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Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Capítulo 27 "Sombras" (Parte 1)
Dani estaba bajando por las escaleras, y yo me sentía cada vez más atrapada en una tela de araña de la que no podría escapar. No lo veía, pero sí oía sus pasos pesados. Su sombra alargada se recortó en la puerta. Ya estaba dentro de aquel zulo. En lo único que pensaba era en que la persona que permanecía en la cama estuviera durmiendo y no hubiera notado mi presencia. De no ser así estaba perdida.
—Buenas noches, madre —dijo Dani.
Me quedé helada. ¿Hablaba realmente con su madre? No podía ser. Ella estaba muerta.
Se acercó a los pies de la cama. Podía ver sus zapatos.
—Me sentaré a tu lado.
Tragué saliva. Se me estaba haciendo insoportable respirar aquel aire, que me provocaba unas ganas tremendas de vomitar. Olía a descomposición, y con cada bocanada de aire que tomaba la peste se colaba por todos los poros de mi piel. Permanecí quieta y con la mano en la boca para aguantar las arcadas.
—Madre, hemos tenido un problema. —Se calló unos segundos para coger aire—. No me grites. Louis está arriba. Es cierto lo que acaba de decirme el Padre. Tu hijo ya no podrá finalizar nuestra obra.
¿De qué demonios iba todo aquello? ¿No se suponía que la madre de Dani estaba muerta? ¿Con quién hablaba?
—Los caminos del señor son oscuros. Madre, ella lo ha engañado, pero se recuperará, como Sara.
¿Dónde se suponía que estaba Sara? Todo el mundo en el pueblo pensaba que estaba muerta desde hacía tres años.
—Parece ser que la chica ha escapado y ha engañado a tu hijo —habló de nuevo.
Respiré durante unos segundos con tranquilidad. La madre no me había visto esconderme debajo de la cama. Solo tenía que permanecer quieta y controlar las ganas cada vez más acuciantes de vomitar.
—Madre —dijo entonces una voz de chica—, nos tenemos que ir. Nos están buscando.
Busqué con la mirada dónde podía estar esa persona en la que no había reparado cuando entré en la habitación. En un rincón había una sombra, pero no distinguí de quién se trataba. Desde luego no se movía. Volví a sentir la necesidad urgente de vomitar, además de sentir la boca muy seca. El calor que hacía en aquel cuartucho no me ayudaba en nada.
—¡No! —gritó Dani—. Madre dice que adónde vamos a ir. Ella sabe que este ha sido nuestro hogar, pero si no nos marchamos ahora no podremos salvarte.
La cabeza estaba a punto de estallarme, y un regusto amargo me subió del estómago hasta la garganta. Me esforcé en recordar algún momento feliz que había pasado junto a Niall para no delatarme. Sí, mis últimos pensamientos eran para él. Deseaba que se hiciera realidad nuestro pacto tácito según el cual: «Un mago nunca llega tarde, ni pronto, llega exactamente cuando se lo propone».
—¿Adónde vamos a irnos? —sollozó la chica.
—Lejos, madre, lejos. El Padre proveerá.
Tras unos segundos en silencio, Sara volvió a hablar.
—¿Por qué el Padre no me habla? ¿Dónde está la chica? —Su voz fue subiendo de volumen—. ¡Me prometiste que la tendrías! ¡Eres un inútil!
—¡Cállate, zorra! —soltó Dani—. Si hubieras sido una buena hija no estaríamos así.
Me tapé los oídos con ambas manos para no oír la voz estridente de Sara. No solo me resultaba insoportable, además me producía escalofríos.
Dani se alejó hacia el rincón donde estaba Sara. Oí un golpe seco.
—¡No me pegues! —espetó Sara.
—No mereces todo el esfuerzo que hemos hecho por ti. ¿Es así como nos lo agradeces?
Volví a percibir otro ruido seco, como el desgarro de un vestido. Algo cayó al suelo. Traté de averiguar qué era. Dani se agachó y yo me fui encogiendo para no revelar mi escondite.
—Lo siento, Dani —gimoteó Sara—. Me portaré bien.
Dani volvió a acercarse a la cama. Arrastraba algo por el suelo. Entonces advertí qué era lo que había caído al suelo. Se trataba de una pierna. Entonces entendí qué estaba sucediendo en aquella habitación. Sara estaba muerta, y Dani había cogido una extremidad, que era la pierna de una de las chicas asesinadas. Al parecer estaba recomponiendo a su hermana con varios miembros. Dani imitaba la voz de su hermana. Realmente estaba loco. Ahora entendía por qué había tantos animales disecados en la habitación de arriba.
¿Qué era yo si no? Era la última pieza.
Abrí los ojos y me tuve que morder el labio para no terminar gritando. Me cubrí la boca con las manos, porque era la única manera de no llorar. Solo quería que terminara de una vez aquella pesadilla, regresar a la comodidad del sofá de casa y ver una nueva película con Niall.
No obstante, a pesar de los esfuerzos que hice terminé vomitando.
—¡Ella está aquí! —chilló Sara.
—¿Por qué no me lo habías dicho? —preguntó Dani.
El corazón se me encogió. Me deslicé hacia el cabecero de la cama. Busqué con la mano un orinal o algo con lo que pudiera defenderme. Era cuestión de segundos que me encontrara. El corazón me palpitaba cada vez más deprisa.
Dani estaba bajando por las escaleras, y yo me sentía cada vez más atrapada en una tela de araña de la que no podría escapar. No lo veía, pero sí oía sus pasos pesados. Su sombra alargada se recortó en la puerta. Ya estaba dentro de aquel zulo. En lo único que pensaba era en que la persona que permanecía en la cama estuviera durmiendo y no hubiera notado mi presencia. De no ser así estaba perdida.
—Buenas noches, madre —dijo Dani.
Me quedé helada. ¿Hablaba realmente con su madre? No podía ser. Ella estaba muerta.
Se acercó a los pies de la cama. Podía ver sus zapatos.
—Me sentaré a tu lado.
Tragué saliva. Se me estaba haciendo insoportable respirar aquel aire, que me provocaba unas ganas tremendas de vomitar. Olía a descomposición, y con cada bocanada de aire que tomaba la peste se colaba por todos los poros de mi piel. Permanecí quieta y con la mano en la boca para aguantar las arcadas.
—Madre, hemos tenido un problema. —Se calló unos segundos para coger aire—. No me grites. Louis está arriba. Es cierto lo que acaba de decirme el Padre. Tu hijo ya no podrá finalizar nuestra obra.
¿De qué demonios iba todo aquello? ¿No se suponía que la madre de Dani estaba muerta? ¿Con quién hablaba?
—Los caminos del señor son oscuros. Madre, ella lo ha engañado, pero se recuperará, como Sara.
¿Dónde se suponía que estaba Sara? Todo el mundo en el pueblo pensaba que estaba muerta desde hacía tres años.
—Parece ser que la chica ha escapado y ha engañado a tu hijo —habló de nuevo.
Respiré durante unos segundos con tranquilidad. La madre no me había visto esconderme debajo de la cama. Solo tenía que permanecer quieta y controlar las ganas cada vez más acuciantes de vomitar.
—Madre —dijo entonces una voz de chica—, nos tenemos que ir. Nos están buscando.
Busqué con la mirada dónde podía estar esa persona en la que no había reparado cuando entré en la habitación. En un rincón había una sombra, pero no distinguí de quién se trataba. Desde luego no se movía. Volví a sentir la necesidad urgente de vomitar, además de sentir la boca muy seca. El calor que hacía en aquel cuartucho no me ayudaba en nada.
—¡No! —gritó Dani—. Madre dice que adónde vamos a ir. Ella sabe que este ha sido nuestro hogar, pero si no nos marchamos ahora no podremos salvarte.
La cabeza estaba a punto de estallarme, y un regusto amargo me subió del estómago hasta la garganta. Me esforcé en recordar algún momento feliz que había pasado junto a Niall para no delatarme. Sí, mis últimos pensamientos eran para él. Deseaba que se hiciera realidad nuestro pacto tácito según el cual: «Un mago nunca llega tarde, ni pronto, llega exactamente cuando se lo propone».
—¿Adónde vamos a irnos? —sollozó la chica.
—Lejos, madre, lejos. El Padre proveerá.
Tras unos segundos en silencio, Sara volvió a hablar.
—¿Por qué el Padre no me habla? ¿Dónde está la chica? —Su voz fue subiendo de volumen—. ¡Me prometiste que la tendrías! ¡Eres un inútil!
—¡Cállate, zorra! —soltó Dani—. Si hubieras sido una buena hija no estaríamos así.
Me tapé los oídos con ambas manos para no oír la voz estridente de Sara. No solo me resultaba insoportable, además me producía escalofríos.
Dani se alejó hacia el rincón donde estaba Sara. Oí un golpe seco.
—¡No me pegues! —espetó Sara.
—No mereces todo el esfuerzo que hemos hecho por ti. ¿Es así como nos lo agradeces?
Volví a percibir otro ruido seco, como el desgarro de un vestido. Algo cayó al suelo. Traté de averiguar qué era. Dani se agachó y yo me fui encogiendo para no revelar mi escondite.
—Lo siento, Dani —gimoteó Sara—. Me portaré bien.
Dani volvió a acercarse a la cama. Arrastraba algo por el suelo. Entonces advertí qué era lo que había caído al suelo. Se trataba de una pierna. Entonces entendí qué estaba sucediendo en aquella habitación. Sara estaba muerta, y Dani había cogido una extremidad, que era la pierna de una de las chicas asesinadas. Al parecer estaba recomponiendo a su hermana con varios miembros. Dani imitaba la voz de su hermana. Realmente estaba loco. Ahora entendía por qué había tantos animales disecados en la habitación de arriba.
¿Qué era yo si no? Era la última pieza.
Abrí los ojos y me tuve que morder el labio para no terminar gritando. Me cubrí la boca con las manos, porque era la única manera de no llorar. Solo quería que terminara de una vez aquella pesadilla, regresar a la comodidad del sofá de casa y ver una nueva película con Niall.
No obstante, a pesar de los esfuerzos que hice terminé vomitando.
—¡Ella está aquí! —chilló Sara.
—¿Por qué no me lo habías dicho? —preguntó Dani.
El corazón se me encogió. Me deslicé hacia el cabecero de la cama. Busqué con la mano un orinal o algo con lo que pudiera defenderme. Era cuestión de segundos que me encontrara. El corazón me palpitaba cada vez más deprisa.
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Capítulo 27 "Sombras" (Parte 2)
Dani volvió a agacharse. Aunque estaba oscuro advertí que su mano reptaba como una serpiente y me buscaba. Me arrastré hasta el otro lado de la cama y salí como pude. Una vez en pie se me ocurrió empujar a la madre, que cayó como un saco pesado hacia donde estaban Dani, el cuerpo descompuesto de Sara y los miembros cercenados de las chicas asesinadas. Estaba tan delgada que no me fue difícil lanzarla fuera del colchón.
—¿Qué has hecho, zorra? —dijo Dani—. A mí no lograrás engañarme.
Me extrañó que no gimiera ni se lamentara por el golpe. Entonces me di cuenta de que en realidad estaba embalsamada y que solo él la «escuchaba». Dani la recogió del suelo y la colocó de nuevo sobre la cama. Aproveché la ventaja que me proporcionó su maniobra para salir de allí. Cuando alcancé la puerta de la habitación, la cerré con un golpe de tacón y subí los escalones de dos en dos. Dani iba detrás de mí. Me estaba alcanzado, y yo estaba a punto de llegar a la trampilla. Solo necesitaba salir y colocar una silla sobre ella.
—Cumplirás la obra del Padre. No te escaparás.
Me agarró del tobillo y tiró de mí hacia él. Le pegué una patada en la cara con la pierna que tenía libre, pero no me soltó. Se me clavaba el anillo que él llevaba en un dedo.
—¡Suéltame! ¡Estás loco!
Volví a darle otra patada, que lo desestabilizó. Entonces rodamos los dos por las escaleras, y él cayó como a un metro de mí. Me hice daño en el tobillo que me había sujetado, pero no podía permitirme el lujo de quedarme a ver cuál iba a ser el próximo movimiento de Dani. Se levantó con dificultad del suelo y cayó de rodillas.
Me lancé de nuevo hacia la escalera.
—¡_____, no me dejes así! —me ordenó.
Llegué jadeando hasta arriba. Louis permanecía tendido, pero consciente, y parecía decirme con la mirada que no saldría con vida de aquella pesadilla.
—¡No, no! —le grité—. Voy a salir de aquí. Ni tú ni tu hermano me lo vais a impedir.
Cerré la trampilla. Empujé la silla en la que Louis me había atado y después le agarré del brazo y tiré de él hasta colocarlo al lado de la silla. No supe cuánto pesaba, pero cada pequeño paso que conseguía dar me suponía tanto esfuerzo que gritaba de rabia y apretaba los dientes. Saqué fuerzas de donde no las tenía para conseguir llegar hasta la silla.
Louis quedó como una marioneta desmadejada. Vomité de nuevo por el esfuerzo que había hecho.
Salí de la habitación pequeña y logré alcanzar la puerta de la calle. Sin embargo, estaba cerrada con llave y las pocas ventanas de la casa tenían rejas.
—¡Quiero salir de aquí! —Golpeé con los puños en el marco—. ¿Por qué no me dejáis salir de aquí?
Tuve que regresar de nuevo al cuarto pequeño para buscar las llaves en los bolsillos de Louis. Él me pidió agua.
—Ayúdame —me suplicó a continuación. Le costaba moverse.
—¿Dónde están las llaves de la casa?
Louis permaneció callado.
—Si tú me dices dónde están yo te daré agua.
—¡No le hagas caso! —gritó Dani desde el otro lado. Había conseguido recuperarse y pegaba empujones a la trampilla.
—Yo confiaba en ti. —Parpadeó con dificultad.
—Él no iba a dejar que cumplieras la voluntad del Padre —respondí—. Dime, ¿dónde están las llaves?
Louis no contestó; se limitó a observar la puerta con una mirada vacía de todo sentimiento. Poco a poco fue cerrando los ojos y me dejó con las palabras de Dani. Me senté a su lado para hacer algo más de peso.
—¡_____, déjame salir!
—Cállate, no saldrás de aquí —le contesté tras más de un minuto repitiendo lo mismo—. Es inútil que sigas empujando porque estoy sentada sobre ti.
—Tú tampoco —contestó con la voz un poco más calmada—. ¿Qué vas a hacer ahora?
Tenía que pensar qué iba a hacer. Dani seguía hablando, aunque yo ya no prestaba atención a lo que decía. Necesitaba encontrar una barra metálica o algo similar para hacer palanca en la puerta y poder abrirla.
—¿De verdad ha valido la pena matar a todas esas chicas?
Me levanté sin hacer ruido y busqué por el pequeño cuarto.
—¿Cómo si no iba a llegar mi hermana hasta el Padre? Ella es una pecadora. La voluntad del Padre era volver a tener a su hija como él la recordaba.
Regresé a la alfombra y le contesté desde allí. No tenía que saber que me estaba moviendo por la habitación.
—¿Pretendías resucitarla acaso?
—¡Era mucho más que eso! ¿Aún no lo has entendido? Solo necesita volver a ser la de antes para presentarse ante el Padre. Le hemos dado una oportunidad detrás de otra, aunque ella se empeña en defraudarnos siempre.
En la habitación grande hallé una azada. Los ojos se me humedecieron. Al fin la suerte me sonreía. Me encaminé hacia la puerta y metí la lámina entre esta y el marco. Tiré con todas mis fuerzas. El tiempo se me estaba acabando, porque Dani ya se había percatado de que no estaba sobre la trampilla y no tardaría en salir.
—¡Ábrete, maldita sea! ¡Ábrete de una puñetera vez!
La puerta no opuso resistencia, y salí al exterior corriendo con la azada en la mano. Unas luces me deslumbraron.
—Tire el arma al suelo, póngase de rodillas y coloque las manos detrás de la cabeza —me dijo alguien.
—Por favor, por favor no dispare —gemí.
A continuación hice lo que me pidieron. Mi cuerpo temblaba, y solo quería cerrar los ojos.
—¡_____! —gritó Niall.
Creo que fue el sonido más hermoso que jamás había escuchado. No me lo podía creer. Cumplía su promesa de llegar cuando más lo necesitaba.
—Niall, Niall —repetía sin cesar—. Has venido.
—Estoy aquí, Yasmine.
—Estamos aquí, nena —oí la voz de papá.
Los busqué con la mirada.
—Le repetimos que tire el arma.
—Ya la he tirado —contesté. No me había movido y seguía con las manos detrás de la nuca.
Sin embargo, enseguida entendí que esa advertencia no iba dirigida a mí. Oí unos pasos a mis espaldas. Me daba miedo mirar hacia atrás, aunque creo que Dani me apuntaba. Su pistola tocó mi cabeza.
—Teniente Checa, baje el arma.
El corazón se me paralizó cuando oí cómo Dani amartillaba el arma.
Dani volvió a agacharse. Aunque estaba oscuro advertí que su mano reptaba como una serpiente y me buscaba. Me arrastré hasta el otro lado de la cama y salí como pude. Una vez en pie se me ocurrió empujar a la madre, que cayó como un saco pesado hacia donde estaban Dani, el cuerpo descompuesto de Sara y los miembros cercenados de las chicas asesinadas. Estaba tan delgada que no me fue difícil lanzarla fuera del colchón.
—¿Qué has hecho, zorra? —dijo Dani—. A mí no lograrás engañarme.
Me extrañó que no gimiera ni se lamentara por el golpe. Entonces me di cuenta de que en realidad estaba embalsamada y que solo él la «escuchaba». Dani la recogió del suelo y la colocó de nuevo sobre la cama. Aproveché la ventaja que me proporcionó su maniobra para salir de allí. Cuando alcancé la puerta de la habitación, la cerré con un golpe de tacón y subí los escalones de dos en dos. Dani iba detrás de mí. Me estaba alcanzado, y yo estaba a punto de llegar a la trampilla. Solo necesitaba salir y colocar una silla sobre ella.
—Cumplirás la obra del Padre. No te escaparás.
Me agarró del tobillo y tiró de mí hacia él. Le pegué una patada en la cara con la pierna que tenía libre, pero no me soltó. Se me clavaba el anillo que él llevaba en un dedo.
—¡Suéltame! ¡Estás loco!
Volví a darle otra patada, que lo desestabilizó. Entonces rodamos los dos por las escaleras, y él cayó como a un metro de mí. Me hice daño en el tobillo que me había sujetado, pero no podía permitirme el lujo de quedarme a ver cuál iba a ser el próximo movimiento de Dani. Se levantó con dificultad del suelo y cayó de rodillas.
Me lancé de nuevo hacia la escalera.
—¡_____, no me dejes así! —me ordenó.
Llegué jadeando hasta arriba. Louis permanecía tendido, pero consciente, y parecía decirme con la mirada que no saldría con vida de aquella pesadilla.
—¡No, no! —le grité—. Voy a salir de aquí. Ni tú ni tu hermano me lo vais a impedir.
Cerré la trampilla. Empujé la silla en la que Louis me había atado y después le agarré del brazo y tiré de él hasta colocarlo al lado de la silla. No supe cuánto pesaba, pero cada pequeño paso que conseguía dar me suponía tanto esfuerzo que gritaba de rabia y apretaba los dientes. Saqué fuerzas de donde no las tenía para conseguir llegar hasta la silla.
Louis quedó como una marioneta desmadejada. Vomité de nuevo por el esfuerzo que había hecho.
Salí de la habitación pequeña y logré alcanzar la puerta de la calle. Sin embargo, estaba cerrada con llave y las pocas ventanas de la casa tenían rejas.
—¡Quiero salir de aquí! —Golpeé con los puños en el marco—. ¿Por qué no me dejáis salir de aquí?
Tuve que regresar de nuevo al cuarto pequeño para buscar las llaves en los bolsillos de Louis. Él me pidió agua.
—Ayúdame —me suplicó a continuación. Le costaba moverse.
—¿Dónde están las llaves de la casa?
Louis permaneció callado.
—Si tú me dices dónde están yo te daré agua.
—¡No le hagas caso! —gritó Dani desde el otro lado. Había conseguido recuperarse y pegaba empujones a la trampilla.
—Yo confiaba en ti. —Parpadeó con dificultad.
—Él no iba a dejar que cumplieras la voluntad del Padre —respondí—. Dime, ¿dónde están las llaves?
Louis no contestó; se limitó a observar la puerta con una mirada vacía de todo sentimiento. Poco a poco fue cerrando los ojos y me dejó con las palabras de Dani. Me senté a su lado para hacer algo más de peso.
—¡_____, déjame salir!
—Cállate, no saldrás de aquí —le contesté tras más de un minuto repitiendo lo mismo—. Es inútil que sigas empujando porque estoy sentada sobre ti.
—Tú tampoco —contestó con la voz un poco más calmada—. ¿Qué vas a hacer ahora?
Tenía que pensar qué iba a hacer. Dani seguía hablando, aunque yo ya no prestaba atención a lo que decía. Necesitaba encontrar una barra metálica o algo similar para hacer palanca en la puerta y poder abrirla.
—¿De verdad ha valido la pena matar a todas esas chicas?
Me levanté sin hacer ruido y busqué por el pequeño cuarto.
—¿Cómo si no iba a llegar mi hermana hasta el Padre? Ella es una pecadora. La voluntad del Padre era volver a tener a su hija como él la recordaba.
Regresé a la alfombra y le contesté desde allí. No tenía que saber que me estaba moviendo por la habitación.
—¿Pretendías resucitarla acaso?
—¡Era mucho más que eso! ¿Aún no lo has entendido? Solo necesita volver a ser la de antes para presentarse ante el Padre. Le hemos dado una oportunidad detrás de otra, aunque ella se empeña en defraudarnos siempre.
En la habitación grande hallé una azada. Los ojos se me humedecieron. Al fin la suerte me sonreía. Me encaminé hacia la puerta y metí la lámina entre esta y el marco. Tiré con todas mis fuerzas. El tiempo se me estaba acabando, porque Dani ya se había percatado de que no estaba sobre la trampilla y no tardaría en salir.
—¡Ábrete, maldita sea! ¡Ábrete de una puñetera vez!
La puerta no opuso resistencia, y salí al exterior corriendo con la azada en la mano. Unas luces me deslumbraron.
—Tire el arma al suelo, póngase de rodillas y coloque las manos detrás de la cabeza —me dijo alguien.
—Por favor, por favor no dispare —gemí.
A continuación hice lo que me pidieron. Mi cuerpo temblaba, y solo quería cerrar los ojos.
—¡_____! —gritó Niall.
Creo que fue el sonido más hermoso que jamás había escuchado. No me lo podía creer. Cumplía su promesa de llegar cuando más lo necesitaba.
—Niall, Niall —repetía sin cesar—. Has venido.
—Estoy aquí, Yasmine.
—Estamos aquí, nena —oí la voz de papá.
Los busqué con la mirada.
—Le repetimos que tire el arma.
—Ya la he tirado —contesté. No me había movido y seguía con las manos detrás de la nuca.
Sin embargo, enseguida entendí que esa advertencia no iba dirigida a mí. Oí unos pasos a mis espaldas. Me daba miedo mirar hacia atrás, aunque creo que Dani me apuntaba. Su pistola tocó mi cabeza.
—Teniente Checa, baje el arma.
El corazón se me paralizó cuando oí cómo Dani amartillaba el arma.
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
aoohhh por diosss
por diosss
no la dejes asiiii
plisss
sigelaaa
no la dejes asiii
pliss nooo
enserio me encantaaa
aaaaaaa que locoooo es todoo
dani es un maniaticooo
aaaaa plissss sigelaa
sigelaaaaa
M;ueroooooooo
Loa
loa
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Capítulo 28 "Sin vuelta atrás" (Parte 1)
Hay quienes prefieren vivir la vida alejados de la realidad, rechazándola y refugiándose en los fantasmas del pasado. Yo prefiero mirar hacia delante y afrontar los problemas. Amaba demasiado la vida como para despedirme con miedo y no decir lo que llevaba tiempo queriendo gritar a los cuatro vientos. Así que cuando Dani amartilló el arma dije:
—Niall, te quiero.
Era la primera vez que se lo decía y quizá fuera la última. El mismo amor que yo había gritado era el que me había ofrecido Niall durante casi cinco años en silencio. Los focos que alumbraban la casa me impedían saber dónde estaban él y papá.
—Baje el arma, teniente Checa —volvió a decir alguien.
—Ya no hay vuelta atrás —murmuró Dani—. Debo cumplir la voluntad del Padre. La obra no ha sido completada.
A pesar de pertenecer a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, cuyo cometido era velar por la seguridad ciudadana, prefería seguir adelante con su obra. Había decidido cómo quería que terminara todo. No bajaría el arma y no se detendría a menos que alguien disparara contra él. En su mente no cabía otra posibilidad que cumplir con su misión.
—Baje el arma, teniente Checa.
Era la tercera vez que oía esas palabras. Y tanto Dani como yo sabíamos que no habría una cuarta. La próxima vez uno de nosotros o quizá los dos estaríamos muertos.
—Solo obedezco al Padre.
Entonces decidí jugármela a la última carta que tenía.
—Aunque me mates no conseguirás finalizar la obra —dije—. Sara seguirá siendo una pecadora.
—Cállate.
—Tampoco te salvarás tú.
Aumentó la presión que ejercía con el arma sobre mi cabeza. Si no conseguía que tuviera dudas, aunque solo fuera por un segundo, de un momento a otro la bala me entraría por la cabeza. Sería un tiro a bocajarro. Tragué saliva.
—Sara no ha cambiado. Todo lo que habéis hecho no ha servido de nada.
—¿Tú qué sabes? —Se calló unos segundos y entonces adoptó la voz de su hermana—. ¡Cumple como un hombre!
—Lo que te digo es cierto.
—¿Madre? ¿Es cierto? —Por primera vez le noté titubear.
No pude ver cuál fue la reacción de Dani ante lo que le acababa de decir, pero de repente dejé de sentir la presión de la pistola en mi cabeza.
Tuve una corazonada y me aparté un poco. Inmediatamente después sonó un disparo. Yo me encogí y me tapé los oídos con ambas manos. Dani cayó a mi lado como un fardo. No quería mirarlo, no deseaba saber cómo había sido abatido. Me lo podía imaginar. Un tiro en la cabeza o el corazón para acabar rápidamente.
Quería levantarme y salir corriendo, alejarme de él, pero mis piernas se negaban a obedecerme. Dejé caer las manos a ambos lados de mi cuerpo. Rompí a llorar y una cortina de lágrimas me impedía ver quiénes se arremolinaban a mi alrededor.
Niall llegó hasta mí.
—¡Yasmine! —gritó él.
Alcé el mentón. No conseguía verlo.
—Niall, ¿dónde estás?
Al final logré distinguirlo. Se abría paso como podía entre tanta policía y guardia civil. Llegó a mí antes que papá y los médicos. Se arrodilló a mi lado. Abrí los brazos y nos acoplamos, yo en su pecho y él besando mis cabellos. No necesitábamos decir nada. Estábamos bien así, abrazados. Inhalé su perfume; noté toda la energía del amor en nuestras bocas cuando se encontraron, y cómo una corriente de felicidad, de frescor, me subía del estómago a los labios. Había renacido una vez más a su lado.
—Te he echado de menos —me dijo.
—Yo también a ti.
Me estrechó con fuerza.
—Siento que hayas pasado por esto sola.
—Lo que importa es que al final has venido.
—No tenía otra opción —bromeó—. En realidad no habría fuerza humana que me lo hubiera impedido.
—¿Y si…?
Me acalló antes de terminar la frase posando un dedo sobre mis labios.
—Vive el presente. Estamos juntos. Ya ha terminado.
Me besó con suavidad.
—¿Y Carlota? —pregunté con temor cuando nos separamos.
—Está bien. La han mantenido sedada, y posiblemente no recuerde nada de lo que ha pasado.
Suspiré aliviada y me eché a llorar de nuevo. No hubiera soportado su pérdida. Podría sobrellevar la pesadilla que había vivido, pero no no volver a verla nunca.
—Ha preguntado por ti cuando se ha despertado —me comentó papá—. Quería escuchar otra vez el cuento de Garbancito.
Levanté el mentón y me eché a reír, sin dejar de llorar a la vez, porque al final, igual que me sucedió a mí, había acabado siendo su cuento favorito. Garbancito era una historia que me contaba mamá cuando se echaba la siesta conmigo. Nos gustaba cantar juntas lo de: «Pachín, pachín, pachín, mucho cuidado con lo que hacéis, pachín, pachín, pachín, a Garbancito no piséis». Ahora era yo quien se lo contaba a mi hermana. Nos inventábamos cosas sobre la marcha. Cuando la madre de Garbancito preguntaba por él: «¿Dónde estás?». Carlota me respondía: «En la barriguita de la vaquita». No obstante, si había algo que le gustaba a mi hermana era proponer sitios por donde podía salir Garbancito. Le gustaba imaginar que salía de las maneras más inverosímiles, y cuanto más escatológicas eran más se divertía, como por ejemplo con un pedo o con los mocos de un estornudo.
—Por favor, apártese de ella. Necesitamos comprobar que se encuentra en perfecto estado.
Un médico me agarró de la muñeca para tomarme el pulso. Me pasó también una botella con suero fisiológico mientras un compañero suyo me tapaba con una manta térmica.
—Gracias. —Aunque lo que realmente necesitaba era abrazar a papá y sentir a Niall, sobre todo a él—. Estoy bien, de verdad. Necesito respirar.
Mi padre me esperaba de pie junto a dos policías. Fue él quien me ayudó a levantarme del suelo. Aún me temblaban las piernas.
—¡Dios mío, estás bien! —gimió papá. Parecía sentirse culpable por haber dejado que entrara en casa—. ¡Quién iba a pensar que Dani y su hermano eran unos asesinos!
—Nadie lo podía saber.
Me llevaron hasta una ambulancia y me hicieron algunas curas. Salvo por la rodilla, la mejilla y algún otro rasguño, no tenía más secuelas físicas. Sin embargo, tardaría en olvidar el horror vivido en aquella casa; mis sueños estarían plagados durante mucho tiempo de imágenes siniestras.
Hay quienes prefieren vivir la vida alejados de la realidad, rechazándola y refugiándose en los fantasmas del pasado. Yo prefiero mirar hacia delante y afrontar los problemas. Amaba demasiado la vida como para despedirme con miedo y no decir lo que llevaba tiempo queriendo gritar a los cuatro vientos. Así que cuando Dani amartilló el arma dije:
—Niall, te quiero.
Era la primera vez que se lo decía y quizá fuera la última. El mismo amor que yo había gritado era el que me había ofrecido Niall durante casi cinco años en silencio. Los focos que alumbraban la casa me impedían saber dónde estaban él y papá.
—Baje el arma, teniente Checa —volvió a decir alguien.
—Ya no hay vuelta atrás —murmuró Dani—. Debo cumplir la voluntad del Padre. La obra no ha sido completada.
A pesar de pertenecer a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, cuyo cometido era velar por la seguridad ciudadana, prefería seguir adelante con su obra. Había decidido cómo quería que terminara todo. No bajaría el arma y no se detendría a menos que alguien disparara contra él. En su mente no cabía otra posibilidad que cumplir con su misión.
—Baje el arma, teniente Checa.
Era la tercera vez que oía esas palabras. Y tanto Dani como yo sabíamos que no habría una cuarta. La próxima vez uno de nosotros o quizá los dos estaríamos muertos.
—Solo obedezco al Padre.
Entonces decidí jugármela a la última carta que tenía.
—Aunque me mates no conseguirás finalizar la obra —dije—. Sara seguirá siendo una pecadora.
—Cállate.
—Tampoco te salvarás tú.
Aumentó la presión que ejercía con el arma sobre mi cabeza. Si no conseguía que tuviera dudas, aunque solo fuera por un segundo, de un momento a otro la bala me entraría por la cabeza. Sería un tiro a bocajarro. Tragué saliva.
—Sara no ha cambiado. Todo lo que habéis hecho no ha servido de nada.
—¿Tú qué sabes? —Se calló unos segundos y entonces adoptó la voz de su hermana—. ¡Cumple como un hombre!
—Lo que te digo es cierto.
—¿Madre? ¿Es cierto? —Por primera vez le noté titubear.
No pude ver cuál fue la reacción de Dani ante lo que le acababa de decir, pero de repente dejé de sentir la presión de la pistola en mi cabeza.
Tuve una corazonada y me aparté un poco. Inmediatamente después sonó un disparo. Yo me encogí y me tapé los oídos con ambas manos. Dani cayó a mi lado como un fardo. No quería mirarlo, no deseaba saber cómo había sido abatido. Me lo podía imaginar. Un tiro en la cabeza o el corazón para acabar rápidamente.
Quería levantarme y salir corriendo, alejarme de él, pero mis piernas se negaban a obedecerme. Dejé caer las manos a ambos lados de mi cuerpo. Rompí a llorar y una cortina de lágrimas me impedía ver quiénes se arremolinaban a mi alrededor.
Niall llegó hasta mí.
—¡Yasmine! —gritó él.
Alcé el mentón. No conseguía verlo.
—Niall, ¿dónde estás?
Al final logré distinguirlo. Se abría paso como podía entre tanta policía y guardia civil. Llegó a mí antes que papá y los médicos. Se arrodilló a mi lado. Abrí los brazos y nos acoplamos, yo en su pecho y él besando mis cabellos. No necesitábamos decir nada. Estábamos bien así, abrazados. Inhalé su perfume; noté toda la energía del amor en nuestras bocas cuando se encontraron, y cómo una corriente de felicidad, de frescor, me subía del estómago a los labios. Había renacido una vez más a su lado.
—Te he echado de menos —me dijo.
—Yo también a ti.
Me estrechó con fuerza.
—Siento que hayas pasado por esto sola.
—Lo que importa es que al final has venido.
—No tenía otra opción —bromeó—. En realidad no habría fuerza humana que me lo hubiera impedido.
—¿Y si…?
Me acalló antes de terminar la frase posando un dedo sobre mis labios.
—Vive el presente. Estamos juntos. Ya ha terminado.
Me besó con suavidad.
—¿Y Carlota? —pregunté con temor cuando nos separamos.
—Está bien. La han mantenido sedada, y posiblemente no recuerde nada de lo que ha pasado.
Suspiré aliviada y me eché a llorar de nuevo. No hubiera soportado su pérdida. Podría sobrellevar la pesadilla que había vivido, pero no no volver a verla nunca.
—Ha preguntado por ti cuando se ha despertado —me comentó papá—. Quería escuchar otra vez el cuento de Garbancito.
Levanté el mentón y me eché a reír, sin dejar de llorar a la vez, porque al final, igual que me sucedió a mí, había acabado siendo su cuento favorito. Garbancito era una historia que me contaba mamá cuando se echaba la siesta conmigo. Nos gustaba cantar juntas lo de: «Pachín, pachín, pachín, mucho cuidado con lo que hacéis, pachín, pachín, pachín, a Garbancito no piséis». Ahora era yo quien se lo contaba a mi hermana. Nos inventábamos cosas sobre la marcha. Cuando la madre de Garbancito preguntaba por él: «¿Dónde estás?». Carlota me respondía: «En la barriguita de la vaquita». No obstante, si había algo que le gustaba a mi hermana era proponer sitios por donde podía salir Garbancito. Le gustaba imaginar que salía de las maneras más inverosímiles, y cuanto más escatológicas eran más se divertía, como por ejemplo con un pedo o con los mocos de un estornudo.
—Por favor, apártese de ella. Necesitamos comprobar que se encuentra en perfecto estado.
Un médico me agarró de la muñeca para tomarme el pulso. Me pasó también una botella con suero fisiológico mientras un compañero suyo me tapaba con una manta térmica.
—Gracias. —Aunque lo que realmente necesitaba era abrazar a papá y sentir a Niall, sobre todo a él—. Estoy bien, de verdad. Necesito respirar.
Mi padre me esperaba de pie junto a dos policías. Fue él quien me ayudó a levantarme del suelo. Aún me temblaban las piernas.
—¡Dios mío, estás bien! —gimió papá. Parecía sentirse culpable por haber dejado que entrara en casa—. ¡Quién iba a pensar que Dani y su hermano eran unos asesinos!
—Nadie lo podía saber.
Me llevaron hasta una ambulancia y me hicieron algunas curas. Salvo por la rodilla, la mejilla y algún otro rasguño, no tenía más secuelas físicas. Sin embargo, tardaría en olvidar el horror vivido en aquella casa; mis sueños estarían plagados durante mucho tiempo de imágenes siniestras.
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Capítulo 28 "Sin vuelta atrás" (Parte 2)
Al poco sacaron a Louis en una camilla. Estaba inconsciente, aunque los médicos me aseguraron que viviría.
—Has sido muy valiente al enfrentarte a ellos —comentó un médico.
—No tenía otra opción —respondí. Quise decirle, asimismo, que de no haberlo hecho posiblemente no estuviera viva, pero eso era algo que él también debía saber.
—La suerte que has tenido es que Dani haya llegado después —repuso un policía.
Asentí. No lo habría logrado de haber llegado a la casa junto a ellos dos.
—Pero ¿cómo nos habéis encontrado? —quise saber.
—Fue Liam quien me puso sobre aviso —contestó Niall—. Después de que te enviara el WhatsApp y de no recibir respuesta me llamó. Pensó que algo iba mal. Me comentó que Louis era quien había enviado la carta certificada.
—Ya, pero ¿cómo habéis llegado hasta aquí?
—El día que llegaste y tuvimos el pinchazo, sufrimos además el ataque de uno de los dos hermanos. Llegamos a la conclusión de que Andrea trató de escapar de aquí. Cuando nos adentramos en el bosque tuvimos que estar muy cerca de ella, pero desgraciadamente era ya de noche y no vimos nada.
Empecé a atar cabos.
—Entiendo —comenté—. Andrea también tuvo que correr en la oscuridad y por lógica no se pudo alejar mucho de la casa.
—Tenías que estar cerca de donde oímos los disparos —dijo Niall.
—Dani aportó pruebas de que habían registrado la zona y no habían hallado nada —continuó hablando un policía—. Sin embargo, encontramos en el registro de la propiedad una casa a nombre de su padre por la zona. Durante toda la investigación se ha valido de su posición para adulterar y falsear pruebas.
Los policías me tomaron declaración. Por más que intentara buscarle una lógica a lo que había vivido allí dentro, no entendía qué había motivado a Dani a llevar a cabo toda esa locura. Nadie había percibido en él un trastorno de personalidad múltiple, como tampoco sabíamos qué desencadenó que Dani desarrollara ese trastorno disociativo de la personalidad. Ahora entendía muchas cosas, pequeños detalles que se me habían pasado por alto. Le gustaba el orden, así como también la limpieza.
Recordé entonces la tumba de su madre y por qué no había ni una lápida ni flores después de tres meses muerta. Nunca habían existido esos vándalos de los que Dani me habló el día del entierro de Belén. Fueron ellos quienes entraron en el cementerio. Los dos hermanos tenían su particular mausoleo, donde velaban a su madre y a su hermana.
Era cierto que Louis se mostraba reservado con todo lo que tenía que ver con su familia, pero siempre formó parte del grupo de D’Artagnan y los Tres Mosqueteros. Había chicas que lo consideraban rarito. Desde siempre había seguido a su hermano y jamás cuestionó ninguna decisión suya, pero resultaba inconcebible que se dejase arrastrar por la misión de Dani. Aunque lo más excepcional de todo ese caso era que Dani hubiera superado una y otra vez los informes psicológicos a los que se tenía que someter cada cierto tiempo.
Sacaron en primer lugar el cadáver de la madre embalsamado y después, en una camilla más pequeña, tenían que estar los miembros amputados de Andrea, Belén y la chica a la que encontraron en la playa.
En eso consistía su obra, en «recomponer» el cuerpo de Sara con las chicas a las que iba matando. No quise pensar más en ello. Necesitaba llegar a casa y tumbarme en mi cama junto a Niall.
Tras contestar las preguntas llegaba el momento de volver a la normalidad. Observé que papá nos miraba con asombro sin terminar de creerse que Niall y yo estuviéramos juntos. Supongo que estaba pensando en cómo afrontar el tema. No podía evitar vernos como hermanos, cuando no era cierto.
—No le des más vueltas, papá. —Se me quedó mirando con la boca abierta—. Sí, estamos juntos. Él me gusta y yo le gusto a él. No hay más que decir.
—Pero si sois casi…
De momento se lo estaba tomando bien, no había puesto el grito en el cielo y estaba aceptando razonablemente bien que estuviéramos juntos.
—No —le interrumpí—, no somos hermanos. Tú te has casado con su madre. Eso es todo.
Caminamos unos segundos en silencio hasta que llegamos al coche. Lo abrió, y primero me metí yo en la parte de atrás. Niall dudó, aunque al final se sentó a mi lado. Mi padre meneó la cabeza de un lado a otro preocupado.
—No sé cómo se lo tomará Maura.
—¿Crees en serio que mamá no se lo olía? —repuso Niall.
Mi padre consideró seriamente la pregunta.
—Tienes razón. Tu madre tiene que estar al tanto. —Se retiró unos cabellos de la cara—. Lo que no sé es por qué no me ha dicho nada.
—Porque contigo, a veces, no se puede hablar. Te lo tomas todo a la tremenda —respondí.
Movió el espejo retrovisor para mirarme a la cara y me guiñó un ojo.
—Te pareces más a mí de lo que piensas.
Me encogí de hombros.
—Vámonos ya a casa —le pedí.
—Es cierto, no sé qué hacemos todavía aquí —respondió mi padre.
Me recosté sobre el hombro de Niall y los ojos se me fueron cerrando. Aún estaba temblando y me tapé con la manta que me habían dado los médicos.
—Recuerda, estoy a tu lado —me susurró al oído—. Inventaré tus sueños y me encontrarás cuando despiertes. ¿Estás preparada?
—Como desees.
El viaje a su lado acababa de empezar. Tenía miedo de lo que podría encontrarme cuando me durmiera, pero dejé que me abrazara y me dormí entre sus brazos, confiando una vez más en sus palabras: «Un mago nunca llega tarde, ni pronto, llega exactamente cuando se lo propone».
El Diario del Alto Turia
Las autoridades rescatan con vida a la última víctima de El Asesino del Rosario, desaparecida en la noche de ayer. Se trata de _____ O. B., una joven de 16 años. Los asesinos resultaron ser una pareja de hermanos, Louis y Daniel C. A., que actuaban bajo delirios paranoicos, según ha adelantado un psiquiatra forense relacionado con el caso. Durante la operación Daniel C. A., que además era oficial de la Guardia Civil de la localidad, ha resultado muerto, y su hermano, detenido. Parte del éxito de la operación se ha debido al valor de la joven secuestrada, que mostró gran inteligencia y habilidad enfrentándose a sus captores, y dando tiempo a las fuerzas policiales a llegar y evitar un desenlace trágico.
Al poco sacaron a Louis en una camilla. Estaba inconsciente, aunque los médicos me aseguraron que viviría.
—Has sido muy valiente al enfrentarte a ellos —comentó un médico.
—No tenía otra opción —respondí. Quise decirle, asimismo, que de no haberlo hecho posiblemente no estuviera viva, pero eso era algo que él también debía saber.
—La suerte que has tenido es que Dani haya llegado después —repuso un policía.
Asentí. No lo habría logrado de haber llegado a la casa junto a ellos dos.
—Pero ¿cómo nos habéis encontrado? —quise saber.
—Fue Liam quien me puso sobre aviso —contestó Niall—. Después de que te enviara el WhatsApp y de no recibir respuesta me llamó. Pensó que algo iba mal. Me comentó que Louis era quien había enviado la carta certificada.
—Ya, pero ¿cómo habéis llegado hasta aquí?
—El día que llegaste y tuvimos el pinchazo, sufrimos además el ataque de uno de los dos hermanos. Llegamos a la conclusión de que Andrea trató de escapar de aquí. Cuando nos adentramos en el bosque tuvimos que estar muy cerca de ella, pero desgraciadamente era ya de noche y no vimos nada.
Empecé a atar cabos.
—Entiendo —comenté—. Andrea también tuvo que correr en la oscuridad y por lógica no se pudo alejar mucho de la casa.
—Tenías que estar cerca de donde oímos los disparos —dijo Niall.
—Dani aportó pruebas de que habían registrado la zona y no habían hallado nada —continuó hablando un policía—. Sin embargo, encontramos en el registro de la propiedad una casa a nombre de su padre por la zona. Durante toda la investigación se ha valido de su posición para adulterar y falsear pruebas.
Los policías me tomaron declaración. Por más que intentara buscarle una lógica a lo que había vivido allí dentro, no entendía qué había motivado a Dani a llevar a cabo toda esa locura. Nadie había percibido en él un trastorno de personalidad múltiple, como tampoco sabíamos qué desencadenó que Dani desarrollara ese trastorno disociativo de la personalidad. Ahora entendía muchas cosas, pequeños detalles que se me habían pasado por alto. Le gustaba el orden, así como también la limpieza.
Recordé entonces la tumba de su madre y por qué no había ni una lápida ni flores después de tres meses muerta. Nunca habían existido esos vándalos de los que Dani me habló el día del entierro de Belén. Fueron ellos quienes entraron en el cementerio. Los dos hermanos tenían su particular mausoleo, donde velaban a su madre y a su hermana.
Era cierto que Louis se mostraba reservado con todo lo que tenía que ver con su familia, pero siempre formó parte del grupo de D’Artagnan y los Tres Mosqueteros. Había chicas que lo consideraban rarito. Desde siempre había seguido a su hermano y jamás cuestionó ninguna decisión suya, pero resultaba inconcebible que se dejase arrastrar por la misión de Dani. Aunque lo más excepcional de todo ese caso era que Dani hubiera superado una y otra vez los informes psicológicos a los que se tenía que someter cada cierto tiempo.
Sacaron en primer lugar el cadáver de la madre embalsamado y después, en una camilla más pequeña, tenían que estar los miembros amputados de Andrea, Belén y la chica a la que encontraron en la playa.
En eso consistía su obra, en «recomponer» el cuerpo de Sara con las chicas a las que iba matando. No quise pensar más en ello. Necesitaba llegar a casa y tumbarme en mi cama junto a Niall.
Tras contestar las preguntas llegaba el momento de volver a la normalidad. Observé que papá nos miraba con asombro sin terminar de creerse que Niall y yo estuviéramos juntos. Supongo que estaba pensando en cómo afrontar el tema. No podía evitar vernos como hermanos, cuando no era cierto.
—No le des más vueltas, papá. —Se me quedó mirando con la boca abierta—. Sí, estamos juntos. Él me gusta y yo le gusto a él. No hay más que decir.
—Pero si sois casi…
De momento se lo estaba tomando bien, no había puesto el grito en el cielo y estaba aceptando razonablemente bien que estuviéramos juntos.
—No —le interrumpí—, no somos hermanos. Tú te has casado con su madre. Eso es todo.
Caminamos unos segundos en silencio hasta que llegamos al coche. Lo abrió, y primero me metí yo en la parte de atrás. Niall dudó, aunque al final se sentó a mi lado. Mi padre meneó la cabeza de un lado a otro preocupado.
—No sé cómo se lo tomará Maura.
—¿Crees en serio que mamá no se lo olía? —repuso Niall.
Mi padre consideró seriamente la pregunta.
—Tienes razón. Tu madre tiene que estar al tanto. —Se retiró unos cabellos de la cara—. Lo que no sé es por qué no me ha dicho nada.
—Porque contigo, a veces, no se puede hablar. Te lo tomas todo a la tremenda —respondí.
Movió el espejo retrovisor para mirarme a la cara y me guiñó un ojo.
—Te pareces más a mí de lo que piensas.
Me encogí de hombros.
—Vámonos ya a casa —le pedí.
—Es cierto, no sé qué hacemos todavía aquí —respondió mi padre.
Me recosté sobre el hombro de Niall y los ojos se me fueron cerrando. Aún estaba temblando y me tapé con la manta que me habían dado los médicos.
—Recuerda, estoy a tu lado —me susurró al oído—. Inventaré tus sueños y me encontrarás cuando despiertes. ¿Estás preparada?
—Como desees.
El viaje a su lado acababa de empezar. Tenía miedo de lo que podría encontrarme cuando me durmiera, pero dejé que me abrazara y me dormí entre sus brazos, confiando una vez más en sus palabras: «Un mago nunca llega tarde, ni pronto, llega exactamente cuando se lo propone».
El Diario del Alto Turia
La policía pone fin a la pesadilla
de Caños del Agua
12-07-2012
Las autoridades rescatan con vida a la última víctima de El Asesino del Rosario, desaparecida en la noche de ayer. Se trata de _____ O. B., una joven de 16 años. Los asesinos resultaron ser una pareja de hermanos, Louis y Daniel C. A., que actuaban bajo delirios paranoicos, según ha adelantado un psiquiatra forense relacionado con el caso. Durante la operación Daniel C. A., que además era oficial de la Guardia Civil de la localidad, ha resultado muerto, y su hermano, detenido. Parte del éxito de la operación se ha debido al valor de la joven secuestrada, que mostró gran inteligencia y habilidad enfrentándose a sus captores, y dando tiempo a las fuerzas policiales a llegar y evitar un desenlace trágico.
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Epílogo
—Despierta, cariño.
Entreabrí los párpados y me giré hacia el otro lado de la cama.
—Déjame un poco más. —Estiré los brazos y bostecé, aunque seguía con los ojos cerrados—. Estoy a gusto.
—Venga, levántate, que te hemos preparado una sorpresa. —Mamá se sentó en el borde de la cama y comenzó a acariciarme y a rascarme la espalda.
—Por favor, ahora me levanto, pero dame un poco de tiempo.
—¿Qué ha sido de esa niña que salía corriendo al salón para ver qué le habían traído los reyes magos? Te aseguro que esta sorpresa no te la esperas.
¿Cómo hacerle entender a mi madre que me había acostado a las cinco de la mañana porque me había quedado hablando con Niall y estaba cansada? Miré el reloj que había encima de la mesilla y todavía no eran las nueve de la mañana.
—¿Y no podrías decirme de qué se trata?
—Si te lo dijera ya no sería una sorpresa. De eso se trata, de que te sorprendas tú.
Hacía dos días que había llegado a Madrid de Caños del Agua, y mi madre cuidaba de mí como cuando era pequeña. Supongo que se sentía culpable por no haberse puesto en contacto conmigo durante sus primeros días de luna de miel. Constantemente me vigilaba cuando pensaba que no me daba cuenta y seguía muchos de mis pasos. Tras aquella noche en la que Louis me secuestró se presentó al día siguiente con Roberto en casa de papá. Había interrumpido su viaje a Roma y no se marchó hasta que entendió que estaba en buenas manos y que no había más asesinos sueltos en Caños del Agua.
Desde mi regreso no tenía muchas ganas de hacer gran cosa. Aún quedaban unos días para que empezaran las clases. Niall hacía más de una semana que se había marchado a Nueva York, y yo lo echaba mucho de menos. Nos pasábamos horas y horas enganchados al Messenger y a la webcam. Cuando no hablábamos me ponía el CD de Adele en el ordenador y veía algunas de las películas de la lista que tenía pendientes, porque Nat no contestaba a mis mensajes. Todavía no nos habíamos visto desde mi llegada.
También hablaba con Carlota, sobre todo cuando iba a hacer la siesta y antes de acostarse por las noches. ¡Cuántas veces contamos juntas el cuento de Garbancito y cuántas veces cantamos: «¡Pachín, pachín, pachín…!».
Desde lo ocurrido aquel día Carlota se había empeñado en dormir conmigo todas las noches, cosa con la que mi padre estaba más que encantado. Niall se acoplaba a nosotras cuando ella se quedaba dormida. Alguna que otra vez nos pillaba abrazados y nos preguntaba si éramos novios. A ella le hacía mucha gracia y se reía cuando le decíamos que sí.
En vista de que no me levantaba mi madre siguió hablando.
—No, si yo te dejaría dormir un rato más, pero tienes visita. Hay un mago —remarcó esta palabra— que se empeña en decirte algo al oído.
—¿Qué? —Me incorporé de inmediato. Había dicho las palabras mágicas para que me levantara—. ¿Qué has dicho?
—En el salón hay un mago que me ha dicho que te diga… —sacó un papel—, espera que lo lea: «Un mago nunca llega tarde, ni pronto, llega exactamente cuando se lo propone».
—Pero ¿cómo…? ¿Por qué no me has avisado antes?
—Porque te has empeñado en no escucharme.
Salté de la cama y fui corriendo al cuarto de baño. Me lavé la cara y los dientes porque todavía me notaba la boca pastosa, me atusé con los dedos el pelo y miré el reflejo que me devolvía el espejo.
—Es un verdadero mago. Siempre consigue sorprenderme.
Salí hacia el comedor y me detuve en la puerta. Niall me esperaba sentado en el sofá con esa gran sonrisa con la que siempre lograba desarmarme. Quería contemplarlo tranquilamente. No me cansaría nunca de estar a su lado. Me reí cuando vi cómo se había vestido. Se había puesto una túnica parecida a la que llevaba Gandalf en la película El Señor de los anillos.
—«¡Buenos días, princesa! He soñado toda la noche contigo, íbamos al cine y tú llevabas aquel vestido rosa que me gusta tanto; solo pienso en ti, princesa, pienso siempre en ti, y ahora…»
¡Cómo me gustaba La vida es bella y cómo lloré cuando la vi por primera vez con él en mi cama de Caños del Agua! Me tiré a sus brazos, me coloqué sobre su regazo y le dije:
—¡Hoy has ganado muchos puntos!
—¿Tantos como para no merecer siquiera un beso? —me dijo.
—Te he echado de menos.
—Yo también, Yasmine.
Nos besamos, nos saboreamos hasta recordar de nuevo cómo sabían nuestros labios.
—Pero ¿qué haces aquí? ¿Y tus clases?
—Bueno, tengo una sorpresa…
Mamá nos interrumpió.
—Perdonad que os moleste, pero Roberto me ha preguntado que si queréis algo de desayunar. Después de que comáis algo os prometo que os dejo en paz.
Desde que Roberto había llegado a casa, como buen italiano y amante de la cocina, se encargaba de ese aspecto que tan mal se le daba a mi madre. No me extrañaba que mamá estuviera tan enamorada de él, además de por otros aspectos que no quería que me confesara.
—Sí, desde que llegué anoche no he tomado nada —repuso Niall—. Dos tés y unas tostadas con mantequilla estarían bien. ¿Te apetece?
Asentí.
Mamá nos dejó solos hasta que el desayuno estuviera listo.
—Bueno, explícame, ¿qué haces aquí?
—Hace dos meses pedí el traslado de universidad y me han admitido en la Complutense.
—¿Qué? ¿Que has dejado la Universidad de Columbia para venirte a Madrid?
—Sí, si tengo que ejercer de mago que aparece cuando menos te lo esperas no puedo estar muy lejos.
—¡Oh, Niall! —Lo abracé y correspondió a mis besos y a mis caricias—. No dejas de sorprenderme nunca.
—De eso nos encargamos los magos, de sorprender.
—¿Y dices que llegaste anoche? —Él asintió—. ¿A qué hora? ¡Si estuvimos chateando hasta las cinco de la mañana!
—Mi avión llegó a las diez de la noche.
—¡Entonces apenas has dormido!
—Dormí algo en el avión. Hay unas cuantas horas desde Nueva York a Madrid.
Pasamos un buen rato en el sofá de casa bromeando y recuperando el tiempo que no nos habíamos besado.
Mamá llamó a la puerta del salón.
—Hace más de diez minutos que tenéis el desayuno en la mesa.
—Ahora vamos, mamá.
Aunque Niall se hizo el remolón y estábamos a gusto en el sofá, tiré de él para ir a la cocina. Nos sentamos a la mesa, y Roberto me pasó una taza de té con leche como a mí me gustaba. Cada vez me agradaba más que estuviera con nosotras. Adoraba sus comidas.
—¿Así que vosotros sabíais que Niall había pedido el traslado a Madrid?
Mamá y Roberto asintieron y se miraron con complicidad.
—¿Lo sabíais todos? Sois de lo peor que hay —repuse mordiendo una tostada y haciendo como que estaba ofendida.
—Hasta Nat estaba metida en el ajo —contestó Niall—. Me ha ayudado a buscar un estudio por la zona de la Latina.
—Yo aquí contando las horas para verlo otra vez, y resulta que vosotros disfrutabais viendo cómo sufría. —Miré a Niko—. Pensaré en algún tipo de venganza. Y eso va sobre todo por ti.
Oí el sonido de mi móvil en mi habitación. Por el tono que sonaba, «Las chicas son guerreras», supe que era Nat. ¡Por fin daba señales de vida! Tenía tantas cosas que contarle que tendría que ir a casa a comer para ponernos al día.
—Hola, Nat, no me puedo creer que supieras que…
—¡_____…! —Se atragantó mi amiga y después comenzó a toser.
—¿Qué pasa, Nat? —Me puse en tensión. Algo iba mal.
—Tranquila, me he atragantado con el café que me estaba tomando. —Volvió a toser antes de seguir hablando—. Creo que ya ha llegado ese mago de América, ¿verdad?
—¡Te acordarás de esto! Ya pensaré en algo para que sufras.
—¿Qué te parece si te invito a comer a casa y me presentas a tu novio? Esta tarde he quedado con Carlos.
Regresé a la cocina con el móvil en la mano.
—¿Qué pasa? —preguntó Niall cuando me senté a la mesa.
—Nat me comenta que si ha llegado ya ese mago que me iba a sorprender. ¿Tú qué crees?
—Hasta ahora mi magia ha funcionado, ¿no te parece?
—Sí, Nat, iremos a tu casa y te presentaré a este mago que me ha enseñado cómo hacer magia.
—Siempre será como desees.
Él y yo nos miramos a los ojos. Entonces entendí que la verdadera magia consistía en que Niall estuviera a mi lado cada instante de mi vida. Verdaderamente funcionaba.
—Despierta, cariño.
Entreabrí los párpados y me giré hacia el otro lado de la cama.
—Déjame un poco más. —Estiré los brazos y bostecé, aunque seguía con los ojos cerrados—. Estoy a gusto.
—Venga, levántate, que te hemos preparado una sorpresa. —Mamá se sentó en el borde de la cama y comenzó a acariciarme y a rascarme la espalda.
—Por favor, ahora me levanto, pero dame un poco de tiempo.
—¿Qué ha sido de esa niña que salía corriendo al salón para ver qué le habían traído los reyes magos? Te aseguro que esta sorpresa no te la esperas.
¿Cómo hacerle entender a mi madre que me había acostado a las cinco de la mañana porque me había quedado hablando con Niall y estaba cansada? Miré el reloj que había encima de la mesilla y todavía no eran las nueve de la mañana.
—¿Y no podrías decirme de qué se trata?
—Si te lo dijera ya no sería una sorpresa. De eso se trata, de que te sorprendas tú.
Hacía dos días que había llegado a Madrid de Caños del Agua, y mi madre cuidaba de mí como cuando era pequeña. Supongo que se sentía culpable por no haberse puesto en contacto conmigo durante sus primeros días de luna de miel. Constantemente me vigilaba cuando pensaba que no me daba cuenta y seguía muchos de mis pasos. Tras aquella noche en la que Louis me secuestró se presentó al día siguiente con Roberto en casa de papá. Había interrumpido su viaje a Roma y no se marchó hasta que entendió que estaba en buenas manos y que no había más asesinos sueltos en Caños del Agua.
Desde mi regreso no tenía muchas ganas de hacer gran cosa. Aún quedaban unos días para que empezaran las clases. Niall hacía más de una semana que se había marchado a Nueva York, y yo lo echaba mucho de menos. Nos pasábamos horas y horas enganchados al Messenger y a la webcam. Cuando no hablábamos me ponía el CD de Adele en el ordenador y veía algunas de las películas de la lista que tenía pendientes, porque Nat no contestaba a mis mensajes. Todavía no nos habíamos visto desde mi llegada.
También hablaba con Carlota, sobre todo cuando iba a hacer la siesta y antes de acostarse por las noches. ¡Cuántas veces contamos juntas el cuento de Garbancito y cuántas veces cantamos: «¡Pachín, pachín, pachín…!».
Desde lo ocurrido aquel día Carlota se había empeñado en dormir conmigo todas las noches, cosa con la que mi padre estaba más que encantado. Niall se acoplaba a nosotras cuando ella se quedaba dormida. Alguna que otra vez nos pillaba abrazados y nos preguntaba si éramos novios. A ella le hacía mucha gracia y se reía cuando le decíamos que sí.
En vista de que no me levantaba mi madre siguió hablando.
—No, si yo te dejaría dormir un rato más, pero tienes visita. Hay un mago —remarcó esta palabra— que se empeña en decirte algo al oído.
—¿Qué? —Me incorporé de inmediato. Había dicho las palabras mágicas para que me levantara—. ¿Qué has dicho?
—En el salón hay un mago que me ha dicho que te diga… —sacó un papel—, espera que lo lea: «Un mago nunca llega tarde, ni pronto, llega exactamente cuando se lo propone».
—Pero ¿cómo…? ¿Por qué no me has avisado antes?
—Porque te has empeñado en no escucharme.
Salté de la cama y fui corriendo al cuarto de baño. Me lavé la cara y los dientes porque todavía me notaba la boca pastosa, me atusé con los dedos el pelo y miré el reflejo que me devolvía el espejo.
—Es un verdadero mago. Siempre consigue sorprenderme.
Salí hacia el comedor y me detuve en la puerta. Niall me esperaba sentado en el sofá con esa gran sonrisa con la que siempre lograba desarmarme. Quería contemplarlo tranquilamente. No me cansaría nunca de estar a su lado. Me reí cuando vi cómo se había vestido. Se había puesto una túnica parecida a la que llevaba Gandalf en la película El Señor de los anillos.
—«¡Buenos días, princesa! He soñado toda la noche contigo, íbamos al cine y tú llevabas aquel vestido rosa que me gusta tanto; solo pienso en ti, princesa, pienso siempre en ti, y ahora…»
¡Cómo me gustaba La vida es bella y cómo lloré cuando la vi por primera vez con él en mi cama de Caños del Agua! Me tiré a sus brazos, me coloqué sobre su regazo y le dije:
—¡Hoy has ganado muchos puntos!
—¿Tantos como para no merecer siquiera un beso? —me dijo.
—Te he echado de menos.
—Yo también, Yasmine.
Nos besamos, nos saboreamos hasta recordar de nuevo cómo sabían nuestros labios.
—Pero ¿qué haces aquí? ¿Y tus clases?
—Bueno, tengo una sorpresa…
Mamá nos interrumpió.
—Perdonad que os moleste, pero Roberto me ha preguntado que si queréis algo de desayunar. Después de que comáis algo os prometo que os dejo en paz.
Desde que Roberto había llegado a casa, como buen italiano y amante de la cocina, se encargaba de ese aspecto que tan mal se le daba a mi madre. No me extrañaba que mamá estuviera tan enamorada de él, además de por otros aspectos que no quería que me confesara.
—Sí, desde que llegué anoche no he tomado nada —repuso Niall—. Dos tés y unas tostadas con mantequilla estarían bien. ¿Te apetece?
Asentí.
Mamá nos dejó solos hasta que el desayuno estuviera listo.
—Bueno, explícame, ¿qué haces aquí?
—Hace dos meses pedí el traslado de universidad y me han admitido en la Complutense.
—¿Qué? ¿Que has dejado la Universidad de Columbia para venirte a Madrid?
—Sí, si tengo que ejercer de mago que aparece cuando menos te lo esperas no puedo estar muy lejos.
—¡Oh, Niall! —Lo abracé y correspondió a mis besos y a mis caricias—. No dejas de sorprenderme nunca.
—De eso nos encargamos los magos, de sorprender.
—¿Y dices que llegaste anoche? —Él asintió—. ¿A qué hora? ¡Si estuvimos chateando hasta las cinco de la mañana!
—Mi avión llegó a las diez de la noche.
—¡Entonces apenas has dormido!
—Dormí algo en el avión. Hay unas cuantas horas desde Nueva York a Madrid.
Pasamos un buen rato en el sofá de casa bromeando y recuperando el tiempo que no nos habíamos besado.
Mamá llamó a la puerta del salón.
—Hace más de diez minutos que tenéis el desayuno en la mesa.
—Ahora vamos, mamá.
Aunque Niall se hizo el remolón y estábamos a gusto en el sofá, tiré de él para ir a la cocina. Nos sentamos a la mesa, y Roberto me pasó una taza de té con leche como a mí me gustaba. Cada vez me agradaba más que estuviera con nosotras. Adoraba sus comidas.
—¿Así que vosotros sabíais que Niall había pedido el traslado a Madrid?
Mamá y Roberto asintieron y se miraron con complicidad.
—¿Lo sabíais todos? Sois de lo peor que hay —repuse mordiendo una tostada y haciendo como que estaba ofendida.
—Hasta Nat estaba metida en el ajo —contestó Niall—. Me ha ayudado a buscar un estudio por la zona de la Latina.
—Yo aquí contando las horas para verlo otra vez, y resulta que vosotros disfrutabais viendo cómo sufría. —Miré a Niko—. Pensaré en algún tipo de venganza. Y eso va sobre todo por ti.
Oí el sonido de mi móvil en mi habitación. Por el tono que sonaba, «Las chicas son guerreras», supe que era Nat. ¡Por fin daba señales de vida! Tenía tantas cosas que contarle que tendría que ir a casa a comer para ponernos al día.
—Hola, Nat, no me puedo creer que supieras que…
—¡_____…! —Se atragantó mi amiga y después comenzó a toser.
—¿Qué pasa, Nat? —Me puse en tensión. Algo iba mal.
—Tranquila, me he atragantado con el café que me estaba tomando. —Volvió a toser antes de seguir hablando—. Creo que ya ha llegado ese mago de América, ¿verdad?
—¡Te acordarás de esto! Ya pensaré en algo para que sufras.
—¿Qué te parece si te invito a comer a casa y me presentas a tu novio? Esta tarde he quedado con Carlos.
Regresé a la cocina con el móvil en la mano.
—¿Qué pasa? —preguntó Niall cuando me senté a la mesa.
—Nat me comenta que si ha llegado ya ese mago que me iba a sorprender. ¿Tú qué crees?
—Hasta ahora mi magia ha funcionado, ¿no te parece?
—Sí, Nat, iremos a tu casa y te presentaré a este mago que me ha enseñado cómo hacer magia.
—Siempre será como desees.
Él y yo nos miramos a los ojos. Entonces entendí que la verdadera magia consistía en que Niall estuviera a mi lado cada instante de mi vida. Verdaderamente funcionaba.
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
THE END
Pues chicas ya se ha terminado. Siento haber tardado tanto en subir estos dos últimos, pero es que tengo muchos de exámenes.
Espero que les haya gustado.
Laura xx :bye:
Pues chicas ya se ha terminado. Siento haber tardado tanto en subir estos dos últimos, pero es que tengo muchos de exámenes.
Espero que les haya gustado.
Laura xx :bye:
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
que hermosoooooooo
ahhhhhhh dani de enserio estaba locooo
meeeencanto
lastima que terminando
gracias por subir la novela
Loa
ahhhhhhh dani de enserio estaba locooo
meeeencanto
lastima que terminando
gracias por subir la novela
Loa
loa
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