Camp Half Blood || novela colectiva.

Capítulo once

Luego del horrible momento que tuvo con sus pesadillas, despertó a causa de una presencia.

—¿Beezus? —preguntó una voz varonil desde la puerta, asustando a la morena. Giró la vista hacia allí y se encontró con un castaño de ojos azules.

—Jackson —afirmó. Más que una afirmación, fue una pregunta. Ya que no creía que Percy estaba ahí.

—¿Estás bien? —se adentró más a la cabaña y se acercó a la litera de la morena, arrodillándose para ver mejor su rostro —. No te ves bien —dijo para tocar su rostro —. Tienes fiebre.

—Estoy bien —murmuró, quitando la mano del oji-azul, tratando de levantarse. Apenas pisó el suelo y se sintió mareada. Se tambaleo y cayó en la cama otra vez.

—No estás bien, Beezus —se impulsó hacia arriba para levantarse, cuándo Beezus lo hizo al mismo tiempo y esta se agarró de sus hombros, quedando muy cerca de él. Percy quiso apartarse, pero en vez de eso los dos cayeron en la cama.

Beezus sonrió macabramente.

—¿Tanto te gusto, querido?

—¿Qué?, No, yo… —dejó de hablar cuándo Beezus rodeo su cadera con sus piernas. Percy tragó saliva.

Unos gritos desesperados que provenían de afuera hicieron que los dos se separaran. Se intercambiaron miradas y se entendieron. Corrieron hacia el campamento y se encontraron con el desastre.

Un gigante toro mecánico atacaba el campamento con acido.

—¿Alguna idea de lo qué es eso? —inquirió Percy, sin dejar de mirar al monstruo.

—No —negó, decepcionada de sí misma. Sin avisar, se echó a correr hacia el sótano de armamentos y sacó su arco. Rara vez lo dejaba allí, pero Quirón se lo había pedido la noche anterior.

Observó al campamento, algunos escapando del toro y otros tratando atacarlo. Varias cabañas hechas trizas y árboles caídos. Miró hacia un costado y vio a Absolem a punto de atacar. Volvió su vista al toro y fue cómo si le hubiera leído la mente.

—¡Absolem, no! —gritó a todo pulmón. Pero el dragón ya había tomado vuelo y atacó sin piedad a la bestia. Al hacer contacto, el metal hizo chispas. Absolem mordió a su enemigo, pero éste lo sacó de encima al golpearlo con sus cuernos. Volando hacia atrás, el dragón tiró fuego, pero sólo logró que el toro se enfadara más.

Absolem cayó a varios metros alejado de la bestia y chocó con un árbol. Beezus pudo sentir su dolor. Corrió hacia su amigo y acarició su cabeza.

—Absolem… —susurró.

Estoy bien, dijo él. Trató de levantarse, pero volvió a caer. Es fuerte, no sé como destruirlo.

—Yo lo haré, tranquilo —dijo, frotando su lomo. Antes de irse, Absolem la llamó.

¿Beezus?

—Sí

Cuidado.

Ella le regaló una sonrisa, diciendo que todo estaría bien.

—¿Tienes alguna idea, chica en llamas? —preguntó Niall con una espada en mano.

—Sí —dijo. El rubio se sorprendió a su respuesta —. Tú lo distraes. Yo haré el resto.

—Tus deseos son órdenes.

Esperó detrás de unos arbustos al rubio, hasta que lo vio correr hacia ella y el toro lo siguió. Antes de que Niall se pudiera acercar a ella, él tropezó y rodó hasta un árbol. El toro estaba a punto de aplastarlo cuándo sus cuernos se quedaron clavados en el mismo árbol. Bingo. Estaba a punto de tirar su flecha, cuándo Percy salió de la nada y clavo la espada de Niall en el corazón de aquella bestia.

El monstruo se retorció, rechinó, hasta que se destruyó en mil pedazos.

Jackson había vencido.


—Yo lo tenía controlado, no debió meterse —se quejó. Nicole rió por lo bajo, ya que Beezus había estado toda la tarde hablando de lo mismo.

—Ya, Beezus. Deja tener sus días de gloria a Percy —dijo despreocupada.

—¿Días de gloria? ¡Esos deberían ser mis días de gloria! —elevó la voz.

—Permiso —dijo un chico atrás de ellas. Llevando una camilla con una Denisse en una especie de estado de coma. Beezus tragó con fuerza.

—¿Qué le pasó?, ¿estará bien? —comenzó a preguntar.

—Dijeron que el ácido del toro la paralizó o algo parecido. La llevamos a la enfermería —explicó el muchacho sin siquiera mirar a la morena.

Beezus siguió a esos chicos y dejó a Nicole con Starkson.

Después de que la acomodaran en una cama, ella la arropó y le preparó una sopa de pollo. Se veía tan frágil que Beezus quiso cuidarla. Necesitaba cuidarla.

Le daba de comer apenas a cucharadas pequeñas y sin que Denisse se despertara. Estuvo con ella toda la noche y se quedó a dormir en la enfermería. Sólo que Beezus no durmió.

Sintió que Denisse se movía en su recamara y se sentó a su lado. La castaña abrió los ojos.

—Hm… ¿Qué pasó? —dijo con voz adormilada.

—Quedaste en un estado de shock con el ácido del toro. ¿Recuerdas algo de eso? —indagó.

—Sí, hasta duele recordar —tomó su cabeza.

—Bueno, ya estás bien, será mejor que me vaya…

—Espera, ¿tú me cuidaste? —inquirió algo confundida.

—Umh, sí, supongo que podría decirse eso —dijo incomoda. Denisse le sonrió.

—Gracias —susurró antes de cerrar los ojos por completo.


—¿Estás mejor? —preguntó Michelle a Denisse, que apenas podía cargar su espada.

—Sí, bueno. Tuve una buena enfermera —sonrió de lado.

—¿Nicole te cuidó?

—No. Fui yo —interrumpió Beezus, con algo de timidez.

—¡Campistas! —gritó Amanda, la profesora —. ¿Listos para buscar la bandera?

—Voy a ganarte, Donovan —le comentó Niall al oído.

—Despertamos algo patéticos hoy, ¿no, Horan?

Un cuerno sonó, dando comienzo al juego.