A night to renember}Novela colectiva | One Direction.

La presidenta de la clase lo tiene todo: una familia íntegra, el puesto número uno en su clase, una beca para la universidad de Stanford. Podrás ver la cara de Danielle si es necesario en una caja para cereal de niños con tal de patrocinar al equipo de soccer de su instituto. Tiene un gran peso encima al ofrecerse como protocolo para el baile, con el fin de transformar, una noche ordinaria, en el anhelo de todos, una especial “noche estrellada”. Pero algo sale mal y el Director la obliga a convivir durante seis semanas cada día después de la escuela, con el chico más rebelde y egoísta existente sobre la faz de la tierra, Zayn Malik.
Excéntrica y poco común serían las principales características de Louis y su mejor amigo, Walter. Dos adolescentes que concentran su tiempo en jugar videojuegos, asistir a obras teatrales de star wars o simplemente hablar de bandas clásicas. Louis, –a pesar de su personalidad inmadura o infantil– posee hermosos e intensos sentimientos hacia su compañera de laboratorio de ciencias. Pero Mackenzie no ha superado una pequeña aventura que tuvo con el capitán de soccer, Tyler, y eso presentara un problema en la pequeña pero notable relación entre ellos que apenas llevaban a cabo. Eso sin contar, el distanciamiento entre la relación de mejores amigos inseparables que existía entre Walter y Louis, que por supuesto, tenía un efecto en toda la situación. ¿Podrá Louis conservar a su chica después de todo?
Stelle Simons, perfección y belleza entraría entre sus atributos más reconocidos. Después de Danielle, es la chica con mejor promedio del instituto. Poco amigable, pero solo con desconocidos. Se asegura de que todo salga como planea y puede que sea algo… manipuladora. Su promedio es algo con lo que nadie tiene que meterse; se esfuerza por ser la mejor, sin dudas. Para muchos es algo difícil de alcanzar. Un mejor amigo de infancia que por cuestiones de popularidad tuvo que dejar de hablarle, Liam Payne, presenta una atracción hacia Stelle. A parte de ser el ex mejor amigo enamorado que la persigue, es uno de sus rivales académicos, pero sin duda, el más guapo y tierno de todos esos torpes. Ella se niega a salir o mantener cualquier tipo de contactos con él, debido a que eso podría afectar su perfecto promedio, pero sobre todo, teme ser lastimada de nuevo. Los métodos de seducción de Liam son muy efectivos, ¿quién dice que ella no podría ser su pareja del baile y próxima novia más adelante?
Rizos perfectos, sonrisa encantadora y ojos seductores. En pocas palabras, Harry Styles. A lo largo de su estadía en el instituto no pasa para nada desapercibido como el más mujeriego, seductor y narcisista. Digamos que por fin sentó cabeza y tiene a la novia más sensacional del universo, Caroline Adams, la capitana del equipo de porristas. Pero su naturaleza de patán lo hace deslizarse al mundo de las infidelidades y en un abrir y cerrar de ojos, su relación se puede desplomar y los dos podrían verse en parte de un escándalo social en la primera plana del periódico escolar “¡Súper notición! Harry Styles y Caroline Adams asistieron al baile por separado”. Nada conveniente para el puesto de los más populares del instituto, ¿eh?
Niall Horan. El chico más tímido que podría existir es dueño de unos maravillosos ojos azules que irradian ternura al siquiera mirarlos, pero, digamos que las chicas no son su fuerte. Desde secundaria cuando a la primera chica a la que invito a salir lo rechazara insensiblemente, decidió estar un tiempo apartado del rollo de las chicas. Pero ya su tiempo llego al límite. Con incentivo de su mejor amiga, no quedo ni una sola chica en el Brooks High a la que no invitara al baile. Él no se percató de que esas seis semanas que quedaban para la gran noche transcurrían con rapidez y ya casi todos estaban emparejados. ¿Podrá Niall después de todo encontrar a su chica ideal? Sin embargo, sus ojos no captaron a aquella chica de rostro angelical que solo se dedicaba a mirar los pasillos, la chica invisible, y no era nada más y nada menos que su actual hermanastra.

Los chicos se debaten tratando de escoger un esmoquin carísimo –pero perfecto para la ocasión–, ordenan por internet el ramillete o tal vez hacen una visita a Cheescake Factory, tratan de elegir los zapatos adecuados.

Claro y después de todo el mohín del aspecto, idean más de una manera para conquistar a esa chica que los trae como locos. Intentan con diversas tácticas empleando su lado sobre las cursilerías. Flores, bombones de chocolates, una salida a algún lugar, una nota en el casillero, un afiche pegado en el vidrio trasero de su auto…
… y dólares menos en la cuenta del banco.

Se preocupan por esos pequeños detalles que en otras circunstancias les hubiera dado igual, pero no pueden darse ese lujo. Es su último año y tienen que aprovecharlo al cien por ciento. Aunque, saben que si pisan en fallo, arruinaran todo lo que las chicas –o sus respectivas parejas, según el caso– esperaban con tantas ansias… El baile de fin de curso. Mucho más de ser una tradición de su país, es algo que todos desean o esperan tener a su edad, una ilusión transparente de estar solo a un paso de su futuro.

Ellas, por su parte, se vuelven locas –en el sentido literal de la palabra– pero sin perder la cordura, ¿Quién quiere tener arrugas antes de tiempo? y se aseguran que ningún detalle se les escape, por más mínimo que sea. Con su sentido de la intuición y del perfeccionismo latente en sus cinco sentidos, se encargan de la «artillería pesada».

Horas interminables en la peluquería exigiendo el peinado perfecto, ese vestido tipo ensueño que todas por las que la mayoría suspira; que no llame mucho la atención, pero que tampoco pase desapercibido y muchos otros detalles que son ridículos e innecesarios ante la insensibilidad de por sí en los chicos.

Una noche especial, sin duda, la noche que reflejará lo mucho que todos han trabajado, aunque sea sólo aportando un granito de arena. La noche en la que no importa si eres tímido, raro, popular, con look de chico malo, rata de laboratorio o quizás gótico. Una noche que promete muchas cosas, entre desilusiones, algún nuevo amor, la oportunidad de planear ese futuro junto a la persona que realmente amas… La noche en que cantaras a todo el pulmón tu canción favorita con alguien que quizás ni se te ha cruzado por en medio del camino. La noche en que olvidaras todo por un momento de gloria y te dedicaras a divertirte al máximo.

Pero recuerda que esto no es un cuento de hadas, es la realidad y se sabe que si mezclan dos cosas totalmente diferentes, el resultado puede ser fatídico o quizás adverso a todo lo que esperabas. ¿Quién garantiza que todo saldrá perfecto? Ese dichoso baile traerá muchos problemas a flote: las verdades que tanto quisimos ocultar saldrán a la luz cegando a todos con su paso, te rechazaran y todo por una simple ilusión, te romperán el corazón o quién sabe si tu rompas el corazón de alguien; todo podría ser válido en este trayecto.

Solo debes superarlo, respira hondo antes de adentrarte a este mundo y sonríe, después de todo, es un simple baile de graduación, ¿no?

Danielle se despidió de sus padres con un agite de manos improvisado y se adentró en el auto de Austin sobándose las cienes. La cabeza le lanzaba puntadas de dolor, provocando que su mal genio saliera a flote por segundos.
Austin, su mejor amigo, le sonrío con antelación y negó con la cabeza.
—Danielle, esto te está matando. Te saldrán arrugas y nadie querrá invitarte al baile.
Danielle lo fulminó con la mirada y él se encogió de hombros divertido. Si bien él sabía que todo por lo que estaba pasando tenía un fin fructífero. Además, ya era demasiado tarde para declinar su cargo de presidenta de la clase.
Se relajó un poco y esperó pacientemente a que la sangre circulara por todo su cuerpo como debía ser. Le regaló una sonrisa torcida y se removió en su asiento.
—¿Qué tiene de malo un poquito de estrés? Tú bien que necesitas una buena dosis para que sientes cabeza —se excusó alzando una de sus cejas.
Le miró con desenvoltura, como si el tema que quería tocar fuera algo que se resolvía fácil.
Un poco de estrés ayudaba en muchos aspectos, la presión ejercida sobre una persona la obligaba a tomar cartas en el asunto y así poder lograr sus objetivos con más precisión y responsabilidad.
—Pero me gusta hacer las cosas a última hora, así siento más adrenalina —dijeron al unísono.
Él, con su voz perfectamente despreocupada y ella con un intento de imitación barata y masculina.
Prendió su estéreo y le subió a esa clase de música intolerable que se hacía llamar “hip-hop”.
—¿Quieres pasar por la papelería buscando lo que te hace falta? —preguntó deteniendo el auto en el semáforo.
Danielle asintió.
—Tampoco es que quiera soportar tú mal humor todo el día, ya es suficiente con tus “días” de cambio de humor —soltó una risotada e hizo comillas con sus dedos.
Golpeó su cabeza con el dorso de su pequeña mano.
Estaba burlándose, burlándose de ella. ¿A caso a él no le había afectado la florescencia?


—Muchas gracias, Bob. Espero verlo pronto —agradeció amablemente cuando el señor canoso contiguo detrás del mostrador me entregara los grandes afiches contenidos en una liga.
—No hay de qué, Ellie. Suerte en tú baile —tendió su mano y la estrechó en un apretón suave.
—¡Gracias! —le dijo con una sonrisa torcida—, la necesitaré —musitó en voz baja.
Un campaneo irritante sonó en cuánto cerró la puerta del lugar. Frunció los labios hasta convertirlos en una línea delgada.
El peso del compromiso que tenía con la generación del 99’ cobró postura bajo su brazo.
Suspiró, apenas quedaban dos meses para el baile de fin de curso y todavía le faltaba trabajo que hacer.
En todo el trayecto de la papelería de Bob hasta el instituto, no dejó de planificar mentalmente como se dividiría en cuatro partes para resolver todos los problemas que se le habían acumulado. Los del periódico escolar se había atrasado en dar información en sus primeras planas sobre la primicia del baile escolar y tenía que renovar la información para que en la próxima edición saliera plasmado el costo de las entradas, fecha, hora, lugar y otros pequeños detalles de menos importancia.
Las entradas tendrían que haberlas impreso la semana pasada y a la chica que se encargaría de eso le dio gripe, por lo que, ella misma tendría que ir a la sede de impresiones a verificar cuando estarían listas.
En el salón principal de baile –la cancha de básquetball, para ser específicos-, se encontraba el comité de decoración pero como siempre, resultaban de poca ayuda y tendría que ir a implantarles un poco de disciplina y ayudar un poco con el ambiente.
Por otra parte, tenía dos exámenes de inglés y castellano en el día de hoy y no podía faltar.
El murmullo incesante de los estudiantes del lugar la distrajo del hilo de sus pensamientos y cuando enfocó los ojos en el lugar en que se encontraba parada se dio cuenta de que, no sabía cómo, pero había llegado al pasillo donde estaban los casilleros.
Sacudió la cabeza y ladeó la vista hacia su casillero que estaba frente a sus ojos, con manos temblorosas, introdujo la clave y este se abrió de golpe.
Fijó los libros de las próximas clases, y lo cerró.
Arremangó su sweater rosa con cuidado de no estirarlo y miró con algo de disgusto como lucía. Falda blanca con pliegues, vans rosadas con motitas purpuras y por último, su cabello rubio perfectamente alisado.
No estaba tan mal, claro, si esperaba que un mono me invitara al baile.
Austin tenía razón, este tipo de trabajo estaba consumiéndola; pero aun así las ansias por el día con el que siempre soñó no desaparecieron, al contrario, se intensificaron más cuando por mi mente pasó una imagen de James, el castaño de ojos cafés con algo de verde, tan dulce y encantador que te daban ganas de llorar por tanta perfección.
Sólo esperaba que planeara invitarla, de lo contrario, Austin la humillaría y se burlaría de ella por no tener una cita decente para el baile. No podía permitirse tal decreto, por lo que decidió pensar que hoy sería el día en que oficialmente recibiría esa invitación que tanto pretendía.
—¡Hey! —agitó el hombro de su embobado amigo con desesperación.
Cinco segundos de su atención bastaron para que Austin entrara en ese tipo de trance al mirar a Valerie: la chica de tez pálida, personalidad arrogante y look de rockero, pero en estado de depresión urgente. Su definición adecuada de chica perfecta.
Sus teorías fueron reveladas, pero optó por no emitir comentario grosero que pudiera intimidarlo.
Al ella ver que Austin no respondía y solo concentraba su mirada llena de amor en los movimientos torpes de Valerie, dispuso del entusiasmo suficiente como para entablar una conversación.
—¿La invitarás al baile? —tanteó el terreno de agrado.
—¿Qué-qué? ¡Estas demente, Ellie! —titubeó, las palabras que salían de sus labios se golpeaban frenéticamente por formar una oración concreta y clara.
El miedo que experimentaba los chicos para hacer una simple invitación se hacían presentes en cuanto se percataban de que ella era la indicada para una perfecta noche para celebrar.
Gesto que solo sirvió para que Danielle pensara que era lo más dulce que alguien podía pensar.
—Amigo, ella no esperará todo el día por ti —persuadió con gracia mientras daba unos leves golpes en su espalda para incitarlo a acercarse—. Suerte, compañero —besó su mejilla y terminó dándole un empujón para que actuara de una vez.
Se dio la media vuelta con una sonrisa maternal en el rostro y ubicó los blancos perfectos para colocar una serie de afiches que avisaban mediante colores dorados y champanes que faltaban pocos días para el baile y en letras cursivas y grandes decía: Noche estrellada.
El motivo perfecto que tenía en mente desde hacía ya tiempo como nombre para el baile.
Adornos especialmente escogidos para la ocasión relucían como diamantes mientras el grupo de logística para la ocasión los trasladaba del gimnasio al depósito de actuación. Ese sería el lugar donde los almacenarían conforme compraban los que faltaban y como técnica de seguridad y comodidad para acceso total a ellos.
—¡Rolo, date la vuelta y llévalo al depósito! —gritó lanzando una orden al chico de cabello rubio y rizado.
Todos trabajaban conforme a las exigencias de la rubia.
Entre suspiros de agotamiento y miradas corteses tras las envenenadas hacia ella, todos se reunieron en la cancha de futbol americano, pues Danielle los había convocado hacia allí.
—Bien. Hicieron un excelente trabajo, chicos, la verdad estoy muy orgullosa de los resultados del día de hoy. Como recompensa y ya que forma parte de los requerimientos exigidos, es un honor entregarles oficialmente las primeras entradas del baile de graduación del Brooks High —les sonrió, mostrando sus perfectos y alineados dientes.
Sonrieron con entusiasmo, después de todo si obtendrían algo bueno a cambio.
Previo al encuentro del comité del baile, la rubia ajetreada tuvo que correr para conseguir las impresiones a tiempo.
Se les hizo la cesión de las entradas a cada uno de los chicos, Elizabeth, María, Rolo y por último, pero el más importante, a James Maslow.
—Muchas gracias, Danielle —se despidió María con un abrazo amistoso.
Danielle le correspondió.
Elizabeth le hizo señas para encontrarse en una hora en específico a la hora del almuerzo y sin más, desapareció dando saltitos por todo el campo de juego, a lo que se ganaba más de un insulto irritado por parte de los jugadores en práctica.
Rolo le guiñó un ojo divertido y al final en la escena quedaron solo James y Danielle. Un silencio sepulcral transformo la situación en algo realmente incomodo, o al menos para Danielle.
—Esto… sobre el baile… —comenzó a decir James mirando fijamente los ojos de la joven que parecía irradiar rayos de luz.
—¿Sí? —Danielle empleó un tono de voz agudo y empalagoso.
—Ya sabes, como somos los principales encargados del baile, me preguntaba si querrías ir conmigo. Pienso que debemos llegar más temprano para controlar todo y así ahorramos transporte —dijo restándole importancia a una invitación cordial y dulce, haciendo añicos las expectativas que poseía Danielle.
—¿Qué? —inquirió en un hilo de voz.
¿Cómo es que había permitido que un idiota la invitara al baile de esa manera? Es decir, tenía toda su fe puesta en James y en que tenía buen gusto en lo que respecta a una invitación romántica y especial. ¿Quién creía que era? ¿Un objeto sin sentimientos? Era una chica, con todo el sistema del dramatismo y sensibilidad incluidos, con un cerebro capaz de analizar todo tipo de estímulos y su falta de sentimentalismo era una clara evidencia de que James no se interesaba en ella de esa forma, sino que solo con un compromiso de responsabilidad.
¿Cómo conseguiría una cita en tan poco tiempo? Además de la falta de tiempo evidente, un montón de tareas por conseguir se lanzaron a ella con brusquedad.
Era imposible, en teoría.
No podía ir al baile sola, no después de rechazar al chico más deseado de todo el instituto, sería una vergüenza declinar esa invitación por un capricho por un prototipo de cuento de hadas.
Aceptaría. Después de todo, ¿Cuándo James Maslow se te ponía en bandeja de plata? Aunque la decepción de sí misma la golpeo con fuerza, no cambio de opinión.
—¿Entonces irás…? —sonrió, como quien no quiere la cosa.
—Claro que iré —se mordió la lengua en un intento de no parecer desesperada.
Se preguntó cuáles eran las probabilidades de una cita tipo desastrosa en una situación claramente encolerizada.
Descartó toda su cita tipo cuento de hadas, como las princesas de las películas, abrumándose con la desesperanza que la invadió.
Ya era demasiado tarde para buscar otra cita.