We had some good times, didn't we?

— ¿Te gusta Caitlin?
— ¿Qué cosa? –la pregunta de Mason lo había tomado completamente desprevenido como para saber que responder en ese momento.
— Escuchaste bien –insistió con la mirada fija en él.
— Si, pero tu pregunta es algo extraña –frunció el entrecejo ya que no le encontraba sentido a la pregunta que había hecho Mason.
— Se ve que ella te quiere... –susurro para sí mismo el peli castaño.
— Mason.
— Y tú a ella... –continuó, como si aquello lo repitiera para terminar de creerlo.
— Caitlin es una hermana para mí –aseguro Holder colocando una mano sobre el hombro de Cardiggan.
— Pero si apenas la conoces.
— Tal vez, pero dime ¿no te enamoraste de ella desde el primer momento en que la viste? –interrogó elevando sus hombros y tomando por sorpresa al oji azul número dos.
— No sé de qué me hablas.
— Lo sabes muy bien –insistió el peli negro, aunque sabía de más la respuesta.
— Nos vemos luego, Holder... ah, y si puedes, me saludas a Cait.
— ¿Porque no lo haces tú?
— Porque, si no te has dado cuenta, ella y yo dejamos de ser amigos desde que llegamos a este estúpido viaje –comentó Mason con algo de rencor y dolor entremezclados.
— Tú eres quien se alejó de ella.
— No, Holder... fue Caitlin quien me alejo –susurró Mason al final antes de retirarse del lugar.

−Disculpa ¿podrías repetir lo que me dijiste? –hablo el oji azul cuando finalmente salió del trance.
− ¿No me oíste, Mason? –pregunto Caitlin enarcando las cejas y cruzándose de brazos.
− Lo siento, Cait… es que me perdí en tus ojos… ¿te he dicho que son hermosos?
Y de pronto, todo enojo había desaparecido en la morena al escuchar esas palabras por parte de su novio.

— ¿Cómo fue que te diste cuenta? —la curiosidad de la oji marrón era más que clara en aquella interrogante.
— ¿De qué, amor? —cuestiono el oji azul viendo las manos entrelazadas sobre su rezago.
— De que me querías.
— ¿Quieres saber cómo me di cuenta de que te amaba? —elevó Mason sus cejas expectante y con una sonrisa divertida en su rostro de porcelana.
— Sí, bueno… −Caitlin se cubrió el rostro con ambas manos debido a la pena y para que su novio no viera el color rojo que se había colocado en sus mejillas.
— Supongo que siempre lo hice, desde el primer momento en que te vi —respondió el castaño quitando con suma delicadeza las manos que ocultaban el bellos rostro de su amada y mirándola de una manera en la que ambos sentían que solamente ellos habitaban en la tierra.

— Lo último que quería en esta vida era ser una carga para alguien… mucho menos para ti, Caitlin —confesó el oji azul limpiándose el rastro de lágrimas de su rostro, al igual que la morena.
− Mason, escúchame –demando la chica que aún seguía robando sus suspiros día a día—: no fuiste, no eres y jamás serás una carga para alguien… ¿de acuerdo?
— Caitlin… basta con las mentiras —rogó con cansancio. Mason solamente quería caer dormido y no volver a ver la luz del día… ¿era tan difícil que alguien entendiera eso?
Al parecer sí.
— Jamás volveré a mentirte, Mason –aseguró la morena mientras lo abrazaba, dándole a entender que siempre permanecería a su lado—. Lo prometo.
Y esa era una promesa que no estaba dispuesta a romper.

— Ian, basta —la castaña sabía que era momento de poner las cartas sobre la mesa y terminar de una vez con todo el juego.
— ¿Basta de que, Linda? —el castaño lo intuía, sabía perfectamente a que se refería la oji marrón, pero era diferente el hecho de querer aceptarlo.
También para Lucy era difícil tener que afrontarlo.
— Todo esto, sabes a lo que me refiero —ella quería ser clara y concisa, pero sobre todo dura; lo heriría, lo sabía perfectamente, pero esto se estaba saliendo fuera de las manos y ninguno sabría controlarlo en un futuro—. No más, Ian.
— Lucy…
— Además, yo amo a otra persona.
No hubo alguna palabra más por parte de ninguno. Ian salió adolorido, desilusionado, furioso y herido… lo peor del caso, era que Lucinda se sentía de la misma manera, compartiendo el mismo dolor de quien alguna vez solía ser su medio hermano.

— Aléjate de Lindsay —advirtió el moreno con seriedad.
— ¿En serio me vienes con eso a mí, George? ¿Con qué cara te atreves a siquiera pedirlo? —interrogó enfrentándosele.
— Ella no te merece.
— ¿Y tú sí, no? —preguntó el rubio con sarcasmo y aquello hizo sentir de una manera inexplicable al oji miel.
— Es mi mejor amiga y no permitiré que cualquier idiota se aproveche de ella —se excusó, sabiendo que no solo por aquella razón hacia todo este drama.
— No. Lo haces porque te hierve en la sangre verla con alguien más que no seas tú —fue lo último que dijo Stanley antes de retirarse.

Decía la verdad… de nada servía ocultarlo más tiempo. El ver a Lindsay con alguien más era un golpe fuerte en su orgullo… como un balde de agua fría para él… como una pesadilla de la que ansiaba despertar.