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Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
ASHFDHSFDHJSFDJ DONDE ESTAS TE PASO ALGO AAAAAAA DONDE DONDE AAAA TE JURO QUE SI NO TE PASAS POR AQUI TE IRE A BUSCAR AAA Y SUBE CAP AAAAAAA
Hazel 1D Styles
Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
Perdón por no subir chicas, otra vez tuve problemas con mi papá -.- pero bueno de recompensa hoy subo maratón de 4 capítulos
Harriet
Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
aaa y los cap sirnto lo de tu papá
Hazel 1D Styles
Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
WUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU MARATOOOOOOOON *-*
Alejandra257
Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
Capítulo 8!{1/4}
Estábamos en la calle Ocho, donde la altura de los edificios impedía el paso de la luz del sol. Me había puesto chaqueta, sombrero y unas gafas de sol gigantescas, por lo que la claridad no suponía un gran problema para mí. Sin embargo, cuando abandonamos la escena donde había aparecido el segundo cadáver, me sentí mareada.
A aquella hora del día, el centro bullía de actividad y yo no estaba acostumbrada a tanto ajetreo. La gente pasaba apresurada por nuestro lado, y había incluso quien casi tropezaba conmigo. Estar entre multitudes ya no me inquietaba como antes y el aire libre ayudaba a mitigar el olor a sangre.
Además, últimamente, mis ansias de sangre estaban mucho más moderadas y Louis había elogiado mi capacidad para aprender a controlar tan rápidamente el deseo.
—Me parece que no sacaremos nada en claro de todo esto —le dije a Bobby mientras esperábamos a que el semáforo se pusiera en verde para cruzar la calle.
—Sé que ahí no hemos visto gran cosa, pero aún es posible que descubramos algo —dijo Bobby—. De todas maneras, siempre es mejor esto que no hacer nada.
Excepto un trocito de cinta adhesiva de la que utiliza la policía que habíamos encontrado adherida a un poste, en la última escena no quedaba nada de nada. Y en la primera aún habíamos encontrado menos. No es que tuviese muy claro qué andábamos buscando, pero la verdad es que no habíamos dado con nada.
Cuanto más nos acercábamos al lugar donde habían descubierto el cadáver de Charlotte, más enferma me sentía. Tenía la boca y la garganta secas, y me costaba mucho tragar. La chaqueta y el sombrero me daban mucho calor y estaba bañada en un sudor frío.
—No sé. —Moví la cabeza y me quedé un paso por detrás de Bobby.
—Echar un vistazo no nos hará ningún daño.
Bobby resbaló al pisar una placa de hielo y alargué el brazo por instinto. Conseguí evitar su caída, y lo sujeté un segundo por el brazo, pero él volvió a resbalar. Un hombre que pasaba por nuestro lado me miró con extrañeza. Hundí las manos en los bolsillos e intenté pasar desapercibida mientras Bobby se recolocaba la chaqueta.
—Gracias —dijo.
—De nada —murmuré, y lo agarré por el codo para seguir caminando. La gente continuaba mirándonos y aquella sensación no me gustaba en absoluto.
Si no hubiera estado tan nerviosa, habría dedicado un momento a sentirme orgullosa de haber sido capaz de actuar lo bastante rápido como para despertar miradas de extrañeza. Mis reflejos eran cada vez más veloces y ya no resbalaba sobre el hielo, ni siquiera corriendo sobre él. Empezaba a sentirme cómoda en mi nueva piel.
— ¿Hay algún motivo por el que tengamos que andar tan rápido? —preguntó Bobby, mirándome de reojo.
—No estamos andando rápido. —Me di cuenta de que caminaba más de prisa de lo que me habría gustado, de modo que aminoré el paso.
Solté el brazo de Bobby en cuanto doblamos la esquina de Hennepin Avenue, aunque luego deseé haber seguido aferrada a él. Hundí las manos en los bolsillos y ralenticé aún más el paso, tanto que apenas avanzábamos. Estábamos acercándonos a V y, más allá del local, divisé el espacio vacío sobre el suelo de hormigón donde habían descubierto el cadáver de Charlotte.
— ¿Te encuentras bien? —me preguntó Bobby—. Estás muy pálida.
—Sí, estoy bien —respondí, mintiéndole. Nos habíamos detenido en medio de la acera y la gente tenía que rodearnos para no tropezar con nosotros—. ¿Por qué estás haciendo todo esto?
— ¿El qué?
—Esto. Ayudarme. Intentar solucionar esto.
—Soy de St. Joseph, Minnesota —dijo Bobby, y le repliqué con un gesto de indiferencia, pues no entendía a qué venía aquello—. Mi madre estaba embarazada de mí cuando se produjo el famoso secuestro de aquel niño llamado Jacob Wetterling. Tengo un hermano nueve años mayor que yo que era amigo suyo. No conocía el caso con mucho detalle, pero se había hecho tan famoso que sabía más o menos lo sucedido. Jacob tenía once años cuando fue secuestrado cerca de su casa, en St. Joseph. Veinte años después, la policía seguía sin poder explicar qué le había pasado o quién lo había secuestrado.
—Me crié con una madre tan sobreprotectora que podría decirse que estaba loca: hablaba sin cesar de aquel niño. —Bobby entornó los ojos para mirar el sol que asomaba por encima de los edificios—. Para mí, es como un misterio que se cierne sobre todo, y eso que nunca llegué a conocer a Jacob. Aun así, el hecho de no saber qué fue de él continúa preocupándome.
— ¿Quieres decir con esto que quieres encontrar al asesino de Charlotte porque no han podido encontrar a Jacob Wetterling? —le pregunté.
—Mi madre siempre decía que no sabía cómo se las había arreglado la madre para salir adelante, cómo podía sobrevivir sin saber qué había sido de su hijo —me explicó—. Charlotte no ha desaparecido, y tampoco era tu hija, pero necesitas saber qué ocurrió. Y yo también quiero saberlo, y eso que no era mi mejor amiga.
—Yo ya ni siquiera sé si era mi mejor amiga. —Suspiré y bajé la vista para mirar la acera, allí donde habían encontrado el cadáver.
—Pues bien, como resulta que ahora, en la práctica, soy tu mejor amigo, tengo que ayudarte con esto.
— ¿Qué es eso de que eres mi mejor amigo? —pregunté, enarcando una ceja.
—No puedes contar ni con tu novio ni con tu hermano, ni tampoco con los hermanos de tu novio; por lo tanto, sólo puedo ser yo —dijo Bobby sonriendo—. Soy tu nuevo mejor amigo.
— ¿Y qué me dices de Niall? ¿O de Olivia? —le pregunté.
—Niall no es amigo tuyo. —Hizo un gesto de negación y arrugó la frente—. No estoy muy seguro de lo que es, pero no es un amigo. Y Olivia es tu entrenadora. Es como si fuera tu jefa. Y eso no cuenta.
—Vaya, pues sí que existen condiciones para decidir quién puede ser o no « mejor amigo ».
—Yo no dicté esas reglas —dijo Bobby, encogiéndose de hombros—. Pero como tu mejor amigo, mi deber cívico consiste en ayudarte en esto.
— ¿Y crees que inspeccionar este lugar nos servirá de algo? —le pregunté.
—Creo que sí. —Bobby asintió—. Vamos.
—De acuerdo. —Respiré hondo y seguí caminando, pegada a él—. ¿Y qué opina tu loca y sobreprotectora madre de que vivas aquí? ¿Pasas alguna vez por su casa?
—Hum... La verdad es que no opina nada —dijo Bobby—. Murió de cáncer cuando yo tenía doce años. Y no voy mucho por casa. Mi hermano vive actualmente en Oregón.
—Oh, lo siento —dije, sintiéndome estúpida por no estar al corriente.
—No pasa nada. —Hizo un gesto de indiferencia—. Bueno, sí que pasa. Pero hace ya mucho tiempo, así que...
Llegamos al lugar, y nos paramos en seco. La gente pasaba por la acera rodeando el sitio donde habían abandonado el cuerpo de Charlotte, por lo que daba lo mismo que nos hubiéramos quedado allí plantados. Ondeaba aún con el viento un trocito de cinta adhesiva de la que utiliza la policía, pero el resto ya había desaparecido.
Teniendo en cuenta la sensación de náuseas que había ido acumulando por el camino, esperaba sentirme peor al llegar allí.
Pero viéndolo todo de cerca, lo único que sentía era un extraño vacío interior. Como si mis emociones se hubieran desconectado por completo.
Desde el día anterior habían caído quince centímetros de nieve y la limpieza de las calles se había llevado consigo la mayoría de los indicios que pudiera haber. Pero con todo y con eso, detecté borrosas manchas de sangre, sobre todo entre las grietas del suelo.
Me agaché y conseguí olerla, aunque muy tenuemente, por debajo del olor de la nieve, la sal, los gases de los tubos de escape y la gente. De no haber sabido que se trataba de Charlotte, lo más seguro era que no hubiera conseguido olerla. Aspiré con fuerza, como si con ello pudiera averiguar algo.
Acaricié la parte más oscura de la mancha. Y en cuanto entré en contacto con ella, noté una fuerte descarga eléctrica en los dedos que me obligó a retirar la mano.
— ¿Estás bien? —me preguntó Bobby.
—Sí, no pasa nada. —Le resté importancia y me incorporé—. ¿Has visto eso?
— ¿El qué?
—Su sangre. —La señalé. No habíamos visto sangre en los otros lugares, aunque no estaba segura de si era porque no me había fijado y allí me había percatado de la mancha simplemente porque estaba sintonizada con Charlotte.
—Sí. —Bobby asintió—. Apenas se percibe, pero la veo.
— ¿Tú has visto sangre en los otros lugares?
—No. —Arrugó la frente al empezar a pensar—. No, no he visto nada.
—Imagino que no significa nada —dije—. Los demás asesinatos se produjeron hace ya tiempo. El primero fue antes de Navidad.
Miré el edificio donde estaba ubicada la discoteca V. Tenía un aspecto normal y corriente, sin nada que lo distinguiese del resto de edificios. Nadie se imaginaría que cada noche, en su sótano, se reunían centenares de vampiros.
—La verdad es que tampoco recuerdo haber visto tanta sangre en las fotografías de los otros asesinatos —dijo Bobby—. Tal vez tuvieran menos que limpiar.
— ¿Viste las imágenes reales de los escenarios? ¿O sólo las que permiten publicar en los periódicos? —le pregunté—. Supongo que las más horripilantes no las publican.
—En internet se puede encontrar todo —dijo, eliminando con ello mis dudas—. He visto algunas que son realmente brutales.
—Eres un chico retorcido, ¿lo sabías?
— ¡Estaba investigando! —Bobby se puso a la defensiva por un instante antes de proseguir—. Es posible que el asesinato de Charlotte fuera algo más excesivo, y por eso hubo más sangre.
—No quiero ni pensarlo —dije, con una mueca de repugnancia.
—Lo siento. Lo que quiero decir con esto es que cuando alguien se ensaña, es normalmente porque se trata de una cuestión personal —dijo Bobby.
—Había mucha gente cabreada con Charlotte —dije, suspirando. Bobby tenía razón, pero en aquel momento estaba tan perturbada que no podía ni pensar. Seguía con la mirada clavada en la discoteca, aunque veía de reojo las manchas de sangre—. Oye, ¿podemos hablar mientras andamos?
—Oh, sí, claro, por supuesto.
—El sol me molesta —dije, mintiendo.
El sol empezaba a brillar con fuerza por encima de los edificios, aunque no había empezado todavía a molestarme.
Crucé la calle en dirección a V, para volver a estar en la sombra.
— ¿Qué piensas de todo esto? —Bobby se apresuró para seguir mi ritmo. Volvió a resbalar en la nieve y lo agarré al vuelo, asegurándome esta vez de hacerlo más lentamente, tal y como lo haría un humano.
—No sé qué pensar —reconocí.
Llegamos al callejón que había junto a V, y miré hacia allí por pura costumbre. Pero vi algo que me llamó la atención y me detuve en seco.
— ¿Qué pasa? —preguntó Bobby.
—Oh, no. Dime, por favor, que no se trata de otra chica —murmuré.
Vi una melena rubia sobre un montón de nieve apilado junto al edificio. A su lado, un abrigo largo cubriendo la forma de un cuerpo. La entrada a V quedaba medio escondida en el callejón, por lo que esta vez no habría sido en un lugar tan transitado como en los otros casos, pero todo indicaba que se trataba de un cuerpo abandonado junto a la puerta.
— ¿Qué pasa? —repitió Bobby.
—Mantente detrás de mí —le ordené.
Coloqué el brazo delante de él para protegerlo y nos adentramos muy despacio en el callejón. Cuando llegamos a la montaña de nieve, mi corazón retumbaba con tanta potencia que ni siquiera me dejaba pensar.
En otros tiempos, me habría temblado la mano, pero ya no.
Desde hacía cosa de un mes, era incapaz de temblar. Y por mucho que supiera que mis músculos reaccionarían como si fuesen de mármol en caso necesario, los notaba correosos.
Extendí el brazo y retiré el abrigo. Esperaba encontrarme un cadáver, y me asusté al tropezar con otra cosa. Bobby gritó detrás de mí.
Saltó de repente un vampiro, moviéndose con la velocidad que únicamente nosotros somos capaces de dominar, y a punto estuvo de abalanzarse sobre mí antes de darse cuenta de quién era yo.
Violet me miró fijamente, con sus misteriosos ojos púrpura abiertos de par en par de pura sorpresa. Tenía la piel azulada allí donde había permanecido en contacto con la montaña de nieve, y la ropa sucia y mojada.
— ¿Por qué andas siempre molestándome? —me espetó—. ¿Me persigues o qué?
—No, no te persigo —dije—. Simplemente te he visto y he pensado que... —No quería reconocer lo que había pensado, de modo que dejé la frase sin terminar.
— ¿Se conocen? —preguntó Bobby, una vez superado el susto inicial.
—No mucho, la verdad. —Violet se metió un mechón de pelo rubio detrás de la oreja y se cruzó de brazos.
— ¿Qué haces aquí fuera? —le pregunté.
—Eso no te importa. —Permaneció un instante mirándome furiosa, pero casi al momento bajó los humos. Se volvió y se puso el abrigo—. Pero supongo que será mejor que me largue.
— ¿Tienes adónde ir? —le pregunté, y Violet tragó saliva—. ¿Qué hacías durmiendo aquí fuera, a plena luz de día?
—No tenía adónde ir, ¿de acuerdo? —Sus intensos ojos se fijaron en los míos y le tembló un poco el labio—. Normalmente encuentro a alguien que me lleva a su casa y me quedo allí a dormir, pero últimamente las discotecas están secas. Ese maldito asesino en serie está dejando las calles vacías.
—Sí, nos está complicando la vida a todos —murmuré con amargura.
—Ya me disculpé por lo de tu amiga —dijo Violet, suavizando un poco el tono. Creo que se sentía culpable por todo lo sucedido anteriormente entre nosotras, y eso significaba algo.
— ¿Por qué tienes que encontrar gente para poder dormir a cubierto? ¿Cómo es que no tienes tu propia casa? —le pregunté.
— ¡Tengo dieciséis años y aparento dieciséis años! —Hizo un gesto señalándose, y tenía razón. A veces, parecía incluso más joven. Cuando bajaba la guardia, sus ojos tenían una inocencia extraña—. No dispongo de tarjeta de la Seguridad Social, de modo que no puedo conseguir trabajo, y aun en el caso de que lo consiguiera, trabajar a tiempo parcial en una cafetería no me bastaría para pagar las facturas. No me permiten alquilar un apartamento o pagar una habitación de hotel ni cuando tengo dinero. Ni siquiera tengo carnet de conducir. ¿Qué quieres que haga?
Jamás había pensado en cómo debía de ser la vida de los otros vampiros. Yo había tenido la suerte de entrar a formar parte de una familia rica que se encargaba de todo, desde el dinero y el alojamiento hasta la falsa tarjeta de la Seguridad Social. No me imaginaba sobreviviendo sin todo aquello, sobre todo en el caso de una persona tan joven como Violet.
—Y ahora, si me disculpas, tengo que buscar otro lugar donde dormir. —Echó a andar.
—Espera —dije, deteniéndola.
— ¿Qué pasa? —preguntó, mirándome con impaciencia.
No quería dejar a Violet en la calle, pero tampoco podía llevarla a casa. No teníamos espacio para acogerla y, aun en el caso de que lo hubiéramos tenido, no confiaba tanto en ella. Por suerte, conocía a alguien que sabría muy bien qué hacer con una vampira díscola y adolescente.
—Ven. Conozco un lugar donde podrás instalarte —dije.
— ¿De verdad? —preguntó Violet.
—Sí, ¿de verdad? —dijo Bobby, levantando una ceja con escepticismo, temeroso de que fuera a sugerir nuestra casa.
—Sí. —Moví la cabeza en dirección a la entrada de V y Violet se mofó de mi gesto.
—Está cerrado. A las siete de la mañana cierran y echan a todo el mundo —dijo—. Créeme. Ya he intentado varias veces quedarme ahí.
Me acerqué a la puerta y, aunque dubitativos, tanto Violet como Bobby me siguieron. Extraje las llaves del bolsillo del pantalón. A menudo llegaba a casa de Olivia antes de que ella se despertara y ya se había cansado de tener que bajar a abrirme.
Abrí la puerta, la empujé y la sujeté para que Violet y Bobby pudieran pasar. La tenue luz roja que normalmente iluminaba el vestíbulo estaba apagada y le di la mano a Bobby para guiarlo. Teníamos que descender una escalera muy empinada y estábamos completamente a oscuras, de modo que, para evitar que Bobby se partiera la crisma, decidí cargármelo a la espalda. Era la única manera de asegurarme de que no iba a hacerse daño.
Cuando llegamos al túnel del sótano, lo dejé en el suelo y le di de nuevo la mano para guiarlo. Para acceder a la discoteca, teníamos que girar a nuestra derecha, pero ésa no era mi intención, de modo que seguí caminando. Violet estaba confusa y me preguntó si sabía adónde iba. Le dije que era un recorrido que había hecho un montón de veces.
Al final, después de recorrer el laberinto del sótano, llegamos al ascensor situado en el centro del edificio. El ascensor estaba iluminado con fluorescentes, y tanto Violet como yo entrecerramos los ojos, pero Bobby se sintió claramente aliviado de poder volver a ver algo.
— ¿Puedo preguntarte si tus ojos son de verdad de color púrpura? —le dijo Bobby a Violet mientras subíamos al ático de Olivia—. ¿O es sólo desde que te convertiste en vampira?
—Son completamente míos —respondió Violet con un suspiro—. Sólo una de cada millón de personas tiene los ojos de color violeta. Iban a llamarme Mischa, pero cuando mi madre me vio los ojos, cambió de idea.
—Oh —dijo Bobby, asintiendo.
—Elizabeth Taylor tenía los ojos de color violeta, creo —dijo Violet.
El trayecto en ascensor hasta el último piso del edificio era bastante largo y un silencio incómodo acabó cerniéndose sobre nosotros. Bobby se puso a tararear la melodía de La chica de Ipanema que sonaba por los altavoces y Violet miró al techo. Se abrieron las puertas y accedimos al lujoso ático de Olivia. Bobby había estado allí conmigo algunas veces, pero todo aquello era nuevo para Violet. Silbó con exageración y se aproximó a la ventana para admirar las vistas.
—Es un lugar precioso —comentó, sobrecogida.
—Y más precioso es aún cuando está limpio —dije. Olivia tenía una chica que subía a limpiar dos veces por semana y era evidente que ése no era día de limpieza. Había cojines por todas partes, y uno de ellos estaba rasgado, lo que había cubierto el mobiliario de bolitas blancas del relleno. Había también varias botellas de vino abiertas, lo que indicaba que la fiesta había consistido básicamente en una sesión de persuasión humana, de las que le gustaban a Olivia.
Dos de las invitadas a la fiesta seguían desvanecidas sobre los suntuosos sofás. Una de ellas era una chica muy guapa, vestida tan sólo con un sujetador negro y unas mallas y que lucía una marca de sangre seca en el cuello. El otro era un vampiro con los pómulos muy marcados que me recordó en seguida a Daniel Johns, el líder del grupo de rock Silverchair, cuando había caído en la anorexia.
— ¡Olivia! —grité, arreándole un puntapié a una botella de vino vacía.
El vampiro levantó un poco la cabeza y entrecerró los ojos para defenderse de la luz. Los cristales de las ventanas estaban tintados para impedir el paso de los rayos ultravioleta, pero no había cortinas y en aquel momento el sol daba de lleno en el edificio. No sé por qué el vampiro no se había encerrado en cualquiera de las habitaciones para dormir, aunque la verdad era que me traía sin cuidado.
— ¿Olivia es la dueña del club? —preguntó Violet, sorprendida.
La conocía, como casi todo el mundo, pero Olivia se cuidaba mucho de mantener en secreto su condición. No quería que la gente conociese el alcance de su poder. Le gustaba pasar desapercibida.
—Sí. —Me dirigí a la habitación de Olivia y llamé a la puerta—. Olivia, despierta.
—Me parece que no le gusto mucho —dijo Violet.
—Estás buena. Le gustas, seguro —dijo Bobby, sentándose en el sofá. Cogió una botella de vino que tenía a sus pies y la agitó. No estaba vacía del todo y le dio un trago.
— ¡Son las nueve de la mañana, Bobby! ¿De verdad tienes necesidad de beber a estas horas? —le pregunté.
—Es vino tinto y sólo he bebido un trago —respondió en tono burlón—. No me ha tumbado, ni mucho menos.
— ¿Quiénes demonios son y qué hacen aquí? —preguntó el vampiro que se parecía a Daniel Johns.
—No estamos aquí. No somos más que un sueño. Sigue durmiendo, anda —dijo Bobby.
— ¡Olivia! —Llamé de nuevo a la puerta, y al ver que no se levantaba, decidí abrir—. ¡Olivia!
— ¿Qué pasa? —farfulló Olivia, con la cara escondida bajo la almohada.
Dormía en una cama gigantesca, acurrucada entre sábanas de seda. A su lado había una chica preciosa, sin sujetador. La había visto ya varias veces, por lo que podría considerarse una pareja más o menos regular de Olivia, aunque desconocía su nombre. Y tampoco quería saberlo. Me resultaba más fácil saber que Olivia se alimentaba de seres humanos si no pensaba en esos seres como personas con nombre y apellidos.
—Necesito que vengas un momento —dije. Permanecí en el umbral de la puerta sin moverme, porque sabía que si me iba de allí, volvería a quedarse dormida.
Olivia se levantó, murmurando para sus adentros, y se cubrió con un batín de raso. Resultaba extraño verla vestida con una prenda que no fuese de cuero, aunque seguía sin desprenderse de su eterno negro. Su melena caía brillante sobre su espalda, suave y sedosa incluso recién levantada.
—Aquí hay demasiada luz. —Olivia se detuvo en el umbral de la puerta y se negó a continuar—. ¿Qué necesitas de mí? Acababa de acostarme.
—Te he traído un regalo. —Me aparté un poco y señalé a Violet, que se había quedado a un lado.
—Hola. —Violet forzó una sonrisa e hizo un tímido gesto con la mano.
— ¿No es ésa la chica que intentó matarte? —me preguntó Olivia, arqueando una ceja.
—Lo pasado, pasado está —dije, con un gesto de indiferencia—. No tiene adónde ir. Y he pensado que podría quedarse contigo una temporada.
—De acuerdo, de acuerdo. —Olivia bostezó y agitó la mano—. La segunda habitación está abierta. —Señaló la puerta contigua a la silla—. Puede quedarse ahí. Lo único que pido es que guarde silencio mientras yo duermo.
—Gracias —dijo Violet, pero Olivia no replicó.
—Gracias —dije yo también, y Olivia asintió.
—Y la próxima vez espera a que sea más tarde. —Iba a cerrar la puerta, cuando se detuvo—. ¿Vendrás esta noche a entrenar?
—Por supuesto.
—De acuerdo. Hasta esta noche, pues. —Y con un nuevo bostezo, Olivia cerró la puerta.
—Ya puedes pasar —le dije a Violet, y me aparté de la puerta de la segunda habitación. La somnolencia de Olivia resultaba contagiosa y bostecé también.
—Gracias. —Violet no entendía nada, y en realidad no me apetecía tranquilizarla en ningún aspecto. Allí estaría bien y yo había hecho lo que debía. La falta de sueño y el estrés de la jornada empezaban a hacer mella en mí.
—No pasa nada, tranquila —dije, y eché a andar hacia el ascensor.
Violet continuó sin moverse, casi como si tuviera miedo de hacerlo. Cuando se abrieron las puertas del ascensor, entré y las mantuve abiertas para que pasara Bobby.
— ¿Por qué me ayudas? —preguntó Violet, cuando Bobby hubo entrado.
—No lo sé —respondí con sinceridad, y se cerraron las puertas.
—Se me ha ocurrido algo —dijo entonces Bobby—. Después de encontrar a Violet, pero no he querido decir nada en su presencia.
—Cuéntame. —Me apoyé en la pared del ascensor y me rasqué el puente de la nariz.
— ¿Sabes por qué podría ser que hubiera más sangre en el lugar donde abandonaron el cuerpo de Charlotte que en los otros lugares? —dijo Bobby—. Tal vez no fuera porque el asesino se comportara con más agresividad. Sino quizá porque las dos primeras víctimas se habían quedado sin sangre.
— ¿Por culpa de un vampiro, quieres decir? —pregunté, mirándolo.
—Sí —respondió, con un gesto de asentimiento.
— ¿Y por qué crees que no desangró también a Charlotte? —pregunté—. Si se trata de un vampiro, ¿por qué no bebió toda su sangre? ¿Y por qué la mató?
—No lo sé —respondió Bobby, encogiéndose de hombros—. Tal vez pensaba matarla y desangrarla pero no pudo hacerlo.
— ¿Y qué se lo habría impedido? Los vampiros no nos quedamos saciados con facilidad.
—Después de que me mordieras, Liam no podía morderme —me explicó Bobby—. Mi sangre estaba mancillada y se ponía enfermo sólo de detectar tu olor en mí. Es posible que a Charlotte la hubiera mordido alguien en concreto y que a causa de eso el asesino no quisiera morderla. Pero Charlotte debía de formar parte de los planes del asesino, y por eso acabó con ella igualmente.
—Acababa de salir de rehabilitación. Yo había hablado con ella y me aseguró que lo estaba haciendo bien. No creo que nada más salir volviera a meterse en ello. —Negué con la cabeza. —Era una yonqui —dijo Bobby cuando llegamos a la planta baja—. No puedes estar tan segura de eso. Y de todos modos, tampoco sabes quién fue el último vampiro que la mordió.
—De hecho —dije cuando se abrieron las puertas—, que yo sepa, yo fui el último vampiro que la mordió.
Harriet
Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
Capítulo 9!{2/4}
Nada más llegar, Liam se había echado a dormir la siesta,puesto que con sus estudios llevaba todo el día en pie y cada vez llegaba más tarde a casa. La noche anterior había sido por las prácticas con el equipo de debate, y aquella noche porque estaba dando clases particulares de cálculo a una niña. Por otro lado, Liam no paraba de hablar en francés, y como yo había aprobado por los pelos los dos cursos que había seguido, siempre acababa liándome con sus expresiones.
Zayn seguía ausente por cuestiones de trabajo, y el maratón de la serie « Gossip Girl » que daban en la tele me pareció una buena manera de pasar la tarde. Me tumbé en el sofá, todavía en pijama. Como sólo llevaba levantada un par de horas, decidí que tampoco pasaba nada si aún no me arreglaba.
Louis entró en el salón cargando con un par de voluminosos libros. Su aspecto era algo mejor del que tenía últimamente; al menos se había peinado y su camisa parecía recién planchada.
Por suerte, no había llegado a caer en la fase « pantalones de chándal y sin afeitarse ni lavarse » y seguía estando atractivo.
Se acercó al sofá, miró un momento la pantalla y levantó una ceja.
— ¿Y ése quién es? —preguntó Louis.
—Es Chuck Bass —respondí, señalando en la tele al actor Ed Westwick.
—Lleva pajarita. ¿Se ha vuelto a poner de moda?
—Y yo qué sé —dije, con un gesto de indiferencia—. Es Chuck Bass, y hace lo que le da la gana.
—Bueno, basta ya de eso. —Louis cogió el mando a distancia del sillón contiguo al sofá y apagó el televisor.
— ¿Por qué has hecho eso? —le pregunté, fingiendo un enfado—. Estaba a punto de averiguar si sus dotes de ligón iban a darle resultado.
—Cabe esperar que sí. Pero tienes mucho que leer. —Y me lanzó los libros. Cayeron sobre mí de tal manera que me quedé sin aire en los pulmones.
— ¡Qué demonios! —Cogí los libros y me llevé la mano al estómago, aunque el dolor ya había desaparecido—. ¿Por qué has hecho eso?
—Porque tenías razón. Tengo que dejar de andar por ahí deprimido, y tú también.
—Yo no estoy deprimida. —Me incorporé y miré los libros—. Historia moderna de Europa: del Renacimiento a la actualidad y Anatomía de Gray: anatomía del cuerpo humano. Con lo gordo que es, imagino que no será sobre la serie de televisión.
—Así es —dijo Louis, y me quedé mirándolo—. No haces nada de nada.
— ¿Cómo que no hago nada? —repliqué—. La verdad es que hago poca cosa, tienes razón, pero no será porque no lo intente. Limpio la casa, incluso le doy de comer a Bobby de vez en cuando.
—Supongo que sabes que Bobby no es una mascota, ¿verdad? —Se cruzó de brazos, como si no estuviese del todo convencido de que yo captaba la diferencia.
—Claro que lo sé —dije, poniendo los ojos en blanco—. Pero lo que quiero decir es que lo intento. Me entreno con Olivia, y justo esta noche, más tarde, tengo que ir a su casa.
—Entrenar con Olivia está bien, pero no es suficiente —dijo Louis—. El dominio del cuerpo y de la mente no sirve de nada si eres una incompetente. Necesitas una buena educación que lo respalde, y ya que has decidido dejar colgados los estudios, yo me encargaré de que la tengas.
—Mira, no estoy en contra de aprender. Sólo que... —Me quedé mirando los libros, acariciando sus lustrosas cubiertas—. No sé si entiendo el sentido de las cosas. Ya lo tengo todo. ¿Qué más puede haber?
—Sí, la vida es increíblemente dura para ti —dijo Louis con sequedad.
—No, no pretendía decir eso —dije con un suspiro—. Creía que todo lo que deseaba era estar con Zayn, que mi vida estaría completa con eso. Que después viviríamos felices para toda la eternidad. Y amo a Zayn, y deseo estar con él. Pero ahora que lo tengo, y que me doy cuenta de lo mucho que va a durar esa eternidad..., no sé qué hacer.
—Necesitas tener un propósito en la vida —dijo Louis con conocimiento de causa, y me quedé mirándolo.
—Sí, tienes razón —dije—. Pero ¿eso cómo se consigue? Cuando tienes ante ti toda la eternidad, ¿cómo..., cómo la llenas? ¿Con partidas interminables de solitarios?
—Tu concepción del tiempo irá cambiando. —Se sentó en el sofá a mi lado—. Al final, acaba pasando más rápido y tiende a difuminarse, los años pasan a parecerte semanas.
— ¿Y es así como sobrevives?
—A veces. —Sus ojos de color caoba se perdieron por un instante en la lejanía, pero respiró hondo y la mirada se esfumó—. Tienes que aprender a disfrutar el presente, a valorar todo lo que te rodea. El valor de la vida está en su fugacidad. Por mucho que nosotros estemos aquí para siempre, las demás cosas no lo están.
— ¿Estás diciéndome con esto que debería disfrutar de las cosas que acabarán muriendo? —le pregunté—. ¿Que la muerte equivale a la felicidad?
—No exactamente. —Se recostó en el sofá y soltó el aire—. El problema de darle a una persona la oportunidad de ser vampiro es que en realidad no es una oportunidad. Nadie puede comprender qué está consintiendo. Nadie puede imaginarse la sensación de eternidad.
—No veo mucho consejo en tus palabras.
—Amar a otra persona, incluso a varias personas, te ayudará a tener una vida más plena. —Louis me miró a los ojos—. Pero no te ayudará a que sea completa. Eres tú misma quien tiene que encargarse de eso. Eres tú quien debe decidir el propósito por el que vives.
— ¿Y..., y por eso me has traído libros de texto? —pregunté, señalándoselos. Louis sonrió entre dientes.
—No, te he traído libros de texto porque quiero que dispongas de todas las herramientas necesarias para hacer lo que sea que decidas hacer, y el conocimiento es la herramienta más poderosa que existe.
— ¿Qué estan haciendo? —Liam entró en el salón, bostezando.
—Oh, Dios, pareces el perro de Pavlov de los intelectuales —dije riendo—. Basta con que alguien diga « libros de texto » para que aparezcas corriendo.
— ¿Piensas ponerte a estudiar? —Liam abrió los ojos de par en par, emocionado.
—Louis va a ser mi tutor, no sé si es exactamente lo mismo —dije.
— ¡Oh, me parece fantástico! —Liam aplaudió la idea y se acercó al sofá—. ¡Déjame ver! —Me arrancó los libros de las manos, aunque la verdad es que no opuse la mínima resistencia.
—Lee los tres primeros capítulos de los dos libros —me dijo Louis mientras Liam los hojeaba y comentaba con efusividad su contenido—. Mañana los comentaremos.
— ¿Mañana? —dije—. Esta noche he quedado con Olivia para entrenar. No tendré tiempo.
—Pues búscalo —dijo Louis, con el tono que utilizaba cuando iba al grano. No era ni altisonante ni brusco, pero sí lo bastante firme como para saber que no admitía discusiones.
— ¡Venga, _____, será divertido! —dijo Liam, con un regocijo exagerado—. Será buenísimo para ti. Y piensa que ni siquiera tendrás que madrugar. Es mucho mejor que lo que hago yo.
—Buena suerte. —Louis se levantó y me sonrió.
—Espera un momento. ¿Por qué has elegido estos libros? —le pregunté—. Lo de la historia, lo entiendo, más o menos. Pero ¿por qué un libro de anatomía?
—Dijiste que querías ser médica —dijo Louis, encogiéndose de hombros—. He pensado que tal vez despertaría tu interés.
Me dejó a solas con Liam, que se lanzó de inmediato a devorar el libro de historia. Por sorprendente que parezca, Liam era un gran aficionado a la historia. Le gustaban en especial las cosas antiguas de verdad, como todo lo relacionado con la antigua Mesopotamia y las primeras civilizaciones, pero, en general, toda la historia le fascinaba.
—Si no aprendemos de nuestros errores, estamos condenados a repetirlos —dijo Liam cuando se dio cuenta de que yo empezaba a perder el interés—. Es importante saber lo que hicieron otros para no cometer las mismas faltas.
—Me parece muy buen consejo, pero no tengo planes de liderar ninguna revolución, ni mucho menos —dije.
—Podrías —dijo Liam con una sonrisa—. Vamos a estar mucho tiempo por aquí. Quién sabe lo que acabarás haciendo.
Estudié con Liam durante un par de horas, pero, por suerte, la llegada de Bobby sirvió para rescatarme. Había estado trabajando en la redacción de un drama y se le había hecho tarde.
Me sentí aliviada al ver a Bobby. Intenté entablar con él una conversación de verdad, pues el parloteo incesante de Liam sobre temas de historia me había dejado la cabeza hecha un batiburrillo. Pero al cabo de poco rato, Bobby y Liam empezaron a pegarse el lote.
Aunque la verdad es que tampoco me importó, pues tenía que prepararme para ir a casa de Olivia. Me duché y me vestí, y cuando me fui, vi que Liam y Bobby seguían en el salón, susurrándose tonterías.
Conduciendo el Audi a toda velocidad, pensé en que era muy extraño que la idea de conducir me pusiera antes tan nerviosa. Me encantaba conducir. Zigzaguear a toda velocidad entre los carriles de la I-35 mientras sonaba Metric a todo volumen en el equipo de música debía de ser una de mis cinco actividades favoritas.
Mi felicidad se esfumó de repente al ver una valla publicitaria en blanco y negro en la que aparecía un chico muy atractivo con la camisa abierta para revelar la musculatura perfecta de sus abdominales. Se le veía aburrido, con esa expresión de insolencia tan sexy que adoptan todos los modelos.
El anuncio mostraba básicamente su torso, y la imagen terminaba en la cintura del pantalón, de un modo natural, por mucho que lo que se anunciara fueran vaqueros.
Pero eso no fue lo que me llevó a sonreír con desdén o a dejar de cantar al son de la música. Lo que sucedía era que el chico del anuncio era Jonathan, el antiguo "novio" de Charlotte, por llamarlo de alguna manera. La última vez que lo vi, estaba desgarrándole la garganta, y ella parecía encantada.
Pisé con fuerza el acelerador para dejar atrás la valla a la mayor velocidad posible. No quería pensar más en Charlotte, al menos no esa noche. Necesitaba un día libre de aquella constante sensación de culpabilidad.
Cuando llegué a V, decidí pasar por el túnel que recorría el local por debajo para no tener que enfrentarme a la habitual muchedumbre, aunque, de todos modos, eché una ojeada a la pista de baile. A pesar de que era más de medianoche, el local estaba a un tercio de su capacidad habitual. Seguía siendo una multitud, pero Violet no exageraba: la existencia de un asesino en serie invitaba a la gente a quedarse en casa.
Pero eso no impedía a Olivia encontrar gente. Por mucho que dijera que había reducido su consumo de sangre, y ésa era la impresión que había dado durante una temporada, cuando salí del ascensor y accedí a su apartamento, la fiesta estaba en pleno apogeo.
En la amplia estancia sonaba música con un bajo potente y una voz que me recordaba a Maynard James Keenan. Las luces eran tenues y la cincuentena de personas desparramadas por allí estaban increíblemente revueltas. Tanto humanos como vampiros iban afanosamente a lo suyo.
Me quedé inmóvil junto al ascensor al menos durante un minuto. Cuando vi a dos chicas representar una sinuosa danza para un vampiro, me planteé incluso largarme. Olivia no podía entrenarme en aquellas condiciones y yo aborrecía aquel rollo.
Era un estilo de vida que no iba en absoluto conmigo y que tampoco aprobaba en los demás. Emborracharse con sangre humana y utilizar seres humanos para ello no encajaba con mi forma de ser.
Di media vuelta dispuesta a marcharme justo en el momento en que Olivia se percató de mi presencia. Estaba en un rincón de la sala, tumbada sobre una alfombra de imitación de piel de oso. Antes de que me diera tiempo a emprender mi huida, me llamó y se incorporó. A punto estuvo de tropezar con alguien en su carrera para detenerme.
— ¡_____! ¡Estábamos esperándote! —Corrió hasta mí y no me dio la impresión de que estuviera borracha. De haberlo estado, la habría dejado plantada allí mismo.
—Sí, ya lo veo. —Inspeccioné la estancia con la mirada más desaprobadora de la que fui capaz.
—Te habría llamado, pero ya sabes lo poco que me gustan los teléfonos móviles. —Olivia movió la mano en un gesto desdeñoso—. He encontrado a alguien para que entrene contigo.
—En ese caso, ¿puedo venir mañana a conocerlo? —pregunté. La sala olía a sangre fresca y con el rabillo del ojo vi un vampiro mordiéndole el cuello a un muchacho.
—Ya estás aquí —dijo Olivia, posando la mano en mi brazo. Podía haberme apartado pero, con un suspiro, decidí no hacerlo—. ¿Subimos al tejado?
Seguí a Olivia por la escalera que conducía al tejado. Olivia, silbando alegremente el Himno a la alegría, abrió la puerta que daba al exterior y una ráfaga de gélido viento invernal inundó el hueco de la escalera. En cuanto accedí al tejado, vi a Violet en un extremo del mismo, admirando la vista.
— ¿Qué demonios hace ésta aquí? —pregunté, quedándome helada.
—Entrenará conmigo —respondió Olivia con una sonrisa.
—No puede... —Quería hablar a solas con Olivia, pero Violet ya había detectado nuestra presencia—. No me parece en absoluto adecuado, Olivia.
—Tonterías —dijo Olivia, ignorando mi preocupación—. Violet y yo hemos estado hablando y he comprendido que la vida en la calle la ha obligado a aprender muchas cosas. Hoy hemos practicado lucha, y lo hace muy bien. Te servirá para comprender un poco lo que sería enfrentarte de verdad a un vampiro.
—Pero, Olivia... —empecé a decir; ella me interrumpió.
—Necesitas más ayuda de la que yo puedo proporcionarte —replicó simplemente.
—Quiero entrenar, pero no necesito « ayuda ». —Miré a Violet recorrer el borde del tejado y coger un tubo metálico largo, parte de una vieja antena.
—Sí, cariño, claro que la necesitas. —Olivia me acarició el brazo—. Tienes ese algo que atrae a los demás hacia ti, y eso ya lo he observado en varios vampiros. Siempre acaba causando problemas.
— ¿Una atracción? ¿Qué demonios quieres decir con eso? —le pregunté.
—Es algo que llevas en la sangre. No sé por qué sucede, pero entiendo un poco el porqué de las cosas. —Contempló la vista de la ciudad—. Eres como un faro que desprende luz y los demás vampiros son como mariposas nocturnas. No todos se ven afectados con la misma fuerza, pero todos lo percibimos, en mayor o menor grado.
—Pero ¿de qué me estás hablando? —pregunté.
—Creo que ya estás lista para entrar en pelea —dijo Violet con una sonrisa de satisfacción y agitando el tubo por encima de sus hombros igual que haría un ninja con su bo.
—La verdad es que no —dije, negando con la cabeza—. Lo único que quiero es entender de qué me habla.
—Entrena con ella —dijo Olivia, mirándome muy seria—. Es mejor que yo.
— ¿Lista? —preguntó Violet, por muy evidente que fuera que no estaba preparada aún.
Olivia dio media vuelta dispuesta a bajar, y eché a andar tras ella. Pero en cuanto di el primer paso, Violet se plantó a mi lado, volteando el tubo ante mí a tal velocidad, que a punto estuvo de golpearme con él en la barriga.
— ¿Qué demonios haces? —le pregunté.
—Quiero ver lo que eres capaz de hacer —respondió con indiferencia, y volteó de nuevo el tubo. Me doblé hacia atrás, como si fuera a iniciar la danza del limbo, y el tubo pasó rozándome la barbilla—. Buenos reflejos.
Oí que la puerta se cerraba y miré en aquella dirección para comprobar que Olivia había bajado. Y en el segundo en que aparté mi atención de Violet, recibí un golpe de bo en la cabeza. —Presta atención —me ordenó.
En cuanto desapareció el dolor cegador que por un instante asoló mi cráneo, junto con el hormigueo que siempre produce la curación de un corte, gruñí y me abalancé sobre ella. Quería saber a qué demonios se refería Olivia y, por otro lado, no confiaba en absoluto en Violet. Tengo la costumbre de odiar a todo aquel que me golpea en la cabeza sin previo aviso.
Pero Violet se apartó de mi trayectoria y esquivó mi ataque sin problemas. Había visto a otros vampiros con movimientos más rápidos incluso que los de ella, como el licano Stellan, cuya velocidad lindaba con la de la teletransportación. La elegancia y agilidad de Violet, sin embargo, me obligaron incluso a pestañear para asegurarme de que había desaparecido de mi vista.
Estaba detrás de mí, a punto de golpearme por la espalda, de manera que salté por los aires y realicé un mortal hacia atrás antes de aterrizar de nuevo sobre el tejado. Nunca había realizado aquel movimiento como un acto reflejo. Me habría gustado disfrutar de un segundo para admirar mi maravillosa cabriola, pero Violet se abalanzó de nuevo sobre mí.
— ¡No me parece justo que vayas armada! —grité al verla empuñar el tubo con la intención de atizarme en las piernas.
Conseguí esquivarlo de un salto. Acuchilló el aire con su vara, y me habría dado a buen seguro si yo no hubiera saltado de nuevo, para aterrizar esta vez a cuatro patas.
— ¿Y quién ha dicho que la vida sea justa? —replicó Violet, y rodé por el suelo para apartarme de su trayectoria.
Clavó el tubo en el tejado y, de no haberme movido a tiempo, me habría empalado atravesándome el vientre. Me incorporé a toda velocidad, consciente de que estaba obligada a lanzar un contraataque para detener aquello.
Corrí hasta el extremo de la azotea, y Violet me lanzó el tubo como si fuese una lanza, con el centro de mi espalda a modo de diana. Continué corriendo y salté para posarme sobre la barandilla que recorría el borde del edificio. Tomé impulso y salté hacia atrás, y en ese momento noté el tubo rozándome el muslo antes de caer a la calle.
Di un nuevo salto mortal hacia atrás, esta vez extendiendo las piernas. Violet se movió de tal modo que, en lugar de darle un puntapié en la cabeza como había planeado, le arreé una simple patada en el pecho. Caí sobre ella, pero ni siquiera la derribé. Me volteó hasta tumbarme de espaldas en el suelo, y me agarró por los hombros con fuerza.
Levanté los pies y le aplasté el estómago para quitármela de encima. Violet echó la mano hacia atrás en un fugaz movimiento y cogió algo que llevaba escondido en el bolsillo trasero del pantalón. Seguí debatiéndome para liberarme de ella, pero en aquel momento sentí una aguda punzada en el pecho.
Acababa de clavarme algo.
Bajé la vista y vi una estaca de titanio clavada en mi corazón, una herida lo bastante importante como para que la sangre empezara a manchar mi camiseta.
Harriet
Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
Capítulo 10!{3/4}
— ¿Qué demonios pretendes? —le pregunté, con la respiración entrecortada. El terror había disparado mi adrenalina y no tenía nada claro si conseguiría librarme de Violet antes de que me atravesara el corazón por completo.
—Quiero asegurarme de que no te pillen de nuevo desprevenida. —Me miró fijamente con sus ojos de color violeta y me soltó.
— ¿A qué ha venido todo esto? —Me incorporé en seguida, llevándome la mano al corazón. La herida no era grave y cicatrizaría en cuestión de minutos, pero por un segundo había estado segura de que Violet pensaba matarme.
—Tienes buenos reflejos y me parece que por algún lado debes de tener escondida bastante fuerza —dijo ella, ignorando por completo mi confusión y mi enfado. Se sacudió el polvo de la ropa y se alisó la camiseta—. Pero tienes que pensar más, ser menos impulsiva. Tienes que aprender a planificar tu ataque. ¿Has jugado alguna vez al ajedrez?
—Una vez, y la pifié por completo —dije—. ¡Has estado a punto de matarme!
—Ni mucho menos —dijo, poniendo los ojos en blanco—. Si de verdad hubiese querido matarte, ya estarías muerta.
— ¿Y qué estabas haciendo entonces? ¡Esto no es entrenar! ¡Esto es... es como un intento de asesinato! —Busqué con torpeza una réplica mordaz, pero ella siguió imperturbable.
—Quiero que recuerdes esto. Lo que se siente al pensar que vas a morir. Si lo has sentido de verdad, si has comprendido lo realmente horripilante que es, te cuidarás muy mucho de no volver a sentirlo nunca. —Violet me señaló con la estaca, un gesto que no me ayudó precisamente a sentirme mejor.
—Ya sé que no quiero morir. Ya he pasado antes por toda esta mierda. Sé muy bien lo que es luchar por tu vida —dije—. No era necesario que hicieras todo eso.
—Tal vez sí, o tal vez no —replicó, moviendo la cabeza de un lado a otro.
— ¿Cómo has aprendido a luchar así? —le pregunté—. La otra vez que me enfrenté contigo no eras tan buena.
—Te equivocas. Sí que lo era, pero Lucían no lo era, y dejé que fuera él quien llevara la voz cantante —dijo, encogiéndose de hombros—. Fue una estupidez. Viviendo sola en la calle, los demás vampiros se meten contigo. Tienes que aprender a combatirlos; o eso o te matan.
—Siento que hayas vivido todo esto —dije en voz baja.
—No tiene importancia. —Se dirigió hacia la escalera—. Vuelve mañana. Seguiremos entrenando.
—Espera. ¿Sabes a qué se refería Olivia? ¿Eso de que ejerzo una « atracción » sobre los demás? —le pregunté.
— ¿Quién sabe a qué se refería Olivia? —respondió, y desapareció por el hueco de la escalera.
Me rasqué el pecho y noté que el corazón seguía latiéndome con fuerza. Miré a mi alrededor y me resultó imposible admirar el perfil de la ciudad como normalmente hacía.
Pensé en lo aterrada que me había sentido en aquella décima de segundo en la que había creído que Violet tenía intenciones de matarme de verdad. Y me pregunté si Eleanor se habría sentido de aquella manera. Si debió de ser consciente de que iba a morir.
Me arrodillé sobre la barandilla que bordeaba el edificio.
Desde allí se divisaba el lugar donde encontraron el cuerpo sin vida de Eleanor y me pregunté si sobreviviría en el caso de saltar desde tan alto. Partirme los huesos era complicado, pero no imposible.
Bajé, crucé el ático y no me tomé siquiera la molestia de buscar a Olivia para despedirme de ella. Lo único que deseaba era salir de allí. Conduje a toda velocidad y llegué en seguida a casa. Reinaba el silencio y me decepcionó descubrir que todos se habían acostado ya. Matilda era la única que continuaba despierta, así que me quedé fuera con ella, viéndola jugar.
La adrenalina seguía en mi cuerpo y no me apetecía acostarme todavía, aunque no se me ocurría nada mejor que hacer. Subí a Matilda a la habitación para que durmiera conmigo, pues no tenía ganas de dormir sola. Normalmente, cuando Zayn no estaba, Matilda dormía junto a la puerta, como si con ello pudiese invocar de algún modo su presencia.
Al final conseguí dormirme, pero fue un sueño intermitente, repleto de pesadillas. Volvió de nuevo aquella extraña sensación que tenía en Australia, aquella sensación paralizante que me obligaba a despertarme y a agitar las piernas simplemente para comprobar que podía moverlas.
Zayn llegó a última hora de la tarde y entró en la habitación sin hacer ruido. Matilda gimoteó de felicidad y Zayn intentó apaciguarla, por lo que decidí hacerme la dormida. Se tumbó en la cama a mi lado, con el pecho pegado a mi espalda. Y cuando me abrazó, me acurruqué contra él.
—Te he echado de menos —dije, cogiéndole la mano.
—Yo también a ti.
Me besó en la nuca y me estrechó entre sus brazos. Me abrazó con fuerza un ratito y luego se incorporó, apoyándose sobre el codo. Me volví hasta quedarme boca arriba para poder mirarlo, y entonces capté la expresión preocupada de sus ojos mieles.
— ¿Pasa alguna cosa? —preguntó.
Cuando lo miré a los ojos, sus sentimientos me asaltaron con más intensidad si cabe. Su amor y su preocupación me envolvieron como una manta, alejándome de mis anteriores sensaciones.
—Me alegro de que estés de nuevo en casa —dije, acariciándole la cara; su suave piel se calentó con el contacto.
Se inclinó y su boca encontró la mía. Le besé con pasión, separándole con hambre los labios y atrayéndolo hacia mí. Cuanto más le besaba, más me invadía su ser y más sentía que lo necesitaba.
Necesitaba amarlo y sentir cuánto me amaba. Tenía que borrar todas las cosas terribles que había sentido en su ausencia.
Zayn era el único capaz de hacerme sentir bien de nuevo.
Enterré los dedos entre su cabello y Zayn gimió sin dejar de besarme. Mi reacción le sorprendió, pero no por ello dejó de excitarlo. Empezó a recorrer mi cuerpo con las manos, el contacto era cada vez más fuerte y enérgico, y mi piel lo abrasaba.
Interrumpí mis besos y, sin pensarlo, acerqué la boca a su cuello y lo mordí. Zayn jadeó sorprendido, un sonido que se fue transformando en un ronco gemido. Él me había mordido ya en varias ocasiones, pero era la primera vez que yo lo mordía a él.
Su sangre me golpeó la lengua y el calor se apoderó de mí, incendiándome las venas. Sabía más dulce que la miel y más fuerte que el alcohol. Me ardía en la garganta, era una llama de placer. Clavé las uñas en su carne, hundiéndolas con fuerza, sin poder evitarlo aun sabiendo que debía de resultarle doloroso. Lo abracé con más fuerza y continué bebiendo de él.
Su amor proporcionaba una sensación asombrosa. Era como si pudiera leerle el alma, y su bondad y su sinceridad me sorprendían. Me resultaba increíble que hubiera algo capaz de ser tan bueno como él, y eso me ayudó a ahuyentar cualquier sentimiento negativo que pudiera albergar.
Zayn irradiaba todo mi cuerpo.
Mi cuerpo palpitaba al ritmo de su latido. Lo percibía hasta en el último centímetro de mi cuerpo, vertiéndose en mi interior.
El placer se apoderó de mí y empecé a tener la sensación de que el corazón iba a explotarme.
Algo cambió. Titiló en él algo oscuro, lo notaba en su sabor. La sensación de morderlo continuaba siendo maravillosa, y Zayn gemía de placer, pero algo iba mal.
Casi demasiado tarde, caí en la cuenta de que era la muerte. Llevaba demasiado tiempo bebiendo de él. Su vida se apagaba, y si no paraba, podía matarlo.
Incluso con aquel pensamiento, despegarme de su cuello era librar una auténtica batalla. Percibí de nuevo aquel sabor, la oscuridad apoderándose de nosotros como una marea y dejando en mi lengua una amarga sensación de miedo.
Siempre que Zayn dejaba de morderme, experimentaba una dolorosa sensación de frío, pero ahora, al dejar de morderlo, la sensación fue distinta. Me sentía más plena que nunca, maravillosamente plena. Como si estuviera completa, como si mi persona estuviera perfectamente entera por primera vez.
La sangre de Zayn me había dejado aturdida y el mundo brillaba a mi alrededor. Los colores eran tan intensos, que mirarlos casi dolía. Los extremos de mi visión resultaban vagos y neblinosos y traté de incorporarme. Débilmente, por debajo de tantas sensaciones, percibía la debilidad que emanaba de Zayn.
—Zayn. —Le acaricié la cara y noté que tenía la piel fría—. Zayn. ¿Te encuentras bien?
Presté atención y no oí su latido. No oía ni sentía nada en Zayn. Durante el momento más horripilante de mi vida...
Pensé que lo había matado.
Pero entonces, él exhaló con fuerza y su corazón retumbó.
— ¡Oh, Dios mío, Zayn! —exclamé, jadeando. Y abrió repentinamente los ojos—. Creía que estabas muerto.
—No estaba muerto. —Me regaló una sonrisa torcida—. Pero... has extraído mucho.
—Lo siento. —Me ruboricé de vergüenza, y noté que mis mejillas adquirían más color aún del que ya tenían.
—No lo sientas. Me ha encantado. —Reprimió un suspiro—. Estás tan bella. Estás resplandeciente.
—Eso lo dices por la pérdida de sangre —dije, negando con la cabeza—. ¿Quieres que te traiga algo de beber?
—No, todavía no. Quiero seguir sintiendo esto. Te noto aún en mí, y no quiero perder todavía esta sensación. —Me acarició la mejilla y me recosté en su mano—. Te quiero.
—Yo también te quiero. —Estampé un beso en la palma de su mano y me tumbé a su lado, acomodando la cabeza sobre su pecho y rodeándolo con el brazo.
—No lo digo por quejarme, pero ¿qué te ha llevado a tomar esta decisión? —Me acarició el pelo, lentamente y con cautela.
—No lo sé. Simplemente... lo necesitaba. Te necesitaba. —Me acurruqué aún más contra él—. No sé qué haría sin ti.
—Yo tampoco. —Me dio un beso en la coronilla—. Y confiemos en que nunca tengamos que averiguarlo.
—Mejor que no. —Me apretujé contra él para silenciar el escalofrío que me recorría la espalda.
—No te preocupes, _____ —me murmuró al oído, dejándose llevar por el sueño—. Estaremos juntos toda la eternidad. —Caí dormida en sus brazos, casi convencida de que creía sus palabras.
Jamás había visto a Zayn tan irascible como cuando se despertó más tarde. Eso no significaba que estuviera tan malhumorado como podía llegar a estarlo yo muchos días, pero me respondió bruscamente sin causa alguna y le gritó enfadado a Matilda. Nunca le había oído levantarle la voz a Matilda y comprendí que perder sangre no le sentaba nada bien.
Bajó a la cocina, vestido sólo con los calzoncillos con los que había dormido. Me limité a regalarme la vista sin hacer nada.
Devoró dos bolsas de sangre en tres minutos y Matilda y yo esperamos en el otro extremo de la estancia hasta estar seguras de que volvía a controlar su carácter.
—Lo siento —dijo Zayn, arrugando una de las bolsas y tirándola a la basura—. No pretendía ser tan..., ya sabes.
—No pasa nada. No pretendía beber tanta sangre —dije.
—Tranquila —replicó Zayn, encogiéndose de hombros—. Ha sido bueno de verdad, y no puedo quejarme, porque yo también he bebido muchas veces de tu sangre. —Abrió la nevera y sacó una nueva bolsa—. Tengo una sed increíble.
—Lo siento —dije, saltando sobre la encimera para sentarme en ella. Zayn negó con la cabeza porque estaba tan atareado tragando que no podía ni responderme.
Louis debió de oír que estábamos en la cocina, pues entró para hablar con nosotros. Observó el escueto atuendo de Zayn enarcando una ceja, pero no hizo ningún comentario.
— ¿Cómo ha ido todo? —le preguntó Louis a Zayn.
—Bien. La transacción fue como la seda. —Zayn estrujó la bolsa para apurar hasta la última gota. Saciado, la tiró a la basura e hizo rodar los hombros—. Me gustaría no tener que ir cada pocas semanas para realizar la operación personalmente. Vivimos en el futuro. Tendríamos que dominar ya la tecnología y aprovecharla.
—Trabajar y salir de casa te va bien —dijo Louis—. De todos modos, llevo demasiado tiempo encerrado; la próxima vez iré contigo.
— ¿Seguro que no preferirías ir tú solo en mi lugar? Tengo la sensación de que en los últimos meses he pasado más tiempo fuera de casa que dentro —dijo Zayn.
—Si lo prefieres... —dijo Louis, encogiéndose de hombros.
—Ya casi ni recuerdo el aspecto de mi chica —dijo Zayn acercándose a mí. Se apoyó en la encimera y me enlazó la cintura con el brazo—. Lo que está claro es que eres muy guapa. En aquel momento sonó el móvil que Louis llevaba en el bolsillo del pantalón, un tono de una melodía de los Bee Gees que no dejaba de sorprenderme. Por lo visto, había pasado una horrorosa fase disco en los años setenta y Harry siempre comentaba el miedo que había tenido de que nunca lograra salir de ella. — ¿No piensas cogerlo? —le pregunté.
—No.
— ¿Por algún motivo en particular? —dijo Zayn, mirándolo con la misma extrañeza que yo. Louis suspiró con exageración antes de responder.
—Es Eleanor. Dudo que tenga algo que decirle.
— ¿Cómo sabes que es Eleanor? ¿Tienes clarividencia telefónica? —le pregunté, emocionándome. No me gustaba nada que Eleanor y Louis se hubieran separado, y si ella le llamaba era tal vez un paso hacia la reconciliación.
—Lleva todo el día llamando, y yo llevo todo el día evitándola. —Se pasó una mano por el pelo y movió la cabeza de un lado a otro—. No tenemos nada de que hablar. No tengo motivo alguno para responder sus llamadas.
— ¡Louis! La quieres. Ése es motivo más que suficiente —dije.
—La que tomó la decisión fue ella. —Cuando Louis defendía con firmeza algo, su voz retumbaba. Era muy difícil llevarle la contraria.
—No creo que tuviera otra elección —dijo Zayn, sorprendiéndome al ponerse del lado de Eleanor. Se había enfadado muchísimo con ella cuando descubrió que Eleanor era el motivo por el que se había convertido en vampiro—. Como mínimo, ella sabe que estás vivo y que sin ella estás bien. Pero si se hubiese decantado por ti, la niña estaría muerta.
—Tal vez. —Louis bajó la vista, con una actitud cada vez más contemplativa—. Pero no estoy preparado para reparar el agravio.
— ¿Has escuchado sus mensajes, al menos? —preguntó Zayn.
—No. —Respiró hondo—. No quiero oír su voz. —Negó con la cabeza y se quedó mirándonos—. Y, con franqueza, tampoco me apetece mantener esta conversación. La decisión está tomada.
—No sé por qué todas tus decisiones tienen que ser siempre inamovibles —observé, cruzándome de brazos.
—Soy más viejo y más sabio que ustedes. —Torció las comisuras de la boca en un amago de sonrisa—. Lo que me lleva a preguntarte, por cierto, qué tal van tus estudios.
—Estupendamente —dije, mintiendo. Había leído tres capítulos de historia con Liam, pero el libro de anatomía estaba prácticamente sin abrir.
—Prepárate para repasarlos más tarde conmigo —dijo Louis—. Y te he dejado en el salón un ejemplar de Matar a un ruiseñor para que lo leas.
— ¿Qué? ¿Por qué? —Arrugué la nariz—. Creo que ése lo leí con quince años.
—Pues vuelve a leerlo.
Por lo visto, aquello no admitía discusión, pues Louis dio media vuelta y abandonó la cocina para dirigirse a su estudio a hacer lo que fuera que hiciese para pasar su tiempo sin Eleanor. Suspiré ruidosa y apoyé el hombro contra el de Zayn.
— ¿Tus estudios? —preguntó Zayn, levantando una ceja—. ¿De qué va todo esto?
—Louis opina que, ya que no voy al instituto ni trabajo, debería hacer alguna cosa para no acabar convertida en un tarugo. —Retiré algunos pelos de Matilda que se habían adherido a mis vaqueros—. Y no se equivoca, pero eso no significa que me guste.
— ¿Y qué estás estudiando? —preguntó Zayn con avivada curiosidad.
—No lo sé. De momento, sólo historia y anatomía y Matar a un ruiseñor, por lo visto. —Hice un gesto en dirección al salón y puse mala cara—. ¿Crees que un libro con un personaje llamado Boo Radley puede ser divertido?
—Nadie dice que tenga que ser divertido. Versa sobre la capacidad de coexistencia del bien y del mal en el seno de la especie humana, y sobre el efecto que el conocimiento tiene sobre la inocencia —dijo. Lo miré con extrañeza y me sonrió—. Me parece que has olvidado que estudié literatura inglesa.
—A veces —reconocí—. ¿Y cómo fue que acabaste trabajando para Louis y no dando clases o haciendo lo que quisieras hacer con tu título?
—La enseñanza no da dinero. —Se echó a reír, me dio un beso en la sien y volvió a abrir la nevera—. Lo siento. Tengo muchísima sed.
—Lo siento —dije yo a mi vez. Sentía el estómago lleno hasta casi reventar, y comprendí que había bebido demasiado. No entendía siquiera cómo Zayn podía seguir teniéndose en pie.
—Para empezar, no tengo la licenciatura. —Zayn abrió la nevera y extrajo otra bolsa. Cerró la puerta, se volvió y se apoyó en la puerta de acero inoxidable—. Y no creo que me hubiera gustado ser profesor. La verdad es que no sé qué quería acabar haciendo. Simplemente me gustaba la literatura inglesa.
— ¿Qué querías ser de pequeño? —Me acomodé sobre la encimera y crucé las piernas por debajo de mí.
—Batman. —Rompió a reír y abrió la bolsa—. O Luke Skywalker.
—Unos objetivos muy realistas.
—No. Creo que quería ser escritor. O músico. Algo estereotípico y de ese estilo. —Se encogió de hombros y miró la bolsa, tratando de decidir si beber o no más sangre—. Durante una temporada quise ser bibliotecario. En mi época del instituto, me encantaba leer. Me encerraba en mi habitación, leía sin parar y grababa cintas de casete con música variada para una animadora que estaba buenísima y que ignoraba mi existencia. Más o menos como el protagonista de aquella película de adolescentes de los ochenta, La chica de rosa.
— ¿De verdad? —dije riendo—. Siempre te había imaginado más como el chico guapo y pijo de esa película.
—Pues te equivocabas. —Sonrió—. Yo tenía el pelo ondulado, una maraña negra y horrorosa, y cuando me ponía « de tiros largos », me perfilaba los ojos con lápiz negro, leía sin parar, sobre todo cómics y cosas por el estilo —prosiguió Zayn—. El famoso dibujante y guionista Alan Moore publicó historias fantásticas cuando yo tenía quince o dieciséis años. Recuerdo cuando cayó en mis manos el primer ejemplar de The Watchmen y me dije: “ Quiero dedicarme a esto ”. Deseaba formar parte de todo aquello.
Hizo una pausa y le dio un sorbo a la bolsa. Se apoyó en la nevera y cruzó el pie izquierdo por delante del tobillo.
—Jamás conseguiría dibujar tan bien como él —me explicó—. Pero trabajaba con un colega que sí sabía dibujar. Creamos un montón de oscuros libros de cómics y una serie entera basada en La máscara de la muerte roja, de Edgar Allan Poe.
Una noche, entré a escondidas en el despacho del director y fotocopié unos cuantos ejemplares, que luego nos dedicamos a vender por un dólar cada uno. Sí, por aquel entonces me tenía por el no va más.
— ¿Y qué fue de todo eso? —le pregunté.
—Me castigaron por haber entrado en el despacho sin permiso —dijo Zayn, con una sonrisa satisfecha—. A mi amigo lo echaron y mi novia empezó a ocuparme cada vez más tiempo. —Se encogió de hombros—. No sé..., la vida continuó, supongo. Y comprendí que seguramente nunca me ganaría la vida escribiendo libros de cómics.
— ¿Renunciaste a tu sueño? —le pregunté.
—No sé si fue exactamente eso. —Apoyó la cabeza en la puerta y sonrió, una sonrisa triste, sin embargo—. Creo que en realidad nunca llegó a ser mi sueño.
— ¿Y cuál es tu sueño, entonces? —insistí.
—No lo sé. —Me miró más serio—. ¿A qué vienen tantas preguntas?
—Tampoco lo sé. Tengo una crisis existencial.
—Ya lo veo. —Apuró lo que quedaba en la bolsa de un rápido trago. Le pegó más fuerte que el resto de lo que había tomado y movió la cabeza para despejarse—. ¿Y tú?
— ¿Yo qué?
— ¿Qué querías ser de mayor? —Dejó la bolsa sobre la encimera y se acercó a mí, con pasos lentos y llenos de intención.
—No lo sé. —Arrugué la frente, pensativa—. En el instituto realizamos un montón de pruebas de aptitud y, cuando empecé el último curso, los profesores me metieron en la cabeza que tenía que elegir universidad y carrera y decidir allí mismo, en ese mismo instante, qué quería hacer durante el resto de mi vida.
— ¿Y qué decidiste? —Zayn se situó delante de mí, con un brazo a cada lado de mi cuerpo, básicamente para tenerse en pie.
—No decidí nada. La presión pudo conmigo y acabó paralizándome. —Hice un gesto de indiferencia—. De pequeña, cada semana cambiaba de idea sobre lo que quería ser. Quise ser veterinaria, directiva, titiritera, ninja, bombera, pianista. —Acompañé mis palabras moviendo la cabeza de un lado a otro—. La verdad es que nunca me asenté en ninguna idea.
—Por suerte para ti, ahora dispones de toda la eternidad. —Sonrió, aunque con una sonrisa torcida—. Puedes probar todas las profesiones que te apetezcan. Hacer lo que te venga en gana.
—Sería más fácil si pudiera dedicarme a una sola cosa —dije con un suspiro.
—Sí, pero ¿qué gracia tiene lo fácil? —Me dio un beso en la frente y me sonrió con los ojos entrecerrados—. Como dijo en una ocasión un gran hombre: « De la paz aprendemos muy poco ».
— ¿Y eso quién lo dijo? ¿Dylan Thomas? —le pregunté.
—No. El tipo que escribió El club de la lucha.
— ¿Defiendes entonces las adversidades? Te tenía por un chico que siempre buscaba el camino más fácil —dije bromeando.
—Tal vez. —Me miró a los ojos, atravesándome con la mirada—. Pero resulta que tú eres lo más complicado que he hecho en mi vida, y también lo mejor. Por eso pienso que esta historia tiene moraleja. Merece la pena luchar por cualquier cosa que merezca la pena obtener.
—Gracias..., creo. —Me incliné y lo besé con delicadeza, pero Zayn se tambaleó antes de que el beso cobrara más pasión.
—Lo siento. —Movió la cabeza y abrió los ojos de par en par, como si se hubiese llevado un susto—. Creo que tendré que acostarme un rato.
—Tranquilo, si necesitas descansar, descansa. —Le puse la mano en el pecho—. Siento haberte dejado tan seco.
Oí un chirrido estridente en el garaje, seguido casi de inmediato por el sonido de la puerta de un coche cerrándose con estrépito. Liam entró en la casa un instante después, abrió de un portazo e irrumpió en la cocina.
— ¿Dónde demonios está Louis? —preguntó Liam.
—Chico, ¿le has dado a mi coche? —dijo Zayn, tan enojado como una persona adormilada y borracha era capaz de mostrarse.
— ¿Y por qué tendría que haberle dado yo a tu coche? —replicó Liam con incredulidad.
—Has entrado en el garaje... quemando rueda. ¡Conduces como un loco! —Zayn le señaló, no sé muy bien por qué—. Más te vale que no le hayas dado a mi coche.
— ¿Qué le pasa? —me preguntó Liam.
—Ha bebido demasiada sangre —dije, restándole importancia al tema—. No le hagas caso. ¿Y qué quieres de Louis?
—Mi coche es un jodido Delorean. ¡Es una máquina del tiempo! —Zayn perdió el equilibrio y tuve que agarrarlo por el brazo para impedir que cayera. Le ayudé a incorporarse y Zayn se recostó en la encimera, descansando la cabeza sobre la superficie de granito—. Creo que nunca había bebido tanta sangre.
—Llevo todo el día recibiendo llamadas de Eleanor, pero estaba en clase y tenía el móvil apagado. —Liam sacó el teléfono para enseñármelo, como si quisiese demostrar con ello que era verdad que Eleanor lo había llamado—. Me ha dejado seis mensajes, y lo único que dice es que necesita hablar conmigo, que es muy importante y que le resulta imposible contactar con Louis.
—Pues devuélvele la llamada —dije.
— ¡Ya lo he intentado! ¡Pero ya sabes lo complicado que es el tema de la cobertura en ese rincón perdido de Australia! —Liam miró furioso el teléfono y lo guardó de nuevo en su bolsillo—. ¡Algo va mal y no sé de qué se trata!
—Seguro que todo va bien —dije, sin estar en absoluto convencida.
Eleanor no hubiera intentado ponerse en contacto con Louis si no fuera un caso de extrema necesidad. Tendría que haberlo pensado cuando Louis mencionó que Eleanor había estado llamándolo. Sobre todo teniendo en cuenta el modo en que
Daisy había atacado a Bobby y lo que Harry había comentado acerca del comportamiento de la niña.
— ¡Louis! —gritó Liam, dirigiéndose al salón.
—Zayn, no te muevas de aquí. —Le di unas palmaditas en la espalda y bajé de la encimera. Zayn farfulló alguna cosa, aunque creo que en realidad no se estaba enterando de nada.
Salí corriendo tras Liam y entré en el salón.
— ¿Por qué no respondes el teléfono? —le gritó Liam a Louis.
—Mis llamadas telefónicas no son de tu incumbencia —replicó éste, impertérrito ante el enfado de mi hermano.
—Eleanor ha estado llamándote; anda metida en problemas —le informó Liam, mirándolo furioso.
—Tal vez deberías devolverle las llamadas —sugerí—. O, como mínimo, escuchar sus mensajes.
Oímos un golpe en la cocina. Miré en aquella dirección y, aun sin verlo, me imaginé que Zayn había caído de la encimera al suelo. El exceso de sangre le había sentado fatal.
— ¿No crees que deberías ir a ver qué tal está tu novio? —dijo Louis, en un tono de voz que no revelaba apenas su frialdad interior.
— ¡Estoy bien! —gritó Zayn desde la cocina.
—Está bien —dije, y Louis puso los ojos en blanco.
—No cambies de tema, Louis —dijo Liam. No me quedaba otro remedio que reconocerlo: admiraba a mi hermano pequeño por tener el coraje de hablarle a Louis de aquella manera. Para plantarle cara se necesitaba mucho valor—. Sé que estás enfadado con Eleanor...
—No estoy enfadado con ella —dijo Louis, interrumpiéndolo—. Simplemente, no tengo nada que hablar con ella.
—Eso da igual. —Liam suspiró—. La querías. La sigues queriendo y, aunque no fuera así, ha sido una persona muy importante para ti durante tanto tiempo que no puedes desconectar de este modo. Tiene problemas muy graves. ¿No podrías, al menos, escucharla? ¿No crees que le debes eso, como mínimo?
—La ayudaría, si estuviera en mis manos. —Louis tragó saliva y capté el dolor en su voz casi por vez primera desde que lo conocía. El dolor tensaba su profunda voz de barítono—. Pero me parece que no puedo.
— ¡Si respondieras a ese condenado teléfono lo sabrías seguro! —le espetó Liam.
—Liam, gritándole no solucionarás las cosas —dije.
— ¡No estoy gritándole! —Gritó Liam, y respiró hondo a continuación—. Disculpa, me siento frustrado. No me gusta pensar que algo podría ir mal, y que yo podría ayudar pero... no puedo.
Mi teléfono sonó en aquel instante y nos quedamos todos paralizados. Nos miramos durante un segundo y lo extraje en seguida del bolsillo de mi vaquero. Antes de responder, verifiqué el origen de la llamada.
— ¿Es Eleanor? —preguntó Liam, casi sin aliento.
—No. No es Eleanor. —Tragué saliva—. Es Harry.
Harriet
Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
Capítulo 11!{4/4}
— ¿Sí? —respondí por fin al teléfono después de la conmoción inicial.
— ¿_____? —Harry suspiró aliviado—. Gracias a Dios que respondes.
— ¿Qué sucede? —pregunté—. ¿Algo va mal? ¿Dónde está Eleanor?
—Está fuera lidiando con el pequeño problema —respondió—. Estamos... Demonios, _____, estamos de mierda hasta el cuello y tenemos que salir de aquí. Ahora mismo.
— ¿Por qué? ¿Qué ha pasado? ¿Estan bien? —pregunté.
—Sí, estamos bien. Eleanor y esa... niña están bien, o lo mejor que puede estarse después de... —Maldijo para sus adentros—. A Eleanor se le metió en la cabeza que Daisy ya estaba preparada para una excursión a la ciudad. Se celebraba un carnaval y pensó que sería una forma estupenda de pasar la tarde.
— ¿Y qué hizo? —El estómago me dio un vuelco y retrocedí unos pasos para poder sentarme en el sofá.
—Daisy se puso hecha un basilisco. —Sonó una carcajada hueca—. Atacó a varias personas. Intenté contener la situación y convencer a todo el mundo de que había sido un animal. No estoy muy seguro de si la gente me creyó o no, pero conseguimos salir de allí con vida. Daisy está sana y salva, que es lo que importa, ¿no?
— ¿Mató a alguien? —pregunté, y Louis cerró los ojos como queriéndose proteger de todo aquello.
—No. Bueno, no que yo sepa —dijo Harry, corrigiéndose—. Tal y como se abalanzó sobre algunos de ellos, es muy posible que murieran después de que nos marcháramos de allí. Daisy... no es segura. No sé qué hacer. Hemos fletado un avión y nos largaremos de aquí lo antes posible. Pero no sé ni adónde ir ni qué hacer.
— ¿Y qué opina Eleanor sobre lo que deberían hacer? —pregunté.
—Es imposible saber qué opina Eleanor —dijo Harry—. Le expliqué que era un error llevar a Daisy a un lugar público, pero Eleanor ha entrado en un estado de negación y no se puede razonar con ella. Creo que empieza a darse cuenta de que cometió un error, pero ya no puede dar marcha atrás.
— ¿Te planteas volver a casa? —pregunté.
—No sé si sería lo más adecuado —respondió finalmente Harry—. Ni siquiera estoy seguro de si Louis o Zayn nos permitirían volver a casa. Pero no podemos vivir en una ciudad llena de gente.
— ¿Quieres hablar con Louis? —pregunté, y le miré para asegurarme de que él estaba dispuesto a hacerlo.
— ¿Lo tienes cerca? —dijo Harry, sorprendido.
—Sí. Lo tengo justo aquí a mi lado. Deberías hablar con él.
—Me levanté y le pasé el teléfono a Louis sin esperar a oír la respuesta de Harry.
— ¿Sí? —dijo Louis, respondiendo al teléfono.
Liam permaneció a mi lado, observando con ansiedad lo poco que aportaba Louis a la conversación. Con la excepción de algún que otro « hum », no decía nada de trascendencia.
— ¿Qué pasa? —susurró Liam.
—Por lo visto, Daisy ha atacado a un montón de gente durante un carnaval —le expliqué, sin despegar los ojos de Louis.
—De acuerdo. —Louis colgó, se volvió hacia nosotros y, sin pronunciar palabra, me entregó el teléfono.
— ¿Y bien? —dije.
—Van a coger un avión. Tardarán más o menos un día en llegar hasta aquí. —Louis miró por la ventana, negando con la cabeza—. No estoy seguro de qué pasará cuando lleguen, pero... es lo que hay.
— ¿Qué demonios quieres decir con eso? —preguntó Liam.
—Están desesperados. No podía decirles que no. —Louis intentaba autoconvencerse. Y le comprendía, pues tampoco Liam o yo nos habríamos negado a su petición—. Pero no pueden quedarse aquí. Serán sólo unos días. O ni siquiera eso. La niña no puede estar con gente. —Miró a la nada, completamente perdido—. No tengo ni idea de qué será de ellos.
Después del momento de confuso silencio que se cernió sobre nosotros, Louis se marchó a su estudio. Intenté detenerlo, pero él me indicó con un gesto negativo que lo dejara, argumentando que tenía que pensar. Y estoy segura de que tenía que hacerlo, por mucho que dudara que fuera capaz de urdir un plan para solucionar el tema.
Aquél era exactamente el motivo por el que se había mostrado tan contrario a que Eleanor convirtiera a Daisy en vampira. Sabía que nada bueno saldría de todo aquello y que no podría solventarlo.
—Vaya lío —dijo Liam, recostándose en el sofá con un suspiro—. ¿Te ha contado Harry hasta qué punto era grave la situación?
—No ha entrado en detalles, pero es evidente que la cosa no pinta nada bien. Puede que haya habido incluso muertos.
— ¿Y ahora piensan traerla aquí? —dijo Liam, mirándome.
—Sí, eso es lo que piensan hacer —le confirmé.
—Me gustaría ayudar a Eleanor, y no quiero que a Harry le suceda nada malo. —Se enderezó un poco y se cruzó de brazos—. Pero ¿qué podemos hacer? Daisy es peligrosa, peligrosa de verdad. Y aunque no lo fuera, su fotografía está colgada por toda la ciudad. Eleanor la secuestró, no sé si lo recuerdas.
—Sí, lo sé —dije, asintiendo—. No puede vivir aquí, ni en la ciudad.
— ¿Y dónde quieres que viva? —preguntó Liam.
—No lo sé... —Me interrumpí, pensativa—. Olivia es la vampira más vieja que conozco. Tal vez sepa algo sobre niños vampiro.
—La verdad es que como mucho conoces a cinco vampiros. Eso no significa nada —dijo Liam.
—Para tu información, conozco a muchos más —repliqué—. Pero Olivia tendrá unos seiscientos años. Tiene que saber algo sobre el tema, no me cabe duda.
Zayn refunfuñó en la cocina, y entonces recordé que lo había oído caerse al suelo mientras Liam discutía con Louis.
—Tengo que ocuparme de Zayn, y después iré a ver a Olivia —dije—. Acompáñame, si quieres.
Cuando llegué a la cocina, encontré a Zayn tendido en el suelo y sin sentido entre la isla y la encimera. Cuando tiré de él para levantarlo, apenas se quejó, de modo que lo arrastré como pude hasta nuestra habitación y lo dejé en la cama. Nunca había visto a Zayn tan grogui, aunque hay que decir que tampoco lo había visto nunca después de una pérdida de sangre.
Contemplando a Zayn dormido en la cama, tan sosegado y tan vulnerable, tuve una extraña sensación. Nunca antes había sido el más débil de los dos. Pero últimamente la situación estaba cambiando.
Yo estaba convirtiéndome en una vampira fuerte y, gracias a la formación que estaba recibiendo por parte de Olivia, era ya mejor luchadora que él. El otro día, habíamos estado peleando de broma y le había hecho un placaje sin pretenderlo. Empezaba a ser más poderosa que Zayn, y eso me hacía sentir... desorientada.
— ¿Piensas quedarte aquí contemplando a Zayn o nos vamos? —me preguntó Liam, asomando la cabeza por la puerta.
—Espera un momento. Me cambio en un segundo. —Entré corriendo en el vestidor para ponerme algo encima y Liam aguardó impaciente en la puerta, escribiendo un mensaje en el móvil—. ¿A quién le estás escribiendo, que parece tan importante?
—A Bobby. Estoy diciéndole que no venga a casa cuando salga de clase.
— ¿Por qué no? —Salí al pasillo y Liam me siguió, sin dejar de escribir.
—Porque éste ya no es un lugar seguro —dijo Liam—. Ya viste lo que sucedió en Australia. Bobby no puede estar cerca de Daisy. No quiero correr ese riesgo.
—Sí, pero Daisy no está aquí en este momento. —Volví la cabeza hacia él mientras bajábamos la escalera.
—Eso es exactamente lo que él me ha respondido. Me parece que pasan demasiado tiempo juntos.
—Es el único amigo humano que tengo —repliqué.
—Y seguro que es el único amigo que tienes —dijo Liam, suspirando.
Justo cuando llegábamos a la cocina, Bobby salía del garaje. Por lo visto, había decidido hacer caso omiso a los mensajes de advertencia de Liam.
—Da media vuelta —dijo Liam.
—Mira, de momento aún no ha llegado, y no pienso ir a ninguna parte —insistió Bobby.
—Qué pesados. —Pasé por su lado para entrar en el garaje—. Vamos a casa de Olivia, por si quieres venir.
En seguida me arrepentí de haber invitado a Liam y a Bobby a venir conmigo. El trayecto en coche hasta la ciudad consistió en una discusión interminable sobre si era o no seguro que Bobby estuviese en casa. Él explicó que aquel semestre no había solicitado plaza en la residencia de estudiantes y que, como consecuencia de ello, no tenía adónde ir.
Liam aflojó un poco y dijo que Bobby podía quedarse en casa aquella noche y que, por la mañana, ya buscarían una solución. Aunque para ello necesitó más de diez minutos de dimes y diretes.
La belleza de los muros acristalados del ático era comprensible de noche, pero por la tarde no tenía sentido alguno. El sol empezaba a ponerse y estaba a la altura de los ventanales. Y por muy tintados que fueran, los potentes rayos rosados me provocaban un fuerte escozor tanto en los ojos como en la piel.
El apartamento estaba limpio, pero Liam pasó igualmente la mano por el sofá para sacudirlo antes de sentarse, como si le diera miedo pillar cualquier cosa. Bobby había estado allí conmigo muchas más veces que Liam y se sentía más cómodo en aquel entorno: en cuanto llegó, se tumbó en un mullido sofá.
Había intentado repetidamente convencer a Liam para que viniese a entrenarse conmigo, pero mi hermano no estaba por la labor. Olivia no era muy de su agrado, pues la consideraba una borracha, y además, no le gustaba pelear. Él quería llevar una vida normal, el mismo tipo de vida que habría seguido de no haberse convertido en vampiro, y en su vida normal, nunca se habría entrenado para luchar. Su postura era inamovible.
Olivia abrió la puerta del dormitorio antes de que me diera tiempo a llamar. Me dio tal susto que sofoqué incluso un grito.
Me saludó con una agotada sonrisa y se envolvió en su batín de seda. Llevaba su larga melena negra recogida en una trenza, que se balanceaba al ritmo de sus pasos.
— ¿Qué haces despierta? —le pregunté.
—Problemas de insomnio. —Agitó levemente la mano y se acercó al sofá.
No era la primera vez que mencionaba sus problemas con el sueño. Se lo había comentado a Louis en una ocasión y me había explicado que podía tratarse de un efecto secundario de la disminución de su dosis habitual de sangre. La ingesta de sangre se había convertido para Olivia en un remedio para conciliar el sueño, y sin la dosis diaria tan exagerada que consumía, le costaba dormir.
—Hola, Olivia. —Liam se obligó a sonreírle y se esforzó en mostrarse educado.
— ¿A qué debo este placer? —preguntó Olivia. Se sentó en el sofá delante de Liam, y su batín se abrió con el gesto revelando sus esbeltas piernas.
— ¿Qué sabes sobre niños vampiro? —le pregunté. No tomé asiento y me situé de espaldas a la ventana. Notaba el calor del sol, pero traté de ignorarlo.
—Intento no saber nada al respecto —respondió ella con reservas.
— ¿Existe alguna manera de..., de entrenarlos? —dije.
— ¿Por qué te interesan tanto los niños vampiro? —Olivia miró de reojo a Bobby—. Es joven, pero ya no es un niño.
Intercambié una mirada con Liam. Olivia no estaba al corriente de lo de Daisy. No estábamos seguros de cómo iban a reaccionar los demás vampiros, y no habíamos considerado necesario que Olivia lo supiera. Pero tal vez la situación fuera ahora distinta.
—Eleanor convirtió a una niña —dije con cautela, calibrando la reacción de Olivia—. Por eso se fue. Permanece escondida con la niña vampiro.
—Y seguro que todo está saliéndole a las mil maravillas —dijo Olivia con una seca carcajada, aunque no me dio la impresión de que estuviera sorprendida.
— ¿Sabes algo sobre niños vampiro o no? —explotó Liam. Defendía siempre a Eleanor, por mucho que no estuviera de acuerdo con sus decisiones.
—La verdad es que he intentado mantenerme siempre al margen de esos asuntos —respondió con un suspiro—. Los vampiros presentan tantas probabilidades como los humanos de tener sus escarceos con ese... fetiche, y me consta que, durante un tiempo, hubo vampiros que intentaron poner en marcha una especie de mercado del sexo con niños vampiro.
— ¿Te refieres a pedófilos? —preguntó Bobby, arrugando la nariz en un claro gesto de asco.
—Si lo quieres llamar así. —Alisó el batín de seda y se acomodó en el sofá—. Hubo un tiempo, y no hace tanto de eso, en que era común que los hombres se casasen con niñas de doce años.
—Me imagino que no darás tu aprobación a tal costumbre —dijo Liam, mirándola furioso y pasando un brazo por los hombros de Bobby, por si acaso a Olivia se le pasaba por la cabeza venderlo en el mercado del sexo.
—No, por supuesto que no —dijo Olivia, imperturbable ante la respuesta de Liam—. Apruebo muy pocas cosas de las muchas que sucedieron en el pasado.
— ¿Y había vampiros que convertían a niños en vampiros? —pregunté, tratando de recuperar el hilo—. Tendrían alguna forma de controlarlos.
—La verdad es que no. —Negó con la cabeza—. La mayoría son incapaces de aprender a controlarse. Quieren devorar todo lo que ven. Y en el caso de los que aprenden a controlarse, ¿para qué les sirve? Estar eternamente atrapado en el cuerpo de un niño es una tortura. Si Harry Pan hubiera sido real, se habría vuelto loco y habría matado a todos los habitantes del País de Nunca Jamás.
—Tal vez los que conociste eran así porque estaban obligados a comportarse de esa manera —dije—. De haberse criado de forma distinta, tal vez habrían salido mejor.
—Eso no lo sé —dijo, encogiéndose de hombros.
— ¿Es que acaso sabes algo? —preguntó Liam con ironía.
—No seas maleducado, Liam —dije.
— ¡No lo soy! —insistió, pero le subieron los colores. Por mucho que no confiara en ella, no quería ser descortés—. Sólo quería decir que... Olivia siempre da la impresión de que no conoce ninguna respuesta.
—Cuanto más sabes, más olvidas —dijo Olivia, con un nuevo ademán de indiferencia.
— ¡¿Qué hacen aquí?! —gritó una voz desde el interior del dormitorio contiguo al de Olivia, y Liam se tensó y entrecerró los ojos.
— ¿Quién es? —preguntó Liam.
—Sólo soy yo, y estaba intentando dormir. —Violet abrió la puerta de su habitación. Llevaba una camiseta un par de tallas más ancha de lo que habitualmente llevaba, su pelo rubio estaba alborotado y parecía tremendamente cansada—. Pero con Olivia levantándose y moviéndose sin parar todo el día, y ahora con ustedes hablando tan fuerte sin pensar en los demás...
— ¿Qué demonios haces tú aquí? —dijo Liam entre dientes, levantándose del sofá.
— ¿Y tú? ¿Qué haces tú aquí? —contraatacó Violet, despertándose de golpe. Se movió como un torbellino y, de haberlo querido, se habría abalanzado sobre el sofá y sobre el cuello de Liam sin que a éste le hubiera dado siquiera tiempo a pestañear.
—No pasa nada, Liam. —Di un paso al frente para situarme entre los dos—. Simplemente se ha instalado aquí por una temporada.
Pese a que Violet siempre rondaba por la zona y yo había coincidido con ella algunas veces, Liam no la había vuelto a ver desde que tenía el pelo de color púrpura y salía con Lucien. La última vez que la había visto, Violet había intentado matarnos. Liam no había sido testigo de la transformación que había sufrido de malévola secuaz a triste vagabunda, de ahí su estado de alerta. — ¿Estabas al corriente de que vivía aquí? —me preguntó Liam.
—Sí, y no pasa nada —reiteré. Evité mencionar que, de hecho, todo había sido idea mía, pues pensé que era mejor que mi hermano no lo supiera.
—Tranquilo, vaquero —dijo Olivia con una sonrisa satisfecha—. En este ático no se permiten peleas.
—Tú eres la que tiene que estar tranquila —murmuró Liam, pero se sentó de nuevo en el sofá.
—Ahora sí que estoy despierta de verdad —dijo Violet suspirando y dio media vuelta para dirigirse a la cocina—. Si tengo que estar levantada, tendré que comer algo.
— ¿Hay algo que puedas decirnos para ayudarnos? —le pregunté a Olivia, ignorando el arrebato. Liam intentó dirigir a Violet una mirada furibunda, pero me moví para cortarle el ángulo de visión.
—Manténganse alejados de los niños. —Olivia ladeó la cabeza—. ¿Y a qué viene ese interés tan repentino? ¿No lleva ya un tiempo Eleanor con esa niña?
—Sí, pero... —Moví la cabeza de un lado a otro. No quería contarle que estaban a punto de llegar a la ciudad—. Sólo buscaba ayuda.
—A veces, ayudar a la gente resulta imposible —dijo Olivia, con una tristeza inusual en ella—. Se trata, seguramente, de la lección más dura que nos da la vida.
Violet reapareció con un vaso enorme de refresco lleno de sangre y bebiendo de él con una pajita. El aroma a sangre fresca perfumó el ambiente. Pero, por una vez, no sentí hambre. Estaba aún tan llena de Zayn que ni me planteaba comer, y me gustaba la sensación.
—Oye, de hecho, me alegro de que hayas venido —dijo Violet. Saltó sobre el brazo del sillón y se sentó en él, doblando las rodillas contra el pecho. Tiró de la camiseta para cubrirse con ella las piernas y le dio un sorbo larguísimo a la pajita.
— ¿Quién? ¿Yo? —dije, señalándome.
—Sí. —Sorbió de nuevo y tragó con rapidez—. Anoche, cuando estaba trabajando en la discoteca tratando de mantener a la chusma bajo control, vi a una prostituta de sangre con una marca muy rara en el brazo.
— ¿Qué tipo de marca? —pregunté.
—Al principio pensé que se trataba de una letra U mayúscula, pero la verdad es que no sé qué era aquello —dijo Violet—. Cuando le pregunté a la chica al respecto, me dijo que un vampiro la había marcado. Por lo visto, se trata de un vampiro que se dedica a marcar a las prostitutas.
— ¿A marcarlas? ¿Como si fueran ganado? —pregunté, levantando una ceja.
—Eso es imposible —dijo Olivia en tono desdeñoso—. Nadie puede marcar a una chica a menos que forme parte de su harén.
—No tengo ni idea de si las chicas forman parte de su harén —continuó Violet—. Simplemente lo digo porque me parece una conducta sospechosa.
— ¿A qué te refieres? —pregunté.
—No sé. —Bebió de nuevo, pero esta vez para ganar tiempo y reflexionar su respuesta—. Le pregunté a la chica por qué el vampiro en cuestión le había hecho aquello, y me explicó que él le había dicho: « Quiero que todo el mundo sepa que perteneces a un vampiro ». No me gustó, no sé por qué. Eso de que todo el mundo tuviera que saber que pertenece a un vampiro.
—Vaya —dije, pero noté un escalofrío recorriéndome la espalda.
—El caso es que he pensado que quizá te interesaría saberlo, ya que vas preguntando sobre el asesinato de aquella chica —dijo Violet con despreocupación, y continuó con su bebida.
Noté los ojos de Liam clavados en mí y decidí que era mejor que nos largáramos de allí antes de que Violet u Olivia cometieran el desliz de comentar mi interés desmesurado por localizar al asesino de Charlotte.
Les di las gracias tanto a Olivia como a Violet por su ayuda con la mayor indiferencia posible, pero Liam se dio cuenta de que tenía prisa por irme. Sin embargo, esperó a sacar el tema hasta que estuvimos dentro del ascensor, atrapados en el largo descenso hasta el sótano.
— ¿Qué quería decir Violet exactamente con eso de que andas preguntando sobre el asesinato de esa chica? —dijo, clavándome la mirada. Bobby se escondió a su lado, confiando en que Liam no se percatara de que también él había estado ayudándome.
—Era mi mejor amiga, Liam. —Miré el techo del ascensor—. ¿Te parece raro que haga preguntas?
—No, pero harías mejor no metiendo mucho la nariz en el asunto —me alertó Liam—. La policía tiene el caso bajo control.
—No estoy metiendo la nariz en nada y, de todos modos, ¿importaría, acaso, si es verdad que la policía lo tiene todo controlado? Si ellos pueden investigar sobre el tema, es evidente que yo también puedo indagar.
—_____, no dispones ni de las herramientas ni del equipo necesario para solucionar el caso —dijo Liam con fatiga—. Acabarás metiéndote en problemas. ¿Y qué harías si encontraras al asesino? No podrías demostrar que fue él, y como no lo sabrías con total seguridad, no podrías matarlo. ¿Qué obtendrías intentando seguirle la pista?
—Nada —dije—. Por eso no lo hago. Tan sólo he hecho unas cuantas preguntas. No he iniciado una investigación ni nada por el estilo.
—De acuerdo. Mejor que sea así.
— ¿Por qué? —dije, mirándolo—. ¿Qué pasaría si no lo fuera?
—Que le contaría a Zayn esas miradas de deseo que compartiste con Harry cuando estuvimos en Australia —dijo, sin alterarse en absoluto, y me quedé boquiabierta. [YA SOMOS DOS]
— ¿Que nosotros...? ¿Que yo...? ¡Anda ya! —Refunfuñé, apartando la vista—. ¡Eso no es justo!
— ¡Estoy harto de que andes jugando siempre con la posibilidad de que te maten, _____! —Gritó Liam—. ¡Y si no quieres entenderlo tú solita, ya te obligaré yo a hacerlo! Mantente alejada de esto, ¿entendido?
— ¡De acuerdo! —Pulsé el botón del ascensor con la esperanza de poder acelerar el descenso con ello.
No necesitaba para nada que Liam fuera contando algo que ni siquiera había sucedido o... que apenas había sucedido. Había sido algo muy inocente, por supuesto, y no me apetecía tener una nueva pelea. Le había prometido a Zayn que nunca volvería a hacer nada que pudiera herirle, y lo había dicho muy en serio.
Por otro lado, sin embargo, no quería dejar escapar al asesino de Charlotte. Sobre todo ahora, que disponía de algo nuevo sobre lo que trabajar. Tal vez no fuera una pista determinante, pero el soplo de Violet era más de lo que tenía el día anterior.
—Prométeme que te olvidarás del tema —insistió Liam.
—Te lo prometo —dije, sabiendo que rompería mi promesa a la menor oportunidad.
Harriet
Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
fdjkljgñsdjgpñsdjghdsf Esto esta más genial que nunca, pero me da rabia la actitud de Liam, falta que alguien le de un buen golpe para que entienda.
Eleanor vuelve y con el monstruo! espero que no haga nada esa cosa.
Eleanor vuelve y con el monstruo! espero que no haga nada esa cosa.
TheExistenceUniverse
Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
omg ame así súper ame la maratón estuvo buenísima ósea todo esto louis sin querer contestarle a ele ,Daisy volviendose loca salvaje , Harry vuelve !!!! ,liam amenaza a Alice ,violet la entrena,la marca de la chica nonono esto está de Wow síguela pronto bye
Chloe
Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
AAAAAAAAAAAAAAAAAAA SI DESEO DESEO SIP YO LO SABIA AAAA DAISY ME DA MIEDITO PERO ESTA SUPER HAZZA:eaea: MMMMMMMHHHMMM AAAA HARRY VIENE VA HABER UN TRIO TE LO APUESTO JAJAJA GRACIAS ´POR EL MARATON Y CUANDO SUBIRAS CAP DE NUEVO?A Y COMO VAS CON TU PAPA:berrinche: :-w-: :OWO: :omg: :muere: :maloso: :misery: :imdead: :jojojo: :happuy: :ilusion: :gasp: :canto: :amor: :calor: :corre: :pokerface: :hug: :hug: :hug: :hug: :hug: :hug: :hug: :hug: :twisted: :twisted: :lloro: :lloro:
Hazel 1D Styles
Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
asdfghjklñ mil gracias por el maraton, eres la mejoooooooooooor<3
PD: PORQUE LO HAS HECHO??? eres perfecta mi amor
SIGEUSIGUESIGUEEEEEE<3
Me tienes muy enganchada
TQTQTQTQTQ,ANNA<3
PD: PORQUE LO HAS HECHO??? eres perfecta mi amor
SIGEUSIGUESIGUEEEEEE<3
Me tienes muy enganchada
TQTQTQTQTQ,ANNA<3
Anna Payne1D
Re: Lazos de sangre 4 [One Direction y Tú] TERMINADA
SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAA *-* ME ENCANTAAAAAAA *-* PORFIIIIIIIIIIIN REGRESA HARRY *-*
Alejandra257
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