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Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Página 4 de 6. • 1, 2, 3, 4, 5, 6
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Omg, cada día me gusta más la novela, ¿Cómo la puedes dejar así? Tienes que seguirla o muero aquí mismo. Ahora que ya empiezo a tener tiempo libre, ya que mis profesores han decidido que no es momento para hacer sufrir a sus estudiantes (hasta nuevo aviso), podré comentar tranquilamente.
Besos xx
Besos xx
earthtoAnnn
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
ohh por dioss !!!
no la dejes asiii plisss
sigelaaa
soy nueva lectoraaa me llamo loana pero me dicen loa
sigelaaa plisss
me encantaaaaaa
sigela
Loa
loa
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Hahaha ya la sigo tranquila.earthtoAnnn escribió:Omg, cada día me gusta más la novela, ¿Cómo la puedes dejar así? Tienes que seguirla o muero aquí mismo. Ahora que ya empiezo a tener tiempo libre, ya que mis profesores han decidido que no es momento para hacer sufrir a sus estudiantes (hasta nuevo aviso), podré comentar tranquilamente.
Besos xx
xx :)
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Me alegro de que te guste. Ahora la sigo. :)loa escribió:
ohh por dioss !!!
no la dejes asiii plisss
sigelaaa
soy nueva lectoraaa me llamo loana pero me dicen loa
sigelaaa plisss
me encantaaaaaa
sigela
Loa
xx
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Capítulo 20 "Lovesong" (Parte 1)
Estaba en una especie de nube. Pasamos parte de la mañana en el sofá abrazados viendo La princesa prometida. Niall se sabía de memoria casi todos los diálogos de la película y me los repetía muy cerca del oído. Nos reímos de ciertas escenas, sobre todo coincidimos con la salida de Íñigo Montoya, porque ambos sabíamos qué iba a continuación y porque nos gustaba repetir sus palabras a voz en grito: «Me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir…». Llegamos incluso a hacer una pelea de cojines en el sofá cuando Westley y Montoya se enfrentaron en un combate de espadas.
—«Prepárate a morir» —repetí una vez más preparada para enfrentarme a él.
Yo le tiré un cojín a la cara y él lo cogió al vuelo. Estuvimos forcejeando sin dejar de reír hasta que Niall cayó al suelo y yo aproveché la oportunidad para ponerme a horcajadas sobre él y agarrarlo de las muñecas.
—Vale, me rindo —comentó Niall. Se marcó una media sonrisa que parecía decir que tenía un as guardado en la manga—. Si te acercas más tendrás un premio.
—¿Cuánto me tengo que acercar?
—Solo unos centímetros. Además, ¿qué te puede pasar si te arrimas unos pocos centímetros?
—No sé, dímelo tú. Me has dejado ganar. —Me acerqué a su boca sin llegar a rozarla.
Soltó una carcajada e inmediatamente me colocó debajo de él con suavidad. No podía moverme, aunque no me importaba. Estaba donde quería estar.
—Siento mucho haberte engañado, pero así son las cosas. —Guiñó un ojo—. Soy mejor que tú.
Me reí de su ocurrencia. Él se acercó hasta mi mejilla. Escuché cómo decía mi nombre acariciando mis labios con los suyos. Me gustaba cómo pronunciaba ____ y cómo sonaba en sus labios. Ni siquiera necesitó besarme para que me estremeciera. ¿Cómo era posible que una semana antes no me hubiera planteado siquiera esa posibilidad y que ahora estuviera tan perdidamente enamorada de él?
—«Eres malvado» —repliqué.
Recorrió con sus labios mi cuello y fue subiendo hasta el lóbulo de mi oreja.
—«No sabes cuánto. Pero ¿qué puedo hacer por vos?» —me preguntó, como si fuera el príncipe Humperdinck quien hablaba con Buttercup.
—«Agonizad lentamente cortado en mil pedazos» —le contesté.
Me estaba volviendo loca con su juego.
—«Sois poco amable, alteza. —Me dio un beso que me supo a poco. Alcé el mentón todo lo que pude para que nuestras bocas volvieran a unirse—. ¿Por qué me odiáis tanto? Sabéis que la muerte no detiene el amor.»
Cerré los ojos. Deseaba más que nunca que se acabara la película y que se repitieran otra vez los momentos en los que los protagonistas se decían «Como desees», porque era en esos instantes cuando Niall y yo nos mirábamos y permanecíamos callados. Me gustaba la sensación de que me acariciara el pelo y recorriera con sus dedos mi nuca, así como también me sentía segura cuando apoyaba mi cabeza en su pecho y me acurrucaba a su lado.
—Porque sois tan malvado como el pirata Robert. Me habéis robado el corazón —le respondí al fin.
En ese momento levanté la vista hacia él. Nos perdimos en un beso largo y tibio, y yo percibí la calidez de sus manos recorriendo mi piel. Dejamos que la película se acabara.
Antes de la hora de comer recibí un WhatsApp de Nat. Quería saber cómo estaba. No entendí muy bien a qué venía esa pregunta y por qué estaba tan alarmada.
Bien, muy bien por qué?
Xq acabo de ver en las noticias que ha habido un accidente en tu pueblo. Hablan de 1 xica muerta, respondió mi amiga. Lleva también la marca de la cruz. Lo han bautizado como el Asesino del Rosario.
Durante parte de la mañana me había olvidado de la muerte de Belén y del incendio del casino. No quería darle vueltas a la cabeza sobre lo sucedido, pero sobre todo no quería pensar en la pesadilla que había tenido la noche anterior. ¿Y si realmente yo era la siguiente en la lista de esos dos asesinos? Al menos uno de ellos estaba en prisión preventiva… suponiendo que fuera él. Ya no estaba segura de nada.
Sí, anoche hubo otro asesinato. Belén, la novia de Harry.
K mal rollo, no?
Le conté por encima qué había pasado, cómo Niall salvó a Alba de las llamas hasta que llegaron los bomberos y cómo estos encontraron el cadáver de Belén carbonizado en el patio. También le comenté que casi todos los que habíamos ido a la fiesta habíamos recibido otro mensaje raro que se refería a algún pasaje de la Biblia, salvo los trillizos.
Muy tontos tienen k ser para no haberse incluido en el grupo, respondió Nat.
Eso, o es que alguien les quiere hacer parecer culpables, se me ocurrió de pronto.
Tuve un presentimiento. Comprobé el primer mensaje que recibimos con la foto de Andrea. Conté quiénes lo habíamos recibido y en esa ocasión Liam, Harry y Alba estaban dentro del grupo. El segundo mensaje era un grupo nuevo. Se me había pasado por alto ese detalle. Estaba tan nerviosa cuando lo leí que no advertí que el asesino estaba tratando de confundirnos. Sin embargo, me parecía absurdo y hasta un error de lo más elemental que no cometería alguien que planeaba al milímetro cada asesinato. ¿Había sido un descuido sin más? ¿Había sido aposta? Si fuera así, ¿cabía la posibilidad de que estuviera deseando que lo pillaran? Lo que tenía cada vez más claro era que los mensajes los enviaba una sola persona que se creía el hijo de Dios y hablaba de su obra como si fuera un mensaje divino. En ningún momento incluyó a su compañero dentro de su creación.
Había otra cuestión que no dejaba de desconcertarme: a Andrea le cercenaron las dos manos, mientras que a Belén solo le habían cortado una pierna. No sabía si eso se debía a que no habían tenido tiempo de llevar a cabo su plan y tuvieron que deshacerse antes de tiempo del cadáver o tal vez era premeditado. Esa segunda opción no me cuadraba. Habría puesto la mano en el fuego por que muy pronto iba a haber otra chica a la que le faltara otra pierna.
Gil Grissom, el protagonista de CSI Las Vegas decía: «Las personas mienten, las pruebas no». En ese caso estaba segura de que había alguien que nos estaba haciendo creer que Harry y Liam eran culpables.
Nat escribió varios mensajes. No me di cuenta hasta que me envió el quinto. Me había abstraído como solía ocurrirme cuando un asunto me apasionaba.
ESTÁS AHÍ??? K ES ESO DE K ESTÁS MUY BIEN??? K HA PASADO K NO ME HAYAS DICHO???
Perdona. Le estoy dando vueltas a la cabeza a estos asesinatos.
Nat conocía como nadie mi faceta friki.
DEJA DE SER COMO HOLMES Y DIME K PASA CON TU MEDIO HERMANO?
No es mi hermano, aunque tampoco sé qué somos! Estamos bien así.
Me mordí el labio al recordar los momentos que habíamos pasado en el sofá.
Y cómo es así? Dime algo ya, plis!
Solté una carcajada. Niall se acercó hasta donde estaba.
—¿De qué te ríes? ¿Deduzco que tengo algo que ver con esa sonrisa?
Negué con la cabeza. No quería que descubriera la conversación que me traía con mi amiga.
—Son cosas mías.
—¿Estás hablando con Nat? —preguntó.
Me lo quedé mirando y después le sonreí. No sé si él tenía a algún amigo con el que hablar sobre esas cosas, pero yo necesitaba a mi amiga para desahogarme. Había ciertas cuestiones que no quería hablar con mamá.
—Dile que aún estás sin aliento —me sugirió mordiéndome en el cuello.
—Mejor le digo que aún te tiemblan las rodillas por la pelea de esta mañana.
Esa vez fue él quien soltó una carcajada.
—Cuando quieras repetimos. Todavía me quedan fuerzas.
Le tiré un cojín a la cara.
X K PASAS DE MÍ???, insistió Nat.
—Supongo que podrás hacerte cargo tú solo de la comida —le comenté para que me dejara unos minutos a solas con Nat. Eran más de las dos de la tarde y tenía hambre.
—Está bien. Mensaje captado. Te dejo hablar con tu novia. —Se encogió de hombros—. Por cierto, dile que estoy dentro. Ella lo entenderá. —Se giró dejándome con la palabra en la boca.
No supe de qué estaba hablando y qué se traía con mi amiga. Pero ¿desde cuándo se escribían sin que yo lo supiera? ¿Habrían estado confabulando juntos para que al final termináramos enrollándonos? Ahora entendía por qué mi amiga tenía tanto interés en que viera La princesa prometida.
No paso de ti, es que Niall me estaba entreteniendo.
Stáis juntos? Dime k sí.
Sí, estamos juntos. Desde esta mañana.
LO SABÍA. SABÍA K AL FINAL TERMINARÍAS CON ÉL.
Me ha dicho que está dentro. Que lo entenderías. Qué te traes con él que yo no sepa???
Tardó unos segundos en escribirme.
Jajajaja. Me tengo k ir.
NO ME DEJES ASÍ? NO SEAS MALA.
Adiós. Mañana seguimos hablando.
Mañana puede que la que tenga que irse sea yo. Igual no me encuentras, le dije a modo de amenaza.
Por mucho que le insistiera sabía que Nat no iba a soltar prenda. Me levanté del sofá y saqué el mantel y unos cubiertos para poner la mesa.
—¿Me dejas que te sorprenda? —me pidió Niall.
—¿En qué estás pensando?
Me quitó de las manos el mantel y los cubiertos y me mandó a mi habitación.
—Ya lo verás.
No me quedó otro remedio que hacerle caso y marcharme a mi habitación. Aproveché para empezar un esquema que pegué con celo para después colgarlo en la pared. No quería que se me pasara ningún detalle.
Estaba en una especie de nube. Pasamos parte de la mañana en el sofá abrazados viendo La princesa prometida. Niall se sabía de memoria casi todos los diálogos de la película y me los repetía muy cerca del oído. Nos reímos de ciertas escenas, sobre todo coincidimos con la salida de Íñigo Montoya, porque ambos sabíamos qué iba a continuación y porque nos gustaba repetir sus palabras a voz en grito: «Me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir…». Llegamos incluso a hacer una pelea de cojines en el sofá cuando Westley y Montoya se enfrentaron en un combate de espadas.
—«Prepárate a morir» —repetí una vez más preparada para enfrentarme a él.
Yo le tiré un cojín a la cara y él lo cogió al vuelo. Estuvimos forcejeando sin dejar de reír hasta que Niall cayó al suelo y yo aproveché la oportunidad para ponerme a horcajadas sobre él y agarrarlo de las muñecas.
—Vale, me rindo —comentó Niall. Se marcó una media sonrisa que parecía decir que tenía un as guardado en la manga—. Si te acercas más tendrás un premio.
—¿Cuánto me tengo que acercar?
—Solo unos centímetros. Además, ¿qué te puede pasar si te arrimas unos pocos centímetros?
—No sé, dímelo tú. Me has dejado ganar. —Me acerqué a su boca sin llegar a rozarla.
Soltó una carcajada e inmediatamente me colocó debajo de él con suavidad. No podía moverme, aunque no me importaba. Estaba donde quería estar.
—Siento mucho haberte engañado, pero así son las cosas. —Guiñó un ojo—. Soy mejor que tú.
Me reí de su ocurrencia. Él se acercó hasta mi mejilla. Escuché cómo decía mi nombre acariciando mis labios con los suyos. Me gustaba cómo pronunciaba ____ y cómo sonaba en sus labios. Ni siquiera necesitó besarme para que me estremeciera. ¿Cómo era posible que una semana antes no me hubiera planteado siquiera esa posibilidad y que ahora estuviera tan perdidamente enamorada de él?
—«Eres malvado» —repliqué.
Recorrió con sus labios mi cuello y fue subiendo hasta el lóbulo de mi oreja.
—«No sabes cuánto. Pero ¿qué puedo hacer por vos?» —me preguntó, como si fuera el príncipe Humperdinck quien hablaba con Buttercup.
—«Agonizad lentamente cortado en mil pedazos» —le contesté.
Me estaba volviendo loca con su juego.
—«Sois poco amable, alteza. —Me dio un beso que me supo a poco. Alcé el mentón todo lo que pude para que nuestras bocas volvieran a unirse—. ¿Por qué me odiáis tanto? Sabéis que la muerte no detiene el amor.»
Cerré los ojos. Deseaba más que nunca que se acabara la película y que se repitieran otra vez los momentos en los que los protagonistas se decían «Como desees», porque era en esos instantes cuando Niall y yo nos mirábamos y permanecíamos callados. Me gustaba la sensación de que me acariciara el pelo y recorriera con sus dedos mi nuca, así como también me sentía segura cuando apoyaba mi cabeza en su pecho y me acurrucaba a su lado.
—Porque sois tan malvado como el pirata Robert. Me habéis robado el corazón —le respondí al fin.
En ese momento levanté la vista hacia él. Nos perdimos en un beso largo y tibio, y yo percibí la calidez de sus manos recorriendo mi piel. Dejamos que la película se acabara.
Antes de la hora de comer recibí un WhatsApp de Nat. Quería saber cómo estaba. No entendí muy bien a qué venía esa pregunta y por qué estaba tan alarmada.
Bien, muy bien por qué?
Xq acabo de ver en las noticias que ha habido un accidente en tu pueblo. Hablan de 1 xica muerta, respondió mi amiga. Lleva también la marca de la cruz. Lo han bautizado como el Asesino del Rosario.
Durante parte de la mañana me había olvidado de la muerte de Belén y del incendio del casino. No quería darle vueltas a la cabeza sobre lo sucedido, pero sobre todo no quería pensar en la pesadilla que había tenido la noche anterior. ¿Y si realmente yo era la siguiente en la lista de esos dos asesinos? Al menos uno de ellos estaba en prisión preventiva… suponiendo que fuera él. Ya no estaba segura de nada.
Sí, anoche hubo otro asesinato. Belén, la novia de Harry.
K mal rollo, no?
Le conté por encima qué había pasado, cómo Niall salvó a Alba de las llamas hasta que llegaron los bomberos y cómo estos encontraron el cadáver de Belén carbonizado en el patio. También le comenté que casi todos los que habíamos ido a la fiesta habíamos recibido otro mensaje raro que se refería a algún pasaje de la Biblia, salvo los trillizos.
Muy tontos tienen k ser para no haberse incluido en el grupo, respondió Nat.
Eso, o es que alguien les quiere hacer parecer culpables, se me ocurrió de pronto.
Tuve un presentimiento. Comprobé el primer mensaje que recibimos con la foto de Andrea. Conté quiénes lo habíamos recibido y en esa ocasión Liam, Harry y Alba estaban dentro del grupo. El segundo mensaje era un grupo nuevo. Se me había pasado por alto ese detalle. Estaba tan nerviosa cuando lo leí que no advertí que el asesino estaba tratando de confundirnos. Sin embargo, me parecía absurdo y hasta un error de lo más elemental que no cometería alguien que planeaba al milímetro cada asesinato. ¿Había sido un descuido sin más? ¿Había sido aposta? Si fuera así, ¿cabía la posibilidad de que estuviera deseando que lo pillaran? Lo que tenía cada vez más claro era que los mensajes los enviaba una sola persona que se creía el hijo de Dios y hablaba de su obra como si fuera un mensaje divino. En ningún momento incluyó a su compañero dentro de su creación.
Había otra cuestión que no dejaba de desconcertarme: a Andrea le cercenaron las dos manos, mientras que a Belén solo le habían cortado una pierna. No sabía si eso se debía a que no habían tenido tiempo de llevar a cabo su plan y tuvieron que deshacerse antes de tiempo del cadáver o tal vez era premeditado. Esa segunda opción no me cuadraba. Habría puesto la mano en el fuego por que muy pronto iba a haber otra chica a la que le faltara otra pierna.
Gil Grissom, el protagonista de CSI Las Vegas decía: «Las personas mienten, las pruebas no». En ese caso estaba segura de que había alguien que nos estaba haciendo creer que Harry y Liam eran culpables.
Nat escribió varios mensajes. No me di cuenta hasta que me envió el quinto. Me había abstraído como solía ocurrirme cuando un asunto me apasionaba.
ESTÁS AHÍ??? K ES ESO DE K ESTÁS MUY BIEN??? K HA PASADO K NO ME HAYAS DICHO???
Perdona. Le estoy dando vueltas a la cabeza a estos asesinatos.
Nat conocía como nadie mi faceta friki.
DEJA DE SER COMO HOLMES Y DIME K PASA CON TU MEDIO HERMANO?
No es mi hermano, aunque tampoco sé qué somos! Estamos bien así.
Me mordí el labio al recordar los momentos que habíamos pasado en el sofá.
Y cómo es así? Dime algo ya, plis!
Solté una carcajada. Niall se acercó hasta donde estaba.
—¿De qué te ríes? ¿Deduzco que tengo algo que ver con esa sonrisa?
Negué con la cabeza. No quería que descubriera la conversación que me traía con mi amiga.
—Son cosas mías.
—¿Estás hablando con Nat? —preguntó.
Me lo quedé mirando y después le sonreí. No sé si él tenía a algún amigo con el que hablar sobre esas cosas, pero yo necesitaba a mi amiga para desahogarme. Había ciertas cuestiones que no quería hablar con mamá.
—Dile que aún estás sin aliento —me sugirió mordiéndome en el cuello.
—Mejor le digo que aún te tiemblan las rodillas por la pelea de esta mañana.
Esa vez fue él quien soltó una carcajada.
—Cuando quieras repetimos. Todavía me quedan fuerzas.
Le tiré un cojín a la cara.
X K PASAS DE MÍ???, insistió Nat.
—Supongo que podrás hacerte cargo tú solo de la comida —le comenté para que me dejara unos minutos a solas con Nat. Eran más de las dos de la tarde y tenía hambre.
—Está bien. Mensaje captado. Te dejo hablar con tu novia. —Se encogió de hombros—. Por cierto, dile que estoy dentro. Ella lo entenderá. —Se giró dejándome con la palabra en la boca.
No supe de qué estaba hablando y qué se traía con mi amiga. Pero ¿desde cuándo se escribían sin que yo lo supiera? ¿Habrían estado confabulando juntos para que al final termináramos enrollándonos? Ahora entendía por qué mi amiga tenía tanto interés en que viera La princesa prometida.
No paso de ti, es que Niall me estaba entreteniendo.
Stáis juntos? Dime k sí.
Sí, estamos juntos. Desde esta mañana.
LO SABÍA. SABÍA K AL FINAL TERMINARÍAS CON ÉL.
Me ha dicho que está dentro. Que lo entenderías. Qué te traes con él que yo no sepa???
Tardó unos segundos en escribirme.
Jajajaja. Me tengo k ir.
NO ME DEJES ASÍ? NO SEAS MALA.
Adiós. Mañana seguimos hablando.
Mañana puede que la que tenga que irse sea yo. Igual no me encuentras, le dije a modo de amenaza.
Por mucho que le insistiera sabía que Nat no iba a soltar prenda. Me levanté del sofá y saqué el mantel y unos cubiertos para poner la mesa.
—¿Me dejas que te sorprenda? —me pidió Niall.
—¿En qué estás pensando?
Me quitó de las manos el mantel y los cubiertos y me mandó a mi habitación.
—Ya lo verás.
No me quedó otro remedio que hacerle caso y marcharme a mi habitación. Aproveché para empezar un esquema que pegué con celo para después colgarlo en la pared. No quería que se me pasara ningún detalle.
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Capítulo 20 "Lovesong" (Parte 2)
No sé cuánto tiempo pasó hasta que Niall llamó a la puerta de mi habitación. No dejó que le preguntara a qué venía tanto misterio. Llevaba un pañuelo en la mano con el que me vendó los ojos. Me cogió de la mano y me ayudó a bajar las escaleras. Mientras bajábamos él iba hablando con alguien en inglés por teléfono. Me llevó hasta una silla e hizo que me sentara.
—¿Estás preparada? —quiso saber.
¿Acaso me quedaba otra opción que no fuera confiar en él? Las dudas que había tenido hacia él en los días anteriores se habían esfumado.
—Sí —musité.
Cuando me quitó la venda estaba frente a su ordenador. Me quedé sin habla. Al otro lado de la pantalla había un montón de imágenes nuestras. Eran fotos de diferentes momentos desde que nos habíamos conocido. No sé cómo había conseguido grabar un CD sin que yo me enterara. Había también un sobre encima de la mesa.
—Ábrelo —me pidió Niall.
Dentro había una foto de Adele muy embarazada con su firma, un disco de edición limitada y unas palabras de mi cantante favorita, «Hello, Emma. How are you?»,* acompañadas de su rúbrica.
—Fine* —respondí mirándolo a los ojos.
Me comentó que su novio era muy amigo del padre de Niall y que este le había pedido que le firmara el disco de edición limitada.
Se me saltaron las lágrimas cuando Niall le dio al play y empezó a sonar «Lovesong» mientras el vídeo iba pasando fotos nuestras. Siempre me había gustado esa canción cuando la cantaba The Cure —papá la ponía casi siempre cuando vivía en casa—, pero desde que Adele sacó su versión pasó a ser mi favorita. Niall estaba detrás de mí y me cogía la mano. Tiré de su brazo e hice que se sentara conmigo. Yo me acomodé en su regazo y terminamos de escuchar la canción. Me emocioné al ver la primera foto que nos hicieron juntos. Fue en una heladería de Valencia. Niall llevaba un helado y me había manchado la nariz de chocolate. Recuerdo que aquello me enfureció mucho y acabé tirándole su cucurucho al suelo. También incluyó otra en la que me tiraba de las trenzas, o aquella en la que yo le sacaba la lengua. Me estremecí cuando vi una instantánea de cuando nació Carlota y los dos nos peleábamos por sostenerla en brazos. Al final ganó él porque me hizo cosquillas, y yo me pasé más de media hora enfadada. No podía dejar de reírme, porque durante cinco años nos habíamos estado chinchando.
Ahora que veía las fotografías no me parecían tan graves todas nuestras pequeñas rencillas. Le habían dado emoción a nuestra relación.
El vídeo también mostró una foto que nos habíamos hecho el año anterior, el último día de verano que pasamos en Caños del Agua. Paseábamos descalzos por la orilla del río.
—Ese día me di cuenta de que siempre me habías gustado —me susurró al oído.
Whenever I’m alone with you
You make me feel like I am home again
Whenever I’m alone with you
You make me feel like I am whole again
Whenever I’m alone with you
You make me feel like I am young again
Whenever I’m alone with you
You make me feel like I am fun again
However far away
I will always love you
However long I stay
I will always love you
Whatever words I say
I will always love you
I will always love you
Whenever I’m alone with you
You make me feel like I am free again
Whenever I’m alone with you
You make me feel like I am clean again
However far away
I will always love you
However long I stay
I will always love you
Whatever words I say
I will always love you
I will always love you.*
—¡Oh, Niall! —exclamé. Me temblaba todo el cuerpo cuando el vídeo terminó—. ¿Cómo sabías que me gustaba esta canción?
—Uno, que tiene sus recursos.
—¿Ha sido Nat? ¿Verdad que ha sido ella?
—No revelaré mis fuentes.
—¿Y si te torturo lentamente?
Se levantó y apagó el ordenador. Después se giró hacia mí y me dijo:
—Como desees. Eso lo dejo a tu elección.
No sé cuánto tiempo pasó hasta que Niall llamó a la puerta de mi habitación. No dejó que le preguntara a qué venía tanto misterio. Llevaba un pañuelo en la mano con el que me vendó los ojos. Me cogió de la mano y me ayudó a bajar las escaleras. Mientras bajábamos él iba hablando con alguien en inglés por teléfono. Me llevó hasta una silla e hizo que me sentara.
—¿Estás preparada? —quiso saber.
¿Acaso me quedaba otra opción que no fuera confiar en él? Las dudas que había tenido hacia él en los días anteriores se habían esfumado.
—Sí —musité.
Cuando me quitó la venda estaba frente a su ordenador. Me quedé sin habla. Al otro lado de la pantalla había un montón de imágenes nuestras. Eran fotos de diferentes momentos desde que nos habíamos conocido. No sé cómo había conseguido grabar un CD sin que yo me enterara. Había también un sobre encima de la mesa.
—Ábrelo —me pidió Niall.
Dentro había una foto de Adele muy embarazada con su firma, un disco de edición limitada y unas palabras de mi cantante favorita, «Hello, Emma. How are you?»,* acompañadas de su rúbrica.
—Fine* —respondí mirándolo a los ojos.
Me comentó que su novio era muy amigo del padre de Niall y que este le había pedido que le firmara el disco de edición limitada.
Se me saltaron las lágrimas cuando Niall le dio al play y empezó a sonar «Lovesong» mientras el vídeo iba pasando fotos nuestras. Siempre me había gustado esa canción cuando la cantaba The Cure —papá la ponía casi siempre cuando vivía en casa—, pero desde que Adele sacó su versión pasó a ser mi favorita. Niall estaba detrás de mí y me cogía la mano. Tiré de su brazo e hice que se sentara conmigo. Yo me acomodé en su regazo y terminamos de escuchar la canción. Me emocioné al ver la primera foto que nos hicieron juntos. Fue en una heladería de Valencia. Niall llevaba un helado y me había manchado la nariz de chocolate. Recuerdo que aquello me enfureció mucho y acabé tirándole su cucurucho al suelo. También incluyó otra en la que me tiraba de las trenzas, o aquella en la que yo le sacaba la lengua. Me estremecí cuando vi una instantánea de cuando nació Carlota y los dos nos peleábamos por sostenerla en brazos. Al final ganó él porque me hizo cosquillas, y yo me pasé más de media hora enfadada. No podía dejar de reírme, porque durante cinco años nos habíamos estado chinchando.
Ahora que veía las fotografías no me parecían tan graves todas nuestras pequeñas rencillas. Le habían dado emoción a nuestra relación.
El vídeo también mostró una foto que nos habíamos hecho el año anterior, el último día de verano que pasamos en Caños del Agua. Paseábamos descalzos por la orilla del río.
—Ese día me di cuenta de que siempre me habías gustado —me susurró al oído.
Whenever I’m alone with you
You make me feel like I am home again
Whenever I’m alone with you
You make me feel like I am whole again
Whenever I’m alone with you
You make me feel like I am young again
Whenever I’m alone with you
You make me feel like I am fun again
However far away
I will always love you
However long I stay
I will always love you
Whatever words I say
I will always love you
I will always love you
Whenever I’m alone with you
You make me feel like I am free again
Whenever I’m alone with you
You make me feel like I am clean again
However far away
I will always love you
However long I stay
I will always love you
Whatever words I say
I will always love you
I will always love you.*
—¡Oh, Niall! —exclamé. Me temblaba todo el cuerpo cuando el vídeo terminó—. ¿Cómo sabías que me gustaba esta canción?
—Uno, que tiene sus recursos.
—¿Ha sido Nat? ¿Verdad que ha sido ella?
—No revelaré mis fuentes.
—¿Y si te torturo lentamente?
Se levantó y apagó el ordenador. Después se giró hacia mí y me dijo:
—Como desees. Eso lo dejo a tu elección.
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
aaaaahhhhhhhhhhhhh
no tiene s ni idea de cuanto amo esta noveee
plisss sigelaaa hoy si puedes es que me mata la intriga de saber que pasaaaa
plisss sigelaaaa
sigelaaaaaaaaa
Mueroooooo
Loa
loa
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Hollis!!! Giiiiiirl me canta tu nove! Llevo todo el día leyéndola y no sabes! La amo!!!
Entre la historia de amorts y la intriga y misterio de los asesinatos pum!! Me encanta!
Entre la historia de amorts y la intriga y misterio de los asesinatos pum!! Me encanta!
Karrie58
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Capítulo 21 "Todo te lo puedo dar..." (Parte 1)
Aún seguía pensando en la canción y en el vídeo que había hecho Niall para los dos. No me podía creer que su padre y el novio de Adele fueran amigos. Pero ¿qué clase de amistades tenía su padre como para conseguir que la mejor artista de este siglo me firmara un CD de edición limitada? Era recordarlo y emocionarme.
Mientras comíamos no dejaba de mirarlo. Su sorpresa era el mayor regalo que me habían hecho nunca. Sin embargo, él parecía no darle importancia y disfrutaba viéndome tan contenta.
Él, por su parte, hablaba de una película que no había visto y que insistía en que viésemos después de comer. Se trataba de Bringing up Baby, que en España se tradujo como La fiera de mi niña, una cinta en blanco y negro, protagonizada por Katharine Hepburn y Cary Grant. Según me comentó, el ritmo de los diálogos era vertiginoso y en casi todo momento era ella quien lo marcaba. No fue un éxito de taquilla cuando se estrenó, pero con el tiempo la crítica le hizo justicia y pasó a considerarla una obra maestra.
—Es cierto que puede parecer una historia absurda —Niall seguía hablando cuando terminó de comer—, aunque su propósito era divertir. Sus diálogos son un poco inocentes; sin embargo, tenemos que entender el contexto en el que se crearon.
Me maravillaba que supiera tanto de cine y que además conociera las curiosidades de los rodajes.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —lo interrumpí.
Se puso serio.
—¿Aún sigues pensando que soy un asesino? Eso, o te estoy aburriendo.
Reprimí un bufido y negué con la cabeza.
—Ni una cosa ni la otra.
—Entonces pregunta.
—¿Cuándo te empezó a gustar el cine?
Se me quedó mirando. Parecía pensar en lo que iba a contestarme.
—Si no quieres no me contestes —le comenté bajando los ojos por haber tocado un tema que parecía dolerle.
—No pasa nada. —Esbozó una media sonrisa—. Durante los tres años que estuve entrando y saliendo de los hospitales, mis padres se pasaban el día discutiendo. No sabían cómo sobrellevar mi enfermedad. No sé de dónde se sacaron la idea de que ellos tenían algo que ver con lo que me había pasado. Pasaron de vivir en una comuna en Ibiza a hacer vida en las consultas y las habitaciones de los mejores hospitales de Estados Unidos. Mi madre le reprochaba a mi padre que nunca tuviera tiempo para nosotros, y papá se pasaba el día viajando. No aguantaba la tensión y me aficioné al cine porque era una manera de evadirme. En realidad fue mi abuelo quien me metió el gusanillo en el cuerpo. La leucemia me hizo comprender que en este mundo no hay nada tan importante como mantener una actitud positiva y una sonrisa. No poseo más que lo que ves ahora. Lo demás no es importante.
Me había dejado sin palabras. Cuanto más sabía de él, más y más lo quería. Ahora ya no me podía imaginar mi vida sin él.
—Siento haber sacado el tema.
—No, Yasmine, ya no me duele hablar de este tema. Cuando uno acaba un libro tiene que saber que ha de cerrarlo. Si te entretienes en la última página te estás perdiendo otros muchos libros que podrías leer, una nueva aventura por vivir. Por más veces que la vida me haya puesto la zancadilla siempre me he levantado. Siempre hay una siguiente vez, una nueva oportunidad. Solo has de estar atento.
Me levanté para abrazarlo con fuerza. Ahora era yo quien necesitaba sentirlo cerca de mí. De pronto entendía muchas cosas de él; por ejemplo, que su actitud no era despreocupada, como siempre había pensado, era más bien un dejarse arrastrar por la corriente de la vida. Niall era como un río que fluía libre por su cauce. Por muchos obstáculos que encontrara en el camino al final encontraba un hueco para seguir avanzando.
Él aceptó mis caricias y mis besos, y creo que hasta se aprovechó de que tenía la guardia baja. Muy hábilmente hizo que recogiera la mesa y que fregara los platos mientras él preparaba unos tés y unas galletas para ver Bringing up Baby.
Me arrastró hacia el sofá cuando terminé de colocar todo en los armarios. Aún llevaba las manos mojadas y aproveché para meterlas debajo de su camiseta. Acaricié su pecho y dibujé un corazón. Noté cómo temblaba. Me miró a los ojos con deseo, quizá esperando a que siguiera más allá de esa inocente caricia. Le quité la camiseta al tiempo que Niall soltaba un gemido. Estaba moreno, y su pecho era musculoso. Seguí con el índice la línea de su abdomen y subí hasta sus pezones, oscuros y pequeños. Sentí que su piel se estremecía con el roce de mi dedo.
—Si sigues por ese camino no sé si voy a poder contenerme.
No le contesté. Jugué con sus labios a pegarle pequeños bocados y a chuparlos, a explorarlos con calma mientras seguía acariciándole el pecho.
—Te lo estoy diciendo en serio —gimió.
Descendí con mi boca hasta su cuello, lo lamí y después subí hasta el lóbulo de su oreja. Me gustaba su sabor.
—Yo también —le susurré al oído.
Entonces Niall, incapaz de resistir mucho más, me colocó con cuidado debajo de él. Me quitó la camiseta, el sujetador y sus manos buscaron mis pechos. Los rozó con sus labios y se recreó dibujando un corazón con su lengua. Nuestros dedos se entrelazaron. Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Noté la excitación de Niall y cómo un calor interno me abrasaba por dentro. La intensidad de sus besos fue subiendo y yo solté un gemido prolongado. Al abrir de nuevo los párpados advertí que la expresión de Niall era de puro deseo. En el punto en el que nos encontrábamos sabía que no había vuelta atrás, que ambos queríamos lo mismo.
—¿Estás segura?
Tragué saliva asintiendo. No tenía miedo de entregarme a él. Confiaba ciegamente en él.
Descendió con las manos hasta mis pantalones, me desabrochó el botón y me los quitó con mucho mimo, besando mis piernas y mis pies. Me había quedado desnuda y ardía en deseos de que siguiera.
Me incorporé en el sofá para hacer lo mismo que él había hecho. Le desabroché el botón de los pantalones y deslicé mis dedos por la cinturilla para que se los bajara. Niall se desembarazó de sus calzoncillos y me tumbó de nuevo en el sofá. Era extraordinario verlo desnudo. Volvimos a besarnos con calma y dejamos que el juego del amor siguiera hasta el final.
Había sido maravilloso. Suspiré sobre su pecho recordando los momentos que habíamos vivido unos minutos antes. Con un dedo le iba dibujando corazones en su espalda y él me abrazaba fuerte, como si temiera que pudiera desaparecer.
Nos vestimos sin dejar de observarnos. Creo que si Niall hubiera sido otro chico me habría sonrojado, pero sentía que nos conocíamos muy bien para andarnos con ñoñerías.
—¿Te apetece ver la película que me has comentado antes?
—Siempre y cuando tú me acompañes. No tendría sentido si tú no estuvieras conmigo.
Yo me coloqué en el regazo de Niall, mientras él le daba al play. Cerré los ojos e inspiré su aroma de niño. Mis labios esbozaron una sonrisa.
—¿Se puede saber por qué sonríes?
—¿Tú por qué crees? —le contesté.
—Me gusta que me lo digas.
—Sonrío por esto. —Le di un largo beso que nos dejó sin aliento.
La película empezó y enseguida me contagié de las risas de Niall. Como él me había comentado, los diálogos me parecían un poco ingenuos, aunque a medida que se sucedían las escenas no podíamos dejar de reírnos. La protagonista no hacía más que sabotear cualquier cosa que hiciera Cary Grant, desde desgarrarle el esmoquin (aunque segundos después él le pisaba el vestido a ella y se lo rompía, de manera que a la protagonista se le veían las bragas) hasta abollarle el coche.
—Atenta a esta canción —me dijo Niall cuando Cary Grant y Katharine Hepburn se ponen a buscar la mascota de esta por un pequeño lago.
Como estábamos viendo la película en versión original, Niall insistió en poner la canción en español. Me comentó que la primera vez que la vio fue doblada y se pasó varios días cantándola.
«Todo te lo puedo dar menos el amor, Baby…», decía la letra. Mientras él la cantaba yo lo miraba. ¡Cuántas cosas me quedaban por descubrir y cuántas cosas estaba dispuesto a ofrecerme! Él me ofrecía una sorpresa tras otra, o quizá era yo la que se maravillaba cada vez que me mostraba algo nuevo. A su lado me sentía como una niña en la mañana de reyes.
Antes de que acabara la película tuve que reconocer que me parecía maravillosa. Nos pusimos a cantar en el comedor la canción mientras él me perseguía alrededor de la mesa. Yo me reía y procuraba no perder detalle ni de los gestos que hacía Niall ni de la película, que aún no había acabado. Se había colocado sus gafas para leer y adoptó la actitud de Cary Grant cuando buscaba a la mascota de la protagonista.
En ese momento llamaron al timbre. Dejamos de cantar y miramos hacia la puerta. En los pueblos había una especie de acuerdo tácito de que nadie molestara a nadie hasta pasadas las cinco de la tarde. La hora de la siesta era sagrada. Volvió a insistir y fui yo quien fue a abrir.
Me sorprendió ver a Louis al otro lado. Venía acalorado y con los labios secos.
—Hola, ¿qué tal? —me saludó bajando la mirada al suelo—. ¿Puedo pasar?
—Sí, claro, pasa. —Me aparté para que entrara.
Niall detuvo la película y se acercó hasta Louis con la mano en alto. Se saludaron chocando las palmas.
—Hey, tío, ¿qué hay? —dijo Niall.
Observé detenidamente a Louis. Posiblemente era el chico más guapo de Caños del Agua, aunque resultaba invisible dentro del grupo de D’ Artagnan y los Tres Mosqueteros. Solía saludar con un movimiento de cabeza y bajaba los párpados cuando una chica lo miraba a la cara. No se parecía en nada a Dani, su hermano. Louis era algo más alto y más musculoso. Era tan moreno como los trillizos y en alguna ocasión más de uno había creído que eran hermanos. En lo único en lo que no se parecían era en el color de los ojos. Mientras que Liam y Harry los tenían marrón y verdes, respectivamente, este los tenía azules como el cielo.
Le ofrecí una silla para que se sentara a la mesa.
Aún seguía pensando en la canción y en el vídeo que había hecho Niall para los dos. No me podía creer que su padre y el novio de Adele fueran amigos. Pero ¿qué clase de amistades tenía su padre como para conseguir que la mejor artista de este siglo me firmara un CD de edición limitada? Era recordarlo y emocionarme.
Mientras comíamos no dejaba de mirarlo. Su sorpresa era el mayor regalo que me habían hecho nunca. Sin embargo, él parecía no darle importancia y disfrutaba viéndome tan contenta.
Él, por su parte, hablaba de una película que no había visto y que insistía en que viésemos después de comer. Se trataba de Bringing up Baby, que en España se tradujo como La fiera de mi niña, una cinta en blanco y negro, protagonizada por Katharine Hepburn y Cary Grant. Según me comentó, el ritmo de los diálogos era vertiginoso y en casi todo momento era ella quien lo marcaba. No fue un éxito de taquilla cuando se estrenó, pero con el tiempo la crítica le hizo justicia y pasó a considerarla una obra maestra.
—Es cierto que puede parecer una historia absurda —Niall seguía hablando cuando terminó de comer—, aunque su propósito era divertir. Sus diálogos son un poco inocentes; sin embargo, tenemos que entender el contexto en el que se crearon.
Me maravillaba que supiera tanto de cine y que además conociera las curiosidades de los rodajes.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —lo interrumpí.
Se puso serio.
—¿Aún sigues pensando que soy un asesino? Eso, o te estoy aburriendo.
Reprimí un bufido y negué con la cabeza.
—Ni una cosa ni la otra.
—Entonces pregunta.
—¿Cuándo te empezó a gustar el cine?
Se me quedó mirando. Parecía pensar en lo que iba a contestarme.
—Si no quieres no me contestes —le comenté bajando los ojos por haber tocado un tema que parecía dolerle.
—No pasa nada. —Esbozó una media sonrisa—. Durante los tres años que estuve entrando y saliendo de los hospitales, mis padres se pasaban el día discutiendo. No sabían cómo sobrellevar mi enfermedad. No sé de dónde se sacaron la idea de que ellos tenían algo que ver con lo que me había pasado. Pasaron de vivir en una comuna en Ibiza a hacer vida en las consultas y las habitaciones de los mejores hospitales de Estados Unidos. Mi madre le reprochaba a mi padre que nunca tuviera tiempo para nosotros, y papá se pasaba el día viajando. No aguantaba la tensión y me aficioné al cine porque era una manera de evadirme. En realidad fue mi abuelo quien me metió el gusanillo en el cuerpo. La leucemia me hizo comprender que en este mundo no hay nada tan importante como mantener una actitud positiva y una sonrisa. No poseo más que lo que ves ahora. Lo demás no es importante.
Me había dejado sin palabras. Cuanto más sabía de él, más y más lo quería. Ahora ya no me podía imaginar mi vida sin él.
—Siento haber sacado el tema.
—No, Yasmine, ya no me duele hablar de este tema. Cuando uno acaba un libro tiene que saber que ha de cerrarlo. Si te entretienes en la última página te estás perdiendo otros muchos libros que podrías leer, una nueva aventura por vivir. Por más veces que la vida me haya puesto la zancadilla siempre me he levantado. Siempre hay una siguiente vez, una nueva oportunidad. Solo has de estar atento.
Me levanté para abrazarlo con fuerza. Ahora era yo quien necesitaba sentirlo cerca de mí. De pronto entendía muchas cosas de él; por ejemplo, que su actitud no era despreocupada, como siempre había pensado, era más bien un dejarse arrastrar por la corriente de la vida. Niall era como un río que fluía libre por su cauce. Por muchos obstáculos que encontrara en el camino al final encontraba un hueco para seguir avanzando.
Él aceptó mis caricias y mis besos, y creo que hasta se aprovechó de que tenía la guardia baja. Muy hábilmente hizo que recogiera la mesa y que fregara los platos mientras él preparaba unos tés y unas galletas para ver Bringing up Baby.
Me arrastró hacia el sofá cuando terminé de colocar todo en los armarios. Aún llevaba las manos mojadas y aproveché para meterlas debajo de su camiseta. Acaricié su pecho y dibujé un corazón. Noté cómo temblaba. Me miró a los ojos con deseo, quizá esperando a que siguiera más allá de esa inocente caricia. Le quité la camiseta al tiempo que Niall soltaba un gemido. Estaba moreno, y su pecho era musculoso. Seguí con el índice la línea de su abdomen y subí hasta sus pezones, oscuros y pequeños. Sentí que su piel se estremecía con el roce de mi dedo.
—Si sigues por ese camino no sé si voy a poder contenerme.
No le contesté. Jugué con sus labios a pegarle pequeños bocados y a chuparlos, a explorarlos con calma mientras seguía acariciándole el pecho.
—Te lo estoy diciendo en serio —gimió.
Descendí con mi boca hasta su cuello, lo lamí y después subí hasta el lóbulo de su oreja. Me gustaba su sabor.
—Yo también —le susurré al oído.
Entonces Niall, incapaz de resistir mucho más, me colocó con cuidado debajo de él. Me quitó la camiseta, el sujetador y sus manos buscaron mis pechos. Los rozó con sus labios y se recreó dibujando un corazón con su lengua. Nuestros dedos se entrelazaron. Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos. Noté la excitación de Niall y cómo un calor interno me abrasaba por dentro. La intensidad de sus besos fue subiendo y yo solté un gemido prolongado. Al abrir de nuevo los párpados advertí que la expresión de Niall era de puro deseo. En el punto en el que nos encontrábamos sabía que no había vuelta atrás, que ambos queríamos lo mismo.
—¿Estás segura?
Tragué saliva asintiendo. No tenía miedo de entregarme a él. Confiaba ciegamente en él.
Descendió con las manos hasta mis pantalones, me desabrochó el botón y me los quitó con mucho mimo, besando mis piernas y mis pies. Me había quedado desnuda y ardía en deseos de que siguiera.
Me incorporé en el sofá para hacer lo mismo que él había hecho. Le desabroché el botón de los pantalones y deslicé mis dedos por la cinturilla para que se los bajara. Niall se desembarazó de sus calzoncillos y me tumbó de nuevo en el sofá. Era extraordinario verlo desnudo. Volvimos a besarnos con calma y dejamos que el juego del amor siguiera hasta el final.
Había sido maravilloso. Suspiré sobre su pecho recordando los momentos que habíamos vivido unos minutos antes. Con un dedo le iba dibujando corazones en su espalda y él me abrazaba fuerte, como si temiera que pudiera desaparecer.
Nos vestimos sin dejar de observarnos. Creo que si Niall hubiera sido otro chico me habría sonrojado, pero sentía que nos conocíamos muy bien para andarnos con ñoñerías.
—¿Te apetece ver la película que me has comentado antes?
—Siempre y cuando tú me acompañes. No tendría sentido si tú no estuvieras conmigo.
Yo me coloqué en el regazo de Niall, mientras él le daba al play. Cerré los ojos e inspiré su aroma de niño. Mis labios esbozaron una sonrisa.
—¿Se puede saber por qué sonríes?
—¿Tú por qué crees? —le contesté.
—Me gusta que me lo digas.
—Sonrío por esto. —Le di un largo beso que nos dejó sin aliento.
La película empezó y enseguida me contagié de las risas de Niall. Como él me había comentado, los diálogos me parecían un poco ingenuos, aunque a medida que se sucedían las escenas no podíamos dejar de reírnos. La protagonista no hacía más que sabotear cualquier cosa que hiciera Cary Grant, desde desgarrarle el esmoquin (aunque segundos después él le pisaba el vestido a ella y se lo rompía, de manera que a la protagonista se le veían las bragas) hasta abollarle el coche.
—Atenta a esta canción —me dijo Niall cuando Cary Grant y Katharine Hepburn se ponen a buscar la mascota de esta por un pequeño lago.
Como estábamos viendo la película en versión original, Niall insistió en poner la canción en español. Me comentó que la primera vez que la vio fue doblada y se pasó varios días cantándola.
«Todo te lo puedo dar menos el amor, Baby…», decía la letra. Mientras él la cantaba yo lo miraba. ¡Cuántas cosas me quedaban por descubrir y cuántas cosas estaba dispuesto a ofrecerme! Él me ofrecía una sorpresa tras otra, o quizá era yo la que se maravillaba cada vez que me mostraba algo nuevo. A su lado me sentía como una niña en la mañana de reyes.
Antes de que acabara la película tuve que reconocer que me parecía maravillosa. Nos pusimos a cantar en el comedor la canción mientras él me perseguía alrededor de la mesa. Yo me reía y procuraba no perder detalle ni de los gestos que hacía Niall ni de la película, que aún no había acabado. Se había colocado sus gafas para leer y adoptó la actitud de Cary Grant cuando buscaba a la mascota de la protagonista.
En ese momento llamaron al timbre. Dejamos de cantar y miramos hacia la puerta. En los pueblos había una especie de acuerdo tácito de que nadie molestara a nadie hasta pasadas las cinco de la tarde. La hora de la siesta era sagrada. Volvió a insistir y fui yo quien fue a abrir.
Me sorprendió ver a Louis al otro lado. Venía acalorado y con los labios secos.
—Hola, ¿qué tal? —me saludó bajando la mirada al suelo—. ¿Puedo pasar?
—Sí, claro, pasa. —Me aparté para que entrara.
Niall detuvo la película y se acercó hasta Louis con la mano en alto. Se saludaron chocando las palmas.
—Hey, tío, ¿qué hay? —dijo Niall.
Observé detenidamente a Louis. Posiblemente era el chico más guapo de Caños del Agua, aunque resultaba invisible dentro del grupo de D’ Artagnan y los Tres Mosqueteros. Solía saludar con un movimiento de cabeza y bajaba los párpados cuando una chica lo miraba a la cara. No se parecía en nada a Dani, su hermano. Louis era algo más alto y más musculoso. Era tan moreno como los trillizos y en alguna ocasión más de uno había creído que eran hermanos. En lo único en lo que no se parecían era en el color de los ojos. Mientras que Liam y Harry los tenían marrón y verdes, respectivamente, este los tenía azules como el cielo.
Le ofrecí una silla para que se sentara a la mesa.
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Capítulo 21 "Todo te lo puedo dar..." (Parte 2)
—¿Quieres tomar algo? —le dije—. ¿Un café, un té, una limonada, un vaso de agua fresca?
—Una limonada está bien.
Saqué una olla con limonada del congelador. Maura solía hacerla dos veces a la semana. Cogí una batidora para triturar el hielo y poner tres vasos. Tanto a Niall como a mí nos gustaba cómo la preparaba Maura.
—¿Sabes algo de Harry y Liam? —preguntó Niall.
—Liam se ha marchado esta mañana con su padre, y Harry sigue detenido.
—Menuda jugada —dijo Niall—. ¿Tan mal están las cosas?
El ruido de la batidora no me dejaba oír con claridad lo que hablaban. La moví con fuerza para terminar cuanto antes y sentarme a la mesa. Una vez que la limonada estuvo batida puse tres vasos, saqué unas galletas y me senté a la mesa.
—¿Vosotros creéis que son culpables? —le pregunté.
—No lo sé —contestó Louis—. Por lo que me ha comentado mi hermano, parece ser que todo apunta a que fue Harry quien mató a Belén. No está muy claro que Liam lo ayudara, aunque quién sabe qué pasó anoche.
—Yo tampoco tengo nada claro —respondió Niall.
Por unos segundos nos quedamos callados sin saber qué decir. Louis cogió una galleta y la mordisqueó.
—¿Te apuntas a ver una película? —dijo Niall para romper el hielo.
—No, no puedo, gracias. En realidad he venido porque Begoña ha pensado que podríamos comprarle entre todos los amigos de Belén una corona de flores. El lunes se celebrará el entierro.
—¿Tan pronto? —me extrañé.
—Sí. El primo de mi madre ha acelerado los trámites para enterrarla cuanto antes. Creo que tiene algún amigo forense que al parecer le debía un favor. Ya sabes, chanchullos de jueces.
Me había olvidado de que la madre de Louis y el padre de Belén eran primos. Este además trabajaba en el juzgado de Liria.
—Claro, cuenta con nosotros.
Louis se tomó media limonada de un trago y giró la cara hacia mí. Me sonrió, y yo le devolví el gesto posando mi mano en la suya.
—Espero que esto acabe ya —comentó él—. Tengo miedo por ti.
—¿Por mí? —quise saber.
—Por ti o por cualquier chica del pueblo.
—Esto solo puede acabar de tres maneras posibles —dije—. O ya han pillado al culpable y la otra parte teme actuar solo, o el culpable, en este caso Harry, canta y culpa también a Liam. También cabe la posibilidad de que ni Harry ni Liam sean los culpables y que esta pesadilla solo acabe cuando los dos asesinos hayan completado su misión. A no ser que la policía los pille antes.
—Este asunto parece más grave de lo que la policía pensaba en un principio —replicó Louis—. Mi hermano y sus compañeros están desbordados.
Cogió otra galleta del plato y se terminó lo que le quedaba de limonada de otro trago.
—¿Quieres más?
—No, gracias. Aún tengo que visitar dos casas. Es un poco duro, ya sabéis. —Permaneció callado, como esperando a que nos ofreciéramos a acompañarlo.
Quizá fui egoísta por no aceptar su invitación tácita, pero a mí no me apetecía hacer según qué visitas. Sin embargo, Niall sí que aceptó su oferta.
—Me cambio en dos segundos y te acompaño.
Al igual que había hecho Louis, se tomó lo que le quedaba de limonada en dos tragos. Subió las escaleras y nos quedamos a solas.
—¿Cómo llevas los puntos? —preguntó Louis.
—Apenas me duelen ya.
—Tuvisteis suerte de no salir peor parados.
—Bueno, yo creo que solo querían asustarnos.
Él se levantó y se acercó hasta la puerta. Se quedó mirando una fotografía que nos hicimos el año anterior y que había colgado en la pared. Incluso paseó los dedos por ella.
—Es guapa —dijo.
—¿Quién? —Me acerqué.
—Tu madrastra.
Quizá porque su madre había sido también rubia, le gustaba Maura. Aunque también podía ser que le recordara en algo a su madre. Hacía poco que había fallecido, y tenía que echarla mucho de menos.
—Carlota se parece a ti —comentó de nuevo.
Asentí. Todo el mundo parecía coincidir.
—Aunque tú eres más guapa. —Giró la cabeza y me miró a los ojos.
Hubo algo en su manera de decirlo que me produjo un escalofrío. No sé si intuía que entre Niall y yo había algo, pero por cómo actuó parecía darle igual. Rozó con la yema de los dedos mi mejilla suavemente y después se giró hacia la foto. Di un paso hacia atrás instintivamente.
Antes de que Niall bajara sonó un WhatsApp en mi móvil. Deseaba que fuera mamá quien me lo enviara. No obstante, fue otro mensaje de Andrea, y este era personal. Cerré los ojos cuando vi la fotografía que me habían enviado. Tal como sospechaba había otra chica muerta y le faltaba una pierna. Observé que también llevaba una cruz marcada en la frente y un rosario colgado del cuello. Sin embargo, ese asesinato tenía elementos diferentes. La foto estaba hecha en una playa. Me asombró verla tumbada como si estuviese tomando el sol. Aunque lo peor no fue la foto, sino el siguiente mensaje que me entró:
Ya no verás más las frutas que ansiabas. Se acabaron para ti el lujo y esplendor, y jamás volverán. Estas son palabras verdaderas de Dios.
Me tuve que sujetar al marco de la puerta.
—¿Qué sucede? —preguntó Louis.
Le pasé el móvil porque estaba bloqueada y las palabras no me salían.
—¡No entiendo qué significa esto! —Dio los dos pasos que le separaban de donde yo me hallaba.
—Yo creo que está muy claro.
—Lo que quiero decir es —posó su brazo derecho sobre mis hombros para abrazarme—: ¿quién querría hacerte daño?
—¿Acaso crees que estos asesinos sienten remordimientos y empatía por sus víctimas? Ni una cosa ni la otra.
Suspiré cuando oí que Niall bajaba por las escaleras. Llevaba una camiseta blanca y unos pantalones vaqueros que le caían sobre las caderas. Me guiñó un ojo aprovechando que Louis seguía mirando la foto que había recibido.
—¿Me he perdido algo? —preguntó Niall.
—Hay una nueva víctima —dije yo.
—Pero hay algo más, ¿verdad? —replicó Niall. Había miedo en su mirada.
—Sí. —Tragué saliva—. Yo soy la siguiente en su lista.
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Capítulo 22 "La decisión"
El chico paseaba alrededor de la cama en la que estaba sentada la mujer mayor. Él temblaba de arriba abajo y se cubría la cara con las manos. Alguna que otra vez volvía la mirada hacia la silla que había en un rincón de la habitación.
—Mamá me pregunta dónde estuviste anoche —le preguntó la chica, que estaba acostada en la cama junto a la mujer mayor.
—Ya sabéis dónde estuve. ¿A qué viene esa pregunta?
Por cómo hizo esta última pregunta, la joven supo que él estaba disgustado.
—Has sido malo, muy malo.
Volvió a temblar y se puso de rodillas a los pies de la cama.
—No, no he sido malo.
—Anoche nos dejaste solas. Las dos nos quedamos solas. Te esperábamos.
—Tengo una buena noticia para vosotras. El ángel exterminador ha actuado de nuevo. —El muchacho acarició entonces a la chica—. ¿Verdad que te alegras?
La muchacha permaneció callada con los ojos cerrados.
—¿Por qué no me hablas? —quiso saber él—. Todo lo hemos hecho por ti.
Durante unos segundos esperó una respuesta que no llegó. Él gimió y se giró incómodo hacia el rincón.
—Dile que lo he hecho por ella —le dijo a la mujer mayor, pero esta no le contestó.
—¿Adónde vas cuando nos dejas solas? —preguntó la chica joven.
—No muy lejos de aquí.
—Salvo anoche —masculló la chica con cierto desdén—. Anoche te echamos de menos. No nos gusta estar solas. Pronto acabará esto.
—¿Cuándo?
Después de un rato en silencio la chica comenzó a hablar.
—Hemos encontrado una manera de terminar todo esto. El Padre ha hablado con nosotras —replicó elevando el volumen de su voz.
—¿De qué se trata? —preguntó él.
El calor se hacía insoportable y el hedor de la habitación se le pegaba al cuerpo como una segunda piel. Cerró los ojos y esperó a que la joven siguiera hablando.
—Pensábamos que eras más listo. Hemos advertido que has sido descuidado con esta última chica. No es suficiente. La queremos a ella.
Sin nombrarla el chico supo de quién se trataba. Aquella revelación le cayó como un jarro de agua fría.
—Sabemos que te gusta —siguió hablando la joven, que todavía no había cambiado de posición—, pero es necesario para llevar a cabo nuestro gran proyecto.
—Ella es inocente —repuso el muchacho. Juntó las manos como si estuviera rezando, o tal vez suplicaba ante todos los que había en la habitación—. Yo encontraré a otra.
—¡No! —gritó la chica joven—. Ella es culpable. Le dimos la oportunidad de salvarse y no bebió del cáliz divino.
Él gimoteó y dos lágrimas cayeron sobre la colcha.
—¿Acaso no eres tú el ángel exterminador? —siguió hablando ella.
—Sí —contestó afligido.
—¿Por qué lloras ahora? Siempre has sido el más débil de los tres —objetó la chica.
—Porque ella es especial.
—¿Por qué eludes tu responsabilidad? —le recriminó la joven—. La necesitamos a ella. Y como la gran Babilonia, también caerá.
El muchacho se fue encogiendo sobre sí mismo hasta que sus huesos no dieron más de sí. El sudor, mezclado con las lágrimas, le caía por las mejillas. Le dio una arcada, que contuvo cubriéndose con una mano la boca.
—Fue maravilloso. Pude estar a solas con ella —comentó él perdiéndose en los recuerdos—. Me dejó que la abrazara.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó la chica.
—He sido tan feliz…
—Todos hemos hecho sacrificios. Tú no ibas a ser menos.
—Lo sé —musitó.
—Después de ____ ya no habrá ninguna más —sentenció entonces el chico que hasta entonces había permanecido en silencio.
Finalmente el chico asintió y dijo:
—Hágase la voluntad del Padre.
El chico paseaba alrededor de la cama en la que estaba sentada la mujer mayor. Él temblaba de arriba abajo y se cubría la cara con las manos. Alguna que otra vez volvía la mirada hacia la silla que había en un rincón de la habitación.
—Mamá me pregunta dónde estuviste anoche —le preguntó la chica, que estaba acostada en la cama junto a la mujer mayor.
—Ya sabéis dónde estuve. ¿A qué viene esa pregunta?
Por cómo hizo esta última pregunta, la joven supo que él estaba disgustado.
—Has sido malo, muy malo.
Volvió a temblar y se puso de rodillas a los pies de la cama.
—No, no he sido malo.
—Anoche nos dejaste solas. Las dos nos quedamos solas. Te esperábamos.
—Tengo una buena noticia para vosotras. El ángel exterminador ha actuado de nuevo. —El muchacho acarició entonces a la chica—. ¿Verdad que te alegras?
La muchacha permaneció callada con los ojos cerrados.
—¿Por qué no me hablas? —quiso saber él—. Todo lo hemos hecho por ti.
Durante unos segundos esperó una respuesta que no llegó. Él gimió y se giró incómodo hacia el rincón.
—Dile que lo he hecho por ella —le dijo a la mujer mayor, pero esta no le contestó.
—¿Adónde vas cuando nos dejas solas? —preguntó la chica joven.
—No muy lejos de aquí.
—Salvo anoche —masculló la chica con cierto desdén—. Anoche te echamos de menos. No nos gusta estar solas. Pronto acabará esto.
—¿Cuándo?
Después de un rato en silencio la chica comenzó a hablar.
—Hemos encontrado una manera de terminar todo esto. El Padre ha hablado con nosotras —replicó elevando el volumen de su voz.
—¿De qué se trata? —preguntó él.
El calor se hacía insoportable y el hedor de la habitación se le pegaba al cuerpo como una segunda piel. Cerró los ojos y esperó a que la joven siguiera hablando.
—Pensábamos que eras más listo. Hemos advertido que has sido descuidado con esta última chica. No es suficiente. La queremos a ella.
Sin nombrarla el chico supo de quién se trataba. Aquella revelación le cayó como un jarro de agua fría.
—Sabemos que te gusta —siguió hablando la joven, que todavía no había cambiado de posición—, pero es necesario para llevar a cabo nuestro gran proyecto.
—Ella es inocente —repuso el muchacho. Juntó las manos como si estuviera rezando, o tal vez suplicaba ante todos los que había en la habitación—. Yo encontraré a otra.
—¡No! —gritó la chica joven—. Ella es culpable. Le dimos la oportunidad de salvarse y no bebió del cáliz divino.
Él gimoteó y dos lágrimas cayeron sobre la colcha.
—¿Acaso no eres tú el ángel exterminador? —siguió hablando ella.
—Sí —contestó afligido.
—¿Por qué lloras ahora? Siempre has sido el más débil de los tres —objetó la chica.
—Porque ella es especial.
—¿Por qué eludes tu responsabilidad? —le recriminó la joven—. La necesitamos a ella. Y como la gran Babilonia, también caerá.
El muchacho se fue encogiendo sobre sí mismo hasta que sus huesos no dieron más de sí. El sudor, mezclado con las lágrimas, le caía por las mejillas. Le dio una arcada, que contuvo cubriéndose con una mano la boca.
—Fue maravilloso. Pude estar a solas con ella —comentó él perdiéndose en los recuerdos—. Me dejó que la abrazara.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó la chica.
—He sido tan feliz…
—Todos hemos hecho sacrificios. Tú no ibas a ser menos.
—Lo sé —musitó.
—Después de ____ ya no habrá ninguna más —sentenció entonces el chico que hasta entonces había permanecido en silencio.
Finalmente el chico asintió y dijo:
—Hágase la voluntad del Padre.
El Diario del Alto Turia
El Asesino del Rosario vuelve a golpear
6-07-2012
Una nueva víctima de El Asesino del Rosario fue hallada ayer en la playa de El Saler. La joven, Puri R. C., fue vista por última vez en uno de los locales de ocio de la Malvarrosa. El hecho de actuar tan lejos de donde aparecieron las otras víctimas desconcierta a los investigadores, ya que un cambio de patrón en este tipo de criminales nunca es una buena señal. Crece la inquietud en el resto de la provincia.
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Capítulo 23 "La película" (Parte 1)
Durante el fin de semana estuve vigilada por Niall, pero sobre todo por papá, quien no consentía que fuera sola por la calle. Dani, además, me aconsejó que estuviera unos días en casa hasta que la cosa se calmara. Como él me dijo: «No queremos tentar la suerte y tener un nuevo cadáver que lamentar». Y, sin embargo, a pesar de la amenaza de peligro que se cernía sobre mí, no quería que me condicionara a la hora de hacer mi vida normal. Era muy posible que alguno de los dos asesinos estuviera observando mis pasos, pero no quería darle el gusto de verme atemorizada, si era eso lo que deseaba.
El lunes por la mañana, muy temprano, papá, Maura y Carlota volvieron a bajar a Valencia. Maura tenía una cita con el médico. Hacía casi una semana que no se encontraba bien.
Antes de las once de la mañana recibí una carta certificada de manos del cartero. Me extrañó que el remitente fuera Liam y que la enviara desde una oficina de Godella, cuando él vivía en Valencia. Según el matasellos la había echado el jueves por la mañana, y en el sobre solo había un CD.
Sentía curiosidad por saber qué era lo que Liam tenía que decirme en aquel CD, así que encendí el DVD y me senté junto a Niall en el sofá. En la pantalla aparecimos mi familia y yo en casa haciendo vida normal. Liam nos había grabado en diferentes momentos en la cocina mientras hacíamos la comida, o mientras comíamos o veíamos una película en el sofá. Todo eso fue antes de que Niall y yo nos besáramos por primera vez.
A pesar de la aparente tranquilidad de la película no dejaba de sentir cierto desasosiego a medida que avanzaba. No era solo que Liam hubiera invadido nuestra intimidad, había algo más que no sabía qué era que me producía angustia. El vídeo estaba grabado sin audio, aunque sí que había añadido una música melodramática, que llegaba a su punto álgido cada vez que Carlota o yo nos reíamos. Un sabor agrio me fue subiendo por la garganta, aunque no llegué a vomitar. Tanto Niall como yo permanecíamos tensos. En ciertos momentos no pude evitar llorar.
—No, no —musitaba a la vez que negaba con la cabeza—. No va a pasar.
¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué lloraba y no podía evitar sentirme amenazada por una simple película?
Vi a mi hermana sentada a la mesa mientras yo le daba de cenar el día que Liam quiso declararse, y esa imagen supuso para mí el momento más angustioso de cuantos habíamos visto. Me fui encogiendo y clavé las uñas en el cojín al que permanecía abrazada.
Niall fue el que decidió apagar el DVD antes de que la locura terminara. Al final me había puesto a temblar sin motivo aparente.
—¿Qué está pasando?
—No sé —contestó Niall. Había miedo en su mirada, el mismo que advertí el día que llegué a Valencia y nos adentramos en el bosque.
Me abrazó, y volví a llorar en su pecho.
—Tranquila. —Me acarició el pelo—. Estoy a tu lado y no dejaré que te suceda nada malo.
Asentí. Necesitaba creer que él no tenía nada que ver con toda esa pesadilla. Las dudas me habían perseguido durante el fin de semana, ya que desde que había recibido el mensaje en el móvil no dejaba de pensar que podía tener algo que ver. Incluso me sentía mal porque registré su habitación y busqué entre sus cosas el móvil de Andrea. No encontré nada, cosa que por otra parte me alivió.
—¿No me dejarás sola?
—¿Sabes? «Un mago nunca llega tarde, ni pronto, llega exactamente cuando se lo propone.»
El comentario me hizo sonreír. Aunque quería desdramatizar el momento que habíamos vivido no podía quitarme el mal sabor de boca que sentía. Había utilizado una frase de El señor de los anillos, una trilogía que había visto con Nat más de cinco veces. Ella y yo nos sabíamos muchos diálogos de memoria.
—¿Crees que después de que hayas estado evitándome durante estos cinco años voy a dejar que te marches así como así? Ni lo sueñes.
Levanté el mentón para encontrarme con sus ojos. Si me estaba engañando, su mirada decía todo lo contrario. Suspiré cuando él me besó. La felicidad se podía encontrar hasta en los momentos más oscuros. Como decía Niall, solo tenía que estar atenta. La vida consiste en elegir, y yo no quería ser una víctima que llorara por los rincones. Me sequé las lágrimas y esbocé una sonrisa.
Las imágenes que habíamos visto fueron tomadas desde varios puntos de la cocina. Debíamos de tener, como mínimo, tres cámaras escondidas. Pero había varias preguntas que no dejaban de rondarme por la cabeza. ¿Por qué Liam, que estaba bajo sospecha, me enviaba esa película el día del entierro de Belén? ¿Cuándo puso las cámaras sin que nadie sospechara de él? ¿Qué quería decirme con aquellas imágenes que me habían perturbado tanto?
Fue Niall quien buscó las cámaras que estaban ocultas en nuestra cocina. Una vez que las hubo localizado llamamos a Dani para denunciar a Liam y para que se llevaran el CD y lo investigaran.
Dani llegó en menos de un cuarto de hora acompañado de dos guardias civiles más. Niall les indicó dónde se encontraban las tres cámaras. No quisimos tocar nada para no contaminar las pruebas con nuestras huellas digitales.
Uno de los compañeros de Dani pasó de nuevo la película para tratar de averiguar qué era lo que me había provocado tanta desazón. Yo no quise verla de nuevo, así que me senté a la mesa mientras Niall me preparaba una tila.
Advertí que el guardia civil también se ponía tenso y apretaba la mandíbula cuando la música llegaba a uno de sus puntos álgidos. Le estaba pasando justo lo mismo que a nosotros.
Me miró desde el sofá y negó con la cabeza.
—No entiendo qué está pasando —dijo tras ver la película. Se le veía pálido y estaba sudando—. ¿Te suena de algo esta frase: «Está establecido que los hombres mueran una sola vez»?
—No —respondí.
—Es una cita bíblica, aunque no sé a qué fragmento corresponde —contestó Dani. Tenía una mano en el bolsillo, como si estuviera jugando con el anillo familiar.
—No os preocupéis —comentó el compañero de Dani—. Se la pasaremos a los compañeros de la científica para que la estudien con detenimiento. Esto tardará unos cuantos días. No es tan rápido como lo pintan en la televisión.
—¿Y qué pasará con Liam? —pregunté.
—Ya hemos emitido la orden de arresto.
Durante el resto de la mañana respondimos a las preguntas que nos hizo Dani, mientras sus compañeros fueron recogiendo muestras de las huellas que podrían haber dejado Liam o Harry.
Dani fue el último en marcharse de casa. Se acarició el mentón y se sentó a la mesa cuando Niall le ofreció otro café del tiempo.
—Deberías descansar un poco —me recomendó Dani—. Tienes mala cara.
—No tengo sueño.
Aunque no me había mirado en el espejo, era consciente de que aún tenía que estar pálida. No podía quitarme la sensación de intranquilidad que me había producido ver la cinta.
—¿Iréis al entierro de Belén? —quiso saber Dani.
—Sí, iremos —respondió Niall.
—Entonces deberías convencerla para que durmiera un rato. —Dani señaló a Niall.
—No podría dormirme aunque quisiera.
—Descansa,____ . —Imprimió a sus palabras una dureza que me dejó perpleja. Y luego me miró a los ojos con una intensidad que hizo que tragara saliva y asintiera con la cabeza—. En tu estado actual es posible que no puedas aguantar la emoción de esta tarde. —Después me cogió de las manos y murmuró con suavidad. El anillo que llevaba en el dedo estaba caliente—. Dime que lo harás.
—Sí, descansaré.
—Cuida de ella. —Cogió una mano de Niall para posarla sobre la mía—. El responsable de esto pagará por ello. No os quepa la menor duda.
Tras estas palabras Dani se levantó y se marchó de casa.
No quisimos llamar ni a mi padre ni a su madre para no preocuparles más de la cuenta. Maura llevaba unos días un poco nerviosa y no andaba muy bien del estómago. El virus parecía que le había afectado más que a papá y a Carlota, pues desde hacía unos días se levantaba vomitando.
—¿Quieres que te prepare algo? —me dijo Niall.
—No tengo hambre. Quizá debería acostarme. Me duele la cabeza.
Niall me acompañó hasta mi habitación y se quedó en la puerta. Me acosté vestida. Ni siquiera tenía fuerzas para quitarme los zapatos.
—¿Quieres que me quede a tu lado?
—Sí —respondí—. Abrázame fuerte.
—Todo esto acabará muy pronto.
—¿Tú crees?
—Estoy convencido.
Durante el fin de semana estuve vigilada por Niall, pero sobre todo por papá, quien no consentía que fuera sola por la calle. Dani, además, me aconsejó que estuviera unos días en casa hasta que la cosa se calmara. Como él me dijo: «No queremos tentar la suerte y tener un nuevo cadáver que lamentar». Y, sin embargo, a pesar de la amenaza de peligro que se cernía sobre mí, no quería que me condicionara a la hora de hacer mi vida normal. Era muy posible que alguno de los dos asesinos estuviera observando mis pasos, pero no quería darle el gusto de verme atemorizada, si era eso lo que deseaba.
El lunes por la mañana, muy temprano, papá, Maura y Carlota volvieron a bajar a Valencia. Maura tenía una cita con el médico. Hacía casi una semana que no se encontraba bien.
Antes de las once de la mañana recibí una carta certificada de manos del cartero. Me extrañó que el remitente fuera Liam y que la enviara desde una oficina de Godella, cuando él vivía en Valencia. Según el matasellos la había echado el jueves por la mañana, y en el sobre solo había un CD.
Sentía curiosidad por saber qué era lo que Liam tenía que decirme en aquel CD, así que encendí el DVD y me senté junto a Niall en el sofá. En la pantalla aparecimos mi familia y yo en casa haciendo vida normal. Liam nos había grabado en diferentes momentos en la cocina mientras hacíamos la comida, o mientras comíamos o veíamos una película en el sofá. Todo eso fue antes de que Niall y yo nos besáramos por primera vez.
A pesar de la aparente tranquilidad de la película no dejaba de sentir cierto desasosiego a medida que avanzaba. No era solo que Liam hubiera invadido nuestra intimidad, había algo más que no sabía qué era que me producía angustia. El vídeo estaba grabado sin audio, aunque sí que había añadido una música melodramática, que llegaba a su punto álgido cada vez que Carlota o yo nos reíamos. Un sabor agrio me fue subiendo por la garganta, aunque no llegué a vomitar. Tanto Niall como yo permanecíamos tensos. En ciertos momentos no pude evitar llorar.
—No, no —musitaba a la vez que negaba con la cabeza—. No va a pasar.
¿Qué me estaba pasando? ¿Por qué lloraba y no podía evitar sentirme amenazada por una simple película?
Vi a mi hermana sentada a la mesa mientras yo le daba de cenar el día que Liam quiso declararse, y esa imagen supuso para mí el momento más angustioso de cuantos habíamos visto. Me fui encogiendo y clavé las uñas en el cojín al que permanecía abrazada.
Niall fue el que decidió apagar el DVD antes de que la locura terminara. Al final me había puesto a temblar sin motivo aparente.
—¿Qué está pasando?
—No sé —contestó Niall. Había miedo en su mirada, el mismo que advertí el día que llegué a Valencia y nos adentramos en el bosque.
Me abrazó, y volví a llorar en su pecho.
—Tranquila. —Me acarició el pelo—. Estoy a tu lado y no dejaré que te suceda nada malo.
Asentí. Necesitaba creer que él no tenía nada que ver con toda esa pesadilla. Las dudas me habían perseguido durante el fin de semana, ya que desde que había recibido el mensaje en el móvil no dejaba de pensar que podía tener algo que ver. Incluso me sentía mal porque registré su habitación y busqué entre sus cosas el móvil de Andrea. No encontré nada, cosa que por otra parte me alivió.
—¿No me dejarás sola?
—¿Sabes? «Un mago nunca llega tarde, ni pronto, llega exactamente cuando se lo propone.»
El comentario me hizo sonreír. Aunque quería desdramatizar el momento que habíamos vivido no podía quitarme el mal sabor de boca que sentía. Había utilizado una frase de El señor de los anillos, una trilogía que había visto con Nat más de cinco veces. Ella y yo nos sabíamos muchos diálogos de memoria.
—¿Crees que después de que hayas estado evitándome durante estos cinco años voy a dejar que te marches así como así? Ni lo sueñes.
Levanté el mentón para encontrarme con sus ojos. Si me estaba engañando, su mirada decía todo lo contrario. Suspiré cuando él me besó. La felicidad se podía encontrar hasta en los momentos más oscuros. Como decía Niall, solo tenía que estar atenta. La vida consiste en elegir, y yo no quería ser una víctima que llorara por los rincones. Me sequé las lágrimas y esbocé una sonrisa.
Las imágenes que habíamos visto fueron tomadas desde varios puntos de la cocina. Debíamos de tener, como mínimo, tres cámaras escondidas. Pero había varias preguntas que no dejaban de rondarme por la cabeza. ¿Por qué Liam, que estaba bajo sospecha, me enviaba esa película el día del entierro de Belén? ¿Cuándo puso las cámaras sin que nadie sospechara de él? ¿Qué quería decirme con aquellas imágenes que me habían perturbado tanto?
Fue Niall quien buscó las cámaras que estaban ocultas en nuestra cocina. Una vez que las hubo localizado llamamos a Dani para denunciar a Liam y para que se llevaran el CD y lo investigaran.
Dani llegó en menos de un cuarto de hora acompañado de dos guardias civiles más. Niall les indicó dónde se encontraban las tres cámaras. No quisimos tocar nada para no contaminar las pruebas con nuestras huellas digitales.
Uno de los compañeros de Dani pasó de nuevo la película para tratar de averiguar qué era lo que me había provocado tanta desazón. Yo no quise verla de nuevo, así que me senté a la mesa mientras Niall me preparaba una tila.
Advertí que el guardia civil también se ponía tenso y apretaba la mandíbula cuando la música llegaba a uno de sus puntos álgidos. Le estaba pasando justo lo mismo que a nosotros.
Me miró desde el sofá y negó con la cabeza.
—No entiendo qué está pasando —dijo tras ver la película. Se le veía pálido y estaba sudando—. ¿Te suena de algo esta frase: «Está establecido que los hombres mueran una sola vez»?
—No —respondí.
—Es una cita bíblica, aunque no sé a qué fragmento corresponde —contestó Dani. Tenía una mano en el bolsillo, como si estuviera jugando con el anillo familiar.
—No os preocupéis —comentó el compañero de Dani—. Se la pasaremos a los compañeros de la científica para que la estudien con detenimiento. Esto tardará unos cuantos días. No es tan rápido como lo pintan en la televisión.
—¿Y qué pasará con Liam? —pregunté.
—Ya hemos emitido la orden de arresto.
Durante el resto de la mañana respondimos a las preguntas que nos hizo Dani, mientras sus compañeros fueron recogiendo muestras de las huellas que podrían haber dejado Liam o Harry.
Dani fue el último en marcharse de casa. Se acarició el mentón y se sentó a la mesa cuando Niall le ofreció otro café del tiempo.
—Deberías descansar un poco —me recomendó Dani—. Tienes mala cara.
—No tengo sueño.
Aunque no me había mirado en el espejo, era consciente de que aún tenía que estar pálida. No podía quitarme la sensación de intranquilidad que me había producido ver la cinta.
—¿Iréis al entierro de Belén? —quiso saber Dani.
—Sí, iremos —respondió Niall.
—Entonces deberías convencerla para que durmiera un rato. —Dani señaló a Niall.
—No podría dormirme aunque quisiera.
—Descansa,____ . —Imprimió a sus palabras una dureza que me dejó perpleja. Y luego me miró a los ojos con una intensidad que hizo que tragara saliva y asintiera con la cabeza—. En tu estado actual es posible que no puedas aguantar la emoción de esta tarde. —Después me cogió de las manos y murmuró con suavidad. El anillo que llevaba en el dedo estaba caliente—. Dime que lo harás.
—Sí, descansaré.
—Cuida de ella. —Cogió una mano de Niall para posarla sobre la mía—. El responsable de esto pagará por ello. No os quepa la menor duda.
Tras estas palabras Dani se levantó y se marchó de casa.
No quisimos llamar ni a mi padre ni a su madre para no preocuparles más de la cuenta. Maura llevaba unos días un poco nerviosa y no andaba muy bien del estómago. El virus parecía que le había afectado más que a papá y a Carlota, pues desde hacía unos días se levantaba vomitando.
—¿Quieres que te prepare algo? —me dijo Niall.
—No tengo hambre. Quizá debería acostarme. Me duele la cabeza.
Niall me acompañó hasta mi habitación y se quedó en la puerta. Me acosté vestida. Ni siquiera tenía fuerzas para quitarme los zapatos.
—¿Quieres que me quede a tu lado?
—Sí —respondí—. Abrázame fuerte.
—Todo esto acabará muy pronto.
—¿Tú crees?
—Estoy convencido.
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
Capítulo 23 "La pelicula" (Parte 2)
Se tumbó a mi lado. Estar junto a él era el mejor calmante que podía tener en esos momentos. Aspiré su aroma, un olor que se me hacía cada vez más cercano y que echaba de menos cuando no estaba a mi lado.
Acaricié su pecho y él dejó que siguiera. Se estremeció cuando mi mano se deslizó hacia su abdomen. Lo miré a los ojos. Había por mi parte la necesidad imperiosa de sentirme viva, que era justamente lo que experimentaba cuando estaba con él. Lo besé con premura, como si fuera la última vez que estábamos juntos.
—No creo que sea buena idea… —murmuró, aunque por su mirada advertí que estaba excitado.
—No quiero pensar, Niall. Quiero estar contigo. ¿Y si…?
No me dejó terminar la frase. Buscó mis labios y acalló mis pensamientos con ternura. Fue depositando besos sobre mis párpados, sobre mi frente, sobre mis mejillas hasta llegar al lóbulo de mi oreja.
—¡Como desees, _____… _____, me encanta decir tu nombre! ¡Siempre es un «Como desees» contigo!
Sus manos exploraron con mimo mis pechos. Pude notar también cómo su cuerpo respondía a mis caricias y cómo se erizó su piel cuando mis dedos bajaron hasta línea de su pubis. Gimió en mi oído y yo abrí la boca para atrapar la suya. Buscó en el bolsillo de su pantalón un preservativo y lo dejó encima de la mesilla.
Nos quitamos la ropa con urgencia y nos contemplamos desnudos. Boqueé cuando se inclinó de nuevo sobre mis pechos y fue deslizando sus labios hasta llegar a mi ombligo, para acabar más abajo. Jugueteó con sus dedos con mi vello. Arqueé la espalda y contuve un suspiro cuando mordisqueó mi pubis. Noté que el corazón se me iba a salir por la boca, al tiempo que me estremecía. Le agarré la cabeza para que me mirara un instante.
—Niall, dime que no me vas a dejar nunca.
—Nunca. Te lo prometo.
Lo atraje hacia mí, y hundió la cabeza en mi cuello. Yo moví las caderas para que se acoplara. Lo obligué a que me mirara a los ojos, mientras él asentía con la cabeza. Sentí una ola de placer en lo más profundo cuando nuestros cuerpos encontraron lo que tanto ansiábamos.
Mis piernas y las suyas permanecían entrecruzadas. Yo tenía la cabeza apoyada sobre su hombro y sentía que todos los músculos de mi cuerpo se habían aflojado. Me pesaban los párpados.
—Si me duermo despiértame sobre las cuatro y media —susurré.
A las cinco se celebraba la misa y no quería llegar tarde. Después iríamos al entierro.
—Como desees.
Cerré los ojos y me dejé llevar por la respiración calmada de Niall. Era como estar a orillas de una playa y escuchar el murmullo de las olas. Había placidez en ese sonido. No quería luchar contra el sueño, así que me abandoné a él.
—Despierta. Estoy contigo, Yasmine —me susurró Niall al oído a la hora convenida.
—Hola. —Entreabrí los ojos.
—¿Te encuentras bien? ¡Has estado intranquila todo el rato!
—Sí, no es nada. —Aunque no era del todo cierto.
Había estado soñando algo que no lograba recordar, pero tenía relación con la película que habíamos visto. De eso estaba segura. Nadie tenía derecho a decidir si tenía que vivir con miedo. No me iba a dar por vencida.
Nos quedamos mirando a los ojos. Podía perderme en su mirada, en ese mar azul que me producía tanta calma, y no cansarme nunca. Habría dado cualquier cosa por quedarme en la cama y no tener que acudir a una misa que no me apetecía.
Él fue el primero en levantarse y tiró de mí.
—Tenemos que darnos prisa. —Me revolvió el pelo.
Agarró los calzoncillos y los pantalones del suelo, y se los puso. Se echó la camiseta al hombro.
—Está bien —afirmé—. Me cambio y bajo en un segundo.
Antes de salir de la habitación, Niall recibió una llamada de Maura. A medida que su madre hablaba a él le iba cambiando la cara. Sus ojos brillaron y esbozó una sonrisa.
—¿Qué sucede? ¿A qué se debe esa sonrisa?
—Parece que viene en camino un mini yo.
—¿Qué?
Niall soltó una carcajada.
—Sí, mamá está embarazada de nuevo.
Suspiré. Al fin una noticia alegre. Ahora entendía lo misteriosos que habían estado papá y ella durante toda la semana.
—¿Y por qué tiene que ser chico?
—Por la ley del Karma. Carlota es como tú, y ahora toca un niño. Así no me sentiré solo.
Le tiré la almohada a la cabeza.
—¡Tendrás queja de mí o de la pequeñaja!
—En absoluto… solo que sois un par de brujas que conspiráis contra mí.
—Anda, sal de aquí antes de que te diga algo de lo que me arrepienta.
—¿Sí? ¿De qué te arrepentirías?
—No sé, de tener un novio tonto y no poder devolverlo porque ya ha vencido el término de garantía.
—Yo también siento que tengas que cargar conmigo, pero te prometo que haré lo posible por recompensarte.
Una vez que me hube quedado a solas, frente al espejo del armario contemplé la imagen que me devolvía el cristal. Unas palabras se colaron de pronto en mis pensamientos: «Tú morirás como las otras. ¿Tienes miedo? Pues aún no temes lo suficiente».
No, me dije que nada de aquello sucedería, aunque no estaba muy segura. El ritmo cardíaco se me aceleró y comencé a sudar. Entonces se me cruzaron otras palabras en rojo unidas a la imagen de una chica que me sonaba de algo: «Eres la pieza que nos falta. Ese es tu destino».
Me temblaron las rodillas, y me sujeté al armario para calmarme. Hice unas respiraciones profundas y poco a poco fui recuperando la tranquilidad.
Niall me sorprendió apoyada en el marco de la puerta del armario. Corrió a mi lado alarmado.
—¿Qué pasa?
—No lo sé. De repente me han venido unas palabras y una imagen a la cabeza que no sé de dónde han salido.
Por más que tratara de encontrarle una lógica no llegaba a comprender de dónde demonios habían salido aquellas frases que estaban dirigidas a mí.
—Pero ¿lo relacionas con algo?
—No sé… quizá con la película.
Niall se quedó pensando unos segundos. Al momento entendí que él había comprendido qué estaba pasando cuando sus ojos se abrieron.
—¡Eso es! —exclamó—. Cómo no me he dado cuenta antes. Hay imágenes subliminales en toda la película.
Reflexioné sobre lo que me estaba diciendo.
—Tiene sentido, claro.
—Claro que tiene sentido. Son pequeños instantes que han pasado tan deprisa que no nos hemos dado cuenta de que estaban ahí. Pueden manipular la mente de una persona sin que esta tenga consciencia de ello. Son inducciones o a veces sobreimpresiones que no suelen ser captadas conscientemente, a no ser que alguien nos indique exactamente dónde están y en qué consisten. Por ejemplo, el director de El exorcista, William Friedkin, empleó técnicas subliminales visuales y auditivas para reforzar los efectos emocionales, como zumbidos de abejas o maullidos de gatos.
—¡Dios mío! ¿Qué hay escondido en ese CD?
Una vez que hube averiguado el porqué de nuestro estado de ánimo mientras veíamos la película, me hubiera gustado volver a verla para saber qué mensajes había escondidos.
—Venga, se lo comentaremos a Dani —dijo Niall—. Pronto acabará esta locura, y la chica de la playa será la última víctima.
Se tumbó a mi lado. Estar junto a él era el mejor calmante que podía tener en esos momentos. Aspiré su aroma, un olor que se me hacía cada vez más cercano y que echaba de menos cuando no estaba a mi lado.
Acaricié su pecho y él dejó que siguiera. Se estremeció cuando mi mano se deslizó hacia su abdomen. Lo miré a los ojos. Había por mi parte la necesidad imperiosa de sentirme viva, que era justamente lo que experimentaba cuando estaba con él. Lo besé con premura, como si fuera la última vez que estábamos juntos.
—No creo que sea buena idea… —murmuró, aunque por su mirada advertí que estaba excitado.
—No quiero pensar, Niall. Quiero estar contigo. ¿Y si…?
No me dejó terminar la frase. Buscó mis labios y acalló mis pensamientos con ternura. Fue depositando besos sobre mis párpados, sobre mi frente, sobre mis mejillas hasta llegar al lóbulo de mi oreja.
—¡Como desees, _____… _____, me encanta decir tu nombre! ¡Siempre es un «Como desees» contigo!
Sus manos exploraron con mimo mis pechos. Pude notar también cómo su cuerpo respondía a mis caricias y cómo se erizó su piel cuando mis dedos bajaron hasta línea de su pubis. Gimió en mi oído y yo abrí la boca para atrapar la suya. Buscó en el bolsillo de su pantalón un preservativo y lo dejó encima de la mesilla.
Nos quitamos la ropa con urgencia y nos contemplamos desnudos. Boqueé cuando se inclinó de nuevo sobre mis pechos y fue deslizando sus labios hasta llegar a mi ombligo, para acabar más abajo. Jugueteó con sus dedos con mi vello. Arqueé la espalda y contuve un suspiro cuando mordisqueó mi pubis. Noté que el corazón se me iba a salir por la boca, al tiempo que me estremecía. Le agarré la cabeza para que me mirara un instante.
—Niall, dime que no me vas a dejar nunca.
—Nunca. Te lo prometo.
Lo atraje hacia mí, y hundió la cabeza en mi cuello. Yo moví las caderas para que se acoplara. Lo obligué a que me mirara a los ojos, mientras él asentía con la cabeza. Sentí una ola de placer en lo más profundo cuando nuestros cuerpos encontraron lo que tanto ansiábamos.
Mis piernas y las suyas permanecían entrecruzadas. Yo tenía la cabeza apoyada sobre su hombro y sentía que todos los músculos de mi cuerpo se habían aflojado. Me pesaban los párpados.
—Si me duermo despiértame sobre las cuatro y media —susurré.
A las cinco se celebraba la misa y no quería llegar tarde. Después iríamos al entierro.
—Como desees.
Cerré los ojos y me dejé llevar por la respiración calmada de Niall. Era como estar a orillas de una playa y escuchar el murmullo de las olas. Había placidez en ese sonido. No quería luchar contra el sueño, así que me abandoné a él.
—Despierta. Estoy contigo, Yasmine —me susurró Niall al oído a la hora convenida.
—Hola. —Entreabrí los ojos.
—¿Te encuentras bien? ¡Has estado intranquila todo el rato!
—Sí, no es nada. —Aunque no era del todo cierto.
Había estado soñando algo que no lograba recordar, pero tenía relación con la película que habíamos visto. De eso estaba segura. Nadie tenía derecho a decidir si tenía que vivir con miedo. No me iba a dar por vencida.
Nos quedamos mirando a los ojos. Podía perderme en su mirada, en ese mar azul que me producía tanta calma, y no cansarme nunca. Habría dado cualquier cosa por quedarme en la cama y no tener que acudir a una misa que no me apetecía.
Él fue el primero en levantarse y tiró de mí.
—Tenemos que darnos prisa. —Me revolvió el pelo.
Agarró los calzoncillos y los pantalones del suelo, y se los puso. Se echó la camiseta al hombro.
—Está bien —afirmé—. Me cambio y bajo en un segundo.
Antes de salir de la habitación, Niall recibió una llamada de Maura. A medida que su madre hablaba a él le iba cambiando la cara. Sus ojos brillaron y esbozó una sonrisa.
—¿Qué sucede? ¿A qué se debe esa sonrisa?
—Parece que viene en camino un mini yo.
—¿Qué?
Niall soltó una carcajada.
—Sí, mamá está embarazada de nuevo.
Suspiré. Al fin una noticia alegre. Ahora entendía lo misteriosos que habían estado papá y ella durante toda la semana.
—¿Y por qué tiene que ser chico?
—Por la ley del Karma. Carlota es como tú, y ahora toca un niño. Así no me sentiré solo.
Le tiré la almohada a la cabeza.
—¡Tendrás queja de mí o de la pequeñaja!
—En absoluto… solo que sois un par de brujas que conspiráis contra mí.
—Anda, sal de aquí antes de que te diga algo de lo que me arrepienta.
—¿Sí? ¿De qué te arrepentirías?
—No sé, de tener un novio tonto y no poder devolverlo porque ya ha vencido el término de garantía.
—Yo también siento que tengas que cargar conmigo, pero te prometo que haré lo posible por recompensarte.
Una vez que me hube quedado a solas, frente al espejo del armario contemplé la imagen que me devolvía el cristal. Unas palabras se colaron de pronto en mis pensamientos: «Tú morirás como las otras. ¿Tienes miedo? Pues aún no temes lo suficiente».
No, me dije que nada de aquello sucedería, aunque no estaba muy segura. El ritmo cardíaco se me aceleró y comencé a sudar. Entonces se me cruzaron otras palabras en rojo unidas a la imagen de una chica que me sonaba de algo: «Eres la pieza que nos falta. Ese es tu destino».
Me temblaron las rodillas, y me sujeté al armario para calmarme. Hice unas respiraciones profundas y poco a poco fui recuperando la tranquilidad.
Niall me sorprendió apoyada en el marco de la puerta del armario. Corrió a mi lado alarmado.
—¿Qué pasa?
—No lo sé. De repente me han venido unas palabras y una imagen a la cabeza que no sé de dónde han salido.
Por más que tratara de encontrarle una lógica no llegaba a comprender de dónde demonios habían salido aquellas frases que estaban dirigidas a mí.
—Pero ¿lo relacionas con algo?
—No sé… quizá con la película.
Niall se quedó pensando unos segundos. Al momento entendí que él había comprendido qué estaba pasando cuando sus ojos se abrieron.
—¡Eso es! —exclamó—. Cómo no me he dado cuenta antes. Hay imágenes subliminales en toda la película.
Reflexioné sobre lo que me estaba diciendo.
—Tiene sentido, claro.
—Claro que tiene sentido. Son pequeños instantes que han pasado tan deprisa que no nos hemos dado cuenta de que estaban ahí. Pueden manipular la mente de una persona sin que esta tenga consciencia de ello. Son inducciones o a veces sobreimpresiones que no suelen ser captadas conscientemente, a no ser que alguien nos indique exactamente dónde están y en qué consisten. Por ejemplo, el director de El exorcista, William Friedkin, empleó técnicas subliminales visuales y auditivas para reforzar los efectos emocionales, como zumbidos de abejas o maullidos de gatos.
—¡Dios mío! ¿Qué hay escondido en ese CD?
Una vez que hube averiguado el porqué de nuestro estado de ánimo mientras veíamos la película, me hubiera gustado volver a verla para saber qué mensajes había escondidos.
—Venga, se lo comentaremos a Dani —dijo Niall—. Pronto acabará esta locura, y la chica de la playa será la última víctima.
laus_98
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
ahhh
diossss me muerooo que intrigaaaa por diosss
Enserio que buena jaja
+enseriooo
sigelaaaaaaaa
Sigelaaaaaa
Loa
loa
Re: Como desees. (Niall Horan y tu) (Adaptación)
porque no la seguisss
plissss
enserioooo sigelaaaaa
plisss
sigelaaaaa
Loa
loa
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