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Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)

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Mensaje por laus_98 Sáb 19 Oct 2013, 9:01 am

Sinopsis:


Para ____ solo puede haber algo peor que pasar un mes junto a Niall: pasar dos. En apariencia, es el chico que todas las madres querrían para sus hijas —guapo, inteligente, cinéfilo y con sentido del humor—, pero ____ sabe que en realidad es un engreído insoportable. Además, a ella no le vale de novio...  Niall es el hijo de la esposa de su padre. 
A pesar de todo, este año está dispuesta a esforzarse para que las vacaciones en familia sean tranquilas y agradables: va a ser la hermanastra perfecta. Sin embargo, el pueblo levantino en el que veranean se verá sacudido por una serie de crímenes... a los que nadie puede escapar.




Hola, lo primero soy Laura, vivo en España y tengo 15 años. Quería compartir con vosotras en adaptación esta novela que me gusto bastante. Al ser la primera vez que escribo todavía no entiendo muy bien como va esto. Espero poder subir seguido.


Última edición por laus_98 el Dom 20 Oct 2013, 6:04 am, editado 3 veces
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Mensaje por laus_98 Sáb 19 Oct 2013, 9:18 am

Prólogo


Miércoles, 27 de junio de 2012
 
Andrea abrió los ojos asustada y aguzó el oído. Corría por el bosque y se había adentrado en una zona donde abundaban los pinos. Dejó atrás el camino de tierra que llevaba al pueblo. Algo se movía entre las ramas de los árboles. No habría sabido reconocer de qué se trataba, si de un animal o de una persona que se había perdido. La brisa de la mañana la hizo estremecerse.
—¿Hay alguien ahí? —preguntó con temor.
Advirtió de súbito la respiración agitada de un joven.
—¿Hay alguien ahí? —volvió a preguntar Andrea—. Por favor, responde.
La chica permaneció inmóvil. El corazón comenzó a bombearle frenéticamente. A Andrea ya no le parecía tan buena idea haber salido a correr por el bosque a primera hora de la mañana. Los pinos parecían cernirse sobre ella amenazadoramente.
—«Yahvé puso su mano sobre mí» —susurró la voz de un joven detrás de ella—. «Me dijo: Hijo de hombre, ponte de pie, te voy a hablar. Te envío donde esa raza de cabezas duras y de corazones obstinados para que les digas: ¡Esta es la palabra de Yahvé…! Y tú, hijo de hombre, no les temas, no temas sus amenazas; serán para ti como zarzas u ortigas, como un escorpión donde te hayas sentado. No tengas miedo de sus palabras, no temas ante ellos: ¡no son más que una raza de rebeldes!»


Sin vacilar Andrea echó a correr hacia el pueblo. No estaba tan cansada como para no intentar escapar de allí como alma que lleva el diablo. Gotas de sudor le perlaban la frente. Sentía que quienquiera que fuese ese joven le iba a la zaga sin descanso, mucho más deprisa de lo que hubiera querido, pero en ningún momento se permitió el lujo de mirar hacia atrás. Fuera quien fuese no debía de tener buenas intenciones, pensó.
—«Entonces pasé cerca de ti y te vi; era el tiempo de los amores, eché sobre ti mi manto, cubrí tu desnudez y te hice un juramento. Hice una alianza contigo, palabra de Yahvé, y tú pasaste a ser mía. Te vestí con ropajes bordados, con calzado de cuero fino, puse en tu cabeza un velo de lino y de seda…»
—¿Qué quieres de mí? Por favor, no me hagas daño.
Andrea sacó su smartphone, que tenía sujeto a la cinturilla del pantalón. No consiguió acertar a marcar el número de su padre, y el móvil se le resbaló de las manos cayendo al suelo. No se detuvo a recogerlo. El chico se acercaba cada vez más. Podía notar cómo la respiración de su perseguidor casi se confundía con la suya.
—Déjame en paz, por favor. No he hecho nada.
La joven estaba al borde de un ataque de pánico.
—«Tu belleza se hizo célebre entre las naciones: era una belleza perfecta gracias a mi esplendor, que derramaba sobre ti, palabra de Yahvé.»
Andrea siguió avanzando sin detenerse. Su vida estaba en juego.
—«Pero luego pusiste tu confianza en tu belleza, tu fama te permitió prostituirte; prodigaste tus encantos a cualquiera que pasaba y te fuiste con Él.»
Entonces notó que la detenía agarrándola del pelo. Perdió el equilibrio y se dio de bruces contra el suelo. El chico que la perseguía se colocó a horcajadas sobre ella. Tenía el rostro cubierto con un pasamontañas, aunque Andrea pudo ver que tenía los ojos azules, de un color tan intenso como un mar embravecido.
—Por favor… por favor… —empezó a gimotear Andrea como si aquellas palabras pudieran salvarla —, deja que me vaya…
Andrea comenzó a golpearle en el pecho con ambas manos hasta que su opresor se las inmovilizó detrás de la cabeza.
—«Si decimos que no tenemos pecado, nos estamos engañando a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.» —El chico elevó la voz cuando los sollozos de Andrea se hicieron insoportables—. «Pero si confesamos nuestros pecados, Él, que es fiel y justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad. Si dijéramos que no hemos pecado, sería como decir que Él miente, y su palabra no estaría en nosotros. Si alguien dice: Yo lo conozco, pero no guarda sus mandatos, ese es un mentiroso y la verdad no está en él. En cambio, si uno guarda su palabra, el auténtico amor de Dios está en Él. Y vean cómo conoceremos que estamos en él. Si alguien piensa que está en la luz mientras odia a su hermano, está aún en las tinieblas…»
Andrea vio cómo su captor alzaba el puño. Solo pudo gritar con todas sus fuerzas antes de desmayarse. Lo último que contempló fueron sus ojos azules encolerizados. Después todo se hizo oscuro.




Hola, otra vez. Se que este capitulo es un poco raro, porque os preguntareis quien coño es esta Andrea, pero en el siguiente capitulo ya lo sabreis. 
Por favor me gustaría que comentaseis, ya que si nadie lee mi adaptación, pues no la escribo y ya esta. 
Besos, espero que la sigan. :)


Última edición por laus_98 el Sáb 19 Oct 2013, 10:09 am, editado 1 vez
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Mensaje por laus_98 Sáb 19 Oct 2013, 10:08 am


El Diario del Alto Turia






Joven de 20 años permanece desaparecida
desde hace tres días



 
30-06-2012



Andrea G. M., natural de Valencia capital, se halla desaparecida desde el pasado miércoles 27. La última vez que se la vio salió a correr por los alrededores de Caños del Agua. Los hechos han sido denunciados por sus padres. Los efectivos de búsqueda realizaron el jueves una primera batida. La Guardia Civil ha destinado seis patrullas más a la operación.






Capitulo 1. "En el tren" (parte 1)




                       
Sábado, 30 de junio de 2012
 
Llegué a la estación de Atocha, atestada de viajeros, arrastrando mi maletón con tiempo suficiente para entrar en una cafetería y pedirme un té con leche. Las paredes del local eran cálidas, decoradas con cuadros de diferentes ciudades del mundo, y tenía asientos de madera.


Saqué la novela que estaba leyendo, ____, de Jane Austen, tras sentarme en la única mesa libre que había en el bar. Después de leer el libro durante el embarazo, mi madre, por un capricho, decidió ponerme ese nombre en honor a la protagonista. Desde el desayuno no había tomado nada, y de eso ya hacía más de siete horas. Aunque mamá me había preparado unos sándwiches para el viaje, no podía probar bocado. Ni siquiera Nat, mi mejor amiga, con la que quedé para despedirme, consiguió que probara los deliciosos macarrones que había preparado su madre. En eso no se parecía a la mía, que, como ama de casa, era un desastre. Su idea de cocinar consistía en calentar platos precocinados en el microondas. Desde que salió a la venta la tortilla de patatas, proclamó a los cuatro vientos que era la mejor cocinera del mundo.




Lo cierto era que solo de pensar que tenía que convivir casi dos meses bajo el mismo techo con Niall, el hijo de la esposa de mi padre, se me hacía un nudo en el estómago. No sé por qué motivo ese año alargaba sus vacaciones de verano en Caños del Agua.
Cada vez que la madre de alguna de mis amigas del pueblo lo conocía, caía rendida a sus encantos, pero a mí me parecía irritante. Una vez tras otra veía cómo a todas les hacían chiribitas los ojos y cómo aprovechaban cualquiera de sus tonterías para acariciarle el brazo.
Para colmo era educado, ocurrente y aparentemente gracioso. En más de una ocasión me había preguntado si no sacaba sus chistes del repertorio de Ignatius, un cómico sin gracia al que yo detestaba y que salía en El Club de la Comedia.
Por otro lado, podía hablar de cualquier tema, aunque a mí me parecía que era un pedante que se pasaba el día estudiando o absorto en la larga lista de películas que tenía que ver antes de morir. También tenía la habilidad de sacarme de mis casillas. Desde que se levantaba hasta que se acostaba le gustaba chincharme. Con el tiempo había llegado a la conclusión de que esa era la afición que más le satisfacía. Sin embargo, había que reconocer que tenía una sonrisa perfecta. No lo decía yo, claro, lo decían todas mis amigas de Caños del Agua, que babeaban cuando venían a casa para celebrar nuestras fiestas de pijamas.
Nadie veía la otra cara de Niall salvo yo. Desde que lo conocí me trataba como a una niña.


Mis padres se divorciaron cuando yo era una cría. A los once, mi padre conoció a Maura, que tenía un hijo de un matrimonio anterior con un estadounidense, Niall, cuatro años mayor que yo. Su amor fue tan fuerte que al poco tiempo se casaron. Fruto de esa relación nació mi medio hermana Carlota. Para mi alegría, Niall y yo no compartíamos ningún vínculo de sangre y solo teníamos que vernos una vez al año, durante las vacaciones de verano. Él regresaba de la Universidad de Columbia, donde estudiaba segundo de Medicina, y yo viajaba desde Madrid, donde vivía con mi madre y su recién estrenado marido, Roberto.
Al final tanto mamá como yo nos habíamos acostumbrado a que papá hablara de Maura cada vez que venía a Madrid a hacerme una visita.
Divorciarse fue una buena decisión, porque, aunque mis padres eran buenos amigos y se reían mucho juntos, como pareja eran un desastre. Papá era veterinario. Amaba la tranquilidad, la rutina y que sus cosas estuvieran tal y como las dejaba, o sea, le gustaba el orden. Por eso vivía en Caños del Agua, un pueblecito pequeño del interior de Valencia. En cambio, mamá era toda una urbanita que adoraba el bullicio de la gente. Era de la única manera en que se podía concentrar para su trabajo. Era ilustradora de libros infantiles y de portadas para distintas editoriales.
Ahora ella había decidido perderse por Italia con Roberto durante un mes, en una intensa luna de miel. Por desgracia, no había colado mi sugerencia de pasar julio sola en Madrid, ni tampoco que se viniera Nat a casa durante ese tiempo. Así que me enviaban al pueblo con papá.
La última vez que tuve noticias de Niall fue antes de salir de casa, cuando me envió un WhatsApp en el que me decía: Te haré una oferta que no podrás rechazar  … ¿A quién se le ocurría utilizar la frase de Vito Corleone como saludo? Me habría gustado que me hubiera escrito algo así como: «¡Hola, ____, ¿qué tal te ha ido el curso? Te prometo que este año me portaré como un buen chico!». Estaba claro que todas sus tonterías se las reservaba para mí. ¿Tanto le costaba ser un poco amable? Aún no nos habíamos visto, y ya estaba ideando alguna jugarreta de las suyas, aunque ya no iba a entrar al trapo como otras veces. Mi respuesta no se hizo esperar: Bonasera, ¿qué te he hecho para que me trates con tan poco respeto? Era otra frase del Padrino, una de las películas en las que coincidíamos.
Dada su gran afición al cine, ese último año me había puesto al día con un montón de películas que, según él, no debía perderme. Me pasó una lista interminable de doscientos DVD, pero no me había dado tiempo de verlos todos. Supongo que contaba con que pasara de sus sugerencias, pero no fue así. Ese verano iba a demostrarle que estaba casi a su altura en cuestión de frases de cine.  


Última edición por laus_98 el Miér 23 Oct 2013, 8:18 am, editado 3 veces
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Mensaje por laus_98 Sáb 19 Oct 2013, 10:38 am

Capitulo 1 "En el tren" (parte 2)

Tras mi mensaje su respuesta no se hizo de rogar: Yasmine, yo no soy malo, es que me han dibujado así. Volvía a utilizar sus típicas frases de cine, en concreto esa pertenecía a Jessica Rabbit cuando se justifica ante el detective en ¿Quién engañó a Roger Rabbit?
Venga, va, alégrame lo que me queda de día, le respondí inmediatamente, como si fuera Harry el Sucio, aunque me hubiera gustado mandarlo al quinto pino para no tener que verle la cara en los dos meses que tenía que pasar con él. A saber cuál era la oferta esa que no podía rechazar.

Su respuesta llegó en menos de diez segundos: Antes de subir al pueblo, Alba y yo te invitamos esta noche al cine. Yo pongo las palomitas, las chocolatinas y tú el buen humor. ¿Qué te parece, Yasmine?
Me alegré de que no pudiera verme la cara, porque si había alguien a quien no soportaba era a Alba. El sentimiento era mutuo. ¿Qué pintaba yo con ellos? Pasaba de ser la sujetavelas de nadie. No sabía que su última conquista fuera Alba. Pero eso no era lo importante, sino que ¿por qué no venía mi padre a por mí?
Enseguida le llamé para saber qué pasaba. Me explicó que había tenido que salir urgentemente para atender a una yegua con un parto complicado. Niall se ofreció enseguida a venir a recogerme con el coche de su madre, cosa que a papá le pareció bien. Hubiera deseado que viniera Maura, pero desde la llegada de Carlota todo su tiempo se lo dedicaba a la pequeña.
Decliné la oferta de Niall y le dije que prefería esperarlo en la estación de Valencia y que, cuando terminara la película, pasara a por mí. No me apetecía ver a Alba. Desde que nos habíamos conocido no me soportaba, y todo porque el año pasado a las dos nos había gustado el mismo chico y Zayn me eligió a mí. Al final lo nuestro no duró más de dos semanas, porque mi novio a la fuga se dedicó a tontear con otra chica. Afortunadamente, no fue Alba, para disgusto de esta. Lamenté que no hubiera a esa hora ningún autobús hasta el pueblo, porque, de ser así, no habría consentido que Niall viniera a buscarme.
El último mensaje que tuve de él fue: Como desees, Yasmine… 
Me llamaba Yasmine porque decía que le recordaba a la protagonista de Aladino y la lámpara maravillosa.
Me llevé instintivamente, más por costumbre que por otra cosa, la mano a donde se suponía que debía estar mi larga cabellera negra. No obstante, hacía una semana que me la había cortado en una melena corta a la altura de la barbilla. Mamá decía que me parecía a Audrey Tautou, la protagonista de Amélie. Lo que no sabía Niall era que ese año no le daría el gusto de que me volviera a llamar Yasmine. Me hacía sentir más pequeña de lo que era.
El camarero me sirvió con una sonrisa el té y le guiñó un ojo a la joven que estaba delante de mí. A mí nunca me pasaban ese tipo de cosas con los chicos. Aún quedaba más de media hora para que saliera el tren. Le puse un sobrecito de azúcar moreno al té y me perdí en el movimiento de la cucharilla. El timbre del WhatsApp me sacó de mi ensimismamiento. Mamá me comentaba que estaba disfrutando mucho y que me echaba de menos.
En menos de un parpadeo volvió a enviarme otro mensaje que decía: Roberto y yo estamos probando algunas cosas que leímos en un libro 
Cada vez que mamá me comentaba alguna de sus fantasías sexuales me moría de la vergüenza. Podía hablar de esos temas con mis amigas, pero hacerlo tan abiertamente con mi madre no me apetecía demasiado. Así que le contesté: Mamá, ese libro tiene un nombre. Es el Kamasutra y, por favor, no quiero saber qué haces con Roberto. Ya me lo imagino. Por si no lo recuerdas, ese es el motivo por el que no he ido con vosotros de viaje.
Antes de terminarme el té me llegó otro mensaje de ella: Tranquila, ya sabes cómo me emociono. Dale un beso a papá, y otro muy fuerte para ti. Ya te llamaré cuando tenga un rato.
O sea, no me iba a llamar porque estaría todo el rato probando posturas de esas raras que había encontrado en el Kamasutra, reflexioné.
Miré el reloj de pared que había en el bar. Aún quedaba un cuarto de hora para irme. Pagué el té, guardé la novela en el bolso y me dirigí hacia los andenes desde donde salía el AVE. Tuve problemas para subir el maletón al vagón en el que tenía mi asiento, aunque enseguida dos veinteañeros se ofrecieron a subírmelo.
—Estoy seguro de que la maleta pesa más que tú —me dijo uno de ellos.
—Solo llevo lo imprescindible. —Me encogí de hombros.
—Me lo imagino —respondió el otro chico—. Mi novia no sale nunca sin su plancha de pelo y sin sus modelitos.
Solté una carcajada. La novia de ese chico y yo éramos muy parecidas en ese aspecto.
Una vez que hube colocado la maleta en los compartimentos de la entrada, me abandoné en mi asiento. A medida que el tren se alejaba de la estación, veía cómo los edificios se quedaban atrás para dar paso a campos y más campos. Me coloqué los cascos y busqué en la lista de reproducción de mi smartphone algún disco de La Oreja de Van Gogh. Me gustaba escucharlos cuando salía de viaje. Cerré los ojos cuando llegó la canción de: «A tu lado» y me dejé arrastrar por la sensualidad de la voz de Amaia Montero.


Pienso en ti,
interminablemente en ti,
quiero ser una respuesta para ti,
pienso en ti, solo en ti.
Creo en ti (pienso en ti),
inagotablemente en ti.
Como tú, que confiaste en mi saber,
creo en ti, solo en ti.
Y despertar a tu lado,
cada amanecer,
hacer rodar mis labios sobre tu piel,
creo en ti…


Una vez que hubo terminado de sonar configuré la canción para que se repitiera una y otra vez. Así me quedé dormida, con una sonrisa, y pensando que quizá ese verano encontraría el amor.
laus_98
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Mensaje por laus_98 Dom 20 Oct 2013, 5:18 am

Capitulo 2 "El reencuentro" (Parte 1)


Unos dedos cálidos rozaron mi hombro. Abrí los ojos sobresaltada. Una chica me decía algo, pero no la entendía porque aún llevaba los cascos puestos y la música seguía sonando.
—Perdona que te haya asustado. Hace más de cinco minutos que hemos llegado a Valencia —me dijo con una sonrisa afable cuando me quité los cascos.
Miré aturdida a través del cristal y luego giré la cabeza hacia a ella sin terminar de comprender qué quería decirme. Era un hecho comprobado que cada vez que me despertaba me costaba unos minutos despejarme. Mamá decía que era hereditario, porque en eso me parecía a ella.
—Sí, perdona. Muchas gracias por despertarme. —Intenté esbozar una sonrisa y apagué el selector de música de mi smartphone.
Enseguida me entró un WhatsApp. Supuse que era de mamá para saber si había llegado bien a Valencia. En cuanto lo abrí vi que no era de ella, sino de Niall: Yasmine, ¿dónde estás? No t veo 
Solté un bufido. Si él estaba esperándome en la estación, eso quería decir que también me esperaba Alba, con la que no me apetecía hablar. Desde luego, Niall sabía cómo alegrarme lo que me quedaba de tarde. Aceptaba que hubiera venido a recogerme, pero no iba a irme al cine con él y su novia. ¡Vamos, ni loca!
El verano no había hecho más que empezar, y ya intuía que se me iba a hacer muy largo.
Estoy en el tren. Ahora salgo, le contesté.
Me levanté con un leve dolor de cuello. Había adoptado una mala postura durmiendo. Me froté con la mano antes de coger la maleta y me dispuse a bajar del vagón con tranquilidad, alargando el momento del reencuentro. Al igual que me había pasado al subir, otro chico me ayudó a bajar la maleta. Y ocurrió lo que nunca antes me había pasado: me guiñó un ojo.
—Muchas gracias —le dije agarrando el asa de mi maleta.
—Iván. —Me tendió la mano antes de que yo empezara a caminar.
—____. —Le correspondí ofreciéndole la mía.
Nos quedamos mirándonos a los ojos, sin saber qué hacer. Él tuvo el impulso de darme dos besos y se acercó a mi mejilla titubeando. Cuando nos dimos cuenta de que él seguía apretando mi mano me sonrió y la retiró.
Iván no era especialmente guapo, pero parecía que eso no le importaba, porque hablaba como si fuera tan atractivo como Hugo Silva. Era flaco, muy moreno y llevaba el pelo cortado al uno. Lo que más llamaba la atención eran sus orejas, que se podrían haber comparado con las de Dumbo.
—¿De vacaciones?
—Sí, voy dos meses a casa de mi padre… —respondí sin mucho ánimo.
—Seguro que no es tan horrible como me quieres hacer creer.
Si él supiera los dos meses que me esperaban no me habría contestado así. Habría sido capaz de aceptar una oferta de Iván con tal de no ver a Niko, porque cualquier cosa que me propusiera tenía que ser más divertida que irme a Caños del Agua. El pueblo donde vivían prácticamente todo el año papá y Maura llegaba a alcanzar los cuatro mil quinientos habitantes en verano, de los cuales un tercio tenían más de sesenta años.
—Bueno, pasar dos meses en un pueblo perdido de la sierra no es precisamente para dar saltos de alegría.
Pasamos la línea de las canceladoras y al otro lado me esperaba Niall. Conforme nos acercábamos Iván y yo, Niall desplegó esa sonrisa tan espléndida que solo él sabía poner. Tenía que reconocer que me encantaba cómo sonreía y el brillo de sus ojos cuando nos mirábamos. Llevaba dos vasos de Starbucks, uno en cada mano.
—Yo voy a Cullera. Mi tía me ha encontrado un trabajo de camarero en la cafetería de unos amigos.
—Tus vacaciones tampoco son para dar palmas de alegría.
—¡Qué dices! Voy a estar en primera línea de playa atendiendo a chicas en bikini, poniendo cañitas, sirviendo pescaíto, ligando con madrileñas, alemanas y suecas. Y por la noche a lo que salga.
—Claro. Te deseo un buen verano. Parece que el tuyo será mejor que el mío. Seguro que ligas mucho más que yo.
—Con ese tipazo cualquiera liga. Acepto propuestas indecentes.
Iván volvió a guiñarme un ojo.
—Si no me estuvieran esperando sería capaz hasta de aceptar irme contigo a Cullera.
—No te lo pienses. En mi cama siempre hay sitio. Yo ocupo muy poquito.
Solté una carcajada. De reojo vi cómo el semblante de Niall se había vuelto serio.
—Suena muy interesante…
—Hola, ¿qué tal?, soy el doctor Horan, Niall Horan. Afortunadamente, ____ ya tiene planes para este verano —nos interrumpió con un poco de acento irlandes. Se había puesto sus gafas de montura redonda, que le hacían parecer mayor de lo que era. Para ello se había colocado los dos vasos en una mano—. A la pobre le da aprensión decir que trabaja en una casa de reposo cuidando a enfermos de funghicocos, una enfermedad desconocida para la gran mayoría, aunque muy contagiosa.
Bajé la cabeza intentando contener la risa.
—Doctor Horan, no hacía falta que fuera tan explícito.
—La hemos seleccionado entre más de doscientos candidatos. Hemos sido muy minuciosos para encontrar a la candidata adecuada. —Le ofreció una tarjeta falsa con su nombre que utilizaba en casos como esos—. Perdona que no te dé la mano, pero no podemos estar seguros al cien por cien de que no seas portador de la enfermedad.
Iván lo miró de arriba abajo sin terminar de creerse lo que le estaba contando Niall.
—Todos los pacientes que tenemos son menores de veinticinco años —dije asumiendo mi papel de enfermera. Era la primera vez que compartía un juego con él y me lo estaba pasando genial. Me resultaba divertido jugar a ser una persona que no era, y con Niall todo parecía más fácil—. Pero no te preocupes. No presentas los primeros síntomas.
—¿Qué síntomas son?
—Picor en las piernas y enrojecimiento de las mejillas.
Iván decidió coger la tarjeta que Niall le estaba tendiendo con un gesto de interés.
—A pesar de mi juventud, soy el mayor experto que hay ahora mismo en España —insistió al ver la duda en la cara de Iván—. La funghicocos es una enfermedad reciente.
Asentí con la cabeza cuando Iván buscó en mi mirada confirmar todo lo que decía Niall.
—Encantado de conocerte.
—Lo mismo digo.
Le fui a dar dos besos, pero Iván me esquivó como si fuera una apestada y se despidió con un gesto de la mano. Se encaminó hacia la puerta a toda prisa sin mirar hacia atrás.
Niall me ofreció uno de los vasos que sostenía en la mano. Mi hermanastro, como a él le gustaba llamarse, me sacaba un palmo. Podía presumir de un cuerpo esbelto y bien definido. Ya se encargaba de salir tres veces por semana a correr por Hyde Park. Era moreno, de pelo liso. El flequillo le caía a un lado de la cara y casi le tapaba una ceja. Tenía los ojos azules, y una mirada desconcertante que te traspasaba cuando te ponías en su punto de mira.
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Mensaje por laus_98 Dom 20 Oct 2013, 5:27 am

Capitulo 2 "El reencuentro" (Parte 2)


—Hola, Yasmine. Cógelo. Es un frapuccino de fresa, tu favorito, —Su voz era cálida a la vez que grave.
Miré hacia atrás por si estaba Alba. Por un momento, mientras hablábamos con Iván, me había olvidado de ella. Me relajé cuando advertí que no estaba en la estación, aunque era posible que estuviera en el coche esperándonos.
—¿Para mí?
Niall asintió con la cabeza y se acercó a darme dos besos. Seguía oliendo a colonia Nenuco. En eso no había cambiado. Estaba asombrada. No me esperaba ese gesto de él. ¿Eso quería decir que había decidido ser amable conmigo y había enterrado el hacha de guerra?
—No puedo creer que aún te acuerdes de mi sabor favorito. Si hace tres años de aquello.
Me cogió la maleta y comenzó a caminar hacia la puerta.
—Espera, Niall, no voy a ir al cine con Alba y contigo. —Lo detuve y agarré de nuevo la maleta—. Os esperaré aquí.
—¡Qué despiste el mío! Al final Alba se ha quedado en el pueblo. No quería venir. No lo entiendo. —Se pasó una mano por el pelo—. Lleva unos días insistiendo en que la lleve al cine.
No dije nada, pero estuve a punto de pegar un salto de alegría y sacar mis pompones imaginarios.
—Vaya, siento mucho haberte estropeado la cita.
—Ya me lo pagarás cualquier día de estos.
Él volvió a tirar de mi maleta.
—Deja. Puedo llevarla yo —insistí.
Nuestros dedos se entrecruzaron, y él me retiró un mechón de pelo de la cara con su dedo índice para pasármelo por detrás de la oreja.
—Te noto distinta y no sé qué es.
Me llevé una mano a mi melena. Al fin se había dado cuenta de que me la había cortado.
—Ya está, has cambiado de perfume.
Me mordí el labio.
—No, espera, has crecido dos centímetros… —Se golpeó la cabeza con la palma de la mano—. Ah, no, son los tacones que llevas.
Estaba haciendo verdaderos esfuerzos para no mandarlo a paseo. El viejo Niall que conocía volvía a aflorar de nuevo.
—Ya sé lo que te pasa. ¿Dónde te has dejado las pecas? ¿Verdad que es eso?
—No —respondí—. Me he cambiado el color de ojos.
—Eso debe de ser. —Se giró y siguió caminando, arrastrando nuevamente mi maleta. Cuando me sacaba cinco metros volvió a hablar—. Por cierto, me encanta tu corte de pelo.
Me quedé clavada donde estaba. Volvía a jugar conmigo, y yo había caído en la trampa. Estaba segura de que se moría de la risa.
—¡Ay! Yasmine, ya sabes que estoy muy perdido. —Hizo un gesto melodramático—. ¿Crees que esto tiene arreglo?
—El qué, ¿tu idiotez?
—No, mi despiste. Mira que olvidarme de qué color eran tus ojos… Hubiera jurado que eran verdes.
—No, mis ojos eran amarillos, pero era un color difícil de combinar. Así que decidí darme el capricho de cambiármelos.
—Has hecho bien, porque ese verde que te has puesto te queda bien con los zapatos.
Reprimí una carcajada.
Al salir de la estación, Niall se adelantó al tiempo que una mujer extraña se acercaba a mí. Tenía las pupilas dilatadas y parecía estar como en trance. No tenía pinta de estar bebida, y su aliento era agradable y olía a menta. Me agarró la mano con fuerza y con las yemas de los dedos recorrió las líneas de mi palma.
—Perdone, no tengo dinero…
La mujer hizo caso omiso de mi comentario. Sufrió un escalofrío y estuvo a punto de caer al suelo.
—¿Se encuentra bien?
Rechazó mi ayuda y siguió observando las líneas o lo que fuera que estuviera mirando. Niall todavía no se había dado cuenta de que me había quedado atrás. De repente la mujer me miró a los ojos y me dijo:
—Hay alguien que está en peligro.
Esa vez fui yo la que sufrió un escalofrío. Su voz era ronca y muy profunda.
—Por favor, me tengo que ir —le supliqué cuando ella no quiso soltarme. Su mano parecía una garra que tiraba hacia ella.
—Niña, escucha mis palabras. Hay alguien que está en peligro. —Me soltó la mano con una suavidad que me sorprendió.
Y tal como llegó se fue. Ni siquiera me pidió una propina. Todavía no tenía muy claro qué había pasado. Lo cierto era que me había dejado con mal cuerpo. Podía sentir aún el calor de su garra en mi mano. Me la froté varias veces porque la tenía marcada.
—¿Quién era? —me preguntó Niall cuando estuvo a mi altura.
—No lo sé.
—¿Qué quería?
—No lo sé.
Observé detenidamente a la mujer, que se alejaba hacia la avenida. Y como había hecho conmigo, detuvo a otra persona, pero esa vez fue a un hombre de unos cuarenta años.
—Me ha dicho que hay alguien en peligro, y no me preguntes por qué, pero la creo.
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Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación) Empty Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)

Mensaje por laus_98 Dom 20 Oct 2013, 5:43 am

Capitulo 3 "Camino del pueblo" (Parte 1)



—¡Vamos, Yasmine! ¿No me digas que vas a hacer caso a esa mujer?
—No sé qué pensar. Es que me ha mirado de una manera que no me ha gustado nada.
Me encogí de hombros. Niall se retiró un mechón de la cara de una manera tan elegante que hubiera jurado que se pasaba horas y horas delante del espejo ensayando para que pareciera casual.
—Pero no puedes creer a alguien que de buenas a primeras viene y te dice: «Hay alguien en peligro». Lo raro sería que te hubiera dado los números de la primitiva y hubiese acertado. Todo lo demás es pura casualidad.
—¿Y si es cierto?
—Claro, te ha advertido sobre mí. —Su voz se volvió más grave—. Dentro de cero coma cero segundos vas a morir. Soy un peligroso asesino que dominará el mundo con sus cosquillas.
Se acercó a mí dispuesto a cumplir su amenaza. Sabía que yo no las soportaba y que me enfurecía cuando papá se convertía en el monstruo de las cosquillas.
—No seas malvado. —Nos miramos a los ojos—. Te aseguro que no respondo de mis actos si se me va la cabeza.
Di unos pasos y me coloqué al otro lado de un banco de piedra, poniendo entre nosotros distancia. Recordé los veranos en los que jugábamos a correr alrededor de la mesa del comedor. Uno de sus pasatiempos preferidos era perseguirme con cualquier excusa para tirarme de las coletas, hacerme cosquillas o levantarme en vilo y tirarme a la pequeña piscina que mi padre hizo construir en el corral.
Sin embargo, aquel juego ya no tenía nada que ver con correr detrás de una mesa. Me sentía atraída por una fuerza interior que no sabía describir.
—No me dan miedo tus amenazas. Nadie podrá librarte de caer en mis garras. —Niall soltó una carcajada.
—Primero tendrás que cogerme. Podemos pasarnos así toda la tarde —le reté.
—No tengo otra cosa mejor que hacer.
—Yo tampoco. —Le señalé con el dedo índice a modo de advertencia.
Alcé el frapuccino con la intención de tirárselo encima. Si quería guerra, la iba a tener. No iba a dejar que me pusiera un solo dedo encima.
—¡Eres un gallina! —Imité el cacareo y me coloqué los pulgares debajo de las axilas para bailar como ellas.
—«¡Nadie me llama gallina!» —pronunció cada sílaba como lo hubiera hecho Marty McFly en Regreso al futuro cada vez que Biff Tannen se lo soltaba.
—Co, co, co… ¡Eres un gallina! No me cogerás.
—No tientes tu suerte. Cuanto más tarde en cogerte, más cosquillas te haré.
Él me lanzó una mirada burlona de lo más reveladora. Estaba claro que no iba a tener piedad de mí. Con su índice me indicaba que me acercara, cosa que no hice.
—Yasmine, ¿ves este dedo? No lo pierdas de vista cuando acabe contigo.
—¿Y tú ves este? —Alcé mi dedo corazón al aire—. Como me pongas una mano encima me voy andando al pueblo. Y sabes que soy capaz.
—Claro, de eso y de cualquier cosa que te propongas.
De pronto me estremecí y volví a mirar hacia la mujer cuando elevó su voz de nuevo. Entendí perfectamente lo que estaba diciendo: «Hay alguien en peligro…».
—¿Esto no será otra broma de las tuyas? —le pregunté señalando hacia la mujer que acosaba al hombre.
Él negó con la cabeza.
—¿Por quién me has tomado?
Suspiré. No tenía muy claro si eso no era parte de una escena de una película y la mujer no era alguien a quien Niall hubiera pagado para reírse de mí. Era raro, pero me sentía atraída por ella. Estuve tentada de correr hacia donde estaba para que me explicara quién estaba en peligro o por qué iba parando a la gente por la calle. El hombre se la quitó de encima de malos modos. Alzó la voz hasta el punto de que la gente que pasaba por su lado se la quedó mirando. La mujer se fue alejando hasta desaparecer de nuestra vista sin dejar de gritarle al hombre que había alguien en peligro.
Niall llegó hasta mí y me dio un pequeño empujón con el hombro para que reaccionara.
—Venga, te invito al cine. Ya que Alba me ha dejado colgado, no puedes decirme que no. Creo que no soportaría dos rechazos en un mismo día.
—Yo no te rechazaría… —solté sin pensar.
¡Glups! Hubiera deseado que la tierra se me tragara en ese momento y no tener que ver su cara de asombro. ¿Por qué había dicho eso? ¿Realmente quería rechazarlo o por el contrario quería saber más de él? Unas mariposas revolotearon en mi estómago.
—Quiero decir que no te rechazaría porque tú y yo nunca vamos a tener una cita ni nada que se le parezca. Somos hermanastros.
—Y, sin embargo, no nos une ningún lazo de sangre.
—¿Lo dejamos para otro día? Estoy cansada. Vámonos a casa. —Bajé la cabeza hacia el frapuccino de fresa. Si seguía hablando diría otra vez algo de lo que me arrepentiría—. Tengo ganas de ver a la pequeñaja.
—Como desees.
Lo seguí hasta la caseta donde tenía que abonar el importe del parking.
—¿Qué tal con los chicos? —le pregunté.
—Bien, con los chicos bien. Ya sabes, Liam sigue con sus ordenadores y le han llegado ofertas de algunas empresas para trabajar. Harry está cada día más enamorado de Belen. Se pasan el día metiéndose mano. Son unos babosos. Y bueno, Louis, ya lo conoces, aún le da vergüenza hablar con las chicas.
—¿Este año también habéis pensado en organizar algún baile en el casino?
—Claro, nuestros bailes ya son legendarios. Vamos a hacer un baile temático.
—¡Qué bien!
Después nos dirigimos hacia el coche mientras no apartaba mi mirada del vaso que llevaba en la mano. Me pregunté cómo Maura conservaba aún esa antigualla de los años ochenta. Estaba segura de que ni papá había conocido a mamá cuando ese modelo Renault5 salió de fábrica, y de eso ya hacía más de veinte años.
—¿Cuándo piensa jubilar tu madre este cacharro? No entiendo cómo aún circula por la carretera…
—¿Carretera? A donde vamos no necesitamos… carreteras. —Niall chasqueó la lengua.
Puse los ojos en blanco.
—¿Estás comparando este caharro con el DeLorean de Marty MacFly?
—De momento no se ha fabricado un coche más fuerte que este. Con el condensador de fluzo aguantará como mínimo unos años más.
Abrió el maletero para meter mi maleta. Le costó embutirla en un espacio tan pequeño. Tuvo que quitar la bandeja para que la puerta cerrara bien.
—Tenías que haberte traído el coche familiar —dije cuando advertí que mi maleta ocupaba todo el maletero e impedía la vista del conductor.
—No te preocupes, después de transportar todo lo necesario para Carlota, tu maletín de la Señorita Pepis no resulta tan grande.
—¡Tú siempre tan ingenioso! —Le saqué la lengua.
Después abrió la puerta del copiloto y no la cerró hasta que me acomodé.
—Tiene hasta aire acondicionado —replicó cuando abrí la ventanilla señalando un pequeño ventilador que había encima de la guantera.
—¿Estás seguro de que llegaremos a casa?
—Sí.
Niall metió la llave en el contacto y esperó unos tres segundos para poner el coche en marcha. Parecía estar pensando en algo. Al levantarse la barrera para salir del parking puso una cinta en el radiocasete. El Renault5 era tan antiguo que no tenía reproductor de CD y utilizaba las antiguas cintas para escuchar música. Además del cine, le gustaban los Beatles. La canción que empezó a sonar era: «A Little Help From My Friends», que comenzó a tararear cuando llegó al estribillo.


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Mensaje por laus_98 Dom 20 Oct 2013, 5:59 am

Capitulo 3 "Camino del pueblo" (Parte 2)


Do you need anybody
I need somebody to love
Could it be anybody
I want somebody to love
Would you believe in a love at first sight
Yes I’m certain that it happens all the time
What do you see when you turn out the light
I can’t tell you, but I know it’s mine
Oh I get by with a little help from my friends
Mmm I get high with a little help from my friends
Oh I’m gonna try with a little help from my friends…
 
—¿Te tomas algo en serio? —quise saber cuando empezó a tocar una batería imaginaria en un semáforo en rojo.
Él giró la cabeza muy despacio. De repente su gesto se volvió serio. Pocas veces lo había visto asi.
—¿A qué viene esa pregunta?
—No sé, a lo que ha ocurrido hace un rato con Iván. ¿Cuántos años llevas jugando a ser el doctor Horan?
Volvió a retirarse el pelo de la cara. Me miraba a los ojos sin pestañear.
—Llevo toda la vida soñando con ser médico. Me tomo muy en serio llegar a serlo. Todo lo demás no es tan importante.
—¿Y a mí me tomas en serio?
—Claro, Yasmine. —Me revolvió el pelo.
—Ya entiendo. —Me coloqué de nuevo el flequillo en su sitio.
—¿Sabes una cosa? No sé si te lo habrá contado mi madre, pero pasé mi infancia en una comuna hippy en Ibiza.
Aquella revelación me sorprendió. Era cierto que Maura vestía con vestidos holgados y con ropa un poco extravagante cuando salía del bufete de abogados, pero nunca hubiera dicho que había pertenecido a una comuna hippy. Y más sabiendo que el padre de Niall era un acaudalado hombre de negocios de Londres.
—¿Para qué preocuparse del mañana si no sabemos qué va a ocurrir hoy? Lo hecho hecho está, el pasado no se puede cambiar. El futuro está por llegar. Lo mejor es poner una sonrisa al momento presente que estás viviendo. Hay un dicho swahili que dice: Hakuna matata…
—¡Esa es la canción de El rey León! —exclamé mordiéndome el labio—. ¿Me estás tomando el pelo?
—No. Es cierto que la cantan Timón y Pumba, pero es un dicho que significa…
—¿No hay problemas?
—Sí, o no te angusties.
Cuando paramos en otro semáforo Niall se inclinó un poco sobre mi regazo para coger de la guantera otra cinta de radiocasete. Era la versión española de El rey león. Estaba incluida en la lista de las doscientas películas que no me podía perder antes de pasar a mejor vida.
—Estas dos palabras resolverán todos tus problemas: hakuna matata.
Olí su aroma a colonia de niño cuando se incorporó de nuevo. ¡Cómo me gustaba su olor! Quitó la cinta de los Beatles para poner la que había cogido. Sonaron los primeros acordes de la canción:


Hakuna Matata,
Vive y deja vivir

Hakuna Matata,

Vive y sé feliz.

Ningún problema
Debe hacerte sufrir

Lo más fácil es

Saber decir

Hakuna Matata

¿Hakuna Matata?

Sí, es nuestro dicho…



 
Me dio un codazo para que repitiera cuando él me indicara. Después de que Timón le explicara al pequeño Simba la historia de Pumba Niall me hizo un gesto con la mano para que cantara con él. Por alguna extraña razón me uní a él. No cantábamos nada mal los dos juntos. Él tenía voz de barítono, y la mía era de soprano, un tono más agudo.


Hakuna Matata,
Qué bonito es vivir

Hakuna Matata,

Vive y sé feliz.

Ningún problema

Debe hacerte sufrir…



 
—Sí, canta conmigo, pequeña…
—Está bien, hakuna matata —respondí cantando y asintiendo con la cabeza.
Nos pasamos parte del camino cantando canciones de películas de Disney. Tenía que reconocer que Niall había conseguido que me olvidara de todos los malos ratos que me había hecho pasar durante los últimos cinco años y había descubierto que me gustaba estar con él cuando se decidía a ser el chico al que todo el mundo adoraba. Nos reímos poniendo voces a las canciones, que sonaron durante más de una hora. Alguna que otra vez, cuando la circulación lo permitía, él me ponía un boli delante de los labios a modo de micrófono para que fuera yo la que cantara, y otras veces era yo quien jugaba a que cantara mi hermanastro.
Nos faltaban unos diez kilómetros para llegar a Caños del Agua cuando sonó la canción de «Bésala» de La sirenita:
 
Ella está ahí sentada frente a ti.
No te ha dicho nada aún,
pero algo te atrae,
sin saber por qué te mueres por tratar de darle un beso ya …
… El momento es en esa laguna azul,
pero no esperes más, mañana no puedes,
no ha dicho nada y no lo hará si no la besas ya…
Chalala, no hay por qué temer, no te va a comer ahora, bésala…
 
Dejé de cantar y contuve el aliento cuando Niall me miró. Tragamos saliva. Se inclinó levemente sobre mi hombro, como buscando mis labios, sin dejar de cantar la canción. No podía ser. ¿Eran imaginaciones mías o quería besarme? Se suponía que él estaba saliendo con Alba y ahora se ponía a coquetear conmigo. ¡Ni de coña! ¡Menudo capullo! En el caso de que me gustara Niall, yo no era el segundo plato de nadie.
 
Chalala, sin dudar no la evites más, ahora bésala
Chalala, por favor escucha la canción, y ahora bésala…
 
Entonces, en el último segundo, cuando nuestros labios estaban casi rozándose él desvió la mirada hacia la carretera y carraspeó. Solté un bufido. Me dio rabia que se pusiera a tontear porque le había fallado su cita con la estúpida de Alba. De repente Niall dio un volantazo y llevó el coche hacia el arcén intentando controlarlo. El momento mágico había pasado y la realidad nos abofeteó.
—¿Qué ha pasado? —Mi cuerpo cayó hacia delante cuando el coche frenó en seco.
—Creo que hemos pinchado.
Antes de salir al arcén puso el freno de mano y agarró un chaleco reflectante que había debajo de su asiento.
—Si vas a salir será mejor que te pongas el otro chaleco y que te pegues al quitamiedos.
—Sí, voy a salir a ayudarte y a poner los triángulos de emergencia.
Mientras él sacaba la rueda de repuesto y el gato, me alejé unos metros para poner el primer triángulo. No había colocado todavía el segundo cuando oí un sonido que me dejó helada. Alguien había disparado una escopeta no muy lejos de donde nos encontrábamos Niall y yo. Después oí claramente otro disparo.
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Mensaje por laus_98 Lun 21 Oct 2013, 7:54 am

Capitulo 4 "De caza" (Parte 1)


Tras los dos disparos oímos el grito desgarrador de una chica que me llegó hasta lo más hondo y me revolvió el estómago. La sangre me bajó de golpe a los pies.
 
 
Mamá siempre dice que la vida es desconcertante, unas veces porque te regala momentos emocionantes y maravillosos, otras porque vives instantes dolorosos y otras veces porque te pone en situaciones de auténtico miedo. Y esa era exactamente la situación en la que me encontraba ahora. Yo era de las que, cuando me imaginaba escenas de terror, me gustaba hacerlo sentada en una butaca de cine y no en un lugar lejos de la civilización. Aún nos quedaban unos cuantos kilómetros para llegar a Caños del Agua y la casa más cercana estaba un poco lejos.
Aunque no era muy tarde, solo eran las diez y media de la noche, no nos habíamos cruzado con ningún otro coche en la última media hora. La luz que nos iluminaba era la de los faros del Renault5, por lo que apenas veía delante de mí, pero en cuanto oímos el grito supe que Niall estaba mirando hacia donde estaba. No podía verle la cara, aunque tenía la sensación de que ya no lucía esa sonrisa que le caracterizaba.
Me quedé quieta, con miedo a respirar por si la persona que había disparado nos descubría. Hubiera jurado que estaba a menos de cuatrocientos metros de donde estábamos nosotros. Me acordé entonces de lo que me había pasado apenas hacía una hora al salir de la estación del AVE. Era posible que fuera una casualidad como me había dicho Niall, aunque también podía ser que la mujer tuviera razón y alguien estuviera en peligro. Ya no sabía qué pensar. Por un segundo deseé que esa última opción no se hiciera realidad.
No obstante, cuando me recompuse, saqué mi smartphone para llamar por teléfono a la policía, pero, desafortunadamente, no había cobertura en aquel tramo de carretera.
—¿Qué ha pasado? —musité cuando Niall se acercó hasta mí mirando a nuestro alrededor.
—No lo sé. No estamos en época de caza. —Posó sus manos sobre mis hombros—. ¿Estás bien?
Asentí con la cabeza, aunque lo cierto era que me temblaban las rodillas. Sin embargo, no quería parecer Myrtle, la llorona. Nunca había soportado el rol de esas chicas quejicas y en apuros que esperan a que alguien las rescate.
No creía en los príncipes azules, y yo tampoco era una princesa ñoña.
—Quiero que vayas al coche y cierres la puerta. Y, por favor, no salgas. —Era la primera vez en todo el día que veía que se había puesto serio de verdad—. Yo iré a echar un vistazo.
—No, Niall, no voy a meterme en el coche. Está claro que Chiti Chiti Bang Bang no se va a mover, por lo tanto da igual si me quedo aquí o me voy contigo. Si te pasa algo luego vendrán a por mí, así que prefiero estar contigo.
—No estoy de broma, ____.
—Yo tampoco, Niall.
—Está bien —murmuró poco convencido.
Me agarró de la mano y nos encaminamos hacia el coche para apagar las luces. Cerró las puertas, cogió el gato y me pasó una pequeña linterna que llevaba en la mano.
—¿Crees que es buena idea que llevemos los chalecos reflectantes puestos? —le pregunté antes de saltar la barrera del quitamiedos para adentrarnos en el bosque.
—Tranquila, es posible que sean dos chavales jugando al tiro con diana.
—¿Y si…?
—Recuerda —me pellizcó el mentón con delicadeza—, hakuna matata.
El comentario no hizo que me sintiera mejor, porque en cierto modo ambos sabíamos que no estaba siendo sincero. Habíamos oído perfectamente el grito de una chica, y no parecía la típica broma de dos chavales. Aquello era algo más serio. No creo que nadie que no estuviera verdaderamente en peligro se pusiera a gritar en mitad del bosque.
Con la intranquilidad alojada en mi garganta nos adentramos en el bosque.
—Está bien, hakuna matata.
Tras estas últimas palabras permanecimos callados, pendientes de cualquier ruido que nos resultara sospechoso. Aunque me sudaba la mano, Niall no hizo amago de soltarme. Tenía la boca tan seca que mi lengua parecía un estropajo, y por mucho que tratara de mojarme los labios no conseguía que estuvieran húmedos.
—No nos alejaremos mucho —comentó cuando apreté su palma más de lo normal—. Tranquila.
Hubiera querido decirle que estaba tranquila, pero apenas me salían las palabras.
Los árboles se recortaban oscuros e imponentes contra el cielo negro. Se asemejaban a fantasmas dispuestos a abalanzarse sobre nosotros. Podía imaginarme infinidad de cosas que me harían sufrir pesadillas horribles, aunque preferí no hacerlo; cuando estuviera más calmada y tumbada sobre la hierba viendo pasar las nubes ya dejaría volar la imaginación. Era mucho más agradable imaginar inocentes corderitos o corazones que a una persona de dos metros y medio con un hacha en la mano abalanzándose hacia mí.
Era cierto lo que decía mamá de que yo tenía una imaginación desbordante, pero conforme nos fuimos adentrando advertí el bisbiseo de unas palabras de un chico que no logré entender. Me pareció como que rezaba al tiempo que sollozaba y se sorbía los mocos.
Hice que Niall se detuviera, aunque cuando nos quedamos parados el murmullo desapareció. Giré sobre mis talones tratando de no hacer ruido. El corazón me latía con tanta intensidad que llegué a creer que la sinfonía que estaba tocando se oía a cinco kilómetros a la redonda.
Apenas veíamos nada a un metro de nosotros. Seguimos avanzando procurando no hacer ruido. El bosque parecía tener su propio sonido. Un búho ululó a lo lejos, la brisa de la noche mecía con viveza las ramas de los árboles, y algún perro perdido ladraba a la luna, que estaba escondida tras las nubes. A medida que nos adentrábamos, la oscuridad se iba haciendo cada vez más insoportable. Aunque a esas horas había bajado la temperatura, sentía mucho calor y me faltaba el aire. Tenía la sensación de que alguien nos observaba. Me mordí el labio para no dar muestras de lo inquieta que me sentía.

No habíamos recorrido ni doscientos metros en el bosque cuando advertimos un chasquido muy cerca de nosotros. Alguien había pisado una rama. También podía ser un animal. Había muchos jabalíes por la zona. No sería la primera vez que salían a la carretera para cruzar al otro lado del río. Niall me colocó detrás de él, en un acto reflejo.
Nos quedamos quietos, expectantes por saber qué pasaría a continuación. No quería que se me notara lo nerviosa que estaba, pero lo cierto es que temblaba de arriba abajo.
—¿Hola? —dije con un hilo de voz.
Niall levantó el brazo en el que llevaba el gato y me agarró de la mano para que apuntara con la linterna hacia el lugar donde habíamos oído el chasquido.
—¿Qué es eso? —susurré muy cerca del oído de Niall.
Un trozo de tela de una manga de una camisa colgaba en la rama baja de un árbol. Nos acercamos, y él tiró de ella. Enseguida nos dimos cuenta de que tenía sangre seca. 
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Mensaje por laus_98 Lun 21 Oct 2013, 8:01 am


Capitulo 4 "De caza" (Parte 2) 




Volví a oír un murmullo, pero esa vez sí me pareció advertir claramente que alguien estaba rezando.
Enseguida el sonido de un móvil, que no era ni el mío ni el de Niall, zumbó lejos de donde estábamos nosotros. Tras cinco tonos paró de sonar.
Saqué entonces mi smartphone para llamar por teléfono, porque si aquel móvil tenía cobertura el mío también tendría. No obstante, no llegué a marcar ni el primer número cuando alguien amartilló un arma con calma. La sangre se me heló y contuve la respiración.
—¡Corre!
Antes de que me diera cuenta Niall tiró de mí hacia donde estaba la carretera. Desde luego fue una buena decisión, porque si hubiera sido por mí no habría reaccionado tan deprisa.
Tuve que fiarme de Niall, porque él era quien iba delante y decidía por dónde teníamos que ir.
Mientras corríamos Niall se quitó su chaleco y yo hice lo mismo cuando atronó el primer disparo detrás de nosotros. Me llevé la única mano que tenía libre a la cabeza y me encogí de hombros todo lo que pude. Apagué también la linterna y seguí el ritmo de Niall, que solo me soltó la mano para quitarse el chaleco. Se detuvo dos segundos hasta que llegué a su lado y volvió a tirar de mí. No podía creer que alguien corriera detrás de nosotros como si fuera a darnos caza. Me alegré de que nos hubiéramos quitado el chaleco, porque de otra manera lo más probable era que hubiera acertado sobre alguno de nosotros.
Llegamos a la carretera y saltamos el quitamiedos sin detenernos siquiera en ese momento. Me di cuenta de que me había desgarrado la parte interna del muslo derecho porque lo noté un poco húmedo. No hice caso al dolor intenso que empezaba a sentir y seguí avanzando sin pensar en que la sangre me iba bajando por la pierna.


Dejamos el coche atrás y nos precipitamos hacia el pueblo.
Notaba un dolor punzante en los pulmones. En cualquier momento el corazón se me saldría por la boca y caería fulminada al suelo; eso, o de un momento a otro Niall me despertaría y me diría que me había dormido en el coche. El aliento me quemaba en la garganta cada vez que trataba de coger aire.
No sé durante cuánto tiempo estuvimos corriendo hasta que decidí girar la cabeza para saber por dónde iba nuestro perseguidor. Después del primer disparo ya no había vuelto a cargar la escopeta sobre nosotros.
—Para, Niall, no puedo correr más. —Caí de rodillas al suelo.
Entonces mi cuerpo se puso a temblar y me abracé para controlar los espasmos involuntarios. Me llevé la mano a la herida de mi pierna, que palpitaba de dolor.
Niall se arrodilló a mi lado y enredó sus dedos en mi pelo para acunarme en su pecho. Aún no se había dado cuenta de que estaba sangrando y de que me costaba caminar.
—Ya está, ya ha pasado… «no siento las piernas» —dijo imitando a Sylvester Stallone en Rambo. Soltó una risa nerviosa, quizá provocada por la histeria del momento.
La que no las sentía era yo. Le pegué un manotazo en el hombro y me puse a reír nerviosamente a la vez que no podía parar de llorar.
—¡Joder, Niall, hemos estado a punto de palmarla, y tú parece que no tengas miedo a morir!
—No es que no tenga miedo a morirme. Solo que no quiero estar allí cuando suceda…
Elevé los ojos al cielo. Niall era un caso perdido. En una situación como aquella me salía con un chiste de Woody Allen. Lo observé. Estaba tan agotado como yo, pero mantenía el gesto sereno.
—Creo que voy a necesitar unos cuantos puntos…
Entonces Niall bajó la cabeza hacia la mano que tapaba la herida y después me miró a la cara con un gesto de alarma.
—Deja que la vea.
Encendí la linterna para ver el aspecto que presentaba mi pierna. No tenía un corte muy grande, aunque sí profundo. Él no dijo nada. Advertí que se mordía el interior de la mejilla con inquietud. Se quitó la camiseta y la desgarró por la mitad para hacerme un vendaje improvisado.
A pesar del dolor que me producía la herida no podía quitar los ojos de ella. Había algo hipnótico en ver cómo se iba empapando de sangre.
—¿Estás mareada?
Negué con la cabeza, aunque cuando fui a ponerme en pie perdí el equilibrio. Niall me sujetó por la cintura y yo me apoyé en él.
—Vamos a seguir caminando mientras vienen a por nosotros.
El móvil de Niall sonó en ese momento. Maura llamaba un poco alarmada.
—¿Qué ha pasado? —preguntó él.
Me pegué a él un poco más para escuchar qué decía. Al parecer, Andrea, una de las amigas de Niall, llevaba varios días desaparecida. Lo peor de todo era que la última persona que había estado con ella era él. La Guardia Civil estaba en casa para hacerle unas preguntas.
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Mensaje por laus_98 Lun 21 Oct 2013, 8:19 am

Capitulo 5 "Dudas" (Parte 1)


En cuanto Niall colgó el teléfono, papá tardó en llegar menos de diez minutos. Durante el tiempo que estuvimos esperando, permaneció callado. De vez en cuando me apretaba la venda que había improvisado y después volvía a su mutismo. La noticia de la desaparición de Andrea lo había dejado en un estado de ensimismamiento. No parecía él. Lo que hubiera dado por que volviera a ser el que todo el mundo conocía, el chico alegre que siempre tenía una frase de película en la boca.
Andrea y él estuvieron saliendo hacía cuatro años, en concreto el primer verano que pasamos en Caños del Agua, después de que papá y Maura se casaran. Tras aquel noviazgo fugaz, Niall no había vuelto a salir con ninguna chica del pueblo, aunque no por falta de oportunidades. Algunas de sus amigas se pasaban el día tonteando con él. No obstante, desde que lo conocía no había mostrado interés por nadie.


Era cierto que Andrea había intentado volver a salir con él, aunque a él solo le interesaba como amiga, con la que salía a correr muchas mañanas.
Me quedé mirándolo un instante. Parecía inquieto. Una ráfaga de viento le apartó un mechón de la cara, dejando al descubierto sus ojos, de un azul intenso. Había algo en su gesto que me produjo un escalofrío, aunque no hubiera sabido decir si era agradable o no.
—¿Tienes frío? —me preguntó cuando me abracé las rodillas.
—Un poco.
Niall me acercó hasta sus brazos y frotó los míos para que entrara en calor. Era agradable sentir su abrazo; sin embargo, una punzada de dolor me atravesó la pierna, provocándome un latigazo desde el dedo gordo del pie hasta la raíz del cabello. Me estremecí cuando el dolor se hizo más intenso, aunque no insoportable.
—Si buscabas el momento perfecto para que te abrazara, has elegido el adecuado.
—Ya puestos a elegir hubiera preferido estar en brazos de un chico guapo que no me hiciera correr por una carretera oscura.
—No sabía que fueras tan previsible.
Me giré hacia él. El azul de su mirada se dulcificó. Arrugué el entrecejo cuando nos miramos a los ojos y me di cuenta de lo cerca que estábamos, de que nuestros labios estaban a punto de rozarse, pero sobre todo me di cuenta de lo bien que me sentía estando a su lado y de ese olor que se colaba por cada poro de mi piel. Tenía que reconocer que sentía cierta debilidad por los chicos que usaban colonia de niños. Y Niall no había cambiado en ese aspecto desde que lo conocía.
—¿Qué quieres decir?
—Está visto que contigo todo es posible —me dijo acariciándome la mejilla.
Unas luces nos deslumbraron sin darme tiempo a preguntarle a qué venía su último comentario. Se levantó del suelo e hizo señales con los brazos. Papá no venía solo. Dos guardias civiles lo acompañaban en otro coche. En cuanto me vio, corrió hacia mí, y yo me tiré a su cuello y me derrumbé en sus brazos. Me dejé cuidar por él. Lo necesitaba. Cerré los párpados, y él no pudo evitar soltar unas lágrimas. En realidad a mí también me apetecía llorar, pero uno de los dos tenía que conservar la calma. No era la primera vez que lo consolaba. En ocasiones se hacía el duro, pero yo sabía que era un sentimental de lágrima fácil. En eso no me parecía en nada a él.
—No ha pasado nada —le dije tras comprobar que estaba tan emocionado que se sacó un pañuelo de tela para limpiarse las lágrimas—. Solo necesito unos puntos. Si apenas me duele —mentí.
—¡Dios mío, cómo ha podido pasar esto! —Papá no dejaba de exclamar y de pasarme la mano por el pelo—. ¿Quién es el loco que anda por el bosque disparando?
Al final terminé por consolarlo yo a él. Además de llorar estaba temblando.
—Venga, por favor… Al final vas a conseguir que me ponga a llorar yo también. Te dejaré que me cuides y me mimes.
Aquello pareció que lo animaba un poco más, y es que desde bien pequeña estaba acostumbrada a ser bastante independiente y a no pedir ayuda. Supongo que la separación me afectó en ese aspecto.
Esbozó una sonrisa y me abrazó con fuerza.
—Mi pequeña ____. ¿Cuándo te has hecho tan mayor?


Cuando papá se hubo calmado un poco y se dio cuenta de que la herida no dejaba de sangrar, me dio un analgésico y dos valerianas, aunque realmente quien necesitaba calmar los nervios era él.
Después de que Niall explicara lo que nos había pasado e indicara a la Guardia Civil dónde habíamos pinchado, me monté en el coche de mi padre y recorrimos los tres kilómetros que más o menos nos separaban del Renault5.
Me asombré del trayecto tan corto que habíamos recorrido y de lo largo que se me había hecho mientras corríamos.
Nada más llegar, papá salió del coche y me indicó que no me moviera. Esa vez sí que me iba a quedar sentada. Me abandoné en el asiento y giré la cabeza hacia la ventanilla. Niall también había salido del coche de la Guardia Civil. Mantenía los hombros caídos y las manos en los bolsillos al tiempo que mi padre y los dos agentes colocaban la rueda de repuesto. Yo, por mi parte, estaba muy cansada, y los ojos se me cerraban. No creí que las dos valerianas hicieran tan pronto efecto. Ni siquiera la Pepsi que me había tomado para que no me bajara la tensión lograba que me mantuviera despierta. Lo que realmente necesitaba era llegar a mi cama, y no despertarme hasta pasados unos días y olvidarme del mal trago vivido.
Mientras, mi padre terminaba de hablar con los guardias civiles y solucionar el tema del coche. Creo que Niall quería decirme algo, pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta. Bajé la ventanilla hasta abajo. Apoyó los brazos en la puerta y metió la cabeza dentro. Me dedicó media sonrisa.
—¿Cómo estás, Yasmine?
Me encogí de hombros.
—Ya no me duele casi nada —volví a mentir.
—¿Eso quiere decir que podrás resistir a que no te coja la mano mientras te ponen un poco más guapa?
—Una no sabe ya qué hacer para llamar la atención. El cambio de color de ojos se ve que no ha surtido efecto.
—¡Ay! Siempre soñé con correr una aventura con la mujer de Frankenstein.
—En realidad esto ha sido a propósito. —Señalé la herida—. ¿Voy por buen camino?
—Hummm, deja que lo piense… —Tamborileó con los dedos de su mano derecha sobre su mejilla.
—Vaya, debo de parecer una idiota comparada con todas las chicas a las que conoces.
Niall soltó una carcajada. ¿Eso significaba que me daba la razón y me encontraba un poco idiota, o por el contrario le resultaba divertido mi comentario? Estábamos coqueteando, y yo no estaba haciendo nada para impedirlo.
—No, yo diría que eres diferente, única en tu especie —me contestó segundos después.
—Ya, única como el mono araña, que está en peligro de extinción.
—Claro que sí, carita de mono. Si es lo que yo digo, es más fácil estar con un trol que contigo.
Me revolvió el pelo.
—Ya, es que no sabía cómo deshacerme de ti —le comenté.
—¿Tan pronto? —Soltó un silbido—. Te puedo asegurar que hoy me he esforzado. Seguro que no te has aburrido.
—«Aburrir» no es el verbo adecuado.
—La próxima vez seguro que se me ocurre algo mejor.
laus_98
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Mensaje por laus_98 Lun 21 Oct 2013, 8:29 am

Capitulo 5 "Dudas" (Parte 2)

Me guiñó un ojo. Estaba batiendo mi propio récord. En un mismo día dos chicos me habían guiñado un ojo. Aunque estaba muy cansada y las valerianas que me había dado papá empezaban a hacer más efecto del que esperaba, le sonreí.
Ahora que lo tenía tan cerca no me hubiera importado que viniera con nosotros. Mientras corríamos por el bosque y por la carretera, cogiéndome de la mano, me había sentido protegida. De alguna manera sabía que Niall no iba a dejar que me ocurriera nada malo.
—La próxima vez no me busques para este tipo de aventuras. —Los ojos se me habían cerrado y notaba que todo el cuerpo me pesaba. De pronto entré en un estado de duermevela y no pude razonar con normalidad.
Sé que dije algo, pero no recuerdo qué.
—… bueno, Yasmine, deja de imaginar cosas. Siempre te preocupas por nada.
Sus palabras me hicieron abrir de nuevo los ojos.
—¿Por qué me dices que no me preocupe? —Notaba la lengua pastosa.
—Porque me acabas de pedir que no te deje sola.
Hizo como que se quedaba con mi nariz y después me revolvió el pelo. Quise responderle y decirle que no era cierto que le hubiese pedido que me acompañara, pero mi lengua se había quedado tan dormida como mi mente. Aun así, deseaba que estuviera a mi lado.


Tampoco recuerdo el momento en el que papá volvió a montarse en el coche para llevarme al hospital, ni cuando llegamos a la sala de urgencias. Me despejé un poco cuando un enfermero me ayudó a sentarme en una silla de ruedas y me llevó hasta un mostrador. Una chica joven atendía al teléfono mientras otra un poco mayor me pasó una hoja para que la rellenara. Enseguida llegó papá e hizo todos los trámites por mí.
En la sala de espera volví a quedarme dormida. Había alguien que estaba gimiendo, aunque estaba muy cansada para prestarle atención.
Alguien dijo mi nombre dos veces. Bueno, en realidad dijo Yasmine. Aquello no podía ser parte de un sueño. Abrí los ojos como platos y encontré que Niall estaba de rodillas frente a mí.
—Te van a pasar ya. —Me estaba sonriendo. No sé si fue por efecto del aturdimiento, pero su sonrisa me pareció maravillosa.
¡Cómo no me había dado cuenta antes! Acaricié su mejilla, y él me dejó que trazara pequeños círculos.
—¡Has venido!
—Claro, Chiti Chiti Bang Bang me ha traído hasta aquí. Yo no quería venir, te lo aseguro. Pero ya sabes lo cabezota que es esa cafetera.
Papá dejó que Niall empujara mi silla.
—Como diría el doctor House: «Es curioso ver que si te estás muriendo, de repente todo el mundo te quiere» —dijo Niall.
—Entonces recuérdame que no sea paciente tuya.
¿Cómo sería ser paciente de Niall?, me pregunté. Nunca me lo había planteado, aunque no me gustaría que explorara y descubriera algunos de mis secretos.
Un chico joven, que no llegaba a los treinta, nos esperaba en un box. En una mano llevaba una jeringuilla, y en la otra, un frasco de cristal. Se acercó a mí para explicarme todo lo que me iba a hacer. Primero me puso una anestesia y, mientras hacía efecto, me puso una vacuna antitetánica. Me dijo que necesitaría siete puntos más uno interno.
No sé qué me pasaba con las agujas, que cuando las veía me sentía atraída por ellas. Observé cómo el enfermero la metía y la sacaba con precisión en mi piel pálida. Sé que mi madre ya se habría desmayado y habría sufrido un ataque de histeria, pero una vez que empezó a coserme me di cuenta de que no me hacía falta que nadie me cogiera la mano.
Al salir del hospital paramos en un bar para comprar unos bocadillos de calamares con mahonesa, al cual yo además le añadí bastante ketchup, para tomárnoslos por el camino. No me apetecía comer, pero me obligué a hacerlo, porque hacía muchas horas que no tomaba nada. Niall venía detrás de nosotros en el Renault5. Volví a dormirme en el coche y no me desperté hasta que llegamos a Caños del Agua.
Maura salió a recibirnos y cuando puse un pie en el suelo me abrazó. Tenía que reconocer que era más cariñosa y efusiva que mi madre. Para ella yo era como una hija más. Enseguida comenzó a dar órdenes. Le indicó a Niall que cogiera mi maleta y que la llevara a mi habitación y a papá que atendiera a Carlota, que se había despertado.
—Tienes que estar reventada. He preparado leche con canela y las galletas de chocolate blanco que te gustan, pero mejor lo dejamos para mañana. ¿Te parece?
Asentí. Maura parecía saber lo que necesitaba realmente, y se lo agradecí con un beso en la mejilla. Me acompañó hasta el piso de arriba, hasta mi habitación, al tiempo que me contaba las últimas anécdotas de Carlota. Según papá, la pequeña se parecía cada vez más a mí, aunque había sacado la mirada de Niall.
Pese a que me apetecía una ducha, me tumbé en la cama y dejé que Maura me tapara con la sábana. Las noches en Caños del Agua eran frescas.
Una de las cosas que más me gustaban de estar en el pueblo era el silencio que se respiraba. Muy pronto me dejé vencer por el cansancio. Antes de que amaneciera me despertó una sensación urgente de sed. Durante buena parte de la noche había soñado que no dejaba de correr. Me levanté tratando de no hacer ruido y fui hasta la cocina. El reloj marcaba las cinco y media. Un ruido sordo me alertó de que había alguien en el corral. Me acerqué a la ventana para ver de quién se trataba. Niall había salido por la puerta de atrás y llevaba algo en una mano que no pude distinguir. Subí las escaleras hasta mi habitación todo lo deprisa que me permitieron mis piernas para tener una mejor perspectiva, pero cuando llegué la oscuridad se lo había tragado.
«¿Adónde irá a estas horas?», me pregunté.
laus_98
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Mensaje por laus_98 Lun 21 Oct 2013, 8:34 am

Venga con que dejeis un solo comentario, subo hoy uno o dos capitulos más. Tengo amigas que sé que la están leyendo, pero me gustaría saber que hay alguien más leyendola, y si no comentais no lo sabré. xx :)
laus_98
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Mensaje por earthtoAnnn Lun 21 Oct 2013, 12:23 pm

Hello there!
Me gusta mucho la novela, ¿es una adaptación de un libro o de un fic? Sea como sea, no la dejes, que es interesante. Y tú sube capítulos que yo los leeré, aunque quizás no comente porque el instituto no me deja mucho tiempo, pero lo intentaré.

besos xx
earthtoAnnn
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Mensaje por laus_98 Lun 21 Oct 2013, 1:59 pm

Capitulo 6 "Revelación" 

Domingo, 1 de julio de 2012
 
Hacía frío, mucho frío, en aquella habitación que olía a humedad y a algo más que Andrea no supo determinar. El olor era como dulzón, recordaba las frutas y verduras cuando se pudren. Hacía horas que nadie le daba agua, y tenía los labios resecos. De vez en cuando se pasaba la lengua por el cielo del paladar para que la boca no se le quedara pastosa.
Permanecía sentada en una silla con las manos atadas a la espalda, desnuda y con una venda en los ojos. Le sangraba una herida reciente en el brazo y le dolía todo el cuerpo. Tras muchas horas, quizá días, encerrada, había conseguido escapar y huir a través del bosque, aunque sin éxito. Durante diez minutos pudo sentir de nuevo la libertad y el aire en su cara. Cuando el chico la alcanzó no tuvo piedad de ella. Se abalanzó como un lobo hambriento y descargó toda su rabia sobre su cara hasta dejarla inconsciente.
Volvía a estar en aquel apestoso lugar. Andrea quería gritar bien alto que ella no debía estar en aquel sótano maloliente, pero una cinta de embalar se lo impedía. Se dejó llevar por el desconsuelo, y las lágrimas le cubrieron las mejillas.
Con el hombro desnudo se rozó los labios doloridos y contuvo la respiración. Nada podía calmar el dolor que sentía. Tenía la parte izquierda de la cara hinchada, y aunque llevaba una venda advirtió que no podía abrir un ojo.
En ese momento solo podía oír cómo el chico caminaba a su alrededor con nerviosismo. Levantó el mentón para seguir las pisadas. De vez en cuando el cansancio podía con ella, aunque no llegaba a dormirse del todo.
Sufrió un sobresalto cuando el chico pegó una patada a la silla y cayó hacia atrás. Notó cómo se le escapaba el pis de puro miedo. Gimió y después sollozó cuando sintió que los dedos de sus manos se quebraban como una lámina de hielo.
Entonces él, el chico que la había secuestrado en el bosque, musitó unas palabras:
—«Se apoderó de mí el Espíritu el día del Señor y oí a mis espaldas una voz que sonaba como trompeta. Me volví para ver quién me hablaba. Detrás de mí había siete candelabros de oro, y en medio de los candelabros vi como a un hijo de hombre vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y un cinturón de oro a la altura del pecho. Escribe en un libro lo que veas y envíalo a las siete Iglesias…».
Él se frotó las manos. Siguió hablando.
Andrea solo deseaba que todo se acabara, que se callara ya y que alguien la rescatara de una vez por todas. Sus amigos tenían que echarla de menos, y sus padres tenían que haber llamado a la policía.
—«Al verlo caí como muerto a sus pies; pero me tocó con la mano derecha y me dijo: No temas, soy Yo, el Primero y el Último, el que vive. Estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos y tengo las llaves de la Muerte y de su reino…».
De repente, Andrea giró la cabeza hacia el lado contrario del que se encontraba el chico. Una segunda persona bajaba por las escaleras. Comenzó a temblar porque sabía quién llegaba. Su olor lo delataba. A él le temía mucho más que al que la había secuestrado. Rezó como nunca para que no se le volviera a acercar y para que sus manos no la tocaran de nuevo. Aunque no podía hablar volvió a gimotear cuando la agarró del pelo y la levantó a peso hasta volver a colocar la silla en su sitio.
—Eres un estúpido —soltó el chico que acababa de llegar. Gritaba al oído de Andrea y esta se encogió de hombros. Ella notó el sudor acre que desprendía, el olor de los días que llevaba sin ducharse. Retiró la cabeza cuando él rozó con sus labios su mejilla—. Han estado a punto de pillarnos. ¿Por qué la has dejado salir? «Tú no heredarás nada de la casa de nuestro Padre, pues no eres más que el hijo de una extranjera.»
El otro chico se frotó las manos con el pantalón y después se las llevó a la cara y comenzó a llorar desconsoladamente.
—Me engañó…
—«El que tenga oídos oiga este mensaje del Espíritu a las Iglesias: Al vencedor le daré un maná misterioso. Le daré también una piedra blanca con un nombre nuevo grabado en ella que solo conoce el que lo recibe.»
—Me dijiste que me protegerías. Me lo juraste…
—«Ven, que te voy a mostrar el juicio de la famosa prostituta que se sienta al borde de las grandes aguas; con ella pecaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se emborracharon con el vino de su idolatría.»
El joven recién llegado le entregó al otro el cuchillo de caza que llevaba en la mano. En su mirada se había desatado la furia.
—Ha llegado la hora de que te absuelva de tus pecados.
Andrea negó con la cabeza. Contuvo la respiración cuando advirtió una hoja afilada sobre su cuello. Después se hizo nuevamente la oscuridad más absoluta.
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