Teen Idle|N.C|ʚïɞ|Cancelada.

Cap 06 Evangeline Sullivan.

El sol se filtra por la pequeña ventana de la habitación, iluminando tenuemente el lugar y a mí también. La pequeña pero molesta luz le da me lleno en los ojos, haciendo que despertase con molestia. Abro los ojos con dificultad y cansancio, y me los tallo con delicadeza como hago de costumbre cuando me levanto. Cuando por fin mis ojos se acostumbraron a la oscuridad del lugar puedo darme cuenta que algo iba mal, esta no es mi habitación. Recorro la habitación con la mirada rápidamente y con miedo, hasta que me topo con una persona que estaba compartiendo mi misma cama.
Recuerdos de la noche anterior llegan  a mí en pequeños fragmentos: Yendo a la fiesta de Ben Barnes, el mariscal de campo del instituto… Estando sentada en un banco, sola… Ben Barnes desafiándome a tomar alcohol… Tomando alcohol… bailando con Ben…  yendo a su habitación y… ¡No! Era imposible. Desesperada, bajo de la cama y envuelvo mi cuerpo desnudo en las sabanas, doy la vuelta a la cama para enfrentarme con las atractivas facciones del chico que siempre me había sacado el aliento, mi más grande pesadilla en esos momentos.
— Demonios —mascullo con desesperación. Es por eso que ella no voy a las fiestas y prefiero quedarme en mi casa leyendo un buen libro, por este tipo de razones. — Barnes —lo llamo con poca brusquedad para que el chico no se despierte asustado. — Barnes —vuelvo a intentarlo. Bufo con exasperación, y me  acomodo un mechón de cabello que se cruza por mi mirada, mientras intento que las sabanas no se cayesen. “Que se despierte de la forma que tenga que despertarse.” Pienso  y opto por arrojarle una almohada.
Ni esa forma logra despertarlo.
No sé si es por efectos retrasados del alcohol, o es porque el estrés me está matando, o tal vez debe ser porque acabo de perder la virginidad con alguien que ni siquiera me ama pero en ese momento no me molesta tirarme encima del joven para que mi peso haga que el joven se despierte.
— ¡Joder! —dice Ben, despertándose gracias al enorme susto que le hice dar. — ¿Evangeline? —pregunta sorprendido, al verme entre sus sabanas con la mirada asustada.     
— ¿Qué paso? No, no me lo digas. —aclaro al ver la mirada picara del idiota, una mirada que seguramente decía “Sexo, cariño”. — Mejor dicho, ¿Cómo paso? No tampoco lo respondas.  —Ben soltó una carcajada.
— Si quieres te explico cómo paso. — dice riendo. — Cuando los besos dejan de ser satisfactorios y las ropas empiezan a sobrar, alguno de los dos empieza a… —fue interrumpido por el enorme almohadazo que le di.
— ¡Cállate idiota! —me quejo, con los ojos casi lagrimeando. — ¿Qué sucedió exactamente antes de, bueno, de que viniéramos aquí?
— Emmm… ¿Y que recibo yo si te lo cuento? —pregunta con esa mirada picara, tan típica en el. Se me colorean las mejillas, ¿Cómo puede ser tan… brusco con esa clase de cosas?   
— ¿Ganar algo? —pregunto mientras estoy muriéndome de los nervios por dentro. — Yo no te daré nada, solo quiero irme a mi casa.
Ben chasquea la lengua en forma de desacuerdo y niega con la cabeza. — Así no ganaras nada en la vida, Linne. —dice sonriendo, mientras usa el apodo que suele usar cuando me pide la tarea de geometría.
Yo, por mi parte, solo quiero irme a mi casa, dormir y llorar todo lo que tengo atorado en la garganta, no quiero estar allí con él. Bajo la mirada con dolor y vergüenza mientras mis ojos empiezan a lagrimear. Sorbo con la nariz un poco, para luego taparme la cara con ambas manos y echarme a llorar. ¿Soy una chica llorona? Posiblemente, pero simplemente la situación es mucho para mi cerebro. Ben, sorprendido por mi reacción, no puede hacer otra cosa que acercarse a mi e intentar consolarme. 
— Ya, no llores, Linne. Ve a cambiarte, yo también lo hare —susurra con una dulzura nada común en el. Asiento y entro al baño con mis ropas, mientras él se cambia en su habitación con rapidez. — Sh, tranquila. Todo estará bien. —sigue diciendo, mientras me acaricia suavemente el cabello.
— No, no estará todo bien. —digo con la voz ronca. — Acabo de perder mi virginidad con alguien que ni siquiera me toma en cuenta, ¿Entiendes? —vuelvo a sorber por la nariz y levanto la cabeza para verlo directo a los ojos. — ¿No te das cuenta? Yo tenía ganas de perderla con alguien al que yo quisiera y que me quisiera, que fuera algo lindo y no simplemente bajo los efectos del alcohol, con alguien que no se olvidara a la noche siguiente… —él me interrumpió.
— Escúchame, y escúchame bien porque no soy de esas personas que saben expresarse de una manera buena. No digas que no me importas porque si lo haces, más de lo que me gusta admitir. —suelta un suspiro y ruedo los ojos. Claro que se que él es un hombre que no se expresa mucho, siempre roba mi tarea para la clase de poesía. — No me gusta llevarme por mis sentimientos, no me agrada el cariño, detesto el amor pero no puedo evitar sentirlo al verte. Sé que fue una casualidad que tomaras alcohol y estuvieras conmigo pero yo siempre quise estar así contigo, es solo que el amor es…
— ¿Por qué no te gusta el amor? —pregunto con la voz suave.
— ¿Me estoy confesando y esa es tu pregunta?  
— Respóndeme.  
— Mi mama se suicido cuando yo tenía nueve años a causa de que mi padre la engaño con su hermana, mi actual madrastra. —susurro él, con los ojos aguados, pero sin llorar realmente.
— Lo lamento tanto.
— ¿Por qué lo lamentas? Es culpa de mi padre.
— No tienes que guardar rencor por algo, es malo.
Ben suspiro y se peino el cabello hacia atrás. — Lo sé, es que la extraño demasiado. —dijo con la voz quebrada.
No puedo evitar conmoverme, me acerco hasta él y lo abrazo fuertemente, algo que él correspondió con casi tanta efusividad como yo.
— Por cierto, yo también siento cosas por ti. —digo un poco abrumada, pero aun abrazándolo.
— Lo sé.
— ¿Cómo que lo sabes?
— Ayer, antes de lo que ya sabes, estaba con Celia hablando y llegaste tu, alcoholizada, y me montaste una escena de celos. Debo admitir que fue bastante divertida.  —dijo el sonriendo.
Mis mejillas se colorearon.
— ¿Acaso dije algo más que me haga quedar como una idiota?
— Te me declaraste y me pediste para salir.
— ¿Y tú que dijiste?
Ben rio,  me dio un suave beso en la boca y abrió la puerta de su habitación, a la cual me acerque.
— Te paso a buscar a las ocho, Linne. —sonrió él.
Reí y salí de la habitación rápidamente, intentando no despertar a nadie.  Salí de la casa con suavidad y tome un taxi hasta mi hogar.  Al llegar me lleve la sorpresa de ver a mi madre ya cocinando el desayuno.
— Evy —me saludo mi madre.
— Mama —conteste, con un poco de miedo.
Nunca había sido de esas personas que se quedaban en la casa de amigas o iban a fiestas a la noche, yo era de esas chicas que prefería quedarse mirando una linda película en su casa, leyendo un libro o estudiando. En realidad, no tenia amigas. Siempre estaba en la biblioteca cuando el timbre sonaba y en clases no escuchaba nada que no fuera al profesor.  Mi madre, hasta me había dicho que empezase a salir un poco, que haga amistades, que disfrute de mi juventud.
— ¿Dónde  estuviste?
— Fui a una fiesta, sé que no debía quedarme a dormir allí pero…
— ¿De quién era la fiesta? —me interrumpió mi madre, con una sonrisa.
— Ben Barnes, el mariscal de campo del instituto.
— ¿El hijo de Rick Barnes?
— Creo que sí.
— Es fantástico que hables con él, cariño.
— Gracias madre. ¿Por qué lo dices? —estaba a punto de comunicarle que él era mi cita para el baile de hoy, pero opte por preguntar eso primero.
— ¿Te acuerdas que yo salgo con alguien el cual nunca te dije el nombre?
— Si mama.
— Su nombre es Richard Barnes. —hizo una pausa y  quise morir cuando mi madre pronuncio las palabras que le seguían. — Y me ha pedido matrimonio.
— ¿Cómo? —inquirí asustada.
Acababa de tener sexo con mi próximo hermanastro, no podía ser posible. No sabía que decir y era obvio que los hechos de esa mañana no saldrían en esa conversación, ni tampoco que él era mi cita de hoy.
Mi madre se encogió de hombros con una sonrisa. — Le dije que si, cariño. Nos casaremos pronto.
¿Y yo? No sabía que era exactamente lo que pasaba por mi cabeza. Estaba furiosa, preocupada, enamorada, triste, en fin, bipolar. Quería decirle palabras hirientes a mi madre para que se olvidara de su prometido, así ella podía estar tranquilamente con mi chico y no teníamos problemas.
— ¿Qué piensas, hija?
— Que no lo puedo creer. —conteste.
— ¿Eso es bueno o malo?
— ¿Te puedo hacer una pregunta?
— La que quieras, cariño.
— ¿Tengo que tirar las cenizas de mi padre?
— ¿Cómo?
— Digo, ya sabes, de la forma que te has olvidado de él.
— ¡Evangeline Sullivan, yo no me he olvidado de tu padre!
— ¡¿Y entonces porque te casas cuando no ha pasado ni un año de su muerte?! —grite con fuerza, volviendo a llorar.
— Me he vuelto a enamorar, cariño. No te enojes conmigo por eso.
— Nunca te lo perdonare, madre. —dije enojada, corriendo hacia mi habitación.
Al llegar me arrepentí al instante del momento que le estaba haciendo pasar a mi madre, en realidad no estaba enojada con ella, si no conmigo misma. Bueno, en realidad no sabía si estaba enojada por lo de mi padre o porque en realidad me había terminado enamorando del que en un poco tiempo se convertiría en mi hermanastro. Abatida, me tiré en la cama y caí sobre un vestido de raso color verde agua, el vestido que mi abuela me había regalado para el baile, el baile al que tendría que asistir con Ben.
Con un poco más de ánimo, me limpie las lágrimas y me prepare para el ansiado baile. Luego de peinarme y ponerme el vestido, baje lentamente por las escaleras a esperar que Ben llegara, él cual lo hizo a las ocho en punto. Sin permitir que mi madre saliera a ver quién era mi acompañante, salí sonriendo y tome la mano del chico que me traía loca. El viaje paso poco incomodo para nosotros, ya que la pasamos hablando sobre chistes feministas y machistas, mientras hacíamos una pequeña guerra de sexos y marcábamos las ventajas y desventajas de ser hombre o mujer.
Poco tiempo después, ambos nos encontrábamos en la pista de baile, muy juntos bajo la mirada atenta y sorprendida de todos los del instituto, ya que no era común que Ben Barnes estuviera con una chica tímida como Evangeline Sullivan. Habíamos terminado de sacarnos la foto y, justo en ese momento, estábamos  bailando una canción lenta.
— ¿Te puedo besar? —me pregunto él, cuando la canción ya casi terminaba.
— ¿Por qué preguntas?
— Porque vas a ser mi hermanastra.
Baje la mirada. — Lo sabes, ¿eh?
— Estoy tan sorprendido como tú.
— No lo creo. No puedo creer que mi madre me haya mentido de esa forma.
— ¿No sabías que tenia novio?
— Si, pero nunca creí que fuera algo serio. Ósea, ¿Casarse? Jamás lo creí.
— Ni yo.
— Por cierto, si. —respondí sonriendo.
Ben frunció el ceño, confundido. — ¿Si qué?
— Que si puedes besarme, hay que aprovechan el poco momento que nos queda.   
— Cierto. —corroboro él. Se acerco a mí con dulzura y, tomándome de la cintura, me beso suavemente.
No podía ser posible lo que ese chico hacia en mi estomago, enormes mariposas estaban revoloteando y mis piernas parecían gelatina. Es más, apostaría que me hubiera caído si es que no estaba sujeta a él.  No podía ser posible que por fin cuando el chico que amaba me decía que me  quería, mi madre me decía que quería casarse con el padre de él. La mala suerte estaba de mi lado, sin dudas.
Con lágrimas que salían de mis oscuros ojos, me separe. Ben me miro sorprendido, pero se preocupo al ver que lloraba. — No puede ser que vayas a ser mi hermanastro. —llore casi con impotencia, y salí corriendo hacia el baño antes de que él me detuviera.  Una vez allí, me senté en el suelo del lugar sin preocuparme que el vestido se me ensuciara. Y llore.
Llore por todo lo que tenía dentro, mi padre, mi madre, mi próximo hermanastro y el amor que siento por este.