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El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
Me encanto los capítulos siguela. Soy nueva y fiel lectora quiero saber que va a pasar con Harry y rayis.
PD: espero un capitulo pronto
Besossssssssssss...................;)
PD: espero un capitulo pronto
Besossssssssssss...................;)
Alex Forales
Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
bienvenida, ya la sigoAlex Forales escribió:Me encanto los capítulos siguela. Soy nueva y fiel lectora quiero saber que va a pasar con Harry y rayis.
PD: espero un capitulo pronto
Besossssssssssss...................;)
Besos
Invitado
Invitado
Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
Capítulo 4
La voz sonaba a puro pecado, como brandy caliente en una fría noche, y más sugestivamente sexual de lo _____ alguna vez hubiera imaginado. Parecía ser que sus fantasías subían de nivel. Pero entonces comprendió dos hechos alarmantes. Uno, su voz interior nunca había hablado antes con acento agudo, masculino. Y dos, los brazos fuertes, vigorosos que había imaginado alrededor de su cintura estaban realmente allí.
Sobresaltada, rompió el abrazo…y se encontró mirando fijamente al más hermoso par de ojos. Eran de un azul pálido, casi cristalinos, y brillantes de conocimiento y oscuras promesas.
Ojos que pertenecían a un hombre, no a una estatua.
_____ jadeó con una combinación de incredulidad, fascinación y mortificación. ¿Dónde estaba la estatua gris? ¿Dónde estaba su increíble estatua gris?
El aliento se atascó en su garganta, y cerró fuertemente los ojos. Cuando volviera a abrirlos, todo sería normal, como antes. Estaba segura, segurísima de eso. Era, después de todo, una persona cuerda. Sí, cierto que había experimentado algunos momentos de locura al besar a la estatua, pero aquellos momentos siempre pasaban.
Por favor, Señor, deja que este momento pase.
Muy despacio, entreabrió los párpados.
La imagen del guerrero seguía igual: humano.
Maldito, maldito, maldito, pensó desesperadamente. ¿Cómo podía la piedra convertirse en carne y hueso, con esa piel tan increíblemente besable? Sosteniéndola posesivamente entre sus brazos, el calor de su cuerpo rezumaba a través de la ropa y el latido de su corazón palpitaba contra su pecho, Ah, Dios, la luna de repente pareció más brillante, el aire más espeso.
—Tú eres… tú eres… —Desconcertada, luchó por formar una oración coherente. Había una explicación para todo esto. Sólo tenía que preguntar. Pero cuando abrió la boca, sólo formó una palabra—. ¿Cómo?
Él retiró los brazos de su cintura. Mirándole desconcertada, él movió lentamente su cuerpo, estirando y torciendo cada vértebra de su espalda como si no lo hubiera hecho en mucho tiempo. Y luego, Señor, por si fuera poco, sonrió, con una sonrisa devastadora que reveló sus blancos dientes y envió olas de calor sexual directamente a su corazón.
—Poseo esta propiedad desde hace dos semanas y media, y he caminado a través de este jardín casi cada día. Tú estabas justo aquí, una dura y fría piedra. Tú eres una estatua —balbuceó ella—. Sé que lo eres.
—No, _____. Yo era una estatua. —¿En ese mismo momento sus ojos se ensanchaban con alegría? ¿Temor? ¿Incredulidad? No estaba segura con qué. Independientemente de la emoción, él parecía como si acabara de comprender lo que acababa de decir.
¿Qué más? La confusión de _____ creció con la velocidad del relámpago. Tenía que oír algo inteligente y racional. Algo creíble. No “yo era una estatua”.
Todavía sonriendo ampliamente, de aquel modo tan delicioso, él cerró sus párpados y murmuró una larga hilera de palabras desconocidas, con tono urgente. Cuando los abrió, hizo una pausa para observar su entorno. Un latido de corazón pasó. Luego dos. Una feroz decepción tiró de sus labios, borrando su sonrisa. Pronunció las palabras otra vez. Y otra vez inspeccionó los alrededores.
—Explícame como es esto posible —dijo ella, con voz suplicante—. ¿Cómo eras de piedra, y ahora eres un hombre? ¿Un truco de la luz, tal vez? ¿O una alucinación? ¿Es eso, verdad?
—No —sacudió la cabeza, causando que los oscuros mechones del pelo se balancearan sobre la frente—. Eso no es cierto en absoluto. —Entonces él extendió la mano y tocó su pómulo, como si tuviera que cerciorarse de que ella era real.
Quizás fue esa apacible caricia, o tal vez que su propio sentido común volvió finalmente a la vida, pero _____ comprendió de pronto que no tenía ni idea de lo que este muy real y musculoso hombre planeaba hacerle. Combatiendo una oleada de miedo, le golpeó con la mano, empujando su pecho y se dio la vuelta, lista para lanzarse en una rápida huida. Pero había olvidado que estaba subida sobre una tarima a varios pies por encima de la frondosa hierba. Oscilando peligrosamente sobre el borde, intentó recuperar el equilibrio sin necesidad de agarrarse al forastero que tenía detrás.
Un segundo más tarde, caía de cara al suelo. Ella torció el cuerpo en el aire y logró aterrizar sobre un lado con un doloroso golpe. El impacto sacó el aire de sus pulmones y arrojó varios mechones de pelo sobre sus ojos.
Una vez que recuperó el aliento, brincó sobre los pies. Pese a todo, no corrió como era su primera intención. Debido al golpe o a la fascinación, _____ permaneció firmemente en el lugar. El hombre bajó de la tarima y se paró justo delante de ella. Es más alto que yo, pensó, abriendo mucho los ojos. Tan alto, de hecho, que tenía que alzar la vista. Ese hecho hizo que su sentido común se derritiera como un helado bajo el caliente sol del verano. Increíblemente, la cima de su cabeza apenas le llegaba a los hombros, y por primera vez en su vida, ella se sintió impresionantemente femenina y sorprendentemente vulnerable.
—Si mis músculos no estuvieran tan rígidos —dijo él, su intensa mirada azul clara deslizándose sugestivamente sobre su cuerpo—, podría haberte cogido. —Dio un paso hacia ella.
¿Qué hago? ¡Retrocede!
—Permanezca donde está —dijo, alejándose poco a poco de él.
Él suspiró.
—Sólo intento comprobar que estás ilesa. Las mujeres son criaturas débiles, delicadas, y chocaste con bastante fuerza sobre la tierra
_____ se paró y sus ojos se entrecerraron cuando todo empezó a encajar en su cabeza. Ella exploró el jardín. Sus hermanos debían estar detrás de esto y lo más probable es que se ocultaran entre los arbustos cercanos, riéndose a su costa. Nadie excepto su familia soltaba eso de que “las mujeres son débiles”. *beep*.
Señor, el hombre parado ante ella era probablemente David Efron, el detective con el que Joe quería que tuviera una cita.
—Liam, Zayn, Niall… ya podéis salir —gritó, girando a su alrededor para asegurarse de que oían su voz—. Sé que estáis aquí.
David, la estatua, se agachó en posición de ataque, escudriñando el jardín. Sus músculos se apretaron y tensaron.
—¿Esperas a esos enemigos? —Su voz era casi imperceptible.
—No enemigos. *****. —_____ gritó a sus hermanos otra vez—. La broma ya cansa. Salgan. Sé que éste es David —señaló con el dedo al pecho del hombre.
— No me llamo David.
Él lo dijo con la bastante convicción y disgusto como para que un pequeño asomo de inquietud se deslizara a lo largo de su columna.
—Ya lo creo que sí —gritó, su voz más aguda que antes—, salgan o le daré a este tipo la patada de la Muerte de Tae Kwon que me enseñaron.
— ¿Así que no hay ningún peligro para ti? —preguntó el hombre.
Sólo a mi cordura.
—No.
Su postura se relajó y se alejó de ella. Comenzó a estirarse otra vez, esta vez haciendo rodar sus hombros y tobillos. Todo el rato las palabras “yo no me llamo David” se repetían en su mente. ¿Si no era el amigo de Liam, quién “y qué” era él? La dirección de sus pensamientos cambió en este mismo momento, asustándola y confundiéndola aún más. ¿Tenía él… era posible… podía haberse transformado de forma sobrenatural?
No. No, no, no, no, no. El tipo no era David Efron. Vale. Podía aceptarlo. Pero era simplemente un hombre. Un hombre que tenía muchas explicaciones que darle, tanto si era un asesino-psicópata o un simpático bromista enviado por sus hermanos.
Ella se mordió el labio inferior. ¿Asesino psicópata?
—Bueno, debo irme —dijo, intentando sonar despreocupada, pero sonando más bien como el chirrido de una sierra cortando madera. Comenzó a retroceder otra vez y a rodear un seto. Él no soltó ni una palabra o mirada de protesta, ni actuó como si le preocupara, y ese comportamiento le hizo detenerse. Seguramente un asesino habría intentado pararla.
Se quedó allí de pie, la curiosidad luchando con la prudencia mientras observaba silenciosamente a ese hombre que había aparecido de ninguna parte, absorbiendo cada detalle, buscando respuestas. Él era simplemente… grande. Un rápido movimiento de su muñeca, y podría romper su cuello como una ramita. Sin embargo, había una suavidad en él, que desmentía cualquier intención amenazadora. Una contradicción andante, eso era él. Debió de parpadear o distraerse, porque no notó ningún movimiento repentino, pero de pronto él estaba justo delante de ella, mirándola.
—Te agradezco que rompieras la maldición —dijo, deslizando un dedo a lo largo de su nariz—. Pero ahora debo irme. —Sin otra palabra, él la rodeó y se alejó con una zancada.
¿Maldición?
—¿Dónde vas? —¿El hombre se había materializado en su jardín, vistiendo nada más que una sonrisa, y creía que podía marcharse sin algún tipo de explicación? Ah, como un golpe, justo ese pensamiento, le hizo olvidar cualquier sentimiento de miedo. Él era lo bastante grande como para hacerle daño, sí, pero estaba lo bastante loca como para infligirle algún serio daño propio, también—. Exijo que me digas quién eres y cómo llegaste a transformarte en una estatua de piedra.
En un movimiento lleno de gracia, en desacuerdo con su tamaño y la inflexibilidad anterior, se giró para afrontarla. Sus ojos estaban llenos de melancolía pero, en un segundo, su suave expresión se transformó en potente furia, como fuego atravesando un cielo nocturno, caliente y frío al mismo tiempo.
—Una mujer no tiene ningún derecho a emitir tal demanda.
¡Si tuviera una espada atada a su cintura, estaba segura de que la habría desenvainado justo en ese momento y la habría usado contra ella! Él estaba tenso y alerta, como un vengativo cazador que inspeccionaba a una presa arrinconada.
De improviso, se dio la vuelta y se alejó nuevamente.
Solo déjale irse, pensó. Pero _____ se encontró gritando:
—¡Espera! —Se movió a trompicones detrás de él y le agarró el brazo. Una acción inútil, realmente, pero se paró en todo caso—. No puedes marcharte. Estás desnudo.
Esta vez, se tomó su tiempo para afrontarla. Cuando lo hizo, arqueó una ceja con un gesto insolente y bajó la mirada fijamente hacia ella.
—Tú no conoces cuál es tu lugar, mujer.
Sus palabras expresaban disgusto. Pero su voz sonó ronca, misteriosa, carnal y con una lujuriosa intención que sólo se utilizaba entre amantes. ¿Comprendía él lo que su tono acababa de sugerir? Él apartó la vista de ella, sus ojos pesados cerrándose con erótica invitación. Las puntas de sus nervios volvieron a la vida provocativamente. Oh, sí. Lo sabía. Sabía exactamente lo que había sugerido, y si le diera el estímulo más leve, él la desnudaría y la pondría en su lugar.
_____ tragó aire, fingiendo ignorancia.
—Poseo esta finca. Este es mi lugar.
—Eso no es lo que quise decir y tú lo sabes muy bien. Algún día un hombre te mostrará exactamente cuál es el sitio al que perteneces dándote ese salvaje revolcón que pides silenciosamente cada vez que caminas a través de este jardín.
Escuchar la verdad de aquellas palabras fue más impactante que la insinuación velada, y ella retiró los dedos que agarraban débilmente su bíceps. Lo que le dolía era que no había nada que pudiera decir para desmentirlo ¡Si sólo hacia cinco minutos que ella había acariciado los pezones de la estatua, había envuelto la mano alrededor de su pene (¡dos veces!), y besado sus labios!
Éste no era ningún amigo de sus hermanos.
La verdad de ello la atravesó, innegable ahora de todos modos. Sus hermanos nunca permitirían a un hombre intimidarla así. Ni que la invitaran a participar en una noche de libertinaje. Ni siquiera en broma.
—Sólo un buen revolcón te enseñaría el respeto apropiado para un guerrero —dijo—. Lamentablemente, no tengo tiempo para instruirte. Ahora, te lo agradezco otra vez, ______, pero debo volver a casa. —Entonces, por tercera vez, él trató de alejarse.
En ese caso, sin embargo, fue él quien se paro sin necesidad de su agarre.
Echó un vistazo hacia la izquierda y luego hacia la derecha, estudiando el horizonte. Maldijo en una lengua que ella no entendió y luego giró para afrontarla. Un ceño estropeaba la perfección de sus rasgos.
—Acabo de comprender que eres una carga necesaria, ya que no conozco nada de tu mundo más allá de este recinto. —Sus cejas se juntaron ante “la carga necesaria”. Las ventanas de la nariz llamearon con sus siguientes palabras—. Llévame ante el hechicero más cercano.
—Vete al infierno —contestó ella.
Invitado
Invitado
Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
jajaja es una carga necesaria, como se atreve a decirle así a rayis. Me encanto el capitulo siguela por fa
Besossssss..........;D
Besossssss..........;D
Alex Forales
Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
HOLA!!!
ESTA GENIAL!!
enserio me encanta
sube el siguiente capitulo cuando puedas
yo lo estare esperando con ansias
saludos tu lectora
byeeee
;) ;) ;) ;) ;) ;) ;)
ESTA GENIAL!!
enserio me encanta
sube el siguiente capitulo cuando puedas
yo lo estare esperando con ansias
saludos tu lectora
byeeee
;) ;) ;) ;) ;) ;) ;)
gumball123
Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
nanana, AMO ESTA NOVELAAAAAAAAAA ♥ ES MUY GENIAL SEGUILA ! Lectora nueva here!
Señorita de Malik
Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
LO SINETO LINDA!, perdón por no haber pasado antes, es que este foro a veces no me deja comentar :7
Pero bueno, ya estoy aquí y déjame decirte que ME ENCANTO!
Siguela linda, por favor :)
Y de nuevo, Lo Siento
Siguela!
Pero bueno, ya estoy aquí y déjame decirte que ME ENCANTO!
Siguela linda, por favor :)
Y de nuevo, Lo Siento
Siguela!
alinprincess
Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
ya la sigoAlex Forales escribió:jajaja es una carga necesaria, como se atreve a decirle así a rayis. Me encanto el capitulo siguela por fa
Besossssss..........;D
ya la sigoGumball123 escribió:HOLA!!!
ESTA GENIAL!!
enserio me encanta
sube el siguiente capitulo cuando puedas
yo lo estare esperando con ansias
saludos tu lectora
byeeee
no importa, lo buen es que ya estás aquí ! Ya la sigoAlinprincess escribió:LO SINETO LINDA!, perdón por no haber pasado antes, es que este foro a veces no me deja comentar :7
Pero bueno, ya estoy aquí y déjame decirte que ME ENCANTO!
Siguela linda, por favor :)
Y de nuevo, Lo Siento
Siguela!
bienvenida!! Nomás te digo que la novela no es mía, ya la sigoSeñorita Malik escribió:nanana, AMO ESTA NOVELAAAAAAAAAA ♥ ES MUY GENIAL SEGUILA ! Lectora nueva here!
Invitado
Invitado
Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
Capítulo 5
Él cruzó los brazos sobre el pecho. La obstinada postura insinuaba que era un hombre acostumbrado a dar órdenes y que esperaba un cumplimiento inmediato. Normalmente ella no se lo pensaría dos veces para enfrentar a alguien con una súper abundancia de testosterona. Pero el modo en que este tipo la miraba, como si él fuera un rey y ella fuera un vasallo condenado a la guillotina, casi hizo que le asustara la idea.
—Harás lo que yo diga —soltó él bruscamente, y con los ojos muy abiertos, continuó—: ¡Maldita sea! Hay algo más que había olvidado ante el entusiasmo de volver a mi casa —exclamo con los dientes apretados—. Pero aunque es algo que gustoso olvidaría hacer, no puedo, ya que la continuidad de mi libertad depende de ello.
—¿Qué?
—Para empezar, debo acostarme contigo.
______ sofocó un jadeo de alarma. O tal vez era un jadeo de anticipación. Incluso quizás fuera de cólera al escucharle decir que preferiría olvidarla. Cualquiera que fuera la razón, ella ya había perdido todas las pretensiones de cordura. Cualquier otra mujer ya habría gritado pidiendo ayuda antes de que él hubiera terminado la última frase. Acostarse con ella, ni más ni menos.
El silencio se alargó entre ellos. Con cada segundo que pasaba, se hacía cada vez más consciente de la desnudez, de él. Aspiraba su olor caliente, masculino, sentía la caricia de su mirada fija sobre todas y cada una de las partes de su cuerpo como si ella estuviera desnuda. Su sangre se calentó, y sus hormonas corrieron abrumadas, gritando: “Le tomaré, le tomaré, y es algo que tú quieres”.
—Ni hablar de acostarnos —dijo, cortando el silencio—, y también debes saber que no existen los hechiceros.
Durante un momento bajo la guardia y su expresión reveló dolor y furia, pero también desolación, una desolación que ató su estómago en mil nudos diminutos.
—Aunque tenemos psíquicos —añadió ella, dispuesta a decir cualquier cosa para borrar tal desolación.
—¿Psíquicos?
¿Estaba fingiendo perplejidad o realmente no lo sabía?
—Los psíquicos son la gente que asegura que pueden ver el futuro con sus poderes sobrenaturales. Ya sabes, a través de la magia.
Él hizo una pausa, considerando sus palabras.
—Simplemente busco a alguien que maneje la magia, tu psíquico servirá. —A pesar de que ahora su tono era amable, la fría determinación marcaba las líneas de su mandíbula—. Ahora, quítate la ropa. Cuando nuestros cuerpos sean saciados, te permitiré llevarme hasta el psíquico.
¿Él le permitiría? Ni hablar, gracias.
—Mi respuesta es no —dijo ella con firmeza—. No cuentes conmigo.
El azul de sus ojos brilló como trozos de hielo en una tormenta de invierno y esa fue la única advertencia que recibió sobre sus intenciones. Antes de que tuviera tiempo de parpadear, ya estaba sobre ella, sujetándola contra una estatua. Sabía que debería estar asustada, pero no lo estaba. Ella, de forma extraña, estaba excitada.
No conozco nada de este hombre, se recordó. No sabía cómo le gustaba el café, o si él pateaba a los pequeños cachorros cuando nadie miraba. Y aun así su cuerpo, durante mucho tiempo dormido, saltó a la vida. Los pezones se endurecieron ante el contacto, y las caderas se arquearon, apretándose contra él. Hacer el amor con él no parecía una idea tan mala en este momento.
—No te lo pregunté, ______, ordené que lo hicieras. —El timbre bajo de su voz sostenía el borde acerado de una espada.
Tragó aire, insegura de si todavía estaba excitada o muerta de miedo. El hombre rezumaba poder y autoridad y si ella no conseguía poner su mente en funcionamiento, ellos se unirían allí mismo.
—Uh, sobre el psíquico. Todos las consultas y negocios están cerrados hasta mañana por la mañana.
Él hizo una pausa.
—Cuando salga el sol, me llevarás a ver a ese hombre de magia. Tendré tu palabra en esto. —Sus labios permanecieron separados mientras esperaba su respuesta, mostrando los blanco y nacarados dientes de debajo—. En cuanto a acostarnos…
—Si terminas esa frase, juro por Dios que nunca te llevaré a ver a un psíquico.
Su boca se cerró, y él permaneció tranquilo, aunque la cólera bullía justo debajo de la superficie de su piel.
Wow. Ella no había esperado que la amenaza funcionara, pero ahora que lo sabía…
—Quiero que me contestes a algunas preguntas.
Su expresión se oscureció pero la sorprendió al ladrar:
—Pregunta.
Entonces ella lo hizo.
—¿Cómo lo hiciste para que desapareciera la piedra?
Las finas líneas alrededor de su boca se tensaron.
Ella esperó, esperando oír palabras como el nuevo vecino de al lado, la trampilla y la pintura de plata. En cambio, sólo oyó silencio, y minuto tras minuto, un sentimiento de inquietud creció. Finalmente, no pudo soportarlo más.
—Empiezas a asustarme. Creo... sé que lo que creo no es posible, y aún así… —Ella le echó una ojeada a través de sus pestañas.
Otra vez, silencio. Pensó que sus nervios se harían completamente trizas antes de que él contestara.
—Magia —chasqueó finalmente, como si fuera la mujer más mala del mundo por hacerle responder—. La piedra desapareció gracias a la magia.
Ella abrió la boca para continuar con sus preguntas, pero los brazos de él se cerraron alrededor de su cintura, atascando las palabras en su garganta. De repente, un temblor la recorrió, y se inclinó sobre él. Su cuerpo reaccionaba por sí solo, desatendiendo su voluntad. Aunque con un hombre así era natural, hasta esperado, tener sexo con un extraño estaba lejos de lo que ella consideraba aceptable.
Eso no le impidió que su mente se imaginara que las manos vagaban por su estómago, resbalando dentro de sus pantalones, bajo sus bragas, y… otro temblor la atormentó. Caray, tenía que alejarse de este hombre, tenía que pensar con claridad antes de que hiciera alguna locura, como arrojarse ella misma sobre él y exigirle que “la pusiera en su lugar”. Pero cuando ella trató de salir corriendo, los brazos se apretaron a su alrededor, manteniéndola sujeta.
—Suéltame —exigió ella. Su excitación mezclada con otro brote de miedo.
Su asimiento sólo se apretó más fuerte.
—Te lo advierto. Déjame ir antes de que te demuestre las habilidades maestras del mejor estudiante de Kai.
—No conozco a ese Maestro Kai, pero ni él ni su mejor estudiante pueden compararse conmigo. —Para demostrárselo, él atrajo a ______ más cómodamente hacia él, dureza contra suavidad. Ropa contra carne desnuda.
Capítulo 6
Lejos de estar intimidada o halagada, estaba ahora furiosa. Los ojos se le estrecharon, rechinando los dientes.
—¿Solamente pensamos en eso, verdad? —Estaba a punto de propinarle un rodillazo en la ingle cuando él agarró su pierna, asustándola.
—Permíteme darte una demostración de mis habilidades persuasivas. —Él presionó la coyuntura de los muslos contra la base de su erección. A pesar de sus racionales y buenas intenciones, ______ se encontró con que su sangre se volvía lava fundida, en un infierno de necesidad. Mientras la parte inferior de su cuerpo se balanceaba rítmicamente contra el suyo, él tocó uno de sus pechos. Tan nuevos como inesperados, estos toques la electrificaron, moviéndose a través de cada fibra de su ser con la intensidad del relámpago. Sus rodillas se debilitaron, a la vez que su voluntad.
Ella lamió sus labios y rezó para que él no notara su deseo.
Él lo notó.
Una oscura ceja se elevó, burlándose.
—¿Has cambiado de idea, pequeña, sobre lo de acostarnos?
Sí, sí, sí.
—No —gritó ella con fuerza—. Quiero que me dejes ir. Ahora.
Él no pareció convencido, pero dijo:
—Que sepas que consiento en tu voluntad porque yo decido hacerlo. —Con aquellos dedos mágicos, hábiles, amasó cada curva hasta sus nalgas—. De otra forma tal demanda sería desatendida. —Entonces de pronto, la soltó.
Ella salió corriendo.
—Tócame otra vez, y lo lamentarás.
Él soltó una ronca carcajada que retumbó profundamente en su pecho.
—Dulce ______, brillantes llamas se despiertan en tus ojos y tu cuerpo tiembla cuando te toco. Podrás huir de mí, pero no escaparas. Cuando te toque otra vez, lo único que pedirás es perdón... por tus evasivas.
Ella jadeó ante sus amenazas, aun cuando eran ciertas.
—Eso no es deseo en mis ojos, es cansancio. —Mentira—. Tiemblo porque tengo frío. —Mentira más grande—. Y para tu información, yo no huyo porque estoy esperando la oportunidad para aporrearte. —La mentira más grande de todas.
—¿Es así como llaman ahora al acoplamiento en tu mundo? —Su media sonrisa se ensanchó lenta y deliciosamente. Su mirada fija se desplazó por todo su cuerpo en un descarado escrutinio, de algún modo haciéndole sentir a ______ como si él le quitara cada pieza de ropa—. Entonces esperaré con mucha ilusión tu... aporrear, ___(diminutivo de tu nombre).
Ella frunció el ceño.
—Mi nombre es ______, no ___.
—Tú eres ___ para mí. Una… —buscó las palabras exactas— pequeña bruja.
Su mandíbula cayó, luego la cerró con un chasquido. En vez de ser halagada con una palabra cariñosa al estilo de “querida” o “mi amor”, estaba siendo insultada.
—¿Te gustaría que yo te llamara: “bastardo gigantesco”?
—Llámame como quieras. —Su sonrisa permaneció en su lugar—. Te advierto, sin embargo, que te haré curar el escozor que causa un apodo tan fuerte. El deber de una mujer, después de todo, es dar placer a su hombre.
Él actuaba como si controlara el destino del universo, su universo, en particular. Bien, había algo que él pronto aprendería sobre ella: Era una mujer, no un felpudo.
—Mira —le dijo—. Me gustaría que dejaras de hablar de sexo. Soy una mujer, no un número 900.
Él frunció el ceño con confusión.
—Sé que eres una mujer. ¿Acaso no sostuve tu pecho en mi mano?
No gritaré.
—Tienes cinco segundos para ayudarme a entender que pasó o... —Nada parecía lo bastante brutal, así que terminó con— ...o lo lamentarás.
Él cruzó los brazos sobre el pecho. La obstinada postura insinuaba que era un hombre acostumbrado a dar órdenes y que esperaba un cumplimiento inmediato. Normalmente ella no se lo pensaría dos veces para enfrentar a alguien con una súper abundancia de testosterona. Pero el modo en que este tipo la miraba, como si él fuera un rey y ella fuera un vasallo condenado a la guillotina, casi hizo que le asustara la idea.
—Harás lo que yo diga —soltó él bruscamente, y con los ojos muy abiertos, continuó—: ¡Maldita sea! Hay algo más que había olvidado ante el entusiasmo de volver a mi casa —exclamo con los dientes apretados—. Pero aunque es algo que gustoso olvidaría hacer, no puedo, ya que la continuidad de mi libertad depende de ello.
—¿Qué?
—Para empezar, debo acostarme contigo.
______ sofocó un jadeo de alarma. O tal vez era un jadeo de anticipación. Incluso quizás fuera de cólera al escucharle decir que preferiría olvidarla. Cualquiera que fuera la razón, ella ya había perdido todas las pretensiones de cordura. Cualquier otra mujer ya habría gritado pidiendo ayuda antes de que él hubiera terminado la última frase. Acostarse con ella, ni más ni menos.
El silencio se alargó entre ellos. Con cada segundo que pasaba, se hacía cada vez más consciente de la desnudez, de él. Aspiraba su olor caliente, masculino, sentía la caricia de su mirada fija sobre todas y cada una de las partes de su cuerpo como si ella estuviera desnuda. Su sangre se calentó, y sus hormonas corrieron abrumadas, gritando: “Le tomaré, le tomaré, y es algo que tú quieres”.
—Ni hablar de acostarnos —dijo, cortando el silencio—, y también debes saber que no existen los hechiceros.
Durante un momento bajo la guardia y su expresión reveló dolor y furia, pero también desolación, una desolación que ató su estómago en mil nudos diminutos.
—Aunque tenemos psíquicos —añadió ella, dispuesta a decir cualquier cosa para borrar tal desolación.
—¿Psíquicos?
¿Estaba fingiendo perplejidad o realmente no lo sabía?
—Los psíquicos son la gente que asegura que pueden ver el futuro con sus poderes sobrenaturales. Ya sabes, a través de la magia.
Él hizo una pausa, considerando sus palabras.
—Simplemente busco a alguien que maneje la magia, tu psíquico servirá. —A pesar de que ahora su tono era amable, la fría determinación marcaba las líneas de su mandíbula—. Ahora, quítate la ropa. Cuando nuestros cuerpos sean saciados, te permitiré llevarme hasta el psíquico.
¿Él le permitiría? Ni hablar, gracias.
—Mi respuesta es no —dijo ella con firmeza—. No cuentes conmigo.
El azul de sus ojos brilló como trozos de hielo en una tormenta de invierno y esa fue la única advertencia que recibió sobre sus intenciones. Antes de que tuviera tiempo de parpadear, ya estaba sobre ella, sujetándola contra una estatua. Sabía que debería estar asustada, pero no lo estaba. Ella, de forma extraña, estaba excitada.
No conozco nada de este hombre, se recordó. No sabía cómo le gustaba el café, o si él pateaba a los pequeños cachorros cuando nadie miraba. Y aun así su cuerpo, durante mucho tiempo dormido, saltó a la vida. Los pezones se endurecieron ante el contacto, y las caderas se arquearon, apretándose contra él. Hacer el amor con él no parecía una idea tan mala en este momento.
—No te lo pregunté, ______, ordené que lo hicieras. —El timbre bajo de su voz sostenía el borde acerado de una espada.
Tragó aire, insegura de si todavía estaba excitada o muerta de miedo. El hombre rezumaba poder y autoridad y si ella no conseguía poner su mente en funcionamiento, ellos se unirían allí mismo.
—Uh, sobre el psíquico. Todos las consultas y negocios están cerrados hasta mañana por la mañana.
Él hizo una pausa.
—Cuando salga el sol, me llevarás a ver a ese hombre de magia. Tendré tu palabra en esto. —Sus labios permanecieron separados mientras esperaba su respuesta, mostrando los blanco y nacarados dientes de debajo—. En cuanto a acostarnos…
—Si terminas esa frase, juro por Dios que nunca te llevaré a ver a un psíquico.
Su boca se cerró, y él permaneció tranquilo, aunque la cólera bullía justo debajo de la superficie de su piel.
Wow. Ella no había esperado que la amenaza funcionara, pero ahora que lo sabía…
—Quiero que me contestes a algunas preguntas.
Su expresión se oscureció pero la sorprendió al ladrar:
—Pregunta.
Entonces ella lo hizo.
—¿Cómo lo hiciste para que desapareciera la piedra?
Las finas líneas alrededor de su boca se tensaron.
Ella esperó, esperando oír palabras como el nuevo vecino de al lado, la trampilla y la pintura de plata. En cambio, sólo oyó silencio, y minuto tras minuto, un sentimiento de inquietud creció. Finalmente, no pudo soportarlo más.
—Empiezas a asustarme. Creo... sé que lo que creo no es posible, y aún así… —Ella le echó una ojeada a través de sus pestañas.
Otra vez, silencio. Pensó que sus nervios se harían completamente trizas antes de que él contestara.
—Magia —chasqueó finalmente, como si fuera la mujer más mala del mundo por hacerle responder—. La piedra desapareció gracias a la magia.
Ella abrió la boca para continuar con sus preguntas, pero los brazos de él se cerraron alrededor de su cintura, atascando las palabras en su garganta. De repente, un temblor la recorrió, y se inclinó sobre él. Su cuerpo reaccionaba por sí solo, desatendiendo su voluntad. Aunque con un hombre así era natural, hasta esperado, tener sexo con un extraño estaba lejos de lo que ella consideraba aceptable.
Eso no le impidió que su mente se imaginara que las manos vagaban por su estómago, resbalando dentro de sus pantalones, bajo sus bragas, y… otro temblor la atormentó. Caray, tenía que alejarse de este hombre, tenía que pensar con claridad antes de que hiciera alguna locura, como arrojarse ella misma sobre él y exigirle que “la pusiera en su lugar”. Pero cuando ella trató de salir corriendo, los brazos se apretaron a su alrededor, manteniéndola sujeta.
—Suéltame —exigió ella. Su excitación mezclada con otro brote de miedo.
Su asimiento sólo se apretó más fuerte.
—Te lo advierto. Déjame ir antes de que te demuestre las habilidades maestras del mejor estudiante de Kai.
—No conozco a ese Maestro Kai, pero ni él ni su mejor estudiante pueden compararse conmigo. —Para demostrárselo, él atrajo a ______ más cómodamente hacia él, dureza contra suavidad. Ropa contra carne desnuda.
Capítulo 6
Lejos de estar intimidada o halagada, estaba ahora furiosa. Los ojos se le estrecharon, rechinando los dientes.
—¿Solamente pensamos en eso, verdad? —Estaba a punto de propinarle un rodillazo en la ingle cuando él agarró su pierna, asustándola.
—Permíteme darte una demostración de mis habilidades persuasivas. —Él presionó la coyuntura de los muslos contra la base de su erección. A pesar de sus racionales y buenas intenciones, ______ se encontró con que su sangre se volvía lava fundida, en un infierno de necesidad. Mientras la parte inferior de su cuerpo se balanceaba rítmicamente contra el suyo, él tocó uno de sus pechos. Tan nuevos como inesperados, estos toques la electrificaron, moviéndose a través de cada fibra de su ser con la intensidad del relámpago. Sus rodillas se debilitaron, a la vez que su voluntad.
Ella lamió sus labios y rezó para que él no notara su deseo.
Él lo notó.
Una oscura ceja se elevó, burlándose.
—¿Has cambiado de idea, pequeña, sobre lo de acostarnos?
Sí, sí, sí.
—No —gritó ella con fuerza—. Quiero que me dejes ir. Ahora.
Él no pareció convencido, pero dijo:
—Que sepas que consiento en tu voluntad porque yo decido hacerlo. —Con aquellos dedos mágicos, hábiles, amasó cada curva hasta sus nalgas—. De otra forma tal demanda sería desatendida. —Entonces de pronto, la soltó.
Ella salió corriendo.
—Tócame otra vez, y lo lamentarás.
Él soltó una ronca carcajada que retumbó profundamente en su pecho.
—Dulce ______, brillantes llamas se despiertan en tus ojos y tu cuerpo tiembla cuando te toco. Podrás huir de mí, pero no escaparas. Cuando te toque otra vez, lo único que pedirás es perdón... por tus evasivas.
Ella jadeó ante sus amenazas, aun cuando eran ciertas.
—Eso no es deseo en mis ojos, es cansancio. —Mentira—. Tiemblo porque tengo frío. —Mentira más grande—. Y para tu información, yo no huyo porque estoy esperando la oportunidad para aporrearte. —La mentira más grande de todas.
—¿Es así como llaman ahora al acoplamiento en tu mundo? —Su media sonrisa se ensanchó lenta y deliciosamente. Su mirada fija se desplazó por todo su cuerpo en un descarado escrutinio, de algún modo haciéndole sentir a ______ como si él le quitara cada pieza de ropa—. Entonces esperaré con mucha ilusión tu... aporrear, ___(diminutivo de tu nombre).
Ella frunció el ceño.
—Mi nombre es ______, no ___.
—Tú eres ___ para mí. Una… —buscó las palabras exactas— pequeña bruja.
Su mandíbula cayó, luego la cerró con un chasquido. En vez de ser halagada con una palabra cariñosa al estilo de “querida” o “mi amor”, estaba siendo insultada.
—¿Te gustaría que yo te llamara: “bastardo gigantesco”?
—Llámame como quieras. —Su sonrisa permaneció en su lugar—. Te advierto, sin embargo, que te haré curar el escozor que causa un apodo tan fuerte. El deber de una mujer, después de todo, es dar placer a su hombre.
Él actuaba como si controlara el destino del universo, su universo, en particular. Bien, había algo que él pronto aprendería sobre ella: Era una mujer, no un felpudo.
—Mira —le dijo—. Me gustaría que dejaras de hablar de sexo. Soy una mujer, no un número 900.
Él frunció el ceño con confusión.
—Sé que eres una mujer. ¿Acaso no sostuve tu pecho en mi mano?
No gritaré.
—Tienes cinco segundos para ayudarme a entender que pasó o... —Nada parecía lo bastante brutal, así que terminó con— ...o lo lamentarás.
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Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
bienvenida!!!! Que bueno que te gusteJulliettesmile escribió:NUEVA LECTORA! Seguila pronto!!!! esta GENIAL!
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Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
jajajaja me encanto el capitulo que descaro el de harry el de tratar mal a rayis.
PD: Siguelaaaaaa :D
Besosss...........;)
PD: Siguelaaaaaa :D
Besosss...........;)
Alex Forales
Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
MAÑANA LA SIGO :twisted:Alex Forales escribió:jajajaja me encanto el capitulo que descaro el de harry el de tratar mal a rayis.
PD: Siguelaaaaaa :D
Besosss...........;)
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MARATÓN
Capítulo 7
—¿Qué debes entender? —Como si él no pudiera tolerar la ausencia del contacto físico, comenzó a cerrar la distancia entre ellos de nuevo, esta vez con paso firme, predador—. Tú rompiste la maldición, ______. Tú me liberaste. Ahora debes darte en cuerpo y alma para que la maldición sea rota para siempre.
Como si eso lo explicara todo. Pero no tenía tiempo de considerar sus palabras ya que él se acercaba por segundos. Acercamiento de hombre desnudo. Acercamiento de hombre desnudo. Ella se lanzó a la izquierda. Él la siguió.
—Te advertí que no me tocaras. —Ahora se lanzó a la derecha. Él la siguió. Y de repente estuvo una vez más delante de ella, tan cerca que pudo sentir el calor de su cuerpo. Su trasero se apretaba contra una alta columna, cerca de un espinoso arbusto. Miró fijamente por encima de él, el olor de su cruda virilidad masculina le llegó hasta las ventanas de la nariz, carnal y atractivo. Sin parase a pensar en sus acciones, astutamente torció y colocó el pie detrás de su rodilla. Aquella rodilla se dobló y lo propulsó en su dirección. Aferró su brazo y lo derribó al suelo, de cara. Cuando cayó, cayó con fuerza, con todo ese músculo y fuerza física tumbada. Pero él no se quedó quieto. En un suspiro ya estaba de pie frente a ella, mirándola casi con crueldad.
—No intentes eso de nuevo. —Por su expresión y tono, luchaba con su necesidad de tomar represalias. Aunque él no lo hizo. Permaneció quieto, resoplando y mirándola ferozmente—. La próxima vez no me sorprenderás y serás vencida.
—Sólo mantén la distancia y no habrá una próxima vez.
Sus labios se apretaron con disgusto, diciéndole sin palabras que preferiría lanzarla sobre sus rodillas y azotarla su corazón traidor dio un salto de anticipación ante aquel pensamiento pero él cabeceó rígidamente.
—¿Donde aprendiste ese truco?
—Practicando mucho. —Cuando por fin fue capaz de estabilizar su aliento, ella forzó a los latidos de su corazón a reducir la marcha. Conseguir mantener la mirada lejos de él era otro asunto completamente diferente. Gruesa cicatrices de guerra surcaban arbitrariamente su abdomen, aunque eso no le restaba encanto. Un fino vello rodeaba su ombligo y bajaba provocativamente hacía… No mires hacia abajo, se ordenó. Pero lo hizo de todos modos y rezó para que él no se diera cuenta.
A cambio, él le devolvió el lento y experto escrutinio.
______ se aclaró la garganta.
—Cuéntame más sobre la maldición.
La amargura endureció sus rasgos, y ella sintió una punzada de culpa por mencionarlo ya que, obviamente, era un hecho doloroso. Sin embargo, aquella punzada no era lo bastante fuerte como para hacerle retirar la pregunta.
—Eso no te que concierne —dijo él.
¿Oh, de verdad?
—¿Quieres mi ayuda o no? Con el psíquico —añadió rápidamente, disipando cualquier insinuación sobre hacer el amor.
Sus ojos se estrecharon.
—Josue de Locke es un hechicero poderoso, así como también mi hermanastro. Él me maldijo, encerrándome dentro de la piedra, capaz de oír, ver y sentir todo lo que ocurría a mi alrededor, pero incapaz de responder. Hasta que el beso de una doncella pura me otorgara la libertad. Temporalmente.
Bueno, pensó ella. Había querido una explicación racional, y esa distaba mucho de serlo. El tipo había sido convertido en piedra y su beso lo había liberado temporalmente. Sí, claro. Aquella clase de cosa sólo pasaban en los cuentos de hadas. Además, ella no era ninguna princesa encantadora. ______ tamborileó los dedos sobre los brazos cruzados y pensó en una forma de desenmascarar la mentira.
—¿Tú, por casualidad, no tendrás poderes propios? —le preguntó—. ¿Poderes mágicos que puedan demostrar tu historia?
Él arqueó una ceja.
—¿Qué hay de mi transformación?
—Necesito algo más.
Mirándola pensativamente, él dijo:
—¿Me invitarías de buen grado a tu cama si poseyera esos poderes mágicos?
No estaba segura, pero creyó escuchar una nota de resentimiento en su tono. ______ estudió los rasgos masculinos pero ni un atisbo de emoción lo traicionó.
—No —dijo ella—, no y no. Y no cambies de tema otra vez. ¿Puedes demostrar tu historia o no?
Él suspiró con frustración.
—Aunque este jardín esta retirado y no ha pasado mucha gente por él a lo largo de los palmos, he tenido siglos para estudiar tu mundo. Tú perteneces a una raza que sólo cree en lo que ve, en lo explicable. —Un brillo compasivo iluminó sus ojos—. Tu gente teme a la magia porque no pueden controlarla. De donde yo procedo, tanto grandes Señores como campesinos, poseen bajas habilidades místicas, y antes de que me lo preguntes de nuevo, sí, utilizo la magia. Y te lo puedo demostrar.
Un sentimiento de inminente fatalidad se deslizó a lo largo de su columna vertebral.
—Dijiste que has estudiado mi mundo. Has querido decir estado, país o continente, ¿verdad?
—No. Mundo significa cuerpo celeste. Planeta. Estrella. —Su mirada se volvió ausente, triste, dándole un aura vulnerable que la conmovió—. Para mí, mundo significa Imperia. Mi casa.
Capítulo 8
Él extendió la palma de la mano y cerró los ojos. Su expresión se endureció ante la intensa concentración. Mientras ella miraba, un globo pequeño y brillante se materializó en el aire por encima de su piel, girando despacio. Tres globos más pequeños giraban encima de ella. Cada centímetro era exquisitamente detallado, haciendo parecer a cada orbe sólido, y con vivos colores traslucidos.
Ella extendió temblorosamente la mano y tocó el globo más grande, sorprendida de encontrarlo firme y caliente. En el momento del contacto, vivas imágenes penetraron en su mente como si fueran fotografías. Ella jadeó. Castillos de cristal alzándose hacia un rosado horizonte. Criaturas majestuosas, parecidas a dragones se elevaban en un nebuloso cielo. Árboles arqueados en todas direcciones, ante el peso de la brillante fruta roja como zafiros o blancas como diamantes. Lo más hermoso de todo eran las extensiones de blanca hierba que ondeaba con una suave brisa, besada por el rocío.
Su expresión se tornó tirante, como si él usara cada onza de fuerza para mantener la imagen de su palma, pero los globos comenzaron a oscilar, luego desaparecieron totalmente. Su mano cayó a un costado.
Oh. Dios mío. Él decía la verdad. Magia. Un temblor frío la atravesó, congelando sus miembros. Ningún hombre mortal podría evocar una aparición tan maravillosa. Y ningún hombre terrenal podía transformarse de piedra a carne y hueso en un latido del corazón.
—Posees poderes mágicos, y eres un extraterrestre. —Parpadeó, luego parpadeó otra vez. Las imágenes de naves espaciales bullían a través de su cabeza—. Posees poderes mágicos, y eres un extraterrestre. —Tal vez si ella lo decía mil veces, su shock desaparecería—. Eres un extraterrestre. Un extraterrestre con poderes mágicos.
Cuando él no respondió, ella añadió:
—No te pareces a una criatura de otro planeta. —Realmente, ¿qué más podía decir? Su mente aún no estaba de vuelta.
—¿A qué se parece una criatura de otro planeta? —preguntó él.
—La piel verde, un cuerpo largo, viscoso y con ojos grandes y oscuros que te observan como si tuvieras que estar en una habitación, sobre una mesa, con una sonda que se introduce en partes de tu cuerpo que no merece la pena mencionar.
—Me he encontrado una raza que mira tal y como lo has descrito —se encogió de hombros—. Ellos viajan de planeta en planeta buscando el saber y el conocimiento.
—¿En naves espaciales?
—Sí.
Ella tembló, deseando no encontrarse nunca cara a cara con esa raza “culta”. ¿Pero, Dios mío, alguna vez había pensado en tener contacto con algún ser de otro planeta? ¡NO!
—¿Cómo viajaste tú hasta aquí? —______ se felicitó mentalmente. Aquí estaba, conversando racionalmente con un extraterrestre y no desmayada, muerta, sobre la tierra.
Los labios de él se tensaron.
—Mi madre intentó ayudarme —contestó con fiereza—, y abrió un vórtice que me envió de mi mundo al tuyo.
Su intensa mirada recorrió el recinto, catalogando a las otras estatuas. ¿Habían sido enviadas todas ellas de otro mundo? ¿Todas ellas esperaban sólo el beso de un extraño para volver a la vida?
El guerrero delante de ella soltó una risita baja, como si oyera su tácita pregunta. O tal vez simplemente había hablado en voz alta. En este punto, ______ no estaba segura de lo que hacía, decía o pensaba.
—Soy el único —le aseguró—. Los demás son simplemente de piedra.
Sus hombros cayeron con alivio. Señor, sabía que sus nervios no podrían soportar a otro macho como… se quedó en blanco.
—¿Cómo te llamas?
—Soy Harry en Sarr. Una vez el primero al mando del gran Lord Gui, en el ejército de Sarr. —Alzando orgullosamente la barbilla, él cruzó los brazos sobre la sólida pared del pecho.
—Bien, soy ______ James, primera al mando del James Real Estate.
—______. —Él pronunció su nombre de una manera diferente a la que ella jamás hubiera escuchado, parándose sobre cada sílaba. Él cabeceó con aprobación—. Similar a ___. Ese nombre me complace.
Por alguna extraña razón, ella se alegró de que pensara así.
En este mismo instante, el frío viento de la noche, convirtió sus pezones en guijarros. ______ se sintió orgullosa de notarlo porque eso significaba que no había estado mirando hacia más abajo.
—Sabes —dijo ella—, se me acaba de ocurrir que podríamos continuar con la conversación dentro de casa. Debes de tener frío. —Lo mejor de ir adentro consistía en que así podría cubrir su desnudez con una sábana. Eso, a su vez, sofocaría su creciente atracción.
Dios mío, sentía lujuria hacia un extraterrestre.
Al menos él no es un asesino psicópata, susurró su mente.
—Tú no tienes frío —dijo él—, aunque no lleves prácticamente nada.
—Llevo un recio top y unos tejanos cortos. Es un conjunto perfectamente decente.
—Y yo voy así ataviado a propósito, como Elliea.
—Pero...
—No te olvides, tienes que darme tu palabra de que me ayudaras a localizar a un hechicero mañana al amanecer.
Otra brisa sopló, y esta vez ella miró hacia abajo. Sus mejillas se calentaron.
—¿Y bien? —preguntó Harry. Obviamente la paciencia no era una de sus virtudes.
—Es difícil de concentrarse cuando estas... —ella buscó en su mente la palabra adecuada— ...agitándote así. Por Dios, cúbrete.
Él miró hacia abajo, a su desnudez y se encogió de hombros, imperturbable.
—No hay que avergonzarse del cuerpo masculino, ______. Mejor que te acostumbres al mío rápidamente.
Capítulo 9
¿Qué quería decir con eso? ¿Que él nunca llevaría ropa en su presencia? ¿O es que el sucio y calentorro neandertal planeaba acostarse con ella, tanto con su permiso como sin él, así que debería acostumbrarse a su tamaño? ¡Lo uno o lo otro, él ya podía ponerse algo de ropa por su maldito bien!
—Te doy mi palabra de que te llevaré a un psíquico mañana. ¿Contento ahora?
—No. —Él inclino la barbilla hacia un lado, y colocó la mano sobre la mandíbula con expresión preocupada. Su mirada cautelosa, a la espera de algo. Parecía un hombre al encuentro de una tormenta peligrosa—. No se puede confiar en que las mujeres honren su palabra.
______ resopló. Quiso preguntarle por qué había insistido tanto en que le diera su palabra ya que nunca tuvo la intención de creerla. En cambio, hizo rodar sus ojos.
—Tienes suerte de que me sienta amable, Harry. Voy a permitirte vivir después de esa observación tan machista.
Él frunció el ceño.
Ella sonrió abiertamente.
—Ahora vas a entrar. A no ser que, desde luego, intentes romper tu palabra.
—Sólo un hombre deshonroso haría algo así. No yo —razonó con un tono duro.
—¿De verdad? Bueno, creo que el trato era que te daba mi juramento solemne de que te llevaría ante un hechicero mañana… cosa que ya hice… si entrabas… pero aquí estás de pie. ¿¡Um!, qué debo pensar ante eso?
Sus cejas se unieron en un ceño feroz.
Bueno. Ella se había anotado un punto, aunque el porqué lo aguijoneaba con eso, ella no lo entendía. Realmente comenzaba a sentirse a salvo en su presencia. Extraño, pero cierto.
—Después de ti. —Ella señaló hacia delante, en parte para echarle un vistazo a su trasero mientras caminaba y en parte porque no lo quería detrás de ella. Aunque, cuando le siguió, comprendió que no le gustaba la implicación sumisa que aquella posición le proporcionaba
Él la lanzó un vistazo sobre el hombro, con un malicioso destello oscureciendo su azulado iris.
—Quizás, la próxima vez podrías devolverme el favor y pasearte desnuda delante de mí.
Ni hablar, aunque se estuviera muriendo y ese fuera el único modo de salvarlo.
Mientras se acercaban a la casa, comprendió que este hombre era su responsabilidad. Él podía saber más dulce que el helado de chocolate durante un caliente y caluroso día. Él podía planear seducirla pare enseñarle cual era “su lugar apropiado”. (Eso aun tenía el poder de enfurecerla.) Y él podía ser un guerrero controlador. Pero lo había besado. Lo había puesto en libertad, y eso significaba que su bienestar, durante un ratito, al menos, recaía sobre sus hombros.
Dentro, observó a Nick precipitarse al interior e inspeccionar la madera astillada, las muestras de empapelado y los instrumentos que estaban dispersados por todas partes. ______ cogió una sábana salpicada de pintura del suelo y la colocó alrededor de sus hombros. Él no dio muestra de reconocer su acción. Por suerte, su falta de atención no desalojó la sábana. Lamentablemente, el colorido lino hacia poco para desmerecer su masculinidad. Él podría sostener una caja de tampones en una mano y un monedero en el otro y de todos modos ella no dudaría de su virilidad.
—¿Si somos de mundos diferentes —preguntó ella—, cómo conoces mi lengua?
—¿Crees que no sería capaz de aprender tu primitiva lengua a lo largo de todos estos palmos pasados? —parecía enfadado, ofendido y divertido a la vez.
Ella abrió la boca para explicar que no dudaba de su inteligencia, que simplemente se había preguntado si, también, fue a través de la magia, pero en cambio, dijo:
—Si eres lo bastante listo como para aprender una lengua entera, ¿qué clase de bloqueo mental te impidió aprender sobre la liberación de la mujer?
—Conozco todo sobre la igualdad de derechos y esas otras tonterías, pero lo que aprendí no es lo que a ti te gustaría. Aprendí que tu raza comenzó a debilitarse en el momento en que sus hombres perdieron sus instintos de guerrero.
—Bueno, tal vez lo que pasa es que no tuviste los profesores adecuados. —Con los puños apretados dijo—: Vamos a la sala de estar y te enseñaré una cosa o dos sobre el poder femenino.
Por fin él giró aquellos alarmantes ojos azules hacia ella.
—Cuando entre en esa “sala de estar” contigo, no será para hablar.
Cambio de planes.
—¿Tienes sed? —Salió precipitadamente y sin esperar su respuesta dijo—: Desde luego que la tienes. Has sido incapaz de beber desde la Edad de Piedra. Te buscaré algo. Tengo una nevera en mi camioneta. —Con eso, ella corrió hacia el frescor del aire nocturno.
Él rió suavemente, y susurró las palabras:
—No escaparás de mí esta noche —que la persiguieron todo el camino hasta su vehículo.
Capítulo 10
Harry en Sarr sintió como sus labios formaban una sonrisa mientras observaba a la pequeña bruja corretear lejos. Y era una bruja, aunque ella lo negara, ya que había oído su voz, sentido su urgencia, mientras residía dentro de la piedra algo que ninguna otra mujer había hecho durante su extenso confinamiento. Su sonrisa siguió creciendo mientras se la imaginaba haciéndole a su carne lo que ella le había hecho en la piel cubierta de piedra. Era un macho, después de todo. Un macho sano, lujurioso, de hecho, y había pasado demasiado tiempo desde su último revolcón. Pero entonces, de pronto, su diversión vaciló. Su expresión se oscureció. No podía permitirse ni una pequeña distracción. ______, con sus brillantes ojos ámbar, su toque y su forma de ser, podía ensombrecer su principal objetivo: Total, completa libertad. Total, completa venganza.
Muchos siglos habían pasado desde el día en que su maldición había interrumpido en su vida, y aun así, su necesidad de librar las galaxias de Josue de Locke, de castigar a su hermano del modo más doloroso posible, sólo había crecido profundamente hasta convertirse en una herida ulcerada en sus huesos. Durante todo este tiempo, Harry había acariciado la herida como un amante, abrazando su necesidad de venganza con un solo y decidido propósito. La liberación.
No le importaba el porqué su hermano, el hechicero más poderoso de toda Imperia, lo había maldecido a una vida de miseria y desolación. No, a él sólo le importaba el derrocamiento del bastardo. En las circunstancias óptimas, un hechicero podía vivir durante toda la eternidad, alimentado por la magia. La propia madre de Harry era una antigua sacerdotisa del Druinn y había visto pasar catorce siglos.
Además de esto, el tiempo fluía de manera distinta en cada mundo. Mil años habían pasado aquí, así que ¿cuántos días, estaciones, o siglos habían pasado en Imperia?
No importaba. De Locke estaba todavía vivo. Harry lo sabía, lo sentía.
La venganza sería suya.
Solamente pensar en sus gritos de piedad le provocaba tal sentimiento de anticipación que liberó a sus músculos de su apretado confinamiento. Pero más grande que la alegría de la venganza, sin embargo, era la alegría de volver a casa. Mañana ______ lo conduciría a un psíquico-hechicero, como los llamaban en su mundo y usaría el poder de aquella persona para viajar a través del cosmos. A Casa. Por Elliea, ¿alguna vez había creído que volvería a ser un hombre libre? Soñado, siempre. Pero nunca lo creyó realmente. Hasta ahora.
Cuando compendió por primera vez que la piedra había desaparecido, Harry se olvido de todo pensamiento menos de aquél de volver a casa, y había intentado realizar un hechizo para abrir un vórtice. Aquel hechizo había fallado rápidamente, ya que sus poderes eran, y siempre fueron, inestables. Se alegraba de ello, aunque eso significara permanecer más tiempo aquí, ya que aún tenia que lograr superar el segundo requisito del hechizo de su hermano. ______ podría haberlo liberado con su beso, pero su libertad sólo duraría un tiempo. Exactamente catorce días. A no ser que consiguiera que ella se enamorara de él. Eso era una crueldad por parte de su hermano, pero su único camino para ser completamente libre.
No volveré a ser una estatua, se prometió sombríamente. No, haría todo lo que fuera necesario para impedir que la maldición lo reclamara otra vez. Incluso seducir y abandonar a la encantadora ______, ¿y que mejor forma de ganarse el corazón de una mujer que llevándosela a la cama?
Harry sabía que ______ le deseaba, y no creía que le llevara más de una noche seducirla. Él simplemente le daría el mayor placer sexual que hubiera conocido nunca. Ninguna mujer, salvo aquellas que no tenían corazón para dar, podría protegerse contra tal asalto. Tenía experiencia en esto de los corazones despiadados, y sabía, por observar a ______ estos últimos días, que ella no era para nada como Isabella, una moza completamente despreciable, y la única mujer a la que él había sido lo suficientemente tonto como para amar una vez.
Tomando un profundo aliento, se imaginó que el aire estaba cargado con los olores majestuosos de Imperia. No había ninguna otra tierra que marcara tan profundamente su esencia en el interior de un hombre, casi como si se fundiera con un muy viejo y querido amigo. No había ninguna otra tierra que llenara su vacío interior. Ninguna otra gobernada por los principios místicos, donde la magia era alabada y la dominación masculina aceptada.
En aquel momento, Harry estaba lleno de un sentimiento de desesperación, de una gran añoranza que lo engullía a la velocidad del relámpago. Sin duda esta noche se haría eterna. Frunciendo el ceño, arrojó lejos el paño que cubría sus hombros. El suave material se deslizó hasta el suelo. Usando la actividad física como una salida para sus emociones, ejercitó la persistente rigidez de sus miembros. Al principio sus movimientos eran lentos e inseguros. Pero cuando la sangre se precipitó a través de sus venas, recordándole que realmente estaba vivo, sus revoltosas emociones se calmaron, así como sus gestos.
—He vuelto —gritó ______ un poco más tarde, con un extraño tono, aún cargado de forzosa alegría. Ella caminó por la habitación sin amueblar sosteniendo dos recipientes rojos.
Capítulo 11
Harry se quedó inmóvil. Observando, a través de sus párpados medio cerrados, como sus piernas acortaban la distancia restante entre ellos. Tenía las piernas de una doncella guerrera: largas, delgadas, firmes, del tipo que se cerraban alrededor de la cintura de un hombre y se agarraban hasta el final de una cabalgata. El pensamiento causó que cada pulgada de su cuerpo se endureciera. El seducirla no sería ninguna carga. De hecho, estaba más que listo, más que dispuesto, a empezar. El contacto humano le había sido negado durante demasiado tiempo.
Cuando ______ dio, por primera vez, un paseo por el jardín, él no había sentido la suficiente curiosidad como para, realmente, notarla. Sí, había deseado su beso para conseguir la libertad, pero no se había fijado en la mujer en sí misma. Demasiadas hembras habían pasado y no habían hecho caso de él como para poner demasiadas esperanzas en ello. Pero ésta no le ignoró, y ahora comprendió que debió de haberse fijado más en la mujer. Ella realmente era una visión, y mientras seguía estudiándola, algo mucho tiempo olvidado se agitó dentro de él. Alguna cosa… tierna.
Se maldijo mentalmente. Por todo lo qué era santo, no sentiría ninguna ternura hacia esa mujer. No, no se permitiría sentir nada más profundo que la excitación sexual. Cuando un hombre se permitía sentir algo más, se exponía al dolor y la traición.
Mirándole nerviosa e insegura, ______ tiró de su coleta hacia un lado. La acción le recordó como lo había derribado al suelo como si él fuera un parásito insignificante, una hazaña que ninguna otra mujer (u hombre, en realidad) hubiera hecho antes. ¡Qué destreza poseía! Que fuerza. Se imaginó toda esa energía debajo de él. Encima de él. Al lado de él. Alrededor de él. Aunque ella había dejado claro que no quería nada sexual de su parte. Bueno, solamente tendría que usar cada onza de su poder seductor para hacerla olvidar sus dudas. Sonrió ampliamente, despacio. Su seducción, y la consecuente declaración de amor, eran un reto necesario y sin duda ayudaría a que la noche pasara más rápidamente. Además, su seducción le ayudaría con su búsqueda de venganza, ya que ¿cómo podía un hombre pensar claramente cuando su libido le exigía toda su atención?
Ya no estaba inquieta, no aparentaba nerviosismo. Más bien, parecía furiosa.
—¿Qué estás mirando tan fijamente?
—A ti. —Y continuó observándola. No tenía las delgadas caderas como las de un chico que había visto en otras mujeres de su mundo. El cuerpo de ______ era curvo, dulcemente redondeado en todos los sitios adecuados, e inequívocamente femenino. Las elevaciones suculentas de sus pechos y la generosa curva de su cintura encajaban perfectamente con su insólita altura.
—Para ahora mismo —exigió ella—. Me estás mirando como si yo fuera un caramelo, y tú no hubieras comido nada durante un año.
—Pararé cuando haya terminado y ni un minuto antes. —Ahora mismo ella vestía un delgado top y un par de drocs azules y cortados tejanos cortos, los había llamado ella. La deliciosa piel de su cuello, clavícula, brazos y piernas estaban destapadas y dejadas a la vista para su examen visual, y examinarla detenidamente –todo fue lo que hizo. Tan a fondo, de hecho, que contó dieciocho pecas encima de cada hombro.
¿Tenía ella pecas ocultas en otras partes?
La mayor parte de su cabello estaba peinado hacia atrás, aunque unos pálidos mechones se derramaban libremente como calientes y brillantes rayos de sol. Ni un rizo u onda estropeaban la perfección de cada hebra. Él, de pronto, tuvo unas ganas enormes de pasar los dedos a través de la espesa y sedosa melena, y extenderla por la almohada.
Sus rasgos no eran hermosos en un sentido tradicional. No, eran diferentes, sensualmente exóticos y carnalmente atractivos. Tenía altos pómulos, una nariz coqueta, ligeramente respingona, y grandes ojos de color ámbar enmarcados por negras y espesas pestañas. Aquellos ojos se inclinaban ligeramente hacia arriba, dándola una expresión permanentemente soñolienta. Y sus labios… por Elliea, cuanto más los observaba más se los imaginaba por todas las partes de su cuerpo. Sus labios eran lo bastante exuberantes, rosados, y lo suficientemente llenos como para lanzar un ejército a la guerra por un solo beso.
En este mismo momento aquella boca estaba separada por la sorpresa. Dio un paso directamente hacia él, su cara convertida en una cómica máscara de incredulidad, temor y vergüenza.
—Creí que ya habías entendido que debías llevar siempre la sábana. —Incluso su voz le atraía, dulce y ronca—. Simplemente no puedes andar por ahí desnudo. Te detendrían por exhibicionismo.
Indiferente, él cruzó los brazos sobre el pecho. La mujer parecía pensar que era su derecho, no, su deber, sermonearle por no cumplir sus órdenes. Mientras una parte de él aplaudía su espíritu, la otra se ofendía ante su falta de respeto. Él era un guerrero ante todo, y un guerrero no obedecía órdenes. Un guerrero las daba.
—Todavía estoy esperando oírte pronunciar la palabra por favor.
Ella lo sorprendió gritando:
—¡Simplemente ponte la maldita sábana antes de que te tumbe en el suelo otra vez!
Él frunció el ceño. ¡Mejor ella aprendía ahora con quien estaba hablando!
—Tú me preguntarás amablemente, mujer, y quizás si me siento complaciente, me pondré la maldita sábana. Si no estoy de humor, no hay ningún poder lo bastante fuerte como para forzarme a llevarla. —Ese no era el modo de seducir a una mujer, lo sabía, pero se le hacía cada vez más claro que esta mujer en particular necesitaba urgentemente de la guía masculina su guía antes de que el cariño real pudiera comenzar.
Seguramente los machos de su mundo se lo agradecerían.
Ella rechinó los dientes frunciendo también el ceño.
Capítulo 12
—No preguntaré amablemente. Simplemente te inclinarás, recogerás la sábana, y te la atarás alrededor de la cintura porque eso es lo más caballeroso y cortés que deberías hacer. Tú, después de todo, estás de pie dentro de mi casa.
No la hizo caso. Ella dio una fuerte patada en el suelo. Él casi se rió en voz alta, ya que, ¿quién habría pensado que la incapacidad de manejarle causaría una reacción tan puramente femenina en alguien tan parecido a un guerrero?
—Espero que disfrutes de la vista ______, porque será todo lo que verás durante toda la noche.
Silencio.
Luego:
—Por favor —susurró ella.
Sus labios se estiraron. Qué pequeño diablillo tan divertido era ella.
—¿Ante una petición tan dulce, cómo podría yo negarme? —Recuperó el lino y, simplemente para provocarla, lo ató lo suficientemente bajo en las caderas como para insinuar lo que se escondía debajo.
—Toma, bébete tu refresco de fresa y cállate. —Furiosa, ella le tiró una lata.
La cogió fácilmente, sin apartar su intensa mirada de ella. Aunque él había ganado la batalla de voluntades, todavía le daba órdenes. ¿Cómo supuestamente debía reaccionar ante un comportamiento tan rebelde en una hembra? Si ______ fuera un hombre, sabía exactamente lo que haría: cortaría en rodajas al ofensor para silenciarlo.
—Si me vuelves hablar así otra vez, pequeña bruja, te haré callar personalmente... con mi lengua.
Ella jadeó.
Él cabeceó, satisfecho. Por fin había sido intimidada. Creyó que ahora ella actuaría tal y como correspondía. Pero debería haberla conocido mejor.
—Esta es la segunda amenaza que haces en relación a tu lengua —gruñó ella—. Convendría que supieras, que si te acercas a mí con ella, la morderé.
En vez de reprenderla de nuevo, Harry permaneció en silencio, optando por fingir que ella no había hablado. Obviamente estaba confundida y alterada por su aspecto y por los repentinos cambios en su vida, y no sabía como manejar sus emociones. Pero ésta era sólo la única vez que le permitiría que le hablara de esa manera sin sufrir un castigo.
Con esa decisión tomada, escudriñó cada ángulo de su "refresco" cuidadosamente. El metal era una aleación brillante desconocida para él. Sin saber de que forma beber de ello, movió la mano en un círculo por encima de la lata y pronunció un hechizo.
—Ábrete ahora, eso harás. Ábrete ahora, y te abrirás.
Bang.
______ gritó y apretó una mano sobre su corazón. Líquido rojo llovió sobre ellos como una tormenta de verano. Varias gotitas se adhirieron a su cara y cuello, mientras otras se deslizaban hacia el vello de su ombligo, pero la mayor parte del líquido terminó en el pelo de ______, mojándole la cabeza.
—¿Por qué hiciste eso? —exigió ella, pasándose la mano a través de sus ahora mechones rubio-rojizos.
—Tenía sed. —Utilizando el borde de la sábana, se limpió con irritación, borrando rápidamente cualquier prueba de su fallido hechizo. Toda su vida, la magia se había arremolinado en su interior. Sin embargo, ya debería saber que era mejor no intentar realizar ningún tipo de encantamiento, ya que había aprendido a temprana edad que no era capaz de controlar la fuerza de su poder, algo que le molestaba enormemente y hería profundamente su orgullo.
—La próxima vez pídeme ayuda, ¿vale? Mi corazón no puede soportar otro susto esta noche. —______ hizo saltar la anilla de su lata y se la dio—. Toma. Puedes quedarte la mía. De todos modos, yo no tengo sed.
Dejó su bebida diezmada a un lado y aceptó la que ella le ofreció. Cautelosamente probó un sorbo. El delicioso elixir bajó por su garganta, y le gustó el sabor.
—Esto es lo bastante digno para la mesa de un rey —dijo, asombrado—. ¿Qué otras maravillas culinarias posee este maldito mundo?
—Muchas cosas. —Enganchó los mechones sueltos de su pelo detrás de sus orejas—. Chocolate. Patatas fritas. Tarta de queso.
El estómago de Harry rugió. No conocía ninguno de los artículos que ella había nombrado, pero todos sonaban como ambrosía para su hambriento cuerpo. Su seducción podía esperar a que comiera algo.
—Prepararás todas esas cosas para mí.
Sus cejas color arena se juntaron.
—¿A sí?
—Sí. Así es. —Cabeceó para asegurarse de que ella entendía sus palabras.
—Bueno, ¿adivina qué? Yo solo prometí llevarte ante un psíquico mañana, nada más.
—Tengo hambre, mujer.
Ella puso los ojos en blanco, algo que hacía a menudo en su presencia.
—Realmente no estoy de humor para soportar más de tus lloriqueos por esta tarde, así que te agradecería que pararas. No soy tu chef personal y este es final de la discusión.
—El ocuparse de las necesidades de un hombre “todas sus necesidades” es el único objetivo de una mujer en la vida.
—¿Te estas burlando de mí, verdad?
—No. Nunca bromeo sobre los deberes de una mujer.
—Estoy segura de que no lo harías. —Perdió su mirada de divertida tolerancia, y en cambio le miró con los ojos de una mujer con una única misión: Matar a cada macho que se pusiera a su alcance—. Déjame explicarte algo, Harrycito. No es...
—Harry. —No le gustaba eso de que acortara su nombre y usara aquel tono impertinente, haciendo sonar "Harrycito" como si se dirigiera a un niño fastidioso.
Siguió como si él no hubiera hablado.
—No es tu día de suerte, Harrycito, porque yo no cocino, y aunque lo hiciera, aquí no hay provisiones.
—Me proveerás de un arma para cazar nuestro alimento, o me proporcionaras comida de tu mundo. Nada más es aceptable.
Descruzando los brazos, ella apretó los puños a los costados.
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Re: El príncipe de piedra lHarryl *Hot*
Aquí les deje maratón de 6 capítulos,comenten mucho
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