué las personas decían algo cuando sus corazones y sus ojos mostraban lo contrario. Por ejemplo, este chico Travis, él tenía esa apariencia de chico bueno y no dudaba que lo fuera, pero pudo notar en aquellos enormes ojos verdes que tenía algo… extraño. Y con Joseph, su corazón decía que estaba sufriendo mucho.

Caminó por ahí leyendo sin fijarse por si chocaba con alguien, aquello la había dejado muy atrapada. Sentía que moriría, literalmente, cuando lo terminara. Por eso mismo era que releía cada capítulo unas tres veces. Simplemente era la historia más triste que jamás leyó. Se le estrujaba el corazón y sentía inmensas ganas de llorar cada vez que Gus y Hazel se decían “Okay” Con ellos quedó más que convencida que el verdadero amor existía. Sin importar lo doloroso y desafortunado de la situación. A veces leía unas des veces los comentarios que hacía Gus pues nunca se había cruzado con ningún chico que hablara tan complejamente y eso la llenaba de emoción.

Las relaciones que tuvo a lo largo de su adolescencia fueron color de rosa al principio. Ellos eran atentos y cariñosos, pero exageraban al tratarla como si fuera una criatura no pensante. Este muchacho, Will, con el que mantuvo su última relación amorosa. Se sentaba junto a ella en cada clase posible y cuando Chanel ponía mala cara frente a una explicación Will le repetía todo extremadamente lento y como si fuera una bebé.

«Los leones son polígamos, Cheyenne. —mencionó Will señalándole la foto de los leones en su libro de biología. —Eso quiere decir que tienen muchas parejas. ¿Lo ves? —el muchacho enumeró a todas las hembras en la foto. —5 leonas. Todas parejas del macho alfa. Porque los leones tienen mucho amor para dar.»

Chanel lo sabía antes de la explicación. Lo que no lograba comprender era cómo algunos animales e incluso las personas podían enamorarse de más de uno solo. Era algo sin sentido para ella. Le indignaba que la naturaleza los haya maldito de esa forma.

«Oh, es modelo.» Decían las personas cuando se preguntaban la razón de la especial personalidad de la castaña. Estaba cansada de aquellos estereotipos. ¿Qué por qué era tan delgada? Porque es modelo. ¿Por qué se preocupaba en la forma en la que vestía? Porque es modelo. ¿Por qué parecía entender las cosas tan lento? Porque es modelo.

Eso era una completa idiotez. Era tan delgada porque su metabolismo fue de los pocos bendecidos, por más que comiera y comiera no aumentaba ni 3 kilos. Debía escoger muy bien la ropa que iba a usar porque necesitaba cosas que no la hicieran ver como una persona desnutrida, tenía la mala suerte –según ella- de tener brazos y piernas muy delgados; para rematar estaba el hecho de que no tenía los senos más grandes de la tierra. Y eso de tener una comprensión lenta, era mentira. Lo repito, Chanel solo piensa mucho.

Se acomodó al pie de una pared, el pasillo estaba desierto, lo cual era muy extraño ya que todo el día se perdió entre la multitud. Escuchó que alguien venía silbando. Sintió cómo la flecha de cupido le dio directo en el corazón al ver a un ejemplo de altitud rubio caminando por ahí. Los nervios la estaban carcomiendo dejó caer el libro pestañeando varia veces. Oh no, se estaba acercando. Tomó el libro rápidamente y fingió que seguía leyendo.

—Hey. ¿Pasa algo? —Por todas las deidades existentes. Su voz era rasposa pero a la vez se sentía tan suave como un algodón de azúcar.
—Lo siento, no puedo atenderte. Estoy leyendo. —Balbuceó torpemente.

Una risilla se escapó de los labios del muchacho.

—Entiendo. Pero vaya, eres la primera chica que veo que puede leer con el libro al revés. —Continuó el rubio, sentándose a su lado.

Al darse cuenta de aquello, Cheyenne bajó el libro completamente apenada. Quería volverse pequeña, simplemente eso.

—¿Por qué cierras los ojos?
—Quizá desparezca si lo deseo de todo corazón.

Pasaron unos minutos en silencio y la castaña seguía con los ojos cerrados.

—Parece que no te está funcionando.

Ella abrió los ojos cansada, lo estaba arruinando. Quizá debería tomar su libro y marcharse.

—¿Por qué te atreves a ofender al libro simulando que lo lees? —Preguntó él.
—No finjo. De verdad lo estaba leyendo.
—Estoy en desacuerdo contigo. No te vayas a ofender pero no pareces de las chicas que leen. Si sabes a lo que me refiero.
—Oh no. No vayas a ser como los demás. —Chanel llevó ambas manos a su rostro, intentaba no llorar.
—Apuesto la cabellera rubia de mi hermana a que eres modelo. —Con cada palabra por parte del muchacho se sentía más humillada.
—Que sea modelo no significa que sea tonta.
—Tú lo has dicho, no he sido yo.
—Yo apuesto a que eres… eres… un insensible. —Continuó en un hilo de voz.
—Mira, solo digo que las modelos que he conocido hasta ahora no son técnicamente el ejemplo de una criatura razonante.
—Debería irme. —Dijo ella, levantándose débilmente.
—Espera. —Se sintió morir cuando ese Dios rubio la tomó de la mano. —Él muere al final. —Terminó señalando con la mirada el libro que traía Chanel.

Y no pudo contenerse más. La pequeña Cheyenne se puso a llorar y correr inconsolablemente.
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La rubia hermana de Franklin venía por el mismo corredor y vio como la chica iba llorando. La única persona; además de ellas era su hermano. Caminó molesta hasta donde estaba sentado, él tenía una expresión neutra, no parecía afectarle el hecho de haberla lastimado. Si es que lo hizo, claro.

Rápidamente sintió un golpe en su hombro derecho. Le devolvió la misma mirada molesta a su hermana.

—¿Qué te he hecho para que me trates así? —Exigió sobándose el lugar del golpe.
—No puedo creer que hayas sido tan idiota como para hacer llorar a esa chica. —Le reclamó la rubia usando el mismo tono que su padre cuando le llamaba la atención.
—Sunshine, que ella no sepa manejar sus emociones y los spoilers no es mi culpa. —Él se encogió de hombros ocultando su evidente vergüenza.
—A veces cuestiono seriamente que seas el mayor.
—Suele pasar. Pero luego debes recordar los sucesos y te aseguro que no tendrás duda. —Siguió. Sacó un cigarrillo del bolsillo trasero de sus vaqueros y lo encendió. —Y como hermano mayor te pido que no cuestiones mis actos.
—¿No lees, acaso? —Dijo Sun quitándole el cigarro y aplastándolo contra el piso. —Ahí dice “PROHIBIDO FUMAR.” —Expresó señalando el cartel en la pared de enfrente. —De verdad, no entiendo cómo has entrado de escritor.
—Tal vez ha sido una gigantesca hamartla por parte de los directores.
—¿Huh?
—Error trágico. —Explicó Frank. —Vaya, estoy rodeado de incultos.
—No sé cómo te soporto.
—Porque me amas. —Respondió el rubio, despeinándola. —Nos vemos luego, iré a ignorar letreros.
—Procura no romper ni hacer llorar a nadie. —Exclamó Sunshine. Frank no se dio la vuelta, más aún levantó un dedo pulgar en aprobación.

Consiguió entrar de pura suerte. Ese fue el primer pensamiento que cruzó por la mente de Franklin el día que llegaron las cartas de aceptación. Aún no estaba listo para salir e ignorar por completo lo sucedido con Stella. Aún dolía recordarla. Aún dolía hablar de ella. Siempre, siempre dolía. De no haber sido por Sunshine él seguiría encerrado en su habitación.

El ser ermitaño también pasó por su cabeza. Ellos viven solos, ahogando su dolor sin que nadie pueda verlos.
Si se ponía a analizar este día… habló más que en los últimos dos meses. Quizá era el clima de California ¿el clima podía influir en el estado de ánimo de las personas? Era posible. «¿Por qué seré tan callado? Cuanto más hablan los que me rodean, menos ganas tengo de decir algo.» Le habló a su subconsciente quien había hecho de su único amigo durante esos horrendos dos meses. Se planteó ser más amigable, pero no, eso ya no formaba parte de él. Eso se fue con Stella. Eso no volvería jamás, como ella.

Debía darle crédito a Sun, o como él le decía: su Solecito, de no ser por ella tampoco hubiera entrado a The American Dream. Fue muy buena táctica la de secuestras alguna de las cartas que le escribía cada día a Stella, y mandarlas a los directores. La adoraba y estaba molesto con ella por hacerlo. Se supone que eran cartas privadas, solo entre él y el recuerdo de su adorada Stella.

La vida sigue -dicen- pero no es verdad, a veces la vida no sigue. A veces solo pasan los días, a veces te estancas en las horas, los minutos, en los segundos. En un simple y vago recuerdo de quien amaste y juraste amar por siempre. Como sea. Ya estaba aquí así que lo único que le quedaba era dedicarse a lo que le apasionaba ahora. Maldición. Debería dejarla ir tarde o temprano… Pero Franklin prefería que fuera tarde. Muy tarde.

Tal vez su madre tenía razón y lo que él le dio no fue suficiente.

—Nunca es suficiente. —Habló entre dientes.
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Iba tarde, lo sabía a la perfección. El ojia-zul estaba completamente seguro que lo echarían en su primer día. No. No se esforzó tanto como para que de buenas a primeras lo dejen ir. Claro que él tuvo mucha culpa en retrasarse, pero el problema era que no encontraba la bendita cámara ni los malditos pinceles por ninguna parte. «Busca en el bolsillo trasero de la maleta verde. —Sugirió su madre.» Jesús. Estaban ahí.

El nerviosismo y la preocupación carcomían a Stefan. Su padre tuvo que volver dos veces a casa para recoger algunas cosas importantes e imprescindibles para él. Por más que trataran de tranquilizarlo simplemente no conseguía hacerlo.

—¿Nervioso? —Preguntó su padre viéndolo por el espejo del auto.
—Extasiado, diría.
—Ay hijo, no debes preocuparte. Sabemos que te irá perfecto. —Su madre intentó reconfortarlo. No funcionó.
—Vas a tomar muchas fotos lindas ¿no? —Dijo Tim, su hermano menor. Stefan solo asintió.

Aquel muchacho de buen corazón merecía estar en The American Dream. Su dedicación era admirable. Como la de todos en el proyecto.

La familia del oji-azul no era adinerada ni nada por el estilo. Vivía en un barrio muy diverso en la parte más tranquila de Los Ángeles, su casa era simplemente de una planta, debía compartir habitación con su hermano. El vehículo, el único, que usaban para los quehaceres diários era un viejo Impala de 1980. Fallaba mucho.

Sus padres trabajaban todo el día, como Stefan porque los ingresos eran escasos y quería ayudarlos lo mejor que podía. Hacía unos meses que se había graduado y bueno, sus padres simplemente no tenían el dinero suficiente para pagar la Universidad de su primogénito. El talento artístico del muchacho no merecía ser desperdiciado por lo que The American Dream le cayó del cielo.

«Cosas buenas les pasan a las personas buenas.» Era lo que siempre le repetían sus padres. ¿Y cómo no hacerlo? Stefan era probablemente de las pocas criaturas así de dulces en este miserable planeta. Siempre viendo por el resto. Siempre dejando que los demás abusaran de él. Y posiblemente también era de las personas más ingenuas con las que te puedes cruzar.

Su padre se estacionó a penas al frente del edificio. Le ayudó a sacar sus cosas y para cuando giró a despedirse de su madre, la pobre estaba inconsolable. Lo estrujó como si solo fueran ella y su hijo. Stef jamás había estado lejos de su familia por tanto tiempo. Iba a ser muy duro. No había duda.

—Tranquila, mamá. —Dijo el castaño. —Hago esto por nosotros. Les prometo que cuando triunfe les voy a comprar una casa enorme. Tendremos varios autos que incluso vamos a poder usar uno por cada día de la semana o dependiendo del estado de ánimo en el que estemos.

Sí, él era el hijo que cualquier madre quisiera tener.

—Nos vemos, hijo. Demuéstrales lo bueno que eres. —Decía su padre abrazándolo. —No importa lo que pase, siempre vamos a estar orgullosos de ti.
—Ahora te toca cuidar de mamá y papá. ¿Entendido? —Le dijo a Tim agachándose para quedar a su altura.

Se le estrujaba el corazón de tan solo pensar en su familia. Les ofreció la mejor de sus sonrisas para luego adentrarse en el lugar llevando consigo una mochila y dos maletas.

Wow. Quedó pasmado al ver la cantidad de chicos que iban de aquí para allá. Sobrevivir le iba a ser un poco más difícil. Intentó pedir indicaciones a alguna de las personas que pasaron junto a él, pero lo ignoraron. Seguro estaban perdidos en sus propios asuntos. No los culpaba.

Siguió los letreros hasta la oficina de informaciones. El tener que compartir habitaciones no le molestó en lo absoluto, no era mezquino y ya había compartido habitación antes. Solo esperaba hacer algún amigo o por lo menos conocer gente más-o-menos agradable.

—Maldito hijo de puta, cómo se le ocurre preguntar eso. —Escuchó como alguien venía protestando por detrás de él. —Y ahora estoy andando en círculos con estos estúpidos tacones y cargando todo esto.

Se dio la vuelta sintiendo su mundo derrumbarse, no recordaba haber visto criatura más hermosa en todo lo que llevaba de vida. Sacó torpemente la cámara para tomarle una foto. El flash la aturdió un poco por lo que pestañeó rápidamente al verlo.

—¿Qué fue eso? —Exigió ella.
—Lo siento, sentí la necesidad de hacerlo.
—Como sea.
—¿Te encuentras bien? —Preguntó acercándosele lentamente.
—Supongo.

De inmediato notó que los chicos que pasaban por ahí la veían de una forma morbosa. Sintió asco por ellos. Demonios, ella lucía condenadamente indefensa como para que la miraran así. Por poco y obviaba el hecho de que si estaba llamando la atención. Se quitó la chaqueta y se la puso delicadamente, como si estuviera acariciando los pétalos de una flor.

—¿Y eso? —Ella estaba confundida.
—Algunos idiotas podrían ofenderte. Solo es precaución.
—Pues llegas tarde, ya lo han hecho.

Sintió punzadas de molestia por ello. Deseaba habérsela encontrado antes para evitarlo. Jesús. Stefan estaba siendo completamente adorable.

—Déjame acompañarte. —Le pidió.
—Bien. —La ojimiel sonrió contenta de por fin haber encontrado a alguien que la ayudara. Estaba pensando en hacer algo sucio para que la ayudaran. —Pero no me sé tu nombre.
—Tienes razón. Que grosero soy. Perdona. Me llamo Stefan.
—Soy Kailya, pero dime Lya. —Ugh. Esto le cansaba, nunca tuvo que presentarse tantas veces en un solo día.
—No le quitaría ninguna letra a tan hermoso nombre. —Susurró él. —Ehm… dime que lo pensé y que no lo dije realmente. —Pidió apenado.
—Eres gracioso.

Genial. Lya ya tenía a su ingenuo. Pegó saltitos como niña emocionada interiormente. Mientras tanto Stefan rogaba que esto durara para siempre.
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Moría de hambre. ¿Así o más literal? No había comido nada en casi 24 horas. A penas llegó, Bonnie fue corriendo, literalmente, hacia la cafetería.

—Por Dios santo. —Gimió con la boca llena saboreando aquel pastel de fresas. Sabía como el que su madre solía preparar los fines de semana.

Estaba sentada completamente sola en aquella mesa en la cafetería. Los demás lugares (las tres sillas) lo ocupaban sus maletas. Al darle un sorbo al batido de mango se sintió como en el cielo. ¿Tanto así? Sí, porque cuando vives sola en una miseria de cuarto que se atreven a llamar departamento debes ajustar tus gastos a lo esencial. Temprano esa mañana se había despedido para siempre de ese horrendo lugar jurándole no volver a caer en lo mismo. Nunca más.

La usual punzada de culpa volvió a recorrerle la espalda. ¿Cómo estaría su familia? No quería pensar en que lo feo le haya pasado a su padre. No quería perder a más personas. Seguro su hermana no la querría volver a ver ni a escucharla. ¿Cuánto pasó? ¿Dos años? Cada día los extrañaba más. El haberse ido persiguiendo su sueño no fue lo que esperaba. Al llegar a Hollywood a penas y conseguía llamados con disqueras, y ni siquiera de cantante principal sino de corista. Cantar en restaurantes no era lo que se imaginaba como “éxito”.

Varias veces pensaba en volver a casa, pero la voz de su madre echándole en cara lo fracasada que siempre había sido le hacía querer seguir adelante. También estaba el hecho de que no se perdonaría jamás si su padre había muerto en su ausencia.

Le estaría eternamente agradecida al Sr. Jackson por haberle dado semejante oportunidad. Hablando de eso. Necesitaba ir a su oficina a penas encontrara su habitación.

Al entrar en aquel lugar que lucía como el doble de su viejo departamento vio maletas sobre dos de las cuatro camas. Estaba entre las últimas en llegar.

—Y bueno, espero que te sientas cómoda. Estamos aquí para lo que necesites. —Dicho esto el Sr. Jackson le estrechó la mano.
—Muchas gracias por esta oportunidad.
—Lo mereces. Creo que es la quinta vez que lo repites.
—Pero es que de verdad, de verdad estoy muy agradecida.

Saliendo de la oficina de los directores se le quedó viendo a una chica que se le hacía vagamente familiar. Se parecía a… a… Kailya. Mierda. Mierda y más mierda. No podía ser ella, su hermana jamás se vestiría cual mujerzuela. Rápidamente se escondió detrás de una muchacha que pasaba por ahí.

—Quédate quieta, por favor. —Le suplicó.

Una vez que Lya y ese muchacho hubieran desaparecido se incorporó nerviosamente. Ahora solo deseaba ser tragada por las paredes.
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Probablemente debería sentirse culpable. Claro que debía hacerlo. Prácticamente abandonó a Demi. Le prometió a su hermana cuidarla e iba bien en aquello. Recordó llevarla con él, no la descuidó en todo el camino desde Utah. Se acordó de ella en el aeropuerto. Fueron juntos a hablar con los directores y luego… olvidó completamente que iba acompañado.

No podía evitar sentir algo de pena por ella. No fueron buenos años y lo sabía. Su madre lo mantenía al tanto de la situación por la que atravesaba su hermana. Ya era bastante malo para Demi tener a una madre como aquella hermana suya. Pero por más que lo intentaba simplemente no lograba pensar en algo que le levantara el ánimo siquiera por unos minutos. Y por extraño que sonase, Charles sí se preocupaba por ella.

En ocasiones, muchas de hecho, él solía actuar como si no le importara. Se concentraba más en sus asuntos que en su familia. Eso de ser músico indie en solitario era un trabajo de tiempo completo. Casi recordaba las constantes llamadas de atención que recibía por parte de su madre, pero ¿qué más quería? Ya se había graduado y salió muy bien de hecho. Seguramente su madre esperaba que fuera a la Universidad así de rápido y no, Charles podría ser inteligente pero la música estaba primero. Lo intentaría una y otra y otra vez hasta lograrlo.

El rizado se dedicó a pasear por las instalaciones en busca de algo interesante, ah y en busca de su sobrina también. Iba bajando del segundo piso cuando se la encontró. Se miraron por un par de segundos. Él ladeó la cabeza lentamente hacia el campus indicando que estaría por ahí. Ella asintió impasible. Suspiraron en respuesta y luego cada uno siguió con su camino. La comunicación entre ambos consistía básicamente en suspiros, señas y cualquier cosa que no incluyera hablar. Este sistema se les daba muy bien.

En todo lo que duró su recorrido vio a chicos particularmente interesantes. Uno de los rubios de un clan que se le cruzó medio empujándolo tenía pinta de baterista. Vio a un chico que irradiaba ser asiático hasta por los oídos. También observó a un muchacho siendo molestado por una rubia de cejas gruesas y un chico teñido. Interesantes especímenes. Quizá lo que necesitaba era una banda. O quizá solo estaba dándose por vencido admitiendo que apestaba en solitario.

Charles llamaba la atención por donde sea que iba, rizado de ojos verdes y agresivamente coqueto. Estaba aburrido y quería distraerse, eso era todo. Fue hacia la entrada para hacerse las de chico del comité de bienvenida y hablar con alguna muchacha. Se desternilló al notar a una chica molesta ir de aquí para allá gritándole a alguien por el celular. Se me olvidó mencionar que Charles también era compositor y ya tenía el título de una nueva canción “La loca de enfrente.”

Pero Margaret tenía razones para estar así de furiosa. El chofer aún no llegaba con el resto de sus cosas. De hecho con la mitad de su habitación. Esto amenazaba con estropear su plan diario. No es tan extraño planear las cosas con anticipación. Margaret siempre lo hacía. La educaron para ser así. El día de hoy llegó temprano, fue de las primeras en instalarse. No del todo pero sí avanzó mucho. Repasó su lista de pendientes unas tres veces asegurándose de que estuviera en orden. Ya comió, se cambió de ropa. Ordenó sus obras en el espacio que tenía dentro de la habitación que indignada aceptó a compartir.

El celular sonó sacándola de las casillas. Su rostro se iluminó al ver el nombre de su padre en la pantalla. Contestó emocionada. No la olvidaron.

—Margaret. —Habló su padre completamente seco. —Supongo que para estas horas ya debes estar instalada.
—Algo así.
—¿Algo así?
—Sí. Bueno el chofer aún no ha llegado con mis demás cosas.
—No puede ser, Margaret. Eres un desastre. ¿Cómo no previniste esto?
—Lo siento, no vuelve a pasar. —Comentó apenada.
—Claro que no pasará de nuevo. No creo que seas tan inepta como para cometer el mismo error dos veces.
—Lo sé.
—Eso es todo. Ah, y procura no fracasar ni quedarnos mal. Es tu obligación hacerlo todo a la perfección ¿Has entendido?
—Sí, fuerte y claro. —Terminó para luego colgar. Tenía los labios rígidos exigiéndose no llorar por el desastre de persona que era.

Las conversaciones tanto con su padre como con su madre eran como un latigazo; no siempre le dolían de inmediato. Pero ellos siempre decidían la gravedad del dolor. Esta vez uso él término medio.

Vivió bajo un régimen muy estricto. El ser actriz estaba en sus genes. Su madre actuaba en Brodway y su padre en películas independientes del tipo que son premiadas en festivales como los de Cannes. No había segunda opción. Al inicio le fue tedioso el asunto, pero llegó a agarrarle tremendo amor a la actuación ya que prácticamente vivía de ello.

Pasó de largo ignorando al rizado que se reía de ella. Se sentó en la entrada en espera del chofer.
Estaba estresada. Quería dormir, eso era todo.

Se quedó ahí repasando, de nuevo, la lista de actividades para hoy. Iba retrasadísima y el chillido de ese grupo de adolescentes le fastidiaba más. ¿Qué era tan emocionante?

—Dinos algo con ese acento. —Escuchó decir a una de las locas.
—Hola, guapas. ¿Qué hacéis vosotras por acá? —Pronunció Charles con un muy buen acento español. Las chicas suspiraron encantadas.
—Que falso. —Pensó Margaret en voz alta. Debe admitir que los primeros milisegundos le creyó.
—¿Perdona? —Dijo el oji-verde.

Al parecer si fue en voz alta, muy alta.

—El acento, es tan patéticamente falso. —Continuó la chica con el cabello como la miel.
—Estas celosa de que él sea extranjero. —Chilló una de las torpes admiradoras del chico.
—¿Celosa? No es el término que utilizaría. —Explicó ella acercándoseles. —Más bien diría que siento pena por ustedes. Sí, lamento que tengan el cerebro tan pequeño que no puedan distinguir entre un farsante y su penosa imitación de un extranjero. —Margaret les sonrió con autosuficiencia.
—Dejadnos solos. —Pidió Charles manteniendo aquel acento. Me refiero a que no iba admitir que lo descubrieron. Las chicas obedecieron ciegamente.
—Listo, las ilusas se fueron. Ya puedes hablar como normalmente lo haces.
—Estas siendo muy adolescente hoy. —Soltó el rizado negando levemente. Se sentía como su madre al decir aquello.
—¿A qué te refieres? —Inquirió ella.
—Ya sabes. Contestona, dramática. Simplemente hormonal. —Explicó Charles, encogiéndose de hombros.
—No estoy siendo hormonal.
—Oh, pero claro que sí. ¿Sabes? Me das miedo. —Le susurró acercándosele al oído. —No sé si huir o quedarme a seguir viéndote actuar como loca.
—¿Loca? —Dijo indignada.
—Sí. Loca. Maniática, desequilibrada, chiflada, perturbada… como quieras decirle.
—Me sorprende que sepas de los sinónimos y los uses en una frase.
—¿Me crees tonto? —Margaret asintió. —¿Ah, sí? Pues de seguro debes ser muy lista.
—Déjame decirte que sí, porque mientras tú intentabas diferenciar entre vegetariano y vegano durante toda la secundaria corriente, yo obtuve mi GED a los 16 años.
—¿Tu qué?
—Mi GED. Un documento que certifica que ya he aprendido lo esencial, e incluso más, de la preparatoria.
—Oh, ya veo. Ninguna preparatoria te quiso y por eso estudiaste en casa. —Comentó él, ofreciéndole una mirada compasiva.
—No necesito esto. Soy una mujer letrada que…
—Que habla demasiado.
—No. Soy una mujer letrada lo suficientemente cuerda y lista como para seguir hablando contigo. —Margaret se volteó cruzada de brazos.
—Qué pena tu vida.
—¿La mía? No, siento lástima de ti. Vivir en la ignorancia debe ser duro. —La oji-azul seguí dándole la espalda.
—La ignorancia es felicidad.
—Me niego a aceptar eso.
—Niégate cuanto quieras, ya me aburriste de todos modos. —Charles se encogió de hombros una vez más para pasar junto a ella bufando cansado.


Última edición por Kitty Sykes. el Jue 06 Feb 2014, 6:28 am, editado 1 vez
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